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Mensaje por Noah Dom Ago 29, 2010 10:09 pm

El retorno a casa había sido sin contratiempos, a su llegada algunos ciudadanos romanos movidos pos su curiosidad se habían reunido para contemplar el paso de las filas de soldados muy bien sincronizadas. Era en ese momento un recibimiento sencillo pero emotivo para la mayoría de los hombres que lograban distinguir entre los asistentes a algunos familiares y amigos. Muchos de ellos estarían libres para atender sus asuntos personales. Toda la marcha siguió por Roma hasta las cercanías del senado para terminar en el cuartel de Roma, aquellos emplazamientos que se denominaban Castrums.

Las puertas principales se abrieron y todos los efectivos pasaban al interior entre voces autoritarias de sus superiores que los destinaban a los distintos sectores de esa ciudadela militar. Era una pequeña ciudad dentro de la gran Roma y su ubicación se mantenía en las proximidades del senado para una máxima eficacia.

Los primeros contingentes pertenecientes a la caballería se movilizaba al sector noreste a cargo de sus respectivos oficiales. En dichas coordenadas las caballerizas del cuartel contaban con una amplia estancia para los equinos indispensables para la buena estructura militar. Noah y sus seis oficiales se separaban hacia la zona central de donde los aguardaría una sesión exhaustiva de reportes por todos los años de campaña, los posibles ascensos y jubilaciones de algunos miembros veteranos del regimiento.

Fue por medio de esas sesiones que Noah supo corroborar la llegada triunfante del general Virgilius y sus hombres, los cuales ya se encontraban diseminados a todo lo largo y ancho de Roma o los límites exteriores. Pero un hecho le había llamado toda su atención. Una legión en activo en tierras lejanas no había mandado ningún correo para notificar algún indicio de los detalles de la invasión en curso. Muchas especulaciones se habían hecho los altos oficiales romanos, personas que en otroras ocasiones fungían como consúles. Si su padre Valerio no hubiera encontrado un final inesperado en los campos de batalla él hubiera pertenecido a ese selecto grupo de ciudadanos romanos.

Con todos los protocolos aquella reunión habían culminado con algunas inconformidades por parte de algunos y acuerdos por otros. Noah veía con desagrado como todo siempre tenía que estar politizado, y a saber como serían las sesiones de senadores, pensamiento que le hizo mostrar una ligera mueca de repulsión. Salían todos y cada uno de los cabecillas de la legión Draco encaminándose a las estancias destinadas para los oficiales.

- Así que Vatreno, por fin ha llegado tu retiro luego de muchos años de servicio. - Había pronunciado Noah a uno de sus mas cercanos tribunos, que por la edad lo hacían un gran veterano, y que ahora encontraba una posibilidad para continuar una carrera como senador, una nueva vida para él alejado del fragor del combate.

- Un día que sin duda llegaría, lamentablemente todo tiene un principio y un final. - Aquella presunta sinceridad de parte de Vatreno no parecía satisfacerle al que fuera su comandante de campaña. - Bah, ¿qué mierdas dices Vatreno? Aceptalo, ya no tienes la suficiente hombría para continuar en las legiones. Seguramente ahora te volverás una completa marica como todos esos senadores que se enorgullecen de Roma pero que no son capaces de darle la gloria que un legionario conoce.

Un pequeño bufido a manera de burla manifestaba Noah, aunque muy en su interior aquel compañero de tantas batallas lo iba a echar de menos. - Lo que necesitas ahora es buscar una frondosa mujerzuela y hacerla gritar toda la noche mientras te la follas. - Para todos sus hombres, eran bien sabidas las costumbres que operaban en Noah, no les era extraño que siempre se mezclara con cualquier dama o mujerzuela.

- Preferiría llegar a mi casa y pasar el tiempo junto a mi mujer y mis hijos a los cuales no he visto desde que salimos de este mismo cuartel en dirección de Germania. - Respondía el suboficial con un tono de congoja en su voz. - ¿Esposa? ¿Hijos? Si que eres un hombre miserable Vatreno, ligarte a una sola mujer, es algo que yo nunca comprendería. - Espetó Noah mientras se despojaba de su coraza metálica, desprendía la capa roja y se aligeraba de todas esas armas.

- Quizá algún día encuentre una mujer que lo haga cambiar de parecer... - Afirmaba el experimentado tribuno con una convicción en sus palabras de que eso fuera posible. - Otra vez diciendo esas estupideces, vaya que si extrañare - alargaba esa última palabra con un tono de ironía. - el estilo de humor que siempre desbordas. El único interés que tengo por las mujeres es poder despedazarlas en la cama y escucharlas gemir de placer. No creo que exista mujer alguna que me haga cambiar de parecer.

De momento aquellos dos miembros del ejercito no se encontraban de campaña y los formalismos para tratarse habían desaparecido. Noah avanzaba hacia la salida del cuarto mientras se detenía en la puerta. - Pero bueno estoy hasta la madre de no hacer nada, iré a las termas y luego a ese lugar denominado la Sobajera, quizá ahí encuentre la diversión que tu estúpidamente desaprovechas. - Sin decir más ni esperar respuesta de su interlocutor, Noah salía en dirección de las termas que había en el castrum. Tenía sumo interés por constatar si aquel burdel seguía en funcionamiento y si mantenía la reputación de un local para atender a las exigencias de un hombre como él.
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Mensaje por Noah Vie Sep 17, 2010 6:08 am

Los cuarteles permanecían con su acostumbrado ritmo habitual, se mantenían la disciplina en esos momentos. Centurias que salían del castrum con todas sus pertenencias para el obligado adiestramiento consistente en una marcha por los limites exteriores del imperio. Mismo que necesitaba de una gran fuerza militar para sostener la hegemonía de aquella nación dominante de Europa.

La mirada de los centinelas se perdían en aquellos contingentes que salían, daban gracias a que les tocase el turno de guardia en las torres de vigilancia. Todos ellos conocían la agotadora rutina de llevar su equipo y todos los pertrechos elementales para levantar un improvisado destacamento donde se necesitase. Si alguien podía sentirse afortunado eran ellos, los legionarios escogidos para los puestos de guardia.

No obstante, el privilegio de ser un alto oficial en las legiones romanas rendía sus frutos. Noah, comandante de la decimotercera legión de momento cosechaba aquel fruto de pertenecer a la alta planilla militar. Su licencia para alejarse del deber castrense luego de aquella campaña exitosa en las heladas regiones romanas le mantenía con ciertas comodidades. Eran esas mismas ventajas del rango que en un modo le hacían andar a sus anchas por Roma.

Prueba de ella era la visita un tanto fútil al lugar clandestino, repudiado y a la vez alabado por la mayoría de los habitantes romanos. El nombre conocido por todos los soldados. La Sobajera había sido su primera visita, habría salido en la búsqueda de un placer carnal, uno que sin duda un buen par de mujerzuelas del local le hubieran dado. Pero sus planes se habían visto frustrados luego de la revuelta que costó la vida de algunos maleantes y también de algunos soldados.

Cualquiera que se aventurara a la zona roja de Roma corría el riesgo de perder la vida, la inocencia o en el mejor de los casos una fracción del capital disponible para la vivencia cotidiana. Por lo que la muerte de algunos legionarios no habría supuesto mucho, de hecho aquellas bajas podrían cubrirse por algún voluntario entusiasta, de aquellos que acudían constantemente al Castrum con la idea de pertenecer a una legión, lo que le aseguraba comida, techo y una paga. Con los problemas económicos ahora manifestándose en la ciudad, las solicitudes para ingresar se incrementaban.

Y de no contar con voluntarios, la leva siempre era una opción, o en el caso más apremiante, hacer uso de los esclavos. Por aquella simple razón, nadie echaba de menos la muerte de los soldados en los distritos bajos. Era esa zona la que se consideraba una tierra de nadie. Mientras aquellos sucesos se repetían aisladamente en cualquier punto de aquella zona de mala muerte, un general romano batallaba en su camastro con la fuerte resaca de una noche de copas.

- Arggh, maldito dolor de cabeza, preferiría experimentar un malestar en mi virilidad luego de haberle dado un uso intenso con una mujerzuela a esto. - Llevó la palma de su mano hacia su frente, su cuerpo recostado de lado se movía abruptamente. Ya era hora de levantarse y acudir a la sala de oficiales para los próximos deberes. Sobre el borde de la cama Noah permanecía sentado, la boca la sentía seca, como si no hubiera probado algún líquido en semanas.

Fastidiado de su estado tomaba un respiro y se reincorporaba dirigiéndose a un pequeño estante de donde una palangana con agua estaba dispuesta para un aseo diligente. Una gratificante frescura acariciaba su rostro con las primeras gotas de agua deslizándose por su piel, lo despabilaba y ponía lucido para presentarse ante sus superiores. En un anaquel adjunto al estante de limpieza, Noah tomaba su túnica corta, sustituía aquella sucia. Vestido y listo, él se quedaba contemplando su coraza metálico, aquellos repujados en el frente remarcaban claramente el rango que ostentaba.

Se quedaba absorto hasta el momento en que un soldado raso ingresaba hacia su cuarto. Con un ligero saludo militar se preparaba para ultimar los detalles de su uniforme militar. Todo en un absoluto silencio, al tiempo que aquel militar le colocaba sistemáticamente su resplandeciente armadura. La sujetaba con las pequeñas correas de los costados para superponer sobre sus hombros una pulcra capa de color rojo, su pigmentación era demasiado extraña, rayaba casi en lo negro o morado.

Las pequeñas correas de cuero se ceñían en su cintura entrecruzadas, de tal forma que daban la libertad de colocar sus espadas gemelas. Con suma prontitud aquel soldado salía de la habitación, Noah que aún mantenía un dolor incesante sobre sus sienes se daba un pequeño tiempo antes de tomar su casco, con aquel gran distintivo en forma de crin. Ya era hora, todo estaba listo y por ahora sus pasos lo hacían salir de su cuarto para ir en dirección de la sala de oficiales, ahí una vez más tendría una pequeña audiencia que dictaminaría lo que él tendría que hacer de ahora en adelante.
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Mensaje por Noah Jue Oct 21, 2010 2:45 am

- ¿Así que esas son sus nuevas ordenes general?

Anunció en un tono un tanto intrigado el superior de Noah. Junto a él otros dos generales mantenían una mirada escrutadora desde sus asientos. Ellos eran altos mandos militares, los que usualmente podían fungir como gobernadores o consules en las regiones extranjeras. Dario, el oficial del centro y que mantenía el pergamino desplegado entre sus manos era un general de muchas campañas. Algunas de ellas con múltiples reveses. Era un hombre de edad avanzada, que tenía injerencia en muchos estratos políticos.

Posición que se había hecho a base de sobornos, lo que en cierto grado le restaba respeto entre muchos militares. Pero por ahora era el que mandaba por disposición de Diva. No era extraño que desde ese plano era finalmente Diva la que movía a las legiones a través de su títere. Por lo que respectaba a las ordenanzas militares había que tolerar todas esas ordenes que a más de uno, de los que siempre estaban en el frente, les parecían meros caprichos personales.

Erguido y con casco reglamentario acunado en su brazo, el general de la decimotercera disimulaba aquel desprecio por todos esos oficiales. Uno de ellos recién llegado de las regiones extranjeras y que miró apenas se retiraba de la habitación de Diva. Era Archer uno de los más brillantes estrategas pero que generalmente le hacía actuar de manera presuntuosa, su forma de ser era extraña y difícilmente podía tomarse por sorpresa a alguien como él. Debía tenerse cuidado en muchos aspectos y esto Noah lo comprendía bastante bien, sin embargo, sentía una extraña familiaridad, algo que no podía explicar, era diferente a la que mantenía con los otros generales al final.

- Una empresa sin duda delicada, pero sin duda será capaz de llevarla a cabo. - Dario fue claro y mordaz, sabía que a Noah no le interesaba convertirse en el guardaespaldas de un noble. No sabiendo que en las fronteras occidentales se requerían legionarios para garantizar la integridad de Roma. Alguien que amaba las masacres siendo destinado a salvaguardar una vida sería sin duda una perdida de tiempo. Por lo que Noah sobrellevó con cierto desagrado ese comentario.

- Desafortunadamente alguien tiene que hacerlo. Pero es preferible a esperar un hueso importante en el senado o alguna gobernatura de interés. - Los ojos de Noah brillaron, altaneros y soberbios. Dario dio un último vistazo al pergamino, escribió algo en el para después enrollarlo y depositarlo junto a otros tantos situados a su izquierda. Eran en su totalidad, ordenes escritas y que estaban en proceso de llevarse a cabo, la expedición hacia Egipto entre ellas.

- De salir triunfante podríamos recomendarlo para apaciguar una ciudad que se está saliendo de nuestro control. Un lugar donde las armas no son las que ponen en peligro al imperio, si no las ideologías de un hombre al que algunos llaman el Mesías. - Noah desvió la mirada cansinamente, imaginarse estar de un lado a otro en misiones aparentemente sin trascendencia no era algo que él había contemplado.

- Ya veremos que pasa adelante. Por lo pronto he de emplearme en la que esta en puerta. - Expresó tajante ante sus superiores colocándose el casco coronado con esa crin en la parte superior. Saludó desanimado con el puño golpeándose ligeramente el pecho para salir del cuarto de oficiales. El viento fresco pegaba en su cara, mecía sus cabellos largos y sus pasos eran apresurados. Sabía que tenía que embarcarse o disponer de las galeras oportunamente.

- Te digo que ese tipo era el más grande que he visto. Ni siquiera Octavius es tan corpulento. - Cerca de la armería Noah logró escuchar el comentario de un legionario que se encontraba puliendo las armaduras empleadas por muchos de ellos. Habría pasado de largo si no hubieran mencionado al hijo del Cesar en aquella charla. - Se le ha visto últimamente por los bosques, rumores indican que mantiene una fuerza descomunal capaz de aniquilar un oso. - Agregó mientras frotaba con un paño la superficie metálica. Aquellas armaduras, eran piezas de laminas superpuestas unas sobre otras, eran las reglamentarias para el personal de infantería.

Distaban en gran medida las que usaban los oficiales de las legiones. - Tonterías, siempre alardeas en todo Tuccius. Apenas ves a alguien que te pasa la estatura y deliras en serio. Deberían relegarte de los patrullajes a altas horas de la madrugada. - Su compañero se mantenía escéptico. La mayoría de los soldados conocían la complexión de Octavius y pensar que había uno que pasaba esas dimensiones era algo para no creerse.

- Pero piensa si se une a una de las legiones, sería intimidante para los enemigos mirarlo marchar hacia ellos. - Noah que se había detenido un tanto sintió una ligera curiosidad por aquel sujeto que era motivo de dicha platica peculiar. Por un momento le vino a la mente que un sujeto así podría ser de mucha valía en la empresa a la cual estaba destinado. Era claro que no partiría con todos los miembros de la legión, solo un puñado de veteranos y oficiales curtidos en el campo de batalla. Steven por su parte quedaría al mando en lo que él partía.

Pero primero tenía que comprobar si un sujeto como ese era en realidad una pieza fundamental para la misión que estaba en marcha y con miras a satisfacer al parecer un capricho personal.
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Mensaje por Noah Dom Ene 02, 2011 2:48 am

El cuartel general lucía tal y como lo recordaba, con sus imponentes torres de vigilancia en los cuatro puntos cardinales. Las murallas tan altas e impenetrables que tendría que formularse un plan demasiado elaborado para traspasarlas. El mismo flujo de soldados iba y venía en pequeños grupos compactos, algunos descansaban o simplemente se limitaban a un juego popular de dados entre ellos. Noah ingresaba por las puertas occidentales sobrecogido por la gran afluencia de efectivos, no era algo usual mirar tanto despliegue de militares en el Castrum, daba la impresión de que se alistaban para una futura guerra, ¿pero dónde?

Evitó entretenerse mucho en todo eso, él tenía que presentarse frente a Dario y dar parte de su misión en Egipto. Era el tiempo de conocer su llamado de nuevo a Roma y mitigar esa sensación incómoda del velo que había caído sobre sus ojos. Recorrió la distancia desde la entrada hasta el centro de mando, lugar donde sólo los oficiales tenían acceso. En el proceso logró percatarse de un pequeño batallón encabezado por otro general. Al parecer él no era el único que rondaba por esos lugares por lo tanto no le sorprendió ahora aquel repentino llamado.

- General Noah, justamente el tipo de hombre que estábamos esperando.

El semblante de Noah se encrudeció cuando Dario, superior inmediato de él le recibió con un tono irónico. Entre los dos nunca se había establecido un sentimiento de respeto, sus diferencias estaban tan ahondadas que si los dos hubiesen tenido oportunidad se habrían matado mutuamente. Pero ahora la situación era distinta, los dos eran unos profesionales y los intereses personales los dejaban por el momento, lo primero era terminar los estándares habituales de un militar llegado de una misión.

- General Dario... justamente el hombre que estaba evitando...

Noah hizo una pausa, quería atisbar en la mirada de Dario aquella misma repulsión que él le tenía. Extendió su mano mostrando un pergamino enrollado sujeto a un listón rojo. Él lo había preparado con los pormenores de la travesía, los incidentes a los que estuvieron expuestos en Egipto y las noticias acerca del General Edward.

- ... aunque aún así estamos del mismo bando al parecer. Este es el informe minuciosamente elaborado de las circunstancias y eventualidades que se tuvo en la misión encomendada por la emperatriz Diva.

La mano regordeta de Dario se estiró tomando aquel reporte. Meras formalidades entre ellos que el comandante encargado de mandar a los generales a distintas partes del imperio tomó con desgano. Restándole importancia al informe de Noah lo puso a un lado de su mesa, enlazó sus dedos para ponerse a jugar un rato con sus pulgares. Él intentaba en lo más mínimo exasperar la conducta de un general temperamental como lo era Noah.

- Imagino que encuentra extraño haberle llamado a mitad de su misión. Contravenir una orden de Diva, la cual al parecer no ha llevado con el éxito deseado.

Aquellas palabras iban inyectadas con provocación, expuestas de tal forma que intentaban lacerar el orgullo de Noah. Él supo contenerse, no dejarle expuesto aquella afrenta por los resultados que habían provocado terceros. Tenía que soportar aquellos fallos y pagar los platos rotos.

- Ciertamente un cincuenta por ciento de la misión no se pudo completar. No tenía el pleno conocimiento de que la reina Selene tuviera un acto de caridad para los prisioneros de guerra...

- Dejemos ese asunto para después. Atendamos los verdaderos motivos de su apresurada llamada. Roma necesita de todos sus hombres y de sus generales más capaces.


Dario interrumpió la replica de Noah, de hecho parecía mostrarse indulgente y olvidarse del General Edward a quien la disciplina militar le esperaba con las ansías de dejarlo como ejemplo para todas las demás legiones.

- Como pudo darse cuenta, hay una cantidad considerable de legionarios por la ciudad y en el cuartel general. Se han llamado a las distintas legiones para sus respectivos destinos. Por lo tanto una persona de su rango no podía quedar exento de su deber. Digame general Noah, ¿a quien le ha jurado lealtad?¿Al imperio?¿A la milicia?¿O a la emperatriz Diva?

Aquellas simples preguntas ya para ese momento eran difíciles de responder. Por todos los eventos recientes el primogénito de Valerio y comandante de la decimotercera legión romana comenzaba a sentirse ajeno a ese mundo, como si su vida estuviera destinada para algo distinto, lejos de cualquier entendimiento humano. Pensó un poco, recordó porque aún luchaba por una Roma que parecía mostraba baches en su sistema político y en otro tanto rubros como lo era lo militar. Generales del más alto renombre habían muerto recientemente debido a sus excesos y otros más habían dimitido de sus puestos. Si aquellos hombres que habían mandado a la basura toda una tradición y orgullo de un pueblo romano, pensar que los senadores y familiares del Cesar actuaran por propios intereses personales le obstaculizaban ser sincero en su respuesta.

- Al emperador. Hemos jurado una lealtad ciega por él y en caso de ser necesario a la emperatriz nos guste o no.

La parquedad en la respuesta de Noah no reflejó nada en Dario, éste acarició su mal rasurada barba. Se le notaba descompuesto, como si en los últimos días estuviera presionado con la opinión pública y los recientes movimientos de las tropas, labor tan exigente como pasar días sin dormir en pleno campo de batalla a la espera de los enemigos.

- Esa es la imperativa que tenemos. Pero la verdad, es que por ahora hay ciertos rumores de que el emperador no está en "condiciones" de gobernar. Esto claro se ha comenzado a extender en muchos lados y ciertamente Diva comienza a perder credibilidad en torno a sus intenciones del bienestar del pueblo romano. Los tiempos cambian general Noah.

Aquellas revelaciones comenzaron a bullir en la mente de Noah. Mientras Dario daba una pequeña pausa para tomarse un pequeño vaso de agua.

- Bien, esto igual ha llegado a oídos de nuestros enemigos y en ciertas partes del imperio comienzan a haber movimientos insurgentes, focos rojos que podrían hacer peligrar el imperio mientras los familiares del emperador juegan a dirigir una nación y los senadores sólo piensan en hacer tratados que si bien dan una pequeña solución temporal a los estragos de Roma no hacen más que en el papel mostrarnos como una nación endeble.

Noah asintió, por primera vez estaba de acuerdo con Dario.

- Provocando levantamientos, cambios de ideologías y de religión. El cristianismo cobra más fuerza así como también la idea de dividir el imperio. Bizancio parece quiere forjarse como un imperio aparte. Todo esto no está confirmado pero lo que si es seguro es que Roma tiene muchos enemigos que la quieren ver sucumbir y hombres como usted son requeridos para evitar tales insurrecciones.

- ¿A qué se refiere?

- A que será enviado a uno de esos focos rojos para salvaguardar la integridad del imperio.


Los ojos de Noah mostraron un interés creciente.

- Su misión ahora es dirigirse a un lugar en el cual ya ha combatido al lado del general Virgilius y del fallecido general Breda.

- ¿Germania?

- Correcto general Noah. Sólo que ahora las circunstancias son otras, ya no se trata de conquistar, se trata de defender la posición en Germania. Usted asumirá ahora el mando de la legión Germánica. Prescindirá de la decimotercera y comandará la legión que se destinó en aquellas tierras. Sus hombres y oficiales quedarán apostados en Roma, puede que sean requeridos en caso de una guerra civil o la incursión de algún enemigo extranjero como los cartagineses.

- ¿Qué ha pasado con el comandante de la primera legión?

- Murió en batalla. De hecho los germanos han causado demasiados estragos en las filas tanto así que se ha tenido que reclutar a mercenarios, simpatizantes con el imperio para llenar los huecos en las cohortes.

- Bárbaros como legionarios. Nunca imaginé ver eso.

- Así es general Noah. Los tiempos como le he dicho cambian, y un hombre con su capacidad y talento bien puede adaptarse a su nuevo comando. Estará casi rodeado de enemigos, son pocos los romanos que aún quedan en Germania.

- Hmmm... ya veo. ¿Algo más de lo que me deba enterar?

- Lo sabrá cuando llegue a su nuevo hogar, estas son sus ordenes general Noah.

Sin vacilar, el ahora nombrado general de la primera legión tomó el pergamino conociendo que una vez más entraría a una situación que mantenía un tinte de una causa perdida.

- Ave Cesar.

Fue la despedida que Dario le dedicó a Noah el cual ni siquiera se molestó en responder. Le habían mandado a un infierno pero con todo y los peligros que le acechaban, encontró un sentimiento de frenesí por volver a los campos de batalla...
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Mensaje por Noah Sáb Ene 15, 2011 6:08 pm

Habiendo contemplado aquellas palabras en su reunión con Dario, el nuevo general de la Gérmanica entraba en su pequeño cuarto en la instancia de los oficiales romanos. Él había optado por un baño tranquilizador y reconfortante sabiendo que en aquellas tierras agrestes y congelados difícilmente podría repetir esa actividad, no en el lugar donde la muerte y el infierno le esperaba. Ya había estado en aquellas tierras acabando con los enemigos del imperio y comprendía que el clima era tan adusto a la par de su personalidad que contemplar una actividad similar como un simple baño le podría acarrear la muerte de una manera tan estúpida como imprudente.

Le hacía falta dormir, él lo sabía, los días siguientes requerirían su mejor forma, su mejor razonamiento y una cabeceada le restauraría su lucidez. Gruño un poco al examinar su rostro frente a un espejo de su habitación. Sus ojos marcaban unas pronunciadas ojeras y por su globos oculares la irritación de las pocas horas de sueño cobraban factura. Parecía una verdadera mierda y eso que aún no se metía en ella, sonrío y se encaminó a su pequeña mesa donde muchos mapas se encontraban revueltos. Sus manos tomaron con cuidado una botella de vino destapándola apenas la tuvo a su alcance.

Dio un sorbo tan profundo como si aquel liquido fuera lo único que hubiera probado en días, dejó que el sabor del vino hiciera su cometido en su boca y luego suspiró. Repasaba sus instrucciones, sus conocimientos tanto en el combate como en el comando que no quería dejar nada olvidado. Su padre en dondequiera que estuviese le estaría observando, escrutando y cuestionando su desempeño puesto que la empresa era de lo más complicada rayando en imposible por donde quiera que se le mirara.

Él estaba completamente seguro que le habían destinado a su tumba, no le importaba, si tenía por lo menos su deceso en Germania, al menos lo haría a lo grande, en el campo de batalla y mandando a cuanto bastardo se cruzara en su camino al mismo infierno. Aquella imagen de pelear al extremo le provocó un gran estremecimiento de furor, de alegría, nada podría compararse en esparcir la muerte a su paso. Siempre había tenido una extraña comunión con ese aspecto en su vida. Sus ojos habían sido en múltiples ocasiones testigo de la barbarie, de la masacre y de la melé que en el caos de la batalla, ahí donde el más fuerte salía triunfante, donde el más vil se alzaba por sobre los cuerpos de los caídos, Noah no podía por ahora estar tan ansioso por llegar a esa vida que era parte de su formación y crecimiento en detrimento de su maldita alma.

Era meticuloso y concienzudo en sus pensamientos, en sus acciones y sabía que las cosas se iban dando poco a poco. Por eso, aquella fortuita adquisición en las tierras de Egipto donde lo conoció. Un sujeto parecido a él en comportamiento pero que daba la impresión de ser un auténtico imbécil, le faltaba carácter y valor al parecer, pero las ideas y las ambiciones por sobresalir le habían hecho tenerle cierto aprecio. Sí, era extraño que un malnacido como Noah encontrara cualidades en un barbaro, pero Drayden por ahora le resultaba bastante oportuno ahora que se dirigía a su entorno.

Su conocimiento y su lenguaje culto le servirían para poner de su lado a los mercenarios, a los patéticos voluntarios que se habían unido con Roma para compartir los beneficios de una nación que no todos veían como imponente. Era notorio como se iba deteriorando toda esa hegemonía tras la llegada de la maldita extranjera y pensar en otra en el poder era el clavo en el ataúd del imperio. ¿Y qué de los hijos y herederos del imperio? Que madres, estaban más preocupados por desafiarse que poner pleno interés y recursos para campañas como a la que le estaban destinando.

Había que chingarse, no le tocaba rechistar lo que en las altas esferas gubernamentales se orquestaba. Mentira, sólo una desalentadora verdad modificada para tener al pueblo contento y con una falsa paz. El mundo de Noah estaba tan distorsionado que ya había firmado su sentencia de muerte, menoscabar con un pequeño indicio de sus pensamientos le habían reducido en su orgullo, mismo que le sería motivo de su caída, pero él no lo sabía, lo único que entendía era que debía mostrarse como el más capaz de los generales que por ahora muchos de ellos habían mancillado el orgullo guerrero de su pueblo.

Pero no tenía porque sentirse tan altivo, tan complacido si no había cumplido al cien por cien con su anterior misión. Edward le escocía su corazón, era una mancha en su vida, un ventarrón sobre su alma que le enturbiaba de una gran actitud irascible, alterada y mal enfundada. Pensaba en su nombre e instintivamente sus dedos acariciaban el mango de una de sus espadas. Le detestaba sin razón aparente pero se había jurado así mismo que si por alguna razón salía adelante de tanta basura y lograba cumplir con su misión, enfocaría sus recursos a perseguirle y matarle, arreglar cuentas y no dejar aquel cabo suelto. Si moría, le esperaría en el infierno y si no él se las vería para salir desde la misma muerte tan solo para aplastarle. Sus ojos relampaguearon intensos, desafiantes y malignos, su conducta estaba cambiando, modificándose y convirtiéndolo en algo ajeno a lo que era, la muerte, la muerte estaba fusionándose con él...
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Mensaje por Ioros Dom Ene 23, 2011 3:41 pm

Ioros salió del comedor para seguir a la chica de la melena rubia pensando que podría ser Astrid que al final se hubiese quedado para ver como terminaban los acontecimientos, el chico salío miraba hacia todos los lados peró la dama se había ido ya, era rápida además que el territorio era un escondite natural pues el borde de la villa estaba lleno de campos i de muchos obstaculos era una perdida de tiempo buscarla si no quería que la encontrasen.Bueno se hacía tarde, todavía era temprano en ese dia pero ese desvio hacia la casa de Sophia le habia hecho perder un tiempo de oro, ahora que el general Vergilius había vuelto a Roma era hora de que volviese a sus funciones dentro la legión, no había hablado con él directamente por lo que pasaría por el Castrum, donde se dirigia el destino de cada legión romana quizá el hijo del emperador había dejando intrucciones para él.

Ioros corrió donde anteriormente había dejando al caballo atado y cavalgando rápido siguió el camino que conducía a Roma, estaba completamente vacío como de costumbre ya era extraño en ese dia pues se había encontrado a mucho gente y la mayoria dominaban extrañas fuerzas, ya era hora de volver a la vida ordinaria, finalmente el general entró a la ciudad por las grandes puertas siempre vigiladas por una guardia que como muestra de respeto le saludo al pasar.

El castrum estaba ajetreado como casi siempre, el lugar donde las milicias locales descansaban despues de sus turnos, el lugar donde los jefes recibian las órdenes, era el punto 0 por asi decirlo, Ioros mientras andaba hacía la tienda del general Darío el hombre al cargo, veía rostros conocidos, había pasado 3 años seguidos en la ciudad y cuando no se ocupaba de cuidar a la señorita Sophia andaba por ahi motivando a los jovenes legionarios a cumplir su deber.

-Ave Cesar, el general Ioros se presenta - dijo el joven golpeandose el pecho y estirando el brazo como era costumbre en el saludo militar- vengo en busca de órdenes o intrucciones.

-General... iba a llamarlo en seguido, como habra visto hay gran movimiento de tropas,no te mentiré hay problemas, en varios rincones del Imperio hay alzamientos, últimamente tambien hemos sufrido la perdida de muy buenos oficiales que nos han dejado un vacio.El senado a deliberado y se a requerido a su persona para que refuerze como oficial de infanteria a la V Macedonica - esta era la legión que estaba apostada en los límites del imperio oriental había luchado en esos territorios contra griegos y contra los dacios, no sabía mucho de ellos pues sus anteriores destinos habían sido más a la aprte occidental y sudeña.

-Me dirigire a mi destino tan rápido como haya recogido mis pertinencias.Gloria a Roma.- no había más que decir su destino había sido marcado viajaria a lejana Macedonia donde habían salido bravos guerreros como Alejandro o Filipo.


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Mensaje por Talos Sáb Mar 05, 2011 10:08 pm

El gran bastion de guerra que se alzaba en el corazón de Roma, sitio dedicado para el reclutamiento y entrenamiento de nuevos reclutas, asi mismo para la impartición de ordenes y consejos de guerra cuando había una importante presencia de generales en aquella fortaleza, función que hace un tiempo ya no se desarrollaba en aquel lugar, ya que los lideres de las legiones romanas se encontraban en guerra, conquistando nuevas tierras o lastimosamente caidos en combate. El ejercito romano se componía de 20 imponentes legiones, de las cuales 6 de estas se encontraban combatiendo en Persia y una de las cuales dirigía con mano de hierro el general Talos Almenara, joya estratega y belica que el emperador recompenzo al llevarle a tales tierras en búsqueda de la gloria, misión que estaba siendo llevada a cabo de manera satisfactoria pero que se vio truncada por la sorpresiva muerte del padre de Roma.

El general se desmonto de su caballo y se dispuso a entrar a aquel lugar, inmediatamente los soldados mas antiguos miraron con sorpresa al recién llegado, ya que su presencia en ese sitio era singularmente extraña, ya que este solo regresaría cuando Persia hubiese caído bajo el poder de Roma y en compañía del emperador y los otros generales. Muchos soldados, capitanes y demás miembros de las fuerzas armadas que le reconocían se acercaron a saludarle, pero por el momento Talos solo tenia un objetivo, hablar con el líder de las fuerzas militares en Roma, el líder de la guardia pretoriana, el Praefectus Dominico. Quien había sido asignado como líder de la guardia pretoriana que protegía a toda la ciudad, una fuerza de media legion, aquel hombre fue amigo de su padre en un pasado y era uno de los muchos militares que admiraban a Talos como líder innato y gran estratega, además de prodigio de guerra e importante líder militar.

Aquel hombre se encontraba sentado en su escritorio mirando unos papeles, aparentaba 50 años, de cabellos negros y tez ligeramente morena, sus ojos azules se posaron con sorpresa sobre la figura del general, antes de que pudiese gesticular alguna palabra, Talos hablo primero.

- Quiero hablar con urgencia contigo y a solas, hay un asunto sumamente delicado que no puede esperar –

El hombre hizo un gesto a los guardias del despacho a que salieran mientras miraba con curiosidad a Talos.

- General Talos, que sucede? No se supone que usted debería estar en Persia, conquistando aquellas tierras al lado del emperador? –

- Dominico, el emperador esta muerto… -

El Praefectus, palideció ante la noticia, no podía creer lo que el general había acabado de decirle, que bueno que estaba sentado o sino hubiese caído al piso por tal noticia, tratando de asimilarla y de buscar algun rastro de que el general mintiera lo cual nunca encontró se limito a preguntar.

- Seguro? Pero como diablos iba a pasar algo asi!!! Talos donde esta y como? NO LO PUEDO CREER!!! –

- Calmate! Puedes tratar de aceptar la noticia en lugar de hacer pataleta… te explicare todo si te calmas… sino actuamos rápido, la perra de Diva o cualquier idiota a quien se le de la gana de imponer el senado será el nuevo emperador, y por la memoria del difunto Cesar, eso no lo permitiré. –

- Como asi? –

- El emperador murió a causa de un extraño ataque cardiaco a mi parecer, el se encontraba muy bien de salud. Fui enviado a decisión de los demás generales a Roma para dar la noticia, pero tan pronto llegue a palacio Diva me ordeno mantenerme allí hasta nuevo aviso. De todas formas no me quedaría allí, tenia que resolver asuntos personales, al parecer esa maldita se dio cuenta de que yo me había ido y mando a asesinarme quemando mi villa, para que nadie supiera la verdad, me entere justo después de hablar con Octavius de tal noticia… luego de notificarle, que el seria el nuevo emperador –

- Dejame digerirlo, te parece? –

Despues de varios minutos de explicaciones, Dominico pudo asimilar toda la situación, observo con seriedad y determinación a Talos, quien en ningún momento titubeo con sus palabras, estaba diciendo la verdad y estaba aun mas seguro de lo que haría.

- Seguro Talos? –

- Totalmente, quiero una reunión urgente de las fuerzas militares presentes en Roma, cada elemento de importancia debe ser llamado, técnicamente de acuerdo a lo que esta pasando soy el líder del ejercito en estos momentos, tengo el apoyo de cuatro generales presentes en Persia, asi que muévete Dominico, yo te esperare en el sitio acordado en la entrada de Roma. –


- Si señor! Gloria al Cesar y a Roma! –

Los dos hombres colocaron su puño cerrado en sus pechos y se colocaron en posición firme, luego de aquel saludo, Talos salió con rapidez de Castrum, sabia que Dominico seguiría sus instrucciones al pie de la letra… el llamado en el senado, a las fuerzas militares, todo… en cuestión de horas Roma sufriría un abrupto cambio. Antes de irse envio a un mensajero quien debía llevar el reporte de lo que pasaba a Persia y contarle a sus compañeros en armas que esta vez no continuaría la conquista de Persia porque primero debía salvar a Roma de si misma. Tomo camino para recibir aquella caravana que traia los restos del emperador.
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Mensaje por Talos Sáb Mar 12, 2011 11:34 pm

Talos regreso cabalgando rápidamente a Castrum, aquellas cartas que le habían sido enviadas por parte de los generales presentes en Persia indudablemente eran un as bajo la manga con el cual no contaba, mas bien eran sospechas pero ahora que sus compañeros en batalla lo habían confirmado, con tal información su discurso en el senado tendría muchísima mas validez que antes y ni con sus artimañas una persona como Diva lo podría tumbar, si el iba a reconstruir Roma o al menos dejaría todo listo para que una persona como Octavius fuese quien dirigiera el imperio no dejaría un cabo suelto, y encargarse de que nada ni nadie escapara era el segundo paso.

Ya en castrum, de encontró de nuevo con el Praefectus Dominico, líder de la guardia pretoriana de la ciudad, una fuerza de media legion que se encargaba de las labores de defensa y control en Roma, al ser el único general presente en la ciudad (y si dado al caso se encontrara otro, nadie mas seria capaz de igualarle en rango exepto los que se encuentran en Persia y que indudablemente le apoyaran ciegamente) tenia el poder total sobre todas las fuerzas militares romanas, incluso las del imperio.


- Y bien general Talos, ya he reunido a los capitanes y lideres de la guardia en Castrum de aviso urgente. Ahora que sigue? –


- Dominico, quiero que les digas a todos lo que te he contado, asi no dudaran en apoyarme.-


- Estos hombres le apoyarían tan solo con su deseo de reformar a Roma y salvar el verdadero sueño que es esta ciudad –

- Gracias. Ahora quiero que ordenes un acordonamiento de las fronteras de la ciudad, salidas tanto comunes como las que no lo son, quiero que hagan requisas, Diva ahora es una mujer que tiene un cartel de se busca, no quiero saber que ha escapado de nosotros. Asi mismo quiero una fuerza de 200 soldados acordonando el palacio real, nada entra, nada sale, allí espero apresarle, entendido? –


- Si señor!-

- Ahora me dirigiré al senado.-

- Que la fortuna este contigo muchacho, Ave Cesar!-

- Siempre lo está-

El joven salió de Castrum en búsqueda de su destino final, el senado.
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Mensaje por Talos Vie Mar 25, 2011 4:59 pm

El general se dirigió a Castrum, esperando dar las ultimas instrucciones antes de partir a Persia para terminar de una vez con todas con la ultima misión que el difunto emperador se había trazado, al salir del senado se encontró con un grupo de soldados que deseaban informarle sobre la prescencia de un reciente general que había aparecido a su llamado pero del mismo modo se había ido.

- Y como se llamaba ese sujeto?-
- Lestad señor… por lo que escuche fue con su prometida a terminar unos asuntos de su boda –
- Un general del sacro imperio romano ignora un llamado en armas del ejercito por ir a comprar vestidos para su puta de turno… ja! ¿Desde cuando ponen imbéciles como generales en el ejercito?-
- Fue algo extraño el nombramiento de tal sujeto general Talos.-
- A ver si mis cálculos no fallan no hacia falta ningún general, eramos los suficientes ni la cantidad de soldados daba para otra legion-
- Sucede que es una legion pequeña, de no mas de un cuarto de una verdadera legion –
- Legion pequeña? esos nunca ha existido. Ahora si…. Los políticos aprenderán a no meter sus narices en el ejercito, llama a un escriba… lo ultimo que hare es limpiar basura del ejercito –

El general entro a Castrum donde estaba Dominico, el líder de la guardia pretoriana de la ciudad esperándole, por la cara del general todo marcho bien en el senado pero tenia algo que le producía asco y repulsión, pretendía pasar a despedirse de su amigo pero nunca que tendría que hacer un arreglo de ultima hora para irse.

- Todo esta listo para el viaje hacia Persia joven general, algo paso de mas? –
- Si, algo desagradable, desde cuando se pagan puestos políticos en el ejercito? Desde cuando se cree que se pueden crear “mini legiones” y se puede nombrar de general al primer soldado idiota de turno? –
- Ah al parecer te cruzaste con ese…-
- De hecho no, pero hay algo que mi padre me enseño muy bien y es poner el deber de un soldado por encima de todo, ese sujeto nunca aprendió eso por ende ni yo lo catalogaría como tal –
- Bueno, las influencias estuvieron en medio de todo eso, ya sabes como se han vuelto las cosas –
- Pues no me importa quien haya estado detrás de eso, yo soy uno de los mas importantes generales de Roma, líder de la dieciseisava legion y no permitiré que el titulo de general se lo gane cualquier imbécil con apoyo político –
- Entonces, le degradaras? –
- Asi es, a un soldado raso, el cual es su verdadero rango-

El escriba llego con urgencia a castrum, mientras que el general le dictaba: el motivo de la misma, las medidas correspondientes y las nuevas asignaciones. Degradar a un sujeto o mejor una sabandija sin mayor importancia era sumamente fácil, por lo que solo falto el sello del general, el cual era la inscripción del anillo que portaba en su dedo corazón sobre cera caliente y todo estaría listo.


“Mediante la presente se informa a usted, General Lestad, si es que en verdad merece llevar ese titulo, la degradación de su puesto asi mismo como la reorganización de ese pequeño grupo de soldados que no alcanzan a ser ni la mitad de una legion, el ejercito romano es un asunto que debe ser tomado en serio, el llamado de un general romano de mas alto rango no debe ser obviado a menos de que hayan verdaderos motivos, los cuales usted nunca tuvo ni tendra. Regresara a ser un soldado raso y se le ordena su traslado a las tropas en Germania de manera inmediata, de no ser acatado se le acusara por traición, perdiendo sus posesiones, su libertad y a ser tratado como un esclavo, terminando prestando sus servicios como gladiador.

Ordenando y firmando: Talos Almenara, general de la dieciseisava legion y parte del consejo de los cinco generales mas cercanos al Emperador”


Talos sin mas ordeno llevar una copia de tal orden con suma urgencia a la residencia del soldado, después de desperdirse de su entrañable amigo Dominico y ver a Roma nuevamente por ultima vez, se dirigió al puerto para partir a Persia y terminar de una vez por todas con todos esos asuntos pendientes.

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