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Dentro del castillo
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Dentro del castillo
Traspasaba los bosques con la mayoría de los sobrevivientes que quedaban de Germania, algunos de nuestros guerreros peleaban por proteger lo último que prevalecía con vida. Faltaba poco para que estuviéramos realmente a salvo y fue cuando decidí mirar atrás, presencie el peor acto de Roma y era el de destruir a mi pueblo…
Estaba exhausta y no concebía la idea de que todo acabara así, no de esa forma… seguía guiando a la gente tras la colina hasta que me detuve tomando uno de los mejores corceles.
- Mi alabarda!!
Ordene inmediatamente; uno de los hombres dudo al ver la expresión de mi rostro, adivinando mis intenciones, impaciente le arrebate de la mano el arma hasta que uno de los cortesanos de más confianza de rey se acerco tomando las riendas tratando de detenerme, su expresión era fría y se notaba la severidad en su mirada, uno de los que sabía mi secreto.
- Donde crees que vas?,tu deber ahora es guiar a tu gente para mantenernos a salvo… eso fue lo que el Rey te ordeno… -acerco mas el caballo para seguir- además que lo más probable es que no se encuentre con vida, tu eres la única que queda…
Podía escuchar algunos sollozos, el pensar que mi hermana pudiera estar muerta era inconcebible, sabía que seguía con vida.
- Como te atreves a hablar así de la princesa… mi deber es protegerla y no le daré la espalda cuando más me necesita… yo se que está viva… yo lo sé… -arrebataba un medallón de mi pecho lanzándolo a un hombre que siempre se había conservado cerca con el rango de escolta real- guíalos al norte, ahí estarán a salvo… muestra ese medallón ellos sabrán que hacer…
- Lo que haces es un error Astrid.. no fue lo que se te ordeno!!
Ya no escuchaba más de sus reproches de cuál era mi lugar y mi deber, lo que temía ahora es que jamás llegue a ser verdaderamente sincera con la persona que amaba realmente… mi hermana… cegada bajo ese sentimiento cruzaba el sendero sin miedo ni duda alguna.
Me ponía al descubierto… algunos hombres que custodiaban el castillo me localizaban y comenzaron a atacarme, giraba la alabarda sin darles la oportunidad de que siquiera lograran a tocarme matándolos, saltaba del corcel exterminando a sus acompañantes, los gritos de alerta de un intruso se daban… no tenían que encontrarme… colocaba mi abrigo a uno de los cadáveres para que sirviera de señuelo, lo montaba encima del caballo y dando un fuerte golpe lo guiaba a los alrededores dándome la oportunidad de adentrarme, tomaba la alabarda respirando profundamente, cada paso que avanzaba era ir exterminando a aquellos que se interponían en mi camino. Me escabullía entre los pasillos orando para poder encontrarla… orando que no se percataran aún de mi presencia.
Estaba exhausta y no concebía la idea de que todo acabara así, no de esa forma… seguía guiando a la gente tras la colina hasta que me detuve tomando uno de los mejores corceles.
- Mi alabarda!!
Ordene inmediatamente; uno de los hombres dudo al ver la expresión de mi rostro, adivinando mis intenciones, impaciente le arrebate de la mano el arma hasta que uno de los cortesanos de más confianza de rey se acerco tomando las riendas tratando de detenerme, su expresión era fría y se notaba la severidad en su mirada, uno de los que sabía mi secreto.
- Donde crees que vas?,tu deber ahora es guiar a tu gente para mantenernos a salvo… eso fue lo que el Rey te ordeno… -acerco mas el caballo para seguir- además que lo más probable es que no se encuentre con vida, tu eres la única que queda…
Podía escuchar algunos sollozos, el pensar que mi hermana pudiera estar muerta era inconcebible, sabía que seguía con vida.
- Como te atreves a hablar así de la princesa… mi deber es protegerla y no le daré la espalda cuando más me necesita… yo se que está viva… yo lo sé… -arrebataba un medallón de mi pecho lanzándolo a un hombre que siempre se había conservado cerca con el rango de escolta real- guíalos al norte, ahí estarán a salvo… muestra ese medallón ellos sabrán que hacer…
- Lo que haces es un error Astrid.. no fue lo que se te ordeno!!
Ya no escuchaba más de sus reproches de cuál era mi lugar y mi deber, lo que temía ahora es que jamás llegue a ser verdaderamente sincera con la persona que amaba realmente… mi hermana… cegada bajo ese sentimiento cruzaba el sendero sin miedo ni duda alguna.
Me ponía al descubierto… algunos hombres que custodiaban el castillo me localizaban y comenzaron a atacarme, giraba la alabarda sin darles la oportunidad de que siquiera lograran a tocarme matándolos, saltaba del corcel exterminando a sus acompañantes, los gritos de alerta de un intruso se daban… no tenían que encontrarme… colocaba mi abrigo a uno de los cadáveres para que sirviera de señuelo, lo montaba encima del caballo y dando un fuerte golpe lo guiaba a los alrededores dándome la oportunidad de adentrarme, tomaba la alabarda respirando profundamente, cada paso que avanzaba era ir exterminando a aquellos que se interponían en mi camino. Me escabullía entre los pasillos orando para poder encontrarla… orando que no se percataran aún de mi presencia.
Astrid- Dama del Pecado
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Sombra del corazón herido
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Re: Dentro del castillo
Dentro del castillo en la Germania ahora destruida, el prospero reino había caído ante Roma, especialmente por la escuadra comandada por Breda, de la cual éramos parte Manigoldo y yo. Como buenos delincuentes que éramos supimos escondernos en la oscuridad generada en ciertos puntos entre columnas y paredes, a los costados de algunos adornos como armaduras o grandes floreros.
-Mani… ¿vendrá alguien mientras el gordito esta con la princesita? Hace falta algo más de diversión y no como la incopetencia que habian demostrado los "hombres" germanos, daban mas resistencia sus mujeres al ser violadas.
Sonreía un poco, se podía notar en mis palabras que estaba deseoso de probar de nuevo como se sentía el hundimiento de la daga en la carne enemiga, de escuchar el sonido de la sangre emanando fuera del cuerpo junto a los alaridos de dolor y gritos de piedad. Cerraba mis ojos y recordaba los momentos sucedidos durante la invasión, como las mujeres eran violadas frente a sus esposos e hijos, maltratos de todo tipo hacia los jóvenes a los ojos de sus padres y la posterior muerte de los hombres de las casas estaqueándolos con las espadas. Todos los cadáveres quedaban desperdigados por el suelo del reino, colgados de arboles y algunos con la suerte de morir clavados en las lanzas de guerra, entrando con ellas por la parte trasera y atravesando todos los órganos posibles, rasgándolos y saliendo con la punta por la boca, dejándolos desangrarse y mostrando la calidad de asesinos que teníamos como escuadrón.
Mi memoria era cortada, ahora los sonidos de combate que provenían del exterior del castillo eran motivo para el tan abrupto corte, pero no para disminuir la sonrisa de mi rostro. Con lentitud me hundí más en la sombra y con un veloz y sigiloso movimiento desenvaine la daga. Me quede mirando a la entrada más próxima y con una seña di aviso a mi hermano que estaba frente a mí, oculto a la oscuridad que generaba una columna. Era el momento de un nuevo enfrentamiento, ya se habían dejado de oír a los hombres romanos combatir, eso decía que quedábamos solo los hermanos para interceptar a quien se avecinaba.
-Mani… ¿vendrá alguien mientras el gordito esta con la princesita? Hace falta algo más de diversión y no como la incopetencia que habian demostrado los "hombres" germanos, daban mas resistencia sus mujeres al ser violadas.
Sonreía un poco, se podía notar en mis palabras que estaba deseoso de probar de nuevo como se sentía el hundimiento de la daga en la carne enemiga, de escuchar el sonido de la sangre emanando fuera del cuerpo junto a los alaridos de dolor y gritos de piedad. Cerraba mis ojos y recordaba los momentos sucedidos durante la invasión, como las mujeres eran violadas frente a sus esposos e hijos, maltratos de todo tipo hacia los jóvenes a los ojos de sus padres y la posterior muerte de los hombres de las casas estaqueándolos con las espadas. Todos los cadáveres quedaban desperdigados por el suelo del reino, colgados de arboles y algunos con la suerte de morir clavados en las lanzas de guerra, entrando con ellas por la parte trasera y atravesando todos los órganos posibles, rasgándolos y saliendo con la punta por la boca, dejándolos desangrarse y mostrando la calidad de asesinos que teníamos como escuadrón.
Mi memoria era cortada, ahora los sonidos de combate que provenían del exterior del castillo eran motivo para el tan abrupto corte, pero no para disminuir la sonrisa de mi rostro. Con lentitud me hundí más en la sombra y con un veloz y sigiloso movimiento desenvaine la daga. Me quede mirando a la entrada más próxima y con una seña di aviso a mi hermano que estaba frente a mí, oculto a la oscuridad que generaba una columna. Era el momento de un nuevo enfrentamiento, ya se habían dejado de oír a los hombres romanos combatir, eso decía que quedábamos solo los hermanos para interceptar a quien se avecinaba.
Kardia1- Caballeros Dorados
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Re: Dentro del castillo
Ambos se habían escondido atrás de unas estatuas, Kardia como siempre ansioso a más no poder de comprobar con cuanta sangre “real” podía manchar sus manos y Manigoldo de brazos cruzados un tanto indiferente pero divertido de la situación.
- No me digas Mani, pareces maricón. – Fue lo único que le dijo por unos instantes mientras suspiraba entre aburrido e irritado por tener que estar ahí esperando algo que no llegaba. – Deja que el gordo se lleve su premio… no debe haber nada mejor que tomar a la fuerza a una princesa para alguien como esa bola desquiciada.
Aun entre las sombras, Manigoldo no podía esperar más. Estaba a segundo de mandar todo al diablo e ir a ver si quedaban soldados vivos aun, cosa que habían revisado dos veces. Su espada aun estaba cubierta con la sangre tibia de las mujeres y niños que habían asesinado en el Palacio, aquellos que se habían ido a esconder ahí pensando que podrían librarse del castigo por su rebelión a Roma.
Fue entonces que sus pensamientos fueron interrumpidos y abrió los ojos por el sonido de pelea afuera del castillo. Alguien aun estaba con vida y al parecer estaba oponiendo férrea resistencia a ese ataque de completa aniquilación contra la última fortaleza en pie. De pronto, entre los pasillos viajando sigilosamente se vio la figura de una mujer… ¿Una mujer? … ¿Con una espada? … Manigoldo sonrío. No le desagradaba del todo la imagen, de hecho a pesar de llevar una espada a diferencia del resto de las mujeres que habían asesinado esta se veía aseada y bien cuidada…
Un miembro de la realeza Bárbara… que suerte…
Pensó mientras sacaba su daga del cinturón tomándola con la mano derecha y la arrojaba directamente al mango de la espada de la mujer que se escabullía entre los pasillos. El sonido de los metales chocando no se dejó esperar y la espada en la mano de la mujer saltó lejos, sin herirla a ella. No le hubiese servido de nada una mujer de ese calibre herida.
Salió de la oscuridad rápidamente después de un gesto de parte de Kardia haciendo un ruido con su lengua y su paladar parecido a una negación… un “nt..nt…nt…nt..nt..”
- Vaya vaya…¿Qué tenemos aquí? La ultima doncella del palacio… - Con un rápido movimiento de su espada el filo de la navaja quedo en su cuello mientras el se paraba frente a ella mirándola como una presa. – Que suerte tenemos Kardia, ¿Sabes cuanto costaría una mujer así en el mercado de esclavos? Somos ricos… jajajajaja… a menos que te quieras divertir con ella primero. Después de todo el gordo ya tiene su premio, me parecería prudente que nosotros tomemos el nuestro.
Miró a Kardia con una sonrisa. Estaban de suerte. Una mujer así valía mucho, era como un caballo de estirpe… se cabalgaban duro y se volvía a poner en las caballerizas deshechos. Pero aun así, seguían siendo una preciosura. Para el, esos bárbaros tenían el mismo valor que un simple animal, eran cosas… cosas que se podían vender.
- Mueve si quiera un pelo y tu cabeza será separada de tu cuerpo…salvaje. – La última de sus palabras salían con todo el desprecio posible, mirándola desde arriba con toda la soberbia de un legionario Romano.
- No me digas Mani, pareces maricón. – Fue lo único que le dijo por unos instantes mientras suspiraba entre aburrido e irritado por tener que estar ahí esperando algo que no llegaba. – Deja que el gordo se lleve su premio… no debe haber nada mejor que tomar a la fuerza a una princesa para alguien como esa bola desquiciada.
Aun entre las sombras, Manigoldo no podía esperar más. Estaba a segundo de mandar todo al diablo e ir a ver si quedaban soldados vivos aun, cosa que habían revisado dos veces. Su espada aun estaba cubierta con la sangre tibia de las mujeres y niños que habían asesinado en el Palacio, aquellos que se habían ido a esconder ahí pensando que podrían librarse del castigo por su rebelión a Roma.
Fue entonces que sus pensamientos fueron interrumpidos y abrió los ojos por el sonido de pelea afuera del castillo. Alguien aun estaba con vida y al parecer estaba oponiendo férrea resistencia a ese ataque de completa aniquilación contra la última fortaleza en pie. De pronto, entre los pasillos viajando sigilosamente se vio la figura de una mujer… ¿Una mujer? … ¿Con una espada? … Manigoldo sonrío. No le desagradaba del todo la imagen, de hecho a pesar de llevar una espada a diferencia del resto de las mujeres que habían asesinado esta se veía aseada y bien cuidada…
Un miembro de la realeza Bárbara… que suerte…
Pensó mientras sacaba su daga del cinturón tomándola con la mano derecha y la arrojaba directamente al mango de la espada de la mujer que se escabullía entre los pasillos. El sonido de los metales chocando no se dejó esperar y la espada en la mano de la mujer saltó lejos, sin herirla a ella. No le hubiese servido de nada una mujer de ese calibre herida.
Salió de la oscuridad rápidamente después de un gesto de parte de Kardia haciendo un ruido con su lengua y su paladar parecido a una negación… un “nt..nt…nt…nt..nt..”
- Vaya vaya…¿Qué tenemos aquí? La ultima doncella del palacio… - Con un rápido movimiento de su espada el filo de la navaja quedo en su cuello mientras el se paraba frente a ella mirándola como una presa. – Que suerte tenemos Kardia, ¿Sabes cuanto costaría una mujer así en el mercado de esclavos? Somos ricos… jajajajaja… a menos que te quieras divertir con ella primero. Después de todo el gordo ya tiene su premio, me parecería prudente que nosotros tomemos el nuestro.
Miró a Kardia con una sonrisa. Estaban de suerte. Una mujer así valía mucho, era como un caballo de estirpe… se cabalgaban duro y se volvía a poner en las caballerizas deshechos. Pero aun así, seguían siendo una preciosura. Para el, esos bárbaros tenían el mismo valor que un simple animal, eran cosas… cosas que se podían vender.
- Mueve si quiera un pelo y tu cabeza será separada de tu cuerpo…salvaje. – La última de sus palabras salían con todo el desprecio posible, mirándola desde arriba con toda la soberbia de un legionario Romano.
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Re: Dentro del castillo
Estaba exhausta pero una fuerza más allá de la que yo misma podía comprender me acechaba, prácticamente me impulsaba a seguir adelante. Jadeaba un poco controlando mi respiración, había logrado adentrarme dentro de los muros del castillo con éxito pero aun no terminaba esa corta travesía en querer alcanzarla…
Escabulléndome entre los pasillos sostenía el arma fuertemente por su empuñadura, encontraba una de las salas principales, me asomaba con mucho cuidado notando que no estaba nadie… que gran error… confiada caminaba escuchando el murmullo de una voz bastante familiar para mí, mi hermana estaba cruzando la puerta!!. Avanzaba decidida cuando sorpresivamente mi alabarda me era arrebatada, gire mi rostro buscando al culpable, saliendo de entre las sombras se acerco desenvainando su espada y apuntándola directamente a mi cuello. Al parecer no era el único, alguien más nos acompañaba pero seguía sin revelar su identidad totalmente solo pude memorizar su nombre.
Agachaba la cabeza en forma de resignación pero en realidad estaba riendo por dentro, no temía a morir si es eso lo que pensaban.
- Me pregunto quien se encuentra en verdadero peligro… dos hombres que acorralan a una indefensa mujer… mujer la cual acabo con casi todos los hombres que inútilmente mandaron a custodiar la fortaleza que “conquistaron gloriosamente”…
Mi mano sujeto el filo de la espada, la sangre brotaba manchando nuevamente el metal hasta incluso llegar a manchar la mano de mi enemigo. Alzaba la mirada acercando el arma al costado de mi cuerpo sin lastimarme de tal forma que desequilibraba al hombre, giraba mi cuerpo dando un golpe en su costado con mi codo y retroceder velozmente dándome tiempo a recuperar mi arma. Caminaba con lentitud hacia la puerta que accedía a donde se encontraba mi hermana, sin despegar la vista en ningún momento de esos dos.
- Te aconsejare algo… antes de utilizar la palabra “salvajismo” hacia a mi o hacia mi pueblo deberías comprender lo que realmente significa… ya que no fuimos nosotros quien ataco su Imperio… los únicos animales que logro ver aquí son ustedes dos.
Poco a poco retrocedía, no podía desgastar mis energías con esos dos tratando de buscar diversión, con algo de burla hacia su persona me incline en señal de respeto…
- Me gustaría poder seguir acompañándolos pero tengo asuntos de mayor importancia que atender así que… si me disculpan caballeros…
De la misma forma que me incline me reincorpore inmediatamente avanzando por detrás, ya estaba cerca.
Escabulléndome entre los pasillos sostenía el arma fuertemente por su empuñadura, encontraba una de las salas principales, me asomaba con mucho cuidado notando que no estaba nadie… que gran error… confiada caminaba escuchando el murmullo de una voz bastante familiar para mí, mi hermana estaba cruzando la puerta!!. Avanzaba decidida cuando sorpresivamente mi alabarda me era arrebatada, gire mi rostro buscando al culpable, saliendo de entre las sombras se acerco desenvainando su espada y apuntándola directamente a mi cuello. Al parecer no era el único, alguien más nos acompañaba pero seguía sin revelar su identidad totalmente solo pude memorizar su nombre.
Agachaba la cabeza en forma de resignación pero en realidad estaba riendo por dentro, no temía a morir si es eso lo que pensaban.
- Me pregunto quien se encuentra en verdadero peligro… dos hombres que acorralan a una indefensa mujer… mujer la cual acabo con casi todos los hombres que inútilmente mandaron a custodiar la fortaleza que “conquistaron gloriosamente”…
Mi mano sujeto el filo de la espada, la sangre brotaba manchando nuevamente el metal hasta incluso llegar a manchar la mano de mi enemigo. Alzaba la mirada acercando el arma al costado de mi cuerpo sin lastimarme de tal forma que desequilibraba al hombre, giraba mi cuerpo dando un golpe en su costado con mi codo y retroceder velozmente dándome tiempo a recuperar mi arma. Caminaba con lentitud hacia la puerta que accedía a donde se encontraba mi hermana, sin despegar la vista en ningún momento de esos dos.
- Te aconsejare algo… antes de utilizar la palabra “salvajismo” hacia a mi o hacia mi pueblo deberías comprender lo que realmente significa… ya que no fuimos nosotros quien ataco su Imperio… los únicos animales que logro ver aquí son ustedes dos.
Poco a poco retrocedía, no podía desgastar mis energías con esos dos tratando de buscar diversión, con algo de burla hacia su persona me incline en señal de respeto…
- Me gustaría poder seguir acompañándolos pero tengo asuntos de mayor importancia que atender así que… si me disculpan caballeros…
De la misma forma que me incline me reincorpore inmediatamente avanzando por detrás, ya estaba cerca.
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Sombra del corazón herido
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Re: Dentro del castillo
De entre las sombras vigilaba todo lo que sucedia, como Manigoldo con su daga le habia despojado a aquella mujer de su arma con suficiente facilidad. Su agilidad daban la impresion que desaparecia cuando se movia, era veloz mi hermano en momentos de combate; los años en las calles nos habian dado no solo agallas para hacer cualquier cosa, sino que tambien nos enseño como movernos y actuar ante las situaciones como las de ahora, situaciones de emboscada.
Manigoldo portaba su daga en el cuello de la mujer, podia notar como ese ser que era mi hermano gozaba de la idea de venderla, en su rostro se podia ver como el hablar de dinero lo hacia feliz.
-Manigoldo, tienes buen ojo para los negocios... desde aqui se puede notar que ese cuerpo podria ser bien vendido a donde vamos siempre nosotros...
Esa mujer que queria entrar a donde estaba la princesa con el general habia agachado su cabeza. ¿Resignacion o simplemente no queria ver su final?. Eso no interesaba en el momento, solo la forma de actuar de aquella mujer y las palabras que brotaban de su boca. Como si fuese un juguete tomaba la hoja de la espada que tenia sobre su cuello, la sangre caia al suelo dejando un pequeño charco color carmesi. Con sutiles movimientos la mujer habia quitado la espada y se habia alejado. Esa y su bocota, no sabia con quienes hablaba, no tenia idea con quienes se metia.
Siempre desafiante con su actitud, la muchacha se pasaba de lista burlandose de nosotros y marchandose lentamente por detras de Manigoldo, ni lento ni perezoso me movi a la par de ella para quedarme entre la puerta, que estaba a varios metros por detras de mi, y a su persona.
Con la daga dentada que poseia en su cuello, tocandola incluso al punto de cortar un poco y dejar que caiga un minimo hilo de sangre impidiendo asi que baje su rostro para cualquier cosa mientras que Manigoldo, acercandose con pasos veloces pero sigilosos termino estando detras de la mujer, con su daga afilada apuntando hacia la espalda, dejando el filo de su arma sobre la piel, tocando entre las vertebras de la columna siendo este el lugar mas comodo para insertarla y tomandole el brazo libre llevandoselo hacia la espalda, estirandoselo hacia arriba para hacer que la coyuntura se estirara de tal manera que un poco mas de estiramiento generara una dislocacion del miembro.
-¿Y quien era la persona que estaba en verdadero peligro?
Hablandole directamente a la mujer con tono sumamente ironico, ya tocando el sarcasmo. Con mi mano libre sujete el brazo por precaucion aunque bastante perdida estaba puesto que con un solo brazo no podria mover su alabarda por cuestiones de estabilidad y equilibrio, sin contar que la longitud del arma impedia que fuera movida con facilidad estando apretada entre dos personas. Esa mujer era un trozo de carne, una presa facil ahora, vulnerable a cualquier cosa... era la nueva victima.
Manigoldo portaba su daga en el cuello de la mujer, podia notar como ese ser que era mi hermano gozaba de la idea de venderla, en su rostro se podia ver como el hablar de dinero lo hacia feliz.
-Manigoldo, tienes buen ojo para los negocios... desde aqui se puede notar que ese cuerpo podria ser bien vendido a donde vamos siempre nosotros...
Esa mujer que queria entrar a donde estaba la princesa con el general habia agachado su cabeza. ¿Resignacion o simplemente no queria ver su final?. Eso no interesaba en el momento, solo la forma de actuar de aquella mujer y las palabras que brotaban de su boca. Como si fuese un juguete tomaba la hoja de la espada que tenia sobre su cuello, la sangre caia al suelo dejando un pequeño charco color carmesi. Con sutiles movimientos la mujer habia quitado la espada y se habia alejado. Esa y su bocota, no sabia con quienes hablaba, no tenia idea con quienes se metia.
Siempre desafiante con su actitud, la muchacha se pasaba de lista burlandose de nosotros y marchandose lentamente por detras de Manigoldo, ni lento ni perezoso me movi a la par de ella para quedarme entre la puerta, que estaba a varios metros por detras de mi, y a su persona.
Con la daga dentada que poseia en su cuello, tocandola incluso al punto de cortar un poco y dejar que caiga un minimo hilo de sangre impidiendo asi que baje su rostro para cualquier cosa mientras que Manigoldo, acercandose con pasos veloces pero sigilosos termino estando detras de la mujer, con su daga afilada apuntando hacia la espalda, dejando el filo de su arma sobre la piel, tocando entre las vertebras de la columna siendo este el lugar mas comodo para insertarla y tomandole el brazo libre llevandoselo hacia la espalda, estirandoselo hacia arriba para hacer que la coyuntura se estirara de tal manera que un poco mas de estiramiento generara una dislocacion del miembro.
-¿Y quien era la persona que estaba en verdadero peligro?
Hablandole directamente a la mujer con tono sumamente ironico, ya tocando el sarcasmo. Con mi mano libre sujete el brazo por precaucion aunque bastante perdida estaba puesto que con un solo brazo no podria mover su alabarda por cuestiones de estabilidad y equilibrio, sin contar que la longitud del arma impedia que fuera movida con facilidad estando apretada entre dos personas. Esa mujer era un trozo de carne, una presa facil ahora, vulnerable a cualquier cosa... era la nueva victima.
Kardia1- Caballeros Dorados
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Re: Dentro del castillo
Luego de ese despliegue de agilidad entre ambos hermanos que conocían a la perfección el movimiento del otro en combate, no sólo por los años juntos luchando, sino también por los años juntos robando desde niños, habían hecho un movimiento practicado toda su vida, el cual… no tenía punto débil. La mujer estaba entre ambos, sin espacio alguno para movilizarse, aferrada con fuerza del brazo por Manigoldo, quien estaba atrás de ella. Lo había tomando de una forma que este quedaba doblado hacia arriba, apretándolo con una fuerza descomunal, sin detenimiento de que aquello que ahora tenia sujeto era una mujer.
- Te llamaré lo que se me de la gana… porque para mi no tienes nombre ni identidad. Eres una más de las hileras de perras que hemos atrapado para ser vendidas en roma y puestas a trapear el piso con su cabellera. Y eso es lo mejor que podría ocurrir contigo, pues que si alguien más de la tropa quisiera, por el camino tendrías que servirles a todos... y no me refiero de llevarles comida...jmjmjm...
Con sus despiadadas palabras tiro con fuerza su brazo hacia arriba y sólo se escucho el “crack” de sus huesos saliendo de su lugar. Manigoldo sonrió con el sonido, olfateando el cuello de la mujer mientras enterraba con fuerza su daga sobre el hombro de brazo al servible, no solo lo enterró sino que giro su daga dentro de la piel de la mujer. Si creía que podría humillarlo de esa forma cuando había sido piadoso con ella y sólo la había inmovilizado, estaba muy equivocada.
- Hey Kardia. – Le dijo sonriente a su hermano. - Te tengo una mala noticia… no seremos ricos… porque voy a destrozarle el rostro… cuando acabemos con ella. Volarle los dientes a una salvaje insolente no tiene precio, ni todo el oro del mundo.
Su daga ensangrentada volvió a su espalda y rasgo su ropa desde su cuello hasta su cintura, haciéndole un tajo que penetro superficialmente en su piel en algunas zonas, comenzando a sangrar… Manigoldo así se dejaba camino libre para que la ropa no le molestara, tan solo el frío de su daga apretado contra la piel de la mujer, afirmándole el brazo destruido con fuerza y la piel de la mujer, para que supiera que hablaba en serio.
Estaba completamente perdida. No podría usar su arma con un brazo herido y el otro roto. Si se quedaba callada y aceptaba su destino, tal vez… lograría evitar una humillación mayor.
Por su parte Kardia viendo que ya no había necesidad de apuntarla al cuello había destruido su ropa por delante desnudándole el torso sólo por la diversión de humillarla. No le parecía molestar la idea de que aquella mujer no pudiera ser vendida y ya se había adelantado golpeándole con tanta fuerza el rostro que le había sacado con facilidad un diente.
- Te llamaré lo que se me de la gana… porque para mi no tienes nombre ni identidad. Eres una más de las hileras de perras que hemos atrapado para ser vendidas en roma y puestas a trapear el piso con su cabellera. Y eso es lo mejor que podría ocurrir contigo, pues que si alguien más de la tropa quisiera, por el camino tendrías que servirles a todos... y no me refiero de llevarles comida...jmjmjm...
Con sus despiadadas palabras tiro con fuerza su brazo hacia arriba y sólo se escucho el “crack” de sus huesos saliendo de su lugar. Manigoldo sonrió con el sonido, olfateando el cuello de la mujer mientras enterraba con fuerza su daga sobre el hombro de brazo al servible, no solo lo enterró sino que giro su daga dentro de la piel de la mujer. Si creía que podría humillarlo de esa forma cuando había sido piadoso con ella y sólo la había inmovilizado, estaba muy equivocada.
- Hey Kardia. – Le dijo sonriente a su hermano. - Te tengo una mala noticia… no seremos ricos… porque voy a destrozarle el rostro… cuando acabemos con ella. Volarle los dientes a una salvaje insolente no tiene precio, ni todo el oro del mundo.
Su daga ensangrentada volvió a su espalda y rasgo su ropa desde su cuello hasta su cintura, haciéndole un tajo que penetro superficialmente en su piel en algunas zonas, comenzando a sangrar… Manigoldo así se dejaba camino libre para que la ropa no le molestara, tan solo el frío de su daga apretado contra la piel de la mujer, afirmándole el brazo destruido con fuerza y la piel de la mujer, para que supiera que hablaba en serio.
Estaba completamente perdida. No podría usar su arma con un brazo herido y el otro roto. Si se quedaba callada y aceptaba su destino, tal vez… lograría evitar una humillación mayor.
Por su parte Kardia viendo que ya no había necesidad de apuntarla al cuello había destruido su ropa por delante desnudándole el torso sólo por la diversión de humillarla. No le parecía molestar la idea de que aquella mujer no pudiera ser vendida y ya se había adelantado golpeándole con tanta fuerza el rostro que le había sacado con facilidad un diente.
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Re: Dentro del castillo
Y con la patada que dí, el silencio se había apoderado del otro lado…y tan solo veía como Kardia y Manigordo se afanaban contra una mujer…si bien la tropa que comandaba era la más sanguinaria y cruel de todas, así como la más reconocida por no dejar sobrevivientes de ningún tipo y por no mostrar piedad…también era patético ver como dos niños tan crecidos tardaban tanto con una SOLA mujer, con lo cual solo suspiré y los miré evidentemente decepcionado mientras acomodaba a la chiquilla inerte y afianzaba mi agarre de la bolsa de piel donde estaba guardada la armadura bárbara
A ver par de monos, porque pierden tanto tiempo con una sola mujer? Creo que ya habrán notado que no tenemos mucho tiempo que perder aquí…si la van a matar, mátenla o si la van a usar, háganlo y ya…como les gusta perder el tiempo en estupideces Comenté mientras caminaba en dirección a la salida del castillo, por mi lado, ya había terminado mi trabajo en aquella “fortaleza” y me llevaba mi premio personal: una princesa como prisionera, algo que en realidad no tenía desperdicio si la ponía a hacer algo productivo…pero el par formado por los hermanos ladrones, realmente...que esperaba lograr? Si querían vender a la tipa bárbara que tenían entre sus garras al menos la hubieran dejado en mejores condiciones, si la querían usar para divertirse por una noche la hubieran dejado inconsciente…si no era ninguna de todas esa opciones simplemente la hubieran asesinado y tirado a un lado... Si no llegan a tiempo al campamento se quedaran comiendo mierda, saben que no me gusta retrasar la cena por estupideces y menos si se trata de ustedes, par de monigotes En ese instante bostecé y continué caminando sin mucha prisa, sintiendo el peso muerto de la princesita bárbara…vaya que había sido un día de lo más movido…
Ya al salir del castillo y vislumbrar el patio, me di cuenta de los pocos soldados de mi Legión que quedaban en pie, como si algo o alguien hubiera eliminado a la mayoría…demonios, de verdad que estaba rodeado de inútiles…pero que más daba? Ya tenía mi premio y solo quedaba salir del sitio e ir al campamento principal para preparar las cosas y partir hacia Roma a primera hora de la mañana siguiente, en lo personal ya había tenido bastante con el clima de las tierras bárbaras, necesitaba un poco de sol y por supuesto, un banquete Romano en toda regla, no la patética dieta a la que me había visto sometido por tanto tiempo. Mmm…maldita dieta…
Y así me monté en mi caballo personal, que había sido custodiado celosamente por varios centuriones por una razón en específico: no había nada como una monta que uno mismo había criado con cuidado y paciencia, cuidando lo que comía y la manera de entrenarla, logrando que el animal fuera una pieza distintiva entre los demás caballos, que eran básicamente una serie de bestias genéricas que apenas cumplían con los estándares básicos…si, era preferible tener lo mejor a base de un trabajo cuidado y meticuloso. Finalmente acomodé el cuerpo de la princesa para que no se cayera por el camino y me monté sin mucho reparo, iniciando la marcha hacia el campamento principal…al fin podría descansar un poco después de tantas molestias acumuladas en un solo y asqueroso día…
A ver par de monos, porque pierden tanto tiempo con una sola mujer? Creo que ya habrán notado que no tenemos mucho tiempo que perder aquí…si la van a matar, mátenla o si la van a usar, háganlo y ya…como les gusta perder el tiempo en estupideces Comenté mientras caminaba en dirección a la salida del castillo, por mi lado, ya había terminado mi trabajo en aquella “fortaleza” y me llevaba mi premio personal: una princesa como prisionera, algo que en realidad no tenía desperdicio si la ponía a hacer algo productivo…pero el par formado por los hermanos ladrones, realmente...que esperaba lograr? Si querían vender a la tipa bárbara que tenían entre sus garras al menos la hubieran dejado en mejores condiciones, si la querían usar para divertirse por una noche la hubieran dejado inconsciente…si no era ninguna de todas esa opciones simplemente la hubieran asesinado y tirado a un lado... Si no llegan a tiempo al campamento se quedaran comiendo mierda, saben que no me gusta retrasar la cena por estupideces y menos si se trata de ustedes, par de monigotes En ese instante bostecé y continué caminando sin mucha prisa, sintiendo el peso muerto de la princesita bárbara…vaya que había sido un día de lo más movido…
Ya al salir del castillo y vislumbrar el patio, me di cuenta de los pocos soldados de mi Legión que quedaban en pie, como si algo o alguien hubiera eliminado a la mayoría…demonios, de verdad que estaba rodeado de inútiles…pero que más daba? Ya tenía mi premio y solo quedaba salir del sitio e ir al campamento principal para preparar las cosas y partir hacia Roma a primera hora de la mañana siguiente, en lo personal ya había tenido bastante con el clima de las tierras bárbaras, necesitaba un poco de sol y por supuesto, un banquete Romano en toda regla, no la patética dieta a la que me había visto sometido por tanto tiempo. Mmm…maldita dieta…
Y así me monté en mi caballo personal, que había sido custodiado celosamente por varios centuriones por una razón en específico: no había nada como una monta que uno mismo había criado con cuidado y paciencia, cuidando lo que comía y la manera de entrenarla, logrando que el animal fuera una pieza distintiva entre los demás caballos, que eran básicamente una serie de bestias genéricas que apenas cumplían con los estándares básicos…si, era preferible tener lo mejor a base de un trabajo cuidado y meticuloso. Finalmente acomodé el cuerpo de la princesa para que no se cayera por el camino y me monté sin mucho reparo, iniciando la marcha hacia el campamento principal…al fin podría descansar un poco después de tantas molestias acumuladas en un solo y asqueroso día…
Breda- Cantidad de envíos : 22
Re: Dentro del castillo
La situación parecía ser bastante compleja para la mujer de cabellos rubios, puesto que se encontraba a total merced de dos sujetos con cara de pocos amigos que parecían desconocer por completo el significado de las palabras cortesía y caballerosidad. Ciertamente era un espectáculo de lo más grotesco, considerando la brutalidad con la que actuaban y por lo visto, se preparaban para continuar con su diversión a costa de la pobre y fina humanidad de la que, a pesar de ser una guerrera, continuaba siendo una mujer a fin de cuentas.
Hasta que en eso, dos flechas cubiertas por plumas con fuego se clavaron en las cortinas del lugar. Acto seguido, otras flechas aparecieron desde el pasillo que daba a la salida y fueron cubriendo varios puntos del sitio. En cuestión de segundos, el fuego tomó fuerza y por ende provocó que una potente humareda diera comienzo. En tan sólo unos instantes el pasillo se vio cubierto por el hedor que expedían los materiales al quemarse y transformarse lentamente en carbón y posteriormente, cenizas.
Pero como si el humo que amenazaba con cubrirlo todo no hubiese sido suficiente molestia, el castillo rápidamente fue asimilando las llamas de las flechas, que en un pestañeo crecieron a niveles desmesurados amenazando con cubrirlo todo a su paso. Por lo cuál, el tiempo de estar allí había acabado o al menos si se deseaba cuidar la vida. Al estar todos muertos, no habrían soldados o lugareños que pudiesen controlar las potentes llamaradas que lo destruían todo parcialmente a su paso. Y para mala suerte de los allí involucrados, los materiales de las tierras bárbaras eran altamente inflamables.
Fue en ese instante que las potentes paredes de fuego se levantaban para tapar las diversas salidas; dando a entender que el tiempo era vital y no había espacio para juegos. Por lo mismo, el salvaje espectáculo tendría que terminar allí mismo o bien, intentarlo en otro sitio.
De pronto, se pudieron escuchar unos rápidos pasos como si varias personas corrieran en torno a la dirección donde se encontraban los tres protagonistas de la macabra y tortuosa escena. Soldados sobrevivientes? Era algo imposible, menos a juzgar por la velocidad con la que sonaba tal avanzada. Por lo cuál, quedaba en incertidumbre que era aquello que pudiese estar acercándose a tamaña velocidad.
Hasta que finalmente desde una de las paredes de fuego que se habían levantado, apareció saltando y atravesando dichas llamas un caballo gris con un jinete cubierto con una capucha, la cuál le impedía ver el rostro o alguna de sus características físicas. Aquel misteriosos sujeto, únicamente siguió galopando a toda velocidad con clara intención de embestir a los dos soldados romanos.
A pesar de que pudiesen ser guerreros altamente capacitados y audaces, aquel contragolpe inesperado contaba con varios elementos que le otorgaban una ventaja lógica e inmejorable. Lo primero eran las potentes llamas de fuego, que disminuían notoriamente el campo para movilizarse y por ende poder esquivar con facilidad. Lo segundo, era causa directa del fuego: el humo. La potente humareda liberada gracias a la combustión del sitio, y las propias plumas, cortaban de manera radical las opciones de obtener una clara visión del entorno, y por lo mismo, del inesperado atacante y su caballo. Como tercer elemento, se podía nombrar el factor sorpresa. Puesto que ellos mismos habían asesinado a todos los guerreros, un ataque de esas características, prácticamente suicida, era muy poco probable.
El equino se aproximaba a los invasores con una rapidez desmesurada, logrando llegar a estar frente a ambos en cuestión de uno o dos segundos a lo mucho. Pero en vez de impactarlos, simplemente se ladeo al último instante mientras que en una peligrosa maniobra, el encapuchado jinete soltaba las riendas de su caballo y estirándose, tomaba a la desprotegida mujer e inmediatamente la posaba entre sus brazos. Luego, se aprestó a tomar con su diestra las riendas y dar un rápido giro a su corcel, para salir a toda velocidad del lugar a través del fuego.
En escasos segundos y haciendo gala de una increíble habilidad como jinete, aquel sujeto logró sacar a la mujer de allí y cubrirla con parte de su capucha para protegerla del fuego. Pero sabiendo que aún no estaban a salvo, se marchó sin dejar rastro alguno en dirección desconocida.
Y ahí era la parte final de su plan. Podían quizás estar en desventaja, sin embargo aquellos romanos no tenían posibilidad alguna de conocer el terreno germánico mejor de cómo lo conocería un habitante natural de dichas zonas: Otro germánico.
Hasta que en eso, dos flechas cubiertas por plumas con fuego se clavaron en las cortinas del lugar. Acto seguido, otras flechas aparecieron desde el pasillo que daba a la salida y fueron cubriendo varios puntos del sitio. En cuestión de segundos, el fuego tomó fuerza y por ende provocó que una potente humareda diera comienzo. En tan sólo unos instantes el pasillo se vio cubierto por el hedor que expedían los materiales al quemarse y transformarse lentamente en carbón y posteriormente, cenizas.
Pero como si el humo que amenazaba con cubrirlo todo no hubiese sido suficiente molestia, el castillo rápidamente fue asimilando las llamas de las flechas, que en un pestañeo crecieron a niveles desmesurados amenazando con cubrirlo todo a su paso. Por lo cuál, el tiempo de estar allí había acabado o al menos si se deseaba cuidar la vida. Al estar todos muertos, no habrían soldados o lugareños que pudiesen controlar las potentes llamaradas que lo destruían todo parcialmente a su paso. Y para mala suerte de los allí involucrados, los materiales de las tierras bárbaras eran altamente inflamables.
Fue en ese instante que las potentes paredes de fuego se levantaban para tapar las diversas salidas; dando a entender que el tiempo era vital y no había espacio para juegos. Por lo mismo, el salvaje espectáculo tendría que terminar allí mismo o bien, intentarlo en otro sitio.
De pronto, se pudieron escuchar unos rápidos pasos como si varias personas corrieran en torno a la dirección donde se encontraban los tres protagonistas de la macabra y tortuosa escena. Soldados sobrevivientes? Era algo imposible, menos a juzgar por la velocidad con la que sonaba tal avanzada. Por lo cuál, quedaba en incertidumbre que era aquello que pudiese estar acercándose a tamaña velocidad.
Hasta que finalmente desde una de las paredes de fuego que se habían levantado, apareció saltando y atravesando dichas llamas un caballo gris con un jinete cubierto con una capucha, la cuál le impedía ver el rostro o alguna de sus características físicas. Aquel misteriosos sujeto, únicamente siguió galopando a toda velocidad con clara intención de embestir a los dos soldados romanos.
A pesar de que pudiesen ser guerreros altamente capacitados y audaces, aquel contragolpe inesperado contaba con varios elementos que le otorgaban una ventaja lógica e inmejorable. Lo primero eran las potentes llamas de fuego, que disminuían notoriamente el campo para movilizarse y por ende poder esquivar con facilidad. Lo segundo, era causa directa del fuego: el humo. La potente humareda liberada gracias a la combustión del sitio, y las propias plumas, cortaban de manera radical las opciones de obtener una clara visión del entorno, y por lo mismo, del inesperado atacante y su caballo. Como tercer elemento, se podía nombrar el factor sorpresa. Puesto que ellos mismos habían asesinado a todos los guerreros, un ataque de esas características, prácticamente suicida, era muy poco probable.
El equino se aproximaba a los invasores con una rapidez desmesurada, logrando llegar a estar frente a ambos en cuestión de uno o dos segundos a lo mucho. Pero en vez de impactarlos, simplemente se ladeo al último instante mientras que en una peligrosa maniobra, el encapuchado jinete soltaba las riendas de su caballo y estirándose, tomaba a la desprotegida mujer e inmediatamente la posaba entre sus brazos. Luego, se aprestó a tomar con su diestra las riendas y dar un rápido giro a su corcel, para salir a toda velocidad del lugar a través del fuego.
En escasos segundos y haciendo gala de una increíble habilidad como jinete, aquel sujeto logró sacar a la mujer de allí y cubrirla con parte de su capucha para protegerla del fuego. Pero sabiendo que aún no estaban a salvo, se marchó sin dejar rastro alguno en dirección desconocida.
Y ahí era la parte final de su plan. Podían quizás estar en desventaja, sin embargo aquellos romanos no tenían posibilidad alguna de conocer el terreno germánico mejor de cómo lo conocería un habitante natural de dichas zonas: Otro germánico.
Ekaitz- Cantidad de envíos : 10
Re: Dentro del castillo
Ya la mujer de rubios cabellos estaba practicamente destrozada, sin sus dos brazos utilizables teniendo uno dislocado y el otro con una puñalada en el hombro, con tajos producidos por nuestras navajas en varias partes de su cuerpo como el cuello y la espalda sin contar que ahora, con el puñetazo que le habia dado en el rostro, le faltaba un diente y poseia varios flojos.
En medio del entretenimiento que estabamos teniendo con aquella mujer, Breda, el general de tropa, habia salido por esa puerta que custodiabamos celosamente junto a mi hermano, con la princesa colgando de su hombro como saco de papas y su otra mano una bolsa con algo dentro y como era de costumbre, regañandonos, esta vez por haber tardado con la mujer pero me habia quedado callado.
Escuche todo, mirandolo con desprecio y juntando mas ira en mi ser, soportando toda las ganas del general de hablar por cosas que a el no le interesaban... si haciamos algo era por querer divertirnos y no habia la necesidad de terminar rapido con el entretenimiento. Rechiste por dentro jutando un poco mas de ira.
El general se habia ido, sus pasos lentos pero firmes lo llevaron fuera del castillo y ya no se podia ver su enorme cuerpo. Estaba dispuesto a seguir con el juego con aquella mujerzuela, me disponia a despojarla del resto de su ropaje y ultrajar todo su cuerpo violentamente pero el olor a tela ardiendo daban un abrupto corte nuevamente a las atrocidades. Lleve mi mirada hacia todos lados, las llamas y el humo eran mas evidentes con cada segundo y las llamas se acrecentaban con extrema rapidez.
-Y ahora que mierda?
Las llamas coparon todo, viciaba el aire haciendolo casi irresporale, pero no era algo que me tenia con cuidado, mas bien era algo burdo el quedar ciego e imposibilitado para respirar, habiamos estado en muchisimos incendios, no solo de puebluchos invadidos sino tambien generados por nosotros mismos en la niñez.
De entre la gran fogarata se pudo oir los pasos veloces de un caballo, venia cabalgando a tal velocidad que el momento del salto fue tremendamente sorpresivo. Mi vista se movia por cuenta propia siguiendo el proseguir del jinete encapuchado que con total agilidad se acerco a nosotros tres, tirando el caballo encima de la mujer para rescatarla pero no hizo mas que empeorar la situacion de la misma. El caballo hizo la muchacha se fuera hacia atras, retrocediendo al igual que yo por la sorpresa, tirandose mas sobre Manigoldo que tenia su daga en la espalda provocando que esta penetrara profundamente en la parte trasera de la mujer, clavandose justo sobre el pulmon derecho dejando solo visible la proteccion y el mango del arma blanca. Aunque pudo sacarla de entre mi hermano y yo, la rubia se encontraba ahora con una perforacion en el pulmon que le llevaria un largo tiempo de reposo y cura. Pese a eso, el encapuchado habia podido sacar de nuestras garras a la guerrera, saliendo disparado en alguna direccion.
Ahora era el fuego lo unico que estaba en ese castillo aparte de nosotros dos. Las unicas dos puertas bloqueadas totalmente, no se podia ir hacia afuera por la puerta principal ni ir a la sala de donde habia salido Breda. Mire y busque por todos lados, solo podia ver llamas pero en el rebusque de una salida recorde aquello visto al momento de entrar a la fortaleza germana... la fosa.
Tome a Manigoldo y lo empuje de una patada hacia una de las ventanas, aprovechando que ahora las cortinas eran cenizas y no estorbaban el paso por los huecos. Con el empujon, Manigoldo atraveso la ventana y cayo al vacio, terminando en la fosa repleta de agua que rodeaba el castillo.
-Fuera abajo, hermanito...
Grite estando yo tomando carrera para luego salir disparado para pegar un salto a traves de las llamas que rodeaban la ventana cubriendome el rostro con los brazos para no quemar nada, aunque con la velocidad con que habia atravesado la ventana las quemaduras eran imposibles, solo sintiendo el calor por unos segundos y terminando en la fosa de la cual Manigoldo habia terminado de salir.
En medio del entretenimiento que estabamos teniendo con aquella mujer, Breda, el general de tropa, habia salido por esa puerta que custodiabamos celosamente junto a mi hermano, con la princesa colgando de su hombro como saco de papas y su otra mano una bolsa con algo dentro y como era de costumbre, regañandonos, esta vez por haber tardado con la mujer pero me habia quedado callado.
Escuche todo, mirandolo con desprecio y juntando mas ira en mi ser, soportando toda las ganas del general de hablar por cosas que a el no le interesaban... si haciamos algo era por querer divertirnos y no habia la necesidad de terminar rapido con el entretenimiento. Rechiste por dentro jutando un poco mas de ira.
El general se habia ido, sus pasos lentos pero firmes lo llevaron fuera del castillo y ya no se podia ver su enorme cuerpo. Estaba dispuesto a seguir con el juego con aquella mujerzuela, me disponia a despojarla del resto de su ropaje y ultrajar todo su cuerpo violentamente pero el olor a tela ardiendo daban un abrupto corte nuevamente a las atrocidades. Lleve mi mirada hacia todos lados, las llamas y el humo eran mas evidentes con cada segundo y las llamas se acrecentaban con extrema rapidez.
-Y ahora que mierda?
Las llamas coparon todo, viciaba el aire haciendolo casi irresporale, pero no era algo que me tenia con cuidado, mas bien era algo burdo el quedar ciego e imposibilitado para respirar, habiamos estado en muchisimos incendios, no solo de puebluchos invadidos sino tambien generados por nosotros mismos en la niñez.
De entre la gran fogarata se pudo oir los pasos veloces de un caballo, venia cabalgando a tal velocidad que el momento del salto fue tremendamente sorpresivo. Mi vista se movia por cuenta propia siguiendo el proseguir del jinete encapuchado que con total agilidad se acerco a nosotros tres, tirando el caballo encima de la mujer para rescatarla pero no hizo mas que empeorar la situacion de la misma. El caballo hizo la muchacha se fuera hacia atras, retrocediendo al igual que yo por la sorpresa, tirandose mas sobre Manigoldo que tenia su daga en la espalda provocando que esta penetrara profundamente en la parte trasera de la mujer, clavandose justo sobre el pulmon derecho dejando solo visible la proteccion y el mango del arma blanca. Aunque pudo sacarla de entre mi hermano y yo, la rubia se encontraba ahora con una perforacion en el pulmon que le llevaria un largo tiempo de reposo y cura. Pese a eso, el encapuchado habia podido sacar de nuestras garras a la guerrera, saliendo disparado en alguna direccion.
Ahora era el fuego lo unico que estaba en ese castillo aparte de nosotros dos. Las unicas dos puertas bloqueadas totalmente, no se podia ir hacia afuera por la puerta principal ni ir a la sala de donde habia salido Breda. Mire y busque por todos lados, solo podia ver llamas pero en el rebusque de una salida recorde aquello visto al momento de entrar a la fortaleza germana... la fosa.
Tome a Manigoldo y lo empuje de una patada hacia una de las ventanas, aprovechando que ahora las cortinas eran cenizas y no estorbaban el paso por los huecos. Con el empujon, Manigoldo atraveso la ventana y cayo al vacio, terminando en la fosa repleta de agua que rodeaba el castillo.
-Fuera abajo, hermanito...
Grite estando yo tomando carrera para luego salir disparado para pegar un salto a traves de las llamas que rodeaban la ventana cubriendome el rostro con los brazos para no quemar nada, aunque con la velocidad con que habia atravesado la ventana las quemaduras eran imposibles, solo sintiendo el calor por unos segundos y terminando en la fosa de la cual Manigoldo habia terminado de salir.
Kardia1- Caballeros Dorados
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Re: Dentro del castillo
Manigoldo miró con el mayor desprecio a ese gordo de mierda que no le había ganado a nadie en su vida. Era un ocioso, perezoso, asqueroso hombre… si el mismo se consideraba una lacra de la sociedad para el mundo, que una persona tan repugnante como ese gordo si quiera respirara era un insulto a la naturaleza. Dios sabe a quien en la realeza se habría cogido para estar en esa posición, algún general tal vez…
- Gordo de mierda… - Susurró mientras su redonda figura se iba de ese lugar.
Lo observó sin sacarle la daga de la espalda a la mujer esa. Kardia le había volado algunos dientes por mirarlo de mala forma, su sangre comenzaba a manchar su cuerpo, aquella herida sobre su hombro sangraba con fuerza. Pensó que luego en el campamento se la cerraría de alguna forma, después de todo aun así esa salvaje tenía algún valor monetario y debía ser vendida… y por lo mismo… puesta en las mejores condiciones para ello. Por su parte Kardia la miraba como si estuviese disfrutando en su mente todo lo que iba a hacerle, incluso Manigoldo pensó si tal vez lo dejaba solo… porque si había algo que le molestara era ver a su hermano follando con las salvajes… tanto esfuerzo por tan poco… todo ese tema de las mordeduras, la forma en que escupían, gritaban y finalmente lloraban… mas que ser excitante al menos para Manigoldo, lo irritaba. No negaba que de vez en cuando, sobre todo ebrios, era divertido… pero no después de un largo día de batalla… cubierto en barro y sangre… en ese momento en lo único que pensaba era en que esa mujerzuela pagara su atrevimiento y luego cenar, dormir y volver a Roma, en donde estaban las mujeres de verdad… y la única que hasta ahora tenía su atención… Bárbara… la dulce dulcísima Bárbara… que aunque cobrara era la mejor mujer con la que se podía pasar la noche… si había algo parecido al amor en su corazón, era por todas y cada una de las mujerzuelas que lo recibían con una sonrisa en su rostro cuando llegaba de la batalla.
Más de pronto, entre los sollozos de esa mujer, escuchó el silbido de una flecha y después otra. Se puso en alerta poniendo a la mujer frente a él en caso de que alguna flecha fuera dirigida hacia ellos, al menos esa salvaje serviría como escudo. En pocos instantes todo el fuerte estaba en llamas… las construcciones bárbaras eran una verdadera desgracia… Apretó con fuerza el brazo de la salvaje listo para arrastrarla fuera del lugar, cuando entre el humo y las llamas apareció un corcel gris que hizo que la joven retrocediera por la sorpresa y sola se clavó en la daga de Manigoldo, justo por su pulmón Derecho. En un instante el encapuchado tomó a la mujer del brazo y desapareció… no sin antes de que Manigoldo desde su posición lograra verle el rostro. Cabellera anaranjada y ojos del mismo color, mirada fría y aguda… su rostro permanecería gravado en el rostro del legionario por mucho tiempo y no sería la única vez que el destino los juntara… pero por ahora… había que salir de ahí y rápido.
- ¿Y como mierda salimos de aquí con todo cerrado? – Le preguntó a Kardia cuando su respuesta fue recibida prontamente cuando su hermano de una patada que lo hizo atravesar la pared de fuego chamuscándosele el pelo y lo lanzo desde unos 10 metros de altura hacia las fosas de la fortaleza.
El golpe con el agua fue tremendo y escuchó el siguiente golpe muy cerca de él. Kardia había saltado seguramente y se había aprovechado de la situación para sacarlo de ahí rápido. Tosió mientras buscaba aire, sintiendo como un montón de cosas que no quería saber que eran se le apegaban al cuerpo… tal vez algas… plantas de agua… asco.
Se puso a nadar como pudo hasta llegar a la orilla de la fosa, lugar en donde se aferró mirando a Kardia con el mayor de los rencores hasta que ambos salieron del agua, completamente empapados.
- ¡Pero que te pasa enfermo! – Le gritó sujetándolo de su polera, moviéndolo con fuerza por la rabia de aquella patada. De un solo movimiento su puño se encontró con el rostro de su hermano mientras ambos comenzaban a pelear y forcejear. - ¡Pero que hijo de puta eres! ¡Como si nunca hubiésemos visto fuego en nuestras vidas, grandísimo cobarde! ¡Huyendo de esa mierda como las mujeres!
Lo soltó de golpe empujándolo hacia atrás, limpiándose la cara de esa agua asquerosa que le goteaba y sacándose las algas o plantas que tenia en el pelo.
- No se quien sería esa tipa pero para que la hayan salvado quemando incluso la fortaleza… debió ser alguien importante. - Se sentó sobre el pasto jadeando por el esfuerzo que había sido salir del agua... odiaba nadar, de hecho lo unico que recordaba de nadar era las veces que tuvieron ambos que saltar por el puentel del Río Tiber cuando robaban y caer al agua para escapar en la oscuridad. Odiaba el agua... le recordaba al frío del invierno metido en ese fango asqueroso. - Al menos con la herida que se hizo en la espalda no le debe quedar más de uno o dos días de vida. Si el gordo pregunta quemamos nosotros esa mierda con la mujer dentro. No estoy de ánimos para sus sermones ni que nos mande a lavar platos 2 semanas…
- Gordo de mierda… - Susurró mientras su redonda figura se iba de ese lugar.
Lo observó sin sacarle la daga de la espalda a la mujer esa. Kardia le había volado algunos dientes por mirarlo de mala forma, su sangre comenzaba a manchar su cuerpo, aquella herida sobre su hombro sangraba con fuerza. Pensó que luego en el campamento se la cerraría de alguna forma, después de todo aun así esa salvaje tenía algún valor monetario y debía ser vendida… y por lo mismo… puesta en las mejores condiciones para ello. Por su parte Kardia la miraba como si estuviese disfrutando en su mente todo lo que iba a hacerle, incluso Manigoldo pensó si tal vez lo dejaba solo… porque si había algo que le molestara era ver a su hermano follando con las salvajes… tanto esfuerzo por tan poco… todo ese tema de las mordeduras, la forma en que escupían, gritaban y finalmente lloraban… mas que ser excitante al menos para Manigoldo, lo irritaba. No negaba que de vez en cuando, sobre todo ebrios, era divertido… pero no después de un largo día de batalla… cubierto en barro y sangre… en ese momento en lo único que pensaba era en que esa mujerzuela pagara su atrevimiento y luego cenar, dormir y volver a Roma, en donde estaban las mujeres de verdad… y la única que hasta ahora tenía su atención… Bárbara… la dulce dulcísima Bárbara… que aunque cobrara era la mejor mujer con la que se podía pasar la noche… si había algo parecido al amor en su corazón, era por todas y cada una de las mujerzuelas que lo recibían con una sonrisa en su rostro cuando llegaba de la batalla.
Más de pronto, entre los sollozos de esa mujer, escuchó el silbido de una flecha y después otra. Se puso en alerta poniendo a la mujer frente a él en caso de que alguna flecha fuera dirigida hacia ellos, al menos esa salvaje serviría como escudo. En pocos instantes todo el fuerte estaba en llamas… las construcciones bárbaras eran una verdadera desgracia… Apretó con fuerza el brazo de la salvaje listo para arrastrarla fuera del lugar, cuando entre el humo y las llamas apareció un corcel gris que hizo que la joven retrocediera por la sorpresa y sola se clavó en la daga de Manigoldo, justo por su pulmón Derecho. En un instante el encapuchado tomó a la mujer del brazo y desapareció… no sin antes de que Manigoldo desde su posición lograra verle el rostro. Cabellera anaranjada y ojos del mismo color, mirada fría y aguda… su rostro permanecería gravado en el rostro del legionario por mucho tiempo y no sería la única vez que el destino los juntara… pero por ahora… había que salir de ahí y rápido.
- ¿Y como mierda salimos de aquí con todo cerrado? – Le preguntó a Kardia cuando su respuesta fue recibida prontamente cuando su hermano de una patada que lo hizo atravesar la pared de fuego chamuscándosele el pelo y lo lanzo desde unos 10 metros de altura hacia las fosas de la fortaleza.
El golpe con el agua fue tremendo y escuchó el siguiente golpe muy cerca de él. Kardia había saltado seguramente y se había aprovechado de la situación para sacarlo de ahí rápido. Tosió mientras buscaba aire, sintiendo como un montón de cosas que no quería saber que eran se le apegaban al cuerpo… tal vez algas… plantas de agua… asco.
Se puso a nadar como pudo hasta llegar a la orilla de la fosa, lugar en donde se aferró mirando a Kardia con el mayor de los rencores hasta que ambos salieron del agua, completamente empapados.
- ¡Pero que te pasa enfermo! – Le gritó sujetándolo de su polera, moviéndolo con fuerza por la rabia de aquella patada. De un solo movimiento su puño se encontró con el rostro de su hermano mientras ambos comenzaban a pelear y forcejear. - ¡Pero que hijo de puta eres! ¡Como si nunca hubiésemos visto fuego en nuestras vidas, grandísimo cobarde! ¡Huyendo de esa mierda como las mujeres!
Lo soltó de golpe empujándolo hacia atrás, limpiándose la cara de esa agua asquerosa que le goteaba y sacándose las algas o plantas que tenia en el pelo.
- No se quien sería esa tipa pero para que la hayan salvado quemando incluso la fortaleza… debió ser alguien importante. - Se sentó sobre el pasto jadeando por el esfuerzo que había sido salir del agua... odiaba nadar, de hecho lo unico que recordaba de nadar era las veces que tuvieron ambos que saltar por el puentel del Río Tiber cuando robaban y caer al agua para escapar en la oscuridad. Odiaba el agua... le recordaba al frío del invierno metido en ese fango asqueroso. - Al menos con la herida que se hizo en la espalda no le debe quedar más de uno o dos días de vida. Si el gordo pregunta quemamos nosotros esa mierda con la mujer dentro. No estoy de ánimos para sus sermones ni que nos mande a lavar platos 2 semanas…
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