Desvío de las rutas

Sus ojos se mantenían fijos en el camino, desesperado por salir de aquel bosque. Al ser tan pequeño todo le parecía más grande: los árboles, las montañas, los senderos, absolutamente todo había crecido exageradamente. Lo único que deseaba era salir de ese bosque repleto de gigantes y conseguir ropa a la medida. Las vestimentas que llevaba sólo lo hacían sentir como un insecto atrapado en un pañuelo. Sus manos seguían aferradas firmemente al pantalón, con la finalidad de evitar algún incidente bochornoso como el que se había dado en la presencia de Aspros.

Sintió un cosmos incendiario en otra dirección, justamente en el sentido opuesto. En sus planes no se encontraba hacer una desviación, pero los cosmos agresivos que mencionó el peliazul parecían estar alejándose de él mientras avanzaba por el otro sendero. Enojado, el chico comenzó a pegar saltos como si el mundo se fuera a acabar, queriendo llegar cuanto antes. Mientras avanzaba sentía un calor sofocante en la atmosfera y a sus fosas nasales llegó una bofetada de humo oscuro.

Por poco y se le resbala la tela de los dedos, pero prefería mantener los pantalones arriba a cubrirse la nariz: había un enemigo ahí, lo percibía, el cosmos le delataba por completo y por eso no podía dejar el pudor atrás. Sus orbes carmín se posaron en una desquiciada que apuntaba a ser la que había causado el primer fuego.

Concentro una pequeña chispa de energía en su dedo corazón, en dirección a la mujer de cabello castaño, y luego la disparó en forma de un rayo ken, el cual corto un largo mechón de la cabellera de la dama del fuego. –Diablos, yo quería darle en medio de los ojos.- Farfulló molesto por su fracaso; por su estatura le era difícil tener buena puntería. Después de lanzar ese rayo posicionó sus manitas en el borde del pantalón y miró a la mujer de forma desafiante.

Caminó hacia la mujer con un andar decidido, ignorando por completo que se encontraba en obvia desventaja por dos razones que podían definir al ganador. La primera era el tamaño, no iba a poder darle un combate apropiado sin su cuerpo adulto que estaba preparado para la guerra. El segundo inconveniente era que no portaba su armadura dorada mientras que aquel ente iba protegido con una armadura de tonalidades rojo sangre. Tenía que ser más cuidadoso de lo normal, un error le podía costar la vida. Aunque últimamente estaba tan acostumbrado a encarar a la muerte que comenzaba a volverse monótono. En las manos del pequeño se materializó una enorme hoz con dos filos. No era su intención pelear, sólo la quería para defenderse en caso de que las cosas se le salieran de control, dispuesto a seguir las ordenes de Aspros a pie de letra. Difícilmente podía mantener la hoz de pie; se le iba a caer en cualquier momento. No contaba con los músculos para maniobrar un arma como esa.

Luego de meditar recordó que no necesitaba de una complexión atlética para blandir su arma. Un aura de cosmos dorado se generó alrededor del chiquillo, como respuesta a la pregunta de la mujer, afirmando que había sido él quien lanzó el rayo. Por extraño que pareciera no le tenía miedo, pues incluso siendo un retoño podría derrotar a una mujer. Juego de niños. –He sido yo. Mi nombre es Night, Caballero de oro y protector de la Diosa Athena.- Se presentó, tratando de hacer tiempo mientras estabilizaba el arma con su bracito.

El pequeño la fulminó con la mirada, no le parecía nada divertido lo que decía. Claro, se había olvidado por un momento de ese aspecto infantil que haría que cualquiera se burlase de él. Pero en ese caso la dama del cosmos rojizo no tenía excusa, pues él había demostrado tener una energía cósmica más poderosa que la de ella. El brillo dorado que rodeaba la figura del niño se hacía más grande, cubriendo también a su hoz. Si esa mujer no le quería creer no le importaba, sólo debía presionarla para que liberara un poco de información y así su trabajo estaría completo.

Amenazó con su arma mientras su mirada brillaba con las llamas que flotaban alrededor de Ushuriel. –Como digas… ahora es tu turno, preséntate. O es que las ratas como tú no tienen modales? Debes de ser la esclava de algún dios patético… Debe ser tan insignificante que no ha de poseer nombre el infeliz.- Dijo tajante, tragándose su orgullo y dejando de lado las confrontaciones innecesarias, tratando de que la dama cayera en su juego. Provocar era la mejor forma de manipular a un ser así.

Buscaba que la mujer se enfadara con él; no importaba lo que le hiciera, podría defenderse. La hoz ya no le parecía tan pesada, como si la fuerza la regresara al cuerpo. Es decir, todavía se sentía pesada mas ya no era imposible de levantar y mover. Esperaba con anisas la respuesta que le daría la mujer, pues sólo necesitaba sacarle toda la información que pudiera y luego tendría permiso para retirarse.

El pequeño se dio la vuelta, quedando de espaldas y evitando expresar lo que sentía en ese momento. Mientras esperaba expectante lo que la mujer tenía que decir ella simplemente se burló en su cara. Pensó que la razón por la que no se lo estaba tomando en serio era por esa apariencia. Aunque tenía ganas de usar el reloj otra vez y reparar todo, sabía que de equivocarse podría terminar peor. Como un bebé. Apenas y podía sujetar su arma con ese tamaño, si se encogía más no tendría la minima posibilidad de confrontar a la mujer si comenzaba con las agresividades, por fácil que fuera de vencer.

-Bien, no me digas nada, me da igual.- Dijo para cortar el silencio. La energía de la mujer de castaños cabellos le recordaba vagamente a otra mujer, una que había conocido en el Coliseo y sentía deber un favor. Por mucho que la odiara estaba en deuda con ella por haber salvado su vida cuando no era más que un chico con nulas habilidades para el combate.-Ada.- Balbuceó mientras viraba la cabeza. Por algún motivo el cosmos de esa mujer se sentía similar al de la pelirroja, violento.

-De casualidad conoces a una mujer pelirroja? Una lunática que va con manchas de sangre en el cuerpo a todo lugar que pisa y porta dos espadas.- Era una estupidez preguntar eso. Cuando la desconocida se identificó como la Emperatriz la miró con más detalle.- Diva.- Musitó. La verdad es que no conocía a la dichosa Emperatriz, pero algunas veces la había visto pasar sin prestar mucha atención, sin que ella notase su presencia, como un ciudadano más. La bruja de Egipto en persona, qué honor. Quizá la razón por la que no la había reconocido era porque Diva nunca tuvo el temple de una guerrera, ella era como una prostituta costosa según había oído.

El chico mostró una sonrisa mientras inspeccionaba con minuciosidad el círculo de fuego alrededor de ambos y luego daba una segunda mirada a la cara de Diva, confirmando que sí era la misma y no un engaño.-¿Qué te pasó Diva? ¿Le vendiste tu alma al demonio para que te diera más poder? ¿Ahora con quién te acuestas? Zorra.- Se echó a reír, siempre había querido tener a la Emperatriz frente a frente para decirle eso en persona. No pudo resistir la tentación.

Al parecer la dama sí sabía de quien estaba hablando cuando mencionó a la demente que escurría sangre. La verdad es que tenía demasiado tiempo sin verla y quería encontrarla, para matarla. Él había intentado tratarla con amabilidad en esa ocasión, ¿y que hizo la pelirroja? Darle la espalda y tratarlo como basura. Jamás iba a perdonar que una mujer le hiciera algo como eso, era simplemente imperdonable. Recordaba haber hecho lo posible por ser considerado, incluso la alabó por sus habilidades en combate, demostrándole que quizá no todas las féminas eran todas unas inservibles, pero lo decepcionó cuando le dio la espalda y lo dejó irse sin más. Vale, no es que esperase una despedida emotiva por parte de una extraña que apenas conocía, pero le daba algo de rabia que la mujer lo mirara como un ser inferior, después de todo lo que hizo para mostrar de lo que estaba hecho. Pensar que había asesinado tan sólo para enseñarle que era igual o mejor que ella, y al final no hubiera admitido la derrota. Aunque bien, no sabía lo que pensara de él, pero le dio la impresión de que se creía superior, y con eso bastaba para sacarlo de sus casillas. Se calmó y olvidó aquello, por ahora se concentraría en Ushuriel y luego iría por Ada.

La ejecutora planteó una interrogativa, sobre cómo podía asegurar de que era Diva con la que estaba hablando.-No me interesa tu identidad.- Dijo, pues así era, le daba igual si aquella era la bruja de Egipto o algún otro ser extraño, sólo quería que le dijera para quién trabajaba, sólo así podría marcharse y centrarse en resolver el problema que lo mortificaba. Quedarse con ese tamaño para siempre era algo que le daba miedo, que hacía que las rodillas le temblaran. La sola idea de permanecer así un día más le daba escalofríos que lo recorrían de la cabeza a los pies.


El niño sonrió, pero no con aprobación, lo que lucía en sus labios era una sonrisita de burla para la mujer de cabellera castaña. ¿En serio creía que le iba a dar información al enemigo? En todo caso, si dijera algo serían datos completamente falsos, pues se negaba a cooperar con el enemigo. Antes de negociar prefería pelear contra aquella mujer. Pero bien, no iba a dejar pasar esa oportunidad. –Explica a qué te refieres con “quién eres”? Soy lo que estás viendo. Y está bien, pero espero que cumplas con tu parte.- Le dijo mientra se sentaba con las piernas cruzadas, hundiendo la punta de su hoz en el suelo y cruzándose de brazos, esperando a que Ushuriel hablara.

El aura dorada que perseguía a todo caballero dorado se volvía a manifestar sobre Night, como si estuviera preparado para un ataque sorpresivo de la mujer. Se notaba a leguas que no dudaría en asesinarla de hacer algo que no le gustara.

No se sentía del todo bien, y el embote en su cabeza le confirmaba que no se encontraba precisamente rebozando de salud. Desde hace unos minutos había comprendido que no estaba bien del todo, empezando por supuesto analizando ese brillo dorado alrededor de su figura. Él no tenía nada que ver con su presencia ahora que lo pensaba detenidamente. Estaba alerta, cómo no, pero le parecía misterioso el hecho de que el resplandor se fuera intensificando progresivamente, como si pretendiera repeler a Ushuriel. Obviamente, ese mujer no era ningún aliado, sólo podía ser un verdadero peligro. Mientras las llamas que había invocado la Ejecutora se esfumaban como si les hubiera arrojado agua, el chico no despegó los ojos de la mujer de cabello castaño e hizo lo que podía por apagar su brillo, o por lo menos esconderlo.

Decidió no hacer mucho caso a lo que le decía Diva, sabía que sólo terminaría enojándose más, así que por la paz trataría de ser cortés. Nunca le había costado llevarse con las personas, y cuando se encontraba con alguien que no le agradaba sólo recurría a su don para la actuación. Tenía esa facilidad para sonar convincente con la ayuda de sus expresivos ojos rojos, tan impresionantes y sinceros que daba el sentimiento de que cada palabra que salía de su boca era verdad. Había usado ese talento varias veces para engañar a su padre y que lo dejara salir de las prácticas de combate más temprano.

Ahora que tenía el cuerpo de un niño podía emplear eso a su favor. Era un truco un tanto sucio, pero quién podría desconfiar de un inocente niñito? Miró a Diva de forma diferente, haciendo que toda su altanería desapareciera y fuese sustituida por una mirada que denotaba preocupación, como si estuviera consternado. Sus labios temblaron, quería que su mentira fuera realista, fingiendo que estaba atemorizado como lo estaría un chiquillo normal al lado de una bruja traicionera como Diva. Debía de hacer lo posible para que no descubriera que no tenía la edad que representaba su apariencia infantil.

-¿Quién es tu dios?- Preguntó tímidamente mientras llevaba una de sus manos a su tierno rostro, dibujando una falsa sonrisa en sus labios. Pero su sonrisa se veía tan real y nada simulada, como la de un niño pequeño que preguntaba con curiosidad pura y que era incapaz de engañar. Seguía sentado, con sus piernitas pegadas al pecho, y apoyó la cabeza entre sus rodillas, abrazando sus extremidades inferiores luciendo expectante. La hoz seguía firmemente afianzada a la tierra, no tenía que preocuparse por ella. Observaba entretenido a la serpiente que remplazaba al cetro de la mujer.-¿Es eso necesario?- Cuestionó apuntando al animal con el dedo.