Desvío de las rutas

El pequeño echó una risilla cuando vio que la mujer se le quedaba mirando como embobada, podía decirse que había caído en ese barata manipulación y que de allí en adelante podría sacar provecho de esa apariencia tierna. Seguiría observando a esa serpiente, parecía que le causaba algo de pánico esa extraña vigilante. No es que él les tuviese miedo a las serpientes, es que como su cuerpo era pequeño sentía que se lo podía tragar de una mordida. Trató de no pensar más en eso y siguió escuchando a la mujer, que pronunciaba un nombre con un dejo de duda. No, ese no podía ser el dios que tenía a Ushuriel sirviéndole, debía ser un truco para intentar distraerlo.-Creí que íbamos a ser sinceros.- Comentó mientras se ponía de pie y la miraba con desgane, matando la el aire de inocencia. Pero tuvo una recuperación milagrosa, volviendo a sonreír para la mujer que había quedado prendada de sus ojos carmesí.

Dio un par de pasos hacia ella y luego sintió como alguien lo jalaba, como si quisieran mantenerlo fijo a su lugar. El Chiquillo ignoró esa extraña sensación y siguió caminando hacia la mujer, sintiendo que con cada paso iba perdiendo una parte de su ser, sin reparar ni un momento en la peligrosa serpiente que lo perseguía con la mirada. Si era capaz de morder a su ama no dudaría en morderlo a él. Era una sensación extraña. Se preguntó si era algún ataque usado por la Ejecutora para hacer más fácil la recolección de información. Una mano fría se posó sobre el hombro del niño, provocando que girara la cabeza para ver quién era el que lo llamaba. Por un momento pensó que se trataba de la castaña intentando espantarlo. Eso habría tenido resultados con un verdadero niño indefenso, pero no con Night que sólo se estaba haciendo pasar por uno.

Abrió los ojos de par en par cuando vio la fantasmagórica silueta que se encontraba detrás de él. Era un ser idéntico a Night, pero con su aspecto genuino. La figura se presentaba como un chico alto, de unos 18 años, y vestido con la misma ropa que Night pero a él si le quedaba como debería. Esa visión era demasiado extraña. El pequeño se frotó los ojos, creyendo que con eso haría que la replica adulta se desvaneciera. Pero él seguía ahí. Después de permanecer parado junto a él, su versión semi transparente saltó sobre Diva, desapareciendo, creando la ilusión de que se había hundido en su cuerpo. No entendía nada de lo que estaba pasando, pero lastimosamente, sólo podía ver.

Estaba congelado por aquello que estaba viendo. ¿Era su alma eso que había visto volar de su cuerpo y que era idéntico a él? Había visto a los espíritus varias veces desde que se convirtió en Santo, pero era la primera vez que un espíritu se presentaba en esa forma, con una apariencia tan humana, y especialmente cuando poseía el mismo aspecto del pelinegro. Insistía en que en verdad era un chasco de la dama de cabello castaño para distraerlo y poder jugar con su mente, pero al ver que está se paralizaba frente a él tuvo que creer que él era el responsable de eso.

Los brazos de Ushuriel comenzaron a moverse, pero de una forma extraña, como una muñeca guiada por hilos invisibles. Sus ojos se opacaron y su rostro no mostraba expresión alguna. -¿Qué es lo que te está pasando?- Le preguntó asustado, guardando su distancia. No obtenía respuesta alguna de la mujer, por lo que tomó su guadaña para defenderse de aquel ser extraño que hubiera tomado posesión de Diva. Night creía que ese duplicado no era otra cosa que algún ser maligno del bosque que se apoderaba de los cuerpos de sus víctimas, pues en alguna ocasión había escuchado una leyenda así sobre las entidades malignas que moraban en ese tipo de lugares.

-Ares, ella es una sierva de Ares…- Graznó la mujer mientras se convulsionaba en el suelo. Le parecía raro que la propia Ushuriel confesara de esa forma, debió ser alguien más. Pero eso no era nada en comparación a lo que iba a pasar acto seguido. De pronto se pudo ver a él a través de los ojos de Ushuriel, como si estuviera en el interior de su cabeza, y al mismo tiempo estaba afuera, viendo a la mujer en medio de la posesión. Después de ese extraño espectáculo, un humo blanco manó de la boca de la mujer, y volvió a tomar la forma del joven mayor.

-No te asustes.- Le dijo una voz fantasmal que provenía de ese ser que ni siquiera había movido los labios, casi como si se comunicara con el mentalmente. Se paró frente a él, y cuando intentó tocarlo su mano se acalambró. –Eres un espíritu del bosque?- Preguntó el pequeño Night a la figura que flotaba sobre Diva. El joven respondió con una sonrisa en su rostro pálido y transparente. –Yo soy tú.- Espetó. El mayor colocó su mano sobre la cabeza del pequeño, revolviendo sus cabellos. No podía ser un fantasmas, porque de serlo no sería capaz de tocarlo. Eso que decía no tenía ningún sentido, ¿cómo era que podía ser él? Todo era más raro que un gato verde.

El hombre que tenía enfrente y que compartía el aspecto que poseía en su forma original, la de antes de regresar atrás en el tiempo y volver a la infancia, lo miraba como si tuviera algo extraño en la cara. El pequeño arqueó una ceja, mirándolo con desprecio. -¿Se te perdió algo?- Preguntó, tratando de averiguar qué tanto le miraba, porque comenzaba a ponerlo nervioso con esa inspección tan sospechosa que realizaba el mayor. El otro simplemente lo ignoró y retornó su vista a la mujer, que parecía estar derrotada. No era de extrañarse, aquella posesión debía ser un proceso agotador para el que se involucrara en ella.

Le daba miedo que aquel ser fantasmal se apoderara de su cuerpo del mismo modo en el que hizo con Diva. Ya era bastante complicado estar atrapado en una edad que no le correspondía, ser dominado por un espíritu sólo complicaría más el asunto, si es que se podía. La guadaña del niño desapareció, pero es era imposible, él único que podía darle ordenes a esa arma era él, pues fue hecha especialmente para su uso y sólo podía obedecer sus deseos. El mayor espetó una sonrisa mientras se volteaba y veía que Night se preocupaba por el paradero de la guadaña, buscándola alrededor pero sin tener resultados.

-¡Fuiste tú!- Exclamó mientras apuntaba acusadoramente al hombre que se había robado su aspecto físico. –Sí, porque no la necesitabas.- Le dijo mientras regresaba con la mujer. Por estar tan enojado por la desaparición de su arma ya no reparó en la identidad de ese hombre o lo qué fuera. No le creía ese cuento de que los dos eran el mismo, eso era completamente estúpido. De una manera u otra iba a sacarle respuestas a ese tipo.

-Vete de aquí.- Le espetó el otro, dirigiéndole una mirada fría que podría congelar a cualquiera. –Ve con Aspros y dile que el dios que vio despertar era Ares, y que sus esbirros se están agrupando. Esa era la misión de esta mujer.- Ordenó, elevando el rostro de Diva jalando de su cabello hacia arriba con fuerza, sin tener delicadeza. Después de todo, estaba con un Berseker, ya debía de estar acostumbrada a ser tratada de esa forma.

El pequeño lo miró indignado mientras su duplicado le daba la espalda. No pensaba acatar su mandato. Ya era suficiente con seguir las órdenes de Aspros como para que ahora viniera un completo desconocido sintiéndose su jefe. –No me voy a ir, ni lo sueñes. No hasta que me digas quién eres en realidad.- Expresó, corriendo hacia él tratando de atraparlo, pero fue inútil. En lugar de apresarlo sólo consiguió darle un abrazo a Ushuriel al atravesar su cuerpo como si fuera aire. Se había olvidado que ese sujeto tenía la habilidad de volverse intangible al igual que sus manos adicionales. –Te odio…- Farfulló.

Al ver cometido el error de dejarse caer sobre el enemigo, había quedado en una posición vulnerable. El cosmos ardiente de la mujer amenazaba con quemarlo, consumiendo su cuerpo en el fuego. Temió, y por un momento no tuvo idea de qué hacer cuando sintió la mano fría del otro hombre atravesar su cuerpo. Le daba repulsión sentir esa mano metida en su cuerpo, parecía como si lo hubiera perforado y ahora estuviera tanteando sus órganos. Podía percibir esa mano manoseando su corazón.

-¡¿Qué rayos estás haciendo?! – Exclamó el pequeño, asustado y temblando. Por un lado tenía el infierno de Ushuriel, y a su espalda se encontraba la tundra congelada. Mientras esperaba a que el Berseker lo atacara, los ojos de su duplicado brillaron con un color blanco. El joven saltó sobre Ushuriel, fundiéndose con ella una vez más y dejando al pequeño libre del fuego de la sierva de Ares.

Pero el otro Night no duró mucho tiempo en el interior de la dama, es más, sólo estuvo adentro por un segundo. Sólo había entrado para sofocar el cosmos de la mujer. –Ahora vete con Aspros.- Insistió nuevamente el adulto con un tono amable. Night lo miró de forma retadora, seguía sin aceptar la petitoria de aquel ente.

-¡Te dije que te marcharas, pequeño insolente!- Gritó el incorpóreo, un grito que pasmó a Night. Sus ojos destellaban de forma diferente a la de hace unos momentos: remplazando al color puro y blanco, sus cuencas desbordaban un color rojizo. En su cabeza había un par de cuernos, como los de los demonios.

El niño miró al demonio espantado. Era tan diferente del otro que le hacía sentir frío. No podía dirigirle la palabra, como si hubiera logrado hacerle un nudo en la garganta con esa mirada repleta de odio y fuego. Night saltó corriendo aterrorizado tan rápido como se lo permitían sus pequeñas piernas de infante, sin importarle Ushuriel. Ella ya no existía, sólo le preocupaba ser alcanzando por el demonio de ojos rojos.



El demonio observó a la mujer mientras apretaba su cuello con una de sus manos, la cual había adaptado la forma de una pezuña, estrangulando esa parte tan delicada. - Debería eliminarte aquí mismo, pero no lo haré. Quiero volver a combatir contigo próximamente, rata de Ares.- Dijo el demoniaco ente mientras dejaba ir a Ushuriel y se transformaba en una luz blanca que se elevaba hacia el cielo para perseguir a Night, ubicándolo en el bosque para finalmente esconderse nuevamente en el cuerpo del pequeño.

Cuando ese fragmento de su alma volvió a unirse con él, perdió el equilibrio, cayendo al suelo. Estaba cansado, entendía que ese truco había sacrificado más energía de la que pensaba.

Sintiendo un fuerte dolor de cabeza, el gemelo de Cambre finalmente cedió y bajó la mirada dejando que su melena azulada le cubriera el rostro y que su cosmos empezara a desbordarse poco a poco, abriendo otro portal interdimensional que los absorbió e hizo desvanecerse de la capital del Imperio… levantando la vista mientras sentía caer por aquel agujero donde no existían ni el tiempo ni el espacio, Aspros se detuvo para hacer tronar su cuello con un solo movimiento de su mano izquierda y así fijar su mirada en el negro infinito por donde se extendían las líneas de la Otra Dimensión. Después de una larga espera y algo de “investigación”, el lado codicioso del Santo de Géminis volvía a la jugada, chasqueando los dedos y llamando a su armadura para que lo cubriera de pies a cabeza, destellando con una fuerza increíble y anunciando que ya era hora de empezar a moverse…su parte noble había cumplido su misión, Night de seguro también así que tenía la vía libre para actuar…y habiendo encontrado una que otra cosa interesante en las memorias de la sombra que vivía en su Cloth, todo apuntaba a la mejor versión de los eventos que estaban por sucederse. Con su usual sonrisa siniestra en cara, Aspros abrió otro portal dimensional.

Bien Night, supongo que terminaste… dijo Géminis apareciendo frente a su compañero de armas para así cargarlo con su brazo derecho, después de todo, no era demasiado difícil cuando el otro era un chiquillo de 9 años. Creo que tendremos que deshacer esto cuanto antes, no te parece? Es raro verte como un chiquillo. finalizó el peliazul al tiempo que el portal tronaba con fuerza antes de cerrarse, en menos de un segundo ambos Dorados habían salido de escena.

4to Post Defensa – Maestría

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Después de días y días de marcha a través de praderas, bosques, lagos, cascadas y cualquier cantidad ridícula de paisajes a los que ni siquiera les prestaba atención debido a su poca disposición para semejantes ridiculeces, el General de la Décimo Séptima Legión de Roma finalmente divisó el camino principal que los llevaría a la capital del Imperio…en conclusión, se encontraban en casa. Resoplando por lo bajo y haciendo la típica seña del cabecilla para que todos los demás se detuvieran el General tan solo dio la vuelta con su caballo y dirigirse a toda su tropa.

Vayan al campamento de siempre, ya saben cuales son sus órdenes. No le hagan caso a nadie que llegue con “órdenes” y tan solo esperen mis instrucciones. Ordenó el mayor con su tono particularmente afilado, chasqueando la lengua y sabiendo que con eso prevendría cualquier tontería por algún sujeto de mayor “rango”…con todos los acontecimientos de los que se habían enterado a través de meras notificaciones básicamente se podía decir que el orden de poder en Roma se hallaba más caótico que las prioridades de la mayoría de los Generales de la armada…y por supuesto, eso era inadmisible. Yo marcharé al centro de la ciudad…si no he enviado señales durante diez días, sigan el protocolo normal que establecimos al inicio de todo este embrollo…¿me hice entender perras? Finalizó el líder con su vozarrón a un nivel inesperado y obteniendo al instante una respuesta positiva de parte de los soldados a los que comandaba. Perfecto, ya todo en ese lugar estaba listo…lo que quedaba ahora era terminar de acudir a la ciudad y averiguar que diablos era lo que pasaba.

Días atrás había dicho que aquello de la voluntad de los dioses eran puras estupideces, pero después le había llegado el llamado de Poseidón. En esos mismos momentos una parte de su cerebro albergaba los conocimientos básicos de combate del General de Lymnades y con ello, llegaba la certeza completa de cómo usar su mejor arma: la sierra de doble filo y hoja. Poco después de que su consciencia como Marino se manifestara, podía manejar velocidades extremas, creando un escudo que resultaba un tanto peligroso y que de paso liberaba una energía inconmensurable.

Menudos eventos raros sin explicación, algo que no le gustaba para nada al General, quien avanzó en su monta para así llegar a la ciudad y averiguar que diablos se cocía en la metrópoli.