Recorriendo el mar lejano...

El mar, el hermoso y extenso mar que parecía no tener fin. Mirase donde mirase, daba lo mismo. Siempre lo único que se podía ver eran más y más leguas de mar que todo lo abarcaban e iluminaban con su majestuosidad azul. El titán oceánico que se mantenía tranquilo, más no dormido, demostrando su fuerza con cada ola gigante que hacía estremecer hasta los barcos más imponentes creados por el ser humano. Y es que en verdad, había acaso sino algo más bello y a la vez poderoso que el enorme océano?. Era muy difícil imaginarlo, ya que hasta esos días nadie había podido probar siquiera hasta donde llegaban los verdaderos límites de aquel elemento líquido que podía otorgar tanto vida como muerte, según correspondía. Uno podía adentrarse en las aguas turbulentas e inquietas de un mar rojo en específico, pero era imposible tener la certeza de cómo o con que ibas a salir. Así como algunos afortunados lograban encontrar riquezas o pescado en abundancia, otros simplemente terminaban poniendo a prueba su supervivencia, aguantando hasta las más grandes calamidades que dicha eternidad azul ofrecía al hombre. Y desde luego, los más desafortunados, simplemente encontraban la muerte en aquel entorno marino donde abundaban las criaturas peligrosas.

Hasta dónde en verdad podría llegar la variedad de especies que se ocultaban bajo la sombra de las olas? Nadie podía saberlo, ya que sería imposible para cualquier humano el tener la oportunidad de ver todos los tipos de especies y grandes variedades que nadaban ocultas y protegidas por lo desconocido, bajo los barcos mercantes y pescadores. Cómo vivían allá abajo? Podría ser factible el que tuvieran su propia forma de comunicarse entre ellos? Y si fuera así, cómo sería dicho “idioma”? Podría aprenderlo alguna vez el ser humano? Y desde luego, la más requerida: alguna vez alguien podrá llegar al fondo del mar?. Sin lugar a dudas eran bastantes interrogantes, muchas cuestiones sin respuesta que dejaban atónitos a todos los que se podían parar a la orilla de un muelle o un lago, y se tomaban la molestia de detenerse a pensar con la mano en su mentón, por un solo segundo siquiera, qué más podría haber allá a lo lejos?.

Precisamente en dicha posición pensativa, se encontraba el legítimo heredero al trono hasta antes de su muerte, Octavius, meditando sobre hasta que punto podía llegar la inmensidad del mar. O más importante aún, se preguntaba si es qué alguna vez él podría ser tan grande en esta tierra que inclusive fuera conocido como un mar entre lagos y ríos. Y cuando pensó en ello, cuando la idea de ser recordado como lo más inmenso entre insignificantes riachuelos moribundos y lagos que si bien eran grandes, se conocían sus dimensiones, pasó por su cabeza, sonrío levemente sin mostrar los dientes. Porque en verdad eso era lo que quería lograr ser él, un sujeto del cual no se pudieran conocer límites y que causara tanto miedo como temor. Quería llegar a convertirse en un mar de sabiduría, en un océano de virtudes y majestuosidades únicas en un solo ser humano. Pero para lograrlo, necesitaba primero dominar todo el océano de posibilidades, y es ahí donde entraba en juego su país natal: Roma.

Si lograba dominar Roma, podría conquistar el mundo. Y si podía conquistar el mundo, sería automáticamente conocido como aquel que logró la mayor hazaña de la historia de la humanidad, y por ende, del cual nunca jamás se pudieron conocer límites..