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Mensaje por Gelum Lun Oct 31, 2011 1:31 am

No habia nada en aquel jardin que doliera mas. Que tener que ver la tumba de mi madre. Segun Sophia habia pasado demasiado tiempo antes de que la pudiese ver, de nueva cuenta con mis pripios ojos. La ultima vez que la vi, fue cuando estaba muy chico y casi no recordaba bien donde estaba. Ni tampoco de quien se trataba. Camine de poco en poco, con la vista caida, mientras seguia viendo, solo el sendero a lo que llevaba aquel jardin. El viento del norte parecia estar llevandose con el todo lo ajeno a esa casa.

Pensaba en lo que estaria pasando ahora justo por dentro de la villa. Sophia con vergilius, en su platica. Y sin querer, parecia que un cosmos extraño se hacia presente, sentia el de Edward, pero otro se me hacia completamente extraño, aunque se podia sentir ese tormento de sangre y pelea. No me importaba en lo mas minimo. Lo unico que aun me tenia ahi, era la promesa que le habia hecho a mi hermana de ver la tumba de mi madre antes de partir. Sin duda seria epico, incluso mis recuerdos hacia ella, tambien cambiarian.

Me detuve un momento, mientras que a lo lejos se podia ver como se levantaba majestuoso un arbol de sauce que quedaba en medio de todo. Camine hacia el, quizas ahi estaria lo que tanto habia buscado. Segui en el sendero, mientras podia ver a lo lejos, una estatua de una mujer, al verla pense que se trataba de mi hermana, pero era lo contrario. Seguia mirando mientras, ante mi quedaba una lapida, que estaba cubierto por hojas y por un poco de pasto. A su lado quedaban bellas rosas blancas y girasoles. Tenia razon mi hermana, eran las que ams le gustaba.Me arrodille al estar ahi. Con un temblor en mis manos, movi la hojarasca para ver como de poco en poco se podia ver aquel nombre. Flavia Juliai. El nombre de mi madre. El aire a mi alrededor comenzo a moverse mas rapido, quedando de fondo unas hojas llevadas por el viento. Mientras que yo seguia ahi, estatico.

Madre... murmure, mientras poco a poco las lagrimas rodearon mis mejillas, y caian lentamente en aquel cuadro de marmol.
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Mensaje por Raider Jue Nov 03, 2011 11:23 pm

Sarahissa dejó atras al hombre que la había salido a recibir en la casa. Prefería seguir su camino. Al parecer, todos los miembros que se encontraban dentro de la villa estaban juntos, tanto Athena como los dos caballeros... o al menos pensaba que de caballeros podría tratarse, Sarahissa no tenía la seguridad que el jovencito con el cual se encontró en ese extraño lugar lo fuera.

Tenía seguridad de que ese hombre con la cinta roja en la cabeza era su misión. Lo sabía pues el mismo Ares se lo había señalado. No había margen de errores en ello. Pero ese joven, de cabello plateado, que se encontraba de espalda a ella, tenía una cosmoenergía extraña, casi gélida. Tal vez ni si quiera era consciente de que emanara esa sensación fría al aire, pero ella lo notaba por ser una criatura de sangre y fuego.

Se concentró de disminuir toda su cosmoenergía. No quería alarmar a nadie, despues de todo, no tenía intensiones de lastimar a ese chico. No tenía la seguridad aun de que fuera un caballero y Sarahissa no veía honor en atacarlo o algo por el estilo a menos de que supiera de que una batalla entre ambos sería justa. Aún así, ese chico no era su misión, no tenía orden alguna de herirlo, y por lo mismo, no tenía interes en ello.

- Disculpe. No es mi intensión molestarlo. - Dijo, prefería dirigirse a él educadamente como su fuera un señor. Ese tal hombre le había dicho que los señores del valle no se encontraba ahí, pero podría haber mentido. - Estoy buscando a Fye Juliai, o en su caso a algun otro hombre de la familia Juliai.

Inclinó su postura hacía adelante. No le era dificil comportarse como una esclava, era una persona sumisa y bastante distante con cualquier sentimiento, por lo cual, la humillación o denigración no formaban parte de sentimientos que la podrían afectar.

- No intento ser insolente. Mi amo ha fallecido, su nombre era Steven y tenía una casa cerca del portón de la Villa. Por ello, ahora soy propiedad de Fye Juliai... necesito comunicarselo a él... o a cualquier amo de esta Villa.

Lo estudiaría ahora. Quería ver que tipo de chico era. ¿Sería gentil? ¿Sería cruel? ¿Sería desconfiado? Mantenía todos sus sentidos alertas para aprender lo maximo que pudiera de él.
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Mensaje por Gelum Vie Nov 04, 2011 12:08 am

Pasaron segundos antes de que pudiera denotar que Sophia, aun no aparecia en ese lugar. Que la habia detenido para que cambiara todo por ese hombre. Solamente ella lo sabia, pero yo en cambio, sentia el distanciamiento que se hombre provocaba entre nuestros lazos de hermandad. Miraba de nueva cuenta hacia la estatua de mi madre, todas las facciones en su rostro, eran parecidos a Sophia. Y no habia ninguna mentira en querer casi compararla con ella. La similitud era casi confusa.

Segundos, minutos, y no existia una realidad en mi. Todo habia pasado en un simple parpadeo. Incluso me perdi por varios minutos entre mis pensamientos, mientras que todo quedaba a oscuras. Solo recordaba, imaginaba sin pensar que algo mas estuviese pasando a mis espaldas. Imaginaba como hubiese mi vida con mi madre a lado, quizas seria mas mimado, pero hubiese tenido mas fuerza como para poder romper cualquier obstruccion en mi vida.

Desperte, justo cuando sentia una presencia. No sabia de quien se trataba. Incluso no queria siquier voltear. Habian interrumpido mis pensamientos... incluso invadian mi privacidad....Fye... Fye no se encuentra aqui, asi que no molestes mas... Decia con un tono enojado, casi mas por interrumpirme que por otra cosa... Si no te importa quiero estar solo... Musite, mientras comenzaba a dar un giro con mi cabeza para ver de quien se trataba...Y solo pude mirar a una mujer, con una simple vestimenta...Disculpa, el no se encuentra presente, incluso, el es el unico amo que existe en esta villa, a partido hace un dia hacia otro lares...
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Mensaje por Raider Vie Nov 04, 2011 12:34 am

<< Por la forma en que habla, ordena y humilla, estoy frente a alguien de la familia Juliai. Un esclavo o sirviente no habla de este modo. Sagitario mintió. >>

- Lo siento, dejaré al señorito en sus propios asuntos.


Sarahissa podía ver que las mejillas de ese niño rojas y sus ojos vidriosos. Estaba llorando. Ahora que lo notaba, frente a él había una estatua. ¿Se trataba todo eso de una tumba? Era posible, pero no podía ver la lápida desde donde estaba pues el ropaje del chico la tapaba.

Pero las lágrimas y el sonido de la desesperanza en su voz lo ponía de manifiesto.

<< Lagrimas, tristeza, sentimientos... una lluvia de sentimientos siento en ese chico. La tristeza es la enfermedad de los cuerpos humanos, la forma de que luego busquen lo que llaman felicidad. No creo en ellos, no creo en nada de lo que este chico representa frente a mí. Sólo escusas de su debilidad. >>


Al parecer el no la ayudaría, ni le daría lo que necesitaba. Pero al menos ya se podía dar una imagen de como era, quien era, y como podía vencerlo si de verdad se trataba de un caballero de Athena.

Se dio vuelta y dio unos pasos para alejarse del lugar. Al parecer ese chico quería estar sólo y cumpliría con su deseo.
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Mensaje por Edward Miér Nov 09, 2011 3:57 pm

Segui a la muchacha de cabellos rojizos hacia mas adentro de la villa, no queria que ella descubriera mas de la cuenta, sobre todo que Sophia estaba alli con Vergilius, pero por suerte el camino que tomo fue otro, que le llevo finalmente donde se encontraba Gelum, el habia ido a ver una tumba, muy posiblemente de alguno de sus padres. El seguia siendo muy joven y se dejaba llevar por esas emociones, pero al menos eran un medio de motivacion.

No tardo mucho en hechar a la chica, que no tuvo mas remedio que marcharse, si se lo decia un amo de la casa si haria mas caso, me oculte tras un arbol hasta que la mujer se marcho, dentro de lo que podia haber ocurrido aquello era lo mejor.

Continue aun en ese lugar, no queria molestar al joven caballero, asi que me cruce de brazos y me quede oculto tras el arbol, con mi espalda apoyada en este, escuchando en silencio los lamentos del chico.

Lagrimas de perder a un ser querido... sentia nostalgia por esa escena, una tumba y un caballero delante, algo en mi pecho me dolio, una sensacion de amargura y dolor, de soledad por la perdida de alguien muy importante para mi, pero solo era una sensacion, de que una vez yo estuve en el mismo lugar que el.
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Mensaje por Sophia Miér Nov 09, 2011 7:26 pm

El camino entre los altos girasoles fue lento. Conocía cada centimetro de la villa desde sus colinas hasta el arroyo que cruzaba el valle. Sabía las formas de llegar escondida y rápido donde fuera que quisiera llegar. Podía escuchar a las avejas zumbando sobre su cabeza al devorar el polen de esas gigantes amarillas, todo bajo el hermoso sol del medio día.

Se había demorado demasiado despidiendose de Vergilius. Su viaje estaba atrasado de por si, pero era dificil entender o si quiera ver a donde la llevaría todo aquello. En la mañana, antes de que Gelum despertara había pedido a uno de los pocos criados que estaba ahí, que empacara un baul pequeño con dos o tres cambios de ropa y las joyas que tenía. Era despues de todo, el único medio para pagar por el viaje en caso de cualquier emergencia.

Los caballos debían estar seleccionados para un viaje, no sabía si escogerían una carreta o ir en la grupa. Tal vez lo más adecuado despues de todo habría sido utilizar la carroza de la familia, ahí podían meter cualquier alimento necesario, cobija y ella que no sabía cabalgar no sería una molestia para ninguno, ni Gelum ni Edward.

Pero al mismo tiempo, sabía que escoger una carrota o incluso una carreta era peligroso. Eran más grandes, mas lentas, y una señal de que dentro había algo de valor. Si se encontraban con ladrones por el camino podían asaltarlos y a ella, quizás le harían algo peor. Tenía que dejar que Gelum decidiera que harían.

Cuando los girasoles terminaron se encontró el la planicie, una parte del jardín antes de una colina. Había un gran sauce cuyas ramas se movían con el ritmo de la brisa de verano. Sonrió al ver a lo lejos a su hermano pequeño frente a la tumba de su madre, pero al mismo tiempo, no pudo evitar observar que Edward se encontraba cerca de él, vigilandolo atras de la corteza de un arbol de melocotón más allá. El aroma era exquisito en esa época del año y sintió deseos de sacar un melocotón y comerselo ahí mismo frente a su madre.

Caminó con calma acercandose hasta Gelum y le puso una mano en el hombro, acercandose a él para abrazado por atras. Gelum estaba más alto de lo que recordaba, era casi de su porte ya y de seguro en unos pocos meses sería incluso más alto que ella.

- ¿Te despediste ya pequeño? - Le preguntó y cuando se hizo el silencio un ruiseñor comenzó a cantar sobre el sauce, como si les estuviese dando la despedida. - Mamá, volveremos con Fye... volveremos a cuidar la tierra que tanto amaste... por favor esperanos, cuidanos, y guía con tu infinito amor nuestro largo viaje.

Sophia cerró los ojos en forma de oración y separandose de Gelum juntó sus palmas.


<< Cuida a Gelum, dale fuerza, dale inteligencia y valor para afrontar lo que nos espera. Cuida a Fye sea donde sea que esté, dale templanza en la hora de necesidad. Cuida a Vergilius en su soledad, deja que vuelva a ver el mundo con los ojos de un niño que no conoce la tristeza. Cuida de Octavius más allá de la vida junto a tí... cuida sobre todo de él. Cuida a Lydia, dale paciencia y amor en su corazón para pararse junto a su hermano en la hora en que más la necesite. Cuida de Solomon, deja que su corazón se abra y vea lo importante que es la familia. Cuida de los mellizos, Richard y Samantha, dales fuerza para asumir la posición que les correspondió en esta vida y tambien, dales paciencia para saber asumirla. Cuida de Aspros y Defteros, deja que encuentren ese afecto fraternal que parece han perdido... por favor madre, ayudame a cuidarlos a todos. >>

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Mensaje por Solomon Miér Nov 09, 2011 8:30 pm

Pese a ya reconocer de cabo a rabo la famosa residencia de Fye la última parte del trayecto le parecía completamente desconocido para él. En aquel último paradero no existían paredes, siendo un campo abierto cubierto milagrosamente por un aura de completa paz, al menos aquello sería para todos en general.

Una atmosfera de lo más extraña rodeaba aquel sendero de hierba fresca y rodeada de frondosos árboles de frutos exquisitos. El emperador aparecía por la entrada usual, no parecía sorprendido aunque lo estaba. Sus pasos firmes permanecían guardando cierta cautela.

Este no es el palacio de un sediento de sangre y muerte. Esto no...

Pronto se detenía al sentir los latidos de tres seres frente suyo; siendo dos al frente muy juntos y uno en la periferia, exactamente a la misma distancia que él se hallaba de la pareja de corazones.

El aroma de girasoles y rosas parecían llamarle, guiándole hacía el frente, junto a aquellos dos latidos. Le traían recuerdos muy difusos, imposibles de recuperar, pero allí estaban.

Quizás ajeno a saber de lo sombrío de su aspecto en aquel reposado recinto de paz se atrevía a avanzar un paso más.

Fye...Ares.




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Mensaje por Sophia Jue Nov 10, 2011 12:58 pm


El sonido de pasos atras de ella y Gelum fue inegable. Lentamente volteó su cabeza y una sonrisa gigantesca apareció en su rostro. Fue como si su madre estuviese escuchando su plegaria y le hubiese mandado lo que estaba pidiendole.

- ¡Fye!! - Gritó con una felicidad que no pudo negarse. A la distancia, aquel hombre alto y rubio, con túnicas de algodón refinadas era su hermano. Corrió a su encuentro y cada paso que daba le indicaban pequeñas diferencias y cualidades que su hermano no poseía. Se detuvo en seco a unos 5 metros de distancia cuando se percatço que bajo ese cabello rubio que le cubría los ojos había algo más, una especie de mascara de hierro que ocultaba de ella la mirada de aquel hombre. Era igual a Fye, era verdad. Pero Fye era ligeramente más alto y su cabello era un poco más claro. Ese no era Fye. - Lo siento... pensé... lo confundí con alguien más.

Se podía escuchar como las ramas del sauce bailaban de un lado a otro con suavidad, el roce de las hojas producía un murmullo agradable al oído. El extraño se había acercado un tanto a ella, dando un paso, como si no le temiera y por muy extraño que sonara, tampoco ella sentía miedo en su presencia, es más...

- Yo... yo lo conosco. - Dijo Sophia ladeando un poco el rostro intentado ver mejor los pequeños detalles en ese rostro que lo diferenciaban de su hermano pero que al mismo tiempo lo hacían tan similar.

Dio pasos hacia adelante, quedando justo frente al hombre. Tenía un aroma particular, algo dulce emanaba de su cabellera, una fragancia que sólo los hombres de dinero podrían haber usado. Pero no era eso lo que le llamaba la atención.
Imprudentemente, acercó sus manos con lentitud al rostro de ese sujeto y llevando sus dedos a la máscara de hierro, la retiró con lentitud. Estaba sólo enganchada contra sus orejas, porl o cual, no requirió mucho esfuerzo retirarla con cuidado.

- Solomon... ¡Solomon! Sabía que eras tú. - Le sonrió con honestidad, Sophia guardaba un amor inmesurable a todos y cada uno de sus primos, incluyendo a Solomon que era de la edad de Fye y que siempre la había cuidado y protegido como un hermano mayor. La diferencia de edad entre ellos no los había hecho tan cercanos como lo era con Vergilius, Aspros y Defteros, pero aún así, Sophia adoraba a Solomon. - Que felicidad verte. No pensé que te vería alguna vez por estos lados nuevamen...te... - De pronto, se dio cuenta del motivo por el cual Solomon había estado manteniendo su mirada oculta bajo una máscara de hierro. Algo muy extraño le sucedía en los ojos, tornandose dorados de la nada, brillando como el oro al sol. Lo miró con curiosidad, y volvió a sonreir. No le importaba... su primo Solomon llegaba a ella en una hora de necesidad. Rodeó sus brazos alrededor de él y lo apretó con fuerza, Sophia era bastante efusiva con el cariño y no le avergonzaba abrazarlo. Apoyó su rostro sobre el pecho del hombre y se quedó quieta. - Me hace tan feliz saber que estas bien.... soñé que algo horrible te ocurría. Me alegro tanto de que fuese sólo un tonto sueño...
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Mensaje por Solomon Jue Nov 10, 2011 7:45 pm


Pensamiento
Dialogo
Sophia

-------------------------------------------------

Pero sus ansias le jugaban en contra; ciertamente aquella marejada de lamentos y presagios había logrado nublarle el juicio llegando por momentos a llevarle a sentir el diabólico apetito de sangre fresca. Pero todo se disipaba a la brevedad ante aquel místico recinto que pisaba. Cualquier otro podría dejarse sorprender por la paz hallada, pero no era caso suyo, su cuerpo se tensionaba, como si algo le tensionase de aquella supuesta perfección. No conocía el porqué, había venido por Ares pero en su lugar sólo encontraba...

...

Pasos. Muy cortos. Precisos y sin el menor temor. Los sonidos que brindaba daban clara muestra de clase, estirpe, así que resultaba imposible que fuese un siervo o un guerrero. Así mismo, su instinto permanecía callado, tal vez cauto o indeciso.

Así que quieres morir...

Esperó a que se acercase más, no tendría piedad esta vez. Estaba harto, cansado y sumamente fastidiado. Quizás por eso, se distrajo levemente, lo suficiente para dejarle acercar más. Pronto sintió como delicadas y suaves manos retiraban sin previo aviso la marca de su maldición, su careta de hierro.

Solomon... ¡Solomon! Sabía que eras tú.



Una incandescencia rozaba rápidamente sus finas corneas; nuevamente molestia. Pero no era el sol el causante, no, aquel sólo le significaba un problema cuando su cuerpo yacía sin sangre nueva y fresca. Sus ojos fueron aclimatándose rápidamente, pronto aquella masa de luz blanca se dejaría distinguir. Era una mujer, una doncella romana que a simple vista no reconocía. Desconcertado permaneció así un intervalo preciso de un cuarto de minuto.

Un extraño calor le rodeaba el cuerpo. Eran los brazos de aquella chiquilla, aquellos mismos seguían emitiendo una delicada aura multicolor. No entendiendo del todo sólo recordó a Fye. El no era sólo, también había un mocoso que en tiempos más pacíficos intento salvar de su destino y....claro...Sophia.

Su gesto permanecía igual de frio, quizás desconfiado y algo perplejo, cómo si recién terminara de distinguirla de una completa extraña.

Que haces aquí?...dónde está tu hermano? - Pregunto sin emoción.

Era evidente que ella no era un miembro de los guerreros que atentaban contra su imperio. Quizás guardaba algún secreto, pero eso era secundario, al menos de momento. Su misión. Si, aquello era prioridad y a Solomon no le importaría aniquilar a Fye frente a su hermana. Aquel hombre no tenía esperanzas, porque le interesaría la alegría de algunos cuando el fin justifica los medios. Salvar a Roma era prioridad. Ya aquella aura de paz dejaba de obnubilarle, ahora era más él.

Retirando el cuerpo claramente demostraba la apatía que guardaba para con ella. No es que le interesase mucho, pero aun no debía confiar en Sophia, había presenciado tantas cosas. Fijándose en algo más, lograba distinguir al niño mimado de casa a orillas de la tumba de una extraña. Sí, ahora era más él, no cabía dudas, ya sus recuerdos más antiguos eran irrelevantes y por ende olvidados. Además de él, estaba un completo extraño. No. Era un rostro reconocible, un traidor a Roma. El general Edward.

Que tramas Sophia... - Nuevamente apático.

Que hace ése ahí? - Recalcaba ingrato a las muestras de afecto.

...

Entonces se dio cuenta de algo, sus ojos...no funcionaban...pero cómo...

¡Anfitrite!

Cogiéndola con la suficiente fuerza, la miraba incesantemente al rostro, yacía ciego de furia, tanto que no percataba que sus ojos seguían emitiendo el brillo de oro. Aun no conocía la verdadera identidad de aquella bruja sanguinaria, ya se había presentado en palacio con un cuerpo de senador para luego cambiar por completo, ella era la única que había logrado eliminar su habilidad en la gruta escondida de palacio. Entonces...que no le decía que Sophia, su prima no fuese en realidad Anfitrite y que Fye sea Ares. Tenía cierto sentido. En efecto, ambos dioses sólo le habían significado caos y guerra, no sería del todo extraño que viniesen de la misma villa, todo lo contrario, les sería muy conveniente.

Matarla. Matarla. Acabarla ahora y para siempre.


Última edición por Solomon el Jue Nov 10, 2011 8:41 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Dados Jue Nov 10, 2011 7:45 pm

El miembro 'Solomon' ha efectuado la acción siguiente: Lanzada de dados

#1 'Ataque medio' : 2

--------------------------------

#2 'Objeto' : 7

--------------------------------

#3 'Cosmos' : 28
Dados
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Mensaje por Vergilius Jue Nov 10, 2011 9:07 pm

Salió corriendo por los pasillos de la casa de los Juliai lo más rápido que pudo, esquivando los distintos obstáculos que se le presentaban en el trayecto. De pronto el cansancio acumulado se le había ido, y con ello, parte de sus fuerzas habían retornado a su cuerpo. No podía dejar de pensar en las palabras emitidas por su contraparte maligna, en las que le insinuaba con voz amenazadora que Sophia podría llegar a estar en peligro.

La sola idea le hacía arder la sangre de una forma increíble.

Fue ahí que se topó con una empleada de la casa, la cual le comunicó que un sujeto vestido con el emperador y con una máscara, había entrado con mucha autoridad con una clara dirección: Los jardines más alejados, por allá donde se ubicaba la tumba de…

¿¿¿Flavia Juliai??? ¿Estás segura?

Efectivamente… era un sujeto muy extraño. Nunca vi nada igual…


No esperó más palabras de la mujer y salió disparado en dirección donde, en un principio, no había deseado marchar por respeto a su prima y a su hermano pequeño que seguramente estaría por ahí. No obstante la situación ahora era muy diferente, bajo ninguna circunstancia iba a permitir que ella saliese dañada. Además, un soldado con una máscara de hierro en todas las leyendas de guerra solo implicaba malos augurios y peligros de consideración mayúscula. No podía tomárselo a la ligera… no podía tomarse nada a la ligera tratándose de ella.

No tienes ni idea quién es esa persona, Vergilius… y curiosamente, sí lo conoces…

En su mente la voz de Hades empezó a hablarle entre susurros, mientras luchaba por avanzar entre el pasto, las flores y la hierba a toda prisa. Su apuro era tal, que ni siquiera se irritó al escucharle, aunque no pudo evitar pensar en lo que le estaba diciendo.

¿Lo conozco? ¿Quién podrá ser? … ¿Fye? ¿Octavius?... no… ninguno de los dos está en Roma, además… ¿Por qué alguien querría dañarla?

La pregunta en sí era lo que más lo atormentaba. ¿Por qué querrían dañar a una inocente muchacha que apenas e interactuaba con su hermano menor? Si era por candidatos a tener enemigos, Vergilius por paliza poseía varios méritos para que alguien quisiese su cabeza. Y de hecho… toda Roma poseía trapos sucios y cosas que aclarar, excepto ella. Por lo mismo, no podía concebir la idea que alguien la dañase… aunque tampoco es que estuviese dispuesto a permitirlo. Incluso si debía dar su vida para protegerla, la daría sin dudarlo un instante.

Fue ahí que pudo divisarla a lo lejos. Ni siquiera pareció prestar atención a su hermano menor y al ex general, que cumplían con las indicaciones antes dadas por Hades. Abrió sus ojos con mucha sorpresa al contemplar cada vez más nítidamente la figura y rostro del tercer invitado, aquel que según el señor oscuro era bastante especial y enigmático. ¿Él? No tenía ninguna lógica, pero no por ello se detuvo, sino que con más fuerza corrió al ver que tomaba a Sophia son cierta agresividad…

Si en el mundo existía una forma de cabrear a Vergilius, justamente él la había cumplido y con creces.

No tengo idea de quién es Anfitrite ni qué demonios te pasa, ni qué haces con esas ropas… - Le dijo una vez que estaba lo suficientemente cerca como para ser escuchado. – Pero sí sé que si no la sueltas ahora, no tendrás tiempo de explicarlo…

Por lo general él no actuaba preso de la ira ni en sus peores momentos, siempre trataba de analizar al oponente y atacar de la forma más inteligente. Estaba entrenado para aguantar cualquier tipo de provocación hacia su persona, con una única excepción. Precisamente la que cometía en ese instante el hombre llamado…

¡Suéltala Solomon! – Le gritó mientras sin parar, lo empujaba lo suficiente como para provocar que soltase a Sophia y en el acto, la posicionaba detrás de él. - ¿Estás bien, Sophia?

Su rostro, que en todo minuto se había mostrado serio e incluso con cierta rabia, se suavizó sólo al voltear a mirar a su prima, demostrando su preocupación por ella. Antes de prestarle de nuevo atención a su extraño pariente, tenía que confirmar que todo iba bien con Sophia.

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Mensaje por Sophia Vie Nov 11, 2011 6:30 pm


Buscar refugio en el pecho de Solomon le resultó reconfortante al menos un poco. No estaba sola, tenía a su primo mayor ahí quien de seguro cuidaría de ella y Gelum a falta de Fye. No estaba sola… no estaba ahora en peligro. Su primo de sangre y de leche venía a ella en su hora de más necesidad y si Solomon era algo, siempre era digno, valeroso y por sobre todo, un fiel cumplidor de su deber con la familia. En muchos sentidos, ella y él, eran muy similares. En algún momento habían puesto el honor y el respeto de su familia por sobre todo lo demás. Aquello había muerto cuando se había desarrollado el escándalo sobre Samantha y su amante, pero aún así, Solomon había sabido limpiar la imagen de su hermana menor. Por ello, Sophia sabía que si había alguien que compartía su amor por lo sagrado de su vínculo de sangre, era él.

Pero pronto aquella sensación de seguridad comenzó a desaparecer cuando no sintió que se movía, ni que le devolvía su abrazo. Su cuerpo permanecía estático y frío, como si ella se tratara de una extraña para él. Lentamente, se retiró hacia atrás un poco para mirarlo al rostro y cuando vio esa expresión glacial hacia ella, entendió, que Solomon no estaba ahí porque ella o Gelum le importasen, sino, porque los tenía que sacar de su camino.

- ¿Que qué hago aquí? – Preguntó Sophia frunciendo el seño dolida. – Esta es mi casa Solomon… ¿Se te olvida? La pregunta que debería hacer yo es ¿Qué haces tú aquí?

Le sonrió. Sabía que al preguntarle donde estaba su hermano no se refería a Gelum. Su expresión era insensible y sus ojos brillaban dorados y extraños. << Fye ha hecho algo horrible, y nosotros pagaremos por ello… eso es lo que pasa. Oh Dioses… protéjannos…>>

- Tengo dos hermanos Solomon ¿Por quién me estas preguntando? – Si podía ganar tiempo, tal vez… Gelum entendería que tenía que correr. << Corre amor… corre rápido y no mires atrás. >> - Estas un poco distraído el día de hoy… ¿Seguro que te sientes bien? ¿No quieres entrar y beber algo de agua o vino?

Había la posibilidad de que todas esas preocupaciones fueran sólo un invento suyo. Que todas esas palabras de advertencia en su mente fueran una exageración. Pero no era sólo su cabeza la que le decía que corría peligro de algo, sino que también, era su pecho y el peso de ese collar que le había dado Vergilius. << Siempre tuyo… siempre será mío. >>

Pero Solomon actuaba de una forma tan rara. Le dio una simple mirada al señor Edward y de inmediato se volvió a ella pensando que…¿Tramaba algo?

- Él es el Señor Edward, me ha traído a casa… - Dijo incrédula de que su primo estuviese sospechando que ella hubiese hecho algo malo hacia alguien. – Yo… Soy sólo una simple mujer que no sabe nada de maquinaciones ni conspiraciones. Yo no soy el tipo de persona que trama cosas, nunca ha sido de esa forma. Siempre me he quedado aquí alejada de todos los asuntos de Roma, de su política y la vida indecorosa… lo sabes perfectamente. No sé por qué cuestionas mi honor de esa forma.

Los ojos de Solomon se llenaron de ira. La tomó fuerte por el brazo y la miró con desprecio gritando la palabra “Anfitrite”. Su agarre era fuerte, despiadado y cruel. No le importaba que ella era una dama, ni que era su prima, ni que había bebido leche de los senos de su madre.

- ¡Suéltame! ¿Te has vuelto loco? ¿Estás ebrio? – Le dijo con un rostro adolorido. Me lastimas Solomon… ¿Qué te sucede? ¿Por qué me tratas así…? - Fue entonces que al mirarlo bien se dio cuenta. Su ropaje era… era… - ¿Por qué estas vestido con la túnica del emperador, Solomon? – Supo la respuesta incluso antes de formularla. << Usurpador… usurpador… No… no tú Solomon… no tú… >> - Dioses Solomon… ¿Cómo pudiste? Ese puesto le pertenece a Vergilius, no a ti. ¿Pretendes destrozar nuestra familia? ¿Pretendes llenar a Roma de sangre en una guerra entre romanos? – No podía creerlo, no podía creer lo que Solomon había sido capaz de hacer. - ¡¿Cómo pudiste Solomon?! – Sophia nunca antes había sentido un dolor más grande en su pecho. Y al mismo tiempo, rabia y decepción. Una cosa era las peleas entre ella y Vergilius, ella y Fye… cosas pequeñas que se podían arreglar de una forma u otra. Pero lo que Solomon acababa de hacer era un motivo directo y absoluto para una guerra, una guerra entre ellos, los Juliai. Hermano contra hermano, sangre contra su propia sangre. – No puedo ni si quiera mirarte… no puedo… ¿Cómo pudiste? ¿Con que cara vienes a este lugar luego de semejante traición a los huesos de nuestros ancestros…? ¡Usurpador! ¡Tirano!

Pero antes de que ese hombre que alguna vez había sido su primo pudiese levantarle la mano, Vergilius apareció en escena y lo empujó, logrando que con ello la soltara. Aún sentía el dolor del agarre de esa mano de hierro, pero… lo que más dolía era su pecho.

<< Mi familia… mi familia a quien siempre ame e intenté proteger… ¿Por qué me pagan de esta forma? Yo siempre fui una muchacha buena, siempre honre a los dioses y a nuestros ancestros. Nunca le desee mal a nadie y cada uno de ellos estaba en mis plegarias, ¿Por qué ahora me tratan como una completa extraña? >>

- Corre Gelum. – Dijo parándose atrás de Vergilius. – Corre. – Si Solomon se había proclamado el heredero de su tío fallecido, entonces, cada uno de los descendientes masculinos era una amenaza para él. Gelum, su hermano pequeño, su adorado niño… quien nunca tuvo la pretensión de acceder al trono de Roma, estaba en peligro también. – ¡Corre! – Gritó, dándole una orden clara. Amaba a Gelum y no dejaría que Solomon lo lastimara en ese acto de completa locura. – Vergilius… nos va a matar. – Le dijo Sophia desde atrás con su voz quebrándose. – Nos va a matar por poder… - Estaba furiosa, sentía como su sangre hervía por las venas, ella también era una Juliai. – Va a desangrar Roma… hasta conseguir lo que sea que quiera.

Pero... Vergilius tambien había intentado lastimarla antes. ¿Podía confiar en él? ¿Sería él tambien parte de todo ello y había venido a terminar lo que había comenzado?

No lo pensó dos veces. Tomó la espada enfundada de Vergilius y la retiró de su funda, apuntando su filo en dirección a Solomon y tambien alejandose de Vergilius. No dejaría que frente a ella lastimaran a Gelum. No se quedaría una vez más de espectadora viendo como los que amaba eran heridos.

- ¡Lárgate de mi casa usurpador! ¡Ya no eres mi primo! ¡Ya no eres nada para mí! – Le gritó con las manos temblorosas. Él, que la había querido y cuidado como una hermana, venía a su casa, a la tumba de su madre, con intensiones de lastimarla a ella, Gelum y Fye. No había mayor traición para una Juliai que ver que su propia sangre buscaba dañarla. – Lárgate y no vuelvas, o te juro que te mataré. Lo juro en el nombre de mi madre y todos nuestros ancestros Solomon.

Octavius le había enseñado a usar la espada. Ella misma jugaba con Gelum desde pequeños con espadas. Había pasado días, semanas, meses peleando con Vergilius en duelos de filo de madera. Sabía cómo usar una espada y por primera vez en su vida, no temía usarla para defender a los suyos.

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Mensaje por Gelum Sáb Nov 12, 2011 1:32 am

Terminaba con mis pensamientos perdidos. Hasta que solo sentia una mano calida tomar mi hombro. Sabia que era esa mujer. Al fin habia llegado. Habia tomado demasiado. Habló quedito. Como si quisiera guardar un secreto entre nosotros. Era verdad. ya habia tenido tiempo para despedirme de mi madre, y era hora de partir. Comence a levantarme de poco en poco hasta estar a la altura de mi hermana. Esta bien Sophia, podemos marchanos... Musite, casi entre dientes, no queria que mi hermana me mirase asi, si no tendria siempre el complejo de que era un niñito...

De pronto, unos pasos sonaron atras de nosotros. Inmediatamente mi hermana volteo, incluso pronunció el nombre de mi hermano. ¿Que habia pasado? ¿ se suponia que el no deberia de estar ya en roma?. La cabeza comenzo a dar vueltas, perdido entre mis propios pensamientos. Mientras que escuche lo que pronunciaba Sophia... Fye...coemnce a voltear lentamente, mientras miraba como ella caminaba hacia aquel sujeto... No era mi hermano, su complexión era distinta. Entonces recordaba, aquel usurpador, doble cara

Espera hermana... musite, mientras que ella parecia darse cuenta de lo que en realidad estaba pasado, se retracto de nombrarlo, para solo pronunciar aquel nombre detestable... Solomon... Que hacia ahi, pense que habia desaparecido despues de haberme dejado inconsiente... no habria sabido mas de el.

Iba caminando hacia el, antes de que pudiera apresar a mi hermana, pero no tenia mi armadura puesta, y puesto que con ello seria como cualquier humano. Corri lo mas rapido, incluso gritaba que la soltara, pero hacia caso omiso. Mis piernas temblaron mientras veia como la sujetaba.... Pense en lo peor, en que ella moriria de alguna u otra manera. De pronto, una sombra aparecio, evitando que ella quedara sujeta a los antojos de Solomon. Lo empujo y justo pudo dejar atras a aquel sujeto.

Vergilius musite, mientras parecia que el defenderia ahora a mi hermana. Que degracia estaba pasando como para que toda la familia fuese buscada ahora solo por caprichos de un simple humano como Solomon. Aunque ahora su presencia no era la misma. Actuaba fuera de si. Y con un poder un poco limitado en su interior, aunque mucho mas fuerte que el mio y el de Edward juntos.

Porque ha regresado pense, mientras ahora veia como mi hermana se encontraba liberada completamente de su prision... No debo correr... no debo escapar de mi resposabilidad, no he jurado.... Trague un poco de saliva, mientras que en mi rostro una gota de sudor surcaba mis mejillas. Mire a Sophia, de alguna u otra manera buscaba ella buscaba mi bienestar, a cambio de la suya. Mi mente se nublo junto con mi vista. Me perdi totalmente, mis oidos no escucharon mas... Estaba perdiendo la nocion del tiempo, incluso solo veia los labios de mi hermana moverse sin emitir sonido alguno... Segundos pasaron, hasta que porfin pude escuchar.... Corre Gelum. ...Corre...

Me quede completamente estatico, mientras mi cuerpo parecia regresar a la normalidad de poco en poco. En mi mente regresaban aquellos recuerdos. Habia hecho una promesa con mi hermana. Ambos nos protegeriamos uno con otro, no me importaba si daria la vida. Eso lo habia dejado en claro con ella. Tenia que ser lo suficientemente fuerte como para poder cuidarla. Comence a caminar, aunque mi caminar era un poco torpe. Estaba actuando como lo haria cualquier niñato, pero era mas fuerte el amor que tenia hacia ella, que cualquier posible peligro.

Aun asi me acerque hacia ella, hasta solo verla desenfundar el espada de Vergilius y apuntar con ella hacia aquel personaje... Sophia... no lo hagas, no manches tus manos con sangre de alguien que no vale la pena... Dije mientras tomaba su mano y la juntaba con la mia... Yo te progere....
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Mensaje por Solomon Sáb Nov 12, 2011 8:57 am

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Molestia. Trata de alejarse lo más rápido posible, claro que no lo logra. Molestia. Su tierna sonrisa desaparece, sus intentos se vuelven inútiles.
¿Porque me mira con esos ojos? Molestia. Insiste en el forcejeo. Inútil. Inútil. Todo en ella es inútil, tal como su hermano Gelum. ¿Pero porque?!Porque no exhala aquel poder demoniaco! Equivocación, error mío. Imposible. Imposible. Matarla, ese es mi propósito. Acabar con su tan gentil sonrisa, así...regresará a nosotros. (...) Espera ¿Que fuera aquello último?


Perdido en sus pensamientos, el emperador parecía preso de un estado de hipnosis, tal vez poseído por la furia, aunque sus garras no incluyeran mayor fuerza, solamente la retenía con los ojos fijos en los de ella, sin decir absolutamente nada, ni sus acciones mostraban eco de razón. Permanecía sordo y mudo a las respuestas quejosas que brindaba la quien una vez considero igual a su pequeña hermana Samantha. Pero eso acabaría pronto...aquel estado de constante forcejeo terminaría con la impertinencia de un nuevo personaje, él cual la aparto de su lado, Solomon ni siquiera intento contraponerse, persistía en su alucinada actitud.

¿Estás bien, Sophia?

Esa voz... - Resopló saliendo del embrujo.

Sus ojos permanecían fijos en el gigantesco árbol que llegaba a cubrirles tenuemente del sol, pero pronto aquella voz haría que re direccionará su atención a la silueta de un joven menor que él en apariencia.

Mientras parte de su cerebro intentaba reconocer al indescifrable, la otra se preguntaba una y otra vez el porqué de su estado previo. Su furia se contenía al constatar la pasividad de Sophia, ella no podía ser Anfitrite, de ser ella jamás se habría restringido, pues, aquella bruja era de todo menos sutil en sus artimañas.

Exhalando con fuerza volvió su rostro al cielo que yacía despejado. Su mente iba y venía sin saber el porqué. Aquella aura que rodeaba la tumba de la desconocida debía tener algo oculto. En un rapto de cordura terminaba de reconocer a Vergilius, hermano menor de Octavius, el ausente héroe que por cosas del destino había olvidado por completo.

Vergilius!...hasta te había olvidado, aunque ahora que te reconozco debo admitir que no me sorprende hallarte próximo a Sophia. Al igual que Gelum parecen ser siempre un lastre que Fye nunca fue capaz de soportar. - Lo decía sin contemplación dirigiendo un rápido atisbo al niño estático del fondo.

Velozmente su mente recopilaba todo lo mencionado por Sophia o Vergilius minutos previos, durante su estado ciego de ira. Regresaba su "cordura". Avanzaba nuevamente con los mismos ojos fríos aunque llenos de una voraz flama de rabia.

...

¿Qué es esto? Una mujer levantando una espada justo en su dirección. Sophia parecía ser alguien repleta de sorpresas, quien diría que detrás de esos gestos tan melosos se hallaría un alma valiente.

Sin embargo aquello no reflejaba un gesto de sorpresa en su rostro, sólo sus interesados y fríos ojos parecían incriminarle algo ante cada muestra de desprecio por parte de ella hacía él.

Usurpador...puedes llamarme como desees. Así te digo que estas frente a Solomon Caesar Augustus, emperador elegido por el senado y el pueblo. - levantando el tono levemente.

Otro pie más hacía adelante, sus gestos permanecían neutrales, realmente no poseía temor a la afilada hoja de un guerrero. Su túnica comenzaba a dividirse limpiamente ante el paso de la cuchilla y aun así el emperador no daba muestra siquiera de titubeo, es más lucía determinado. No miraba a Vergilius que de seguro llevaría ganas de matarle por ascender a su puesto natural de emperador. Tampoco a Gelum, quien representaba una pulga junto a Sophia, grave error en intentar salvarlo alguna vez, pero claro, en ese entonces, el corazón de Solomon era el de un humano.

Serías capaz de acabar con mi vida Sophia?...tú que nunca has acabado con siquiera una mosca. - Arremetió con frialdad.

Para mí, todos ustedes son los traidores...no representan nada de lo que Roma necesita. Tu espada debería dirigirse a todos aquí presentes menos a mí. - Señalo con pacifica crueldad.

El general Edward, un traidor cómplice de los egipcios; Gelum quien prosiguió con el mismo cuento de ayudar a la reina egipcia y finalmente tu amado Vergilius, así es, un personaje tan inútil como su hermano y hermana...!¿qué han hecho por defender esta tierra?!...!¿qué hicieron durante la quema del senado o la aniquilación de inocentes por el mercado o la masacre ocurrida apenas poco en palacio?!....responde si te atreves mocosa...

Miedo. Miedo. Temor. Intento de escapar, aquello sería lo lógico para Sophia y su banda. Deberían ser aniquilados, sólo para evitar futuros "inconvenientes". Pero...

!Me ves...Sophia!. Me odias verdad, te felicito...hazlo!. Sientes vergüenza de mis acciones, hazlo también...pero jamás, jamás oses pensar en que mi interés no sea otro que Roma. Ustedes, mi familia sólo han estorbado desde el inicio a los intereses de esta gran nación - Por momentos sus fríos ojos adquirían cierta calidez para luego darse cuenta de ello y retomar su insensibilidad.

El caos reinaba Roma y nadie movía siquiera un dedo por evitarlo. Alguien debía tomar las riendas de todo esto y ese alguien fui yo.

Las hojas del árbol caían sin cesar sobre los presentes. Las flores y el césped se agitaban por una mano invisible. No había viento, en lo absoluto, pero todo se movía. El sol comenzaba a quemar. El sonido de las cigarras por doquier. Algo extraño y sobrenatural ocurría.

...

El emperador avanzaba. Los suaves pliegues de su vestimenta de pronto tapaban la hoja metálica que erguía su prima. Pronto, un silencio sepulcral tomaría el jardín de muerte. Sangre caía, primero delicadamente y luego a borbotones, finas líneas rojas comenzaron a marcar el traje imperial.

Realmente no conoces aun nada de esta vida Sophia. No mereces vivir en esta tierra, tu aparente inocencia no es de este mundo. Por eso yo...te acabare...

Ni las fuerzas de Gelum, Edward y Vergilius juntos podría detener a quien asesino a los grandes guerreros del dios Ares, sencillamente Solomon para los humanos era algo inalcanzable. Así lo había sabido desde un principio, desde aquella vez que su corazón volvía a latir bajo los escombros derramados por el ataque de Hellgorack en el consultorio médico. Él no poseía mayores armas que sus propias manos, pero eran más que suficientes...

Aniquilar. Fastidio. Una aguja en el corazón frio y helado de metal. Quizás arrepentimiento adelantado. Pero...el juicio contra los dioses debe seguir su curso.

Pero en aquel breve instante algo capto su atención. Sobre la superficie aun inmaculada de la hoja metálica yacía reflejado el fulgor sutil de sus ojos de oro. No se había percatado de ello. Se detuvó en seco, dudando por primera vez.

Bajo aquel sol de verano la silueta del hombre llamado Solomon quedaba estática. El emperador parecía detener su propio ímpetu asesino a pesar que esto significase el punzante dolor de la agonía que llegaba directo a su endurecido corazón. Capaz se hallaba en una encrucijada, sin saber si la mujer frente suyo era o no era participe del clan divino que participaría en el intento de cacería de Solomon.

Tal vez tu eres diferente a los otros... - Un amargo suspiro brotaba de él.

Pero no es preciso dejar tan abrumadora oportunidad. Sophia...deja tu alma reposar guiada por mi voz...déjate caer en el mundo de Morfeo hasta que te lo diga. - Sentencio finalmente apuntando sus fieros ojos a los de ella.

Así él lo sabría con certeza, si todo lo ocurrido fue intencional o sólo simple casualidad. Sophia de tener el mismo poder que Anfitrite debía desobedecer su orden, lo cual demostraría su identidad como diosa; caso contrario, aquel mundo de sueños sería el lugar ideal para la mujer que tanto había querido y jurado proteger aquel hombre extinto llamado Solomon.



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Ataque AM: Ojos de Oro

Efecto: Orden a Sophia - Que duerma.

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Última edición por Solomon el Sáb Nov 12, 2011 9:06 pm, editado 3 veces
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Mensaje por Dados Sáb Nov 12, 2011 8:57 am

El miembro 'Solomon' ha efectuado la acción siguiente: Lanzada de dados

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Mensaje por Sophia Dom Nov 13, 2011 2:26 am

- ¡Cállate Solomon!– Le grito Sophia aun con las manos temblorosas cuando escuchó como estaba autonombrando con los honores y títulos de su tío fallecido. Escucharlo decir aquellos títulos que se habían adquirido con la sangre y el sufrimiento de Octavius y Vergilius, de las legiones Romanas a un hombre que nunca en su vida había sostenido una espada la enfurecía. - ¿A quién le has ganado tú para usurpar ese nombre? ¿Qué gloria has traído tú a Roma? – Sus mejillas se volvían sonrosadas por la exaltación, su respiración se agitaba por la rabia. - Podrás haber sido proclamado por el pueblo o el senado, pero nunca, jamás, fuiste nombrado el heredero del padre de Vergilius. Caesar Augustus Juliai es un título que no te pertenece, tú sólo eres Solomon, el Usurpador, el traidor.

Y fue entonces para la sorpresa de Sophia que en vez de retroceder y abandonar la Villa del Valle Dulce, Solomon caminaba hacia ella con el rostro erguido, sin el menor atisbo de vergüenza por de deshonor, atravesando su túnica de algodón con la espada, quedando tan cerca de ella que si hubiese levantado un brazo para ahorcarla lo habría podido conseguir.

- Realmente te has vuelto loco… - Lo miró a los ojos, su pecho estaba tan angustiado y confundido que hubiese deseado gritar. Se quedó calla meditando la pregunta… ¿Sería ella capaz de matar a alguien? A alguien de su propia sangre para ser maldecida una y mil veces por los dioses… << No… Yo jamás podría… Yo… >> Las dudas llenaban su mente y seguramente se reflejaba en su expresión asustadiza y nerviosa. Pero era la primera vez en la vida de Sophia Juliai en que alguien ponía a prueba su valor…<< La sangre de los Juliai corre en mis venas, la sangre que conquisto Roma y el mundo con fuego y sangre… >> -Te amé Solomon. Eras mi primo amado… el dulce e brillante Solomon. – Una lágrima cayó por su mejilla sin que si quiera pestañara. - Pero si tengo que matarte para evitar que desangres Roma, no dudes que lo haré << Y que luego los dioses me castiguen por mi pecados en el más oscuro de los infiernos... >>

Y entonces entendió lo que Solomon decía y vio en sus ojos algo más que frialdad.

Deber.

Diva había destruido Roma cuando Vergilius y el propio emperador habían estado ausentes en sus guerras. El pueblo había pasado hambre por años por culpa de su inútil guerra contra Egipto. Las sangres estaban llenas de hambre, muerte y enfermedades. Habían ocurrido hechos terribles ante los cuales, ninguno de ellos, ni si quiera ella… había hecho algo. ¿Cómo podía responderle a Solomon entonces? Era cierto. Vergilius no había asumido su rol como hijo del ceasar, ni ninguno de ellos había hecho algo para evitar que la Gloria de Roma fuese apagándose. Solomon, aunque fuese un traidor a sus ojos, había usurpado el puesto por amor a Roma y Sophia podía entender dicho sentimiento y por ello… no podía juzgarlo ni odiarlo, ni si quiera recriminarlo.

- Yo jamás te podría odiar. Eres mi sangre… - Seguía llorando, su pecho se apretaba, su rabia se convertía en tristeza y sus manos se apretaban buscando consuelo en el mango de la espada. –Entiendo… como ciudadana de Roma, entiendo lo que hiciste. – Sacudió su cabeza bajo su rostro. - ¡Pero como tu familia, tu prima, tu hermana de leche… jamás te podré perdonar por lo que has hecho! ¿Dónde quedo tu honor Juliai para haber hecho algo así? Solomon… si tan sólo hubieses hablado con nosotros antes, podríamos haber solucionado todo esto juntos… pero ahora… tú… es muy tarde… Sabes perfectamente que cuando se sepa esto cada legión romana a 100 millas a la redonda se dirigirá a Roma. Todos son leales a Vergilius. El senado es insignificante cuando el testamento del Emperador establece a su hijo como heredero… el pueblo no significa nada cuando entran a Roma las legiones armadas… Dioses Solomon… ¿Es que no se te ocurrió pensar en esto antes?

Tal vez era una chiquilla, una mocosa, una niña que no entendía mucho de política ni guerra. Pero había que ser un completo imbécil para no saber cómo funcionaban las Legiones de Roma. Quien fuera que tuviera el poder sobre éstas, controlaba también el poder de Roma. Quien fuera que tuviese el suficiente dinero para pagar los sobornos necesarios en el Senado, controlaba el senado. Solomon podría ser un orador magnifico y un político prometedor, pero no contaba con el apoyo de las legiones, Vergilius sí. Hombres que habían luchado y sangrado bajo su mando, hombres dispuestos a dar la vida por él.

- Como tu prima, siento vergüenza de la deshonra que has traído a nuestra familia, Solomon. – Sentenció finalmente, con tristeza en su voz quebrandose. – Pero aun así... Nunca pensé que mi amor hacia ti y los nuestros, fuera un estorbo.

E increíblemente, siguió avanzando, incluso con la hoja de la espada atravesándole el cuerpo. Sangre empezó a cubrir el suelo adornando las lágrimas derramas de Sophia. El traje púrpura que lo mostraban como el emperador de Roma, se comenzó a manchar volviéndose oscuro. La chica, temblorosa, no podía creer que Solomon hubiese tenido las agallas para lastimarse a sí mismo. << Se esta redimiendo ante nosotros… se está castigando por su propio pecado… se está desgarrando el corazón por culpa… dioses… sálvenlo, sálvennos a todos…>>

- ¡Basta Solomon! Por favor… no te dañes… por favor… basta… detén esta locura.

Y entonces, cuando sintió que la hoja había traspasado justo al medio del corazón de Solomon… sus ojos se cerraron y todo se volvió negro.

Su cuerpo cayó pesadamente pero con gracia sobre el pasto manchado de lágrimas y sangres a los pies de Solomon, justo frente a Vergilius y al lado de Gelum.

______
OFF: Sophia despertará en el próximo post al haberme librado del efecto de los ojos locos de Solomon con cosmo 45 .


Última edición por Sophia el Dom Nov 13, 2011 2:15 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Dados Dom Nov 13, 2011 2:26 am

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Mensaje por Vergilius Dom Nov 13, 2011 2:30 am

Había sucedido mucho en poco tiempo, quizás demasiado poco tiempo. Desde el instante en que Vergilius había asomado frente a Solomon para evitar que siguiera maltratando físicamente a Sophia, pudo sentir como un ligero dolor arremetía lentamente en el interior de su pecho. Aunque no le prestó atención, estaba en ese minuto concentrado en cuidar de la integridad de su prima. No iba a permitir que nadie la dañase, menos si él podía evitarlo y hacer algo al respecto. Quería saber si ella estaba bien, pero no obtuvo respuesta a su pregunta. En vez de ello pudo notar como el tono de voz de la persona que amaba suavemente iba transformándose del clásico pasivo y alegre, a uno donde era evidente que el miedo le carcomía desde lo más profundo de su corazón, acompañado por supuesto, de una gran cuota de dolor en él. De más estaba aclarar que oírla de esa manera le producía dolor, pero no podía permitirse el lujo de quebrarse en ese minuto ni dejar que aquello lo afectase. Nunca se había mostrado mal frente a muchas personas, y no iba a comenzar a hacerlo en una ocasión tan delicada e incomoda como ésa.

No obstante, el golpe más fuerte provino justamente de la persona a quien estaba tratando de defender. Vergilius estaba totalmente preparado para enfrentar a Solomon si hacía falta ir a los golpes o a las armas, nunca le había temido a un hombre más allá de su padre cuando niño y no iba a comenzar con su primo, menos conociendo que éste último provenía del Senado, uno de los principales causantes de la decadencia de la vida actual en Roma. Que fuese Emperador le era totalmente indiferente, no había sido juramentado por las tropas militares – puesto que para dicho proceso, se necesitaba al máximo general de las legiones, quien era el mismo – por lo que su posición no tenía validez alguna ante los ojos de Vergilius. No… simplemente su primo era un hombre desquiciado, y nada más que ello. Era incapaz de poseer atributos para dañarle ni mucho menos matarle.

Pero Sophia en cambio, sí. El percatarse de cómo su espada iba siendo retirada de su funda le hizo voltearse, y fue cuando entonces se dio cuenta que ella apuntaba a Solomon, y sin embargo, también se alejaba de él a una distancia parecida de la que parecía querer mantener con el rubio. ¿Por qué? Con sólo ver su rostro, sus gestos y que ella misma le arrebatase el arma, le daba las señales suficientes como para comprender el porqué. Quería defenderse sola, a ella y a su hermano menor. Por lo tanto no estaba contando con Vergilius en ese minuto, y si no incurría en ello, sólo podía ser porque no estaba segura confiándole su seguridad como en antaño. No lo hubiese dejado desarmado cerca de quien se presentaba como Emperador de haber sido otro el caso.

No confías en mí… me temes.

No lo dijo, y apenas y lo susurró. Aquel fue un golpe mucho más grande que cualquiera de las palabras que pudiese estarle dedicando posteriormente Solomon, a quien continuaba escuchando, más no parecía prestar una real atención o interés. Todo su cuerpo estaba congelado y de pronto, extrañamente cansado. Todas sus energías vueltas por el apuro de proteger a Sophia, se habían marchado al percatarse de que su cometido no sería posible. Estaba inhabilitado, y por la única persona que podía inhabilitarlo de esa tarea: ella misma.

Siguió escuchando las palabras del Senador romano en completo silencio, sin siquiera emitir alguna acción. Su cuerpo estaba sometido por las acciones de su prima, y no tenía voluntad para moverse en ese minuto. Desde que tenía memoria había recordado querer proteger a los suyos, a todos y cada uno de los romanos, pasando por el más insignificante hijo menor de una familia, justamente como él, hasta a los grandes emperadores que eran sus padres. Pero dentro de ese anhelo de protección, siempre existieron dos personas especiales a las que deseó proteger con más fuerza que nada mientras durase su existencia sobre la tierra.

El primero era su hermano, Octavius, su ídolo, mentor, padre en ocasiones y maestro en otras, quien lo había criado hasta aquel fatídico día en que el destino decidió que ya no era necesario que volviesen a verse los ojos por un buen tiempo. Nunca se perdonó el no haber estado ahí para socorrerle, para ayudarle frente a los germanos, y traerlo a casa como correspondía a los planes originales. En su minuto no sólo sintió que el había fallado a su hermano, sino que también a Roma. Según todos los cálculos su hermano mayor sería el Emperador más grande de todos los tiempos, y su deber como hermano menor era procurar que eso así sucediese. No obstante, la historia había sido muy diferente y a la hora de buscar responsables, siempre se culpó él mismo, más que a nadie.

El que ahora se hacía llamar Emperador continuaba hablando, recriminando y acusando, a la vez que justificando sus acciones. Por otro lado, los ojos de Vergilius continuaban fijos en el rostro de Sophia, totalmente inmóvil sin poder recuperarse de la impresión de verla con su espada tratando de protegerse por su propia cuenta, a ella y a su hermano menor. El hecho de que el mismo rubio se atravesase así mismo con la afilada hoja metálica que le pertenecía, correspondía a un hecho que sólo decoraba más la escena en la que no encontraba su lugar.

¿Si no podía defenderla a ella, entonces qué podía hacer? Justamente Sophia era la otra persona a la que había jurado proteger, por sobre todo y todos, dispuesto a no soportar de nuevo una perdida tan grande como la de Octavius. Eso en un comienzo porque a medida que pasaba el tiempo dicha mujer, la única que se había acercado a él cuando estaba totalmente solo, había terminado por convertirse en la persona más importante en su vida. Vivía por ella, para protegerla y no traicionarla jamás. E irónicamente, el momento de más peligro en la vida de ésta última, había sido culpa de Vergilius – o al menos, en teoría – momento del cual, a pesar de haber creído que se había recuperado después de la larga charla en su habitación, podía percatarse que sus creencias no eran validas después de todo. Todavía no confiaba en él, y en un momento de miedo, lo quería tan lejos como a quien la acusaba y atacaba, en este caso Solomon.

También la perdí…

De pronto y sin previo aviso, Sophia caía al suelo de forma extraña después de las últimas palabras de Solomon, mientras le suplicaba que dejase de actuar de una manera tan revolucionada y poco acertada, tanto para él como para la familia. Entre lágrimas y suplicas, su cuerpo tocaba suavemente el pasto que amortiguaba su caída.

¡¡¡ Sophia !!!

No pudo evitar que cayera del todo, pero si alcanzó a evitar que su cabeza se dañase contra la hierba que crecía en el prado de la villa Vallis Mellitas. No tuvo necesidad de siquiera pensar en lo que hacía, puesto que simplemente su cuerpo actúo al verla descender abruptamente sin motivo alguno. O al menos, técnicamente, puesto que después de pensarlo por algunos segundos, pudo recordar como los ojos de Solomon brillaron poco antes que los de ella se cerraran. En medio de la impresión no fue capaz de unir términos, pero eventualmente terminó por entenderlo. No se lo explicaba, pero algo le decía en su interior que su primo, el usurpador, era el culpable de que ahora ella estuviese en sus brazos sin poder despertar.

¡¡Sophia, despierta!!
– Le gritó con fuerza mientras le levantaba la cabeza y el torso para sostenerla con sus brazos. En ese minuto, no existía ni Solomon, ni Gelum, ni absolutamente nadie más en su mundo. Verla cerrar los ojos tan de pronto fue un momento tan intenso y aterrador, que lo hizo deshacerse de todo lo anterior y acudir lo más pronto posible en su ayuda.

Era cierto que en un primer minuto pensó que ya no podía ayudarla, puesto que evidentemente ella se había mostrado de forma indirecta en desacuerdo a la idea de ser protegida, tomando por sus propias manos las armas para la defensa. Y ahora gracias a ello, yacía inconciente mientras los gritos desesperados de su primo luchaban por cruzar esa inexplicable razón que la mantenían de forma perpetua en un sueño profundo, certero y del cual no parecía existir forma de hacerla despertar.

¿¿¡¡Qué demonios te ocurre!!?? ¡¡Respóndeme, Sophia!!

Sólo pensaba en hacerla reaccionar y nada más que ello. Podría haberse acabado el mundo en ese minuto, y no le habría importado para nada. En ese instante, toda su atención estaba puesta en tratar de hacer reaccionar a la mujer que había jurado proteger. Y que pretendía cuidar, aún si ella no estaba de acuerdo con eso.

¡¡ Por favor Sophia!! ¡¡Habla de una vez!!

Sabía que sus intentos eran cada vez más inútiles, pero no por ello planeaba desistir en su cometido. En sí, verla dormir siempre había sido un gusto para él y nunca jamás habría intentado despertarla de esa manera tan brusca e intensa, pero si ahora lo hacía, era única y exclusivamente porque entendía que no era normal que se hubiese desmayado de forma tan categórica, ni mucho menos que poseyese esa resistencia tan inquebrantable para poder despertar. No, no era normal y por supuesto, tampoco podía ser algo bueno.

¿Qué podría haber ocasionado ello? No lo sabía, pero el mal presagio crecía y crecía en su interior como el fuego al extenderse por los campos de trigo. Primero todo partía con una pequeña mecha, para después seguir avanzando a gran velocidad en forma de flamas motivadas por la potencia del viento, que en cuestión de segundos, formaban enormes llamas incandescentes lo suficientemente poderosas como para arrasar con todo. Incluyendo al culpable de haber liberado dicha mecha… en este caso….

Solomon…

Y entonces fue que ocurrió. Una onda de viento salió emitida desde su posición y movió ligeramente el pasto en todas direcciones. Luego otra, y otra, a la vez que el suelo comenzaba a temblar suavemente bajo ellos, aunque también parecía ir aumentando en intensidad a medida que los segundos pasaban. Vergilius continuaba con Sophia en sus brazos, aunque ya no la llamaba y en vez de ello, había levantado su rostro para observar en dirección a su primo, directamente a sus llamativos ojos dorados. Ahora la mirada del hijo del difunto Emperador no era la misma que se debatía entre la ira y la indiferencia, sino que se mostraba como una más indiferente, pero llena de odio, un sentimiento profundo y concentrado, dándole a entender que comprendía que por su culpa ahora ella no despertaba. Una acción que no estaba dispuesto a tolerar…

Tú….

El ambiente cada vez se agitaba más. Muchas cosas pasaban por la cabeza de Vergilius en ese minuto, pero una en especial era la que predominaba, y justamente, desataba la ira que existía en su interior para con el rubio: Proteger a Sophia. No estaba dispuesto a seguir permitiendo que le hiciera ese daño, y aquello provocaba que su auto control se perdiera para dar paso a la parte más oscura y oculta del líder de las tropas romanas.

Pequeñas descargas eléctricas color púrpura hicieron aparición en su cuerpo, rodeándole en cuestión de minutos a la vez que su mirada estaba ya devuelta en el rostro de Sophia. Su rostro ahora poseía una tonalidad más oscura y pálida, y sus cabellos se movían a merced de la energía que liberaba su cuerpo de un lado hacia otro. La furia parecía estarlo consumiendo, cegándose por completo al odio y la rabia que en ese instante sentía para con Solomon. Muchas eran las causantes de ello, desde sus acusaciones hasta su ascensión como usurpador, pero lo que había hecho que en ese minuto Vergilius traspase la línea de la calma, era ver tan mal y dañada a su prima.

Ya no era consciente de lo que hacía, dejando que su cuerpo fuera desatando cada vez más el terrible poder escondido que poseía el heredero legítimo al trono de Emperador. Sólo su cuerpo estaba ahí en ese minuto, pero ya su mente tenía un particular encuentro con su invitado indeseado, en lo más profundo de su mente…

Sólo tienes que permitirme ayudarte… y juntos podremos conseguir lo que quieres… han dañado a tu amada princesa… ¿No?... ese sujeto es más peligroso de lo que piensas, Vergilius, y sabes que fue él… solo no podrás hacer nada… me necesitas…

Estaba Vergilius sentado en el piso de un lugar completamente oscuro, apenas iluminado por una luz púrpura bastante tétrica. Aquella imagen era la representación de su interior en ese momento, totalmente devastado y desolado, no sólo por todo lo acontecido en Roma y con sus padres, sino que principalmente para con Sophia. Sentía que no poseía fuerzas para continuar, no si no estaba ella. La misma sensación que sintió en su minuto al enterarse de lo de Octavius, pero mucho más intensa y dolorosa. No era fácil soportar la idea que lo último que había visto de ella, era que mostraba miedo para con él.

Apoyado en una muralla, sonriente y siendo prácticamente idéntico a él, estaba Hades, el dios del Inframundo y aquel que había atacado a Sophia en las montañas. Lo miraba directamente en el rostro, a la espera de que el humano tomase una decisión.

Puedo darte todo el poder que necesitas para confrontar a Solomon, pero sólo si tu me lo permites. – Dijo separándose de la muralla y acercándose al desdichado guerrero romano, posándose cerca de él y ofreciéndole tomar su mano. – Insultó a tu familia… a tu país… usurpó el trono… te insultó a ti… y la insultó y dañó a ella… ¿Vas a permitirle salirse con la suya?.


En el mundo real el caos poco a poco iba desatándose, con un Vergilius que en ningún minuto se despegaba de su prima, y mantenía la cabeza agachada mientras el suelo temblaba y los rayos de energía eléctrica saltaban desde su cuerpo en diversas direcciones. El viento en cualquier minuto se volvía loco, como si esperase una señal para resoplar más fuerte que nunca.

Podemos despertarla… juntos podemos hacer cualquier cosa, Vergilius… toma mi mano, es la única forma de enfrentar a Solomon y salvarla…

Vergilius levantó la cabeza y lo miró, y acto seguido, extendió su brazo totalmente desganado. Sin el apoyo de Sophia no tenía las fuerzas suficientes como para oponerse a la tentación del Dios del Inframundo, y si a ello se le sumaba su deseo de salvarla, y de conseguir venganza…

Eso es… tómala… hazlo por Roma… y por ella….

Sólo centímetros los separaban, sólo escasos centímetros separaban un nuevo despertar de Hades en la nueva época, la del glorioso Imperio romano.

No… - Pero justo antes de tocar a Hades, Vergilius se puso de pie y retiró su mano.


Posó sus manos en el torso y por debajo de las piernas de Sophia, levantándola del piso y al instante, se puso de pie mientras sus cabellos ocultaban sus ojos. De pronto todo el caos había parado, y con ello, todo volvía a ser tan normal como siempre. El silencio era lo que más predominaba en ese minuto, en el que el hijo del Emperador yacía de pie observando a la mujer que amaba inconsciente en sus brazos.

No tienes idea de lo que es amar a Roma, Solomon… eres un estúpido. – Le dijo con una voz indiferente y decidida, levantando el rostro para verle directamente a los ojos.

Ya no le miraba con odio, ni tampoco con ira, sino que simplemente con una frialdad y calma tremendas, demostrándole que no estaba de acuerdo con lo que hacía, y a su vez, no le tenía miedo alguno, por muy emperador autoritario y divino que se mostrase. Había estado a punto de caer ante sus más oscuros deseos, pero fue entonces cuando el recuerdo de Sophia provocó que declinara la oferta de Hades. Ya casi la había asesinado una vez al ser sometido por el oscuro Dios que yacía en lo más profundo de su mente, no volvería a ponerla en riesgo dejándolo libre para hacer lo que quisiese. Sabía que Sophia no lo necesitaba, era lo suficientemente fuerte como para despertar por su propia cuenta. Y mientras ello ocurriera, él la protegería así le costase la vida.

Dices que somos traidores y no representamos nada de lo que Roma necesita. – Continuó con la voz y el porte de Vergilius el general, aquel que nunca se dejaba someter por nadie, puesto representaba al estandarte de Roma en cada una de sus conquistas; aquel que había sido bendecido por sus ancestros y finalmente aceptado por su padre, aún cuando no era su hijo de sangre; aquel entrenado por el mejor guerrero de la historia romana, como lo era su hermano Octavius; y aquel, que había sido capaz de apartar a sus seres amados a cambio de continuar con el sueño romano.

¿Esto es lo que Roma necesita, Solomon? – Preguntó de forma autoritaria e indiferente, haciendo alusión a toda la escena vivida. – ¿Roma necesita que los hombres olviden la importancia de la familia, cegados por el poder, y la ataquen sin vacilo ni remordimiento alguno?

Sabía que no era necesario que se lo explicase. En Roma los ancestros y la familia eran lo más importante para cualquiera, y justamente por ello jamás había intentado matar a Fye, por mucho que lo despreciara. En el fondo sólo hacía, con un concepto equivocado por supuesto, lo que cualquier romano con dos dedos de frente pretendían en el resto de las casas: Proteger a su familia. Estaban las pequeñas y pobres; las medianas y que intentaban surgir; las aristócratas y poderosas adineradas; y finalmente, la familia real del Emperador.

¿Sabes qué me dijo mi padre, el último Emperador, hace mucho tiempo?...

Todo aquel que desee y privilegie el poder por sobre lo demás, nunca debería de llegar a poder obtenerlo.

Bajó su rostro y observó con cariño el de Sophia, durmiendo como si nada malo sucediese. Le hubiese gustado pensar que estaba en paz, descansando de todos los malos eventos a los que se había visto envuelta sin siquiera merecerlo. Vergilius sabía muy bien que la persona con más empatía por los demás, era precisamente ella. Sólo le bastaba mirarle a los ojos para comprender todo el sufrimiento que se iba acumulando en su interior, y aunque intentase ocultarlo, sabía que aquello la destruía por dentro. En parte se sentía responsable por ello, primero por causarle tantos líos y sufrimiento a su amada prima, y en segunda forma, por no cuidarla ni evitarle el tener que presenciar tantas cosas malas.

Tsk… - Hizo una mueca de rabia, sabiéndose un inútil incapaz de ayudarla a ser feliz y vivir en paz. Aunque no se rendiría, puesto que seguiría intentando cuidarla, estando con ella, comprendiendo que jamás iba a cambiarle esa forma de ser bondadosa y preocupada más por los demás, que por ella misma.

Esta mujer que tengo en mis brazos, Solomon, no te odia ni mucho menos te desprecia. Al contrario… te ama, al igual que ama a sus hermanos, sus amigos, a los desconocidos… ¿No lo ves? Tú eras quien estaba siendo atravesado por mi espada, pero quien sentía el dolor era ella…

Hizo un silencio mientras levantaba una vez más el rostro, volviendo a la indiferencia y seriedad con la que trataba al resto de los mortales, más cuando se comportaba como el general supremo.

Nunca levantó mi espada para dañarte…- Sentenció con categoría. - Lo hizo para proteger a sus seres queridos. – Se volteó ligeramente para observar a Gelum de reojo, para después volver su vista a su primo. – Abusar del miedo de una mujer inocente que teme perder a su hermano a manos de otro de los suyos, forzándola a desenfundar un arma cuando como bien has dicho, jamás ha matado a nadie… es despreciable.

Lo miró fijamente, sin miedo y con total decisión. Desconocía que cosas podría esconder el supuesto Emperador, pero no lo reconocía como tal y por lo tanto, no tenía problemas en verlo frente a frente.

Un emperador es más que un traje, un puesto y un nombramiento por un grupo de viejos que jamás han visto más allá de los pilares del Senado. De verdad… ¿Nos culpas? Hasta los esclavos saben que la decadencia del Imperio tiene su cuna en los senadores… Diva, Máximo… ¿Hiciste algo por detenerlos, Solomon? ¡¡¿Defendiste a Roma en el Senado, o dejaste que la corrupción inundara las calles??!!

La respuesta era obvia, y justamente era ello lo que parecía haber alterado un poco a Vergilius, aunque no perdió los estribos ni el temple. Podían acusarlo de muchas cosas, pero él siempre había servido como una herramienta a todos y cada uno de los altos mandos de Roma, aún cuando no simpatizaba con la política. Había partido hacia el norte buscando ampliar el sueño romano, habiendo visto caer a sus hermanos uno por uno, separado de todo lo que amaba, y sin poder regresar ni saber si volvería a tener familia y seres queridos una vez que regresase, sin quejas, confiando en el criterio de los hombres que no tenían el valor para desenfundar un arma y luchar por Roma fuera de sus murallas.

Una matanza… un incendio… una masacre en mi hogar… ¿Cuántas personas murieron? ¿Cien?¿Mil? Yo he visto morir decenas de miles… Solomon. Miles de soldados, alejados de todo lo que amaban, luchando por proteger a Roma de las amenazas extranjeras, permitiendo que hombres como tú vivieran sus lujos día tras día, sin el miedo de ver entrar por sus puertas a los bárbaros.

Desde que tenía memoria luchaba por proteger a cada uno de los romanos en el Imperio, incluso a pesar de que sólo una persona de entre todos ellos, se preocupaba realmente por él. Y aún sabiendo aquello, no le importaba distanciarse de la mujer que amaba si con ello, podía permitir que su amada nación prosperase y en un futuro, el sueño del águila dorada se completase en su totalidad.

Tu deber era defender a Roma del Senado, pero no lo hiciste. Nunca podrás ser el águila dorada, porque no comprendes el principal deber de un Emperador…

Miró a Sophia y se preguntaba cómo podía ser posible que ella, siendo una inocente muchacha, comprendiera mejor que nadie cuál era el ideal de un supremo gobernador. Pensó que ni siquiera él era digno de dicho puesto, y por eso jamás lo había querido. No deseaba gobernar, no le importaba el poder ni los lujos. Sólo deseaba proteger a Sophia, y en menor medida, a todos los romanos.

Mientras estés dispuesto a dañar todo lo que se cruce en tu camino, jamás serás digno de ser el Emperador, no importan tu traje y tus lujos. Un césar nunca atacaría a una mujer indefensa que posea su misma sangre… nunca.

El viento sopló con fuerza en ese minuto. Vergilius no tenía problemas en increparlo, y decirle porqué no lo consideraba un líder legítimo. A sus ojos, era un hombre totalmente cegado por el deseo de poder, que era incapaz de ver más allá de sus convicciones.

No permitiré que sigas desquitándote ni que dañes a Sophia, Solomon. Si quieres buscar un culpable para liberar tu frustración, soy yo a quien quieres. ¿Deseas el trono? Soy el heredero natural y por testamento… tómame prisionero, destiérrame si quieres… incluso puedes matarme… pero a ella no le harás nada.

Su voz estaba decidida y luego de mirar a Sophia durmiendo, se quedó firme mientras esperaba la respuesta de Solomon. Sabía que arriesgaba muchas cosas, pero su primera prioridad siempre iba a ser cuidar de Sophia y apartarla de todos los problemas. Ella quería ir en busca de su hermano, reconstruir su familia, etc… No tenía nada que ver en una disputa por el poder, un poder que le correspondía a él, aunque no lo quisiese. Tal vez no saldría bien parado de ello, pero no iba a retractarse de su decisión.

Como bien había dicho, estaba dispuesto a morir si era necesario. No le temía a Solomon, pero sí temía que ella continuase sufriendo.

Por favor... despierta... - Pensaba dentro de su corazón, que en ningún minuto había dejado de desear que ella abriera sus ojos de nuevo.


Última edición por Vergilius el Dom Nov 13, 2011 10:54 pm, editado 2 veces
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Mensaje por Dados Dom Nov 13, 2011 2:30 am

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Mensaje por Octavius Dom Nov 13, 2011 11:06 pm

Si las órdenes y las indicaciones para los soldados no estaban equivocadas el recién nombrado Emperador Romano, Solomon Juliai, se encontraba por la zona de las villas realizando redadas, ensimismado en la búsqueda de sus enemigos de descendencia divina lo que ciertamente era una locura a los ojos de los ciudadanos mas comunes de la ciudad, eso ni hablar de lo que pensaban todos los legionarios que lo habían oído hablar…pero si de algo estaban seguros, era que su oratoria era indiscutiblemente bella y llamativa. Con tan solo pedirlo los engatusaba para que cumplieran con sus caprichos delirantes, todo acompañado de un imperdible tono dorado que lo rodeaba cada vez que solía dirigirse a sus subordinados.

Y ahora esos mismos hombres lo buscaban para darle una noticia que de seguro no le haría demasiada gracia, más conociendo su reciente desconocimiento de todos aquellos pertenecientes a la familia real.

Siguiendo la ruta del imperator y el testimonio de algunos testigos en el camino, los sujetos cabalgaron hasta la entrada de la Villa Vallis Mellitus en donde supuestamente se encontraba aquel que había combatido con los dioses…

Lo más peculiar de esa “redada” era que al entrar, no solo fueron directamente a una zona que casi hasta quedaba vetada para los “comunes” sino que podían sentir en sus cuerpos la cercanía del ex-senador. Y si así era, probablemente el sentimiento sería ambivalente en cuanto Solomon los viera directamente. Finalmente, tres centuriones se acercaron a una escena que se hacía tensa, privada e incorrecta pero poco les importó, su única motivación en ese instante era obedecer las órdenes dadas y comunicarle a su señor lo último que se había sucedido en la capital.

César. Dijo el más alto del trío avanzando con dificultad, como si no fuera él mismo quien estuviera hablando con el rubio e ignorando a todos los demás, incluyendo por supuesto al comandante general Vergilius. Hemos venido para informarle que el primogénito del fallecido ex-Emperador, Octavius, se encuentra en palacio y ha solicitado una audiencia con usted lo antes posible. Dice que es un asunto de vida o muerte. Finalizó el sujeto, inclinándose y esperando la respuesta de su señor. Ya todo lo demás no quedaba bajo su jurisdicción. El mensaje había sido entregado.
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Mensaje por Solomon Lun Nov 14, 2011 10:54 am


Dialogo
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---------------------------------------

Sophia caía dejando irremediablemente su fina figura sobre la pareja hierba del jardín de muerte dejando que Solomon la viera caer con sus ojos perfectamente marcados, atentos a aquella hermosa ave cantora cuyas alas habían sido cortadas fulminantemente.

Así que eres humana. Sophia, entonces me ratifico... no mereciste nacer en este mundo.

Su rostro era de piedra, no parecía importarle lo que pasase con ella. A fin de cuentas dormir eternamente era lo mejor para alguien tan débil como ella. Pero alguien se interpuso, Vergilius una vez más se mostraba ante él como un espíritu rebelde, logrando evitar que la cabeza de Sophia cayera de golpe al suelo.

No debiste detenerle. Lo mejor sería que muriese con la caída - Lo decía sin remordimientos.

Pero ese hombrecillo se mostraba como un espíritu rebelde, alguien de naturaleza completamente diferente a la de él. No reaccionaba a sus palabras, sólo proseguía desesperadamente intentando despertar a su Sophia. Solomon les veía un tanto intrigado, sin poder comprender la clase de relación que guardaban. Pero no había tiempo que perder...al menos no para él.

Déjala!. Este mundo está hecho para los fuertes...personas cómo tú o especialmente Sophia no son merecedores de vivir. Es en vano intentar despertarle, jamás lo hará... - Sus ojos dejaban de ver a Sophia y pasaban a los de su primo.

Yacía decepcionado, a fin de cuentas la familia imperial había perdido aquel mítico orgullo...no se daban cuenta de que por sobretodo yacía Roma. Si Vergilius en serio deseaba cambiar algo obviamente debía dejar tan tibia actitud. Solomon pronto volvió a cerrar los ojos, preparándose para enviar a Vergilius al mismo mundo que a Sophia, quizás así ellos podrían obtener un final distinto al deparado al resto de su familia; era lo único que Solomon podía hacer. Un último acto piadoso para con los débiles.

No lo comprendes cierto?...pero hay necesidad que lo entiendas. Suficiente es conmigo.

Pero de pronto algo arremetió contra su cuerpo. Una fuerte corriente de viento que chocaba contra su piel como infinidad de alfileres. No le era necesario abrir los ojos para concluir la fuente de tan terrible energía.

Vergilius...

Lo tomaba con cierta tranquilidad, después de todo, era lo que buscaba. Pero...aquella energía carecía de violencia, así que no era Ares, carecía de la caótica característica de Anfitrite, era más bien como un escalofrió que recorría su cuerpo. Un poder totalmente distinto a lo conocido anteriormente.

Sin retroceder un milímetro Solomon cambiaba su rostro al de una naciente ira. Sus dedos se volvían garras, listas para partir el cuello del peligro poco antes de dirigir siquiera un atisbo asesino. Cosa que extrañamente no ocurrió, todo lo contrario, aquel poder desaparecía tan rápidamente que no dejaba huella siquiera de su existencia, sólo nostalgia a su paso, un sentimiento que para Solomon era difícil de precisar el porqué.

Así Vergilius demostraba tener un carácter superior al de la misma divinidad que obviamente había tratado de dominarle aprovechando su arranque de rabia. En verdad se parecía a Solomon, al menos en ese punto. No pudo evitar estrechar sus parpados cerrados al reconocer algo inesperado en el sujeto que poco antes había vitupemdiario a su gusto.

El emperador quedo mudo y ciego. Siendo él más un trozo de pared al cual las palabras del apasionado joven Vergilius rebotaban sin cesar.

Cállate infeliz. A fin de cuentas ya terminaste de demostrar que todos aquí llevan un dios a cuestas. Lydia, Samantha, Richard, tú, Fye...incluso Sophia y no me extrañaría que aquel mocoso Gelum o tu hermano también ostenten tal peste. Todos merecen la muerte. La familia no vale nada ante el significado de Roma como nación, ante su libertad.

Mi tío. Tu padre era un absoluto perdedor, obligado a servir a Diva desde hacía más de un década. Aquel está bien muerto Vergilius...es lo mínimo que se podía esperar por semejante pecado... - Su lengua áspera dejaba escapar finas gotas producto de su enojo.

Para él ya no había significado en cosas tales como el amor o la esperanza. Todo yacía perdido siendo lo único salvable Roma, eso era lo único que evitaba que su existencia perdiera significado. Las ráfagas se habían extinguido completamente, sin embargo, algo iba mal, muy mal...los ropajes de emperador se mecían rítmicamente a compas de las emociones de su dueño.

...Primero tu padre debía morir, luego yo...pero antes de eso...debo ajustar cuentas, no por mí...sino por nuestra nación. - Sus dientes chocaban incesantemente.

"Tu deber era defender a Roma del Senado, pero no lo hiciste. Nunca podrás ser el águila dorada, porque no comprendes el principal deber de un Emperador…"

...Matare a todos. - Sentenció sin ganas para luego abandonar todo rastro de sensibilidad, sencillamente sus gestos se volvían imperceptibles, cómo si su mente olvidase su naturaleza viviente.

Vergilius proseguía arremetiendo contra él más ya no recibía respuesta de aquel hombre. Ira, dolor, recriminación, melancolía...todo desapareció en un abrir y cerrar de ojos. Ahora sólo era una maquina incapaz de verle o entenderle, sólo seguía ordenes...las cuales provenían de lo poco que le quedaba de corazón.

Es mejor que muriese... - Soltó fríamente un comentario sobre Sophia.

Listo para morir. No. No existe necesidad de preguntarte. Igual ella jamás despertara, no mientras vea el terror de la realidad con esa débil mentalidad. No merece vivir en este mundo y no lo hará mientras viva.

Con extrañas palabras Solomon avanzo hacía aquel joven. No le reconocía más como su sangre, él era un objetivo eliminable, nada más.

César. - Se detuvo.

Hemos venido para informarle que el primogénito del fallecido ex-Emperador, Octavius, se encuentra en palacio y ha solicitado una audiencia con usted lo antes posible. Dice que es un asunto de vida o muerte.

¿Octavius?

Sus garras cayeron sin energía a ambos lados de su cuerpo, parecía una maquina, con el mismo gesto impávido y pulcro. El cuerpo de Vergilius yacía aun frente, podía percibir su agitada respiración mientras en el suelo se encontraba a sus pies.

Dejando de lado su intento homicida, como si nunca hubiera existida, da la vuelta y recoge su careta metálica reincorporándola a su cuerpo. Sus ropajes dejaban de mecerse mientras un suave rocío aparecía cayendo de las blancas nubes del cielo. Infinidad de gotas caían a su rostro deslizándose por sobre su piel hasta finalmente caer en los bordes de su mentón.

Vergilius...has visto a Octavius desde...no, siempre has estado al lado de Sophia. Logre oír de Gelum que Fye no yace aquí...por eso él y Sophia se dirigían a buscarle. - Un extraño pesar tomaba su cuerpo.

Sólo tienen pocos días para escapar de esta ciudad. Aprovéchalos como creas necesario Vergilius. Sin embargo te doy una advertencia. Deja dormir en paz a Sophia a menos que creas conveniente que ella sea testigo de tu muerte a mis manos.

Su cuerpo daba media vuelta rápidamente dejando paulatinamente el escenario teniendo en cuenta siempre que por más intentos que diesen ellos jamás lograrían despertarla. Sophia debía vivir en Morphia, aquello era el último acto de respeto que podría brindar a su antiguo "yo".

Tomare toda la culpa de esta situación. Merezco el tártaro y la condena eterna, no por las tonterías que acabas de decir sino por lo que estoy por hacer. Tu sangre y mi sangre es la misma suciedad. Debe ser eliminada para brindar un futuro a las nuevas generaciones.

Sin más desapareció con los soldados. Dirigiéndose a palacio no por la inusual convocatoria, sino por su extraño presagio. Latrivan no había aparecido en ningún instante, aun estando a poco de asesinar a Vergilius. Algo andaba mal.









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Mensaje por Vergilius Vie Nov 18, 2011 11:40 pm

La actitud de Solomon distaba mucho de ser la que se suponía debía tener. Era cierto que jamás había tratado demasiado con él, pero dicha agresividad mezclada con odio y tanto resentimiento – de formas bastante poco disimuladas, cabía decir – no eran comunes en ningún senador. Y si la reputación de Solomon era cierta, mucho menos tenía que ser normal en él actuar de esa forma. Siempre había escuchado que los senadores eran como hienas, dóciles y tranquilas pero que nunca dejaban de estar al acecho, expectantes a que llegase el momento de clavar sus garras y morder con sus fauces afiladas a las presas desamparadas. Lo había comprobado más veces de las que hubiese querido, aunque no se esperaba que su propio primo fuese de ese tipo de calaña. Por lo visto, la familia estaba más podrida y desunida de lo pensado por el hijo del difunto Emperador en un primer instante.

Tomarse el poder de esa manera era despreciable, insultar a su familia y a sus aliados romanos con tanta libertad era reprochable, pero lo que menos podía perdonar Vergilius, era el hecho que acusase y atacase de esa forma tan descarada y deshonesta a su prima Sophia. Eso simplemente para él, era imperdonable…

Lo miró de forma seria mientras lo escuchaba decir sus últimas palabras. No hacía falta que le contestara, puesto que con sus ojos le respondía a todas y cada una de sus oraciones con un simple “acepto”. Si lo que quería Solomon era enfrentarse al hermano menor de Octavius, en un primer instante éste lo habría rechazado rotundamente puesto que no consideraba digno combatir entre romanos de la misma sangre, salvo que fuese un asunto de causa mayor, o mejor dicho, algo que lo hiciese salir de sus cabales. Y justamente, no había nada más que encolerizara al heredero del trono, que alguien dañase al ser más importante en su vida.

Si quieres pelear… pelearemos, Solomon.


Su mente estaba totalmente alerta, aún cuando el autonombrado Emperador ya dirigía sus pasos lejos de donde se encontraba junto a los dueños del valle. Definitivamente no confiaba en ese sujeto, y para peor, luego de esa escena podía comprender que Roma ya no era un lugar seguro para estar en paz. No sólo porque la corrupción había llegado a límites donde la moralidad y la hermandad no valían nada para nadie, salvo unos pocos que todavía respetaban las antiguas tradiciones. Sino… porque cada vez las leyendas antiguas tomaban forma y amenazaban con destruir a cualquiera que estuviese a su paso. Esa extraña habilidad en la que Solomon se había basado para adormecer a su prima era el mejor ejemplo de ello. Y sin ir más lejos, él mismo en su interior albergaba una maldición tanto o más fuerte que todos los problemas juntos que podían aquejar en ese minuto a su amado país. ¿La razón? Se la preguntaba a cada instante, pero no era capaz de entender el porqué los dioses lo habían castigado de esa forma.

Sin embargo, existía una pregunta que lo aquejaba todavía más que lo anterior y no dejaba tranquila su conciencia, por mucho que se hubiese mostrado fuerte para no caer ante los desaires y las amenazas de Solomon. Sabía que debía ser fuerte, debía ser el mismo hombre de sangre fría y mirada indiferente que había guiado tantas veces a las tropas romanas a la batalla y posterior victoria. Pero…

¿Solomon tiene razón?... ¿Nunca despertarás?.


Sus ojos cambiaban rotundamente cuando los posaba sobre el rostro durmiente de su prima. Sabía que intentar hablarle era en vano, por alguna razón estaba creyendo en las palabras de Solomon. No quería hacerlo… pero esa forma de dormir simplemente no era normal, no podía ser normal que tuviese un sueño tan pesado de pronto. La conocía demasiado bien, y despertarla si bien en ocasiones podía costar, nunca antes se había demorado tanto en hacerle abrir sus ojos.

No, no podía rendirse en ese minuto en que el estrés por toda la situación lo aquejaba. Estaba justo ad portas de la batalla más importante de su vida, por lo que debía mantenerse implacable y no perder la fe en su prima, así como tampoco la había perdido en su momento en ninguno de sus soldados. Sabía que ella estaba luchando por abrir los ojos, que no se dejaría vencer por lo que sea que Solomon le hubiese hecho. Era cierto, poseía el alma más pura de todas, pero no por eso era débil. Si algo sabía Vergilius en su interior, es que detrás de la amabilidad y bondad de Sophia existía una mujer incluso más fuerte que él. A él lo consideraban el amado por los dioses, dada su capacidad de liderazgo y habilidades en batalla, igualables a su padre, ancestros y Octavius. Pero lo que nade sabía es que el pilar fundamental de que Vergilius fuese como era, no eran precisamente la bendición de los dioses, sino que simplemente era la fe que ella había tenido en él cuando nadie daba nada por su persona.

Aquello lo impulsó durante toda su vida para ser el hombre que ahora, con mirada triste y profunda, llena de preocupación, buscaba desesperadamente el choque con los orbes verde agua de su amada.

Gelum…
- Dijo volteándose a ver de reojo al hermano menor de la muchacha en sus brazos. – Roma no es seguro para ella… y en realidad, ningún lugar lo es….

Hizo una pausa y volvió a mirarle el rostro a Sophia. Estaba decidido de cual sería su labor de ahora en adelante. Dadas las circunstancias, era el único capaz de lograr cumplir con dicho cometido. Sentía que era su deber hacerlo, y más importante todavía, quería hacerlo y dar su vida si era necesario. Se volvió hacia delante y le dio la espalda al muchacho de cabellos celestes.

Yo mismo la llevaré hasta algún lugar seguro en Grecia, que es donde deseaba ir. Solomon está al acecho y no sé hasta dónde ha tomado el control de la situación… aunque intentase re agrupar mis tropas, no tengo tiempo para eso.
– Declaró mientras se agachaba y tomaba su espada, la cual enfundaba con cuidado para no soltar a su prima. Una vez estando listo, se paró de nuevo e inició su nuevo trayecto camino a la casa Juliai. Tomaría unas cuantas provisiones y partiría inmediatamente en su caballo, no tenía tiempo que perder.

No puedo dejarla sola mientras no despierte, y aún si despertara…es mi deber protegerla con mi vida.


No le dijo nada más y simplemente partió, ignorando si lo estaba escuchando o no. La verdad es que por el carácter de Vergilius, poco le importaba lo que pudieran decirle los demás, puesto que sólo escuchaba a Sophia. Si bien era cierto había jurado defender a todos los romanos, existía una sola persona a la cual amaba más allá de su juramento. Y precisamente era la única con la que podía ser de otra forma, distinto al clásico hijo del César indiferente y distante de todos.

Si me estás escuchando… por favor, despierta…

Sus susurros eran con un tono que, una vez tomada la distancia prudente de los dos sujetos en la tumba de la madre de Sophia, dejaba notar una melancolía y tristeza tremendas que iban más allá del dolor convencional. Infinitas eran las sensaciones que en ese minuto inundaban el corazón de Vergilius, que se sentía increíblemente impotente de no poder hacer nada más por la mujer que amaba. Deseaba ir tras Solomon y cortarle las manos, los pies, las orejas, la lengua y lo que hiciese falta para despertarla, pero sabía en su interior que ni él era capaz de ello. Tal vez nadie podía despertarla, y sólo podía depender de ella misma y su fuerza de voluntad.

No importa cuánto tiempo te tardes, no te abandonaré… por favor, despierta…

Una vez estando dentro de la casa, ignoró las preguntas de la poca servidumbre y simplemente ordenó un par de alimentos en una bolsa y una capucha para cubrirse, con un tono tan autoritario y terrible, que hacía imposible que le pusieran quejas. En alguna parte de su ser existía una cara de Vergilius que sólo salía a relucir cuando estaba jodido, y como no había nada más que pudiese provocarle ira que ver mal a Sophia, no era de extrañar que su indiferencia fuese tan contundente como poderosa. Su carácter podía llegar a ser realmente temible estando en ese estado, y eso pudieron comprobarlo las muchachas que servían a la familia Juliai.

Luego de prepararse bien se dispuso a encaminarse hacia la puerta central donde estaba su caballo, dejó a Sophia recostada entre sedas de algodón mientras acomodaba todo para la partida. No se tardó mucho, y ayudado por la obediencia del equino, se subió a su corcel de color negro mientras sus ojos estaban pegados al rostro de Sophia. La había posado con mucho cuidado entre sus brazos, tomando las riendas de forma de no pasarle a llevar pero tampoco dejarla sin sostenerla. Era su deber velar por ella mientras permaneciera en ese estado… y aún después de ello.

Te protegeré sin importar contra qué nos enfrentemos… no permitiré que nada te haga daño jamás… dame todo lo que no puedas soportar... porque de ahora en adelante, mi vida será tu escudo... y mi cuerpo será tu espada… te lo juro…

Por favor… despierta.


Partió sin esperar a nada ni a nadie. Era un largo trayecto hasta las antiguas tierras de la Grecia clásica. Quizás allí podría encontrar la forma de despertar a Sophia de su letargo… y sino, no tendría problemas en recorrer el mundo entero en búsqueda de la forma de que abriese los ojos. De pronto, se encontraba inmerso en la misión más importante de toda su vida.
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Mensaje por Gelum Sáb Nov 19, 2011 5:46 pm

Que.... Que esta pasando... Que, no es posible.... ¿porque?... Musitaba de poco en poco mientras veia como mi hermana habia colapsado y habia quedado tendida en el suelo. No era posible que Solomon le hubiese hecho algun tipo de daño. Esto era algo mas. Solo vi el cuerpo de ella ahi. No habia una respuesta de vida de parte de su cuerpo. Solo quedo estatica. Me arrodille para ver como estaba. Toque su cuello, habia muy poco pulsacion, pero aun estaba viva. Estaba corriendo un peligro ahi. Y aunque no estaba del todo de acuerdo en que vergilius estuviese ahi solo queria escapar con ella. El viaje se habia planeado para ello. Pero alguien se habia enterado. Pero solo habiamos tenido contacto con el propio vergilius y.... ¿Seria posible que aquella esclava hubiese dicho algo?, era imposible, solo eran simples coincidencias.

Solo mire como comenzaban a discutir aquellos dos, no les di mucha importancia. Me valia muy poco si es que ellos dos comenzaran a ver quien era mas fuerte en ese lugar. Solo que ahora, lo unico que me importaba era mi hermana.

Sophia despierta, vamos, no me espantes con esto... Dije mientras con mis manos trataba de moverla de poco en poco, con ello para tratar de reanimarla, o solo despertarla. No puede ser... Porque a ti... Dije mientras seguia tratando de que abriera sus ojos. Mire de un lado para otro, esta vez solomon era interrumpido por un soldado. Palabras claves que casi no entendia. Solo aparte la vista, mientras aun estaba con ella. Me levante, trate de vengarme de aquel tan odiado sujeto. Era por lo que me habia hecho a mi y ahora a mi hermana. No se lo iba a perdonar.

Voltee para solo ver que no estaba, habia desaparecido. De la nada. No habia dejado rastro alguno. Entonces solo escuche a Vergilius, tratando de explicarme que deberia sacar de ahi a mi hermana. Despues la tomo entre sus manos y se aparto de ahi.

De que me habian servido las promesas, si justo ahora no podia defenderla, debia ser mas fuerte, tendria que lograr superarme. No podia dejar que de nueva cuenta ella fuese atacada por nadie mas. Era mi fuerza y mi vida. Todo lo daria por ella. Pero en este instante estaba a salvo, o al menos eso pensaba. Vergilius se habia redimido conmigo, mientras estabamos ahi. Tome mi caballo y me marche, detras de el, pero esta vez dejaria en sus manos la vida de mi hermana.... Yo..... Yo .... solo tendria que.... apartarme.
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Mensaje por Edward Dom Nov 27, 2011 6:51 pm

Habian transcurrido muchas a las cuales yo no habia podido detener a tiempo, y cuando nos dimos cuenta, Sophia habia caido al suelo insconciente, en ese momento me di cuenta que debia volverme mas fuerte si queria protegerla, tuve miedo de perderla por mi incapacidad de hacer nada. Aquellos que estaban alli delante me superaban en mucho, y todo termino con Vergilius llevandose a Athena y Solomon aquel hombre tan peligroso retirandose al fin.

No podiamos hacer nada mas, todos se habian marchado y yo debia emprender un nuevo camino, siempre estaria preparado para el momento en que Sophia me necesitara, ahora que habia vuelto a encontrarla, solo tenia que esperar ese sentimiento que me dijera que saliera a su encuentro.

Sali solo de alli, lo mejor era ir a Grecia y prepararme alli para lo que pudiera suceder, solo de nuevo, quizas alli aun estuvieran mis compañeros que deje, como Seiren o Sylvanas, todos teniamos que estar muy preparados para lo que iba a suceder a partir de ahora
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Mensaje por Solomon Mar Dic 13, 2011 6:48 pm

El golpe seco de su pie derecho levantaba el polvo en forma de onda marina, en verdad su velocidad habría revazado con intereses al de un simple ser humano, ni siquiera los berserkers lograrian tal hazaña, siendo Solomon un ser excepcional aunque inconciente de su verdadero potencial. Dejaba su figura en plena soledad de la pradera, su careta se mantenia oscura en tanto apuntaba con aguda presición el frontis de la tumba de color blanco. El viento soplaba suavemente revoloteando su pajosa cabellera.

Algunos segundos de espera para luego avanzar. Calmo y silencioso. Un aura de tristeza y soledad rodeaba a aquel hijo de roma. Su tipico gesto apatico parecía expresar cierta congoja. Sus manos se adelantaban a sus pies, tratando de alcanzar su objetivo.

El arbol...

La aspereza de su corteza contrastaba con la suavidad del viento que parecía provenir de su cima. Era calor, pero no cualquiera, resultaba especial... El emperador no lo recordaba, aunque lo intentará, ya no recordaba el aroma de su verdadera madre. Quizas por eso su tristeza. Pero eso pertenecia al pasado, ahora era lo verdaderamente importante.

Athena.


Su corazonada desaparecia al pronunciarlo, se liberaba de un pequeño peso para cargar otro aun más grande. La mujer que había dejado dormir para su salvación ahora revelaba su pecado, uno que no dependia de ella aunque la marcaria para siempre. El emperador dio media vuelta para desaparecer de la escena.
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