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Mensaje por Sokaro Miér Ene 11, 2012 10:27 pm

Arco V ~ Atlantis
“Rider, Saber & Berserker”



Sigue la canción.

Esa era toda la indicación que tenía Sokaro de parte de Anfitrite, quien se encontraba en la cabina del enorme carruaje que ahora se encontraba dirigiendo. Los gigantescos hipocampos tan solo relinchaban y avanzaban al trote, con sus colas de pez agitándose ante el viento creado por el interludio dimensional de las Puertas de la Atlántida…

Las burbujas del túnel danzaban con la tonada y el agua abría un camino perfecto, casi inesperado tras unas pocas vueltas y giros inesperados. El eco del ambiente era además, impresionante.

Ya puedo ver la salida, ¡ja! Exclamó el General por sobre las melodiosas notas, hasta el momento en que la oscuridad apenas iluminada del portal se cortaba y el carruaje saltaba en pos de un camino húmedo, totalmente diferente a lo que existía sobre la tierra.

Corales actuaban a la de árboles, enormes pilares griegos actuaban como portales y a lo lejos, el mar era el cielo. Contrariamente a la hora por la que habían salido de Welheim, el sitio parecía estar al atardecer y la vista carmesí del océano por encima de ellos era simplemente preciosa. Hasta el mismo Sokaro debía admitir aquel punto.

La ruta por la cual seguían era descendente y más que eso, extraña. Ya Sokaro había visto corales antes, pero los que se mostraban en diversos lugares del camino eran de un azul metálico sobrenatural y unos que otros verdes, deformando la figura normal de ramitas para ser más que todo, cristales. El suelo rocoso era de un azul profundo y los acantilados que actuaban de callejones para el carruaje se acentuaban más y más, cercándolos y obligándolos a ir en una sola dirección.

Tras al menos una hora de recorrido el cielo se volvía de un anaranjado apagado y al frente surgía un edificio enorme: el Palacio de las Perlas cuyo umbral no eran más que enormes escaleras esperando por pies que lo recorrieran.

Dándole las órdenes a los caballitos marinos, Sokaro aparcó el carruaje a un costado de las escaleras, que subían más de doscientos metros hacia la entrada del lugar, sin dejar que la fachada fuera perceptible, al menos no desde ahí.

Dejando las riendas en su lugar y saltando con calma, el General chasqueó los dedos y con un solo impulso de cosmos abrió la puerta de la cabina, tras lo cual una escalerita dorada surgió, sirviendo para que Anfitrite bajara.

Había llegado el gran momento preparado durante semanas, la culminación de los planes de Anfitrite. Solo un recorrido más la separaba de su gran ascenso y ayudándola, estaría el General Marino de Lymnades.

¿Comenzamos, Reinita?
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Mensaje por Ambrose Miér Ene 11, 2012 11:11 pm

Canté durante todo el camino, haciendo que el mismo cántico guiara las riendas que con diestra manejaba Sokaro.

- Sigue la canción.... fueron mis palabras para asegurarle al General Lymnades el camino a Atlantis. Los hipocampos relinchaban con gracia, sus colas aleteaban en el aire como si se transportaran por el agua, el viaje resultó bastante cómodo a comparación a los que normalmente hacíamos al blandir mi cetro.

"Ya puedo ver la salida, ¡ja!" Fueron las palabras del General, tan sólo sonreí, todo estaba llegando a su final, todo había salido paso a paso simplemente perfecto... pronto culminaría todo nuestro viaje y podría... tenerlo.

La luz al otro lado de la puerta era intensa y brillante, no como la típica luz blanca ésta era medio azulada. El escenario completamente opuesto del que veníamos, el aire se respiraba a mar, a la costa, tanto la fauna como la flora eran extrañas comparadas con la encontrada en el mundo terrenal. El paraíso perdido, así lo llamaban los viejos dioses marinos, corales de azules intensos representando los árboles y arbustos, pilares deliciosamente esculpidos mostrando lo ostentoso que fue aquel pueblo, el cielo sin nubes ni sol, el mar, las aguas adornando el techo y serpenteándose la belleza de las luces que se reflejaban en sus aguas.

Sokaro siguió el camino dejando que los caballitos de mar se guiaran en parte por su propio instinto, no tardamos mucho en llegar a nuestro destino, un edificio imponente cuyo umbral eran infinitos escalones que invitaban a ser caminados, cierto aire de nostalgía me embargó, Kaia y Ameri parecían bastante ensimismadas con las cosas que veían, parecían estar de visita en el zoológico, dejé de mirarlas y esperé a que Sokaro nos indicara que podíamos descender. El carruaje se dispuso a un costado de las escaleras, permanecí callada, era mi hogar... pero me resultaba por momentos repulsivo estar ahí. El General no se hizo esperar, el chasquido de unos dedos, el abrirse la puertecilla del carruaje y desplegarse la pequeña escalinata para el descenso del mismo, fue la indicación más que obvia de que podíamos hacerlo sin problemas. Esperé que las dos mocosas bajaran, continué sentada, suspiré profundo quizás tomando ese "impulso" extra que necesitaba para poder continuar, salí, descendí las escaleras y finalmente mis pies tocaron suelo Atlante. Sokaro sin demora esbozó: "¿Comenzamos, Reinita?" Con el rostro inexpresivo y con tono de voz duro y profundo proferí: - Adelante... a eso hemos venido. Elevando mi cosmos y descapotándose de inmediato el carruaje, el sonido de las cadenas no se hizo esperar, cadenas que salían de mi espalda uniéndose al sarcófago de manera disimulada y dependiendo de la refracción de la luz se podían notar, el féretro envuelto en aquella tela multicolor levitaba, moviéndose armónicamente de arriba a abajo en lo alto del inexistente techo del carruaje, la mortaja lentamente cayó dejando al descubierto las insignias y grabados del sarcófago, las manos en formas de cadenas que por momentos tomaban figuras de serpientes se movían repulsivamente, un hermoso leviatán azul turquesa en relieve en todo en centro del ataúd se movía ascendiendo lo que por un supuesto parecía el cielo, sus escamas eran azules cercadas de pequeños puntos rojos que no eran más que rubíes, el gran animal brilló desapareciendo por completo del esculpido de la tapa del féretro, una a una, pieza a pieza fue cubriendo mi cuerpo la kamei de Anfitrite que me identificaba como deidad, soberana y Emperatriz de los Mares y Oceános.

"Cargando a cuestas" el sarcófago inicié mi marcha, subiendo uno a uno los escalones que me llevaban al Palacio de las Perlas, escalones que me llevarían a mi propio templo.

Sin mirar atrás, mi propia actitud y mi propia energía les indicaba tanto a Sokaro como a las dos niñas que debían seguirme o simplemente... atenerse a las consecuencias.
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Mensaje por Sokaro Jue Ene 12, 2012 12:44 am


Vamos entonces. Dijo Sokaro con calma siguiendo de cerca de Anfitrite, posándose a su derecha y manteniendo su mano izquierda fijada en la enorme funda que mantenía a una reforjada Madness cubierta a la perfección.

Era un desfile raro, ni más ni menos. Primero estaba la soberana de los mares, quien subía las escaleras con sus Escamas Divinas adornando su menuda figura, luego estaba el General con su traje y anteojos negros, finalmente y cerrando la comitiva iban las dos “hijastras” de Anfitrite: Kaia y Ameri quienes de a saltitos se colaban de uno a otro escalón.

Y vaya escalera que tenían por delante. La subida de la cuesta era brutal y los dos acantilados que la cercaban no hacían más que aumentar esa noción…pero la decisión que se mostraba en el rostro de Anfitrite y la manera en que el sarcófago iba siendo “arrastrado” demostraban que nada ni nadie la iban a parar en ese momento.

Tras unos diez minutos más o menos de ascenso, finalmente llegaron al portón principal: una simple fachada de templo griego, con columnas a los lados y un largo pasillo que se perdía en la oscuridad reinante al fondo del recinto. Sin perder el tiempo en formalidades, la diosa tan solo siguió su camino pisando con fuerza, dejando que sus tacones golpearan contra el inmaculado suelo azulado reflectante del Gran Templo de las Perlas.

Un metro, dos metros, diez metros, veinte metros e incluso, cien metros caminaron sin ser interrumpidos ni una sola vez. Comparado a los peligros que habían vivido en la Isla Primigenia eso no resultaba ser más que un simple paseo…uno demasiado, demasiado calmo.

Hasta que la caminata se vio interrumpida por algo más…sólido. Una puerta, una simple puerta negra con el símbolo de Anfitrite en relieve azul que se elevaba hasta unos cinco metros por sobre sus miradas, con su marco perdiéndose ligeramente contra la oscuridad del techo. Si había una forma de abrir aquel acceso, Anfitrite debía tener la respuesta.

Bien, supongo que te toca usar tus cadenas…o sacar alitas. Adelante Anfitrite, aquí ya no podemos hacer más nada que esperar ¿o sí? Dijo el General de Lymnades con sorna, posando ambas manos sobre su cintura para quedarse a la espera de que su jefa se encargara de abrir la puerta. Lo que le había intrigado era el contenido de la recamara o sala que viniera después. Aparte del hecho de que tenían que recuperar “algo”, no estaba completamente enterado del porque exacto se habían desviado tanto de los planes originales, pero no importaba. Después de tanta improvisación e intercambios de palabras con la pelinegra, se había acostumbrado.
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Mensaje por Ambrose Jue Ene 12, 2012 1:02 pm

El sonido de mis pisadas de escuchaba con fuerza, un golpe seco pero firme, cada escalón resonaba a medida que subíamos y nos acercábamos al gran portón del templo.

Nada había cambiado, una arquitectura insípida sin ser nada llamativa, con cierto repudio en mi rostro miré sus formas y componentes, Ameri parecía que estaba en un parque de diversiones y Kaia, era Kaia. Me giré para mirarlas a ambas, con la dureza reflejada en mis ojos les dije: - Será mejor que Uds. dos esperen aquí... pueden irse a donde quieran, a fin de cuentas si las quiero encontrar las hallo. Sin esperar respuesta me giré e ingresé finalmente al templo. Atravesé junto con Sokaro el gran pasillo, la soledad era la única custodia de aquellos corredores donde el silencio se había vuelto... perpetuo.

Miré de reojo a mi acompañante aún su tendencia no era a mostrar ni expresar nada, pero se "notaba" que esperaba algo, quizás lo de la Isla Primigenia lo había afectado a tal punto que asumía que allí resultaría de igual modo. Caminando a paso lento pero firme y con la misma firmeza que mostraban mis pisadas dije: - Como has notado esto está desolado... hice una pausa al notar algo a lo lejos, retomando dije: - ....estamos a punto de llegar.... Y efectivamente unos cuantos metros más fueron necesarios para llegar ante la gran puerta negra, con el sello de Anfitrite el mismo que correspondía a la marca de Nereo en lo alto indicando que era el lugar santo de la Diosa. No presté mucha atención al estado de aquella puerta, tan solo necesitábamos cruzar y llegar al altar que se encontraba tras esa puerta. Sokaro no tardó en interrumpir y quebrar aquel silencio mortuorio en el que estábamos inmersos y mostrando en sus palabras su peculiar sentido del humor esbozó: "Bien, supongo que te toca usar tus cadenas…o sacar alitas. Adelante Anfitrite, aquí ya no podemos hacer más nada que esperar ¿o sí?" Dibujé una forzada sonrisa que parecía más una mueca, volviendo mi mirada a la gran puerta, levanté mi mano y toqué la madera negra inmediatamente vibró al contacto, había sobre ella una serie de agujeros que se conectaban, de una puerta a la otra, atravesándolas por completo desde el suelo hasta el techo dando la imagen de parecer túneles interconectados entre sí, sonreí al verlos, me agaché con la mano abierta, con la palma de la mano bien extendida sobre la puerta una cadena que se desplegaba de mi mano, atravesando todos y cada uno de aquellos canales, a cada paso la puerta brillaba entre amarillos, rojos y naranjas, ascendiendo hasta finalmente llegar al bordillo del marco casi tocando el techo. Las conexiones resplandecieron, se escuchó un sutil rugido como de Leviatán, luego un "clack" para finalmente y con suma imponencia la puerta negra se fue abriendo de par en par dejando ver una hermosa luz azulada que venía de la sala que con tanto ahínco resguardaba. Reincorporándome y dando un par de pasos hacia atrás esperé maravillada que las puertas se abrieran por completo, con un brillo intenso en mis ojos y sonriendo de placer mostrando un poco mis dientes. Había llegado el momento, el tan anhelado momento de recuperar lo que era mio.

Con las puertas de par en par, con el brillo azulado invitándonos al ingreso de la sala, con el júbilo en mis ojos inicie la marcha, con paso decidido y con voz imponente le dije a Sokaro: - Vamos... estamos a un paso del gran final... Atravesando por completo la entrada y perdiéndome en medio del resplandor.
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Mensaje por Sokaro Jue Ene 12, 2012 1:21 pm


Cadenas, cadenas y más cadenas aún. Era curioso que la mayoría de las acciones de Anfitrite se definieran a través de semejantes cosas, incluso después de la “aventura” en la Isla Primigenia. Pero no importaba ya que al menos esos eslabones interconectados cumplían su función sin intentar estrangularlos.

Tras una serie de destellos, susurros y chasquidos secos, la puerta se abría cegándolos momentáneamente con una luz azulada. Declarando que ya estaban por llegar al final, Anfitrite avanzó, siendo seguida de cerca por el General Marino quien no pudo sino levantar ambas cejas y pensar (de nuevo) que Anfitrite tenía estilo.

La habitación a la que habían entrado era, en términos simples, gigantesca. Sokaro le daba por lo menos cien metros de diámetro, dado que contrario al pasillo por el que habían accedido é y Anfitrite aquel sitio era circular, un abismo circular. Avanzando a través de un pequeño piso cristalino de dos metros de ancho, lo único que los separaban de una caída indeterminada, Lymnades pensó que se encontraban dentro de un cilindro gigantesco por sobre cuyas paredes corría una corriente de agua hacia la infinidad negra que había más abajo.

Pero eso no era lo más llamativo de la habitación: siguiendo hasta el centro mismo de la sala unas escaleras en espiral ascendían en curvas anchísimas para terminar en una plataforma también circular sobre la cual se podía ver una forma alargada y un tanto curva. No fue sino hasta que ambos hubieron llegado a ese punto que Sokaro notó lo que era: la misma espada que solía invocar por momentos su jefa, pero al contrario de la que había visto, esa era más brillante y por momentos, parecía palpitar.

Pasamos tanto para…¿eso? ¿No tienes una ya? Preguntó el General rompiendo el susurro que causaba la caída del agua en las lejanas paredes, justo en el instante en que Anfitrite golpeaba con su tridente la plataforma y dejaba caer el enorme sarcófago detrás de su persona. El aberrante objeto, que ya era bastante conocido por el Marino se había quedado parado de forma vertical, palpitando al mismo ritmo que la espada ubicada a tan solo unos pasos de la divinidad marina. Por lo visto, lo que fuera que iba a hacer Anfitrite, comenzaba.
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Mensaje por Ambrose Jue Ene 12, 2012 2:37 pm


La sala de Caladbolg, la sala de la osadía permanecía intacta, ni el paso del tiempo ni el abandono pudieron perjudicar en lo más mínimo la estructura y demás enseres que se encontraban allí. El gran pasillo de cristal que por momentos parecía rosáceo y por otros un azul violeta nos daba la bienvenida, mis pisadas se hacían más firmes pero sin llegar a resquebrajar el hermoso cristal que se extendía desde la entrada hasta el centro, solo el pasillo lo demás vacío un abismo, una sala perfecta para lo única finalidad, guardar y proteger lo que era, es y será siempre mio: Caladbolg.

Sokaro se mostró un tanto inquieto en el momento en que golpeé el suelo cristalino con mi tridente, el cual dejé clavado en el cristal, sin demoras habló inmediatamente: "Pasamos tanto para…¿eso? ¿No tienes una ya?" Por unos instantes lo ignoré, no escuchaba la caída del agua, no me tomé la molestia de mirar más allá de lo que en realidad me importaba que no era más que recuperarla.

Avancé siempre sintiendo a Sokaro a mi lado, mi cosmos ardió como nunca antes lo había hecho, en ese momento el sarcófago entró en resonancia con mi energía, con mi arma y cayó al suelo poniéndose en posición vertical, las serpientes-cadenas que eran las amarras que contenían comenzaron a tensarse, el féretro palpitaba a medida que más me acercaba al lugar donde levitaba Caladbolg. Las cadenas del sarcófago rechinaban parecían estar a punto de romperse, los relieves se movían lentamente, sabían que el momento se acercaba, el momento había llegado.

Caminé un poco más acercándome al centro mismo de la sala, la espada brilló dejándose embargar, corromper por la intensidad y brillo de mi cosmos, con un pie en la escalinata alta y el otro en la siguiente de manera descendente, extendí mi mano, la tomé con fuerza, sentí un corrientazo que me atravesó todo el brazo extendiéndose por todo mi cuerpo, la agité y una ráfaga de viento se desprendió para chocar con la pared de la entrada. Llevé mi vista a Sokaro mientras descendía las escalinatas, las cadenas se friccionaban más, el metal contra la piedra, caminando en dirección al sarcófago mientras por fin le respondía ante la intervención pasada hecha por el General: - ¿Cuántas veces viste materializada esta arma? .... las que viste no fueron más que una versión corrupta, una repugnante proyección de la que por siglos, eras ha sido mi verdadera arma... ésta!!! Agitándola una vez más, haciendo que está vez la pared mostrara signos del daño hecho.

El sarcófago se mostraba inquieto, las cadenas no aguantaron más y se reventaron, también había algo importante sonreí al tomar la vaina de mi espada, las alas de la parca se abrieron, los relieves se revolcaron al momento en que extendí mi mano y entregaba la funda de Caladbolg, sus alas la arroparon llevándosela consigo e internándola dentro del sarcófago.

Se escuchó un grito, no un grito humano, un animal, una bestia había sido herida o asesinada, las cadenas que aún podían contener el féretro cayeron como moscas a ambos lados de él, lentamente la puerta del ataúd se fue abriendo, las alas de la parca caían al piso desmoronándose como arena, un aire fúnebre se desplegó alrededor del sarcófago, una niebla negra y densa, se podía escuchar un cántico profundo y exquisitamente delicioso, la luz comenzó a titilar a medida que la puerta del ataúd se abría dando paso al ser que contenía.

Un paso, dos pasos, luego tres, tan sólo fueron necesarios tres pasos para dejar ante los ojos de todos, ante la luz del mundo lo que tanto había cuidado y anhelado. Un hombre de imponente y gran estructura, vestido de blanco y una gran capa, con su rostro oculto tras una máscara negra, miró a su alrededor sin dejar de cantar un instante. Permanecí de pie y erguida, chasqueé mis dedos y el tridente se posó en mi mano. Zepar dio un paso al frente para luego ponerse de rodillas ante mi, sonreí al verlo, mi corazón palpitaba de emoción, se regocijaba en júbilo, mi sonrisa se desdibujaba para tornarse en una mueca que finalmente solo era una anticipo de la gran carcajada que estaba a punto de realizar.

- HAHAHAAHAHAHAHHAAHHAHAHAHAHAHAHAA Finalmente todo está listo... lo hemos logrado Sokaro. Dedicándole la mirada demencial que tenía, comencé elevar más y más mi cosmos que hizo que las cadenas rotas y eslabones regados alrededor del sarcófago comenzaran a levitar y a bañarse en una energía dorada, llevando mi Caladbolg a su cuello sin parecer amenazante, esbocé: - Y éste es tu premio a la lealtad mostrada... General Marino de la Escama Dorada de Lymnades. Dejando que los fragmentos de cadenas lo envolvieran en un resplandor amarillo intenso, en un hermoso color dorado.

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Mensaje por Sokaro Jue Ene 12, 2012 3:04 pm

¿Cuántas veces viste materializada esta arma? .... las que viste no fueron más que una versión corrupta, una repugnante proyección de la que por siglos, eras ha sido mi verdadera arma... ésta!!! Dijo Anfitrite agitando el arma que tenía en sus manos, haciendo un daño más que visible en la pared que se encontraba al otro costado de su posición. Ciertamente era la primera vez que el General observaba semejante capacidad en la Caladbolg, eso ni hablar del poder que parecía emanar de ella. Por lo visto el viaje si había valido la pena.

Y fue en el intermedio consiguiente que el misterio del sarcófago se resolvía. Después de haber ofrecido el medallón conseguido en la playa, el cuerpo de Nasus y la rosa de Cristal en el corazón de la Isla Primigenia, más exactamente Saint Sulpice, un ser antropomórfico salía caminando del ataúd acompañado por una canción que provenía de una garganta indistintamente masculina. Levantando una sola ceja debido a lo extraño que le resultaba semejante secuencia de eventos, el General tan solo se mantuvo en su posición con una cara que solo expresaba “…¿qué carajos?”.

Sin embargo, no tuvo demasiado tiempo para agregar algo más ya que Anfitrite volvía a dirigirse a él, señalándolo con su espada.

HAHAHAAHAHAHAHHAAHHAHAHAHAHAHAHAA Finalmente todo está listo... lo hemos logrado Sokaro. Y éste es tu premio a la lealtad mostrada... General Marino de la Escama Dorada de Lymnades. Indicó la diosa de pronto, dejando que más y más cadenas lo rodearan como serpientes, manipulando su cosmos para finalmente convertirse en placas metalizadas que se dispersaron en el aire, uniéndose y creando una figura correspondiente a la de un lagarto de garras afiladas y aletas que lo hacían lucir como lo que era en realidad: un demonio de las aguas, el Lymnades.

Brillando con tonos dorados, la armadura conocida como Escamas se separó en exactamente diecisiete piezas que lo cubrieron de pies a cabeza, empezando por las pantorrillas y terminando con el peto y hombreras. El casco por otro lado, tan solo lo mantuvo con sujeto con la mano izquierda. Incluso estando ciego, la bisagra que actuaba de visor se le antojaba estorbosa.

Gracias por el honor jefa…aunque la hubiera preferido en tonos más oscuros. El dorado llama mucho la atención. Dijo el General con tono mordaz, volteando la cabeza para mirar a la entrada de la sala. Como sea, ¿entonces terminamos aquí?
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Mensaje por Ambrose Jue Ene 12, 2012 3:40 pm


El General marino a unos pasos de mi, erguido y altivo, siempre sin dejar de lado su peculiar sentido del humor, Zepar ante mi en un reverencia el cántico no cesaba, era un verdadero deleite para los oídos, di un paso y pronuncié: - Levántate... Miré a Sokaro, llevé a caladbolg a cruzarla a mi espalda dejando libre mi mano derecha la cual llevé a su rostro, acaricié con ternura para con dulce voz esbozar: - Felicidades Primer Chevalier de Anfitrite... mi único y leal caballero. Besándole la mejilla.

Me dirigí a mi nueva adquisición, mis ojos brillaban cuan mujer enamorada, él aún reverenciándome, agachándome para quedar a su altura, llevé mis manos a su rostro el cual estaba cubierto por una fría máscara de metal negro y lo contemplé, podía ver a través de ella, mis ojos buscaban los suyos, aquellos hermosos ojos azules intensos. Mis dedos se desplazaban con delicadeza por aquel rostro metalizado, entreabrí mis labios momento en que en un gesto, en un sutil movimiento lo invitaba a ponerse de pie junto conmigo, estando ambos parados, uno frente al otro, mis manos sin desprenderse de su rostro mi corazón palpitó, sujeté fuertemente aquella máscara tirando de ella para liberar aquel hermoso rostro de su opresión, la dejé caer escuchándose el fino golpe del metal contra el cristal, sin más sus delicados y preciosos cabellos dorados se dejaban ver ante mí, su tez blanca rosácea, sus ojos azules, no me cansaba de verlo, era absolutamente hermoso volver a tenerlo frente y junto a mi. Llevé mi frente a posar sobre la suya, nuestras narices unidas por sus puntas, mis labios a escasos centímetros de los suyos, con extrema dulzura y fue mi corazón quien habló, dije: - Bienvenido de vuelta.... mi amado Solomon Goldsmith. Inhalando su respiración, él se despegó de mi, tomó mis dos manos, las juntaba y las besaba para finamente dejar salir su voz: - Gracias Reina mía... estoy aquí por y para ti...

Sonreí permaneciendo unida a él con solo el tacto de nuestras manos, transcurrió un par de minutos momento en que él se desligaba y se inclinaba a tomar su máscara, colocándosela de nuevo, poniéndose a mi lado izquierdo y Sokaro ya ubicado en mi derecho. El sarcófago había cambiado, conservaba las mismas inscripciones y relieves pero su aura "maldita" había desaparecido por completo. Inicié la marcha seguida de aquellos dos hombres que se habían convertido en mis guardianes y protectores.

En la entrada a un paso de cruzar y abandonar la sala, de espaldas sin mirar atrás, descrucé a Caladbolg generando un movimiento circular que no era nada más y nada menos que era un corte al precioso piso de cristal haciendo que el gran pasillo se derrumbara dejando solo una sala vacía, un completo abismo.


Atravesamos por completo el corredor que con antelación nos había llevado allá, en la entrada en el templo las dos niñas jugando y riendo, parecían como si el lugar siempre hubiese sido su hogar, elevando mi cosmos haciendo que toda la tierra en la hundida Atlantis temblara, invoqué una vez más Puertas de la Atlántida, emergiendo justo al final de la escalinata, su dos grandes puertas siempre tan imponentes se abrían de par en par esperando nuestro ingreso, el sarcófago salió primero levitaba, Amerí lo vio y salió corriendo a abrazarlo, levanté una ceja ante aquella acción, Kaia subía lentamente las escalones, de manera sorpresiva Ameri no sufría ningun daño, y el féretro en posición horizontal la transportaba, Kaia se devolvía acompañando a su hermana que parecía dichosa de ser llevada por aquel inusual objeto.

Como un mini-ejército, los tres descendíamos para finalmente cruzar las Puertas de la Atlántida sin rumbo conocido, tan solo escuchándose un "clack" que producían las puertas al cerrarse momento en que esbocé: - Hemos terminado. Desapareciendo finalmente.
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Mensaje por Solomon Dom Ene 15, 2012 2:06 pm

El territorio fuera de aquel templo resultaba abrumador inclusive para alguien tan carente de emociones cómo lo era él. La imponencia de todas las construcciones colosales le hacían ver minúsculo, casi un alfeñique desde el punto de vista de las bestias marinas que yacían ensombrecidas en la parte alta de aquella suerte de burbuja. Resultaban seres gigantescos que no dejaban con sus movimientos reconocerles plenamente, sólo se podía sentir su furia al éstos intentar una y otra vez atravesar la delgada capa que los separaba del mundo lleno de oxigeno que rodeaba al templo submarino.

Esos animales de seguro ya saben que éste no es su dios. Maldita sea...Maldita seas Anfitrite y Poseidón.

Exclamo preocupado al sentirse completamente expuesto, estando en un territorio desconocido no poseía siquiera una ventaja. Sólo le quedaba correr con todas sus fuerzas hacía el lugar que le indicaba su corazón, allí debía estar esa bruja.

Y ahora que?!

Dijo para sí al denotar que más allá del templo de Poseidón el camino se subdividía tomando siete posibles rutas, a lo lejos podía distinguirse sombras puntiagudas protegidas por una muy espesa bruma marina, resultaba muy fácil asemejarlos a obeliscos egipcios pero no estaba del todo seguro y es más, aquello no le develaba lo que con tanto apremio buscaba.

Si Poseidón tiene un templo, ella también... ¿pero donde? ¡Raider!

Dando media vuelta pudo constatar su ausencia, esa sabandija no le había seguido después de todo. Rechinando los dientes podía percibir como su ira avanzaba lentamente desde la parte baja de su vientre. Debía calmarse o todo acabaría allí mismo para él cómo Archer.

Una corazonada fue suficiente para proseguir, algo le alertaba en su cabeza de cómo dirigirse a la guarida de la diosa marina, no sabía que era pero debía actuar y no pensar, internándose rápidamente en terrenos cubiertos de un coral multicolor comenzó un descenso vertiginoso hasta llegar a un llano de piedras color de ébano, resplandecientes cómo espejos marcaban por si solas un sendero amplio a un par de colinas cubiertas por la misma neblina de los obeliscos más arriba.

De pronto el sonido de una explosión de abría paso hasta llegar a él, al parecer era algo colapsando, quizás un palacio...

Solomon lo comprendía a la perfección, debía ser ella y lo que era mejor no parecía haberse dado cuenta de su presencia. Elevando su brazo al cielo hacía desaparecer su mano temporalmente en una especie de torbellino miniatura que dispersaba la luz así cómo distorsionaba el espacio; a los pocos segundos su mano reaparecía trayendo consigo una espada resplandeciente, dorada y rodeada de un aura sombría. Los ojos metálicos de Solomon parecían llenarse de un gozo colosal.

Esta vez...esta vez...



Bramó mientras avanzaba dejando de correr para comenzar a saltar de peñasco en peñasco hasta finalmente llegar a la cima de la colina más próxima, desde allí la vio. Era ella, Anfitrite con una caravana tan poco usual. Dos niñas, el viejo conocido Sokaro portando una armadura similar a la suya sólo que dorada y un enmascarado de apariencia bastante familiar.

Fye?!

Se pregunto consternado al ver al extraño casi idéntico, no podía aseverar que fuera su primo por la mascara que llevaba. En todo caso eso no importaba, ni siquiera interesaría al momento de finiquitar con el "trabajito"...nadie quedaría con vida por muy sangre suya que fuese.

Alargando su brazo hacía atrás lo mas que podía se preparaba para aniquilarle, no sólo a su palacio sino también a todos sus acompañantes, no deseaba molestias que le quitasen el sabor de verla sufrir al máximo.

!¿Que mierda?¡

A punto de abordar a la bruja su espada era retenida por una fuerza en apariencia mayor a la suya. El emperador dio vuelta rápidamente esperando encontrarse con otro fiel protector de Anfitrite, el cual de seguro había permanecido escondido en la periferia. Pero no. Grande fue su sorpresa al ver que un remolino de agua era el causante, su trompa se extendía varios cientos de metros hasta llegar al "cielo" donde las bestias estaban arremolinándose. Pronto varios remolinos comenzaron a descender buscando el cuerpo de su señor.

...Anfitrite!!!

Aun con toda y masa de agua siguió en su avance lanzándose desde la cima para llegar a suelo firme antes de que ella escapara de su destino. Aun sin su brazo, aun sin su espada, acabaría con ella cómo fuera. Mientras iba cayendo su mano libre desaparecía por momentos para reaparecer ahora con una espada idéntica en forma a la que yacía dentro del remolino, a excepción de su color plateado.

...

Ahora una pierna era sometida por la fuerza de la tempestad oceánica. Aun con esto encima no lograrían detener su caída, la cual termino por resquebrajar el frágil suelo del palacio de las sirenas liberando esquirlas por doquier. El cuerpo de Solomon aparecía intacto, erguido y firme pese al par de trompas que trataban infranqueablemente de desmembrarle el brazo y pierna derecha. Su rostro lleno de rabia parecía indiferente a sus esfuerzos, más no al hecho de que había llegado demasiado tarde, a pies del templo de las perlas no quedaba nadie más que el solo.

AHHHHHHHHHH!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

Un potente grito de cólera lleno todo el mundo de Poseidón alterando por completo la apacibilidad que había permanecido por más de doscientos años. Los ruidos emitidos por las bestias que flotaban sobre él no se hicieron esperar, en respuesta más y más torbellinos de agua caían sobre él tomándole de todos los lados comenzándole a elevar hasta llegar a unos quince metros aproximadamente. Solomon llevado por una ira creciente dirigió su mirada hacía los puntos que originaban los extraordinarios fenómenos, al parecer aquellos animales colosales eran quienes le habían causado tantos in paces.

Malditas bestias. Quieren a su dios no?...pues...tómenlo!!!

Olvidando el control de si mismo el odio y la sed de venganza le volvían a cubrir. Rápidamente sus ojos metálicos adquirieron un estado de intranquilidad producto de un profundo azul eléctrico. Un gélido viento atravesó sin más cada torbellino de agua congelándoles al instante quedándose cada uno cómo gigantescas obras de arte, quietas y muy frágiles llevando en el punto de cruce de todas ellas el cuerpo de Solomon.

HAHAHAHAHAHAH...HAHAHAHAHA

Ambas espadas, la de oro y plata rompían sin el mayor esfuerzo los gigantescos cristales para luego ser guardadas en aquellos torbellinos de tiempo y espacio que convocaba el emperador con un sencillo parpadeo. Su cuerpo caía lentamente hasta tocar suelo firme, allí un remezon parecía denotar un peso inmenso el cual no era proporcional al esbelto cuerpo del joven. Su envestidura nuevamente rasgada dejaba ver su pecho desnudo, perfectamente bronceado aunque eran sus vivaces ojos azules los que en verdad llamaban la atención. Nuevamente su aspecto físico había cambiado.No sólo eso, un objeto muy extraño había caído con él, un extraño sol de oro sólido rodeado de luz plateada llevaba reflejada en su centro el templo de Zeus.




Última edición por Solomon el Lun Ene 16, 2012 10:34 pm, editado 2 veces
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Mensaje por Dados Dom Ene 15, 2012 2:06 pm

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Mensaje por Raider Lun Ene 16, 2012 10:53 pm



Clop… clop….clop….clop…clop…clop…

Paso a paso se acercaba lentamente e indiferente a la caida que había sufrido. La verdad, no era que no le importara su seguridad, pero si un torbellino como ese acababa con el señor de los mares entonces ella estaba perdiendo su tiempo siguiéndolo. Él le había dado un propósito haciendo de su existencia nuevamente algo útil, pero si la misma existencia de Solomon se volvía inútil, ipso facto, la existencia de Raider también lo sería y ya no tendría que seguirlo. Si Solomon demostraba ser un inútil e incompetente, entocnes su existencia carecería de sentido y por lo tanto debería morir. Si su destino no era algo grandioso, Raider no sentiría la necesidad de protegerlo.

Clop…clop….clop….clop….clop….clop

Con los brazos levemente cruzando se detuvo a un metro del cuerpo de Poseidón y lo observó desde su posición en silencio, con la mirada fría y ausente, desinteresada por completo en lo que estaba ocurriendo. Realmente no encontraba sentido en el actuar de ese joven la mayoría del tiempo. Por lo cual, era hora de hablar.

- ¿Por qué no despiertas el poder de Poseidón? – Le preguntó mirándolo fijamente a los ojos. - ¿No sería esa la forma más rápida para que un humano lograra sus ambiciones? O…¿Temes no ser lo suficientemente fuerte para controlar su voluntad?

Raider subió la mirada y vio los animales marinos que había provocado dichos remolinos y suspiró. Ella podría haberlos matado de un golpe en ese momento. Despues de todo, eran simples animales, bestias sin sentido más que estorbar. Pero ese sujeto había tenido tantos problemas para poder controlarlos…¿Por qué era tan débil? ¿Qué lo hacía volverse tan patético?

- Creo que nuestro camino esta llegando a su fin, Emperador. – susurró Raider cerrando los ojos. - Tu existencia, ha resultado ser inútil, tal como la mía. Tu finalidad en este mundo no tiene sentido alguno. Estas destinado a fracasar por lo débil de tu mente, tu falta de razonamiento y la incapacidad de poder controlar la cosmoenergía que te ha sido dada.

Su cabello empezó a levitar por el aire mientras que una cosmoenergía blanca la rodeaba. Estiró la mano y un violín se materializó frente a ella. Lo tomó mientras el arco para rasgar las cuerdas seguía flotando.

- Es tu fin.
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Mensaje por Solomon Lun Ene 16, 2012 11:01 pm

Su cuerpo comenzaba a tensarse por el inmenso esfuerzo que había llevado a cabo para deshacerse de las embestidas marinas. La velocidad con que había efectuado ese ataque congelante superaba con intereses a la de cualquier ente conocido en la tierra, eso ciertamente representaba a corto plazo para su cuerpo una fatiga casi insostenible. Después de todo seguía teniendo el cuerpo y conciencia de un mortal.

Cada célula nerviosa comenzó a arremeterle con choques eléctricos, sus músculos se hinchaban de sangre volviendo su tez más colorida de lo normal. Las gotas de sudor no se hicieron esperar, rodeando sus mejillas para luego reunirse y caer desde su mentón al suelo. Pese a esto su semblante no cambiaba en lo absoluto. No porque no lo sintiera, cosa que si sucedía, sino por la presencia que había aparecido sorpresivamente a su lado. No necesitaba verle, aquella peste rudimentaria de Berserker la seguía a donde fuera.

¿Por qué no despiertas el poder de Poseidón?

No daba vuelta. Su respiración se volvía precipitada para luego serenarse por completo, sus parpados decaían y sus labios se volvían resecos. Sin embargo sus ojos persistían inmutables, afanosos en querer dilucidar lo que yacía en el casi traslucido espejo solar frente suyo.

¿No sería esa la forma más rápida para que un humano lograra sus ambiciones? O…¿Temes no ser lo suficientemente fuerte para controlar su voluntad?

Aquello último le sacaba del trance. Sólo la mención de Raider le resultaba imposible de obviar o ignorar. Su rostro desgastado por una vejez prematura y fugaz comenzaba a dar la vuelta para encajar entre sus dos orbes la esbelta figura femenina, así mismo, el espejo no dejaba de estar frente suyo, daba la vuelta sin alejarse o acercarse más, quedando justo a un metro detrás de Raider.

Ella alejaba la mirada de la suya, la dirigía a las alturas para inmediatamente dejarla cerrar ¿Realmente resultaba altanera por naturaleza o era otra careta para evitar volver a sentir el pánico de sus ojos místicos?



Je...je...je

Farfullo con la voz propia de alguien de más edad, muy similar a la de esos buitres rastreros del senado a los que tanto rencor había cultivado Solomon. Sus labios se dejaban arrastrar lentamente jalando consigo la cuarteada piel para formar una tétrica sonrisa en tanto caminaba en pos de Raider, pasando por la izquierda sin el menor miedo del aura que comenzaba a rodearle.

Parecía no haber entendido siquiera las palabras de su supuesto guardián, en todo caso, el propósito que le había llevado a moverse era el espejo que quedaba a espaldas de la mujer, el cual venia alejándose la misma distancia que el emperador iba recorriendo. Pero pronto algo comenzó a salir de su mano extendida, lazos carmines con la misma contextura de cualquier gas liviano iban a retener el espejo para jalarlo finalmente hasta llegar a tomarle con la derecha.

Que sabes tú de poder Raider.

Dejando de darle la espalda mostraba ligeramente el par de ojos color sangre que adornaban su rostro, los cuales de inmediato liberaban la suficiente energía para reducir todo elemento suelto en polvo. El cuerpo de la ex-berserker caía irremediablemente al suelo producto de una excesiva presión, la cual había caído sobre un terreno no mayor a seis metros.

Se nota que pasar mucho tiempo con esa trapa de inútiles te ha hecho más mal que bien. Poner tanto énfasis en los dioses. Ja. Ni siquiera el denominado ejército por excelencia del Olimpo entiende el verdadero significado del poder. Aun mayor vergüenza al ser vencido el mejor par de sus filas por estas manos ¿O acaso has decido olvidarlo al momento de hacer desaparecer la vivida marca dejada por Ushuriel en tu pecho, Raider?

Al instante de girar develaba una faz completamente tonificada, vivida y enérgica. Su cuerpo comenzó a despedir casi imperceptiblemente vapor del agua que había venido mojando su cuerpo y prendas. Sin soltar el espejo comenzó a esbozar una bella sonrisa, llena de vigor.

No has aprendido nada aun muchacha. La fuerza humana no tiene fronteras llegando a cometer milagros. En cambio el poder de un dios resultará eterno en tanto existan otros para servirle, para brindarle esa ilusión de autosuficiencia y omnipotencia. Solamente mentiras creadas por y para ellos mismos por el temor de encarar la realidad...

La de verse cómo lo que en verdad son....siervos de la humanidad y todo lo creado. Su aparente infinito poder es muestra clara de aquella burla del destino que intencionalmente nos hacen creer que saben manejar. Ellos tienen límites en tanto nosotros no.


Sus ojos tintineaban de orgullo, lo cual generaba mayor presión en el cuerpo de Raider, se lograba oír cómo el suelo comenzaba a agrietarse para abruptamente desaparecer aquella fuerza.

Me has hablado del destino que nos deparan los dioses. Pues bien, que pasa con la madeja de oro que controla el suyo. ¿No crees que sea otra ilusión?

Dejaba un tono malicioso en sus últimas palabras. Tomaba el espejo el cual parecía expandirse hasta llegar a ser tan alto cómo el propio emperador. Allí yacía el templo de Zeus con él en su interior bellamente acompañado por dos viejas conocidas.

Ahora a comprobar la teoría. Salid a tierra firme y verificar en nombre mío que no serán gotas de lluvia las que caigan esta noche oscura, sino sangre del llanto de las ninfas del cielo por su magno rey caido.

Sus ojos rojos lucían perturbadoras, su cabellera resplandecía cómo el oro. Nubes rojas comenzaron a rodear dentro del espejo la imagen del templo de Zeus para finalmente salir de su frígida superficie y absorber el cuerpo del emperador mortal. Su vida cómo Archer pendía de tan sólo un hilo frágil.

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Off: Manipulación permitida por Raider.


Última edición por Solomon el Miér Ene 18, 2012 12:52 am, editado 2 veces
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Mensaje por Dados Lun Ene 16, 2012 11:01 pm

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