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Mensaje por Sophia Mar Nov 16, 2010 11:48 pm

Sophia no entendía nada de lo que estaba ocurriendo. En un momento había temido por su vida y ahora, estaba siendo ayudada por ese hombre de extraña cabellera corta y azulada, cuyas ojeras evidenciaban en su rostro el pesar de los años y la falta de sueño. La joven había salido de su casa, asustada, llorando, con miedo de lo que sucedía pra que un legionario la sacara y la quisiera llevar lejos. No entedía que podría haber sido tan malo para que la tuvieran que alejar de su familia, pero de inmediato pensó en que tal vez...Vergilius tuviera algo que ver con ello, por eso no dudo en ir con el hombre. Además... vió en sus ojos la real intensión de querer protegerla y por alguna extraña razón, a pesar de su aspecto atemorizante... sentía que él no le podría hacer daño, por lo que confió en su palabra.

Se había sentado atras de él, rodeandolo con sus piernas, apegada a su espalda y abrazandolo por la cintura. Era lo más cerca que había permanecido de un hombre y la verdad le incomodaba mucho ese tipo de cercanía. El hombre parecía no quejarse cuando de vez en cuando rozaba sus piernas a lo cual Sophia respondía golpeandole la espalda de un palmetazo para que no lo hiciera y él, reía y no lo volvía a hacer, al menos por algunos minutos.

Pronto Sophia se quedó dormida y no supo más de nada excepto cuando despertó y vió que era la mitad de la mañana. Estaba recostada sobre la tierra, tapada con una capucha que no era suya. Levantó la mirada y estaba sola. Por un momento pensó que todo eso había sido un sueño mientras se sentaba y se rodeaba con la capa por el frío que tenía, notando que frente a ella había algunas brazas que se parecían apagar. Se acercó a ellas y estiró sus manos para intentar entrar en calor. De pronto, de la nada, leña fue arrojada a las brazas, prendiendose rapidamente.

Asustada, subió su mirada para comprobar que no había soñado a ese hombre, sino que estaba ahí. Le guió un ojo descaradamente mientras le quitaba la capa sin caballerosidad alguna y se la pasaba por los hombros, acercandose él al fuego. Sophia no dijo nada, sólo se sobó los brazos por el frío de la madrugada que le pegaba como agujas a la piel. Su boca exhalaba vapor, todo su cuerpo tiritaba, pero al hombre eso parecía importarle poco o nada.

- Anoche... me llamaste por mi nombre. No se como lo sabes... pero aun no me has dicho el tuyo.
- Dijo mirandolo timidamente, asustada al no saber que era todo lo que estaba pasando ni el porqué ella estaba ahí. - ¿Por que estabas en mi casa? ¿Dónde estamos?

El hombre estiró en un palo una ave con plumas y todo y la empezó a quemar en el fuego, para luego mirarla y empezar a responder sus dudas.
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Mensaje por Manigoldo Miér Nov 17, 2010 12:31 am

Cabalgó con la mujer atras de él toda la noche. En cierto punto la chica simplemente se quedó dormida lo cual no le molestaba para nada. Había sido, sin duda, la mayor cantidad de tiempo que había pasado junto a una mujer. Generalmente cuando estaba con mujeres, despues del coito se vestía y se iba al carajo... por lo cual este tipo de relaciones en las cuales el contacto físico no significara sexo, no le molestaba. Bueno, no le molestaba en el punto racional, pues despues de todo seguía siendo un hombre y ella seguía siendo una mujer. Aunque... era sólo cosa de mirarla para saber que era virgen y lamentablemente Manigoldo no solía acostarse con esa clase de mujeres, le molestaba el tema de la sangre y el llanto durante el sexo. Para sangre y llanto estaba la batalla, no algo tan placentero como la fornicación, que el tomaba como un deporte o pasatiempo.

Cabalgó la mayoría de la noche hasta darse cuenta por la posición de las estrellas que faltaban algunas horas para que amaneciera. Buscó un punto lo suficientemente cubierto entre los árboles como para poder descansar. Bajó y amarró al caballo a un tronco, para luego desmontar con cuidado a Sophia para que no despertara. Lo último que quería a esa hora eran gritos y tener que hablar más de lo normal. Se sentó y la dejó dormir apoyada contra él, tapandola con su capa. Hacía algo de frío y el calor corporal era lo mejor que tenía en ese momento para evitarlo. No podía hacer una fogata mientras aun brillarn las estrellas pues en caso de que los estuvieran siguiendo sería casi como darles la ubicación exacta en donde se encontraban.

Por ello, vigiló la mayoría de la noche, pero tambien el sueño lo venció y terminó apoyando su cabeza sobre la de Sophia y se quedó dormido. Cuando amaneció y empezó a ver todo de nuevo, en ese horario del día que todo el cielo es blanco pues aun no ha salido el sol... el frío era tan que tuvo que prender una fogata. Si los seguían, tendría que correr el riesgo que el humo los delatara. Por lo mismo, dejó a Sophia durmiendo recostada sobre la tierra bajo el arbol y junto algunas ramitas y hojas e hizo una fogata lo mejor que pudo. Se puso de pie, tiritando, y salio en busqueda de madera. Por el camino, encontró un ave parecida a un pavo salvaje al cual mató arrojandole su daga.

Cuando volvió, notó que Sophia ya había despertado. Le guinó un ojo y le quitó la capa con que se cubría, pues estaba muerto de frío. La joven no estaba costumbrada a que se le tratara de esa forma, pues lo miró sorprendidda de su falta de caballerosidad. El asunto lo tenía sin cuidado. Atravesó una vara atraves del ave y la dejó quemarse sobre las llamas que crecian por la madera que había traído.

Si hubiera tenido vino en su mano todo habría sido perfecto, pero lamentablemente no lo tenía. De pronto, escuchó a Sophia preguntarle un montón de cosas que comenzaron a marearlo.

- Calma calma... ¿Por qué tantas preguntas? - Dijo irritado haciendola callar. - No importa como se tu nombre, es lo de menos. Pero el mío es Manigoldo. Así me llamaban en el Tiber... dónde crecí... abajo del puente que lo cruza. ¿Sabes a que me refiero no?

Manigoldo en su idioma significa el verdugo, por lo cual Sophia de seguro se podría hacer una buena idea de quien era él.

- Estaba en tu casa por que hay algunas cosas que necesito de ti. - De pronto notó como Sophia se alejaban sutilmente de él. - Tranquila, si quisiera 'eso' de tí, lo habría tomado por la fuerza ya. No tengo la más mínima idea de donde estamos, no te mentiré. Es la primera vez que tomo este camino. Pero vamos al oeste, hay que alejarse de Roma en caso de que esa gente se te quiera volver a acercar. No te asustes, pero no estabas segura en tu casa... cosas muy raras estan pasando ultimamente y ya llegará su momento para hablar de ello. - El ave parecía estar ya asada por lo cual Manigoldo le dió un mordisco a uno de sus tutos. - ¿Quieres? - Le dijo con la mitad del ave en la boca. - Aprovecha pues no hay parada para comer hasta mañana.

Manigoldo vio que la joven tiritaba. Rodó los ojos y compartió de nuevo su manta con ella. No era culpa de ella ser una joven mimada y de clase alta, despues de todo era una dama y aunque ese asunto social no fuera con él, esa mujer debía tener tanta capacidad de supervivencia como un conejo en una cueva de leones. Muerta no le servía de nada.

- Bien...¿mejor? - Le dijo acercandose a ella cubriendola con la capa, sus costados se tocaban lo que por alguna razón le pareció muy acogedor a Manigoldo, como si estar así con ella lo llenara de paz. - Vas a tener que subir el tono en la rudeza pues no voy a estar ayudandote siempre. La proxima vez que comas, va a ser lo que tu misma consigas... no soy de andar compartiendo mi comida. ¿Entendido? Ahh... y haremos turnos para vigilar de noche, asi que aprovecha de descansar ahora antes de ponernos en camino.


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Mensaje por Sophia Miér Nov 17, 2010 9:53 am

La humadera que tenía el hombre por las plumas quemadas era increible. Sophia tosía cubriendo su poca disimuladamente para no ofenderlo. Notaba que el sujeto era un bruto, con suerte sabría donde estaba parado... pero en la posición que estaba no podía sonar altanera con él o podía pagar las consecuencias. Aun tiritando, escuchó lo que respondía con la boca mitad llena con el ave rostizada impidiendo que se le entendiera la mitad de lo que hablaba.

Su nombre era Manigoldo y al parecer se había criado en el barrio más pobre de Roma. No le extrañó a decir verdad, pues la mayoria de los lgionarios solían ser hombres de clase inferior que se unían al ejercito por la paga.

- Sí, se que significa eso... Manigoldo. Es un gusto conocerle... - Dijo con timidez sonriendo, abrazando sus piernas por el frío. Escuchó luego los motivos por los cuales el había estado en su casa, diciendo que estaba ahi porque necesitaba algo de ella. El corazón de Sophia dio un salto nervioso pues tambien sabía lo que significaba que un hombre le dijera que necesitaba algo de ella, apartandose con sutileza del lado de Manigoldo. El hombre disipó entonces sus miedos diciendo que no era eso lo que buscaba de ella, sino sólo protegerla pues en Roma no estaba a salvo. - Se que muchas cosas raras pasan... sentí esas energías raras cuando ibamos saliendo de la casa. Se que suena extraño pero puedo sentir las intenciones de las personas... es por eso que ahora estoy aquí con usted Si hubiese sentido que era una amenaza, tal vez no me habría dejado sacar tan facilmente... - Nuevamente sonrió pues a pesar de que estaba asustada, muerta de miedo por lo lejos que estaba de su casa con un hombre extraño... sentía que le habían sacado una enorme carga de sus hombros al no tener que preocuparse por las cosas que pasaban en la Villa Vallis Mellitus.

Fue entonces que Manigoldo le acercó la presa de ave ofreciendole un poco para comer. Sophia miró la comida y no se le apetecía para nada. Una mujer criada en lujo acostumbrada a comer solo delicadecez no iba a comer una cosa quemada y sin limpiar.

- No gracias... intentaré comer luego alguna fruta silvestre. - Los labios de la joven lentamente se volvían color purpura por el frío. Tiritaba cada vez con más fuerza. Cerró los ojos y escondió su cabeza subiendo los hombros pero aun no podía dejar de temblar. De pronto, sintió que algo calido la volvía a rodear y cuando se dio cuenta, Manigoldo le estaba pasando por sobre los hombros la capa, asegurandose que quedara bien tapda y colocandose al lado de ella. Compartían calor en esa hora de la mañana que parecía no acabar. - Gra...gracias Manigoldo. - Entendía a la perfección que no era labor del hombre mantenerla cómoda pero que lo considerara algo oportuno le trajo una sonrisa al rostro que la hizo sonrojar. Pensó en Vergilius por algun motivo en el momento qu sintió sus mejillas arder de verguenza por estar tan cerca de un hombre. - Esta bien, intentaré no ser una carga para usted. ¿Vergilius lo ha mandado por mí? No me imagino quien más dentro del ejercito tendría interes en mi seguridad nuevamente... ¿Está bien? ¿Lo ha visto?

Los ojos de Sophia parecían brillar cuando pensaba en Vergilius. Estiró sus manos hacia el fuego para intentar mantenerlas calientes. De pronto, sobre la montaña, pudo notar el primer rayo de sol que salía lo cual hizo que Manigoldo se parara abruptamente caminando hacia el caballo.

Sophia lo siguió rodeandose con la capa. El hombre bebió de una cantimplora un poco de agua y se la estiró para que bebiera algo tambien, a lo cual Sophia no rechazó por no parecer descortez. Y mientras lo hacía se dió cuenta que era vino, escupiendolo sorprendida.

- ¡Esto es vino! Y esta añejo si me permite decirlo... - Manigoldo sin ninguna delicadeza la tomó de la cintura y la levantó por encima del caballo para que se sentara en él. La miró irritado pues al parecer no le quedaba mucho vino y la joven había escupido buena parte de él.

El hombre tomó la riendas y caminó al lado de Sophia mientras guiaba el caballo por una zona de pendiente alta por la colina.
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Mensaje por Manigoldo Miér Nov 17, 2010 11:04 pm

Manigoldo se puso de pie arreglando el caballo para volver a partir cuando terminó de comer. Escuchó mientras Sophia le preguntaba un monton de cosas que comenzaron a marearlo. La joven tenía una manía por hablar demasiado y muy rapido, tal vez estaba nerviosa. Tomó de su cantinplora y notó con gran felicidad de su parte que había vino en él. Le dió un sorbo profundo, pues tener que llevar a esa niña de alta clase a caballo le parecía una carga que no quería llegar sobrio.

- No, no estoy aquí por que el General Vergilius me haya mandado. - Respondió extrañado por el gran interes que mostraba la joven en saber de él. Le acercó la cantinplora para que tomara vino por el frío pensando que le estaba haciendo un ien a la chica - Pero por la forma en que me preguntas de él mas que primos parece que fueran amantes. - Al no recibir respuesta, entendió que le había dado en el clavo y rio. - Pfff...jajajajajaa... ¿Quien se hubiese imaginado eso del serio General? Dandole amor a su prima. Que tierno... - Dijo con sarcasmo lo último. - Aunque hay que admitir que no tienes cara de andar metida en la cama de tus primos. Nunca terminaré de entender a los patricios... Espera... - La tomó de los hombros y la miró directo a los ojos estudiando su mirada. Luego bajó la vista hacia el cuerpo de la chica, haciendo que ésta subiera los brazos tapandose el escote de su vestido y sonrojando. - Nah... tu sigues siendo virgen. Estoy bastante seguro de eso. Las mujeres pierden ese toque de inocencia en tus ojos cuando conocen carnalmente a un hombre.

Estaba terminando de arreglar la montura de su caballo, un pedazo simple de tela un poco mas gruesa que lo comun cuando vio que Sophia escupía su vino diciendo que estaba añejo, sin creer que el hombre le hubiese dado de beber a esa hora de la mañana alcohol.

- ¡Mierda! Ughhhh.... ¡No tengo más vino que ese y tu lo escupes! Maldita sea... tener que aguantar a las mujer, ¿Quien me manda? - La tomó bastante molesto de la cintura y la subió de un tiron a la montura sin él subirse, sino tomando las riendas del animal y cainando en frente por la pendiente que se creaba.

La zona era bastante escarpada, rocosa, algo fría. No sabía a que altura estarian en las montañas, pero había que seguir caminando hasta llegar a un lugar donde hubiese algo de civilización. Sophia permanecía tapada con la manta y hubo poca o nada de conversación durante el trayecto del día. Manigoldo guiaba el caballo, y ella por su parte se dedicaba a mirar. Manigoldo podría haber hecho eso sobre el caballo, pero la idea de pasar todo un dia con una mujer tan cerca sin tocarla, se le hacía insoportable. No era de fierro tampoco y no quería tener que recurrir a la violencia si sus instintos de hombre se despertaban en medio de la nada. Además... no quería enemistarse con la joven. Sabía que por haberla sacado de su casa y por que era de alta cuna si volvía a Roma estaba muerto. Sólo había un lugar para él, y ese era lo más lejos hacia el oeste que posiblemente podían llegar.


- ¿Estas despierta mujer?
- Preguntó con frialdad parando en un pequeño espacio plano en la empinada subida entre las rocas que llevaban haciendo. La joven lo miró y asintió. - Me aburro. Por ello, te contaré la historia de como Kardia y yo nos salvamos de la peor nevazón de la historia que he visto. - La joven lo miró algo curiosa. - Kardia es mi hermano, mi inutil hermano.

Cerró los ojos recordando aquel día. Hasta entonces en su vida había sido una persona amargada, solitaria, que no sentía nada de arrepentimiento por ninguno de sus actos y nada aparte del dinero y el alcohol le llamaban la atención, lo cual eram uy triste porque solo tenía catorce años. Lo recordaba perfectamente, como olía todo, el sonido de las risas y las copas chocando... y luego el frío... el enorme e impenetrable frío.

- Era mediados de diciembre, estabamos acampando a las afueras de un pueblo en Germania que había sido recientemente saqueado. Nos estabamos dando el festín de nuestras vidas... había carne, gallinas asadas, carne de venado, queso, leche... incluso cerveza encontramos. No podría haber sido mejor. - Manigoldo hizo una pausa y recordó como habían celebrado ese día. - Pero luego... en medio de la nada y sin motivo aparente, entre más avanzabamos hacía el norte, el clima nos daba la espalda intentando detenernos el paso. Habiamos escuchado que en las zonas al norte estaban construyendo un palacio lleno de oro y queriamos robarlo, pero uno a uno los miembros de la legión fueron abandonando la idea y volviendo al campamento. Kardia siguió estupidamente, y lo seguí, no porque quisiera ayudarlo sino porque la idea de salir de la mierda en que viviamos era más tentadora que el peligro o el riesgo de morir congelados.


Sonrió, pues le parecía tan distante aquella epoca en que hubiese hecho cualquier cosa por tener dinero, por tener algo en donde vivir, donde dormir, donde comer. Hacñia solo poco tiempo que Breda los había comenzado a entrenar como legionarios y eran niños... niños con un gran resentimiento y nada de miedo de las consecuencias, pues no tenían nada que perder excepto sus vidas.

- Llegamos a una enorme quebrada, y vimos que había hielo por doquier. Aun así no dejabamos de caminar cuando de pronto, hubo una avalancha y quedamos sepultados bajo la nieve. No sentía nada... no sentía las piernas o el cuerpo... no sentía vida alguna en mi. Sabía que iba a morir. Haber sobrevivido a semejante accidente ya era demasiada suerte, pero estaba casi 4 metros bajo la nieve. No escuchaba a Kardia, lo llame un par de veces pero no lo escuchaba. No tenía aire, me ahogaba... no tenía fuerza para salir de ahi... así que cerré los ojos e hice mis paces con los dioses pidiendoles una muerte rapida.

El camino se volvía algo pligroso, pero Manigoldo movía el caballo como si lo que hubiese en él fuera un fardo de carga y no una persona. La joven se abrazaba al cuello del caballo en varias ocasiones pues se le veía morir de miedo al estar sobre el animal. Manigoldo pareció ni si quiera notarlo, o si lo hizo lo paso por encima pues no le interesaba.

- ¿Sabes que pasó entonces? Fue la primera vez que me sucedió... tendría unos 14 años... pero sentí una dulce voz que me llamaba a no rendirme. Vi luz en medio de esa oscuridad y sentí mi cuerpo volver a la vida, llenarse de una extraña energía que me cubría. Me quedé dormido... e increiblemente, sobreviví toda la noche con ese manto calido alrededor de mi cuerpo. Pensé que ya había muerto y esa era la forma en que los dioses me recibian... pero lejos de eso... cuando abri los ojos, alrededor de mi cuerpo y alrededor del cuerpo de Kardia unos 15 metros más abajo que yo por la ladera de la montaña... había un circulo sin nieve como si se hubiese derretido. ¿Increible no crees, mujer?

- Siempre cuento esa historia. Fue algo que jamas he podido explicar. Desde entonces... - Manigoldo no terminó la frase. Iba a decir que desde entonces la sensacion de sentir espiritus se había manifestado al punto de que los podía ver y oir, desde ese momento siempre que estuvo en aprietos sentía esa calidez a su alredor en forma de luz que lo protegía en batalla. - Nada. Olvidalo. - Siguió caminando guiando el caballo por las rocas en subida, viendo que la chica parecía muy cansada, seguramente no sabía ni montar pues se veía aterrorizada. - ¿No sabes montar verdad? Relajate, el caballo no te dejará caer, es un buen animal. - Permaneció en silencio, sintiendo que cada minuto que pasaba se aburría más. Intentaba no mirar si quiera a la mujer, pues cuando se aburría todos sus instintos sexuales se duplicaban. Siempre había utilizado las relaciones carnales como un medio de matar el aburrimiento. Así que, evitando caer en esos pensamientos miró a Sophia. - Ya hable mucho, te toca a ti hablar. - Pero de inmediato se arrepintio de ello, pues ¿Qué podía esperarse de una chica como esa? Una historia sobre lo hermosa que era la vida y la suerte que había tenido en ella. No, no quería escuchar la vida llena de amor y compañía de otro. - ... Estoy casi adivinando la historia sobre caballos y corceles blancos, montada en tu perfecta ropa, en tu perfecta vida, con tu perfecta familia... la historia de como todos te amaban y tu madre te hacía pasteles de frambuesas en el verano. No quiero escuchar nada de eso, quedas advertida. Si hablas de ello comenzaré a cantar para no tener ue escucharlo. Cuentamente... algo bueno de escuchar... algo oscuro... alguna vez que no has sido una perfecta dama Romana.

Ah... y sólo dime Manigoldo, me irrita que me digas "señor" y me trates de usted. Vamos a pasar mucho tiempo juntos... por lo mismo... no te conviene agotar mi paciencia en solo un día.

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Mensaje por Sophia Vie Nov 19, 2010 10:06 pm

Sophia sonrojó por la forma en que Manigoldo le hablaba. Jamas en toda su vida nadie la había tratado de esa forma, como si su mera presencia fuera algo molesto. Sabía que estaba incomodando al hombre que tiraba el caballo, al punto que ni si quiera quería ir montado con ella. Por la forma de ser de él, Sophia dudaba mucho que ese gesto lo hubiese hecho por amabilidad o caballerismo.

Mientras el hombre hablaba y hablaba sobre sus aventuras en la nieve, el estómago de Sophia crujia fuertemente. No habia comido nada en bastantes horas y el hambre la empezaba a dejar bastante debil. Tomaba su estomago y lo sobaba para que no le doliera, observando como el sol pasaba timidamente entre las nubes.

- Va a llover...
- le susurró a Manigoldo luego de que dejó de hablar. - Va a llover, hay olor a lluvia.

Lo miró nerviosa, pues pensó y pensó que cosa interesante podría ella decirle sobre su vida. Le sonrió con algo de tristeza pues él con una sola mirada asumía que todo en su vida era perfecto. Nadie tenía una vida perfecta o al menos eso pensaba Sophia. Algunos tenían la suerte de contar con problemas menos problematicas que otros, pero aun así, la vida de Sophia tenía problemas. A lo mejor no eran nada comparados con los problemas de Manigoldo quien había crecido en las calles... pero seguían siendo suyos, sus problemas, sus dificultades en la vida.

- Es injusto que me juzgues con una sola mirada como alguien que lleva una vida perfecta. Tal vez me veo como una persona feliz, pues no dejo que la tristeza me domine. - Sophia miró hacia adelante mientras las primeras gotitas de agua empezaban a caer, Manigoldo subía el caballo por las rocas con cuidado para que éste pudiera treparlas, aun así la miró sorprendido cuando dijo eso. - Mi madre falleció cuando era muy muy niña... en el parto de mi hermano menor. La verdad nunca la conocí como una madre debe conocer a na hija... nunca estuvo ahí cuando necesite preguntarle que hacer ni me horneaba pasteles de frambuesas en el verano. Mi padre murió poco despues... algunos dicen que falleció de pena.

Las gotitas seguían cayendo, pero Manigoldo al parecer no tenía intención alguna de detenerse. La lluvia para un hombre como el parecía ser lo de menos.


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Mensaje por Manigoldo Sáb Nov 20, 2010 6:40 pm

Llegaban a la parte en donde debían llegar. La cumbre de esa colina. Manigoldo paró en seco y suspiró... estaba bastante cansado de haber tenido que caminar la mayor parte de ese día. Miró a Sophia con algo de indiferencia pues le molestaba haber tenido que llevarla en el caballo hasta esa hora y que de su boca no saliera ni una cosa que le alegrara el día, sólo desgracias... ¿Muerte de sus padres? ¿Acaso Manigoldo se veía el tipo de hombre que le hubiese importado un comino que ella fuera huerfana? ¿Con quien creía esa niña que estaba hablando? Manigoldo no era huerfano, pero lo habían abandonado, eso era aun peor, pero no se quedaba amargando al resto con ese tipo de cosas.

- Bajate. - Dijo con frialdad, tomandola de una muñeca mientras la ayudaba a pasar una pierna por encima del lomo del caballo apra poner bajarse. Sophia parecía bastante incomoda por ello, pero Manigoldo miró hacia arriba para que no pensara que se divertía mirandola las piernas. - Dios...

Cuando la vio sentada con ambas piernas en un lado, la tomó de la cintura y la volvió a bajar. Su cintura era tan pequeña... todo su cuerpo era pequeño, apenas pesaba... estaba seguro que si el viento empezaba a soplar fuerte la podría haber lanzado lejos. Al bajarlasintió cuando la cargaba la forma en que sonaba su estomago. La miró de pie a cabeza, sonriendo.

- ¿Ahora esa ave no te vendría nada mal verdad? - Con su mano le limpio una gota de lluvia en la nariz de forma juguetona y luego continuó caminando. - Vamos, camina. Cuesta abajo no puedes ir sobre el caballo, te podrías caer.

Manigoldo veía el pasto. La lluvia no sería buena en ningun sentido. Dejarían huellas de haber pasado por ahi y si quería huir eso no le convenía para nada. No quería que nadie supiera donde iban. Tomó las riendas del caballo y lo empezó a guiar cuesta abajo. Pero Sophia no lo seguía, la joven se veía maravillada mirando hacia el horizontes desde la altura de esa colina como si nunca hubiese visto nada como eso. Manigoldo la iba a regañar cuando se dió cuenta que tal vez nunca hubiese visto nada como eso... que de verdad fuera la primera vez que viera el mundo. Se quedó como hipnotizado mirando su perfil, su cabellera y cuerpo mojandose por la lluvia... y entonces notó como una luz la cubría...

Era tan opuesta a aquella energía que generalmente notaba en las personas. Esta energía era brillante... cálida... olía a flores y primavera, como si toda la calma del mundo la rodeara.

No dijo nada. Sólo la quedo observando atónito.


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Mensaje por Sophia Dom Nov 21, 2010 2:21 am

Manigoldo la había bajando del caballo aduciendo que ya no podía continuar en él por la bajada, al parecer era muy empinada. Le ordenó que lo siguiera lo cual Sophia iba a hacer cuando se quedó maravillada contemplando el paisaje. Era la primera vez en su vida que se sentía de esa forma... completamente libre. Cada vez que salía de su casa lo hacía con los guardias de Fye, o acompañada de su hermano mayor quien no despegaba su ojo de ella... o incluso por Gelum. Era sinceramente, la vez que más lejos había estado de Roma y por primera vez sentía que podía respirar con tranquilidad, sin ese constante peso en sus hombros que le decía que debía hacer lo que se esperaba de ella... que la hacía comportarse como una perfecta dama para que su hermano mayor se sintiera orgullosa de ella.. .o con ese dolor en constante en el pecho que le recordaba que ella y Vergilius nunca podrían estar juntos por que su hermano lo prohibía.

Adelante estaba lo desconocido, lo nunca antes explorado por ella. Estaba una libertad sin conocer, sin explorarse... donde finalmente, tal vez... entendería lo que era ser una persona libre, sin nadie atando sus manos y pensamientos.

Alzó las manos con las palmas hacia arriba, mirando el cielo, dejando que la lluvia la cubriera. Nunca en su vida la había sentido así, a pesar del frio... no le importaba. El mundo era hermoso... y parecía que lo estuviera observando por primera vez. Una energía dorada la cubría que curiosamente hacía que todo alrededor pareciera tener mas vida que antes. Su cabello rojo se apegaba contra su espalda, su ropaje blanco a su cuerpo... y a ella no le importaba. Era sinceramente feliz, más feliz de lo que había sido en mucho tiempo por estar en el mundo y experimentar lo hermoso que era.

- Manigoldo... - Dijo entusiasmada mirandolo. - ¿Me enseñarias luego a montar el caballo? Siempre quize aprender pero nunca me lo permitieron... por no ser algo muy femenino. Pero quiero aprender...y comeré de tus aves la proxima vez que ases una al fuego, ¡Lo prometo! - Y así corrió hacia donde se encontraba el hombre y comenzó a tatarear una canción mientras lo adelantaba caminando cuesta abajo alegremente entre las gotas de lluvia que caían sobre ambos.

Su alegría parecia ser contagiosa, porque la lluvia paraba y entre las nubes algunos rayos de luz se escapaban a la tierra humeda haciendo brillar las gotas en el pasto y los arboles. Caminaba dando pequeños saltitos sin importarle que se llenara de barro. Nunca se había sentido tan libre como en ese momento.
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Mensaje por Manigoldo Dom Nov 21, 2010 6:26 pm

Continué mi camino en aquel tipo de montaña empinada, mi caballo caminaba lento, lento como las gotas de lluvia que caían sobre mi cabello, pase mi mano sobre mi pelo, con el propósito de quitarme un poco el agua de mi cabeza, todo parecía tan lento, aquel rumbo al cual me dirigía no parecía tener fin alguno, que extraño, ese brillo que desprendía la joven virgen no es normal en cualquier persona, todo lo opuesto a ese lugar por el que me encontraba caminando cambio su rumbo al observar a esa joven, que a pesar de estar secuestrada bajo mi puño maldito parecía estar contenta de estar allí…no le encuentro el porque, es una niña de la alta sociedad, debería estar asustada de los pies a la cabeza, bah…no importa…no me importa nada…solo tengo una cosa en mente, esta niña me dará lo que quiero tarde o temprano.
Seguíamos cuesta abajo, mis ojos, altaneros como un águila y letales como una serpiente observan para todos lados, no estaba asustado, solamente que el solo pensar que estarían buscando a esta joven…tendría que matar a alguien, , a estas alturas ya estarán enviando a personas que nos están persiguiendo…tendré que alejarme lo mas posible de esta zona si quiero permanecer vivo…y esta maldita lluvia no me esta ayudando en lo mas mínimo, además…que esta niña se esta poniendo bastante pesada…


¿Crees que soy uno de tus sirvientes para que me estés dando ese estilo de ordenes?...no estas en una situación para pedir nada, mejor calla y camina, todavía el camino es largo y la lluvia parece que no va a parar…y con respecto a lo del ave, tendrás que comer si o si, pues sino, te morirás de hambre…

Maldita sea, esta niña no deja de irritarme, su comportamiento es desesperante, con todo este griterío todos los solados de Roma nos van a escuchar…y encima…esos saltos...están dejando huellas, aunque…si la lluvia sigue u curso, esas marcas se borraran…será mejor que encuentre un refugio rápido…

Deja de saltar, pareces un sapo…no desorientaremos hacia un costado, quizás en aquellas planicies rocosas se pueda encontrar un refugio apto para pasar la noche, que ya esta por caer…

Y así era, aquella brisa tan congelante se convirtió en frío turbulento, mis ropajes mojados se apegaron a mi cuerpo congelándome, bueno, mejor, la joven debe estar en mi misma situación, gracias a ello se quedara mas tranquila…por suerte en un viejo risco deforme encontré una caverna poco profunda, servirá para pasarla noche, poco a poco el manto rubí de la tarde cayo sembrando la noche oscura, la niebla no permitía ver las estrellas y aun seguía lloviendo…, deje el caballo atado afuera debajo de un árbol, tenia hambre a esas alturas ya…mire a la joven y le exclame…

Escucha…ya a caído la noche y…como podrás ver, no tenemos nada para comer, así que, como te dije anteriormente – Le tira el cuchillo que cae en el suelo – consigue tu propia comida, yo iré a buscar leña y a conseguir alimento para mi, ¿Qué esperas?, vete ya… y no te alejes demasiado, si vez algún ruido extraño que no pertenezca a algún animal, ven hacia aquí…no te arriesgues…

Sin pensarlo dos veces salí de aquella caverna en busca de mi propio alimento, le di mi cuchillo a esa niña, me será más difícil cazar pero no me importa, nadie escapa a las garras del Verdugo…seguía lloviendo, mientras que mi cuerpo desapareció entre la niebla.
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Mensaje por Sophia Dom Nov 21, 2010 8:26 pm

Sophia quedó helada en medio de la lluvia con la respuesta que le daba Manigoldo respecto a su pedido de enseñarle a montar un caballo. Se puso totalmente roja, sabiendo que había alterado el humor del extraño hombre. No se lo había ordenado, más bien ella pensó que era claro que se lo había pedido, pero al parecer el joven legionario lo interpretó como otra cosa.

- Perdón, perdón... - Dijo rápidamente parando en seco y mirándolo avergonzada. - No quise decirlo como una orden... perdón... por favor discúlpeme...- bajo el rostro con pena. Lo que menos quería era alienar a ese hombre que la estaba llevando en un territorio que para ella era completamente desconocido.

El hombre era tan huraño, nunca nadie le había hablado de esa forma. Aun así, la joven parecía inmune a ese tipo de trato, su sonrisa no se borraba del rostro. No le temía pero al parecer si se entristecía por irritarlo. Ella sabía que su compañía en ese momento no era grata para él. Le sonrió un poco melancolica mientras lo seguía, dandose cuenta que hasta su forma de caminar a ese sujeto le debió ser irritante.

El viento soplaba por que caía la noche, sus ropajes mojados se le apegaban al cuerpo por la ventisca fría de la montaña. Sophia tiritó pero no dijo absolutamente nada. No quería volver a molestar a Manigoldo. Entrecerraba los ojos por el frío masajeando sus brazos, abrazando su propio torso para protegerse aunque fuera solo un poco de ese sentimiento que le calaba los huesos. Nunca en su vida había pasado frío, ni sentido la lluvia de esa forma... menos en la ropa que portaba que era propia del verano Romano.

Caminaba intentando seguirle el paso a Manigoldo, pero le costaba muchísimo no tropezar con las rocas humedas, ni con el musgo que crecía en ellas que las hacía volverse extremadamente resbalozas.

- Achu! - Estornudó, cubriendose la boca con las manos, pues el frío la estaba comenzando a afectar. Para colmo se cayó y golpeó una rodillas contra una de las rocas, pero no dijo nada, ni si quiera se quejó, solo se puso de pie e intentó no perder a Manigoldo delante de ella quien al parecer la guiaba a una especie de caverna en la ladera de la quebrada.

El legionario amarró el caballo a un árbol. Sophia miró al animal con lástima pues mientras ellos se protegían de ese frío el pobre se quedaría ahi a aguantar la lluvia, el viento y ese aire congelado que se exparcía entre más se escondía el sol en el horizonte. Puso una de sus manos en el crin del caballo y le sonrió.

- Gracias por llevarme en tu lomo todo el día... - Susurró pues no quería que Manigoldo le volviera a gritar y algo le decía que si la veía haciendo aquello volvería a escuchar un sermón por parte de él. Le acarició el pelaje con cariño, pues esa era la naturaleza de esa mujer. El caballo relinchó tranquilamente y se quedó ahí, calmado en medio de la lluvia.

Sophia siguió a Manigoldo hasta una especie de caverna en la ladera de la montaña. Tiritaba de frío, todo su cuerpo goteaba y la tela blanca que la cubría era casi transparente por el agua, apegandose a su cuerpo. Su rostro se veía pálido y sus labios estaban algo morados. Su cabellera larga y rojiza caía por sus hombros hasta su cintura. Miró a Manigoldo algo asustada cuando vio que le lanzaba a los pies una daga. ¿Que esperaba él que hiciera con eso?

Era más que claro que ella no podía cazar ni iba a salir de la caverna.

- Pero... yo... - Susurró observando como se alejaba Manigoldo de ese lugar. - No se cazar... - Terminó de decir, estando completamente sola en esa oscuridad.

Miró hacia todos lados, buscando algo, alguna señal de que ese lugar en donde la había dejado el hombre no fuera peligroso. No tenía seguridad de ello, no sabía si algun oso o otro animal pudiese estar durmiendo ahi, protegiendose tambien de la lluvia. Tembló de frío y tambien tembló de miedo.
Se agachó, goteando, y tomó la daga entre sus manos tiritando. Salió de la caverna mojandose nuevamente. Su cuerpo fue azotado una vez mas por las ráfagas de lluvia y viento que traía el cielo. Era como si toda la fuerza del temporal golpearan en esa ladera. Miró a su alrededor buscando algo para comer...

Sus ojos se llenaron con lágrimas pues no sólo tenía hambre, sino que tenía la certeza que no iba a encontrar nada para comer y algo le decía que era bastante probable que Manigoldo la fuera a dejar sola. Volvió a la caverna y se sentó contra la roca abrazando sus rodillas, dejando la daga en el mismo lugar que la había dejado Manigoldo.

En ese momento pensó en sus hermanos y que estarían haciendo, tanto Fye como Gelum.
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Mensaje por Manigoldo Lun Nov 22, 2010 4:14 pm

La lluvia caía sin cesar, sigilosamente me quede parado, observando, analizando la situación...la niebla era espesa y fría, me costaría cazar por lo menos algo de comer, y encima sin mi cuchillo, espero que esa niña halla salido a buscar alimento, porque sino...ya verá..
Todos mis sentidos se hicieron uno, cerré mis ojos, calle todos mis bruscos pensamientos y me dispuse a escuchar el ambiente, frío...tenebroso, mi concentración se iba por culpa de la lluvia, pero debía seguir concentrado... sentía algo moverse, con miedo, terror, un miedo que es capas de estremecer el alma mas maligna, abrí mis ojos...mis manos se encontraban abiertas con sus venas hinchadas producto de la concentración, mi cuerpo intacto...algo se movía y se dirigía hacia mi...lo podía oler...lo sentía...pero el mas sutil de mis movimientos podía provocar que esa presa huya...no me iba a dar el lujo de hacer eso..
Seguía sin moverme, hasta que comencé a sentir algo en mi pierna derecha...sin respirar fuertemente, observe hacia abajo y vi una serpiente que se estaba enredando en mi pierna...mi suerte no podía ser peor, pero.... prefería no comer esa noche a morir allí mismo, ademas... mataría dos pájaros de un solo tiro...hahaha.
Tan veloz como el viento tome la cabeza de aquella serpiente de un metro de largo y le estire su cabeza, estrangulándola...era venenosa...sin dudarlo, la puse encima de mi hombro, pero... había algo que...me parecía extraño, aquella presa que estaba vigilando con mi oído hace rato seguía allí, aun sintiendo mis movimientos...aunque fueran veloces y sigilosos...y encima aun peor, el caballo que había dejado atado en la caverna había comenzado a relinchar desesperado...maldito sea... ahuyentará a todos los animales de aquí...


Maldito caballo...ya verás...

Dije susurrando, aunque...aquella presencia que sentía cerca de mi no había huido...lo que me daba la firme certeza de algo...si el era mi presa...o...

yo era la de el.

De encima de la roca en la que estaba recostado, esperando, sentí como suavemente pequeños trozos de roca caían sobre mi hombro, el estaba encima mio...pero la pregunta era..¿quien actuara primero?...no tengo posibilidad, estoy a su merced, no se que sea, un león, un tigre, una hiena, no lo se...pero no me dejare morir...aun tengo algo que hacer... así que dirigí mi puño hacia mi pecho, y...en solo unos segundos, concentre tanta fuerza en mi puño, flexione mis piernas hacia abajo, no estando sentando del todo, golpee con todas mis fuerzas la roca...y sucedió...vi la sombra de una enorme bestia que se cernía sobre mi, con la agilidad de un puma, me di una vuelta carnero hacia el otro lado de donde estaba parado y la bestia cayó en el lugar donde me encontraba desde un principio, me quite el agua de el rostro, o lo vi, no era ni un león, ni un puma...ni algo parecido...era un oso pardo de aparentemente 1 metro de altura...estaba en cuatro patas observándome...hahaha...sera fácil, lo tomare por la espalda y le quebrare su cuello...


Ven maldito... acércate hahaha....

Extendí mis brazos hacia los costados un poco arqueado, estaba preparado para la lucha, la lluvia seguía su curso y el duelo estaba por comenzar, la bestia gruñía como un alma en pena, se podía ver el vapor saliendo de su boca producto de su furia...pero paso algo que no esperaba...la bestia se paro en dos patas y...quedo como una bestia de dos metros y medio, mis ojos se abrieron sin importar las gotas que caían dentro de ellos, comencé sigilosamente a echarme para atrás, si por lo menos tuviera un cuchillo... maldición...lo olvide... quizás esa niña, buscando alimento, se encontró con otro oso como este...debo saber donde esta...aun no puede morir.
Le di la espalda a la bestia pero fue en vano, el oso gritó tan fuerte que se me paralizo el corazón durante unos pocos segundos, quedé estático, sin moverme... comencé a mirar hacia mi alrededor haber si había algo con lo que me pudiera enfrentar a esa bestia...y lo vi...un palo como una especie de estaca, la madera estaba podrida por la lluvia pero me serviría para herirlo...gire mi cuello para ver a la bestia que seguía allí...no lo podía creer, salí a buscar alimento y termine siendo yo la presa...esto no va a terminar así...yo...soy...

Manigoldo el Verdugo...

De un momento a otro me abalance contra aquel árbol quitando esa madera y el oso se tiro encima mio..., logré tomar la estaca, pero el oso consiguió darme herirme con sus zarpas en el pecho, de la tal fuerza que tenia la bestia salí disparado 5 metros en el aire impactando contra una de las planicies que estaban por ahí


AAAAAAAAGGGGGHHHHHHHHH....

Miré mi pecho de reojo y solo veía sangre, mi dolor iba en aumento debido a la lluvia, y le peor no era eso, sino que el oso venia hacia mi...con sed de devorar mi carne...eso no iba a suceder...me pare con dificultad tomándome de las rocas que allí estaban, el oso venia hacia mi en cuatro patas...mi respiración era cada vez mas fuerte...algo se ocupo de mi, una sombra de muerte y maldad que no podía describir me tomo, tome aquella estaca de madera podrida, y... comencé a correr hacia el oso...

AAAAAA MUEREEEEEEEEEEEEEEEEEEE

Como era de esperarse, mi velocidad había disminuido y mis movimientos también, pero mi inteligencia no, los osos son demasiado lentos, así que, cuando estuve a un metro de distancia de el, se paro y quedo como al principio, una bestia indomable de dos metros y medio, me tiro la primer zarpa y me agache, conjuntamente con ese movimiento, enterré mi estaca en su pierna derecha, el oso clamo de dolor pero no se daba por vencido, tiro un segundo ataque y me rasgo un poco el cabello, quitándome un poco de el...hasta que el ataque final llego, desenterré mi estaca de su pierna y se la clave en el medio de si corazón, el oso no se pudo mover mientras exclamaba un dolor agudo, del odio que sentía y la furia incontrolable, enterré mas la estaca y la gire para destrozar sus venas, siendo así, el oso callo al suelo...vencido...toque mi cabeza y había sangre también, me senté un poco viendo la herida de mi pecho, no era profunda, solo había rasgado la piel y un poco de carne, ante eso, rompí un pedazo de tela de mi ropa y me la ate a mi espalda para que la sangre parara de salir...estaba exhausto...pero..los peligros aun asechaban así que me levante, mire hacia ambos lados, y encontré una especie de liana, enredada a un árbol...mi suerte cambiaba, corte esa liana con mis dientes, era fuerte, ate el cuerpo de el oso y comencé a arrastrarlo hacia la caverna...pensando si aquella niña se encontraba bien y si había cazado algo...

agg...espero que esa joven haya encontrado algo y que este bien, la nesesito viva...

De camino hacia la caverna, encontré algunas maderas secas que no habían sido tocadas por la extenuante y pesada lluvia, las ate junto al cuerpo del oso y seguí mi camino...llegando hasta allá... veía solo oscuridad, por lo que me preocupé...entre a la caverna y la vi, sentada, en el suelo..el cuchillo estaba en el mismo lugar que antes... solté la cuerda y no pude evitar la cólera que surgía de mi interior, la bella princesa se había quedado cómoda en la caverna mientras que ami casi me mata un oso...me dirigí caminando hacia ella...pero el dolor que sentía era mas fuerte y caí en el suelo, exhausto, ... había tenido una dura pelea con el oso...la mire...y le dije...

Así que no haz cazado nada...no se porque tenía esa intuición... escúchame...ya no estas en tu castillo, ya no estas con tu familia, estas sola, y el único hombre que puede protegerte, dejarte con vida o quitártela, soy yo, así que...de ahora en mas, harás todo lo que te diga...¿has entendido?...

Me paré como pude y tomé el cuchillo del suelo, comencé a quitarle el pelaje al oso, era bastante grande como para abrigarme...y porque no a la niña también...cuando termine, junté las ramas que habia encontrado y las prendí fuego, por fin un poco de calor en medio de todo este frio espantoso, la observe y le dije...

Acércate...no creo que quieras morir de frío...

Puse los pelajes del oso a cercarse, aun estaba húmedo producto de la piel grasosa, luego de ello, comencé a quitarle las partes mas carnosas al oso y ponerlas al fuego, la noche pasaba...no quería mirar a esa niña...seguramente con sus ojos querría provocar algo en mi, pero no lo lograra, ella no consiguió su comida...es su problema...no el mio...

Luego de un rato...el pelaje se seco, y quite un pedazo bastante grande para mi, y uno del tamaño de la niña...


Toma...cúbrete...no sentirás frió ya que el pelaje esta caliente...

Cuando una de las parte del oso estaba lista, me dispuse a comer tranquilamente observando las afueras de la caverna...no había ningún ruido...solo el crujir de mis dientes...y...los ruidos del hambre de la niña... cerré mis ojos...y exclame...

AGGGG...ven... siéntate a mi lado...come lo que quieras, hay bastante...

Me tapé con la piel de oso comiendo...miraba a la niña a cada rato, y siempre que la miraba mis dientes comían mas despacio...aun no puedo entender porque su aura es distinta a la de los demás...
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Mensaje por Sophia Mar Nov 23, 2010 5:38 am

Sólo se podía escuchar el incesante goteo de la lluvia y el viento moviendo con fuerza los árboles al exterior de esa caverna en donde Manigoldo la había dejado.

Glop…glop…glop…glop… una y otra vez, cada gota siguiendo a la anterior. Sophia estaba mojada, con frío y segura de que se estaba enfermando. No sólo porque tosía, si no porque le dolía cuando eso sucedía. Juntó sus manos y las frotó una contra la otra con la esperanza que al menos eso le diera un poco de calor, pero se equivocaba. No había nada cálido en ello.

Bajó su rostro colocándolo sobre las rodillas e involuntariamente se puso a llorar. Era la primera vez que se sentía así, completamente sola y asustada en tierras que no conocía, lejos de su familia y su hogar. Al comienzo le pareció emocionante la idea de aquella aventura, ver las hermosas cosas del mundo, por fin poder salir del Valle Dulce y ver la tierra más allá de Roma, tal como lo hacía Gelum o Vergilius que por ser hombres podían ir y venir por donde quisieran. Pero… su aventura estaba resultando de una forma completamente distinta a lo que se había imaginado.

Nunca cuando estaba en el calor de su hogar pensando en Vergilius… se imaginó que eso era lo que el hombre debía vivir a diario cuando conquistaban Germania. Cerró los ojos y esperó quedarse dormida rápidamente para no tener que seguir experimentando en su piel ese frío que le llegaba a doler. Eso no era todo… su estómago sonaba una y otra vez pues no había comido en 2 días ya. Parecía que lo último fuera menos importante que lo anterior pero de igual forma la afectaba. No era para nada agradable ese dolorcito en el abdomen junto con el gruñido que sus tripas hacían pidiéndole que se alimentara.

De pronto escuchó un sonido, un golpe lejano, como si se dejara caer algo. Alzó la vista y era Manigoldo cerca de ella quien tenía algo oscuro en el pecho. No pudo determinar bien que era, en la oscuridad parecía ser barro. Escuchaba al hombre quejarse adolorido por lo cual lo observó sentada con preocupación pero sin moverse, pues las reacciones de Manigoldo eran tan impredecibles que temía que si lo intentaba ayudar sólo le gritara un poco más.

El hombre entonces la sermoneó nuevamente por que no hubiese cazado algo para comer recalcándole el hecho de que estaba sola y que dependía absolutamente de él y que debía obedecerle. Sophia lo miraba con los ojos llorosos pues recordar que no estaba con su familia le rompía el corazón en ese momento en que físicamente se sentía tan mal.

- Sí, lo he entendido… - Respondió tímidamente y con melancolía en su voz. - … pero no haré tal cosa. – Volteó su rostro y volvió a reclinarlo sobre sus rodillas. – No espere que haga lo que sea me ordene, pues soy una dama. Preferiría que me matara antes de mancillar mi honra.

El hombre volvió a lo suyo. Sophia solo escuchaba ruidos… no entendía que era lo que estaba haciendo en aquella oscuridad en donde apenas lo podía distinguir entre las sombras. Lo mejor habría sido solo quedarse dormida y esperar que ese frío la matara pues estaba completamente desanimada y triste… aunque no lo demostrase. De pronto comenzó a sentir olor a humo, por lo cual abrió sus ojos y notó que el hombre estaba haciendo fuego.

Sus ojos parecieron brillar de alegría cuando vio la primera llama aparecer entre las ramas que empezaron a quemarse y la luz volvió al lugar. Aun así, no se atrevía a ir cerca del fuego pues ese hombre podría volver a tratarla mal. Manigoldo la miró y le ordenó que se acercara al fuego. No tenía que pedirlo dos veces, Sophia se acercó rápidamente y estiró sus manos hacia las llamas aun tiritando y tosiendo de vez en cuando.

Ninguno hablaba. El silencio era abrumador. Sophia lo observaba preocupada, son tristeza, pues veía que lo que había en su pecho no era barro sino sangre. No sabía si era suya o del oso aquel estaba cortando, pero aun así la ponía triste. Le quiso preguntar si estaba bien, pero sintió que esa pregunta solo heriría el orgullo de guerrero del hombre, por lo cual solo lo miraba con pena… intentando pensar si podía ayudar en algo pero viendo que su ayuda no era necesaria. Suspiró y solo miró el fuego, tiritando aun y tosiendo cada vez de forma más seca… pero intentando disimularlo pues si Manigoldo se daba cuenta de lo mal que se estaba comenzando a sentir le volvería a gritar.

De pronto le hombre le volvió a hablar. Sophia lo miró y vio que le estiraba un pedazo de piel de aquel oso que había matado. Sophia lo tomó entre sus manos pensando en todos los ácaros que ese pelaje debía tener, las garrapatas, las pulgas y todos esos bichos que solían vivir en las pieles de esos animales. Olía horrible… a perro mojado… pero se lo puso sobre la espalda para que el hombre no se sintiera mal de que despreciara su triunfo.

- Muchas gracias… - Susurró sin mirarlo.

A pesar de todas las dudas sobre los bichos que tenía eso, y el olor… la verdad era que Manigoldo tenía razón. Se sentía muy bien estar cubierta por ese pelaje. Se hubiera sentido aun mejor si su ropa no hubiese estado mojada. Sophia se la habría sacado para dejarla cerca del fuego para que se secara pero no iba a exponerse de esa forma frente a un extraño.

El olor a carne la embriagada, pero su orgullo era demasiado grande como para pedirle al hombre que le diera algo. No era tan sólo eso, también tenía que ver con el hecho de que ella por si misma no hubiese conseguido nada para comer. La hacía sentir como si no mereciera comer… Manigoldo tenía razón en ello. Toda su vida le habían dado todo en bandeja, ni si quiera era responsable por lo que en las plantaciones de la Villa crecía… sino que tenían sirvientes y lugareños que se encargaban de las cosechas. Nunca participó de moler el trigo, como mucho ayudaba en la producción de vino en las vendimias.

Seguía tosiendo una y otra vez, con su mirar melancólico sobre las llamas que danzaban a sus ojos. De pronto escuchó a Manigoldo quejarse lo cual hizo que lo observara. El hombre le ofrecía comida y le ofrecía que se sentara cerca de él.

- No tengo hambre… gracias. – Respondió amablemente con una sonrisa. No quería ser mal educada pero no podía aceptar su comida. Si iba a estar en ese lugar al menos tendría que aprender a cuidarse sola si alguna vez quería volver a su casa. – Estoy bien y creo que esta distancia es la apropiada entre un hombre y una mujer que no son marido y mujer. Deberías limpiar esas heridas en tu cuerpo o se infectaran.

Sophia le sonrió una última vez antes de reclinar completamente su cuerpo hacia el suelo de costado, quedando en posición fetal frente al fuego tapándose con la piel que Manigoldo le había dado. Antes de cerrar los ojos miró a Manigoldo quien también la miraba de reojo a cada momento, lo cual la incomodaba un poco pues no sabía que había en ella que le causaba tanta curiosidad a ese hombre. ¿Sería su pelo rojo? Había escuchado decir que era poco común en las romanas aquella característica. ¿O tal vez pensaba matarla mientras dormía? Sophia sacudió ese pensamiento de su cabeza. Si quisiera matarla o hacerle daño ya lo habría hecho. Aun así no podía dejar de preocuparse…

- ¿Sabes algo? Pensé que no ibas a volver hoy. Me sentí muy asustada… creo que no sirvo para la vida en lo salvaje. De seguro a mi me habría comido ese oso si me lo hubiese encontrado. – Hablaba con un tono dulce, como siempre. Había demasiada dulzura e inocencia en ella. El mundo nunca la había tocado. La chica bostezó y cerró los ojos. - Creo que dormiré… - Dijo alegremente mientras tosía. – Buenas noches Manigoldo, que Juno proteja tus sueños.

Cerró lentamente los ojos y se quedó dormida, sin dejar de toser en toda la noche.
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Mensaje por Manigoldo Dom Dic 05, 2010 11:01 pm

Manigoldo comía lentamente mientras observaba a la joven con detenimiento de reojo. La actitud tan pasiva y sumisa de ella, pero con aquel toque de orgullo lo tenía perplejo. Nuevamente había rechazado su ayuda, algo que le molestaba, sobre todo porque de un principio le irritaba tener que proporcionarsela como para que ademas se la negara.

- Si te quieres morir de hambre ahí tú... me tiene sin cuidado que comas o no. Te puedes quedar donde quieras, ya te dije que si tuviera ese tipo de intenciones contigo ya habría hecho algo al respecto.

Volvió a su trozo de carne, masticandolo sin nada de modales. Le dolía el pecho por las heridas que tenía al haber luchado con aquella bestia en el bosque. No sabía si la sangre que lo cubría era de él o del animal, pero sabía que la herida que se había hecho le quedaría ahí abierta bastante tiempo a menos que se la cerrara de alguna forma. Miró a Sophia una vez más irritado, pues la chica a pesar de haberse reclinado para dormir no dejaba de toser. Si seguía haciendolo los dioses sabían que tipo de animales podría atraer al fuego... sin mencionar que tampoco le agradaba de sobremanera el olor a carne que estaba exparciendose por esos lados... podrían atraer a los lobos o aun peor... a otro legionario perdido.


Tomó su daga y metió el metal entre las brazas... esperando que se calentara lo suficiente. Mientras lo hacía, se sacó la parte superior de su ropaje y vio las heridas que portaba. No se veían nada bien... pero no era la primera vez que algo así le ocurría y de seguro no sería la última. Manigoldo era un imán de problemas.

Sujetó su cinturón y lo llevó a su boca, mordiendolo con fuerza mientras acercaba el rojo vivo del metal de su daga a las heridas que tenía. De inmediato se escucho el siseo del metal chamuscando su piel y el quejido de Manigoldo lo acompañó, pero mordió con fuerza el cuero... demostrando porque se le decía a los soldados romanos que eran verdaderos hombres. Una vez quemada su piel, cerrada esa herida, se tiró hacia atras respirando fuerte. El dolor era intenso pero estaría bien.


Mierda... ¿Quien me manda a perderme en estas tierras con esta mocosa estúpida? - Pensó mientras volteaba su rostro para observarla acostada apenas a unos pasos de él. Se veía en tanta paz mientras dormía que por un instante hasta el sintió calma mirandola. Nunca una persona le había provocado sentimientos de esa naturaleza y que ella lo hiciera sólo lo irritaba aun más.

Pensó en ese instante por alguna razón en todas las mujeres que había conocido en su vida. Por ninguna había sentido algo parecido a eso... un sentir o deber de protección. Aglaya y Barbara, a pesar de que eran lo más cercano que tenía a familia, podrían haber comido mierda y muerto y el no se habría inmutado. Sabii... su propia hermana, apenas tuvo la oportunidad la encerró en un cuarto y le robo su fortuna... su madre, ni si quiera la recordaba. ¿Entonces que hacía a esa niñita noble tan especial? ¿Por qué despertaba en el preocupación cuando la escuchaba toser o deseos de acercarse a ella cuando pensaba que se iba a quebrar llorando?


Se volvió a sentar, retirando la piel de oso que lo cubría y poniendolo encima de la joven, tapandola para que no pasara frío, pues si esa tos empeoraba sabía que estarían en problemas. El podía contra cualquier enfermedad del camino, pero ella... no se veía lo suficientemente fuerte como para aguantar un resfriado en medio de esas tierras sin dueño.

Permaneció toda la noche en vela, cuidando del refugio, haciendo guardia. Pensó en alguna oportunidad despertar a la joven para que ella hiciera guardia, pero no lo hizo. Simplemente, permaneció ahi, sentado en la humedad de esa caverna, mirando el fuego y escuchando como afuera caía la lluvia. No sabía cuanto tiempo más tendrían que permanecer ahí, seguramente hasta que dejara de llover.

El tiempo pasó lento, no había mucho que haer. A veces cerraba los ojos y se quedaba entredormido sentado, pero despertaba con rapidez. Estaba acostumbrado a ese tipo de vigilia, porque había luchado en Germania. aun así, apenas vio que entraba la luz del amanecer en la caverna, se puso de pie y fue a investigar que había sucedido afuera mientras llovía.

El caballo seguía ahi, amarrado a un árbol. La lluvia habia parado y las nubes se dirigían hacia las montañas. Observó el pasto buscando alguna hierba que le pudiera servir para darle a la mocosa... pero no tuvo suerte. No veía nada que creciera con fuerz entre las rocas. Tal vez cuando llegaran al valle vería en los prados alguna hierba mas familiar.

Regresó a la caverna y miró a Sophia.


- Bien, despierta... es hora de seguir moviendonos. Ya has dormido lo suficiente.
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Mensaje por Sophia Dom Dic 05, 2010 11:36 pm

Toda esa noche tuvo sueños tranquilos. Nada pareía alterar la paz con la que dormía. Sin embargo, su cuerpo empezaba a mostrar los deterioros de no haber comido en 3 días y ademas haber pasado toda la noche con ropas mojadas, secandose al fuego en medio del frío. Despertó con un horrible dolor en su pecho que sólo la hacía toser y toser. La voz de Manigoldo se escuchaba cansada y por las ojeras bajo sus ojos adivinó que él tampoco había tenido una buena noche. Le sorprendió ver que a diferencia de como se había acostado sobre ese sueño humedo, ahora portaba sobre ella 2 mantas de piel de oso por lo cual no tenía frío. Por el contrario, Manigoldo se veía bastante molido, algo que la hizo comprender que el se había sacrificado para verla dormir mejor.

- Gracias... - Le susurró con una sonrisa desde el suelo mientras observaba como se alejaba y salía de la caverna.

Se puso de pie con dificultad, doblando aquella piel y llevandola entre sus manos hacia afuera. Seguía tosiendo, le costaba caminar, sentía que se iba a desmayar en cualquier momento. La falta de comida en su organismo la estaba dañando horriblemente, pero tenía que demostrar que ella podía ser util en ese lugar y no una carga, por lo cual no se quejó par nada, incluso intento ocultar sus tos haciendolo de forma suave.

- Que hermosa mañana, ¿No lo cree así Manigoldo? - Le preguntó al ver la forma en que todo se veía verde de lado a lado. El valle bajo esa quebrada se abría ante ellos y una nueva ruta que tomar seguramente. - ¿Ahí nos dirigimos? -
Preguntó cubriendose la boca mientras tosía.

Sophia no tenía idea donde su camino la llevaría. Sólo sabía que cada paso que daba la alejaba más de Fye y Gelum... incluso de Vergilius. Tambien sabía que de seguro la estarían buscando, por lo cual... le preocupaba un poco lo que le pasaría a Manigoldo si los llegaban a encontrar. Lo miró con algo de lastima mientras ese pensamiento se expandía...
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Mensaje por Manigoldo Jue Dic 09, 2010 12:59 am

Manigoldo se rascaba la cabeza preguntandose a si mismo dónde mierda estarían. La tormenta los habia desviado mucho del camino que el conocía y ahora en medio de la luz del amanecer, todo parecía aun más confuso que antes. Estaba hecho un asco, de pies a cabeza. Sophia no estaba mucho mejor que él... ambos venían viajando 2 días ya y su higiene era lo que menos le preocupaba en ese momento... pero el barro y la sangre seca eran sin duda molestos. Ya tomaría un buen baño apenas encontrara algun estero por el camino...

Miró a Sophia de pie a cabeza. La joven se veía en pésimo estado... seguía tosiendo, estaba debilitada y peor aun, las ojeras que traía sólo evidenciaban aun más que estaba a punto de enfermarse seriamente. Había visto ese rostro pálido y moribundo muchas veces en sus compañeros. Era normal para los soldados llegar a puntos en sus travesías en donde la comida y el agua se hacían escasos y muchos de ellos morian a causa del frío, de enfermedades del camino, de la falta de higiene que hacía que sus heridas se infectaran. Sophia no lo engañaba con esa sonrisa.

- No tengo la menor idea de donde nos dirigimos, lo importante es mantenernos ocultos. No tengo un buen presentimiento... - Dijo tomandola sin pedirle permiso de su cintura y montandola en el caballo para luego subir él delante de ella. - Tápate con esa piel... esta frío. Sujetate de mi cintura y no me sueltes.

Le daba ordenes como si nada. Sintió como las manos de la joven timidamente se aferraban a su cuerpo pero las sintió temblando. No porque estuviera nerviosa... eso era más que seguro pues no era la primera vez que cabalgaban así, sino, por que estaba debil. Necesitaba encontrarle con rapidez comida.

Le dió una leve patada al costado del caballo y este empezó a galopar cuesta abajo. La pendiente era suave, no costaría mucho llegar a ese valle que se abría bajo ellos. su mayor preocupación era que no los descubrieran y que esa chica le pudiera enseñar lo que sabía antes de que se muriera. Sabía que ya estaba muerto de cualquier forma, si algun soldado romano lo encontraba moriría pues sacar a una mujer de la importancia que tenía esa de su casa se consideraba un gran crimen y su pater seguramente vendría a matarlo... pero tenía que aprender ese secreto de ahuyentar a la muerte para poder hacerlo él tambien y no seguir el destino de esas irritantes almas que ya no veía por algunos días.


Había pasado alrededor de tres horas en las cuales Sophia seguía tosiendo y tiritando, cuando sintió que finalmente las manos de la joven se desprendían de él y su cabeza se apoyaba en su espalda. Paró el caballo de inmediato y se volteo solo para descubrir que se había quedado dormida. La sacudió un par de veces, pero no despertaba.

- Lo único que me faltaba... - Dijo enojado, pensando que haría ahora si esa niña se moría.

Tendría que buscar ayuda, acostarla, darle de comer, darle agua... todas las cosas que se necesitaban para auxiliar a una enferma. Todo eso lo irritaba, tener que cargar con ella en ese momento era lejos la peor idea que había tenido y hay que decir que las ideas de Manigoldo no siempre eran muy brillantes. Se bajó del caballo, empujó a Sophia hacia adelante y se sentó atras de ella, para asegurarse con sus brazos que no se cayera. Por ello, con una de sus manos sujetaba a Sophia de la cintura y con la otra manejaba el animal.

Sabía que en alguna lugar pasado el valle y atras de las montañaz debía haber algun poblado. Sujetó con fuerza el caballo y lo hizo correr. No tenía tiempo que perder, debía cruzar las montañas antes de que cayera la noche o esa niña moriría.
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Mensaje por Vergilius Sáb Dic 11, 2010 4:34 pm

Los hermanos habían cabalgado a mucha velocidad, ahora las lágrimas en los ojos de Vergilius ya se habían cesado, habían terminado de brotar apenas la lluvia parecía terminar. Su cuerpo seguía mojado al igual que su cabello y el del caballo, pero con una leve sacudida de la cabeza saco todo lo que le molestaba, dejando solo la humedad. El caballo no parecía cansado, era uno de los mejores caballos de Roma y parecía hacerle honor a ese titulo mientras que avanzaban. Vergilius comenzaba a desesperarse a no encontrar ninguna prueba, no era mucha gente la que iba por los limites de Roma, así que la minima prueba de movimiento debería ser fundamental para saber si habían pasado por ahí. Pero el no encontrar pistas hacia que el hijo del César se desesperara un poco.

La habilidad de los hermanos eran muy buenas para hallar a personas, eran unos perfectos rastreadores y además, la inteligencia del menor hacia mucho mas fácil todo. Octavius tenía también su inteligencia, pero se destacaba mas por sus habilidades de lucha, era por eso que Vergilius lo admiraba tanto…

Seguía caminando hasta que algo poco normal en el suelo llamo la atención del muchacho. Se bajo de su caballo y señalo a su hermano unas huellas de caballo en el suelo. Alguien había estado ahí antes…


-Las huellas están pocas distanciadas… El caballo estaba cansado, venia galopando mucho rato… ¿Serán ellos?...


Musito en voz baja mientras que buscaba por todos lados algo, como si estuviera buscando una nueva pista que le habían comentado en el oído. Estaba seguro que lo encontraría y de un momento a otro, esbozo una sonrisa. Señalo una cueva a lo lejos y le hablo a su hermano.


-Suponiendo que venia con alguien como Sophia, necesitaría descansar… ¿Qué mejor que hacerlo en esa cueva?


Dijo mientras que se subió a su caballo y emprendió el viaje hacia la famosa gruta deseando buscar cualquier cosa que lo llevara hasta Sophia o incluso, tenía esperanza de encontrarla a ella… viva.
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Mensaje por Vergilius Miér Dic 15, 2010 11:29 pm

El hijo del César entro en aquella cueva y vio huesos de lo que parecía ser un animal recién cazado hacia unas horas, quizás la persona que buscaba no estaba tan lejos. Los huesos estaban muy bien cuidados, sin rasguños de algún cuchillo, así que el hombre que había tenido la fuerza como para sacarle la piel al oso y la carne, tenía cierta habilidad con el arma… Era un guerrero. La sangre del animal estaba fresca. Estaba tan metido en sus pensamientos que incluso pudo escuchar un pequeño ruido a lo lejos, un ruido de marcha que le llamo la atención.

Salio de la cueva y miro hacia lo lejos, se podía ver un grupo del ejercito de Roma, con el estandarte de César volviendo de la lucha. Sin lugar a dudas, el César quizás estuviera regresando a Roma y necesitaban alguien que le diera la bienvenida, seria descortés que ninguno de los dos hermanos estuviera presente ante la victoria de su padre y además, la búsqueda no incumbía tanto a Octavius como a él.


-Mira eso… Nuestro padre parece mantener su fuerza de liderazgo…
-Dijo sonriendo mientras que le señalaba los soldados, se subió su caballo y decidió que era hora de separarse de su hermano. Ahora que sabia que Sophia no estaba lejos, no podía dejar la búsqueda, así que el hijo que debería recibir al César era su hijo mayor- Octavius, vuelve a Roma y recibe a nuestro padre. Mándale un gran abrazo de mi parte y que lo felicito por su victoria…

El hijo del César confiaba mucho en el ejército romano, pero la sorpresa que se llevaría luego seria muy grande. Porque él pensaba que el ejército volvió con un triunfo y había regresado con una derrota muy importante, porque podrían haber ganado en guerra, pero su líder, el César, el padre de Vergilius… había muerto. Y asi partio, dejando atras a su hermano, sin escuchar su respuesta.
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Mensaje por Octavius Jue Dic 16, 2010 5:42 am

Escuchaba atentamente las palabras de su hermano menor, recordaba sus vivencias de antaño cuando era mas joven; el agua caía al suelo impactándose contra éste, mojandolo poco a poco a medida que avanzaba la lluvia y se acrecentaba cada vez mas.

A lo lejos se acercaba un grupo de hombres montados a caballo, era el ejercito romano, se posicionaron frente a Octavius con sus animales y mirándolo seriamente no tardaron en hablarle. — Señor Octavius, heredero al Trono de Roma, se lo requiere urgentemente en el palacio de Cesar, es un asunto de suma importancia, no podemos tardar — Exclamó mirando a los ojos al Primogénito de Cesar quien estaba por ayudar a su hermano a Buscar a su prima Sophia, y éste no tardó en contestar — ¿ Y cual es el motivo de tanto apuro ?— Preguntó a los recién llegados pues no veía algo que sea lo suficientemente importante como para irrumpir en sus actos y pedirle que se dirija hacia un lugar cuyo destino no estaba en sus planes. — Es sobre su padre... no hay tiempo que perder, venga cuanto antes.— Convino el montado quien se veía apresurado por hacer las cosas rápidas.

Lo pensó un poco pero finalmente se decidió — Muy bien, pero exijo que en el camino me cuenten de que va todo esto y por que razón es tan importante, por lo que veo no se trata de un triunfo de Roma... o al menos eso me hacen pensar. — Exclamó hizo una pausa y finalizó — Vamos! — Repuso de inmediato.

Tras lo ocurrido comenzaron la marcha hacia el Palacio de Cesar, Aún Octavius no sabía de que iba todo esto pero era conveniente que se ponga en marcha como le aconsejaban los hombres.
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Mensaje por Zelghadis Lun Jun 13, 2011 3:11 am

Aún están todos y en su sitio correspondiente...

De todos los prisionores actuales que avanzaban por los senderos empedrados, era uno y solo un individuo que de momento tenía una ligera preocupación distinta a la de sus compañeros. Todos ellos eran los únicos sobrevientes de una milicia que había sido avasallado por la gran potencia romana. Podrían considerarse hasta ahora como afortunados, sus demás compatriotas habían perecido a causa de los gladius y una fuerza perfectamente organizada.

Habría sido un problema que hubiese perdido una pieza, sobre todo a la hora de comer...

Sus rostros remarcaban la derrota y la desesperanza. Marchaban a pasos forzados y de vez en cuando alentados por los látigos romanos. De todos, uno destacaba por su indiferencia, no había seña que dibujara los estragos de ser un prisionero con destino a Roma. Lo que ahora parecía preocuparle era constatar que mantuviera todas sus piezas dentales.

Lo cierto era, que aquél sujeto que sus camaradas conocían como Zelghadis había recibido una paliza la noche anterior a la marcha a manos de un decurión de la legión. El celta había recibido un correctivo a causa de su mal comportamiento y es que dicho de otra manera, había faltado a decir su número correspondiente en la fila a cargo del oficial en turno cuando pasaba el conteo riguroso de prisioneros de guerra. Bastaba con que hubiera mencionado "cuarenta y uno" pero una desatención de su parte le costó toda una noche de golpes.

- ¡Avancen malditas basuras celtas! ¡Muevan sus páteticas y repugnantes humanidades!

Aquella orden fue reforzada por una latigazo en su espalda provocando una nueva herida en el cuerpo de Zelghadis que por reacción emitió un quejido despabilandolo de sus pensamientos. Por acto reflejo su espalda se arqueó tratando de mitigar la quemazón producida por el golpe pero así como reaccionó una contrareacción se produjo en su esternón. El movimiento le habría recordado que aunque conservaba intactos sus dientes dos de sus costillas derechas no habían corrido con la misma suerte.

Aquel par de costillas rotas le provocaban un esfuerzo por respirar y el haber contraído sus músculos para esconder su espalda para evitar otro azote sólo ocasionó que diera unas pequeñas expectoraciones acompañadas de sangre.

- ¡Bah! Pero si son una autentica basura de raza. Deberían acabar con todas las mujeres celtas para que no botaran al mundo tanta mierda como lo son ustedes. Hahaha, ¿creyeron que podrían levantarse en armas contra el imperio? Ahí tienen su recompensa, un viaje con todos los gastos pagados hacia el mercado de esclavos, con suerte algunos podrán servir para el glorioso imperio romano y su gran flota dentro de alguna galera.

Zelg no le prestó atención a las palabras del legionario, lo que ahora llamaba su atención era el camino y la conformación de nubes que circundaban encima de ellos. Le parecía novedoso el colorido del lugar, era distinto a lo él anteriormente habría conocido como su hogar...


Última edición por Zelghadis el Lun Jun 27, 2011 9:34 pm, editado 1 vez (Razón : Quería poner mi firmita D=)
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Mensaje por Zelghadis Sáb Jun 18, 2011 1:26 am

Entre trompicones y empellones la marcha de los esclavos celtas hacia Roma mantenía su monótono ritmo. Los percances seguían dándose de los romanos en una clara muestra de xenofobia por el grupo de prisioneros a los cuales los miraban con sumo desprecio.

La noche caía fría y mortuoria, la caravana, se había establecido en un claro para disponer así de un sitio en el cual se pudiera pecnotar, alimentar a la tropa y a regañadientes a los esclavos. Pequeñas hogueras a las cuales de cinco a seis legionarios se daban cita para mantener el calor en sus extremidades.

Las risas, los relatos y el compañerismo no podían faltar entre una comunidad que estaba destinada únicamente a combatir como un todo, como una sola entidad bien sincronizada y era debido a esto que el compañerismo entre los soldados de la legión estaba bien remarcado. Podían al menos por ahora darse un pequeño lujo y sentirse orgullosos pues regresaban a casa victoriosos luego de salvaguardar una frontera.

Las demás legiones podrían albergar un sentimiento de envidia, nadie como ellos que tan fácilmente habían diezmado y desarticulado un nutrido ejercito extranjero fuera de Roma. Epopeyas y anécdotas de los hermanos caídos era por el momento el tema de conversación mientras uno que otro intentaba adivinar la suerte de la mayoría de los prisioneros que amontonados y encadenados permanecían sentados en un extremo del campamento.

El aspecto de muchos de los prisioneros era deplorable, sucios, androjosos y enfermos, el panorama en ellos se extendía conforme se acercaban a la ciudad y sede del imperio romano. Era casi un chiste o una broma mal concebida pensar siquiera que alguno de ellos ejerciera alguna labor eficiente acorde al ámbito al que fueran destinados. Aunque ciertamente, destinarles un poco de tiempo a pensar en los prisioneros era malgastar el momento y más ahora que el arribo hacia la patria dejada casi podía contarse con los dedos de una sola mano.


Última edición por Zelghadis el Lun Jun 27, 2011 9:33 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Zelghadis Lun Jun 27, 2011 9:16 pm

- ¿Y bien...? ¿Qué tenemos para nuestros errhh cómo diríamos... nuestros distinguidos acompañantes?

Aquellas palabras remarcadas en ironía obedecían al oficial romano que luego de haber dado la orden de descanso cerca de un poblado obedeciendo así al reabastecimiento de agua tanto para la tropa como para los animales de carga y montura.

- ¡Elixir de los dioses mi comandante! ¡Digno de los reyes y reinas celtas por así decirlo!

Respondió al instante el suboficial Arestes mientras sus mal cuidados dientes asomaban en una sonrisa similar a un tiburón desdentado pero con la comida asomando entre ellos.

La parada temporal en ese punto era obligatoria, el sol en toda su plenitud castigaba tanto a romanos como a esclavos. La deshidratación era eminente si no se tomaba líquido alguno, por lo que una vez llegado al poblado más próximo la legión demandó a los habitantes una cantidad considerable de cubos rebosantes de agua.

Los prisioneros daban ligeros quejidos, en su mayoría suplicas a sus captores para apaciguar la sequedad de sus gargantas. Asomaban de vez en cuando sus lenguas para humectar sus labios partidos aunque en esas condiciones era difícil mitigar su martirio. Con la paciencia que dan los severos castigos la fila de esclavos aguardaba su turno.

Los romanos, excelsos en su comportamiento se hastiaban de aquel líquido derramándolo incluso todo con tal de divertirse a costa de sus prisioneros. Aquel pequeño juego pareció aburrir a los legionarios y presintiendo que no quedaba nada más por hacer comenzaron a enturbiar el agua con alguno que otro "regalito". Un mancebo elegido por los legionarios fue el encargado de distribuir el agua entre los esclavos que apenas si daban un pequeño sorbo éste salía disparado de sus bocas exigidos por sus paladares.

- ¡HAHAHA! ¿Qué pasa celtas? ¿Acaso no hemos podido recrear el sabor del agua que toman en sus asquerosas ciudades?

Las risas estallaban al unísono tras aquel comentario mordaz y provocativo. Lo cierto es que nadie podría tomarse aquella agua al menos en las condiciones en que la habían dejado los legionarios. Zelghadis esperaba su turno, con la mirada extraviada misma que regresó cuando el pequeño esclavo introducía una jícara quebrada en el interior del balde para ofrecérselo. El joven pelirrojo destinó unos breves segundos en la cara del chico, unos trece años a lo mucho y un futuro al igual que el de ellos incierto.

- Serás un estúpido si tomas de esa mierda Zelghadis.

Susurró Bhaldoris a su costado. Aquel joven un año menor a Zelghadis podría haberse considerado su mejor amigo, al menos uno que se le conociera a Zelg. Ambos pertenecían a la cuarta escuadra que cayó prisionera en la segunda reyerta. Había sido una fortuna que doce combatientes de ese destacamento celta salvaran la vida pero tras una genialidad de Bhaldoris le habría salvado la vida a él y otros más incluyendo al mismo Zelghadis.

Éste último no le prestó atención a su compañero y sin vacilamientos bebía de aquella agua despreciada por sus demás compañeros. El sabor repugnante y ligeras viscosidades de dudosa procedencia le hicieron pasar el trago de manera diligente no sin provocarle unas grandes arcadas que anunciaban el vómito inminente.

- Si serás imbécil Zelghadis. Sólo un completo retrasado tomaría algo de parte de los romanos.

Zelghadis escuchó los leves susurros de Bhaldoris al tiempo que todos los romanos estallaban en júbilo y risas al ver como uno de sus prisioneros había tomado aquel pestilente y desagradable líquido. Una vez que el asco pasaba de su cuerpo Zelghadis recobró la compostura y girando levemente hacia su amigo profirió con una voz monocorde:

- El agua de los ríos fluye igual a la sangre de los vencidos...

El ceño fruncido de Bhaldoris evidenciaba el desconcierto que Zelghadis le había infundido. Lo conocía poco y sabía que era raro tratar de entenderle por lo que solo se limitó a negar con la cabeza las acciones de su compatriota celta.

- ¡A marchar! ¡Muevan el culo perros celtas que aún no han visto lo mejor de nuestra hospitalidad legionaria!

Fue aquella voz estentórea la que calmó las risas y el barullo de los legionarios. Los látigos aullaron potenciados por el viento estrellándose en una que otra espalda de los esclavos poniendo así en marcha el largo peregrinaje de camino a casa para unos y de camino a la esclavitud y la muerte para otros...
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Mensaje por Zelghadis Dom Jul 10, 2011 7:53 pm

Un día más significaba un día de superviviencia, al menos para los cautivos celtas y aquellos que mostraban una resistencia reacia. Algunos ya habían sucumbido a causa de la debilidad y los malos tratos de los romanos y otros por los extraños juegos a los que se les obligaba hacer para diversión de los lideres de legión.

En este sentido eran apuestas de sangre y muerte, sobre todo si los participantes eran los avasallados guerreros celtas. Nadie echaría de menos a estos infelices, salvo sus familiares aunque eso poco importaba. Desde luego que hasta ahora Zelghadis había corrido con suerte para ser seleccionado como un participante en ese espectáculo extraño a su razonamiento.

La suerte más que nada era debido a su mal aspecto, a la tos reciente que cobraba fuerza luego de haber sufrido dos fracturas en las costillas motivo de una paliza correctiva. No le importaba por nada en lo absoluto las vejaciones a las que eran sometidos, ni siquiera tenía interés por el duelo protagonizado por dos de sus antiguos compañeros.

E juego de ahora consistía en un tipo de combate armado, no había piedad entre ellos de los combatienes que siempre eran entre dos esclavos. El vencido no vería un nuevo día, el vencedor solo le esperaba otro día más para ser sometido y sobajado, triste destino para todos ellos. Y ante el júbilo que da el vino y la sangre derramada, el viaje a casa demoraba más de lo estipulado, al fin y al cabo algo dirían en el castrum, pero ahora solo contaba ver en que terminaba el último combate de la noche que ya eran populares, no solo en los legionarios, si no en distintas partes del mundo y Zelghadis por el momento era ajeno a este destino al menos por ahora que parecía no entender bien que hacía en ese sitio.
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Mensaje por Zelghadis Vie Jul 15, 2011 12:44 pm

- ¿Gladiadores...?

Musitó aquel chico pelirrojo luego de que su amigo Baldhoris le hubiera explicado en parte aquellas justas que hacían los romanos y a las cuales eran obligados a participar. El apelativo con el cual se le designaban a los participantes no le encontraba lógica aparente pero poco sabía él que correspondía en gran medida al nombre que tenían el arma principal de los legionarios.

Por su mente viajaban imagenes distantes de un mundo mejor, de una infancia truncada y el recuerdo de una madre amorosa. Zelghadis recordaba muy poco a su madre, no le era habitual traer su recuerdo a su memoria, y aún así como si se tratara de una manía, él recorría los relieves y bajorrelieves de su extraño medallón.

Que lo conservara no era producto de la suerte o del destino, obraba directamente al poco valor monetario que significaba para los romanos. Es más, para ellos era una autentica porquería aquella pieza y sólo por esa razón no fue despojado de esa pieza familiar. A pesar de que su amigo entonaba con elocuencia y pasión lo que había descubierto a cerca del circo romano Zelghadis le daba más importancia a la nauseabunda cena que les habían proporcionado. Enfocaba su atención a masticar y tragar los grumos del estofado si es que aquella cosa conocida por comida era en realidad un estofado.

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