Villa Adriana-Habitación de Solomon

La llegada de su cuerpo había sucedido por mediados de la noche, produciendo el menor ruido posible, dejándolo solo en medio de su cama, parecía tan tranquilo, aunque las hileras que marcaban su rostro de lágrimas secas demostraran todo lo contrario. No soñó en lo que quedo de la noche, mantuvo un dormir placido hasta el instante del alba.

Un nuevo día, apacible en toda la villa, como de costumbre, menos para el senador quien podía oír con claridad el relinche característico de los potros solares de Helios mientras estos surcaban el cielo, era tan vivida su percepción que se levanto de golpe como si de un mal sueño tratase, encontrándose empapado en sudor vio a todas partes de su cuarto, las sombras, grandes y pequeñas le aterraban, hasta que lentamente sus temores se fueron dilucidando, ya reconocía que estaba en su dormitorio, en su casa, en su hogar.

Eso fue todo...

Se pregunto mientras arrugaba con sus dedos las sabanas de seda con fuerza, estaba inseguro de lo que había sucedido semanas atrás, no daba por hecho si estaba en la realidad o en un sueño profundo a manos de Afrodita. Fue allí cuando sintió algo cercano a su pierna.

Pero si eso es...

El frasco rodaba hacía él, el corazón del senador se apresuro dándole dos punzadas por cada media vuelta que daba la poción. Permaneció estático, sin pensar, el estupor de saber que todo había ocurrido realmente era demasiado, solo soltó un amargo suspiro tirándose en la cama nuevamente con el frasquito en manos. Veía con detenimiento el techo, quedándose así hasta que escucho a lo lejos algunas pisadas, eran los siervos que acostumbraban a esas horas el comienzo de sus labores de limpieza. La tragicomedia continuaría para beneplácito de los dioses, de la peste roja y de los usurpadores de roma.

Aun sigo vivo...

Solo quedo allí, tomando valor para siquiera poner un pie fuera de su dormitorio.