[Posada Gradisca]

Alizé apenas estaba recuperando el conocimiento después de haber sido afectado por los poderes de Astrid y de ser poseído, brevemente, por el Dios de lo irreal. El joven de finas hebras rosadas despertó acostado sobre una mullida cama en un lugar desconocido. Había caminando siendo guiado por la dama del orgullo, por lo que la forma en la que llegó hasta ahí no era muy clara para el joven que había sido elegido por Phantasos para ser su recipiente.

La pregunta que le hacía Astrid le parecía de lo más extraña. Alizé había asimilado muy bien las memorias falsas implantadas por la doncella. Sólo recordaba lo que tenia que recordar, la información que Astrid había programado en su cerebro. El chico miró con confusión a la joven mientras sujetaba una fruta con sus delicados dedos y lentamente la aproximaba hacia su boca, dando un pequeño mordisco para luego dejar la fruta entre las sabanas.

-¿Qué es lo que te pasa hoy Astrid? Estás muy extraña. Por cierto, qué hacíamos en medio de esas ruinas carbonizadas?- el joven hizo una breve pausa para toser. Algo de aquel humo que despedía la Villa envuelta en llamas se había depositado en sus pulmones y aún lo estaba expulsando por completo de su sistema respiratorio. -No me siento muy bien, tengo mucho calor.- dijo mientras se quitaba las ropas que cubrían la parte superior de su cuerpo, dejando su torso desnudo y visible para los ojos de Astrid sin pudor alguno por la prisa.

El chico miró horrorizado las leves quemaduras que tenia en el cuerpo por haber estado tan cerca del fuego. Estaba pálido del susto. Las quemaduras no le preocupaban, afortunadamente eran leves y desaparecerían pero, lo llenaba de temor pensar en cómo se las había producido.

Por más que deseaba recordar lo que ocurrió antes de caer inconsciente no podía, como si no hubiera nada de lo que tuviera que acordarse. Colocó su mano izquierda encima de su rostro y cerró los parpados, intentando encontrar lo perdido. Quería que Astrid le dijera que él no tuvo nada que ver con el incendio, le dolería en el alma saber que pudo haber estado involucrado en algo así; no por los daños en la Villa, sino porque alguien pudo haber salido herido aparte de él.

El muchacho podía sentir como la energía se adentraba en su cuerpo, curando toda herida y dejando una sensación fresca en toda la dermis. El muchacho estaba todavía un tanto mareado, pero al menos gracias a la vitalidad que Astrid le había traspasado el joven ya estaba mucho mejor, más estable y menos agotado por tener que cargar las quemaduras sobre su fina piel. Al estar tan confundido todo lo que le decía Astrid era una verdad indiscutible. No tenia ninguna argumento para responder a Astrid, solo dejó que sus expresivos orbes azules hablaran por él, mostrándole a la joven lo arrepentido que estaba por sus actos y que jamás volvería a errar de esa forma.

Alizé se abrazó a la chica con fuerza, sujetándola y compartiendo su calor con ella, poniendo en evidencia su miedo al no querer separarse. El pequeño se acurrucaba ahí, como hacía generalmente cada vez que metía la pata e intentaba arreglarse con la mujer, o con cualquier otra persona, pues así era como el joven solucionaba sus problemas al saber que él era una criatura adorable, a la que no se le podría odiar.

Los ojos del chico desprendían temor y tristeza; no podía creer que por su mente pasó la idea de alejarse del lado de la dama del orgullo. Y después de esa escena esperaba que la joven le otorgara su perdón, tal y como lo recordaba. Su vista estaba fija en el pequeño cristal usado por la mujer para detener el ardor sobre su piel, y con el que había apagado ese calor que había atrapado en el incendio.

Aunque todavía no le quedaba muy claro cómo había ocurrido ese incidente, quién había producido el fuego, y por qué. Pero no quería agobiar a Astrid con preguntas, por lo que se limitó a mirarla con ternura y esperar que ella le disculpara todos los problemas y situaciones que le había hecho pasar por su testarudez.

Sintió cómo Astrid lo alejaba y susurraba algo que fue difícil de entender por el volumen usado por la mujer. El chico se apartó de Astrid mientras veía que un hombre extraño se presentaba en la puerta de la habitación, pidiendo alojamiento en el mismo cuarto que ellos. Al muchacho no le molestaba para nada tener que compartir la habitación con otras personas, pero si que aquel hombre interrumpiera lo que estaba haciendo con Astrid.

Aunque cómodamente podrían retomarlo con él ahí aún, pero al joven le daba algo de vergüenza que un extraño viera, pues aunque no era algo malo ni indebido si era privado, y no le gustaba que alguien ajeno metiera sus narices. El hombre de larga cabellera se acercó para estrechar la mano del chico de cabello rosado.

-Mucho gusto... ¡¡AAAHHH!!-


Alizé sintió algo de frío en la parte superior de su cuerpo, y un ligero rubor apareció en sus mejillas al notar que estaba casi desnudo: por su descuido la ropa estaba un poco más abajo de la cintura, y de no haber estado sentado habría dejado ver algo más comprometedor. Sumándole a eso el hecho de ser un chico excesivamente tímido, por lo que algo como eso era una razón valedera para morirse de vergüenza.

Sin pensarlo más el chico se escondió entre las mantas, y al hacerlo una mujer pelirroja apareció. Tenía un rostro de niña pero el cuerpo de una mujer, por lo que no representaba la edad que en verdad tenia. Los ojos del chico volvieron a perder lustre como había ocurrido en la Villa cuando Phantasos se metió dentro de él.

-Tú.-

Pronunció suavemente mientras contemplaba a aquella mujer de melena roja. Una sensación de estar viendo algo sumamente familiar lo hacía no poder alejar su mirada de la fémina. Phantasos no había retornado, pero pudo percibir algo extraño en esa mujer, como si tuviera algo especial que él no era capaz de comprender, un aura extraña que era producida por su cuerpo.

El muchacho estaba completamente congelado, no quería ni dejar que su cabeza saliera de entre las cobijas. Tenía bastante vergüenza por lo que Astrid y el caballero pudieron haber visto. Pero cuando sintió que alguien se iba de la habitación se atrevió a asomar la cabeza. Lentamente el muchacho comenzó a emerger del capullo en el que se había encerrado, para darse cuenta de que ahora se encontraba solo en compañía de la dama pelirroja y de Astrid. Algo despertaba ciertas inquietudes respecto a la otra mujer, seguía sintiendo aquel desbordante poder que era emitido por la fémina. Aunque la joven aparentaba no tener interés en Alizé, sólo en Astrid.

Esas vibraciones hacían que el Dios dentro de él se agitará e hiciera un esfuerzo por salir de nuevo, como si quisiera presentarse nuevamente tomando posesión del cuerpo que había elegido, pero continuaba repitiendo que no era la situación que estaba esperando para hacer su tan esperada aparición. Todavía había muchas cosas que tenían que ocurrir antes de que él pudiera abrir los ojos en ese nuevo mundo que todavía le resultaba tan desconocido.

Alizé no dijo nada, sólo se quedó mirando a las dos personas que habían permanecido en la habitación, en espera de que la persona encargada de la posada regresara. No tenía nada que decir, lo que le molestaba pues sentía que estaba espiando lo que ambas mujeres tenían que resolver. El nombre Phantasos le sonaba tan conocido, como si lo hubiera escuchado antes pero no estaba muy claro en su mente. Obedeció a la rubia, entendiendo que debía comportarse.

Le estaba resultando vergonzoso no poder aportar nada nuevo a la conversación, así que simplemente esperaría para ver en qué terminaba ese encuentro. Parecía que Astrid y ella eran viejas conocidas, y que él también estaba involucrado en aquel asunto.

Ocultando parte de su cuerpo bajo las mantas, el joven seguía atendiendo a la conversación, tratando de pasar desapercibido y causar la menor cantidad de molestias posibles. Pero lo que él en verdad no esperaba era que Astrid fuera a tomarse la tarea de vestirlo. Se quedó mudo e inmóvil mientras dejaba que la mujer lo preparara como a un niño pequeño. Bloqueando la vista para que la pelirroja no pudiera ver la anatomía del chico de cabello rosado. Alizé no expresó mucho, sólo dejó que Astrid hiciera lo que quería, pero no sabía si se había quedado paralizado por la forma repentina en la que lo hizo o simplemente por que le tenía la confianza suficiente para permitirle hacer algo así y no inmutarse.

Y, mientras la dama rozaba su cuerpo, imágenes extrañas se proyectaban en su mente, mientras sus pupilas se dilataban. Era tan extraño, y todo ocurrió cuando la mujer comenzó y terminó de arreglar sus ropas, pero aunque sólo fueron unos momentos para Alizé paso una eternidad. Como si un aguijón hubiera sido clavado en su cerebro, y así información nueva y contundente ahora fuera parte de su conocimiento. Phantasos, ahora sabía quién era él. Y también recordaba tenuemente los hechos del pasado. Pero curiosamente la voz extraña que había escuchado en la Villa incendiada no volvió a presentarse.

Él no lo sabia, pero aquella segunda personalidad no era más que la esencia de Phantasos, que estaba despertando lentamente. Forzado por otros factores, como el despertar de Kore y el contacto con el cosmos de la Dama del Orgullo. El chico se levantó de la cama, ya con las ropas colocadas. Se sentó cerca del borde de una ventana abierta en la habitación, y mientras el viento helado de la noche agitaba su corta cabellera dijo: -Yo siempre estaré contigo. Es lo menos que puedo hacer después de que me ayudaste, Astrid. Mi único plan era esperar por Hypnos, pero creo que no le he de interesar si el mismo no ha venido a por mí.-

El joven estaba siendo honesto, no tenía otras ideas en mente. Contaba con que aquella rata de cabello blanco había sido calcinada, así que ya no tenía ningún asunto pendiente o de importancia. Podía modificar sus planes con libertad, pues por ahora quería sentirse dueño de sí mismo y no de otros, y había elegido seguir al lado de la Estrella infernal, ya que ambos habían despertado con el mismo fin, servir a Hades.