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Entrada al Santuario
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Entrada al Santuario
Los días pasaron, se transformaron en semanas en las cuales permanecimos acogidos por el doctor y su mujer, esperando que las heridas de Edward sanaran. Verdaderamente no había puesto mucho interés en como es que aquel hombre había terminado en tal estado, el tiempo que había vivido me había mostrado que algo así no era para sorprenderse, los reinos seguían en sus disputas sin siquiera percatarse de que algo mayor y terrible se avecinaba. Para el caso me intrigaba mas aún aquel pueblo tan irreal, tan abstraído de lo frío y cruel que era el mundo, por leves momento venía a mi mente si el santuario era la causa de tanto animo en los habitantes de aquel lugar. Quise confiar en que fuese eso, que aquello en lo que me había convertido podía traer esa paz y felicidad.
Por aquellos días me permití volver a ser la niña que deseaba gozar de la dicha, del juego. Estar junto a mi hermana, sentir nuevamente el calor de ser parte de una familia. Y a pesar de que cada tanto se retiraba sin dar motivo yo podía sentir y deducir lo mucho que le costaba haber perdido a mama, aunque no quisiese mostrarlo, por mas irme que hiciese resonar su voz, yo podía percibir esa intensa tristeza, no dije nada. Cuando ella se iba me quedaba mirando al joven, o jugaba con su mascota, otras veces cuando ellos descansaban yo salía a ver las estrellas y meditar. Concentrarme en lo que ocurría, ya no tenía dudas de que el peligro era cada vez mas cercano, la oscuridad parecía extenderse por todos lados, pero había algo mas notable que el frío de la muerte a la cual se les temía en las historias, había una furia dominando. Solo parecía crecer el descontrol mientras nosotros, el santuario ni siquiera teníamos a nuestra diosa. Por horas pensaba en Aldebarán, intentaba encontrarlo pero no conseguía localizar su cosmos.
“Vuelve pronto Alde” pensaba cada noche antes de dormirme, aunque el pecho me dolía sabía que necesitaba ser fuerte y tener la esperanza de que volvería a encontrarlo. Intente recordar lo que había llegado a enseñarme, quería encontrar una luz que me guiara, entonces volvía a recordar que tenía una labor, y en mi alegría estaba olvidándola. Me disponía a marcharme, pero algo en mi no quería hacerlo, sin mencionar que luego de tanto buscar a Seiren no podía dejarla. Le había prometido protegerla, una noche estaba volviendo a la habitación y me quedé en la puerta, escuchándolos hablar. Unas leves palabras llamaron mi atención…cosmos.
-Pequeña espiar es de mala educación.- me susurró la señora de la casa con una sonrisa cariñosa en el rostro. Cuando entre abracé a ambos, supuse que no seria extraño ya debían comenzar a acostumbrarse a mi forma de comportarme. Pero esta vez me sumí en lo que mi corazón me dictaba, en lo que sentía en su interior. Una calidez tenue y acogedora me envolvía, creí ver una luz, un destello. Por supuesto que no veía, no podía…pero en la negrura de mis parpados algo se iluminó, así como la vez que pude ver el brillo del poder de mi maestro, pero sobre ellos deslumbraba otra constelación, una imagen con al parecer…alas. Estaba segura de que había algo en su interior, sabía lo que debía hacer, o al menos eso creía.
Tan solo unos días después estábamos saliendo del consultorio, agradeciendo por su hospitalidad, Giles nos dijo que nos cuidemos y que si volvía a golpear hombres malos que me estaría esperando con el alcohol, reí nerviosamente al saludarlo. Si me volvía a poner esa cosa que ardía me vería enojada, pero aún así le sonreí amablemente pues había sido en verdad muy bueno con los tres.
Les pedí a Seiren y Edward que me acompañarán que quería mostrarles un lugar. No tardamos mucho en llegar a los inmensos portones del santuario. Me detuve, interponiéndome entre ellos y la entrada.
-Esto…es el Santuario de Athena.- levante mi mano en la cual tenuemente se encendía una estela de luz dorada, pequeña pero que emitía un calor muy bello. Libere ese destello de cosmos al tiempo que la caja dorada a mis espaldas de abrió, una por una las piezas del toro se acoplaron a mi cuerpo, la armadura lo cubrió con su protección, su brillo y su calor.
-He visto en estos días, algo especial en ustedes, como una fuerza y una luz en su interior…queriendo salir. Los he escuchado hablar del cosmos…pero me pregunto si en verdad lo entienden o solo repiten la palabra.- musité con una seriedad inusual para lo que ellos conocían de mí. Pero al momento en que cargaba con esa armadura, dejaba de ser una niña, era una guerrera, una protectora de la vida, de la diosa que velaba por la humanidad.
-Aquí es donde se protege a Athena y sus ideales de paz y esperanza. Pero no puedo dejarlos pasar, no aún…Tenemos una parada antes, y espero…no equivocarme lo que siento en ustedes.- Baje la cabeza levemente algo apenada por tener que sentir que debía se tan fría y seria en esas circunstancias, frente a mi hermana. Pero ya había escogido ese camino, y por tanto ese deber. – Tienen la decisión de acompañarme y tal vez encontrar respuestas que les faltan, o seguir sus caminos.- mis palabras sonaban adultas, mas de lo que aparentaba, incluso mas de lo que correspondía a mi edad, sin embargo era notable como mi voz se apagaba, era como si las palabras se arremolinaran en mi garganta y saliesen aturdidas y con temor. Lo ultimo que deseaba era volver a separarme, me angustiaba tan solo la idea de que ese sendero que había tomado me destinara a la soledad, pero no podía atarlos a mí. Mi voluntad era ahora la de una guerrera, cual sería la de ellos…no lo sabía.
Por aquellos días me permití volver a ser la niña que deseaba gozar de la dicha, del juego. Estar junto a mi hermana, sentir nuevamente el calor de ser parte de una familia. Y a pesar de que cada tanto se retiraba sin dar motivo yo podía sentir y deducir lo mucho que le costaba haber perdido a mama, aunque no quisiese mostrarlo, por mas irme que hiciese resonar su voz, yo podía percibir esa intensa tristeza, no dije nada. Cuando ella se iba me quedaba mirando al joven, o jugaba con su mascota, otras veces cuando ellos descansaban yo salía a ver las estrellas y meditar. Concentrarme en lo que ocurría, ya no tenía dudas de que el peligro era cada vez mas cercano, la oscuridad parecía extenderse por todos lados, pero había algo mas notable que el frío de la muerte a la cual se les temía en las historias, había una furia dominando. Solo parecía crecer el descontrol mientras nosotros, el santuario ni siquiera teníamos a nuestra diosa. Por horas pensaba en Aldebarán, intentaba encontrarlo pero no conseguía localizar su cosmos.
“Vuelve pronto Alde” pensaba cada noche antes de dormirme, aunque el pecho me dolía sabía que necesitaba ser fuerte y tener la esperanza de que volvería a encontrarlo. Intente recordar lo que había llegado a enseñarme, quería encontrar una luz que me guiara, entonces volvía a recordar que tenía una labor, y en mi alegría estaba olvidándola. Me disponía a marcharme, pero algo en mi no quería hacerlo, sin mencionar que luego de tanto buscar a Seiren no podía dejarla. Le había prometido protegerla, una noche estaba volviendo a la habitación y me quedé en la puerta, escuchándolos hablar. Unas leves palabras llamaron mi atención…cosmos.
-Pequeña espiar es de mala educación.- me susurró la señora de la casa con una sonrisa cariñosa en el rostro. Cuando entre abracé a ambos, supuse que no seria extraño ya debían comenzar a acostumbrarse a mi forma de comportarme. Pero esta vez me sumí en lo que mi corazón me dictaba, en lo que sentía en su interior. Una calidez tenue y acogedora me envolvía, creí ver una luz, un destello. Por supuesto que no veía, no podía…pero en la negrura de mis parpados algo se iluminó, así como la vez que pude ver el brillo del poder de mi maestro, pero sobre ellos deslumbraba otra constelación, una imagen con al parecer…alas. Estaba segura de que había algo en su interior, sabía lo que debía hacer, o al menos eso creía.
Tan solo unos días después estábamos saliendo del consultorio, agradeciendo por su hospitalidad, Giles nos dijo que nos cuidemos y que si volvía a golpear hombres malos que me estaría esperando con el alcohol, reí nerviosamente al saludarlo. Si me volvía a poner esa cosa que ardía me vería enojada, pero aún así le sonreí amablemente pues había sido en verdad muy bueno con los tres.
Les pedí a Seiren y Edward que me acompañarán que quería mostrarles un lugar. No tardamos mucho en llegar a los inmensos portones del santuario. Me detuve, interponiéndome entre ellos y la entrada.
-Esto…es el Santuario de Athena.- levante mi mano en la cual tenuemente se encendía una estela de luz dorada, pequeña pero que emitía un calor muy bello. Libere ese destello de cosmos al tiempo que la caja dorada a mis espaldas de abrió, una por una las piezas del toro se acoplaron a mi cuerpo, la armadura lo cubrió con su protección, su brillo y su calor.
-He visto en estos días, algo especial en ustedes, como una fuerza y una luz en su interior…queriendo salir. Los he escuchado hablar del cosmos…pero me pregunto si en verdad lo entienden o solo repiten la palabra.- musité con una seriedad inusual para lo que ellos conocían de mí. Pero al momento en que cargaba con esa armadura, dejaba de ser una niña, era una guerrera, una protectora de la vida, de la diosa que velaba por la humanidad.
-Aquí es donde se protege a Athena y sus ideales de paz y esperanza. Pero no puedo dejarlos pasar, no aún…Tenemos una parada antes, y espero…no equivocarme lo que siento en ustedes.- Baje la cabeza levemente algo apenada por tener que sentir que debía se tan fría y seria en esas circunstancias, frente a mi hermana. Pero ya había escogido ese camino, y por tanto ese deber. – Tienen la decisión de acompañarme y tal vez encontrar respuestas que les faltan, o seguir sus caminos.- mis palabras sonaban adultas, mas de lo que aparentaba, incluso mas de lo que correspondía a mi edad, sin embargo era notable como mi voz se apagaba, era como si las palabras se arremolinaran en mi garganta y saliesen aturdidas y con temor. Lo ultimo que deseaba era volver a separarme, me angustiaba tan solo la idea de que ese sendero que había tomado me destinara a la soledad, pero no podía atarlos a mí. Mi voluntad era ahora la de una guerrera, cual sería la de ellos…no lo sabía.
Sylvanas- Amazona Dorada
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AD - Eterno Resplandor (1850)
Defensa :
Fuerza de voluntad
Cantidad de envíos : 130
Re: Entrada al Santuario
El tiempo paso muy lento junto con aquellas dos chicas y la familia de doctores donde nos habian acogido, tarde bastante el mover el cuerpo de nuevo, aunque lo raro es que lo volviera a mover, un impacto como el que me dio habria fulminado a una personas normal en un segundo. Pero no a Edward.. pues el no era una persona como los demas. Ahora quedaria una cicatriz mas que se uniria a las demas que ya poseia de mis batallas anteriores. Aunque lo normal era tener cicatrices de espadas o similares, pero.. la cicatriz de un dios.. no es algo que se ve todo los dias.
En mis momentos de recuperacion, cuando nadie me veia, me intentaba levantar, moverme todo lo que podia hasta que mi cuerpo no aguantara mas. Estaba perdiendo tiempo de entrenamiento que no podia permitirse el lujo de perder. Athena se habia quedado en Roma, y el tiempo pasaba por lo que podia estar de nuevo en peligro.
Poco a poco, fui hablando mas con sylvanas, al menos ya hablabamos como dos personas que se conocen. Ella solia ser bastante ruidosa pero cariñosa a la vez. Corria gritando por ahi, nos abrazaba, y siempre estaba siendo reñida por los señores de la casa.
Y al fin llego el dia... me encontraba de pie en mi habitacion de varias semanas. Colocandome la ropa, tapando mi pecho con mi camisa y asi ocultar la cicatriz. Cogiendo mi cinta roja y una vez mas devolviendola a mi frente tras mucho tiempo. Despues de vistirme observaba mi cuerpo. Movia mis manos y giraba mi cuerpo. Estaba probandome..
No duele...
Me habia recuperado completamente, habia costado, pero lo habia conseguida, ahora era el momento de partir despues de mucho. Le estaba muy agradecido a los doctores y tambien a Seiren por todo lo que habian hecho por mi. Y por supuesto tambien a la pequeña que me habia dado momentos muy divertidos que pasar en esa casa.
Salimos los tres de la casa, no habia tiempo que perder, yo queria encontrar a Athena, pero antes de eso.. Sylvanas queria que visitaramos un lugar. Estaba seria.. demsiado.. nunca la habia visto asi, entonces acepte su peticion hasta llegar a la entrada del santuario de Athena.
El santuario de Athena.. lo sabia, sabia que si lo veia, me resultaria familiar..
Era como si ya hubiera estado ahi, aunque estaba claro que para Edward era la primera vez que lo veia. Habia unas grandes escaleras que se perdian en lo alto. Todo con columanas de estetica greiga, algo diferentes a las columnas que se suelen ver en Roma.
Entonces una caja dorada se abrio y de ella una armadura tambien dorada salio, acomplandose en el cuerpo de la pequeña dandole un aspecto muy diferente al que conocia de ella. No parecia la misma... sin duda, aquella niña era todo un prodigio en el arte del cosmos. E increiblemente, ella comenzo a hablarnos sobre el cosmos y era ella quien nos decia a nosotros si entendiamos el verdadero significado del cosmos.
Pequeña... eres toda una caja de sorpresas. Sabes, nunca nadie me ha hablado del cosmos, solo en un momento de mi vida, llego todo a mi mente, como una cascada de recuerdos que parecian estar oculto. Cosmos, Athena, Santuario.. todo se libero una vez en mi mente, aun asi.. aun quedan cosas en mi mente en blanco, y que no recuerdo.
Y es que la constelacion que protege a Edward, la de Sagitario, aun no se habia despertado en su interior, por lo tanto todos los recuerdos que tenia guardados en su mente, de su antepasado.. estaban vacios. A si mismo, tambien habia recuerdos de Athena aun escondidos.
Llevame a ese lugar que dices, necesito liberar todos mis recuerdos...
En mis momentos de recuperacion, cuando nadie me veia, me intentaba levantar, moverme todo lo que podia hasta que mi cuerpo no aguantara mas. Estaba perdiendo tiempo de entrenamiento que no podia permitirse el lujo de perder. Athena se habia quedado en Roma, y el tiempo pasaba por lo que podia estar de nuevo en peligro.
Poco a poco, fui hablando mas con sylvanas, al menos ya hablabamos como dos personas que se conocen. Ella solia ser bastante ruidosa pero cariñosa a la vez. Corria gritando por ahi, nos abrazaba, y siempre estaba siendo reñida por los señores de la casa.
Y al fin llego el dia... me encontraba de pie en mi habitacion de varias semanas. Colocandome la ropa, tapando mi pecho con mi camisa y asi ocultar la cicatriz. Cogiendo mi cinta roja y una vez mas devolviendola a mi frente tras mucho tiempo. Despues de vistirme observaba mi cuerpo. Movia mis manos y giraba mi cuerpo. Estaba probandome..
No duele...
Me habia recuperado completamente, habia costado, pero lo habia conseguida, ahora era el momento de partir despues de mucho. Le estaba muy agradecido a los doctores y tambien a Seiren por todo lo que habian hecho por mi. Y por supuesto tambien a la pequeña que me habia dado momentos muy divertidos que pasar en esa casa.
Salimos los tres de la casa, no habia tiempo que perder, yo queria encontrar a Athena, pero antes de eso.. Sylvanas queria que visitaramos un lugar. Estaba seria.. demsiado.. nunca la habia visto asi, entonces acepte su peticion hasta llegar a la entrada del santuario de Athena.
El santuario de Athena.. lo sabia, sabia que si lo veia, me resultaria familiar..
Era como si ya hubiera estado ahi, aunque estaba claro que para Edward era la primera vez que lo veia. Habia unas grandes escaleras que se perdian en lo alto. Todo con columanas de estetica greiga, algo diferentes a las columnas que se suelen ver en Roma.
Entonces una caja dorada se abrio y de ella una armadura tambien dorada salio, acomplandose en el cuerpo de la pequeña dandole un aspecto muy diferente al que conocia de ella. No parecia la misma... sin duda, aquella niña era todo un prodigio en el arte del cosmos. E increiblemente, ella comenzo a hablarnos sobre el cosmos y era ella quien nos decia a nosotros si entendiamos el verdadero significado del cosmos.
Pequeña... eres toda una caja de sorpresas. Sabes, nunca nadie me ha hablado del cosmos, solo en un momento de mi vida, llego todo a mi mente, como una cascada de recuerdos que parecian estar oculto. Cosmos, Athena, Santuario.. todo se libero una vez en mi mente, aun asi.. aun quedan cosas en mi mente en blanco, y que no recuerdo.
Y es que la constelacion que protege a Edward, la de Sagitario, aun no se habia despertado en su interior, por lo tanto todos los recuerdos que tenia guardados en su mente, de su antepasado.. estaban vacios. A si mismo, tambien habia recuerdos de Athena aun escondidos.
Llevame a ese lugar que dices, necesito liberar todos mis recuerdos...
Edward- Caballeros Dorados
- Reino : Santuario de Athena
Ataques :
AD - Flecha Sonica (750)
Defensa :
Absorción Dorada
Cantidad de envíos : 381
Re: Entrada al Santuario
Durante todo el transcurso me mantuve en total silencio aunque cada vez que miraba a Sylvanas y a Edward era como si la alegría y tranquilidad fuera devuelta a mi corazón. Los malos recuerdos se convertían paulatinamente en recuerdos amargos pero por más que los despreciara eran parte de mí. Caminando no dejaba de observar todo a nuestro alrededor, cada paso que avanzábamos me daba cuenta de algo en particular.. jóvenes que entrenaban unos contra otros… incluso aunque la guerra no los alcanzará trataban de mantenerse fuertes pero lo que más conmoción me causaba era la expresión en sus rostros, no se veían tristes por dicha tarea.
Mi hermana seguía indicándonos el camino alejándonos así de la zona de prácticas posiblemente, para mi sorpresa pude afirmar el ver algunas mujeres pelear ahí mismo, poseyendo algo en particular.. una máscara.
Finalmente y sin tardar más lográbamos llegar a nuestro destino, la transformación de esa niña resultaba ser algo sorprendente.. la manera en como emanaba su cosmos, en como manejaba esa energía sin lastimarse me impactaba, para su edad le reconocía bastante tal dominio aunque eso no quito que la tristeza en mis ojos se reflejara.. de todas las personas que había llegado a conocer esperaba que fuera la última que tuviera que intervenir en esa guerra, si bien mi encuentro con Aspros me había adelantado que se avecinaba algo peor y que yo tenía la capacidad para hacer frente a tal acontecimiento, no creía que Sylvanas tuviera que formar parte de ello también. Estaba decepcionada, decepcionada conmigo misma.. después de todo lo que viví no era capaz de cambiar mi destino.
Meditaba las cosas estando justo al lado de Edward, todos sabían de su destino menos yo, quizás mantenían la ventaja pero ¿yo?...
Aspirando con profundidad un poco de aire escuchaba como el romano le pedía continuar el camino. Me interpuse entonces entre ellos para arrodillarme a la estatura de Sylvanas, tomaba sus suaves mejillas entre mis manos, jamás había estado tan agradecida de que ella no pudiera ver las lágrimas en mis ojos.
No sabes lo feliz que me hizo encontrarte, eres y seguirás siendo mi hermanita, te confieso que en el fondo hubiera deseado que no fueras tú la que portara esta armadura. Quiero que sepas que me devolviste la felicidad en estas semanas, me devolviste la vida. –la aferraba entre mis brazos, ella no era una guerrera para mí, era una niña con una fuerza de voluntad meramente envidiable, permanecía así unos instantes hasta que depositaba un beso sobre su frente, tal como los que solía darme mi madre con afecto.
Tenía que enfrentar mi destino, se me otorgó un don y demostraría que ya no sería la mujer débil, la que demostraba total inseguridad. Todo ese acto era una mera despedida ya que al cruzar esa entrada ya no vería a Sylvanas como una niña a la que tenía que proteger, a la que contemplaría de ahora en adelante sería a una guerrera que merecía solamente respeto de mi parte y que la trataría como mi igual cuando estuviera a su nivel.
Mi hermana seguía indicándonos el camino alejándonos así de la zona de prácticas posiblemente, para mi sorpresa pude afirmar el ver algunas mujeres pelear ahí mismo, poseyendo algo en particular.. una máscara.
Finalmente y sin tardar más lográbamos llegar a nuestro destino, la transformación de esa niña resultaba ser algo sorprendente.. la manera en como emanaba su cosmos, en como manejaba esa energía sin lastimarse me impactaba, para su edad le reconocía bastante tal dominio aunque eso no quito que la tristeza en mis ojos se reflejara.. de todas las personas que había llegado a conocer esperaba que fuera la última que tuviera que intervenir en esa guerra, si bien mi encuentro con Aspros me había adelantado que se avecinaba algo peor y que yo tenía la capacidad para hacer frente a tal acontecimiento, no creía que Sylvanas tuviera que formar parte de ello también. Estaba decepcionada, decepcionada conmigo misma.. después de todo lo que viví no era capaz de cambiar mi destino.
Meditaba las cosas estando justo al lado de Edward, todos sabían de su destino menos yo, quizás mantenían la ventaja pero ¿yo?...
Aspirando con profundidad un poco de aire escuchaba como el romano le pedía continuar el camino. Me interpuse entonces entre ellos para arrodillarme a la estatura de Sylvanas, tomaba sus suaves mejillas entre mis manos, jamás había estado tan agradecida de que ella no pudiera ver las lágrimas en mis ojos.
No sabes lo feliz que me hizo encontrarte, eres y seguirás siendo mi hermanita, te confieso que en el fondo hubiera deseado que no fueras tú la que portara esta armadura. Quiero que sepas que me devolviste la felicidad en estas semanas, me devolviste la vida. –la aferraba entre mis brazos, ella no era una guerrera para mí, era una niña con una fuerza de voluntad meramente envidiable, permanecía así unos instantes hasta que depositaba un beso sobre su frente, tal como los que solía darme mi madre con afecto.
Tenía que enfrentar mi destino, se me otorgó un don y demostraría que ya no sería la mujer débil, la que demostraba total inseguridad. Todo ese acto era una mera despedida ya que al cruzar esa entrada ya no vería a Sylvanas como una niña a la que tenía que proteger, a la que contemplaría de ahora en adelante sería a una guerrera que merecía solamente respeto de mi parte y que la trataría como mi igual cuando estuviera a su nivel.
Seiren- Amazona Dorada
- Reino : Santuario de Athena
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Anillos de voltaje
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Re: Entrada al Santuario
Verdaderamente no me sorprendía su confusión, era un cambio bastante drástico a lo que podían ver de mí, pero era parte de quien era, yo ahora vivía dos vidas, aquella en la que podía jugar como una niña y aquella en la que debía ser fuerte y madura para proteger lo que amaba. Pero me llamo la atención Seiren pues podía percibir un leve temblor en su cuerpo, una inquietud que le estremecía, su luz era muy tenue.
-Entonces creo que el lugar al que vamos te puede ayudar. – le respondí a Edward que mas allá de su asombro estaba entusiasmado por lograr comprender, hasta podía sentir en él, en su cuerpo un vestigio de apuro.
Me sentí inquieta pues faltaba la respuesta de mi hermana, y por más que el camino que estaba por mostrarle era difícil y peligroso, tan solo pensar en volver a separarme de ella era como una estocada al corazón. Se me compungía el pecho al sentir sus manos acariciar mis mejillas y su respiración rozando mi rostro como una cálida brisa. Pero ninguno de mis miedos o preocupaciones tuvo importancia cuando me percaté de lo triste que estaba su voz. Sus palabras liberaban una felicidad inmensa pero al mismo tiempo un gran desconsuelo. La abracé con fuerza emocionada y conmovida por aquello que me decía, pues era lo que más quería en el mundo. Que mi hermana fuese feliz, poder compartir esa alegría y esa vida a su lado, protegerla de todo mal y tristeza. La abracé con fuerza, que supiese que estaba allí y nada me alejaría. Encendí tenuemente mi cosmos, dejando que nos envolviera con su luz dorada y su calor. La solté para poder mostrarle mi rostro una vez más, sonriéndole con mucha ternura y llevando mi mano a su mejilla, secando las lágrimas que chocaban con mis dedos.
-No debes estar triste hermana. La guerra que se avecina afectara a todos, ya sean guerreros o no, saber que con esta habilidad puedo hacer un cambio, me da mucha felicidad. El mundo es cruel incluso cuando no llevas una armadura.- me pause un instante llevando mi mano al peto cerrando mi puño como si desease aferrarme al metal por un angustioso sentimiento. Tome aire y volví a levantar mi rostro para proseguir. - Pensar que mi vida puede proteger a quienes amo, darle una chance a la fría realidad de que haya luz y esperanza. De que pueda haber sonrisas como las de los habitantes de esta aldea. Poder ser alguien...vale mucho para mí.- le dije con serenidad y firmeza, pues eso era como mi lema. Esa armadura, por sobre todo ese destino, me daba el incentivo de ser aquella persona que anhelaba, fuerte, valiente, quien protege a los que ama.
-Vamos, tal vez ellos puedan disipar sus dudas como a mí.- pronuncié con un poco mas de entusiasmo, aunque podía percibirse entre mi voz la melancolía de un suspiro. Ayudarlos a ellos, me llevaría devuelta a aquello a lo que enfrenté para ver la luz y que la armadura me encontrara.
-Entonces creo que el lugar al que vamos te puede ayudar. – le respondí a Edward que mas allá de su asombro estaba entusiasmado por lograr comprender, hasta podía sentir en él, en su cuerpo un vestigio de apuro.
Me sentí inquieta pues faltaba la respuesta de mi hermana, y por más que el camino que estaba por mostrarle era difícil y peligroso, tan solo pensar en volver a separarme de ella era como una estocada al corazón. Se me compungía el pecho al sentir sus manos acariciar mis mejillas y su respiración rozando mi rostro como una cálida brisa. Pero ninguno de mis miedos o preocupaciones tuvo importancia cuando me percaté de lo triste que estaba su voz. Sus palabras liberaban una felicidad inmensa pero al mismo tiempo un gran desconsuelo. La abracé con fuerza emocionada y conmovida por aquello que me decía, pues era lo que más quería en el mundo. Que mi hermana fuese feliz, poder compartir esa alegría y esa vida a su lado, protegerla de todo mal y tristeza. La abracé con fuerza, que supiese que estaba allí y nada me alejaría. Encendí tenuemente mi cosmos, dejando que nos envolviera con su luz dorada y su calor. La solté para poder mostrarle mi rostro una vez más, sonriéndole con mucha ternura y llevando mi mano a su mejilla, secando las lágrimas que chocaban con mis dedos.
-No debes estar triste hermana. La guerra que se avecina afectara a todos, ya sean guerreros o no, saber que con esta habilidad puedo hacer un cambio, me da mucha felicidad. El mundo es cruel incluso cuando no llevas una armadura.- me pause un instante llevando mi mano al peto cerrando mi puño como si desease aferrarme al metal por un angustioso sentimiento. Tome aire y volví a levantar mi rostro para proseguir. - Pensar que mi vida puede proteger a quienes amo, darle una chance a la fría realidad de que haya luz y esperanza. De que pueda haber sonrisas como las de los habitantes de esta aldea. Poder ser alguien...vale mucho para mí.- le dije con serenidad y firmeza, pues eso era como mi lema. Esa armadura, por sobre todo ese destino, me daba el incentivo de ser aquella persona que anhelaba, fuerte, valiente, quien protege a los que ama.
-Vamos, tal vez ellos puedan disipar sus dudas como a mí.- pronuncié con un poco mas de entusiasmo, aunque podía percibirse entre mi voz la melancolía de un suspiro. Ayudarlos a ellos, me llevaría devuelta a aquello a lo que enfrenté para ver la luz y que la armadura me encontrara.
Sylvanas- Amazona Dorada
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Re: Entrada al Santuario
Habia pasado bastantes dificultades por aquellos acantilados y casi me cai varias veces por alguno de ellos pero finalmente habia llegado al lugar que me habian mencionado, el cual de por si tenia una entrada en ruinas pero se podian ver varias plantas en ese sitio y bien cuidadas lo cual significaba que algo de vida debia haber en ese lugar. Vi que algunos soldados transitaban tranquilamente en el sitio y que no se ponian en guardia al verme mas bien dejaban que pasara al sitio porque veian algo en mi que los hacia tener confianza, o al menos uno de esos soldados me dijo aquello dejandome intrigada al respecto pero sintiendo que el lugar me era increiblemente familiar comence a caminar tranquilamente por aquella entrada subiendo los escalones que frente a mi se divisaban viendo todo a mi alrededor. Debido que era una zona alta se podia ver mas o menos lo que habia oculto en ese sitio, notando asi que cerca de la entrada habia una especie de bosque, un riachuelo y un coliseo en ruinas el cual apenas y pude ver puesto que estaba un poco mas alejado de aquel sitio, pero igualmente me sorprendio bastante el ecosistema de aquel lugar, mas aun que estos se mantuvieran tan bien aun cuando la zona no era precisamente con mucha hierba y cosas asi.
- Simplemente sorprendente, este lugar se mantiene tal cual como me dijeron en Rodorio, pero sigo preguntandome el porque me parecera tan familiar todo como si yo ya hubiera estado en este lugar antes -murmura aun viendo a su alrededor subiendo aquellos escalones-
- Simplemente sorprendente, este lugar se mantiene tal cual como me dijeron en Rodorio, pero sigo preguntandome el porque me parecera tan familiar todo como si yo ya hubiera estado en este lugar antes -murmura aun viendo a su alrededor subiendo aquellos escalones-
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