La llegada al Santuario

A Enya el correr concentrando su cosmos en sus pies y piernas se le había hecho costumbre en sus innumerables escapes ya sea de un entrenamiento o porque la pillaron haciendo alguna travesura infantil, si no escapaba corriendo era teletransportándose, pero en ésta situación era distinto no quería tener ventajas por sus habilidades naturales si bien era un mero juego quería que fuese justo si se teletransportaba a la entrada del Santuario no estaría bien para con Leonard que si bien ya era un caballero hecho y derecho aún no desarrollaba aquellas habilidades que por naturaleza eran comunes en los lemurianos. Sumida en sus pensamientos instintivamente su cuerpo estaba concentrado y alerta ante el camino ya que era bastante factible que se tropezara en plena carrera, pero sin embargo no fue así, sacudió su cabeza para concentrarse en lo que hacía aunque aquella acción llegase tarde porque se encontraba cerca de la entrada del Santuario, al llegar al primer escalón se detuvo con suavidad para no caerse miró aquello asombrada por la belleza que relucía con los rayos del sol en su lisa superficie se quedó mirando un instante, Leonard aún no llegaba por lo cual ella se adelantaría un poco para ello caminaría lento.
- Debió de haber costado mucho hacer todo esto - dijo en un susurro tras darle una última mirada como si fuese una niña, para luego comenzar a subir lentamente los escalones, sintiendo que algo la llamaba.

La Teletransportación habría sido un éxito de no ser que Enya apareció encima de un árbol del cual cayó estrepitosamente contra el suelo, sabía que no podía transportarse más lejos que aquella zona algo apartada de las doce casas, de eso se había dado cuenta la primera vez que llegó al Santuario, se percató de algo levemente perceptible un campo de cosmos que pareciera ancestral protegía las doce casas impidiendo la teletransportación de cualquier caballero o amazona sea del Santuario o servidor de otro dios, la defensa era tan efectiva que había durado siglos aquello le parecía asombroso y en parte se enorgullecía por tener una gran diosa a la cual servir, con corazón puro y un alma cálida, al levantarse reviso su cuerpo en busca de algún posible daño producido por la caída algunos ramillones eran visibles en sus brazos, piernas y torso, además de hojas y ramas enredadas en su cabello, con las manos saco hojas y ramas de distinto tamaño y color para luego sacudir su cabello esperando que cualquier otro residuo se dejase caer y no permaneciese en el.
- Si me pagaran por todas las caídas sería rica -dijo sonriente mientras se acercaba a un pequeño arroyuelo que pasaba por ahí cerca para lavarse el rostro y limpiar las leves heridas que se había hecho, al terminar sumergió su cabeza en el agua al sacarla la sacudió y se estrujó el cabello.

A pesar de que había estrujado sus largos cabellos mojados, esta aún goteaba en la espalda de la lemuriana la cual los había dejado allí, miró hacía el cielo azul y limpio del cual se veía brillante el imponente sol dejando caer sus rayos luminosos y cálidos contra la tierra, más el día estaba caluroso a pesar de la refrescante sombra que entregaban los árboles de los cuales con anterioridad había caído un brillo similar al del sol dorado se hizo presente a su lado le sonrió levemente en forma de saludo, lo había visto en el Templo de Tauro cuando buscaba a Leonard este se acuclilló y tomó agua del arroyuelo para luego hablar y sacarse el casco dorado de su cabeza.
- Si esto es normal - dijo mientras miraba sus diversas pequeñas heridas, la costumbre de caerse de las maneras más extrañas y comunes era algo a lo que ya estaba acostumbrada, el día que no tuviera una caída o rasguño seria el día más extraño de su vida a su parecer, esto pensaba con distracción que también era algo común que debería de remediar pronto o por eso mismo un día podía morir por su distracción, la presencia de otra persona se acercaba era un cosmos tenue y pasivo no era enemigo por lo que podía notar desde aquel lugar, se quedó mirando como si mirase la nada hasta que apareció un chico de cabello castaño apareció y pregunto si se encontraban bien, la joven asintió moviendo la cabeza mientras sacaba de su morral una manzana la cual lavaba en el arroyuelo para luego llevársela a la boca tenía hambre en aquel momento, con la manzana en la boca sacó otras dos una la dejo al lado del dorado y la otra la lanzó al chico esperando que la atrapase.

Luego de lanzar la manzana vio como el caballero dorado de Tauro tomaba la manzana para luego comenzar a comérsela a mordiscos moderados ella por su parte mordió el carnoso fruto y se puso a masticar lentamente, luego del primer mordisco del caballero este comenzó a hablarle a la lemuriana ella simplemente sonrió mientras le oía atentamente, para luego darle un nuevo mordisco a la manzana la cual estaba realmente deliciosa, las interrogantes llegaron aunque ella suponía que en algún momento deberían de llegar porque era la única de su pueblo en aquel lugar, tomó aire y cambió su semblante a uno serio con ellos no podría ocupar la fachada de infantil.
- Se cosas que me han contado en mi hogar el cual se haya muy lejos de aquí, es conocido como Mu o Lemuria, una antepasada fue una amazona de Athena, Athena como diosa de la sabiduría y la guerra inteligente eligió proteger a la humanidad y hacerse cargo de la tierra, pero con esta tarea hubo opositores que no creían en que ella pudiera hacerlo, ella eligió hombres y mujeres para que fueran sus caballeros y amazonas dispuestos a proteger la humanidad del inminente peligro - le dio un mordisco a la manzana y tragó con rapidez - pero el peligro no era lejano, hace siglos Poseidón señor de los mares atacó el Santuario, sus guerreros poseían una gran ventaja en comparación a los caballeros ellos tenían armaduras, Athena dio la tarea a los lemurianos de hacer las armaduras para que protegieran a sus caballeros y amazonas de los ataques, con esto Poseidón no volvió a atacar a Athena y al Santuario, pero no se contaba con que otro dios atacara el dios innombrable por los griegos y romanos que le temen a la muerte, Hades creó una torre en la cual confrontó a Athena, si Hades era derrotado se salvaría la humanidad, pero sino la humanidad perecería y sufriría los castigos más impensables en el Reino de Hades, caballeros, amazonas, marinos, sirenas y otros pelearon por derrotar al ejército de Hades, cuando todo se creía perdido Athena triunfó pero por ello sacrificó su vida - miró al caballero y al joven con tranquilidad mientras terminaba el relato de la guerra santa anterior - Nuestro deber es proteger a Athena y a la humanidad, Athena reencarna cuando se aproxima una guerra santa su alma y poder es diosa pero su cuerpo es mortal como nosotros por ello debe ser protegida a cualquier costo, espero esto responda sus dudas - dijo mientras se levantaba, escuchó la voz del joven el cual se iba a retirar, más la lemuriana tenía sus planes y por ahora debía de estar sola - si me disculpan me retiro un gusto en conocerles, nos veremos pronto - sonrió mientras desaparecía del lugar.

Sylvanas corría lo mas rápido que sus pies le permitían, sin darle importancia al aire que se escapaba de sus pulmones o a cuan acelerado su corazón palpitaba, apenas si le daba tiempo a la planta de sus pies a “ver” por donde iba. El impulso de su cuerpo era guiado meramente por el cosmos de su maestro, como si se tratase de una luz al otro extremo de la oscuridad al cual desesperadamente intentaba alcanzar, le recordaba a una pesadilla que usualmente alteraba su dormitar pero ni eso le detenía. No recordaba cuando fue la ultima vez que sintió miedo, no era alguien que se preocupara muy a menudo, aun menos asustarse y esa no era la excepción, todo su ser actuaba como si nada importara o le preocupara. Exceptuando claro la situación que se estaba dando, una promesa rota.

“¡Alde idiota!” Gritó dentro de su mente con tanto enojo siendo incapaz de comprender que la fuerza de su voz interior compenetró con su cosmos, viajando como un mensaje, sin siquiera saber que aquel en quien pensaba podría escucharla. Sin embargo le extraño que en ese mismo momento la esencia de Aldebarán que la guiaba se había detenido. No paró a pensarlo dos veces, apuro aun más su paso sabiendo que esa era tal vez su única chance de alcanzarlo. Podía sentirlo, estaba cerca.

El aroma de un espeso bosque comenzaba a hacerse mas prominente, el crujido de ramas y hojas bajo sus pies descalzos hacia notable la lejanía del suave suelo del santuario que dejaba atrás. Tal vez era el silbido de las copas de los árboles al mecerse lo que aliviaba levemente el nudo que sentía en la garganta, más allá de la falta de aire. Como un brillo en la negrura podía visualizar al caballero a pocos metros. Se apresuró todavía mas, al punto en que sus pies prácticamente no tocaban la tierra, y por un instante cualquiera habría pensado que iba a chocar con un árbol. Pero su costumbre le permitió con gran agilidad moverse entre ellos y saltar a las piernas de Aldebarán y comenzar a golpearlo, sin fuerza tan solo por mero capricho o angustia.

-¡Eres un tonto!¡IDIOTA!- chillaba agitadamente la niña como si se tratase de un berrinche, sin darle siquiera un momento a su maestro para responder o reprocharle. -¡¿Por qué?!¡Me prometiste que no te irías, que no estaría sola! Se supone…se supone que seria un nuevo comienzo, una aventura. Dijiste que me enseñarías y me ayudarías. Entonces ¿Por qué?¿Por qué te vas?- la pequeña soltaba las piernas del inmenso hombre para caer sentada al suelo, cabizbaja mientras su tono de voz se iba apagando. No había lágrimas pues estaba acostumbrada a la tristeza a la decepción. Simplemente se quedó quieta aferrando sus manos en la tierra, seria e inexpresiva, su pecho seguía siendo un vaivén que trataba de exhalar la bronca que le generaban las mentiras. Al menos a sus ojos incluso ciegos, a su instinto aquello que sucedía solo le demostraba muchas mentiras y promesas vanas tiradas al viento.

No estaba segura de que le superaba, el enojo o la decepción. Cerró sus ojos con fuerza intentando imaginar que era un sueño, no quería aceptar que aquel que se dirigía tan fríamente hacia ella era el mismo Aldebarán que había conocido y se había convertido en su maestro. Ella había llegado a admirarlo, a verlo como un padre y no podía creer lo que sentía. La dureza con la que la trataba le dolía, le recordaba a los adultos que ella tanto odiaba. Estática y tensa siguió escuchando buscando encontrar en su voz al hombre que creía conocer, aquel que parecía quererla y era capaz de comprenderla.

Su expresión se tornó confusa, pues podía notar que a él le importaba a pesar de estar forzándose a ser duro. En silencio continuó escuchando aquello que él pretendía hacerle entender. De a poco fue viendo un sentido a su forma de actuar, encontrando el punto a la cuestión. Sylvanas no era alguien que olvidase con facilidad, y todas esas historias que había escuchado y que antes creía solo cuentos ahora se volvían una dura realidad. Toda su vida se encontró en situaciones que la obligaban a crecer a actuar como un adulto, con responsabilidad y preocupaciones, incluso cuando era una niña y debía serlo. Tal vez fuese por temor o de rencorosa, pero siempre se negaba a tomar el papel de adulto, de seriedad. Sabía que abandonar su mundo infantil y de juegos traería nuevamente el dolor, la tristeza y el miedo. Era algo que le costaba afrontar, pero cuanto más pensaba en ello mas comenzaba a darse cuenta que iba a llegar el día en que ya no pudiese postergarlo. Ya tenía 12 años, y el destino después de mucho tiempo la había llevado a una encrucijada. Tal vez era momento de crecer, pues sabía que momentos difíciles se aproximaban y el peligro acecharía en cada esquina. Lo pensaba nuevamente solo para terminar de caer en la cuenta de que ya lo había hecho. Que aquella infantilidad no era más que una mascara, un escape al día a día en el que debía ocuparse de si misma y de sobrevivir en la crueldad de la pobreza y la soledad. Pero se prometió no perder jamás el espíritu que le traía alegría, pues ella siempre fue así y eso no cambiaría…Así ella era fuerte.

Fue entonces que comprendió la preocupación y la intención de Alde, y se sintió tonta. Era una prueba que debía pasar, y daría todo de sí por lograrlo. La pequeña quería convertirse en una guerrera digna, no defraudaría a su inmenso amigo y menos aún a ella misma. Con lentitud se puso de pie, levantó su rostro observando serena a su maestro en la lejanía invitándola a acompañarlo. Era el momento de tomar sus caminos personales, pronto volverían a compartir el sendero al que estaban destinados, y ella lo recibiría con la cabeza en alto.

-Me quedo aquí…- espetó suavemente mostrándose un poco mas seria. Dió un leve suspiro y continuó, pues quería dejarle en claro que no sería un adiós. –Debes hacer esto por ti mismo, y mi lugar de momento esta aquí. Cuídate por favor, pues yo estaré esperándote. Además…aún tengo mucho por aprender de mi maestro, no te tardes demasiado, o tal vez no me reconozcas al volver.- una ínfima y sosegada sonrisa se dibujaba en su rostro al expresar esas ultimas palabras. Cuando el retornase ella seria una guerrera, no, sería una amazona de Athena. No lo defraudaría.

“Hasta pronto Alde.” Pensó quedándose allí parada con esa cariñosa sonrisa, meciendo su mano en un saludo para su compañero. Esperando hasta verlo desaparecer en las profundidades del bosque para continuar su camino, había algo que creía sentir y de ser así, sería una buena parada antes de comenzar su arduo esfuerzo.

Tras haber dejado mi refugio en la montaña mí paso lento comenzó a ser rápido debido a una pendiente por la cual bajaba en la cual si era muy lenta resbalaría, pero si andaba rápido era más seguro llegar abajo cayendo o sin ninguna herida, cualquiera de estas últimas opciones me servían de momento, como si fuese un animal de montaña salte entre pequeños peñascos y salidas de la montaña para al fin llegar casi a la falda de esta claro que de ya en el último pedazo de camino tenía que pasarme algo ya veía el suelo dando contra mi rostro hasta que sin pensar demasiado ocupe mi teletransportación para caer de pie con cierta gracia, estaba vez me había salvado de arañazos y demás heridas que siempre me hacía, me estaba dando cuenta que últimamente estaba más atenta y no era tan despistada como solía hacerlo. Lentamente dejaba atrás la montaña para dar paso a un bosque el cual se me hacía familiarmente conocido y claro que lo era allí había llegando la vez anterior que ingresé a las afueras del santuario junto con Leonard, que sería de aquel hombre hace tiempo que no lo veía, pero no venía por visita social ni por nada por el estilo, así que apresuré el paso y me fui de allí.