[Legión XVII] - Hoguera Principal

Avanzar de un extremo al otro del campamento se daba relativamente rápido, con la clara excepción de la mujer bárbara que parecía no querer cooperar incluso cuando el hacerlo era la única forma que tenía de no ser asesinada en el punto. Sokaro no era un hombre que se destacara demasiado por la paciencia o por ser delicado, todo lo contrario: si algo no le gustaba tan solo lo soltaba con claridad….excepto por las malditas órdenes que lo tenían atado a esa estúpida zona para lavarle el cerebro a niñitos estúpidos cuando lo que le provocaba era matarlos a todos. El estrés de no haber cortado algo vivo y que diera pelea lo venía estresando desde hacía unos días atrás.

En cuestión de minutos terminaron de llegar al frente de la hoguera más grande de todo el campamento, una que los soldados se encargaban de mantener viva a diario y que servía como la principal fuente de calor para contrarrestar las nevadas que se hacían cada vez más frecuentes.

Con brusquedad el General volvía a empujar a la rubia, indicándole el puesto en que le tocaba sentarse: justo a su izquierda, ni estando más loco de lo que ya se encontraba la perdería de vista o la dejaría a merced de uno de los impresionables chiquillos Germanos, de esos a los que seguramente sería capaz de convencer para ayudarla a escapar o algo por el estilo.

Bien grupo de idiotas, agradezcanle a su amiguito pelirrojo…me recordó a tiempo que es la hora de darles más lecciones de historia del glorioso imperio Romano. comentó Sokaro, sentándose al lado de la mujer con los brazos cruzados y ocupando casi todo el espacio del tronco que les servía como banco. Y pueden alegrarse...hoy tenemos un ejemplo vivo de lo peor que ha tenido que han tenido que enfrentar las Legiones: un súcubo. presentó el General con sorna para así mirar directamente a la rubia y esbozar una cruel sonrisa que no era visible debido a su máscara de cuero. Con el perfil todavía dirigido a los jóvenes, el mayor finalmente lanzó la frase que desataría un murmullo curioso de parte de toda su audiencia…o al menos así lo presentía. Alguna pregunta que quieran hacerle a la zorra? O se quedarán mudas como siempre?

-Ah, lo siento es que no quería que la señorita se enfermera. Las nevadas han sido muy difíciles de llevar y alguien de aspecto tan delicado dudo que pueda soportar las condiciones bruscas.- Dijo en su defensa mientras se apartaba dos pasos del hombre enmascarado. Sokaro sabía como infundir miedo en Traian. Quizá porque siempre mantenía su rostro oculto detrás de esa fea mascara y habían sido pocas las veces en las que lo había visto sin ella: sólo para comer, el resto del tiempo la veía postrada en su rostro. –Sí, General.- Rectificó, tragando saliva y esperando que la amenaza fuera una broma. A esas alturas Traian ya debía saber que ese hombre era peligroso y que era capaz de cortarlo en dos con su arma, pero como era tan terco y le gustaba escuchar las lecciones de historia sobre el Imperio no le importaba ponerse en riesgo.

Siguió al General, el cual pateaba a esa mujer y la arrastraba como un saco viejo lleno de basura del que se quería deshacer. A Traian no le pareció correcto pero se puso a pensar, alguna razón debía de haber para que la rubia se hubiera ganado ese tipo de trato. Quizá se burló del General o intentó algo contra él. Lo que fuera, no era su asunto por poco que le gustase. La ventisca agitó sus cabellos rojos, los cuales se le pegaron a la cara, acompañados de copos de nieve. El chico tembló un poco, pues había sacrificado su abrigó para que esa mujer no pasara frío. Ese era uno de los problemas de Traian: se concentraba tanto en darle gusto a otros que a veces se olvidaba de sí mismo.

Se sentó en uno de los troncos cercanos a la gran hoguera. Podía ver su luz desde la lejanía. Cuando llegó cerca del fuego la sensación de congelamiento se fue perdiendo, aunque no era lo suficiente para decir que el inconveniente estaba absolutamente solucionado. Se abrazaba para darse calor y miraba las llamas danzarinas como si quisiera entrar en ellas. Eso siempre lo ayudaba a calentar su cuerpo. El grupo recibió a Traian con risas burlonas, ya que comentaban que el tonto había perdido su capa en la búsqueda del General. Lo abuchearon cuando el mayor dijo que podían agradecerle al pelirrojo el haberle recordado la sección de historia.

Miró sorprendido al “ejemplar” que el General mostraba, presentando a la mujer como un Súcubo. En ese momento Traian se atrevió a ser el primero en preguntar, estaba emocionado. alzó su mano diciendo en voz alta: ¿Qué es un Súcubo?- La pregunta del chico hizo que una ola de risas se hiciera escuchar, ya que a excepción de él parecía que todos conocían el significado de la palabra. Traian se encogió de hombros, como si hubiera hecho algo mal.

Fácil enano...aún cuando normalmente se toma desde un punto de vista ficticio, el término se usa en función a un tipo de guerreros de asalto de los bárbaros cuyo único propósito es el de encandilar y apostar a los sentidos más bajos de los soldados del imperio. dijo el General mientras tomaba por el hombro a la mujer y la obligaba a levantarse, haciendo caso omiso de sus posibles quejas o réplicas dado que ni siquiera tenía derecho a abrir la boca más que para tragar lo que más le gustaba en la vida, que venía siendo nada más y nada menos que la entrepierna masculina.

Sonriendo por detrás de la máscara sin se que pudieran ver la hilera de dientes afilados que lo hacían parecer un tiburón terrestre, el General tan solo apretó más su mano sobre la tela para así terminar de desgarrarla y con un movimiento fluido lanzarla hacia las llamas, lo que dejaba a la rubia en total despliegue de desnudez.

Supongo que a más de uno de ustedes se le habrá parado la verga, a menos que sean maricones. No importa, creo que mi punto se prueba si alguno la tiene dura. empezó a explicar Sokaro dándole un manotón a su ejemplo para que avanzara o mejor aún, respondiera con ira. Vaya que empezaba a desear que dejara el mutismo de lado, sino donde iba a quedar la diversión? Verán, los bárbaros son unas tribus de basuras que lanzan a sus mujeres al campo de batalla para que seduzcan a los soldados y si pueden, matarlos en el lecho. No todos los centuriones son estúpidos, claro…pero ya habrán de suponer que hay algunos que si se lucen por imbéciles. No se extrañen si alguno de ustedes son hijos bastardos productos de esta estrategia de batalla.

Lo que nos lleva por supuesto al relato de esta noche, ese que me estabas pidiendo desde hace una semana. dijo el General con sorna, señalando con el índice izquierdo a donde se encontraba Traian. Hora de contar la conquista final sobre el último patético rey de Germania, un viejo barbudo que se tiraba a su hija para incitarla a pelear por él…están preparados enanos? Listos para cagarse y toda esa mierda? preguntó con tono conclusivo el mayor, echándose para atrás y extendiendo ambas piernas para golpear los tobillos de la mujer esperando que con eso esta terminara trastabillando y posiblemente, humillarse aún más de lo que ya estaba para aquel momento.

Y como extra, el que ayude a esta zorra será lanzado a la hoguera…la cara primero, como bono especial.

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Offrol: Manipulación permitida por Astrid

Volvió a su asiento, abrazándose a sí mismo y tratando de olvidarse un poco de las burlas. No sabía si era su imaginación, pero la daba la extraña impresión de que sus dedos estaban rígidos como rocas, además de haber perdido algo de sensibilidad en sus manos, las cuales se hallaban desnudas. Siguió frotándolas sobre la ropa que lo cubría, tratando de hacer fricción y entrar en calor. Por primera vez en bastante tiempo deseaba que aquello terminara rápido, no sólo porque había sido gentil al darle su única protección a la mujer, también era porque era noche había una fémina. Era extraño, considerando que el ambiente siempre era puramente masculino y por ello era una rareza ver mujeres rondando el campamento, lo cual descentraba a Traian. La belleza de la mujer, además de la voz con la que explicaba lo que había preguntado, eran herramientas que lo hacían sentirse distraído. Quizá en verdad esa mujer era uno de esos famosos súcubo. Después escuchó la voz del General, la cual era un contraste muy marcado; después de escuchar una suave voz femenina oír un sonido tan poco armonioso salir de la nada. La presencia que destilaba el hombre de la aterradora mascara siempre había provocado un sentimiento en Traian: miedo. Pero entre más transcurría el tiempo parecía ir acostumbrándose a ella.

Curiosamente el proceder de la mujer germana no le causó ni la más mínima sorpresa al General Romano, quien tan solo hizo chasquear sus dientes apenas la rubia se ponía a mascullar entre dientes la verdadera versión de los hechos acontecidos en aquel castillete que ahora no eran más que ruinas. Sabiendo cuales eran las posibilidades más factibles de en ese momento en adelante, el mayor tan solo se levantó con la mayor pereza posible para así silbar con un pitido alto y característico apenas hubo escuchado cierta parte del monólogo de la zorra…uno que le avisaba a cierto soldado que debía mover su trasero cuanto antes o sino las consecuencias serían por demás desastrosas.

Una vez que el torrente de sílabas se hubo detenido, el romano dio un simple paso hacia delante sin reírse o mostrar cualquier atisbo de emoción y cuando finalmente habló, su tono era peligroso.

Para verte forzada a ocultar tu identidad eres peor que un campesino pajero y pelirrojo. dijo el enorme hombre dando otro paso y logrando que este resonara sobre el crepitar de las llamas, por más imposible que pudiera parecer. Aish, ténganle piedad a la princesita…bubububu, se murió papi…bubububu, se murió mi hermana…bubububu…

…perra. murmuró en voz más baja aún y si se podía, más siniestra de lo que ya de por si era. Pero claro, que puedo esperar de una zorra bárbara que ni siquiera sabe reaccionar como es debido. Déjame adivinar lo que estás pensando en estos mismos instantes: “puedo escapar, no le harán daño a este chiquillo” “se defenderme” “saldré viva de aquí y me iré lejos”…o en último caso “se pelear”. Tch tch tch…bubububu.

Dos segundos después, un soldado llegó cargando un objeto aparentemente pesado y que estaba envuelto en una lona marrón que Sokaro tomó como si no fuera más que un palo viejo para así destapar su contenido: una sierra doble con un mango peculiar que evidentemente se hacía casi imposible de manejar con propiedad.

Realmente crees que no atravesaré a este enano de una sola estocada o que puedo usar un mandoble para picarlos a ambos en tres trozos de tamaño similar? Piénsalo mejor. dijo de pronto el General con los ojos entrecerrados mientras que hacía un movimiento fluido con el arma, cortando el suelo y dejando una profunda marca en este para así prepararse por si debía actuar. Si alguien se mueve, los corto a todos en pedazos. indicó el romano secamente, sabiendo que con eso la ruta de escape que pudieran abrir los demás quedaba vetada al instante.

Como respuesta a tu monólogo tan solo diré esto: detesto a las zorras que se van por tácticas tan infantiles…y más a las que lloran por nimiedades. contestó finalmente, dando otro paso hacia delante y dejando que filo de su arma se acercara más y más con cara giro a las piernas de Traian. Y si somos taaan detestables, y si somos taaaaan cerdos como nos pintas…entonces supongo que no dejarás morir al pequeñito verdad? Cierto cierto…si lo dejas morir podrías salvarte con una mínima posibilidad de usarlo como chivo expiatorio pero tu discursito se va a la mierda, no? Lástima…vivir o ser moral, difícil elección eh? concluyó lanzando una estocada directamente a donde se encontraban ambos cuellos, sabiendo que echarse para atrás sería degollar a Traian y para abajo significaría el cráneo rebanado por el segundo corte al girar. Su única posibilidad era tan solo…aceptar un corte en las orejas al irse en diagonal, algo relativamente sencillo con un mandoble tan fácil de leer.

El problema era…aquella mujer sería capaz de actuar en consecuencia? Sokaro lo dudaba.

Estaba prácticamente inmóvil mientras el General hablaba, ya que su voz continuaba siendo como una alarma de que había peligro. Eso era extraño, porque había estado muchas veces en compañía de Sokaro y esa era la primera vez que estaba sintiendo algo como eso. Tal vez se debía a la mujer, ya que tenía miedo de que le fuera a hacer daño frente a todos. A pesar de que había crecido en un ambiente lleno de guerras y en una época desgraciada, la sangre y la crueldad nunca iban a ser algo que pudiera ignorar. Por medio de las historias de Sokaro se había maravillado sobre las grandes hazañas de los Generales Romanos, aunque siempre tuvo miedo de las imágenes que se proyectaban en su mente. Le gustaba combatir, y creía que esa era la única forma de acabar con la maldad que existía en el mundo. Por eso admiraban tanto a las personas de las que el General le informaba, ya que llenaban el perfil de héroe, o al menos lo que Traian creía era necesario para ser uno.


La táctica usada por los Germanos, de la cual hablaba el General le parecía un poco inusual ya que jamás la había escuchado. Había que recordar que Traian era un chico demasiado inocente, demasiado joven, demasiado reciente. Ese tipo de cosas era un universo desconocido para él. Conocía la perversión de los hombres, pero nunca creyó que hubiera personas que se dejaban manejar por sus más bajos deseos carnales en medio de una guerra. Le llamó un poco la atención cuando el hombre de colosal tamaño hablo de que algunos de ellos podían ser producto de esa estrategia.


Dudaba que ese hubiera sido el caso con él, especialmente porque su padre fue un hombre de bien, ya que eso le daba entender Sokaro con sus relatos, los cuales a veces podían llegar a sonar fantasiosos. Lo cierto era que nadie, exceptuando a Traian creía una palabra, pero lo único que los hacía escuchar esa senda de tonterías era el miedo que generaba el atroz General y su arma de tamaño descomunal. Cualquiera que le hiciera enojar iba a terminar destruido. Ciertamente, nunca quería encontrarse con aquel hombre molesto, ya que seguramente iba a terminar mal.

El era tan pequeño en comparación, sería como tratar de enfrentarse a un oso. Sumándole a eso la peligrosa arma que siempre cargaba como si fuera una parte fija de su cuerpo, o un elemento sin el que no podía vivir. De pronto, algo que no esperaba, sucedió. La manta con la que la mujer de cabello rubio iba cubierta se… deshizo, por obra de la mano gigantesca la cual se movía como cual bestia salvaje. Esa mano no le pertenecía a otro que al General, y de hecho estaba más atento de los movimientos que hacía el que de la situación de la chica.


Rápidamente escuchó algunos sonidos, que eran las voces de los demás. Se preguntaba de qué estarían hablando, pero prontamente lo vio, la razón de su asombro. La mujer de cabello rubio estaba desnuda, lo cual hizo que el pelirrojo se cubriera lo ojos. Su abuelo le había enseñado que ver a una mujer desnuda era malo y que jamás debía hacerlo, o cosas malas le pasarían. Como cualquier niño iluso Traian se comía todo lo que le decía el abuelo, ya que era el abuelo, una persona anciana y con mucha experiencia, alguien con una sabiduría de años, y por tanto poseedor de un conocimiento superior.

“No abras los ojos…”

Se repetía, aún cuando quería ver. No a la mujer, quería ver lo que iba a hacer el General ahora, ya que parecía que lo habían sacado de sus cabales. Mentalmente se estaba dando azotes, ya que por un segundo pudo ver esa piel desnuda y zonas pudendas que no eran cubiertas por el cabello de la fémina. Lo que salió de la boca de la chica, que ahora se presentaba como una princesa, lo dejó atónito.

Lo único que agradeceré a Roma fue el convertirnos en seres más fuertes, nosotros nos adaptamos mientras ustedes se seguirán cebando tal como lo hizo su General Breda.

¡Claro!.. él más temible de los tres se supone…

Palabra tras palabra, cada una de ellas era como un clavo enterrándose en su pecho. Si las cosas que decía esa mujer eran ciertas, todo lo dicho por Sokaro era una falacia. Sintió como era apresado por la mujer, pero él no opuso resistencia alguna, estaba tieso, petrificado por el impacto. Podían ser mentiras, pero todavía así eran algo difícil de tragar.


Breda atacó el castillo, capturó a mi hermana como mascota… ¡maldición era una princesa y la trataba como a un perro encadenado!

¿Qué honor existe en un hombre como él?.. ¿dónde se encuentra su héroe?... ¡ ¡yo les diré!!. Su cabeza revolcada entre la mierda, la única muerte más digna que podía merecer después de todos los crímenes que cometió… ha pero ustedes solo los interpretan como órdenes.


El “Lo siento” pronunciado por la extraña no significó nada. El chico bajó la mirada, encerrándose en su mundo. La respuesta de Sokaro más que hacerlo sentir mejor sólo empeoró las cosas, ya que afirmaba que no le importaba su vida, que podía atravesarlo sin sentir remordimiento alguno. Con lágrimas en los ojos, mirando al General, le preguntó:

-Es mentira lo que dice ¿No es así, General?-

Ni siquiera veía la sierra con la que lo estaba amenazando. Podía quitarle la vida con un corte, pero eso no le interesaba, sólo quería saber, saber la verdad.

Con el grupo de jóvenes germanos alrededor de la hoguera, observando el curioso espectáculo que se daba frente al General por parte de la mujer rubia que mantenía prisionero al pelirrojo más animoso de todos los reunidos allí, la situación se hacía bastante…peculiar. Y con todo lo dicho y hecho, el romano de mayor rango tan solo había terminado esbozando una sonrisa macabra imposible de ver debido a la máscara de cuero que portaba en aquellos instantes. Sí, la mujer había marcado el final de aquellos acontecimientos de una forma espléndida…la tal Brescia o como se llamara había condenado a aquel pueblo al terminar de destrozar la poca paciencia que los mantenía a salvo.

Perfecto, perfecto en todo el sentido de la palabra.

Que adorable. Murmuró Sokaro notando como Traian era lanzado en su dirección y antes de que chocara contra el suelo, tomándolo por un brazo y así dejándolo parado sobre sus dos extremidades con brusquedad. Poco después y usando la diestra el General volvía a tomar su enorme sierra de doble hoja para desenterrarla con facilidad, como si el suelo no fuera más que mantequilla cortada por un gran y filoso cuchillo. Debo concedértelo zorra. Tienes razón…a medias.

¿Sabes por qué estamos reclutando Germanos? Empezó el mayor, dando un potente silbido que recorrió de un lado a otro del campamento y que de inmediato, alertó a todos los soldados originales de su Legión que cierta orden había sido declarada. Órdenes de los superiores. ¿Sabes lo qué es eso, verdad? Órdenes son órdenes…pero por otro lado, toda mi división no los necesita.

La tercera regla de la Décimo Séptima Legión es: calidad ante la cantidad. Informó Sokaro con un tono cruel y totalmente mordaz, un sonido que fue acompañado al instante por varios gritos de dolor y agonía junto al chocar y deslizar de espadas y acero sobre la carne humana.

¡Nos marchamos, señores! ¡Maten a todas estas nenitas! ¡Todos se han sublevado junto a la rubia, acábenlos en el nombre del César! Finalizó el mayor, dándose la vuelta y arrastrando consigo su arma…y al pelirrojo. Particularmente lo hubiera dejado tirado para que sus soldados lo mataran junto a los demás…pero su instinto, aquel que le había salvado el culo incontables veces en el pasado, le decía que se lo llevara. Y si antes había estado en lo correcto, ¿por qué habría de equivocarse ahora? No había forma de hacerlo.

Más y más gritos llenaron el aire y poco después, no se escuchó más nada…

…sinceramente, los germanos no eran nada impresionante. Quien hubiera dado la orden de reclutarlos estaba totalmente perdido.

Por cierto enano…¿de verdad le llegaste a creer a esa zorra? Preguntó el mayor clavando sus ojos en los del menor, dejando bien en claro que solo había una respuesta correcta…solo una respuesta que al General le interesaba escuchar y que por su bien, más le valía decir sin falla.