Campamento Doceava Legion

por Manigoldo Jue Nov 04, 2010 2:02 pm

Para esa hora del día era conocido que el recien llegado General Britanico había caido bajo una emboscada en el bosque camino al campamento. La noticia no era novidad para mManigoldo, pues el hombre había visto a su alma vagar por las calles barrosas de Roma. Habían pasado toda la noceh discutiendo el tema, era realmente algo que le era propio al senado nombrar un nuevo General para la doceava Leagión, pero el Senado esos ultimos días dejaba mucho que desear. Manigoldo estaba con el resto de los veteranos de la legión mientras se discutía quien sería el nuevo general... pero su mente no estaba en la discusión. Al contrario había permanecido mas callado que de costumbre todo el tiempo.

Miraba su copa y bebía, no hacía nada más, ni si quiera hablaba. Una u otra vez le habían llamado la atención por estar bebiendo, pues estaba de servicio, no podía beber alcohol estando de servicio. A ello solo respondía que era una ocasión para beber. Las palabras divagaban en quien tomaría el poder de la doceava... pero eso a el no le interesaba, despues de todo la doceava legión podía sobrevivir perfectamente sin él. Le preocupaban las palabras de esa muchacha que tambien veía los fantasmas y su mente sólo divagaba en un hecho... volver a encontrarse con aquella hermosa mujer peliroja que había sacado a aquel hombre compañero de armas desde la muerte.

De pronto, a lo lejos, escuchó voces familiares. Una de las voces era la de su propio hermano que de seguro estaba ebrio. Lo miró sobre la fogata y a lo lejos estaba jugando pulso contra otro legionario. Manigoldo suspiró irritado, Kardia siempre encontraba tiempo para perder... y de inmediato vio con quien jugaba aquel duelo de pulso... un hombre conocido, uno de aquellos que había estado ahi cuando vio a la peliroja. Se puso de pie con su copa en mano de inmediato y vio al resto de los hombres reunidos.

- Ya vuelvo... - Los demas miraron el camino que recorría Manigoldo ebrio, tambaleandose, pasando por el costado de la fogata para llegar hacia las tiendas en donde el resto de las tropas pasaba el rato.

Los hombres parecían animados, cosa que Manigoldo paso de vista. Ni si quiera mostraban el pesame de haber perdido al nuevo general el mismo día, seguramente porque nadie había tenido el tiempo de conocer al hombre. Se acercó a Kardia y al otro hombre y levantó una mano para saludar a Kardia, cosa que su hermano respondió mirando para otro lado. Estar si quiera cerca parecía molestarles.

- ¿Te acuerdas de mi? Estabas en la calle frente a la Sobajera cuando a tu compañero le dieron una tremenda paliza y....

- No... no quiero recordarlo. - Respondió el hombre sin subir la mirada. Al parecer a ese hombre le había alterado tanto o mas que a Manigoldo lo ocurrido. Manigoldo se acercó a él, confundido por la respuesta. - Ya me escuchaste, no quiero hablar... de eso.

- Mira, a mi tampoco me hace mas gracia que a ti lo que sucedió, pero tengo que encontrar a esa mujer...

- No tengo idea de quien era... ni quiero saberlo.

- Escuchame grandisimo idiota...- Dijo Manigoldo levantando al hombre de un tirón botando la mesa en que él y Kardia jugaban, su hermano adivinando lo que iba a suceder había levantado su copa antes de que todo fuera lanzado por el aire. - Me pasé el dia entero buscando en los prostibulos y en las calles una mujer de cabello rojo como ella, pero no tuve suerte. ¿Hay alguna cosa que me puedas decir para ayudarme a encontrarla?

- ¿Que quieres que te diga Manigoldo? No tengo la más puta idea de quien era esa mujer. - Respondio con el tono tembloroso. - Pero la forma en que hablaba parecía bastante refinado, contrastaba completamente con su ropa llena de lodo.

- Sigue hablando.

- Ah....ah... tenía el pelo rojo, pero no era como esas prostitutas germanas, su cuerpo era demasiado pequeño... y... sus ojos eran grandes y verdosos... parecía una niña más que una mujer... - Manigoldo ya sabía todo eso, por lo mismo subió su puño listo para entablar un golpe en la cara del soldado. Si no colaboraba por las buenas lo haría por las malas. Kardia sonreía entretenido mirando lo que sucedía. - ¡Espera! ... hay algo que te podría ayudar...

- Habla.

- Cuando Tito se propasó con ella, apareció uno de los hombres del general Vergilius a protegerla... - Manigoldo bajó el puño esperando que el hombre siguiera hablando. - Nos insulto y golpeo... de hecho, Tito estaba en esas condiciones porque el hombre le destrozó el rostro, fue como si perdiera el control... y la chica gritaba que parara, pero no lo hacía. Nunca vi un soldado defendiendo a una prostituta de esa forma.

- ¿Sabes como se llamaba ese hombre? - Preguntó Manigoldo.

- No... pero era alto, cabello largo y celeste... rasgos demasiado bellos... casi parecía una mujer. - El hombre hablaba muy rapido, temeroso de que Manigoldo le fuera a partir el rostro en cualquier momento.

- ¿Te refieres a Ioros? - Preguntó Kardia extrañado mientras miraba a Manigoldo sorprendido de que todo ese escandolo fuera por causa de Ioros.

- Ioros...¿Qué Ioros? ¿De que hablas Kardia? No me suena ese nombre...

- Ioros idiota... ese muchachito lindo que siempre iba a la derecha de Vergilius, ¿No lo recuerdas? ... Vaya si todo esto era un problema de una mujer e Ioros, relajate, es probable que a ese sujeto ni si quiera le gusten las mujeres. - Kardia rió mientras le daba otro sorbo a su copa y un mordisco a una presa de pollo. - Y no te sonaría, pues no combatió en Germania, se le encomendó quedarse a cuidar a una familiar de Vergilius cerca del Valle Dulce, eso es lo único que se. Lo escuché una vez en que Breda y Vergilius conversaban.

- Kardia... - Dijo Manigoldo riendo, pegandole una palmanda en el hombro en señal de que lo había hecho bien. - ¿Quien hubiese pensado que una vez en tu vida no ibas a resultar completamente inutil?

Manigoldo empezó a caminar en busqueda de su caballo, era hora de encontrar al tal Ioros.