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[Legión XVII] - Tienda del General
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[Legión XVII] - Tienda del General
En un pequeño valle de Germania circundado por enormes pinos y a través del cual circulaba el cauce de un río se encontraba un asentamiento conformado por los sobrevivientes de la guerra bárbara con el Imperio Romano, reunidos por una imperiosa necesidad de no sentirse totalmente acabados aún cuando su gobierno y la mayoría de sus ciudades habían sido arrasadas por completo. La parte curiosa de todo aquello era que la mitad del valle era ocupada a su vez por una Legión de centuriones quienes habían sido enviados para aleccionar a los germánicos sobre las costumbres de vida y la cultura en general de su conquistador. Se podría decir que el gobierno de toda la zona recaía en los hombros de una sola persona y esa era el General de toda la armada apostada en la zona.
En esos mismos instantes sin embargo, el hombre no se encontraba del mejor humor posible…de hecho, hacía bastante tiempo que no se sentía en su elemento. Tener que enseñarle cosas a un montón de brutos no lo hacía demasiado feliz.
Señor, tenemos un destacamento de la Legión del General Vergilius en el campamento. reportó un soldado con postura firme, intentando que su superior le hiciera caso aunque resultaba en vano. El hombre al que le hablaba estaba tirado en el suelo con el mentón apoyado en la mano izquierda, que a su vez estaba apoyada en la pierna del mismo lado; en lugar de mirar al recién llegado el sujeto miraba con aburrimiento las llamas de una enorme fogata que crepitaba frente a él, con sus ojos apenas visibles con la máscara que cubría todo su rostro.
Y? contestó finalmente el General sin más, al tiempo que una brisa agitaba su prenda de ropa superior que dejaba ver su musculoso torso y con ello las incontables cicatrices de batalla que había sufrido a través de su periodo como soldado. Debo darte un premio por reportar estupideces o que?
N-no señor, es que quieren una audiencia con el líder de nuestra Legión y supuse que debía consultarlo con usted antes. dijo el soldado con nerviosismo retrocediendo un paso.
Que entren a la carpa entonces. No me vengan a joder con estupideces preliminares…son miembros de la Legión del “jefe” no? Pues déjalos pasar, imbécil. finalizó Sokaro levantando la vista y dejando bien en claro las órdenes que tendría que seguir el soldado, quien tan solo salió a informar a los recién llegados de que podían ingresar cuando lo desearan.
En esos mismos instantes sin embargo, el hombre no se encontraba del mejor humor posible…de hecho, hacía bastante tiempo que no se sentía en su elemento. Tener que enseñarle cosas a un montón de brutos no lo hacía demasiado feliz.
Señor, tenemos un destacamento de la Legión del General Vergilius en el campamento. reportó un soldado con postura firme, intentando que su superior le hiciera caso aunque resultaba en vano. El hombre al que le hablaba estaba tirado en el suelo con el mentón apoyado en la mano izquierda, que a su vez estaba apoyada en la pierna del mismo lado; en lugar de mirar al recién llegado el sujeto miraba con aburrimiento las llamas de una enorme fogata que crepitaba frente a él, con sus ojos apenas visibles con la máscara que cubría todo su rostro.
Y? contestó finalmente el General sin más, al tiempo que una brisa agitaba su prenda de ropa superior que dejaba ver su musculoso torso y con ello las incontables cicatrices de batalla que había sufrido a través de su periodo como soldado. Debo darte un premio por reportar estupideces o que?
N-no señor, es que quieren una audiencia con el líder de nuestra Legión y supuse que debía consultarlo con usted antes. dijo el soldado con nerviosismo retrocediendo un paso.
Que entren a la carpa entonces. No me vengan a joder con estupideces preliminares…son miembros de la Legión del “jefe” no? Pues déjalos pasar, imbécil. finalizó Sokaro levantando la vista y dejando bien en claro las órdenes que tendría que seguir el soldado, quien tan solo salió a informar a los recién llegados de que podían ingresar cuando lo desearan.
Sokaro- General Marino
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Re: [Legión XVII] - Tienda del General
Kagaho había viajado hacia la posición de aquella legión, bajo las ordenes del Legado. Su deber era desconocido mas su propósito consistía en establecerse en aquel lugar por un tiempo hasta escuchar nuevas ordenes. El joven soldado llevaba el cargo de Teniente mas para la presente asignación no serviría bajo la orden de ningún otro superior que no fuera el Legado mismo, algo que le hacia sentir bien consigo mismo, dado que su lealtad se proyectaba unicamente a Vergilius por lo que la actual misión era un punto favorable.
El valle era una maravilla natural a los ojos de un "Ciudadano educado" dado que no existían paisajes similares en los lugares de donde provenía. La ciudad y modernidad ocupaban su mente, sin mencionar las incontables batallas, los ríos de sangre y la destrucción en el nombre de la conquista. A fin de cuentas, todo era igual, hermoso o no, natural o moderno, Kagaho pasaba de aquellas cotidianidades e inclusive maravillas, su pensamiento yacía en niveles mas profundos y es por ello que el viaje hacia dicha colonia fue una lección mas en su arsenal de conocimientos.
Estando frente a la carpa del máximo general de la presente legión, el líder y comandante de las fuerzas, un soldado anónimo se hizo presente y detuvo el andar del teniente para exigirle explicación y motivos de su llegada. Tras comunicarle las respuestas y abonar informaciones extras para cualquier duda, todo mediante un pergamino firmado y sellado, el susodicho soldado se abalanzo a una velocidad alarmante en tiempos "pacíficos" hacia los adentros de la tienda. Allí, realizo sus deberes de mensajero y retorno a la presencia de Kagaho para informarle que hubieron habilitado su paso y que su líder, les esperaba.
Una sonrisa fue otorgada al soldado saliente mientras la siniestra se abría paso entre la tela que funcionaba de puerta y se adentraba finalmente a su destino primero, la sonrisa aun no abandonaba el rostro del Teniente, por lo cual en cierta forma, también fue dedicada al general. La diestra de Kagaho mantenía el pergamino entre su palma y dedos, lo cual le revelo que dicho romano desconocería las reales razones de su presencia allí y probablemente -por la mirada vacía de sus ojos y la profundidad inexistente de los mismos- tampoco le interesaba saberlo pues aquel lugar era una especie de castigo tras haber servido tan fervientemente en las innumerables batallas -las cicatrices que adornaban su torso, eran innegable prueba de lo mismo- la sonrisa se desvaneció y un porte serio sustituyo a la misma, por vez primera en mucho tiempo, las palabras del Teniente serian escuchadas. -Mis disculpas general, nuestro legado le envía un pergamino, a sus manos- La voz e intensidad utilizada en aquellas palabras, provoco una reacción en el general, reacción que tras silenciar su parloteo, Kagaho descubriría...
El valle era una maravilla natural a los ojos de un "Ciudadano educado" dado que no existían paisajes similares en los lugares de donde provenía. La ciudad y modernidad ocupaban su mente, sin mencionar las incontables batallas, los ríos de sangre y la destrucción en el nombre de la conquista. A fin de cuentas, todo era igual, hermoso o no, natural o moderno, Kagaho pasaba de aquellas cotidianidades e inclusive maravillas, su pensamiento yacía en niveles mas profundos y es por ello que el viaje hacia dicha colonia fue una lección mas en su arsenal de conocimientos.
Estando frente a la carpa del máximo general de la presente legión, el líder y comandante de las fuerzas, un soldado anónimo se hizo presente y detuvo el andar del teniente para exigirle explicación y motivos de su llegada. Tras comunicarle las respuestas y abonar informaciones extras para cualquier duda, todo mediante un pergamino firmado y sellado, el susodicho soldado se abalanzo a una velocidad alarmante en tiempos "pacíficos" hacia los adentros de la tienda. Allí, realizo sus deberes de mensajero y retorno a la presencia de Kagaho para informarle que hubieron habilitado su paso y que su líder, les esperaba.
Una sonrisa fue otorgada al soldado saliente mientras la siniestra se abría paso entre la tela que funcionaba de puerta y se adentraba finalmente a su destino primero, la sonrisa aun no abandonaba el rostro del Teniente, por lo cual en cierta forma, también fue dedicada al general. La diestra de Kagaho mantenía el pergamino entre su palma y dedos, lo cual le revelo que dicho romano desconocería las reales razones de su presencia allí y probablemente -por la mirada vacía de sus ojos y la profundidad inexistente de los mismos- tampoco le interesaba saberlo pues aquel lugar era una especie de castigo tras haber servido tan fervientemente en las innumerables batallas -las cicatrices que adornaban su torso, eran innegable prueba de lo mismo- la sonrisa se desvaneció y un porte serio sustituyo a la misma, por vez primera en mucho tiempo, las palabras del Teniente serian escuchadas. -Mis disculpas general, nuestro legado le envía un pergamino, a sus manos- La voz e intensidad utilizada en aquellas palabras, provoco una reacción en el general, reacción que tras silenciar su parloteo, Kagaho descubriría...
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Re: [Legión XVII] - Tienda del General
Momentos después de que el soldaducho hubiera salido de la carpa con premura fue el único interludio existente entre la renovada soledad y la aparición de quien parecía ser el líder del destacamento enviado a Germania de parte de la Legión del Gran General Vergilius, después de todo no iban a entrar todos en la tienda del General por razones más que obvias. Fuera como fuera el sujeto se presentó con un pergamino en manos sin mostrar ningún signo de querer pasárselo al líder de todo el campamento y eso mostraba que bien esperaba una bienvenida o de plano tenía problemas mentales. Todas aquellas posibilidades cruzaron la mente del mayor quien resopló con impaciencia para levantar la vista y fijar sus ojos en los orbes azul oscuro del que vendría siendo su interlocutor para levantar una ceja por debajo de la máscara y responder sin que sus facciones pudieran ser vistas debido a esta última.
Y esperas a que el pergamino flote hacia mí de forma mágica o que? respondió Sokaro ante las palabras del recién llegado mientras echaba para atrás la cabeza y posaba ambas manos sobre las piernas para hacer crujir su espalda ya entumecida después de mover los hombros en la misma dirección que su cráneo, que puso recto antes de ladearlo y con un movimiento fluido en círculo hacía sonar su cuello. Ya se había quedado demasiado tiempo sentado en aquel lugar y realmente le había entrado el hambre, su cuerpo le indicaba que era hora de cenar. Balanceando su cuerpo hacia atrás y modulando su centro de gravedad dio un salto con el cual cayó sobre sus dos piernas, irguiéndose y mostrándose como un monstruo en comparación con el soldado que tenía al frente, cuyo rango desconocía y que sinceramente le importaba un pepino. Pero claro, eso no importa demasiado ahora verdad soldado? Que rango ostenta ese trasero de mujer? preguntó el General sin detenerse y pasando al lado del pelinegro para así atravesar la tela que separaba la carpa del resto del campamento, con claras intenciones de ir a buscar un buen pedazo de jabalí asado, el más grande que pudiera encontrar de entre las provisiones de sus hombres. Y no olvides el nombre también, me molesta tener que alargar demasiado las referencias.
Y esperas a que el pergamino flote hacia mí de forma mágica o que? respondió Sokaro ante las palabras del recién llegado mientras echaba para atrás la cabeza y posaba ambas manos sobre las piernas para hacer crujir su espalda ya entumecida después de mover los hombros en la misma dirección que su cráneo, que puso recto antes de ladearlo y con un movimiento fluido en círculo hacía sonar su cuello. Ya se había quedado demasiado tiempo sentado en aquel lugar y realmente le había entrado el hambre, su cuerpo le indicaba que era hora de cenar. Balanceando su cuerpo hacia atrás y modulando su centro de gravedad dio un salto con el cual cayó sobre sus dos piernas, irguiéndose y mostrándose como un monstruo en comparación con el soldado que tenía al frente, cuyo rango desconocía y que sinceramente le importaba un pepino. Pero claro, eso no importa demasiado ahora verdad soldado? Que rango ostenta ese trasero de mujer? preguntó el General sin detenerse y pasando al lado del pelinegro para así atravesar la tela que separaba la carpa del resto del campamento, con claras intenciones de ir a buscar un buen pedazo de jabalí asado, el más grande que pudiera encontrar de entre las provisiones de sus hombres. Y no olvides el nombre también, me molesta tener que alargar demasiado las referencias.
Sokaro- General Marino
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Re: [Legión XVII] - Tienda del General
Las palabras de Sokaro, el general de la legión divirtieron al teniente puesto que se hallaban cargadas de burla y sarcasmo mas al mismo tiempo de una realidad aparente. El respeto era una de las bases aprendidas por Kagaho, a pesar de ser "agente libre" aquel soldado seguía siendo de mayor rango, no podía entregarle ordenes pero seguía siendo su superior y esto ameritaba respeto, de forma que entregar sin permiso un pergamino, aun fuere de un origen especial como era el presente caso, no estaba en su modo de hacer las cosas.
En un instante misceláneo, Sokaro comenzó a moverse hasta elevarse sobre sus pies y colocarse frente -al que en ese momento, parecía un enclenque, verdaderamente una excusa de ser humano, aun mas de soldado romano- al teniente y se mostro alto y fornido en comparación, esto le saco una nueva sonrisa al muchacho pero la seriedad del asunto le hizo regresar a un porte adecuado. Dentro del parloteo, el general inquirió sobre la entrega del pergamino, sobre el rango del muchacho y sobre el nombre del mismo pero a la vez, se movió entre la tienda y luego la abandono en búsqueda de alimento, el pelinegro coloco un pie frente al otro, al mismo ritmo que aquel soldado, no solo para seguirlo y/o alcanzarlo, sino también para mantenerse a una prudente distancia y poderle comunicar la completa extensión de sus respuestas a las inquietudes.
El pergamino que aun permanecía en la diestra, fue extendido hacia el general mientras la siniestra del mismo cuerpo, señalaba con seguridad el "botín alimenticio" mas adecuado para saciar la necesidad fisiológica del líder. -Lo he visto al llegar...- Dijo con seguridad y tranquilidad como si leyese los pensamientos de Sokaro. -Mi nombre es Kagaho y soy un teniente, señor...- Con las ultimas palabras, aquellas que se referían a el mismo como teniente, sus ojos perdieron toda expresión como si ni siquiera desearan tales títulos, como si todo o nada le fuera igual. Mas sin embargo, las palabras previas, aquellas que se referían al nombre del chico, encendieron una llama en todo el ambiente que rodeaba al muchacho, la expresión de sus ojos, el brillo y la fuerza no poseían comparación alguna y esto decía mucho de si mismo.
En un instante misceláneo, Sokaro comenzó a moverse hasta elevarse sobre sus pies y colocarse frente -al que en ese momento, parecía un enclenque, verdaderamente una excusa de ser humano, aun mas de soldado romano- al teniente y se mostro alto y fornido en comparación, esto le saco una nueva sonrisa al muchacho pero la seriedad del asunto le hizo regresar a un porte adecuado. Dentro del parloteo, el general inquirió sobre la entrega del pergamino, sobre el rango del muchacho y sobre el nombre del mismo pero a la vez, se movió entre la tienda y luego la abandono en búsqueda de alimento, el pelinegro coloco un pie frente al otro, al mismo ritmo que aquel soldado, no solo para seguirlo y/o alcanzarlo, sino también para mantenerse a una prudente distancia y poderle comunicar la completa extensión de sus respuestas a las inquietudes.
El pergamino que aun permanecía en la diestra, fue extendido hacia el general mientras la siniestra del mismo cuerpo, señalaba con seguridad el "botín alimenticio" mas adecuado para saciar la necesidad fisiológica del líder. -Lo he visto al llegar...- Dijo con seguridad y tranquilidad como si leyese los pensamientos de Sokaro. -Mi nombre es Kagaho y soy un teniente, señor...- Con las ultimas palabras, aquellas que se referían a el mismo como teniente, sus ojos perdieron toda expresión como si ni siquiera desearan tales títulos, como si todo o nada le fuera igual. Mas sin embargo, las palabras previas, aquellas que se referían al nombre del chico, encendieron una llama en todo el ambiente que rodeaba al muchacho, la expresión de sus ojos, el brillo y la fuerza no poseían comparación alguna y esto decía mucho de si mismo.
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Re: [Legión XVII] - Tienda del General
Teniente, eh? dijo Sokaro al tiempo que se dirigía al punto señalado por su interlocutor para comprobar el estado del enorme jabalí que cercano a las llamas ya presentaba un color tostado bastante pronunciado. Se veía jugoso y por demás bien cocido…aunque no estaba completamente listo, al menos para los gustos del General si tan solo se guiaba por la vista; pero por supuesto había otra forma de comprobarlo y era una a la que sus hombres se habían acostumbrado a ver a diario a esa misma hora del día, casi como si el jefe fuera una criatura de hábitos predispuestos y en realidad, de cierta forma eso era una certeza absoluta. Sin agregar más nada Sokaro se inclinó por sobre el cerdo sintiendo el calor de las llamas cerca de su rostro algo amortiguado debido a la máscara que portaba, procediendo a olisquear la comida con inspiraciones bastante evidentes y calcular que al menos faltaban cinco minutos más para poder proceder a engullir un buen pedazo, probablemente un muslo entero. De alguna forma había crecido tanto para poder superar en altura a la mayoría de los seres que se encontrara tanto en el campo de batalla como en su vida diaria…era casi como desarrollarse a través de la carnicería pura, aquel era prácticamente la mejor definición que calzaba con la vida del General…así era como había llegado a su actual rango y particularmente el recordar aquel dato le encendió una llama en la cabeza, razón por la cual encaró al sujeto conocido como Kagaho con la derecha apostada en la cintura mientras que cerraba el puño con la izquierda, levantando el pulgar y señalar a sus espaldas con el.
Supongo que en la Legión de su “majestad” tendrán sus reglas particulares, no? Pues bien señorito Kagado, le informaré de los mandatos que deberán respetar para quedarse en el campamento. informó Sokaro entrecerrando los ojos y dejando en claro que no aceptaría más que un sí por respuesta. Primero que nada, lo que pase en el campamento se queda en el campamento…nada de andar chismorreando como mujercitas lo que acontece por aquí, me hice entender Teniente? preguntó el General sin dejar de mirar fijamente al otro, esperando su próxima respuesta.
Supongo que en la Legión de su “majestad” tendrán sus reglas particulares, no? Pues bien señorito Kagado, le informaré de los mandatos que deberán respetar para quedarse en el campamento. informó Sokaro entrecerrando los ojos y dejando en claro que no aceptaría más que un sí por respuesta. Primero que nada, lo que pase en el campamento se queda en el campamento…nada de andar chismorreando como mujercitas lo que acontece por aquí, me hice entender Teniente? preguntó el General sin dejar de mirar fijamente al otro, esperando su próxima respuesta.
Sokaro- General Marino
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Re: [Legión XVII] - Tienda del General
Los actos del general fueron casi en su totalidad ignorados por el teniente, las palabras del primero fueron prácticamente el primer punto de atención entre ambos. Habiendo escuchado atentamente, la mirada de Kagaho se perdió en el fuego para luego encontrarse con los ojos de Sokaro. -Lo que suceda en el campamento, se quedara en el campamento... Si así es mi voluntad... Yo sirvo al Legado mientras usted haga lo mismo, no creo que tengamos inconvenientes...- Tras estas palabras, el jabali había completado su proceso y ya se encontraba listo para ser ingerido, moviendo con rapidez y agilidad su espada -dado que aun la llevaba consigo, puesto que aun no se establecía en ninguna tienda- corto al menos una tercera parte del mismo, antes de que la carne tocase el suelo, empalo la cuchilla de su arma en la misma y la elevo hasta su boca para dar una probada del alimento.
Al hacerlo, encontró repugnante el sabor por lo cual escupió lo que había ingerido. -Esta carne es horrible- mascullo al tiempo que lanzaba el gran pedazo hacia el suelo, dejándolo llenar de tierra y polvo. Luego, llevo su espada hasta el pedazo sobrante que aun giraba y se asaba aun mas y realizo la misma acción, prescindiendo de este alimento. -Con razón sus hombres están lánguidos, si esta es la clase de alimento que les brinda, general- Una leve carcajada se libro del pequeño soldado mientras se movía hacia otra posición en busca de un alimento apropiado.
-Usted habla de reglas, General... Quizás sea prudente que yo les comunique las mías- Una sonrisa se esbozo en su rostro, no solo por las palabras que acababa de comentar, sino por haber hallado comida que satisfaceria su necesidad. -No estamos bajo su mando, General... Así que usted puede irse a su tienda a lloriquear cada vez que tenga algún problema... Esperamos al Legado y hasta no recibir ordenes del mismo, somos intocables... Si quiere parlotear, que sea algo que nos beneficie a ambos y no alguna mierda egocentrista para sentirse mejor por haber matado a dos o tres barbados- Kagaho recogió dos pedazos de un pollo jugoso que se cocinaba lentamente y ya estaba apto para digerirse y luego se volvió hacia el general. -Entonces, cual es la regla numero dos?...- Tras decir esto, dio una gran mordida al pedazo que se encontraba en su mano.
Al hacerlo, encontró repugnante el sabor por lo cual escupió lo que había ingerido. -Esta carne es horrible- mascullo al tiempo que lanzaba el gran pedazo hacia el suelo, dejándolo llenar de tierra y polvo. Luego, llevo su espada hasta el pedazo sobrante que aun giraba y se asaba aun mas y realizo la misma acción, prescindiendo de este alimento. -Con razón sus hombres están lánguidos, si esta es la clase de alimento que les brinda, general- Una leve carcajada se libro del pequeño soldado mientras se movía hacia otra posición en busca de un alimento apropiado.
-Usted habla de reglas, General... Quizás sea prudente que yo les comunique las mías- Una sonrisa se esbozo en su rostro, no solo por las palabras que acababa de comentar, sino por haber hallado comida que satisfaceria su necesidad. -No estamos bajo su mando, General... Así que usted puede irse a su tienda a lloriquear cada vez que tenga algún problema... Esperamos al Legado y hasta no recibir ordenes del mismo, somos intocables... Si quiere parlotear, que sea algo que nos beneficie a ambos y no alguna mierda egocentrista para sentirse mejor por haber matado a dos o tres barbados- Kagaho recogió dos pedazos de un pollo jugoso que se cocinaba lentamente y ya estaba apto para digerirse y luego se volvió hacia el general. -Entonces, cual es la regla numero dos?...- Tras decir esto, dio una gran mordida al pedazo que se encontraba en su mano.
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Re: [Legión XVII] - Tienda del General
Tehehe...je...jaja...JAJAJAJA!!! incluso siendo un acto de plena subordinación, la actitud del Teniente le resultaba ser un respiro al General. No todos los días se veía a un soldado haciéndole frente de forma tan abierta y menos con total desdén por las reglas tácitas que existían en la Legión…definitivamente era un cambio hasta cierto punto, agradable. Curioso que sea tan delicada con la comida, me lo esperaría de una mujer en lugar de un soldado pero al parecer todos en la legión de su “majestad” son unas féminas delicadas. Tal vez es por eso que son unas bailarinas enanas…no saben lo que es comer verdadera carne. dijo Sokaro dándole la espalda al pelinegro para continuar con su trayecto y buscar algún otro pedazo de carne que fuera comestible. Una cosa era comer la carne quemada y otra era comer la que había sido manchada por el lodo del suelo. Lo que si no podía negar era que la actitud del Teniente era demasiado suave como para provenir de un soldado afilado en la guerra…al parecer todavía le faltaba crecer un poco más.
Por cierto, nadie es intocable aquí. Podrán ser todos unos nenitos venidos de la mejor cuna de Roma pero eso no cambia nada… sabes porque? Esa es una de las reglas del ejército. Esa es una de las normas que el mismo “Legado” ha consentido desde que se le otorgó el puesto de Comandante General…o acaso uno de sus Tenientes no tiene ni la más mínima idea de cómo trabaja su líder? Ja! Tal vez no lo hayas visto de primera mano, soldadito, pero ese al que andas esperando por órdenes no es más que un muñeco que sigue las indicaciones de personas con mejor talento que él. En resumen…es un General en nombre nada más. explicó Sokaro sin detenerse y dejando bien en claro lo que el Teniente parecía ignorar de la situación de su jefe. El señorito solo brillaba en el campo de batalla como un soldado “algo” habilidoso, protegido por escudos de carne que preferían morir antes de que lo hiciera él. No hacía estrategias, no hacía asaltos directos, ni siquiera era el mejor guerrero de a pie. Como mucho es la sombra de su hermano mayor…y ahora que este resultó estar vivo, donde crees que queda el enano? Desde hace cuanto que desapareció? Han pasado meses y ni siquiera hay noticias de que esté vivo…
Sin su cerebro, sin sus músculos y sin su puesto que apunta al trono no es más que un muchachito perdido en el mundo. No me extrañaría que ya se lo haya comido un oso salvaje. dijo con tono conclusivo acercándose para olisquear otro jabalí y notar que aquel si estaba listo, tras lo cual tan solo lo levantó por el hueso desnudo y volver la mirada hacia el teniente. Ah si, la segunda regla es: no desperdiciar nada.
Por cierto, nadie es intocable aquí. Podrán ser todos unos nenitos venidos de la mejor cuna de Roma pero eso no cambia nada… sabes porque? Esa es una de las reglas del ejército. Esa es una de las normas que el mismo “Legado” ha consentido desde que se le otorgó el puesto de Comandante General…o acaso uno de sus Tenientes no tiene ni la más mínima idea de cómo trabaja su líder? Ja! Tal vez no lo hayas visto de primera mano, soldadito, pero ese al que andas esperando por órdenes no es más que un muñeco que sigue las indicaciones de personas con mejor talento que él. En resumen…es un General en nombre nada más. explicó Sokaro sin detenerse y dejando bien en claro lo que el Teniente parecía ignorar de la situación de su jefe. El señorito solo brillaba en el campo de batalla como un soldado “algo” habilidoso, protegido por escudos de carne que preferían morir antes de que lo hiciera él. No hacía estrategias, no hacía asaltos directos, ni siquiera era el mejor guerrero de a pie. Como mucho es la sombra de su hermano mayor…y ahora que este resultó estar vivo, donde crees que queda el enano? Desde hace cuanto que desapareció? Han pasado meses y ni siquiera hay noticias de que esté vivo…
Sin su cerebro, sin sus músculos y sin su puesto que apunta al trono no es más que un muchachito perdido en el mundo. No me extrañaría que ya se lo haya comido un oso salvaje. dijo con tono conclusivo acercándose para olisquear otro jabalí y notar que aquel si estaba listo, tras lo cual tan solo lo levantó por el hueso desnudo y volver la mirada hacia el teniente. Ah si, la segunda regla es: no desperdiciar nada.
Sokaro- General Marino
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Re: [Legión XVII] - Tienda del General
Un alargado suspiro se libro desde los adentros del joven teniente. -Interesante...- Las palabras iban acompañadas de una sonrisa. Habia pasado mucho tiempo desde que alguien hubiera insultado tantas veces al teniente y seguido con vida, esta vez era un superior, no que eso importara pero por alguna razón, lo hacia. -Necesitaba saber su postura, General... Ya me la ha mostrado, en estos días nada es lo que aparenta ser, ni la gente es quien alega ser...- Kagaho hizo uso del silencio para moverse lentamente por las tierras del campamento, hasta encontrar un asiento en las cercanías de donde el general devoraba un Jabalí.
-Vera general, soy un hombre paciente... No estoy aquí para enfrentarlo ni para contradecirlo, cada quien debe hacer, lo que tiene que hacer... Hemos visto muchas cosas en esta legión, mucho mas aquellos que hemos trabajado de cerca con el Legado... Palabras sobran, así que deje los insultos aparte que solo un tonto y débil piensa que lo que se realiza en la batalla o fuera de ella, es lo que lo define...- Una vez acomodado sobre el asiento, parte de las palabras del líder del campamento, intrigaron al chico.
-A que se refiere con que no es mas que un muñeco?... Que insinúa, General?- La duda se dejaba notar a leguas, el teniente quien había servido junto al Legado por varios años era ignorante de una realidad, que al parecer, solo los altos mandos conocían. Desde hacia tiempo, Kagaho se percato de cambios en la actitud de su comandante pero no pensaba que fuera una situación tan drástica y ahora que el tema surgía, se presentaba la mejor oportunidad para indagar sobre lo mismo.
-Vera general, soy un hombre paciente... No estoy aquí para enfrentarlo ni para contradecirlo, cada quien debe hacer, lo que tiene que hacer... Hemos visto muchas cosas en esta legión, mucho mas aquellos que hemos trabajado de cerca con el Legado... Palabras sobran, así que deje los insultos aparte que solo un tonto y débil piensa que lo que se realiza en la batalla o fuera de ella, es lo que lo define...- Una vez acomodado sobre el asiento, parte de las palabras del líder del campamento, intrigaron al chico.
-A que se refiere con que no es mas que un muñeco?... Que insinúa, General?- La duda se dejaba notar a leguas, el teniente quien había servido junto al Legado por varios años era ignorante de una realidad, que al parecer, solo los altos mandos conocían. Desde hacia tiempo, Kagaho se percato de cambios en la actitud de su comandante pero no pensaba que fuera una situación tan drástica y ahora que el tema surgía, se presentaba la mejor oportunidad para indagar sobre lo mismo.
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Re: [Legión XVII] - Tienda del General
No son insultos, es la manera en que lo veo Teniente. Seguro tendrás tu opinión de mí así como yo tengo una formada de ti…la diferencia es que yo te lo digo de frente: para mi eres una nenita delicada. dijo Sokaro antes de sentarse en una hamaca de piel con naturalidad y haciendo que la fábrica de esta se doblara junto con los dos postes que la sostenían, dando una buena muestra del peso del cuerpo del General. Teniendo una mano ocupada con el pedazo de jabalí todavía ardiendo al haber sido sacado del fuego apenas unos segundos atrás y usando la mano libre para quitarse la máscara con una facilidad pasmosa, Sokaro tan solo dio un mordisco que arranco un buen trozo de carne para ingerirlo después de masticar con violencia. Si no fuera por su reconocimiento oficial como un ciudadano romano, hubiera sido confundido con uno de los bárbaros con los que antes se habían encontrado combatiendo la guerra.
Y por lo visto estamos curiosos, verdad? HAHAHAHA! se rió el General con sorna, dejando un espacio de al menos un minuto antes de volver a usar los frontales y colmillos para arrancar otro pedazo de comida. Por que tanta curiosidad? No se supone que ya sabes bastante de tu jefe? O es que no les compartió lo que sentía con su círculo interno y con su padre el Emperador? dijo el mayor entornando los ojos con peligrosidad, sin ánimos evidentes de revelar todo lo que sabía de buenas a primeras. Se nota la cercanía entre ustedes, las niñitas de la Legión del Gran Comandante HAHAHAHA!
Y por lo visto estamos curiosos, verdad? HAHAHAHA! se rió el General con sorna, dejando un espacio de al menos un minuto antes de volver a usar los frontales y colmillos para arrancar otro pedazo de comida. Por que tanta curiosidad? No se supone que ya sabes bastante de tu jefe? O es que no les compartió lo que sentía con su círculo interno y con su padre el Emperador? dijo el mayor entornando los ojos con peligrosidad, sin ánimos evidentes de revelar todo lo que sabía de buenas a primeras. Se nota la cercanía entre ustedes, las niñitas de la Legión del Gran Comandante HAHAHAHA!
Sokaro- General Marino
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Re: [Legión XVII] - Tienda del General
Tras abandonar la torre que el mismo hizo aparecer, el dios del inframundo llegó a las tierras germánicas, lugar en el que había depositado el cuerpo de la Estrella del Orgullo, ya que ese era el sitio del que provenía el envase que había poseído para presentarse en esa era. Era un buen lugar para desechar el cuerpo de Vergilius temporalmente, ya que no tenía el menor interés de continuar enclaustrado en una torre esperando a que sus enemigos, a los cuales no consideraba más que basura, se dignasen a atacarlo de una maldita vez. Una brisa hizo que sus largos cabellos negros revolotearan. A los lejos divisó unas tiendas.-Centinelas. Te dejaré con los tuyos, hijo del César…- Comentó para sí mismo mientras, su apariencia mortecina comenzaba a modificarse: sus largos cabellos largos color ébano parecían retraerse, devolviéndose a las raíces de su cuero cabelludo y quedando como una corta melena, idéntica a la que lucía el joven antes de ser tomado por el señor de las tinieblas.
Los orbes del muchacho cambiaron, recobrando su color grisáceo y desvaneciendo en totalidad el pigmento esmeralda, además de que su piel recuperaba un color blanco sano en lugar del lechoso que había adquirido al convertirse en Hades. El Kamei se separó de su cuerpo y sus ojos se cerraron al terminar con la transformación. La armadura del señor oscuro se disolvía en partículas purpúreas mientras el cuerpo del General yacía inerte en el suelo. Debido a que en el momento de su despertar el dios estaba enfurecido con ese inútil joven y se sentía “repugnante” por haber compartido el mismo aire con esa mocosa, se despojó en totalidad de las ropas de la usanza romana que portaba el joven, algo que era disimulado cuando vestía el Kamei, no obstante ahora que la armadura había abandonado al pelinegro su escultural físico estaba disponible para la vista ajena. Era tan perfecto, como una estatua o una visión obsequiada a los mortales por los mismos dioses. Se levantó aturdido. Debido a que el alma de Hades había decidido darse unas vacaciones hasta que sus ideas de ordenaran y que las advertencias dadas por sus súbditos se hicieran una realidad, al despertar el chico no recordaba nada.
En su cabeza rondaban imágenes difusas de él hablando con su tía, la cual llevaba puesto un sugestivo vestido negro y un extraño pendiente con forma de estrella en su mano. Creía que todo había sido un sueño hasta que, en su cuello se encontraba efectivamente el mismo pendiente otorgado por su pariente, lo cual confirmaba que no había sido un mal sueño.- ¿Qué he hecho?- Se preguntó al recordar vagamente la forma en la que había tratado a su prima antes de llegar inexplicablemente donde su tía. Podía recordar a duras penas las revelaciones de Hades, aunque con todo su corazón esperaba que esa parte del recuerdo si hubiera sido una alucinación. –Eso es… he sido tan tonto. Estoy enfermo y Sophia todavía debe estar por aquí.- Dijo mientras se ponía de pie e inspeccionaba el lugar, culpando de todos sus males a la enfermedad que creía haber detectado en las montañas, sin darse cuenta del hecho de que aquello fue hace bastante tiempo. Al igual que el dios notó las tiendas de campaña y a los soldados. -¿En dónde estoy?- El hombre estaba tan confundido que ni siquiera prestó atención a la desaparición de su ropa hasta que sintió una piedra en el dedo gordo de su pie, percatándose de que no llevaba calzado u otras prendas. -¡Me han robado!- Exclamó, tan fuerte que los hombres que hacían sus actividades diurnas lo escucharon. -¿General Vergilius?- Dijo un hombre que cargaba unos leños en las manos, el cual dejó su labor para ir a informar a su superior.
Los orbes del muchacho cambiaron, recobrando su color grisáceo y desvaneciendo en totalidad el pigmento esmeralda, además de que su piel recuperaba un color blanco sano en lugar del lechoso que había adquirido al convertirse en Hades. El Kamei se separó de su cuerpo y sus ojos se cerraron al terminar con la transformación. La armadura del señor oscuro se disolvía en partículas purpúreas mientras el cuerpo del General yacía inerte en el suelo. Debido a que en el momento de su despertar el dios estaba enfurecido con ese inútil joven y se sentía “repugnante” por haber compartido el mismo aire con esa mocosa, se despojó en totalidad de las ropas de la usanza romana que portaba el joven, algo que era disimulado cuando vestía el Kamei, no obstante ahora que la armadura había abandonado al pelinegro su escultural físico estaba disponible para la vista ajena. Era tan perfecto, como una estatua o una visión obsequiada a los mortales por los mismos dioses. Se levantó aturdido. Debido a que el alma de Hades había decidido darse unas vacaciones hasta que sus ideas de ordenaran y que las advertencias dadas por sus súbditos se hicieran una realidad, al despertar el chico no recordaba nada.
En su cabeza rondaban imágenes difusas de él hablando con su tía, la cual llevaba puesto un sugestivo vestido negro y un extraño pendiente con forma de estrella en su mano. Creía que todo había sido un sueño hasta que, en su cuello se encontraba efectivamente el mismo pendiente otorgado por su pariente, lo cual confirmaba que no había sido un mal sueño.- ¿Qué he hecho?- Se preguntó al recordar vagamente la forma en la que había tratado a su prima antes de llegar inexplicablemente donde su tía. Podía recordar a duras penas las revelaciones de Hades, aunque con todo su corazón esperaba que esa parte del recuerdo si hubiera sido una alucinación. –Eso es… he sido tan tonto. Estoy enfermo y Sophia todavía debe estar por aquí.- Dijo mientras se ponía de pie e inspeccionaba el lugar, culpando de todos sus males a la enfermedad que creía haber detectado en las montañas, sin darse cuenta del hecho de que aquello fue hace bastante tiempo. Al igual que el dios notó las tiendas de campaña y a los soldados. -¿En dónde estoy?- El hombre estaba tan confundido que ni siquiera prestó atención a la desaparición de su ropa hasta que sintió una piedra en el dedo gordo de su pie, percatándose de que no llevaba calzado u otras prendas. -¡Me han robado!- Exclamó, tan fuerte que los hombres que hacían sus actividades diurnas lo escucharon. -¿General Vergilius?- Dijo un hombre que cargaba unos leños en las manos, el cual dejó su labor para ir a informar a su superior.
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Re: [Legión XVII] - Tienda del General
Que pasó Teniente? Te comieron la lengua las cucarachas? HAHAHAHA! se rió Sokaro con sorna ya sin disimular lo cómico que le parecía el recién llegado, al parecer la Legión de Vergilius si estaba llena de puros habladores que apenas podían hacer algo en el campo de batalla sin soportes que complementaran sus habilidades. Aún en medio de la comicidad de la situación eso no quitaba que era…decepcionante. En algún lado del cerebro del General no cabía más que la decepción al poder comprobar aquel hecho…pero ya no importaba, a esas alturas no había forma alguna de remediarlo.
Una vez que hubo terminado su cena y que una brisa fría soplara por todo el campamento como si anunciara el advenimiento del mismo diablo, Sokaro tan solo volvió a vestir su máscara para lanzar el hueso de jabalí a un lado y escuchar un ajetreo lejano. Resoplando y conociendo que probablemente los centuriones habían hallado algo interesante o importante, el General se puso en marcha. Una vez llegado al epicentro de todo el acontecimiento sonrió por detrás de su máscara sin poder evitar el chasquear sus dientes y soltar una carcajada aún más fuerte que todas las que había proferido en lo que iba del día.
HAHAHAHAHA!!! Hablando del Rey de Roma…LITERALMENTE! HAHAHAHAHAHA!!! Hey hey Kagado, mira a quien tenemos aquí! Tu querido Legado ha llegado…pero sin nada encima. exclamó el General con más que claras intenciones de molestar al soldado y quien sabía, capaz podía hacer algo más interesante con el “gran” Comandante General, que a aquellas luces parecía más bien un pordiosero sin nada más que perder.
Al parecer al General Vergilius lo han asaltado y…robado, señor. dijo el soldado más próximo con temor, dejando una pregunta tácita flotando en el aire: como era que a semejante personalidad se le asaltaba y lo dejaban en algún lado de Germania tirado como si nada? Todo ese asunto solo parecía acentuar las palabras del único General en activo, quien con aburrimiento se acomodó la parte superior de su atuendo para acentuar la vista de su torso plagado de cicatrices para retomar su tono serio y demandante, parando de inmediato la risa que lo había poseído segundos atrás.
Bien bien…entonces no se hable más señoritas. Mándenlo a donde está aquella zorra rubia que recogieron el otro día, supongo que al “Legado” no le molestará compartir una tiendita de cuarta con un cadáver que respira. Si sus perritos objetan, métanlos en la prisión…ya saben la Tercera Regla de nuestra Legión, O NO!?
Sí señor! dijeron los soldados levantando a Vergilius para tirarle una simple manta llena de puntas salidas, pulgas y barro encima para cubrirlo, llevándolo posteriormente a una tienda que básicamente servía como una morgue improvisada: en ella tan solo había una mujer rubia que días atrás habían encontrado tirada (y también desnuda) en un claro del bosque.
De todas formas…tengo que hablar con el señorito, prepárenlo para una conversación en mi tienda. Les doy una hora. terminó Sokaro con tono peligroso. Ahora sí que tenía la mejor oportunidad de su vida…en ese momento, podía terminar de aclarar una que otra cosa que le picaba en la curiosidad. Exhalando con fuerza el General se dirigió a su carpa mientras que por encima de la Décimo Séptima Legión la noche se declaraba como la líder de las próximas doce horas seguidas. Un periodo de tiempo que probaría ser bastante útil…tanto para unos como para otros.
Una vez que hubo terminado su cena y que una brisa fría soplara por todo el campamento como si anunciara el advenimiento del mismo diablo, Sokaro tan solo volvió a vestir su máscara para lanzar el hueso de jabalí a un lado y escuchar un ajetreo lejano. Resoplando y conociendo que probablemente los centuriones habían hallado algo interesante o importante, el General se puso en marcha. Una vez llegado al epicentro de todo el acontecimiento sonrió por detrás de su máscara sin poder evitar el chasquear sus dientes y soltar una carcajada aún más fuerte que todas las que había proferido en lo que iba del día.
HAHAHAHAHA!!! Hablando del Rey de Roma…LITERALMENTE! HAHAHAHAHAHA!!! Hey hey Kagado, mira a quien tenemos aquí! Tu querido Legado ha llegado…pero sin nada encima. exclamó el General con más que claras intenciones de molestar al soldado y quien sabía, capaz podía hacer algo más interesante con el “gran” Comandante General, que a aquellas luces parecía más bien un pordiosero sin nada más que perder.
Al parecer al General Vergilius lo han asaltado y…robado, señor. dijo el soldado más próximo con temor, dejando una pregunta tácita flotando en el aire: como era que a semejante personalidad se le asaltaba y lo dejaban en algún lado de Germania tirado como si nada? Todo ese asunto solo parecía acentuar las palabras del único General en activo, quien con aburrimiento se acomodó la parte superior de su atuendo para acentuar la vista de su torso plagado de cicatrices para retomar su tono serio y demandante, parando de inmediato la risa que lo había poseído segundos atrás.
Bien bien…entonces no se hable más señoritas. Mándenlo a donde está aquella zorra rubia que recogieron el otro día, supongo que al “Legado” no le molestará compartir una tiendita de cuarta con un cadáver que respira. Si sus perritos objetan, métanlos en la prisión…ya saben la Tercera Regla de nuestra Legión, O NO!?
Sí señor! dijeron los soldados levantando a Vergilius para tirarle una simple manta llena de puntas salidas, pulgas y barro encima para cubrirlo, llevándolo posteriormente a una tienda que básicamente servía como una morgue improvisada: en ella tan solo había una mujer rubia que días atrás habían encontrado tirada (y también desnuda) en un claro del bosque.
De todas formas…tengo que hablar con el señorito, prepárenlo para una conversación en mi tienda. Les doy una hora. terminó Sokaro con tono peligroso. Ahora sí que tenía la mejor oportunidad de su vida…en ese momento, podía terminar de aclarar una que otra cosa que le picaba en la curiosidad. Exhalando con fuerza el General se dirigió a su carpa mientras que por encima de la Décimo Séptima Legión la noche se declaraba como la líder de las próximas doce horas seguidas. Un periodo de tiempo que probaría ser bastante útil…tanto para unos como para otros.
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Re: [Legión XVII] - Tienda del General
El teniente permanecía en silencio mientras el general continuaba burlándose, su mente se encontraba cargada de ideas y era obvio que la mayoría de estas -considerando que eran dudas- lo mantendrían ocupado por un largo tiempo. Mientras Sokaro devoraba su cena, Kagaho se mantenía silenciado, meditando y cavilando infinitas cosas, la verdad era que le importaba un bledo lo que lo demás pensaran de este por lo cual previamente tan solo realiza un acto "normal" en aquellos casos. Poco después, llegaron noticias sobre la aparición de alguien no muy lejos del campamento, ambos fueron hacia aquel lugar para identificar al sujeto y para su sorpresa, encontraron a nada mas y nada menos que el mismísimo Legado Vergilius.
Esto era una noticia de gran interés pero mas que eso, lo era el hecho de que el mismo se mantuviera desnudo y con una perdida abismal de la memoria. El General, le entrego una manta polvorienta y grasosa, ademas de pulgosa y enlodada para que se cubriera mientras era movido hasta una tienda donde otro espécimen fue encontrado en casi las mismas condiciones. Al percatarse de esto, Kagaho intento actuar pero algo lo retuvo, de manera que simplemente se limito a esperar y ver que mas sucedía, las dudas le abrumaban y según hubo notado, nadie le otorgaría una respuesta por lo pronto. El teniente, simplemente opto por observar, aun después de que le hubieran preguntado algunos asuntos, este no dio respuesta solo se mantuvo atento a lo que sucedía alrededor de si mismo.
Esto era una noticia de gran interés pero mas que eso, lo era el hecho de que el mismo se mantuviera desnudo y con una perdida abismal de la memoria. El General, le entrego una manta polvorienta y grasosa, ademas de pulgosa y enlodada para que se cubriera mientras era movido hasta una tienda donde otro espécimen fue encontrado en casi las mismas condiciones. Al percatarse de esto, Kagaho intento actuar pero algo lo retuvo, de manera que simplemente se limito a esperar y ver que mas sucedía, las dudas le abrumaban y según hubo notado, nadie le otorgaría una respuesta por lo pronto. El teniente, simplemente opto por observar, aun después de que le hubieran preguntado algunos asuntos, este no dio respuesta solo se mantuvo atento a lo que sucedía alrededor de si mismo.
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Re: [Legión XVII] - Tienda del General
Resulta bastante irónico volver precisamente al lugar donde había comenzado todo. Cuando la hoja de su espada logró atravesar su cuerpo comprendió lo frágil e insignificante que era, sin ser superior ni inferior a nadie, no sin la ayuda de su dios.
Era claro que le pertenecía y el haber escapado de sus obligaciones solo implicaba su cobardía al evadir su realidad al perder un propósito.
Se suponía que desde el comienzo de los tiempos, uno de los pecados que se impuso fue la vanidad, aquella que sometía y controlaba a los demás placeres… eso hasta la aparición de alguien más “fuerte”. Sin sentirse amenazada solo pudo llegar a la conclusión de que formaba una mera extensión como el resto de sus hermanas, pero jamás se imaginaría que ella lograría desplazarla hasta tal punto que terminaría siendo olvidada. Por una parte le retiraba un peso de encima pues no era nada ambiciosa ni mucho menos envidiaba su cargo como la nueva líder, lo único que no toleraría era que la atención que alguna vez le fue otorgada haya sido erradicado hasta desvanecerse. Inconforme se separó del resto, juro a sí misma no depender de nadie aunque esto con el tiempo se convirtiera en una mentira más.
Aquel fue su inicio… la bondad y la maldad no la regían, por lo que siempre al elegir un cuerpo en donde renacer debía pasar totalmente inadvertida y una de esas condiciones era tomar a alguien que compartiera ese sentimiento de soledad y a la vez de dependencia. Lo único con lo que no contaba es que tal poder también atrajo a su rival uniéndolas más allá de lo que logró imaginar convirtiéndolas en algo invencible pero ninguna de las dos toleraría dichos lazos al ser tan competitivas. Tenía que terminar ese episodio y solo lo conseguiría con la ayuda del ser al que termino traicionando.
Todo era tan irreal.
¿Una pesadilla?
El frío traspasaba por la abertura de la tienda, tirada como un objeto nada más, el tiempo era lo más irrelevante en esa situación. Quejándose en leves murmullos su cuerpo no presentaba señales de heridas, nada que delatara su actual estado de inconsciencia. Solamente una gran cicatriz que marcaba la curvatura de su espalda al costado izquierdo…
Confusa despertaba, en un grito justo después de revivir la pérdida de su padre y de su hermana.. y por si fuera poco la pérdida de su libertad y la libertad de su gente. Denominados como barbaros y simple basura humana fueron obligados o más bien exiliados de sus propias tierras.
Asustada notaba las condiciones en las que se hallaba por lo que se arrastró casi al borde de la carpa, sujetando la manta para cubrirse. Debía de conservar la calma pero estaba sumamente alterada aunque hubo algo que…
Tú.. –afirmó con gran rencor al descubrir la identidad del hombre que “supuestamente” asesinó.. eso porque también se dejó engañar por la silueta que rodeaba a ese sujeto enmascarado.
Yo lo vi.. yo lo maté… no es él.
Era claro que le pertenecía y el haber escapado de sus obligaciones solo implicaba su cobardía al evadir su realidad al perder un propósito.
Se suponía que desde el comienzo de los tiempos, uno de los pecados que se impuso fue la vanidad, aquella que sometía y controlaba a los demás placeres… eso hasta la aparición de alguien más “fuerte”. Sin sentirse amenazada solo pudo llegar a la conclusión de que formaba una mera extensión como el resto de sus hermanas, pero jamás se imaginaría que ella lograría desplazarla hasta tal punto que terminaría siendo olvidada. Por una parte le retiraba un peso de encima pues no era nada ambiciosa ni mucho menos envidiaba su cargo como la nueva líder, lo único que no toleraría era que la atención que alguna vez le fue otorgada haya sido erradicado hasta desvanecerse. Inconforme se separó del resto, juro a sí misma no depender de nadie aunque esto con el tiempo se convirtiera en una mentira más.
Aquel fue su inicio… la bondad y la maldad no la regían, por lo que siempre al elegir un cuerpo en donde renacer debía pasar totalmente inadvertida y una de esas condiciones era tomar a alguien que compartiera ese sentimiento de soledad y a la vez de dependencia. Lo único con lo que no contaba es que tal poder también atrajo a su rival uniéndolas más allá de lo que logró imaginar convirtiéndolas en algo invencible pero ninguna de las dos toleraría dichos lazos al ser tan competitivas. Tenía que terminar ese episodio y solo lo conseguiría con la ayuda del ser al que termino traicionando.
Todo era tan irreal.
¿Una pesadilla?
El frío traspasaba por la abertura de la tienda, tirada como un objeto nada más, el tiempo era lo más irrelevante en esa situación. Quejándose en leves murmullos su cuerpo no presentaba señales de heridas, nada que delatara su actual estado de inconsciencia. Solamente una gran cicatriz que marcaba la curvatura de su espalda al costado izquierdo…
Confusa despertaba, en un grito justo después de revivir la pérdida de su padre y de su hermana.. y por si fuera poco la pérdida de su libertad y la libertad de su gente. Denominados como barbaros y simple basura humana fueron obligados o más bien exiliados de sus propias tierras.
Asustada notaba las condiciones en las que se hallaba por lo que se arrastró casi al borde de la carpa, sujetando la manta para cubrirse. Debía de conservar la calma pero estaba sumamente alterada aunque hubo algo que…
Tú.. –afirmó con gran rencor al descubrir la identidad del hombre que “supuestamente” asesinó.. eso porque también se dejó engañar por la silueta que rodeaba a ese sujeto enmascarado.
Yo lo vi.. yo lo maté… no es él.
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Re: [Legión XVII] - Tienda del General
Caminando a través del suelo fangoso en dirección a la que vendría siendo su tienda de campaña, el General de la Décimo Séptima Legión Romana se detuvo de improviso al escuchar una palabra que le llamó la atención no por el contenido, sino por el tono y el contexto en el cual parecía ser utilizada.
Moviendo ambos ojos por debajo de la máscara y usando las rendijas de la cual estaba provista tan solo fijó sus orbes en la rubia que se asomaba en el acceso a la tienda a donde había enviado a reposar al “Legado”. Al parecer la zorra que los patrulleros habían encontrado tirada en un claro del bosque había despertado, tan solo para tentar su suerte y lanzarle un insulto tácito con el tono vocal que había usado.
Interesante. murmuró Sokaro mientras esbozaba una sonrisa socarrona e imperceptible debido a la máscara que portaba para desviar su curso y dirigirse lentamente hacia donde estaba la chica, entrelazando ambos brazos en la espalda y dejando que su torso musculoso y cicatrizado se notara aún más que antes. En menos tiempo del pensado ya se encontraba frente a aquella frágil florecilla, usando la diestra para atrapar su mentón y acercando su rostro oculto por la fábrica oscura, hizo contacto visual directo con su objetivo. Yo que?...algún problema? inquirió el General con sorna apretando más y más el agarre sobre la quijada de la fémina, esperando el momento eventual en que esta se quejaría. Algo le decía que era una experta en gemir.
Moviendo ambos ojos por debajo de la máscara y usando las rendijas de la cual estaba provista tan solo fijó sus orbes en la rubia que se asomaba en el acceso a la tienda a donde había enviado a reposar al “Legado”. Al parecer la zorra que los patrulleros habían encontrado tirada en un claro del bosque había despertado, tan solo para tentar su suerte y lanzarle un insulto tácito con el tono vocal que había usado.
Interesante. murmuró Sokaro mientras esbozaba una sonrisa socarrona e imperceptible debido a la máscara que portaba para desviar su curso y dirigirse lentamente hacia donde estaba la chica, entrelazando ambos brazos en la espalda y dejando que su torso musculoso y cicatrizado se notara aún más que antes. En menos tiempo del pensado ya se encontraba frente a aquella frágil florecilla, usando la diestra para atrapar su mentón y acercando su rostro oculto por la fábrica oscura, hizo contacto visual directo con su objetivo. Yo que?...algún problema? inquirió el General con sorna apretando más y más el agarre sobre la quijada de la fémina, esperando el momento eventual en que esta se quejaría. Algo le decía que era una experta en gemir.
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Re: [Legión XVII] - Tienda del General
El hijo del César se notaba confundido, como un ciervo encandilado por una antorcha. Todo había sido tan raro… el tener recuerdos vívidos de su tía y Sophia siendo afectadas por la influencia de Hades, el encontrarse en un lugar diferente, ya que obviamente no se encontraba en las montañas. Sumándose a todo eso el hecho de haber aparecido desnudo, ya que no recordaba haber sido atacado, y si lo fue la fiebre en serio que debía de haberle afectado ya que no podía recordar dicho altercado. El joven no hizo demasiado caso a las palabras del hombre cubierto por la mascara metálica, o si quiera parecía estar avergonzado sus destapadas partes pudendas. Mantuvo la cabeza agachada, como si se sintiera un grandísimo perdedor. Miraba melancólico el pendiente de la estrella, en espera de que aquello en verdad hubiera sido una fantasía. No podía imaginarse a sí mismo como Hades o si quiera concebir haberle hecho daño a su prima. Pero, si la voz que oyó con claridad en medio de sus pensamientos estaba en lo correcto, ella pudo haberle mentido en realidad durante todo ese tiempo. Le daba miedo pensar que ella no lo amaba y que todo era un plan de los dioses para retener a Hades. ¿Su vida era un chiste? ¿Alguien se estaba riendo de las desgracias y tormentos que tenía que pasar?
Comparado con lo que sentía, la vergüenza de haberse dejado saquear era nada, como una microscópica alimaña y del mismo modo las palabras del grotesco ser escondida detrás de la protección de hierro. Se cubrió con la manta y escuchó lo último que espetaba ese horrible hombre, de hecho parecía desviar la mirada para no tener que verlo directamente como si fuera tremendamente feo y repulsivo para él. Parecía que debería concederle una conferencia dentro de una hora. En esos momento Vergilius podía sentirse cómodo estando entre un montón de basura, sólo deseaba que todo recuperara el sentido en su cabeza. Agarró con firmeza la manta. Estaba sucia y era totalmente opuesto a lo que un personaje como él merecía, pero ni siquiera la incomodidad podía atenuar la relevancia de las cosas que había o pudo hacer. Los hombres lo llevaron a una tienda de campaña de poca monta. Ignoró todo… sólo se dejó caer en algún lugar, pensativo.
Comparado con lo que sentía, la vergüenza de haberse dejado saquear era nada, como una microscópica alimaña y del mismo modo las palabras del grotesco ser escondida detrás de la protección de hierro. Se cubrió con la manta y escuchó lo último que espetaba ese horrible hombre, de hecho parecía desviar la mirada para no tener que verlo directamente como si fuera tremendamente feo y repulsivo para él. Parecía que debería concederle una conferencia dentro de una hora. En esos momento Vergilius podía sentirse cómodo estando entre un montón de basura, sólo deseaba que todo recuperara el sentido en su cabeza. Agarró con firmeza la manta. Estaba sucia y era totalmente opuesto a lo que un personaje como él merecía, pero ni siquiera la incomodidad podía atenuar la relevancia de las cosas que había o pudo hacer. Los hombres lo llevaron a una tienda de campaña de poca monta. Ignoró todo… sólo se dejó caer en algún lugar, pensativo.
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Re: [Legión XVII] - Tienda del General
Tras librarse a si mismo del trance, el joven teniente se adentro en la tienda donde se hallaba el legado, hizo caso omiso a todos aquellos a su alrededor, incluyendo a la mujer que recién despertaba y quien también podría tener muchas de las respuestas que buscaba. Retirando la capa que cubría su espalda, Kagaho la abalanzo sobre los hombros de Vergilius y cubrió su desnudo cuerpo, seguido de esto lo abrigo bien y le informo que debían moverse, por alguna razón no deseaba dejarlo en tan deplorables lugares.
El joven romano, aun se hallaba a si mismo inmerso en centenares de dudas, mas ni era el momento adecuado para realizar las preguntas necesarias para resolverlas ni sus deseos apuntaban hacia este hecho, por el contrario, actuar en pos al legado se sugería en su mente, como una necesidad mucho mas grande y de primer orden a realizar. Rápidamente y luego de semi-vestir al legado, lo levanto del lugar donde se encontraba postrado y lo dirigió hacia una nueva carpa, uno de los soldados al mando del teniente ya le hubo informado de la preparación de su lugar de descanso por lo cual, el Legado por el momento pasaría sus traumas en dicha tienda, lejos del morbo de los soldados a su servicio, en el especial, aquel del General.
Ambos, Kagaho y Vergilius salieron de la tienda nuevamente ignorando a todos a su alrededor, la dirección en la que se movían era guiada por un soldado. Una vez llegaron a la carpa destino, el teniente envió al soldado a conseguir ropas que pudieran terminar de cubrir al legado mientras acomodaba a este ultimo sobre una silla y esperaba alguna reacción.
El joven romano, aun se hallaba a si mismo inmerso en centenares de dudas, mas ni era el momento adecuado para realizar las preguntas necesarias para resolverlas ni sus deseos apuntaban hacia este hecho, por el contrario, actuar en pos al legado se sugería en su mente, como una necesidad mucho mas grande y de primer orden a realizar. Rápidamente y luego de semi-vestir al legado, lo levanto del lugar donde se encontraba postrado y lo dirigió hacia una nueva carpa, uno de los soldados al mando del teniente ya le hubo informado de la preparación de su lugar de descanso por lo cual, el Legado por el momento pasaría sus traumas en dicha tienda, lejos del morbo de los soldados a su servicio, en el especial, aquel del General.
Ambos, Kagaho y Vergilius salieron de la tienda nuevamente ignorando a todos a su alrededor, la dirección en la que se movían era guiada por un soldado. Una vez llegaron a la carpa destino, el teniente envió al soldado a conseguir ropas que pudieran terminar de cubrir al legado mientras acomodaba a este ultimo sobre una silla y esperaba alguna reacción.
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Re: [Legión XVII] - Tienda del General
Traian llegó donde se levantaba el campamento de los soldados junto a un grupo de jóvenes de su misma edad. Todos los chicos lucían de cierta forma desanimados a excepción del agradable pelirrojo que los estaba guiando. Iban como si estuvieran caminando a la guillotina, arrastrando los pies como si estuvieran experimentando cansancio, mientras que Traian empuñaba gran sonrisa y entornando los ojos para ver en medio de la oscuridad. El resto parecía detestar al muchacho que se hallaba al frente como si fuera el líder, dedicándole miradas de odio que él no sentía. El chico estaba muy ocupado pensando en lo que aprendería esa noche que su cabeza flotaba entre las nubes. No soportaban que se la pasara con esa estúpida sonrisa cuando sólo iban a sentarse a escuchar a un viejo escupir patrañas que sólo el tonto que iba hasta adelante se podía creer. Uno de los muchachos empujó al que los escoltaba, haciéndolo caer en el fango. -¿Por qué haces eso?- Preguntó el pelirrojo. No estaba irritado, sólo quería una explicación, aunque era muy evidente que su tropa no estaba a gusto sobre su actitud de felicidad, poniendo a esas bestias en un pedestal. Eran pocos los que confiaban en los visitantes, por ello no era de extrañarse ese tipo de conductas. Como era de esperarse, no le dieron ninguna explicación, sólo siguieron avanzando sin él.
El pelirrojo por su parte se asombraba con todo lo que los soldados de Roma tenían que relatar, ya que según lo que había oído y al sacar conjeturas uno de esos importantes Generales había sido su padre. No podía evitar escuchar ilusionado todo lo que salía de la boca de Sokaro y pedir más, mientras que los demás parecían rezar porque eso terminara y otros temblaban, como si tuvieran cada vez más miedo del poder del Imperio. El muchacho se levantó, quitándose los pedazos de lodo endurecido de la ropa y buscando a Sokaro. No se veía enfadado por haber sido tratado mal. Se apartó de su grupo, buscando entre las tiendas. Metió la cabeza por debajo de algunas y finalmente lo encontró hablando con una mujer de cabello rubio que se asomaba por una de ella, la cual iba cubierta sólo por una manta mugrienta. Se sonrojó un poco y se dio la vuelta inmediatamente, ya que por un momento se imaginó lo que había debajo de la manta y se sintió mal. Se armó de valor y cerró los ojos para caminar hasta ellos, repitiéndose “Sólo ve a Sokaro, ignora a la mujer”. Muchos de sus compañeros dirían que era un maricón por desaprovechar una oportunidad como esa, de tener a una mujer guapa y medio desnuda en frente, pero Traian simplemente se sentía incomodo más que afortunado. El joven se acercó y se quitó la capa que llevaba encima. Estaba algo manchada de lodo, pero sólo en la parte exterior y su estado era mejor que el de la cobija. Se la tiró sobre los hombros, evitando tocarla para no ofenderla o causar que le diera una bofetada y luego miró al hombre de la mascara a los ojos, o el lugar en el que él pensaba se encontraban sus ojos. La mirada del joven relucía por la emoción y su pecho temblaba.-¡Buenas noches! Señor Sokaro, ¡lo estaba buscando! Es momento de los relatos.- Dijo sonriendo ampliamente mientras le daba una palmada a la mujer en la espalda. Le daba algo de pena tener a una mujer casi desnuda a su lado, pero esa incomodidad despareció prontamente.
El pelirrojo por su parte se asombraba con todo lo que los soldados de Roma tenían que relatar, ya que según lo que había oído y al sacar conjeturas uno de esos importantes Generales había sido su padre. No podía evitar escuchar ilusionado todo lo que salía de la boca de Sokaro y pedir más, mientras que los demás parecían rezar porque eso terminara y otros temblaban, como si tuvieran cada vez más miedo del poder del Imperio. El muchacho se levantó, quitándose los pedazos de lodo endurecido de la ropa y buscando a Sokaro. No se veía enfadado por haber sido tratado mal. Se apartó de su grupo, buscando entre las tiendas. Metió la cabeza por debajo de algunas y finalmente lo encontró hablando con una mujer de cabello rubio que se asomaba por una de ella, la cual iba cubierta sólo por una manta mugrienta. Se sonrojó un poco y se dio la vuelta inmediatamente, ya que por un momento se imaginó lo que había debajo de la manta y se sintió mal. Se armó de valor y cerró los ojos para caminar hasta ellos, repitiéndose “Sólo ve a Sokaro, ignora a la mujer”. Muchos de sus compañeros dirían que era un maricón por desaprovechar una oportunidad como esa, de tener a una mujer guapa y medio desnuda en frente, pero Traian simplemente se sentía incomodo más que afortunado. El joven se acercó y se quitó la capa que llevaba encima. Estaba algo manchada de lodo, pero sólo en la parte exterior y su estado era mejor que el de la cobija. Se la tiró sobre los hombros, evitando tocarla para no ofenderla o causar que le diera una bofetada y luego miró al hombre de la mascara a los ojos, o el lugar en el que él pensaba se encontraban sus ojos. La mirada del joven relucía por la emoción y su pecho temblaba.-¡Buenas noches! Señor Sokaro, ¡lo estaba buscando! Es momento de los relatos.- Dijo sonriendo ampliamente mientras le daba una palmada a la mujer en la espalda. Le daba algo de pena tener a una mujer casi desnuda a su lado, pero esa incomodidad despareció prontamente.
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Re: [Legión XVII] - Tienda del General
No existía por el momento escapatoria.. no cuando al parecer se encontraba cautiva en una tienda donde la rodeaban centenares de legionarios y reclutas al servicio de Roma.
Sus manos se aprensaban contra la sucia tela, lo único que su mente reflejaba era la preocupación de ser abusada o peor, la interrogante de saber que sucedió durante todo ese tiempo. Era un espacio en blanco que le resultaba difícil de descifrar, todo sucedía fuera de su control y terminaba exasperándola a tal punto de tener un ataque de ansiedad.
Su apariencia casi tétrica avanzó hacia la joven que aguardo sin decir palabra alguna, al parecer no la reconocía. Era de suponerse que así fuera, toda su vida ocultando su identidad la convirtieron simplemente en nada… no era nadie. Pocos conocían realmente su paradero pero debido al ataque del imperio resultaba muy poco probable que siguieran con vida, así como el resto de su nación.
Alzando casi de manera cuidadosa su mentón parecía querer intimidarla, no importando ella se abstuvo a emitir cualquier sonido pues su orgullo no le permitía quejarse por nimiedades como esas. Retándole con la mirada.. (su peor error) acercaba su propia mano para ser ella misma quien marcara su definición de “espacio personal”. Sin prestar atención a las personas que salían y entraban a la tienda buscaba a su alrededor algo… o más bien estudiando su entorno.
Teniendo en cuenta que debía tragarse sus emociones empezó a actuar de una manera un tanto prudente.. – mi error… - declaro en su propio idioma ladeando el rostro, todo para no tener que sentirse humillada por una tontería cometida de su parte. A pesar de ello no pudo evitar observar a un joven pelirrojo que se avergonzaba al descubrir que lo que llevaba era una simple manta.
Al notar como se aproximaba hacia ellos estudiaba su comportamiento… entrar sin el permiso de su superior resultaba bastante peculiar para su caso… caso que no desaprovecharía. Bajo su rostro fingiendo algo de timidez, tratando de encogerse para no exponerse a ese jovencito. Una capa blanquecina cubría sus hombros al igual que el percibir unas suaves palmadas, sujetándola con su diestra miró a ese chico…
Gracias
Era bastante cuidadosa al fingir, solo respondiéndole de una manera casi cordial pues era sabido el odio que profesaban los germanos precisamente a los soldados de Roma, aun así no perdía la oportunidad al agradecer un acto como ese.
Sus manos se aprensaban contra la sucia tela, lo único que su mente reflejaba era la preocupación de ser abusada o peor, la interrogante de saber que sucedió durante todo ese tiempo. Era un espacio en blanco que le resultaba difícil de descifrar, todo sucedía fuera de su control y terminaba exasperándola a tal punto de tener un ataque de ansiedad.
Su apariencia casi tétrica avanzó hacia la joven que aguardo sin decir palabra alguna, al parecer no la reconocía. Era de suponerse que así fuera, toda su vida ocultando su identidad la convirtieron simplemente en nada… no era nadie. Pocos conocían realmente su paradero pero debido al ataque del imperio resultaba muy poco probable que siguieran con vida, así como el resto de su nación.
Alzando casi de manera cuidadosa su mentón parecía querer intimidarla, no importando ella se abstuvo a emitir cualquier sonido pues su orgullo no le permitía quejarse por nimiedades como esas. Retándole con la mirada.. (su peor error) acercaba su propia mano para ser ella misma quien marcara su definición de “espacio personal”. Sin prestar atención a las personas que salían y entraban a la tienda buscaba a su alrededor algo… o más bien estudiando su entorno.
Teniendo en cuenta que debía tragarse sus emociones empezó a actuar de una manera un tanto prudente.. – mi error… - declaro en su propio idioma ladeando el rostro, todo para no tener que sentirse humillada por una tontería cometida de su parte. A pesar de ello no pudo evitar observar a un joven pelirrojo que se avergonzaba al descubrir que lo que llevaba era una simple manta.
Al notar como se aproximaba hacia ellos estudiaba su comportamiento… entrar sin el permiso de su superior resultaba bastante peculiar para su caso… caso que no desaprovecharía. Bajo su rostro fingiendo algo de timidez, tratando de encogerse para no exponerse a ese jovencito. Una capa blanquecina cubría sus hombros al igual que el percibir unas suaves palmadas, sujetándola con su diestra miró a ese chico…
Gracias
Era bastante cuidadosa al fingir, solo respondiéndole de una manera casi cordial pues era sabido el odio que profesaban los germanos precisamente a los soldados de Roma, aun así no perdía la oportunidad al agradecer un acto como ese.
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Re: [Legión XVII] - Tienda del General
Curioso que la rubia no se inmutara en lo más mínimo cuando el General le había puesto encima del cuello una amenaza realmente obvia: si se movía o se equivocaba aunque fuera con un simple tecnicismo, la mataría al instante sin ningún remordimiento dado que por supuesto, el no era como la mayoría de los demás oficiales de alto rango del Ejército del glorioso legado, de hecho…para él la única razón de estar en la armada era la de que entretenerse en las batallas, era por eso mismo que podía mandar una Legión llena de la peor escoria que pudieran encontrar.
Era una anécdota divertida ya que entre todas las divisiones que comandaba el Alto General Vergilius, solo había tres que se destacaban por la infamia en lugar de razones más nobles…pero era algo que no podía sacar a relucir en medio de aquella misión. Tal vez si le daban la orden adecuada pero aparte de eso, nada.
Entrecerrando los ojos con peligrosidad el romano tan solo escuchó una simple excusa barata por parte de la mujer, una que le hizo querer romperle la mandíbula para hacerla decir la verdad pero antes de proceder una voz lo sacó de su ligero ensimismamiento: de nuevo empezaba su tortura personal de parte de aquel muchachito pelirrojo que ingenuamente escuchaba la sarta de mentiras que día tras día le tocaba preparar. Todo fuera por el glorioso imperio Romano…
Apretando su mano para finalmente soltar a la bárbara, el General se volteó para así dirigirse al chiquillo con aquella voz tosca y gruñona que lo caracterizaba de entre todos los oficiales que servían bajo su mando.
No la vuelvas a tocar a menos que quieras que te corte el brazo, niño estúpido. No recuerdas la lección de ayer sobre las zorras que se ocultan en los bosques para matar soldados cuando uno menos se lo espera? Esta es una de esas…puedes agradecerlo, hoy habrá un ejemplo vivo como aleccionamiento final. dijo el General mientras tomaba por un brazo a la mujer para así empujarla a las afueras de la tienda, donde una brisa congelada sopló con más fuerza de lo usual al tiempo que copos de nieve blanca los empezaban a rodear de forma perezosa.
Di algo más y te corto la garganta. le dijo a la mujer en el idioma que esta misma había usado para expresar su “error”. Si creía que era la única que podía usar aquel dialecto, era una ingenua de primera. Por cierto enano, es “General”. Si lo vuelves a olvidar te corto una oreja…como sea, vamos andando, tengo una sesión de relatos extra-especiales para tu deleite personal. comentó el mayor pateando a la rubia para que avanzara sin más…sí, le serviría como un buen ejemplo para ilustrar la sesión de mentiras de aquella tarde.
Era una anécdota divertida ya que entre todas las divisiones que comandaba el Alto General Vergilius, solo había tres que se destacaban por la infamia en lugar de razones más nobles…pero era algo que no podía sacar a relucir en medio de aquella misión. Tal vez si le daban la orden adecuada pero aparte de eso, nada.
Entrecerrando los ojos con peligrosidad el romano tan solo escuchó una simple excusa barata por parte de la mujer, una que le hizo querer romperle la mandíbula para hacerla decir la verdad pero antes de proceder una voz lo sacó de su ligero ensimismamiento: de nuevo empezaba su tortura personal de parte de aquel muchachito pelirrojo que ingenuamente escuchaba la sarta de mentiras que día tras día le tocaba preparar. Todo fuera por el glorioso imperio Romano…
Apretando su mano para finalmente soltar a la bárbara, el General se volteó para así dirigirse al chiquillo con aquella voz tosca y gruñona que lo caracterizaba de entre todos los oficiales que servían bajo su mando.
No la vuelvas a tocar a menos que quieras que te corte el brazo, niño estúpido. No recuerdas la lección de ayer sobre las zorras que se ocultan en los bosques para matar soldados cuando uno menos se lo espera? Esta es una de esas…puedes agradecerlo, hoy habrá un ejemplo vivo como aleccionamiento final. dijo el General mientras tomaba por un brazo a la mujer para así empujarla a las afueras de la tienda, donde una brisa congelada sopló con más fuerza de lo usual al tiempo que copos de nieve blanca los empezaban a rodear de forma perezosa.
Di algo más y te corto la garganta. le dijo a la mujer en el idioma que esta misma había usado para expresar su “error”. Si creía que era la única que podía usar aquel dialecto, era una ingenua de primera. Por cierto enano, es “General”. Si lo vuelves a olvidar te corto una oreja…como sea, vamos andando, tengo una sesión de relatos extra-especiales para tu deleite personal. comentó el mayor pateando a la rubia para que avanzara sin más…sí, le serviría como un buen ejemplo para ilustrar la sesión de mentiras de aquella tarde.
Sokaro- General Marino
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Re: [Legión XVII] - Tienda del General
Caminando desde la tienda del señorito General Comandante, el líder de la Décimo Séptima Legión Romana seguía arrastrando consigo al chiquillo de cabello rojo sin preocuparle lo que pudiera pasarle y de a poco, amenazando con romperle el brazo si seguía tratándolo de manera tan brusca.
Pero claro, eso no le interesaba en lo más mínimo. La verdad era que la perspectiva de salir de aquel hoyo infernal para volver a la Capital le había encendido el buen ánimo y ahí fue que terminó dejando de un lado al chiquillo, justo a las afueras de su tienda de campaña, entrando y empezando a ordenar sus pertenencias para dar de baja a la carpa y transitar el camino desde allí hasta Roma.
Espadas entre las que se contaban dagas, xiphos, hojas derruidas eran más que desechables…no necesitaba nada más ni nada menos que su propia arma de insignia: Madness, aquella que había acabado con tantos enemigos en varios movimientos vagos. Luego venían los escudos y…tampoco, no le importaban mucho. Él era un hombre, era parte de su naturaleza el resistir cualquier cantidad de heridas, cortes y quedar al borde de la muerte…de hecho, el que no pudiera hacer eso no sería jamás capaz de quedar al mando de un grupo como lo eran las Legiones Romanas…era por eso mismo que el tal Vergilius tan solo podía ser considerado importante en cuanto a cierta habilidad con la espada, pero de allí en más no era nada. Minutos empezaban a pasar y allí fue que recordó que afuera debía estar el chiquillo.
Mmm... Murmuró, dándose la vuelta para así sacar la cabeza fuera de su tienda y gritarle de improviso al enano. ¡Mueve el trasero, enano maricón! ¡Si no quieres quedarte varado para siempre en esta mierda, empaca porque nos vamos AHORA! Le informó sin delicadeza alguna, volviendo a meterse en su tienda para así continuar con su labor.
Realmente…estaba feliz.
Pero claro, eso no le interesaba en lo más mínimo. La verdad era que la perspectiva de salir de aquel hoyo infernal para volver a la Capital le había encendido el buen ánimo y ahí fue que terminó dejando de un lado al chiquillo, justo a las afueras de su tienda de campaña, entrando y empezando a ordenar sus pertenencias para dar de baja a la carpa y transitar el camino desde allí hasta Roma.
Espadas entre las que se contaban dagas, xiphos, hojas derruidas eran más que desechables…no necesitaba nada más ni nada menos que su propia arma de insignia: Madness, aquella que había acabado con tantos enemigos en varios movimientos vagos. Luego venían los escudos y…tampoco, no le importaban mucho. Él era un hombre, era parte de su naturaleza el resistir cualquier cantidad de heridas, cortes y quedar al borde de la muerte…de hecho, el que no pudiera hacer eso no sería jamás capaz de quedar al mando de un grupo como lo eran las Legiones Romanas…era por eso mismo que el tal Vergilius tan solo podía ser considerado importante en cuanto a cierta habilidad con la espada, pero de allí en más no era nada. Minutos empezaban a pasar y allí fue que recordó que afuera debía estar el chiquillo.
Mmm... Murmuró, dándose la vuelta para así sacar la cabeza fuera de su tienda y gritarle de improviso al enano. ¡Mueve el trasero, enano maricón! ¡Si no quieres quedarte varado para siempre en esta mierda, empaca porque nos vamos AHORA! Le informó sin delicadeza alguna, volviendo a meterse en su tienda para así continuar con su labor.
Realmente…estaba feliz.
Sokaro- General Marino
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Re: [Legión XVII] - Tienda del General
Mientras caía al suelo y era sujetado por el General Sokaro, que en lugar de cortarlo había evitado que se golpeara contra el suelo, el chico todavía no se había recuperado de las palabras lascivas de la mujer rubia. El pequeño no sabía si creer en lo que decía o no, esencialmente porque ella no parecía ser tan peligrosa como para haber asesinado a un General. Ella había asesinado a su padre, debía odiarla, sentir rencor, pero estaba demasiado abatido para poder enfrentar la difícil situación. Todo le sabía mal, y aunque quería refugiarse diciendo que esa mujer era un montón de falsedad, tampoco podía comprobar que Sokaro hablaba con verdad. Le dolía demasiado el brazo con el que el general lo estaba levantando, ya que no media su fuerza y estaba triturando su extremidad. No se podía comprar a un hombre de tan monstruosa complexión con un joven tan tierno.
¿Había escuchado bien? Iban a matarlos a todos. No tenía miedo por él o por su familia: su único pariente era su abuelo y él actualmente se encontraba fuera, y por tanto lejos del peligro que representaban esos hombres armados. Tampoco le preocupaba mucho su bienestar: en esos breves momentos había perdido todas las ganas de seguir al ponerse en duda la realidad en la que vivía. Le causaba dolor ver que aquellas personas iban a morir. Aunque no era apreciado por ellos no se sentía cómodo con lo dictaminado por Sokaro. El chico negó con la cabeza, no podía hablar pero creyó que eso sería suficiente para responder a su pregunta, afirmando que no creía en la mujer, ya que no había evidencias de que las cosas hubieran ocurrido así. Confiaba más en la información que Sokaro había sembrado en su cabeza que en aquella mujer en ese aspecto. Quería que lo soltara pero él eligió llevar su cuerpo a rastras, como si él no fuera capaz de caminar por su propia cuenta.
El General se dirigió a la tienda en la que descansaba el Legado. No había podido verlo ya que se mantuvo fuera de la tienda en todo momento. Las lágrimas no habían tenido tiempo de sacarse, pero por la temperatura en el ambiente eran tan frías como los copos de nieve.
La noticia le sorprendió. ¿Se iban? –Pero no lo entiendo señor, no entiendo nada, mi mente no lo procesa. ¡No quiero que sus soldados les hagan daño a esas personas!- Dijo. Estaba histérico, con los ojos llenos de lágrimas pero firme con su decisión de encarar a aquel hombre. Esperaba poder convencer a Sokaro de que no aprobara esa hecatombe, por inútil que fuera su llanto.
¿Había escuchado bien? Iban a matarlos a todos. No tenía miedo por él o por su familia: su único pariente era su abuelo y él actualmente se encontraba fuera, y por tanto lejos del peligro que representaban esos hombres armados. Tampoco le preocupaba mucho su bienestar: en esos breves momentos había perdido todas las ganas de seguir al ponerse en duda la realidad en la que vivía. Le causaba dolor ver que aquellas personas iban a morir. Aunque no era apreciado por ellos no se sentía cómodo con lo dictaminado por Sokaro. El chico negó con la cabeza, no podía hablar pero creyó que eso sería suficiente para responder a su pregunta, afirmando que no creía en la mujer, ya que no había evidencias de que las cosas hubieran ocurrido así. Confiaba más en la información que Sokaro había sembrado en su cabeza que en aquella mujer en ese aspecto. Quería que lo soltara pero él eligió llevar su cuerpo a rastras, como si él no fuera capaz de caminar por su propia cuenta.
El General se dirigió a la tienda en la que descansaba el Legado. No había podido verlo ya que se mantuvo fuera de la tienda en todo momento. Las lágrimas no habían tenido tiempo de sacarse, pero por la temperatura en el ambiente eran tan frías como los copos de nieve.
La noticia le sorprendió. ¿Se iban? –Pero no lo entiendo señor, no entiendo nada, mi mente no lo procesa. ¡No quiero que sus soldados les hagan daño a esas personas!- Dijo. Estaba histérico, con los ojos llenos de lágrimas pero firme con su decisión de encarar a aquel hombre. Esperaba poder convencer a Sokaro de que no aprobara esa hecatombe, por inútil que fuera su llanto.
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Re: [Legión XVII] - Tienda del General
1er Post Defensa – Maestría
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Escucha, enano. Dijo Sokaro con aquella voz carrasposa y cruda que lo caracterizaba, sacando su cabeza a través de la lona que actuaba como acceso a su tienda de campaña para mirar directamente al chiquillo pelirrojo con sus crueles ojos lechosos, lo único que era visible a través de las rendijas de su máscara de cuero. ¿Crees acaso qué ellos no dudarán en volverte picadillo cuándo se alcen junto a la princesita bárbara? Lo dudo…y creo que lo puedes adivinar. Ya la oíste, no le importó asesinar a un General…para ella, ¿Qué significaría matar a otro junto a cualquiera que lo defienda o se atraviese en su camino? Nada, no sería nada…métetelo en el cráneo, niñito ingénuo. Finalizó el General, dejando bien en claro que no aceptaría más réplicas o tonterías por parte del chiquillo…sí, no le interesaba en lo más mínimo lo que pudiera opinar en aquellos instantes, su cerebro estaba más que concentrado en la meta que había aparecido en su horizonte: llegar a Roma y salir definitivamente de aquel foso congelado.
No pasaron ni siquiera unos treinta minutos cuando ya había preparado todo lo esencial en varias bolsas que tan solo restaban por llevar a su montura y partir. La preparación y la certeza de que algo le esperaba en la capital parecían haberse posesionado de su cuerpo…y es que en cierta parte de su cerebro lo sentía: algo que se asemejaba a un llamado. Tal vez no lo sintiera como tal, tal vez no se hubiera dado cuenta, pero la obsesión con la cual se alistaba…no era natural.
Pero de nuevo, no importaba demasiado.
La percepción del tiempo parecía perderse, cuando antes los segundos llegaban a extenderse más que meros minutos ahora parecía que todo se apresuraba: ni siquiera sabía cuanto había pasado hasta que por fin la compañía principal de la Décimo Séptima División estaba lista para avanzar, teniendo por detrás a los soldados que terminaban de formar las filas apropiadas para la marcha en dirección sureste.
Después de la decepción, la inutilidad y la inmovilidad llegaba la premura. Después de la matanza completa de aquel pueblucho que no les importaba en lo más mínimo, después de una masacre ocasionada por la más estúpida de las excusas…finalmente se prepararon para salir de ese ridículo país.
Finalmente…irían a una tierra más cálida y familiar.
A marchar, perras. Concluyó Sokaro, marcando el inicio del fin de su estadía en Germania. En pocos días, se despedirían para siempre de ese territorio de nadie.
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Escucha, enano. Dijo Sokaro con aquella voz carrasposa y cruda que lo caracterizaba, sacando su cabeza a través de la lona que actuaba como acceso a su tienda de campaña para mirar directamente al chiquillo pelirrojo con sus crueles ojos lechosos, lo único que era visible a través de las rendijas de su máscara de cuero. ¿Crees acaso qué ellos no dudarán en volverte picadillo cuándo se alcen junto a la princesita bárbara? Lo dudo…y creo que lo puedes adivinar. Ya la oíste, no le importó asesinar a un General…para ella, ¿Qué significaría matar a otro junto a cualquiera que lo defienda o se atraviese en su camino? Nada, no sería nada…métetelo en el cráneo, niñito ingénuo. Finalizó el General, dejando bien en claro que no aceptaría más réplicas o tonterías por parte del chiquillo…sí, no le interesaba en lo más mínimo lo que pudiera opinar en aquellos instantes, su cerebro estaba más que concentrado en la meta que había aparecido en su horizonte: llegar a Roma y salir definitivamente de aquel foso congelado.
No pasaron ni siquiera unos treinta minutos cuando ya había preparado todo lo esencial en varias bolsas que tan solo restaban por llevar a su montura y partir. La preparación y la certeza de que algo le esperaba en la capital parecían haberse posesionado de su cuerpo…y es que en cierta parte de su cerebro lo sentía: algo que se asemejaba a un llamado. Tal vez no lo sintiera como tal, tal vez no se hubiera dado cuenta, pero la obsesión con la cual se alistaba…no era natural.
Pero de nuevo, no importaba demasiado.
La percepción del tiempo parecía perderse, cuando antes los segundos llegaban a extenderse más que meros minutos ahora parecía que todo se apresuraba: ni siquiera sabía cuanto había pasado hasta que por fin la compañía principal de la Décimo Séptima División estaba lista para avanzar, teniendo por detrás a los soldados que terminaban de formar las filas apropiadas para la marcha en dirección sureste.
Después de la decepción, la inutilidad y la inmovilidad llegaba la premura. Después de la matanza completa de aquel pueblucho que no les importaba en lo más mínimo, después de una masacre ocasionada por la más estúpida de las excusas…finalmente se prepararon para salir de ese ridículo país.
Finalmente…irían a una tierra más cálida y familiar.
A marchar, perras. Concluyó Sokaro, marcando el inicio del fin de su estadía en Germania. En pocos días, se despedirían para siempre de ese territorio de nadie.
Sokaro- General Marino
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Re: [Legión XVII] - Tienda del General
1er Post Defensa – Maestría
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Evitó continuar haciendo escándalo, ya que no era el momento para perder la calma. No sabía por qué se sentía tan decepcionado en ese momento cuando de sobra conocía cuál sería la respuesta del General. Sentía que nada ni nadie lo podría ayudar, y si quería soluciones debería actuar por sí mismo, después de todo eso era lo que hacían los héroes de verdad en lugar de sentarse a esperar a que todo se resolviera mágicamente. Su pecho ardía, quizá ya estaba enfermo por haber permanecido tanto tiempo en el frío sin llevar una prenda abrigadora, pero entre más avanzaba, el calor iba aumentando. La nieve bajo sus pies se deshacía, dejando ver la tierra desnuda, completamente libre de aquel manto blanco. Limpió las lagrimas de su rostro y siguió caminando, juntando valor para enfrentarse a los soldados. Debía salvar a esa gente, usando cualquier método que fuera necesario.
Un brillo anaranjado comenzó a crearse a su alrededor, y él todavía no se daba cuenta de su presencia, pero era un caso diferente con los soldados que lo veían, quienes por el miedo no dudaron en atacar al pelirrojo, creyéndolo un demonio o una cosa similar. Las armas se derritieron cuando entraron en contacto con esa capa de color naranja, y ellos fueron los siguientes en arder. Traian observó horrorizado cómo aquellos hombres eran devorados por el fuego, del que aparentemente era responsable, hasta que de ellos no quedó más que huesos ennegrecidos. ¿Ahora era un asesino? Pero estaba bien, ¿no? Se trataba de personas malas, que debían recibir un castigo.
El paisaje nevado comenzaba a desaparecer en una pequeña área, y los copos de nieve se transformaban en pequeñas gotas que se evaporaban al caer a la tierra. Los soldados se quemaban los pies y sus vestimentas se encendían por la altísima temperatura que todo estaba alcanzando alrededor de Traian. En esos momentos el calor que generaba el chico era más imponente que el de la hoguera principal. Él sólo se quedó quieto, cual cachorro asustado por el encanto de las llamas, observando los cambios que ocurrían. Las tiendas que continuaban en pie también estaban siendo consumidas por el fuego, transformándose todo lo cercano en un infierno. El chico estaba feliz, pues había podido defender a su gente. Sin embargo la satisfacción fue un plato cuyo sabor que no pudo disfrutar por mucho tiempo, puesto que al igual que los hombres de Sokaro, los bárbaros también eran tragados por el fuego despiadado que no sabía distinguir entre aliados y enemigos. El cosmos ardiente del muchacho, del cual todavía no era conciente, estaba causando severos estragos en todo, atrapado entre muros de fuego sin escapatoria. Se abrazó a sí mismo, tratando de “apagarse”, pero sólo consiguió quemarse las manos y dejar agujeros negros sobre la tela de su ropa. Había permitido que el miedo lo dominara, apretando su cabeza entre las manos, esta vez sin hacerse daño, y deseando que todo eso pasara con los ojos cubiertos por sus lágrimas cristalinas, que sobrevivían al calor infernal. -Alguien ayúdeme… por favor.- Dijo mientras tosía por el humo que se albergaba en sus pulmones. Era una situación fuera de su control. Nuevamente había demostrado ser lo que decía Sokaro: un niñito ingenuo.
Un brillo anaranjado comenzó a crearse a su alrededor, y él todavía no se daba cuenta de su presencia, pero era un caso diferente con los soldados que lo veían, quienes por el miedo no dudaron en atacar al pelirrojo, creyéndolo un demonio o una cosa similar. Las armas se derritieron cuando entraron en contacto con esa capa de color naranja, y ellos fueron los siguientes en arder. Traian observó horrorizado cómo aquellos hombres eran devorados por el fuego, del que aparentemente era responsable, hasta que de ellos no quedó más que huesos ennegrecidos. ¿Ahora era un asesino? Pero estaba bien, ¿no? Se trataba de personas malas, que debían recibir un castigo.
El paisaje nevado comenzaba a desaparecer en una pequeña área, y los copos de nieve se transformaban en pequeñas gotas que se evaporaban al caer a la tierra. Los soldados se quemaban los pies y sus vestimentas se encendían por la altísima temperatura que todo estaba alcanzando alrededor de Traian. En esos momentos el calor que generaba el chico era más imponente que el de la hoguera principal. Él sólo se quedó quieto, cual cachorro asustado por el encanto de las llamas, observando los cambios que ocurrían. Las tiendas que continuaban en pie también estaban siendo consumidas por el fuego, transformándose todo lo cercano en un infierno. El chico estaba feliz, pues había podido defender a su gente. Sin embargo la satisfacción fue un plato cuyo sabor que no pudo disfrutar por mucho tiempo, puesto que al igual que los hombres de Sokaro, los bárbaros también eran tragados por el fuego despiadado que no sabía distinguir entre aliados y enemigos. El cosmos ardiente del muchacho, del cual todavía no era conciente, estaba causando severos estragos en todo, atrapado entre muros de fuego sin escapatoria. Se abrazó a sí mismo, tratando de “apagarse”, pero sólo consiguió quemarse las manos y dejar agujeros negros sobre la tela de su ropa. Había permitido que el miedo lo dominara, apretando su cabeza entre las manos, esta vez sin hacerse daño, y deseando que todo eso pasara con los ojos cubiertos por sus lágrimas cristalinas, que sobrevivían al calor infernal. -Alguien ayúdeme… por favor.- Dijo mientras tosía por el humo que se albergaba en sus pulmones. Era una situación fuera de su control. Nuevamente había demostrado ser lo que decía Sokaro: un niñito ingenuo.
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Re: [Legión XVII] - Tienda del General
Avanzando primeramente con calma para así empezar a correr con los brazos en ristre, el gemelo de Cambre conocido como Aspros pensaba que no tenía demasiado tiempo como para perderlo…poco a poco aquella llama vital, de la que provenía la súbita manifestación de cosmos parecía disminuir su potencia a una rapidez alarmante…casi como si su propio poder se encontrara consumiéndolo de pies a cabeza. Llegado a un punto indistinguible de la Otra Dimensión el peliazul tan solo lanzó un puñetazo bien dirigido que terminó por destrozar la pared que había entre los diferentes planos existenciales, dejando un enorme agujero a través del cual Seiren (si es que lo seguía) junto con él podrían avanzar con facilidad.
Al parecer habían dado en las afueras de algún campamento de una Legión Romana…lo cual hacía aquella situación por demás incómoda. Más allá sin embargo se podía percibir una energía siniestra…malévola y hasta indiferente. Pudiendo identificar al dueño o dueña de ese cosmos como un Espectro, el Geminiano tenía presente que apenas encontrara a la fuente del cosmos nato que había percibido, debía salir de allí.
Tras unas pocas zancadas, había dado con el mencionado: un chiquillo que parecía ser consumido por unas llamas anaranjadas, encogido en el suelo junto a varios esqueletos que a ese punto no podían ser identificados.
Tsk. Murmuró el Dorado mientras se movía a la velocidad de la luz para así tomar con sus brazos al chiquillo sin ser afectado por las llamas gracias a su Armadura Dorada, sacándolo del epicentro de las flamas para retirarse unos cuantos metros más, esperando que Seiren estuviera cerca. Momento de retirarnos, Seiren...sígueme. Ordenó, desapareciendo al instante.
Si el Espectro cercano notaba a dos Santos de Oro, estarían en serios problemas…
Al parecer habían dado en las afueras de algún campamento de una Legión Romana…lo cual hacía aquella situación por demás incómoda. Más allá sin embargo se podía percibir una energía siniestra…malévola y hasta indiferente. Pudiendo identificar al dueño o dueña de ese cosmos como un Espectro, el Geminiano tenía presente que apenas encontrara a la fuente del cosmos nato que había percibido, debía salir de allí.
Tras unas pocas zancadas, había dado con el mencionado: un chiquillo que parecía ser consumido por unas llamas anaranjadas, encogido en el suelo junto a varios esqueletos que a ese punto no podían ser identificados.
Tsk. Murmuró el Dorado mientras se movía a la velocidad de la luz para así tomar con sus brazos al chiquillo sin ser afectado por las llamas gracias a su Armadura Dorada, sacándolo del epicentro de las flamas para retirarse unos cuantos metros más, esperando que Seiren estuviera cerca. Momento de retirarnos, Seiren...sígueme. Ordenó, desapareciendo al instante.
Si el Espectro cercano notaba a dos Santos de Oro, estarían en serios problemas…
Aspros- Caballeros Dorados
- Reino : Santuario de Athena
Ataques :
AD - Ignición (4200)*
AD - Disrupción (4300)*
AM - Golpe Centrado (4500)*
AM - Sentencia (4600)*
AF - Satan Imperial (4800)*
AF - Canción de la Muerte (4850)*
AF -Explosión de Galaxias (4900)*
AFa -Megiddo (5100)*
TS -Destrucción Dual
TE -Apoteosis
Defensa :
Otra DimensiónDE - Niebla Cósmica
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Re: [Legión XVII] - Tienda del General
Ya una vez había atravesado ese espacio junto con el General, solo en llegar a pensar en él me trajo preocupación y nostalgia. La vista era impresionante como siempre, las estrellas me rodeaban que aseguraría que las alcanzaría para atraparlas y admirar ese sutil brillo que destilaban en lo que parecía ser una eterna oscuridad. Haciendo una pausa perdía el rastro del romano más cuando utilizó su propio cosmos se generó un estruendo que lograba estremecer el mundo ajeno al que nos encontrábamos.
Una luz cegadora provenía del otro lado abriendo un improvisado portal, inmediatamente le seguía para apenas dar un paso.. fue cuando solo supe que podía correr velozmente sintiendo como en unos o tres pasos me transportaba más lejos de mi posición. Saliendo me detuve en seco pues las llamas nos rodeaban, los cuerpos yacían a nuestros pies.
Algo nerviosa evitaba observar la escena, mis puños se cerraban bajando levemente la cabeza, el último sitio del que desearía estar o atreverme a pisar estaba frente a mis narices, afectándome aun experimentando un pavor aunque… ya no era la prisionera ni el botín de guerra de alguien que calificaba en la categoría como “dueño” o “amo”. La voz del geminiano llamaba mi atención, seguramente se dio cuenta de que mis pensamientos se encontraban más dispersos más otro cosmos menos alentador estaba tan próximo que lo mejor sería retirarnos. Callada aceptaba sus palabras notando en sus brazos a ese joven semiinconsciente que se recubría entre el fuego.
Una luz cegadora provenía del otro lado abriendo un improvisado portal, inmediatamente le seguía para apenas dar un paso.. fue cuando solo supe que podía correr velozmente sintiendo como en unos o tres pasos me transportaba más lejos de mi posición. Saliendo me detuve en seco pues las llamas nos rodeaban, los cuerpos yacían a nuestros pies.
Algo nerviosa evitaba observar la escena, mis puños se cerraban bajando levemente la cabeza, el último sitio del que desearía estar o atreverme a pisar estaba frente a mis narices, afectándome aun experimentando un pavor aunque… ya no era la prisionera ni el botín de guerra de alguien que calificaba en la categoría como “dueño” o “amo”. La voz del geminiano llamaba mi atención, seguramente se dio cuenta de que mis pensamientos se encontraban más dispersos más otro cosmos menos alentador estaba tan próximo que lo mejor sería retirarnos. Callada aceptaba sus palabras notando en sus brazos a ese joven semiinconsciente que se recubría entre el fuego.
Seiren- Amazona Dorada
- Reino : Santuario de Athena
Ataques :
AD - Lazo Relámpago (1550)
AD - Pluma de Luz (1650)
AM - Flecha Fantasma (1750)
AM - Destello (750)
Defensa :
Anillos de voltaje
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