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Fanfic de Sophia
Capitulo 1 - NOLAN
- Despierta.
Un súbito sacudón lo sacó de un maravilloso sueño en el que estaba arrancándole la cabeza a un enemigo cuyo rostro permanecía cubierto en sombras, más su armadura dorada lo delataba.
– Anda… Despieeeerta. – Su voz se quejó en la letra “e”, impaciente como siempre.
- Duérmete. – Le espetó sin abrir los ojos, pero sus manos eran firmes y lo sacudían con más fuerza que antes. - ¡Mierda! ¿Qué pasa? – Le gritó abriendo los ojos y volteándose para mirarla.
- Dame tu mano. – Le dijo emocionada. La conocía lo suficiente para saber que ese tono de voz no podía traer nada bueno. ¿En su estado y a esa hora?
- Ya duérmete. No son horas…
- No te halagues. – Le respondió subiendo una ceja, o al menos eso pensó que estaba haciendo en la oscuridad. – Dame tu mano.
No esperó que la moviera, sino que la tomó por la fuerza y la guió hacia su piel. Como siempre, estaba tibia, aunque mucho más tirante de lo que recordaba. Fue entonces, que al poner su palma extendida sintió un extraño movimiento y retiró su mano con rapidez.
- ¿Qué fue eso? – Preguntó entre asustado y sorprendido.
- Esta moviéndose. – Dijo ella con una sonrisa, excitada, se notaba que no había dormido nada en toda la noche. – Es primera vez que lo hace. Mi hija será fuerte… mira como se mueve.
- Mi hijo debería dormir, o al menos dejarme a mí dormir. – respondió sin mostrar emoción alguna mientras se volvía a dar vuelta para cerrar los ojos.
- Eres un imbécil. – Lo sermoneó ella mientras también se daba vuelta.
Pero no terminó con eso. Durante minutos, podía sentir como Scarlett se movía de un lado a otro, como corría la cobija hacia su lado cada vez más, con sutileza para que él no se diera cuenta, pero lo hacía. No dijo nada. Después de todo, ella estaba cubriéndose del frío por dos personas, él, era un hombre que podía dormir con o sin frío.
- ¿Estás despierto? – Le preguntó nuevamente mientras se afirmaba en su hombro, sacudiéndolo un poco. Si hubiese estado durmiendo, lo habría despertado de cualquier forma con tanto movimiento.
- A menos que mi hijo este haciendo malabares dentro de tí, déjame dormir.
- Sabes… estaba pensando…
- Ughhh…
Siempre sucedía lo mismo. Ella hablaba y hablaba durante horas en la madrugada, mientras él intentaba dormir aunque fuera un poco para levantarse al día siguiente. Claro, ella se quedaba dormitando toda la mañana y parte de la tarde mientras él se partía la espalda trabajando para asegurar que ambos comieran.
- ¿Qué estás pensando? – Se obligó a preguntarle.
Aunque en ese momento sintiese deseos de ahorcarla, seguía siendo su Scarlett, y ciertas veces en el refugio de la oscuridad despertaba sentimientos protectores hacia ella. Así, movió sus brazos para acercarla a él. Debía tenerle paciencia… así era su relación. Ella siempre conseguía lo que quería. Lo había aprendido las múltiples veces que lo había abandonado cuando él se negaba a dejarla ganar.
- Se llamará Sakurey. – Su voz sonaba calmada, mientras se acurrucaba contra su cuerpo buscando calor.
- ¿No tengo acaso yo opinión en el asunto?
- Uhm… no. – Respondió como si él estuviese loco. - ¿Tú vas a dar a luz acaso? ¿Tú pareces una vaca por estar así? ¿Tú dejaste de moverte por semanas? ¿A ti se te hincharon los pies como si fueran…?
- Lo dices como si comer y dormir todo el día fuera algo malo.
Sabía que vendría. El golpe que recibió en el labio hizo que pudiera sentir su propia sangre. Había habido un tiempo en que le habría respondido el golpe, pero no en el estado en que se encontraba Scarlett. Había prometido que no dejaría que nunca más nadie la dañara desde que sus poderes habían sido sellados hacía 3 años ya con la muerte de Athena y también la de su señor.
- ¿Por qué eliges ese nombre? – Le preguntó mientras se pasaba la lengua por los labios para sentir la herida que se había abierto.
- Por mi hermana…
- Tú tenías dos hermanas, ¿No? ¿Por qué eliges a esa?
Scarlett se sentó sobre la tierra y se tapó la cabeza, cubriéndose del frío de la noche. No respondió nada, pero él sabía la respuesta incluso antes de formular la pregunta. Lo podía ver en sus ojos.
Culpa. La consumía la culpa.
Muchas veces, respetaba su silencio y la esperaba volver. Otras, la tomaba sin preguntarle y entre golpes y maldiciones la atraía hacia él, protegiéndola con sus brazos. Era lo único que le podía ofrecer ahora que estaba sola en el mundo.
- Si es un niño, quiero que se llame Nolan. Es lo único que diré. – Volvió a cerrar los ojos y se estiró sobre la tierra, poniendo sus manos bajo su cabeza.
- Nolan… - Sintió como sus manos volvían a buscar su cuerpo, pudo percibir su aliento en el cuello. - ¿Crees que voy a ser una buena madre?
<< No. >>
- No pienses en eso. – No le gustaba mentirle.
- Creo que tú serás un padre horrible. Me hubiese gustado que me follara un hombre de verdad así tendría al menos …
- ¿Estás intentando pelear? ¿Tan aburrida estás?
Sentía como las manos de Scarlett iban bajando por su vientre. Siempre antes de que follaran buscaba una forma de hacerlo enojar, al parecer disfrutaba de aquello, le daba placer.
– Mocosa… hoy no. Basta.
- ¿Por qué no?
- Estoy cansado.
En parte era cierto, pero no era la razón principal.
Desde que el estómago de Scarlett se había vuelto abultado temía que en sus juegos de sábana la lastimara. Perdía el control de su cuerpo cuando la tenía sobre él… o bajo de él. Siempre se volvía un festín de obscenidades y actos deplorables, y no quería lastimar a su hijo. Después de todo, Scarlett era una criatura indomable y volátil, que en cualquier momento podría irse… pero su hijo… sería lo primero que realmente le perteneciera.
- ¿Es porque estoy gorda verdad? ¿O porque mi pelo creció? ¿Qué?
- ¿De verdad tenemos que hablar de esto ahora?
Se sentó, retirando las mantas de lana que lo cubría con algo de violencia, tomándose la cara para desperezar. Su pecho mostraba las múltiples cicatrices que adornaban su piel. Estaba comenzando a irritarse. Scarlett tenía algo en ella que siempre lograba que perdiera la paciencia.
- Sí. Quiero saberlo.
La mujer se sentó de golpe también, mirándolo desafiante. Nolan tuvo que respirar profundo para no darle vuelta el rostro de un golpe.
- Estas a segundos de que te levante y te lance al río para que te enfríes. Así además de patear mi hijo va a tener que aprender a nadar… ahh espera… con lo voluptuosa que estás seguro flotas.
- Sigue hablando y te mataré.
- Quizás antes estuviéramos a la par en fuerza, pero ahora…
- Yo sigo siendo más rápida que tu.
- Sí, cuando no eras una vaca gorda, tal vez.
Esperó el segundo golpe al rostro, pero en vez de eso, con la poca luz de la noche, notó que los ojos de Scarlett se llenaban de lágrimas. Realmente, lo volvía loco.
– Urgh… No llores Scar. Tú no lloras. Dijiste que habías madurado hace tres años…¿Lo recuerdas?...“¿Mientras estemos juntos el mundo nos pertenece”?
- ¿Por qué me dices que estoy gorda? Dijiste que aun te parecía bonita.
- …
- Que te gustaba verme con los pechos inflados…
- A ningún hombre le gusta realmente que su mujer engorde Scar. ¿Te has visto los tobillos? Verlos me revuelve el estómago. – Lentamente, movió su mano y le secó una lágrima. - Pero aún así… estoy contigo ¿No? – Ella pareció sonreír.
- ¿Juntos hasta el final? – Le preguntó, mientras lo abrazaba fuerte.
Nolan no tuvo más remedio que devolverle el abrazo. Así era ella… un minuto podía estarle gritando y al siguiente pretendía que nada había pasado. Un momento estaba sonriendo y al siguiente llorando. Embarazarla había sido lejos lo más estúpido que ambos habían hecho. Un hijo no estaba dentro de sus planes, pero nadie realmente les había enseñado la forma en que los niños se hacían… por lo general, el sexo era para divertirse. Nunca pensaron que eso pasaría. Cuando Scarlett se dio cuenta lo atacó con los puños. Ya no tenía su cosmo, pero seguía siendo fuerte. Había tomado un cuchillo y había jurado matarlo por lo que le había hecho. Pero no lo había conseguido.
Por días desapareció y a Nolan no le quedó más remedio que seguir su rastro. La encontró en medio de Macedonia trabajando como lavandera para la casa de un comerciante rico. La había tomado entre sus brazos, la había apretado contra él y aunque se resistió, la mantuvo así mirándola a los ojos. Y fue entonces que un milagro ocurrió… Scarlett dejó de correr y lo abrazó de vuelta.
- Míranos… El rey y la reina del horizonte, obligados a dormir en esta pocilga. – Sonrió mientras se tomaba su abultado estómago.
- Scarlett…- La rodeó con sus brazos, la tomó por su espalda apretando lo que quedaba de sus caderas y la levanto para posarla sobre su vientre. - Comienzas a irritarme.
- Se me ocurren varias formas de hacerme callar... – Le respondió ella con una sonrisa mirándolo desde arriba mientras se comenzaba a desvestir.
- Y a mí se me ocurren varias formar de hacerte gemir…
- Despierta.
Un súbito sacudón lo sacó de un maravilloso sueño en el que estaba arrancándole la cabeza a un enemigo cuyo rostro permanecía cubierto en sombras, más su armadura dorada lo delataba.
– Anda… Despieeeerta. – Su voz se quejó en la letra “e”, impaciente como siempre.
- Duérmete. – Le espetó sin abrir los ojos, pero sus manos eran firmes y lo sacudían con más fuerza que antes. - ¡Mierda! ¿Qué pasa? – Le gritó abriendo los ojos y volteándose para mirarla.
- Dame tu mano. – Le dijo emocionada. La conocía lo suficiente para saber que ese tono de voz no podía traer nada bueno. ¿En su estado y a esa hora?
- Ya duérmete. No son horas…
- No te halagues. – Le respondió subiendo una ceja, o al menos eso pensó que estaba haciendo en la oscuridad. – Dame tu mano.
No esperó que la moviera, sino que la tomó por la fuerza y la guió hacia su piel. Como siempre, estaba tibia, aunque mucho más tirante de lo que recordaba. Fue entonces, que al poner su palma extendida sintió un extraño movimiento y retiró su mano con rapidez.
- ¿Qué fue eso? – Preguntó entre asustado y sorprendido.
- Esta moviéndose. – Dijo ella con una sonrisa, excitada, se notaba que no había dormido nada en toda la noche. – Es primera vez que lo hace. Mi hija será fuerte… mira como se mueve.
- Mi hijo debería dormir, o al menos dejarme a mí dormir. – respondió sin mostrar emoción alguna mientras se volvía a dar vuelta para cerrar los ojos.
- Eres un imbécil. – Lo sermoneó ella mientras también se daba vuelta.
Pero no terminó con eso. Durante minutos, podía sentir como Scarlett se movía de un lado a otro, como corría la cobija hacia su lado cada vez más, con sutileza para que él no se diera cuenta, pero lo hacía. No dijo nada. Después de todo, ella estaba cubriéndose del frío por dos personas, él, era un hombre que podía dormir con o sin frío.
- ¿Estás despierto? – Le preguntó nuevamente mientras se afirmaba en su hombro, sacudiéndolo un poco. Si hubiese estado durmiendo, lo habría despertado de cualquier forma con tanto movimiento.
- A menos que mi hijo este haciendo malabares dentro de tí, déjame dormir.
- Sabes… estaba pensando…
- Ughhh…
Siempre sucedía lo mismo. Ella hablaba y hablaba durante horas en la madrugada, mientras él intentaba dormir aunque fuera un poco para levantarse al día siguiente. Claro, ella se quedaba dormitando toda la mañana y parte de la tarde mientras él se partía la espalda trabajando para asegurar que ambos comieran.
- ¿Qué estás pensando? – Se obligó a preguntarle.
Aunque en ese momento sintiese deseos de ahorcarla, seguía siendo su Scarlett, y ciertas veces en el refugio de la oscuridad despertaba sentimientos protectores hacia ella. Así, movió sus brazos para acercarla a él. Debía tenerle paciencia… así era su relación. Ella siempre conseguía lo que quería. Lo había aprendido las múltiples veces que lo había abandonado cuando él se negaba a dejarla ganar.
- Se llamará Sakurey. – Su voz sonaba calmada, mientras se acurrucaba contra su cuerpo buscando calor.
- ¿No tengo acaso yo opinión en el asunto?
- Uhm… no. – Respondió como si él estuviese loco. - ¿Tú vas a dar a luz acaso? ¿Tú pareces una vaca por estar así? ¿Tú dejaste de moverte por semanas? ¿A ti se te hincharon los pies como si fueran…?
- Lo dices como si comer y dormir todo el día fuera algo malo.
Sabía que vendría. El golpe que recibió en el labio hizo que pudiera sentir su propia sangre. Había habido un tiempo en que le habría respondido el golpe, pero no en el estado en que se encontraba Scarlett. Había prometido que no dejaría que nunca más nadie la dañara desde que sus poderes habían sido sellados hacía 3 años ya con la muerte de Athena y también la de su señor.
- ¿Por qué eliges ese nombre? – Le preguntó mientras se pasaba la lengua por los labios para sentir la herida que se había abierto.
- Por mi hermana…
- Tú tenías dos hermanas, ¿No? ¿Por qué eliges a esa?
Scarlett se sentó sobre la tierra y se tapó la cabeza, cubriéndose del frío de la noche. No respondió nada, pero él sabía la respuesta incluso antes de formular la pregunta. Lo podía ver en sus ojos.
Culpa. La consumía la culpa.
Muchas veces, respetaba su silencio y la esperaba volver. Otras, la tomaba sin preguntarle y entre golpes y maldiciones la atraía hacia él, protegiéndola con sus brazos. Era lo único que le podía ofrecer ahora que estaba sola en el mundo.
- Si es un niño, quiero que se llame Nolan. Es lo único que diré. – Volvió a cerrar los ojos y se estiró sobre la tierra, poniendo sus manos bajo su cabeza.
- Nolan… - Sintió como sus manos volvían a buscar su cuerpo, pudo percibir su aliento en el cuello. - ¿Crees que voy a ser una buena madre?
<< No. >>
- No pienses en eso. – No le gustaba mentirle.
- Creo que tú serás un padre horrible. Me hubiese gustado que me follara un hombre de verdad así tendría al menos …
- ¿Estás intentando pelear? ¿Tan aburrida estás?
Sentía como las manos de Scarlett iban bajando por su vientre. Siempre antes de que follaran buscaba una forma de hacerlo enojar, al parecer disfrutaba de aquello, le daba placer.
– Mocosa… hoy no. Basta.
- ¿Por qué no?
- Estoy cansado.
En parte era cierto, pero no era la razón principal.
Desde que el estómago de Scarlett se había vuelto abultado temía que en sus juegos de sábana la lastimara. Perdía el control de su cuerpo cuando la tenía sobre él… o bajo de él. Siempre se volvía un festín de obscenidades y actos deplorables, y no quería lastimar a su hijo. Después de todo, Scarlett era una criatura indomable y volátil, que en cualquier momento podría irse… pero su hijo… sería lo primero que realmente le perteneciera.
- ¿Es porque estoy gorda verdad? ¿O porque mi pelo creció? ¿Qué?
- ¿De verdad tenemos que hablar de esto ahora?
Se sentó, retirando las mantas de lana que lo cubría con algo de violencia, tomándose la cara para desperezar. Su pecho mostraba las múltiples cicatrices que adornaban su piel. Estaba comenzando a irritarse. Scarlett tenía algo en ella que siempre lograba que perdiera la paciencia.
- Sí. Quiero saberlo.
La mujer se sentó de golpe también, mirándolo desafiante. Nolan tuvo que respirar profundo para no darle vuelta el rostro de un golpe.
- Estas a segundos de que te levante y te lance al río para que te enfríes. Así además de patear mi hijo va a tener que aprender a nadar… ahh espera… con lo voluptuosa que estás seguro flotas.
- Sigue hablando y te mataré.
- Quizás antes estuviéramos a la par en fuerza, pero ahora…
- Yo sigo siendo más rápida que tu.
- Sí, cuando no eras una vaca gorda, tal vez.
Esperó el segundo golpe al rostro, pero en vez de eso, con la poca luz de la noche, notó que los ojos de Scarlett se llenaban de lágrimas. Realmente, lo volvía loco.
– Urgh… No llores Scar. Tú no lloras. Dijiste que habías madurado hace tres años…¿Lo recuerdas?...“¿Mientras estemos juntos el mundo nos pertenece”?
- ¿Por qué me dices que estoy gorda? Dijiste que aun te parecía bonita.
- …
- Que te gustaba verme con los pechos inflados…
- A ningún hombre le gusta realmente que su mujer engorde Scar. ¿Te has visto los tobillos? Verlos me revuelve el estómago. – Lentamente, movió su mano y le secó una lágrima. - Pero aún así… estoy contigo ¿No? – Ella pareció sonreír.
- ¿Juntos hasta el final? – Le preguntó, mientras lo abrazaba fuerte.
Nolan no tuvo más remedio que devolverle el abrazo. Así era ella… un minuto podía estarle gritando y al siguiente pretendía que nada había pasado. Un momento estaba sonriendo y al siguiente llorando. Embarazarla había sido lejos lo más estúpido que ambos habían hecho. Un hijo no estaba dentro de sus planes, pero nadie realmente les había enseñado la forma en que los niños se hacían… por lo general, el sexo era para divertirse. Nunca pensaron que eso pasaría. Cuando Scarlett se dio cuenta lo atacó con los puños. Ya no tenía su cosmo, pero seguía siendo fuerte. Había tomado un cuchillo y había jurado matarlo por lo que le había hecho. Pero no lo había conseguido.
Por días desapareció y a Nolan no le quedó más remedio que seguir su rastro. La encontró en medio de Macedonia trabajando como lavandera para la casa de un comerciante rico. La había tomado entre sus brazos, la había apretado contra él y aunque se resistió, la mantuvo así mirándola a los ojos. Y fue entonces que un milagro ocurrió… Scarlett dejó de correr y lo abrazó de vuelta.
- Míranos… El rey y la reina del horizonte, obligados a dormir en esta pocilga. – Sonrió mientras se tomaba su abultado estómago.
- Scarlett…- La rodeó con sus brazos, la tomó por su espalda apretando lo que quedaba de sus caderas y la levanto para posarla sobre su vientre. - Comienzas a irritarme.
- Se me ocurren varias formas de hacerme callar... – Le respondió ella con una sonrisa mirándolo desde arriba mientras se comenzaba a desvestir.
- Y a mí se me ocurren varias formar de hacerte gemir…
Re: Fanfic de Sophia
CAPITULO 2
EDWARD
La paz que había dejado Athena en el mundo era un motivo para que sonriera viendo el ocaso.
No había abandonado el Santuario. Él seguía siendo un caballero de Athena y su lugar estaba en el templo de Sagitario hasta que llegara su muerte. Pero no había necesidad de portar su armadura. Ya no había guerras, ni amenazas. Los dioses dormían en el mundo y su máxima participación se basaba en entrenar a jóvenes y niñas que llegaban a buscar un refugio ahí. El mundo seguía su curso, la guerra entre los hombres no paraba… pero ya no estaba amenazada la humidad completa.
- Maestro Edward. ¿Qué sucede? – Le preguntó una voz suave desde su espalda.
Edward se dio vuelta sin darle más vueltas al asunto y vio a una de las niñas que había llegado a entrenar. Su cabello era rubio y largo, se tapaba el rostro con una máscara de plata y su atuendo era idéntico al de cualquier otro aprendiz de caballero.
– Perdón, no es mi lugar preguntarle esas cosas.
- Está bien. No me molesta que me hagas preguntas, me molestaría no poder respondértelas. – Dijo con una sonrisa amable. – Sólo pensaba en lo calmado que se ha vuelto el mundo… Es el regalo de Athena para todos nosotros.
- Me hubiese gustado servirla.
- Lo haces Karina.
Se imaginó por un segundo que habría dicho Sasha al ver la cantidad de niños felices que entrenaban en los alrededores del Santuario. De seguro habría querido compartir con ellos el día a día… pensarlo lo hizo sentir un poco de melancolía. << Se que los estás viendo, sea dónde sea que estés… >>
- Ya es tarde… deberías volver a tu hogar.
- Sí señor. Me retiro por hoy maestro.- Respondió con energía, haciendo una pronunciada reverencia.
- Mañana al amanecer, espero verte entrenar aquella técnica tuya…
- Le prometo que prontamente podré realizar el canto de la grulla.
- No necesitas prometerlo.
La chica saltó escalones abajo rápidamente. Se había vuelto fuerte, al igual que la mayoría de los jóvenes que estaban llegando al Santuario. Era una alegría para él poder entrenarlos y ver lo ansiosos que todos estaban por ser la próxima generación de caballeros y amazonas que lucharía bajo el estandarte de paz que Athena había dejado.
De pronto, Edward se sintió viejo… sonrió y se dio la vuelta. Su sorpresa no fue menor cuando atrás de él encontró apoyado en un pilar a un viejo amigo, o al menos él lo llamaba así.
- Siempre en las sombras, ¿Eh Manigoldo? –Dijo sin más.
- El sol y yo tenemos nuestras disputas y discrepancias. – Manigoldo estaba igual, aunque no tenía la misma luz en los ojos que antes, como si algo lo mantuviera aburrido de todo.
- Te hacía de vuelta en Jamir.
- Lo estaba, pero… - sonrió cerrando los ojos. - después de un año ya no queda nadie a quien follar.
- Nunca cambias…- Respondió Edward con su típica sonrisa formándose en el rostro. - Pensé que para esta altura ya estarías muerto.
No lo decía de mala fe, sino, que la forma en que vivía ese hombre no era saludable para nadie. Que tuviese la edad que tenía era todo un record.
- También yo. – Lo dijo con seriedad pero se notaba en él su típico sentido muy negro del humor. - ¿Dónde está el resto?
- Van y vienen. Esta nueva época de paz ha hecho que las cosas se vuelvan más… relajadas por estos lugares.
Era cierto. Desde la derrota de Hades todo el santuario se había vuelto el lugar más tranquilo para poder estar. Las guerras fuera de las fronteras de Grecia seguían andando, pero no con la intensidad de la guerra que se había vivido hacía ya tres años. De vez en cuando veía a alguno de sus compañeros pero su estancia duraba poco. Muchos decidieron bajar los puños y vivir, como Kardia, otros se habían retirado a entrenar hasta que el Santuario los llamase, como Cleo… y también estaban los que se habían quedado todo el tiempo en el Santuario, como Edward. Tambien había algunos de los cuales no se sabía nada y habían vuelto a sus antiguos hogares... era el caso de Kaia, de Raphael y de tantos otros que habían abandonado sus labores.
- Y yo que pensé que habría algo divertido que hacer.
- Hay muchos niños que entrenar…
- ¿Yo un maestro? ¡Ja! los tendría rascándome la espalda todo el día. – Respondió mientras de brazos cruzados se acercaba a Edward para mirar el horizonte. Se mantuvo un buen rato en silencio.
- ¿Qué harás ahora Manigoldo? – Le preguntó finalmente. No sabía si era el único a quien la falta de propósitos lo había vuelto un poco melancólico.
- No lo sé. Tal vez me una a Kardia y su estilo de vida.
- Kardia está en Rodorio.
- Lo sé, lo encontré ahí anoche… compartimos unas cervezas y unas putas.
Edward lo miró extrañado. Siempre le había parecido algo tan raro en Manigoldo que hablara de mujeres de esa forma. Tal vez ... por lo completamente distintos que eran el uno del otro, pues para Edward las damas debían ser siempre respetadas y protegidas, pagarles por su deshonra lo habría hecho sonrojar. Pero Manigoldo no era así. Le importaba tanto los demás como se preocupaba de si mismo. Nada.
- Está tan aburrido como yo. Pensé que me iba a atacar sólo para hacer alguna cosa… pero estaba tan ebrio que apenas si se pudo levantar.
Sabía todo respecto a Kardia. A veces lo veía entrar al templo de Escorpio, y dormía días y días y más días. Al menos eso pensaba que hacía ahí dentro por el aspecto que siempre traía cuando volvía de Rodorio. Cuando volvía a salir, se despedía con una o dos palabras por el camino y no se aparecía por varios días más. Muchas veces, cuando volvía Kardia, campesinos y lugareños se acercaban al santuario a cobrar las deudas que dejaba en el camino y era Edward quien terminaba pagándolas. Otras, mujeres se le acercaban cuando iba a comprar comida al pueblo preguntándole por Kardia, o quejándose sobre él. Pero Edward había perdido la voluntad de intentar cambiar a sus compañeros. Cuando hacían un mal intentaba solucionarlo de la mejor manera posible.
<< Todos los hombres tienen sus demonios que no los dejan dormir. Todo hombre debe cargar con el peso de un recuerdo que le quite el aliento. >>
Si lo que cargaba Kardia sobre los hombros era tan pesado como lo que Edward debía llevar, entonces, comprendía porque se había dedicado a ahogarse en Alcohol.
- Cleo se marchó a Jamir. – Dijo de pronto, pensando en su antiguo hogar… el lugar en dónde había vivido tanto tiempo con ella. - ¿No la viste?
- Sí… “conversé” con ella. – Respondió Manigoldo. - Pero es tan tonta que pareciera que sólo escucha la mitad de lo que le dices.
- Es un tanto distraída. – Se rió en voz baja, recordando lo boba que se había puesto Cleo el día en que se marchó a Jamir con los restos de las armaduras que había que reparar. – Se le encomendó reparar las armaduras destruidas en la guerra.
- Por lo que vi, no ha estado perdiendo el tiempo. - Hizo una pausa y Edward pensó que lo que iba a decir a continuación Manigoldo, era algo de lo que no estaba seguro decir. – Morirá pronto, se desangra día a día. El Maestro Kiki la ha tomado como su principal discípula pero ni si quiera él podría salvarla. Antes de venirme me pidió que te diera un mensaje de parte del maestro.
- Vaya…
Estaba realmente sorprendido. Nunca habría esperado que le llegara personalmente a él un mensaje de Jamir, y aún más extraño era que Manigoldo hubiese llevado el papel sin estragos.
Abrió la notay la leyó en voz baja para si mismo.
La leyó una, dos, tres, cuatro y cinco veces. Pero las palabras gravadas en el papel no tenían sentido alguno.
La sonrisa en su rostro desapareció.
EDWARD
La paz que había dejado Athena en el mundo era un motivo para que sonriera viendo el ocaso.
No había abandonado el Santuario. Él seguía siendo un caballero de Athena y su lugar estaba en el templo de Sagitario hasta que llegara su muerte. Pero no había necesidad de portar su armadura. Ya no había guerras, ni amenazas. Los dioses dormían en el mundo y su máxima participación se basaba en entrenar a jóvenes y niñas que llegaban a buscar un refugio ahí. El mundo seguía su curso, la guerra entre los hombres no paraba… pero ya no estaba amenazada la humidad completa.
- Maestro Edward. ¿Qué sucede? – Le preguntó una voz suave desde su espalda.
Edward se dio vuelta sin darle más vueltas al asunto y vio a una de las niñas que había llegado a entrenar. Su cabello era rubio y largo, se tapaba el rostro con una máscara de plata y su atuendo era idéntico al de cualquier otro aprendiz de caballero.
– Perdón, no es mi lugar preguntarle esas cosas.
- Está bien. No me molesta que me hagas preguntas, me molestaría no poder respondértelas. – Dijo con una sonrisa amable. – Sólo pensaba en lo calmado que se ha vuelto el mundo… Es el regalo de Athena para todos nosotros.
- Me hubiese gustado servirla.
- Lo haces Karina.
Se imaginó por un segundo que habría dicho Sasha al ver la cantidad de niños felices que entrenaban en los alrededores del Santuario. De seguro habría querido compartir con ellos el día a día… pensarlo lo hizo sentir un poco de melancolía. << Se que los estás viendo, sea dónde sea que estés… >>
- Ya es tarde… deberías volver a tu hogar.
- Sí señor. Me retiro por hoy maestro.- Respondió con energía, haciendo una pronunciada reverencia.
- Mañana al amanecer, espero verte entrenar aquella técnica tuya…
- Le prometo que prontamente podré realizar el canto de la grulla.
- No necesitas prometerlo.
La chica saltó escalones abajo rápidamente. Se había vuelto fuerte, al igual que la mayoría de los jóvenes que estaban llegando al Santuario. Era una alegría para él poder entrenarlos y ver lo ansiosos que todos estaban por ser la próxima generación de caballeros y amazonas que lucharía bajo el estandarte de paz que Athena había dejado.
De pronto, Edward se sintió viejo… sonrió y se dio la vuelta. Su sorpresa no fue menor cuando atrás de él encontró apoyado en un pilar a un viejo amigo, o al menos él lo llamaba así.
- Siempre en las sombras, ¿Eh Manigoldo? –Dijo sin más.
- El sol y yo tenemos nuestras disputas y discrepancias. – Manigoldo estaba igual, aunque no tenía la misma luz en los ojos que antes, como si algo lo mantuviera aburrido de todo.
- Te hacía de vuelta en Jamir.
- Lo estaba, pero… - sonrió cerrando los ojos. - después de un año ya no queda nadie a quien follar.
- Nunca cambias…- Respondió Edward con su típica sonrisa formándose en el rostro. - Pensé que para esta altura ya estarías muerto.
No lo decía de mala fe, sino, que la forma en que vivía ese hombre no era saludable para nadie. Que tuviese la edad que tenía era todo un record.
- También yo. – Lo dijo con seriedad pero se notaba en él su típico sentido muy negro del humor. - ¿Dónde está el resto?
- Van y vienen. Esta nueva época de paz ha hecho que las cosas se vuelvan más… relajadas por estos lugares.
Era cierto. Desde la derrota de Hades todo el santuario se había vuelto el lugar más tranquilo para poder estar. Las guerras fuera de las fronteras de Grecia seguían andando, pero no con la intensidad de la guerra que se había vivido hacía ya tres años. De vez en cuando veía a alguno de sus compañeros pero su estancia duraba poco. Muchos decidieron bajar los puños y vivir, como Kardia, otros se habían retirado a entrenar hasta que el Santuario los llamase, como Cleo… y también estaban los que se habían quedado todo el tiempo en el Santuario, como Edward. Tambien había algunos de los cuales no se sabía nada y habían vuelto a sus antiguos hogares... era el caso de Kaia, de Raphael y de tantos otros que habían abandonado sus labores.
- Y yo que pensé que habría algo divertido que hacer.
- Hay muchos niños que entrenar…
- ¿Yo un maestro? ¡Ja! los tendría rascándome la espalda todo el día. – Respondió mientras de brazos cruzados se acercaba a Edward para mirar el horizonte. Se mantuvo un buen rato en silencio.
- ¿Qué harás ahora Manigoldo? – Le preguntó finalmente. No sabía si era el único a quien la falta de propósitos lo había vuelto un poco melancólico.
- No lo sé. Tal vez me una a Kardia y su estilo de vida.
- Kardia está en Rodorio.
- Lo sé, lo encontré ahí anoche… compartimos unas cervezas y unas putas.
Edward lo miró extrañado. Siempre le había parecido algo tan raro en Manigoldo que hablara de mujeres de esa forma. Tal vez ... por lo completamente distintos que eran el uno del otro, pues para Edward las damas debían ser siempre respetadas y protegidas, pagarles por su deshonra lo habría hecho sonrojar. Pero Manigoldo no era así. Le importaba tanto los demás como se preocupaba de si mismo. Nada.
- Está tan aburrido como yo. Pensé que me iba a atacar sólo para hacer alguna cosa… pero estaba tan ebrio que apenas si se pudo levantar.
Sabía todo respecto a Kardia. A veces lo veía entrar al templo de Escorpio, y dormía días y días y más días. Al menos eso pensaba que hacía ahí dentro por el aspecto que siempre traía cuando volvía de Rodorio. Cuando volvía a salir, se despedía con una o dos palabras por el camino y no se aparecía por varios días más. Muchas veces, cuando volvía Kardia, campesinos y lugareños se acercaban al santuario a cobrar las deudas que dejaba en el camino y era Edward quien terminaba pagándolas. Otras, mujeres se le acercaban cuando iba a comprar comida al pueblo preguntándole por Kardia, o quejándose sobre él. Pero Edward había perdido la voluntad de intentar cambiar a sus compañeros. Cuando hacían un mal intentaba solucionarlo de la mejor manera posible.
<< Todos los hombres tienen sus demonios que no los dejan dormir. Todo hombre debe cargar con el peso de un recuerdo que le quite el aliento. >>
Si lo que cargaba Kardia sobre los hombros era tan pesado como lo que Edward debía llevar, entonces, comprendía porque se había dedicado a ahogarse en Alcohol.
- Cleo se marchó a Jamir. – Dijo de pronto, pensando en su antiguo hogar… el lugar en dónde había vivido tanto tiempo con ella. - ¿No la viste?
- Sí… “conversé” con ella. – Respondió Manigoldo. - Pero es tan tonta que pareciera que sólo escucha la mitad de lo que le dices.
- Es un tanto distraída. – Se rió en voz baja, recordando lo boba que se había puesto Cleo el día en que se marchó a Jamir con los restos de las armaduras que había que reparar. – Se le encomendó reparar las armaduras destruidas en la guerra.
- Por lo que vi, no ha estado perdiendo el tiempo. - Hizo una pausa y Edward pensó que lo que iba a decir a continuación Manigoldo, era algo de lo que no estaba seguro decir. – Morirá pronto, se desangra día a día. El Maestro Kiki la ha tomado como su principal discípula pero ni si quiera él podría salvarla. Antes de venirme me pidió que te diera un mensaje de parte del maestro.
- Vaya…
Estaba realmente sorprendido. Nunca habría esperado que le llegara personalmente a él un mensaje de Jamir, y aún más extraño era que Manigoldo hubiese llevado el papel sin estragos.
Abrió la notay la leyó en voz baja para si mismo.
La leyó una, dos, tres, cuatro y cinco veces. Pero las palabras gravadas en el papel no tenían sentido alguno.
La sonrisa en su rostro desapareció.
Re: Fanfic de Sophia
CAPITULO 3
NOLAN
- No sé porque una criatura de cuerpo tan débil quedó embarazada. – Dijo la anciana con sangre hasta los codos, estaba sudando, se veía cansada mientras dejaba atrás el lugar en donde Scarlett yacía. - Morirá.
- Cierra la boca vieja atolondrada. – Estaba irritado. No había visto aún a Scarlett y todo lo que había escuchado habían sido gritos que jamás pensó escuchar de ella.
La noche había caído hacía ya un rato sobre ellos, y… lamentablemente, el niño no venía. Scarlett había visto el amanecer cubierta en sudor y dolor… y el niño no venía. Había vuelto a caer la noche, y sólo entonces, en medio de gritos desesperados, se escuchó el llanto dentro de aquella choza de tela en medio del desierto, lugar en el cual había nacido el bebe de ambos.
Pero lo que decía la anciana al salir no hacía sentido alguno. Scarlett no era el tipo de persona que moría con tanta facilidad.
- Lo que digo es cierto, joven señor. Esa niña jamás debió quedar en cinta.
La vieja se limpió las manos en un pocillo con agua, mientras se escuchaba el sonido jadeante de su respiración y las brazas bajo las llamas crujiendo.
- ¿Y mi hijo, cómo esta? Quiero verlo.
Se puso de pie, quería entrar a la tienda a ver a Scarlett pero la mujer lo había expulsado cuando llegó con ella en brazos. Le había dicho que dar a luz era algo que los hombres no podían presenciar pues traía mala suerte. No la había visto por dos días y una noche, necesitaba convencerse de que lo que decía la vieja era una mentira. Le urgía poder tener esa seguridad.
- Es cosa de tiempo para que muera. – Lo dijo como si le estuviese diciendo que el día había sido soleado. - Sin su madre, esa criatura no tiene ninguna posibilidad de vivir.
- Ella no morirá. – La miró directamente a los ojos. Pensó, que si lo decía lo suficientemente convencido… tal vez… no tendría que ver a Scarlett morir. – Vieja de mierda, si vuelves a decir eso te voy a cortar la lengua y dársela de alimento a mi hijo.
- Sus caderas eran demasiado estrechas para dar a luz mi buen señor, el bebe le ha desgarrado las entrañas mientras intentaba salir. – Esta vez tuvo un poco más de delicadeza al hablar, pero aún así, las palabras que salían de ella hicieron que el corazón de Nolan se saltara un latido. << Siempre lo supe. No sé porque me sorprende escucharlo. Siempre lo supe. >> - Y el infante…
- Silencio. Es demasiado obstinada para morir. Y su nuestro hijo será fuerte… porque es nuestro y porque es suyo. Ningún hijo de ambos nacería sólo para morir.
- Haré todo lo posible por mantener al bebe con vida, se puede pagar una nodriza para que lo amamante. – Se secó las manos con su propio ropaje. Sin duda el comentario de su lengua la había vuelto más cooperadora y educada, con un mínimo de tacto al menos. -… pero la señorita Scarlett…
- Si ella muere lo pagarás caro, bruja. –Nolan apretó el puño mostrando sus ojos amenazantes que brillaban entre las hebras de cabello color miel.
- Está más allá de mis facultades mi señor… no hay forma que ella pase de esta noche. – La señora se agachó asustada, y de pronto… sacó algo entre sus diente. – Aunque… le puedo hacer el regalo de la misericordia y darle la hierba del sueño eterno para que no siga sufriendo.
Nolan estuvo a punto de matarla al escucharlo. Y al mismo tiempo, no se movió.
- Ella ha sobrevivido a tantas luchas, ha ganado tantas batallas…
- La verdadera batalla de una mujer llega al momento de parir sus hijos. – Lo interrumpió la mujer con la sabiduría de cien años.
Nolan la miró y de pronto, no supo porque una de sus rodillas estaba en el suelo mientras le tomaba la mano a la abuela apretándola. Las palabras que había pronunciado con tanta convicción y orgullo parecían haberse vuelto cenizas y su garganta se había vuelto demasiado seca. Un nudo en su estómago era lo único que podía sentir.
- Sálvala… Eres una curandera… entonces cúrala. Te daré lo que quieras.
- Creo que sería prudente que… se despida de ella. – La mujer puso una de sus manos sobre la cabeza de Nolan. - No creo que pase la noche.
Nolan se puso de pie, y entendió, que dijera lo que dijera, era inútil. No quería verla morir… se había hecho la idea de formar un hogar con ella, criar a sus hijos juntos, ver el mundo… y ahora, tendría que verla partir al infierno sin él.
<< Tu no te mereces el infierno. Te mereces un lugar lleno de flores en donde alumbre el sol… >>
Entró a la tienda, miró al centro de ella en donde una fogata se levantaba, y en el suelo, a unos 2 metros del fuego, estaba Scarlett acostada con el bebe entre sus brazos. Notó de inmediato que desde su cintura hacia abajo, las sabanas estaban completamente cubiertas de sangre. Se le apretó el estómago al notar lo pálida que estaba, la forma en que su cabello estaba completamente apegado en sudor contra su cara, las grandes ojeras bajo sus ojos y la forma en que sus labios se estaban poniendo morados.
- Levántate. – Le ordenó mientras se acercaba. Scarlett apenas si abrió los ojos y le sonrió, mostrándole a su hijo. – No me vengas con estupideces ahora mocosa estúpida, ponte de pie.
- Fue una niña… fue una niña hermosa… es mí… es nuestra… - Su rostro estaba tan pálido, sus labios estaban volviéndose azules, se notaba que no había más sangre que derramar en su cuerpo.
- ¿Por qué te rindes ahora? Tu vida debería estar comenzando. Le debes a esa niña vivir y estar con ella… ¡Querías ser una buena madre! ¡Entonces ponte de pie y vive! ¡Te ordeno que vivas Scarlett!
No se estaba quebrando. Estaba furioso con ella. En ningún momento su voz denotaba tristeza ni angustia. No deshonraría a Scarlett de esa forma, sino que le estaba ordenando que viviera, le mandaba ponerse de pie y luchar, como siempre lo había hecho.
- Ya no duele, Nolan. - Dijo ella cerrando los ojos mientras pesadas lágrimas caían por sus mejillas. Suspiró, como si ya hubiese hecho las paces consigo misma. Nolan jamás se olvidaría de la forma en la persona más obstinada de mundo se rendía ante la certeza de la muerte. – Estoy cansada…
- Mocosa estúpida… - Un nudo en su garganta se formó al verla llorar. Jamás pensó que la vería llorar. Era algo para lo cual no habría estado preparado en toda una vida. - … no vayas a un lugar donde no puedo seguirte…
- Aléjala… aléjala de la vida que nosotros tuvimos. Quier… quiero… quiero que sea feliz. Prométemelo…prométemelo…Quiero que encuentre a alguien… como yo te encontré a ti.
Se percató que Scarlett abría nuevamente los ojos y los posaba en la cabecita llena de viseras y sangre de la hija de ambos. Para luego mirarlo a él con frialdad, dureza, con una determinación digna de la Scarlett que él conocía y había llegado a amar.
- ¿Te estás muriendo Scarlett? – Le preguntó sintiendo que el nudo se agrandaba cada vez más, pero sin dejar que su voz se quebrara.
- Sí. – Respondió ella mientras con sus últimas fuerzas se sentaba en el suelo y depositaba al bebe en una canastita junto a ella. Comenzó a temblar frenéticamente luego de hacerlo.
- Te buscaré en la próxima vida. – Nolan desenvainó la espada que llevaba amarrada a su cinturón. Era lo único que aún conservaba de sus días como espectro, aquella espada con el ojo de un dragón en el mango.
- Sé que lo harás. – Respondió ella, extendiendo su mano para tomar el filo de la espada y guiarlo justo entre sus pechos, sobre su corazón. – Hazlo.
Al amanecer quemó a Scarlett en una gran pira. Tiró los ojos de la vieja que no pudo salvarla al fuego, junto con cada uno de sus dientes y la lengua. Era el castigo que le había prometido por no cumplir con su labor correctamente.
No derramó lágrimas, ni se quejó de su suerte. Antes de esos tiempos de paz habían sido guerreros, había una promesa implícitamente realizada que consistía en que, si uno estaba frente a la muerte, el otro lo ayudaría a llegar a ella. Había atravesado el pecho de Scarlett sin ningun remordimiento. Sabía, que ella habría hecho lo mismo por él.
Con la niña en sus brazos, observó como la mujer que siempre había amado se volvía cenizas.
Lo único que quedó de ella fue un matorral de rosas rojas y la pequeña. La miró durmiendo en sus brazos, tan calmada, tan débil, sin saber que por su culpa estaba quemando a Scarlett. Fue inevitable sentir que la odiaba.
- Eres lo único que me queda de ella ahora. – Dijo sin mostrar afecto alguno hacia su hija. - No quiero acordarme de tu estúpida tía cada vez que te vea. Tu nombre es Scarlett. Como el de tu madre, y me aseguraré de que lo honres.
NOLAN
- No sé porque una criatura de cuerpo tan débil quedó embarazada. – Dijo la anciana con sangre hasta los codos, estaba sudando, se veía cansada mientras dejaba atrás el lugar en donde Scarlett yacía. - Morirá.
- Cierra la boca vieja atolondrada. – Estaba irritado. No había visto aún a Scarlett y todo lo que había escuchado habían sido gritos que jamás pensó escuchar de ella.
La noche había caído hacía ya un rato sobre ellos, y… lamentablemente, el niño no venía. Scarlett había visto el amanecer cubierta en sudor y dolor… y el niño no venía. Había vuelto a caer la noche, y sólo entonces, en medio de gritos desesperados, se escuchó el llanto dentro de aquella choza de tela en medio del desierto, lugar en el cual había nacido el bebe de ambos.
Pero lo que decía la anciana al salir no hacía sentido alguno. Scarlett no era el tipo de persona que moría con tanta facilidad.
- Lo que digo es cierto, joven señor. Esa niña jamás debió quedar en cinta.
La vieja se limpió las manos en un pocillo con agua, mientras se escuchaba el sonido jadeante de su respiración y las brazas bajo las llamas crujiendo.
- ¿Y mi hijo, cómo esta? Quiero verlo.
Se puso de pie, quería entrar a la tienda a ver a Scarlett pero la mujer lo había expulsado cuando llegó con ella en brazos. Le había dicho que dar a luz era algo que los hombres no podían presenciar pues traía mala suerte. No la había visto por dos días y una noche, necesitaba convencerse de que lo que decía la vieja era una mentira. Le urgía poder tener esa seguridad.
- Es cosa de tiempo para que muera. – Lo dijo como si le estuviese diciendo que el día había sido soleado. - Sin su madre, esa criatura no tiene ninguna posibilidad de vivir.
- Ella no morirá. – La miró directamente a los ojos. Pensó, que si lo decía lo suficientemente convencido… tal vez… no tendría que ver a Scarlett morir. – Vieja de mierda, si vuelves a decir eso te voy a cortar la lengua y dársela de alimento a mi hijo.
- Sus caderas eran demasiado estrechas para dar a luz mi buen señor, el bebe le ha desgarrado las entrañas mientras intentaba salir. – Esta vez tuvo un poco más de delicadeza al hablar, pero aún así, las palabras que salían de ella hicieron que el corazón de Nolan se saltara un latido. << Siempre lo supe. No sé porque me sorprende escucharlo. Siempre lo supe. >> - Y el infante…
- Silencio. Es demasiado obstinada para morir. Y su nuestro hijo será fuerte… porque es nuestro y porque es suyo. Ningún hijo de ambos nacería sólo para morir.
- Haré todo lo posible por mantener al bebe con vida, se puede pagar una nodriza para que lo amamante. – Se secó las manos con su propio ropaje. Sin duda el comentario de su lengua la había vuelto más cooperadora y educada, con un mínimo de tacto al menos. -… pero la señorita Scarlett…
- Si ella muere lo pagarás caro, bruja. –Nolan apretó el puño mostrando sus ojos amenazantes que brillaban entre las hebras de cabello color miel.
- Está más allá de mis facultades mi señor… no hay forma que ella pase de esta noche. – La señora se agachó asustada, y de pronto… sacó algo entre sus diente. – Aunque… le puedo hacer el regalo de la misericordia y darle la hierba del sueño eterno para que no siga sufriendo.
Nolan estuvo a punto de matarla al escucharlo. Y al mismo tiempo, no se movió.
- Ella ha sobrevivido a tantas luchas, ha ganado tantas batallas…
- La verdadera batalla de una mujer llega al momento de parir sus hijos. – Lo interrumpió la mujer con la sabiduría de cien años.
Nolan la miró y de pronto, no supo porque una de sus rodillas estaba en el suelo mientras le tomaba la mano a la abuela apretándola. Las palabras que había pronunciado con tanta convicción y orgullo parecían haberse vuelto cenizas y su garganta se había vuelto demasiado seca. Un nudo en su estómago era lo único que podía sentir.
- Sálvala… Eres una curandera… entonces cúrala. Te daré lo que quieras.
- Creo que sería prudente que… se despida de ella. – La mujer puso una de sus manos sobre la cabeza de Nolan. - No creo que pase la noche.
Nolan se puso de pie, y entendió, que dijera lo que dijera, era inútil. No quería verla morir… se había hecho la idea de formar un hogar con ella, criar a sus hijos juntos, ver el mundo… y ahora, tendría que verla partir al infierno sin él.
<< Tu no te mereces el infierno. Te mereces un lugar lleno de flores en donde alumbre el sol… >>
Entró a la tienda, miró al centro de ella en donde una fogata se levantaba, y en el suelo, a unos 2 metros del fuego, estaba Scarlett acostada con el bebe entre sus brazos. Notó de inmediato que desde su cintura hacia abajo, las sabanas estaban completamente cubiertas de sangre. Se le apretó el estómago al notar lo pálida que estaba, la forma en que su cabello estaba completamente apegado en sudor contra su cara, las grandes ojeras bajo sus ojos y la forma en que sus labios se estaban poniendo morados.
- Levántate. – Le ordenó mientras se acercaba. Scarlett apenas si abrió los ojos y le sonrió, mostrándole a su hijo. – No me vengas con estupideces ahora mocosa estúpida, ponte de pie.
- Fue una niña… fue una niña hermosa… es mí… es nuestra… - Su rostro estaba tan pálido, sus labios estaban volviéndose azules, se notaba que no había más sangre que derramar en su cuerpo.
- ¿Por qué te rindes ahora? Tu vida debería estar comenzando. Le debes a esa niña vivir y estar con ella… ¡Querías ser una buena madre! ¡Entonces ponte de pie y vive! ¡Te ordeno que vivas Scarlett!
No se estaba quebrando. Estaba furioso con ella. En ningún momento su voz denotaba tristeza ni angustia. No deshonraría a Scarlett de esa forma, sino que le estaba ordenando que viviera, le mandaba ponerse de pie y luchar, como siempre lo había hecho.
- Ya no duele, Nolan. - Dijo ella cerrando los ojos mientras pesadas lágrimas caían por sus mejillas. Suspiró, como si ya hubiese hecho las paces consigo misma. Nolan jamás se olvidaría de la forma en la persona más obstinada de mundo se rendía ante la certeza de la muerte. – Estoy cansada…
- Mocosa estúpida… - Un nudo en su garganta se formó al verla llorar. Jamás pensó que la vería llorar. Era algo para lo cual no habría estado preparado en toda una vida. - … no vayas a un lugar donde no puedo seguirte…
- Aléjala… aléjala de la vida que nosotros tuvimos. Quier… quiero… quiero que sea feliz. Prométemelo…prométemelo…Quiero que encuentre a alguien… como yo te encontré a ti.
Se percató que Scarlett abría nuevamente los ojos y los posaba en la cabecita llena de viseras y sangre de la hija de ambos. Para luego mirarlo a él con frialdad, dureza, con una determinación digna de la Scarlett que él conocía y había llegado a amar.
- ¿Te estás muriendo Scarlett? – Le preguntó sintiendo que el nudo se agrandaba cada vez más, pero sin dejar que su voz se quebrara.
- Sí. – Respondió ella mientras con sus últimas fuerzas se sentaba en el suelo y depositaba al bebe en una canastita junto a ella. Comenzó a temblar frenéticamente luego de hacerlo.
- Te buscaré en la próxima vida. – Nolan desenvainó la espada que llevaba amarrada a su cinturón. Era lo único que aún conservaba de sus días como espectro, aquella espada con el ojo de un dragón en el mango.
- Sé que lo harás. – Respondió ella, extendiendo su mano para tomar el filo de la espada y guiarlo justo entre sus pechos, sobre su corazón. – Hazlo.
Al amanecer quemó a Scarlett en una gran pira. Tiró los ojos de la vieja que no pudo salvarla al fuego, junto con cada uno de sus dientes y la lengua. Era el castigo que le había prometido por no cumplir con su labor correctamente.
No derramó lágrimas, ni se quejó de su suerte. Antes de esos tiempos de paz habían sido guerreros, había una promesa implícitamente realizada que consistía en que, si uno estaba frente a la muerte, el otro lo ayudaría a llegar a ella. Había atravesado el pecho de Scarlett sin ningun remordimiento. Sabía, que ella habría hecho lo mismo por él.
Con la niña en sus brazos, observó como la mujer que siempre había amado se volvía cenizas.
Lo único que quedó de ella fue un matorral de rosas rojas y la pequeña. La miró durmiendo en sus brazos, tan calmada, tan débil, sin saber que por su culpa estaba quemando a Scarlett. Fue inevitable sentir que la odiaba.
- Eres lo único que me queda de ella ahora. – Dijo sin mostrar afecto alguno hacia su hija. - No quiero acordarme de tu estúpida tía cada vez que te vea. Tu nombre es Scarlett. Como el de tu madre, y me aseguraré de que lo honres.
Última edición por Sasha el Lun Oct 03, 2011 1:58 am, editado 1 vez
Re: Fanfic de Sophia
CAPITULO 4
FIORE
El mundo se había vuelto extraño después de que todo terminó. La paz había vuelto a ella, pero también la soledad y los recuerdos de dos hombres que aun la atormentaban, uno vivo, uno muerto. Al menos cuando había sido parte del ejercito de Hades había estado rodeada de seres como ella, aquellos atormentados que sólo buscaban el deleite de la muerte. Ahora, estaba casi sola nuevamente. Sí, tenía compañía, pero no era precisamente lo que a ella le habría gustado.
La vida era tranquila, no había mayor preocupación que responder la pregunta “¿podré alimentarme mañana?”. Compartía su habitación con 3 chicas más, parte de los sirvientes de la casona. Solían dormir juntas para conservar el calor, y de noche, mientras sentía las manos de una de las chicas acercarse a ella buscando su piel tibia, siempre era el rostro de Scarlett el que aparecía en la oscuridad.
- ¿De nuevo soñaste con ella? – Preguntó alguien acostada a su lado.
- No es asunto tuyo. – Respondió con frialdad mientras sentada sobre el colchón de paja miraba por la ventanita que daba al mar.
- Se que sí… dijiste…”Scar…” – Insistió la otra mujer mientras se rascaba los ojos.
- ¿Qué? – Preguntó Fiore mirándola sorprendida.
- Dijiste…”Scar…Scar…Scar!!!” – Reclamó la jovencita mucho menor que ella. – Por mucho que la llames no significa que va a volver a vivir. Deberias olvidarte de los muertos Fiore… Anda, levántate… el señor dijo que hoy quería comida en el segundo andar. ¡Muévete!
Había dicho que su melancolía se debía a los muertos que había tenido que enterrar. Cuando le preguntaron respondió que había tenido una hermana llamada Scarlett pero que había muerto hacía mucho tiempo ya. Era en parte verdad… pues para Fiore, Scarlett estaba muerta.
La vida se había vuelto tediosa para ella. Desde que su cosmoenergía había sido sellada, se había quedado en Grecia, no tan lejos de Esparta. Ahí, de vez en cuando le enseñaba al hijo de su señor como combatir con la guadaña. No era bien visto que una mujer pudiera luchar tan bien, por ello, poco a poco dejó de hacerlo y en vez de eso se dedicaba a trabajar la cocina junto con más chicas. A cambio, tenía una cama, un techo, comida y ropa. Era más de lo que podía esperar.
Cuando la torre cayó, vio como Scarlett se alejaba con Nolan a su lado, y entendió de inmediato, que no podía seguirla. Que nuevamente, la había dejado atrás. La odió en secreto por ello por mucho tiempo, cada día, cada momento, cada vez que estaba cocinando y picaba las papas… pensaba como le habría gustado atravesar ese cuchillo por la garganta de Scarlett. Cada vez que pasaba frente a un espejo, lo único que podía ver eran sus propios miedos.
Hacía algunos días, no dejaba de ver a Scarlett muerta. No… era peor que eso. Ella era Scarlett, y estaba en medio de un lugar con olor a flores secas mirando al cielo, cuando de pronto, unos labios la besaban… mientras ella dejaba de respirar… para luego sentir como algo frío y solitario atravesaba su pecho hasta que finalmente moría. Siempre despertaba cuando sentía que ya no había más aire en sus pulmones. No luchaba por vivir, sólo se aferraba a las manos que apretaban el puño de la espada hasta que todo se volvía negro.
Por lo general se distraía en el día pensando en Ranault… o en Edward. A veces no sabía quién era quien en sus sueños despierta pues ambos se veían de la misma forma. O tal vez… fueran ambos. O ninguno. Cada vez que la mandaban a comprar al mercado, caminaba con la ilusión de ver a alguno de ellos de verdad, pero era inútil. Todos los rostros eran desconocidos, ninguno de ellos era alguien a quien podía reconocer. Una vez, mientras caminaba de vuelta al hogar en donde trabajaba ahora, vio que por la ruta caminaba una chica delgada y con el cabello corto y negro, su corazón se detuvo pensando que Scarlett la había ido a buscar, pero cuando se acercó a ella, sólo vio a una desconocida.
Un vez más, la habían dejado atrás. Pero al menos estaba viva. Tenía nuevamente su corazón de vuelta.
- Eres la doncella más hermosa que he visto en mi vida… Fiore. – Sintió que atrás de ella había alguien. Se dio la vuelta y vio a Nicolaisk, el hijo del dueño del lugar. Su mirada vacía se quedó fija en los ojos del joven, esperando que terminara de hablar. - ¿Cuándo terminarás mi tormento? ¿Cuándo te unirás a mí y me darás hijos tan fuertes como tú?
- ¿Por qué desearías eso de mí? Hay quienes dicen que tengo el corazón débil… - Pensó en Scarlett. A penas el hombre habló de que fuera suya, pensó que no podría serlo jamás.
- ¡Idiotas sin cabezas! ¡Mentecatos sin sentido común! No hay dama más bella que tú en 1000 leguas a la redonda mi hermosa flor… ¡Te haré la reina de esta casa y de mi corazón! … Di que serás mía.
- No puedo ser tuya. – Respondió Fiore, llevando sus manos nuevamente a la masa para seguir mezclándola.
- ¿Por qué me rechazas constantemente? ¿No te hartas de verme suplicar por ti? - Le preguntó el hombre abrazándola por atrás.
- Suéltame. – Ordenó Fiore sintiendo que comenzaba a enojarse. Sentía repulsión por el tacto de cualquiera…
- Si cierras los ojos, en la oscuridad… puedo ser quien tú desees que sea.
Se quedó inmóvil ante dicho pensamiento. Si cerraba los ojos, si dejaba que le besara el cuello… tal vez… sólo tal vez… pudiera sentir nuevamente a quien deseaba cerca. Permaneció inmóvil mientras los labios de ese hombre se posaban en su nuca, apretando su cuerpo contra el de ella y sujetando sus senos con fuerza. Dejó que lo hiciera, mientras que cerraba los ojos e imaginaba que no era él.
Fue justo en ese momento que una daga atravesó el estomago de Nicolaisk y Fiore sintió como su sangre caliente manchaba sus manos.
<< En la oscuridad… fuiste Scarlett. >>
FIORE
El mundo se había vuelto extraño después de que todo terminó. La paz había vuelto a ella, pero también la soledad y los recuerdos de dos hombres que aun la atormentaban, uno vivo, uno muerto. Al menos cuando había sido parte del ejercito de Hades había estado rodeada de seres como ella, aquellos atormentados que sólo buscaban el deleite de la muerte. Ahora, estaba casi sola nuevamente. Sí, tenía compañía, pero no era precisamente lo que a ella le habría gustado.
La vida era tranquila, no había mayor preocupación que responder la pregunta “¿podré alimentarme mañana?”. Compartía su habitación con 3 chicas más, parte de los sirvientes de la casona. Solían dormir juntas para conservar el calor, y de noche, mientras sentía las manos de una de las chicas acercarse a ella buscando su piel tibia, siempre era el rostro de Scarlett el que aparecía en la oscuridad.
- ¿De nuevo soñaste con ella? – Preguntó alguien acostada a su lado.
- No es asunto tuyo. – Respondió con frialdad mientras sentada sobre el colchón de paja miraba por la ventanita que daba al mar.
- Se que sí… dijiste…”Scar…” – Insistió la otra mujer mientras se rascaba los ojos.
- ¿Qué? – Preguntó Fiore mirándola sorprendida.
- Dijiste…”Scar…Scar…Scar!!!” – Reclamó la jovencita mucho menor que ella. – Por mucho que la llames no significa que va a volver a vivir. Deberias olvidarte de los muertos Fiore… Anda, levántate… el señor dijo que hoy quería comida en el segundo andar. ¡Muévete!
Había dicho que su melancolía se debía a los muertos que había tenido que enterrar. Cuando le preguntaron respondió que había tenido una hermana llamada Scarlett pero que había muerto hacía mucho tiempo ya. Era en parte verdad… pues para Fiore, Scarlett estaba muerta.
La vida se había vuelto tediosa para ella. Desde que su cosmoenergía había sido sellada, se había quedado en Grecia, no tan lejos de Esparta. Ahí, de vez en cuando le enseñaba al hijo de su señor como combatir con la guadaña. No era bien visto que una mujer pudiera luchar tan bien, por ello, poco a poco dejó de hacerlo y en vez de eso se dedicaba a trabajar la cocina junto con más chicas. A cambio, tenía una cama, un techo, comida y ropa. Era más de lo que podía esperar.
Cuando la torre cayó, vio como Scarlett se alejaba con Nolan a su lado, y entendió de inmediato, que no podía seguirla. Que nuevamente, la había dejado atrás. La odió en secreto por ello por mucho tiempo, cada día, cada momento, cada vez que estaba cocinando y picaba las papas… pensaba como le habría gustado atravesar ese cuchillo por la garganta de Scarlett. Cada vez que pasaba frente a un espejo, lo único que podía ver eran sus propios miedos.
Hacía algunos días, no dejaba de ver a Scarlett muerta. No… era peor que eso. Ella era Scarlett, y estaba en medio de un lugar con olor a flores secas mirando al cielo, cuando de pronto, unos labios la besaban… mientras ella dejaba de respirar… para luego sentir como algo frío y solitario atravesaba su pecho hasta que finalmente moría. Siempre despertaba cuando sentía que ya no había más aire en sus pulmones. No luchaba por vivir, sólo se aferraba a las manos que apretaban el puño de la espada hasta que todo se volvía negro.
Por lo general se distraía en el día pensando en Ranault… o en Edward. A veces no sabía quién era quien en sus sueños despierta pues ambos se veían de la misma forma. O tal vez… fueran ambos. O ninguno. Cada vez que la mandaban a comprar al mercado, caminaba con la ilusión de ver a alguno de ellos de verdad, pero era inútil. Todos los rostros eran desconocidos, ninguno de ellos era alguien a quien podía reconocer. Una vez, mientras caminaba de vuelta al hogar en donde trabajaba ahora, vio que por la ruta caminaba una chica delgada y con el cabello corto y negro, su corazón se detuvo pensando que Scarlett la había ido a buscar, pero cuando se acercó a ella, sólo vio a una desconocida.
Un vez más, la habían dejado atrás. Pero al menos estaba viva. Tenía nuevamente su corazón de vuelta.
- Eres la doncella más hermosa que he visto en mi vida… Fiore. – Sintió que atrás de ella había alguien. Se dio la vuelta y vio a Nicolaisk, el hijo del dueño del lugar. Su mirada vacía se quedó fija en los ojos del joven, esperando que terminara de hablar. - ¿Cuándo terminarás mi tormento? ¿Cuándo te unirás a mí y me darás hijos tan fuertes como tú?
- ¿Por qué desearías eso de mí? Hay quienes dicen que tengo el corazón débil… - Pensó en Scarlett. A penas el hombre habló de que fuera suya, pensó que no podría serlo jamás.
- ¡Idiotas sin cabezas! ¡Mentecatos sin sentido común! No hay dama más bella que tú en 1000 leguas a la redonda mi hermosa flor… ¡Te haré la reina de esta casa y de mi corazón! … Di que serás mía.
- No puedo ser tuya. – Respondió Fiore, llevando sus manos nuevamente a la masa para seguir mezclándola.
- ¿Por qué me rechazas constantemente? ¿No te hartas de verme suplicar por ti? - Le preguntó el hombre abrazándola por atrás.
- Suéltame. – Ordenó Fiore sintiendo que comenzaba a enojarse. Sentía repulsión por el tacto de cualquiera…
- Si cierras los ojos, en la oscuridad… puedo ser quien tú desees que sea.
Se quedó inmóvil ante dicho pensamiento. Si cerraba los ojos, si dejaba que le besara el cuello… tal vez… sólo tal vez… pudiera sentir nuevamente a quien deseaba cerca. Permaneció inmóvil mientras los labios de ese hombre se posaban en su nuca, apretando su cuerpo contra el de ella y sujetando sus senos con fuerza. Dejó que lo hiciera, mientras que cerraba los ojos e imaginaba que no era él.
Fue justo en ese momento que una daga atravesó el estomago de Nicolaisk y Fiore sintió como su sangre caliente manchaba sus manos.
<< En la oscuridad… fuiste Scarlett. >>
Re: Fanfic de Sophia
CAPITULO 5
KARDIA
- ¡Otra Cerveza negra para todos! – Gritó mientras alzaba una copa vacía.
Las personas a su alrededor aplaudieron mientras un grupo de mujeres se le acercaba para rodearlo con los brazos.
- ¿Quién sigue? ¡No sean cobardes!
Hacía alrededor de una hora Kardia había estado bebiendo y jugueteando con los aldeanos de Rodorio. Le agradaba la idea de retarlos a un juego de fuerza que consistía básicamente en ver cuánto tiempo podían sostener una braza en la palma de la mano. Kardía había ganado ya 3 partidas, y se había llenado el bolsillo de moneditas de plata con la cara de algún dios muerto.
La noche anterior, había bebido tanto que cuando despertó se encontró durmiendo afuera de la cantina. No sabía porqué pero asumió que la dueña del local lo había llevaba a ese lugar cuando perdió el conocimiento encima de una mesa.
<< Manigoldo hijo de puta. >> Pensó de inmediato, se suponía que estaban juntos y de seguro a penas se había quedado descansando sobre la mesa el otro imbécil lo había abandonado. Se encontrarían ese día en la taberna y el idiota aún no llegaba. Pero no le importaba realmente, Manigoldo solía asustar a las personas con ese aire tan lúgubre de él, hablándoles de sus muertos pasados y estupideces por el estilo. Más de una vez lo había golpeado ordenándole que se quedara callado y dejara de asustar a las jovencitas.
- ¿Qué? – Gritó Kardia subiéndose sobre la mesa mientras que todos lo miraban con risas. - ¿Acaso todos aquí se cagan como las nenitas sólo por un poco de fuego?
- ¡Deja de joder ebrio de mierda! – Le gritó desde la distancia un señor de edad riéndose sólo con 3 dientes frontales.
- ¡Ven aquí y dímelo de frente viejo! ¡A ver si termino de sacarte todos los dientes que te quedan!
Se escuchó risas entre la taberna y hasta el anciano se rió. Kardia se bajó de la mesa de un salto y retiró una pinta de cerveza dándole el primer sorbo... Iba a ser un buen día. El ambiente estaba bastante agradable, se escuchaba música, había gente bailando e incluso había un par de rostros femeninos que antes no había visto. Todo se vio interrumpido cuando escuchó una vocecita fina y chillona.
- ¡Señor Kardia! ¡Señor Kardia!
Se dio vuelta de su asiento, y en la puerta del bar encontró una mocosa con el rostro cubierto por una máscara de plata que lo estaba llamando.
<< Edward. >>
- ¿Qué? – Gritó desde su asiento frunciendo el ceño. - ¿Qué quiere ahora?
- Se le solicita en el Santuario de suma urgencia señor. – Le gritó intentando pasar entre las personas, pero era muy pequeña y el resto estaba muy ebrio. Por lo cual, Kardia giró los ojos y dejó de prestarle atención y siguió en lo suyo. - ¡Señooor! ¡Por favor! ¡Me han ordenado que lo lleve a…! ¡Señor Kardia!
- Anda, no seas cruel con esa niñita tan dulce. – Le dijo una de las jovencitas que atendía mientras limpiaba su mesa con un trapo. – Has estado de vago por mucho tiempo, ya va siendo hora que salgas de mi posada y te pongas esa armadura dorada tan sensual.
- Sólo si me la sacas luego. - Le dijo dandole una nalgada, para luego fruncir el ceño en un tono algo ofendido. - Vaya, y yo que pensé que era tu mejor cliente. – Algo amargado sorbió la espuma de esa cerveza espesa.
- No, hay quienes pagan con oro. – Le dijo la chica guiñándole un ojo. Kardia dejó caer sus parpados entendiendo que le estaba diciendo avaro.
- ¿Dónde queda el respeto para los caballeros dorados eh? Si no fuera por nosotros tu pequeña pensión sería cenizas y tú la prostituta de algún espectro de Hades.
- ¡Ja! Antes muerta.
- Sí, y estuviste bien cerca de ello.
- Athena nos ha salvado a todos, no lo olvides Kardia.
- Athena… - Se le vino a la mente la última vez en que la había visto, ahí sobre los escombros, muerta. - ...esa diosa estúpida.
- No blasfemes.
- ¿Dónde está ahora? Te lo diré… se la están comiendo los gusanos para que bastardos como yo beban cerveza sin preocuparse y mujerzuelas como tú se las puedan servir.
- ¡Señor Kardia! – En medio de toda esa conversación no se había dado cuenta de que la pequeña se había hecho camino hasta él. – Por favor… debe volver conmigo al Santuario…
- ¿Y que si no voy? – Le preguntó indiferente bebiendo cerveza. Pero antesd e que la niña le pudiera decir algo sintió que su rostro golpeaba secamente contra la mesa de madera, habiendo sido empujada por una mano severa que aun lo sostenía a la fuerza.
- Te arrastraré de vuelta. Y créeme… lo disfrutaré.
Esa voz… la conocía. La niña soltó un suspiro de sorpresa y hasta Kardia sintió que estaba jodido. Lentamente movió su rostro de costado y se encontró cara a cara con una sombra de su pasado. No pensó que estaba lo suficientemente ebrio como para poder lidiar con esa persona por más de 3 minutos.
KARDIA
- ¡Otra Cerveza negra para todos! – Gritó mientras alzaba una copa vacía.
Las personas a su alrededor aplaudieron mientras un grupo de mujeres se le acercaba para rodearlo con los brazos.
- ¿Quién sigue? ¡No sean cobardes!
Hacía alrededor de una hora Kardia había estado bebiendo y jugueteando con los aldeanos de Rodorio. Le agradaba la idea de retarlos a un juego de fuerza que consistía básicamente en ver cuánto tiempo podían sostener una braza en la palma de la mano. Kardía había ganado ya 3 partidas, y se había llenado el bolsillo de moneditas de plata con la cara de algún dios muerto.
La noche anterior, había bebido tanto que cuando despertó se encontró durmiendo afuera de la cantina. No sabía porqué pero asumió que la dueña del local lo había llevaba a ese lugar cuando perdió el conocimiento encima de una mesa.
<< Manigoldo hijo de puta. >> Pensó de inmediato, se suponía que estaban juntos y de seguro a penas se había quedado descansando sobre la mesa el otro imbécil lo había abandonado. Se encontrarían ese día en la taberna y el idiota aún no llegaba. Pero no le importaba realmente, Manigoldo solía asustar a las personas con ese aire tan lúgubre de él, hablándoles de sus muertos pasados y estupideces por el estilo. Más de una vez lo había golpeado ordenándole que se quedara callado y dejara de asustar a las jovencitas.
- ¿Qué? – Gritó Kardia subiéndose sobre la mesa mientras que todos lo miraban con risas. - ¿Acaso todos aquí se cagan como las nenitas sólo por un poco de fuego?
- ¡Deja de joder ebrio de mierda! – Le gritó desde la distancia un señor de edad riéndose sólo con 3 dientes frontales.
- ¡Ven aquí y dímelo de frente viejo! ¡A ver si termino de sacarte todos los dientes que te quedan!
Se escuchó risas entre la taberna y hasta el anciano se rió. Kardia se bajó de la mesa de un salto y retiró una pinta de cerveza dándole el primer sorbo... Iba a ser un buen día. El ambiente estaba bastante agradable, se escuchaba música, había gente bailando e incluso había un par de rostros femeninos que antes no había visto. Todo se vio interrumpido cuando escuchó una vocecita fina y chillona.
- ¡Señor Kardia! ¡Señor Kardia!
Se dio vuelta de su asiento, y en la puerta del bar encontró una mocosa con el rostro cubierto por una máscara de plata que lo estaba llamando.
<< Edward. >>
- ¿Qué? – Gritó desde su asiento frunciendo el ceño. - ¿Qué quiere ahora?
- Se le solicita en el Santuario de suma urgencia señor. – Le gritó intentando pasar entre las personas, pero era muy pequeña y el resto estaba muy ebrio. Por lo cual, Kardia giró los ojos y dejó de prestarle atención y siguió en lo suyo. - ¡Señooor! ¡Por favor! ¡Me han ordenado que lo lleve a…! ¡Señor Kardia!
- Anda, no seas cruel con esa niñita tan dulce. – Le dijo una de las jovencitas que atendía mientras limpiaba su mesa con un trapo. – Has estado de vago por mucho tiempo, ya va siendo hora que salgas de mi posada y te pongas esa armadura dorada tan sensual.
- Sólo si me la sacas luego. - Le dijo dandole una nalgada, para luego fruncir el ceño en un tono algo ofendido. - Vaya, y yo que pensé que era tu mejor cliente. – Algo amargado sorbió la espuma de esa cerveza espesa.
- No, hay quienes pagan con oro. – Le dijo la chica guiñándole un ojo. Kardia dejó caer sus parpados entendiendo que le estaba diciendo avaro.
- ¿Dónde queda el respeto para los caballeros dorados eh? Si no fuera por nosotros tu pequeña pensión sería cenizas y tú la prostituta de algún espectro de Hades.
- ¡Ja! Antes muerta.
- Sí, y estuviste bien cerca de ello.
- Athena nos ha salvado a todos, no lo olvides Kardia.
- Athena… - Se le vino a la mente la última vez en que la había visto, ahí sobre los escombros, muerta. - ...esa diosa estúpida.
- No blasfemes.
- ¿Dónde está ahora? Te lo diré… se la están comiendo los gusanos para que bastardos como yo beban cerveza sin preocuparse y mujerzuelas como tú se las puedan servir.
- ¡Señor Kardia! – En medio de toda esa conversación no se había dado cuenta de que la pequeña se había hecho camino hasta él. – Por favor… debe volver conmigo al Santuario…
- ¿Y que si no voy? – Le preguntó indiferente bebiendo cerveza. Pero antesd e que la niña le pudiera decir algo sintió que su rostro golpeaba secamente contra la mesa de madera, habiendo sido empujada por una mano severa que aun lo sostenía a la fuerza.
- Te arrastraré de vuelta. Y créeme… lo disfrutaré.
Esa voz… la conocía. La niña soltó un suspiro de sorpresa y hasta Kardia sintió que estaba jodido. Lentamente movió su rostro de costado y se encontró cara a cara con una sombra de su pasado. No pensó que estaba lo suficientemente ebrio como para poder lidiar con esa persona por más de 3 minutos.
Re: Fanfic de Sophia
CAPITULO 6
FIORE
Había huido tan rápido como sus piernas se lo permitían. Y aún así, pensaba que ni eso era suficiente para escaparse de la ira de los grandes señores de las armas. No había dormido en días, aún mantenía la sangre seca de ese hombre pegada contra el cuerpo.
Lo había matado y había sentido placer en hacerlo. Había atravesado su vientre de ombligo hasta el corazón observando desde la altura como se desplomaba y sus intestinos se regaban por el piso. Pero ni eso había sido suficiente para calmarla. Ya no sólo sentía el pesar de sus pesadillas de noche, sino que las podía ver con los ojos abiertos mientras corría.
Muchas veces cayó de rodillas sintiendo que algo frío le atravesaba el pecho torturándola y haciéndola gritar de dolor.
<< Ni si quiera lejos me dejas en paz…>>
Pero lo peor era el cansancio. Estaba siempre alerta, siempre escondida, siempre esperando que los perros no la encontraran. Cuando llegó a puerto se embarcó y pensó que con eso se terminaría el asunto… pero ni si quiera al otro lado del mar se podía librar de aquella sombra que la perseguía.
La primera noche que consiguió dormir los ojos de Scarlett cubiertos en lágrimas de sangre la penetraban, mientras que con una mano sangrienta la comenzaba a ahorcar, gritándole maldiciones, suplicándole algo que no hacía sentido alguno.
Se despertaba cubierta en sudor y muchas veces, con marcas en su fina piel alrededor del cuello. Era una tortura cerrar los ojos para ella pero era aún peor la sensación de cansancio al intentar mantenerlos siempre abiertos.
Por algunos meses se dedicó a ir de ciudad en ciudad, buscando algo… cualquier cosa, que la hiciera quitarse esas pesadillas de encima. Visitó una bruja en Creta, decían que podía ver el futuro y ponerle fin al pasado. Pagó todo lo que quedaba de sus días como espectro para que viera en el espejo de agua que era lo que atormentaba a Fiore y la forma de detenerlo… pero sus palabras no tuvieron sentido alguno.
- Si la sangre es derramada, no volverás a encontrar paz en tu vida y morirás.
- ¿Qué sangre? – Preguntó Fiore con los ojos fijos en el agua intentando ver lo que la bruja veía.
- La sangre… la sangre de sus lágrimas.
- ¡Deja de hablar en código! ¡Dame alguna cosa para poder volver a dormir sin ahogarme!
- Mis poderes no son tan vastos para luchar contra los muertos…
- No haces sentido alguno.
Se instaló en una pequeña villa en la costa oeste de Creta después de eso. Algunas noches dormía y otras no. Algunas noches soñaba con muerte y lagrimas de sangre, y otras, era ella quien moría una y otra vez atravesada por una espada fría con el mango verde. Por mucho tiempo… demasiado quizás no sabía si estaba viva o muerta. Los días pasaban sin cambio alguno, nada brillaba, nada tenía sabor y el sueño era algo que la asustaba. Llegó un día en que durmiendo comenzó a ahogarse en las lagrimas de sangre que caían de los ojos de Scarlett y cuando despertó… su boca estaba cubierta de un espeso liquido. El sabor era inconfundible… y por mucho que buscó donde se había mordido para que ese sabor a sangre la ahogara, no encontró una herida.
Supo ese día, que jamás podría volver a vivir una vida normal y decidió quitarse la vida.
Lo preparó todo meticulosamente, desde el método hasta el lugar en que descansaría al fin. Compró belladona y la molió lentamente, mientras a su alrededor estaba cubierta en velas. Llevaba sobre si una túnica negra, pues pensó que ese había sido el color que la caracterizó la mayor parte de su vida y deseaba que fuera el último que cubriera su cuerpo. Se peinó su larga y sedosa cabellera infinitas veces, mientras miraba las belladonas molidas… y fue entonces que pensó en los hermosos jardines llenos de granadas en los cuales ella y Scarlett habían compartido el líquido rojo de aquella fruta, jugando que era sangre lo que corría por sus labios mientras en delicados jugueteos se besaban a escondidas, imaginando a Renault y a Nolan. Sólo pensar en ello hizo que odiara más a Scarlett.
Partió la granada que había conseguido de un barco que venía de Egipto, la exprimió con sus manos y dejó que el líquido manchara sus brazos mientras llegaba a una copa de madera. Cuando estuvo a medias… vertió la belladona y lo revolvió con uno de sus dedos.
Miró la infusión roja, y lo único que pudo ver fueron rosas rojas. Hasta en el momento de su muerte la atormentaban. Podía sentirlo… podía sentir su aroma acariciando su piel. Era como si las manos de Scarlett dejaran de ahorcarla y se dedicaran a pasar sus dedos por su larga cabellera rubia.
Sin más, llevó la copa a sus labios y bebió todo de un golpe. El sabor era amargo, pero dulce…
<< Tal como tú… >>
Sus ojos se sintieron pesados, muy pesados… y cayó de un momento a otro al suelo para morir.
Pasaron horas y horas en las cuales descansó sin sueños en un mundo de oscuridad. Su corazón dejó de latir y sintió como el fuego quemaba su cuerpo. Claro… era una pecadora, su cuerpo ardería en alguno de los infiernos del inframundo. Irónico.
Pero en la oscuridad, la única luz que vio fueron las de una estrella morada que le hablaba…
<< No deseamos tu vida aún. Vivirás y cumplirás con tu labor Fiore del Orgullo… >>
- Yo ya no soy Fiore del Orgullo… Ni si quiera soy Fiore…no soy nada.
<< Tan rápido olvidan los espectros sus deberes. >>
- Mi deber murió con Athena y Hades… con Persephone y Scarlett.
<< Es justamente ahí donde te equivocas, Fiore. Tu deber está presente… tu deber aún no se termina. >>
- ¿Qué debo hacer…? ¿Señor Thanatos? ¿Señor Hypnos?
<< La sangre de Persephone abrió el Tártaro… la Sangre de Athena lo cerró.
La sangre de Persephone le regaló a Hades sus preciosas vidas… la Sangre de Athena las encerró.
Para ganar una vida… hay que pagar una muerte. Para ganar la muerte… Hay que pagar una vida. La deuda de sangre debe ser pagada. >>
- No entiendo… ¡Por favor explíquenme!
<< La sangre de Athena pagó por la vida del mundo… la Sangre de Athena deberá pagar por su muerte. >>
- Pero… Athena está muerta. ¡Athena murió con esa torre! ¡Yo lo vi!... Yo vi como su cuerpo se deshacía frente a todos…
<< Viste con tus ojos, no con tu razón. Viste con el corazón de una humana, no con el corazón de un espectro. >>
- El orgullo fue sellado… yo… yo sólo soy una chiquilla… no tengo poder alguno. Sólo quiero encontrar algo de paz en mi muerte… quiero volver a cerrar los ojos sin verla.
<< No podrás recuperar tus poderes hasta que el sello de sangre sea roto. Nunca tendrás paz hasta ese día. >>
- ¿Cómo? ¿Cómo podría yo romper el sello con la sangre de un dios?
<< Con su propia sangre. >>
- ¿Por qué no le encomiendan esto a Pandora?
<< Ja…Ja…Ja… Pandora resultó una inútil. Pandora vio a su señor morir sin levantar un dedo… Pandora nunca pudo hacer lo que tú hiciste. >>
- ¿Qué hice tan especial? Me tildan de traidora…
<< Es justamente por eso… es justamente por la dualidad en tu alma que eres tú quien debe cumplir este labor. Sólo tú sabrás donde esconden la sangre de Athena… y nos pagarás el precio de que el sello sea roto. >>
- ¿Esconden su sangre en el Santuario?
<< Te daremos una segunda vida para que lo descubras y mueras con algo de orgullo. >>
Fue entonces que Fiore abrió los ojos. No estaba muerta. Tenía un propósito.
FIORE
Había huido tan rápido como sus piernas se lo permitían. Y aún así, pensaba que ni eso era suficiente para escaparse de la ira de los grandes señores de las armas. No había dormido en días, aún mantenía la sangre seca de ese hombre pegada contra el cuerpo.
Lo había matado y había sentido placer en hacerlo. Había atravesado su vientre de ombligo hasta el corazón observando desde la altura como se desplomaba y sus intestinos se regaban por el piso. Pero ni eso había sido suficiente para calmarla. Ya no sólo sentía el pesar de sus pesadillas de noche, sino que las podía ver con los ojos abiertos mientras corría.
Muchas veces cayó de rodillas sintiendo que algo frío le atravesaba el pecho torturándola y haciéndola gritar de dolor.
<< Ni si quiera lejos me dejas en paz…>>
Pero lo peor era el cansancio. Estaba siempre alerta, siempre escondida, siempre esperando que los perros no la encontraran. Cuando llegó a puerto se embarcó y pensó que con eso se terminaría el asunto… pero ni si quiera al otro lado del mar se podía librar de aquella sombra que la perseguía.
La primera noche que consiguió dormir los ojos de Scarlett cubiertos en lágrimas de sangre la penetraban, mientras que con una mano sangrienta la comenzaba a ahorcar, gritándole maldiciones, suplicándole algo que no hacía sentido alguno.
Se despertaba cubierta en sudor y muchas veces, con marcas en su fina piel alrededor del cuello. Era una tortura cerrar los ojos para ella pero era aún peor la sensación de cansancio al intentar mantenerlos siempre abiertos.
Por algunos meses se dedicó a ir de ciudad en ciudad, buscando algo… cualquier cosa, que la hiciera quitarse esas pesadillas de encima. Visitó una bruja en Creta, decían que podía ver el futuro y ponerle fin al pasado. Pagó todo lo que quedaba de sus días como espectro para que viera en el espejo de agua que era lo que atormentaba a Fiore y la forma de detenerlo… pero sus palabras no tuvieron sentido alguno.
- Si la sangre es derramada, no volverás a encontrar paz en tu vida y morirás.
- ¿Qué sangre? – Preguntó Fiore con los ojos fijos en el agua intentando ver lo que la bruja veía.
- La sangre… la sangre de sus lágrimas.
- ¡Deja de hablar en código! ¡Dame alguna cosa para poder volver a dormir sin ahogarme!
- Mis poderes no son tan vastos para luchar contra los muertos…
- No haces sentido alguno.
Se instaló en una pequeña villa en la costa oeste de Creta después de eso. Algunas noches dormía y otras no. Algunas noches soñaba con muerte y lagrimas de sangre, y otras, era ella quien moría una y otra vez atravesada por una espada fría con el mango verde. Por mucho tiempo… demasiado quizás no sabía si estaba viva o muerta. Los días pasaban sin cambio alguno, nada brillaba, nada tenía sabor y el sueño era algo que la asustaba. Llegó un día en que durmiendo comenzó a ahogarse en las lagrimas de sangre que caían de los ojos de Scarlett y cuando despertó… su boca estaba cubierta de un espeso liquido. El sabor era inconfundible… y por mucho que buscó donde se había mordido para que ese sabor a sangre la ahogara, no encontró una herida.
Supo ese día, que jamás podría volver a vivir una vida normal y decidió quitarse la vida.
Lo preparó todo meticulosamente, desde el método hasta el lugar en que descansaría al fin. Compró belladona y la molió lentamente, mientras a su alrededor estaba cubierta en velas. Llevaba sobre si una túnica negra, pues pensó que ese había sido el color que la caracterizó la mayor parte de su vida y deseaba que fuera el último que cubriera su cuerpo. Se peinó su larga y sedosa cabellera infinitas veces, mientras miraba las belladonas molidas… y fue entonces que pensó en los hermosos jardines llenos de granadas en los cuales ella y Scarlett habían compartido el líquido rojo de aquella fruta, jugando que era sangre lo que corría por sus labios mientras en delicados jugueteos se besaban a escondidas, imaginando a Renault y a Nolan. Sólo pensar en ello hizo que odiara más a Scarlett.
Partió la granada que había conseguido de un barco que venía de Egipto, la exprimió con sus manos y dejó que el líquido manchara sus brazos mientras llegaba a una copa de madera. Cuando estuvo a medias… vertió la belladona y lo revolvió con uno de sus dedos.
Miró la infusión roja, y lo único que pudo ver fueron rosas rojas. Hasta en el momento de su muerte la atormentaban. Podía sentirlo… podía sentir su aroma acariciando su piel. Era como si las manos de Scarlett dejaran de ahorcarla y se dedicaran a pasar sus dedos por su larga cabellera rubia.
Sin más, llevó la copa a sus labios y bebió todo de un golpe. El sabor era amargo, pero dulce…
<< Tal como tú… >>
Sus ojos se sintieron pesados, muy pesados… y cayó de un momento a otro al suelo para morir.
Pasaron horas y horas en las cuales descansó sin sueños en un mundo de oscuridad. Su corazón dejó de latir y sintió como el fuego quemaba su cuerpo. Claro… era una pecadora, su cuerpo ardería en alguno de los infiernos del inframundo. Irónico.
Pero en la oscuridad, la única luz que vio fueron las de una estrella morada que le hablaba…
<< No deseamos tu vida aún. Vivirás y cumplirás con tu labor Fiore del Orgullo… >>
- Yo ya no soy Fiore del Orgullo… Ni si quiera soy Fiore…no soy nada.
<< Tan rápido olvidan los espectros sus deberes. >>
- Mi deber murió con Athena y Hades… con Persephone y Scarlett.
<< Es justamente ahí donde te equivocas, Fiore. Tu deber está presente… tu deber aún no se termina. >>
- ¿Qué debo hacer…? ¿Señor Thanatos? ¿Señor Hypnos?
<< La sangre de Persephone abrió el Tártaro… la Sangre de Athena lo cerró.
La sangre de Persephone le regaló a Hades sus preciosas vidas… la Sangre de Athena las encerró.
Para ganar una vida… hay que pagar una muerte. Para ganar la muerte… Hay que pagar una vida. La deuda de sangre debe ser pagada. >>
- No entiendo… ¡Por favor explíquenme!
<< La sangre de Athena pagó por la vida del mundo… la Sangre de Athena deberá pagar por su muerte. >>
- Pero… Athena está muerta. ¡Athena murió con esa torre! ¡Yo lo vi!... Yo vi como su cuerpo se deshacía frente a todos…
<< Viste con tus ojos, no con tu razón. Viste con el corazón de una humana, no con el corazón de un espectro. >>
- El orgullo fue sellado… yo… yo sólo soy una chiquilla… no tengo poder alguno. Sólo quiero encontrar algo de paz en mi muerte… quiero volver a cerrar los ojos sin verla.
<< No podrás recuperar tus poderes hasta que el sello de sangre sea roto. Nunca tendrás paz hasta ese día. >>
- ¿Cómo? ¿Cómo podría yo romper el sello con la sangre de un dios?
<< Con su propia sangre. >>
- ¿Por qué no le encomiendan esto a Pandora?
<< Ja…Ja…Ja… Pandora resultó una inútil. Pandora vio a su señor morir sin levantar un dedo… Pandora nunca pudo hacer lo que tú hiciste. >>
- ¿Qué hice tan especial? Me tildan de traidora…
<< Es justamente por eso… es justamente por la dualidad en tu alma que eres tú quien debe cumplir este labor. Sólo tú sabrás donde esconden la sangre de Athena… y nos pagarás el precio de que el sello sea roto. >>
- ¿Esconden su sangre en el Santuario?
<< Te daremos una segunda vida para que lo descubras y mueras con algo de orgullo. >>
Fue entonces que Fiore abrió los ojos. No estaba muerta. Tenía un propósito.
Re: Fanfic de Sophia
CAPITULO 7
NOLAN
- Paaa…... Pá!
- Nolan.
El silencio nuevamente reinaba, mientras caminaba seguido por Scarlett. Algunas hojas otoñales caían a su paso y la niña parecía divertida agachándose y recogiéndolas para mostrárselas sin que él le pusiera realmente atención. Las parras a su alrededor estaban en filas mientras subían por el sendero de la colina. Pronto llegaría al sector en donde ese día debía cortar racimos de uvas con la promesa de que al final de la jornada, obtendría algunas monedas de cobre.
- Paaa…¡pá!
- Ugh… Nolan. Siempre llámame Nolan.
Era una de las pocas palabras que sabía. Hacía seis semanas había cumplido un año y ya comenzaba a irritarlo con palabras. Hacia seis semanas se había cumplido el primer año desde que Scarlett había muerto. Esa noche se había emborrachado tanto que terminó pagándole a una prostituta para que se pusiera de rodillas e hiciera lo que usualmente hacía una prostituta de rodillas. Pero la mañana siguiente, Scarlett seguía muerta y su hija se había cagado en los pañales de tela.
<< No sólo se caga en los pañales de tela, se caga en mi vida también. >>
La primera vez que escuchó que le decía papá no entendió de donde vino y sintió que se le helaba la sangre. Hablaba muy poco cerca de ella a menos que fuera para gritarle que no se alejara tanto, que se parara, que no escupiera o cosas así. Como padre era un asco… Scarlett lo había sabido a la perfección desde el momento en que empezaron los vómitos y él se dedicó a reírse.
Los primeros meses contrató a una nodriza de cabellera negra y corta, un tanto robusta pero de piel pálida que amaba a los niños, por lo que había dicho. Pensó que podría tener a alguien alrededor de él que al menos se pareciera a su mujer muerta. Pero eso sólo hizo que la extrañara un poco más y despues de semanas en que cumplía con todas sus obligaciones sin quejarse despues de que la follaba, se dio cuenta, que parecerse físicamente a Scarlett no era suficiente para hacer que se olvidara de su mujer muerta. Nadie tenía esa chispa de vida que había en ella... por mucho que tratara de remplazarla. Terminó pidiendole a la nodriza que se largara una noche de luna llena. Entonces, sólo fueron él y Scarlett.
Solía darle comida molida en el día y leche de cabra de noche, esperando que con eso se quedara dormida. Era la única que ahora compartía su cama y aunque no le gustaba tenerla tan cerca por tanto tiempo, no se sentía cómodo dejando que la niña durmiera en una canasta en el piso cuando las noches se volvían tan frías. Pero de alguna forma, la bebe siempre terminaba justo a su lado, pegada a su cuerpo con los brazos de Nolan rodeandola.
Y aún así, cuando miraba los ojos de la pequeña Scar, no sentía nada. Sólo una enorme rabia.
Mirarla le resultaba imposible muchas veces, y aunque sólo algunas se había dejado querer a su hija, sentirla cerca le provocaba una sensación de angustia que nunca antes había sentido.
- ¿Paa…pá?
- No-Lan.
Paró, pues sintió que la niña lo llamaba con voz llorosa. Volteó sobre su hombro y la vio en el suelo. Se había caído. Hacía poco había comenzado a caminar y parecía un pato deforme intentando moverse, y aunque todos en la villa decían que era lo más adorable que habían visto, a él no le provocaba nada excepto desilusión. Que una hija de ambos estuviese buscando ayuda para ponerse de pie indicaba su naturaleza… débil.
- Ponte de pie Scarlett.
No se parecía ni a él ni a Scarlett. Sí, tenía el pelo color miel y los ojos idénticos a Scarlett, pero eso era todo. Ningún rasgo en ella aparte de aquello era reconocible, comenzando por sus mejillas sonrosadas muy distantes del rostro pálido de la dama de las rosas. Muy pocas veces lloraba, por lo general siempre hacía los típicos ruidos de bebe jugando, pero no lloraba con frecuencia. Su Scarlett siempre gritaba a todo pulmón cuando peleaban, pensó que su hija chillaría también cuando llorara. Pero no lo hizo. Era débil…
La niña estiró sus manos hacia él, como si estuviese pidiendo ayuda, como si lo estuviese llamando para que como su padre la protegiera de caerse. Pero la expresión de Nolan fue inexpugnable, no se movió un centímetro.
- De pie. – Le dijo, con algo de suavidad en la voz, no con su habitual gruñido.
La niña lentamente se paró al ver que su padre no iría en su ayuda. Hasta en eso decepcionaba a Nolan, una hija de ambos se debería haber quedado en el suelo sentada hasta que él la fuera a buscar, retandolo con la mirada a ver quien ganaba esperando a que se parara. Lo lógico habría sido que fuese obstinada y consentida... pero Scarlett... no era así. Con lágrimas en los ojos se acercó a él llorando llamándolo “Papá” a viva voz corriendo con sus brazos extendidos.
No la abrazo, no la recibió para levantarla y cargarla, pero por un momento dejó que la niña se aferrara a sus piernas y lo tocara. Había algo de Scarlett y algo de él en su hija, aunque no lo pudiera ver quería creerlo. Y esa pequeña, era lo más cercano que estaría de poder ver aquellos ojos durante su vida… por lo cual no podía realmente odiarla. Pero aún así, para él, ella siempre sería la razón por la cual el único ser que le había llegado a importar había muerto. Y no estaba seguro de que podría perdonarle aquello alguna vez en su vida… cada vez que la mirara recordaría que por culpa de esa niña de pelo color miel y los ojos de Scarlett… el vientre de su compañera se había desgarrado y había muerto, desangrada primero, atravesada por una espada después, en una agonía de dos noches y un día. Nadie merecía una muerte tan horrible, y su hija se la había dado.
- Andando Scarlett. Derecha. Tenemos que llegar pronto. – Comenzó a caminar sin importarle si la pequeña lo seguía o no. No se volteó esta vez cuando escuchó otra voz junto a ellos.
- La pequeña Scarlett. – Dijo una mujer que llevaba cargando un pequeño cañasto de uvas bajo su mano. - ¿Por qué tienes los ojos con lágrimas, pequeñita?
<< Porque es débil. >>
- Se cayó. – Respondió Nolan. - ¿Qué deseas?
- Pobrecita… - Dijo la mujer tomando a Scarlett por debajo de sus brazos y uniéndose a la caminata junto a Nolan llevando al bebe entre sus brazos. – Su madre debió de ser un encanto. Lamento mucho que falleciera. Estoy segura que debe estar con los dioses cuidando de ambos.
- Su madre era un gran fastidio y se debe estar riendo de mí desde alguno de los infiernos. – Respondió con resentimiento recordando como Scarlett se había rendido esa noche y la forma en que su espada le atravesó el pecho para evitarle dolor. Había sido el acto más grandioso de amor entre ambos. – Te pregunté que deseas.
- Tengo algo de ropa de mis hijas que ya no usan. Me gustaría dárselas a Scar. Debería ir mejor vestida o se terminará enfermando, se acerca el invierno y estas brisas otoñales la podrían poner mal Su ultimo resfrío nos tuvo muy preocupados.
- Tengo más que claro que se acerca el invierno, es por algo que estamos terminando de cosechar las uvas, ¿No?
En eso se desempeñaba ahora, en su trabajo de turno. Se ganaba diez monedas de cobre cuando eran generosos, pero no tenía que robar ni mentir, no tenía que arriesgar su vida como antes lo había hecho cuando se ofrecía como mercenario. No tenía que preocuparse en nada, su mente no se llenaba de ningún tipo de pensamientos excepto de cortar las ramas de uvas y meterlas en un canasto mientras miraba que Scarlett comía uno a uno granitos de uva. Esa era la vida que Scarlett madre había pedido.
– Pero no necesito las sobras de tus hijas. Soy perfectamente capaz de vestir a Scar.
- Entonces, hazlo. – Nolan se detuvo y volteó su rostro deseando que aún conservara sus poderes, habría hecho hervir la sangre de esa mujer con una sola mirada. – Por los dioses Nolan… si no la deseas, si es una carga para ti… dámela. Deja que yo la críe junto a mis hijas. Será mucho más feliz con un grupo de niños creciendo como su hermana que con un padre que ni si quiera la toma en brazos.
- ¿La quieres ah? – Le preguntó Nolan con frialdad dándole una sonrisa cruel.
- Quiero que tenga una familia que la ame y no que viva con un padre que la deprecie. Quiero que sea feliz.
Nolan rió con fuerza al escuchar esas palabras. La mujer no supo si se estaba burlando de ella o si había dicho algo gracioso que no entendía.
- Ustedes las mujeres y su concepto de felicidad…
- Por favor… Nolan. Si hay algo de amor por esta niña en tu corazón, dámela. Deja que yo cuide de ella ahora.
- Nadie en este mundo la va a cuidar mejor que yo. Lárgate. Le prometí a alguien que mi hija sería feliz y así será. Lárgate.
- Tu jamás podrías hacer feliz a nadie… mírate… eres un muerto en vida.
- Y yo te haré una muerta en el más allá si no te largas.
La mujer dejó a Scarlett en el suelo y se retiró del lugar en donde Nolan estaba. Estaba muy cerca de las uvas pero por algún motivo, no se movió. Miró a Scarlett ahí, bajo él. Suspiró y la tomó sin acercarla a su cuerpo, sino para examinarla desde la distancia.
No le gustaba tomarla en brazos, pero debía terminar por admitir que la niña era débil y seguramente siempre lo sería. Tal vez podía cambiarla, hacerla tan dura como una roca… pero no ese día.
- No hay nada de ella en ti. No hay nada de mí en ti. Pero eres mía y eres de ella. Soy lo único que tienes ahora Scarlett. << y tú eres lo único que tengo también. >> Es mejor que nos acostumbremos a esa idea.
- Paaa...pá…
- Sí, soy tu padre. Por mucho que no nos guste a ambos… soy tu papá.
NOLAN
- Paaa…... Pá!
- Nolan.
El silencio nuevamente reinaba, mientras caminaba seguido por Scarlett. Algunas hojas otoñales caían a su paso y la niña parecía divertida agachándose y recogiéndolas para mostrárselas sin que él le pusiera realmente atención. Las parras a su alrededor estaban en filas mientras subían por el sendero de la colina. Pronto llegaría al sector en donde ese día debía cortar racimos de uvas con la promesa de que al final de la jornada, obtendría algunas monedas de cobre.
- Paaa…¡pá!
- Ugh… Nolan. Siempre llámame Nolan.
Era una de las pocas palabras que sabía. Hacía seis semanas había cumplido un año y ya comenzaba a irritarlo con palabras. Hacia seis semanas se había cumplido el primer año desde que Scarlett había muerto. Esa noche se había emborrachado tanto que terminó pagándole a una prostituta para que se pusiera de rodillas e hiciera lo que usualmente hacía una prostituta de rodillas. Pero la mañana siguiente, Scarlett seguía muerta y su hija se había cagado en los pañales de tela.
<< No sólo se caga en los pañales de tela, se caga en mi vida también. >>
La primera vez que escuchó que le decía papá no entendió de donde vino y sintió que se le helaba la sangre. Hablaba muy poco cerca de ella a menos que fuera para gritarle que no se alejara tanto, que se parara, que no escupiera o cosas así. Como padre era un asco… Scarlett lo había sabido a la perfección desde el momento en que empezaron los vómitos y él se dedicó a reírse.
Los primeros meses contrató a una nodriza de cabellera negra y corta, un tanto robusta pero de piel pálida que amaba a los niños, por lo que había dicho. Pensó que podría tener a alguien alrededor de él que al menos se pareciera a su mujer muerta. Pero eso sólo hizo que la extrañara un poco más y despues de semanas en que cumplía con todas sus obligaciones sin quejarse despues de que la follaba, se dio cuenta, que parecerse físicamente a Scarlett no era suficiente para hacer que se olvidara de su mujer muerta. Nadie tenía esa chispa de vida que había en ella... por mucho que tratara de remplazarla. Terminó pidiendole a la nodriza que se largara una noche de luna llena. Entonces, sólo fueron él y Scarlett.
Solía darle comida molida en el día y leche de cabra de noche, esperando que con eso se quedara dormida. Era la única que ahora compartía su cama y aunque no le gustaba tenerla tan cerca por tanto tiempo, no se sentía cómodo dejando que la niña durmiera en una canasta en el piso cuando las noches se volvían tan frías. Pero de alguna forma, la bebe siempre terminaba justo a su lado, pegada a su cuerpo con los brazos de Nolan rodeandola.
Y aún así, cuando miraba los ojos de la pequeña Scar, no sentía nada. Sólo una enorme rabia.
Mirarla le resultaba imposible muchas veces, y aunque sólo algunas se había dejado querer a su hija, sentirla cerca le provocaba una sensación de angustia que nunca antes había sentido.
- ¿Paa…pá?
- No-Lan.
Paró, pues sintió que la niña lo llamaba con voz llorosa. Volteó sobre su hombro y la vio en el suelo. Se había caído. Hacía poco había comenzado a caminar y parecía un pato deforme intentando moverse, y aunque todos en la villa decían que era lo más adorable que habían visto, a él no le provocaba nada excepto desilusión. Que una hija de ambos estuviese buscando ayuda para ponerse de pie indicaba su naturaleza… débil.
- Ponte de pie Scarlett.
No se parecía ni a él ni a Scarlett. Sí, tenía el pelo color miel y los ojos idénticos a Scarlett, pero eso era todo. Ningún rasgo en ella aparte de aquello era reconocible, comenzando por sus mejillas sonrosadas muy distantes del rostro pálido de la dama de las rosas. Muy pocas veces lloraba, por lo general siempre hacía los típicos ruidos de bebe jugando, pero no lloraba con frecuencia. Su Scarlett siempre gritaba a todo pulmón cuando peleaban, pensó que su hija chillaría también cuando llorara. Pero no lo hizo. Era débil…
La niña estiró sus manos hacia él, como si estuviese pidiendo ayuda, como si lo estuviese llamando para que como su padre la protegiera de caerse. Pero la expresión de Nolan fue inexpugnable, no se movió un centímetro.
- De pie. – Le dijo, con algo de suavidad en la voz, no con su habitual gruñido.
La niña lentamente se paró al ver que su padre no iría en su ayuda. Hasta en eso decepcionaba a Nolan, una hija de ambos se debería haber quedado en el suelo sentada hasta que él la fuera a buscar, retandolo con la mirada a ver quien ganaba esperando a que se parara. Lo lógico habría sido que fuese obstinada y consentida... pero Scarlett... no era así. Con lágrimas en los ojos se acercó a él llorando llamándolo “Papá” a viva voz corriendo con sus brazos extendidos.
No la abrazo, no la recibió para levantarla y cargarla, pero por un momento dejó que la niña se aferrara a sus piernas y lo tocara. Había algo de Scarlett y algo de él en su hija, aunque no lo pudiera ver quería creerlo. Y esa pequeña, era lo más cercano que estaría de poder ver aquellos ojos durante su vida… por lo cual no podía realmente odiarla. Pero aún así, para él, ella siempre sería la razón por la cual el único ser que le había llegado a importar había muerto. Y no estaba seguro de que podría perdonarle aquello alguna vez en su vida… cada vez que la mirara recordaría que por culpa de esa niña de pelo color miel y los ojos de Scarlett… el vientre de su compañera se había desgarrado y había muerto, desangrada primero, atravesada por una espada después, en una agonía de dos noches y un día. Nadie merecía una muerte tan horrible, y su hija se la había dado.
- Andando Scarlett. Derecha. Tenemos que llegar pronto. – Comenzó a caminar sin importarle si la pequeña lo seguía o no. No se volteó esta vez cuando escuchó otra voz junto a ellos.
- La pequeña Scarlett. – Dijo una mujer que llevaba cargando un pequeño cañasto de uvas bajo su mano. - ¿Por qué tienes los ojos con lágrimas, pequeñita?
<< Porque es débil. >>
- Se cayó. – Respondió Nolan. - ¿Qué deseas?
- Pobrecita… - Dijo la mujer tomando a Scarlett por debajo de sus brazos y uniéndose a la caminata junto a Nolan llevando al bebe entre sus brazos. – Su madre debió de ser un encanto. Lamento mucho que falleciera. Estoy segura que debe estar con los dioses cuidando de ambos.
- Su madre era un gran fastidio y se debe estar riendo de mí desde alguno de los infiernos. – Respondió con resentimiento recordando como Scarlett se había rendido esa noche y la forma en que su espada le atravesó el pecho para evitarle dolor. Había sido el acto más grandioso de amor entre ambos. – Te pregunté que deseas.
- Tengo algo de ropa de mis hijas que ya no usan. Me gustaría dárselas a Scar. Debería ir mejor vestida o se terminará enfermando, se acerca el invierno y estas brisas otoñales la podrían poner mal Su ultimo resfrío nos tuvo muy preocupados.
- Tengo más que claro que se acerca el invierno, es por algo que estamos terminando de cosechar las uvas, ¿No?
En eso se desempeñaba ahora, en su trabajo de turno. Se ganaba diez monedas de cobre cuando eran generosos, pero no tenía que robar ni mentir, no tenía que arriesgar su vida como antes lo había hecho cuando se ofrecía como mercenario. No tenía que preocuparse en nada, su mente no se llenaba de ningún tipo de pensamientos excepto de cortar las ramas de uvas y meterlas en un canasto mientras miraba que Scarlett comía uno a uno granitos de uva. Esa era la vida que Scarlett madre había pedido.
– Pero no necesito las sobras de tus hijas. Soy perfectamente capaz de vestir a Scar.
- Entonces, hazlo. – Nolan se detuvo y volteó su rostro deseando que aún conservara sus poderes, habría hecho hervir la sangre de esa mujer con una sola mirada. – Por los dioses Nolan… si no la deseas, si es una carga para ti… dámela. Deja que yo la críe junto a mis hijas. Será mucho más feliz con un grupo de niños creciendo como su hermana que con un padre que ni si quiera la toma en brazos.
- ¿La quieres ah? – Le preguntó Nolan con frialdad dándole una sonrisa cruel.
- Quiero que tenga una familia que la ame y no que viva con un padre que la deprecie. Quiero que sea feliz.
Nolan rió con fuerza al escuchar esas palabras. La mujer no supo si se estaba burlando de ella o si había dicho algo gracioso que no entendía.
- Ustedes las mujeres y su concepto de felicidad…
- Por favor… Nolan. Si hay algo de amor por esta niña en tu corazón, dámela. Deja que yo cuide de ella ahora.
- Nadie en este mundo la va a cuidar mejor que yo. Lárgate. Le prometí a alguien que mi hija sería feliz y así será. Lárgate.
- Tu jamás podrías hacer feliz a nadie… mírate… eres un muerto en vida.
- Y yo te haré una muerta en el más allá si no te largas.
La mujer dejó a Scarlett en el suelo y se retiró del lugar en donde Nolan estaba. Estaba muy cerca de las uvas pero por algún motivo, no se movió. Miró a Scarlett ahí, bajo él. Suspiró y la tomó sin acercarla a su cuerpo, sino para examinarla desde la distancia.
No le gustaba tomarla en brazos, pero debía terminar por admitir que la niña era débil y seguramente siempre lo sería. Tal vez podía cambiarla, hacerla tan dura como una roca… pero no ese día.
- No hay nada de ella en ti. No hay nada de mí en ti. Pero eres mía y eres de ella. Soy lo único que tienes ahora Scarlett. << y tú eres lo único que tengo también. >> Es mejor que nos acostumbremos a esa idea.
- Paaa...pá…
- Sí, soy tu padre. Por mucho que no nos guste a ambos… soy tu papá.
Re: Fanfic de Sophia
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