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Mensaje por Sasha Dom Dic 25, 2011 3:58 pm

Prólogo: El nacimiento de un Dios.

Miles y miles de años han pasado desde que ocurrió dicho evento, y mucho se ha dicho sobre ello. Proezas heroicas han sido escritas al respecto, cuentos han escuchado los niños de los más viejos, esculturas han creado los artistas… en fin. Mucho se ha planteado, sin embargo, sólo tres personas pueden decir lo que en verdad pasó esa noche…

Cuando el mundo cambió para siempre…

Puedo recordar todavía con exactitud cómo era el ambiente. Las telas de las cortinas estaban más oscuras de lo habitual, aunque a pesar de ello, resplandecían como si de estrellas se tratase. Era curioso, un juego de luces excepcional, como si la materia que conformase la cortina tuviese vida propia, y hubiera estado en búsqueda de su punto exacto de equilibrio.

Equilibrio… ¿Cómo pretendes buscar el equilibrio? Es un universo muy grande, son muchos los parajes en juego. ¿Qué harás al respecto, oh tú, el grande de grandes?.

La primera voz en plantear la problemática de los hechos, correspondía justamente a aquel que todo lo ve en el océano. Sí, el gran Dios de los mares, Poseidón. El que de todas formas, no era ni por asomo el tirano de los océanos en ese segundo. Hasta entonces, sólo era un Dios con un gran tridente y con un tono de voz estremecedor. Las baldosas del terreno en el que estábamos temblaban con sólo oírle hablar.

Ya lo peor ha pasado, ¿Qué tan terrible podría ser? A estas alturas, no deberías desconfiar de mí. Os recuerdo a ambos, que si no fuera por mí, todavía continuaríais en el estómago de nuestro padre…

Zeus jamás fue un sujeto dispuesto a escuchar cuestionamientos, especialmente porque a él jamás se le planteó ninguna dificultad de lo que debía o no debía hacer, para qué había nacido o cuál podría haber sido su propósito en la vida. No, desde el minuto en que fue oculto por Rea, se sabía que sería el “salvador” de los dioses, y porque no decirlo, del mundo. No a cualquiera se le podía dar dicha responsabilidad, era cierto, pero dadas las circunstancias, ella no tenía mucho más que elegir. Cuestionable o no su decisión respecto de salvarlo a él, no tenía mayor caso. El hecho era que había podido liderar la rebelión y ya los titanes se estaban pudriendo en el tártaro. El mundo estaba libre de tiranos.

Nos recordarás por toda la vida lo que ya sabemos, Zeus? Tu triunfo moral será eterno, eso ya lo sabes. Ni Poseidón, ni mucho menos yo, estamos acá para darte las gracias por ello. Vamos al punto, el tiempo no es precisamente nuestro aliado…

Respecto a mí, no sabría cómo definirme en ese minuto. Cualquiera que pudiera vernos en ese instante, notaria que existían diferencias entre mis hermanos y yo. Distinciones que, sin bien no podían ser importantes en ese segundo, de todas formas no podía dejar pasar. Sólo hasta el día de hoy, he comprendido porqué no las podía dejar pasar.

Zeus era la gloria pura. Alto, espléndido, fuerte y sudaba liderazgo. Desde el primer momento en que reunió a las fuerzas opositoras, se sabía que no existía en el Universo un mejor general para tamaño ejército, que no fuese él. Por supuesto, ninguno de nosotros fue capaz de plantar resistencia a sus designios, el coste habría sido quizás más alto que la misma muerte. Además, habría hecho cualquier cosa con tal de salir de él…

No desconfío de ninguno de los dos. Lo que planteo, es absolutamente valido. Yo simplemente busco lo justo, y con ello, que nunca más sea necesario encerrar a otro en el tártaro.

Poseidón, a su modo, representaba casi lo mismo que Zeus. Personalmente, en su minuto llegué a pensar que era incluso más fuerte y astuto que él, su grandeza deslumbraba y sé muy bien que no era el único en darme cuenta. Las palabras son una cosa, pero las miradas son otras. De todos, siempre fue el único capaz de acaparar tantas miradas como el gran Rey. Algo que por supuesto, al Rey no le hacía ninguna gracia.

Espero que no estés insinuando que…

No estoy insinuando nada.

Y mientras ustedes discuten el universo espera.

Todavía no he escuchado tu punto de vista, sólo estás ahí parado mirando sin decir mucho. Es como si todo esto ni siquiera te importara…

En su justa medida, debo decir que él tenía razón. Y a su vez, no la tenía. Claramente mi entusiasmo no era tan exuberante como el de ellos, pero no por eso no estaba atento a lo que se fuese a decidir. Simplemente, mis dudas eran mayores que mis certezas. Por un lado consideraba el alivio de que por fin Cronos ya no estaría, pero… ¿Realmente, tan fácil íbamos a deshacernos del legado de aquel que acabó con Urano? Yo no podía ser tan optimista como ellos. Jamás he sido optimista, cabe decir.

Lo que considere o no considere no es concluyente. El punto es que somos tres intentando dividirnos algo que debería ser para seis. No obstante, ellas han quedado fuera… ¿Es justo? No lo sé, pero sí sé que tal vez sería más fácil con uno solo.

Lamentablemente no somos sólo uno, y comenzar otra guerra por el poder sería caer más bajo que el mismo tártaro, y por supuesto, totalmente inaceptable.

Tanto Poseidón como yo podíamos sentirlo. No estaba dispuesto a ceder tan fácilmente, pero tampoco podía mantenerse firme en su oculta postura. Con uno podría, pero contra dos, era impensado. Hasta en ese minuto, en cuanto a poder, éramos semejantes.

Nadie hará una guerra, ya todos han sufrido mucho por la que recién acaba de terminar. Lo único que se hará ahora, es determinar nuestro trabajo de ahora en adelante…

¿Trabajo? Zeus… por la mirada de desconfianza que recibiste como respuesta nuestra, de seguro habrías concluido que a ninguno de los dos nos convencías con ello. Estabas en la cuerda floja, debías ser justo, pero que difícil es ser justo cuando tienes todo el Universo a tus pies, ¿Verdad?.

Cada uno de nosotros gobernará una parte del Universo, y procuraremos mantener un balance eterno que permita el funcionamiento del mundo. Ya no habrá un solo Rey, sino que serán tres Reyes. Sus tierras, sus reglas. ¿De acuerdo?

No hacía falta contestar a esa pregunta. Alguien como tú jamás habría aceptado ceder terreno si no se viera realmente contra la espada y el tridente. Además, estábamos cansados. En nuestros rostros se podía ver el agotamiento de mucho tiempo donde los vientos de guerra habían inundado nuestros pulmones. Lo único claro, es que nadie quería una guerra en ese minuto. Supuestamente había terreno para todos.

La división será…el mar, los cielos, y el mundo invisible. Lo echaremos al azar, y no se harán protestas una vez que se conozcan los resultados. La tierra será neutra, puesto que en ella habitarán los humanos que rendirán tributo igualitario a todos los dioses.

Los tres dimos la aprobación, y entonces la suerte dictó su veredicto.

Poseidón ganó los mares y si bien en un comienzo se le vio con recelo, terminó sonriendo con elegancia y sin decir nada, golpeó el suelo con su tridente y abrió un portal hasta sus dominios. No parecía interesado en conocer los resultados de los otros, aunque de todas formas se quedó en la sala hasta la siguiente tirada.

Creo que ya está todo dicho.

Eso parece…

Zeus asintió.

Cada uno irá a su reino, y procuraremos mantener la paz por sobre todo. Que la sabiduría y la prosperidad esté con vosotros, amados hermanos.

El gran rey de los Dioses se despidió y con la potencia de un relámpago, anunció su salida en medio del choque de las nubes. El cielo se estremeció con fuerza esa noche, y los truenos inundaron al mundo por todas partes, celebrando el ascenso de su nuevo gobernador. Sí, Zeus se había hecho con el infinito reino de los cielos, y con ello, se posicionaba en el lugar en el que tanto había deseado estar. ¿Suerte? A esas alturas, no tenía ningún sentido el protestar.

Y mientras el cielo alumbraba a su nuevo regidor, el mar alzaba sus olas para abrir las puertas a quien, por su parte, dominaría con la potencia de su tridente de ahora y por siempre en las tres cuartas partes del mundo. Poseidón, el gran Poseidón, bajaba hasta la profundidad de los océanos a imponer su palabra y mantener la calma de aquel lugar tan inestable como maravilloso.

Cara a cara; Zeus versus Poseidón. El mar reflejaba al cielo, y el cielo siempre podía ver al mar. Era una clara señal de que ambos se tenían vigilados en cada uno de sus movimientos, y la desconfianza era casi tan abundante como la incertidumbre.

Por mi parte, tan sólo me limité a ver en cuál de ellos dos la sangre de Cronos tiraba más fuerte. Entre la oscuridad de la noche, desaparecí hasta lo más profundo del mundo, para adentrarme en la tierra más cercana a la cárcel de los titanes. Desde allí mi misión sería la de juzgar a todo lo que ya no tuviese vida, dictar sentencia y simplemente, observar. En su momento no lo comprendí, pero el papel del vigilante silencioso era el que mejor podía venirme en ese minuto. Después de todo, por algo los cíclopes me habían dado, a diferencia de a mis hermanos, un casco para ser invisible. El destino me tenía preparado algo diferente que a ellos, que simplemente estaban destinados a ser “un gran Dios”.

Y hasta que lo descubriera, me iba a mantener al margen y alejado de todos y de todo. Muchos pensamientos azotaban mi cabeza en ese segundo, y estaba dispuesto a tomarme todos los años que hicieran falta para concluir cuál iba a ser mi papel en una disputa a la que, sin quererlo o no, había sido invitado. No por mis hermanos, ni por mis padres, ni siquiera por mi sangre. Mientras caminaba por el infierno, comprendía que había algo más para mí allá abajo, y que la muerte no era sólo el siguiente paso después de la vida.

Al menos en mi caso, la muerte representaba para mí, un nuevo comienzo…

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Mensaje por Sasha Dom Dic 25, 2011 4:00 pm

Capítulo uno: Inicio de un sueño.


Sentado en mi trono, contemplaba como el mundo se caía a cenizas. Por supuesto, para llegar a cenizas primero tendría que haber sido quemado, y justamente las constantes guerras estaban cumpliendo con eso. Quién iba a decir que los hijos de Zeus resultarían tan inquietos y diferentes, compitiendo entre sí mismos una y otra vez, en un eterno juego de poderes que parecía no tener fin. En un comienzo, realmente intenté mantenerme ajeno a dicha situación, pero las cosas estaban perdiendo su equilibrio, y para peor, hasta el mismo Poseidón se había rebajado a su nivel. O tal vez, sólo se había molestado en mostrar cuales eran sus verdaderas intenciones.

¿Zeus? Un espectador, o eso querían creer (…) del gran Rey de los dioses, no se sabía nada hasta ese minuto. Pero por supuesto, mi hermano no era para nada un estúpido. No iba a desligarse de todo así como así. No, siempre tendría preparada una forma de estar presente, así no fuese en forma propia. Y es ahí donde la ecuación se volvía un tanto más complicada de lo requerido…

Athena…

Cada vez que lo decía, me sabía peor en la boca. No entendía el porqué, en un comienzo, pero tan sólo bastó que llegara cierto día en que nuestro querido hermano, Zeus, se tomase la libertad de poner una guardiana para el mundo y todo para mí comenzó a tener sentido. ¿Guardiana? ¿Pero contra qué? Hasta entonces, la tierra había estado en paz. Cada uno de nosotros se había mantenido en su terreno, respetando el acuerdo tomado hace miles y miles de años. Nada presagiaba que la paz fuese a terminar, más allá de una que otra escaramuza menor. Pero entonces fue cuando el título cayó sobre ella y, por arte de magia, las trompetas de guerra sonaron y con firmeza.

Yo creía que estaba molesto por dicha acción, pero por lo visto, Poseidón era todavía más impaciente que yo. Y lamentablemente, mucho más… atrevido, o quizás estúpido. Con cada acción que tomaba mi hermano, me preguntaba dónde había quedado el sabio que había estado a punto de oponerse a Zeus.

Movía y movía una copa de vino entre mi mano derecha, aunque no me había molestado en beber ningún sorbo de ella. Estaba demasiado ocupado pensando en los hechos recientes, intentado adivinar cuál podría ser el siguiente movimiento a ejecutar. No me había hecho mucha gracia tener que cortarle la cabeza a Poseidón, pero tampoco me podía permitir otra opción, no con su comportamiento. Por lo visto, su enamoramiento por Athena había llegado a un punto tan alto –o bajo, según cómo se mirase- que unido a su personalidad humana, podría haber llevado todo a un desastre monumental. Si hubiese permitido que continuase bajo esa senda, el mar habría acabado por someterse a aquello que muchos denominaban amor. Y con ello, sólo el destino sabría qué podría haber venido después.

Señor Hades… ¿Está bien?

Cada vez que lo oía o incluso pensaba, todo mi ser se estremecía. Era la palabra de moda en los últimos años, predicada justamente por la nueva y más grande hija de todas las que Zeus, tan generoso, se había molestado en repartir por el mundo. Y vaya que sí le dio resultados, puesto que en poco tiempo se había hecho con un ejército de más de un centenar de soldados, en los que destacaban doce en particular.

Pandora… ¿Por qué interrumpes mis pensamientos? Creo haber dicho que quería estar solo.

Por supuesto, la tendencia de poseer un ejército no sólo pegó en Athena, sino que en todos los dioses. Viéndome en esa situación, no tuve más remedio que elegir mis propios esbirros a los cuales sólo emplearía como herramientas. Ni por asomo tenía intenciones o mayores planes para con ellos. Sólo… estarían allí, existiendo, a la espera de cumplir con alguna tarea que les asignase. Dispuestos a luchar hasta que les llegase la hora de morir, puesto que para más no habían nacido. Así fue entonces como decidí dar nacimiento a las estrellas malignas, en otras palabras, a los espectros.

Lo tengo en cuenta señor mío, pero es importante que escuche lo que he venido a decir.

Desde siempre había guardado las distancias con todos, y ellos no iban a ser la excepción. Pandora, una mujer que reunía las mejores características de todos los seres humanos, y siendo la primera de ellos de acuerdo a la mitología, sería la que cargaría con el peso de guiarles sobre sus hombros. Sería mi vocera, representante ante los soldados y ¿por que no decirlo? para con todo el mundo exterior. No me gustaba ser molestado ni importunado, muchas cosas más importantes requerían de mi presencia. Y si bien en un comienzo fue difícil encontrar una adecuada, con el pasar de los días tanto ella como los espectros habían comenzado a demostrar su utilidad.

Habla…

Volviendo al tema de moda, el amor, no fue complicado para mí el comprender que bien podía sacar provecho de dicha situación. Ya con Atenea declarada como mi gran y eterna enemiga, con un Poseidón incompetente en todas sus líneas, y el resto de hijos de Zeus causando desordenes por todo el mundo, debía tomar una decisión: Intervenir, o no. Por supuesto, llegó un instante en el que simplemente no pude evitar más el problema, y con gusto decidí salir a encarar a mi rival. Fueron un par los encuentros que mantuve con ella, y me hicieron conocerla de mejor forma. Sin embargo, en primera instancia, no era a Athena a quien estaba buscando llegar. No, sino que a una de sus hermanas. Otra de las hijas de Zeus, precisamente con Deméter, la desdichada diosa de la agricultura que había concebido a Persephone.

Es sobre esos asuntos…

Quién diría que hasta un ser como yo podría sacar beneficios del amor. Y es que, estaba más que consciente que no lo sentía. Si algo tenía en mi interior, era repudio, repudio en general por toda la situación. Repudiaba a Zeus, a Poseidón, y a todos los que les seguían en la cadena alimenticia de Dioses estúpidos. Pero existiendo Athena como una prodigiosa guerrera destacada, tenía que tomar cartas en el asunto en el caso de que el choque de armas se hiciera inminente. Con el reino marino derrotado, y los estúpidos de Ares y Apolo dando vueltas, era tan sólo cuestión de tiempo para comenzar a recordar la titanomaquia. ¿Y Zeus? Despreciable cobarde, no se atrevía a dar la cara.

Abrí mis ojos con fuerza y sonreí. Por fin buenas noticias llegaban a mis oídos. Era momento de que mis planes comenzaran a tomar forma, y no cualquier forma, sino la que yo quería para con ellos. Y por lo mismo, previniendo que tarde o temprano tendría éxito, es que la presencia de dicha mujer divina bajo mis servicios se volvía un objetivo indispensable.

Vamos entonces, que no se haga esperar a nadie.

Utilizando un par de trucos y a sus propios soldados, fue como conseguí apartar del lado de Athena a su hermana, y con el paso de los días, volverla mi supuesta esposa. Digo supuesta, porque jamás estuve interesado en ella. ¿De verdad podría yo sentir cariño por alguien? La respuesta más clara, era y es un no, y rotundo en toda su expresión. Jamás la quise, jamás la pude ver como algo más que una herramienta, y por supuesto, mi repudio para con ella era más y más grande a medida que la conocía.

Caminé junto a Pandora por los pasillos del castillo sin siquiera voltear a mirarla. Conocía tan bien esos parajes que podía darme el lujo de avanzar con los ojos cerrados. Me entretenía pensando en que poco a poco se acercaban a estar completos mis planes, y con ello, era tan sólo cuestión de tiempo el poder completar mi más anhelado sueño.

Durante todos los años en los que estuve en el anonimato del Infierno, me dediqué a varias cosas, principalmente a cumplir con mi trabajo. Creo y con justa razón que puedo decir que fui el único de los tres que jamás abandonó su puesto, y nunca un muerto salió de las prisiones sin ser castigado. Es cierto, cree los Eliseos y allí puse a los pocos afortunados que merecían un paraíso. Pero la población de dicha estancia era tan escasa, que fue inevitable el preguntarme en un determinado momento por qué los humanos eran tan pecadores. Por supuesto, mis conclusiones fueron construyendo un mapa, en el que tras concretar algunos huecos, logré llegar a la respuesta de que la culpa era de los mismos dioses. Entonces ¿Debía buscar culpables? La respuesta era más que obvia…

Sí… ya casi estoy cerca, puedo sentirlo, Pandora.

Su goce es la alegría de mi corazón, mi señor.

Giré para verla un instante, moví la cabeza en forma de desaprobación y continué con mis pasos. Era lamentable que ni siquiera ella pudiera comprender la magnitud de lo que estaba a punto de suceder. Aunque era humana, no podía culparla por su limitado espectro de visión. Al final, tan sólo existía para servirme, y por lo visto cumplía con dicha regla a plenitud. Existía para eso y nada más.

Seguimos caminando y en mi mente las ideas continuaban aterrizando. Con cada paso que avanzaba, la ocasión se acercaba. Ya que mi hermano no se molestaba en enseñarles disciplina a sus críos, tendría yo que tomar el derecho a educarlos, por supuesto, a mi manera. Demás estaba decir que, si la muerte era tan temida entre los humanos, mucho de ello tenía su razón gracias a mis métodos. Nunca me caractericé por ser un sujeto misericordioso, con ninguno de todos los muertos que llegaban hasta mi recinto. Nadie recibía tratos especiales ni beneficios, y aquella era mi lógica para todo lo que hiciese. Desde tratar con los condenados, sirvientes, espectros, Pandora… y en este caso, con mi propia “familia”.

Honestamente, detestaba y detesto a mi familia. A todos y a cada uno de ellos, sin excepción.

Posé mi mano sobre una gran puerta negra que daba a una cámara a la que sólo yo tenía acceso en el castillo. Precisamente, era un portal que daba con la Judesca, mi templo personal en el fondo de las prisiones. Siempre era importante estar vigilando cada uno de mis territorios, sobretodo porque simplemente, yo no era capaz de confiar en nadie.

Avancé lentamente y esperé a que Pandora hiciera lo mismo. Una vez dentro, cerré la puerta y ambos mundos volvían a estar separados. Di media vuelta y continué con mi camino, dispuesto a llegar hasta el fondo de toda la gran edificación en las profundidades de la tierra. Allí estaba el centro de todo lo que yo quería en ese minuto.

¿Hace cuánto lo encontraron?

No más de diez minutos, señor. Apenas se llegó a él, no quisimos hacerlo esperar. Bien sabía yo el interés que guardaba usted por dicho descubrimiento.

Bien.

Cuando estás tanto tiempo en un lugar, solo y sin nadie, te acostumbras a escuchar la voz del silencio. Y si prestas todavía más atención, puede que quizás logres oír la voz de los sin voz, en este caso, de aquellos que estaban ocultos bajo la nada misma. Todo comenzó como un pequeño griterío en mi oído izquierdo, en el que sólo podía diferenciar mi nombre. Pero con el paso de los meses, y de los años, más la práctica propia, fue que logré dar con no una, sino que cientos de voces que hablaban al mismo tiempo a toda hora. Debo decir que en un inicio fue un tanto curioso, y me negaba a creer lo que llegaba a mis oídos. Eran muchas palabras, como si una tormenta caótica e invisible te azotara de pronto y no supieras en que dirección correr para salvaguardarte. En este caso, era imposible hacerlos callar. Lo intenté varias veces, probé diferentes métodos y hasta me movilicé a los Eliseos un tiempo, pero a donde quiera que fuera, dichas voces misteriosas me seguían. No tuve otra opción más que aceptarlas, intentar comprenderlas y con el tiempo, todo ese esfuerzo se vio recompensado con su conocimiento. Quién iba a pensar la clase de cosas que tenían para contarme…

Continuamos caminando por los pasillos más oscuros de la Giudecca, entrando ya a zonas que estaban prohibidas para todos los espectros. De por si era exclusivo el acceso al salón del trono, por lo que no a cualquiera se le podía conceder el honor de caminar por partes privadas. Sólo los justos y necesarios soldados tenían cierto conocimiento de dichos pasajes ocultos, aunque por precaución, se les borraba la memoria al terminar sus tareas allí asignadas, por lo que terminaba tratándose de un saber efímero y circunstancial. Siempre estaba latente la posibilidad de traiciones o improvistos de esa calaña, por lo que tomar resguardos con casos tan importantes y significativos, nunca estaba de más. Sobretodo considerando que gran parte de mis anhelos, y por lo que luchaba en ese minuto, estaba precisamente ahí.

Aquí estamos, mi señor. – Dijo Pandora, deteniendo su andar y con ello, provocando que yo mismo parara de caminar. La miré y pude notar como en sus ojos algo cambiaba, pasando de la supuesta alegría que profesaba a un rostro un tanto más melancólico.

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Mensaje por Sasha Dom Dic 25, 2011 4:01 pm

Capitulo Dos: Aliadas del averno.


¿Segura que vas a bajar? La última vez no fue agradable para ti…

Recordaba muy bien todo lo que había ocurrido en el último descenso hasta esos parajes, con todo y lujo de detalles. Por lo visto, la misma Pandora también lo recordaba, y todavía no podía ocultar la gran gama de sensaciones que le provocaba el simple hecho de rememorar todo lo visto en ese entonces.

Con el tiempo, pude comenzar a comunicarme con las voces. Entonces comprendí que pertenecían a distintos tipos de seres, llegando incluso hasta los titanes que vivían justo debajo de mis dominios, en el famoso Tártaro, la prisión favorita de Zeus. Un lugar oscuro, aterrador, para nada agradable y que, supuestamente, se ubicaba a tantos metros del Inframundo como el cielo de la capa externa de la Tierra. Irónico que a pesar de tamaña distancia, tuvieran el poder suficiente como para hablarme desde ahí. Una muestra más de lo terribles que podían llegar a ser nuestros antepasados, y porque bajo ningún aspecto, debía permitírseles escapar. O mejor dicho, no debía permitirles yo escapar de ahí. A esas alturas dudaba seriamente de que Poseidón o Zeus recordasen siquiera a los seres atrapados en el abismo más profundo, puesto que si no se comportaban como debían o prestaban atención a lo sucedido en el mundo, respectivamente, menos iban a hacerlo si el problema era aún mayor.

No obstante, no eran ellos – los titanes- a los que les había prestado atención. ¿Cómo iba a hacerlo, si yo mismo los había encerrado? Tendría que haber sido un estúpido como para confiar en el ejército de Cronos, al que por cierto, jamás escuché por ninguna parte. Seguramente estaba atado con cadenas de magma a la parte más lejana y oscura que existiese en el Universo, maldiciendo el nombre de cada uno de sus hijos, de su esposa, pero sobretodo de Zeus. La última vez que esos dos se habían mirado, pude comprender con mayor certeza que nunca lo que en verdad significaba la palabra odio.
Y a su vez, en los ojos de ambos, note con mayor claridad lo que era sentir miedo. Ambos se temían, Cronos por saber que estaba a su disposición, y Zeus por pensar en qué le sucedería si algún día nuestro padre se liberase.

Miraba a Pandora, tan dubitativa y débil, mostrando su lado más humano. Sus labios estaban cerrados, hacían el gesto de querer abrirse y pronunciar algo, pero no era capaz de articular ninguna palabra. El miedo la estaba dominando por completo, y ello era producto de estarse dejando llevar por sus sensaciones más mortales. A pesar de que en una o dos ocasiones le había mencionado que dichas costumbres la llevarían al fracaso, existían situaciones en las que me recordaba que, por muy cercana que fuese –en teoría- a mí, seguía siendo la misma muchacha de apariencia femenina que atraía a los hombres y deseaba, en lo más profundo de su ser, simplemente jugar con su hermano en los grandes campos de pasto verde, y cuidarlo hasta que la muerte los separase.

Siempre me encantó esa frase… “Hasta que la muerte los separe” y sus derivados. Era curioso representar y ser lo único que podía llegar a romper con cualquier supuesto lazo afectivo de los seres humanos. Y dado que ellos no gozaban de mi simpatía, pues con mayor razón me permitía y con gracia el acabar con cuánto nexo me encontrase en mi camino. Lamentablemente para Pandora, ni siquiera ella se había salvado de ello.

No puedo… no puedo permitir que vaya solo a visitarlas. – Contestó por fin, bajando la vista un par de segundos para después volver a subirla. Me miraba directamente al rostro, cuestión que detestaba hicieran, pero dado que su fidelidad me llamaba poderosamente la atención, decidía pasar por alto ese tipo de faltas.

No deberías temer, no cuando estoy tan cerca de obtener lo que quiero. Además… ¿Piensas que me dejaría morir después de llegar tan lejos? No peques de inocente, Pandora, soy el único Dios que no ha olvidado quién es…

Lo siento…

Cerré mis ojos y aparte mi rostro, no tenía caso seguirla regañando. El tiempo apremiaba y no perdería mi entusiasmo por ella. Pero que me cuidase de esa forma tan fraternal, como si fuese un niño débil y desamparado, me hacía considerar la razón de permitirle estar tan próxima a mi persona. En ocasiones me planteaba asignarle una armadura y enviarla a luchar al campo de batalla, aunque luego me tranquilizaba e ignoraba lo ocurrido.

Pasé el marco de una puerta y llegué a una estancia muy parecida a la que existía en el castillo, que era una escalera en forma de caracol que conectaba la superficie con la entrada de las prisiones, con una gran llama verde del infierno haciendo su aparición entre los andantes de vez en cuando. La diferencia con ella era que en este caso, conectaba al Inframundo superior con una zona un tanto más peligrosa, y no tan amigable para los mortales. ¿El motivo? Al bajar, se estaba adentrando en terrenos muchísimo más oscuros y desolados, donde ni los Dioses solían llegar con facilidad. Podría decirse que era una parte subterránea del Inframundo, donde habían ido a parar vestigios de eras más antiguas al mismo padre del tiempo, Chronos. De más estaba aclarar que a ese lugar jamás podría llegar un humano por su cuenta, puesto que en la bajada, se atravesaban diversas dimensiones que protegían esos parajes del Infierno. Pandora podía descender sólo porque tenía mi bendición, o de lo contrario decir que se habría vuelto polvo sería decir poco.

Tras un rato de andar por las escaleras en silencio, por fin pude tocar aquellas tierras tan hostiles y lejanas. El simple olor del aire era distinto, siendo mucho más intenso y aunque no poseía hedor a muerte, bien podía provocar estragos en cualquier ser que lo oliese. Seguramente se debía a la enorme carga negativa que acumulaba cada átomo que conformaba el aire de ese sitio. Por suerte, era un tipo perceptivo cuando se trataba de energías malignas, y en esa zona abundaban los cosmos oscuros por todas partes. Tenía que estar más alerta que nunca, puesto que jamás se podría saber cuántos ojos estaban mirándonos avanzar por ahí.

Ya estamos cerca… espero que todo esté preparado.

Lo está mi señor…

La voz de Pandora sonaba claramente afectada por el trayecto. A pesar de que antes me había acompañado a ese mismo lugar, parecía ser que nunca se acostumbraría a toda la vorágine de sensaciones que se podían sentir en el interior por el mero hecho de estar ahí. Y esta vez, no la culpaba, puesto que ni yo podía mantenerme indiferente a la potencia con que el ambiente nos azotaba. Lo que me salvaba era el hecho de no poseer miedo a nada, ni que nada más que mi persona me importase, además de tener bien claro mi posición en el Universo. Las malas energías se alimentaban de las debilidades e inseguridades que pudiese poseer una persona, así como también de su duda sobre sí mismos. En otras palabras, buscaban cualquier hueco de confusión en el cual fuesen capaces de colarse y una vez hecho eso, comenzar a causar estragos en la mente y espíritu de su desdichada víctima. Una como Pandora, por ejemplo. Una mujer sin pasado concreto, que sólo me servía por un incontrolable deseo de sumisión, pero que no sabía mucho más de ella o de otro tipo de sentimientos. Era carne fresca para ese tipo de alimañas, y podía notarlo por el simple hecho de sentir como en su dirección se acumulaba más cosmoenergía que en la mía. Tal parecía ser que yo no era un plato ideal para lo que sea que fueran esas vibraciones tenebrosas.

Nos detuvimos, justo a la entrada de una enorme caverna. Miré a Pandora por un segundo, ella con dificultad sonrío y asintió; mi rostro no sufrió cambios, y simplemente continué con el andar que ahora nos comandaba por el interior de la cueva. Adentro el ambiente sí que era oscuro, se podían sentir además como existían seres que volaban por nuestras cabezas. ¿Murciélagos? ¿Cuervos? La mitología daba para mucho, y allí abajo lo mejor era no pensar demasiado. Por mi parte me encontraba serio y concentrado en llegar pronto, aunque no descuidaba el vigilar cualquier tipo de improvisto que pudiese tener mi Heraldo. Cada paso que dábamos, era adentrarnos más y más en el camino más oscuro de la muerte. Yo lo sabía, lo tenía más que claro y aceptaba las consecuencias. No le tenía miedo a la muerte, puesto que yo era el guardián de ella. Yo iba a dominar a la muerte, costase lo que costase, y al precio que tuviera que pagar.

Como si la vida hubiese leído mis pensamientos, al acto una gran sombra apareció frente a nosotros. Una enorme sombra de varios metros, con cuernos, ojos rojos, forma indefinida y un cosmos sencillamente terrible. No podía ser nada bueno para los dos…

Pandora… retrocede, el cosmos de esta cosa es gigante.

No recibí respuesta, por lo que supuse que acatando la orden, se había alejado a un lugar más seguro. De todas formas estaba armada, y bien conocía la forma de huir de ese sitio.

¿Quién eres tú? Preséntate ante mí, ahora mismo. Lo ordena el Dios del Inframundo, Hades.

Tendría que haber sido un ingenuo para esperar una respuesta. Era difícil vislumbrar qué clase de criatura era, pero lo seguro es que no tenía intenciones de charlar conmigo en ese minuto.

A pesar que nos separaban varios metros de distancia, su primer movimiento fue rápido. Estiró de manera increíble su brazo y me lanzó un garrotazo a la altura de mi cabeza, lo que me obligo a agacharme y salir corriendo de inmediato en su busca. No tenía tiempo que desperdiciar en una pelea con una estúpida de las tantas criaturas de esos parajes. Continuó lanzándome garrotazos, haciendo crecer más brazos negros en su cuerpo a medida que los iba esquivando o saltando. Estando ya a pocos metros, posé mi mano derecha en la funda de mi espada y sin perder tiempo, la desenvaine, di un salto en el aire y corté por la mitad una de sus tantas garras oscuras. Al instante, me aproxime a caer con mucha fuerza justo en el rostro de dicha criatura, insertando mis dos pies en donde deberían estar sus ojos. Acto seguido, hice girar mi espada y se la clave de lleno en el centro de la frente, hasta que el mango tocó su “piel”. Luego di una vuelta hacia atrás en el aire, cayendo con ambos talones en el piso y guardando la espada en su funda.

Eso fue sencillo…

No obstante, lo que sea que hubiese sido esa cosa, estaba lejos de darse por vencido. A pesar de que por su rostro comenzó a salir un líquido espeso y oscuro – prueba de ello es que en mi espada habían quedado restos – y se había tambaleado al recibir la puñalada, todavía pretendía querer seguir peleando. Abrió sus fauces, se inclinó y soltó un rugido tremendo, el que me obligó a juntar mis brazos por sobre mi rostro para evitar recibir en la cara todo el impacto del fuerte viento. La cueva se estremeció con ello, mientras que las piedras volaban hacia atrás y mi cuerpo lentamente iba retorciendo por la fuerza de su grito, por lo que opté por alejarme de esa cosa yo mismo.

Entonces ocurrió lo inesperado. Un fuerte golpe en mi espalda provocó que perdiese el equilibrio, y al instante, otro me elevó por los aires y dos más me estremecieron en el camino. Como pude me aferré con fuerza al techo cavernoso y posé mis pies sobre la corteza de la cueva. Los malditos brazos de la bestia estaban revoloteando por el aire, y ya se aproximaban de nuevo para darme otro ataque.

Siempre tiene que ser tan complicado verlas…

Me solté y dejé caer en el aire. Abrí más mis ojos y concentré mi cosmos en mi vista, para poder ver con claridad cada uno de los ataques que se venían. Era más de una docena de brazos, todos rodeándome por distintos frentes mientras descendía, a escasos segundos de golpearme por todos lados. Entonces comencé a girar, sacando mi espada de su funda y propinando certeros cortes en varias direcciones. El brillo de la hoja a tan alta rapidez le daba un brillo bastante decoroso, ocasionando que varios círculos y óvalos se dibujasen temporalmente por sobre el piso. Por otra parte, el sonido de la carne de la criatura cortándose en varios pedazos una y otra vez, no hacían más que decorar todavía más la grotesca escena.

Cuando caí de nuevo al suelo, me siguieron un montón de trozos de esos brazos que se golpearon con gran potencia en el suelo, levantando una buena cantidad de polvo. Ya sólo quedaba encargarme de esa molestia inesperada.

Todavía con el cosmos rojo en mis ojos, utilicé mi control de la telekinesia para poder soltar un gran pedazo de roca por sobre su cabeza. A pesar de que la bestia se movió y salió en mi búsqueda, logré acertarle con la enorme piedra justo a la altura de la nuca. Luego le lancé mi espada, inundada de poder, como si fuese una flecha. En cuestión de segundos atravesó justo por el medio a la criatura, lo que provocó que esta cayera de espaldas acompañada de un fuerte alarido de dolor, y por supuesto, un gran estruendo al tocar el suelo. Entonces desapareció en la nada, y comprendí que ya todo había terminado.

¡Señor Hades! – El gritó de Pandora resonó al instante en mis oídos, preocupada y alterada. - ¡¿Está usted bien?!

Ya te he dicho que no me trates como a un niño, Pandora. Soy un Dios guerrero, estas cosas son típicas en el infierno… ingresemos de una vez y por todas.

Pe… pero esa cosa lo gol…

He dicho que nos vamos. Si lo deseas puedes devolverte, pero yo voy a continuar.

El tono de mi voz no era precisamente amable, y es que simplemente estaba loca si pensaba que me iba a preocupar por una simple herida en mi espalda en ese minuto. Ya podía sentir sus cosmos, sabía muy bien quién había soltado dicha bestia y podía concluir sus razones. Después de mirar con reproche a mi Heraldo, continué mi camino por la cueva sin volver a dirigirle la palabra. Ella, por su parte, me siguió cabizbaja.

La cueva cada vez se hacía más y más grande, y en determinado momento, se podía oír el fino toque de un instrumento de cuerdas. Pero no una sonata común y corriente, sino una aterradora y que podría haberle destrozado los oídos a cualquiera. Era una melodía digna de causar la muerte y sufrimiento después de esta, por lo que no podía ser tocada por un simple mortal. Ya habíamos llegado por fin.

Has tardado bastante… muchacho.

Te habíamos estado esperando desde hace minutos…

Sabes que no nos gusta perder el tiempo.

Pude escuchar sus voces retumbando apenas mis pies ingresaron a una parte especial de la cueva. Era enorme, daba la impresión de ser una esfera y estaba rodeada de antorchas por todas partes. El fuego se movía de un lado a otro, alumbrando sólo lo que debía alumbrar. Pude notar cómo Pandora se acercó más a mí, aunque no le di mayor importancia. Simplemente seguí caminando hasta que las pude ver con mis propios ojos.

No era mi intención hacerlas esperar, pero he tenido que sortear un pequeño inconveniente durante el trayecto a este sitio…

Mi voz sonaba fuerte, pero con respeto. Sabía que tenía que tratarlas con cuidado, puesto que de ellas se podía esperar absolutamente cualquier cosa.

Ji ji ji ji… pusimos un pequeño guardián… para evitar intrusos, ji ji ji ji …

Muy divertido, pero querrás decir que tú pusiste un guardián, vieja hermana…

¿Podrían preocuparse de lo importante? No hemos venido a socializar.

Cada una poseía una personalidad única, y a pesar de ello, no se separaban ni por un instante. Ante ello, era bastante complicado el tener que tratar con ellas. ¿Tenía alguna otra opción? No, por lo que sólo me quedaba ser astuto y condescendiente, aunque en su justa manera.

No hace falta que discutan, puesto que ya podemos comenzar. Oh, mis queridas damas regentes del destino… la risueña Cloto, la sabia Láquesis, la fuerte Átropos…

O cómo se les conocía entre los Dioses más sabios y todo aquel que investigase un poco, las brujas dueñas del destino: Las Moiras.

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Fanfic de Vergilius  Empty Re: Fanfic de Vergilius

Mensaje por Sasha Dom Dic 25, 2011 4:03 pm

Capitulo Tres: La llave.


Tratar con ese trío de mujeres tan complicadas era un arma de doble filo. Conocía muy bien su reputación, y podía obtener tanto conocimiento y ayuda de ellas, como también problemas y desdicha. Sin embargo, mis planes dependían de su sabiduría, por lo que no tenía más alternativa que aceptar entrar en sus juegos, por muy retorcidos que fuesen.

Las miraba atentamente. Su apariencia era, por decirlo de forma amigable, repulsiva. Eran ancianas e iban cubiertas por capuchas negras que les cubrían todo el cuerpo, dejando a la vista solamente sus rostros y sus manos. Cloto era la más baja y la única que pretendía sonreír, con su dentadura amarilla y resquebrajada. Era también la más anciana. Por otro lado estaba Átropos, la más alta y de mirada más fría. También era la que más asustaba a Pandora, puesto que no representaba ningún grado de humor. Ni siquiera parecía sentir aprecio por sus hermanas, por lo que era de suponer la gran estima que podría tener hacia mi persona. No confiaba en mí, o no creía en mis habilidades. Al menos eso era lo que podía determinar con lo poco que hablaba. Finalmente estaba Láquesis, el punto medio entre las dos. Y sin embargo, con la que más debía tener cuidado. Era la mas inteligente de las tres, la que me miraba con mayor atención y la primera con quién hablé en primera instancia.

Todo ocurrió el día que llegué a la entrada del Tártaro. Había sentido una cosmo energía más grande que las otras, y supuse que quizás podría ser Cronos. Por ello, emprendí rápidamente mi camino por los confines de la tierra hasta llegar a una de las enormes puertas reforzadas que servían para tener aprisionados a los titanes. Era más grande que mi propio muro de los lamentos, y su consistencia me hacía ver que por mucho que la golpease, jamás sería capaz de destruir una puerta como ella. Gigante, sólida e inquebrantable. Lo mejor que podía existir en el universo para mantener bajo custodia a enemigos tan problemáticos como los titanes.

Estaba de pie, observando la puerta, cuando una voz de la nada interrumpió mis pensamientos.

Mucho tiempo sin que un hijo de Cronos lo visitase…

Nunca ninguno lo ha visitado.

…..

Me volteé y entonces las vi. Tres mujeres cubiertas con capuchas, grotescas y muy particulares. Para mi sorpresa, no había sido capaz de sentir sus cosmos acercarse. Y no cualquiera en el universo podía ocultarse de mi presencia, menos en mi propio reino.

¿Quiénes son ustedes? Dudo que sean titanes, no las recuerdo…

¿Titanes? Ji ji ji ji… ¿De verdad llegaste a pensar eso? Ji ji ji ji ji

Los titanes son grandes, peligrosos y estúpidos. No, no somos ningún tipo de prisionera.

……

Por mucho que lo intentaba, no podía recordar el haberlas visto jamás. Ni siquiera tenía registros de su existencia en mis dominios, aunque estaba consciente de que allá abajo existía mucho que yo ignoraba. No obstante, no pensaba que tres ancianas pudieran estar ocultas en las sombras de los parajes cercanos a la prisión más terrible de todas. Algo me decía que tuviera cuidado con ellas, al menos hasta que no supiera más.

¿Y qué son entonces? Si no son titanes, ni han escapado del Tártaro… ¿Qué hacen aquí?

Estábamos aburridas y queríamos pasear… el Infierno es grande, hay mucho que ver…

Joven Dios, no somos fugadas ni nada de lo que estás pensando. Puedes estar tranquilo… no te haremos nada.

Somos las hermanas del destino, hijas de la necesidad Ananké, Las Moiras.

¿Hermanas del destino? En su momento había escuchado que todavía permanecían con vida muchos seres de antiguas épocas, que luego de la ascensión de Cronos, no tuvieron más remedio que refugiarse en tierras desconocidas. Por supuesto, la mayoría de esas personas, por lo visto, habían ido a parar al mundo invisible y olvidado: El Infierno. Incluso a pesar de no estar muertas, ni haber cometido ningún aparente crimen.

Las Moiras… hijas de la necesidad.

Así es…

Ya veo… ¿Y que hacen aquí?

Se dice entre los Dioses oscuros que hay un Dios olímpico con una gran necesidad.

Y ese Dios, eres tú, Hades.

No sabía qué me sorprendía más. Si el hecho de que me conocieran, o que dijeran eso de los dioses oscuros. Según lo que se sabía, eran de las primeras deidades de las que se sabía en su minuto, mucho más antiguas de lo que podía haber sido Cronos. Era prácticamente imposible contactar con ellos, puesto que se suponía eran incorpóreos e invisibles. Nadie tenía la certeza de donde habitaban, qué hacían o si estaban al tanto de lo que pasaba en el mundo. Meterse con ellos era peligroso para cualquiera, incluso tratándose de un Titán o un Dios.

Madre y Moros han sentido compasión por ti, ji ji jiji… el joven les ha agradado.

Nosotras podemos guiarte a tener lo que buscas, joven Dios.

Es por eso que estás aquí ahora. Ellos lo predestinaron.

Era una cosa para no creerlo. Las miré con desconfianza en un primer minuto, extrañado y dubitativo. ¿Por qué iban a molestarse en intervenir viejas deidades? Según sabía en ese minuto, eran demasiado grandes y poderosas como para estar interesados en asuntos de la tierra. O más bien, cumplían su trabajo y existían por su cuenta, sin interferir en disputas ajenas a ellos. Unos pocos decían que eran los Dioses olvidados, anteriores a la misma madre de nuestra madre, Gea. Era el problema de pertenecer a una familia tan... particular. El árbol genealógico era de lo más complicado y lleno de sorpresas.

Me cuesta creer que…

Ji ji ji ji… las voces te han hecho poner atención… ¿No?

Y el cosmos grande te alertó de venir hasta acá.

Sólo te alertamos a ti, no querían que tus hermanos supieran de esto.

Tenía que admitir en ese minuto que sabían demasiado, demasiado como para estar mintiendo. Seguiría siendo precavido, por supuesto era un calificativo que jamás dejaría de lado, pero también continuaría con la actuación y vería hasta qué punto llegaba todo.

¿Qué quieren los antiguos de mí?

Ji ji ji ji… te otorgarán claves para el conocimiento…

Un conocimiento antiguo, oscuro y poderoso.

Y muy peligroso, si no eres el indicado para ello.

Conocimiento y poder. Una combinación a la que no podía resistirme, no con todo lo que estaba ocurriendo en el mundo. ¿Sería peligroso continuar? Era un riesgo que debía correr, o de lo contrario, la duda siempre estaría presente en mi vida. Personalmente, opino que la eternidad es demasiado tiempo como para haber tenido dudas por siempre.

Las escucho…

Ji ji ji… ya ha aceptado el joven Dios…

Sólo debes seguirnos…

Y te diremos todo lo que tienes que saber. Ni más, ni menos.

Lo pensé durante unos segundos. ¿Podría ser una trampa? ¿Pero… de quién? Yo no tenía enemigos, ni tampoco aliados. Prácticamente no salía del Inframundo, y me mantenía firme en mi posición en el Universo pasase lo que pasase. Estaba ajeno a disputas de todo tipo, y mi único nexo con las guerras humanas – provocadas por los olímpicos u otros Dioses – era que yo juzgaba a los muertos de ambos bandos. Sin distinguir, obviamente, del bando del que provenían. Para mí todos los muertos, no eran más que pecadores esperando una sentencia que los hiciese sufrir por el resto de la eternidad. Cadáveres, nada más ni nada menos para mí que almas de cadáveres.

Está bien… guíenme, hijas de la necesidad.

Debo admitir que no era capaz de suponer a qué se referían con necesidad. Técnicamente yo tenía todo lo que pudiese querer un Dios como yo: Autonomía y mi espacio. El mundo en sí me era indiferente, o eso creía yo. Pero luego de hablar con ellas, pude darme cuenta de muchas cosas. Fue en ese minuto, cuando las mismas preguntas que me había formulado al dividirnos el Universo, volvieron a retumbar dentro de mis pensamientos. Cuestionamientos dormidos, si se les podía llamar de una forma, que estaban despertando al ver ante mis ojos… una posibilidad única.

Supongo que querrán comenzar cuanto antes, ¿No es así?

Ji ji ji ji…

Antes de comenzar, tenemos preguntas que hacerte.

¿La has traído, joven Hades? Sabes muy bien lo vital qué es para nuest...

Está aquí… frente a ustedes.

¡¿¿Qué??! – Preguntaron las tres al mismo tiempo, sorprendidas. Por lo visto no esperaban que la obtuviera tan de pronto. Podría decirse que mi entusiasmo estaba jugando a mi favor, y con ello, la suerte me sonreía. Y con suerte, me refería al éxito que perseguía mi existencia.

Como lo oyeron… ya tengo todo lo necesario.

Rápidamente comencé a elevar mi cosmos y las observé a las tres. Sonreí malicioso, y pude percatarme que Pandora estaba temblando, pero no me importó. Veía tan cerca mis planes, que no estaba dispuesto a esperar ningún segundo más. Ya habían sido muchos años de espera, muchos días de planeación y finalmente, por fin, iba a poder comenzar a ejecutar lo que tanto tiempo me había llevado planear.

¡Aquí está! – Dije cerrando mis manos, para después juntarlas en forma de palma, provocando que al instante, la tierra comenzase a temblar en esa caverna de forma estrepitosa.

El viento bajo mis pies se comenzó a arremolinar y, enseguida, a formar una especie de tornado que giraba en torno a mi cuerpo bajo mis rodillas. La túnica que llevaba puesta se empezó a elevar producto del viento, y las paredes tiritaban sólo de sentir la gran cantidad de energía que estaba liberando dentro de ellas. Las mismas hermanas del destino parecían sorprendidas, lo que me dejó entrever que no estaban totalmente seguras de que hubiese sido capaz de ello. Era curioso, que hasta ellas, pudieran contar con una cuota de ingenuidad, y que ni aún con todo su poder y conocimiento, fuesen lo suficientemente astutas como para entenderme por completo. En cierta manera, seguían siendo seres inferiores…

De pronto, una enorme grieta frente a nosotros se abrió. Y de ella, emergió un ataúd de mármol de gran tamaño en forma vertical, saliendo primero la parte de arriba, estando completamente cerrado. El temblor se detuvo sólo cuando todo el artefacto estuvo afuera, y con ello, comencé a caminar en su dirección, todavía sonriendo y mirando confiado a mis aliadas. Ellas por su parte, no podían salir de su impresión.

Según lo que hablamos, la única forma de poder despertar el poder oculto, es utilizar la fuente de energía con la que originalmente se alimentaba, ¿No es verdad?

Pregunté en tono levemente sarcástico, puesto que en su asombro, ninguna de las tres estaba capacitada como para contestarme.

Je…

Posé mi mano izquierda en la tapa, y sin hacerlas esperar más, la quité haciéndola caer hacia al frente. El golpe contra el suelo fue brutal, y levantó bastante polvo, el que inhibió la visión por unos cuantos segundos. Sin embargo, ellas ya sabían con lo que se iban a encontrar…

Ustedes mismas me contaron que al ser empleado por primera vez, este gran poder requirió de un condimento indispensable, el cual no fue otro sino que la base de la vida en todo el mundo: la sangre de Gea, la titán madre de la Tierra.

A esas alturas yo ya conocía muy bien la historia. Había estudiado con gran empeño los libros y las escrituras antiguas, enterándome de los más diversos acontecimientos del pasado, ocultos bajo las más grandes sombras. Y aunque sonara difícil de creer, allí estaban las pruebas, y a medida que continuaba investigando, terminé por convencerme de que todo lo que había aprendido no era otra cosa sino que, nada más ni nada menos, que la verdad enterrada y que yo debía volver a erigir triunfante. Especialmente, cuando el mundo estaba tan corrompido, y necesitaba conocer un nuevo destino. En este caso, el destino que yo había elegido para todo y para todos.

Debo admitir que no fue fácil encontrar algo similar a eso, puesto que por obvias razones, no podía volver a utilizar a la madre tierra. No obstante, en la época actual existe una mujer que cumple a cabalidad con lo pedido por ustedes. Ya deben conocerla…

El polvo se dispersó por completo, y fue entonces cuando dejó ver lo que había dentro del ataúd.

Es… ¡la llave!

Increíble…

En efecto lo es…

Así es mis queridas damas, he aquí mi propia llave para poder hacerme con el poder oculto del que me han hablado. Por lo visto, el destino en verdad sí quería calmar mi necesidad...

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Mensaje por Sasha Dom Dic 25, 2011 4:04 pm

Capitulo cuatro: El nombre del poder.

En ese segundo estaba tan cerca, que ya podía sentir en mi boca el sabor de todo el poder que estaba anhelando. Pandora atrás de mí era una simple espectadora, asustada, encerrada en su ignorancia típica de un humano, la que no le permitía ver más allá de lo que le mostraban sus ojos. Pero en cambio, yo sí era capaz de ver más allá de todo, y en ese instante me veía a mi mismo entrando al salón del trono del Universo, mirando ya cada vez más cerca y con más claridad la nitidez del asiento real desde el que se gobernaba absolutamente todo. Y no, no hablaba del trono del Olimpo, eso era una bazofia… comparado a lo que veían mis ojos en esos momentos.
Todavía no puedo creerlo… ji ji ji ji, este muchacho es muy capaz…

¿Cómo lo has conseguido, joven? El destino había guardado celosamente el secreto de quién portaba en su interior la llave para llegar al antiguo poder…

Es imposible que dieras con ella tan pronto. Nunca nadie había podido.

Pero yo no soy nadie, Átropos, yo soy… un verdadero Dios… y pronto, seré mucho más que eso…

Ji ji ji… eres muy confiado.

Creo que podemos comenzar de una vez con el ritual.

En efecto, ya tenemos todos los implementos para ejecutarlo.

Ji ji ji ji…

¿Preparado, hijo de Cronos?

No hay vuelta atrás una vez que comencemos.

El simple hecho de que me hiciesen esa pregunta me hacia sentirme insultado. No podía entender el afán de dudar de mi decisión. Si había llegado tan lejos, era efectivamente porque me sentía preparado para soportar todo lo que se venía. Y eso era, porque ciertamente, yo era el único calificado como para aguantarlo. El gran Moros lo había predicho, y su voluntad se estaba cumpliendo a cabalidad. No existía nadie mejor que mi persona para lograrlo, y no pretendía retractarme a alturas tan avanzadas. Jamás me había arrepentido de una decisión, y ella no iba a ser la primera vez.

Estoy listo para aceptar mi destino, Moiras. Yo Hades, hijo de Cronos y Rea, descendientes de Urano y Gea, no daré mi palabra en vano en esta decisión. Alcanzaré lo que quiero, y no me preocupa el precio que deba pagar por ello…

Ji ji ji ji… ya está todo dicho…

Entonces que así sea, Dios.

Recuerda que esto ha sido tu decisión. Por lo tanto, es tu responsabilidad. No nos hacemos responsable de lo que te pueda ocurrir.

¿Ocurrir? Je, lo único que iba a ocurrir, iba a ser que alcanzaría lo que tanto estaba anhelando. Sus advertencias me parecían insulsas, casi tanto como las de Pandora. No necesitaba que nadie me recordase las consecuencias de mis actos, nunca había requerido realmente de nadie. Las ancianas no eran más que una herramienta, pero aún sin ellas hubiera sido capaz de lograr despertar el poder. Sin embargo, con ellas se me hacía más sencillo y por ende, la espera era menor. Y en ese minuto, lo que menos sentía en mi cuerpo era paciencia.

Para mi sorpresa, justo cuando estaba por asentir y dar inicio a todo, Pandora corrió hasta mi lado e interrumpió lo que estaba a punto de iniciarse.

Señor Hades… ¡Esto no es buena idea! Esas mujeres son peligrosas, no es necesario que utilice estos métodos para lograr sus objetivos. Hay otras form…

Pandora… cállate y vuelve a tu lugar, regresa arriba si lo deseas o incluso marcha por el castillo, pero no me interrumpas.

Pero señor…

Desde un primer minuto, había comprendido que ella no confiaba en las Moiras y que temía a las energías con las que estaba “jugando”. Desde luego, era algo que iba más allá de su entendimiento, y dado su excesivo cariño hacia mi persona, y esa forma tan familiar de protegerme, temía por mi vida. Para mí era estúpido, y cada vez que empezaba con sus intentos de advertencia, la veía más como una molesta innecesaria y totalmente prescindible.

Ji ji ji… la chica acá tiene mucho miedo…

Es raro que un Dios camine junto a un humano.

Este territorio no está hecho para ellos.

¿Acaso el joven siente algo por ella? Ji ji ji ji…

Hades… ¿Cuánto más nos harás esperar?

La mataré si resulta una molestia. Contrólala o morirá.

Ellas tampoco simpatizaban mucho con mi Heraldo. En el primer encuentro que habíamos tenido, jugaron con su mente a tal punto de llevarla casi a la locura. Yo lo había presenciado, pero no quise interferir, puesto que aquello hubiera mermado la confianza que necesitaba ganarme por parte de ellas. Claramente eran más viles de lo que parecían, y se divertían haciendo sufrir a los humanos hasta puntos realmente inimaginables. Desde entonces, Pandora temía a todo lo que estuviese bajo las prisiones, especialmente a las hermanas del destino. Sólo porque la amenacé con quitarle su cargo, fue que accedió a cumplir con mis pedidos a pesar de estar en contra de lo que hacía. Por ello, es que en el castillo no quise creer cuando hablaba de tener alegría por mi goce. Bien sabía yo que ella no sentía felicidad por mí, sino que la fingía. Y mentirle a un Dios, era un pecado lo suficientemente fuerte como para castigarlo con la muerte…

Pandora… quítate o yo mismo te mataré, ¿Entendido? Es una orden, y no me gusta que me desobedezcas. No necesito de tus cuidados para infantes, eres mi representante, no mi guardián… ¿Te quedó claro?

Ni las lágrimas que portaba en sus ojos me habían hecho cambiar de opinión. Era ajeno a todo ese tipo de sentimentalismos, más cuando sólo podía pensar en conseguir saciar mi necesidad. Estaba tan cerca, que ninguna humana iba a quitarme lo que, a esas alturas, ya casi me pertenecía por derecho. Y si debía matarla, no tendría remordimientos en hacerlo.

Ji ji ji ji… joven, ¿Por qué no dejas que la matemos? Sería un lindo juego verla gritar hasta perder su vida…

Nos libraríamos de un estorbo.

Sólo tomaría un segundo, y su hilo desaparecería para siempre…

Las tres posaron sus ojos por sobre Pandora. Efectivamente estaba siendo un fastidio, y no les tomaría más de un pestañeó el eliminarla para siempre. Sin embargo, yo detestaba las bajas innecesarias, aún por muy insignificante que pudiese resultarme un soldado. No estaba dispuesto a permitir perder seguidores sólo para la diversión de las ancianas. Tal vez antes lo había permitido, pero únicamente para ganarme su confianza y descubrir la información adecuada. Ahora no, el escenario era diferente y por tanto, las atribuciones que les daba también.

No me he reunido con ustedes para ofrecerles un sacrificio.

Parece ser que el joven en verdad la aprecia, ji ji ji ji…

Hades… tu actitud no es la adecuada para el portador de ese gran poder.

Si no eres capaz de despegarte de tus sentimientos, nunca podrás dominar lo que quieres liberar. Terminará por ser tu final, por muy inmortal que seas, ni eso te salvará.

No tenía más opción que demostrarles lo contrario.

Je… ¿De verdad piensan que poseo sentimientos? Damas del destino, creo que olvidé presentarles quién será la llave que permitirá mi consagración…

Euh?

Podemos ver en la llave lo necesario, su identidad es indiferente.

No necesitamos saber quién es.

Oh sí… creo que en verdad necesitan saber quién es la llave en esta época.

Era sorprendente que no la reconocieran, o quizás sí lo hacían pero no asimilaban los conceptos. Aunque no las culpaba, puesto que había guardado celosamente el vínculo que me unía con dicho ser vivo. Comprendiendo que sería un riesgo que todo el mundo se enterase, sólo unos pocos se habían llegado a enterar de lo ocurrido entre mi persona y “la llave”.

Ji ji ji.. ¿Qué esconde el hijo de Rea?

Dios Hades, no veo cuál es el punto de todo esto.

No me gusta que me hagan perder mi tiempo. Habla de una buena vez.

La persona que pueden ver aquí… como bien pueden apreciar, es una mujer…

Ji ji ji... ¿Y qué hay con eso?

Ya lo sabemos, sabemos quién es.

Ve al grano.

¿Seguras? Entonces sabrán que es una diosa, y no cualquier diosa común y corriente… sino que además, es hija de Zeus y Deméter.

Tomando como rehén a un familiar… eres muy malo, joven Hades…

Esa información ya la conocíamos.

Mi paciencia tiene un límite, al cual te estás acercando peligrosamente.

Esta mujer, es Persephone… diosa de la primavera, damas del destino…

Es una linda chica… ji ji ji…pobre final ha tenido…

Te lo reitero, conocíamos esa información. No nos dices nada nuevo.

¿Eso es todo? Creo que no hay más que hacer aquí…

Y además… esta mujer, es mi esposa…

¿Vuestra esposa? – Preguntaron las tres al mismo tiempo.

Así es… demostrando que tengo a Moros de mi lado, el destino ha hecho que mi consorte, sea además la llave reencarnada en esta época. Lleva en su sangre la descendencia de Gea, y tiene un lazo tan fuerte con la naturaleza como el que poseía ella. Es prácticamente la expresión de la vida en el mundo… y la única persona que ha jurado amarme… ¿No es conmovedora?

Dejé que el silencio hiciera su trabajo. Los vínculos sagrados entre dioses no era una cuestión para juegos, y sabía muy bien que ellas lo comprendían así. La mejor forma de que me creyeran que no sentía nada por nadie, era demostrarles que sacrificaría a quien fuese necesario, con tal de traer devuelta una vez más lo que merecía por derecho.

Y sin embargo… no me ha importado traerla aquí, para que sea usada, como la llave para despertar al nuevo poder. Entonces les pregunto… ¡¿Siguen pensando que soy capaz rendirme ante los sentimientos?!

Eres muy osado… ji ji ji ji…

No hay nada más que charlar… te creemos.

Vamos a comenzar con el ritual…

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Mensaje por Sasha Dom Dic 25, 2011 4:05 pm

Capitulo Cinco: El ritual.


Las cosas no podían ir mejor de cómo estaban ocurriendo. Ya con las damas del destino convencidas de mis capacidades, tan sólo me bastaba completar los conjuros necesarios y, por fin, alcanzaría aquello que tanto había buscado por siglos. La fórmula para saciar mis necesidades, la respuesta a las preguntas que siempre me había hecho, la consagración de mi persona (…) todo, todo estaba atravesando tan sólo a una, una puerta más…

Yo estaba parado justo al centro de un enorme círculo de antorchas, con la túnica cubriéndome sólo de las caderas para abajo. Rodeándome en una especie de triángulo, estaban las Moiras. Pandora por su parte estaba apegada a una muralla, mirando con temor lo que estaba a punto de ocurrir.

Se podía sentir en el ambiente un aroma especial, uno más fuerte que los anteriores, que sobrepasaba con creces a cualquiera que antes yo mismo hubiese podido oler. Era como la muerte, pero mucho más potente e impactante. No apto para personas sensibles, desde luego. Ni siquiera para humanos, e incluso tal vez ni para los mismos Dioses. Era un hedor fuerte que claramente buscaba penetrar en el interior de las personas, buscando llevarlas a un estado de locura y finalmente, arrastrarlas hasta la muerte. Es decir, el aire en ese minuto estaba envenenado, dado la potente carga negativa que estaba a punto de ser invocada entre nosotros. El ambiente en sí se sentía pesado, agobiante y muy amenazante. Aunque no me extrañaba, era el precio a pagar por lo que se iba a realizar.

Ji ji ji…

Joven Hades…

¿Estás listo para comenzar? No hay vuelta atrás…

Lo sé. – Contesté rápidamente, tenía mis ojos cerrados y mis manos firmes hacia abajo. Estaba totalmente concentrado en mi objetivo, respirando de forma relajada y acumulando todo el cosmos que podía en mi cuerpo. – Estoy listo…

Ji ji ji… que empiece la diversión…

Entonces está todo dicho…

Que se inicie el ritual…

Sus palabras aceleraban el ritmo en que latía mi corazón. Trataba de estar calmado, pero había una parte de mí que no podía con la ansiedad. Y es que, ver que tantos esfuerzos y arduo trabajo por fin iban a dar frutos, que ya estaba a un paso de completar lo deseado, era para querer explotar de felicidad. Claro, no podía esperar que nadie comprendiera bien lo que pasaba por mi mente en ese minuto, un ejemplo de ello era Pandora, que podía escucharla temblar del terror que le producía todo. Sólo yo podía entenderme en ese momento, y nadie más que yo. Desde siempre había sido así, y la única persona que había estado ahí para mí, en todo aspecto, únicamente era mi propio yo. Por ello es que nunca consideré realmente a ningún otro ser vivo, puesto que jamás los requerí realmente. Las personas que me acompañaban, no eran más que herramientas para realizar mis planes. Si no estaban ellos, estarían otros. Esa era mi lógica para con los demás, puesto que para mí, sólo existía yo y mis designios.

Una perfecta muestra de lo que hablo, es el hecho de que mi querida esposa yaciera en una enorme cruz a varios metros por sobre el piso, con apenas unos ropajes mínimos. Permanecía con los ojos cerrados, quieta y sin realizar movimiento alguno. Era un verdadero cadáver, carente de cualquier impulso de vida. Un objeto inanimado, que iba a ser utilizada como la llave para lograr algo esplendoroso. Su vida ya no tenía otro sentido, puesto ya no la necesitaba para otra cosa.

Entendido…

Susurré como respuesta a lo dicho por las viejas, el silencio era tal que no necesitaba hablar fuerte para lograr que me escuchasen. Además, debía acumular energías puesto que el esfuerzo a realizar sería, tal vez, el más grande desde la titanomaquía. Ya estaba advertido que si ocurría un evento inesperado, o no era lo suficientemente resistente, bien podría terminar por costarme la vida todo ello. Y sin embargo, no tenía miedo, en lo más mínimo. En ese minuto no podía pensar en otra cosa, y ni el hecho de perder mi vida significaba que meditara más mis decisiones. Por fin estaba donde quería, y nadie ni nada me apartaría de mi sueño. Era, después de todo, la necesidad más grande que tenía.

El primer paso del conjuro iba por cuenta de ellas. Extendieron sus brazos hacia delante y abrieron sus palmas en dirección a mi cuerpo, y comenzaron a susurrar una breve canción en un idioma desconocido y antiguo. Si mal no recordaba, aquello correspondía a la entrada del hechizo, el primer paso para formar el vínculo que permitiría abrir el portal e iniciar el resto del conjuro. No les tomaría muchos minutos, y a pesar de que era la parte más sencilla, debía realizarse con la mayor de las concentraciones. Ya no existían instantes para dudas o arrepentimientos, puesto que el proceso estaba en marcha.

Podía oírlas claramente, a pesar de lo bajo de sus voces, cantando canciones técnicamente prohibidas. Si algo debía agradecer, era el hecho de contar con tres intérpretes de las mejores que podía ofrecer el mundo. Su sabiduría y habilidades, independiente de cómo fuese su comportamiento, sinceramente no estaba en discusión. Eran las más capaces invocadoras con las que podía contar en ese minuto, reduciendo a un juego de niños a los oráculos tradicionales y cosas por ese estilo. Ni el mismo Apolo podría contar con mejores maestras en el arte de la magia y los elementos místicos.

El conocimiento estaba basado en las estrellas. En un inicio, cuando ocurrió la gran y primera división del “todo”, existía un tirano omnipotente que dominaba por sobre todo y todos. Su nombre correspondía al gran Urano, el mismo que lo perdió todo con la gran castración. No obstante, conocida era su profecía en la cuál Cronos sería derrocado, tal y como él había derrocado a su padre. Pues bien, desde antes de ello eran conocidas sus habilidades, por lo que se creó un culto dedicado a perpetuar las capacidades proféticas de Urano. Con el tiempo, evolucionó a distintos tipos de artes. Sus miembros eran antiguos cíclopes, hecantoquiros, gigantes, erinias, entre otras criaturas vivientes. Naturalmente, con las guerras posteriores, el conocimiento se expandió y masificó. Los cíclopes se especializaron en la creación de las armas y ayudaron a los hijos de Cronos a derrocarle, cumpliendo exactamente la profecía que Urano había dictaminado para Cronos.

¿Por qué se decía que todo estaba basado en las estrellas? Simple, se comentaba que en algunas de ellas, Urano todavía se comunicaba con los seres vivientes, y les brindaba su conocimiento. Por lo tanto, se desprende que el conocimiento inicial está basado en la observación del Universo. Aunque pesar de ello, muchos de los que aprendieron de él, fueron a parar a distintas partes del mundo, a los lejanos parajes donde dominaban los llamados Dioses oscuros, también conocidos como los Dioses invisibles.

El canto de las mujeres era cada vez más elevado. Los elementos lentamente respondían a sus peticiones, siendo el fuego de las antorchas que nos rodeaban el principal protagonista en un acto que apenas se iniciaba. Las flamas poco a poco crecían en vertical, soltando endebles llamaradas en dirección al cielo. La temperatura naturalmente se fue elevando, aunque aún era pronto como para decir que el calor estaba siendo insoportable. Y es que todavía faltaba mucho más por decir…

Por supuesto, no había que ser un genio para notar el hecho de que yo no era una Moira. No contaba con sus poderes, pero sí podía aspirar a su manejo de ciertas habilidades, quizás no en la forma en que ellas las ejecutaban, pero de que estaban al alcance de mi mano, lo estaban. Siguiendo sus indicaciones, había mandado a investigar distintos parajes del Inframundo, en la búsqueda de viejos grabados, papiros, tablillas y demasíes artículos de lectura. Aunque no todo se trataba de estudio, también tenía mucho que ver el hecho de observar y escuchar. De eso se encargaban principalmente las voces que llegaban hasta mis oídos. Por consejo de Átropos, aprendí a descartar a los titanes, y a escuchar a todos los demás habitantes del tártaro. Para mi real agrado, era una fauna tan inmensa de conocimiento y conjuros, que hasta podía pasarme días enteros, sentado en mi trono, simplemente escuchando lo que tenían para decirme. Muchos de ellos estaban muertos, pero sus espíritus seguían rondando por los parajes de aquella prisión infernal. Incluso hasta me estaba planteado el liberarlos, obviamente no abriendo la puerta de esa cárcel, sino que utilizando distintos tipos de invocaciones.

Y es ahí cuando mi papel en la invocación del poder se hacía más grande. Si lograba poder traer desde el abismo a los espíritus antiguos de cíclopes, erinias, entre otros vástagos de los grandes antepasados, me iba a ser mucho más posible el alcanzar la meta final. Claramente era un riesgo el tratar con ellos, pero las opciones no me dejaban otra alternativa más. Tal vez significarían un alto, alto precio que pagar, y ni hablar del peligro al que sometía a todo mi reino, y a pesar de eso, no estaba dispuesto a transar. Planeaba emplear todas las herramientas que el gran Moros, el destino, pusiese a mi disposición. Si para ello debía aceptar cada vez más y más riesgos, e ignorar las constantes advertencias de Pandora, bueno, iban a ser detalles que si concretaba mis objetivos, nunca jamás nadie iba a recordar. Poseía una confianza tan absoluta en mis capacidades, y en una posterior victoria, que no podía concebir la circunstancia en la que un imprevisto ocurriese, y con ello, todos mis sueños se viniesen abajo.

No… no permitiré que nada arruine lo que deseo. – Susurré de nuevo, a la espera de que mi papel en esa obra comenzase.

Ji ji ji… pasa algo, joven Hades?

No deberías hablar cuando estamos invocando…

Perder la concentración sólo aumentará tus posibilidades de fracaso.

No ocurre nada… estoy listo para alcanzar lo que anhelo.

Ji ji ji… ya todo está preparado…

Es hora de que muestres tu valía.

Tu turno de actuar, ha llegado.

Suspiré profundamente… iba a hacer un esfuerzo terrible, pero no me iba a rendir sin intentarlo.

Hora de acudir al llamado de Moros…

Abrí mis ojos y miré fijamente hacia Láquesis, que era a quién tenía justo por delante de mi nariz. Con sus ojos abiertos, y a pesar de me miraba de vuelta, seguía cantando junto a sus hermanas. En ese minuto me pregunté qué cosa estaría pasando por su mente, si de verdad estaba consciente de lo que iba a ocurrir o simplemente planeaba dejar de prestarme su ayuda en algún minuto. Me resultaba la más enigmática de todas, y por algún motivo, me costaba creer que alguien como ella me ayudase.

Levanté mis manos a la altura de mis hombros, inhalando el pesado aire que nos rodeaba. Tenía que estar preparado para soportar la demoledora carga que caería sobre mi persona, por lo que era de vital importancia administrar bien mis energías. Mi tórax se hinchaba y luego relajaba, mostrando que repetía el proceso varias veces tan sólo para confirmar que estaba en buena forma. Un Dios como yo no podía darse el lujo de dejar cosas al azar, porque a pesar de que me sentía muy confiado, un descuido lo podría pagar muy caro. Y no era - ni soy - una persona que estuviese dispuesta a soportar errores. Había mucho trabajo que predecía a ese minuto, demasiado esfuerzo que no permitiría que se estropeara, no ad portas de la consagración final.

Finalmente posé mi mano derecha encima del mango de mi espada, y la retire lentamente dejando que el brillo rojizo de la hoja iluminase todo con su esplendor. La necesitaba para realizar el conjuro, puesto que su poder me sería útil.

Grandes espíritus de lo oscuro… - Comencé, alzando la espada al cielo y extendiendo mí brazo derecho por el lado de mi cabeza.

Ji ji ji …

Hmmm….

……

Mis cabellos poco a poco fueron levitando por sobre mis hombros. La energía iba concentrándose cada vez más y más en el círculo de antorchas, invocada y guiada por el cántico de las Moiras. Podía sentir como paulatinamente respondían a su llamado, aproximándose desde los confines más alejados y recónditos de las sombras, susurrando sus deseos de poder, de venganza, de resurrección… entre otros. Y por supuesto, no faltaban para nada los lamentos de agonía. Muchas de esas almas corruptas no eran necesariamente viles, sino que simplemente habían caído presas de una mala circunstancia, por explicarlo de forma sencilla. Principalmente se trataba de seres que no tenían conciencia de lo que hacían al momento de cometer sus pecados. Lastimosamente para ellos, el desconocimiento no quitaba la falta, por lo que por sus desventuradas acciones corrieron suerte similar a la de otros desdichados. Era una de las ironías de la existencia, el cómo una acción podía ser verdaderamente juzgada.

Sobre lo mismo yo era un sujeto capacitado en la materia, de la cual conocía mucho, quizás en exceso. Todos los días llegaban cantidades estratosféricas de muertos al Inframundo, con dispares faltas que, eventualmente, les traerían una que otra determinada consecuencia. Los humanos se caracterizaban por ser seres, además de estúpidos, peligrosamente –para ellos- ingeniosos. Era a lo menos, digno de analizar, el las formas en que iban quitándose las vidas unos a otros, en base a razones que bordeaban en lo absurdo. Desde un simple animal, una mujer, un trozo de terreno o monedas de plata…; los humanos siempre encontraban justificaciones para quitarse las vidas en grandes cantidades, siendo que ese derecho sólo debería de pertenecerles a los dioses a los que, además, estaban olvidándose de rendir culto. Se habían vuelto unos niños desobedientes, que necesitaban no sólo un juzgamiento justo, sino que una verdadera sentencia para que “aprendieran” a comportarse, y valorar lo que los Dioses les habíamos dado. Similar suerte deberían correr, por otro lado, todas aquellas deidades que osaron ofender y menospreciar su condición, rebajándose al nivel de los mortales. O tal vez... merecían hasta un castigo peor.

Eh… Euh…

De pronto y sin previo aviso, el sonido de una cuarta voz en medio del conjuro alertó a las brujas, provocando que cambiaran el punto que recibía su mirada; por mi parte, al escuchar aquello, simplemente sonreí con malicia, sin siquiera mostrarme sorprendido por lo escuchado. Era algo que ya tenía previsto que sucedería…

Ji ji ji…

Joven Hades….

Acaso no te dijimos…

Sí, me dijeron muy bien las formas de completar el conjuro. Y las tengo en mente… sólo quería saludar a una persona…

Do… dónde estoy???

Por última vez…

Miré hacia arriba y pude notar cómo, débilmente, mi querida esposa despertaba de su inducido y largo letargo. Se veía agotada, pérdida, completamente desorientada de su situación actual. Apenas y podía abrir bien los ojos para mirar hacia abajo, puesto que mantenía su cabeza colgando por su propio peso. Sus cabellos rojizos como el fuego se movían como si fueran varios péndulos finos por los costados de su rostro.

Veo que por fin has despertado, mi querida Persephone.

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Fanfic de Vergilius  Empty Re: Fanfic de Vergilius

Mensaje por Sasha Dom Dic 25, 2011 4:06 pm

Capitulo Seis: Revelaciones.

El conjuro seguía realizándose; mientras las ancianas no perdieran su postura, no pasaría nada aún si yo me movía. Técnicamente no era lo adecuado, lo reconozco, pero… tenía que darme un gusto dentro de todo el ajetreo universal. Era la última oportunidad que iba a poseer, no la desaprovecharía teniéndola, literalmente, al alcance de mi mano. Era la hora de que cierta persona aprendiera la lección básica del Inframundo: Conmigo no se jugaba… nunca.

¿Qu... quién eres tú?

Preguntó con voz confusa.

Oh… no me digas que no me reconoces, esposa mía… ¿Tanto he cambiado en este tiempo?

Respondí ligeramente feliz. Una extraña sensación de alegría irradiaba mi cuerpo en ese minuto, dentro de toda la complejidad que requería la invocación. Sonreí a todo momento, especialmente cuando me tocó voltearme y observarla directamente a la cara. Allí estaba, una de las piezas fundamentales de mi plan, y quien a su vez, había provocado que me rebajase a un nivel inesperado e inaceptable.

Ha… ¿Hades… eres tú?

¿Ves? No era tan difícil… sólo tengo un cuerpo distinto, pero soy el mismo.

Ji ji ji.. ¿Qué es lo que tiene en su mente el Joven Dios?

No entiendo qué tiene que ver todo esto con el conjuro.

Ya te advertimos que…

¡Silencio!... – Grité con fuerza e imponencia. Detestaba que interrumpieran cuando estaba disfrutando algo, y no iba a hacer excepciones, ni siquiera con aquellas brujas antiguas. Tenían que aprender a ver cuál era su lugar, y que en ese minuto, tenían que dedicarse a su parte y yo a la mía. Cualquier otro tipo de intervención, no les había sido solicitada. – Estoy hablando con mi esposa…

Hades… ¿Qué está pasando? – Su confusión resultaba parecido a lo que los humanos y dioses débiles consideraban como adorable. En sus ojos podía ver la gran cantidad de preguntas sin respuesta que estaba formulándose ella misma. Y lo más notable era, que ni siquiera estaba consciente de su real posición en ese segundo. Aunque no era su responsabilidad exclusiva el no poder reponerse, después de todo, seguía estando bajo el control de mis poderes, desde aquel día en el cual la aparté definitivamente del lado de su querida hermana y de su vieja y feliz vida. Aquello, sumado a que el ataúd estaba fabricado por el mismo Dios del sueño y subordinado mío, Hipnos, daba un resultado evidente en el que su cuerpo simplemente no podía reponer sus energías de manera óptima, por muy fuerte que pudiese haber resultado ser la hija de Zeus.

No tienes que preocuparte querida… simplemente estoy haciendo lo que estaba esperando por completar desde hace mucho tiempo.

Mis pies se separaron del suelo, puesto que fui subiendo muy despacio por los aires, girando en mi propio eje hasta poder estar cara a cara con Persephone. Sentía deseos de verla a los ojos en ese minuto, de contemplar una vez más ese maravilloso y hermoso rostro, que sin embargo, tantos contratiempos me había ocasionado. Era la última vez que iba a aguantar tenerlo frente a mi persona, y quería disfrutar a plenitud ese instante en que, básicamente, nuestros caminos tomarían rumbos separados, aunque por la misma causa. Como un Dios, la eternidad causaba en mí el efecto de que todos los momentos efímeros para los hombres, fuesen todavía más circunstanciales.

Giró su rostro en ambas direcciones, percatándose de que estaba atada a una enorme cruz negra que la sostenía muchos metros por sobre el suelo. Su rostro poco a poco fue cambiando de cansancio a uno de preocupación, cuestión que por supuesto disfrute, para que finalmente terminara mostrando todo lo que yo quería ver: Miedo. A pesar de que se había tardado un lapso de tiempo, parecía ser que estaba entendiendo su situación.

¿Por… qué…

¿Estás atada? Hmmm... he he he he he… hehehehehe… hahahahahaha… - La pregunta había logrado desatar lo que, hasta entonces, bien cubierto estaba en lo profundo de mis pensamientos: la diversión de contemplarla en ese estado. Era un goce sencillamente indescriptible, y eso que apenas y estaba iniciándose el ritual… todavía quedaba mucho espectáculo por delante, y por ende, más diversión para mi disfrute personal. Me lo merecía, estaba totalmente seguro de que me lo merecía.

¡Hahahahahhaha! ¡HAHAHAHAHAHA!

Ha… Hades… ¿Por qué ríes??

Su tono de voz era de inocencia y un tanto desafiante. La maldad que a la fuerza le había implantado estaba tomando potencia en sus ojos, en su forma de hablar y en toda su personalidad. Y dado el hecho de ver el cómo intentaba elevar su cosmos, estaba más que claro que entendía la posición tan delicada y peligrosa en la que se mantenía.

Oh… no intentes eso, mi querida Persephone… me he tomado la molestia de sellar todos tus poderes. De la reina del Inframundo no queda… nada, más que tu hermosa apariencia oscura.

Sin avisar y con fuerza, tomé con mi mano izquierda su mentón y observé de cerca su rostro, respirándole en la cara. La veía bien, facción por facción, desde sus ojos, pasando por su nariz, sus mejillas, labios y todo lo demás. No cabían dudas que era una Diosa muy apuesta, y también, con muy mala suerte. Lastimosamente, no todos podían contar con la bendición del destino.

Hades, qué significa est…
Le apreté la mandíbula lo suficiente como para callarla en un segundo. Era hasta gracioso contemplar la fiereza con la que intentaba resistirse a que la tocara, en un vano esfuerzo por liberarse e intentar buscar una explicación, que por mero gusto, me negaba a darle de momento. Eventualmente tendría sus respuestas, pero sólo cuando yo decidiera que era el segundo adecuado. No tardaba mucho de todas formas, tan sólo tenía que aburrirme de jugar con ella y seguiría con los preparativos. Sabía que las Moiras eran impacientes, pero no dudaba de que disfrutaran ver el sufrimiento ajeno. Al fin y al cabo, estaban creadas a base de oscuridad, y dentro de ellas no había más que pura maldad.

No tienes permitido hacer preguntas… pero descuida, si tienes ganas de saber lo que ocurre… te lo contaré. Después de todo, eres una invitada estrella y fundamental de la maravilla que está a punto de suceder.

Subí mi espada, la cual traía en mi mano derecha, y la posé con suavidad en el rostro de la muchacha, dejando que sintiese el frío del metal. Y sin previo aviso, hundí el filo de la hoja un poco más, sólo para provocar un corte en su mejilla derecha y que la sangre comenzase a brotar de su bella cara. Se podía ver el dolor en su expresión facial, que era una curiosa combinación de emociones: tristeza, dolor, rabia, ira, confusión…

¿Dolió? Espero que no mucho, no quisiera que te desmayases antes de obtener todas tus respuestas.

¿Qué estás…?

Volví a apretar mi mano izquierda para hacerla callar. La sangre se desparramó por diversos brazos de hilillos cruzando su mejilla.

Creo haberte dicho que no puedes hacer preguntas.

Dejé colgando la espada atrás de mi cuerpo, apenas y sostenida por mi mano. La sangre goteaba desde el filo de su hoja, mientras que yo seguía con los ojos totalmente pegados en la mirada de Persephone. Fue cuando decidí apretarle el cuello y comenzar a asfixiarla poco a poco, permitiendo que hasta el sonido de sus huesos al ser presionados crujiese por el ambiente.

No sabes cuánto he deseado poder hacer esto contigo, mi amada esposa. Son incontables las ocasiones en las que desee cortarte la cabeza con mis propias manos, tal y como lo hice con Poseidón. ¿Lo recuerdas, cierto? Je, lo que a él le pasó, no tiene comparación alguna con lo que a ti te ocurrirá.

La liberé permitiendo que volviese a respirar mientras tosía, y luego, me alejé flotando en línea recta, manteniéndome a una gran altura por sobre el suelo. Con un rápido movimiento de mi espada, propiné un fuerte corte en una de mis muñecas. Instantáneamente, el divino líquido rojo comenzó a caer por los aires hasta chocar contra el suelo. Ahora caía sangre desde el rostro de Persephone, mi herida, y ambas juntas desde la espada.

Por favor escuchen mi llamado…

Mientras me miraba atónita, decidí proseguir con una parte más del conjuro. El momento más glorioso de todos se acercaba paso a paso, por lo que era imperante el completar los movimientos restantes. Mi rostro volvió a ser serio mientras recitaba dicho cántico antiguo, y mis ojos estaban posados en la sangre que caía hasta formar un pequeño charco de sangre bajo nuestros pies.

Desde los siglos más antiguos ustedes han existido….

Ahora los espíritus resultaban un poco más visibles que antes, materializándose como fantasmas de color púrpura que volaban en círculos dentro de la marca de las antorchas. El fuego se acrecentó de manera brusca y potente, liberando enormes columnas de llamas incandescentes y verticales que cada vez tomaban más altura. La tierra ligeramente empezaba a manifestarse por su parte, retumbando las piedras que estaban tiradas por sobre el piso. Todo iba marchando a la perfección…

Siendo una fuente de oscuridad que hasta a la misma luz puede opacar…

Toqué con unos de mis dedos la sangre en la espada, que resultaba ser la mezcla entre la de mi cónyuge y la mía. Y sin pensarlo demasiado, muy despacio fui dibujándome con el mismo líquido distintos símbolos antiguos, tanto como en mi torso, como en mis brazos, cuello y rostro. Tirando líneas horizontales, verticales y otros dibujos más específicos, en cuestión de minutos estuve marcado por completo de mi cintura para arriba.

Provocando las más grandes tinieblas de las que el mundo pueda tener memoria…

La cantidad de almas en pena, de un segundo a otro, fue aumentando considerablemente. De pasar a ser pequeñas siluetas y uno que otro par de espíritus visibles, se fueron convirtiendo en una ráfaga oscura y con muy mala apariencia visual. Ninguna estaba quieta, todas se mantenían en constante movimiento, dando vueltas cada vez más y más rápido en el espacio que tenían reservado para transitar.

Por otra parte, giré mi rostro y me percaté como Persephone, cansada de luchar por liberarse, se rendía a limitarse a ver cómo los fantasmas recorrían todo una y otra vez, en un espectáculo para nada alentador.

¿Puedes verlo… primavera de la noche? ¿Puedes ver cómo el poder está viniendo a mí?

Hice una pausa y me acerqué a ella, fijándome mejor en su rostro. La sangre que emanaba de su mejilla hacía juego con sus cabellos y ojos.

Este es mi destino… Persephone… después de tantos años, la hora de un cambio en el Mundo… no, en el Universo entero… por fin ha llegado.

No entiendo… ¿Por qué haces esto? Yo soy leal a tu persona… Hades…

¿Leal? ¿Tú?... – Contesté irónico, entonces fue cuando chasqueé mis dedos y la liberé del control al que estaba sometida por el anillo. Toda la maldad e influencias que pudiese haber obtenido de mi parte, tendrían que haber desaparecido. Al menos, su mirada cambió al instante…

Je… eres igual a tu hermana. Dime… Persephone… o Kore… ¿Cuál es tu lealtad hacia mí ahora?

La situación claramente había cambiado, ya no estaba bajo el encantamiento mediante el que la había apartado de su hermana y seres queridos. No existía ni volvería a existir nunca más la reina del Inframundo, que a la larga nada más había sido una ilusión; y nuevamente, volvía a aparecer la frágil e inocente muchacha de idéntico parecido a Athena. No obstante, su consciencia sobre los últimos acontecimientos, permanecerían de manera limpia y sin alterar en su mente. No iba a permitir que olvidase el inicio de toda la verdad, y el fin de su fantasiosa utopía, en la que gobernaba en mis terrenos.

Yo… sigo siéndote leal…

Increíble… - Sonreí halagado. Su afecto hacía mí me recordaba vagamente a aquel que profesaba Pandora, a la que podía sentir por ahí, aunque a mucha distancia y bastante temerosa.

Hades… yo….

Me equivoqué… tú no eres igual a tu hermana… eres valerosa, pero patética…ella al menos fue capaz de plantarme cara… tú… sólo has dejado que tus sentimientos te dominen, ignorando todo lo que he hecho y creyendo que voy a responder a tu afecto.

Deslicé mi espada por el aire, hasta posar la punta justo debajo de su mentón, y presioné un poco hacia arriba. La punta se enterró en su piel, causando que un hilillo de sangre recorriera el cuello de la Diosa de la primavera.

Inocente y miserable… ¿Qué te hace pensar que podría sentir algo por ti? Lo siento Persephone, pero me temo que tus deseos no se harán realidad. Yo no siento nada más que… desprecio, mucho desprecio por tu persona… pero alégrate, siempre recordaré tu aporte para mi causa. A pesar de todo… al final, sí me serás útil.

Volví a tomar distancias sin dejar de observarle. La tristeza en su rostro la tenía prácticamente muda y derrotada, siendo incapaz de poder hacer otra cosa que no fuese mirarme. Por sus mejillas las lágrimas fueron cayendo unas a otras, y sin embargo, ello no me conmovió en lo más mínimo. Aunque no podía dejar de meditar, que Moros había sido especialmente cruel con ella. Pero si ése era su destino, yo no era nadie para cambiar lo dicho. No todavía, por lo menos…

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Mensaje por Sasha Dom Dic 25, 2011 4:08 pm

Capitulo Siete: El despertar.

Levanté mi espada con fuerza, y acto seguido, levanté mi otra mano e invoqué un arma que para ella debió ser muy familiar: su báculo de la primavera. Lo agarré con mi mano izquierda y moviendo ambos brazos, formé una cruz con ambas armas. Podía sentir el enorme poder que guardaba ese artefacto, en el que estaban sellados gran parte de los poderes de su dueña. Irónico… que no sólo su arma la privase de su poder, sino que además, influiría directamente con el último de sus actos. Dichoso aquel que le había fabricado tal armamento, que en ese instante, emplearía para mi propio beneficio. Las vueltas de la vida podían ser muy, muy interesantes.

Ya es tiempo de llegar a la parte importante de todo esto, abre bien los ojos Persephone, y contempla lo que puedo llegar a hacer…

Ji ji ji ji… es increíble…

Lo está logrando…

Pero aún falta mucho para que cante victoria…

¡Envuelvan con sus brazos al mundo entero!

La sangre que estaba tirada en el piso comenzó a brillar, llamando la atención de todos los fantasmas allá abajo. Al símil, mis cabellos fueron elevándose cada vez más, y todo el lugar comenzó a temblar. La fiesta estaba llegando a su punto cúspide, en el que por una vez y por todas completaría el ritual. Podía sentir como mis músculos se contraían y tensaban, preparándose para el golpe más potente de todos. Mi cabeza por otro lado, sólo tenía un objetivo en mente: Alcanzar el poder, a cualquier costo.

¡Y liberen su rabia contra todo ser vivo!

Al terminar de decir eso, la sangre se elevó de golpe e impactó justo contra las armas, salpicándome de paso. Fue ahí cuando el suelo empezó a brillar, y todos los espíritus volaron hacia arriba, para después, empezar a dar distintas vueltas en todas direcciones, pero, con la diferencia de que ahora atravesaban mi cuerpo justo por donde estaba mi pecho y abdomen.

Argh…

Tosí un poco de sangre, el dolor me impactó como la más fuerte de las lanzas. Técnicamente no me hacían daño, sino que simplemente estaban utilizando mi cuerpo para traspasarme su poder y el control sobre ellos. Por supuesto, todo siempre y cuando, fuese capaz de resistir el pasar incesante y sin pausa de más de cientos y cientos de espíritus de las más diversas variedades. Y no sólo el dolor era complicado de controlar, sino que todos sus recuerdos y memorias fueron acumulándose dentro de mi cabeza. Al ser prácticamente una especie de unión, toda mi divinidad fue acoplándose a su naturaleza de ente oscuro y en penumbra. Los pecados cruzaban mi mente como una estrella fugaz el cielo en una noche sin nubes, con una fiereza tan indescriptible que no pude ni siquiera frenar un potente grito de dolor y agonía, el cual fue acrecentándose y extendiéndose a medida que los segundos pasaban y los fantasmas continuaban girando a mi alrededor. A menos que terminase el conjuro… el dolor iba a terminar por volverme loco, y eventualmente, sabía que me mataría. Y con ello, todos mis deseos irían a parar a los más recónditos y alejados parajes del Universo. No podía permitir que ello ocurriese, no estando tan cerca de lograrlo.

Gghh… ¡Otórguenme… sus poderes siniestros!

Lo peor es que ni siquiera podía moverme, tenía que mantener la posición si lo que deseaba era el éxito. Las armas debían estar juntas y alineadas, recibiendo la energía que desprendían los seres al traspasarme. Sentir todos esos choques contra mi alma, una y otra vez, despedazándola en gran medida, era sencillamente terrible. Todos mis nervios ardían y la sangre me hervía a más no poder. La conciencia empezaba a mermar y mi cosmos bajaba cada vez más rápido su nivel… mis ojos se cerraban, y poco a poco

Fue cuando una voz inesperada me despertó.

¡Señor Hades!

¡Se los ordeno... YO, HADES, REY DEL INFRAMUNDO!

No sabría decir con cuánta fuerza había gritado, pero lo único seguro es que, por suerte, había resultado cuando ya estaba casi derrotado. Dentro de mi asombro por sentir como paulatinamente el martirio desaparecía y mi cuerpo se recomponía, volví a analizar y comprender de mejor manera el terreno en el cual me estaba entrometiendo. Por supuesto, si antes quedaban dudas, en ese instante no tenía absolutamente ninguna: El poder era genuino, y a su vez, quizá lo más peligroso que pudiese encontrar en mi vida. Tendría que ir con mucho más cuidado de ahora en adelante, procurando no pasar zozobras como las recién vividas.

Heeh…heeh…..heeeh…

Desde mi piel salía humo en grandes cantidades, como si me hubiesen sumergido en lava hirviendo, y sacado después de varias horas. Apenas y movía con total control mis dedos, mi motricidad estaba claramente alterada y sólo atiné a abrir y cerrar una y otra vez los puños. A pesar de que me veía claramente dañado y golpeado, mantenía en cuenta que por poco y no hubiese sobrevivido. El gasto de energía y esfuerzo fue descomunal, pero el aguantar exponer el cuerpo que utilizaba a esa intratable tortura, simplemente había sido un golpe a todos mis sentidos, y a gran escala. Inclusive mi magnifico y esplendoroso cosmos estaba en su nivel más bajo, casi llegando al nivel de un humano con armadura. Por supuesto, aquello implicaba estar en mis capacidades más mínimas.

¿Señor Hades… está bien?

Una vez más, la voz de Pandora llegaba a mis oídos y captaba mi atención. Durante gran parte del ritual se había mantenido alejada, ajena a lo ocurrido entre yo y las Moiras y por supuesto, con Persephone. Su cosmos, diminuto al lado de todas esas enormes cantidades de poder, siempre permaneció firme, oculto pero firme, demostrando que su lealtad parecía ir más allá de lo entendible. Simplemente giré el rostro y la observé, sin poder disimular el agobio y cansancio preponderante desde la punta de mis cabellos hasta lo profundo de mi alma.

Ji ji ji… eso ha sido…

No estuvo mal, pero aún no hemos terminado.

Todavía queda trabajo por hacer, Hades.

La diversión continúa! Ji ji ji ji…

El conjuro no está completo, no en su totalidad.
Y ya lo has iniciado, no puedes parar a estas alturas. Recupera tu compostura…

¿O es qué acaso ya no tienes fuerzas? Uhh.. juju jijiji…

De ser ese el caso, lo pagarías con tu vida.

Y tu alma sufriría por siempre pérdida en los confines más alejados del Universo…

¿El joven ya no puede luchar? Ju ju ju…

Si te rindes ahora…

Tu destino sería peor que la muerte…

¡Ya cállense! – Les espeté en voz baja pero firme, recuperando el aliento mientras mi respiración reanudaba su ritmo. – Sé muy bien las consecuencias, ¿Creen que le temo a la muerte? Yo soy el Dios de los muertos… la muerte no es más que mi herramienta.

Y cómo habría deseado decirles que ellas también lo eran, pero no era adecuado enrostrárselos, no cuando todo seguía su curso y faltaban un par de ajustes antes de poder cantar la victoria definitiva. Aunque su suerte no iba a durar para siempre, y algún día dichos anhelos de desquite contra ellas se harían realidad. Tiempo al tiempo, era un consejo muy valioso que me daba a menudo, y que cuando se disponía de inmortalidad, bien podía aplicar con mayor despliegue y en el segundo adecuado.

Pandora… estoy bien. – Contesté frío y volteándome a ver a mi querida esposa, que yacía silente y observándome con su rostro, total y absolutamente confundida. Al notar ella que mis ojos nuevamente estaban en su figura, acomodó un poco el rostro y se atrevió a sacar el habla.

¿Ya… todo terminó? ¿Qué hiciste… Hades?

Caminé por sobre el aire, avanzando y retomando la compostura. Mis ojos estaban más serios que nunca, y un hilillo de sangre brotaba de mi boca. La hora de efectuar el segundo movimiento, por fin había llegado.

Sólo… hago lo que debo, Persephone.

En mis manos todavía portaba las armas de guerra, que yacían brillantes y relucientes, como si estuviesen recién pulidas. Aquellas dos que parecía no tenían intención de separarse, me preguntaba bajo que circunstancia se habían construido realmente. ¿Sólo eran armas? ¿O quizás, mucho más que eso? No podía estar seguro de ello, aunque de lo que sí estaba seguro, era de lo que hacía en el minuto en el que la apunté con el filo de su propio báculo, que sin causa aparente, temblaba del sólo hecho de estar en esa posición contra su dueña original, como si pudiese comprender lo que ocurriría y quisiese liberarse de dicho tormento. Podría ser, que tal vez, ella guardase más que un simple poder en dicho báculo. O incluso, que existiese algo allí que hasta la misma Kore desconociera. Lástima que ya era muy tarde cómo para preguntarle sobre ello.

¿Por qué ….
Porque el mundo está corrupto, Persephone. Porque los Dioses se han rebajado al nivel de los humanos. Porque el cosmos está perdiendo su equilibrio. Porque nadie se hace responsable de sus actos. Porque es hora de que alguien les haga pagar por sus errores. Porque es momento de juzgar a los pecadores…

De la nada, pude hacer explotar mi cosmos y, honestamente, hasta yo mismo me sorprendí de la gran cantidad de poder que ahora poseía. El fuego de las antorchas se disparó hasta el techo, el suelo tembló como si de un terremoto se tratase y todos mantuvieron sus ojos pegados en la energía que rodeaba a mi cuerpo. Ya no era un Dios común y corriente, sino que me había transformado en algo más… perfecto. O por lo menos, eso creía yo en ese minuto, en el cual era más consciente que nunca de todo el cosmos del Universo, y por supuesto, del planeta tierra. Podía sentir las energías en el exterior del Inframundo, los poderes de todos los dioses y sus soldados, así como también la simple vida de todos los seres vivos. Sonreí, no eran nada comparado a mí. Yo era un gran sol expandiéndose en un universo de estrellas menores. Tarde o temprano iba a acapararlos sin excepción alguna.

Hahahaha… puedes verlo, Persephone… soy grandioso e incomparable!!- Declaré con una sonrisa abierta mientras extendía mis brazos hacia ambos lados, lanzando una pequeña ráfaga de poder en todas direcciones la que, de todas maneras, fue lo suficientemente potente como para hacer temblar todo el recinto y provocar un enorme destello. Lo que para mí resultaba diminuto, para los demás era gigante. Esa era la diferencia entre nuestros poderes.

Baje la cabeza un segundo y al instante los brazos. No podía seguir desperdiciando minutos en lucirme frente a una persona que, de todas formas, tenía sus horas contadas.

Lamentablemente para ti, no podrás ver el final de mi ascenso… - La volví a apuntar con su báculo. – Tengo otros planes para ti… esposa mía. – Una pequeña esfera de poder apareció en la punta de su arma, y poco a poco fue creciendo y acumulando más y más energía a la vez que crecía. Era de un color rojo similar al del cabello de Kore, como si fuese un tributo a su contribución para mi causa. Sin embargo, todo aquello distaría mucho de ser algo agradable para ella.

Joven Hades…

Acaso piensas…

Hacerlo ahora??

¿Por qué no? ¿No ven cuales son mis nuevos poderes? Puedo hacerlo…- Hice una pausa, meditando por un segundo. - No… debo y puedo hacerlo, es mi destino.

Hades…

¡Silencio! – Y sin esperar más, de la bola de energía salieron emitidas varias descargas que chocaron contra la mujer frente a mis ojos, rodeándola y sometiéndola al inicio de una tortura que me constaba, era realmente indescriptible. Su gran y fuerte grito de dolor fue la más clara prueba de que no estaba precisamente disfrutando lo ocurrido. Sobretodo si se consideraba, que no se había quejado demasiado de mis otros golpes. En cambio, al recibir la energía, no hizo otra cosa más que abrir su boca todo lo que pudo y lanzar un aullido de sufrimiento que, a mis oídos, fue como la más bella tonada de música nunca antes oída. Muchas noches había soñado con escuchar aquello, y ahora por fin estaba ocurriendo. Lo disfruté mucho, no puedo negarlo.

Oh mi querida Kore, no tienes idea cómo ansiaba la llegada de este momento. Te mentiría si dijera que lamento lo ocurrido, puesto que en realidad, lo único que lamento es tener que haber compartido tanto tiempo contigo… y permitir que creyeses que eras la reina del Inframundo. La inocencia los vuelve tan… - Extendí más mi brazo y dejé que más energía aterrizara por sobre el cuerpo de Persephone, provocándole todavía más dolor y de paso, dándole la apariencia de una gran estrella roja que centelleaba en el fondo de la caverna. Tanto las Moiras como Pandora estaban calladas, pero sabía que ninguna de las tres podía esconder su sorpresa y, tal vez, misericordia para una mujer que no había cometido un pecado más allá de… simplemente, querer al tipo equivocado. – Débiles…

Sus gritos no paraban a pesar de que los minutos avanzaban. Y por mucho que pareciera que simplemente la estaba torturando, no era tan así. En realidad, estaba succionándole sus poderes y atribuciones, entre ellas, las que la volvían una Diosa. El poder sobre la primavera era algo muy útil, que no podía darme el lujo de permitir que se desperdiciara sólo porque su ejecutora no estaba realmente capacitada. Lo mismo ocurría con su poder para guiar a su ejército, que si bien técnicamente no me interesaba, presentaba un par de elementos que me serían de mucha ayuda en un determinado momento. Sobretodo, considerando que mis fuerzas cada vez iban disminuyéndose a la par que luchaban contra las de Athena. Sonreí pensando en que ella no tenía idea de lo que estaría pasándole en ese minuto a su pequeña hermana, y como estaba sufriendo hasta la muerte simplemente por seguir su propio y estúpido ideal.

El amor… ese sentimiento tan mentiroso y la inocencia, van de la mano. Ellos han acabado contigo, Persephone. Yo no estoy eliminándote, te estoy haciendo un favor. No pueden permanecer con vida dioses que amen a otras personas, y por supuesto, menos aún a los humanos… es inconcebible.

Podía sentir como todas sus fuerzas eran traspasadas hasta su báculo, en un claro efecto donde su arma, terminaría por ingerir y almacenar todo lo bueno que se pudiese sacar de la deidad que, por unos segundos, vivió el sueño de ser la reina del Inframundo.

Sasha
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Mensaje por Sasha Dom Dic 25, 2011 4:12 pm

Capitulo Ocho: Adiós mentira, Hola destino.

Algún día cuando todo esto acabe, el Universo será purificado y salvado de su inminente destrucción. Y en ese Universo, yo seré el gran salvador que guiara a los elegidos hacia un nuevo mañana… hacia mi mañana.

Sonreí sin mostrar los dientes y desaparecí, para volver a aparecer justo delante de Persephone, posando la punta de su báculo en su abdomen descubierto, mientras que en mi otra mano mantenía firme mi propia espada. Seguía gritando, puesto que todavía no paraba de extraer de ella todo lo que necesitaba. A pesar de que sus poderes estaban sellados, continuaban estando dentro de ella, aunque no por mucho tiempo. Planeaba arrebatarle por completo el rastro de su divinidad, sin dejar ninguna gota de energía que le permitiese volver a actuar como una diosa.

Puedes sentirlo, ¿verdad? La forma en que tu cuerpo se vuelve más y más débil… ¿No amabas acaso a los humanos, igual que tu hermana querida? Pues bien, disfruta verte convertida en aquello que tanto amaste… y que yo tanto desprecio. Esa sensación de estar desprotegida ante el mundo, y no ser más que baba de insecto ante mis ojos de Dios… eso, mi querida Persephone, es lo que implica ser un humano.

Y finalmente, con un último choque de poder, su cabello y su piel terminaron por perder todo su brillo, lo mismo que ocurrió con sus ojos y sonrisa. En términos de poder, era un simple mortal andrajoso como cualquier otro. Salvo con la diferencia, que por sus venas todavía abundaba la sangre de una deidad. Justamente, la única razón por la que todavía permitía que siguiese con vida.

Luces cansada… supongo que la fatiga humana es más penosa de lo que parece. – Comenté mientras cortaba los lazos que la mantenían amarrada a la cruz con mi espada. Ya no necesitaba tenerla colgada, o mejor dicho, había una última cosa que deseaba comprobar antes de darle su merecido final.

Por su parte, ella sólo respiraba a duras penas y al momento de estar liberada, se dejó caer en el aire como un objeto inanimado. La punta del báculo se le clavó suavemente en el abdomen, provocando que un poco de sangre saliera de su interior. No obstante, aparte el arma antes de que se apuñalase a si misma y la sujete con el mismo brazo. Luego, procedí a descender lentamente hasta el piso, bastante roto y resquebrajado producto de los recientes acontecimientos. Todo bajo la atenta mirada de las Moiras, que lucían inquebrantables ante dicho espectáculo. Por su parte, Pandora apretaba su tridente con fuerza y miraba todo desde una posición un tanto más lejana. Solté el cuerpo de Persephone al tocar mis pies el suelo sin ningún cuidado, dejando que se estrellara de lleno con el piso.

Entiendo que tu cuerpo ya está muy debilitado… y sólo deseas descansar… dormir… quizás pensar que todo esto es un sueño, y en realidad te encuentras acostada en los Eliseos, durmiendo…o tal vez en el templo de tu hermana, o con tu padre o tu madre…

Mi voz sonaba más relajada. Enterré mi espada en el piso y sólo me quedé con el báculo de la primavera en mi diestra. La veía tirada, prácticamente inmóvil, respirando apenas mientras el fuego seguía ardiendo en sus antorchas. Me agaché y tomé su cabellera, para levantar su cabeza y poder mirarle el rostro. Lucía muy distinta a la mujer que había visto en la reunión, hacía ya bastante tiempo. No sonreía, no poseía brillo, no tenía... nada. Era un cadáver viviente, despojado de sus sueños y de sus anhelos, con su inocencia rota y pidiendo a gritos el descanso eterno.

Ha… Ha… des… - Dijo con voz muy baja, apenas perceptible para mí. Levanté las cejas y la miré, haciéndole entender que tenía mi atención. Sin embargo, siguió llamándome, por lo que entendí que tal vez hasta había perdido sus sentidos.

Estoy aquí… ¿Qué es lo que deseas?. – Pregunté con absoluta calma.

Qui…quiero ir…

Dime... ¿Dónde quieres ir?.

Qui… quiero ir…a … a ca… casa…


¿Hmm?¿ A casa? ¿A los Eliseos?

No…

¿No? ¿Entonces?

Su respuesta me había despertado cierta curiosidad. Por lo visto, ya había prescindido de ser la reina del Inframundo, y todo lo que ello implicaba. Tal vez, por fin estaba consciente realmente de quién yo era, y en que situación la tenía puesta. Lástima que fuese demasiado tarde para ella. Aunque no por ello no iba a regocijarme un poco con su abrir de ojos. Siempre era interesante y, dependiendo del contexto, divertido el ver como una persona aceptaba la realidad en sus últimos segundos, cuando ya todo lo había perdido. Era una especie de suplica tardía, la más desesperada de todas.

Qui… ero… ir… con… Athena… y… Scarlett…

La familia, el típico recuerdo antes de la muerte. Todos los humanos recordaban a su familia antes de morir, casi sin excepción. Lo más irónico era, por llamarlo de alguna manera, que la mitad de ellos había preferido otras cosas antes de su familia, cuando todavía podían gozar de la vida. Ella no era la diferencia, mostrando casi hasta el final su decisión de permanecer a mi lado, indiferente de lo que sus hermanas pudiesen pensar. Tal y como lo suponía, su lealtad duraba hasta que la muerte le era inminente. El amor nunca era tan fuerte después de todo, y con ello, demostraba una vez más el estar en lo cierto al no creer en esa ridiculez.

Veo que siempre tuve razón… la muerte prevalece ante el amor. Es una lastima, Kore, pero me temo que no podrás ver ahora a tus hermanas. – Me acerqué lo suficiente a su oído, y module con gran énfasis lo siguiente iba a decir. – Nunca las volverás a ver, ni siquiera después de la muerte. Me aseguraré de que desaparezcas del cosmos, por siempre, y no sólo tú… sino que también Athena, y todos sus seres queridos. No merecen ni siquiera la opción de la muerte…

No… no hagas eso… por… lo que más… quieras…

Hahahahaha… es una ironía del destino, el hecho de que lo que más quiera, precisamente, sea desaparecerlas a ambas… veo que llegamos a un puerto muerto, y no estoy interesado en seguir oyéndote.

La solté y me levanté, poniéndome firme justo un par de pasos alejado de ella.

Ponte de pie… ahora.

No tuve respuesta, por lo que volví a insistir.

Te ordeno que te pongas de pie… ¿Deseas ver a tu hermana desaparecer aquí mismo? Quizás te conceda ese último sufrimiento, si insistes en desobedecerme…

…..

Levántate de una maldita vez… Kore… o de lo contrario…

Entonces fue cuando comenzó a moverse, muy lentamente, forzando a más no poder sus energías humanas. Sin siquiera preguntárselo, sabía que la preocupación por sus seres queridos le otorgaba fuerzas para seguir viviendo. Levanté una ceja por un segundo, preguntándome si, tan sólo quizás, podría ese sentimiento tan extraño en verdad salvar de caer al abismo de la muerte a un ser humano.

Posó sus dos brazos en el suelo, apoyándose sobre ellos para proceder a levantarse. La mirada atenta de Las Moiras, era el más claro ejemplo de que hasta ellas estaban sorprendidas con todo lo ocurrido. Seguramente nunca pensaron que llegaría tan lejos, me subestimaron, y el peor error que podría cometerse con mi persona, era justamente el atreverse a subestimarme. Y menos cuando poseía el poder más grande de todo el universo. Ya se los haría pagar, en el momento en que menos lo esperaran.

Me alegra ver que estás dispuesta a cooperar… ¿ves? Todo se vuelve mucho más sencillo si pones de tu parte…

La luz del báculo centelleó con más fuerza al ser levantada y posteriormente, embutida con mi cosmos. Mientras ella intentaba ponerse de pie, yo me disponía a acercar la llave a su cerradura. Finalmente, la hora de abrir las puertas a algo magnifico, por fin había llegado.

Antes de que lo hagas joven Hades…

¿Estás conciente de que ese poder está prohibido hasta para los dioses?

Si fallas, tu alma… no, toda tu existencia, será torturada hasta el infinito.

Je… a estas alturas, sólo puedo tener miedo de mi mismo. Ningún otro dios o ente divino podrá juzgarme, porque yo…

Justo en medio de mis palabras, ella se puso de pie afirmándose en mi cuerpo. Tan sólo la miré con frialdad hasta que sus ojos se cruzaron con los míos. Pude sentir como en su interior poseía un millar de sensaciones, confusión…pero sobretodo, resignación, tristeza y debilidad. Tan sólo bastaba mi mirada para que comprendiera que yo mismo me había tomado la libertad de tomar su reloj de arena y apurarlo, y ahora, entre mis dedos tenía sus últimos granos de vida.

Aquel intercambio de miradas tan contrastante, fue el último que tuve con ella, hasta que la punta de su báculo se clavó directo por sobre su pecho, llegando por supuesto, a atravesar con suma facilidad su corazón. La sangre empezó a brotar y chorreó por el mango del arma, hasta llegar a humedecer mis propios dedos. Volví a verla a los ojos, sólo para contemplar como estos se cerraban lentamente ante una sonrisa dibujada en mi rostro. Una de las sonrisas más sinceras que pude haber tenido en toda mi vida.

Seré el nuevo amo…. ¡de mi propio universo!

El líquido vital continuó cayendo esta vez al piso, a una velocidad bastante considerable, producto de la hemorragia provocada a la ya muerta Kore. Deslicé con rapidez su báculo hacia atrás, para dejar que la sangre continuase cayendo y de esa forma, el ritual pudiese estar completado. De paso, el cuerpo inerte y blanquecino de la difunta hermana de Athena, fue a caer de espaldas entre un montón de piedras y tierra, levantando un poco de polvo. Su vida en esta época había concluido.

Damas del destino… es hora, háganlo. – Declaré mientras levantaba el báculo hacia arriba, viendo como desde su punta continuaban precipitándose gotas de sangre.

Era el último requisito para completar todo. La llave ya estaba insertada, ahora sólo faltaba girarla sobre la cerradura, y el mundo sería mío. Quién iba a pensar que la vitalidad y sangre de mi supuesta esposa, iban a terminar por ser la carta de triunfo más gloriosa y determinante de todas. En cierta manera, rebuscada pero no por ello equivocada, Kore estaba condenado todo lo que alguna vez había amado, y llevándolo a una muerte inevitable. Los humanos, sus amigos, sus amadas hermanas, sus queridas flores y plantas, animales y todos los seres vivos que ella había protegido con pasión hasta el último de sus suspiros. Una justa devuelta de mano, si se tenía en cuenta que por su culpa, ella también había muerto y sufrido mucho más de lo que, tal vez, se hubiese podido esperar. En sí era extraño pensar en la muerte de un Dios, con todo eso de la inmortalidad. Sin embargo, cualquiera de las deidades conocidas, sabía que hasta aquella eternidad preasegurada poseía un punto débil. O al menos, yo sí lo sabía. Pero lo más importante, es que tenía los medios y el conocimiento suficiente como para destruir dicho punto de flaqueza.

Jijiji… ya está todo listo.

Si estás seguro de querer hacerlo.

Es el momento.

Perfecto…

Alce con todas mis fuerzas el báculo por sobre mi cabeza y cerré mis ojos. Concentré todo mi cosmos en la punta del arma divina manchada con sangre, y susurré unas palabras sin modificar mi posición. No pasó demasiado tiempo, cuando por fin todo el fuego se alzó hasta arriba y finalmente, se apagó. Era la señal.

He aquí tu sacrificio… ahora despierta…

Lo siguiente fue una sucesión de sonidos indescriptibles uno tras otro, pero sí se pudiese traducir de alguna forma, era como un montón de piezas gigantes moviéndose una tras otra. En el centro de todo se abrió un enorme agujero, el cual literalmente se tragó a Kore y con ella toda su sangre, excepto por la que poseía yo en la punta del báculo.

El abismo se ha abierto, interesante.

Ya sólo quedaba ver si aceptaban el sacrificio. Las reglas eran claras, sólo alguien que tuviese directa relación con la naturaleza, podría servir como llave. Y en dicha época, nadie podía representar mejor a la vitalidad de la naturaleza, como lo que significaba Kore. La otra persona podría ser su madre, pero ella ya estaba vieja y obsoleta, no poseía lo que más necesitaba la tierra para alimentarse: Vida.

Fue ahí cuando un destello enorme apareció desde el piso, iluminando por completo la caverna que en ese minuto, yacía tan muerta como mi supuesto amor por la que alguna vez se llamase Persephone. Estando en el aire, me acerqué al centro notando que una tablilla ascendía en medio de toda la luz. En un principio me fue difícil distinguir lo que era, pero estando más cerca, fue que mis ojos se abrieron de par en par al ver, que después de todo mi esfuerzo, el resultado estaba al alcance de mi mano.

El arma más letal de todos los tiempos… - Declaré con cierto toque de incredulidad, producto de ver, por primera vez y de forma tangible, mi sueño hecho realidad. Aunque sin perder tiempo, clavé la otra punta de la lanza en la tablilla, y al instante, toda la luz blanca fue convirtiéndose en una cortina de sombras.

¡Por fin… es mía! ¡Mira Pandora, Mira! ¡¡¡Contempla como el Universo comienza a escribir su capítulo más glorioso!!!

Miles de líneas atravesaron las distintas paredes de la caverna, mientras que una sensación de dominio recorrió mi ser por completo. El báculo desapareció junto a la tablilla, por lo que volví a tomar mi espada, la cual yacía levitante a un costado de mi brazo izquierdo.

La puerta se ha abierto… - Afirmé alzando esta vez mi espada, haciendo gala de todo mi cosmos en medio de todo el bullicio. – ¡¡¡La puerta al caos, por fin se ha abierto!!!

Y con ello, el fin del mundo como se conocía, estaba más cerca que nunca.

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Mensaje por Sasha Dom Dic 25, 2011 4:16 pm

Capitulo Nueve: Fidelidad.

Luego de completar el sacrificio, me dirigí junto a Pandora a la sala principal de control de la torre. Las Moiras decidieron regresar a su territorio por ese minuto, aunque aclarando que estarían disponibles para cualquier posible evento en que las necesitase. No les tomé demasiada importancia, después de todo, ya habían hecho lo que quería y sólo se trataban de tres viejas bastante molestas y problemáticas, a las que no me habría importado asesinar si no fuera por el hecho de que sentía que me estaban ocultando algo, información valiosa que tendría que averiguar de un modo…

O de otro…

De cualquier forma era más poderoso que ellas y contaba con su supuesta lealtad, por lo que decidí no complicarme más de la cuenta y darles su tiempo. Supuse que en el instante en que viesen la gloria tan magnifica que iba a alcanzar, llegarían solas y de rodillas solicitándome misericordia, y en ese mismo momento decidiría cual iba a ser el castigo que les impondría…

Por los pecados que cometieron mientras permanecían con vida… de eso podía estar completamente seguro, puesto que planeaba poner a todos los seres vivos de rodillas ante mis ojos. Incluyendo a los bastardos del averno que se escondían en las profundidades del Inframundo. Cuando todo marchase como yo quisiera, no quedaría nadie capaz de imponerse ante mi voluntad…

Nadie…

Pandora.
– Llamé a mi Heraldo, la cual se encontraba de rodillas detrás mío, a la espera de que yo le diese alguna orden o indicación. Hasta ese minuto, tan sólo me había dedicado a mirar una enorme puerta sin realizar ninguna acción o soltar palabra.

Dígame señor Hades.
- Contestó de inmediato, haciendo gala de su increíble fidelidad y obediencia. La verdad es que en ese minuto, la única presencia que no me importaba tener a mi lado era justamente ella.

La torre ya está despierta.
- Afirmé con tranquilidad y mesura. Aunque parecía algo obvio, me gustaba comentar los hechos que provocaban placer en mi persona. Y nada podía darme más satisfacción en ese instante, el más importante de mi vida, que el ver como mi gran plan avanzaba incluso mejor de lo que yo podía esperar.

Lo sé señor, lo felicito por su trabajo.
- Me esperaba esa respuesta. Sabía bien que diría ello y no me extrañó en absoluto que lo hiciera. No confiaba en ningún humano, ni siquiera en los espectros. Pero si estaba seguro de que alguien me era totalmente fiel y trataba de comprender mis motivos, razones, hechos, etc… dicha persona, justamente debía ser ella.

Aún queda mucho por hacer.
- Confesé mientras daba la vuelta lentamente, girando primero mi rostro para observar como ella hacía lo mismo, subiendo su mirada ante mis ojos para después, volver a bajarla al suelo. En ocasiones, me daba la sensación de que me tenía más miedo del que yo mismo requería que poseyera.

Lo ayudaré en todo lo que esté a mi alcance.
- Una vez más, su enorme fidelidad salió a escena y a pesar de que yo estaba consciente que no la había pasado bien junto a las Moiras, no dudaba ni un instante que soportaría estar cerca de sus pegajosas y viejas manos si así lo requería necesario. La verdad es que no podía pedirle más a una simple humana como ella, que hacía gala del porqué la había elegido entre tantos seres vivos para ser la única con acceso a mis dominios personales.

Eso quería escuchar.
- Afirmé con sinceridad. Estaba tan de buen humor por el rumbo que llevaban las cosas, que hasta podía permitirme el lujo innecesario de compartir una breve pero muy significativa charla con mi heraldo. Y digo significativa, puesto que bien era conocido el hecho de que yo no hablaba, conversaba, ni mucho menos compartía con nadie, salvo que tuviese un objetivo en específico. Pero caer en dichas prácticas de forma trivial, era algo que escasamente podía verse en mi persona. No era apegado a entablar relaciones sociales con nadie.

Salvo con ella, por supuesto. Suspiré brevemente mientras iniciaba mis pasos por el salón, meditando al respecto de todo. Aún cuando sonase relajado, seguía mentalizado en realizar mis planes y no porque me tomase el tiempo de intercambiar palabras con mi soldado más fiel, quería decir que hubiese olvidado mis intereses primordiales. Nada estaba por sobre la torre en ese minuto, y estaba dispuesto a eliminar cualquier obstáculo que se interpusiese en mi camino, incluso si se trataba del único ser vivo con quien compartía mis pensamientos. No obstante, no podía ni puedo negar que hubiese sido un fastidio tener que eliminar a Pandora, que a mis ojos, representaba lo más “útil” que podía conseguirse de esas bolsas de agua despreciables llamadas humanos: Fidelidad.

Voy a hacerte una pregunta, y quiero que me contestes con la verdad. No hace falta decir que si no lo haces, te mataré, ¿No?.
- Pregunté de forma seria e inesperada girando una vez más para mirarla directo a rostro.

Ella por su parte tan sólo subió su cabeza y me miró un segundo, para luego proceder a contestar mi pregunta.

Responderé con la verdad cualquier cosa que me pregunte, señor.
- Respondió de inmediato, percatándose de que mis ojos por primera vez en mucho tiempo, se mantenían posados por sobre su persona.

A pesar de que nos relacionábamos bastante, o al menos lo que para mí era bastante, nunca le prestaba mayor atención salvo que me dijese lo que yo le pedía y nada más de lo que le pedía. Como a todos los espectros, estaba prohibido siquiera insinuar lo que pensaban, sentían, soñaban o esperaban de sus vidas, y aquello tenía una razón muy simple: Me pertenecían hasta que yo lo considerase necesario. Desde el más patético y sin importancia soldado raso, hasta el Heraldo que ahora tenía por especial ocasión la atención de mis ojos. Seguramente sabía que le estaba analizando, no podía negar que esa mujer había demostrado ser muy inteligente y en algo me conocía, aunque no lo demostrase justamente para seguir mis reglas.

Aquella era justamente la demostración de fidelidad que yo deseaba, y que le exigía tanto a ella como a los demás, con diversos resultados. Existían unos cuantos espectros más que demostraban fidelidad absoluta, aunque en algún momento de sus vidas se hubiesen revelado, de una u otra forma terminaban por serme de utilidad y descartaba la idea de deshacerme de ellos.

Y así como existían soldados ejemplares, también estaban los otros que me hacían darme cuenta que los humanos estaban contaminados y resultaban obsoletos, en mayor o menor medida. Un claro ejemplo de eso era orgullo, la cual podía sentir dudar de su existencia y que demostraba ser una incógnita para los demás, menos para mí.

¿Cuál es el sentido de los humanos?.
- Pregunté con formalidad a la vez que seguía paseándome de un lado a otro, cuestionando y juzgando hechos y eventos mientras que esperaba la respuesta de Pandora.

¿Por qué existen en este mundo, Pandora?.
- Mi tono estaba tranquilo, aunque no por ello dejaba de ser estricto, pero tenía una justificación más que conocida en ese minuto en el que dejé que el silencio le permitiese pensar.

No era necesario mencionarle a Pandora que no esperaba una respuesta que incluyese sentimientos o anhelos personales, o esa clase de cosas utópicas que últimamente rondaba en la cabeza de los humanos. No, mis oídos no querían ni estaban interesados en oír basura, y si así fuese no permitiría que dicha basura fuese pronunciada por alguien que perteneciese al Inframundo. Para habla estupideces, el mundo estaba lleno de humanos y hasta en los reinos ajenos gobernaba la insensatez. Y si bien estaba consciente de que en los infiernos muchos lacayos pensaban y sentían más de lo que yo les ordenaba - condenándose gratuitamente por ello, desde luego -, Pandora era la excepción a la regla y podría decirse que era el humano a quien más le había demostrado que NO debía sentir, ni pensar, y ni siquiera respirar por eventos equivocados. Ella tenía una misión, y esperaba que su respuesta fuera la demostración más correcta de que estaba clara en dichos conceptos. De lo contrario tomaría medidas inmediatas y ejemplificadoras.

Podía escucharla respirar, y podía percatarme que en su cabeza las ideas se ordenaban y predisponían de mayor a menor prioridad, buscando y creando la mejor contestación a mis inquietudes. Ella no buscaba fallarme, y me lo había demostrado al permanecer como mi supuesta “protectora” aún cuando las dueñas del destino tenían una declarada obsesión insana para con ella. Pero nunca estaba de más asegurarme de ciertas cosas.

Los humanos…
– Inicio con cortesía, y fue justo que la interrumpí antes de que pudiese continuar, ordenándole que se pusiera de pie de inmediato, lo cual realizó al instante y suspirando, volvió a continuar con su respuesta.
Los humanos fueron creados por los dioses para servirles, venerarles y serles útiles hasta el fin de su existencia. Nacen, viven, crecen, procrean y mueren por y para ellos, esa es la base de la existencia humana. La voluntad de su eminencia es lo más importante que puede existir para un ser no divino, y cumplir sus disposiciones son el deber primordial de cualquier humano que se considere como tal.
- Contestó de corrido, sin dudar, titubear, extenderse demasiado pero tampoco sin olvidar detalles, procurando centrarse justamente en la idea más importante que resumía el sentido del valor de su raza.

Estás en lo correcto, pero lamentablemente no todo el mundo piensa como tú, de la forma que debería. Por ello es que hago todo esto, al menos en cierta medida. Todos los de tu especie olvidaron para qué existen, y lo que es peor, sus dioses también parece que perdieron la memoria. Es por ello que no podemos descansar ni fallar, Pandora. Es de primera necesidad el recomponer el orden del Universo… cueste lo que cueste.

Mi voz sonaba completamente decidida y convencida de que mi pensamiento era el correcto. No era un dios que dudase, antes lo había hecho, pero aquellos eran tiempos pasados en los que sólo me dedicaba a observar, analizar y decidir cuál iba a ser el camino correcto para seguir. Ahora finalmente conocía la respuesta a mis dudas, dejándome con la certeza de que mi creencia era la indicada. Nada iba a hacerme dudar, nunca y menos cuando los resultados hablaban por sí solos. Estaba ad portas de una época gloriosa, y todo por seguir antiguos términos pero renovados a mi manera.

Es por ello que el Universo conocerá su más grande purificación de todos los tiempos, Pandora. Algo nunca antes visto, que no sólo abarcara a un porcentaje de la población… sino que será total, absoluta y totalmente total. Nada ni nadie se podrá comparar a ello, y te doy mi palabra, daré todo lo que pueda dar como Dios para que la era del Caos….
– Comenté con algo más de intensidad, caminando una vez más hacia la puerta que había estado mirando en un comienzo, y al llegar a ella, guardé silencio y esperé por varios minutos.

¿Ocurre algo, señor Hades?.
- Preguntó con preocupación, puesto que no había completado mi idea y desde luego, aquello no era usual en mí.

No pasa nada, Pandora. – Contesté con relajo. – No hay duda alguna que eres el ser viviente que más se preocupa por mí…

Guardó silencio, tal y como yo esperaba de ella. No solía hacer cumplidos y de hecho ése tampoco lo era, sino que más bien, lo comentaba como una afirmación de la que podía estar total y completamente seguro. Era un hecho concreto que Pandora asimilaba muy bien su posición en el Inframundo, y más importante todavía, comprendía a la perfección cuál era su sitial a mi diestra del trono, ya fuese en los Campos Eliseos, en el Castillo Heinstein o en la Judesca, entre otros.

Me acerqué a la puerta y rozándola con mis dedos, ya estaba decidido a entrar y dar inicio a la segunda fase de mis planes. Pero lo primero era asegurarme que nada iba a interrumpir ni amenazar con ser una molestia para mis intereses, especialmente con aquellas ratas hijos de Zeus dando vueltas por todos lados. Y por supuesto, cómo olvidar a los humanos que, a su vez y valga la redundancia, también habían olvidado su sitial en el mundo de los dioses.

Tengo que entrar y utilizar mi cosmos para utilizar la torre, Pandora. Pero no debes preocuparte, no estaré ausente… no del todo.
- Agregué con cierta malicia, a la vez que mi cosmos se encendía y disparaba una ráfaga de su poder en dirección desconocida, perdiéndose en toda la oscuridad que nos rodeaba en aquel instante mientras yacíamos en una de las ubicaciones centrales de la torre.

Pronto todo tendrá sentido Pandora… ya lo verás. No… de hecho, ya está comenzando a tener sentido. – Comenté a la vez que extendía mis brazos para abrir las enormes puertas, dejando entrar una luz enceguecedora que iluminó todo a tal punto que de seguro le habría costado mucho seguirme con la mirada.

La razón de ello es que en ese sitio estaba la central de energía de la antigua y legendaria torre, la cual funcionaba en base a cosmos poderosos y elementos de la naturaleza. Con el sacrificio de Kore ya había despertado de su enorme letargo, volviendo a consumir sangre y vida, elementos indispensables para que se despertase su enorme hambre. Ahora me correspondía el guiar de manera correcta y acorde a mis beneficios a dicha monstruosidad, y usar para mis propósitos el que una construcción como esa, viva y hambrienta, poseía la capacidad para devorarlo literalmente todo.

Lo acompañaré a…

No, necesito que te quedes aquí y guíes a los espectros. Sabes que eres la más capaz y adecuada para el cargo, vigila todo, incluso a Thanatos e Hypnos…
- Ordené mientras empezaba a caminar encendiendo mi cosmos, el cual se manifestaba de inmediato con un intenso color negro fuego, que sin embargo se traslucía y dejaba ver mi cuerpo a través de él. Era necesario ir preparándome para el gran trabajo que significaría el controlar el poder de esa torre utilizando el propio.

Nos veremos en cuanto todo esté listo. Hasta entonces, procura mantenerte con vida y por sobre todo, recuerda lo que acabamos de hablar, pase lo que pase….o lo pagarás caro.

¿Amenazas para con ella? En absoluto. Sabía que no debía amenazar a Pandora, en lo más mínimo. Ya me había demostrado que estaba dispuesta a morir por mi causa y aunque no confiaba ciegamente en nadie, por lo menos si consideraba como un hecho el que lo haría si fuese necesario.

¿La razón de mis últimas palabras entonces? Bueno, digamos que a partir de este punto, dado el hecho de que iba a poner mi principal atención en manipular la torre, no estaría del todo disponible para prestar atención a lo que sucediera en el mundo

.Aunque ello no significaba que la historia se detuviese ni mucho menos que me perdiese de todo lo que ocurriría… sino que simplemente… todo tomaría un ritmo…

Totalmente….absolutamente… innegablemente….

Distinto…diferente… o quizás no… pero lo seguro sí que era el hecho… de que todo… absolutamente todo……

Sería….mucho más divertido…

¿Eh? ¿Quién anda ahí?

Oh…. No me digas que tan pronto ya me olvidaste, mi querida Pandora… me rompes el corazón….

¿Ehhh???!!! ¡¡¡ ¿ Quién demonios eres tú?? !!!

Te acabo de decir que si me sigues tratando así... me romperás el corazón… Pandora…

Aléjate de aquí o…

¿Me matarás? ¿Aún después de haberme jurado fidelidad hace tan poco? Huhu… qué divertido…. ¿Y sabes qué es lo más divertido? No que es obvio que no puedes matarme… sino que aunque yo lo quisiera, no lo harías….

¿¿Fidelidad??? Señor Hades… acaso….acaso….

Te lo dije, me rompiste el corazón….

Pe-pero…yo…. yo….

Nunca lo imaginé de ti….

Yo-yo- yo…. yo creí que…

Es cierto… yo no tengo corazón… ¿Me prestarías el tuyo para romperlo y estar a mano?

“La risa no es digna de los humanos. Y es por eso que me encanta reír…”

Pandora… ¿Por qué tan seria? O es que acaso…. ¿Tienes miedo? Vamos… ríe conmigo….

Ríe conmigo…. ríe conmigo....

¡¡ HE DICHO QUE RÍAS CONMIGO!!... ah… así está mejor….

Huhuhuhuhahahahaha….sí... más fuerte… .HUHUHUHUHUHUHAHAHAHAHA!!!!

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Mensaje por Sasha Dom Dic 25, 2011 4:19 pm

Capitulo Diez: Vientos de cambio.

“Uno-dos-tres-cuatro…. Los-muertos-siguen-caminando….”

Vamos… muévanse de una vez, infelices. El señor Hades quiere que todos caminen hacia la nueva ruta impuesta en el Inframundo… ¿Qué esperan? ¡Vamos! ¡Avancen!

Una nueva revolución se vivía en el Universo, teniendo como punto de inicio al propio Inframundo. Aquel mundo tan sombrío y aterrador, tan maravillosamente bello e inexplicablemente difamado, en donde la justicia se impartía con mano de hierro y el sufrimiento era más abundante que el mismo aire.

Muévanse de una maldita vez… tsk… malditos cadáveres… no entiendo por qué el señor ha decidido realizar todo esto…

Un espectro con un látigo enorme guiaba una enorme fila de muertos, que se extendía por kilómetros y kilómetros y kilómetros… traspasando absolutamente las fronteras que antes se imponían en el averno, llegando hasta el mismísimo Yomotsu, conocido como el monte que comunicaba con el mundo de los muertos.

Cállate de una vez, estúpido. No es nuestro trabajo el cuestionar las órdenes de nuestro señor.

Otro de singular categoría lo acompañaba, a la vez que también utilizaba un látigo para guiar a las almas de los muertos juzgados y los no juzgados. Por primera vez, las prisiones estaban siendo cerradas y tanto los que estaban en ellas, como los desdichados que provenían del Yomotsu, eran conducidos en rutas similares hasta un nuevo punto clave establecido por el mandamás de los infiernos.

Lo sé, tienes razón en ello. ¿Pero no crees que todo es muy extraño? Nunca antes había sucedido algo así…

Tienes razón, y he estado pensando lo mismo. Y no somos los únicos, muchos espectros se están preguntando qué planea ahora el señor Hades.

Todo sería mucho más sencillo si nos dijera qué está haciendo… tsk… ¿Ni siquiera los jueces saben lo qué pasa?

He hablado con el señor Garuda, pero desconoce absolutamente las intenciones de nuestra excelencia.

Mierda… todo parece indicar, que los rumores son ciertos….

Los cadáveres sin expresión en su rostro continuaban caminando por inercia, sin la posibilidad ni la capacidad para cuestionarse o analizar lo qué les pasaba, siguiendo simplemente las órdenes que les eran encomendadas por sus superiores, a su vez, lacayos del Inframundo. Y por lo mismo, desconocedores absolutos de lo que estaba ocurriendo en su propio mundo…

¿Los rumores? ¿Qué rumores?
¿No has escuchado? Estos últimos meses el señor Hades apenas y ha dado misiones, salvo a los espectros mayores como Benuh o los jueces… pero incluso ellos lo han visto poco.

¿Y eso qué tiene de malo? Todos saben que no le gusta mostrarse en público. Para eso está la señora Pandora…

Ella tampoco está.

¿Qué dices?

La señora Pandora tampoco ha aparecido mucho. Sólo en Heinstein se le puede ver, pero no siempre.

Eso ya es más extraño… ¿Qué dicen los jueces?

No mucho, tampoco hablan con el resto de espectros. Desde que llegaron las damas de los pecados, las cosas aquí han cambiado bastante.

En eso tienes razón…

Y es una mierda. ¿En qué está pensando el señor Hades al dejar que los soldados de su esposa nos traten como basura? Somos espectros, merecemos respeto. Eso de recibir órdenes de esas perras de los pecados no me agrada para nada…

Ni a mí, pero son más fuertes que nosotros y no podemos hacer mucho. Lo que no entiendo, es la razón de que el señor Hades las tenga todavía en el Inframundo…

Es porque está su esposa.

Todos saben que a Hades sólo le importa Hades. En el momento que a nuestro dios le importe alguien más que no sea él mismo, dejaría de ser él…

Y nosotros dejaríamos de servirle.

¡¿¿Dejarías de servirle a nuestro Dios??!

Sorprendido por la declaración de su camarada, el hombre simplemente dejó de golpear a los muertos y giró para ver a su amigo, abriendo los ojos de par en par y tratando de decirle algo, aunque sin poder articular palabra alguna. Por su parte, a su compañero de trabajo le pareció demasiado rara y exagerada su reacción, por lo que golpeó con más fuerza a un cadáver que pasaba y a continuación, se volteó para hablarle de forma decidida.

Así es… ¿Por qué te extraña tanto? Sería el colmo, dejaría de respetarlo. Ya aguantamos muchos basureos desde que juramos como espectros, pero que él mismo se contradijera preocupándose por alguien más… tsk… es asqueroso… y repugnante… definitivamente jamás podría servirle a un sujeto así, que cae tan bajo como Poseidón…

Sin embargo cuando volvió a mirar a su acompañante, no obtuvo respuesta. Abrió los ojos de manera enojada y decidió increparlo por su silencio.

¿Qué demonios te pasa? Tampoco es tan terrible… sólo dije que…

Entonces una mano tocó su hombro y pudo sentir como éste se carbonizaba de inmediato, aunque no fue capaz de zafarse del extraño agarre, cayendo de rodillas sin poder evitar que dicha parte de su humanidad fuese consumida por el enorme calor al cual estaba siendo sometido. Con mucho esfuerzo trato de voltearse para mirar a quién tenía a sus espaldas, comprendiendo en ese minuto la razón de que su compañero se hubiese quedado callado, como si hubiese visto a su mayor miedo de toda la vida…

Curiosamente… se podría decir que era algo parecido…

No me agrada que me insulten a mis espaldas… ¿Cómo voy a reírme de ello si no me lo dicen a la cara?

Era Hades, o eso se suponía. A pesar de que su cabello era extrañamente blanco y su sonrisa macabra y muy extensa confundían, sólo él podría llevar los ropajes de seda fina que portaba en ese minuto el hombre que, atrás de su espalda, se encontraba acompañado por la Heraldo del Inframundo y guardiana de los espectros: Pandora.

Se…señor….Ha…ha….

¿Euh? ¿Qué demonios le ocurre ahora a este espectro? – Preguntó alzando la cabeza y procurando mirar a quien parecía ser su camarada, el que por instinto bajo su rostro al piso, temblando sin ser capaz de articular ninguna palabra. – Vaya… lucen como si estuvieran viendo a la muerte en persona…. Oh… esperen…. sí la están viendo… huhuhuhahahaha !!!

No tuvo ni que esforzarse, tardó un simple segundo en acumular el cosmos suficiente para hacer arder desde el interior la sangre de su sirviente, a la vez que sonreía por escuchar como los gritos aumentaban en su intensidad y la desesperación de aquel que lo había insultado crecía y crecía a medida que los segundos avanzaban.

Ser egoísta es algo muy malo…. – Prosiguió, apretando más y más fuerte el hombro de su desdichado espectro, cargando la intensidad de su voz en cada palabra que pronunciaba, pasando de su estado de aparente felicidad a uno siniestro, donde sus ceño se fruncía transformando su cara de placer en una de profundo odio y desprecio.

Pero más malo es olvidar para qué los tengo aquí… tú… mírame al rostro…

El espectro contrario estaba sometido por completo producto de su miedo, por lo que era incapaz siquiera de articular una palabra o pronunciar algo coherente. Hades por su parte simplemente lo miró de manera extrañada, como quién luchaba por intentar comprender algo que de todos modos, estaba fuera de su alcance. Suspiró y saco la lengua, procurando seguir con la tortura a su sirviente mientras luchaba por entender lo que estaba pasando por la mente del soldado mudo.

He ordenado que me mires…. mírame… mírame…. mírame…. ¡¡¡MÍRAME!!!!
¡¡¡¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAGGGGGHHHHHHHHHH !!!!!!!!!!!!!!!


El grito del espectro que estaba siendo castigado rompió el ambiente y por instinto de preocupación, provocó que su compañero levantara la vista para observar la brutal escena que yacía frente a sus ojos: El dios le había arrancado por completo el brazo, dejándole sangrante en el piso mientras le veía directamente a los ojos.

Eso está mejor… ¿Ves que es fácil coperar? – Contestó dejando caer la extremidad arrancada al suelo, acercándose por el barranco en el que hasta entonces se habían encontrado parados los dos guiando a los muertos.

Po- po- por…fa-fa…favor… señor Hades… tenga piedad….

Las suplicas del espectro respondían a algo evidente: Sabía que habían estado hablando de manera equivocada, en vez de realizar el trabajo que les estaba encomendado. Y ya que su amigo estaba sufriendo las consecuencias por ello, de seguro ahora correspondía su turno. Podía sentir como con la mirada su Dios lo destrozaba, arrancándole una por una todas y cada una de sus extremidades, procurando otorgarle el mayor dolor posible.

¿Piedad? … ¿Piedad?. – Consultó de manera seria a la vez que yacía alejado apenas unos centímetros de su lacayo, acercando su rostro al del desdichado y observándole con unos ojos que sólo decían una cosa: Iba a castigarlo. - ¿Piedad? ¿Quieres piedad?

Y fue que sorprendentemente, sonrió y comenzó a reír de manera siniestra y sin sentido alguno, carcajeando tan fuerte que incluso su torso se inclinaba levemente hacia atrás.

Huhuhuhuhahahaha!!!!... Huhuhuhuhuhuhahahaahhahahahahahahaha!!!!!!!

Je… je… jejejejeje…- Sometido por el nerviosismo de la situación, el espectro simplemente siguió la corriente de su Amo y tímidamente- Jejeje… jejejejeje…..

Pero para su sorpresa, fue ahí que Hades alzó su manó y sin darle tiempo de nada, atravesó su pecho y le arrancó el corazón. Miró el órgano por unos segundos, curioso, buscando algo útil en él, sin siquiera preocuparse por el hecho de que el cuerpo de quien hasta hacía escasos segundos fuese su sirviente, cayera por la ladera hasta donde los muertos, procediendo a ser devorado rápidamente por estos. Finalmente lanzó el corazón, sin darle mayor relevancia.

Los corazones son algo tan aburrido… ¿No piensas lo mismo, Pandora?.

Usted está en lo cierto, mi señor.

¿Verdad que sí? – Hizo una mueca, para después voltearse y seguir caminando hacia Pandora. – Continuemos con lo nuestro… ya hice lo que quería…

¿Qué cosa, mi señor? – Consultó la mujer sin comprender a qué se refería,

Matar sin tener motivos para hacerlo, ya sabes... me encanta!!!

Huhuhuhuhahahahahahahaahahahahahahaha!!!!

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Mensaje por Antonina Dom Dic 25, 2011 5:46 pm

Fanfic de Vergilius  2nhjaj5

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