Alrededores del Coliseo

¿De verdad quieres saber? Preguntó el primogénito del fallecido Emperador mientras que entornaba los ojos y se acercaba a la mujer de cabello negro como el azabache para arrinconarla contra la pared de forma que su menudo cuerpo quedaba atrapado entre la pared y la mole que era el soldado. Era cierto, Octavius no se sentía particularmente bien pero en aquellos instantes no era exactamente el ex-comandante General quien se encontraba en la habitación de aquel motelucho sino más bien una representación transitoria del paso entre el humano y el dios de los conflictos bélicos que lo había poseído hacía algún tiempo atrás.

Y siendo parte una deidad con un vínculo tan indeseado como útil para con sus ridículos soldados, la identidad de esa fémina tampoco era demasiado secreto llegado ese momento. Ella incluso debía sentirlo palpitar en su alma de una forma u otra.

Sabes…ahora mismo no es momento de…descansar. Murmuró de pronto el enorme hombre para con un movimiento inesperado, clavar su espada en el vientre de la pelinegra y con facilidad girar el arma como si se tratara de una simple llave. Por los momentos no le interesaba tener ahí a la humana, como quiera que se llamara sino que en realidad tenía que forzar las cosas un tanto y despertar provisionalmente y sin poderes al Berserker que se estaba incubando en su persona. Sin que tuviera verdaderos poderes y estando totalmente dependiente de él, se libraría de tener que lidiar con las estupideces normales de los demás soldaditos que había vislumbrado hasta ahora.

No le gustaba tener que “depender” de una basura como aquella, pero tampoco iba a desperdiciar la oportunidad que tenía por delante. Si aprovechaba los brazos extras el trabajo a futuro se le iba a facilitar.

Menudo fiasco todo eso, los límites a los que tenía que llegar por la ridícula forma en que su avatar humano había actuado en la Tierra así como los estúpidos Berserkers…solo complicaban sus esquemas, solo le molestaban en el camino, solo eran estúpidas piedras en sus sandalias.

Definitivamente era mejor acabar con todos ellos de una buena vez. Apenas ejecutara su plan, los sacrificaría sin pensárselo dos, no, mejor dicho, ni lo pensaría. No valían la pena siquiera gastar un segundo de su tren de pensamiento, mejor era terminar con todo eso cuanto antes.

Ashfalor...¿acaso tengo qué arrancarte la cabeza para qué salgas? Preguntó de pronto con la esclerótica negra y las pupilas rojas. Ahora sí, era completamente la deidad de la Guerra quien hablaba y su tono era más que solo tosco y cruel; era simplemente…tajante y definitivo. Mas le valía a ese demonio salir o se vería en verdaderos problemas que de seguro preferiría no afrontar de ninguna manera. ¿Y bien?

No seas impertinente Ashfalor. Dijo el Señor de la Guerra mientras que avanzaba un solo paso para que así las cuchillas con las que lo amenazaba el Berserker quedaran más ajustadas a su cuelo sin en realidad hacerle daño, de hecho el filo de estas tan solo se resquebrajaba más y más conforme pasaban los segundos. El hecho de que Ares se encontrara de incógnito no decía que iba a tolerar semejante actitud de parte de uno de los soldados quienes simplemente, no le importaban en lo más mínimo. Eran herramientas para su uso, ni más ni menos.

De todas formas, al menos estás escuchando. Es un buen cambio viendo el prospecto que dejaron tus “compañeros” en el Templo de la Guerra. Murmuró la deidad, alejándose con calma y posando su mano en la puerta de la habitación causando que esta empezara a quemarse por el mero contacto de la primera capa de su piel. Dime Ashfalor...¿tendré que darte una demostración de quién manda o tan solo cumplirás con tu objetivo de servirme sin chistar? Anda, elige la respuesta adecuada antes de que me harte y te destaje la cabeza aquí y ahora. Pidió el pelinegro con peligrosidad, dejando bien en claro que solo había una respuesta que era la “correcta”.

Era ridículo. Con el tiempo que había pasado bien los estúpidos Berserkers debían de haberse movido a cumplir con sus misiones, pero no era así. Lo sentía en su carne y alma. Las idiotas encargadas de ir a asesinar Santos no hacían nada, una quedándose en el Olimpo y la otra caminando por ahí perdiendo el tiempo con alguien de cosmos divino. Apocalypse también en esa ciudad y las otras dos imbéciles, quienes tenían la tarea de construir su piedra angular todavía perdiendo el tiempo en su recinto sagrado.

Era demasiado, demasiado ridículo.

Dame tu respuesta ahora mismo. Exigió Ares apuntando al avatar femenino con su espada de nueva cuenta, causándole una parálisis que tan solo lo dejaría libre como para decir lo que quería o no, oír.

Adelante, si quieres puedes lamerme las botas…o mejor, puedes llorar solo porque no te demuestro aprecio. Dijo Ares entrecerrando los ojos mientras que sentía como Ashfalor se le acercaba para luego acabar con algún humano o humana que se encontraba al otro lado de la habitación. Si lo haces, te cortaré los tendones, rasgaré la garganta y te lanzaré a las patas de Afrodita para que te de amor, por algo tiene semejante título. Murmuró la deidad mientras tomaba por uno de los brazos a su acompañante. Era natural que pensara aquello, el que los Berserker se comportaran como niños de una guardería era estúpido.

Al menos te comportas como lo que eres, un demonio y una herramienta. Felicitaciones Ashfalor, lograste más que las basuras que se hacen llamar “Berserkers” de esta época. Le dijo el enorme sujeto a la fémina, apretando más y más el agarre en el cuerpo al tiempo que parte de sus cosmos divino la recubría con lentitud. No le gustaba perder demasiado el tiempo en esas formalidades pero como de todas formas no pretendía ser detectado por los demás inútiles por el momento, era una tardanza un tanto justificada. Espero que de aquí en adelante no te comportes como una campesina con ganas de limpiar el suelo. Fue lo único que dijo antes de que el ambos vibraran con fuerza a una velocidad que de lejos superaba a la de la luz. En ese momento la forma particular de transportación del dios quedó demostrada: utilizar su cosmos para así moverse a través del espacio, confiriéndole a su cuerpo la capacidad de sobrellevar cualquier obstáculo con facilidad. No era algo único ya que era un sistema que cualquier divinidad podía usar pero que debido a su poca especialización en cuanto a sus propios cuerpos les resultaba totalmente desconocido.

De nuevo, inútiles. Todos esos ridículos dioses, guerreros y demás eran tan inútiles como cucarachas.

Tras un infrasegundo, ambos desaparecieron del lugar dejando una simple estela de cenizas a su paso.