Escalinatas previas a Aries

Pasando a través de un arco de piedra derruido y subiendo el umbral de varias amplias y viejas escaleras, el gemelo de Cambre conocido como Aspros llegaba al límite que separaba la zona de entrenamientos del Santuario con la subida legendaria de las Doce Casas.

El lugar, siendo un simple y amplio callejón constituido por dos enormes paredes de piedra que más arriba se perdían en la inmensidad de la montaña, era sobrecogedor. Las corrientes de aire que se podían sentir eran equiparables a las que se sentían en una caída de al menos cien metros de distancia del suelo, las baldosas que constituían el piso estaban resquebrajadas pero no por eso dejaban de ser magníficas y lo suficientemente grandes como para abarcar al menos cinco personas distintas cada una. Finalmente estaba el camino de escalones que ascendiendo, se perdían en una curva a mano izquierda, marcando la ruta principal que habría de seguirse al atravesar los Doce Templos. Era la prueba final para cualquier candidato que estuviera destinado a portar uno de los mantos sagrados de la Elíptica.

Si los otros “aspirantes” lo habían seguido hasta allí entonces significaba que dejaban atrás todos sus lazos humanos o por lo menos, la forma “simple” de vivir. No había vuelta atrás y eso era todo.

Soltando la caja de Pandora que guardaba en su interior la Armadura Dorada de Géminis, Aspros se volteó y con sencillez se sentó sobre esta, entrecruzando las piernas mientras se quedaba a la espera de que los “elegidos” se terminaran de presentar frente a él.

Era curioso que ya ese proceso se hubiera repetido más de una vez, primero con Jezzara de Virgo, luego con Seiren y ahora con otros tipos más cuyo potencial era cercano a cero. Pero tal cual había dicho el romano del caballo, si eran carne de cañón al menos servirían para retrasar al enemigo…y quien sabía, incluso podrían definir el futuro si llegaban a sobrevivir a la guerra.

Dejando su faz impasible y cerrando los ojos mientras una ligera brisa agitaba su larga melena, el peliazul tan solo esperó la llegada de los tres sujetos.

Con la alegría de siempre, la mujer de los cabellos rubios llegó alas escalinatas de la primera casa del santuario acompañada de su mascota, quien ahora corría detrás de ella y daba vueltas bastante contenta; al parecer el ambiente del santuario la librabra de todas las tensiones que había tenido en sus períodos anterioes de vida. Estaba tan feliz que incluso la expresión de ojos malvados de aspros no hacía que su vitalidad y gusto por saltar de aquí para allá disminuyesen para nada.

-Heero, ten cuidado que me harás tropezar. Si sigues así y en castigo te volveré a tomar en brazos.- Dijo la ladrona un poco más animada que antes, mientras intentaba ignorar a la voz del espíritu de piscis que no dejaba de decirle que se comportase como una mujer adulta, y que se olvidase ya de sus juegos, por muy divertidos que éstos pudieran parecerle.

-Sheznarda hasta qué hora te portas de esa manera! Si no eres desordenada y vengativa, eres como una niña. Ya jugarás después, ahora deja a esa mascota atrás que te hace distraer.

-Tú no me digas lo que tengo qué hacer! Ya he venido acá a este lugar a recibir los retos de un señor amargado tódo porque tú me lo has pedido! Y no voy a dejar a Heero atrás sólo porque tú me lo digas.- Dijo Sheznarda al espíritu de piscis, mientras tomaba a su mascota entre los brazos otra vez y tomó su lugar al lado del hombre con el que primero había entablado conversación, mientras se preguntaba acerca de si vovería a ver a ese caballero de expresión serena. Quería preguntarle, cúal era el secreto de su serenidad para poder copiárselo, ya que a ella le faltaba mucha. Demasiada dirían algunos.

-Wooo! Este lugar es enorme! Los caballeros han de tener mucho trabajo en aras de mantener este sitio tan bonito cómo está ahora. Qué opinas Heero? Te gustará estar aquí?

Lo que estás viendo es tan solo una sombra de lo que era el Santuario. Le dijo Aspros a la mujer con tono tajante, pareciéndole curiosa la forma en que hablaba sin siquiera conocer los verdaderos hechos o al menos, siquiera los típicos rumores. Era como si tan solo la hubieran lanzado al territorio de Athena sin más indicaciones que “llega”. Como sea, tampoco podemos esperar más. De este momento en adelante es mejor que estén firmes en su decisión de querer ser Santos de Athena…si es así, tendrán que avanzar por sí mismos.

En ese instante el gemelo de Cambre levantó su diestra para así señalar a la montaña que tenía por detrás, usando su índice para marcar el camino que llevaba directamente hacia la Casa de Aries.

Este es conocido como el recorrido de los Doce Templos de la Elíptica, cada uno siendo resguardado por un guardián de Armadura Dorada. El camino empieza por el Templo del Carnero Blanco, seguido del Templo del Gran Toro, el Templo de los Gemelos, el Templo del Gran Cangrejo, el Templo del León Dorado, el Templo de la Virgen, el Templo de la Balanza, el Templo del Escorpión Celestial, el Templo del Centauro, el Templo de la Cabra Montes, el Templo de la Urna Preciosa y finalmente, el Templo de los Peces Gemelos. Dijo Aspros, esperando que los nombres se les quedaran grabados en el cerebro al primer intento. Si no estoy mal, cada uno de ustedes tiene el potencial para llegar a ser uno de los guardianes…exactamente cuales, no tengo ni la más mínima idea, eso depende de sus constelaciones guardianas. Mi consejo aquí es el siguiente: avancen, avancen hasta el momento en que se detengan y sean probados por sus armaduras respectivas. En ese instante se verá si de verdad tienen la capacidad para ser Santos de Athena y por tanto, la capacidad para siquiera intentar participar de forma eficiente en la guerra que se avecina.

Si no tienen dudas, empiecen a correr…si todavía queda algo pululando por sus mentes, será mejor que se retiren. Con esto puesto bien en claro…termina mi trabajo con ustedes. Concluyó Géminis mientras se levantaba con gracia, apartándose junto a la caja de su armadura para que los “aspirantes” comenzaran a subir por la ladera de la montaña y adquirieran sus mantos sagrados en caso de verdad tener el potencial suficiente como para portarlos. En ese momento no era la mayor de las preocupaciones…de hecho, sentía que no todo estaba “bien”.

El cielo parecía estar a punto de desplomarse y eso no era precisamente, una señal positiva.

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Offrol: Pues, eso. La idea es que vayan haciendo el recorrido etc etc para que cada uno se quede en su Casa respectiva y consiga su armadura, como prefieran. Dado que Flori sigue ausente, en mi post tomé en cuenta como si Kardia se encontrara presente. Eso es todo.

Cambio y fuera.

Sheznarda escuchó con asombro el relato que le dio el hombre le los cabellos azules, pues ella no se imaginaba que su ignorancia acerca del templo de Athena era tan grande que llegaba a irritar a otros. Personalmente la mujer de los cabellos dorados pensaba que le hacía gracia aquel hombre con esa expresión tan severa, le daba la impresión de que él era una persona sometida a la amarguar más extrema, lo cual parecía una pena. Viéndolo por donde lo mirase Sheznarda parecía estar más interesada en encontrarse tranquila que en avanzar más allá. Era como si sus ímpetus de guerrera se hubiesen ido con el fantasma del hambre y eso no estaba bien.

-Entiendo. Así que debo recorrer todo esto sólo para encontrar mi armadura.- Sheznarda suspiró pues sabía que su camino iba a ser largo, por lo que sin perder el tiempo empezó su recorrido caminando como si tuviese todo el tiempo del mundo llevando a su mascota con cuidado entre sus brazos. Era cierto que la ladrona deseaba irse, pero sentía que no podía hacerlo sin antes agradecerle a su guía por haberla llevado a ese lugar, de modo que antes de marcharse por completo se dio media vuelta y dijo con un tono bastante alegre:

-Gracias señor de cabello azul, ha sido muy amable la traernos hasta acá. Cuando tenga mi armadura iré a buscarle y preguntarle muchas cosas más. Usted parece saber mucho.- Una vez dicho esto Sheznarda siguió su camino y fue en busca de su armadura, pues sentía que lo mejor era darse un poco de prisa para conseguir su manto sagrado.

Eso es si acaso nos volvemos a ver. Le respondió Aspros a la rubia sin dedicarle demasiado tiempo o siquiera una mirada ya que después de todo, su tarea con ella se había terminado.

En esos instantes estaba más centrado en lo que sucedía con el cielo…al parecer, algo sucedía en el Reino de los dioses y tal evento se reflejaba en la bóveda celeste. Resoplando, Géminis tan solo se volvía a sentar en la caja de Pandora que contenía su Armadura Dorada para cerrar los ojos y usar su percepción, sintiendo los movimientos de Sagitario. Notando como hacía contacto con otra fuerza, esta vez de magnitud inferior el peliazul terminó captando una disrupción en el flujo de cosmos…alguien más, esta vez de naturaleza inherentemente divina se había aparecido con una fuerza reducida, evidentemente con la intención de ocultar su presencia…

Algo en lo que había fracasado rotundamente.

Lo que nos faltaba, otro más. Murmuró Aspros con desdén y frunciendo el ceño, levantándose mientras consideraba las posibilidades y el mejor curso de acción. Incluso aunque fueran en paz o algo “parecido”, al aparecerse así como así era por demás, sospechoso…eso sin contar con que se encontraban en estado de alerta total y que en realidad, no confiaba en el juicio de Sagitario. Ya antes había demostrado ser poco racional y como tal, tampoco se fiaba de la otra presencia porque ni la conocía. No quedaba de otra, tendría que intervenir.

Vamos a ello entonces. Finalizó Géminis con tono un tanto siniestro, tomando la caja de Pandora para abrirla de inmediato.

No se arriesgaría de nuevo.

No sentía alguna otra presencia. Solo se concentraba en buscar la energía de su hermana. Durante tanto tiempo la había estado buscando. Y parecía que en ese preciso momento comenzaba a sentirla. No quería saber nada de su historia anterior con Vergilius. Habría prometido protegerla. Por mucho que existiera un odio en contra de los demás. Por ella podría cambiar. Siempre buscando la manera en que ella pudiera quererme.

Desde el riachuelo sentía una ligera presencia. Eso fue lo que lo despertó de su sueño. El cansancio lo había agobiado, hasta el punto en quedar recostado a lado del agua. Se levanto lentamente mientras que tomaba de nueva cuenta la armadura dorada. Siempre apoyada en su espalda. Cubierta por una tela llena de agujeros que ya no resguardaba mucho el brillo al contacto con el sol.

Se incorporo y comenzó a caminar. Lentamente. Sus pasos parecían torpes. Y el vaivén de su cuerpo delataba la ausencia de fuerza. De como solamente se desplazada por propios instintos. El agua lo revitalizo, pero el cansancio por el entrenamiento lo había exprimido lo suficiente. No comió por varios días. Y aun así quería verla, lo deseaba con todas sus fuerzas.

Sintió su energía mas cercana. Apresuro el paso. Y solamente podía ver a lo lejos. Unas escalinatas. Como si se tratara de algún edificio importante. Pero ante todo, esta ella, mirando fijamente aquella estructura. Pudo mirar su espalda, y con un un poco de dificultad pudo pronunciar su nombre...

Sophia... Sophia.... Sus ojos se llenaban de lagrimas. El tiempo los había separado. Pero ahora estaba ahí. Sin mas impedimentos que su flaqueza....

Había conseguido lo que tanto buscaba. Aquel sujeto, ahora era el guerrero de Atena y ademas era el hermano de Sophia. Dos grandes responsabilidades se habían reunido en un simple mortal. Cuando encontró su verdadero destino, decidió seguirla por donde ella fuera. Estar con ella siempre. Antes de conocer su verdadero poder ya estaba dispuesto a morir por Sophia.

Escuchaba como ella hablaba. Apoyaba su cuerpo junto al mio. Después de tanto sacrificio era necesario estar junto con ella. Ese momento no se lo podrían robar. Era mucho mas fuerte ese lazo. Escuchaba con atención mientras mis lagrimas comenzaron a cesar, como respuesta a sus palabras. Su cuerpo parecía responder a ese estimulo, y el cansancio comenzó a disiparse lentamente. Aun podría estar un poco herido, pero con el calor de su hermana comenzó a levantarse poco a poco. Allí estaba la verdadera esencia de su ser.

Escucho por ultimo, la sentencia que daba Sophia. Primero parecía angustiarse un poco. ¿Una guerra?, pareciera que ella ya había aceptado su destino. Era de sorprenderse. Pero estaba frente a frente. Sueños perdidos...

El rostro de aquel muchacho se iluminó rápidamente. No bastaría preguntar mas. La cuestión no era si el quería. Una sonrisa se mostró de poco en poco. Hasta que se perdió entre sus palabras. Su respuesta ya estaba dada desde que conocía este poder. Con un abrazo asintió su destino.

Sophia... Sabes que mi destino es contigo. No importa lo que pase, siempre te protegeré, y se que tu harás lo mismo conmigo, por ello pongo mi vida ante ti... Te ayudare en todo lo que pueda...

Después de la extensa caminata que circulaba la gran zona trasera del Santuario, el Caballero de Géminis finalmente llegaba hasta las escalinatas que ascendían por la cuesta principal de los Doce Templos del Zodiaco.

Apagando la chispa que había usado como linterna en medio del banco de niebla con un solo chasquido de sus dedos, el peliazul avanzó para posar una sola pierna sobre el primer escalón del enorme y derruido tramo, deteniéndose en medio de una mancha luminiscente creada por la luna en la cima de la bóveda celeste sobre sus cabezas.

Sigh... esto es tan irrelevante. Comentó de pronto Aspros dirigiéndose obviamente a su único compañero en esos instantes: Arone de Aries, quien lo había seguido de cerca en medio de un extraño silencio, al menos tratándose de un chiquillo quien siempre hablaba de más. Aparentemente la perspectiva de dejar al ángel no le había causado mucha gracia. Como sea, mejor sigamos adelante. Sería patético que la dueña del Santuario pasara por los Templos sin encontrar a sus guardianes asignados…más cuando solo está tu conejo adornando el umbral.

Sin más palabras que esas el ex-senador siguió su avance con una calma comparable a la de las pocas nubes en el cielo, dando una vuelta hacia su derecha en el primer recodo y ascender hasta los derruidos tramos que lo llevarían directamente al Templo del Carnero Blanco.