Trono de Hypnos

por Priscos Jue Mayo 24, 2012 1:49 pm

Aquel lugar se expandía hasta donde la vista alcanzaba hacia todas direcciones, -¿Cómo salgo de este lugar?- pregunto ya con un poco mas de confianza, miro a todas direcciones y a lo lejos vio una especie de punto negro que sobresalía en aquel lugar, asi que decidió ir a investigar que era ese extraño punto negro, aquella caminata había sido más larga de lo que parecía y recordó una regla de oro que alguna vez había escuchado, “Toda distancia que se encuentre en un largo claro multiplícala por tres y esa será la distancia real”, pero extrañamente esa distancia y esa pesada armadura que aun no podía quitarse no lo agotaban ni en lo mas mínimo.
Al irse acercando hasta su destino Priscos podía distinguir mas y mas de lo que se trataba, era un especie de muro de un color oscuro que humanaba una especie de neblina o de humo y justo en frente se encontraba una especie de trono siniestro que era del mismo color que el muro. Priscos se acerco sigilosamente a ese extraño aposento y estiro su mano para poder tocarlo, al hacerlo sintió una extraña sensación que recorría su cuerpo entero y lo hacía temblar, -¿Qué es esto?-dijo y subió los peldaños que sostenían el trono, dio media vuelta y se sentó en el. Una serie de recuerdos, emociones y pensamientos invadieron su cabeza.

por Priscos Lun Mayo 28, 2012 3:04 pm

Los recuerdo vinieron a la cabeza de Priscos, que no pudo hacer nada para evitarlo.

Flashback

Una mujer muy hermosa y muy ataviada se hizo presente, fue cuando Priscos noto que no estab solo y que a su lado estaba alguien que se parecía mucho a el, solo que con el cabello negro. La misteriosa dama dijo direjiendose a Priscos —¡Hipnos, rey de todos los dioses y de todos los hombres! Si en otra ocasión escuchaste mi voz, obedéceme también ahora, y mi gratitud será inmensa. Adormece los brillantes ojos de Zeus debajo de sus párpados, tan pronto como, vencido por el amor, se acueste conmigo. Te daré como premio un trono hermoso, incorruptible, de oro; y mi hijo Hefesto, el cojo de ambos pies, te hará un escabel que te sirva para apoyar las nítidas plantas, cuando asistas a los festines.- A lo que Priscos respondió —¡Hera, venerable diosa, hija del gran Cronos! Fácilmente adormecería a cualquier otro de los sempiternos dioses y aun a las corrientes del río Océano, del cual son oriundos todos, pero no me acercaré ni adormeceré a Zeus, si él no lo manda. Me hizo cuerdo tu mandato el día en que el muy animoso hijo de Zeus se embarcó en Ilio, después de destruir la ciudad troyana. Entonces sumí en grato sopor la mente de Zeus, que lleva la égida, difundiéndome suave en torno suyo; y tú, que intentabas causar daño a Heracles, conseguiste que los vientos impetuosos soplaran sobre el Ponto y lo llevaran a la populosa Cos, lejos de sus amigos. Zeus despertó y encendió en ira; maltrataba a los dioses en el palacio, me buscaba a mí, y me hubiera hecho desaparecer, arrojándome del Éter al Ponto, si la Nix, que rinde a los dioses y a los hombres, no me hubiese salvado; llegué a ella huyendo, y aquél se contuvo, aunque irritado, porque temió hacer algo que a la rápida Nix desagradara. Y ahora me mandas realizar otra cosa peligrosísima.- dijo

por Priscos Mar Mayo 29, 2012 3:21 pm

Le respondió Hera —Oh Hipnos, ¿por qué en la mente revuelves tales cosas? ¿Crees que el gran vidente Zeus favorecerá tanto a los troyanos, como en la época en que se irritó protegía a su hijo Heracles? Vamos, ve y prometo darte, para que te cases con ella y lleve el nombre de esposa tuya a la más joven de las Gracias, Pasitea, de la cual estás deseoso todos los días.- Dijo tratando de convencerlo. Al escuchar esto se alegró Hipnos, y respondió diciendo —Bien, jura por el agua inviolable de la Estigia, tocando con una mano la fértil tierra y con la otra el brillante mar, para que sean testigos los dioses de debajo de la tierra que están con Cronos, que me darás la más joven de las Gracias, Pasifea, de la cual estoy deseoso todos los días.- Dijo emocionado hipnos. No desobedeció Hera, la diosa de los níveos brazos, y juró, como se le pedía, nombrando a todos los dioses subterráneos, llamados Titanes. Prestado el juramento, partieron ocultos en una nube, dejaron atrás a Lemnos y la ciudad de Imbros, y siguiendo con rapidez el camino llegaron a Lecto, en el Ida, que tedia demasiados manantiales, allí pasaron del mar a tierra firme, y anduvieron haciendo estremecer debajo de sus pies la cima de los árboles de la selva. Se detuvo Hipnos antes que los ojos de Zeus pudieran verlo, y, encaramándose en un abeto altísimo que había nacido en el Ida y por el aire llegaba al éter, se ocultó entre las ramas

por Priscos Jue Mayo 31, 2012 4:59 pm

El vivido recuerdo se seguía presentando en la cabeza de Priscos, que desconcertado no podía hacer mas que ceder a el. Zeus, que amontona las nubes, la vio venir; y apenas la distinguió, enseñoreándose de su prudente espíritu el mismo deseo que, cuando gozaron las primicias del amor, acostándose a escondidas de sus padres. Y así que la tuvo delante, le habló diciendo, —¡Hera! ¿Adónde vas, que tan presurosa vienes del Olimpo, sin los caballos y el carro que podrían conducirte?- , aquella dama que Priscos ya sabía que era Hera respondió —Voy a los confines de la fértil tierra, a ver a Océano, origen de los dioses, y a la madre Tetis, que me recibieron de manos de Rea y me criaron y educaron en su palacio. Iré a visitarlos para dar fin a sus rencillas. Tiempo ha que se privan del amor y del tálamo, porque la cólera invadió sus corazones. Tengo al pie del Ida, abundante en manantiales, los corceles que me llevarán por tierra y por mar, y vengo del Olimpo a participártelo; no fuera que lo irritaras si me encaminase, sin decírtelo, al palacio del Océano, de profunda corriente-, a lo que Zeus contesto—¡Hera! Allá se puede ir más tarde, acostémonos y gocemos del amor. Jamás la pasión por una diosa o por una mujer se difundió por mi pecho, ni me avasalló como ahora, nunca he amado así, ni a la esposa de Ixión, que parió a Pintoo consejero igual a los dioses, ni a Dánae Acrisiona, la de bellos talones, que dio a luz a Perseo, el más ilustre de los hombres, ni a la celebrada hija de Fénix, que fue madre de Minos y de Radamantis igual a un dios, ni a Sémele, ni a Alcmena en Tebas, de la que tuve a Heracles, de ánimo valeroso, y de Sémele a Dioniso, alegría de los mortales, ni a Deméter, la soberana de hermosas trenzas, ni a la gloriosa Leto, ni a ti misma, con tal ansia te amo en este momento y tan dulce es el deseo que de mí se apodera.-
Aquellos escalofriantes recuerdos abandonaron a Priscos que por fin pudo pararse de ese trono -¿Qué acaba de pasar?- pregunto mientras se alejaba a paso veloz del trono.

Fin Flashback

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