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Limites del reino
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Limites del reino
Había conseguido avanzar unos pasos hacia atrás cuando uno de ellos se interpuso colocándome su daga sobre el cuello, esta vez con el afán de herirme y que yo no bajara el rostro para disfrutar de su nuevo juego, soltaba la alabarda para encontrar la forma de golpearlo cuando el otro sujeto me tomaba del brazo sujetándome firmemente…
Quería gritar pero mi voz se ahogaba del dolor que experimentaba cuando se disloco mi brazo, el filo de su arma recorría por toda la extensión de mi espalda desgarrando mi ropa, jadeaba pero ese sonido se escuchaba un imperceptible sollozo, el soportar las lágrimas significaba demasiado.. no les otorgaría el gusto de que me vieran derramar mis lágrimas.
No podía moverme, me odiaba completamente al ver con qué facilidad dos hombres me habían derrotado… después de tanto tiempo de salir victoriosa y acabar así era inaudito. Creía no tener esperanzas, agotada derramaba solo una gota que caía al suelo todo por no serle sincera.
Un calor intenso nos abrigaba, para mí solo era como un cálido abrazo que se me brindaba el último aliento de vida. Una pequeña sonrisa se trazaba con lo último de mi resignación al verme pérdida. Anunciándose como una tormenta el fuerte sonido de unos cascos se aproximaban, algo me levantaba acogiéndome y tratando de protegerme, un daño mucho mayor amenazaba con mi vida pero después de tanto me sentía segura… al menos no acabaría así… podía morir siendo aun libre.
- Hermana…
Murmuraba en el oído de ese hombre, sin darme cuenta habíamos salido de ese castillo, el secreto no morirá conmigo, tengo que decirlo a alguien… antes de que sea tarde.
Quería gritar pero mi voz se ahogaba del dolor que experimentaba cuando se disloco mi brazo, el filo de su arma recorría por toda la extensión de mi espalda desgarrando mi ropa, jadeaba pero ese sonido se escuchaba un imperceptible sollozo, el soportar las lágrimas significaba demasiado.. no les otorgaría el gusto de que me vieran derramar mis lágrimas.
No podía moverme, me odiaba completamente al ver con qué facilidad dos hombres me habían derrotado… después de tanto tiempo de salir victoriosa y acabar así era inaudito. Creía no tener esperanzas, agotada derramaba solo una gota que caía al suelo todo por no serle sincera.
Un calor intenso nos abrigaba, para mí solo era como un cálido abrazo que se me brindaba el último aliento de vida. Una pequeña sonrisa se trazaba con lo último de mi resignación al verme pérdida. Anunciándose como una tormenta el fuerte sonido de unos cascos se aproximaban, algo me levantaba acogiéndome y tratando de protegerme, un daño mucho mayor amenazaba con mi vida pero después de tanto me sentía segura… al menos no acabaría así… podía morir siendo aun libre.
- Hermana…
Murmuraba en el oído de ese hombre, sin darme cuenta habíamos salido de ese castillo, el secreto no morirá conmigo, tengo que decirlo a alguien… antes de que sea tarde.
Astrid- Dama del Pecado
- Reino : Inframundo
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Sombra del corazón herido
Cantidad de envíos : 457
Re: Limites del reino
El jinete, desconocido por ese momento, había logrado cumplir parte de su encomienda. Si bien sabía que no había logrado salvar a la princesa Kaia, al menos había podido ayudar a una compatriota en problemas. Aunque por unos momentos se extrañó, puesto que no conocía que existiese más gente viva de clase alta. Y a ella especialmente, nunca la había visto. No podía ser una aldeana o guerrera cualquiera, no tenía la pinta para ello. Físicamente, ni en la forma de hablar…
Hermana? No, no soy tu hermana precisamente… pero gracias por el halago.
-Comentó con voz calmada, aún oculto su rostro tras la capucha oscura.
Fue así como continúo su camino hasta adentrarse muy profundo en los bosques a gran velocidad y dar muchas vueltas, todo con motivo de despistar posibles movimientos de seguimiento y detección. Y una vez asegurado de que se encontraban a salvo, se aprestó a poner la mano en su rostro y quitarse la capucha.
Uff…ya me estaba ahogando en calor…llevar una mujer semidesnuda y apenas poder respirar, no es algo muy agradable que digamos..
-Declaró al mismo tiempo que saltaba del caballo y se quitaba la capucha, dejando ver su cabello naranjo.
Luego de eso comenzó a caminar para estirar las piernas, mostrándose relajado a pesar de haber arriesgado la vida hace tan sólo unos instantes. Respiró aliviado, ya estaban a salvo, al menos por un rato.
Sinceramente no sé que gusto podrían haber tenido esos dos haciéndote tal daño, hubiese sido más fácil violarte o por último dejarte inconciente. Pero bueno, mejor para mí, no me servías traumada ni mucho menos muerta… no me van los cadáveres, aunque por lo visto, a un romano no le importaría soltar sus cosas en un muerto…
- Le comentó, para después lanzarle su capucha y que se tapara con ella.
Cúbrete, sé que estás herida pero eres una germana, por lo cuál un pequeño rasguño por no querer tener relaciones no debería afectarte … - Comentó con tranquilidad, mientras se aproximaba a la hierva y buscaba entre las plantas.
Al menos podemos sanarte esos cortes, pero deberás esperar un poco. No creo que te haga mal llevar más de un agujero abierto por un rato extra, no?. – Declaró, a la vez que sacaba una planta del suelo y la ponía sobre una piedra. Inmediatamente después, comenzó a molerla con otra roca un poco más pequeña.
Mi nombre es Ekaitz, pero si no quieres decirme el tuyo no tienes que hacerlo. No pretendo hacerte nada, aunque debo admitir que en el camino aproveché de mirarte tu bello par…de ojos cerrados.
Dichas sus palabras, dejó de hablar y se fue a buscar un poco de leña por ahí. Más no tardó mucho tiempo en volver con la madera, con la cuál rápidamente, y usando además ramas secas y pasto, creó una pequeña fogata. No podía hacerla grande, puesto que aquello podría atraer a los romanos. Pero tampoco podía permitir que aquella muchacha pasara frío. Luego, tomó el molido de planta y lo untó en pequeñas hojas.
Cuándo tengas confianza de que no quiero usarte para preservar la especie, ven para que pueda curarte esas heridas. - Le índico, mientras que veía como su caballo comía tranquilamente sin siquiera molestarle el tener a la mujer extraña encima. Algo raro, puesto que su corcel no era precisamente un animal pacífico.
…Ahora se te ocurre ser manso, eh? Por tu bien, espero no agarrar la costumbre de comer carne de caballo… - Declaró mientras se sentaba al lado del fuego.
Hermana? No, no soy tu hermana precisamente… pero gracias por el halago.
-Comentó con voz calmada, aún oculto su rostro tras la capucha oscura.
Fue así como continúo su camino hasta adentrarse muy profundo en los bosques a gran velocidad y dar muchas vueltas, todo con motivo de despistar posibles movimientos de seguimiento y detección. Y una vez asegurado de que se encontraban a salvo, se aprestó a poner la mano en su rostro y quitarse la capucha.
Uff…ya me estaba ahogando en calor…llevar una mujer semidesnuda y apenas poder respirar, no es algo muy agradable que digamos..
-Declaró al mismo tiempo que saltaba del caballo y se quitaba la capucha, dejando ver su cabello naranjo.
Luego de eso comenzó a caminar para estirar las piernas, mostrándose relajado a pesar de haber arriesgado la vida hace tan sólo unos instantes. Respiró aliviado, ya estaban a salvo, al menos por un rato.
Sinceramente no sé que gusto podrían haber tenido esos dos haciéndote tal daño, hubiese sido más fácil violarte o por último dejarte inconciente. Pero bueno, mejor para mí, no me servías traumada ni mucho menos muerta… no me van los cadáveres, aunque por lo visto, a un romano no le importaría soltar sus cosas en un muerto…
- Le comentó, para después lanzarle su capucha y que se tapara con ella.
Cúbrete, sé que estás herida pero eres una germana, por lo cuál un pequeño rasguño por no querer tener relaciones no debería afectarte … - Comentó con tranquilidad, mientras se aproximaba a la hierva y buscaba entre las plantas.
Al menos podemos sanarte esos cortes, pero deberás esperar un poco. No creo que te haga mal llevar más de un agujero abierto por un rato extra, no?. – Declaró, a la vez que sacaba una planta del suelo y la ponía sobre una piedra. Inmediatamente después, comenzó a molerla con otra roca un poco más pequeña.
Mi nombre es Ekaitz, pero si no quieres decirme el tuyo no tienes que hacerlo. No pretendo hacerte nada, aunque debo admitir que en el camino aproveché de mirarte tu bello par…de ojos cerrados.
Dichas sus palabras, dejó de hablar y se fue a buscar un poco de leña por ahí. Más no tardó mucho tiempo en volver con la madera, con la cuál rápidamente, y usando además ramas secas y pasto, creó una pequeña fogata. No podía hacerla grande, puesto que aquello podría atraer a los romanos. Pero tampoco podía permitir que aquella muchacha pasara frío. Luego, tomó el molido de planta y lo untó en pequeñas hojas.
Cuándo tengas confianza de que no quiero usarte para preservar la especie, ven para que pueda curarte esas heridas. - Le índico, mientras que veía como su caballo comía tranquilamente sin siquiera molestarle el tener a la mujer extraña encima. Algo raro, puesto que su corcel no era precisamente un animal pacífico.
…Ahora se te ocurre ser manso, eh? Por tu bien, espero no agarrar la costumbre de comer carne de caballo… - Declaró mientras se sentaba al lado del fuego.
Ekaitz- Cantidad de envíos : 10
Re: Limites del reino
Sentía que desfallecía a momentos por la pérdida de sangre, cada vez me costaba respirar debido que la daga había logrado alcanzar mi pulmón perforándolo. Decidí descansar cerrando los ojos hasta que por fin nos detuvimos, aquel extraño joven bajaba del caballo para descansar aunque sea por esa noche…
No sabía que decir pero lo último en la lista de mis preocupaciones es estar semidesnuda mi largo cabello me cubría notando los moretones que se habían formado a un costado de mi cuerpo, lanzándome su capa alcanzo a cubrirme… como pude logre envolverme y sin decir nada me desplome sobre el corcel dormitando un poco mientras que él se encargaba de buscar algunas hierbas e intentar curarme, estaba exhausta y apenas escuchaba su voz para mantenerme totalmente despierta, la verdad esa confianza que demostraba ante mí no la aceptaba de cualquiera pero en aquellas circunstancias ya nada parecía importarme…
No podía seguir sobre el caballo, con mucho cuidado trataba de bajarme pero al notar el animal lo difícil que se me hacía opto por inclinarse para ayudarme, sonreí bajando con más facilidad, paseaba mis dedos por su crin agradeciéndole. Sin más motivo siguió alimentándose al darse la vuelta e ignorarme nuevamente, camine lentamente hacia la fogata pero cada paso que daba era luchar contra el mareo.
- Astrid
Me acerque hasta quedar frente a frente de ese hombre que me había rescatado, ni siquiera me conocía y aun así arriesgo su propia vida para salvarme, hubiera sido una estupidez de mi parte preguntarle los motivos por los cuales lo había hecho así que me abstuve a hacerlo. Lo mire con firmeza a los ojos…
- Sería inútil expresarte mi gratitud por lo que has hecho por mí este día… siempre he odiado esa forma así que quiero agradecértelo con acciones… pero antes necesitamos buscar ayuda.. –respiré hondamente y con una mano apartaba su capa mostrándome de nuevo pero solo para que lograra ver el daño que me habían provocado esos dos hombres. – No se cuanto tiempo puedas detener la hemorragia..-mi cara expresaba el dolor de todos esos cortes y la dificultad de mi respiración se prolongaba cada vez más- pero antes quiero que hagas algo por mí, mi brazo esta dislocado y si no hacemos algo no podre recuperar la movilidad así que quiero que lo coloques en su lugar –lo que le pedía era una locura pero estaría ahí para guiarlo- lo que tienes que hacer es tomarme fuertemente la espalda baja y colocar tu mano debajo de mi hombro, con fuerza tiraras de él hacia arriba y sentir el espacio con tus dedos que este dejo para volver a colocarlo en su sitio… entendiste?.. –mi mano se paso hacia su pecho sujetándolo con fuerza- después de eso tendrás que buscar algo para mantenerlo en esa posición… una tablilla estará bien…
No sabía que decir pero lo último en la lista de mis preocupaciones es estar semidesnuda mi largo cabello me cubría notando los moretones que se habían formado a un costado de mi cuerpo, lanzándome su capa alcanzo a cubrirme… como pude logre envolverme y sin decir nada me desplome sobre el corcel dormitando un poco mientras que él se encargaba de buscar algunas hierbas e intentar curarme, estaba exhausta y apenas escuchaba su voz para mantenerme totalmente despierta, la verdad esa confianza que demostraba ante mí no la aceptaba de cualquiera pero en aquellas circunstancias ya nada parecía importarme…
No podía seguir sobre el caballo, con mucho cuidado trataba de bajarme pero al notar el animal lo difícil que se me hacía opto por inclinarse para ayudarme, sonreí bajando con más facilidad, paseaba mis dedos por su crin agradeciéndole. Sin más motivo siguió alimentándose al darse la vuelta e ignorarme nuevamente, camine lentamente hacia la fogata pero cada paso que daba era luchar contra el mareo.
- Astrid
Me acerque hasta quedar frente a frente de ese hombre que me había rescatado, ni siquiera me conocía y aun así arriesgo su propia vida para salvarme, hubiera sido una estupidez de mi parte preguntarle los motivos por los cuales lo había hecho así que me abstuve a hacerlo. Lo mire con firmeza a los ojos…
- Sería inútil expresarte mi gratitud por lo que has hecho por mí este día… siempre he odiado esa forma así que quiero agradecértelo con acciones… pero antes necesitamos buscar ayuda.. –respiré hondamente y con una mano apartaba su capa mostrándome de nuevo pero solo para que lograra ver el daño que me habían provocado esos dos hombres. – No se cuanto tiempo puedas detener la hemorragia..-mi cara expresaba el dolor de todos esos cortes y la dificultad de mi respiración se prolongaba cada vez más- pero antes quiero que hagas algo por mí, mi brazo esta dislocado y si no hacemos algo no podre recuperar la movilidad así que quiero que lo coloques en su lugar –lo que le pedía era una locura pero estaría ahí para guiarlo- lo que tienes que hacer es tomarme fuertemente la espalda baja y colocar tu mano debajo de mi hombro, con fuerza tiraras de él hacia arriba y sentir el espacio con tus dedos que este dejo para volver a colocarlo en su sitio… entendiste?.. –mi mano se paso hacia su pecho sujetándolo con fuerza- después de eso tendrás que buscar algo para mantenerlo en esa posición… una tablilla estará bien…
Astrid- Dama del Pecado
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Sombra del corazón herido
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Re: Limites del reino
El frío se hacía fuerte, por lo que se apresuró a arrojar más leña y ramas a la fogata. El sonido de la naturaleza sin lugar a dudas era tan abrumador, que si no se estaba familiarizado con ello probablemente se terminaría por caer en una inquietud total y por ende, el descontrol sería algo imposible de evitar.
Por suerte para él, estaba acostumbrado a la paz de los bosques. Había vivido toda su vida allí y eran como una extensión de su cuerpo; era su hogar y su terreno. Conocía muy bien cada uno de sus beneficios y sus ventajas, y sabía que a pesar del peligro inminente de que los romanos anduviesen por ahí, no le pasaría nada. Por ahora estaban a salvo hasta nuevo aviso, por lo cuál un relajo no le vendría para nada de mal.
Lamentablemente, fue ahí que la muchacha se le acercó expresándole su gratitud, pero al mismo tiempo, declarando que no se encontraba en las mejores condiciones de salud. Ekaitz por su parte sólo atinó a poner su codo derecho en su rodilla, mientras que apoyaba su mentón en la mano que había quedado hacía arriba. Su vista parecía intrigada, tan sólo escuchando atentamente las instrucciones…hasta que aquella chica de piel fina decidió quitarse la capa y mostrarse ante él, mientras ponía su propia mano en el torso del joven de cabellos naranjas.
Su codo resbaló por sobre su rodilla y por poco termina con todo el rostro en el piso. Como pudo se levantó casi instantáneamente, tratando de disimular sin éxito lo embarazoso de la escena. No se habría esperado tal acción por parte de ella, o al menos no tan pronto.
Eh… creo que me ha quedado claro…- Comentó con algo de dificultad, sin poder apartar de su rostro la sorpresa que le había causado tal acción de ella. Pero luego suspiró, mientras que sonreía levemente y pestañeaba, al mismo tiempo que se ponía de pie una vez más, ya más serio y decidido a cumplirle su petición.
No dijo nada más. Únicamente se limitó a buscar una tabla o pedazo de madera que fuese lo suficientemente plano como para ayudarle con lo que le había solicitado. Fue ahí cuando Ekaitz pudo entender que aquella mujer estaba seriamente dañada por fuera, pero al escuchar su voz era evidente que lo peor se encontraba en su corazón. Algo había pasado antes de que él llegara, que tenía a su compañera de turno bastante desanimada.
Se agachó para recoger dos pedazos de ramas, observándolas para ver si es que servirían de algo. Suspiró, ambas le parecían lo mismo y ninguna le convencía, pero no tenía tiempo para estar jugando con tierra. Por muchas ganas que tuviera de no hacer nada, ya había decidido involucrarse en todo el asunto. Y su conciencia no le permitiría dormir tranquilo si sabía que había dejado sola a una muchacha en el medio de la nada, junto a un caballo que no hacía más que dormir y comer.
Además… dada la situación, probablemente ella sea la única que quede con vida… - Se susurró a si mismo con algo de melancolía, entiendo la gravedad de la situación.
Hasta el momento, no tenían noticias de nadie ni tampoco habían logrado avistar a nadie en su camino. Por lo cuál, lo más lógico era pensar que los romanos habían acabado con todos sin dejar sobrevivientes. Y si tal vez lo hubiesen, estarían marchando en fila hacía un destino peor que la muerte.
Maldición…- Sus ojos lentamente se llenaron de ira y odio, a la vez que apretaba con muchísima fuerza ambos trozos de madera, dejando que su ser fuese consumido por unos instantes por la más clara y absoluta muestra de la ira.
El tan sólo pensar que sus camaradas, a los cuáles había ayudado, ahora eran esclavos; que los niños germánicos pudiesen estar siendo maltratados más allá de lo normal; que las bellas mujeres que más de alguna vez lo rechazaron ahora estarían siendo violadas por quizás cuantos desgraciados.
Cada vez que pensaba en todo ello… en el destino fatal y cruel que había sufrido su pueblo…se le revolvía el estomago de rabia.
Apretó sus dientes con fuerza, intentando controlarse. Pero le era inútil, totalmente inútil. Su naturaleza no era ser alguien que pudiera manejar sus emociones en soledad, y si lo hacía en público era únicamente porque ya había suficiente llanto como para sumar más.
Pero a pesar de todo, no pudo evitar soltar unas lágrimas de impotencia al recordar a su madre, a su padre, a sus hermanas, a su gente… a todo lo que alguna vez pudo haber amado, y sabía que ya no volvería a ver jamás. Había crecido marcado por la injusticia y ensañamiento que el pueblo romano había tenido con ellos, sin discriminar a las legiones barbáricas de los aldeanos indefensos. Él mismo nunca se consideró un gran guerrero, ni tenía intención de serlo. Prefería la vida calmada, sin preocupaciones más que vivir el momento. Y era allí donde entraban los romanos. Como era posible vivir tranquilo sabiendo que todo lo que querías, se lo llevaban?.
Dio un puñetazo con fuerza al suelo, mientras que sus dientes parecía que iban a romperse producto de la tensión que Ekaitz ejercía en ellos sin ser conciente.
No podía simplemente ignorar el odio y los deseos de venganza. No podía hacer como si nada hubiese pasado. Cada uno de sus seres amados ya no estaba. Y en realidad, ya nada de lo que conocía como hogar existía. Tan sólo se había dedicado a ayudar en lo que sus ideales de paz y flojera le permitiesen.
De haber sabido que quedaría solo… habría combatido por salvarlos…
- Dijo al aire, con un tono más arrepentido y resignado; dándose cuenta de que su vida no tenía ya mucho sentido. Pero al menos, había logrado salvar a una persona de un cruel y despiadado destino.
Sus ojos se abrieron de par en par, mientras que un escalofrío recorría todo su cuerpo. Lo había olvidado. El motivo por el que decidió bajar de su colina y arriesgarse. No era para ser el héroe, ni mucho menos. Sino que era por honor a su patria, por su propio honor, y por el de todos los que habían muerto defendiéndola…
Princesa Kaia…- Declaró como si hubiese visto un muerto. Pero en realidad, su tono se debía a que por todo lo que paso en el castillo, no había logrado divisarla a ella por ningún lado. No la conocía, ni había tenido la oportunidad de verla salvo desde lejos. Como buena princesa del Rey, era de la más alta clase del reino, a diferencia de él, por lo que un encuentro entre los dos hubiese sido muy poco usual en condiciones normales.
Había fallado rotundamente en su encomienda de salvarla. Probablemente habría llegado muy tarde y ahora ella, como todo el resto de mujeres del reino, estaría…
Es la mejor soldado de todo el reino, joder. – Decía mientras se levantaba, recuperando en algo la compostura perdida. – Je, las mujeres germanas de por sí son difíciles de tratar, no lo voy a saber yo… no creo que les sea muy fácil a esos malditos el poder hacerle algo a la que quizás sea la más complicada fiera de domar…
El viento comenzó a soplar con fuerza, mientras que ladeaba el rostro hacía el cielo como si buscara algo en él.
Además, probablemente sólo serías un estorbo… ya que tú no eres un guerrero Ekaitz…no lo fuiste ni nunca lo serás…ni tampoco eres un héroe…tenlo siempre presente. – Se dijo en su cabeza, tratando de olvidarse del asunto por un rato.
Estaba solo, pero se hablaba a si mismo. No podía seguir ahí agachado como inútil pensando que aún había compatriotas como ella, que seguramente seguían luchando a pesar de todo. Además, el llenarse de dudas sólo le traería más problemas a la cabeza. Lo mejor era pensar que, de alguna forma, todo iba a mejorar.
Siguió caminando de regreso. Ya habían pasado un par de minutos y no quería dejar sola a Astrid por mucho rato. Se sentía lo suficientemente inútil, como para ahora fallarle a ella, que había tenido el coraje de hacer lo que todo su país había hecho, excepto él: Salir a pelear.
Ya llegó por quién llorabas, cariño. – Le dijo a Astrid una vez que se encontraba devuelta, sin siquiera demostrar que había estado rabiando solo en el bosque.
Sin perder más tiempo, se apresuró a colocarle el brazo como correspondía. Pero primero respiró profundamente, demostrando sin que Astrid lo notara (o eso creía él) que le daba vergüenza el tocarla en ese estado. Aunque no era tiempo para vergüenzas. Simplemente poso con mucho cuidado sus manos en su espalda y, conteniendo toda la clase de sensaciones que pudo haber imaginado al tocar su piel desnuda, le arregló el brazo tal y como ella había pedido.
Después de eso le amarró la tabla con una de las vendas que traía en el brazo, las cuáles eran bastante largas por lo demás y sería suficiente cortar un pedazo. Y finalmente, le coloco las hojas con la hierba molida en las heridas que presentaba su cuerpo.
Ya…está. – Dijo casi sin voz, tragando saliva y con los ojos cerrados, a la vez que la cubría con la capucha una vez más; ocultando por completo la vergüenza que sentía por haber tenido que tocarla en más de una ocasión.
Sacó su cantimplora y se la pasó, para después aproximarse a un charco de donde bebía agua su caballo y, sin pensarlo mucho, rápidamente hundió la cabeza. No había que ser genios para deducir que aquella situación le había aumentado considerablemente la temperatura de su cuerpo, en especial de cierta parte. Luego la sacó y estando ya mojado, vio como el equino lo miraba… y soltaba aire por la boca, como si se burlara de él.
Algún día me quedaré sin comida…sólo por eso sigues vivo…cabrón. – Le dijo en claro tono enojado, pero sin poder ocultar lo incomoda de la situación.
Por suerte para él, estaba acostumbrado a la paz de los bosques. Había vivido toda su vida allí y eran como una extensión de su cuerpo; era su hogar y su terreno. Conocía muy bien cada uno de sus beneficios y sus ventajas, y sabía que a pesar del peligro inminente de que los romanos anduviesen por ahí, no le pasaría nada. Por ahora estaban a salvo hasta nuevo aviso, por lo cuál un relajo no le vendría para nada de mal.
Lamentablemente, fue ahí que la muchacha se le acercó expresándole su gratitud, pero al mismo tiempo, declarando que no se encontraba en las mejores condiciones de salud. Ekaitz por su parte sólo atinó a poner su codo derecho en su rodilla, mientras que apoyaba su mentón en la mano que había quedado hacía arriba. Su vista parecía intrigada, tan sólo escuchando atentamente las instrucciones…hasta que aquella chica de piel fina decidió quitarse la capa y mostrarse ante él, mientras ponía su propia mano en el torso del joven de cabellos naranjas.
Su codo resbaló por sobre su rodilla y por poco termina con todo el rostro en el piso. Como pudo se levantó casi instantáneamente, tratando de disimular sin éxito lo embarazoso de la escena. No se habría esperado tal acción por parte de ella, o al menos no tan pronto.
Eh… creo que me ha quedado claro…- Comentó con algo de dificultad, sin poder apartar de su rostro la sorpresa que le había causado tal acción de ella. Pero luego suspiró, mientras que sonreía levemente y pestañeaba, al mismo tiempo que se ponía de pie una vez más, ya más serio y decidido a cumplirle su petición.
No dijo nada más. Únicamente se limitó a buscar una tabla o pedazo de madera que fuese lo suficientemente plano como para ayudarle con lo que le había solicitado. Fue ahí cuando Ekaitz pudo entender que aquella mujer estaba seriamente dañada por fuera, pero al escuchar su voz era evidente que lo peor se encontraba en su corazón. Algo había pasado antes de que él llegara, que tenía a su compañera de turno bastante desanimada.
Se agachó para recoger dos pedazos de ramas, observándolas para ver si es que servirían de algo. Suspiró, ambas le parecían lo mismo y ninguna le convencía, pero no tenía tiempo para estar jugando con tierra. Por muchas ganas que tuviera de no hacer nada, ya había decidido involucrarse en todo el asunto. Y su conciencia no le permitiría dormir tranquilo si sabía que había dejado sola a una muchacha en el medio de la nada, junto a un caballo que no hacía más que dormir y comer.
Además… dada la situación, probablemente ella sea la única que quede con vida… - Se susurró a si mismo con algo de melancolía, entiendo la gravedad de la situación.
Hasta el momento, no tenían noticias de nadie ni tampoco habían logrado avistar a nadie en su camino. Por lo cuál, lo más lógico era pensar que los romanos habían acabado con todos sin dejar sobrevivientes. Y si tal vez lo hubiesen, estarían marchando en fila hacía un destino peor que la muerte.
Maldición…- Sus ojos lentamente se llenaron de ira y odio, a la vez que apretaba con muchísima fuerza ambos trozos de madera, dejando que su ser fuese consumido por unos instantes por la más clara y absoluta muestra de la ira.
El tan sólo pensar que sus camaradas, a los cuáles había ayudado, ahora eran esclavos; que los niños germánicos pudiesen estar siendo maltratados más allá de lo normal; que las bellas mujeres que más de alguna vez lo rechazaron ahora estarían siendo violadas por quizás cuantos desgraciados.
Cada vez que pensaba en todo ello… en el destino fatal y cruel que había sufrido su pueblo…se le revolvía el estomago de rabia.
Apretó sus dientes con fuerza, intentando controlarse. Pero le era inútil, totalmente inútil. Su naturaleza no era ser alguien que pudiera manejar sus emociones en soledad, y si lo hacía en público era únicamente porque ya había suficiente llanto como para sumar más.
Pero a pesar de todo, no pudo evitar soltar unas lágrimas de impotencia al recordar a su madre, a su padre, a sus hermanas, a su gente… a todo lo que alguna vez pudo haber amado, y sabía que ya no volvería a ver jamás. Había crecido marcado por la injusticia y ensañamiento que el pueblo romano había tenido con ellos, sin discriminar a las legiones barbáricas de los aldeanos indefensos. Él mismo nunca se consideró un gran guerrero, ni tenía intención de serlo. Prefería la vida calmada, sin preocupaciones más que vivir el momento. Y era allí donde entraban los romanos. Como era posible vivir tranquilo sabiendo que todo lo que querías, se lo llevaban?.
Dio un puñetazo con fuerza al suelo, mientras que sus dientes parecía que iban a romperse producto de la tensión que Ekaitz ejercía en ellos sin ser conciente.
No podía simplemente ignorar el odio y los deseos de venganza. No podía hacer como si nada hubiese pasado. Cada uno de sus seres amados ya no estaba. Y en realidad, ya nada de lo que conocía como hogar existía. Tan sólo se había dedicado a ayudar en lo que sus ideales de paz y flojera le permitiesen.
De haber sabido que quedaría solo… habría combatido por salvarlos…
- Dijo al aire, con un tono más arrepentido y resignado; dándose cuenta de que su vida no tenía ya mucho sentido. Pero al menos, había logrado salvar a una persona de un cruel y despiadado destino.
Sus ojos se abrieron de par en par, mientras que un escalofrío recorría todo su cuerpo. Lo había olvidado. El motivo por el que decidió bajar de su colina y arriesgarse. No era para ser el héroe, ni mucho menos. Sino que era por honor a su patria, por su propio honor, y por el de todos los que habían muerto defendiéndola…
Princesa Kaia…- Declaró como si hubiese visto un muerto. Pero en realidad, su tono se debía a que por todo lo que paso en el castillo, no había logrado divisarla a ella por ningún lado. No la conocía, ni había tenido la oportunidad de verla salvo desde lejos. Como buena princesa del Rey, era de la más alta clase del reino, a diferencia de él, por lo que un encuentro entre los dos hubiese sido muy poco usual en condiciones normales.
Había fallado rotundamente en su encomienda de salvarla. Probablemente habría llegado muy tarde y ahora ella, como todo el resto de mujeres del reino, estaría…
Es la mejor soldado de todo el reino, joder. – Decía mientras se levantaba, recuperando en algo la compostura perdida. – Je, las mujeres germanas de por sí son difíciles de tratar, no lo voy a saber yo… no creo que les sea muy fácil a esos malditos el poder hacerle algo a la que quizás sea la más complicada fiera de domar…
El viento comenzó a soplar con fuerza, mientras que ladeaba el rostro hacía el cielo como si buscara algo en él.
Además, probablemente sólo serías un estorbo… ya que tú no eres un guerrero Ekaitz…no lo fuiste ni nunca lo serás…ni tampoco eres un héroe…tenlo siempre presente. – Se dijo en su cabeza, tratando de olvidarse del asunto por un rato.
Estaba solo, pero se hablaba a si mismo. No podía seguir ahí agachado como inútil pensando que aún había compatriotas como ella, que seguramente seguían luchando a pesar de todo. Además, el llenarse de dudas sólo le traería más problemas a la cabeza. Lo mejor era pensar que, de alguna forma, todo iba a mejorar.
Siguió caminando de regreso. Ya habían pasado un par de minutos y no quería dejar sola a Astrid por mucho rato. Se sentía lo suficientemente inútil, como para ahora fallarle a ella, que había tenido el coraje de hacer lo que todo su país había hecho, excepto él: Salir a pelear.
Ya llegó por quién llorabas, cariño. – Le dijo a Astrid una vez que se encontraba devuelta, sin siquiera demostrar que había estado rabiando solo en el bosque.
Sin perder más tiempo, se apresuró a colocarle el brazo como correspondía. Pero primero respiró profundamente, demostrando sin que Astrid lo notara (o eso creía él) que le daba vergüenza el tocarla en ese estado. Aunque no era tiempo para vergüenzas. Simplemente poso con mucho cuidado sus manos en su espalda y, conteniendo toda la clase de sensaciones que pudo haber imaginado al tocar su piel desnuda, le arregló el brazo tal y como ella había pedido.
Después de eso le amarró la tabla con una de las vendas que traía en el brazo, las cuáles eran bastante largas por lo demás y sería suficiente cortar un pedazo. Y finalmente, le coloco las hojas con la hierba molida en las heridas que presentaba su cuerpo.
Ya…está. – Dijo casi sin voz, tragando saliva y con los ojos cerrados, a la vez que la cubría con la capucha una vez más; ocultando por completo la vergüenza que sentía por haber tenido que tocarla en más de una ocasión.
Sacó su cantimplora y se la pasó, para después aproximarse a un charco de donde bebía agua su caballo y, sin pensarlo mucho, rápidamente hundió la cabeza. No había que ser genios para deducir que aquella situación le había aumentado considerablemente la temperatura de su cuerpo, en especial de cierta parte. Luego la sacó y estando ya mojado, vio como el equino lo miraba… y soltaba aire por la boca, como si se burlara de él.
Algún día me quedaré sin comida…sólo por eso sigues vivo…cabrón. – Le dijo en claro tono enojado, pero sin poder ocultar lo incomoda de la situación.
Ekaitz- Cantidad de envíos : 10
Re: Limites del reino
Estaba tan concentrada en lo que le había solicitado que por unos instantes olvide que podía sentirse incómodo con aquella situación pero no era el momento adecuado para pensar en ello, parpadee un par de veces al notar como estuvo a punto de caer ante la sorpresa de verme descubierta y antes de que pudiera responderle con más tranquilidad él se había levantado diciendo con mucho mayor serenidad el haber entendido mis instrucciones.
Agachaba una vez más la cabeza tratando de poner mi mente en claro, seguía sintiendo esa molestia al respirar a lo cual posicionaba mi mano sobre mi pecho acompasando el dolor con cada bocanada de aire pero era inútil, tosía con fuerza y pude darme cuenta que la sangre salía de mi boca… era mucho más grave de lo que pensaba…
Cerré los ojos para buscar tranquilizarme y así fue, el murmullo del viento contra las hojas era tan suave que mi respiración no se tornaba tan molesta, incluso el crujir de la leña que era consumida por el fuego me hacía sentir segura y a salvo. Crueles imágenes comenzaban a atacar mi cabeza, me estremecí queriéndome concentrar en algo más que eso, era inevitable. Sin desearlo mis ojos se nublaban por lágrimas que caían y fue entonces que…
******
Por mucho tiempo se había opuesto resistencia contra Roma, día a día fui testigo de cómo cientos de hombres no regresaban, hasta que una noche avanzaron más de lo que imaginamos mi padre y yo.
- Majestad no es necesario que haga esto… su reino lo necesita.
Mi voz temblaba al pronunciar esas palabras, siempre manteniendo la distancia y ocultar que era su hija. No me importo todo eso… solo no podía concebir la idea de que se lanzara contra la muerte en una lucha que ya estaba perdida. Mi padre se detuvo despidiendo a los guardias hasta quedarnos a solas.. giro su cuerpo reconociendo el final hasta que me tomo en un gran abrazo..
- Quiero que sepas que estoy orgulloso de ti… jamás te quejaste ni reprochaste la tarea que encomendé desde tu nacimiento… lamento todo lo que te hice pasar –me quede congelada, la distancia que interpuse entre nosotros se hacía más corta que parecía asfixiarme- ahora hija mía protege a tu hermana.. –un cálido beso sobre mi frente fue depositado, como si ese acto sustituyera todos los momentos que no pasamos juntos-
Y así fue que dio marcha hacia su muerte, no pude moverme para detenerlo… uno de los soldados me vio indecisa e interponiéndose frente a mí grito que era tiempo de marcharnos entregándome mi alabarda. Desperte de un golpe tomando el arma y dirigirme en busca de la princesa pero algo siempre me retenía sin poder llegar totalmente a ella; resignada salíamos del castillo y observar el mayor de los horrores, la muerte de mi padre…
Esto no puede acabar así…
Sin darme cuenta Ekaitz regresaba, con sumo cuidado colocaba sus manos contra mi espalda, disimuladamente limpiaba el resto de las lágrimas que seguían sobre mi rostro…
- No te escuche regresar…
Respirando profundamente me mantuve lo más serena ya que no sería tan fácil, apretaba mi mano contra mi pierna hasta que pudo colocarlo en su sitio, soportando el intenso dolor el hombre con gran habilidad tomaba una de las ramas para que el hombro no saliera de su sitio. Sin haber terminado se dispuso a sanar los cortes que me provocaron aquellos dos romanos, me relaje completamente, entre los dos no podíamos pronunciar palabra alguna…
El dolor se desvanecía, aliviada giraba mi rostro aunque él ya me había cubierto con su capucha, asentí con una suave sonrisa bebiendo de la cantimplora. Tenía poco que lo conocía pero sabía que trataba de evitarme y podía imaginarme las razones, observe como le reprochaba a su corcel sin lograr escuchar porque lo regañaba, me levante encaminándome hacia donde estaba, acariciaba al caballo sobre su lomo, mi mano resbalaba por su cuerpo hasta que me senté a lado de él.
- Supongo que esta fue la primera vez que… -no quise darle a entender que veía a una mujer desnuda así que desvíe levemente la conversación- curas a alguien de esta forma… -sin dudarlo tome su rostro limpiando el exceso de agua- lo hiciste bastante bien, te felicito..
No quería que se sintiera incómodo conmigo, ya que al contrario de él yo debía de ser la que no podía mirarlo de frente. Tomaba su mano para llevarlo junto a la fogata y obligarlo a sentarse a mi lado, hecho esto recostaba mi cabeza sobre su hombro unos instantes tratando dormitar pero no lo lograba, me levante para mirarlo nuevamente.
- Tengo que recuperar a mi hermana… Kaia..
Esa frase sentenció y revelo definitivamente quién era, un secreto que se había mantenido desde mi nacimiento relegándome como una servidora más de la realeza y que desde el nacimiento de la princesa se me ordeno convertirme en su guardiana. Sin darle tiempo a reaccionar continuaba con lo que podía decirse.. la historia de mi vida…
- Soy la primogénita pero por obvias razones mi existencia se mantuvo oculta ante nuestro pueblo… se me ordeno ser la guardiana de mi propia hermana… aunque ella no sabe nada del lazo de sangre que compartimos –mi rostro se inclino con tristeza pensando en su bienestar.
Ladeaba mi rostro, no quería que nadie me viera en ese estado “vulnerable”, le dedicaba una sonrisa cada vez que mi corazón se despedazaba lentamente, era mi forma de ocultar lo que realmente sentía, golpeaba su brazo en forma más amigable.
- Aunque este será nuestro secreto Ekaitz, este y el que tocaste el cuerpo de una princesa.
Me resulto tan gracioso que no pude evitar reír, no sabía si él se encontraba sonrojado o era la luz de la fogata que tocaba contra su rostro.
- Aunque la costumbre real dicta que si un hombre logra llegar a ver el cuerpo desnudo de una princesa es sabido que tiene el derecho a desposarse con ella.
Lo último nadie lo sabía pero era una broma, quería ver su reacción y cambiar la situación antes de que se volviera algo más tenso de lo que se encontraba.
Agachaba una vez más la cabeza tratando de poner mi mente en claro, seguía sintiendo esa molestia al respirar a lo cual posicionaba mi mano sobre mi pecho acompasando el dolor con cada bocanada de aire pero era inútil, tosía con fuerza y pude darme cuenta que la sangre salía de mi boca… era mucho más grave de lo que pensaba…
Cerré los ojos para buscar tranquilizarme y así fue, el murmullo del viento contra las hojas era tan suave que mi respiración no se tornaba tan molesta, incluso el crujir de la leña que era consumida por el fuego me hacía sentir segura y a salvo. Crueles imágenes comenzaban a atacar mi cabeza, me estremecí queriéndome concentrar en algo más que eso, era inevitable. Sin desearlo mis ojos se nublaban por lágrimas que caían y fue entonces que…
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Por mucho tiempo se había opuesto resistencia contra Roma, día a día fui testigo de cómo cientos de hombres no regresaban, hasta que una noche avanzaron más de lo que imaginamos mi padre y yo.
- Majestad no es necesario que haga esto… su reino lo necesita.
Mi voz temblaba al pronunciar esas palabras, siempre manteniendo la distancia y ocultar que era su hija. No me importo todo eso… solo no podía concebir la idea de que se lanzara contra la muerte en una lucha que ya estaba perdida. Mi padre se detuvo despidiendo a los guardias hasta quedarnos a solas.. giro su cuerpo reconociendo el final hasta que me tomo en un gran abrazo..
- Quiero que sepas que estoy orgulloso de ti… jamás te quejaste ni reprochaste la tarea que encomendé desde tu nacimiento… lamento todo lo que te hice pasar –me quede congelada, la distancia que interpuse entre nosotros se hacía más corta que parecía asfixiarme- ahora hija mía protege a tu hermana.. –un cálido beso sobre mi frente fue depositado, como si ese acto sustituyera todos los momentos que no pasamos juntos-
Y así fue que dio marcha hacia su muerte, no pude moverme para detenerlo… uno de los soldados me vio indecisa e interponiéndose frente a mí grito que era tiempo de marcharnos entregándome mi alabarda. Desperte de un golpe tomando el arma y dirigirme en busca de la princesa pero algo siempre me retenía sin poder llegar totalmente a ella; resignada salíamos del castillo y observar el mayor de los horrores, la muerte de mi padre…
Esto no puede acabar así…
Sin darme cuenta Ekaitz regresaba, con sumo cuidado colocaba sus manos contra mi espalda, disimuladamente limpiaba el resto de las lágrimas que seguían sobre mi rostro…
- No te escuche regresar…
Respirando profundamente me mantuve lo más serena ya que no sería tan fácil, apretaba mi mano contra mi pierna hasta que pudo colocarlo en su sitio, soportando el intenso dolor el hombre con gran habilidad tomaba una de las ramas para que el hombro no saliera de su sitio. Sin haber terminado se dispuso a sanar los cortes que me provocaron aquellos dos romanos, me relaje completamente, entre los dos no podíamos pronunciar palabra alguna…
El dolor se desvanecía, aliviada giraba mi rostro aunque él ya me había cubierto con su capucha, asentí con una suave sonrisa bebiendo de la cantimplora. Tenía poco que lo conocía pero sabía que trataba de evitarme y podía imaginarme las razones, observe como le reprochaba a su corcel sin lograr escuchar porque lo regañaba, me levante encaminándome hacia donde estaba, acariciaba al caballo sobre su lomo, mi mano resbalaba por su cuerpo hasta que me senté a lado de él.
- Supongo que esta fue la primera vez que… -no quise darle a entender que veía a una mujer desnuda así que desvíe levemente la conversación- curas a alguien de esta forma… -sin dudarlo tome su rostro limpiando el exceso de agua- lo hiciste bastante bien, te felicito..
No quería que se sintiera incómodo conmigo, ya que al contrario de él yo debía de ser la que no podía mirarlo de frente. Tomaba su mano para llevarlo junto a la fogata y obligarlo a sentarse a mi lado, hecho esto recostaba mi cabeza sobre su hombro unos instantes tratando dormitar pero no lo lograba, me levante para mirarlo nuevamente.
- Tengo que recuperar a mi hermana… Kaia..
Esa frase sentenció y revelo definitivamente quién era, un secreto que se había mantenido desde mi nacimiento relegándome como una servidora más de la realeza y que desde el nacimiento de la princesa se me ordeno convertirme en su guardiana. Sin darle tiempo a reaccionar continuaba con lo que podía decirse.. la historia de mi vida…
- Soy la primogénita pero por obvias razones mi existencia se mantuvo oculta ante nuestro pueblo… se me ordeno ser la guardiana de mi propia hermana… aunque ella no sabe nada del lazo de sangre que compartimos –mi rostro se inclino con tristeza pensando en su bienestar.
Ladeaba mi rostro, no quería que nadie me viera en ese estado “vulnerable”, le dedicaba una sonrisa cada vez que mi corazón se despedazaba lentamente, era mi forma de ocultar lo que realmente sentía, golpeaba su brazo en forma más amigable.
- Aunque este será nuestro secreto Ekaitz, este y el que tocaste el cuerpo de una princesa.
Me resulto tan gracioso que no pude evitar reír, no sabía si él se encontraba sonrojado o era la luz de la fogata que tocaba contra su rostro.
- Aunque la costumbre real dicta que si un hombre logra llegar a ver el cuerpo desnudo de una princesa es sabido que tiene el derecho a desposarse con ella.
Lo último nadie lo sabía pero era una broma, quería ver su reacción y cambiar la situación antes de que se volviera algo más tenso de lo que se encontraba.
Astrid- Dama del Pecado
- Reino : Inframundo
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Sombra del corazón herido
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Re: Limites del reino
Y mientras las cenizas del fuego se esparcían por el cielo oscurecido gracias a la noche; el joven de cabellos naranjos tan sólo se limitaba a escuchar a la joven germana. Por alguna razón le tranquilizaba el poder verla mejor, ya sin sufrir por las heridas externas, puesto que se le notaba aunque tratara de evitarlo, que en su corazón continuaban abierta las brechas de su pasado.
Pasado que por cierto, no esperaba llegar a conocer; pero que sin embargo, le tocó enterarse de la forma más… inesperada posible.
Al final, si había rescatado a una princesa después de todo. Claro que jamás se esperó que fuese la oculta hija del Rey germano.
Su impresión era tal, que sólo atinó a pararse de un golpe y observarla fijamente, con la mano apuntándole al rostro. No sabía que decir, ni como actuar. Toda esa situación se había tornado un enredo tremendo. En el cuál sin quererlo, se había entrometido.
La…hija del rey?. Debo suponer que por ti si que me darán un lindo premio….
-Atinó a decir sarcásticamente, mientras que procedía a tomar la cantimplora que le había pasado a Astrid para beber de ella un trago.
Apenas y podía respirar de la impresión de enterarse que no había sólo una princesa, sino que dos, cuando aquella mujer se río divertida. Aquello le llamó la atención, por lo cuál alzó una ceja mientras continuaba tragando el frío líquido de su recipiente.
Como si ya no hubiese tenido suficientes sorpresas por un día, ahora las últimas palabras de la muchacha le habían hecho tirar toda el agua de la boca hacía al frente; para después proceder a toser desmesuradamente por un buen rato sin poder parar, dándose golpes en el pecho con la mano libre para tratar de pasar la impresión. Era algo sin dudas embarazoso, que provocó de paso que su “fiel” caballo relinchara como si gozará que su dueño quedara como un completo imbécil frente a la chica.
Si antes se había puesto rojo producto de tocarla, el fuego y la situación. Ahora se había puesto rojo producto de eso, la noticia de que estaba con sangre real y finalmente, tenía derecho a casarse si es que así lo deseaba. Algo que de seguro más de alguno habría aceptado fácilmente, considerando que era una mujer hermosa y además, aquello le haría sucesor al trono del rey. Si es que hubiese algo que gobernar, desde luego.
Pero Ekaitz era diferente, y ya una vez que había podido recuperar la compostura, se apresuró a dejar en claro cuál era su posición respecto a tan peculiar oferta….
Muy…amable de tu parte el mencionar algo que si no decías, ni idea de su existencia. Pero…me temo que no ejerceré mi derecho. - Comentó tragando saliva, mientras que una pequeña gota de sudor pasaba por su sien hasta la mejilla.
Al menos no por ahora…el matrimonio no es lo mío….tan sólo soy un indigente que vive en el bosque, con los animales…oliendo su aroma a mierda día y noche, me entiendes? No podría acostumbrarme a la realeza… aunque tal vez.. – Dijo, recordando cuando le había visto su torso desnudo y posteriormente, tocado su cuerpo con sus manos. Al instante, su rostro se sonrojó mientras que sacudía la cabeza entendiendo que no era el momento para pensar en pechos.
No… tú eres una princesa, yo soy un muerto de hambre rescata princesas en peligro. Nada más… ni nada menos. - Mencionó con cierto aire triunfal, para después cambiar su rostro a uno más empatito y relajado, mientras se acercaba a ella y le sonreía amistosamente.
Ya que tú estas bien… creo que es hora de salvar a la princesa Kaia, no? Después de todo, supongo que me ganaré algún premio si logró tener a dos princesas vírgenes… - Y una vez más, por unos segundos, dejó que su rostro cambiara a uno de idiota mientras que sin quererlo, imaginaba tanto a Astrid como Kaia abrazadas en un manantial, por supuesto, sin ropa alguna sobre su cuerpo. Era algo muy placentero de imaginar, a decir verdad…
En eso, se percató que por poco y se le estaba cayendo la baba, por lo que se apresuró a limpiarse con la mano derecha y disimular su evidente mente pervertida. Quién lo entendía… se acobardaba si debía tocar a una mujer, pero se calentaba si imaginaba a dos mujeres. Que se supone, además, debía salvar y cuidar…
Menudo ejemplo de heroísmo. Por eso lo único que te has montado en la vida, y con suerte, es un caballo.- Susurró para sí mismo, reprochándose el hecho de tener tanta mala suerte con las mujeres. Pero luego, su pensamiento fue borrado por un suave bostezo, que dio paso a que su cuerpo apenas podía sostenerse en pie. Había sido un día agitado y ya no quería nada más que tirarse por ahí y quedarse dormido.
Te sientes bien, no? Tengo ganas de dormir, pero si te da miedo que puedan llegar los payasos romanos de nuevo, puedo quedarme despierto toda la noche para así asegurarme de que…… – En eso, se estiró con fuerza para dejarse caer sobre el piso y, en cuestión de segundos, dormirse plácidamente sobre la fría tierra al costado de la fogata.
A los pocos segundos, comenzó a roncar sin importarle siquiera el hecho de que podrían llegar a matarlo en cualquier momento. Pero lo más curioso vino después, cuando de la nada, de su boca salían pequeñas risas con cierto toque a maldad.
Quizás que cosa ridícula habría estado soñando…
Échale más agua… - Comentó dormido, mientras que volvía a reír como tarado y su rostro se sonrojaba levemente. Y para el gran final, una de sus manos se deslizaba lentamente hasta la parte donde se ubicaban sus genitales.
Pasado que por cierto, no esperaba llegar a conocer; pero que sin embargo, le tocó enterarse de la forma más… inesperada posible.
Al final, si había rescatado a una princesa después de todo. Claro que jamás se esperó que fuese la oculta hija del Rey germano.
Su impresión era tal, que sólo atinó a pararse de un golpe y observarla fijamente, con la mano apuntándole al rostro. No sabía que decir, ni como actuar. Toda esa situación se había tornado un enredo tremendo. En el cuál sin quererlo, se había entrometido.
La…hija del rey?. Debo suponer que por ti si que me darán un lindo premio….
-Atinó a decir sarcásticamente, mientras que procedía a tomar la cantimplora que le había pasado a Astrid para beber de ella un trago.
Apenas y podía respirar de la impresión de enterarse que no había sólo una princesa, sino que dos, cuando aquella mujer se río divertida. Aquello le llamó la atención, por lo cuál alzó una ceja mientras continuaba tragando el frío líquido de su recipiente.
Como si ya no hubiese tenido suficientes sorpresas por un día, ahora las últimas palabras de la muchacha le habían hecho tirar toda el agua de la boca hacía al frente; para después proceder a toser desmesuradamente por un buen rato sin poder parar, dándose golpes en el pecho con la mano libre para tratar de pasar la impresión. Era algo sin dudas embarazoso, que provocó de paso que su “fiel” caballo relinchara como si gozará que su dueño quedara como un completo imbécil frente a la chica.
Si antes se había puesto rojo producto de tocarla, el fuego y la situación. Ahora se había puesto rojo producto de eso, la noticia de que estaba con sangre real y finalmente, tenía derecho a casarse si es que así lo deseaba. Algo que de seguro más de alguno habría aceptado fácilmente, considerando que era una mujer hermosa y además, aquello le haría sucesor al trono del rey. Si es que hubiese algo que gobernar, desde luego.
Pero Ekaitz era diferente, y ya una vez que había podido recuperar la compostura, se apresuró a dejar en claro cuál era su posición respecto a tan peculiar oferta….
Muy…amable de tu parte el mencionar algo que si no decías, ni idea de su existencia. Pero…me temo que no ejerceré mi derecho. - Comentó tragando saliva, mientras que una pequeña gota de sudor pasaba por su sien hasta la mejilla.
Al menos no por ahora…el matrimonio no es lo mío….tan sólo soy un indigente que vive en el bosque, con los animales…oliendo su aroma a mierda día y noche, me entiendes? No podría acostumbrarme a la realeza… aunque tal vez.. – Dijo, recordando cuando le había visto su torso desnudo y posteriormente, tocado su cuerpo con sus manos. Al instante, su rostro se sonrojó mientras que sacudía la cabeza entendiendo que no era el momento para pensar en pechos.
No… tú eres una princesa, yo soy un muerto de hambre rescata princesas en peligro. Nada más… ni nada menos. - Mencionó con cierto aire triunfal, para después cambiar su rostro a uno más empatito y relajado, mientras se acercaba a ella y le sonreía amistosamente.
Ya que tú estas bien… creo que es hora de salvar a la princesa Kaia, no? Después de todo, supongo que me ganaré algún premio si logró tener a dos princesas vírgenes… - Y una vez más, por unos segundos, dejó que su rostro cambiara a uno de idiota mientras que sin quererlo, imaginaba tanto a Astrid como Kaia abrazadas en un manantial, por supuesto, sin ropa alguna sobre su cuerpo. Era algo muy placentero de imaginar, a decir verdad…
En eso, se percató que por poco y se le estaba cayendo la baba, por lo que se apresuró a limpiarse con la mano derecha y disimular su evidente mente pervertida. Quién lo entendía… se acobardaba si debía tocar a una mujer, pero se calentaba si imaginaba a dos mujeres. Que se supone, además, debía salvar y cuidar…
Menudo ejemplo de heroísmo. Por eso lo único que te has montado en la vida, y con suerte, es un caballo.- Susurró para sí mismo, reprochándose el hecho de tener tanta mala suerte con las mujeres. Pero luego, su pensamiento fue borrado por un suave bostezo, que dio paso a que su cuerpo apenas podía sostenerse en pie. Había sido un día agitado y ya no quería nada más que tirarse por ahí y quedarse dormido.
Te sientes bien, no? Tengo ganas de dormir, pero si te da miedo que puedan llegar los payasos romanos de nuevo, puedo quedarme despierto toda la noche para así asegurarme de que…… – En eso, se estiró con fuerza para dejarse caer sobre el piso y, en cuestión de segundos, dormirse plácidamente sobre la fría tierra al costado de la fogata.
A los pocos segundos, comenzó a roncar sin importarle siquiera el hecho de que podrían llegar a matarlo en cualquier momento. Pero lo más curioso vino después, cuando de la nada, de su boca salían pequeñas risas con cierto toque a maldad.
Quizás que cosa ridícula habría estado soñando…
Échale más agua… - Comentó dormido, mientras que volvía a reír como tarado y su rostro se sonrojaba levemente. Y para el gran final, una de sus manos se deslizaba lentamente hasta la parte donde se ubicaban sus genitales.
Ekaitz- Cantidad de envíos : 10
Re: Limites del reino
Me mantenía lo bastante tranquila a pesar de que las heridas parecían palpitar con cualquier movimiento que trataba de ejercer para calmar el dolor, sin prestar mucha atención la actitud de Ekaitz lanzaba una pequeña rama hasta que me dejara continuar con la historia pero no había nada más que decir…
Olvide por completo la broma que le había hecho sobre tomarme en “matrimonio”, quería reírme pero preferí mantenerme un poco más seria viendo la confusión sobre su cabeza, supuse que sería un pésimo momento para decirle que mis últimas palabras no eran verdaderas. Me recline sobre mi cuerpo escuchándolo atentamente, no paraba de sonreír ante su actitud un tanto infantil, las circunstancias no parecían ser las apropiadas para estar relajada… hacía bastante que no me encontraba tan tranquila durante esa noche… simplemente era divertido ver su rasgo de inmadurez o al menos eso era lo que yo percibía.
El nombre de mi hermana salía de los labios de Ekaitz recordándome de golpe que era lo que debía de hacer, afirme con la cabeza sin perderme cada detalle en la expresión de su rostro. Cualquier chica desde mi posición debería sentir temor alguno y mucho más si se consideraba el estado vulnerable en el que permanecía, no me preocupaba, era interesante ver como su mente viajaba y divagaba de tal forma que esperaría lo suficiente para verlo regresar a su realidad aunque no teníamos el tiempo a nuestro favor.
Ekaitz.. Ekaitz… vuelve… vuelve.. –chasqueaba los dedos frente a su cara para que reaccionara-
Agitaba la cabeza sin saber que otra cosa hacer, ambos debíamos estar exhaustos de tal travesía después de huir de los romanos, me rehusaba a dormir. Para entonces el joven llamó mi atención ofreciéndose a vigilar mientras yo descansaba y antes de que pudiera responderle él ya se había echado en el suelo para que de manera inmediata cayera en profundo sueño. Volteé hasta donde se encontraba el caballo puesto que por extraña razón nos sorprendía lo despreocupado que llegaba a ser..
Vaya héroe –le respondí de manera sarcástica y confusa… su voz..“Échale más agua…” era lo que repitió para captar mi atención de nueva cuenta y notar como su mano se resbalaba por su entrepierna, carraspee mi garganta intentando despertarlo, fue inútil seguía tan entretenido que preferí levantarme y caminar un rato dejándolo a solas.
Como pude acomodaba su túnica entre mi cuerpo para que esta vez no se me cayera de lo holgada que me quedaba, teniendo un brazo entablillado no servía para nada así que tarde bastante mientras me alejaba. El caballo opto por acompañarme a lo cual no vi mal siempre y cuando regresáramos antes de que él despertara pensando que desaparecí…
Avanzábamos entre las penumbras notando que nadie nos hubiera seguido, quise acercarme en lo que ahora se convirtieron en escombros de lo que alguna vez había llamado mi hogar. Las llamas seguían creciendo para extinguir lo último que podía encontrarse de pie, pude saber en ese momento que me encontraba a poca distancia del campamento romano, algo me alerto lo cual puso nervioso al equino rápidamente y es que las tropas se movilizaban rápidamente. Me bajaba calmando al animal y no escucharan sus relinchos… sujetaba las riendas obligándolo que me acompañara.
Sshh… tenemos que apresurarnos…
Había visto lo suficiente para darme cuenta de las intenciones de la legión y eso era su partida, al menos lo que yo creía al notar tanto movimiento de las tropas. Me sujetaba de la montura para subir de nuevo y partir al encuentro de Ekaitz. Atravesaba el sitio lo más rápido que pude, el viento helado chocaba contra mi rostro debido a la velocidad que llevábamos, sin tomarle importancia sacudía la cabeza intentando no caerme.
Al fin llegaba con éxito de no haberme perdido por el camino, mi primera impresión de su persona fue… algo llamativa, ya que al encontrarlo bastante ocupado entreteniéndose mientras dormía era algo inesperado.
Incomoda miraba para que nadie lograra verme, me acerque para despertarlo pero nada funcionaba y menos con un brazo inmovilizado.
Ekaitz despierta… parecen que las tropas romanas se van… tenemos que ir por mi hermana..
Le tapaba la nariz para que no respirara, lo pellizcaba, golpeaba, cualquier cosa y no funcionaba. Apartaba su mano aunque parecía resistirse colocándola en el mismo sitio, harta separaba mis piernas para interponer mi cuerpo y que de ninguna forma llegara a tocarse, me sentaba sobre su abdomen impidiendo que se moviera y esta vez sí lograría que despertara.
Despierta de una vez por todas!!…
Olvide por completo la broma que le había hecho sobre tomarme en “matrimonio”, quería reírme pero preferí mantenerme un poco más seria viendo la confusión sobre su cabeza, supuse que sería un pésimo momento para decirle que mis últimas palabras no eran verdaderas. Me recline sobre mi cuerpo escuchándolo atentamente, no paraba de sonreír ante su actitud un tanto infantil, las circunstancias no parecían ser las apropiadas para estar relajada… hacía bastante que no me encontraba tan tranquila durante esa noche… simplemente era divertido ver su rasgo de inmadurez o al menos eso era lo que yo percibía.
El nombre de mi hermana salía de los labios de Ekaitz recordándome de golpe que era lo que debía de hacer, afirme con la cabeza sin perderme cada detalle en la expresión de su rostro. Cualquier chica desde mi posición debería sentir temor alguno y mucho más si se consideraba el estado vulnerable en el que permanecía, no me preocupaba, era interesante ver como su mente viajaba y divagaba de tal forma que esperaría lo suficiente para verlo regresar a su realidad aunque no teníamos el tiempo a nuestro favor.
Ekaitz.. Ekaitz… vuelve… vuelve.. –chasqueaba los dedos frente a su cara para que reaccionara-
Agitaba la cabeza sin saber que otra cosa hacer, ambos debíamos estar exhaustos de tal travesía después de huir de los romanos, me rehusaba a dormir. Para entonces el joven llamó mi atención ofreciéndose a vigilar mientras yo descansaba y antes de que pudiera responderle él ya se había echado en el suelo para que de manera inmediata cayera en profundo sueño. Volteé hasta donde se encontraba el caballo puesto que por extraña razón nos sorprendía lo despreocupado que llegaba a ser..
Vaya héroe –le respondí de manera sarcástica y confusa… su voz..“Échale más agua…” era lo que repitió para captar mi atención de nueva cuenta y notar como su mano se resbalaba por su entrepierna, carraspee mi garganta intentando despertarlo, fue inútil seguía tan entretenido que preferí levantarme y caminar un rato dejándolo a solas.
Como pude acomodaba su túnica entre mi cuerpo para que esta vez no se me cayera de lo holgada que me quedaba, teniendo un brazo entablillado no servía para nada así que tarde bastante mientras me alejaba. El caballo opto por acompañarme a lo cual no vi mal siempre y cuando regresáramos antes de que él despertara pensando que desaparecí…
Avanzábamos entre las penumbras notando que nadie nos hubiera seguido, quise acercarme en lo que ahora se convirtieron en escombros de lo que alguna vez había llamado mi hogar. Las llamas seguían creciendo para extinguir lo último que podía encontrarse de pie, pude saber en ese momento que me encontraba a poca distancia del campamento romano, algo me alerto lo cual puso nervioso al equino rápidamente y es que las tropas se movilizaban rápidamente. Me bajaba calmando al animal y no escucharan sus relinchos… sujetaba las riendas obligándolo que me acompañara.
Sshh… tenemos que apresurarnos…
Había visto lo suficiente para darme cuenta de las intenciones de la legión y eso era su partida, al menos lo que yo creía al notar tanto movimiento de las tropas. Me sujetaba de la montura para subir de nuevo y partir al encuentro de Ekaitz. Atravesaba el sitio lo más rápido que pude, el viento helado chocaba contra mi rostro debido a la velocidad que llevábamos, sin tomarle importancia sacudía la cabeza intentando no caerme.
Al fin llegaba con éxito de no haberme perdido por el camino, mi primera impresión de su persona fue… algo llamativa, ya que al encontrarlo bastante ocupado entreteniéndose mientras dormía era algo inesperado.
Incomoda miraba para que nadie lograra verme, me acerque para despertarlo pero nada funcionaba y menos con un brazo inmovilizado.
Ekaitz despierta… parecen que las tropas romanas se van… tenemos que ir por mi hermana..
Le tapaba la nariz para que no respirara, lo pellizcaba, golpeaba, cualquier cosa y no funcionaba. Apartaba su mano aunque parecía resistirse colocándola en el mismo sitio, harta separaba mis piernas para interponer mi cuerpo y que de ninguna forma llegara a tocarse, me sentaba sobre su abdomen impidiendo que se moviera y esta vez sí lograría que despertara.
Despierta de una vez por todas!!…
Astrid- Dama del Pecado
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Re: Limites del reino
Hmm…donde demonios se supone que estoy?. -Preguntaba un joven Ekaitz, mientras que caminaba por las blancas arenas de una playa en un día soleado.
Qué rayos es… este lugar?.
Su voz demostraba lo sorprendido que se encontraba por estar allí, acompañada de una flojera tremenda que le hacía pasar su mano derecha por sobre sus ojos, quitando las lagañas clásicas de estar recién despertando. Sentía su cuerpo algo cansado, pero al mismo tiempo, muy relajado y aclimatado al agradable aroma del mar; la suavidad de la arena blanquecina bajo sus pies; la fresca brisa de la costa; la agradable temperatura producto de los rayos solares y, por supuesto, un…
Espectacular paisaje. –Decía con un tono más calmado, y hasta placentero, a la vez que posaba sus ojos con mucha atención en las curvas de su horizonte.
Estaba en una playa, y para su suerte, el ambiente se encontraba compuesto en su cantidad por muchas mujeres, y de gran variedad. Habían pelirrojas, rubias, pelo oscuro; altas, pequeñas; planas, voluptuosas; pálidas, rosadas, morenas y……
Negras… ugh. – Exclamaba con cierto tono de asco, mientras observaba como las mujeres de color desaparecían en el acto. Algo que desde luego no tenía lógica alguna ni explicación razonable; pero que no se iba a detener a analizar en ese preciso momento.
Que paraíso… esto se llama tener suerte. - Comentaba con gran alegría, para después dejar ver una sonrisa malévola que dejaba ver sus blancos dientes, entre los cuáles destacaban claramente sus colmillos.
Sin decir nada más, se acercó corriendo como un idiota al agua desde donde lo invitaba toda la fauna de mujeres. Y allí, vivió su pequeña fantasía personal jugando en el agua, correteando, y haciendo todo tipo de estupideces. Disfrutando su particular paraíso terrenal…
Hasta que de pronto se vio con más de una mujer encima, por lo cuál decidió que era hora de realizar de una vez y por todas sus investigaciones acerca del cuerpo humano, y en específico, descubrir los misterios misteriosos que tenía sobre acontecimientos tan enigmáticos, como el de que forma las mujeres iban al baño o de donde salían los bebes.
Es hora… del… - Ahí fue cuando pudo sentir como su cuerpo reaccionaba ante la fricción de tener puras bellezas a su lado…excepto por algo que lo distrajo y le quitó toda la intensidad del momento. – Hey..tú..si tú...negra...largo de aquí… las pesadillas vienen después.
Y una vez que ya se había deshecho de la basura, y estaba todo dispuesto para tener el mejor sueño erótico de su vida…
…despertó….
Ah… Se me cumplió el sueño…? – Pronunció con ingenuidad, a la vez que le tocaba las piernas a la mujer sin darse cuenta de nada. Luego, procedió a sacudirse el rostro, para intentar aclarar en algo su visión…
… Eh? ..
…encontrándose con Astrid sentada sobre él. Su rostro, evidentemente, fue de sorpresa total, que dio paso a un rojo de vergüenza y calentura…
Pero qué demo…
..Siguiendo a uno ya más enojado, dando muestras que no sólo no le había hecho gracia que le molestara justo en la mejor parte del sueño, sino que además, totalmente descolocado producto de la embarazosa situación…
AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH!!!!! – Exclamó con fuerza, mientras se la quitaba de encima y daba un salto hacía atrás, mirándola como si fuera un desconocido.
Oye oye… estás loca???!! Ya dije que no a tu propuesta de matrimonio, no es que me caigas mal… es sólo que soy un alma libre, como los wombats, o las aves… no tengo intenciones de atarme a una mujer, al menos no por ahora…
-Exclamaba respirando fuerte, hasta que su rostro se vio reflejado por la luz de la luna de la madrugada y se dio cuenta que no tenía más sueño.
Bueno… supongo que es mejor largarnos de una vez, tenemos que salvar a la princesa.
Si bien sus palabras decían una cosa, la realidad era muy diferente para ser exactos. Más bien, él tan sólo quería devolver a Astrid con su hermana Kaia y volver a soñar idioteces al bosque o algo por el estilo…y sobretodo, ponerse a salvo de la maníaca que tenía como acompañante.
Como decía un ebrio que no recuerdo su nombre…nunca te vuelvas ciego por un par de pechos enormes. – Pensaba, una vez que se subía a su caballo y le estiraba la mano para ayudarla a sentarse.
Ya era hora de marchar.
Qué rayos es… este lugar?.
Su voz demostraba lo sorprendido que se encontraba por estar allí, acompañada de una flojera tremenda que le hacía pasar su mano derecha por sobre sus ojos, quitando las lagañas clásicas de estar recién despertando. Sentía su cuerpo algo cansado, pero al mismo tiempo, muy relajado y aclimatado al agradable aroma del mar; la suavidad de la arena blanquecina bajo sus pies; la fresca brisa de la costa; la agradable temperatura producto de los rayos solares y, por supuesto, un…
Espectacular paisaje. –Decía con un tono más calmado, y hasta placentero, a la vez que posaba sus ojos con mucha atención en las curvas de su horizonte.
Estaba en una playa, y para su suerte, el ambiente se encontraba compuesto en su cantidad por muchas mujeres, y de gran variedad. Habían pelirrojas, rubias, pelo oscuro; altas, pequeñas; planas, voluptuosas; pálidas, rosadas, morenas y……
Negras… ugh. – Exclamaba con cierto tono de asco, mientras observaba como las mujeres de color desaparecían en el acto. Algo que desde luego no tenía lógica alguna ni explicación razonable; pero que no se iba a detener a analizar en ese preciso momento.
Que paraíso… esto se llama tener suerte. - Comentaba con gran alegría, para después dejar ver una sonrisa malévola que dejaba ver sus blancos dientes, entre los cuáles destacaban claramente sus colmillos.
Sin decir nada más, se acercó corriendo como un idiota al agua desde donde lo invitaba toda la fauna de mujeres. Y allí, vivió su pequeña fantasía personal jugando en el agua, correteando, y haciendo todo tipo de estupideces. Disfrutando su particular paraíso terrenal…
Hasta que de pronto se vio con más de una mujer encima, por lo cuál decidió que era hora de realizar de una vez y por todas sus investigaciones acerca del cuerpo humano, y en específico, descubrir los misterios misteriosos que tenía sobre acontecimientos tan enigmáticos, como el de que forma las mujeres iban al baño o de donde salían los bebes.
Es hora… del… - Ahí fue cuando pudo sentir como su cuerpo reaccionaba ante la fricción de tener puras bellezas a su lado…excepto por algo que lo distrajo y le quitó toda la intensidad del momento. – Hey..tú..si tú...negra...largo de aquí… las pesadillas vienen después.
Y una vez que ya se había deshecho de la basura, y estaba todo dispuesto para tener el mejor sueño erótico de su vida…
…despertó….
Ah… Se me cumplió el sueño…? – Pronunció con ingenuidad, a la vez que le tocaba las piernas a la mujer sin darse cuenta de nada. Luego, procedió a sacudirse el rostro, para intentar aclarar en algo su visión…
… Eh? ..
…encontrándose con Astrid sentada sobre él. Su rostro, evidentemente, fue de sorpresa total, que dio paso a un rojo de vergüenza y calentura…
Pero qué demo…
..Siguiendo a uno ya más enojado, dando muestras que no sólo no le había hecho gracia que le molestara justo en la mejor parte del sueño, sino que además, totalmente descolocado producto de la embarazosa situación…
AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH!!!!! – Exclamó con fuerza, mientras se la quitaba de encima y daba un salto hacía atrás, mirándola como si fuera un desconocido.
Oye oye… estás loca???!! Ya dije que no a tu propuesta de matrimonio, no es que me caigas mal… es sólo que soy un alma libre, como los wombats, o las aves… no tengo intenciones de atarme a una mujer, al menos no por ahora…
-Exclamaba respirando fuerte, hasta que su rostro se vio reflejado por la luz de la luna de la madrugada y se dio cuenta que no tenía más sueño.
Bueno… supongo que es mejor largarnos de una vez, tenemos que salvar a la princesa.
Si bien sus palabras decían una cosa, la realidad era muy diferente para ser exactos. Más bien, él tan sólo quería devolver a Astrid con su hermana Kaia y volver a soñar idioteces al bosque o algo por el estilo…y sobretodo, ponerse a salvo de la maníaca que tenía como acompañante.
Como decía un ebrio que no recuerdo su nombre…nunca te vuelvas ciego por un par de pechos enormes. – Pensaba, una vez que se subía a su caballo y le estiraba la mano para ayudarla a sentarse.
Ya era hora de marchar.
Ekaitz- Cantidad de envíos : 10
Re: Limites del reino
Sujetaba una de sus manos hacia arriba, por fin parecía estar reaccionando después de los anteriores intentos fallidos para lograr despertarlo. Todo parecía correr en cámara lenta dentro de mi cabeza, sus manos subiendo por mis piernas tratando de tocarme más…
Eres un…
No me dejo ni siquiera terminar cuando me quito de encima resultando ser el ofendido debido a la actitud que demostraba, simplemente parpadeaba constantemente. Ignoraba todas las tonterías que me decía levantándome y sacudiéndome, respiraba profundamente pero antes había tomado una pequeña piedra que escondí en mi mano sin que lo notara dejando que acabara con sus excusas.
Jugando con la piedra la pasaba constantemente entre mis dedos mirándolo más seria que nunca, si llegue a pensar que me agradaba su forma tan despreocupada ahora parecía fastidiarme. Al fin había dicho algo que me interesaba y eso era el tratar de recuperar a mi hermana.
Terminaste de decirme todo o quieres agregar algo más?
Pareció como siempre no escucharme murmurando para sí mismo algo que ni siquiera llegaba a entender, me acercaba al mismo tiempo que extendía su mano para ayudarme, lo miré enfadada aún pero no por el asunto de que me disgustase escuchar que no se atrevería a casarse… sus razones tendría… lo que si fue el imaginar que en verdad yo haría ese tipo de acciones con un desconocido como él. Golpeaba su mano alejándola de mí deliberadamente.
Dejemos algo en claro antes de que tu cabeza comience a armar situaciones que no son… en primer lugar no soy de las personas que se lanzan a los brazos del primer extraño que se cruza en mi camino después de haberme rescatado… en segunda no sé con qué tipo de mujeres te hayas mezclado anteriormente, cosa que no me interesa, lo que no te permitiré es que me hayas comparado con esa clase tan… -respiré profundamente para abstenerme de lo que estaba a punto de hacer, no era el momento de discutir- bien será mejor que te diga cómo están las cosas entre nosotros, jamás hubo ni habrá ningún tipo de compromiso, lo dije todo porque me molestaba la forma en que parecías evitarme tal parece que el hombre no ha tenido las suficientes experiencias porque rápidamente reacciona al ver un poco de piel al descubierto…
Un fuerte dolor atacaba mi costado izquierdo, no pude seguir continuando a lo que lleve mi mano contra mi costilla apretándola como si con eso tratara de contener el malestar que atacaba esa parte de mi cuerpo. Le daba la espalda dando largas bocanadas de aire para reponerme, por más que quisiera hacer las cosas por mi parte debía admitir que aun necesitaba la ayuda de ese sujeto. Pasaron apenas un par de minutos después de haber pensado bien las cosas, si las cosas ya estaban claras debíamos de continuar.
Me cuesta admitirlo pero no puedo lograr nada en este estado…-me acercaba tomando la montura de en frente del caballo para reunir las fuerzas necesarias de abalanzarme, de un pequeño salto mi cintura se encontraba arriba, solo faltaba que diera la vuelta y pudiera sentarme, hecho esto me acomode después del rechazo que demostré cuando Ekaitz quiso ayudarme, torcí la boca porque sabía perfectamente que lo que hice anteriormente no era lo correcto, lo peor de todo es que jamás en mi vida me había disculpado con alguien cuando cometía un error, esta vez sí evitaba verlo directamente- quiero pedirte una disculpa debido a mi comportamiento anteriormente, dije cosas de más…
Mordí ligeramente mi labio inferior, mi mano sujetaba la montura para evitar caerme, estaba aclareciendo rápidamente y la brisa de la mañana hizo mover ligeramente mi cabello, un escalofrío recorrió mi cuerpo ya que lo único que podía cubrirme era esa túnica, cosa que no resguardaba el calor lo suficiente para mantener mi temperatura. Mi pie golpeo ligeramente el costado del caballo para que avanzara y no perdiéramos el rastro de las últimas tropas de Roma, tras ese ligero trote paso bastante tiempo para que pudiera dirigirle palabra alguna hasta que alarmada recordé que ese no era el único problema que debía preocuparme… había roto mi promesa… sin avisar sujete las riendas del caballo frenándolo bruscamente.
Ekaitz una cosa más, por nada del mundo debes decir que soy una princesa nadie tiene que saberlo..-mi voz sonaba con demasiada frialdad cuando me dirigía a él- ni siquiera la princesa… para todos soy simplemente alguien que formaba parte de la guardia real… me entendiste?. Si por algún motivo expones lo que tontamente te revele en el bosque yo misma me encargare que tu vida termine precisamente en este tu país que te vio nacer, dejando a un lado que gracias a ti siga conservando mi propia vida…-no apartaba mi mirada en la expresión de él, con claridad se escuchaba el murmullo de algunos animales que parecían rondar por esos alrededores, después de casi sentenciar su destino al toparse conmigo sacudí un poco las riendas para que el corcel retomara su andar y nos llevara sobre el sendero para poder alcanzar a mi hermana- siento mucho que las cosas terminaran así para ambos.
Aquello último no lo dije por estar arrepentida de las cosas que sucedieron entre nosotros, sino porque tal vez ninguno de los dos nos veríamos nuevamente a tal grado que si nos empeñábamos neciamente a seguir iríamos a una muerte segura.
Eres un…
No me dejo ni siquiera terminar cuando me quito de encima resultando ser el ofendido debido a la actitud que demostraba, simplemente parpadeaba constantemente. Ignoraba todas las tonterías que me decía levantándome y sacudiéndome, respiraba profundamente pero antes había tomado una pequeña piedra que escondí en mi mano sin que lo notara dejando que acabara con sus excusas.
Jugando con la piedra la pasaba constantemente entre mis dedos mirándolo más seria que nunca, si llegue a pensar que me agradaba su forma tan despreocupada ahora parecía fastidiarme. Al fin había dicho algo que me interesaba y eso era el tratar de recuperar a mi hermana.
Terminaste de decirme todo o quieres agregar algo más?
Pareció como siempre no escucharme murmurando para sí mismo algo que ni siquiera llegaba a entender, me acercaba al mismo tiempo que extendía su mano para ayudarme, lo miré enfadada aún pero no por el asunto de que me disgustase escuchar que no se atrevería a casarse… sus razones tendría… lo que si fue el imaginar que en verdad yo haría ese tipo de acciones con un desconocido como él. Golpeaba su mano alejándola de mí deliberadamente.
Dejemos algo en claro antes de que tu cabeza comience a armar situaciones que no son… en primer lugar no soy de las personas que se lanzan a los brazos del primer extraño que se cruza en mi camino después de haberme rescatado… en segunda no sé con qué tipo de mujeres te hayas mezclado anteriormente, cosa que no me interesa, lo que no te permitiré es que me hayas comparado con esa clase tan… -respiré profundamente para abstenerme de lo que estaba a punto de hacer, no era el momento de discutir- bien será mejor que te diga cómo están las cosas entre nosotros, jamás hubo ni habrá ningún tipo de compromiso, lo dije todo porque me molestaba la forma en que parecías evitarme tal parece que el hombre no ha tenido las suficientes experiencias porque rápidamente reacciona al ver un poco de piel al descubierto…
Un fuerte dolor atacaba mi costado izquierdo, no pude seguir continuando a lo que lleve mi mano contra mi costilla apretándola como si con eso tratara de contener el malestar que atacaba esa parte de mi cuerpo. Le daba la espalda dando largas bocanadas de aire para reponerme, por más que quisiera hacer las cosas por mi parte debía admitir que aun necesitaba la ayuda de ese sujeto. Pasaron apenas un par de minutos después de haber pensado bien las cosas, si las cosas ya estaban claras debíamos de continuar.
Me cuesta admitirlo pero no puedo lograr nada en este estado…-me acercaba tomando la montura de en frente del caballo para reunir las fuerzas necesarias de abalanzarme, de un pequeño salto mi cintura se encontraba arriba, solo faltaba que diera la vuelta y pudiera sentarme, hecho esto me acomode después del rechazo que demostré cuando Ekaitz quiso ayudarme, torcí la boca porque sabía perfectamente que lo que hice anteriormente no era lo correcto, lo peor de todo es que jamás en mi vida me había disculpado con alguien cuando cometía un error, esta vez sí evitaba verlo directamente- quiero pedirte una disculpa debido a mi comportamiento anteriormente, dije cosas de más…
Mordí ligeramente mi labio inferior, mi mano sujetaba la montura para evitar caerme, estaba aclareciendo rápidamente y la brisa de la mañana hizo mover ligeramente mi cabello, un escalofrío recorrió mi cuerpo ya que lo único que podía cubrirme era esa túnica, cosa que no resguardaba el calor lo suficiente para mantener mi temperatura. Mi pie golpeo ligeramente el costado del caballo para que avanzara y no perdiéramos el rastro de las últimas tropas de Roma, tras ese ligero trote paso bastante tiempo para que pudiera dirigirle palabra alguna hasta que alarmada recordé que ese no era el único problema que debía preocuparme… había roto mi promesa… sin avisar sujete las riendas del caballo frenándolo bruscamente.
Ekaitz una cosa más, por nada del mundo debes decir que soy una princesa nadie tiene que saberlo..-mi voz sonaba con demasiada frialdad cuando me dirigía a él- ni siquiera la princesa… para todos soy simplemente alguien que formaba parte de la guardia real… me entendiste?. Si por algún motivo expones lo que tontamente te revele en el bosque yo misma me encargare que tu vida termine precisamente en este tu país que te vio nacer, dejando a un lado que gracias a ti siga conservando mi propia vida…-no apartaba mi mirada en la expresión de él, con claridad se escuchaba el murmullo de algunos animales que parecían rondar por esos alrededores, después de casi sentenciar su destino al toparse conmigo sacudí un poco las riendas para que el corcel retomara su andar y nos llevara sobre el sendero para poder alcanzar a mi hermana- siento mucho que las cosas terminaran así para ambos.
Aquello último no lo dije por estar arrepentida de las cosas que sucedieron entre nosotros, sino porque tal vez ninguno de los dos nos veríamos nuevamente a tal grado que si nos empeñábamos neciamente a seguir iríamos a una muerte segura.
Astrid- Dama del Pecado
- Reino : Inframundo
Ataques :
AD - Ghost of a Thousand Shades (2550)
AD - Empty Soul (2650)
AM - Reflection (2850)
AM - Dew Bleeding (1950)
AM - Projection & Presence (2950)
AF - The Curse of Narcissus (3150)
Defensa :
Sombra del corazón herido
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Re: Limites del reino
Todas las cosas habían pasado tan rápido que Ekaitz ni siquiera tuvo tiempo de reaccionar ante las palabras que decía con tanta elocuencia y sinceridad la princesa, que en un acto de valor y demostración de su clase imperial, le estaba dejado bien en claro como era la situación al joven aventurero de cabellos naranjos.
Los segundos pasaron a medida que un fuerte viento soplaba en aquellas horas de la madrugada. No tardaría mucho tiempo para que saliera el sol, pero aún así continuaba estando bastante oscuro el ambiente como para poder ver con facilidad. Las condiciones no eran precisamente las favorables para aventurarse a recorrer territorios extensos, pero sabía que no tenía otra opción más que aceptarlo y hacerse el ánimo de que debía mantener su palabra costara lo que costara. Era lo último que le quedaba, y no podía hacerse el desentendido. Pero no era por él, sino por todos sus amigos de juerga caídos en combate.
Mientras continuaba la muchacha con su discurso, el joven germánico simplemente se aprestó a cerrar sus ojos y esperó, sin emitir alguna otra acción e incluso, llegando a tambalearse por el sueño que aún acumulaba su cuerpo. Se notaba bastante relajado a pesar de estar siendo técnicamente basureado, y hasta amenazado de muerte. Pero parecía ser que eso en realidad no le importaba más que los bostezos que salían de su boca.
Hasta que al final la mujer dio por terminadas sus palabras e inició la marcha, ante lo cuál el de los cabellos naranjos se bajó del caballo, provocando que el equino se detuviera en el acto. Luego, procedió a rascarse la cabeza con claro desinterés, bostezando un poco y entrecerrando uno de sus ojos.
Bueno… definitivamente debo agradecerte por todos esos halagos. Ahora me doy cuenta que valió la pena arriesgar mi pellejo. – Comentó sin mayor problema, volviendo a bostezar y a hacer ruidos con la boca. Ya estaba apareciendo el típico frío de las mañanas y aquella discusión matutina le causaba bastante flojera. Pero aún así, no parecía enojado ni ofuscado en absoluto.
No te lo comenté?. - Preguntó con ingenuidad, pero esperó pocos segundos antes que otro bostezo interrumpiera su silencio y aquello lo llevo a responderse él mismo, no sin antes volver a rascarse el cabello y cruzar los brazos, dejándolos apegados a su torso.
Me caen bien las perras malagradecidas y desgraciadas como tú. - Exclamó con una sonrisa bastante sincera; asintiendo levemente con su cabeza, como si se enorgulleciera de sus propias palabras. Y a juzgar por la poca preocupación que demostraba, todo indicaba que de verdad se sentía calmado y bastante desinteresado por iniciar una disputa. Era como si realmente le hubiese hecho feliz el recibir toda ese recital de buena crianza.- Me gusta la gente sincera, que dice lo que piensa, a pesar de encontrarse en una situación tan patética como la tuya…habla bien de ti, eres confiable y de fiar….aunque se te ha pasado un pequeño detalle. – Agregó, mientras con uno de sus dedos y posándose justo frente a su mirada, con total tranquilidad, señaló su propia dentadura. – No me agradan las viejas sin dientes…
Y... quién tiene mis riendas??. – Preguntó sonriendo, como si le hablara a una niña que actuaba como si la hubiesen castigado.
No cabían dudas que si lo que quería Astrid era causar miedo o preocupación en Ekaitz, había fracasado rotundamente en ello. Y no era porque el joven no le creyera que lo iba a matar si él hablaba (cosa que, desde luego, no le interesaba hacer en absoluto), sino porque dada las condiciones y su evidente espíritu aventurero… nada le asustaba, el miedo lo había dejado atrás hace mucho.
Después de eso, se aprestó a mover su mano izquierda como si sacudiera algo y, con algo de egolatría, indicarle que era mejor que se hiciera para atrás y lo dejara cabalgara a él.
Déjeme que yo conduzca, su majestad. Después de todo, sólo soy su sirviente... – Declaró con ironía, pero demostrando que su lealtad era realmente honesta e iba a hacer caso a sus peticiones; para finalmente quedarse parado frente al caballo, que a pesar de todo le respetaba, dando a entender que si quería avanzar, debía hacerle caso.
Los segundos pasaron a medida que un fuerte viento soplaba en aquellas horas de la madrugada. No tardaría mucho tiempo para que saliera el sol, pero aún así continuaba estando bastante oscuro el ambiente como para poder ver con facilidad. Las condiciones no eran precisamente las favorables para aventurarse a recorrer territorios extensos, pero sabía que no tenía otra opción más que aceptarlo y hacerse el ánimo de que debía mantener su palabra costara lo que costara. Era lo último que le quedaba, y no podía hacerse el desentendido. Pero no era por él, sino por todos sus amigos de juerga caídos en combate.
Mientras continuaba la muchacha con su discurso, el joven germánico simplemente se aprestó a cerrar sus ojos y esperó, sin emitir alguna otra acción e incluso, llegando a tambalearse por el sueño que aún acumulaba su cuerpo. Se notaba bastante relajado a pesar de estar siendo técnicamente basureado, y hasta amenazado de muerte. Pero parecía ser que eso en realidad no le importaba más que los bostezos que salían de su boca.
Hasta que al final la mujer dio por terminadas sus palabras e inició la marcha, ante lo cuál el de los cabellos naranjos se bajó del caballo, provocando que el equino se detuviera en el acto. Luego, procedió a rascarse la cabeza con claro desinterés, bostezando un poco y entrecerrando uno de sus ojos.
Bueno… definitivamente debo agradecerte por todos esos halagos. Ahora me doy cuenta que valió la pena arriesgar mi pellejo. – Comentó sin mayor problema, volviendo a bostezar y a hacer ruidos con la boca. Ya estaba apareciendo el típico frío de las mañanas y aquella discusión matutina le causaba bastante flojera. Pero aún así, no parecía enojado ni ofuscado en absoluto.
No te lo comenté?. - Preguntó con ingenuidad, pero esperó pocos segundos antes que otro bostezo interrumpiera su silencio y aquello lo llevo a responderse él mismo, no sin antes volver a rascarse el cabello y cruzar los brazos, dejándolos apegados a su torso.
Me caen bien las perras malagradecidas y desgraciadas como tú. - Exclamó con una sonrisa bastante sincera; asintiendo levemente con su cabeza, como si se enorgulleciera de sus propias palabras. Y a juzgar por la poca preocupación que demostraba, todo indicaba que de verdad se sentía calmado y bastante desinteresado por iniciar una disputa. Era como si realmente le hubiese hecho feliz el recibir toda ese recital de buena crianza.- Me gusta la gente sincera, que dice lo que piensa, a pesar de encontrarse en una situación tan patética como la tuya…habla bien de ti, eres confiable y de fiar….aunque se te ha pasado un pequeño detalle. – Agregó, mientras con uno de sus dedos y posándose justo frente a su mirada, con total tranquilidad, señaló su propia dentadura. – No me agradan las viejas sin dientes…
Y... quién tiene mis riendas??. – Preguntó sonriendo, como si le hablara a una niña que actuaba como si la hubiesen castigado.
No cabían dudas que si lo que quería Astrid era causar miedo o preocupación en Ekaitz, había fracasado rotundamente en ello. Y no era porque el joven no le creyera que lo iba a matar si él hablaba (cosa que, desde luego, no le interesaba hacer en absoluto), sino porque dada las condiciones y su evidente espíritu aventurero… nada le asustaba, el miedo lo había dejado atrás hace mucho.
Después de eso, se aprestó a mover su mano izquierda como si sacudiera algo y, con algo de egolatría, indicarle que era mejor que se hiciera para atrás y lo dejara cabalgara a él.
Déjeme que yo conduzca, su majestad. Después de todo, sólo soy su sirviente... – Declaró con ironía, pero demostrando que su lealtad era realmente honesta e iba a hacer caso a sus peticiones; para finalmente quedarse parado frente al caballo, que a pesar de todo le respetaba, dando a entender que si quería avanzar, debía hacerle caso.
Ekaitz- Cantidad de envíos : 10
Re: Limites del reino
Las enormes explanadas verdes y manchadas con campos de flores silvestres dieron paso a una zona mucho más agreste y fría, con grupos de gruesos árboles cercando el tránsito de un lado a otro y de cierta forma, marcando una ruta fija que discurría directamente hacia el norte del continente. Aquella zona era ya bastante familiar, era un lugar en el cual me sentía plenamente a gusto y con el cual era capaz de maniobrar o moverme con una libertad que me había conferido el título del Lobo Plateado del Norte. Aunque no hubiera llegado como tal a mi destino, estaba bastante cerca.
Incluso el aire se siente diferente…es como si no tuviera esa aura de…ni idea, corrupción? me dije a mi mismo en voz baja, caminando con paso seguro a través de una extensión de prados con césped húmedo que se mecía perezosamente conforme la brisa lo agitaba, por otro lado nubes grises cubrían un cielo azul para augurar una lluvia por lo visto, pesada. Mmm...si no estoy mal, por aquí está escondido el camino a una comuna. Si tuviera que apostar, la primera parada de los chicos habrá sido esa y luego habrán continuado hacia los mismos límites de Germania…uh, todavía falta un largo trecho pero una visita (y una reposición de suministros) no vendría nada mal. comenté mientras me sacaba un poco de cera de oídos que me venía molestando desde hacía un rato atrás en la oreja derecha para luego estirar los brazos y asegurarme de que Luna Plateada y las demás bolsas estuvieran en su sitio, habiendo confirmado aquello tan solo cambié un poco de dirección y me acerqué a la línea arbórea que se encontraba más cerca, dispuesto a buscar la señalización que me llevaría hacia la comuna Germánica donde poder descansar un poco.
No me llevó demasiado tiempo a decir verdad. El sendero era una línea que discurría en medio de un grupo de árboles que no crecían demasiado juntos y dejaban pasar la luz en abundancia. El conjunto de cabañas que formaban las comunas estaban distribuidas en círculo alrededor de un pozo y se podía aseverar que todas estaban en un acuerdo tácito de igualdad, nadie era superior a los otros y si requerían algo hecho, todos colaboraban en la tarea…era un lugar pacífico y que extrañamente, no había sido tocado por el Imperio Romano y eso era un (gran) alivio.
La noche que pasé en el lugar transcurrió sin ningún incidente de por medio y a la mañana siguiente ya me encontraba listo para seguir con mi recorrido a través de lo que quedaba de trayecto para poder finalmente llegar al punto de reunión con los demás miembros de la banda y por ende, poder evaluar nuestro siguiente movimiento. Con una bolsa de suministros más pesada que cuando había llegado y completamente descansado, tomé la ruta alterna que salía de la comuna y me dirigí de nuevo a las explanadas y así completar mi viaje.
Incluso el aire se siente diferente…es como si no tuviera esa aura de…ni idea, corrupción? me dije a mi mismo en voz baja, caminando con paso seguro a través de una extensión de prados con césped húmedo que se mecía perezosamente conforme la brisa lo agitaba, por otro lado nubes grises cubrían un cielo azul para augurar una lluvia por lo visto, pesada. Mmm...si no estoy mal, por aquí está escondido el camino a una comuna. Si tuviera que apostar, la primera parada de los chicos habrá sido esa y luego habrán continuado hacia los mismos límites de Germania…uh, todavía falta un largo trecho pero una visita (y una reposición de suministros) no vendría nada mal. comenté mientras me sacaba un poco de cera de oídos que me venía molestando desde hacía un rato atrás en la oreja derecha para luego estirar los brazos y asegurarme de que Luna Plateada y las demás bolsas estuvieran en su sitio, habiendo confirmado aquello tan solo cambié un poco de dirección y me acerqué a la línea arbórea que se encontraba más cerca, dispuesto a buscar la señalización que me llevaría hacia la comuna Germánica donde poder descansar un poco.
No me llevó demasiado tiempo a decir verdad. El sendero era una línea que discurría en medio de un grupo de árboles que no crecían demasiado juntos y dejaban pasar la luz en abundancia. El conjunto de cabañas que formaban las comunas estaban distribuidas en círculo alrededor de un pozo y se podía aseverar que todas estaban en un acuerdo tácito de igualdad, nadie era superior a los otros y si requerían algo hecho, todos colaboraban en la tarea…era un lugar pacífico y que extrañamente, no había sido tocado por el Imperio Romano y eso era un (gran) alivio.
La noche que pasé en el lugar transcurrió sin ningún incidente de por medio y a la mañana siguiente ya me encontraba listo para seguir con mi recorrido a través de lo que quedaba de trayecto para poder finalmente llegar al punto de reunión con los demás miembros de la banda y por ende, poder evaluar nuestro siguiente movimiento. Con una bolsa de suministros más pesada que cuando había llegado y completamente descansado, tomé la ruta alterna que salía de la comuna y me dirigí de nuevo a las explanadas y así completar mi viaje.
Milanor- Cantidad de envíos : 78
Re: Limites del reino
3er Post Defensa – Maestría
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La marcha de la Legión seguía tranquilamente, sin que nada la interrumpiera…ya fueran bárbaros, militantes o cualquier otra cosa. Era…curioso. En aquellos casos no era nada raro que alguien los atacara o implorara por comida, o quien sabía, al parecer tan solo estaban rebuscando demasiado, sobreactuando al ver que no había nada en su camino, el que los llevaría a Roma tarde o temprano.
Y mientras los soldados de la Décimo Séptima División ahondaban más en eso por su parte el General parecía empezar a lo que se podía definir como una epifanía alargada hasta límites que normalmente, parecerían hacerla una tontería. Aún montando a caballo y siendo el cabecilla de todo ese movimiento, su cerebro se encontraba en otro lado…su cuerpo era básicamente un autómata que seguía las órdenes más básicas y simples. Cual fuera el caso, su mente ahora estaba en parte ocupada con los pensamientos que tenían que ver con la consciencia del llamado de Poseidón a sus Generales Marinos.
Esa era la leyenda: al despertar, la deidad de los mares llamaba a todos los seres adecuados para que acudieran a donde se encontraba para así dar sus órdenes y hacer que cumplieran con su magnánima voluntad. Y en ese caso, la llamada de Poseidón se presentaba en la forma de “recuerdos” creados que se adentraban en la mente de los humanos elegidos, despertando sus habilidades de batalla latentes.
Ahora, esas habilidades se mostraban en la forma de una presteza absoluta en cuanto al manejo de las armas y en el caso de Sokaro, el dominio total de su arma. Encontrándose erguido en medio del campamento que habían montado en las afueras de las Tierras Bárbaras, el enorme sujeto hacía girar su sierra con una rapidez inusitada y que poco a poco, se hacía mayor debido a la potencia que ejercía algún tipo de energía de la cual apenas si estaba empezando a tomar en cuenta.
Hmp. El sonido del aire al cortarse, el destello del metal cuando los rayos de la luna golpeaban directamente en su hoja y finalmente el cosmos lo hacían darse cuenta de algo: no le gustaba demasiado la perspectiva a un futuro. Aquella “mejora” se hacía...extraña. Y eso no podía ser una casualidad. Bah. Terminó resoplando, parando el giro de las cuchillas para finalmente, clavarla en la tierra.
Sí, solo estaba dando vueltas que no lo llevarían a ninguna parte.
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La marcha de la Legión seguía tranquilamente, sin que nada la interrumpiera…ya fueran bárbaros, militantes o cualquier otra cosa. Era…curioso. En aquellos casos no era nada raro que alguien los atacara o implorara por comida, o quien sabía, al parecer tan solo estaban rebuscando demasiado, sobreactuando al ver que no había nada en su camino, el que los llevaría a Roma tarde o temprano.
Y mientras los soldados de la Décimo Séptima División ahondaban más en eso por su parte el General parecía empezar a lo que se podía definir como una epifanía alargada hasta límites que normalmente, parecerían hacerla una tontería. Aún montando a caballo y siendo el cabecilla de todo ese movimiento, su cerebro se encontraba en otro lado…su cuerpo era básicamente un autómata que seguía las órdenes más básicas y simples. Cual fuera el caso, su mente ahora estaba en parte ocupada con los pensamientos que tenían que ver con la consciencia del llamado de Poseidón a sus Generales Marinos.
Esa era la leyenda: al despertar, la deidad de los mares llamaba a todos los seres adecuados para que acudieran a donde se encontraba para así dar sus órdenes y hacer que cumplieran con su magnánima voluntad. Y en ese caso, la llamada de Poseidón se presentaba en la forma de “recuerdos” creados que se adentraban en la mente de los humanos elegidos, despertando sus habilidades de batalla latentes.
Ahora, esas habilidades se mostraban en la forma de una presteza absoluta en cuanto al manejo de las armas y en el caso de Sokaro, el dominio total de su arma. Encontrándose erguido en medio del campamento que habían montado en las afueras de las Tierras Bárbaras, el enorme sujeto hacía girar su sierra con una rapidez inusitada y que poco a poco, se hacía mayor debido a la potencia que ejercía algún tipo de energía de la cual apenas si estaba empezando a tomar en cuenta.
Hmp. El sonido del aire al cortarse, el destello del metal cuando los rayos de la luna golpeaban directamente en su hoja y finalmente el cosmos lo hacían darse cuenta de algo: no le gustaba demasiado la perspectiva a un futuro. Aquella “mejora” se hacía...extraña. Y eso no podía ser una casualidad. Bah. Terminó resoplando, parando el giro de las cuchillas para finalmente, clavarla en la tierra.
Sí, solo estaba dando vueltas que no lo llevarían a ninguna parte.
Sokaro- General Marino
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