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Mente joven recuerdos antiguos.
2 participantes
Página 1 de 1.
Mente joven recuerdos antiguos.
El día estaba completamente soleado, incluso el roció de los campos había desaparecido. El gran mercado principal de Roma, era allí donde se encontraba el joven Artorius, su mirada seria se reflejaba con lejanía. Sus ojos negros se enfocaban en la nada prácticamente, mientras que su mente no podía dejar aquel recuerdo, el día en el que el joven había asesinado a mas de 2 docenas de personas. Toda Roma había olvidado aquel suceso culpando al padre de todo esto. El Sol reflejaba las grandes calles extensas del mercado de Roma. Arturo caminaba tranquilamente sin siquiera llamar la atención. Pero al pasar por un negocio pudo ver a un niño el cual parecía estar robando la comida del carnicero, con tan solo un movimiento Artorius lo tomo de sus ropajes y lentamente mientras lo miraba de mal modo le dijo:
- Robar no está bien pequeño saltamontes, devuelve eso te lo comprare. -
Luego de decirle esto había llamado la atención del carnicero quien con furia estaba a punto de golpear al niño por tal acto cometido, hasta que el joven de cabello negro detuvo su mano poniendo varios chelines en su bolsillo y soltando al niño para que este pudiera correr.
- Eh pagado su deuda no hay razón por la cual golpearlo ahora vete de aquí. -
Le dijo mientras mantenía su postura firme, tras tal acto cometido el carnicero dueño del puesto de comida se dio media vuelta y se fue nuevamente a cumplir con su rutina diaria. A la vez Artorius hizo lo mismo y se fue caminando por aquel largo camino, con tal pasaba el tiempo y su caminata cada vez veía mas esclavos golpeados y tigres enjaulados. Aquellas magnificas bestias las cuales habían perdido su libertad seguramente para ahora entretener en el Coliseo a algún senador idiota y a todos los romanos que paguen la entrada para ver tal espectáculo.
Mientras tanto en los puestos de flores cada vez mas de estas se secaban por la necesidad del agua y el extremo Sol que recibían. El joven ya no podía ocultar las ganas de pelear que tenia, cada vez mas aquel sentimiento de matar se apoderaba más de su cuerpo. Pero el sabia que aun no era hora de demostrar sus habilidades sanguinarias todo al contrario debía pasar desapercibido, la hora en la que nuevamente su navaja derramaría sangre de inocentes se acercaba. Con forme pasaban los días mas lo enloquecía esas ganas de destrozar la cara de otra persona y que esta derramara ese glorioso liquido carmesí al que llamaban sangre.
Ares era el Dios de la guerra, el único Dios que merecía la gloria suprema según los ideales del joven Arturo; el único dios que merecía derramar sangre, el único dios supremo soberano de la ira de los humanos.
Luego de haber pasado casi toda la tarde soleada el cielo comenzó a ocultarse de oscuras y negras nubes al ver este hecho el joven de cabello negro salió de escena dirigiéndose hacia la gran mansión que alguna vez perteneció a su padre.
- Robar no está bien pequeño saltamontes, devuelve eso te lo comprare. -
Luego de decirle esto había llamado la atención del carnicero quien con furia estaba a punto de golpear al niño por tal acto cometido, hasta que el joven de cabello negro detuvo su mano poniendo varios chelines en su bolsillo y soltando al niño para que este pudiera correr.
- Eh pagado su deuda no hay razón por la cual golpearlo ahora vete de aquí. -
Le dijo mientras mantenía su postura firme, tras tal acto cometido el carnicero dueño del puesto de comida se dio media vuelta y se fue nuevamente a cumplir con su rutina diaria. A la vez Artorius hizo lo mismo y se fue caminando por aquel largo camino, con tal pasaba el tiempo y su caminata cada vez veía mas esclavos golpeados y tigres enjaulados. Aquellas magnificas bestias las cuales habían perdido su libertad seguramente para ahora entretener en el Coliseo a algún senador idiota y a todos los romanos que paguen la entrada para ver tal espectáculo.
Mientras tanto en los puestos de flores cada vez mas de estas se secaban por la necesidad del agua y el extremo Sol que recibían. El joven ya no podía ocultar las ganas de pelear que tenia, cada vez mas aquel sentimiento de matar se apoderaba más de su cuerpo. Pero el sabia que aun no era hora de demostrar sus habilidades sanguinarias todo al contrario debía pasar desapercibido, la hora en la que nuevamente su navaja derramaría sangre de inocentes se acercaba. Con forme pasaban los días mas lo enloquecía esas ganas de destrozar la cara de otra persona y que esta derramara ese glorioso liquido carmesí al que llamaban sangre.
Ares era el Dios de la guerra, el único Dios que merecía la gloria suprema según los ideales del joven Arturo; el único dios que merecía derramar sangre, el único dios supremo soberano de la ira de los humanos.
Luego de haber pasado casi toda la tarde soleada el cielo comenzó a ocultarse de oscuras y negras nubes al ver este hecho el joven de cabello negro salió de escena dirigiéndose hacia la gran mansión que alguna vez perteneció a su padre.
Artorius- Status :
Cantidad de envíos : 25
Re: Mente joven recuerdos antiguos.
- Maldito mocoso, te dije que la mierda de los caballos debe palearse antes de usar los baldes de agua... ¿Cuantas veces tengo que repetirlo?
El pequeño infante no tuvo tiempo de percibir el puñetazo en su rostro, tan repentino que ni el dolor ni el asombro dieron tiempo a mantenerle de pie. Su cuerpo se precipitó en la inmundicia de los equinos al tiempo que el pesado pie de su amo le presionaba por la nuca haciéndole sorber la pestilente y desagradable agua con la cual estaba lavando los establos.
- Esta será la única cena que tendrás el día de hoy. Malditos celtas, seres tan débiles y estúpidos deberían desaparecer de este mundo.
Sus pequeñas manos se aferraban dificultosamente al tobillo que lo mantenía prisionero. Pataleaba agitadamente sintiendo como el aire comenzaba a desaparecer y la inconsciencia comenzaba a llegar. Podía palpar el picor en sus ojos, el agua le escocía sus orbes al igual que sus fosas nasales. Hubiera vertido el potaje de no ser porque un puntapié le sacó el aire en ese preciso momento.
Su pequeño cuerpo se revolvió mientras escuchaba a su amo alejarse entre risas y maldiciones. Sus ojos se inundaron de lágrimas maldiciendo su vida y la recién añoranza de una madre perdida...
- Hey... Zelghadis.... ¿me estás escuchando?
Aquellos recuerdos se desvanecieron a la voz de su compañero, sus ojos celestes recobraron el brillo habitual deslizándolos hacia su contraparte. Los dos eran celtas, los dos eran supervivientes de la batalla desatada en las montañas y los dos iban ensangrentados con precarios vendajes sobre sus cabezas. Ya no eran tantos, era apenas una media docena de ellos, lo demás habían tenido una muerte en el campo de batalla junto a sus captores.
Se habían mostrado, se habían probado y a pesar de ser respaldados resultaron ineficientes. Les separaron y seleccionaron infantes de esclavos. Los primeros fueron llevados a los cuarteles para recibir sentencias y castigos, los segundos nada irrelevante o nuevo, seguían su camino hacia el mercado de esclavos como en un principio.
- Recordaba... recordaba algo del pasado...
Pronunció en un lastimero susurro desvelando su lamentable estado. Zelghadis estaba bastante maltrecho como para haber sido seleccionado como esclavo dentro de las legiones, por eso él y otros cuantos iban a parar al mercado de esclavos, pero serían el último lote pues nadie en su sano juicio optaría por comprarlos...
El pequeño infante no tuvo tiempo de percibir el puñetazo en su rostro, tan repentino que ni el dolor ni el asombro dieron tiempo a mantenerle de pie. Su cuerpo se precipitó en la inmundicia de los equinos al tiempo que el pesado pie de su amo le presionaba por la nuca haciéndole sorber la pestilente y desagradable agua con la cual estaba lavando los establos.
- Esta será la única cena que tendrás el día de hoy. Malditos celtas, seres tan débiles y estúpidos deberían desaparecer de este mundo.
Sus pequeñas manos se aferraban dificultosamente al tobillo que lo mantenía prisionero. Pataleaba agitadamente sintiendo como el aire comenzaba a desaparecer y la inconsciencia comenzaba a llegar. Podía palpar el picor en sus ojos, el agua le escocía sus orbes al igual que sus fosas nasales. Hubiera vertido el potaje de no ser porque un puntapié le sacó el aire en ese preciso momento.
Su pequeño cuerpo se revolvió mientras escuchaba a su amo alejarse entre risas y maldiciones. Sus ojos se inundaron de lágrimas maldiciendo su vida y la recién añoranza de una madre perdida...
- Hey... Zelghadis.... ¿me estás escuchando?
Aquellos recuerdos se desvanecieron a la voz de su compañero, sus ojos celestes recobraron el brillo habitual deslizándolos hacia su contraparte. Los dos eran celtas, los dos eran supervivientes de la batalla desatada en las montañas y los dos iban ensangrentados con precarios vendajes sobre sus cabezas. Ya no eran tantos, era apenas una media docena de ellos, lo demás habían tenido una muerte en el campo de batalla junto a sus captores.
Se habían mostrado, se habían probado y a pesar de ser respaldados resultaron ineficientes. Les separaron y seleccionaron infantes de esclavos. Los primeros fueron llevados a los cuarteles para recibir sentencias y castigos, los segundos nada irrelevante o nuevo, seguían su camino hacia el mercado de esclavos como en un principio.
- Recordaba... recordaba algo del pasado...
Pronunció en un lastimero susurro desvelando su lamentable estado. Zelghadis estaba bastante maltrecho como para haber sido seleccionado como esclavo dentro de las legiones, por eso él y otros cuantos iban a parar al mercado de esclavos, pero serían el último lote pues nadie en su sano juicio optaría por comprarlos...
Zelghadis- Status :
Defensa :
Vórtice Marino
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