Habitación de Huéspedes de Villa Adriana

por Lydia Miér Oct 13, 2010 9:49 pm

La princesa de ROma llegó a su habitación caminando cual zombie recién resucitado, y es que aquella actitud tan depresiva había regresado tan pronto se había marchado de aquella habitación. Cómo le molestaba el estar portándose de esa manera, había quedado en no hacerlo más, sin embargo ahí estaba ya sufriendo otra vez, como si no tuviera ya bastantes tristezas en su joven vida.

Con cuidado abrió su puerta y despidió a los criados para cerrar la puerta muy despacio. Su habitación era un gran cubículo alumbrado por la luz de las velas que distorsionaban las sombras del lugar; recordó que cuando era niña tenía miedo de las formas que se proyectaban en las paredes en la noche y ahí estaba su padre para decirle que no tenía nada que temer rodeándola con sus fuertes brazos; poco a poco las lágrimas invadieron sus ojos y rodaron pos su mejillas. Nunca tuvo tiempo para llorar por la partida de su padre a Oriente, sentía que su padre no iba a estar con ella nunca más, y que por más que pasara el tiempo el no regresaría nunca.

El aire frío entró por una ventaba abierta haciendo que se estremeciera y se frotara los brazos con las manos, pero no se movió a cerrarla. Estaba demasiado perdida pensando en aquellas cosas que la hacían poner mal, que tiempo para cerrar la ventana sinceramente no tenía. Con paso lento se recostó en su cama y observó que todas las cosas que había traído consigo junto con los regalos que le había dado su amiga estaban ya en la habitación. La princesa cerró los ojos y pensó en su padre, su madre y en como su inmadurez había hecho que su vida se viera demasiado afectada con aquellos cambios que aunque eran pocos hicieron mucho daño irreparable.
No importaba a dónde se fuera ahí estaba ese fantasma, esa mujer a la que quería eliminar, pero sencillamente no podía, era una plaga que no podía ser erradicada; de pronto la imagen de su primo mirándola de aquella forma en la que ella deseaba que el la mirara apareció en su mente también. Otra vez maldijo el día en que lo comenzó a ver de manera diferente a sus otros primos. Cuán feliz hubiera sido si no hubiera visto en el el esa belleza que tanto la atormentaba! O más aún! ¡Cuán feliz no fuera ahora si hubiera resuelto no encapricharse con aquel hombre de orbes azules tan hermosas e hipnotizantes como el mar. Cuánta envidia sentía de su prima quien al parecer había encontrado alguien que correspondiera a su amor! Cuánto envidiaba a las flores que tenían al viento y al rocío para acompañarles, mientras que ella tenía un padre ausente que moriría pronto y a unos hermanos con los que no se llevaba bien. Su frustación y su ira llegaron a tal punto que no pudo evitar hablar:

-Como te odio...-dijo en tono bajo mientras miraba al techo y suspiraba- Pero no importa cuanto intente odiarte o borrarte ahí sigues... Eres una plaga también... Un veneno que no puedo dejar de tomar, una luz cegadora a la que no puedo dejar de ver... La estrella lejana que no puedo alcanzar jamás...- Lydia levantó su mano y la puso frente a ella muy alta para luego mirarla fijamente por varios minutos y luego de cansarse de ello decidió bajarla y suspirar otra vez. Ya nada podía hacer. Todo estaba perdido y ciertamente usara las cartas que usaran la partida ya tenía un ganador y no era precisamente ella; sintiéndose aburrida de estar en ese lugar la joven princesa se levantó y se cambió de ropa, ahora llevaba unas mayas puestas y un chitón corto para poderse mover, colgó su arco del hombro y se puso unas botas de cuero para salir del cuarto por la venta que estaba abierta. No importaba qué, pero estaba tratando de que esa noche sus pensamientos se alejaran de él. Sólo por lo que restaba de la noche pondría el esfuerzo en ello así le costara más que cualquier cosa.

Una vez que la joven saltó por la ventana empezó a caminar hasta el bosque de las villas con el fin de entretenerse cazando algo, esperaba eso sí no demorar demasiado para no hacer preocupar nadie.

Off

Ost del momento n.n