Portón Principal

Mientras me encontraba en el jardin principal de palacio no me habia dado cuenta de cuanto tiempo habia pasado ya que habia estado muy ocupada controlando aquellas raices y evitando que en si me mataran en el proceso. Aun tenia aquella intriga acerca de aquella yo oscura que me veia con tanta tranquilidad cuando estuve controlando aquella energia es mas esa yo oscura estuvo ayudandome desde que habia comenzado a liberar esa energia hablandome en susurros que solo ignoraba por que pensaba que eran mi imaginacion, pero al final resulto ser que no eran solo mi imaginacion y que realmente estaba alli dandome su ayuda de manera involuntaria. Era algo muy extraño a decir verdad debido a que nadie ayudaba a alguien asi nada mas sin querer algo a cambio y estaba segura de que esa otra yo buscaba algo mas que solo ayudarme con mis problemas de control de energia, cosa que por suerte habia controlado y me podia dar cuenta de las diferentes energias que habian en el palacio y otras tantas que se sentian a la lejania pero una muy poderosa que podia sentir desde muy lejos la cual se me hacia conocida y al mismo tiempo me traia cierto sentimiento de cercania, como si quisiera que esa misma energia me embargara haciendome sentir sensaciones que jamas podria sentir pero al estar lejos era dificil para mi el solo hecho de pensar en poder estar cerca de esa energia. Al final llegue al porton principal de palacio en donde habian dejado una pequeña mochila con las cosas mas importantes que yo poseia mas en vez de quedarme a esperar a ese tal Artorius decidi el comenzar a irme por mi cuenta mirando seriamente hacia el frente.

- Lo siento por Diva pero esta vez no cumplire sus ordenes puesto que puedo sentir que la energia que la rodea no es comun y podria terminar por traicionarme, asi que mientras aprendo mas de esta energia que tengo viajare un tanto para no aburrirme -murmura mientras caminaba para alejarse de palacio con un nuevo rumbo-

Después de arreglar un par de cosas en mi habitación me dispuse a salir rápidamente del palacio. El tiempo apremiaba si lo que quería era dar rienda suelta a mis planes. De paso, me distraía en algo más que simplemente estar meditando sobre cuestiones políticas. Definitivamente no eran lo mío, a menos claro, que pusieras un poco de violencia y guerra al asunto. Sin embargo, no me dejaba de impresionar el hecho de las similitudes que tenían ciertos aspectos de la guerra con la diplomacia. Incluso, me resultaba hasta cómico que el como vivían los senadores y demás seres públicos la política.

Sirviente!!!.- Exclamé con fuerza desde la entrada al palacio. Al instante, un joven de cabellos grises se acercó y haciendo una reverencia, preguntó:

Señor Octavius, qué necesita?.

Trae mi caballo, ahora. – Respondí de forma indiferente mirándolo bajo el hombro cruzando mis brazos.

Enseguida!

No fueron muchos los segundos que debí esperar para poder recibir mi pedido. Allí estaba mi caballo negro, aquel corcel leal que me había entregado Vergilius al momento de encontrarnos en las tierras bárbaras. Le di una moneda de oro al muchacho y le ordené retirarse, lo cual acató al instante corriendo con una sonrisa por haber recibido dicha propina inesperada. Por mi parte di un par de vueltas alrededor del caballo, observándolo fijamente en todos los ángulos posibles sin agacharme. No cabía dudas que era un equino glorioso; con piernas largas y duras; pelaje bien cuidado; mirada penetrante y postura orgullosa; cubierto además por una montura digna de un emperador. Y por supuesto que para mí no era la excepción.

Lo acaricié suavemente en un costado para luego proceder a montarlo, dando para ello un gran salto que resultaba por lo demás increíble, si considerábamos el hecho de que yo era bastante más alto que una persona común. Respiré tranquilo por supuesto, confiado en mi excelente estado corporal que había ganado producto de la guerra y las condiciones extremas a las cuales fui sometido a lo largo de mi extravío en el norte. Desde luego que no había perdido el tiempo en aquellas tierras, sintiéndome incluso mejor que cuando inicié el camino hacía zonas germánicas.

Vamos a dar un largo paseo, mi amigo, así que espero estés listo.- Le comenté al caballo a la vez que tomaba las riendas del equino, dando un suave tirón para que comprendiera la orden que le estaba dando. Y como lo supuse, no hizo falta hacer más para que el corcel se moviera paulatinamente fuera del palacio. Avanzaba de forma calmada pero sin ser lento, justo lo que yo había deseado que hiciera. No cabían dudas de que se encontraba perfectamente entrenado y acondicionado para aguantar distintos terrenos. Lo podía notar en la forma suave que se desplazaba sin necesitar de dar movimientos exagerados. Agradecí por ello, ya que me venía de maravillas un medio de transporte tan seguro y eficaz como lo era dicho caballo. Especialmente por lo que debía hacer ahora…

A por ello… - Exclamé en voz baja y de forma decisiva, apretando las riendas con fuerza y haciendo que el animal se moviera cada vez más rápido y acelera de forma increíble, dejando mucho polvo con cada galopada que daba a través del camino.

El palacio del César, Emperador de Roma, recuerdo aquellas palabras que hicieron de mi una persona con objetivos, mi vida era solo una vacía crueldad, que nunca saciaba, hasta que entendí algunos valores, que aprendí con solo algunas palabras de Octavius. Cuanto ha pasado, cuanto recorrí también dejando mi pequeña villa, a veces extraño el exquisito olor a rosas, mis preciadas flores como estarán.
Claro no podía llegar tan lejos, a pesar de ser hijo de senadores muertos no creo que me recuerden y menos a alguien que maltrataba a sus sirvientes.
Vi de lejos una hermosa mujer encima de su caballo, de cabellos rubios haciendo algo con sus manos, no se que podría ser pero su belleza infinita, y ese ropaje blanco y brilloso, realmente me llamó la atención, claro que estaba casi tapado, no quería llamar la atención de esas personas lujuriosas, que no entenderían el propòsito de un extranjero en los Portones del Palacio del César, me olvidé que hacía en este lugar de solo ver a esa mujer de cabellos rubios, mejor me acerco y termino con mi tensión, saqué una rosa roja de mi campera blanca, y camine en dirección hacia ella... Que será lo que me espera, estoy muy cerca a ellla, a solo tres pasos de ella...

Mi presencia desconocida, al parecer alertó a la mujer de cabellos rubios, dejó de hacer lo que estaba haciendo con sus delicadas manos, y me preguntó, quien era y que hacía tan temprano por los alrededores. Quedé muy tieso al verla tan de cerca , su ropaje blanco no era un simple ropaje, pero su belleza me atrajó más que su largo vestido, sin embargo mis sentidos me impulsarón a arrodillarme, aún así cubierto todo con una capa negra, destape mi cara y le ofrecí mi rosa roja, mis palabras se ahogaban en mi boca, la verdad quería presentarme, pero no podía. Asi que tome coraje...

-Mi nombre es Beneth, era de la familia de senadores de Roma, pero ahora no lo soy más, vivo en villa Carmesí, y le traigo rosas de allí para deleitarle su bella presencia.

No era necesario tanta presentación, pero así es una de las formas en que lo hago, cuando quiero hacerlo. Para mi un simple romano, le ofrecí mi rosa, que será que me responda?...

En verdad estaba un poco distraído, que momento tan tenso e inseguro para mí, si estuviera delante de un espejo me reiría de mi mismo, mi personalidad no permite estas acciones, creo que estoy siendo alguien que no soy. Pero la persona que tengo delante parecía ser alguien importante del Palacio del César, o por lo menos era alguien de la alta sociedad, no quiero que piense mal, no tengo intenciones amorosas con ella, simplemente es una forma de relacionarme con los demás, ya sea una rosa roja indefensa, o una rosa roja que podría lastimar. Puede parecer muy incómodo pero me encanta tener una rosa para presentarme, en fin no mire directo a sus ojos hasta que se presentó, no pensé que lo haría, y mas con un extraño que tapaba casi todo su cuerpo con una capa negra.
Me dijo que se llamaba Helena y era sirvienta de un señor llamado Fye, y al parecer esperaba su llegada, Fye… Creo que escuche ese nombre, sino recuerdo es una persona importante, muy importante en Roma, mi falta de memoria era a causa de la bella mujer de cabellos rubios. También me dijo que era de Villa Mellitus, y en ese momento tomó mi rosa, realmente esperaba a alguien hace tiempo o mi presencia la molestaba, la verdad creo que no lo sabría, después de un suspiro que dio luego de tomar la rosa. También preguntó el motivo de mi presencia cubierta.
Destape completamente la cara de la capucha de la capa, y al mismo tiempo me levante para explicarle, el motivo.

-Discúlpeme señorita Helena por mi extravagante presentación, no quiero asustarla, y el echo que yo esté cubierto es que no quería que la gente me reconozca, hace años cuando vivía con mis padres, no era muy bueno con ellos, y al ser hijo de senadores la gente me reconocía al instante además muchos de mis sirvientes, bueno digamos que no los trataba muy bien.

Realmente pasó mucho tiempo y quizás esa gente ya no me recuerde, aparte han pasado muchos años, y mi aspecto cambió. Tomé mi capa, y me la saqué de encima, a parte ya no soy la misma persona de antes, ahora tengo objetivos y solo lastimaré a alguien que realmente se lo merezca o interfiera en mi camino.

-Aunque el pasado es el pasado y quedó ahí, no se preocupe señorita Helena no vine a darle ningún tipo de amenaza, ya no soy más esa persona, simplemente estoy recorriendo el lugar, digamos que estoy emprendiendo un largo viaje por Roma, y sus alrededores, mi entrenamiento depende de la experiencia que gane conociendo y relacionándome con las personas, y los lugares que recorra, viví toda mi vida sobre todo, y la verdad quiero aprender a vivir como un verdadero hombre y que nada mejor que viajando, a padeciendo de la misma naturaleza, no traigo casi nada de dinero pero no lo necesito. La verdad que su presencia me llamó la atención, amo mucho la belleza y usted asimila mucho a las hermosas rosa.

Pero el hecho de que yo estuviese en los Portones del César, seguro no cerraría completamente mi presencia en este lugar tan majestuoso y organizado militarmente.

-Vine aquí porque realmente, siempre fui un desagradecido la verdad no vine por una audiencia con el señor de Roma, sino que este lugar me recuerda a mis padres, aunque trabajasen en el Senado, no quería ir a ese lugar, de alguna forma vine a disculparme con mis padres y seguir con mi viaje, al llegar a este lugar lo primero que distinguí de las demás personas era a usted, espero que mi extensa explicación no sea un aburrido discurso y piense que intento pretender algo con una señorita tan hermosa como usted, yo un simple romano. Mientras más personas conozca y saqué de ellas experiencia de la vida, me servirá mucho.

Al parecer no estaba haciendo el ridículo en frente de la señorita, sirvienta del señor Fye, parece que no interrumpía su tiempo con mis palabrerías de mi actual situación incluso me invito a enseñarme a hacer lo que hacia con sus manos, un atrapasueños, que complicado objeto, jamás pensé que lo diría.

-La verdad sería un honor que me enseñara algo, estoy seguro que este atrapasueños es para el señor Fye, dígame señorita Helena parece que espera con ansías su llegada, el señor Fye ha de ser alguien muy importante para usted… además seria muy lindo tener un adorno para mi casa, quiero hacer uno para tenerlo de recuerdo.

Un atrapasueños, quedaría bien en mi casa, en mi habitación sería un lindo adorno, como estará mi sirviente, espero que mis esclavos hagan lo que les dejé encomendado, igual no tienen otra opción mas que obedecerme, ya saben el peligro que corren si intentan escapar, igual antes de irme parecían complacidos con el bello lugar que les dejé para que vivieran, estoy seguro que no habría problemas. En fin que bueno que traje mi mochila, para guardar cosas, sería bueno tener recuerdos de mi viaje.

Tras haber salido de la posada Gradisca, Dandy caminó sin rumbo fijo durante varis días, a pesar de todo sabía que debía dirigirse a Roma.

Roma era una ciudad muy extensa, villas, coliseos, parques, grandes mercados, baños publicos y una larga lista de lugares que podían ser visitados, Dandy, en su caminar errante distinguió a lo lejos el Palacio del Cesar, sabía que el señor Fye se encontraba en ese lugar pues debido a su condición, debía visitar muy seguido el Palacio.

Con su caminar aprendido en el ejército romano, Dandy avanzó lenta y seguramente. En la entrada habían dos personas, un hombre y una mujer. Cerca de ellos habían tambien dos caballos de gran blancura. Dandy pudo observarlos bien a la distancia, ella tenía el cabello rubio, un cabello precioso por cierto que caía hasta su cintura, cabello que servía de marco a un rostro fino de agradables facciones. Era esbelta y delgada y se movía con mucha naturalidad.
El era rubio también, solo que su cabello era bastante corto. A pesar de que su cuerpo se miraba un tanto débil, Dandy tenía experiencia en ver las habilidades de los hombres, y él mismo no era un gran atleta; pero si sabía luchar y defenderse de la mejor manera.

Cuando estaba ya muy cerca de ellos; Dandy dijo:

-Buen día Caballero y Señorita.

Y tendiéndole la mano al joven muchacho dijo: -Mucho gusto, mi nombre es Dandy y soy Romano.-

-Señorita, es un honor conocerla- Dijo Dandy mientras besaba la mano de la chica.

-Disculpen que los moleste, yo quisiera saber si el señor Fye se encuentra aquí en el palacio del Cesar.-

La chica le dijo que en ese momento, el señor Fye se encontraba dentro del palacio y que pronto iba a salir. Así que Dandy decidió platicar un poco con ellos mientras esperaban.

-Y cuáles son sus nombres?- Preguntó cortesmente.

El día parecía que no iba a terminar, me sentía agusto teniendo mi charla con Helena, cuanto ha pasado que no hablaba con una mujer, bueno... gentilmente. De repente presiento que alguien se acerca un hombre de pelo largo color castaño, y al parecer un guerrero, me di cuenta enseguida ya que yo tambien lo era, y se diferenciarlos ya que en Esparta me enseñaron a diferenciarlos, o al menos era lo que aparenteba con su forma de caminar. Otra cosa que me había olvidado que la dama con la que había estado manteniendo una amena conversación no era una simple dama, tambien podía ver en ella algo similar, pero su belleza no me dejaba ver eso.
En fín el muchacho desconocido, se presentó ante nosotros dos, su nombre era Dandy, al parecer un romano viajero igual que yo, se me acercó y me dio un apretón de manos, la verdad no veía ninguna amenza en él, sino no lo hubiese dejado siquiera acercarme.
Preguntaba por la misma persona que Helena esperaba en el Portón Principa, luego preguntó por nuestros nombres.

-Soy Beneth, al parecer no es de aquí, ¿ha estado viajando?.