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[Welheim] - Portón
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[Welheim] - Portón
De nueva cuenta el tiempo parecía seguir corriendo o mejor dicho, volando.
Por un lado el entrenamiento formal del avatar de Anfitrite para usar una simple arma, en su caso la espada, había ido de mil maravillas. Después de lo que eran sesiones de patadas, cortadas e golpes continuados ya la mujer parecía acostumbrada a soportar el dolor y el paso de un oponente. Ya Sokaro ni tenía que esforzarse por no cortarla en dos…tenía que concedérselo, aprendía rápido.
En la otra parte de la ecuación estaban las “hijas” de Anfitrite, Kaia y Ameri quienes…no eran demasiado buenas para pelear. De hecho, el mismo General se los había dicho al tercer día de entrenamiento: “no son más que relleno”. Teniéndose que resignar a esa realidad, la diosa marina les había hecho confeccionar dos trajes especiales que al final, reforzó con su propio cosmos. No era algo ni remotamente cercano a la fortaleza de las Escamas, pero por lo menos dejaban de molestar.
Siguiendo la línea de todo al pie de la letra, los días se fueron como la arena al viento.
Vamos, moviendo todo. Dijo el General con voz tosca y gruñona, caminando por detrás de varios criados que llevaban en sus brazos mudas de ropa perfectamente dobladas, cuyo destino era acabar guardados en un carruaje que los esperaba a la salida principal de Welheim.
Después de una larga espera y preparación Anfitrite había declarado la noche anterior que partirían a la Atlántida. Con el sarcófago estando “listo” y el carruaje construido, no tenían sino que estar una tarde más metiendo todo lo necesario para viajar cómodos.
Lo más ridículo terminó siendo la última indicación de la diosa marina: el General debía ir bien vestido, contrario a lo que normalmente ostentaba…y eso no le había hecho gracia, de ninguna forma; solo por eso se encontraba camino a las recámaras de la emperatriz, luciendo su nuevo traje negro ceñido al cuerpo así como su cara libre de la máscara que ya era normal en él.
Entrando sin tocar y observando a su jefa, Sokaro ladeó ligeramente la cabeza y preguntó:
¿Suficiente clase para ti?
Por un lado el entrenamiento formal del avatar de Anfitrite para usar una simple arma, en su caso la espada, había ido de mil maravillas. Después de lo que eran sesiones de patadas, cortadas e golpes continuados ya la mujer parecía acostumbrada a soportar el dolor y el paso de un oponente. Ya Sokaro ni tenía que esforzarse por no cortarla en dos…tenía que concedérselo, aprendía rápido.
En la otra parte de la ecuación estaban las “hijas” de Anfitrite, Kaia y Ameri quienes…no eran demasiado buenas para pelear. De hecho, el mismo General se los había dicho al tercer día de entrenamiento: “no son más que relleno”. Teniéndose que resignar a esa realidad, la diosa marina les había hecho confeccionar dos trajes especiales que al final, reforzó con su propio cosmos. No era algo ni remotamente cercano a la fortaleza de las Escamas, pero por lo menos dejaban de molestar.
Siguiendo la línea de todo al pie de la letra, los días se fueron como la arena al viento.
Vamos, moviendo todo. Dijo el General con voz tosca y gruñona, caminando por detrás de varios criados que llevaban en sus brazos mudas de ropa perfectamente dobladas, cuyo destino era acabar guardados en un carruaje que los esperaba a la salida principal de Welheim.
Después de una larga espera y preparación Anfitrite había declarado la noche anterior que partirían a la Atlántida. Con el sarcófago estando “listo” y el carruaje construido, no tenían sino que estar una tarde más metiendo todo lo necesario para viajar cómodos.
Lo más ridículo terminó siendo la última indicación de la diosa marina: el General debía ir bien vestido, contrario a lo que normalmente ostentaba…y eso no le había hecho gracia, de ninguna forma; solo por eso se encontraba camino a las recámaras de la emperatriz, luciendo su nuevo traje negro ceñido al cuerpo así como su cara libre de la máscara que ya era normal en él.
Entrando sin tocar y observando a su jefa, Sokaro ladeó ligeramente la cabeza y preguntó:
¿Suficiente clase para ti?
Sokaro- General Marino
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Re: [Welheim] - Portón
Todo marchaba sin contratiempo alguno, los días transcurrían entre los entrenamientos tanto entre Sokaro y yo, como entre él y las que había adoptado como mis hijas. Los sirvientes y demás Anfinianos siguiendo al pie de la letra todas mis indicaciones como las del General de Lymnades con respecto a los preparativos de nuestro viaje a Atlantis.
Al cabo de los días había podido perfeccionar el control de mi cosmos en especial del control de aquella improvisada técnica que días atrás había realizado de manera sorpresiva e improvisada, mi habilidad con las espadas y del tridente era sin igual, Sokaro se encontraba satisfecho con mi desempeño y obviamente yo muy complacida con lo que podía hacer. Las dos enanas mostraron ser personal más de adorno, sobre todo Ameri, Kaia mostraba una fuerza más inquietante pero de igual manera no sería de mucho contrapeso en caso de una eventual lucha.
El día estaba cerca, todo hecho, el sarcófago resguardado y bien protegido, los enseres demás requerimientos que habíamos solicitado para llevar y usar tanto en el viaje como nuestra instancia en la Atlántida. Era la tarde del día destinado para la partida, en mis aposentos siendo vestida por las damiselas del complejo, el océano se escuchaba agitado, sus aguas golpeaban con fuerzas las rocas y al arribar a la arena, parecía estar diciendo: "Estamos contigo nuestra Reina" Me gustaba aquel sonido dejándome llevar por él, permaneciendo en la absoluta calma, de pronto ingresando a la habitación y con su tono tan peculiar de voz entraba Sokaro vistiendo ropas nuevas, haciéndole juego con sus "anteojos" negros diciendo: "¿Suficiente clase para ti?" girándome para verlo por completo, aún permaneciendo como un maniquí para aquellas damiselas que me vestían dije: - HAHAHAHAHAHAHAHAHAHA yo añadiría otros detalles más pero así está bien... ahora si pareces un Marino, dejaste tu lado romano de una vez por todas! Terminando aquellas mujeres de vestirme, dirigiendome al lecho y tomando asiento, mirando detenidamente a Sokaro e interviniendo nuevamente: - ¿Está todo listo? ..... hice una pausa mientras cruzaba mis piernas para volver a intervenir una vez más: - ¿Estás listo para el viaje de nuestras vidas HAHAHAHAHAHAHHAHAHAHAHAHAHAHAHAHA? Carcajeándome de placer.
Al cabo de los días había podido perfeccionar el control de mi cosmos en especial del control de aquella improvisada técnica que días atrás había realizado de manera sorpresiva e improvisada, mi habilidad con las espadas y del tridente era sin igual, Sokaro se encontraba satisfecho con mi desempeño y obviamente yo muy complacida con lo que podía hacer. Las dos enanas mostraron ser personal más de adorno, sobre todo Ameri, Kaia mostraba una fuerza más inquietante pero de igual manera no sería de mucho contrapeso en caso de una eventual lucha.
El día estaba cerca, todo hecho, el sarcófago resguardado y bien protegido, los enseres demás requerimientos que habíamos solicitado para llevar y usar tanto en el viaje como nuestra instancia en la Atlántida. Era la tarde del día destinado para la partida, en mis aposentos siendo vestida por las damiselas del complejo, el océano se escuchaba agitado, sus aguas golpeaban con fuerzas las rocas y al arribar a la arena, parecía estar diciendo: "Estamos contigo nuestra Reina" Me gustaba aquel sonido dejándome llevar por él, permaneciendo en la absoluta calma, de pronto ingresando a la habitación y con su tono tan peculiar de voz entraba Sokaro vistiendo ropas nuevas, haciéndole juego con sus "anteojos" negros diciendo: "¿Suficiente clase para ti?" girándome para verlo por completo, aún permaneciendo como un maniquí para aquellas damiselas que me vestían dije: - HAHAHAHAHAHAHAHAHAHA yo añadiría otros detalles más pero así está bien... ahora si pareces un Marino, dejaste tu lado romano de una vez por todas! Terminando aquellas mujeres de vestirme, dirigiendome al lecho y tomando asiento, mirando detenidamente a Sokaro e interviniendo nuevamente: - ¿Está todo listo? ..... hice una pausa mientras cruzaba mis piernas para volver a intervenir una vez más: - ¿Estás listo para el viaje de nuestras vidas HAHAHAHAHAHAHHAHAHAHAHAHAHAHAHAHA? Carcajeándome de placer.
Ambrose- Dios/a
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Re: [Welheim] - Portón
HAHAHAHAHAHAHAHAHAHA yo añadiría otros detalles más pero así está bien... ahora si pareces un Marino, dejaste tu lado romano de una vez por todas!
Curioso que digas eso. Mi familia es originaria de Germania…eso no quita que tienes la razón. Dijo Sokaro con sorna avanzando en dirección a Anfitrite con una sonrisa socarrona adornando su rostro. La diosa estaba en lo correcto: comparado a su traje como General Romano, aquel atuendo era de lejos más práctico. Ceñido al cuerpo sin molestar cualquiera de sus movimientos, el color negro lo hacía ver un poco menos “robusto”. Las mangas le llegaban a los antebrazos y cubriendo sus manos había un par de guantes del mismo tono a los que curiosamente ya se había acostumbrado, por otro lado sus piernas se sentían libres y caminar con las suelas de esas sandalias completas era como hacerlo sobre nubes.
No podía negarlo, los Anfinianos sabían lo que hacían en cuanto a confección se trataba.
Y eso último lo dices como si lo de la Isla no hubiera sido lo más asqueroso de mi vida. Dudo que la Atlántida esté llena de locura y niebla mental…¿o si? Preguntó el General mirando de cerca de su jefa, esperando alguna respuesta mientras mantenía sus dos brazos posados sobre la cintura. Por otro lado, las costureras tan solo se inclinaron mostrando respeto antes de salir. Después de algún tiempo, volvían a encontrarse completamente solos. En todo caso…¿lista para un posible encuentro con tu maridito?
Curioso que digas eso. Mi familia es originaria de Germania…eso no quita que tienes la razón. Dijo Sokaro con sorna avanzando en dirección a Anfitrite con una sonrisa socarrona adornando su rostro. La diosa estaba en lo correcto: comparado a su traje como General Romano, aquel atuendo era de lejos más práctico. Ceñido al cuerpo sin molestar cualquiera de sus movimientos, el color negro lo hacía ver un poco menos “robusto”. Las mangas le llegaban a los antebrazos y cubriendo sus manos había un par de guantes del mismo tono a los que curiosamente ya se había acostumbrado, por otro lado sus piernas se sentían libres y caminar con las suelas de esas sandalias completas era como hacerlo sobre nubes.
No podía negarlo, los Anfinianos sabían lo que hacían en cuanto a confección se trataba.
Y eso último lo dices como si lo de la Isla no hubiera sido lo más asqueroso de mi vida. Dudo que la Atlántida esté llena de locura y niebla mental…¿o si? Preguntó el General mirando de cerca de su jefa, esperando alguna respuesta mientras mantenía sus dos brazos posados sobre la cintura. Por otro lado, las costureras tan solo se inclinaron mostrando respeto antes de salir. Después de algún tiempo, volvían a encontrarse completamente solos. En todo caso…¿lista para un posible encuentro con tu maridito?
Sokaro- General Marino
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Re: [Welheim] - Portón
Sokaro así pareciera un tanto tosco y brusco en la forma de decir y actuar, mostraba que estaba más que encantado y a gusto con las prendas que portaba, evidenciándose en los movimientos que hacia y el mismo porte que adoptaba. No había tardado en hablar y fue bastante particular lo que dijo: "Y eso último lo dices como si lo de la Isla no hubiera sido lo más asqueroso de mi vida. Dudo que la Atlántida esté llena de locura y niebla mental…¿o si?" Adoptando una actitud más seria y rememorando el pasado dije: - Si sigue tal cual la dejé la última vez que la vi... no encontrarás nada en ella más que polvo y ruinas.
Me levanté de la cama y caminando en dirección al gran ventanal que daba hacía el exterior mientras lo hacía esbocé: - Sabías que si no hubiera sido por tu Emperador en la era pasada, Uds. bueno, no sé si las Escamas entren a formar parte o tengan lazos con los Atlantes, no estarían ahora mismo.... aquí. Tomando una de las cortinas con delicadeza y viendo a través de ellas el agite que había afuera, hablando sin dejar de ver lo que pasaba en el exterior dije: - Los humanos sienten placer al fornicar entre Uds., algo bien aprendido por nosotros los dioses... Los dioses sienten el placer al mostrar su poder... Mi placer radica en convertir todos sus sueños en cenizas. Girándome y con tono muy divertido retomé: - Y eso mismo le pasó a la Atlántida ... JAJAJAJAJAJAAJJAJAJAJAJAJAJA.
Caminando hacia la puerta, pasando junto por el lado de Sokaro, tocando su hombro susurré: - Vamos General Lymnades... es nuestra última noche en Welheim. Retomando la marcha y saliendo de la habitación con aire imponente y decidido.
Me levanté de la cama y caminando en dirección al gran ventanal que daba hacía el exterior mientras lo hacía esbocé: - Sabías que si no hubiera sido por tu Emperador en la era pasada, Uds. bueno, no sé si las Escamas entren a formar parte o tengan lazos con los Atlantes, no estarían ahora mismo.... aquí. Tomando una de las cortinas con delicadeza y viendo a través de ellas el agite que había afuera, hablando sin dejar de ver lo que pasaba en el exterior dije: - Los humanos sienten placer al fornicar entre Uds., algo bien aprendido por nosotros los dioses... Los dioses sienten el placer al mostrar su poder... Mi placer radica en convertir todos sus sueños en cenizas. Girándome y con tono muy divertido retomé: - Y eso mismo le pasó a la Atlántida ... JAJAJAJAJAJAAJJAJAJAJAJAJAJA.
Caminando hacia la puerta, pasando junto por el lado de Sokaro, tocando su hombro susurré: - Vamos General Lymnades... es nuestra última noche en Welheim. Retomando la marcha y saliendo de la habitación con aire imponente y decidido.
Ambrose- Dios/a
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Re: [Welheim] - Portón
Los humanos sienten placer al fornicar entre Uds., algo bien aprendido por nosotros los dioses... Los dioses sienten el placer al mostrar su poder... Mi placer radica en convertir todos sus sueños es cenizas. Y eso mismo le pasó a la Atlántida ... JAJAJAJAJAJAAJJAJAJAJAJAJAJA. Dijo Anfitrite con una carcajada que nadie más podría reproducir, aún en su más desquiciados sueños e intentos. Simplemente…era única. Y con ello, un simple mensaje llegaba al cerebro del General de Lymnades…
Así que hundiste un continente entero, ¿eh? Menuda actitud. Bueno, después de verte destruir la isla donde te encerró Poseidón no debería extrañarme. Dijo el militar, siguiendo de cerca a la diosa marina, ambos avanzando a través de los pasillos de Welheim, considerada la tierra sagrada por los Anfinianos.
Última noche…y eso no era tan solo para ellos dos, sino que la regla se aplicaba para todos los demás: una de las tantas tardes en que se encontraban comiendo, Anfitrite se había pronunciado ante todos los habitantes del complejo para anunciar que ya no les quedaba mucho tiempo en esa isla particular.
¿La razón? Originalmente Welheim era una pieza de la Atlántida misma, separada por Poseidón como uno de los regalos de boda dados para su reina quien de precaución la había “escondido” en un territorio indeterminado de los océanos. Y como tal, su aparición en el Mediterráneo había sido esporádica y temporal…el poder que mantenía Anfitrite sobre la isla la hacía habitable pero ya el tiempo se agotaba. Una vez la diosa pusiera un pie sobre Atlantis, Welheim volvería a su “encierro”…aunque por supuesto, ya había ideado algo para que los Anfinianos se trasladaran a un sitio totalmente diferente y por demás, conectado con el resto del mundo.
Supongo que ahora tocará hacer pasarlos a todos por las Puertas ¿no? Ser los últimos en irnos…que dramático. Suena a una mala obra de teatro. Murmuró Sokaro justo cuando ambos hubieron llegado al patio principal, aquel donde se encontraban todos los habitantes del complejo esperando el momento en que su reina los llevara a su último emplazamiento. Hora de actuar, emperatriz.
Así que hundiste un continente entero, ¿eh? Menuda actitud. Bueno, después de verte destruir la isla donde te encerró Poseidón no debería extrañarme. Dijo el militar, siguiendo de cerca a la diosa marina, ambos avanzando a través de los pasillos de Welheim, considerada la tierra sagrada por los Anfinianos.
Última noche…y eso no era tan solo para ellos dos, sino que la regla se aplicaba para todos los demás: una de las tantas tardes en que se encontraban comiendo, Anfitrite se había pronunciado ante todos los habitantes del complejo para anunciar que ya no les quedaba mucho tiempo en esa isla particular.
¿La razón? Originalmente Welheim era una pieza de la Atlántida misma, separada por Poseidón como uno de los regalos de boda dados para su reina quien de precaución la había “escondido” en un territorio indeterminado de los océanos. Y como tal, su aparición en el Mediterráneo había sido esporádica y temporal…el poder que mantenía Anfitrite sobre la isla la hacía habitable pero ya el tiempo se agotaba. Una vez la diosa pusiera un pie sobre Atlantis, Welheim volvería a su “encierro”…aunque por supuesto, ya había ideado algo para que los Anfinianos se trasladaran a un sitio totalmente diferente y por demás, conectado con el resto del mundo.
Supongo que ahora tocará hacer pasarlos a todos por las Puertas ¿no? Ser los últimos en irnos…que dramático. Suena a una mala obra de teatro. Murmuró Sokaro justo cuando ambos hubieron llegado al patio principal, aquel donde se encontraban todos los habitantes del complejo esperando el momento en que su reina los llevara a su último emplazamiento. Hora de actuar, emperatriz.
Sokaro- General Marino
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Re: [Welheim] - Portón
"Así que hundiste un continente entero, ¿eh? Menuda actitud. Bueno, después de verte destruir la isla donde te encerró Poseidón no debería extrañarme." Dijo Sokaro mientras atravesabamos los pasillos que nos conducían al patio principal donde todos estaban reunidos. Sonreí ante sus palabras y en tono dulce repondí: - Tú lo has dicho!!! casi tornandose jocoso.
Una vez en el patio, todos mostrando su felicidad, conversando, comiendo, bebiendo y cantando, los miraba a detalle, observando sus acciones, era curioso eran descendientes de lo que tanto había odiado pero aún así los sentía mi propio pueblo.
En ese instante se acercó un poco más Sokaro y me decía casi sonando como un susurro: "Supongo que ahora tocará hacer pasarlos a todos por las Puertas ¿no? Ser los últimos en irnos…que dramático. Suena a una mala obra de teatro." esbozando una sonrisa por lo bajo para musitar: - Bien lo has dicho, seremos los últimos .... pero se dice que lo mejor siempre se sirve de último.
El tiempo pasó sin mucha novedad, el festín de despedida del complejo Welheim transcurría agradablemente. Todos comíamos y bebíamos. Levanté mi copa y todos me miraron, lentamente el patio se fue quedando en silencio y al conseguirlo expresé: - Por Uds. Anfinianos... que los mares los provean, los protejan y los cuiden de ahora en adelante. Moviendo la copa en el aire dejando caer un poco de vino, toda la muchedumbre se agitó en júbilo, chocando sus copas y celebrando mis palabras. Euforias por su Emperatriz se escucharon los minutos siguientes, tomé asiento, bebiendo de mi copa un par de sorbos, despegando el recipiente metálico de mis labios y dejándolo a escasos unos milímetros de ellos, mirando a la multitud viéndolos tan rebosantes, tan llenos de vida y alegría, murmurando para Sokaro: - Que pueblo tan simpático... al menos no resultaron tan inútiles como pensé.... Volviendo a beber un sorbo más, en esas Sokaro esboza: "Hora de actuar, emperatriz." Levantándome, dejando la copa sobre la mesa y elevando mi cosmos, de manera "histriónica" levantaba mis brazos a medida que del centro del patio emergía una gran puerta de obsidiana con decoraciones en coral, moviendo mis manos Caladbolg la versión corrupta que portaba, usándola como llave y abriendo ante los ojos de todos "Puertas de la Atlántida". Las grandes puertas se abrieron, sonriendo con picardía, con un brillo inusual en mis ojos y hablando por lo bajo dije: - Qué empiece la función!!! Dejando y sintiendo el aire que contenía aquellas puertas de expandieran por cada rincón y espacio de aquel gran patio.
Los Anfinianos ya sabían que hacer y como debían hacerlo, terminaron de celebrar y disfrutar de la velada, era curioso parecía que dentro de las puertas se filtrara un cántico, como si les estuvieran dando la bienvenida. El tiempo transcurrió y las indicaciones se hicieron la pie de la letra, un primer grupo compuesto por los hombres cruzaría primero con la intención de ver, explorar y "adecuar" el nuevo territorio, un segundo grupo compuesto por los niños, mujeres y ancianos que eran los más lentos por lo cual les dejaría a los varones suficiente tiempo para acondicionar la llegada del resto del pueblo. Me levanté de la mesa, no tenía intenciones de ver como cada uno de ellos caminaba en dirección a la puerta y se embarcaban a lo desconocido, por lo menos ellos tenían la seguridad que los enviaría a un buen lugar, en el momento en que toque suelo Atlante, el Complejo Welheim pasaría a la historia, y ellos merecían por lo menos continuar con sus vidas.
Fui al Altar de Sacrificios, ya era bastante entrada la noche, era nuestra última noche en aquel lugar, atravesé las barreras que resguardaban aquel féretro y poniéndome a su lado comencé a acariciarlo, delicadamente, de un lado a otro mostrándole cariño, evidenciándose mis afectos, tan solo murmuré: - Pronto... muy pronto....HAHAHAHAHHAHAHAHAHAHA Carcajeándome y apoyando mi cabeza en uno de los costados del ataúd.
Una vez en el patio, todos mostrando su felicidad, conversando, comiendo, bebiendo y cantando, los miraba a detalle, observando sus acciones, era curioso eran descendientes de lo que tanto había odiado pero aún así los sentía mi propio pueblo.
En ese instante se acercó un poco más Sokaro y me decía casi sonando como un susurro: "Supongo que ahora tocará hacer pasarlos a todos por las Puertas ¿no? Ser los últimos en irnos…que dramático. Suena a una mala obra de teatro." esbozando una sonrisa por lo bajo para musitar: - Bien lo has dicho, seremos los últimos .... pero se dice que lo mejor siempre se sirve de último.
El tiempo pasó sin mucha novedad, el festín de despedida del complejo Welheim transcurría agradablemente. Todos comíamos y bebíamos. Levanté mi copa y todos me miraron, lentamente el patio se fue quedando en silencio y al conseguirlo expresé: - Por Uds. Anfinianos... que los mares los provean, los protejan y los cuiden de ahora en adelante. Moviendo la copa en el aire dejando caer un poco de vino, toda la muchedumbre se agitó en júbilo, chocando sus copas y celebrando mis palabras. Euforias por su Emperatriz se escucharon los minutos siguientes, tomé asiento, bebiendo de mi copa un par de sorbos, despegando el recipiente metálico de mis labios y dejándolo a escasos unos milímetros de ellos, mirando a la multitud viéndolos tan rebosantes, tan llenos de vida y alegría, murmurando para Sokaro: - Que pueblo tan simpático... al menos no resultaron tan inútiles como pensé.... Volviendo a beber un sorbo más, en esas Sokaro esboza: "Hora de actuar, emperatriz." Levantándome, dejando la copa sobre la mesa y elevando mi cosmos, de manera "histriónica" levantaba mis brazos a medida que del centro del patio emergía una gran puerta de obsidiana con decoraciones en coral, moviendo mis manos Caladbolg la versión corrupta que portaba, usándola como llave y abriendo ante los ojos de todos "Puertas de la Atlántida". Las grandes puertas se abrieron, sonriendo con picardía, con un brillo inusual en mis ojos y hablando por lo bajo dije: - Qué empiece la función!!! Dejando y sintiendo el aire que contenía aquellas puertas de expandieran por cada rincón y espacio de aquel gran patio.
Los Anfinianos ya sabían que hacer y como debían hacerlo, terminaron de celebrar y disfrutar de la velada, era curioso parecía que dentro de las puertas se filtrara un cántico, como si les estuvieran dando la bienvenida. El tiempo transcurrió y las indicaciones se hicieron la pie de la letra, un primer grupo compuesto por los hombres cruzaría primero con la intención de ver, explorar y "adecuar" el nuevo territorio, un segundo grupo compuesto por los niños, mujeres y ancianos que eran los más lentos por lo cual les dejaría a los varones suficiente tiempo para acondicionar la llegada del resto del pueblo. Me levanté de la mesa, no tenía intenciones de ver como cada uno de ellos caminaba en dirección a la puerta y se embarcaban a lo desconocido, por lo menos ellos tenían la seguridad que los enviaría a un buen lugar, en el momento en que toque suelo Atlante, el Complejo Welheim pasaría a la historia, y ellos merecían por lo menos continuar con sus vidas.
Fui al Altar de Sacrificios, ya era bastante entrada la noche, era nuestra última noche en aquel lugar, atravesé las barreras que resguardaban aquel féretro y poniéndome a su lado comencé a acariciarlo, delicadamente, de un lado a otro mostrándole cariño, evidenciándose mis afectos, tan solo murmuré: - Pronto... muy pronto....HAHAHAHAHHAHAHAHAHAHA Carcajeándome y apoyando mi cabeza en uno de los costados del ataúd.
Ambrose- Dios/a
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Re: [Welheim] - Portón
Después de un tiempo de espera...ya todo estaba dicho y hecho.
Los Anfinianos se habían marchado a su nueva tierra, ubicada en una península otorgada por la diosa de los mares y bendecida con la prosperidad del océano mientras que Sokaro y Ambrose se quedaban rezagados en Welheim junto a las dos inútiles de Kaia y Ameri.
Mientras la diosa marina iba a revisar el estado de su sarcófago, que se quedaría ahí como medida de “seguridad”, los otros tres tan solo se dirigieron a la entrada del complejo para preparar el carruaje construido por los ex-habitantes de la isla.
El vehículo, que era gigantesco para los estándares de los carruajes comunes y corrientes utilizados por los humanos solo se podía definir con una palabra: magnífico. Con paredes hechas de madera pulida y pintadas de negro ébano, uniones preciosas en dorado metálico y acabados de blanco azulado, la cabina principal estaba hecha para la realeza misma, ni más ni menos, con un tamaño comparable al de una sala de estar pequeña.
El interior, que estaba más amoblado que cualquier habitación de Welheim había sido acondicionada especialmente para la diosa marina y sus dos damas de compañía, mientras que Sokaro actuaría como el conductor, sentado en el asiento exterior.
Lo particular de todo eso era que no usarían caballos, sino hipocampos invocados por la divinidad. La idea era (según Ambrose) viajar con la mejor clase posible y por tanto, sus descendientes mitológicos debían hacer el parte.
Lymnades no se había opuesto.
Abriendo la puerta, Kaia simplemente se introducía en el vehículo seguida por Ameri dejando abierto el acceso para que Anfitrite subiera después.
Posándose en su asiento, Sokaro esperó…
Y... En ese instante sintió como el carruaje se movía y la puerta se cerraba: había llegado el momento definitivo. Era el momento de salir de Welheim. Anfitrite…¡canta! Exclamó Sokaro levantando ambos brazos y dando un simple golpe con las riendas, provocando que los hipocampos relincharan y se preparan para lo que se venía…
Siguiendo un ligero temblor, las Puertas de la Atlántida se abrieron de par en par frente a ellos mientras que el rumor del mar acompañaba a la canción de la diosa. Sin más, el carruaje comenzaba su marcha.
Atlantis los esperaba.
Los Anfinianos se habían marchado a su nueva tierra, ubicada en una península otorgada por la diosa de los mares y bendecida con la prosperidad del océano mientras que Sokaro y Ambrose se quedaban rezagados en Welheim junto a las dos inútiles de Kaia y Ameri.
Mientras la diosa marina iba a revisar el estado de su sarcófago, que se quedaría ahí como medida de “seguridad”, los otros tres tan solo se dirigieron a la entrada del complejo para preparar el carruaje construido por los ex-habitantes de la isla.
El vehículo, que era gigantesco para los estándares de los carruajes comunes y corrientes utilizados por los humanos solo se podía definir con una palabra: magnífico. Con paredes hechas de madera pulida y pintadas de negro ébano, uniones preciosas en dorado metálico y acabados de blanco azulado, la cabina principal estaba hecha para la realeza misma, ni más ni menos, con un tamaño comparable al de una sala de estar pequeña.
El interior, que estaba más amoblado que cualquier habitación de Welheim había sido acondicionada especialmente para la diosa marina y sus dos damas de compañía, mientras que Sokaro actuaría como el conductor, sentado en el asiento exterior.
Lo particular de todo eso era que no usarían caballos, sino hipocampos invocados por la divinidad. La idea era (según Ambrose) viajar con la mejor clase posible y por tanto, sus descendientes mitológicos debían hacer el parte.
Lymnades no se había opuesto.
Abriendo la puerta, Kaia simplemente se introducía en el vehículo seguida por Ameri dejando abierto el acceso para que Anfitrite subiera después.
Posándose en su asiento, Sokaro esperó…
Y... En ese instante sintió como el carruaje se movía y la puerta se cerraba: había llegado el momento definitivo. Era el momento de salir de Welheim. Anfitrite…¡canta! Exclamó Sokaro levantando ambos brazos y dando un simple golpe con las riendas, provocando que los hipocampos relincharan y se preparan para lo que se venía…
Siguiendo un ligero temblor, las Puertas de la Atlántida se abrieron de par en par frente a ellos mientras que el rumor del mar acompañaba a la canción de la diosa. Sin más, el carruaje comenzaba su marcha.
Atlantis los esperaba.
Sokaro- General Marino
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Re: [Welheim] - Portón
Todo estaba literalmente.... hecho.
Las puertas tras el paso del segundo grupo se cerraron escuchándose un gran "click" en todo el complejo. La soledad se notaba en los corredores y pasillos de Welheim, tan solo quedábamos nosotros: Kaia, Ameri, Sokaro y yo.
Todos habían salido al portón del gran edificio, el carruaje esperaba, Kaia y Ameri dentro esperando, Sokaro adelante con las amarras en sus manos esperando... tan solo faltaba yo y mi objeto preciado. Reventando las cuerdas y pilares de obsidiana, elevando mi cosmos y haciendo que la mortaja que cubría el sarcófago brillara con intensidad, haciendo que se levantara del altar y se dirigiera a la parte trasera del carruaje. Un altar perfectamente elaborado en el interior, llevado a pequeña escala el existente en Welheim se encontraba adentro de coche. Pilares de obsidiana y delgadas cuerdas de fino oro, formaba una malla divisoria entre nosotros y el féretro, bien ubicado y todo puesto en su lugar, me concentré en invocar a nueva cuenta las Puertas de la Atlántida las cuales aparecieron antes los presentes. Los hipocampos se agitaron al ver como lentamente aquellas puertas se abrian, era curioso esta vez al abrirse emanaciones de agua se desplegaban, haciendo que los "caballitos de mar" se sintieran más cómodos. No hubo cántico que se filtrara desde el interior de las puertas, el cántico era producido por mi que comenzaba a entonar mi balada característica como Soberana y Reina de las ninfas marinas. Abordando el carruaje y cerrando la puerta posteriormente, acomodando mi cuerpo en los acolchonados muebles interiores del carruaje murmuré: - Atlantis... momento en que los hipocampos iniciaron su marcha adentrándose en las puertas para así notar como la luz se iba escaseando y escuchar finalmente como una explosión desmoronaba un complejo y extinguía una isla.
Las puertas tras el paso del segundo grupo se cerraron escuchándose un gran "click" en todo el complejo. La soledad se notaba en los corredores y pasillos de Welheim, tan solo quedábamos nosotros: Kaia, Ameri, Sokaro y yo.
Todos habían salido al portón del gran edificio, el carruaje esperaba, Kaia y Ameri dentro esperando, Sokaro adelante con las amarras en sus manos esperando... tan solo faltaba yo y mi objeto preciado. Reventando las cuerdas y pilares de obsidiana, elevando mi cosmos y haciendo que la mortaja que cubría el sarcófago brillara con intensidad, haciendo que se levantara del altar y se dirigiera a la parte trasera del carruaje. Un altar perfectamente elaborado en el interior, llevado a pequeña escala el existente en Welheim se encontraba adentro de coche. Pilares de obsidiana y delgadas cuerdas de fino oro, formaba una malla divisoria entre nosotros y el féretro, bien ubicado y todo puesto en su lugar, me concentré en invocar a nueva cuenta las Puertas de la Atlántida las cuales aparecieron antes los presentes. Los hipocampos se agitaron al ver como lentamente aquellas puertas se abrian, era curioso esta vez al abrirse emanaciones de agua se desplegaban, haciendo que los "caballitos de mar" se sintieran más cómodos. No hubo cántico que se filtrara desde el interior de las puertas, el cántico era producido por mi que comenzaba a entonar mi balada característica como Soberana y Reina de las ninfas marinas. Abordando el carruaje y cerrando la puerta posteriormente, acomodando mi cuerpo en los acolchonados muebles interiores del carruaje murmuré: - Atlantis... momento en que los hipocampos iniciaron su marcha adentrándose en las puertas para así notar como la luz se iba escaseando y escuchar finalmente como una explosión desmoronaba un complejo y extinguía una isla.
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