Jerusalen: Centro de la ciudad

El manto de oscuridad y el cubrimiento que aportaba la noche era bastante útil, más si en aquellos instantes me preocupaba de infiltrarme en una cárcel donde tenían encerrados a un enorme grupo de personas cuyo único pecado era el de ser diferentes y no querer ceder ante el dominio opresor de un Imperio Invasor que de pronto, les había quitado una vida tranquila por la fuerza. Aunque la verdad de todos los prisioneros atrapados en aquel lugar solo me interesaba por uno, una simple persona que si no estaba equivocado se encontraba encerrada en el último tramo del tercer pasillo al fondo de la entrada…rescatarlo no sería demasiado complicado, pero si habrían varios muertos de por medio. Haciendo crujir mi cuello y ajustando la capa para que no ondeara fuera del rango permitido, me terminé de ceñir la capucha para esperar al primer soldado cuya ronda empezaba en tan solo diez segundos…justo cuando el enorme tipo se paró por debajo del tejado en el que me encontraba posado salté para hacer girar en mi mano y afirmar el agarre de un katar que con maestría, me ocupé de clavar en la base del cuello del romano, impidiéndole soltar un grito y morir en silencio y agonía. Dejando el cadáver donde estaba me dirigí hacia las entradas a los calabozos y antes de que el guardián apostado pudiera moverse ni un metro, ya le había clavado un cuchillo en plena frente, ocupándome de no hacer demasiado ruido. Una, dos y tres…había llegado al inicio del pasillo indicado.

Celda tras celda, barrote tras barrote avancé y finalmente, pude ver la meta con claridad: una celda igual a las otras pero con una diferencia un poco más…evidente: tenía un guardia personal apostado en la puerta y la luz era prácticamente inexistente para cualquiera que se encontrara dentro de esta. Resoplando por lo bajo tomé un poco de carrera y avancé sin tregua en pos del guardia que reaccionando relativamente rápido, había sacado su espada. A centímetros de encontrarnos, el romano había lanzado una estocada vertical que con facilidad pude evitar con tan solo echarme a un lado, para devolverle el favor con un golpe directo al antebrazo y dada mi característica fuerza, romperlo sin demasiado esfuerzo por lo cual la espada cayó al suelo con un estrépito que resonó por todo el lugar. Haciéndome con su cabeza y sujetándola por ambos lados con precisión le rompí el cuello con un ligero “crac”…el cadáver se había desplomado con un ruido seco. Acercándome con sendas zancadas a la entrada de la celda, abrí el acceso y con mi profunda voz pregunté:

Está aqui el hijo del carpintero que fue crucificado esta mañana?

En la oscuridad, mis ojos rojos relucieron como joyas infernales.

Soy tan solo un…servidor. Se me fue encargado el sacarlo a salvo de este lugar, por lo que deberíamos empezar a marchar. fue mi única respuesta para el andrógino muchacho que había surgido de la oscura celda. Si sabía que el chico o lo que fuera que estaba buscando (porque estaba seguro de que aquella persona no era nada “normal” o “terrenal” en lo absoluto) era particularmente distintivo, sí llamaba mucho la atención: cabello blanco y largo, pasando del nivel de los hombros y curvándose tan solo por la menuda figura que se correspondía con el cuerpo del muchacho, extremidades largas y fibrosas, y como último y no menos importante los ojos de color miel que expresaban algo mucho más profundo que tan solo las emociones humanas comunes. Otra cosa tan representativa del chico era la actitud…en lugar de haber hablado en un dialecto y expresión “simples”, la forma de comunicarse era también única…era como tener al frente a más de un ser de procedencia divina encarnados en un solo muchacho menudo. Sin embargo, por más divino que fuera el interior…este estaba limitado por un organismo de carne, hueso y sangre común y corriente, uno muy delicado por cierto. Por tanto era hora de escapar de la boca del lobo e ir a un lugar seguro.

Por aquí. indiqué ciñendo la capucha e impidiendo que se viera algo más aparte de los enormes y penetrantes ojos rojos que me caracterizaban. No por miedo a ser descubierto, ya que sinceramente nadie en aquel poblado me conocía…pero mientras menos datos tuvieran unos posibles captores, mejor. Con pisadas fuertes y fijándome cuidadosamente de donde pisaba con mis sandalias de suela más gruesa de lo normal, inicié la marcha de vuelta.

Aunque no es seguro salir de la ciudad…de hecho, recomendaría quedarnos en ella. Los signos de las estrellas indican que todavía hay muchas cosas que hacer en este lugar. comenté con calma mientras los pasos dados por mis enormes zancadas resonaban con gran fuerza en medio de aquel silencio casi absoluto que dominaba el pasillo de la cárcel. Incluso cuando la entrada había parecido relativamente rápida, por experiencia sabía que en realidad el terreno era más extenso…en aquellos instantes la idea no era apresurarse sino hacer las cosas con cuidado y esmero, haber llegado a ese punto requería una precisión mucho mayor a la que hasta ahora había empleado.

Pero la calma que infundía el chiquillo que estaba por detrás de mi…era casi contagiosa y viral, como si ya nada pudiera pasar o al menos, esas eran las apariencias. Las antorchas parecían palidecer conforme nos acercábamos a ellas y el calor que proveían disminuía en gran medida…una mala señal? Tal vez, no importaba…lo único importante ahora era salir de allí.

Finalmente habíamos llegado al término del camino de piedra que se elevaba gracias a unos cuantos escalones de piedra grisácea oscura, culminando en un umbral alargado y cubierto de polvo. Siguiendo en la delantera de la comitiva, salí fijándome en todos y cada uno de los detalles…nada, no había nada a la vista. Por lo visto, saldríamos de aquel sitio sin más percances que tan solo una eventual brisa.

Continuemos, tenemos media ciudad que recorrer después de pasar por la verja principal. Dije con tono grave, dando pasos alargados para así abarcar más territorio en un tiempo más corto. Más allá de los territorios de la cárcel había una carreta esperándonos para llevarnos a los límites de los barrios bajos de Jerusalén, una vez allá era cuestión de caminar hasta la que sería el “sitio seguro”.

Bien...aquí estamos. murmuré mientras el chiquillo se subía al asiento de la carreta y me dejaba un espacio para que me encargara de conducirla hacia los barrios bajos de la ciudad. Indudablemente algo había con ese pequeño ser de cabellos blancos que hablaba en forma plural, haciendo referencia a su propia persona que al mismo tiempo parecían ser seres totalmente distintos. Las sombras que nos rodeaban parecían ondular conforme nos movíamos poco a poco, segundo a segundo se retorcían, dispersaban y acumulaban sobre sí mismas para seguir un patrón que sin dudarlo, estaba basado en el actuar del albino. En ese mismo instante las palabras del pequeño ser se hicieron escuchar a través del estático silencio, anunciando la llegada de “otros” quienes por lo visto, nos habrían de hacer compañía y así completar el grupo. Seguido a eso vino un comentario sobre la naturaleza de Jerusalén…algo que por supuesto no tenía bien en claro pero que de cierto modo no se me escapaba del todo, de una manera empírica sabía de qué estaba hablando el pequeño de cabello largo….

Mmm... antes de iniciar la marcha dirigí mi vista hacia el cielo, mirando que de entre todas las estrellas que parpadeaban con timidez había una cuya luz sobrepasaba a la de las demás…extraño, esa misma era la estrella que salía siempre primero al amanecer con la denominación de “la Portadora de la Luz”, un título que albergaba una cantidad inconcebible de historias y anécdotas sobre criaturas y seres que eran guiados por su luz hacia la “salvación”. Analizando de manera fugaz el mensaje que transmitían los destellos celestiales llegué a la conclusión de que dentro de poco, se vendría un evento de gran magnitud con un significado por demás importante. Bien, era la hora de empezar a marchar y poner sobre ruedas el inicio de aquella cadena de sucesos que habrían de dejar una prominente huella en el mundo.