Torre Oscura

En algún lugar del bosque, una impresionante fuente de energía maligna comenzaba emanar, espantando a todas las criaturas de la zona. Los animales eran más perceptivos que los humanos cuando se trataba de prevenir desastres naturales, y eso parecía ser lo que hacían, se preparaban para recibir una catástrofe de proporciones colosales. De pronto toda la naturaleza del bosque comenzó a morir, pereciendo al instante, y después un viento de color extraño, como si estuviera contaminado o algo parecido, comenzó extinguir el verdor en el paisaje. Las aves que volaban en el cielo comenzaron a caer a la tierra, intoxicadas por el mismo aire nocivo que sólo traía la muerte, deteriorando todos los elementos alrededor, dejando un lugar ausente de vida vegetal y animal.

Un relámpago golpeó la tierra, generando un enorme cráter perfectamente circular. Chispas de energía y una densa humarada negra salían despedidas de la abertura, como si hubiera penetrado en las entrañas del infierno. Las rocas, que habían desprendido de la tierra por el recio impacto, levitaban en el aire por la fuerza descomunal del viento que barría con los cadáveres. En el interior del agujero unos haces de luz morados emergieron, unificándose para transformarse en un gigantesco pilar de luz. La tierra tembló y los cielos rugieron mientras una torre oscura salía del agujero, en medio de la luz púrpura. De a poco el pilar se fue disolviendo, mientras que la torre seguía creciendo erguida hacia arriba, como si estuviera enterrada en la tierra y brotara hacia la superficie.

La torre oscura parecía acariciar el cielo debido a su inmenso tamaño. Se perdía en las nubes tormentosas que se cernían por encima. Tenía cientos de ventanas, pero las más grandes se encontraban en el piso más alto. El viento aullaba con fuerza, creando una poderosa barrera, como si la torre estuviese ubicada en medio del ojo del huracán. Después de unos momentos así todo se calmó, pero no por eso volvía a la normalidad. Las nubes seguían oscuras y la torre era lo único intacto. De los árboles no quedaban más que troncos secos, y esos habían sido los que corrieron con la mejor suerte.

….

Un intenso punto de luz color violeta se manifestó en la parte más elevada de la torre, en donde se encontraba un trono de un material oscuro con dos columnas ubicadas a los laterales. Una alfombra roja decoraba el camino que había desde la entrada hasta el trono, engalanando unos escalones que conducían hacia él. Amplias ventanas por las que se podía contemplar el exterior desolado.


El punto de luz se transformó en el dios del Inframundo, parado frente a su trono en la parte central de la habitación. Chasqueó los dedos he hizo que Nia, Trista y Phantasos aparecieran sobre el primero de los trece escalones que llevaban a su hermoso trono oscuro. Antes de proseguir, el Príncipe Oscuro hizo un llamado con su cosmos a las cinco Damas Infernales que faltaban en esa reunión. Estaban Gula y Envidia, y junto a ellas el Semi-dios del Sueño. Una vez hecho la convocatoria , el hombre colocó la mano sobre su pecho y arrugó la tela que lo cubría, y comenzó a arrancarse esas prendas de la usanza Romana.

El cuerpo mortal del Señor del Inframundo quedó completamente expuesto y a la vista de sus sirvientes, cosa que aparentemente no le interesaba. Elevó su brazo derecho y del techo una armadura oscura como la noche bajó, levitando por encima de los Espectros y la joven de cabello rosa. El cuerpo del hombre cambió mientras la armadura se mantenía suspendida en el aire: sus ojos se tornaron de un verde esmeralda, su cabello negro creció hasta transformarse en una salvaje melena, y por último su piel se volvió blanca y fría cual cadáver.

Hades miró a Gula con frialdad mientras que, en la mano que mantenía elevada aparecía un reloj de arena negra, el cual mostró más de cerca a sus siervos.-Ya que tantos deseos tienes de hablar con tu diosa te concederé la oportunidad… con una condición. Sólo tendrás una hora para hacerlo. Cuando tu tiempo expire serás nuevamente transportada aquí.- Dijo mientras el reloj levitaba hacia las manos de la dama.-¿Aceptas? En cuanto me des el sí te envió con Kore y la arena empezará a correr.- Sentenció sonriendo con malicia.

Por más que me llamase la atención y me gustaran las ideas que proponían los dos jueces, no podía aceptar de ninguna manera y mucho menos con ellos solos para realizar los planes. Por el aura de poder que sentía alrededor de ambos, me daba cuenta que no eran más que unos inútiles espectros a los que les hacía falta mucho entrenamiento y poder. No podía llevarlos a ningún lado y mucho menos hacer lo que Garuda proponía.

Con ustedes dos basta ¿he Griffon? –Respondí en un tono sarcástico tras escuchar las palabras de ambos –A mí no me parece así.

Me detuve a la mitad de camino en medio de las escaleras para dar media vuelta y fijar mi mirada primero en el juez de cabello blanco.

¿Sabes lo que pienso? Que ustedes dos ni siquiera juntos alcanzan para encargarse de un caballero de Athena de los de más bajo rango –Comuniqué con total frialdad.

Lo único que allí tenía era su lealtad, pero aún les hacía falta mucho poder como para enfrentarse siquiera a un débil enemigo. Por más que fuesen jueces del infierno, de los más importantes en el ejército de Hades, les faltaba aún un largo camino para completar lo que en verdad debían ser, y no quedaba mucho tiempo precisamente.

Espero no estén tomándose esto como un chiste, jueces.

Miré a Garuda.

En cuanto a tu sugerencia, no está mal y creo que sería lo mejor, pero ¿Acaso sabes cuál es el tesoro más preciado de ese humano? –Pregunté –El inútil parece estar enamorado de una joven lo cual no deja que Hades se manifieste por completo. Pero no se trata de cualquier humana y eso es lo que me temo. Para alcanzarla debemos atravesar el Santuario de Grecia, lo cual no estoy dispuesta a hacer con un ejército de inútiles. Si es que “ejército” puede llamarse.

Aquella vez cuando Vergilius me había guiado inconscientemente a un pueblo en Grecia, había alcanzado a presenciar un hecho un tanto ridículo e interesante a la vez. Allí pude ver que un par de caballeros con armaduras doradas trataban de convencer a la joven Sophia de su verdadera identidad, si verdadero propósito en la vida. Según parecía, ella no era ni más ni menos que la misma Athena, la defensora de la humanidad.

Me sentía inmovilizada de algún modo; por más que se me ocurrieran los planes más convincentes y las ideas más decentes, no podía ejecutarlas ya que los soldados de Hades no tenían el potencial adecuado para acompañarme. Era una situación difícil, pero de algún modo debía revertirse.

Volví a dar media vuelta para descender nuevamente de aquella torre y salir al exterior en poco tiempo. No me había quedado muy en claro lo que iba a hacer, por el momento planeaba concretar algo que hacía rato estaba en mi mente. Y en cuanto a los jueces del infierno debían entrenar por todo lo que durmieron durante y ausencia y la ausencia de Hades. No podíamos hacer mucho aún.

Esperaba encontrarme con un panorama diferente cuando desperté, pero según parece todavía no podemos hacer mucho. –Comenté en un tono relajado y mirando al frente – ¿O acaso ustedes se arriesgarían a entrar al Santuario así como así? No creo que sea conveniente en este momento. Hades no estará contento si se encuentra con una situación como esta al despertar.

El silencio después de mis palabras se prolongó durante un largo tiempo mientras que lo único que resonaba era el eco de mis pasos y de los espectros en el enorme lugar.