Vueltas, vueltas y más vueltas en Germania

El cambio tan drástico en el clima fue evidenciado al instante. De un lugar cálido y asquerosamente plagado de humanos el dúo compuesto por Ares y la humana poseída por Ashfalor llegaron directamente a uno frío y desprovisto casi en su totalidad de vida debido a las constantes guerras y conflictos entre las estúpidas naciones formadas por los humanos. Dejando un rastro en el suelo al momento de aparecer, tanto el enorme humano como la fémina posaron sus pies en el suelo de roca, el primero mirando directamente al frente donde se encontraba una cascada que caía desde al menos unos cien metros de altura.

Ashfalor, tengo una pregunta para tu cerebrito: Si te dieran la orden de encargarte que no existan contratiempos con mi avatar humano, se supone que deberías hacerlo tú mismo ¿no? Dicho esto, ¿no deberías acaso anteponer esa tarea antes de todas tu estupideces? Preguntó de pronto la deidad dando varios pasos hacia delante, mostrando en su semblante que no se encontraba para nada feliz, contento o siquiera neutral. Su rostro no demostraba nada más que enojo, una molestia que aumentaba día con día, hora con hora, minuto a minuto y segundo a segundo que pasaba viviendo en esa época tan aberrante. La demostración más clara era que con cada paso, la nieve a sus pies se elevaba en la forma de un vapor que lo rodeaba para dispersarse al instante.

Simplemente se había hartado. Él no era precisamente paciente o mesurado, no. Esas estupideces les quedaban a Hades y Poseidón, los dos invasores principales de la Tierra. Pero para el dios de los conflictos y el derramamiento de sangre tanta paz, inutilidad e incapacidad de cumplir órdenes ya se le hacía insoportable.

No se ni siquiera para que me molesto con reunir soldaditos que no pueden cumplir con órdenes simples. Se dijo a sí mismo, dejando que sus ojos refulgieran de la ira que ya le hervía en el interior. Si digo que aplasten a una cucaracha, espero que lo hagan al instante. Si digo que vayan a construir un estúpido edificio, espero que se pongan a trabajar en lugar de quedarse estáticos. Ineptos, ineptos por todos lados. ¿Es demasiado pedir un poco de utilidad? No…no lo creo. Dijo para finalmente sacar su espada y con un solo mandoble, hacer hervir la corriente para mandarla fluyendo al lado contrario, elevándola al cielo y dejando que esta cayera en la forma de agujas incandescentes que asesinarían a cualquier mortal común que se atreviera a asomarse por la zona; su objetivo ahora era el agujero que estaba detrás de la cascada, un escondite donde su avatar había escondido algo hacía algunos años atrás bajo su propia influencia. Definitivamente, tendría que encargarse personalmente de los arreglos finales.

Sus “soldados” eran meras basuras inútiles.

Precisamente Ashfalor, actualmente solo tenemos nenazas con necesidades amorosas. Dijo Ares, notando como el cuerpo de la mujer se le posaba la lado aún cuando a su alrededor caía aquella lluvia de agua hirviente. Curioso, pero no desprovisto de la obviedad de que tan solo había forzado el despertar de ese soldado…que no pudiera negar los efectos del clima sobre su patético cuerpo humano no era precisamente su “culpa”. Como sea, avancemos de una buena vez. Finalizó la deidad caminando en pos de la entrada de la cueva, pisando el terreno acompañado del cuerpo femenino del comandante de las hordas del pánico.

Instantáneamente la cascada volvió a tomar su flujo normal ocultando la entrada, pero contrario al frío que antes la caracterizaba el agua se mantenía permanentemente caliente y por ende impedía que la temperatura normal de Germania se manifestara en aquel lugar particular. Dando un paso hacia delante y avanzando por un camino que serpenteaba al interior de la montaña la deidad resopló, liberando un largo has de vapor de su nariz para proceder a explicar lo que el Berserker le exigía.

Simple. En el tiempo que mi avatar pasó “atrapado” en este ridículo país por culpa de un par de imbéciles tuve que acomodármelas para poder manipularlo sutilmente y dirigirlo hasta aquí en un día donde no contaba con la “protección” del cuerpo de Latrivan…mmm… Empezó la deidad deteniéndose momentáneamente para así respirar hondo, liberando otra onda de vapor desde sus fosas nasales. Como sea, dejó algo aquí que se supone debía recoger antes de regresar a su “Roma” pero claro, la ineptitud de este cuerpo es solo sobrepasada por la de los Berserkers. Murmuró el dios, sin hacerle demasiado caso a que sus actuales frases no tenían demasiado sentido o contexto…la ira y el rencor que lo dominaban ahora le hacían perder la labia que normalmente aportaba al hablar. De nuevo carecía de importancia.

Iba a tomarme mi tiempo y pensar varias cosas dentro de este humano…pero ya no. Suficiente espera. Cientos de años y preparación, para que la ineptitud de mis soldados acaben con todo…no. Simplemente me toca hacer todo por mi mismo.

Supongo que ahora te preguntarás tu función, ¿cierto Ashfalor? Siéntete afortunado, tendrás el placer de tocar una parte esencial de mi plan…algo que solo un humano puede portar. ¿Por qué crees que dejé que este estúpido romano actuara por sí solo? Para ahorrarme le trabajo de usar a alguien más pero aparentemente, ese cuerpo tuyo lo atrajo. Y si es así entonces aprovecharemos eso. Ahí Ashfalor, eso es lo que requiero que me traigas. Dijo finalmente Ares señalando con su índice a un objeto que se encontraba al fondo de la cámara circular a la que habían llegado luego de recorrer el largo pasillo: una simple vara de madera doblada en un arco sobre un altar. Ni más…ni menos. Adelante, no hay…trucos. Al menos no hay uno que pueda matarte…

…no instantáneamente.

Elemental, Ashfalor. Murmuró Ares levantando la diestra y haciendo que el pequeño arco de madera se levantara entre los senos de la mujer para así dirigirse a su persona, tomándolo de forma instantánea. Era perfecto, simplemente perfecto. Para un dios esa pequeña pérdida de tiempo hubiera resultado en algo un tanto doloroso y molesto pero un humano…simplemente no representaba nada. Al menos había resultado útil, muy a su manera. Cuando dije que un humano lo tenía que hacer, fui muy literal en el sentido de la palabra…

¿Qué crees que pasará si despierto un poco de tu poder como Berserker y te dejo tocar de nuevo el altar? Preguntó de pronto Ares encendiendo ligeramente su cosmos para despertar momentáneamente los poderes demoniacos del encargado de las hordas del pánico, utilizando la energía para así lanzarla contra el altar. Chocando con un golpe sordo de pronto una corriente de energía atravesó el cuerpo de la mujer, soltando chispazos rojos y de seguro causándole un dolor como ningún otro que de paso le quemaba la poca ropa que ya de por sí portaba. Dime, ¿qué se siente? ¿Se siente bien? ¿Se siente agradable? ¿Alguien como tú lo disfruta? Dímelo…porque sinceramente me quería evitar ese problema. No por mi claro, sino por el estado de este avatar. Explicó la deidad de la guerra chasqueando los dedos, apagando el cosmos de Ashfalor y con eso la improvisada tortura.

Verás, al parecer la tarea de cuidar de este cuerpo fue demasiado para los inútiles que dejé encargados. Empezó el dios griego aumentando la fuerza del agarre sobre el objeto, cuarteándolo un tanto debido a la enorme presión que ejercía. El criterio para Hades es elegir al humano más puro. El criterio de Athena es usar su propio cuerpo descendido desde el Olimpo. ¿El mío? Usar el cuerpo mejor moldeado y cuidado entre todos los humanos nacidos en un tiempo dado…pero eso no saca de la ecuación la posibilidad de algo debilitante y como ya tu humana lo pudo atestiguar, Octavius se está pudriendo desde dentro.

¿A qué es un maravilloso esfuerzo por parte de tus estúpidos hermanos? ¿No lo piensas así?

De todas formas, no falta mucho para deshacerme de este avatar humano…solo un poco más y terminaremos con Athena. De allí en adelante no importará la condición en que se encuentre este cuerpo. Vamos marchando Ashfalor, todavía tenemos cosas que hacer. Murmuró Ares retomando la marcha, dándole la espalda a la mujer e iniciando el camino de vuelta en pos de la salida de la cueva.

No te des tantas confianzas, Ashfalor. Ya tu cerebrito debió constatar que no es el momento de andar fornicando como perras en celo. Dijo la deidad de los conflictos bélicos sin molestarse en voltear la cabeza mirando hacia el frente, directamente a los que eran los cielos de Germania para notar como las nubes se arremolinaban de un lado a otro con pereza, presas de las brisas de la noche.

Mmm...curioso. Murmuró con calma, abriendo y cerrando la palma en la que llevaba cargado el pequeño arco de madera para quedarse esperando a que su interlocutora se moviera en su dirección. Después de todo tenía bastantes cosas que considerar en el entretiempo…como por ejemplo, la dirección en la cual moverse de ahora en adelante. Aparte de tu usual disposición a hacer todo lo que te diga, dime Ashfalor…¿No tienes curiosidad por saber que es esto? ¿O acaso ni siquiera te caben las preguntas entre tantas hormonas descontroladas? Inquirió el mayor volteando medianamente la cara, mirando de reojo a la mujer de cabellos negros quien ya estaba próxima a su persona.

Usualmente no se molestaba en compartir lo que quería decir con los demás Berserker, dado que tan solo unos pocos eran capaces de poder comprender lo que decía tales como Latrivan, Golgordan o Hellgorak, pero en aquel momento no le daba más importancia…de todas formas, Ashfalor no era demasiado inepto en aquellos menesteres. Un poco de exposición tampoco le haría mal para calmar el enojo del que había sido presa desde el instante en ser interrumpido con Athena y posteriormente el ver la ineptitud completa de los demás soldados de su ejército. El tan solo recordarlo le hacía hervir la sangre…nuevamente.

Entonces Ashfalor, ¿ninguna pregunta inteligente?

Sin cambiar su expresión ni un solo instante, desinteresada y un tanto molesta, la deidad de los conflictos dejó que Ashfalor continuara con sus palabras…después de todo no ganaba ni perdía nada dejándola continuar tranquilamente con todo lo que quisiera expresar, mas sabiendo que de entre todos los soldados a su comando ese era uno de los que más libertades se tomaba en cuanto al trato con los demás. Y realmente no le importaba ni lo uno ni lo otro, en ese momento los Berserkers no eran más que herramientas que al fin y al cabo habían salido defectuosos en aquella era, mucho no podía pedir.

Error Ashfalor. Esto es tan solo un instrumento de transición para lo que está por venir… Empezó el dios dando un paso hacia delante, hirviendo rápidamente la nieve que se hallaba a su alrededor. De seguro tu mera esencia lo ha sentido…todos y cada uno de los conflictos humanos que se han sucedido en todos estos años, eso es lo que he esperado desde hace siglos. Todo lo que he preparado hasta ahora ha sido para un fin aún mayor que el solo acabar con Athena y sus soldaduchos…date cuenta que igual esos humanos no son más que un interludio para que mis marionetas se entretengan…

Aunque con lo fallido que resultaron ser los Berserkers actuales, ni siquiera debiera de darles ese placer. Murmuró Ares con los ojos destellando de ira, dando otro paso y dispersando más y más nieve con cada paso que daba. De nuevo, debía empezar a controlarse antes de perder el control y con ello la ocultación de su presencia cósmica ante todos los demás posibles enemigos que pudieran estar en su búsqueda. Incluso yo, la más perfecta máquina de matar está limitada por un cuerpo contaminado por sentimientos y cadencias humanas, permitido por los mismos seres que supuestamente recluté por ser lo MEJOR DE LO MEJOR.

…

Patético, simplemente patético. Es como la pérdida de tiempo de hace doscientos años con la niñita pintora, pero no importa…este avatar es más adecuado, aún con sus prominentes fallos. Murmuró Ares deteniéndose antes de estallar cuarteando el suelo sin querer. Bien Ashfalor...¿listo para seguir con la siguiente parte de la gloria que traeré a este mundo? Si es así usa tu Lanza Definitiva ahora mismo. Le indicó el dios levantando su dedo índice derecho, denotando que debía atravesarlo directamente de un lado al otro. Con eso empezaría la destrucción total de los humanos de una vez por todas.

Perfecto. Dijo Ares cerrando el puño para luego tomar a la mujer de uno de sus brazos, usando nuevamente la velocidad adquirida por su cosmos divino para proceder a una zona más alejada de la cascada en donde se habían encontrado hacía tan solo unos segundos atrás, llegando a una enorme explanada que hacía años había sido el lugar de más de una guerra entre los romanos y los tan llamados bárbaros del norte.

Acabemos con esto de una buena vez. Murmuró levantando el pulgar y lanzando una gota de sangre directamente al centro del escenario donde se hundió sin más, liberando un ligero palpitar de poder que simplemente se apagó. No iba a hacer un espectáculo de aquello, no era el momento y todavía faltaba para actuar. De forma momentánea observó como de su dedo afectado surgía un pequeño hilo de humo, donde se denotaba que la herida provocada por la Lanza Suprema de Ashfalor se cerraba. Me parece que vas a tener que repetir esto varias veces, Ashfalor. Al menos estás resultando util. Le dijo Ares con tono desganado, tomando por el brazo de nueva cuenta a la mujer para así dirigirle la mirada y clavar sus retinas carmesíes en su rostro.

Espero que todo este ajetreo no le haga demasiado problema a ese cuerpo humano. Sería un contratiempo que quedaras hecha pedazos. Comentó la deidad desviando la mirada, notando cierta influencia del modo de pensar de su avatar humano. Sinceramente, el pésimo trabajo para acabar con la psiquis de ese humano había sido costoso. Sin pensar más en el asunto, la deidad desapareció junto a Ashfalor para así llegar al siguiente punto en donde continuarían con su particular tarea.

Después de que los eventos se sucedieran uno tras otro y que la conversación con Odín avanzara al pie de la letra según lo esperado por el Zepar, el divino carruaje de Anfitrite surgió de las frías aguas del mar del norte, justamente en el extremo que conectaba Europa con el lejano país de Asgard. Tras un chapuzón que dejó un rastro de vapor helado por detrás de las ruedas del vehículo sagrado, los hipocampos se movieron a una velocidad espeluznante para finalmente chocar contra una delgadísima capa de hielo y nieve que apenas si sintió el peso sobre sí misma, un hecho que no era demasiado natural por sí solo.

Saltando al suelo con decisión, el cochero conocido como Sokaro tan solo estiró los brazos para así desperezarse tras una larga temporada perdiendo el tiempo debajo del mar. Conducir a través de las Puertas de la Atlántida no tenía demasiado caso ya que el camino se establecía por sí mismo y la canción de Anfitrite era el medio por el cual los animales se movían.

-Al menos es mejor que lidiar con las tonterías del senadorcito.- Murmuró el General mientras se arreglaba los círculos de material arcano que le cubrían los ojos con calma, quedándose a la espera de que el rubio saliera del carruaje y le diera la confirmación sobre el éxito o el fracaso de la empresa a la que se habían aventurado.

-Tenemos permiso.- Dijo de pronto una voz angelical: tras la ventana de la puertezuela del vehículo se observaba la cara de Solomon quien con una sonrisa le daba la respuesta esperada. Lo que quedaba entonces era…

-Dales un descanso a los animales, están a punto de desfallecer.- Le contestó Sokaro apoyando un brazo sobre una de las ruedas, observando a los hipocampos pifiando. Un rato de descanso impediría que cayeran muertos.

El bramor de las olas, el ligero calor del sol y finalmente el olor del salitre en el aire. El panorama no era más que perfecto para una deidad como Anfitrite y precisamente por eso era que su canto se dejaba oír a todo lo largo y ancho de la franja costera donde se habían quedado varados, esperando a que los hipocampos recobraran su aliento y así continuar con su viaje.

-General, me temo que tendremos que desviarnos…nuevamente.- Dijo de improviso el rubio levantando apenas la voz sobre la canción de la reina del mar, observando con añoranza al horizonte.

-Y ahora… ¿por qué?- Inquirió Lymnades devolviéndole una mirada vacía al humano artificial, dejando que las películas negras que llevaba frente a sus ojos destellaran una sola vez por el reflejo de la luz que apenas se colaba entre las nubes grisáceas que pintaban el cielo.

-Me temo que ese es un menester no apropiado que discutir aquí. Espero lo entienda, deberíamos marcharnos cuanto antes.-

-Como quieras, me da igual. De todas formas no podemos salir hasta que los caballitos terminen de descansar. Bien podrías despachar a Odín y nos libraríamos de eso…- Respondió Sokaro con sorna. Apoyando su mano sobre la cintura y a la vez apoyando el codo sobre una de las ruedas para sostenerse, el General Marino le quitaba importancia a todo ese asunto. Después de todo no era de su mayor interés, al fin y al cabo, solo obedecía órdenes de la tan llamada bruja de los mares, lo cual por supuesto lo hacía bastante divertido.

-Está hecho. Odín se marchó hace unos cinco minutos y fue informado de que eventualmente visitaremos Asgard para cumplir con nuestro mandado.- Respondió Solomon esbozando una ligera sonrisa de complacencia. -Así que solo tendremos que esperar.-

-Exacto señor maniquí.-