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[Isla Primigenia] - Saint Sulpice
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[Isla Primigenia] - Saint Sulpice
El descenso era por demás, extraño. El agua caía desde el agujero dejado en la habitación de los relieves, haciendo un sonido ininterrumpido que empezaba a sacarlo de quicio…
La oscuridad imperante y la bajada tan pronunciada no le hacía demasiado bien, más que todo porque el agudo dolor en su pierna lo molestaba más y más. Si no fuera porque intuía que no había final para la caída del agua, tan solo se hubiera lanzado y aterrizado con ayuda de la energía denominada “cosmos” por la vieja bruja de Anfitrite, ahorrándole un montón de trabajo y tiempo. Pero no le quedaba de otra, tenía que dar vuelta tras vuelta tras vuelta en un camino que bajaba hasta lo que parecían ser las mismas entrañas del planeta.
Llegado un momento, el ruido del agua se vio interrumpido por algo más…algo que en realidad, era la carencia de lo primero: era como si el silencio empezara a sobrellevar el correr del líquido…casi como si lo posesionara, casi como si estuviera en…
...¿otra vez afuera? Al diablo…lo que me faltaba…más…niebla. Dijo con voz entrecortada bajando el ritmo del descenso, notando además como la gema verdosa del medallón empezaba a brillar agitándose junto al brazo carcomido y cercenado que llevaba consigo.
Ahí fue que vio la salida de la escalera: un simple rectángulo negro que de forma inexplicable, sobresalía por el mismo negro del vacío por donde se encontraba bajando. Dando tres simples zancadas y salvando la distancia final, pasó a la nueva “habitación”.
En primer lugar, solo había oscuridad…una oscuridad que poco a poco se convertía en colores, colores de tierra marinada, colores un tanto muertos. Invisibles, o al menos, ocultas entre la negrura imperante al fondo de la habitación habían varias columnas cuyos colores eventualmente eran revelados como esos de la misma terracota, eso sin tomar en cuenta sus figuras que distaban bastante de los típico cilíndros alargados que sostenían un techo: esas columnas parecían tanto naturales como innaturales, destacando principalmente por ser la fusión de estilos existentes en Roma, Grecia y otras partes del mundo…
…eso, hasta que Sokaro cayó en cuenta de algo: no era que para crear ese sitio hubieran usado estilos existentes, era que de ahí habían surgido aquellas líneas de creación luego de siglos y siglos de invenciones, destellos de inteligencia y quien sabía que más.
Más adelante el suelo se hacía claro, dejando ver cuadrados ligeramente grises y azulados, iluminados por luces amarillas de flamas que existían y a la vez, no existían. No era normal…ese sitio no era normal, incluso entre toda la locura que ya había visto, no era normal.
Y eso le empezaba a afectar la cabeza mucho más que todos los golpes que se había llevado hasta ese momento, casi como…
”Si miras al abismo, este es capaz de reventarte el culo apenas le des la espalda”…si, gran consejo… Murmuró parándose de pronto, observando la cúspide de toda la demencia.
Más allá de la oscuridad, más allá de las columnas, más allá de los incontables bancos de madera a los que ni les había prestado atención y llegando al nivel del altar que se levantaba en medio de un barandal de piedra porosa había un simple sarcófago ocupando todo el largo del pedestal del sacrificio.
Enorme, majestuoso y completamente terrible, esas eran las palabras más adecuadas para describir lo que captaban sus retinas. Hecho de un material indistinguible cuyo color rayaba en el azul muerto de la piel de un cadáver ahogado, con incrustaciones en medio de tallados exquisitamente labrados a mano, sangre, sudor y lágrimas, solo ver el costado bastó para que el General se diera cuenta de lo imperativo que era salir de esa isla.
Ca-carajos…y-ya ni me sient-siento bien…es co-como volver a ir a un debate en el Senado… Susurró llevándose la palma a la cabeza, respirando entrecortadamente sin poder quitar sus ojos de aquel instrumento tan incorrecto y precioso. Ni siquiera a esa distancia tan larga podía evitar el verlo perfectamente…ni siquiera un ciego podría haberlo evitado, ese era el encanto del sarcófago: hacer que aquel que lo viera se dementara por completo y se rindiera a la sentencia que por lo visto, le esperaba por el pecado de observarlo. ...demonios... Murmuró dando un paso hacia adelante, impulsado ligeramente por el medallón cuyo brillo aún no había desmerecido. Justo allí sintió como algo más débil se doblegaba ante su pie.
... ... ... Apartando la vista del sarcófago notó como el cuerpo de Nasus se mantenía arrodillado, con la boca abierta de par en par y chorreando baba como una fuente inagotable. Había pisado una de sus piernas y por lo visto, ni siquiera eso lo sacaba de la maldición impuesta por el despreciable objeto.
...diablos... ... Murmuró el General regresando la vista hacia el féretro, dejando que un escalofrío le recorriera la médula y su cerebro le indicara que saliera de allí de la forma que fuese: una cara se clavaba contra el material del costado del sarcófago, surgiendo con lentitud en medio de un sonido asqueroso que nada tenía que ver con el de cortar cadáveres podridos en el campo de batalla. Una vez sus facciones horrendas y bellas quedaron al descubierto con ese color muerto que caracterizaba al objeto de donde surgía, Sokaro notaba algo más: en lugar de orejas habían alas, las mismas alas que las de un ángel. ... me estoy volviendo loco... ...demasiado…no me gusta…simplemente no me gusta… Dijo con lentitud, afianzando el agarre de sus dedos sobre la piel.
Llegado ese momento, la asquerosa figura tan solo dio un grito sobrecogedor…
La oscuridad imperante y la bajada tan pronunciada no le hacía demasiado bien, más que todo porque el agudo dolor en su pierna lo molestaba más y más. Si no fuera porque intuía que no había final para la caída del agua, tan solo se hubiera lanzado y aterrizado con ayuda de la energía denominada “cosmos” por la vieja bruja de Anfitrite, ahorrándole un montón de trabajo y tiempo. Pero no le quedaba de otra, tenía que dar vuelta tras vuelta tras vuelta en un camino que bajaba hasta lo que parecían ser las mismas entrañas del planeta.
Llegado un momento, el ruido del agua se vio interrumpido por algo más…algo que en realidad, era la carencia de lo primero: era como si el silencio empezara a sobrellevar el correr del líquido…casi como si lo posesionara, casi como si estuviera en…
...¿otra vez afuera? Al diablo…lo que me faltaba…más…niebla. Dijo con voz entrecortada bajando el ritmo del descenso, notando además como la gema verdosa del medallón empezaba a brillar agitándose junto al brazo carcomido y cercenado que llevaba consigo.
Ahí fue que vio la salida de la escalera: un simple rectángulo negro que de forma inexplicable, sobresalía por el mismo negro del vacío por donde se encontraba bajando. Dando tres simples zancadas y salvando la distancia final, pasó a la nueva “habitación”.
En primer lugar, solo había oscuridad…una oscuridad que poco a poco se convertía en colores, colores de tierra marinada, colores un tanto muertos. Invisibles, o al menos, ocultas entre la negrura imperante al fondo de la habitación habían varias columnas cuyos colores eventualmente eran revelados como esos de la misma terracota, eso sin tomar en cuenta sus figuras que distaban bastante de los típico cilíndros alargados que sostenían un techo: esas columnas parecían tanto naturales como innaturales, destacando principalmente por ser la fusión de estilos existentes en Roma, Grecia y otras partes del mundo…
…eso, hasta que Sokaro cayó en cuenta de algo: no era que para crear ese sitio hubieran usado estilos existentes, era que de ahí habían surgido aquellas líneas de creación luego de siglos y siglos de invenciones, destellos de inteligencia y quien sabía que más.
Más adelante el suelo se hacía claro, dejando ver cuadrados ligeramente grises y azulados, iluminados por luces amarillas de flamas que existían y a la vez, no existían. No era normal…ese sitio no era normal, incluso entre toda la locura que ya había visto, no era normal.
Y eso le empezaba a afectar la cabeza mucho más que todos los golpes que se había llevado hasta ese momento, casi como…
”Si miras al abismo, este es capaz de reventarte el culo apenas le des la espalda”…si, gran consejo… Murmuró parándose de pronto, observando la cúspide de toda la demencia.
Más allá de la oscuridad, más allá de las columnas, más allá de los incontables bancos de madera a los que ni les había prestado atención y llegando al nivel del altar que se levantaba en medio de un barandal de piedra porosa había un simple sarcófago ocupando todo el largo del pedestal del sacrificio.
Enorme, majestuoso y completamente terrible, esas eran las palabras más adecuadas para describir lo que captaban sus retinas. Hecho de un material indistinguible cuyo color rayaba en el azul muerto de la piel de un cadáver ahogado, con incrustaciones en medio de tallados exquisitamente labrados a mano, sangre, sudor y lágrimas, solo ver el costado bastó para que el General se diera cuenta de lo imperativo que era salir de esa isla.
Ca-carajos…y-ya ni me sient-siento bien…es co-como volver a ir a un debate en el Senado… Susurró llevándose la palma a la cabeza, respirando entrecortadamente sin poder quitar sus ojos de aquel instrumento tan incorrecto y precioso. Ni siquiera a esa distancia tan larga podía evitar el verlo perfectamente…ni siquiera un ciego podría haberlo evitado, ese era el encanto del sarcófago: hacer que aquel que lo viera se dementara por completo y se rindiera a la sentencia que por lo visto, le esperaba por el pecado de observarlo. ...demonios... Murmuró dando un paso hacia adelante, impulsado ligeramente por el medallón cuyo brillo aún no había desmerecido. Justo allí sintió como algo más débil se doblegaba ante su pie.
... ... ... Apartando la vista del sarcófago notó como el cuerpo de Nasus se mantenía arrodillado, con la boca abierta de par en par y chorreando baba como una fuente inagotable. Había pisado una de sus piernas y por lo visto, ni siquiera eso lo sacaba de la maldición impuesta por el despreciable objeto.
...diablos... ... Murmuró el General regresando la vista hacia el féretro, dejando que un escalofrío le recorriera la médula y su cerebro le indicara que saliera de allí de la forma que fuese: una cara se clavaba contra el material del costado del sarcófago, surgiendo con lentitud en medio de un sonido asqueroso que nada tenía que ver con el de cortar cadáveres podridos en el campo de batalla. Una vez sus facciones horrendas y bellas quedaron al descubierto con ese color muerto que caracterizaba al objeto de donde surgía, Sokaro notaba algo más: en lugar de orejas habían alas, las mismas alas que las de un ángel. ... me estoy volviendo loco... ...demasiado…no me gusta…simplemente no me gusta… Dijo con lentitud, afianzando el agarre de sus dedos sobre la piel.
Llegado ese momento, la asquerosa figura tan solo dio un grito sobrecogedor…
Sokaro- General Marino
- Reino : Atlantida
Ataques :
AD - Vibración Mortuoria (1650)
Defensa :
Giro Funerario
Cantidad de envíos : 117
Re: [Isla Primigenia] - Saint Sulpice
La cabeza me daba vueltas, no sabía donde estaba ni cuánto tiempo llevaba así, solo sabía porque lo veía que todo estaba sumamente oscuro, por olfato podía sentirme en medio de una densa nube de polvo lo que me provocaba toser sin parar.
La cabeza me dolía de manera intensa y profunda, llevé mi mano derecha al lado de mi cabeza que me dolía, el solo contacto, el simple roce aumentaba el dolor, a lo largo de ella sentía húmedo. No paraba de toser una y otra vez, estaba por escupir los pulmones debido a la intensidad de la misma. Seguía la extensa penumbra, me levanté, me tambaleé varias veces, mi cabeza seguía dándome vueltas y parecía que mis oídos habían sido seriamente afectados dado que perdía el equilibrio con facilidad además del hecho que no escuchaba nada, no sabía si era porque me había quedado sorda o en realidad en aquel salón no se producían ningún ruido. Seguía tocándome la cabeza ahora la palpaba con toda mi mano, demasiada humedad, definitivamente estaba herida y eso no era más que sangre. Al no poder permanecer en pie, decidí quedarme sentada tomando aliento y verificando el estado completo de mi cuerpo. Con ambas manos escaneaba cada parte “expuesta” que pudiera estar afectada, era evidente que mi cabeza había llevado buen parte del daño, tanto del lado derecho como del izquierdo tenían sangre localizada lo que ya mostraba la magnitud de lo acontecido en el gran salón. Palpé mi rostro no parecía mostrar signos de perjuicio, mis orejas, la izquierda pude notar que algo salía del interior del oído. Continué con el escaneo, pasando por mis brazos, antebrazos, manos; mis pechos y abdomen fueron palpados de igual manera, hasta ahora simples rasguños y algún hematoma que producía un dolor insignificante. Mis piernas primero la derecha, ambas manos buscado detenidamente, el muslo, la rodilla, la pantorrilla, la espinillera, el tobillo y el pie, todo en ella parecía estar bien, toqué uno a uno mis dedos y un nuevo dolor sentí, algo estaba incrustado entre los dos primeros y era el causante directo de aquel dolor. Pasaba a la otra pierna, mismo procedimiento detallando cada zona y todo estaba perfecto. Volví al pie herido, tomé una gran bocanada de aire, extraer el objeto iba a resultar un paso un tanto doloroso, palpé el piso a mí alrededor en busca de algo que pudiera morder, rocas, polvo, escombros de yeso y una barra de metal; en medio de aquella agonía sonreí y murmuré: - Será esto parte del cuerpo de la bruja inmunda? ….Jajajajajajajajajaja cof cof cof volviendo a tener un episodio de tos que al terminar me había dejado sin aire de nuevo. Suspiré varias veces, llevé el trozo de metal a mi boca, lo mordí con fuerza y de un jalón extraje el maldito fragmento que estaba entre mis dedos, en medio del dolor rememoré el sonido de algo frágil impactando contra el piso, un pequeño fragmento de cristal chocaba con mis dedos y con suma destreza lo tomaba con ellos, ese debe ser el mismo cristal, lo tomé y me lo llevé a guardarlo entre las ropas de mis pechos.
En medio de aquel agite, me tiré de espaldas sin percatarme que a pocos centímetros de mí estaba una pared, tras la acción golpeé mí cabeza y dicho golpe me hacía recordar lo último de lo que tenía registro mi cerebro: “Sus ojos rojos brillaron con tal intensidad que no necesitaba saber cuales eran sus verdaderas intenciones, podía por primera vez verla sonreír de placer, su apariencia aún entre cadenas parecía más humana. Los espejos descargaban en ella todo su poder, sumergiéndola en un resplandor blanquecino cegador. Leviatán rugía una última vez, abriendo su hocico para devorar la gran esfera de poder. La luz lastimó mis ojos, ocultándolos, protegiéndolos de ella solo sentí la explosión y como mi cuerpo en milisegundos se suspendía en el aire para finalmente impactar contra una pared para luego tornarse todo en una extrema oscuridad”
Volvía en sí, rasgué la tela de mí vestido en dos secciones, dos fragmentos de tela para hacer vendajes improvisados, el primero apretando duro, sellando la zona de herida de mi pie, amarré con fuerza, necesitaba poder caminar costara lo que costara. El otro trozo de tela lo amarré en mi cabeza cubriendo la zona que presentaba más heridas, el derecho. Permanecí así, con cuidado me levanté ya sabiendo que tenía la pared detrás de mí, podía apoyarme en ella y firmar el pie para ver que tanto podía aguantar el dolor. En un inicio solo medio lo apoyaba y ya lo estaba levantando, de seguir así no saldría de allí nunca, debía buscar a los dos tarados que venían conmigo, Sokaro en especial, él tenía la llave. Con pasos lentos, cojeando por supuesto, me fui desplazando a lo largo de la pared, haciéndome un mapa mental y comparándolo con la habitación antes de la explosión, al menos sabía que yo quedé en la sección oeste tomando como norte la entrada a la sala. Pisaba rocas puntiagudas, mis dedos chocaban con facilidad con los escombros regados a lo largo del piso; la oscuridad no parecía menguar, me estaba desesperando cuando de pronto un destello, tan sutil que hubiese sido imperceptible de no ser que mis ojos estaban fijados al piso. Me agaché y quitando las pequeñas piedras que lo cubrían lo “desenterré”, el brillo de aquel rubí era inconfundible, aquel objeto era nada menos que mi propia espada: Caladbolg.
Usándola como bastón y usando la proyección mental que tenía de aquel salón, comencé a caminar en línea recta para acercarme lo suficiente al gran orificio desplegado en el centro mostrando aquellos escalones que indicaban que algo más se hallaba oculto metros bajo tierra. Caminaba con cuidado, la oscuridad no ayudaba mucho y no debía exponerme terminar muerta por un simple descuido. Usaba a Caladbolg como detector del borde al que quería llegar golpeando el piso primero antes de dar un paso, de pronto las velas y cirios comenzaban a encenderse en su llama azul, mostrando el estado de la habitación, las candelillas de la sección este dejaban ver más de cerca que no me encontraba muy lejos de aquella entrada, apresuré el paso aún en mis condiciones, no tardé mucho en llegar al borde cuando comencé a escuchar pasos que poco a poco se acercaban con más prisa hacía el punto donde yo me encontraba, me giré y miré a todos lados pero no veía nada, la luz era demasiado precaria como para iluminar la sala completa; por momentos pensaba que era Sokaro, o el mismo Nasus, en otros y un tanto “asustada” pensé que era Anfitrite. Seguía mirando pero no obtenía ningún resultado, sin más ni más dejé de escuchar los pasos, fijando mi mirada hacia el frente apreté con fuerza mi espada momento en que de la nada aparecía ante mi, propinándome un severo golpe en el vientre, haciéndome nublar la vista y escupir sangre, dejándome sin aire inmediatamente. En el instante del golpe, el “ser” musitó: - Yo ya te hacía en los dominios de Morpheo o debí decir en los Elíseos… pequeña Ambrose. El golpe me lanzó con tal poder al vacío al cual comencé a caer, era sumamente raro, era como si flotara, podía sentir las telas de mi vestido ondearse con delicadeza efecto de la caída flotante, mis extremidades suspendidas como si quisieran abrazar el viento, de pronto sentí que algo caía y se posaba en mi abdomen con tal fuerza que su única intención era torturarme lentamente, una vez más volvía a quedarme sin aire y de mi boca volvía a escupir sangre. Era la encadenada que saltó con toda la intención de usar mi cuerpo como pista de aterrizaje. La velocidad cambió a hacerse mil veces más rápida que la del inicio, su peso no me dejaba escapar, cambiar de postura, o hacer algo para evadir el impacto de la caída, simplemente era un colchón y tal “colchón” no tardó en entrar en contacto con el duro suelo, mi cabeza como las demás partes de mi cuerpo rebotaban contra el piso, dejando mis brazos y piernas descargadas a ambos lados sobre algo.
Mi cabeza ladeada, con la visión nublada podía ver que por momento mis visión se tornaba roja, quizás era la sangre que brotaba de ellos, mis ojos distinguían pocas cosas, la habitación era peculiarmente pequeña en comparación a todas por las que habíamos pasado, una iluminación impecable, algo estaba claro yo estaba sobre algo y ese algo comenzaba a robarme la vida.
Anfitrite no tardó mucho en volver a tomar acciones contra mí, no podía girar mi cabeza para verla, de hecho no podía mover ninguna parte de mi cuerpo, solo mis fuerzas parecían estar concentradas de manera sobrenatural en la mano que sujetaba con ahínco a Caladbolg, la sentía sentada, acostada sobre mi, acariciando mi rostro, apoyando su metálica mejilla contra la mía, constatando la frialdad del metal susurró: - Bienvenidos… de vuelta a su hogar. Para quitarse de encima y sin darme cuenta sentía que me pateaba por la espalda para lanzarme hacia mi frente para caer justo a los pies de alguien. Tosí una vez más, más sangre emanaba de mi interior escupiéndole los pies, era difícil moverme de hecho casi imposible, levanté la vista para identificar de quien se trataba pero era imposible, mi visión se tornaba cada vez peor, como pude tambaleándome me puse de pie, usando lo que podía “identificar” como un brazo para apoyarme.
La cabeza me dolía de manera intensa y profunda, llevé mi mano derecha al lado de mi cabeza que me dolía, el solo contacto, el simple roce aumentaba el dolor, a lo largo de ella sentía húmedo. No paraba de toser una y otra vez, estaba por escupir los pulmones debido a la intensidad de la misma. Seguía la extensa penumbra, me levanté, me tambaleé varias veces, mi cabeza seguía dándome vueltas y parecía que mis oídos habían sido seriamente afectados dado que perdía el equilibrio con facilidad además del hecho que no escuchaba nada, no sabía si era porque me había quedado sorda o en realidad en aquel salón no se producían ningún ruido. Seguía tocándome la cabeza ahora la palpaba con toda mi mano, demasiada humedad, definitivamente estaba herida y eso no era más que sangre. Al no poder permanecer en pie, decidí quedarme sentada tomando aliento y verificando el estado completo de mi cuerpo. Con ambas manos escaneaba cada parte “expuesta” que pudiera estar afectada, era evidente que mi cabeza había llevado buen parte del daño, tanto del lado derecho como del izquierdo tenían sangre localizada lo que ya mostraba la magnitud de lo acontecido en el gran salón. Palpé mi rostro no parecía mostrar signos de perjuicio, mis orejas, la izquierda pude notar que algo salía del interior del oído. Continué con el escaneo, pasando por mis brazos, antebrazos, manos; mis pechos y abdomen fueron palpados de igual manera, hasta ahora simples rasguños y algún hematoma que producía un dolor insignificante. Mis piernas primero la derecha, ambas manos buscado detenidamente, el muslo, la rodilla, la pantorrilla, la espinillera, el tobillo y el pie, todo en ella parecía estar bien, toqué uno a uno mis dedos y un nuevo dolor sentí, algo estaba incrustado entre los dos primeros y era el causante directo de aquel dolor. Pasaba a la otra pierna, mismo procedimiento detallando cada zona y todo estaba perfecto. Volví al pie herido, tomé una gran bocanada de aire, extraer el objeto iba a resultar un paso un tanto doloroso, palpé el piso a mí alrededor en busca de algo que pudiera morder, rocas, polvo, escombros de yeso y una barra de metal; en medio de aquella agonía sonreí y murmuré: - Será esto parte del cuerpo de la bruja inmunda? ….Jajajajajajajajajaja cof cof cof volviendo a tener un episodio de tos que al terminar me había dejado sin aire de nuevo. Suspiré varias veces, llevé el trozo de metal a mi boca, lo mordí con fuerza y de un jalón extraje el maldito fragmento que estaba entre mis dedos, en medio del dolor rememoré el sonido de algo frágil impactando contra el piso, un pequeño fragmento de cristal chocaba con mis dedos y con suma destreza lo tomaba con ellos, ese debe ser el mismo cristal, lo tomé y me lo llevé a guardarlo entre las ropas de mis pechos.
En medio de aquel agite, me tiré de espaldas sin percatarme que a pocos centímetros de mí estaba una pared, tras la acción golpeé mí cabeza y dicho golpe me hacía recordar lo último de lo que tenía registro mi cerebro: “Sus ojos rojos brillaron con tal intensidad que no necesitaba saber cuales eran sus verdaderas intenciones, podía por primera vez verla sonreír de placer, su apariencia aún entre cadenas parecía más humana. Los espejos descargaban en ella todo su poder, sumergiéndola en un resplandor blanquecino cegador. Leviatán rugía una última vez, abriendo su hocico para devorar la gran esfera de poder. La luz lastimó mis ojos, ocultándolos, protegiéndolos de ella solo sentí la explosión y como mi cuerpo en milisegundos se suspendía en el aire para finalmente impactar contra una pared para luego tornarse todo en una extrema oscuridad”
Volvía en sí, rasgué la tela de mí vestido en dos secciones, dos fragmentos de tela para hacer vendajes improvisados, el primero apretando duro, sellando la zona de herida de mi pie, amarré con fuerza, necesitaba poder caminar costara lo que costara. El otro trozo de tela lo amarré en mi cabeza cubriendo la zona que presentaba más heridas, el derecho. Permanecí así, con cuidado me levanté ya sabiendo que tenía la pared detrás de mí, podía apoyarme en ella y firmar el pie para ver que tanto podía aguantar el dolor. En un inicio solo medio lo apoyaba y ya lo estaba levantando, de seguir así no saldría de allí nunca, debía buscar a los dos tarados que venían conmigo, Sokaro en especial, él tenía la llave. Con pasos lentos, cojeando por supuesto, me fui desplazando a lo largo de la pared, haciéndome un mapa mental y comparándolo con la habitación antes de la explosión, al menos sabía que yo quedé en la sección oeste tomando como norte la entrada a la sala. Pisaba rocas puntiagudas, mis dedos chocaban con facilidad con los escombros regados a lo largo del piso; la oscuridad no parecía menguar, me estaba desesperando cuando de pronto un destello, tan sutil que hubiese sido imperceptible de no ser que mis ojos estaban fijados al piso. Me agaché y quitando las pequeñas piedras que lo cubrían lo “desenterré”, el brillo de aquel rubí era inconfundible, aquel objeto era nada menos que mi propia espada: Caladbolg.
Usándola como bastón y usando la proyección mental que tenía de aquel salón, comencé a caminar en línea recta para acercarme lo suficiente al gran orificio desplegado en el centro mostrando aquellos escalones que indicaban que algo más se hallaba oculto metros bajo tierra. Caminaba con cuidado, la oscuridad no ayudaba mucho y no debía exponerme terminar muerta por un simple descuido. Usaba a Caladbolg como detector del borde al que quería llegar golpeando el piso primero antes de dar un paso, de pronto las velas y cirios comenzaban a encenderse en su llama azul, mostrando el estado de la habitación, las candelillas de la sección este dejaban ver más de cerca que no me encontraba muy lejos de aquella entrada, apresuré el paso aún en mis condiciones, no tardé mucho en llegar al borde cuando comencé a escuchar pasos que poco a poco se acercaban con más prisa hacía el punto donde yo me encontraba, me giré y miré a todos lados pero no veía nada, la luz era demasiado precaria como para iluminar la sala completa; por momentos pensaba que era Sokaro, o el mismo Nasus, en otros y un tanto “asustada” pensé que era Anfitrite. Seguía mirando pero no obtenía ningún resultado, sin más ni más dejé de escuchar los pasos, fijando mi mirada hacia el frente apreté con fuerza mi espada momento en que de la nada aparecía ante mi, propinándome un severo golpe en el vientre, haciéndome nublar la vista y escupir sangre, dejándome sin aire inmediatamente. En el instante del golpe, el “ser” musitó: - Yo ya te hacía en los dominios de Morpheo o debí decir en los Elíseos… pequeña Ambrose. El golpe me lanzó con tal poder al vacío al cual comencé a caer, era sumamente raro, era como si flotara, podía sentir las telas de mi vestido ondearse con delicadeza efecto de la caída flotante, mis extremidades suspendidas como si quisieran abrazar el viento, de pronto sentí que algo caía y se posaba en mi abdomen con tal fuerza que su única intención era torturarme lentamente, una vez más volvía a quedarme sin aire y de mi boca volvía a escupir sangre. Era la encadenada que saltó con toda la intención de usar mi cuerpo como pista de aterrizaje. La velocidad cambió a hacerse mil veces más rápida que la del inicio, su peso no me dejaba escapar, cambiar de postura, o hacer algo para evadir el impacto de la caída, simplemente era un colchón y tal “colchón” no tardó en entrar en contacto con el duro suelo, mi cabeza como las demás partes de mi cuerpo rebotaban contra el piso, dejando mis brazos y piernas descargadas a ambos lados sobre algo.
Mi cabeza ladeada, con la visión nublada podía ver que por momento mis visión se tornaba roja, quizás era la sangre que brotaba de ellos, mis ojos distinguían pocas cosas, la habitación era peculiarmente pequeña en comparación a todas por las que habíamos pasado, una iluminación impecable, algo estaba claro yo estaba sobre algo y ese algo comenzaba a robarme la vida.
Anfitrite no tardó mucho en volver a tomar acciones contra mí, no podía girar mi cabeza para verla, de hecho no podía mover ninguna parte de mi cuerpo, solo mis fuerzas parecían estar concentradas de manera sobrenatural en la mano que sujetaba con ahínco a Caladbolg, la sentía sentada, acostada sobre mi, acariciando mi rostro, apoyando su metálica mejilla contra la mía, constatando la frialdad del metal susurró: - Bienvenidos… de vuelta a su hogar. Para quitarse de encima y sin darme cuenta sentía que me pateaba por la espalda para lanzarme hacia mi frente para caer justo a los pies de alguien. Tosí una vez más, más sangre emanaba de mi interior escupiéndole los pies, era difícil moverme de hecho casi imposible, levanté la vista para identificar de quien se trataba pero era imposible, mi visión se tornaba cada vez peor, como pude tambaleándome me puse de pie, usando lo que podía “identificar” como un brazo para apoyarme.
Ambrose- Dios/a
- Reino : Atlántida
Ataques :
AD - Anunciación Marina (2400)
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Puertas de la Atlántida
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Re: [Isla Primigenia] - Saint Sulpice
Espero que te guste la decoración de este lugar Ambrose…ya que es lo único que verás durante la próxima eternidad ¡¡¡hahahahahahahahahaha!!! Se rió la mujer de las cadenas extendiendo los brazos, casi como si intentara abarcar con un gesto a lo tres humanos que tenía frente a sí. Una su cuerpo asignado para vivir en la Tierra, otro uno de los Generales Marinos encargados de “aprisionarla” y otro un mero sacrificio, un simple bono que no tenía demasiado valor. Aunque no estás completa…de seguro que no lo recuerdas pero este es mi, o mejor dicho, nuestro lugar de descanso. ¿Puedes sentir su poder? Sería imposible que no lo hicieras…este sarcófago está cargado con toda mi ira, desprecio y locura. Ya la mente de su sirvienta ha colapsado por verlo de frente y aparentemente, el General no está muy lejos.
Sí…así es, este es el lugar de descanso más alejado de toda la realidad y del mundo humano. Este será el lugar propicio para que una…”demente” como tú sea aprisionada mientras yo, Anfitrite, camina de nuevo en el mundo de los humanos para acabar con Poseidón. Explicó aquel ser tan incorrecto acercándose al féretro con la siniestra levantada, acariciando el asqueroso material con una pasividad aberrante. Lo mejor es que me han traído exactamente todo lo que necesito…la Llave y el Cuerpo…e incluso, hay un sacrificio para evitarme los problemas de la sangre. Has sido bastante útil Ambrose, lamento que todo termina aquí para ti.
No han sido más que peones en mi pequeño juego…tú, el Generalito y por supuesto, aquel humano donde ha sido encarcelado mi estúpido marido. Murmuró la mujer relamiéndose, mostrando una sonrisa coqueta y pasándose el pulgar por sobre los labios. Es hora de empezar…¿les parece? Está hambriento…de seguro que quiere algo con sabor fresco, algo con mejor sabor que mi inagotable odio…
Este es el fin de la línea Ambrose…adiós. Concluyó la mujer invocando el tridente de Anfitrite acompañado del rugir del agua, incluso cuando allí no existiera más que el silencio y el vacío. Haciendo girar una sola vez el alargado objeto entre sus manos, la divinidad tan solo dividió las puntas para generar tres espadas que al segundo fueron lanzadas contra Ambrose o más específicamente, su arma: Caladbolg. No me arriesgaré…incluso si esa es una proyección de la verdadera Espada del Origen oculta en Atlantis, es un riesgo…y nosotras no tomamos riesgos ¿cierto? Esa es nuestra mayor similitud…¡jajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajaja!
¡Ahora sí! ¡¡¡QUE COMIENCE MI RESURRECIÓN!!!
Dejando de hablar y abriendo su boca tan solo para entonar una melodía conocida, pero no por eso menos terrible, todo empezaba a llegar a su fin. Apartando por segunda vez la cara de donde se encontraba el asqueroso féretro, el General de Lymnades observó como a su alrededor empezaban a llover pétalos de color azul, delicada y subliminalmente, como si estuvieran en el fondo del mar.
Instantáneamente oyó un quejido provenir por debajo de sí mismo observando a la albina quien ya herida, ahora portaba una rosa azul en su pecho, brillando y obligándola a pararse como un muerto en vida.
Disfruten mi canción…será lo último que escuchen antes de la gran conclusión.
Esta Aria…esta historia…este epitafio…
¡Todos son para destruirte a ti! ¡POSEIDÓN!
Repitiendo el mismo proceso que con Ambrose otra rosa de color azul imperial se manifestaba, esta vez en el pecho de Nasus cuya cara antes contorsionada por el dolor y la locura, ahora se veía surcada por lágrimas, no de tristeza, sino como la respuesta natural de su cuerpo ante lo que intuía venir. Ya no había razón en su cabeza, tan solo pesar.
...agh... ... Incluso aunque hubiera querido hacer algo, apenas si se podía mover. Si antes no le había prestado atención a lo incorrecto de estar en la Isla Primigenia, ahora no podía sino ser aplastado por la noción de su humanidad. El General tan solo se mantenía con una rodilla apoyada sobre el suelo y con su arma bajada…no podía hacer nada.
Pero no iba a terminar así, tampoco se iba a dejar vencer tan fácilmente…eso no era lo que había aprendido en todos los años que llevaba como militar para uno de los imperios más sangrientos de la historia. No…
...cómeme los pantalones… Le dijo Sokaro a la mujer emitiendo un pequeñísimo rastro de energía para así levantar su sierra de doble filo, apuntando por tercera vez al ser de las cadenas.
Arrogancia...incluso antes la mostraste y ahora la mantienes…¡INCLUSO AQUÍ! ¡EN EL LUGAR MÁS INHÓSPITO DE LA TIERRA!
¡Ya no más! Finalizó la fémina avanzando dos zancadas puntuales, quedando a unos tres metros del militar mientras que ya Ambrose y Nasus se encontraban a cinco pasos del enorme sarcófago. Te daré el golpe de gracia antes…vamos, observa…
Observa estos Ojos Místicos.
Sokaro- General Marino
- Reino : Atlantida
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Defensa :
Giro Funerario
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Re: [Isla Primigenia] - Saint Sulpice
Comencé a sentir frío, minuto a minuto sentía como iba perdiendo la visión para terminar siendo solo figuras indistinguibles que se producían entre el juego de luz y sombra. La cabeza la sentía a reventar, el dolor era insoportable, mi brazo que se sujetaba con fuerza del brazo de mi acompañante o bien, eso me hacia creer que así era.
Había perdido el sentido del oído, por lo que no escuchaba absolutamente nada pero mi mente podía reproducir cada palabra dicha por la dama de las cadenas. Sus palabras taladraban en mi cabeza: “Has sido bastante útil Ambrose, lamento que todo termina aquí para ti.”… “Es hora de empezar…¿les parece? Está hambriento…de seguro que quiere algo con sabor fresco, algo con mejor sabor que mi inagotable odio…” No podía sostenerme en pie, con el paso del tiempo mi visión se tornaba más borrosa, hasta que finalmente mis ojos quedaron sumergidos en una absoluta oscuridad para dar paso a sus últimas palabras: “¡Ahora sí! ¡¡¡QUE COMIENCE MI RESURRECCIÓN!!!” Bajé mi cabeza a “mirar” aunque no podía ver nada, tan solo cerré mis ojos y extrañamente en mi mente podía ver como se materializaba poco a poco la rosa azul que se iba formando, el pecho me dolía y dolía mucho, mi respiración se hacía cada vez más pausada y más lenta, parecía obtener el oxigeno justo, lo necesario para mantener aquel cuerpo con vida. Permanecí inmóvil, a la espera mentalmente, “espiritualmente” estaba allí pero mi cuerpo era una situación completamente distinta. Una vez más mi cerebro reproducía nítidamente sus palabras: “Disfruten mi canción…será lo último que escuchen antes de la gran conclusión… … Esta Aria…esta historia…este epitafio… … ¡Todos son para destruirte a ti! ¡POSEIDÓN!” Mis pies uno seguido del otro comenzaron a moverse, todo estaba oscuro, muy dentro de mi intentaba detenerme pero era inevitable nada parecía surtir efecto.
No escuchaba nada, no veía nada, simplemente era una marioneta que caminaba a voluntad de otro. Sabía que debía detenerme a toda costa o en verdad sus palabras serían una verdad. Abrí mis ojos, no podía identificar nada, imágenes térmicas que brillaban con intensidad, una gama de rojos, amarillos y verdes, mostrando la actividad de calor de sus cuerpos, eran los cirios que rodeaban la sala, mis ojos se veían ausentes, vacíos… muertos, parpadeé quizás mentalmente y era como cambiar la manera de percibir ahora las cosas, todo en blanco y negro, los objetos “sólidos” se mostraban en un blanco grisáceo lo demás simplemente sumergido en un negro vacío o podía distinguirse el delineado de sus contornos. Seguía caminando mis ojos no se desprendían de lo que tenía enfrente, con cada paso la percepción de las cosas cambiaba, de imágenes térmicas a imágenes en rayos X’s, parecía pestañear “imaginariamente” y las imágenes cambiaban entre sí, mis ojos parecían estar bajo el efecto magnético de aquel féretro que cada vez lo veía más y más cerca.
A tan solo 3 o quizás 2 pasos, sus alas se desplegaron y el sarcófago cobró “vida”, parecía aletear en cámara lenta, los relieves tallados en el ataúd se movían contando una historia: Una mujer y mil brazos sujetándola, ella viéndolos de frente con actitud altiva, una corona y un tridente, tres espadas que atravesaban su corazón. Las sirenas y delfines se desmaterializaban, desdibujándose en figuras horrendas y de terror. Casi podía escuchar los gritos de estremecimiento de las figuras, hasta que un sonido de metal contra el metal, un sonido de metal contra el cristal se filtraba sacándome de escena una vez más, dejándome sumergida en una absoluta y completa oscuridad.
Sentía que caía, no horizontalmente sino verticalmente como si me hubiese zambullido en aguas negras, mi cuerpo se sentía como una pluma que descendía sin prisas, flotando, danzando para mi sin siquiera moverme, de pronto escuché su voz: - Anfitrite… oh Anfitrite… ¿Acaso eso es todo lo que tienes? Como por arte de magia aparecía ante mi, una mujer de cabellos negros, con las mismas ropas que yo portaba y replicando con exactitud mis movimientos. Continuaba hablando, me era tan familiar: - ¿Y aquí acabó todo… todo por lo que luchaste?... en realidad terminaste siendo una decepción, mejor regrésame mi cuerpo maldita loca!!!. Era nada más ni nada menos que Ambrose, sonreí al escucharla, había pasado tanto tiempo que al escucharla me traía cierta… felicidad.
- HAHAHAHAHAAHAHAHAAHAHAHA a ver ilústrame Romana, según tu apreciado intelecto… ¿Qué debo hacer? Soy toda oídos… El tiempo en ese momento parecía detenido, podía ver como nuestras ropas seguían ondeándose suavemente como si una dulce brisa que viniera de lo profundo de aquel lugar oscuro. Seguíamos suspendidas, viéndonos la una a la otra, ella hablaba pero no podía escucharla, me acercaba un poco más a ella pero algo me detenía, no podía sobrepasar aquel limite, algo o alguien me lo impedía. Ambrose seguía moviendo sus labios, eran siempre los mismos movimientos de su boca, parecía repetir una y otra vez la misma palabra. La miré con atención, intentando quizás descifrar lo que con tanta insistencia me decía, comencé a mover mi labios replicando los suyos, lentamente empecé a decir: - DE… DES… PI… ER… TA Extendí mi mano hacia el frente con la intención de tocarla; al principio no entendía lo que quería decir hasta que en un grito profundo dijo: - ¡DESPIERTA DE UNA MALDITA VEZ!... Eres la Soberana de los mares, eres la Reina de las aguas… ¡DESPIERTA! Despareciendo ante mí en el momento que mis yemas de la mano izquierda la tocaban.
Sabía que en algún momento había abierto mis ojos pero aún seguía entre las sombras, podía sentir como comenzaba a dibujarse en mis labios una macabra sonrisa, a tan solo un paso extendí mi brazo izquierdo y con las yemas de los dedos toqué aquel sarcófago, de golpe mi mente fue azotada con cientos, miles, millones de imágenes del pasado, un pasado vívido y real, de pronto levanté mi mano derecha empuñando con fuerza lo que quedaba de Caladbolg y en un rápido movimiento se la clavé en la garganta, la criatura gritó, aulló, aleteó un par de veces buscando la forma de sacarse aquella arma de su tráquea, sus sonidos se hacían monstruos, agonía, dolor, sufrimiento, lindos lamentos llamando a la madre muerte. En ese instante solté el arma, di un paso hacia atrás que por cierto no alcancé a terminar y ya mi cuerpo se arqueaba sobre mi espalda, de mis ojos, de mi boca, de mis manos, de mis pies, de cada parte de él se desprendía una luz azulada intensa, comencé a convulsionar agitándose mi cuerpo con violencia, fui envuelta en una flama azul y desaparecí.
No tardé en aparecer de nuevo ante ellos, como un meteorito envuelto en una azulada llama caí de pie sobre el féretro haciendo que el polvo se levantara y la estructura temblara, una onda de poder extendiéndose a lo largo de aquella habitación. Veía con deleite como la parca seguía revolcándose, moviéndose, intentando por todos los medios sacar aquel objeto incrustado en su garganta. Dirigí mi vista hacía el suelo donde se encontraban regados fragmentos de cristal y metal, las empuñaduras de dos espadas y en un estado perfecto una espada dorada, chasqueé mis dedos y el arma levitó y sin vacilar la tomé con mi mano derecha, apoyando la punta en la superficie del ataúd, usándola como un vulgar bastón.
Seguía emanando una luz azulada, todo mi cuerpo sin excepción alguna fue recubierto por una escama especial, una armadura azul marino, en el momento que en Ambrose pronunció “Despierta”, lo que despertó fue la Kamei de Anfitrite. Caminando de un lado a otro, jugando con la espada, girándola, rayando con ésta la superficie del sarcófago, delineando figuras abstractas o quizás simplemente dejando que mi mano hiciese lo que quisiese. Me detuve frente a la parca la cual seguía “agonizando” aunque un término poco aplicable dado que eso no tenía vida, la miré de abajo hacia arriba, sonreí, levanté la espada y son sutiles movimientos producía cortes superficiales a lo largo de su cuerpo, me detuve, volvía a mirarla detenidamente y en tono serio pero a la vez burlesco sin siquiera tomarme la molestia de mirarla esbocé: - Déjame te aclaro algo querida… no he venido a hacerte compañía, no he venido a vivir aquí y mucho menos a revivirte… he venido por ¡ESTO! Zapateando tan fuerte sobre el féretro que de nuevo una onda energética se extendía por todo el lugar, por toda la isla, haciendo temblar a la tierra misma, de manera simultanea tomé la espada dorada con las dos manos, empuñándola con fuerza y en un movimiento limpio corté en dirección a la encadenada la cabeza del siniestro ser que con tal ímpetu y velocidad caía justo a su lado izquierdo, chocando y rebotando contra su pie.
Me giré para verla, empuñando aún la espada, la giré y la deposité sobre mi hombro derecho, me ubiqué en el borde del sarcófago, pisando fuerte, ejerciendo la mayor presión en dicha área y concentrando mi cosmos que lentamente se tornaba azul oscuro para finalmente ser negro, levantando dicho objeto del suelo para ponerlo verticalmente como si fuese una puerta. Inmediatamente los relieves que sobresalían de sus paredes exteriores comenzaron a moverse contando una vez más la historia, los brazos que alcanzaban a la mujer esta vez se desplegaban para “abrazar” el féretro solidificándose en cadenas. Con mi mano libre sostuve el ataúd que con el simple contacto podía sentir sus deseos de poseer a alguien. Dejándolo estable, salté de la plataforma donde se encontraba reposando y a nueva cuenta una nube de polvo se levantaba con el plus que esta vez los cirios se apagaban. En medio de la oscuridad me desplacé a una velocidad sorprendente, dejando a mi paso una estela de fina luz azul para llegar y ubicarme detrás de mi General, espada reposando en mi hombro y mi barbilla reposando en el hombro de Lymnades, con la cabeza gacha, con tono de voz serio y perturbador dije: - ¡Si!... ¡Sí! Sokaro mírala… disfruta de los “Ojos Malignos”… aunque con qué ojos podrías hacer alguna maldad. Que falta de originalidad… los mismos ojitos que el Emperador… por si no lo sabías, resultamos siendo inmunes HAHAHAHAHAHHAHA. Momento en que rodeaba el cuello de Sokaro con mi brazo libre y con gran agilidad enterraba mis dedos, índice y corazón en los ojos de la encadenada. Soplé levantando el polvo que al pasar por el lugar de las velas las encendía dejando ver de nuevo todo lo que había en la habitación. Retiré mis dedos de sus cuencas, poniéndome justo al lado del General susurré: - Ya… ya deja de fingir Sokaro, no creo que esa rosita pueda hacer mucho en ti, usa el medallón para que anule el efecto. ¿Oh tengo que decirte cómo hacerlo?.
Me interpuse entre ella y el General, comencé a caminar obligándola a hacer lo mismo pero hacia atrás, la parca sin cabeza batía sus alas para dejarlas abiertas de par en par, los brazos-cadenas se separaban para dejar paso a la apertura del sarcófago, ladeé mi cabeza para mirar mejor el espectáculo, Nasus estaba a punto de entrar y como un mandato repiqué: - Será mejor que te detengas y ven hacia acá. Deteniéndose sin problema e iniciando su marcha hacia atrás el enano ese. Volví a mi postura, retiré la espada de mi hombro y con la frialdad reflejada en mis ojos, clavando la espada en el piso, sacándome el caso y sacudiendo mis cabellos que ahora eran completamente negros, y con todo el odio remarcado en mis palabras dije: - ¿Cómo podrás revivir sin brazos? Tomando la espada y cortando aquellas cadenas que representaban sus extremidades superiores, volví a retomar: - ¿Cómo puedes revivir sin piernas? Cortando en lo que parecía ser sus rodillas. La encadenada cayó para levantarse con nuevos brazos y nuevas piernas, ahora adoptaba la misma silueta que yo, clonando cada parte de la Kamei con sus asquerosas cadenas. La miraba detenidamente, hasta cabello tenía, sonreí, reí al verla, la cosa esa levantaba su brazo derecho y el tridente respondía a lo que parecía una clase de llamado. Golpeó tres veces el piso, quizás su manera de decir que ella también podía hacerlo, finalmente habló: - La arrogancia parece ser un común denominador entre Uds. los romanos. Caminando rodeándome mientras lo hacía, mirándonos fijamente, siguiendo detalladamente nuestras acciones, ella continuó su parlamento: - Así que has venido por el sarcófago… me pregunto: - ¿Qué harás con él? Aunque la pregunta es: ¿Podrás salir con él de aquí? HAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHHAHAA justo en el momento en que se ponía detrás de mi, era extraño podía sentir su fría respiración, ella daba dos pasos y se ponía de nuevo frente a mí, con tono jocoso musitó: - ¿Y bien?... ¿Cómo es que planeas matarme? Golpeando con su tridente la espada que yo portaba, sonreí al ver sus acciones y al escuchar sus palabras, tan solo respondí: - Que sentido tiene decírtelo… mejor sorprendete… -Eso lo veremos si es que no mueres tu primero. Respondía ante mis palabras. Rápidamente comenzó una lucha de armas, ella con tu tridente y yo con la espada, golpe tras golpe, salto tras salto, igualdad de fuerzas, igualdad de destrezas. Nuestros cosmos chocaban, era una pelea de titanes, una contienda que no parecía tener fin. De pronto tenía sus sucias y frías manos en mi cuello, empujándome hacía atrás haciéndome retroceder, sentía recorrer la sangre por mi rostro, y notaba que algo, un líquido carmesí se filtraba por entre las cadenas de su pecho, seguía dando pasos hacia atrás cuando sin notarlo aplasté algo redondo tras ese hecho, la encadenada me soltó y se tambaleó un momento. Sonreí ante tal descubrimiento, con una rodilla flexionada y la otra tocando el suelo, ayudándome de la espada que la usaba como soporte, comencé a cantar:
A medida que cantaba iban brotando del suelo poco a poco pétalos de rosas rojas que lentamente iban cubriendo la superficie del salón, me levanté para adoptar una postura erguida, los pétalos seguían bañando la sala, formando una marea carmesí, sobre su pecho una rosa roja incrustada, levanté mi pie y de un pisotón terminé de destruir la cabeza de la parca, la dama de las cadenas se tambaleaba, dando dos o tres pasos hacía atrás, volví a sonreír y musité: - Así que lo que te traerá a la vida, también es lo que te dará muerte… que fácil me la has puesto. Momento en que levantaba mi espada y corría a ella a toda velocidad, deteniéndome abruptamente en el momento en que su cara cambiaba a ser una bastante conocida, un hombre de cabellos blancos, finos rasgos, arrugas y el paso de la edad mostrado en su tez, con el mayor de los cinismos hablaba: - Ambrose… ¿serías capaz de matar a tu propio padre? Empuñando el arma y sin pensarlo dos veces la enterré en su vientre mientras susurraba: - Mi padre ya está muerto... yo lo maté! sacando la espada inmediatamente y viendo como entre las cadenas volvía a salir sangre, una sangre negra. Se desdibujaba una vez más, ahora su rostro adquiría una nueva apariencia, un hombre de rostro más joven, piel más lozana, ojos brillantes, cabellos blancos como su antecesor, rasgos finos, una cara bastante conocida y familiar, por un momento dudé al verlo, sosteniendo aún la espada dejé caer mi brazo, mis ojos no se despegaban de los suyos, entreabrió sus labios y murmuró: - Ambrose… ¿Serías capaz de matar a tu propio… hijo? En un parpadeo levanté mi arma, encendí mi cosmos y enterrándole una tercera parte de la hoja de la espada musité: - Yo no soy Ambrose… Yo soy Anfitrite… Enterrándole la hoja completa grité: - ¡Y YO NO TENGO HIJOS! Acercando mi boca a su oído para susurrar: - No te equivoques, no he venido para matarte, he venido para llevarte conmigo. Empujándola con todo y espada para luego sacarla mientras ella se acercaba más y más al sarcófago que ahora abría la puerta, donde las cadenas se movían como serpientes en el aire, esperando el ingreso de su presa. Pasé justo por el lado de Nasus, lo giré hacía mi, vi que llevaba entre sus manos la flor de cristal, acaricié sus mejillas, le dediqué una dulce sonrisa y sin más y ni más lo besé mientras le enterraba en su pecho la espada, tumbando así la rosa azul que llevaba allí clavada, alejando mis labios de los suyos susurré: - Ya estabas muerto a fin de cuentas Nasus… al final resultaste ser de utilidad. Empujándolo en dirección al ataúd con todo y rosa de cristal que aún sostenía y se aferraba a ella. Me giré para ver a Sokaro, con mirada fría e igual tono repiqué: - Lánzame el medallón… Terminando de decir esto sentí como mi cuerpo era atrapado y sujetado de piernas y brazos, inmovilizándome por completo, arrastrándome hacia atrás, hacia el sarcófago mismo, giré mi cabeza para ver que demonios pasaba y era ella, desplegando una vez más sus asquerosas cadenas y llevándome hacia ella. Intenté por todos los medios desatarme pero era en vano, faltaba poco para quedar atrapada allí, sin pensarlo mucho y antes de que las mismas cadenas cubrieran mi rostro grité: - Sokaro en el momento en que este apunto de cerrarse esto ¡tira adentro el medallón! Tapando mi boca con cadenas, no faltaba nada y un pedazo de cadena se desprendió, o quizás no, iba directamente hacia Sokaro, abrí mis ojos asustada, sorprendida, no podía estar pasando esto ahora, antes de volver a la oscuridad sus últimas palabras fueron: - Te maldigo a ti… Escama Dorada de Lymnades por esta y todas las generaciones venideras. Cayendo el trozo de cadena en sus ojos y envolviéndolos, fue lo último que vi y fue lo último que escuché...
Había perdido el sentido del oído, por lo que no escuchaba absolutamente nada pero mi mente podía reproducir cada palabra dicha por la dama de las cadenas. Sus palabras taladraban en mi cabeza: “Has sido bastante útil Ambrose, lamento que todo termina aquí para ti.”… “Es hora de empezar…¿les parece? Está hambriento…de seguro que quiere algo con sabor fresco, algo con mejor sabor que mi inagotable odio…” No podía sostenerme en pie, con el paso del tiempo mi visión se tornaba más borrosa, hasta que finalmente mis ojos quedaron sumergidos en una absoluta oscuridad para dar paso a sus últimas palabras: “¡Ahora sí! ¡¡¡QUE COMIENCE MI RESURRECCIÓN!!!” Bajé mi cabeza a “mirar” aunque no podía ver nada, tan solo cerré mis ojos y extrañamente en mi mente podía ver como se materializaba poco a poco la rosa azul que se iba formando, el pecho me dolía y dolía mucho, mi respiración se hacía cada vez más pausada y más lenta, parecía obtener el oxigeno justo, lo necesario para mantener aquel cuerpo con vida. Permanecí inmóvil, a la espera mentalmente, “espiritualmente” estaba allí pero mi cuerpo era una situación completamente distinta. Una vez más mi cerebro reproducía nítidamente sus palabras: “Disfruten mi canción…será lo último que escuchen antes de la gran conclusión… … Esta Aria…esta historia…este epitafio… … ¡Todos son para destruirte a ti! ¡POSEIDÓN!” Mis pies uno seguido del otro comenzaron a moverse, todo estaba oscuro, muy dentro de mi intentaba detenerme pero era inevitable nada parecía surtir efecto.
No escuchaba nada, no veía nada, simplemente era una marioneta que caminaba a voluntad de otro. Sabía que debía detenerme a toda costa o en verdad sus palabras serían una verdad. Abrí mis ojos, no podía identificar nada, imágenes térmicas que brillaban con intensidad, una gama de rojos, amarillos y verdes, mostrando la actividad de calor de sus cuerpos, eran los cirios que rodeaban la sala, mis ojos se veían ausentes, vacíos… muertos, parpadeé quizás mentalmente y era como cambiar la manera de percibir ahora las cosas, todo en blanco y negro, los objetos “sólidos” se mostraban en un blanco grisáceo lo demás simplemente sumergido en un negro vacío o podía distinguirse el delineado de sus contornos. Seguía caminando mis ojos no se desprendían de lo que tenía enfrente, con cada paso la percepción de las cosas cambiaba, de imágenes térmicas a imágenes en rayos X’s, parecía pestañear “imaginariamente” y las imágenes cambiaban entre sí, mis ojos parecían estar bajo el efecto magnético de aquel féretro que cada vez lo veía más y más cerca.
A tan solo 3 o quizás 2 pasos, sus alas se desplegaron y el sarcófago cobró “vida”, parecía aletear en cámara lenta, los relieves tallados en el ataúd se movían contando una historia: Una mujer y mil brazos sujetándola, ella viéndolos de frente con actitud altiva, una corona y un tridente, tres espadas que atravesaban su corazón. Las sirenas y delfines se desmaterializaban, desdibujándose en figuras horrendas y de terror. Casi podía escuchar los gritos de estremecimiento de las figuras, hasta que un sonido de metal contra el metal, un sonido de metal contra el cristal se filtraba sacándome de escena una vez más, dejándome sumergida en una absoluta y completa oscuridad.
Sentía que caía, no horizontalmente sino verticalmente como si me hubiese zambullido en aguas negras, mi cuerpo se sentía como una pluma que descendía sin prisas, flotando, danzando para mi sin siquiera moverme, de pronto escuché su voz: - Anfitrite… oh Anfitrite… ¿Acaso eso es todo lo que tienes? Como por arte de magia aparecía ante mi, una mujer de cabellos negros, con las mismas ropas que yo portaba y replicando con exactitud mis movimientos. Continuaba hablando, me era tan familiar: - ¿Y aquí acabó todo… todo por lo que luchaste?... en realidad terminaste siendo una decepción, mejor regrésame mi cuerpo maldita loca!!!. Era nada más ni nada menos que Ambrose, sonreí al escucharla, había pasado tanto tiempo que al escucharla me traía cierta… felicidad.
- HAHAHAHAHAAHAHAHAAHAHAHA a ver ilústrame Romana, según tu apreciado intelecto… ¿Qué debo hacer? Soy toda oídos… El tiempo en ese momento parecía detenido, podía ver como nuestras ropas seguían ondeándose suavemente como si una dulce brisa que viniera de lo profundo de aquel lugar oscuro. Seguíamos suspendidas, viéndonos la una a la otra, ella hablaba pero no podía escucharla, me acercaba un poco más a ella pero algo me detenía, no podía sobrepasar aquel limite, algo o alguien me lo impedía. Ambrose seguía moviendo sus labios, eran siempre los mismos movimientos de su boca, parecía repetir una y otra vez la misma palabra. La miré con atención, intentando quizás descifrar lo que con tanta insistencia me decía, comencé a mover mi labios replicando los suyos, lentamente empecé a decir: - DE… DES… PI… ER… TA Extendí mi mano hacia el frente con la intención de tocarla; al principio no entendía lo que quería decir hasta que en un grito profundo dijo: - ¡DESPIERTA DE UNA MALDITA VEZ!... Eres la Soberana de los mares, eres la Reina de las aguas… ¡DESPIERTA! Despareciendo ante mí en el momento que mis yemas de la mano izquierda la tocaban.
Sabía que en algún momento había abierto mis ojos pero aún seguía entre las sombras, podía sentir como comenzaba a dibujarse en mis labios una macabra sonrisa, a tan solo un paso extendí mi brazo izquierdo y con las yemas de los dedos toqué aquel sarcófago, de golpe mi mente fue azotada con cientos, miles, millones de imágenes del pasado, un pasado vívido y real, de pronto levanté mi mano derecha empuñando con fuerza lo que quedaba de Caladbolg y en un rápido movimiento se la clavé en la garganta, la criatura gritó, aulló, aleteó un par de veces buscando la forma de sacarse aquella arma de su tráquea, sus sonidos se hacían monstruos, agonía, dolor, sufrimiento, lindos lamentos llamando a la madre muerte. En ese instante solté el arma, di un paso hacia atrás que por cierto no alcancé a terminar y ya mi cuerpo se arqueaba sobre mi espalda, de mis ojos, de mi boca, de mis manos, de mis pies, de cada parte de él se desprendía una luz azulada intensa, comencé a convulsionar agitándose mi cuerpo con violencia, fui envuelta en una flama azul y desaparecí.
No tardé en aparecer de nuevo ante ellos, como un meteorito envuelto en una azulada llama caí de pie sobre el féretro haciendo que el polvo se levantara y la estructura temblara, una onda de poder extendiéndose a lo largo de aquella habitación. Veía con deleite como la parca seguía revolcándose, moviéndose, intentando por todos los medios sacar aquel objeto incrustado en su garganta. Dirigí mi vista hacía el suelo donde se encontraban regados fragmentos de cristal y metal, las empuñaduras de dos espadas y en un estado perfecto una espada dorada, chasqueé mis dedos y el arma levitó y sin vacilar la tomé con mi mano derecha, apoyando la punta en la superficie del ataúd, usándola como un vulgar bastón.
Seguía emanando una luz azulada, todo mi cuerpo sin excepción alguna fue recubierto por una escama especial, una armadura azul marino, en el momento que en Ambrose pronunció “Despierta”, lo que despertó fue la Kamei de Anfitrite. Caminando de un lado a otro, jugando con la espada, girándola, rayando con ésta la superficie del sarcófago, delineando figuras abstractas o quizás simplemente dejando que mi mano hiciese lo que quisiese. Me detuve frente a la parca la cual seguía “agonizando” aunque un término poco aplicable dado que eso no tenía vida, la miré de abajo hacia arriba, sonreí, levanté la espada y son sutiles movimientos producía cortes superficiales a lo largo de su cuerpo, me detuve, volvía a mirarla detenidamente y en tono serio pero a la vez burlesco sin siquiera tomarme la molestia de mirarla esbocé: - Déjame te aclaro algo querida… no he venido a hacerte compañía, no he venido a vivir aquí y mucho menos a revivirte… he venido por ¡ESTO! Zapateando tan fuerte sobre el féretro que de nuevo una onda energética se extendía por todo el lugar, por toda la isla, haciendo temblar a la tierra misma, de manera simultanea tomé la espada dorada con las dos manos, empuñándola con fuerza y en un movimiento limpio corté en dirección a la encadenada la cabeza del siniestro ser que con tal ímpetu y velocidad caía justo a su lado izquierdo, chocando y rebotando contra su pie.
Me giré para verla, empuñando aún la espada, la giré y la deposité sobre mi hombro derecho, me ubiqué en el borde del sarcófago, pisando fuerte, ejerciendo la mayor presión en dicha área y concentrando mi cosmos que lentamente se tornaba azul oscuro para finalmente ser negro, levantando dicho objeto del suelo para ponerlo verticalmente como si fuese una puerta. Inmediatamente los relieves que sobresalían de sus paredes exteriores comenzaron a moverse contando una vez más la historia, los brazos que alcanzaban a la mujer esta vez se desplegaban para “abrazar” el féretro solidificándose en cadenas. Con mi mano libre sostuve el ataúd que con el simple contacto podía sentir sus deseos de poseer a alguien. Dejándolo estable, salté de la plataforma donde se encontraba reposando y a nueva cuenta una nube de polvo se levantaba con el plus que esta vez los cirios se apagaban. En medio de la oscuridad me desplacé a una velocidad sorprendente, dejando a mi paso una estela de fina luz azul para llegar y ubicarme detrás de mi General, espada reposando en mi hombro y mi barbilla reposando en el hombro de Lymnades, con la cabeza gacha, con tono de voz serio y perturbador dije: - ¡Si!... ¡Sí! Sokaro mírala… disfruta de los “Ojos Malignos”… aunque con qué ojos podrías hacer alguna maldad. Que falta de originalidad… los mismos ojitos que el Emperador… por si no lo sabías, resultamos siendo inmunes HAHAHAHAHAHHAHA. Momento en que rodeaba el cuello de Sokaro con mi brazo libre y con gran agilidad enterraba mis dedos, índice y corazón en los ojos de la encadenada. Soplé levantando el polvo que al pasar por el lugar de las velas las encendía dejando ver de nuevo todo lo que había en la habitación. Retiré mis dedos de sus cuencas, poniéndome justo al lado del General susurré: - Ya… ya deja de fingir Sokaro, no creo que esa rosita pueda hacer mucho en ti, usa el medallón para que anule el efecto. ¿Oh tengo que decirte cómo hacerlo?.
Me interpuse entre ella y el General, comencé a caminar obligándola a hacer lo mismo pero hacia atrás, la parca sin cabeza batía sus alas para dejarlas abiertas de par en par, los brazos-cadenas se separaban para dejar paso a la apertura del sarcófago, ladeé mi cabeza para mirar mejor el espectáculo, Nasus estaba a punto de entrar y como un mandato repiqué: - Será mejor que te detengas y ven hacia acá. Deteniéndose sin problema e iniciando su marcha hacia atrás el enano ese. Volví a mi postura, retiré la espada de mi hombro y con la frialdad reflejada en mis ojos, clavando la espada en el piso, sacándome el caso y sacudiendo mis cabellos que ahora eran completamente negros, y con todo el odio remarcado en mis palabras dije: - ¿Cómo podrás revivir sin brazos? Tomando la espada y cortando aquellas cadenas que representaban sus extremidades superiores, volví a retomar: - ¿Cómo puedes revivir sin piernas? Cortando en lo que parecía ser sus rodillas. La encadenada cayó para levantarse con nuevos brazos y nuevas piernas, ahora adoptaba la misma silueta que yo, clonando cada parte de la Kamei con sus asquerosas cadenas. La miraba detenidamente, hasta cabello tenía, sonreí, reí al verla, la cosa esa levantaba su brazo derecho y el tridente respondía a lo que parecía una clase de llamado. Golpeó tres veces el piso, quizás su manera de decir que ella también podía hacerlo, finalmente habló: - La arrogancia parece ser un común denominador entre Uds. los romanos. Caminando rodeándome mientras lo hacía, mirándonos fijamente, siguiendo detalladamente nuestras acciones, ella continuó su parlamento: - Así que has venido por el sarcófago… me pregunto: - ¿Qué harás con él? Aunque la pregunta es: ¿Podrás salir con él de aquí? HAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHHAHAA justo en el momento en que se ponía detrás de mi, era extraño podía sentir su fría respiración, ella daba dos pasos y se ponía de nuevo frente a mí, con tono jocoso musitó: - ¿Y bien?... ¿Cómo es que planeas matarme? Golpeando con su tridente la espada que yo portaba, sonreí al ver sus acciones y al escuchar sus palabras, tan solo respondí: - Que sentido tiene decírtelo… mejor sorprendete… -Eso lo veremos si es que no mueres tu primero. Respondía ante mis palabras. Rápidamente comenzó una lucha de armas, ella con tu tridente y yo con la espada, golpe tras golpe, salto tras salto, igualdad de fuerzas, igualdad de destrezas. Nuestros cosmos chocaban, era una pelea de titanes, una contienda que no parecía tener fin. De pronto tenía sus sucias y frías manos en mi cuello, empujándome hacía atrás haciéndome retroceder, sentía recorrer la sangre por mi rostro, y notaba que algo, un líquido carmesí se filtraba por entre las cadenas de su pecho, seguía dando pasos hacia atrás cuando sin notarlo aplasté algo redondo tras ese hecho, la encadenada me soltó y se tambaleó un momento. Sonreí ante tal descubrimiento, con una rodilla flexionada y la otra tocando el suelo, ayudándome de la espada que la usaba como soporte, comencé a cantar:
A medida que cantaba iban brotando del suelo poco a poco pétalos de rosas rojas que lentamente iban cubriendo la superficie del salón, me levanté para adoptar una postura erguida, los pétalos seguían bañando la sala, formando una marea carmesí, sobre su pecho una rosa roja incrustada, levanté mi pie y de un pisotón terminé de destruir la cabeza de la parca, la dama de las cadenas se tambaleaba, dando dos o tres pasos hacía atrás, volví a sonreír y musité: - Así que lo que te traerá a la vida, también es lo que te dará muerte… que fácil me la has puesto. Momento en que levantaba mi espada y corría a ella a toda velocidad, deteniéndome abruptamente en el momento en que su cara cambiaba a ser una bastante conocida, un hombre de cabellos blancos, finos rasgos, arrugas y el paso de la edad mostrado en su tez, con el mayor de los cinismos hablaba: - Ambrose… ¿serías capaz de matar a tu propio padre? Empuñando el arma y sin pensarlo dos veces la enterré en su vientre mientras susurraba: - Mi padre ya está muerto... yo lo maté! sacando la espada inmediatamente y viendo como entre las cadenas volvía a salir sangre, una sangre negra. Se desdibujaba una vez más, ahora su rostro adquiría una nueva apariencia, un hombre de rostro más joven, piel más lozana, ojos brillantes, cabellos blancos como su antecesor, rasgos finos, una cara bastante conocida y familiar, por un momento dudé al verlo, sosteniendo aún la espada dejé caer mi brazo, mis ojos no se despegaban de los suyos, entreabrió sus labios y murmuró: - Ambrose… ¿Serías capaz de matar a tu propio… hijo? En un parpadeo levanté mi arma, encendí mi cosmos y enterrándole una tercera parte de la hoja de la espada musité: - Yo no soy Ambrose… Yo soy Anfitrite… Enterrándole la hoja completa grité: - ¡Y YO NO TENGO HIJOS! Acercando mi boca a su oído para susurrar: - No te equivoques, no he venido para matarte, he venido para llevarte conmigo. Empujándola con todo y espada para luego sacarla mientras ella se acercaba más y más al sarcófago que ahora abría la puerta, donde las cadenas se movían como serpientes en el aire, esperando el ingreso de su presa. Pasé justo por el lado de Nasus, lo giré hacía mi, vi que llevaba entre sus manos la flor de cristal, acaricié sus mejillas, le dediqué una dulce sonrisa y sin más y ni más lo besé mientras le enterraba en su pecho la espada, tumbando así la rosa azul que llevaba allí clavada, alejando mis labios de los suyos susurré: - Ya estabas muerto a fin de cuentas Nasus… al final resultaste ser de utilidad. Empujándolo en dirección al ataúd con todo y rosa de cristal que aún sostenía y se aferraba a ella. Me giré para ver a Sokaro, con mirada fría e igual tono repiqué: - Lánzame el medallón… Terminando de decir esto sentí como mi cuerpo era atrapado y sujetado de piernas y brazos, inmovilizándome por completo, arrastrándome hacia atrás, hacia el sarcófago mismo, giré mi cabeza para ver que demonios pasaba y era ella, desplegando una vez más sus asquerosas cadenas y llevándome hacia ella. Intenté por todos los medios desatarme pero era en vano, faltaba poco para quedar atrapada allí, sin pensarlo mucho y antes de que las mismas cadenas cubrieran mi rostro grité: - Sokaro en el momento en que este apunto de cerrarse esto ¡tira adentro el medallón! Tapando mi boca con cadenas, no faltaba nada y un pedazo de cadena se desprendió, o quizás no, iba directamente hacia Sokaro, abrí mis ojos asustada, sorprendida, no podía estar pasando esto ahora, antes de volver a la oscuridad sus últimas palabras fueron: - Te maldigo a ti… Escama Dorada de Lymnades por esta y todas las generaciones venideras. Cayendo el trozo de cadena en sus ojos y envolviéndolos, fue lo último que vi y fue lo último que escuché...
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Re: [Isla Primigenia] - Saint Sulpice
¡Si!... ¡Sí! Sokaro mírala… disfruta de los “Ojos Malignos”… aunque con qué ojos podrías hacer alguna maldad. Que falta de originalidad… los mismos ojitos que el Emperador… por si no lo sabías, resultamos siendo inmunes HAHAHAHAHAHHAHA.
Ya… ya deja de fingir Sokaro, no creo que esa rosita pueda hacer mucho en ti, usa el medallón para que anule el efecto. ¿Oh tengo que decirte cómo hacerlo?.
...intenta estar aquí sin tener esa Armadura…y mirar esa asquerosidad de sarcófago de frente a ver si no…te agotas… Le contestó el General a la ex-albina, flexionando las rodillas para así comenzar a levantarse aunque con lentitud. Era curioso, de un momento a otro la mujer pasaba de estar más muerta que viva a parecer ser capaz de patearle el trasero a la cosa de las cadenas, aunque no por eso se iba a quejar. Ya empezaba a hartarse de ser el único de los dos que hiciera algo útil en cuanto a dar pelea se refería.
Una vez con los dos pies firmemente apostados sobre el suelo pudo observar la muy literal paliza que le daba la humana a su contraparte divina, usando tan solo una maestría dudosa con la espada comparada contra un igual uso de un tridente modificado.
Primero un golpe directo seguido de un bloqueo lateral, luego una estocada frontal que era desviada con las puntas cambiantes del tridente marino para finalmente culminar en un intercambio de patadas y un agarre que llevaba a la pelinegra hacia el fondo…
…momento en que una tonada parecida a la pronunciada por el ente de las cadenas salía de la boca de la misma mujer que antes había podido hacer retroceder, pero en lugar de hacer surgir rosas azules, el color carmesí de esos pétalos auguraba algo ciertamente peligroso. Por primera vez, la anfitriona de la Isla Primigenia era superada por su reencarnación de forma contundente.
Obligándola a retroceder, incluso entre patéticos juegos mentales la ex-romana finalmente inauguraba el clímax de la aventura vivida en el corazón de la locura. El único requisito para terminarlo de forma oficial era lanzarle el medallón que aún colgaba de su mano.
Antes de proceder sin embargo, el ente volvía a atacar: deshilvanándose en aquellas serpientes de metal de ébano comenzaba a arrastrar a Ambrose, amenazando con llevársela consigo al interior de aquella cosa…y como por lo visto ya la otra lo había previsto una orden por demás clara fue dada después de la indicación de lanzarle el colgante.
Sokaro en el momento en que este apunto de cerrarse esto ¡tira adentro el medallón!
Seguido de esas palabras el General levantaba su puño, dispuesto a lanzar el tan mentado objeto, pero…
Te maldigo a ti… Escama Dorada de Lymnades por esta y todas las generaciones venideras. Dijo el ente antes de que un largo fragmento de cadena se dirigiera a él. Sin saber que diablos significaba eso, sin importarle realmente y observando como ya su “jefa” estaba a punto de ser encerrada tan solo flexionó el brazo y con solidez, lanzaba el medallón en la dirección dictada por la voz de Ambrose sin saber si realmente había acertado en cuanto a la potencia y ángulo ya que justamente allí, las cadenas se enredaban a su cráneo, justamente al nivel de sus ojos.
...agh...mierda... ... ... Murmuró Sokaro con la vista totalmente bloqueada, tomando los eslabones con la mano izquierda y proceder a jalar…pero era en vano. Y si eso no era suficiente de pronto un escozor sin igual se apoderaba de los nervios de su mano: la palma humeaba y sinceramente, no estaba listo para soportar más castigo aparte de un posible pie roto, cabeza golpeada y un ataque mental por observar el asqueroso sarcófago de la locura. Ya pensaría en algo…y si no, le diría a Anfitrite que sacara alitas y usara una loción de algas para que se las zafara. Si era una diosa, mucho trabajo no podía darle.
Y ahí fue que lo escuchó, un sonoro “CLANK” que anunciaba el cierra total y definitivo del sarcófago. Seguido de un rumor de metal, las cadenas abrazaban el féretro y finalmente, el silencio se apoderó nuevamente de Saint Sulpice.
Ya… ya deja de fingir Sokaro, no creo que esa rosita pueda hacer mucho en ti, usa el medallón para que anule el efecto. ¿Oh tengo que decirte cómo hacerlo?.
...intenta estar aquí sin tener esa Armadura…y mirar esa asquerosidad de sarcófago de frente a ver si no…te agotas… Le contestó el General a la ex-albina, flexionando las rodillas para así comenzar a levantarse aunque con lentitud. Era curioso, de un momento a otro la mujer pasaba de estar más muerta que viva a parecer ser capaz de patearle el trasero a la cosa de las cadenas, aunque no por eso se iba a quejar. Ya empezaba a hartarse de ser el único de los dos que hiciera algo útil en cuanto a dar pelea se refería.
Una vez con los dos pies firmemente apostados sobre el suelo pudo observar la muy literal paliza que le daba la humana a su contraparte divina, usando tan solo una maestría dudosa con la espada comparada contra un igual uso de un tridente modificado.
Primero un golpe directo seguido de un bloqueo lateral, luego una estocada frontal que era desviada con las puntas cambiantes del tridente marino para finalmente culminar en un intercambio de patadas y un agarre que llevaba a la pelinegra hacia el fondo…
…momento en que una tonada parecida a la pronunciada por el ente de las cadenas salía de la boca de la misma mujer que antes había podido hacer retroceder, pero en lugar de hacer surgir rosas azules, el color carmesí de esos pétalos auguraba algo ciertamente peligroso. Por primera vez, la anfitriona de la Isla Primigenia era superada por su reencarnación de forma contundente.
Obligándola a retroceder, incluso entre patéticos juegos mentales la ex-romana finalmente inauguraba el clímax de la aventura vivida en el corazón de la locura. El único requisito para terminarlo de forma oficial era lanzarle el medallón que aún colgaba de su mano.
Antes de proceder sin embargo, el ente volvía a atacar: deshilvanándose en aquellas serpientes de metal de ébano comenzaba a arrastrar a Ambrose, amenazando con llevársela consigo al interior de aquella cosa…y como por lo visto ya la otra lo había previsto una orden por demás clara fue dada después de la indicación de lanzarle el colgante.
Sokaro en el momento en que este apunto de cerrarse esto ¡tira adentro el medallón!
Seguido de esas palabras el General levantaba su puño, dispuesto a lanzar el tan mentado objeto, pero…
Te maldigo a ti… Escama Dorada de Lymnades por esta y todas las generaciones venideras. Dijo el ente antes de que un largo fragmento de cadena se dirigiera a él. Sin saber que diablos significaba eso, sin importarle realmente y observando como ya su “jefa” estaba a punto de ser encerrada tan solo flexionó el brazo y con solidez, lanzaba el medallón en la dirección dictada por la voz de Ambrose sin saber si realmente había acertado en cuanto a la potencia y ángulo ya que justamente allí, las cadenas se enredaban a su cráneo, justamente al nivel de sus ojos.
...agh...mierda... ... ... Murmuró Sokaro con la vista totalmente bloqueada, tomando los eslabones con la mano izquierda y proceder a jalar…pero era en vano. Y si eso no era suficiente de pronto un escozor sin igual se apoderaba de los nervios de su mano: la palma humeaba y sinceramente, no estaba listo para soportar más castigo aparte de un posible pie roto, cabeza golpeada y un ataque mental por observar el asqueroso sarcófago de la locura. Ya pensaría en algo…y si no, le diría a Anfitrite que sacara alitas y usara una loción de algas para que se las zafara. Si era una diosa, mucho trabajo no podía darle.
Y ahí fue que lo escuchó, un sonoro “CLANK” que anunciaba el cierra total y definitivo del sarcófago. Seguido de un rumor de metal, las cadenas abrazaban el féretro y finalmente, el silencio se apoderó nuevamente de Saint Sulpice.
Sokaro- General Marino
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Re: [Isla Primigenia] - Saint Sulpice
De nuevo en medio de la nada, una vez más envuelta en la oscuridad. Ya estaba un poco harta de lo mismo, acaso solo podía convivir en escenarios de ese estilo. En medio de aquella nada me sentía “libre” no sentía presión alguna y podía respirar, la sensación de amplitud se acentuaba con el tiempo percatándome de ello minutos después de sentir que nadaba en aquella oscuridad. Mi instinto me decía que me adentrara más al interior de aquel mar de espesa penumbra, algo había allí que debía ser visto, encontrado o quizás enfrentado. El tiempo pasaba y yo continuaba nadando en aquellas aguas de pronto un sutil parpadeo de un destello verde llamó mi atención, siguiendo la luz y tan solo haber recorrido unos cuando metros, de manera súbita todo se iluminaba primero todo de un tenue verde para finalmente quedar a luz natural, yo aparecía en medio de una sala, de pie una habitación ya bastante conocida: La Saint Suplice. Las velas no estaban, un salón polvoriento, con aire mohoso, se notaba que el tiempo había abandonado a su suerte aquel lugar; tan solo yo ahí parada en medio de la sala y sobre la pared semicircular del frente, en lo alto, la parca abrazando entre sus alas un capullo de metal.
La luz verde intensa se filtraba por entre las alas de la gran bestia, indicándome donde se encontraba la fuente de emisión, comencé a caminar en su dirección, no lo había notado hasta ahora, el sarcófago no existía en aquella sala, ni la plataforma del altar donde se encontraba reposando, tan solo unas escalinatas que llevaban directamente a los pies de la criatura. Tan solo alcancé a dos pasos cuando una a una, ubicándose estratégicamente a mi alrededor, 8 damas de las cadenas que con cada aparición una fuerte y densa nube de polvo se levantaba dando la sensación de parecer espectros. En sus pechos una rosa de cristal se encontraba incrustada, erguida y atenta a sus acciones, esperé un tanto inquieta cuando de pronto una voz resopló, su voz tan profunda y tan siniestra como la escena de ver a la parca regocijándose en aquella pared: - ¿Cuánto tiempo puede luchar un ser contra la oscuridad antes de encontrarla en sí mismo? Dijo mientras sentía como me respiraba en la nuca una de las dama de las cadenas, la que tenia justo a mi espalda. Parecía jugar conmigo, frotaba su cuerpo contra el mío, el sonido del metal rozando el metal era tenue pero fácilmente identificable, la sentía dar vueltas sobre mi, colocando de distintas formas su cabeza y sus brazos en mi cuerpo, cerré mis ojos concentrándome, esperando con suma atención algún indicio de ataque, las damas se reían, una respondiéndole a la otra como si fuese una ola de risas para volver a retomar la juguetona dama que ahora tomaba mi rostro con sus dos manos, sintiendo una vez más como apoyaba su cuerpo sobre mi espalda dijo: - Ábrelos! Mientras movía mi cabeza y la hacía levantar para volver a mirar a la parca, con tan solo un ojo abierto notaba como la asquerosa criatura seguía revolcándose en la pared, parecía como si fuese a dar a luz, en el segundo movimiento de la parca un brazo se dejó ver, cayendo a un costado del capullo de cadenas, la dama retomaba con dulce voz: - … Dime: ¿Cuánto tiempo puede luchar un ser contra la oscuridad antes de encontrarla en sí mismo? Permanecí inmóvil unos segundos, levanté delicadamente mis brazos flexionándolos frente a mi, empuñando “algo” con la mano izquierda y deslizando la derecha en el aire como si tocara, acariciara su hoja, proyecté una nueva versión corrupta de Caladbolg, empuñándola con fuerza y determinación, aguardando y permaneciendo erguida y en tono de voz imponente respondí: - El necesario para darme cuenta que somos una… tu y yo… Somos Anfitrite.
Encendí mi cosmos, un aura azul se esparcía por toda la sala, recorriendo uno a uno los rincones y pasando como una delicada manta por sobre las pareces, a su paso fueron invocados las siete escamas del Emperador Marino, que una a una salían de las paredes acercándose a paso firme y en marcha militar hacía mí, para finalmente rodear a las 7 damas de las cadenas restantes, ubicándose a sus espaldas a tan solo unos centímetros de ellas. Bajé mis brazos y al hacerlo agité a Caladbolg, sonreí al hacerlo y mentalmente dije: - Acábenlas! y como una orden las escamas tomaron a las damas con una mano por sus cuellos, los echaron hacia atrás y con la otra libre de un tirón desprendieron las rosas cristalizadas que llevaban en sus pechos. Cada dama se desmoronó en centenares de eslabones cayendo uno a uno contra el piso, haciéndose montículos líquidos que se movían agitadamente para luego ir a concentrarse, uniéndose por los pies de la única dama que estaba en pie, ella a su vez succionaba cada montículo sin dejar huella, me giré rápidamente y llevé mi mano libre a su rosa sosteniéndola con firmeza, ella miró su pecho y vio mis dedos sujetándola, regresó su mirada a mi y con tono divertido esbozó: - No lo harías… como bien dijiste somos una, si lo haces… yo muero, tu… mueres. La miré fijamente, un brilló reflejando la picardía se manifestó en mis ojos, mis labios dibujaban una sonrisa traviesa, apretando un poco la flor, halando de ella sin sacarla y en tono serio dije: - Ese siempre ha sido tu error… hablar de más… pensar menos y asumir que eres “Especial”… no eres la elegida de nadie, no eres la privilegiada de ningún Dios. Hice una pausa, sonreí con más malicia y moví de un lado a otro delicadamente como si desenroscara la flor de su pecho, con el mismo tono de voz frío y serio musité: - …Dime ¿cómo podría matar o bien, morir algo que de entrada no tiene vida?… Querida mía, no eres más que un cascarón vacío sostenido por la grandeza de nuestro poder, un caparazón que camina por el odio hacia un esposo que se materializa gracias a su infinita voluntad... No me crees!... mira tu rosa hasta ella lo confirma… En el momento en que me disponía a arrancarla de un tirón, ella me dio un golpe en el pecho con su mano abierta, retrocedí varios metros, dibujando las líneas generadas por la fricción de mis botas contra el piso. Levanté la vista y me reincorporé, sujetando con fuerza mi espada y el odio reflejado en mis ojos esbocé: - Sí que cuando quieres, puedes resultar molesta y mira que no eres más que una parte de mi Poder. Di dos pasos para luego correr en su dirección, levanté a Caladbolg para propinarle un golpe contundente, ella se veía muy confiada sin moverse un ápice de su posición tan solo musitó: - ¡Aislar! Desplegándose un centenar de cadenas de todas las direcciones, formando a mí alrededor un cubo de cadenas, dejándome dentro de una prisión de cadenas. Comencé a reír con fuerza, haciendo que las cadenas que me aprisionaban comenzaran a vibrar, casi al punto de reventarse, con todo divertido dije: - Ya déjate de juegos, eres parte de mí y del mismo modo ya es hora de que vuelvas a donde perteneces… Soy, eres, somos Anfitrite Soberana y Reina de los mares y los océanos ya dejemos los teátricos para la próxima reencarnación HAHAHAHAHAHAAHHAHAHAHAHAHHAA. No escuchaba respuesta alguna, por un momento había pensado esperar y ver que más “sorpresitas” estaba dispuesta a ofrecer mi contraparte, encendí mi cosmos cuarteando las cadenas por varias partes, haciendo que se filtrara a luz azulada para luego caer y resquebrajarse por completo, dejándome una vez libre. Con tono jocoso musité: - Vas a tener que hacer más para hacerme algún daño… querida. Levanté a Caladbolg una vez más y comencé a dibujar líneas de todas las formas y tamaños en el suelo de obsidiana, elevando un poco más mi cosmos, pinchando mi dedo con el borde o bien, la punta filoso que estaba a unos centímetros de la empuñadura de la espada, haciendo que la sangre brotara y se deslizara por el fino conducto que tenía la espada en el medio de la hoja. Las líneas comenzaron a moverse, pasando de la sangre al más puro de los líquidos: el agua. Una marea de serpientes de cristal líquido se abalanzaban hacia ella como un tsunami, ella volvía a mostrar esa actitud confiada y sin moverse ni un milímetro esbozó: - ¡Repeler! En ese momento las cadenas hacían una vez más su aparición y formaban un muro protegiendo a la encadenada, el agua chocaba con vehemencia contra el metal y parecía ser succionado, desapareciendo las cadenas y luego dar paso a una manifestación de poder que venía detrás de ella, cadenas de agua que venían a mi a toda velocidad. Encendí mi cosmos e iracunda murmuré: - Puertas de la Atlántida. Del suelo comenzaban a brotar unas grandes puertas que se ubicaban justo delante de mí, éstas se abrieron de par en par recibiendo el ataque, caminé rodeando las puertas, siempre mirándola a ella sin perderla de vista, con paso lento me introduje en las puertas, cerrándose éstas tras mi ingreso.
Mi voz resonaba en toda la sala sin poder identificar el lugar exacto de donde provenía, entre risas y carcajadas dije: - HAHAHAHAHAAHAHAHAAHAHAAHAHAHAA Aún no lo logras entender… está “rebelión” tuya ya está perdida. Emergiendo una puerta a su espalda regresándole por completo el ataque. Su cuerpo era golpeado con fuerza llevándola hacia adelante, en ese momento reaparecí, saliendo de la misma puerta por la que entré, ella rebotaba en mi cuerpo, alzó su cabeza, en su mirada mostraba angustia y la mía en cambio, mostrando placer de al verla en dicha posición, sonriendo de satisfacción y con un brillo intenso en mis ojos esbocé: - Basta de estupideces… aquí y ahora termina todo esto. Levantando mi mano y en un rápido movimiento llevándola a su pecho y arrancándole de manera limpia la rosa que aun llevaba incrustada en él. El cuerpo de cadenas se hacía polvillo negro que me envolvía por completo haciendo un remolino que me atrapaba para irse fusionando a mí y a mi kamei mientras me miraba desolada.
El polvo terminaba de unirse a mi, me giré y dirigí mi vista a la criatura que ahora acomodaba sus alas dejando caer el brazo que se le había escapado, caminé en su dirección, mi paso era lento, elegante e imponente, la sala retumbaba con cada pisada, con todos mis poderes devueltos sonreí de placer mientras subía los escalones y continuaba subiendo así ya no hubiesen más hasta ponerme frente a frente a la parca, gritó de manera repugnante, abrió sus alas dejando ver el capullo de cadenas que sostenía con sus patas, tomé a Caladbolg y la clavé en uno de sus hombros sin que afectara de alguna manera el movimiento de sus alas, éstas se arroparon para formar una especie de cuna, depositando ella misma el capullo, contemplé aquella muestra de poder, la cadenas perfectamente envueltas, marcando la silueta de un cuerpo humano, pasé mi mano libre superficialmente sobre las cadenas, éstas fueron apartándose por efecto del roce de mi dedos, dejando ver el contenido que con tanto ahínco guardaban, un cuerpo carcomido el 20% de su carne, una imagen grotesca y bizarra, estaba casi completo, solo algún hueso con carne expuesto, algunos músculos y algunas venas terminándose de formar, uno de sus ojos apenas puesto en su cuenca siguiendo el proceso de reconstitución, sus ojos color azul intenso tan hermosos y sus cabellos dorados, los toqué y se sentían sedosos. La pequeña túnica apenas lo cubría, era cautivante el verlo. La rosa de cristal descansaba en su pecho medio enterrada, medio expuesta, su mano sosteniendo con firmeza el medallón que continuaba brillando con intensidad, sonreí al verlo, delicadamente sacaba el medallón de su agarre y los dedos respondían satisfactoriamente a mis acciones, dejando el colgante completamente libre, lo tomé, lo empuñé y de un golpe a la rosa introduciéndola por completo en su cuerpo, abriendo mi mano y dejando que el medallón hiciera su trabajo. Ambos objetos vibraron, entrando en resonancia, el brillo intenso del medallón derretía como si fuese hielo el cristal en forma de rosa, retiré mi mano y con ella el medallón, dejándolo sobre su pecho. Continué contemplándolo un momento más para posteriormente tocar las cadenas nuevamente pero esta vez de abajo hacia arriba, de su inferior a su superior para volver a resguardarlo en su capullo, la parca volvió a moverse y con ello volvía a arropar nuestro más grande tesoro. Me erguí, saqué mi espada de su hombro y girándola en mi mano musité: - Ahora tú… volvamos a donde estábamos… cortándole la garganta y clavándole la espada en la mitad de su frente. Salté desde el aire y caí dando pasos, iniciando la marcha mientras mi figura se desvanecía por completo de aquel salón.
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Se sentía, se escuchaba a la perfección el roce de la piedra contra la piedra, lento, calmado un movimiento seco que dejaba más que entredicho que algo se abría. Las grandes alas de la criatura se volvían a abrir dejándolas de par en par en lo alto, la empuñadura con el trozo de hoja se desmaterializaba, desaparecía lentamente, desvaneciéndose en un hermoso y brillante polvillo azul. Comenzaba a ver la luz y mis pasos hacían eco en el salón, no tardé mucho en salir y sin mirar atrás dije: - Hemos terminado… Ya podemos irnos… nuestros asuntos aquí ya han concluido. Miré de reojo y pude ver dentro del sarcófago el capullo de cadenas, parecía un cuerpo embalsamado, reí para luego empezar a escuchar como la piedra rozaba con la piedra y la tapa de aquel féretro comenzaba a cerrarse. Inicié mi marcha hacia Sokaro en el momento en que escuché el “clack” de haberse cerrado por completo. Miré al General Marino, y veía que sus ojos seguían aún cubiertos por la cadena, levanté una ceja había olvidado ese detalle, a unos pasos de él encendí mi cosmos, con mi dedo índice toqué las cadenas pensando que con eso solo bastaba, pero todo fue en vano, la cadena seguía aferrada a sus ojos. Varias veces toqué y toqué con mis dedos, con mi espada hasta con mi armadura aquella cadena y todo era inútil, nada surtía efecto, enojada y sumamente ofuscada musité: - Y a la final seguiste siendo una piedra en el camino… refiriéndome a las acciones de la encadenada, uniendo mis manos y jugueteando con ellas proferí: - Lo que necesitaba ahora, una escama ciega… suficiente con el Emperador patético que tiene el Imperio. De pronto sentí un calorcito en mi pecho, lo había olvidado por completo era el pequeño fragmento de la rosa de cristal que se desprendió de ella, sacándolo y tomándolo entre mis dedos pinchándome éstos y haciendo que brotara y lo cubrieran con mi sangre, musité: - Será mejor que esto funcione sino te arruinaron… Sokaro. Lanzándolo en su dirección con tal fuerza que el objetivo era que impactara sobre la cadena, era un objeto mágico y sumamente poderoso, quizás podría contrarrestar un poco la maldición impuesta por la voluntad de Anfitrite.
El fragmento impactó exitosamente contra la cadena, convirtiéndose en polvo rojizo, cubriendo la cadena y resquebrajándola, no me atrevía a tocarla, era mejor no exponerse a regenerar aquel material, tan solo me quedaba esperar y ver que pasaba, expectante dije: - ¿Y bien?... A la espera de su respuesta.
La luz verde intensa se filtraba por entre las alas de la gran bestia, indicándome donde se encontraba la fuente de emisión, comencé a caminar en su dirección, no lo había notado hasta ahora, el sarcófago no existía en aquella sala, ni la plataforma del altar donde se encontraba reposando, tan solo unas escalinatas que llevaban directamente a los pies de la criatura. Tan solo alcancé a dos pasos cuando una a una, ubicándose estratégicamente a mi alrededor, 8 damas de las cadenas que con cada aparición una fuerte y densa nube de polvo se levantaba dando la sensación de parecer espectros. En sus pechos una rosa de cristal se encontraba incrustada, erguida y atenta a sus acciones, esperé un tanto inquieta cuando de pronto una voz resopló, su voz tan profunda y tan siniestra como la escena de ver a la parca regocijándose en aquella pared: - ¿Cuánto tiempo puede luchar un ser contra la oscuridad antes de encontrarla en sí mismo? Dijo mientras sentía como me respiraba en la nuca una de las dama de las cadenas, la que tenia justo a mi espalda. Parecía jugar conmigo, frotaba su cuerpo contra el mío, el sonido del metal rozando el metal era tenue pero fácilmente identificable, la sentía dar vueltas sobre mi, colocando de distintas formas su cabeza y sus brazos en mi cuerpo, cerré mis ojos concentrándome, esperando con suma atención algún indicio de ataque, las damas se reían, una respondiéndole a la otra como si fuese una ola de risas para volver a retomar la juguetona dama que ahora tomaba mi rostro con sus dos manos, sintiendo una vez más como apoyaba su cuerpo sobre mi espalda dijo: - Ábrelos! Mientras movía mi cabeza y la hacía levantar para volver a mirar a la parca, con tan solo un ojo abierto notaba como la asquerosa criatura seguía revolcándose en la pared, parecía como si fuese a dar a luz, en el segundo movimiento de la parca un brazo se dejó ver, cayendo a un costado del capullo de cadenas, la dama retomaba con dulce voz: - … Dime: ¿Cuánto tiempo puede luchar un ser contra la oscuridad antes de encontrarla en sí mismo? Permanecí inmóvil unos segundos, levanté delicadamente mis brazos flexionándolos frente a mi, empuñando “algo” con la mano izquierda y deslizando la derecha en el aire como si tocara, acariciara su hoja, proyecté una nueva versión corrupta de Caladbolg, empuñándola con fuerza y determinación, aguardando y permaneciendo erguida y en tono de voz imponente respondí: - El necesario para darme cuenta que somos una… tu y yo… Somos Anfitrite.
Encendí mi cosmos, un aura azul se esparcía por toda la sala, recorriendo uno a uno los rincones y pasando como una delicada manta por sobre las pareces, a su paso fueron invocados las siete escamas del Emperador Marino, que una a una salían de las paredes acercándose a paso firme y en marcha militar hacía mí, para finalmente rodear a las 7 damas de las cadenas restantes, ubicándose a sus espaldas a tan solo unos centímetros de ellas. Bajé mis brazos y al hacerlo agité a Caladbolg, sonreí al hacerlo y mentalmente dije: - Acábenlas! y como una orden las escamas tomaron a las damas con una mano por sus cuellos, los echaron hacia atrás y con la otra libre de un tirón desprendieron las rosas cristalizadas que llevaban en sus pechos. Cada dama se desmoronó en centenares de eslabones cayendo uno a uno contra el piso, haciéndose montículos líquidos que se movían agitadamente para luego ir a concentrarse, uniéndose por los pies de la única dama que estaba en pie, ella a su vez succionaba cada montículo sin dejar huella, me giré rápidamente y llevé mi mano libre a su rosa sosteniéndola con firmeza, ella miró su pecho y vio mis dedos sujetándola, regresó su mirada a mi y con tono divertido esbozó: - No lo harías… como bien dijiste somos una, si lo haces… yo muero, tu… mueres. La miré fijamente, un brilló reflejando la picardía se manifestó en mis ojos, mis labios dibujaban una sonrisa traviesa, apretando un poco la flor, halando de ella sin sacarla y en tono serio dije: - Ese siempre ha sido tu error… hablar de más… pensar menos y asumir que eres “Especial”… no eres la elegida de nadie, no eres la privilegiada de ningún Dios. Hice una pausa, sonreí con más malicia y moví de un lado a otro delicadamente como si desenroscara la flor de su pecho, con el mismo tono de voz frío y serio musité: - …Dime ¿cómo podría matar o bien, morir algo que de entrada no tiene vida?… Querida mía, no eres más que un cascarón vacío sostenido por la grandeza de nuestro poder, un caparazón que camina por el odio hacia un esposo que se materializa gracias a su infinita voluntad... No me crees!... mira tu rosa hasta ella lo confirma… En el momento en que me disponía a arrancarla de un tirón, ella me dio un golpe en el pecho con su mano abierta, retrocedí varios metros, dibujando las líneas generadas por la fricción de mis botas contra el piso. Levanté la vista y me reincorporé, sujetando con fuerza mi espada y el odio reflejado en mis ojos esbocé: - Sí que cuando quieres, puedes resultar molesta y mira que no eres más que una parte de mi Poder. Di dos pasos para luego correr en su dirección, levanté a Caladbolg para propinarle un golpe contundente, ella se veía muy confiada sin moverse un ápice de su posición tan solo musitó: - ¡Aislar! Desplegándose un centenar de cadenas de todas las direcciones, formando a mí alrededor un cubo de cadenas, dejándome dentro de una prisión de cadenas. Comencé a reír con fuerza, haciendo que las cadenas que me aprisionaban comenzaran a vibrar, casi al punto de reventarse, con todo divertido dije: - Ya déjate de juegos, eres parte de mí y del mismo modo ya es hora de que vuelvas a donde perteneces… Soy, eres, somos Anfitrite Soberana y Reina de los mares y los océanos ya dejemos los teátricos para la próxima reencarnación HAHAHAHAHAHAAHHAHAHAHAHAHHAA. No escuchaba respuesta alguna, por un momento había pensado esperar y ver que más “sorpresitas” estaba dispuesta a ofrecer mi contraparte, encendí mi cosmos cuarteando las cadenas por varias partes, haciendo que se filtrara a luz azulada para luego caer y resquebrajarse por completo, dejándome una vez libre. Con tono jocoso musité: - Vas a tener que hacer más para hacerme algún daño… querida. Levanté a Caladbolg una vez más y comencé a dibujar líneas de todas las formas y tamaños en el suelo de obsidiana, elevando un poco más mi cosmos, pinchando mi dedo con el borde o bien, la punta filoso que estaba a unos centímetros de la empuñadura de la espada, haciendo que la sangre brotara y se deslizara por el fino conducto que tenía la espada en el medio de la hoja. Las líneas comenzaron a moverse, pasando de la sangre al más puro de los líquidos: el agua. Una marea de serpientes de cristal líquido se abalanzaban hacia ella como un tsunami, ella volvía a mostrar esa actitud confiada y sin moverse ni un milímetro esbozó: - ¡Repeler! En ese momento las cadenas hacían una vez más su aparición y formaban un muro protegiendo a la encadenada, el agua chocaba con vehemencia contra el metal y parecía ser succionado, desapareciendo las cadenas y luego dar paso a una manifestación de poder que venía detrás de ella, cadenas de agua que venían a mi a toda velocidad. Encendí mi cosmos e iracunda murmuré: - Puertas de la Atlántida. Del suelo comenzaban a brotar unas grandes puertas que se ubicaban justo delante de mí, éstas se abrieron de par en par recibiendo el ataque, caminé rodeando las puertas, siempre mirándola a ella sin perderla de vista, con paso lento me introduje en las puertas, cerrándose éstas tras mi ingreso.
Mi voz resonaba en toda la sala sin poder identificar el lugar exacto de donde provenía, entre risas y carcajadas dije: - HAHAHAHAHAAHAHAHAAHAHAAHAHAHAA Aún no lo logras entender… está “rebelión” tuya ya está perdida. Emergiendo una puerta a su espalda regresándole por completo el ataque. Su cuerpo era golpeado con fuerza llevándola hacia adelante, en ese momento reaparecí, saliendo de la misma puerta por la que entré, ella rebotaba en mi cuerpo, alzó su cabeza, en su mirada mostraba angustia y la mía en cambio, mostrando placer de al verla en dicha posición, sonriendo de satisfacción y con un brillo intenso en mis ojos esbocé: - Basta de estupideces… aquí y ahora termina todo esto. Levantando mi mano y en un rápido movimiento llevándola a su pecho y arrancándole de manera limpia la rosa que aun llevaba incrustada en él. El cuerpo de cadenas se hacía polvillo negro que me envolvía por completo haciendo un remolino que me atrapaba para irse fusionando a mí y a mi kamei mientras me miraba desolada.
El polvo terminaba de unirse a mi, me giré y dirigí mi vista a la criatura que ahora acomodaba sus alas dejando caer el brazo que se le había escapado, caminé en su dirección, mi paso era lento, elegante e imponente, la sala retumbaba con cada pisada, con todos mis poderes devueltos sonreí de placer mientras subía los escalones y continuaba subiendo así ya no hubiesen más hasta ponerme frente a frente a la parca, gritó de manera repugnante, abrió sus alas dejando ver el capullo de cadenas que sostenía con sus patas, tomé a Caladbolg y la clavé en uno de sus hombros sin que afectara de alguna manera el movimiento de sus alas, éstas se arroparon para formar una especie de cuna, depositando ella misma el capullo, contemplé aquella muestra de poder, la cadenas perfectamente envueltas, marcando la silueta de un cuerpo humano, pasé mi mano libre superficialmente sobre las cadenas, éstas fueron apartándose por efecto del roce de mi dedos, dejando ver el contenido que con tanto ahínco guardaban, un cuerpo carcomido el 20% de su carne, una imagen grotesca y bizarra, estaba casi completo, solo algún hueso con carne expuesto, algunos músculos y algunas venas terminándose de formar, uno de sus ojos apenas puesto en su cuenca siguiendo el proceso de reconstitución, sus ojos color azul intenso tan hermosos y sus cabellos dorados, los toqué y se sentían sedosos. La pequeña túnica apenas lo cubría, era cautivante el verlo. La rosa de cristal descansaba en su pecho medio enterrada, medio expuesta, su mano sosteniendo con firmeza el medallón que continuaba brillando con intensidad, sonreí al verlo, delicadamente sacaba el medallón de su agarre y los dedos respondían satisfactoriamente a mis acciones, dejando el colgante completamente libre, lo tomé, lo empuñé y de un golpe a la rosa introduciéndola por completo en su cuerpo, abriendo mi mano y dejando que el medallón hiciera su trabajo. Ambos objetos vibraron, entrando en resonancia, el brillo intenso del medallón derretía como si fuese hielo el cristal en forma de rosa, retiré mi mano y con ella el medallón, dejándolo sobre su pecho. Continué contemplándolo un momento más para posteriormente tocar las cadenas nuevamente pero esta vez de abajo hacia arriba, de su inferior a su superior para volver a resguardarlo en su capullo, la parca volvió a moverse y con ello volvía a arropar nuestro más grande tesoro. Me erguí, saqué mi espada de su hombro y girándola en mi mano musité: - Ahora tú… volvamos a donde estábamos… cortándole la garganta y clavándole la espada en la mitad de su frente. Salté desde el aire y caí dando pasos, iniciando la marcha mientras mi figura se desvanecía por completo de aquel salón.
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Se sentía, se escuchaba a la perfección el roce de la piedra contra la piedra, lento, calmado un movimiento seco que dejaba más que entredicho que algo se abría. Las grandes alas de la criatura se volvían a abrir dejándolas de par en par en lo alto, la empuñadura con el trozo de hoja se desmaterializaba, desaparecía lentamente, desvaneciéndose en un hermoso y brillante polvillo azul. Comenzaba a ver la luz y mis pasos hacían eco en el salón, no tardé mucho en salir y sin mirar atrás dije: - Hemos terminado… Ya podemos irnos… nuestros asuntos aquí ya han concluido. Miré de reojo y pude ver dentro del sarcófago el capullo de cadenas, parecía un cuerpo embalsamado, reí para luego empezar a escuchar como la piedra rozaba con la piedra y la tapa de aquel féretro comenzaba a cerrarse. Inicié mi marcha hacia Sokaro en el momento en que escuché el “clack” de haberse cerrado por completo. Miré al General Marino, y veía que sus ojos seguían aún cubiertos por la cadena, levanté una ceja había olvidado ese detalle, a unos pasos de él encendí mi cosmos, con mi dedo índice toqué las cadenas pensando que con eso solo bastaba, pero todo fue en vano, la cadena seguía aferrada a sus ojos. Varias veces toqué y toqué con mis dedos, con mi espada hasta con mi armadura aquella cadena y todo era inútil, nada surtía efecto, enojada y sumamente ofuscada musité: - Y a la final seguiste siendo una piedra en el camino… refiriéndome a las acciones de la encadenada, uniendo mis manos y jugueteando con ellas proferí: - Lo que necesitaba ahora, una escama ciega… suficiente con el Emperador patético que tiene el Imperio. De pronto sentí un calorcito en mi pecho, lo había olvidado por completo era el pequeño fragmento de la rosa de cristal que se desprendió de ella, sacándolo y tomándolo entre mis dedos pinchándome éstos y haciendo que brotara y lo cubrieran con mi sangre, musité: - Será mejor que esto funcione sino te arruinaron… Sokaro. Lanzándolo en su dirección con tal fuerza que el objetivo era que impactara sobre la cadena, era un objeto mágico y sumamente poderoso, quizás podría contrarrestar un poco la maldición impuesta por la voluntad de Anfitrite.
El fragmento impactó exitosamente contra la cadena, convirtiéndose en polvo rojizo, cubriendo la cadena y resquebrajándola, no me atrevía a tocarla, era mejor no exponerse a regenerar aquel material, tan solo me quedaba esperar y ver que pasaba, expectante dije: - ¿Y bien?... A la espera de su respuesta.
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Re: [Isla Primigenia] - Saint Sulpice
Tal cual se había cerrado el sarcófago, este se volvía a abrir de forma contundente y Sokaro tuvo la certeza de quien era en ese momento por un solo hecho: la mujer de las cadenas le hubiera exprimido el cerebro con los eslabones que apresaban su cráneo.
Escuchando la declaración de que finalmente habían terminado, el General tan solo esperó a que esta se decidiera a hacer algo para sacarle aquella cosa de los ojos…
Lo que necesitaba ahora, una escama ciega… suficiente con el Emperador patético que tiene el Imperio.
Mejor ciego que muerto… Le respondió Lymnades con tono ligeramente sarcástico, sin creerse lo que decía. Pero a final de cuentas no dejaba de ser cierto, prefería quedarse sin vista a morirse por culpa de una cosa asquerosa que guardaba mascotas de locura en un sótano igual de horrendo. Ahí fue que la mujer se encargaba del predicamento, incluso aunque el hombre no pudiera ver como.
Será mejor que esto funcione sino te arruinaron… Sokaro. Dijo ella al instante en que el militar sentía un extraño calor delante de sus ojos. Poco a poco, algo se moldeaba en su cara. Los eslabones se derretían, cambiando de tonalidades carmines y formas: alargados, delgados y en definitiva, figuras extrañas que todavía no tenían nombre fijo hasta que finalmente, dos simples círculos negros se manifestaban delante de sus ojos, unidos por un finísimo pedazo de eslabón que en realidad, no parecía provenir de una cadena como tal.
¿Y bien?... Preguntó Anfitrite con calma, justo cuando el mayor tan solo se levantaba apoyándose sobre el pilar que estaba a su espalda.
No sabría…decirlo… Murmuró Lymnades con un ligero gruñido, acostumbrándose a nuevas sensaciones. No podía ver, eso era fijo…pero…tampoco estaba ciego. Era como si la información del entorno le llegara directamente al cerebro, más no las imágenes de este. No sabía decirlo con propiedad y al concentrarse, se perdía, pero igual podía aseverar que…Ya no pareces una anciana…ese pelo negro es más acorde.
…así que…¿terminamos? Si es así…¿cómo diablos vamos a salir…?
Escuchando la declaración de que finalmente habían terminado, el General tan solo esperó a que esta se decidiera a hacer algo para sacarle aquella cosa de los ojos…
Lo que necesitaba ahora, una escama ciega… suficiente con el Emperador patético que tiene el Imperio.
Mejor ciego que muerto… Le respondió Lymnades con tono ligeramente sarcástico, sin creerse lo que decía. Pero a final de cuentas no dejaba de ser cierto, prefería quedarse sin vista a morirse por culpa de una cosa asquerosa que guardaba mascotas de locura en un sótano igual de horrendo. Ahí fue que la mujer se encargaba del predicamento, incluso aunque el hombre no pudiera ver como.
Será mejor que esto funcione sino te arruinaron… Sokaro. Dijo ella al instante en que el militar sentía un extraño calor delante de sus ojos. Poco a poco, algo se moldeaba en su cara. Los eslabones se derretían, cambiando de tonalidades carmines y formas: alargados, delgados y en definitiva, figuras extrañas que todavía no tenían nombre fijo hasta que finalmente, dos simples círculos negros se manifestaban delante de sus ojos, unidos por un finísimo pedazo de eslabón que en realidad, no parecía provenir de una cadena como tal.
¿Y bien?... Preguntó Anfitrite con calma, justo cuando el mayor tan solo se levantaba apoyándose sobre el pilar que estaba a su espalda.
No sabría…decirlo… Murmuró Lymnades con un ligero gruñido, acostumbrándose a nuevas sensaciones. No podía ver, eso era fijo…pero…tampoco estaba ciego. Era como si la información del entorno le llegara directamente al cerebro, más no las imágenes de este. No sabía decirlo con propiedad y al concentrarse, se perdía, pero igual podía aseverar que…Ya no pareces una anciana…ese pelo negro es más acorde.
…así que…¿terminamos? Si es así…¿cómo diablos vamos a salir…?
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Re: [Isla Primigenia] - Saint Sulpice
Escucharlo me trajo cierto alivio, era después de todo un gran guerrero y sería ridículo prescindir de él. En cierto modo su sentido del humor tan peculiar me reafirmaba que nuestro trabajo ya estaba hecho.
Una sutil risa propiné ante el comentario de mis cabellos negros, seguido de su pregunta: "…así que…¿terminamos? Si es así…¿cómo diablos vamos a salir…?" Reí al final, y de muy buen animo respondí: - Por la misma forma en la que entramos: Caminando! ... a no ser que tu ahora si tengas alitas HAHAHAHAHAHHAHAHAHAHAHAHA.
Encendí mi cosmos y el sarcófago resonaba con el incremento de poder, las alas abrazaban más el féretro, las cadenas se amarraban y se tensaban más, chasqueé mis dedos y se materializaron cadenas que se unían tanto a mi como al ataúd, invocando mi tridente éste aparecía ante mí, levitando como tantas otras veces, lo tomé y creando una burbuja energética con él envolví el sarcófago, haciéndolo flotar, lo que nos facilitaría su transporte, además aquella unión de mi cuerpo al féretro ayudaba a que siempre me siguiera de cerca, pasara lo que pasara, había que ser precavidos.
Intenté hacer un corte en el espacio para crear un pasaje dimensional entre la Saint Sulpice y el mundo exterior pero era en vano, nada ocurría, en definitiva ese lugar había sido escogido por un Dios para evitar que lo que tuviese dentro saliera con facilidad. Resignándome a tal hecho, suspiré e inicie la marcha, debíamos atravesar una a una las distintas salas por las que pasamos una vez ingresamos por el pasaje de la cueva.
Elevando mi cosmos y a nueva cuenta desplegando mis cadenas hacia el techo, tomando del brazo a Sokaro esbocé: - Lo único que puedo hacer por ahora es esto... Elevándonos del suelo y subiendo gracias al efecto polea que ejercían las cadenas, en medio del trayecto dije: - ...Al menos no tendrás que cargarlo. Señalando el féretro.
Una sutil risa propiné ante el comentario de mis cabellos negros, seguido de su pregunta: "…así que…¿terminamos? Si es así…¿cómo diablos vamos a salir…?" Reí al final, y de muy buen animo respondí: - Por la misma forma en la que entramos: Caminando! ... a no ser que tu ahora si tengas alitas HAHAHAHAHAHHAHAHAHAHAHAHA.
Encendí mi cosmos y el sarcófago resonaba con el incremento de poder, las alas abrazaban más el féretro, las cadenas se amarraban y se tensaban más, chasqueé mis dedos y se materializaron cadenas que se unían tanto a mi como al ataúd, invocando mi tridente éste aparecía ante mí, levitando como tantas otras veces, lo tomé y creando una burbuja energética con él envolví el sarcófago, haciéndolo flotar, lo que nos facilitaría su transporte, además aquella unión de mi cuerpo al féretro ayudaba a que siempre me siguiera de cerca, pasara lo que pasara, había que ser precavidos.
Intenté hacer un corte en el espacio para crear un pasaje dimensional entre la Saint Sulpice y el mundo exterior pero era en vano, nada ocurría, en definitiva ese lugar había sido escogido por un Dios para evitar que lo que tuviese dentro saliera con facilidad. Resignándome a tal hecho, suspiré e inicie la marcha, debíamos atravesar una a una las distintas salas por las que pasamos una vez ingresamos por el pasaje de la cueva.
Elevando mi cosmos y a nueva cuenta desplegando mis cadenas hacia el techo, tomando del brazo a Sokaro esbocé: - Lo único que puedo hacer por ahora es esto... Elevándonos del suelo y subiendo gracias al efecto polea que ejercían las cadenas, en medio del trayecto dije: - ...Al menos no tendrás que cargarlo. Señalando el féretro.
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Re: [Isla Primigenia] - Saint Sulpice
...Al menos no tendrás que cargarlo.
Eso es algo…esa cosa me da asco. Contestó el General con real reticencia a acercarse a ese infernal objeto, el ya tenerlo a unos metros a sus espaldas era más que suficiente como para ponerlo incómodo y eso ya cuando él había visto un montón de cosas que en realidad, no eran aptas para la gente común. Su nueva forma de ver las cosas no ayudaba en realidad, de cierta manera era capaz de percibir todas y cada una de las palpitaciones del sarcófago incluso sin quererlo. Lo único que esperaba era salir de allí y poder tomarse un largo y merecido descanso.
Aprovechando el efecto de polea, la diosa Marina y el General continuaban su ascenso a través del gigantesco túnel que había que bajar para llegar a la sobrenatural capilla, eventualmente tocando un espacio en que la realidad parecía distorsionarse cual superficie del agua…
Y...no se siente tan extraño ahora. Comentó el militar con una ceja levantada, apenas visible a través de las delgadas películas circulares que se encontraban afianzadas delante de sus ojos. Y tenía razón: poco a poco salían de la influencia macabra del corazón de la isla e incluso, parecía que llegaban a una salida un poco más clara que la misma entrada por la que habían accedido a la escalinata descendente. De un momento a otro, tocaron suelo.
Y...¿dónde estamos? Preguntó Sokaro “mirando” alrededor, dejando que su cerebro recibiera todas y cada una de las especificaciones del lugar. Era un pasillo rectangular que avanzaba en línea recta hacia un blanco mate, al menos unos cien metros de distancia de su posición actual. Las baldosas se veían como nuevas y la temperatura no era del todo desagradable.
Estaban cerca de salir de allí, de una vez por todas.
Eso es algo…esa cosa me da asco. Contestó el General con real reticencia a acercarse a ese infernal objeto, el ya tenerlo a unos metros a sus espaldas era más que suficiente como para ponerlo incómodo y eso ya cuando él había visto un montón de cosas que en realidad, no eran aptas para la gente común. Su nueva forma de ver las cosas no ayudaba en realidad, de cierta manera era capaz de percibir todas y cada una de las palpitaciones del sarcófago incluso sin quererlo. Lo único que esperaba era salir de allí y poder tomarse un largo y merecido descanso.
Aprovechando el efecto de polea, la diosa Marina y el General continuaban su ascenso a través del gigantesco túnel que había que bajar para llegar a la sobrenatural capilla, eventualmente tocando un espacio en que la realidad parecía distorsionarse cual superficie del agua…
Y...no se siente tan extraño ahora. Comentó el militar con una ceja levantada, apenas visible a través de las delgadas películas circulares que se encontraban afianzadas delante de sus ojos. Y tenía razón: poco a poco salían de la influencia macabra del corazón de la isla e incluso, parecía que llegaban a una salida un poco más clara que la misma entrada por la que habían accedido a la escalinata descendente. De un momento a otro, tocaron suelo.
Y...¿dónde estamos? Preguntó Sokaro “mirando” alrededor, dejando que su cerebro recibiera todas y cada una de las especificaciones del lugar. Era un pasillo rectangular que avanzaba en línea recta hacia un blanco mate, al menos unos cien metros de distancia de su posición actual. Las baldosas se veían como nuevas y la temperatura no era del todo desagradable.
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