[Casa de Escorpio] - Entrada

por Kardia1 Lun Abr 02, 2012 9:42 am

El romano siguió su camino así como si nada, sin prestar mucha atención al motivo por el cual se había llevado acabo esa especie de reunión a los pies del templo del carnero. Ignoraba lo que estuviese ocurriendo aunque no negaba que le parecía sumamente extraño que estuvieran allí juntos Arone, Sophia y el muchacho peliazul; personas que Kardia había conocido durante su estancia en Grecia y casualmente, los tres le habían hablado de ese Santuario y los mitológicos caballeros dorados que lo protegían.

Más aún extraño le pareció que el tipo de pelo azul le hubiera sugerido que él era uno de esos caballeros. La sola idea de poder llegar a convertirse en un guerrero de ese calibre y portar una armadura dorada para Kardia era una grandiosa idea, pero sólo se lo podía imaginar ya que las posibilidades de que eso llegara a ser cierto, en la mente del romano, eran una en un millón. No tenía tiempo para andar protegiendo una vieja construcción que se caía a pedazos y mucho menos ganas de hacerlo. Era un simple legionario al que sólo le interesaban las peleas, el alcohol, las apuestas y las prostitutas. ¿Qué podía haber de importante en alguien así? Pensaba Kardia, que no se veía como guardián de ninguna parte de las tierras que ahora estaba pisando.

Sin embargo lo intentaré ¿Qué puedo perder con eso? –Se dijo en su mente.

Entonces siguió su camino buscando “eso” que le dijera que debía detenerse, justo como lo había mencionado el peliazul que a él y a un par de sujetos más, había guiado hasta le entrada de Aries. Qué se suponía que sería eso extraño que lo obligara a detenerse, su destino verdadero, quién sabía, pero por curiosidad, Kardia seguía avanzando a través de cada uno de los templos frente a él.

Ya estaba agotado de caminar tanto, aunque poco le importaba. Sin darse cuenta de todo lo andado ya estaba en las cercanías del octavo templo, la Casa de Escorpio. Era un sitio sorprendente, tanto que al romano le llamaba la atención el sólo verlo ante sus ojos, por lo que se detuvo frente a las escalinatas de la entrada. Y hablar de que a Kardia le importase algo más que él mismo y aún tanto como para detenerse a contemplarlo ya era demasiado.

Era una enorme y majestuosa estructura sostenida por altas columnas de piedra grisácea. Era un lugar interesante aunque había que admitir que, un poco más y ese sitio se caería a pedazos. Parecía que hacía siglos que nadie se preocupaba por él, sin contar que las anteriores Casas también se veían en muy mal estado. Había columnas rasgadas y trozos de piedra esparcidos en los alrededores.

Sin embargo algo provenía de su interior – algo más que un simple y escalofriante silencio –, algo que hasta al mismo Kardia hacía estremecer.

¿Qué mierda me pasa? – Se preguntó estupefacto el romano mientras levantaba las manos y con extrañeza observaba sus palmas como si hubiera cambiado algo en él. –¿Será esto de lo que hablaba ese tipo? Ya me siento como si hubiera bebido demsiado.

Levantó la vista fijándola en la oscuridad del interior del templo. No era solamente él, sino lo que le atraía hasta ese lugar. Esa energía qué vaya saber de qué provenía, y se encontraba allá dentro.

Jajaja si seré tarado. –Musitó con una sonrisa en su rostro. –¿Por qué carajo no entro y echo una miradita yo mismo?

Kardia no iba a quedarse sin investigar. A veces la curiosidad que tenía podía con sus propios pensamientos y los impulsos no se quedaban atrás. Siempre hacía lo que quería y cuando quería, nadie le iba a impedir que averiguara algo más. Entonces avanzó hacia la entrada, ascendiendo por las escalinatas para llegar al interior del templo, y mientras avanzaba, más extraño empezaba a sentirse.