En camino al campamento

- ¡Jinetes enemigos cargando por el flanco izquierdo!

El grito de advertencia del centurión estaba sobrado puesto que todos los integrantes de la columna notaron la precipitada carga que se les venía encima luego de un incomodo silencio por el camino que atravesaban. Aquella situación hubiera puesto nervioso a cualquiera, pero siendo ellos guerreros del imperio conocían claramente su oficio. Noah desenfundó su espada poniendo su caballo en dirección de los hostiles entrantes.

- ¡Establezcan una linea de combate. Formación en cuña!

Los demás integrantes obedecieron, maniobraron de forma eficaz y en un momento se habían alineado a los costados de su general.

- ¡Tú...! Establece tu posición junto a ese sujeto.

Noah gesticuló en dirección de Drayden. No se daría el lujo de que aquel bribón pudiera escaparsele de las manos.

- ¡Aplasten a esos infelices! ¡Sin dar ni pedir cuartel!

Su orden fue establecida, animales y hombres emprendieron la carga contra sus enemigos deseosos de matar legionarios. Aquellos bárbaros cabalgaban desorganizados mostrando claros huecos por los cuales los "germánicos" pudieran colarse, pero lo primero era cortar por el centro con una arremetida siendo Noah el que apuntalara el embiste, así que sus compañeros se escalonaron a sus lados acortando el terreno para el enfrentamiento.

Esto era para lo que estaba hecho, para lo que había sido instruido desde su temprana vida. La muerte siempre estaría acompañándolo para bien o para mal. Un camino que siempre recorrería sin mostrar un resquicio de lo que ahora tendría que solventar. Ambos bandos tenían las mismas intenciones, una apuesta por prevalecer y mandar al infierno a sus oponentes. Noah había arribado a Germania y apenas ni un día siquiera había transcurrido cuando ya era participe de su primera batalla como un integrante más de la primera legión romana...

Le pequeña columna aún se desplazaba en un silencio de muerte. Ninguna actividad hostil los había embromado por el camino. Y de haberlo hecho seguramente hubiera acabado con todos los integrantes romanos, Dryden incluido. La fortuna de haberse enfrentado a una veintena de exploradores los hacía ser cautos, atentos a cualquier extraño suceso por minúsculo que pareciera. Sólo el viento gélido los acompañaba y uno que otro aullido solitario de los lobos de la región. Como si entonaran una melodía fúnebre por todos aquellos legionarios que tenían el tiempo comprado.

Algunos de ellos contemplaban el peligro que se cernía sobre ellos como un puño a punto de aplastarlos. Noah no era sujeto a pensamientos pesimistas, al contrario, dentro de todo este infierno sacaba algo bueno. Se sentía libre, ajeno a las conspiraciones y traiciones en el mundo romano. En este sitio lo único con lo que contaba era su habilidad, su mente, su ansía por vivir a través de la muerte. Nada mejor para su alma que emplearse a fondo en una causa que la mayoría consideraba de suicida. Sus superiores estarían felices de su caída, para lo que les daba importancia. Esto era preferible a la espera de más misiones de índole meramente personal para las ambiciones de la realeza romana.

Recordó el mandato de Diva, la sensación de que un fin personal era lo único que buscaba. Su mente dibujó el rostro de aquel chiquillo enviado a Egipto para darle salida a una situación que bien pudo evitarse. Y por más que lo intentaba, no podía darle rostro a aquella reina, la que había mostrado más tenacidad e inteligencia que muchos romanos. Sintió un poco de pena por Gelum al imaginarlo en un entorno hostil como el que ahora Noah transitaba. Imaginaba como sería el peón de una apuesta visceral por aquellos que ostentaban el poder. La diferencia era que Gelum podía elegir, mientras Noah era sólo una herramienta en el ejercito. No se sentía apesadumbrado por su vida, a él eso le había tocado y darle un fin practico estaba en sus más ahondados deseos.

Servir y hacer su mayor esfuerzo, la sencillez de sus objetivos no demeritaban para nada sus logros. Al contrario, lo hacían temerario y altamente capacitado para cualquier rumbo que quisiera tomar. Pero ahora sólo le bastaba tener un campo de batalla, enemigos a los cuales combatir a pesar de que esta vez no estuviera respaldado del todo por el imperio y tuviera que destinar su suerte a la escoria germana. A aquella que vendía su alma por unas cuantas monedas, hacían pacto con el diablo y Noah sin saberlo también estaba apostando su alma por su maldito orgullo.

Hogar dulce hogar.

Pensó sardónicamente cuando sus ojos lograron vislumbrar la fortaleza donde se parapetaban las fuerzas legionarias y mercenarias. Aquella idea de llegar era sólo una de tantas. Reafirmó su compromiso años atrás cuando su padre Valerio le había explicado el motivo de su vida. La lucha era lo único que debía considerar, nunca retroceder a pesar de la adversidad...

Sobre la espesa nieve del lugar, la pequeña comitiva se sentía más a resguardo en los linderos de la fortificación romana. Emplazamiento que había sido vapuleada por los constantes ataques de los residentes germanos. Ante cualquiera esto parecía una trampa para ratas. El sitio ídoneo para recordar que una grandeza podía ser tan efímera como la esperanza de civilizar al mundo a la usanza romana.

Pobres seres destinados a su última morada, el valuarte de lo que ahora quedaba luego de las campañas emprendidas tiempo atrás. Sólo uno de los tres generales regresaba, empecinado a demostrar su valía como elemento militar y como guerrero. Pero la daga que cortaría el hilo de este mundo pendía ligeramente sobre su cabeza, removiéndole más que la vida, la esencia y humanidad que aún le quedaba.

Su vida no era nada en esta tierra, sería sólo el preludio para una vida eterna, algo que desconocería pero que afrontaría de la manera más cruenta y dolorosa. No habrían honores a su llegada, sólo la mirada desconfiada de algunos y desalentada de otros tantos pero a la vez "hermandandose" con el recién llegado, que entre los próximos días compartiría la suerte de ser un invasor romano.