Villa Adriana: Ala Este

El Dia se habia vuelta en noche, Apolo por fin desaparecia ald ejar pasar la carroza plateada de Selene por el cielo. El sonido de caballos hacia notar alos siervos de la villa el regreso de sus amos.

Eran Solomon y compañoa quienes entraban esta vez por el lado este del compejo de la villa Adriana, los sirvientes fielmente fueron llevando bebidas calientes a los señores quienes visiblemente cansados vanazaban a paso lento por el gran portico de madera.

Ya dentro en el patio, Solomon abria la puertecita del coche de donde comenzaron a descender la princesa Lin, Clover y Elizabeth, parecian asombradas al notar fue extenso del bloque.

Buenas Noches...esta sera su residencia princesa Lin, le dejaremos en esta zona un determinado número de guardias y de siervos para que los utilize de la mejor manera. Solomon volteo ligeramente la cabeza para ver a su ama de llaves, una mujer baja de contextura fornida quien afirmo con la cabeza interpretando la mirada del joven senador.

Solomon redirigio su vista a la princesa.

En breve estara su cena lista princesa, para usted y sus damas, el trajin del dia de hoy ha sido agotador, suerte que existen las antorchas para podernos guiar...no es asi?

En fin... lo mejor sera que descanzen, mañana tenemos una audiencia con la emperatriz...hasta mañana princesa.

El joven despidio atentamente a las jovenes quienes eran guiadas por uno de los sirvientes a su nueva residencia. Solomon por otro lado se hallaba dubitativo del paradero de sus hermana Samantha.

¿Richard sabes donde anda nuestra hermana?...

Solomon se sacudio la cabeza levemente...

El cansancio me hace desvariar, de seguro ya esta en su cama...

Solomon y su hermano comenzaron a emprender camino con sus corceles hacia su residencia.

Los primeros rayos del sol llegaban conjuntamente con los galopes del caballo blanco de Solomon quien venia desde luego para guiar a la princesa Lin a su entrevista con la emperatriz, aun estando cansado por el trajín del día anterior, el joven cumpliría con su palabra costara lo que costara.

Al bajar de su montura, le extraño el hecho de que los siervos no abrieran la puerta, la servidumbre de Villa Adriana era por demás excelente, tanto así, que muchos de los invitados mencionaban que los siervos parecerían leer los pensamientos, pues Traian las cosas segundos antes de que siquiera se los llamara.

Toc--toc

Toco la puerta calmadamente, no pensaba que algo malo sucediese pues los guardias seguían en sus puestos en los alrededores del conjunto. Espero algunos minutos, los pasos de alguien se podían escuchar tras la puerta, al abrirla los ojos celestas de una mujer aparecían.

Buenos Días...Clover.

Era una de las damas personales de la princesa que visiblemente somnolienta le abría la puerta de par en par. El joven avanzo ante el saludo de la jovencita, Solomon estaba algo ansioso por el tiempo, Clover quien logro percibirlo le explico lo que sucedía.

Al parecer los siervos entregados por Solomon apenas daban a basto para ayudar a la princesa a vestirse en la mañana, por eso no se los veía, estaban todos en piso superior atendiendo a la princesa Lin.

No hay problema... si las cosas van así, lo mejor será entregarle mayor cantidad de servidumbre. Esta misma tarde la orden se les dará.

Su tentativa de sentarse fue anulada al ver descender a la princesa Lin teniendo al lado a Elizabeth, ciertamente la visión de un ángel de Afrodita era la más semejante al verla.

Mis respetos Princesa, si estas lista... es momento de partir.

La joven asintió y tomando la mano del senador fueron hacia la salida donde ya le esperaba el mismo cochero listo para su partida. Pronto salían dirigidos a donde se hallara Diva.

A tientas, Solomon avanzo desde su cama hasta la salida más cercana, la cual comunicaba con el Ala este de la villa, abriendo lentamente, diviso a algunas criadas que absortas en sus labores de riego y mantenimiento de los jardines no daban con la reaparición de su amo, éste poso sus pies sobre el frio suelo escarchado por la llovizna suave de la noche previa.

Buen..os...Días.

La doncella más cercana le vio primero, se podía vislumbrar el asombro de un hecho casi inexplicable en sus ojos, pues ella o algún otro sirviente sabían de su llegada, tenían miedo, luego de el extraño tren de sucesos resultaba normal, pero el estado de petrificación de sus jóvenes rostros resultaba excesivo, incluso por su aparición sobrenatural, algo había ocurrido en su ida a Egipto. El senador regreso a su recamara dejando la puerta entreabierta, se cambio de ropa rápidamente mientras meditaba en sus siguientes acciones, pensaba pasar de largo a las sirvientas e ir a ver a Richard a su cuarto, pero las cosas fueron más simples que eso, pues a su salida ya no estaban más las mujeres. Se sintió solo aunque aliviado de dar una explicación que ni siquiera había pensado.

Paso de largo el camino de rosas, los cuales habían sido puestas por su madre en honor a su séptimo cumpleaños, siempre le había contado que las rosas con su perfume curaban las penas del alma, por supuesto supuso de pequeño que eran solo mentiras y nunca siquiera se atrevió a tocarlas o aspirar sus fragancias, es más, desde su inauguración evitaba usar tal corredor del jardín, pero eso pertenecía al pasado, ahora yacía corriendo para llegar al Ala este, encontrarse con cualquiera que le diera pistas de lo que ocurría.

Jadeante llego al Ala este, el cual pertenecía a Lin como huésped, entro, presuroso a las estructuras bellamente amuebladas, pero no existía rastro alguno de ella o de sus acompañantes, fue frustrante recordar que su visita ahora estaba con Lydia seguramente en el Olimpo.

Realmente...estoy solo.

Apenado y confuso buscaba el primer asiento para tomar algún aliento, cuando, de pronto, percibió en el cielo la oscuridad propia de la muerte, ya la había notado alguna vez. Saliendo disparado hacia aquella dirección mucho antes de recordar bien la raíz de aquel punto gris.

Samantha...hermana.

Su rápido caminar auguraba las grandes ansias que tenía por reencontrarse con su hermana, porque estaba seguro de aquello, Samantha había regresado a villa Adriana, esa energía tan perturbadora y negativa no podía ser de otro ser más que de ella, por instantes olvidaba lo que ella representaba para él, el mal, uno de los posibles orígenes de la terrible situación actual que lo levaba a los límites de la racionalidad, tal vez por esa razón comenzaba a perder el juicio, dejando la sensatez por el puro sentimentalismo absurdo de querer unirse una vez más a la niña pequeña de alma rebelde a la que tanto quiso.

Aun estoy a tiempo...si yo...

Pero una gigantesca explosión de presión lo empujo hasta caerse sin remedio, era un mujer, esperanzado clavo sus ojos en la silueta que comenzaba a dar mayor detalle a medida que el polvo caía al suelo del jardín, pero no era su hermana, aquel velo sonrosado y exquisito era de otro dios, de Afrodita, Solomon rápidamente se replegó, pensaba ir en dirección contraria pero deseaba ver a su hermana y no dejaría que la oportunidad se fuera así porque así.

Justo cuando comenzaba a hablar ella lo tomo por el mentón, la fuerza que llevaba no era más a la de una humana, su frágil cuerpo gozaba de un superioridad divina imposible de repeler.

Afro---dita...

Fue lo único que logro decir, hasta que lo dejo por sobre el césped como a un muñeco, el senador valiéndose del poco temple que le quedaba se erguía para encarar una vez más a un antiguo ser querido y respetado. Pero el tiempo era muy breve, tanto, que la energía de Samantha se sintió desaparecer, Solomon lo supo al notar que las nubes oscuras en dirección del salón principal de la villa desaparecían hasta dejar solo el azul cielo.

Lydia, acaso estabas del lado de mi hermana desde un principio...dímelo, que ganan ustedes los dioses en tratarnos como marionetas?.

Pero ya había oído lo suficiente de la diosa de la belleza, la poción que tenia resguarda en su cuarto poseía un secreto, algo que convenía saber, decidió callar expectante de lo que diría aunque con actitud recelosa, pues como confiar en alguien que le mintió toda una vida?

Di lo que tengas que decir...Afrodita.

Pienso
Hablo

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Que no la puedo beber...

Refunfuño al oír la advertencia de Lydia, se sentía ofendido, pues si la poción que yacía por sobre su cama no le servía a él en nada, para que se la dio ella en el Olimpo? su miedo se reemplazaba por cólera, pero también por un pequeño atisbo de entendimiento, el tiempo pasaba sin que dijera nada, pero no era en vano, ya que el senador iba reordenando una vez más sus ideas.

¿Porque viene a advertirme la cómplice de Samantha? acaso la primera idea que tuve en Egipto sobre ellas estaba en lo cierto?...eso querría decir que no tendrían que ver con los desastres venidos a Roma.

Solomon avanzo retadoramente aun sabiendo que su vida corría por un delicado hilo, el dolor físico de caer tantas veces al suelo por Lydia no era comparado al que sufría en el alma, deseaba curarse de tal maleficio y sabia ahora que Lydia era una llave para el conocimiento de la cura que le aquejaba.

Porque razón me ayudas? si por decisión propia dejaste tu parte humana por la divina, es imposible evitar sentir recelo, tengo mis dudas sobre tus reales intenciones...

Se detuvo al darse cuenta de un dato que no percato ni aun frente a la reina Selene.

Esto empezó mucho antes de la ida del general Edward a Egipto, por lo cual debería quedar descartado el papel maléfico de Selene, pero...si la rara sucesión de acontecimientos esta intrínsecamente relacionado con esas tierras...que secreto se guarda tras esta larga hilera de hechos y trasfondos?!.

Aun quedaban muchas ideas en el tintero, pero la duda le embargaba, así que decidió…

Si aun deseas ayudarme, si deseas que te crea, entonces demuéstralo usando tu poder en favor del imperio.

Solomon desplego un ala de su túnica mientras veía atento las acciones de la divina presencia.

Mata a Selene, la reina egipcia y termina con este absurdo!

Solomon no retrocedió ni un solo paso, aun cuando fuera testigo de la devastación que traía consigo la ira rápida de la diosa de amor, los arbustos delicados y exóticos eran sacados desde raíz y tirados metros más allá, los arboles lastimados aunque no arrancados en su gran mayoría, principalmente por su edad habían adquirido suficiente tenacidad como para presentar resistencia a la caprichosa energía de la antigua princesa romana.

Luego de eso, todo regreso a la normalidad, cama perpetua, donde no se divisaba el alma siquiera de los sirvientes que asustados yacían ocultos en las varias cabañas al centro de la viña, ya muy lejos del Ala donde se hallaban el senador y su prima.

El viento que traía Afrodita resultaba muy distinto al de Samantha, pues lo único que dejaba a su paso era el olor a flores frescas de jardín, un aroma embriagante que le recordaba a alguien más, a una persona que había conocido hacía muchos años atrás.

Este perfume...de quien podría ser...

En su mente se iba reconstruyendo la cara de la persona, entre tanto sus ojos se abrían más y más hasta llegar a dar la apariencia de un sobresalto en su expresión, pues...

Recuerdos:

“Una mañana llego, temprano, justo con el alba, era mi padre, la persona que más quería y apreciaba, el ejemplo a seguir para mi y mis hermanos que aun yacían pequeños y resguardados por las nodrizas de la villa.

Ese día oí el relinche de sus caballos llegar, era él...salí de inmediato de la cama a buscarle encontrándome con esa mujer...era egipcia y venia en calidad de huésped...su nombre era....DIVA.”

DI..VA.

Los pensamientos del senador quedaron en blanco, no quería pensar en la idea que nacía de sus recuerdos, alejando el perfume de Lydia con las manos se decidió a seguir de largo, acercándose hasta finalmente estar frente a frente a ella.

Lydia, si no puedes hacerlo entonces dímelo...

Pasando a su costado sin un ápice de miedo, pues en su mente ya se formaba otra tribulación, algo q debía arreglarse. Su paso era rápido, se dirigía al salón principal donde por extraño que pareciera, presentía la presencia de la nodriza quien le crio. Justo en plena caminata alzo su voz para que le escuchase ella.

No entiendo a los dioses, quizás nunca lo haga...somos sus juguetes o protegidos. Quien lo sabe.

Solo así prosiguió su camino sin esperar a que Lydia le siguiera.

Cuando estaba por irse, Solomon vio como frente suyo los arbustos eran mecidos por un aura anaranjada, seguida de un viento cálido, bochornoso, que comenzaba a rodearla rápidamente.

La voz era la de un hombre, uno conocido, dando la vuelta con absoluta sorpresa ve a su hermano Richard a quien ya creía como desaparecido, estaba allí con templanza y fresquedad absoluta a pesar del alza repentina de temperatura, su cabellera se elevaba al cielo simulando las flamas vivas del fénix.

De pronto una pregunta venia a su cabeza, pero en vano rebelarla al ver como Afrodita se le acercaba tan amistosamente nombrándole "Apolo", el hijo de Zeus, dios del sol y las artes. Tanto renombre y rango no causaba mayor curiosidad, ni miedo en el senador que ya iba perdiendo la capacidad de sorprenderse al ver cada conocido como dios o enviado suyo.

Apolo...

La mirada algo perdida, la voz seca y fría demostraban su ánimo en vérselas con él. Ahora, Solomon, ya daba por hecho que todo estaba conectado a la familia real de Roma y la egipcia, pero aun quedaba un cabo suelto y la persona que le daría aquella información no serian estos dioses que poco o nada han hecho por la nación que deberían proteger bajo su seno.

Ante mí, seguirá siendo el inútil de mi hermano menor.

El joven volteo sin siquiera ver a su hermano y prima, no le interesaba pedirles algún favor, ni rogarles, es más, creía que el por ser simple humano podría hacer más que ellos.

Repito lo dicho...los dioses no significan nada para mí. Richard, Lydia si desean hacer algo de provecho sin usar sus "dones"...síganme.
Solomon no espero más, tenía cosas más importantes que hacer, y si bien la ayuda de Afrodita y Apolo le serviría, no esperaría la buena gana de ellos en hacer algo, el tiempo era corto y más aun al saber que Selene yacía del otro lado del mundo casándose con Gelum.

Seguramente también son dioses...rayos.

Un nuevo freno, era la presencia, la imagen, el rostro de su hermano quien le veía encerrado tras esa aura anaranjada, su mirada relajada y despreocupada que siempre había criticado seguía siendo la misma, sus palabras como siempre solo denotaban su falta de madurez, era solo un niño mimado, pobre e iluso, Solomon permanecía quieto, el poder del dios que se había introducido en el cuerpo de su menor era tan fuerte que le impedía siquiera mover sus músculos. Pero el espíritu del joven senador adquiría mayor resistencia, con el tiempo estaba perdiendo el miedo a lo sobrenatural y a lo divino.

Los humanos siempre hemos temido de ustedes, pero ahora, conociéndoles mejor, no son la gran cosa...lleno de defectos como nosotros...

Solomon nunca bajo la cabeza, pues para él, los dioses no eran más que miserables seres que trataban de utilizarlos, ya no sentía respeto alguno por ellos, ni siquiera por ser su antigua familia...los detestaba.

Richard...nunca oses a levantarme la voz, ni a tratar de corregir mis actos, pues ahora en adelante...Richard y Samantha no existirán más en este plano...recuperare Roma y ninguno de ustedes me lo impedirá...así que dioses, no se metan en mi camino más q para ayudarme, entendido!

Eso mismo fue dirigido hacía Lydia, ya no existía mayor concilio, era la decisión de tan débil ser, el atreverse a contestar a un dios e ir en contra de su voluntad. Finalmente se fue.