Plaza mugrienta

Y Alessa se veía como si fuese un pescado, en dirección contaría a sus iguales de lago, con cara larga y una pesadez de pies, toda una perezosa, todo un pecado, toda una estúpida soñadora de lo erróneo y lo malo. Esta caminaba entre la mugrienta plaza del Tiber, donde los malos olores abundaban y la educación se extinguía mientras la maldad gobernaba.

Tan costoso el respirar, tan pesado su cuerpo para caminar y regresar a su hogar y tomar sus asquerosas prendas y largarse lo mas inmediato posible, para no toparse con la ingratitud y la humillación, las cuales escarchadas de desilusión estaban.

Caminando sin ánimo, sin alama, solo percatándose como el viento le tocaba y le susurraba, susurros de tomento, susurros sin aliento. Aquella dama solo suspiraba, solo caminaba. Y de la nada gemidos de lamento, gemidos de consuelo, en aquel mercado la humillación circundaba, y de la nada sola se expresaba:

-Cuerdas y liras, liras y melodías, melodías que termina en ruina, pero que mierda de ironía, un circulo vicioso como sollozo, entre estas tierras olvidadas, entre esta nada existencial, pero aun así la gente sonríe, de dolor a veces pero no olvida dicha distracción.

Y de la nada las fuerzas nacen en ella, un brillo entre sus ojos se escapa y comienza a correr, entre la plaza, ente la servidumbre porllosera, pero que gracia para ella. Tomando un rombo distinto: ya no hacia la Sabajera, ya no seguir rascando el pasado doloroso, dando media vuelta corre por otra vereda alejándose de la gente, alejándose de la desgracia existente de aquel lugar, hacia un nuevo amanecer, hacia un nuevo atardecer.

Alessa se había mantenido a una cierta distancia del camino, para así no hacer notoria su presencia y molestar a su pequeña hermana por seguirle la pisada, después de un buen rato de caminar en medio de un sendero de piedras se podía notar como unas cuantas casas maltrechas se alzaban en frente y así una figurina colosal de mármol. Alessa se quedaba escondida en una diagonal, detrás de una pared viendo como Barbará se detenía y hablaba con unos borrachos, que al parecer uno tenia el descaro de manosearla un tanto lujurioso, Alessa molesta desenvainaba una de su tizonas, desenando correr lo mas rápido posible y córtale la cabeza a aquella mierda de hombre, por atreverse al faltarle el respeto a su hermanita.

Y cuando la estrella del infierno se disponía a hacerlo vio como su hermana de un gran golpe lo tumbaba y amenazaba a su compañero, generando que saliera pavoroso de aquella escena ridícula, suspirando y guardando su espada, simplemente Alessa vio como la de cortos cabellos se vertía por completo una de las jaras que hasta donde ella estaba le llegaba la esencia de ser una bebida alcohólica adulterada, después de unos minutos de ver sus malos modales, por fin pudo notar como la mujer pasaba por un lado del tendido borracho y se marchaba de aquella plaza desolada y mugrienta, surcando una sonrisas Alessa comenzó a seguirle nuevamente pasando de lado de aquel atrevió ser mortal, pateándolo con fuerzas en las costillas como signo de venganza y asimismo escupiéndole el rostro, suspiro y le dijo:

-Maldito ser mortal lascivo mas te vale no volver a tocar a mi hermana o si no te castrare…

Acto seguido Alessa apresuro sus pasos, pues perdía la silueta de su hermana y eso no podía permitirlo.

El caminar incesante de un lado a otro sin razón alguna era una forma de relajar mi mente y en parte mi cuerpo de las habituales rutinas laborales en la taberna que si bien me gustaban, en parte me era aburrido y pesado de vez en cuando, pero si no hacía mi trabajo nadie haría nada y el negocio se iría a la quiebra, el sonido de sus zapatos resonaba en las baldosas de piedra del suelo de la calle daba paso a un inusual eco en el lugar, cosa rara ya que siempre era ruidoso en aquellas horas del día, pero la verdad no le di mayor importancia la costumbre en aquel lugar era lo que menos había todo era impredecible dependiendo del día, mis pasos me llevaron a lo que sería la plaza del distrito la cual proveía de agua limpia al lugar y además era el lugar más lleno de personas en aquel distrito simplemente por el agua limpia.
- Y pensar que esto pasaría vació de no ser por eso - dije indiferente mientras me sentaba en una banca para descansar un poco de la caminata que llevaba hace un buen rato con lentitud y apatía no me interesaba nada por el momento todo se me hacía aburrido, ya nada era de mí interés en aquellos momentos, avaricia hace rato cesó su insistente deseo de obtener más dejándome a mi sin hacer nada por el momento dándome un pequeño respiro del pecado para ser yo misma, miré los alrededores atestados de gente que solamente venía allí por un misero trago de agua mientras otras aprovechaban la situación y les robaban lo poco y nada que poseían en sus bolsillos, si bien me gustara robar no le robaba a los pobres por mucho que tenga la intención no era tan desalmada, prefería robar a los que tenía dinero a montones eran blancos fáciles y no les dolería en nada el perder una mísera moneda, me levanté con pereza para luego reiniciar la caminata sin rumbo alguno desde que comencé a caminar hace un buen tiempo.

Su aburrimiento le había llevado hasta aquella plaza con la que todo ser humano de esos lares le nombraba mugrienta. Y si que honraba aquel titulo de manera magnifica, ya que todo en derredor permanecía envuelto entre la porquería humana, ya fuera defecaciones o basura. Que al unir sus podridos hedores hacían un potente aroma que en verdad aturdían todo sentido de aquel pecado reencarnado.

Alessa se sentía un poco mal en el sentido de salud. Sus gestos contraídos daban a notar el esfuerzo que hacía para no caer hincada y vomitar. A Aquella no le cavia en la cabeza del por que la gente de esos lugares deambulaban con tranquilidad sin percatarse de lo insano del medio. Bajando su rostro mientras tragaba la saliva que se formaba por el asco, aquella siguió su camino. De vez en cuando se encontraba con puestos de lociones y escancias según naturales que en vez de apaciguar su asco lo único que hacia era aumentar su malestar.

De repente aquella era envuelta en un terrible escalofrío, de aquello que servían para anunciar males a futuro o tal vez el culmino de una desgracia con algún ser que tenia relación alguna con la estrella terrenal. Alessa lo único que hizo fue irse hacia un lado y recargarse en la pared mientras apretaba su pecho con fuerza y tomaba grandes volcanadas de aire pues de repente sus pulmones fallaban. Tragando saliva aquella susurraba:

-¿Pero qué diablos me esta pasando?… Mi pecho parece que va a explotar…ahh… no entiendo nada…uff…uff… ahss…cof,cof

Aquella no aguantaba aquel malestar y lo único que hacia era deslizar su espalda hasta caer sentada en el piso, contrayendo sus piernas hasta su abdomen y escondiendo su cabeza entre las rodillas para simplemente quedarse en esa posición dormida.

Después de unas horas en entrar en un pequeño letargo la dama alzó la mirada y simplemente fue deslumbrada por culpa del sol, y aunque la luz era débil pues el ocaso estaba tocando el firmamento, fue lo suficiente para irritar la pupila de aquella pecaminosa. Suspirando de una manera tan anémica aquella simplemente observo el frente parecía que el dolor se había disipado y con ello sólo quedó un enorme vacío que intrigaba su corazón de maneras anormales.

Como pudo aquella se levantó era demasiado el tiempo que había gastado con el afán de querer descansar un poco. Todo lo que permanecía en su alrededor comenzaba a irritar a la dama del pecado de una manera que ni ella misma sabía el por qué. Temiendo de las consecuencias de su irritación, decidió que lo mejor que podía hacer era alejarse y ocultarse para amansar su cosmos el cual comenzaba a emanar de una manera irracional congelando el derredor, llamando la atención de todo mortal fisgón.

Alessa de inmediato tomo aire entre sus pulmones y rápidamente salió corriendo de aquella plaza mugrienta parecía que de nueva cuenta empezaría a hacer nacer una de sus tantas técnicas dormidas, la sensación en su cuerpo lo decía todo y pues no era correcto estar en frente de tanto ser débil pues podría ocasionar un holocausto y así podía tener sobre ella la lupa de los Dioses y no era conveniente tal cosa, Por lo que corriendo desbocadamente Alessa, la dama de la pereza se alejó de inmediato de aquella plaza romana.