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Habitación de Octavius.
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Habitación de Octavius.
El tono ligeramente alterado de la voz de Lucy era notorio, podía deberse a la decisión imperativa de Octavius por el cambio de planes. O tal vez al desafortunado encuentro en la sala del palacio ante Diva, cualquiera que hubiera sido el motivo se reflejaba en el comportamiento de ella. La interrogante lanzada al aire para conocer la instancia donde continuarían su platica no fue del todo respondida.
- En unos instantes más podrá verlo con sus propios ojos.
Le respondió de una manera sencilla y tranquila, sus pasos se moderaban para que Lucy pudiera seguirlo por los pasillos ostentosos del palacio del Cesar. La altura imponente de Octavius le daba una gran zancada y era por ese motivo que sus pasos se volvían lentos y uniformes, permitía en todo momento no apresurar a la gobernante de Hispania. Por los largos pasillos que recorrían, los guardias ubicados en las entradas mostraban una postura firme apenas Octavius pasaba delante de ellos. Le conocían muy bien como un antiguo general romano, en aquellos tiempos él era una especie de héroe para la mayoría de los legionarios.
El trayecto fue en un completo mutismo por parte de Octavius, seguramente su tía estaría cavilando el misterio de sus actos, de intentar dilucidar que era lo que tenía planeado su sobrino. Fue entonces cuando luego de una caminata por algunos minutos, ambos llegaban a una habitación de las tantas del palacio. Con una sobrada confianza, el heredero al trono sujetaba el pomo de la puerta girándolo lo suficiente para abrirla. La estancia era grande, perteneciente a él en sus años mozos, había conducido a Lucy hasta su cuarto.
- Me ha de perdonar que todo esto se haga de la manera más inquisitiva por parte mía. - Hizo una pausa mientras la miraba a los ojos, tratando de leer en ella lo que pasaba por su mente. - Pero no consideré adecuado o pertinente que continuáramos con nuestra platica en cualquier lado. Fue una fortuna que aquellos guardias aún me fueran leales. - Recordó los rostros de aquellos pretorianos que custodiaban la sala. Seguramente pagarían con sus vidas la lealtad hacia él al contravenir las indicaciones de Diva. Un pequeño suspiro escapó de sus labios, apenas casi perceptible, luego reanudó su platica.
- Pero ahora que Diva rige en Roma hay que actuar con mucho cuidado. Y prueba de ello fue su mirada intensa que le propiciaba a cada momento. Pareciera que en ocasiones sus ojos adquirieran tintes de locura. - Octavius avanzó por el cuarto hasta una mesa redonda de fino roble bien pulida. Sobre ella muchos pergaminos cuidadosamente enrollados se apilaban. En su cuarto, él pasaba muchas horas dedicado al estudio de la guerra, por alguna razón siempre se había apasionado en esos temas. - Aquellas acciones que la han delatado la harán sin duda querer librarse de las personas que conocen sus viles estratagemas. Iré directo al grano, su estancia en Roma se ha visto comprometida, aquella bruja no se quedará de brazos cruzados mientras tenga noción del peligro que usted representa ahora que se le ha presentado en su vida.
Se cruzó de brazos mientras que con la palma de su mano frotaba su mal rasurada mejilla. Octavius distaba mucho de lo que era un noble de Roma, generalmente mostraba un aspecto desaliñado, y esto claro, obedecía a los largos años que permaneció en las inhóspitas tierras vikingas. - Por ahora mi recomendación es que parta en estos momentos a un lugar seguro de Hispania, uno de dónde Diva no tenga tanta influencia... - Bufó un poco al recordar como se encontraba ahora Roma a su llegada y cómo Diva movía los hilos de la alta burocracia. - Pero por otro lado comprendo su postura, del largo viaje que ha supuesto para usted y los grandes deseos por encontrarse con Virgilius. Por lo que hemos de tomar una decisión al respecto, ahora está en sus manos asumir una alternativa, regresar a Hispania o continuar con la idea de entrevistarse con mi hermano.
Él le daba a elegir, la conocía y comprendía el carácter indómito de su tía, sabía que ella no se intimidaría por nada, no ahora que estaba tan cerca de revelarle a su sobrino todo lo que sabía acerca de Diva. Octavius enarcó una ceja a la espera de la respuesta de su tía.
- En unos instantes más podrá verlo con sus propios ojos.
Le respondió de una manera sencilla y tranquila, sus pasos se moderaban para que Lucy pudiera seguirlo por los pasillos ostentosos del palacio del Cesar. La altura imponente de Octavius le daba una gran zancada y era por ese motivo que sus pasos se volvían lentos y uniformes, permitía en todo momento no apresurar a la gobernante de Hispania. Por los largos pasillos que recorrían, los guardias ubicados en las entradas mostraban una postura firme apenas Octavius pasaba delante de ellos. Le conocían muy bien como un antiguo general romano, en aquellos tiempos él era una especie de héroe para la mayoría de los legionarios.
El trayecto fue en un completo mutismo por parte de Octavius, seguramente su tía estaría cavilando el misterio de sus actos, de intentar dilucidar que era lo que tenía planeado su sobrino. Fue entonces cuando luego de una caminata por algunos minutos, ambos llegaban a una habitación de las tantas del palacio. Con una sobrada confianza, el heredero al trono sujetaba el pomo de la puerta girándolo lo suficiente para abrirla. La estancia era grande, perteneciente a él en sus años mozos, había conducido a Lucy hasta su cuarto.
- Me ha de perdonar que todo esto se haga de la manera más inquisitiva por parte mía. - Hizo una pausa mientras la miraba a los ojos, tratando de leer en ella lo que pasaba por su mente. - Pero no consideré adecuado o pertinente que continuáramos con nuestra platica en cualquier lado. Fue una fortuna que aquellos guardias aún me fueran leales. - Recordó los rostros de aquellos pretorianos que custodiaban la sala. Seguramente pagarían con sus vidas la lealtad hacia él al contravenir las indicaciones de Diva. Un pequeño suspiro escapó de sus labios, apenas casi perceptible, luego reanudó su platica.
- Pero ahora que Diva rige en Roma hay que actuar con mucho cuidado. Y prueba de ello fue su mirada intensa que le propiciaba a cada momento. Pareciera que en ocasiones sus ojos adquirieran tintes de locura. - Octavius avanzó por el cuarto hasta una mesa redonda de fino roble bien pulida. Sobre ella muchos pergaminos cuidadosamente enrollados se apilaban. En su cuarto, él pasaba muchas horas dedicado al estudio de la guerra, por alguna razón siempre se había apasionado en esos temas. - Aquellas acciones que la han delatado la harán sin duda querer librarse de las personas que conocen sus viles estratagemas. Iré directo al grano, su estancia en Roma se ha visto comprometida, aquella bruja no se quedará de brazos cruzados mientras tenga noción del peligro que usted representa ahora que se le ha presentado en su vida.
Se cruzó de brazos mientras que con la palma de su mano frotaba su mal rasurada mejilla. Octavius distaba mucho de lo que era un noble de Roma, generalmente mostraba un aspecto desaliñado, y esto claro, obedecía a los largos años que permaneció en las inhóspitas tierras vikingas. - Por ahora mi recomendación es que parta en estos momentos a un lugar seguro de Hispania, uno de dónde Diva no tenga tanta influencia... - Bufó un poco al recordar como se encontraba ahora Roma a su llegada y cómo Diva movía los hilos de la alta burocracia. - Pero por otro lado comprendo su postura, del largo viaje que ha supuesto para usted y los grandes deseos por encontrarse con Virgilius. Por lo que hemos de tomar una decisión al respecto, ahora está en sus manos asumir una alternativa, regresar a Hispania o continuar con la idea de entrevistarse con mi hermano.
Él le daba a elegir, la conocía y comprendía el carácter indómito de su tía, sabía que ella no se intimidaría por nada, no ahora que estaba tan cerca de revelarle a su sobrino todo lo que sabía acerca de Diva. Octavius enarcó una ceja a la espera de la respuesta de su tía.
Octavius- Dios/a
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Re: Habitación de Octavius.
Seguia a Octavius mientras caminaba por el pasillo, ambos permaneciamos sin decir palabra alguna, solo pasaba por mi mente, aquella idea de alejarme por un tiempo de Roma, para prevenirme de los planes que tenia la malvada emperatriz. Eso no me agradaba en lo mas minimo, pues mi idea era encontrar a Vergilius lo mas pronto posible para informarle acerca de lo que ocurria. No tenia miedo de los planes que vaya a tener Diva contra mi, pero bien sabia que era muy peligroso estar en Roma, al menos por el momento, no debia exponerme a aquellas personas, que estubieran vinculadas con esa mujer.
Al despertar de mis pensamientos noté que Octavius estaba ya abriendo la puerta de aquella habitacion. Nos adentramos en el cuarto, mientras yo daba cortos paso mirando el suelo, escuchaba las palabras que él me decía, por supuesto que mi rostro siempre estaba serio, sin mostrar rastro de sentimiento alguno, puesto que no era esa clase de personas. Al instante en que nombro a Diva, los ojos se me llenaron de un odio unico, solo pensando en esa mujer. Luego de que acabó de decir eso, casi instintivamente contesté en voz alta y firme.
-A eso lo tengo presente, lo se perfectamente...-
Pero enseguida escuche aquella propuesta, las opciones, o irme de Roma o buscar a Vergilius de imediato. Sabia que debia encontrarme con el cuanto antes, era mi deseo mas grande en ese momento, no se porque pero una ilusion se me presento y un deseo por escoger la segunda opción, pero enseguida lo pense; sabia que devia encontrar a mi sobrino, pero tambien tenia muy presente que el hecho de estar alli en Roma por un tiempo mas ya era demasiado riesgo para mi y no queria ser victima de los planes de la emperatriz por eso lo pense mucho, dejando la habitacion en silencio por un buen rato. Hasta que me decidi a contestar a su propuesta, lo mire a los ojos y con total seriedad le di una respuesta, friamente.
-Tu sabes muy bien que mis intenciones de encontrar a Vergilius son realmente verdaderas y que no puedo esperar mucho tiempo ara que llegue ese momento... pero tengo presente que es de mucho riesgo que me quede aqui en Roma... y prefiero, antes de caer ante esa zorra, desaparecer por un tiempo hasta que las cosas evolucionen a su devido tiempo....-
Me di media vuelta, y cerre los ojos por un momento.
-He de regresar a Hispania cuanto antes, por lo menos por un tiempo....
Y caye por n momento, mientras soltaba un largo suspiro.
Al despertar de mis pensamientos noté que Octavius estaba ya abriendo la puerta de aquella habitacion. Nos adentramos en el cuarto, mientras yo daba cortos paso mirando el suelo, escuchaba las palabras que él me decía, por supuesto que mi rostro siempre estaba serio, sin mostrar rastro de sentimiento alguno, puesto que no era esa clase de personas. Al instante en que nombro a Diva, los ojos se me llenaron de un odio unico, solo pensando en esa mujer. Luego de que acabó de decir eso, casi instintivamente contesté en voz alta y firme.
-A eso lo tengo presente, lo se perfectamente...-
Pero enseguida escuche aquella propuesta, las opciones, o irme de Roma o buscar a Vergilius de imediato. Sabia que debia encontrarme con el cuanto antes, era mi deseo mas grande en ese momento, no se porque pero una ilusion se me presento y un deseo por escoger la segunda opción, pero enseguida lo pense; sabia que devia encontrar a mi sobrino, pero tambien tenia muy presente que el hecho de estar alli en Roma por un tiempo mas ya era demasiado riesgo para mi y no queria ser victima de los planes de la emperatriz por eso lo pense mucho, dejando la habitacion en silencio por un buen rato. Hasta que me decidi a contestar a su propuesta, lo mire a los ojos y con total seriedad le di una respuesta, friamente.
-Tu sabes muy bien que mis intenciones de encontrar a Vergilius son realmente verdaderas y que no puedo esperar mucho tiempo ara que llegue ese momento... pero tengo presente que es de mucho riesgo que me quede aqui en Roma... y prefiero, antes de caer ante esa zorra, desaparecer por un tiempo hasta que las cosas evolucionen a su devido tiempo....-
Me di media vuelta, y cerre los ojos por un momento.
-He de regresar a Hispania cuanto antes, por lo menos por un tiempo....
Y caye por n momento, mientras soltaba un largo suspiro.
Lucy- Ataques :
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Re: Habitación de Octavius.
La respuesta por parte de su tía despejaba la incógnita lanzada de Octavius. La decisión de retirarse de momento parecía no alegrar en lo más mínimo a Lucy, pero entendía ahora la posición a la cual se había envuelto. Octavius asintió mientras respetaba el incomodo silencio en el cual había caído su tía. De espaldas a él, Lucy batallaba con sus emociones ahora que estaba tan cerca de su sobrino, - el hermano menor de Octavius - y a la vez tan lejos por el nuevo cambio de planes.
Aquella lucha de intereses remarcaba un gran esfuerzo por ella, misma que reflejó en el suave y sutil suspiro salido de sus delineados y finos labios. Ella era una mujer hermosa de Hispania, misma belleza que había compartido con su hermana y la cual fue suficiente para haber cautivado hasta el mismísimo Cesar. Y aunque su mirada noble y melancólica no fuera advertida por su sobrino mayor, él mismo le concedía un respetuoso silencio por la difícil decisión tomada en esos precisos momentos.
En el interior de Octavius, nacía un profundo respeto, la dualidad de su tía por ser temeraria y a la vez prudente era algo con lo cual comenzaba a identificarse. Sin perder más tiempo en explicaciones, avanzó hasta la puerta de su cuarto, salió un momento para encontrarse en los pasillos a un guardia confiable de palacio. No tardó dos minutos cuando ya estaba de regreso.
- Entonces será mejor que preparemos los detalles de su partida. - No habría despedidas emotivas, ambos sabían lo que ahora les deparaba el destino. - He dispuesto la preparación de un carruaje y una escolta de soldados, leales todavía al imperio antes que a Diva, aunque preferiría contar con algunos efectivos de los recién llegados a Roma, su ausencia de este sitio manipulado por Diva les ha salvado de no entrar en la corrupción de muchos miembros militares hoy en día. - Por su mente los nombres de Breda y Noah aparecieron como una estrella incandescente, esos dos últimos generales habían llegado apenas.
Aunque eran los mas incivilizados en el campo de batalla, le recordaban sus mismas acciones de joven. Pensó por un momento que podrían estar de su lado, pero si él quería enfrentarse a Diva entonces tendría que ser sumamente cuidadoso. - Ya que no la he llevado ante Virgilius, permítame entonces conducirla hasta donde el carruaje la está esperando. - Se acercó hacia ella mientras posaba la palma de su mano en su hombro en señal de solidaridad. El repliegue de Lucy obedecía ahora a lo estratégico que a la intimidación que podría suponer la emperatriz Diva.
Aquella lucha de intereses remarcaba un gran esfuerzo por ella, misma que reflejó en el suave y sutil suspiro salido de sus delineados y finos labios. Ella era una mujer hermosa de Hispania, misma belleza que había compartido con su hermana y la cual fue suficiente para haber cautivado hasta el mismísimo Cesar. Y aunque su mirada noble y melancólica no fuera advertida por su sobrino mayor, él mismo le concedía un respetuoso silencio por la difícil decisión tomada en esos precisos momentos.
En el interior de Octavius, nacía un profundo respeto, la dualidad de su tía por ser temeraria y a la vez prudente era algo con lo cual comenzaba a identificarse. Sin perder más tiempo en explicaciones, avanzó hasta la puerta de su cuarto, salió un momento para encontrarse en los pasillos a un guardia confiable de palacio. No tardó dos minutos cuando ya estaba de regreso.
- Entonces será mejor que preparemos los detalles de su partida. - No habría despedidas emotivas, ambos sabían lo que ahora les deparaba el destino. - He dispuesto la preparación de un carruaje y una escolta de soldados, leales todavía al imperio antes que a Diva, aunque preferiría contar con algunos efectivos de los recién llegados a Roma, su ausencia de este sitio manipulado por Diva les ha salvado de no entrar en la corrupción de muchos miembros militares hoy en día. - Por su mente los nombres de Breda y Noah aparecieron como una estrella incandescente, esos dos últimos generales habían llegado apenas.
Aunque eran los mas incivilizados en el campo de batalla, le recordaban sus mismas acciones de joven. Pensó por un momento que podrían estar de su lado, pero si él quería enfrentarse a Diva entonces tendría que ser sumamente cuidadoso. - Ya que no la he llevado ante Virgilius, permítame entonces conducirla hasta donde el carruaje la está esperando. - Se acercó hacia ella mientras posaba la palma de su mano en su hombro en señal de solidaridad. El repliegue de Lucy obedecía ahora a lo estratégico que a la intimidación que podría suponer la emperatriz Diva.
Octavius- Dios/a
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Re: Habitación de Octavius.
Aunque no era lo que prefería aquella desicion de marcharme de roma, era algo que debia hacer puesto que desde aquel encuentro con Diva, al saber de mi, no tendía buenos planes para conmigo. Pensaba una y otra vez en que aquel encuentro con mi sobrino Vergilius era indispensable más en ese momento que las cosas no iban bien, en mi mente solo quería hablar aquello con esa persona, pero no habia tiempo, ya debia marcharme a Hispania, a pesar del viaje que me costó ir hacia Roma, a pesar de todo el tiempo que estube esperando reencontrarme con mi gente, cuanto quise arreglar las cosas. Más hice caso a los sabios consejos de mi otro sobrino, Octavius.
Escuchaba atentamente las palabras de aquel hombre que planeaba mi retirada, con un gran ejercito de soldados acompañandome y un buen carruaje para el camino. Primero salio al pasillo, no sabia que estaba haciendo pero ya en cuestrion de segundos regreso para advertirme de que iba a preparar tal despedida. Sin aviso alguno, solo iba a marcharme en un carruaje hacia Hispania, nuevamente.
-De acuerdo, no perdamos mas tiempo, vamos...-
Dije esas palabras para luego sentir la mano de Octavius en mi hombro, ahi mismo comence a caminar con paso firme aunque un poco rapido para dirigirme haci el carruaje que ya estaba preparado al parecer, a donde mi sobrino me guiaría sin mas. Pero mientras caminaba quise pronunciar unas palabras.
-Pero antes de marchar, me gustaría pasar por la banca, tengo algunas monedas que comienzan a fastidiarme, tengo que guardarlas...-
Escuchaba atentamente las palabras de aquel hombre que planeaba mi retirada, con un gran ejercito de soldados acompañandome y un buen carruaje para el camino. Primero salio al pasillo, no sabia que estaba haciendo pero ya en cuestrion de segundos regreso para advertirme de que iba a preparar tal despedida. Sin aviso alguno, solo iba a marcharme en un carruaje hacia Hispania, nuevamente.
-De acuerdo, no perdamos mas tiempo, vamos...-
Dije esas palabras para luego sentir la mano de Octavius en mi hombro, ahi mismo comence a caminar con paso firme aunque un poco rapido para dirigirme haci el carruaje que ya estaba preparado al parecer, a donde mi sobrino me guiaría sin mas. Pero mientras caminaba quise pronunciar unas palabras.
-Pero antes de marchar, me gustaría pasar por la banca, tengo algunas monedas que comienzan a fastidiarme, tengo que guardarlas...-
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Re: Habitación de Octavius.
- Una proposición sumamente inteligente. Si hay algo que aún mantiene cierto grado de transparencia es ciertamente la banca de Roma.
Manifestaba el hijo del Cesar ante la petición de su tía de acudir a un local bancario. Era conocido por la mayoría de las potencias del mundo, que en Roma las bóvedas aseguraban el sistema monetario de muchas culturas aliadas. Hispania, al ser una extensión más del imperio romano podría por ende, hacer uso de estos beneficios.
Era una ocasión perfecta, para que Lucy pudiera deponer la gran cantidad de dinero que cargaba consigo. El viaje de vuelta a casa habría llamado la atención de alguno que otro salteador del camino, nunca faltaban los maleantes y aunque ella contaría con un selecto grupo de pretorianos era en todos los casos prevenir posibles inconvenientes. Una vez más la inteligencia de la hermosa dama hispana salía a flote.
Los dos caminaban con prontitud, y en un rato más el cuarto de Octavius quedaba en completa soledad. Una vela a punto de extinguirse hacía danzar su débil llama, las sombras arrojadas por la luz comenzaban a tomar cierta forma de escenas, difíciles de descifrar pero recreaban si uno ponía sumo cuidado proyecciones de una cuidad arrasada por la guerra.
Manifestaba el hijo del Cesar ante la petición de su tía de acudir a un local bancario. Era conocido por la mayoría de las potencias del mundo, que en Roma las bóvedas aseguraban el sistema monetario de muchas culturas aliadas. Hispania, al ser una extensión más del imperio romano podría por ende, hacer uso de estos beneficios.
Era una ocasión perfecta, para que Lucy pudiera deponer la gran cantidad de dinero que cargaba consigo. El viaje de vuelta a casa habría llamado la atención de alguno que otro salteador del camino, nunca faltaban los maleantes y aunque ella contaría con un selecto grupo de pretorianos era en todos los casos prevenir posibles inconvenientes. Una vez más la inteligencia de la hermosa dama hispana salía a flote.
Los dos caminaban con prontitud, y en un rato más el cuarto de Octavius quedaba en completa soledad. Una vela a punto de extinguirse hacía danzar su débil llama, las sombras arrojadas por la luz comenzaban a tomar cierta forma de escenas, difíciles de descifrar pero recreaban si uno ponía sumo cuidado proyecciones de una cuidad arrasada por la guerra.
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Re: Habitación de Octavius.
Dejado aquél espectáculo sangriento en el coliseo, el hijo mayor del cesar optó por regresar a sus aposentos. El día había sido largo y cansado, necesitaba por lo tanto un tiempo para reafirmar sus siguientes pasos. Su siguiente acción refería un encargo personal a una persona de confianza. El tiempo necesario para dicha encomienda comenzaba a enturbiarle la razón. Contemplaba que una posible traición estuviera maquinándose de momento.
No podía permitirse que alguien se le adelantara en sus planes, había que actuar lo más diligente posible para erradicar los errores a los que pudiera verse expuesto a causa de las fallas de terceros. Sentado frente a la puerta su semblante era severo, sus facciones demostraban una gran molestia misma que reflejaba por la forma en que sus dedos tamborileaban por la superficie de madera de la mesa. Apenas si había probado bocado alguno de la cena austera que él mismo se había conseguido.
Los años en el extranjero le habían hecho ser más cauto que de costumbre, sólo en las vastas llanuras yertas de Germania había comprobado que él se bastaba solo y que no podía fiarse de nadie. Salvo aquellos mellizos que le cuidaron cuando estuvo al borde de la muerte. Dedicarles unos cuantos minutos en sus recuerdos fue algo atenuante para su alma airada, que con el tiempo iba moldeándose en algo distinto, extraño y surrealista de todo cuanto conocía. Cabía incluso, la extraña sensación de percibir ciertas presencias lejanas, sobre todo la de una entidad que sentía iba ligada a su alma ¿pero qué significado tendría aquello?
Meneó la cabeza para despejar todo, necesitaba estar sereno, ajeno a los problemas exteriores para concentrarse en los suyos. Quedaba absorto jugando ahora con la comida entre sus dedos, una sonrisa aparecía sobre su rostro dándole un aspecto maniático y una chispa de maldad en sus ojos.
No podía permitirse que alguien se le adelantara en sus planes, había que actuar lo más diligente posible para erradicar los errores a los que pudiera verse expuesto a causa de las fallas de terceros. Sentado frente a la puerta su semblante era severo, sus facciones demostraban una gran molestia misma que reflejaba por la forma en que sus dedos tamborileaban por la superficie de madera de la mesa. Apenas si había probado bocado alguno de la cena austera que él mismo se había conseguido.
Los años en el extranjero le habían hecho ser más cauto que de costumbre, sólo en las vastas llanuras yertas de Germania había comprobado que él se bastaba solo y que no podía fiarse de nadie. Salvo aquellos mellizos que le cuidaron cuando estuvo al borde de la muerte. Dedicarles unos cuantos minutos en sus recuerdos fue algo atenuante para su alma airada, que con el tiempo iba moldeándose en algo distinto, extraño y surrealista de todo cuanto conocía. Cabía incluso, la extraña sensación de percibir ciertas presencias lejanas, sobre todo la de una entidad que sentía iba ligada a su alma ¿pero qué significado tendría aquello?
Meneó la cabeza para despejar todo, necesitaba estar sereno, ajeno a los problemas exteriores para concentrarse en los suyos. Quedaba absorto jugando ahora con la comida entre sus dedos, una sonrisa aparecía sobre su rostro dándole un aspecto maniático y una chispa de maldad en sus ojos.
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Re: Habitación de Octavius.
Luego de dar un breve paseo por los alrededores, entré nuevamente al palacio para dirigirme esta vez directo hacía mi habitación. El fresco viento del anochecer me ayudó a relajarme luego de aquel episodio tan incomodo en la recepción. Aún tenía fresca en mi memoria las palabras emitidas por el informante de Persia, el cual había comunicado la muerte de mi padre. Algo que no me habría esperado para nada, o al menos, no en estos precisos instantes en que el reino más necesitaba de su sabiduría y, más importante aún, para sacar del poder a quién se lo había adueñado injustamente como era Diva. Sin embargo, ya no había remedio a su desaparición y no podía seguir contando con él.
Caminé por el pasillo hasta llegar a la entrada de mi cuarto, el cual estaba tal cual como lo había dejado la última vez que estuve aquí. Abrí suavemente la puerta y me dispuse a ingresar con los ojos cerrados, pensando aún en el hecho de que ya no tenía vivos ni a mi madre ni a mi padre. Una sensación extraña, ciertamente. No la podría definir como dolor pero tampoco sería correcto el afirmar que no me producía malestar en mi interior aquel acontecimiento tan trágico. Después de todo, la sangre pesaba en algunas instancias y esta era un de ellas. No se podría decir que estuviese o no preparado para afrontar el hecho de ser el hijo mayor de la familia y quién de ahora en adelante debía cuidar a los suyos. O al menos, a sus hermanos Vergilius y Lydia, que no había tenido la oportunidad de vislumbrar por ninguna parte y desconocía si ya estaban al tanto de tan delicada situación. Si bien quizás lo mejor era no decirles, lo mejor era que ambos lo tomaran en su cabeza cuanto antes… y no sólo eso, lamentablemente.
Siempre empeñándote en que las cosas sean lo más complejas y difíciles para los demás, eh?.- Comenté para mí mismo en la soledad de las frías paredes reales, siendo quizás el único lugar del palacio en el que me sentía libre de la peste de la deslealtad que tanto parecía abundar entre los reales.
Tu estilo es…fue… y será siempre el mismo… - Proseguí cerrando mis puños, dejando que mis pasos retumbaran escasamente por el aire a la vez que me acercaba hasta un gran ventanal que daba a una terraza.
Padre, hazme un favor y trata de descansar en paz. – Comenté de forma tranquila e irónica, aunque claramente, algo sentida y quizás hasta emotiva producto del hecho de no haberlo visto nunca más desde que me embarqué en aquella proeza heroica de la cuál por suerte y algo más, logré salvar mi pellejo en tierras germanas. – Eso, si es que en verdad estás muerto y no te pasó lo que a mí… o bien, no tienes ganas de venir a arreglar todos los problemas que nos dejaste. – Procedí ya más austero y calmado, tomando una daga de un mueble que tenía al lado y observando tranquilamente lo afilada que se encontraba.
De todas formas da igual, puesto que yo voy a limpiar Roma…- Mis ojos estaban concentrados en la hoja del arma blanca, admirando la belleza del buen trabajo que había hecho el herrero con ella. Era ideal para lo que necesitaba hacer ahora.
Especialmente de aquella zorra que nos has dejado como recuerdo, gracias, pero... - Sonreí mientras acercaba la hoja hasta mi barbilla y cortaba unos cuantos pelos que tenía en ella, vestigios de una mala afeitada hecha en el pasado. Pude sentir como eran cortados, cayendo al piso en cuestión de segundos. Luego, alejé la hoja y miré despreocupado hacía el cielo estrellado.
No la necesitamos, así que donde sea que estés sufriendo por tus errores… voy a enviarte a tu pequeño lastre... papá... ya lo verás. – Sentencié categórico y confiado, como una forma de darme a entender a mí mismo que el período de equivocaciones de mi creador ya debía terminar de una vez y por todas.
Después de aquel lapsus, continúe afeitando mi barba con la cuchilla pasándola rápidamente por todos lados de mi rostro y cuello. Desde que había llegado de las tierras bárbaras poseía un aspecto digno de vago que no encajaba con el estilo clásico de la realeza. No es que me hubiese importado mucho, pero entendía que en las condiciones en las que me encontraba lo mejor era pasar desapercibido y proyectar una imagen nueva, más madura y elegante como tanto parecía requerir la sociedad actual. Luego de ello, corte mi cabello tan descuidado hasta esos días en los que me podía dar el lujo de vivir una vida relativamente tranquila y sin preocupaciones. Pero ahora que pretendía configurar una nueva imagen, fue necesario tomarme la molestia de mejorar mi aspecto. Así que lo siguiente que hice fue darme un buen baño, abandonar las ropas antiguas y mandar a traer un nuevo traje aun más imponente que los que usaba mi padre en algunos momentos. Dando como resultado, un sujeto que parecía ser la viva imagen del ya fallecido ex emperador, sólo que más alto, corpulento y joven.
Ya estoy listo. - Declaré viéndome a un espejo, un tanto sorprendido por el cambio pero más allá de eso, satisfecho por el linaje honorario que poseía gracias a mis antepasados.
Por último, guarde mi espada en una funda y la amarré a mi cintura. Para un sujeto normal de seguro que sería muy grande y pesada, pero dadas mis dimensiones, me venía perfecto una hoja tan certera y mortífera como aquella. Al fin y al cabo, gracias a ella, en parte al menos, había podido sobrevivir en el campo de batalla cuando la muerte suspiraba tras mi nuca, enfriándola y preparando el terreno para mi llegada al averno.
Por ahora tendrá que esperar… ya que la purga está a punto de comenzar. – Me dije a mi mismo para poder alentarme a lo que estaba a punto de hacer, ya que no era precisamente lo que hubiese deseado pero el destino me había predispuesto algo distinto a mis anhelos. Pero quién sabe, quizás y en un futuro, las cosas podrían cambiar para mejor….
O quizás no, según fuera el caso. Lo único cierto, era que esto recién estaba iniciando y más de alguno se vería afectado.
Caminé por el pasillo hasta llegar a la entrada de mi cuarto, el cual estaba tal cual como lo había dejado la última vez que estuve aquí. Abrí suavemente la puerta y me dispuse a ingresar con los ojos cerrados, pensando aún en el hecho de que ya no tenía vivos ni a mi madre ni a mi padre. Una sensación extraña, ciertamente. No la podría definir como dolor pero tampoco sería correcto el afirmar que no me producía malestar en mi interior aquel acontecimiento tan trágico. Después de todo, la sangre pesaba en algunas instancias y esta era un de ellas. No se podría decir que estuviese o no preparado para afrontar el hecho de ser el hijo mayor de la familia y quién de ahora en adelante debía cuidar a los suyos. O al menos, a sus hermanos Vergilius y Lydia, que no había tenido la oportunidad de vislumbrar por ninguna parte y desconocía si ya estaban al tanto de tan delicada situación. Si bien quizás lo mejor era no decirles, lo mejor era que ambos lo tomaran en su cabeza cuanto antes… y no sólo eso, lamentablemente.
Siempre empeñándote en que las cosas sean lo más complejas y difíciles para los demás, eh?.- Comenté para mí mismo en la soledad de las frías paredes reales, siendo quizás el único lugar del palacio en el que me sentía libre de la peste de la deslealtad que tanto parecía abundar entre los reales.
Tu estilo es…fue… y será siempre el mismo… - Proseguí cerrando mis puños, dejando que mis pasos retumbaran escasamente por el aire a la vez que me acercaba hasta un gran ventanal que daba a una terraza.
Padre, hazme un favor y trata de descansar en paz. – Comenté de forma tranquila e irónica, aunque claramente, algo sentida y quizás hasta emotiva producto del hecho de no haberlo visto nunca más desde que me embarqué en aquella proeza heroica de la cuál por suerte y algo más, logré salvar mi pellejo en tierras germanas. – Eso, si es que en verdad estás muerto y no te pasó lo que a mí… o bien, no tienes ganas de venir a arreglar todos los problemas que nos dejaste. – Procedí ya más austero y calmado, tomando una daga de un mueble que tenía al lado y observando tranquilamente lo afilada que se encontraba.
De todas formas da igual, puesto que yo voy a limpiar Roma…- Mis ojos estaban concentrados en la hoja del arma blanca, admirando la belleza del buen trabajo que había hecho el herrero con ella. Era ideal para lo que necesitaba hacer ahora.
Especialmente de aquella zorra que nos has dejado como recuerdo, gracias, pero... - Sonreí mientras acercaba la hoja hasta mi barbilla y cortaba unos cuantos pelos que tenía en ella, vestigios de una mala afeitada hecha en el pasado. Pude sentir como eran cortados, cayendo al piso en cuestión de segundos. Luego, alejé la hoja y miré despreocupado hacía el cielo estrellado.
No la necesitamos, así que donde sea que estés sufriendo por tus errores… voy a enviarte a tu pequeño lastre... papá... ya lo verás. – Sentencié categórico y confiado, como una forma de darme a entender a mí mismo que el período de equivocaciones de mi creador ya debía terminar de una vez y por todas.
Después de aquel lapsus, continúe afeitando mi barba con la cuchilla pasándola rápidamente por todos lados de mi rostro y cuello. Desde que había llegado de las tierras bárbaras poseía un aspecto digno de vago que no encajaba con el estilo clásico de la realeza. No es que me hubiese importado mucho, pero entendía que en las condiciones en las que me encontraba lo mejor era pasar desapercibido y proyectar una imagen nueva, más madura y elegante como tanto parecía requerir la sociedad actual. Luego de ello, corte mi cabello tan descuidado hasta esos días en los que me podía dar el lujo de vivir una vida relativamente tranquila y sin preocupaciones. Pero ahora que pretendía configurar una nueva imagen, fue necesario tomarme la molestia de mejorar mi aspecto. Así que lo siguiente que hice fue darme un buen baño, abandonar las ropas antiguas y mandar a traer un nuevo traje aun más imponente que los que usaba mi padre en algunos momentos. Dando como resultado, un sujeto que parecía ser la viva imagen del ya fallecido ex emperador, sólo que más alto, corpulento y joven.
Ya estoy listo. - Declaré viéndome a un espejo, un tanto sorprendido por el cambio pero más allá de eso, satisfecho por el linaje honorario que poseía gracias a mis antepasados.
Por último, guarde mi espada en una funda y la amarré a mi cintura. Para un sujeto normal de seguro que sería muy grande y pesada, pero dadas mis dimensiones, me venía perfecto una hoja tan certera y mortífera como aquella. Al fin y al cabo, gracias a ella, en parte al menos, había podido sobrevivir en el campo de batalla cuando la muerte suspiraba tras mi nuca, enfriándola y preparando el terreno para mi llegada al averno.
Por ahora tendrá que esperar… ya que la purga está a punto de comenzar. – Me dije a mi mismo para poder alentarme a lo que estaba a punto de hacer, ya que no era precisamente lo que hubiese deseado pero el destino me había predispuesto algo distinto a mis anhelos. Pero quién sabe, quizás y en un futuro, las cosas podrían cambiar para mejor….
O quizás no, según fuera el caso. Lo único cierto, era que esto recién estaba iniciando y más de alguno se vería afectado.
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