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Villa Romana de Cambre[Cuarto de Esclavos]
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Villa Romana de Cambre[Cuarto de Esclavos]
La pequeña corrió por los bosques, dando brincos, zigzagueando entre los árboles haciendo su camino hacia las villas. En sus ágiles acrobacias el tiempo y la distancia parecían un juego, la lluvia no parecía existir ya, sin embargo su cuerpo seguía mojado. Le apenó un poco el estar maltratando las ropas que amablemente le dio Aldebarán, pero sabía que donde iba seguro se secarían rápido.
Su mente había premeditado un destino, un lugar conocido de viejos recuerdos. La villa donde solía ser esclava, o mascota de los esclavos. No sabía si estaba abandonada o si alguien mas estaría ocupándola, pero supuso no sería problema ya que su talento en el sigilo era extremadamente bueno. A medida que se acercaba uno pensaría que disminuiría el paso pero no, al contrario, ella lo aceleró. Sabía como entrar y donde, aunque las luces mostraran que alguien habitaba nuevamente el terreno sabía que nadie se encontraría en donde ella iba. Las gastadas y viejas maderas apenas sostenían lo que suponía ser una ventan por la cual con gran agilidad entró de un salto, cayendo rodando por el suelo del cuarto de esclavos. No había hecho ruido alguno, al menos no mas de aquel tintinear de su pulsera. A esas horas los esclavos estaban ocupados, en vaya uno a saber cuanta tarea absurda, pero de todos modos se escondió unos instantes en las penumbras de la habitación para cerciorarse nadie la viera.
Una vez segura de estar sola, observó toda la habitación fijándose en los nuevos detalles, los cambios que los nuevos propietarios y esclavos habían dado al lugar. De seguro los interiores eran nuevos y bellísimos, pero el pequeño cuarto para los sirvientes seguía igual, sucio y maltrecho, lleno de baratijas con las que Sylvanas tanto se solía divertir. Sus ojos blanquecinos continuaron investigando hasta encontrarse con algo mas que reconocible, algo que le hizo brillar su miradita. La antigua fogata que daba el calor mínimo para mantener caliente y vivo a un ser humano débil como eran los esclavos. Pero algo en el fuego que se encendía en esa chimenea alucinaba a la chiquilla. Su color, su intensidad, su aroma, el sonido de la madera consumiéndose. No pudo contenerse a encenderla con una de las velas que alumbraban la habitación.
Simplemente se despatarro en el suelo, dando vueltas mirando fijamente al fuego sonriendo con gran animo, recordando sus días allí, tiempos buenos y malos. Escuchó ruidos en los pasillos y las habitaciones continuas, solo para estar segura se escondió unos momentos en las sombras de una esquina del cuarto.
Su mente había premeditado un destino, un lugar conocido de viejos recuerdos. La villa donde solía ser esclava, o mascota de los esclavos. No sabía si estaba abandonada o si alguien mas estaría ocupándola, pero supuso no sería problema ya que su talento en el sigilo era extremadamente bueno. A medida que se acercaba uno pensaría que disminuiría el paso pero no, al contrario, ella lo aceleró. Sabía como entrar y donde, aunque las luces mostraran que alguien habitaba nuevamente el terreno sabía que nadie se encontraría en donde ella iba. Las gastadas y viejas maderas apenas sostenían lo que suponía ser una ventan por la cual con gran agilidad entró de un salto, cayendo rodando por el suelo del cuarto de esclavos. No había hecho ruido alguno, al menos no mas de aquel tintinear de su pulsera. A esas horas los esclavos estaban ocupados, en vaya uno a saber cuanta tarea absurda, pero de todos modos se escondió unos instantes en las penumbras de la habitación para cerciorarse nadie la viera.
Una vez segura de estar sola, observó toda la habitación fijándose en los nuevos detalles, los cambios que los nuevos propietarios y esclavos habían dado al lugar. De seguro los interiores eran nuevos y bellísimos, pero el pequeño cuarto para los sirvientes seguía igual, sucio y maltrecho, lleno de baratijas con las que Sylvanas tanto se solía divertir. Sus ojos blanquecinos continuaron investigando hasta encontrarse con algo mas que reconocible, algo que le hizo brillar su miradita. La antigua fogata que daba el calor mínimo para mantener caliente y vivo a un ser humano débil como eran los esclavos. Pero algo en el fuego que se encendía en esa chimenea alucinaba a la chiquilla. Su color, su intensidad, su aroma, el sonido de la madera consumiéndose. No pudo contenerse a encenderla con una de las velas que alumbraban la habitación.
Simplemente se despatarro en el suelo, dando vueltas mirando fijamente al fuego sonriendo con gran animo, recordando sus días allí, tiempos buenos y malos. Escuchó ruidos en los pasillos y las habitaciones continuas, solo para estar segura se escondió unos momentos en las sombras de una esquina del cuarto.
Sylvanas- Amazona Dorada
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AD - Eterno Resplandor (1850)
Defensa :
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Re: Villa Romana de Cambre[Cuarto de Esclavos]
Algunos gritos comenzaron a escucharse del cuarto de baño, a lo cual la pequeña debió contenerse de reír, puesto que los ductos hacían eco. Para ella era simplemente un juego, tampoco es que hubiese hecho demasiados estragos o al menos eso creía, la voz desesperada de la señora de la casa continuaba escuchándose a lo que le hizo dudar.
“Ups, ¿no me abre pasado de caliente?....¡Nah!” Pensó para si misma recordando todo el trayecto hasta los baños en el cual el carbón un poco se iba apagando. “De seguro es como toda damita de estas villas, chillando por todo” se añadió para si misma, recordando los tiempos en los que solo la consideraban la mascota de los esclavos. Toda mujer de la alta clase era toda una molestia, al menos de las que ella había conocido, ya sea en la villa o en las calles.
Sacudió levemente su cabeza recordando que debía volver rápido a apagar el fuego, no se perdonaría que castiguen a ningún pobre sirviente por sus jugarretas. Así que con agilidad y sigilo se movió rápidamente por los ductos, llegando nuevamente al cuarto de esclavos. Sacando de a poco sus patas por el hueco saltó en una habilidosa acrobacia cayendo de pie al suelo, con una sonrisa complacida surcando su rostro. Una sonrisa que se borró al instante en que al darse vuelta se choco contra algo, o más bien alguien. Con el rostro hundido en unos harapos gastados, subió con lentitud su cabeza para observar de quien se trataba. Sus ojos abiertos como los de perro mojado, algo asustados por el hecho de quien podría haberla descubierto. Mas cuando vio de quien se trataba…
-¡Tilo!- musitó conteniendo el chillido de alegría al volver a ver al único esclavo que le había acompañado junto con su madre, que había sido como un amigo para ella. Nunca supo su verdadero nombre, pero escuchaba que lo llamaban así y a él le agradaba así que ese nombre era con el cual ella recordaba a su amigo. – Me asustaste.- replicó la pequeña.
-Te conozco, solo tu podías crear tanto barullo.- respondió el maltrecho hombre mientras acariciaba la cabeza de la niña y esta lo abrazaba.
-¿Qué haces aquí? ¡Si eres libre!- inquirió Sylvanas algo confundida con una mueca rara en sus labios.
-No pude mantenerme, era volver a la servidumbre o morir.- murmuró el hombre algo apenado. –¡Pero tú no deberías estar aquí! Es peligroso, si te encuentran vayan a saber los dioses lo que te harían Syl. ¡Debes irte!.- le advirtió agachándose y tomándola por los hombros, sus manos eran cada vez mas flacas y huesudas, incluso mas que cuando ella estaba allí.
-¡Pero Tilo!...- no pudo terminar de hablar ruidos comenzaban a escucharse afuera de la habitación, exaltados comenzaron a apagar el fuego con rapidez, el hombre le señaló una pila de bolsas y una sabana que las cubría. La niña entendió que debía esconderse por si acaso al menos hasta que las cosas se calmaran y pudiese escapar. Vio entre los retazos rotos como el señor le hacía un gesto con su dedo índice de que se mantuviese en silencio y lo único que se escuchó de respuesta en la habitación fue un corto y leve tintinear de cascabeles. Él sonrió y salió corriendo, dejando a la chiquilla sola en la habitación oscura y silenciosa, rodeada de murmullos y al parecer, escándalos. Algo preocupada la pequeña se quedó observando la puerta, sabía que ese hombre no la delataría ni por medio de la peor tortura, y eso solo le angustiaba mas, rogaba porque no tuviese problemas.
“Carajo”
“Ups, ¿no me abre pasado de caliente?....¡Nah!” Pensó para si misma recordando todo el trayecto hasta los baños en el cual el carbón un poco se iba apagando. “De seguro es como toda damita de estas villas, chillando por todo” se añadió para si misma, recordando los tiempos en los que solo la consideraban la mascota de los esclavos. Toda mujer de la alta clase era toda una molestia, al menos de las que ella había conocido, ya sea en la villa o en las calles.
Sacudió levemente su cabeza recordando que debía volver rápido a apagar el fuego, no se perdonaría que castiguen a ningún pobre sirviente por sus jugarretas. Así que con agilidad y sigilo se movió rápidamente por los ductos, llegando nuevamente al cuarto de esclavos. Sacando de a poco sus patas por el hueco saltó en una habilidosa acrobacia cayendo de pie al suelo, con una sonrisa complacida surcando su rostro. Una sonrisa que se borró al instante en que al darse vuelta se choco contra algo, o más bien alguien. Con el rostro hundido en unos harapos gastados, subió con lentitud su cabeza para observar de quien se trataba. Sus ojos abiertos como los de perro mojado, algo asustados por el hecho de quien podría haberla descubierto. Mas cuando vio de quien se trataba…
-¡Tilo!- musitó conteniendo el chillido de alegría al volver a ver al único esclavo que le había acompañado junto con su madre, que había sido como un amigo para ella. Nunca supo su verdadero nombre, pero escuchaba que lo llamaban así y a él le agradaba así que ese nombre era con el cual ella recordaba a su amigo. – Me asustaste.- replicó la pequeña.
-Te conozco, solo tu podías crear tanto barullo.- respondió el maltrecho hombre mientras acariciaba la cabeza de la niña y esta lo abrazaba.
-¿Qué haces aquí? ¡Si eres libre!- inquirió Sylvanas algo confundida con una mueca rara en sus labios.
-No pude mantenerme, era volver a la servidumbre o morir.- murmuró el hombre algo apenado. –¡Pero tú no deberías estar aquí! Es peligroso, si te encuentran vayan a saber los dioses lo que te harían Syl. ¡Debes irte!.- le advirtió agachándose y tomándola por los hombros, sus manos eran cada vez mas flacas y huesudas, incluso mas que cuando ella estaba allí.
-¡Pero Tilo!...- no pudo terminar de hablar ruidos comenzaban a escucharse afuera de la habitación, exaltados comenzaron a apagar el fuego con rapidez, el hombre le señaló una pila de bolsas y una sabana que las cubría. La niña entendió que debía esconderse por si acaso al menos hasta que las cosas se calmaran y pudiese escapar. Vio entre los retazos rotos como el señor le hacía un gesto con su dedo índice de que se mantuviese en silencio y lo único que se escuchó de respuesta en la habitación fue un corto y leve tintinear de cascabeles. Él sonrió y salió corriendo, dejando a la chiquilla sola en la habitación oscura y silenciosa, rodeada de murmullos y al parecer, escándalos. Algo preocupada la pequeña se quedó observando la puerta, sabía que ese hombre no la delataría ni por medio de la peor tortura, y eso solo le angustiaba mas, rogaba porque no tuviese problemas.
“Carajo”
Sylvanas- Amazona Dorada
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Re: Villa Romana de Cambre[Cuarto de Esclavos]
Los minutos pasaron en silencio, la pequeña con un dedo movía las semillas de un saco semiabierto en su escondite, un mero entretenimiento para desviar sus pensamientos de la tensión. La puerta se abrió con fuerza y al instante se volvió a cerrar, la chiquilla se tensó e intento espiar a través de la manta que la cubría pero antes de lograr visualizar algo escucho una voz familiar.
-¡Syl!- el murmullo de su amigo que había regresado algo agitado.
-¡Tilo! ¿Qué ocurrió?- preguntó la chiquilla saliendo al instante de su escondite para volver a abrazar al hombre. Él la separó y se agachó a su altura tomandola por los brazos.
-Los guardias están revisando todo, es como si fuese una cacería, llevan sus armas y todo. ¡Debes irte ahora! Si te pillan estarás en grave peligro, y no lo permitiré.- explicó con apuro y algo de aflicción el esclavo. Sylvanas trató de decir algo pero Tilo la calló percatándose de que el alboroto era demasiado, cada minuto contaba.
-¡Corre!¡Vete rápido y no mires atrás! Cuídate Sylvanas por favor…- exclamó con severidad el hombre mientras se alejaba de Syl corriendo nuevamente hacia afuera de la habitación.
La niña torció sus labios en una mueca algo consternada, se había librado de peores situaciones. Pero en ninguna de aquellas ocasiones había alguien que ella quería, no podía arriesgarse a que Tilo se pusiera en peligro, ella bien sabía el maltrato hacía los esclavos, mas aun si se buscaba castigarlos. Su instinto algo preocupado la llevó a correr hacia el pasillo, sin tomar en cuenta nada, sin precaución alguna. Sus orbes se abrieron de par en par algo confundidos…no había nadie.
Ni Tilo, ni guardias, ni nada, era como si todos se hubiesen esfumado, estaba desolado y en silencio. La mente de la pequeña asumió lo peor, guiada por el impulso de su cariño hacia su amigo comenzó a moverse por los pasillos, teniendo el sigilo y cuidado de no ser percibida. Escabulléndose en silencio entre las sombras de cada rincón, desesperada por asegurarse de que nada malo le pasase a su fiel amigo por encubrirla. Por muy pequeña que fuese, ella no era tonta, si los problemas llegaban, ella de alguna forma se las arreglaría para zafarse, tanto tiempo en las calles y los bosques definitivamente le habían dado la experiencia.
-¡Syl!- el murmullo de su amigo que había regresado algo agitado.
-¡Tilo! ¿Qué ocurrió?- preguntó la chiquilla saliendo al instante de su escondite para volver a abrazar al hombre. Él la separó y se agachó a su altura tomandola por los brazos.
-Los guardias están revisando todo, es como si fuese una cacería, llevan sus armas y todo. ¡Debes irte ahora! Si te pillan estarás en grave peligro, y no lo permitiré.- explicó con apuro y algo de aflicción el esclavo. Sylvanas trató de decir algo pero Tilo la calló percatándose de que el alboroto era demasiado, cada minuto contaba.
-¡Corre!¡Vete rápido y no mires atrás! Cuídate Sylvanas por favor…- exclamó con severidad el hombre mientras se alejaba de Syl corriendo nuevamente hacia afuera de la habitación.
La niña torció sus labios en una mueca algo consternada, se había librado de peores situaciones. Pero en ninguna de aquellas ocasiones había alguien que ella quería, no podía arriesgarse a que Tilo se pusiera en peligro, ella bien sabía el maltrato hacía los esclavos, mas aun si se buscaba castigarlos. Su instinto algo preocupado la llevó a correr hacia el pasillo, sin tomar en cuenta nada, sin precaución alguna. Sus orbes se abrieron de par en par algo confundidos…no había nadie.
Ni Tilo, ni guardias, ni nada, era como si todos se hubiesen esfumado, estaba desolado y en silencio. La mente de la pequeña asumió lo peor, guiada por el impulso de su cariño hacia su amigo comenzó a moverse por los pasillos, teniendo el sigilo y cuidado de no ser percibida. Escabulléndose en silencio entre las sombras de cada rincón, desesperada por asegurarse de que nada malo le pasase a su fiel amigo por encubrirla. Por muy pequeña que fuese, ella no era tonta, si los problemas llegaban, ella de alguna forma se las arreglaría para zafarse, tanto tiempo en las calles y los bosques definitivamente le habían dado la experiencia.
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