Villa Hímero [Prado de la Lujuria]

por Fingolfin Lun Oct 18, 2010 11:07 pm

El lugar donde entrenaba Fingolfin era justamente en la misma villa. Era un prado de hermosas flores que justo en el centro de aquel campo, había un espacio circular perfecto para entrenar, pues había sido mandado a podar y descultivar para que no crecieran flores ahí y sea justamente como un campo de batalla, un mini coliseo en su prado especialmente para entrenar todo el tiempo que fuera suficiente según su tutor.

…

Me había levantado de la cama, estaba ya preparado con mis dos espadas de madera y estaba caminando por el camino que daba al prado de las flores. Montones de sirvientas estaban regando el campo como cada mañana, lo hacían sin un gramo de ropajes y eso me gustaba, pero la lujuria la tenía que dejar de lado por un momento para entrenar.

Era obvio que mis tutores andaban siempre con su virilidad erecta ante tal espectáculo, pero a mi me valía madres, eran unos malditos que envidiaban cada centímetro de mi ser por poseer a todas ellas muchachas cuando yo quisiera. Fue en ese momento que me detuve a un par de pasos del coliseo que había mandado a armar, en realidad no era tal como uno, pero era un círculo enorme donde se podía combatir y el campo era de tierra, así que era un hermoso lugar para poder dar un espectáculo de armas.

Observé a una de las jóvenes que estaba allí desnuda, su piel tersa y hermosa de un tono blanquecino, sus cabellos azabaches cubrían toda su espalda y era una hermosa jovencita, con mi espada de madera di una pequeña palmada en sus glúteos, para que cuando se diera vuelta le guiñara el ojo rápidamente y le mascullara por lo bajo.

Espérame en mi habitación luego de mi entrenamiento, me gustaría liberar un poco mi cansancio con un buen baño, así que preparamelo, ¿Entendido?

Claro, joven amo.

Dijo la joven para seguir regando sin problema alguno los campos, mientras yo me iba corriendo ahora para no llegar tarde. Entré al campo y ahí estaba mi tutor de armas, de brazos cruzados y con una sonrisa falsa, como siempre me ponía. Había un par de gotas de sudor recorriendo mis mejillas y me cosquilleaban tenuemente.

Comenzaremos ahora mismo, Fingolfin. En guardia…

Musitó el maestro cogiendo la espada de madera de su cinturón y comenzando a lanzar golpes, era casi siempre que mis entrenamientos comenzaban así. Para que mejorara mis reflejos y mi atención en el combate, ya luego de la batalla frenábamos y el me explicaba en que había fallado, para mi suerte era un buen maestro y casi siempre tenía algo que explicarme, pero cada vez eran menos mis errores por lo cual de algún día entrar en combate sería un experto. Mi estilo de combate era con dos armas, una gran ofensiva pero había que ser muy ágil en la defensiva, para golpear y cubrirse con las mismas armas atacantes, era mas fácil usar un escudo, pero para mi lo fácil no me gustaba, al contrario, lo difícil atrae, lo imposible atrae y se puede hacer posible con mucha paciencia, pues estaba en el camino de guerrero.