Villa Astarté (Cuarto de Helena)

Helena llegó a la Villa Astarté y entró por la ventana a su cuarto, estaba realmente cansada pero feliz de haber obtenido lo que deseaba, dejó la piel del jabalí en su cama y entró al baño para refrescarse. El agua entrando en cada una de sus células daba la hija del soldado una sensación renovadora, estaba con más energías y fuerzas para poder seguir con sus planes, aguantar los retos de su madre y continuar con su mismo ánimo de siempre.

-Bueno ya estoy lista para ponerme a trabajar - dijo la joven de cabellos rubios sacando una serie de agujas y encendiendo una antorcha para poder ver mejor, aunque no era tan necesario eso porque ya estaba amaneciendo; para engañar a su madre, la joven cazadora se había puesto ropa de dormir, ahora sí estaba dispuesta a coser.

Los minutos pasaron y al fin la joven rubia terminó de hacer el hermoso vellocino que planeaba regalarle a su amor platónico, a pesar de ser ligeramente áspero era suave y calientito juto para usar de sábana en una cama. Como estaba algo cansada, la joven Helena llamó a una sivienta y le entregó los aretes pidiédole que se los diera a su madre, para asegurarse de que ella dijera que se lo mandaba Helena y se los diera, en vez de robárselos le pagó unas cuantas monedas a la sirvienta diciéndole que le cortaría la cabeza si no seguía sus órdenes. Además también le dijo a la sirvienta que le dijera a su madre que iba a estar dormida todo el día y que no deseaba ser molestada.

Una vez que la sirvienta se fue del cuarto de la joven hijal del soldado, esta se acostó y abrazando un retrato en piedra que tenía de ella con su padre se durmió lentamente. Mientras dormía tenía dos sueños; en uno de ellos estaba con su padre jugando a los cazadores cuando solo tenía seis años, y en el otro en cambio estaba con Fye en una especie de templo, y ella le estaba haciendo una reverencia. Aunque lucía tan hermoso como siempre tenía algo diferente, algo que lo hacía ver imponente y más fuerte de lo normal.

-Fye...-dijo en voz baja mientras seguía durmiendo.

Pasadas las horas la hija del soldado se despertó porque los mapas que estaban enrollados sobre una de sus cómodas cayeron haciendo un ruido seco, cosa que la joven otra vez fue arrastra a la realidad justo en la mejor parte de su sueño con Fye; algo molesta la joven hija del soldado decidió ir al comedor para alimentarse y si podía ver a su madre, quien seguro no estaba muy feliz con ella por haberse marchado tanto tiempo.

La joven hija del soldado entró a su cuarto y cerró la puerta, estaba pensando si darle o no el vellocino a Fye, pero luego de meditar por mucho tiempo decidió guardar el mismo para llevarlo a la tumba de su padre y dárselo como ofrenda; no sabía porqué pero presentía que no volvería a ver a su madren nunca más, así que no quería irse sin antes decirle algo que la reconfortara; fue entonces cuando la joven de cabellos rubios empezó a escribir una carta en un pergamino que decía lo siguiente:

-Madre te quiero mucho no lo olvides, por mucho que yo me aleje en mi mente siempre está tu recuerdo y mi propósito de honrar la memoria de mi padre no desfallece jamás; sé que te preocupas por mí, pero mamá el casarse no lo es todo para mí, y estoy segura que en el momento indicado aparecerá un hombre maravilloso que estará a mi lado para cuidarme. No te preocupes más y vive feliz, ocúpate de tu vida y siéntete contenta, porque ya pasaste mucho tiempo ocupándote de mí.

Con amor Helena.

Una vez escrita la carta Helena la cerró y se fue a cambiar de ropa, arregló sus cosas y en su carcaj guardó la escultura pequeña de piedra que tenía de ella con su padre, se llevó el collar qeu su madre le había regalado y mandó a ver a una sirvienta, para darle la carta a su madre.

-Asegúrate de que llegue a mi madre, y dile que yo he dicho que no me molesten y me encerrado en el cuarto.- Helena pagó unas cuantas monedas a la sirvienta como recompensa por adelantado y ordenó que no se la molestase. Una vez hecho esto la cazadora se hechó al hombro todas las cosas que planeaba llevarse y salió por la ventana otra vez; esta vez haría una parada inusual en su plan, e iría al cementerio a ver su amado padre, a dejarle ese vellocino, porque en muchos años ella no había hecho nada con amor para su padre, y sentía que ese era el momento indicado para eso.

Helena llego a su cuarto entrando como siempe por la ventana, puede ser que ahora no viviera ahí pero tenía que regresar a su casa para cambiarse de ropa y tomar algunas mudas más, debido a que no había preparado su maleta para marcharse, tenía deseos de comunicarle a su madre acerca del encuentro con su padre, pero decidió que su madre no tenía que agobiarse con temas de fantasmas y apariciones.

-Bueno tendré que hacer una maleta para tener algo de ropa, no sé a donde tengo que ir, pero siento que después de esto ya no puedo permanecer aquí.- Una vez dicho esto la joven hija del soldado procedió a darse un baño y descansar por unos segundos antes de irse; pero estos segundos se transformaron en varios minutos porque la cazadora se sentía muy cansada, por lo que cerró sus ojos y pensó en su amado Fye y en cuanto lo quería, pero lentamente tuvo que salir de su trance.

Un sonido seco causó el sobresalto de la cazadora quien giró su rostro hacia el sitio donde había escuchado el sonido y descubrió la vieja caja de música que le había regalado su padre cuando era pequeña, luego en un ataque de locura volvió a ponerse el traje de sirvienta de la villa de Fye y luego de mirar que todos sus mapas estuvieranen su morral, la chica de los cabellos rubios tomó la decisión de ir a la villa de su amor platónico para verlo una vez más y pensar qué hacer luego de eso.

-Madre cuidate mucho- musitó la joven antes de salir por la ventana y marcharse inmediatamente.