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[Villa Vallis Mellitus] Patio Casa de Steven
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[Villa Vallis Mellitus] Patio Casa de Steven
Era pasado medio día, de hecho ya entraba con fuerza la tarde. El joven se había retirado a cazar con su armadura de Legionario lo cual había causado por varios minutos un fuerte sentimiento de desprecio en Sarahissa, quien de solo acordarse de ese simbolo en el pecho de Steven entraba en molestia. Había sacado a los pollitos de su jaula y los había liberado en el patio, viendolos correr todos juntos en grupos por el patio, picoteando por allí y por alá. Sarahissa permanecía sentada en el pasto bajo los arboles frutales que estaban cargados por la fecha del año... en manzanas, simples y rojas como su cabellera.
Seguía vistiendo aquel traje que ella misma había cosido de color verde musgo, simple, plano, hasta el suelo, con una trapo en su cabeza del mismo color que ocultaba completamente su cabellera y solo dejaban a la vista su pálido rostro y ojos azules. Suspiraba mirando a los pollitos... tan pequeños, tan amarillos, seguramente más de la mitad de ellos moriríaantes de alcanzar la edad suficiente para ser consumidos, pero lo importante del asunto era que las hembras podrían poner huevos, ser hermosas gallinas... y con aquellos huevos podría mantener siempre alimento en el hogar y ademas, aveces venderlos tambien y generar un poco de dinero para si y cualquier necesidad que surgiera, incluso comprar su libertad.
Tal como Steven le había dicho no iba a escapar, pero tampoco planeaba ser una esclava para toda su vida. Su mirada fría e inexpresiva permanecía en el paisaje cuando escuchó acercandose algunas pisadas. Ni si quiera volteo, pues escuchaba metal en ellas. Seguramente era Steven y no tenía intenciones de volver a verlo con aquella horrible armadura que sólo le traía recuerdos de una lejana tierra a la cual no pertenecía. Esos tiempos parecían muy distantes ahora que había perdido su libertad de ir y venir por donde se le diera la gana.
- ¿Cazó alguna cosa que necesite que cocine, Domino? - Preguntó con frialdad sin moverse, aun sentada en el pasto sin voltear la vista a su retaguardia.
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Re: [Villa Vallis Mellitus] Patio Casa de Steven
Ciertamente el recorrido entre aquellas tierras despertaban el interés en Octavius por permanecer más en ellas. Apenas si recordaba el colorido de tantas flores en el mundo, acostumbrado a las zonas heladas su mente había olvidado como lucía un campo lleno de vida. Incluso los rayos del sol le habían hecho detenerse cerca de un pequeño estanque del cual pudo utilizar para refrescarse un poco. Se reclinaba ligeramente contemplando el reflejo de su rostro, lucía distinto, ajeno a sus primeros años mozos. Una sonrisa media apareció de momento desconociéndose un poco. Introdujo sus manos en la refrescante agua conteniéndola en la palma de sus manos.
Al mojar su rostro un bálsamo exquisito se expandía por la extensión de su rostro. Le entusiasmaba ser él mismo, libre por decirlo de las miradas de tantos que le escrutaban sus notables cambios. Su rostro lo alzaba en dirección a los rayos solares esperando a que el calor confortable secara su piel broncinea. En Germania este tipo de momentos brillaban por su ausencia. Por ahora no tenía prisa de reanudar su marcha, se quedó observando como la tarde aparecía en colores naranjas y azules. Sus ojos miel se prendían del astro rey que comenzaba a ocultarse detrás de unas nubes blancas y amorfas. El viento era agradable con sólo sentirlo deslizarse por su rostro meciendo sus largos cabellos.
Él se sentía extraño, ligado un poco al albedrío de su alma, caminaba por instinto más que nada, pero ahora todo parecía tan cambiado. Mostró una ligera mueca de agobio, porque no le gustaba ir a ciegas. Consideró que el tiempo había sido suficiente para darse un pequeño respiro y descanso, la sed que le estaba invadiendo se había esfumado con aquella agua clara y cristalina del pequeño estanque. En su superficie, los últimos rayos del sol se dibujaban dejando estelas coloridas dignas de contemplarse por un tiempo más prolongado. Pero el tiempo era algo que no podía desperdiciarse en la vida de Octavius, tantos años perdidos tenía que revertirlos. Miró a sus alrededores comprendiendo que se le hacía extraño ese sendero. Nada que hubiese conocido, sin duda una nueva extensión y aquel pequeño desvió le había hecho perder la orientación de momento.
Respiro hondo una última vez en aquel lugar para encaminarse a su destino, mismo que parecía por ahora confuso. Sus pasos le hicieron dirigirse a una estancia que lucía mucho más acogedora que la anterior. Sus ojos comprobaron que una chica permanecía en el lugar atenta a sus actividades y al parecer pensativa pues parecía una efigie tallada en aquel paisaje, que si bien entonaba con sus atuendos le hizo aventurarse a establecer contacto por más que no le gustase.
Sin mas remedio sus pasos lo encaminaron hacia aquella chica que sin inmutarse por su anunciada llegada expresó unas frases con un acento familiar que le hicieron sobrecogerle el alma. - No, no soy la persona que seguramente esperas. Sólo ando de paso y por ahora necesito un poco de información. - Expresó con un tono de voz discorde, monótono e indiferente a pesar de que aquella mujer le pareciera conocida pero de momento no entendía el por qué.
Al mojar su rostro un bálsamo exquisito se expandía por la extensión de su rostro. Le entusiasmaba ser él mismo, libre por decirlo de las miradas de tantos que le escrutaban sus notables cambios. Su rostro lo alzaba en dirección a los rayos solares esperando a que el calor confortable secara su piel broncinea. En Germania este tipo de momentos brillaban por su ausencia. Por ahora no tenía prisa de reanudar su marcha, se quedó observando como la tarde aparecía en colores naranjas y azules. Sus ojos miel se prendían del astro rey que comenzaba a ocultarse detrás de unas nubes blancas y amorfas. El viento era agradable con sólo sentirlo deslizarse por su rostro meciendo sus largos cabellos.
Él se sentía extraño, ligado un poco al albedrío de su alma, caminaba por instinto más que nada, pero ahora todo parecía tan cambiado. Mostró una ligera mueca de agobio, porque no le gustaba ir a ciegas. Consideró que el tiempo había sido suficiente para darse un pequeño respiro y descanso, la sed que le estaba invadiendo se había esfumado con aquella agua clara y cristalina del pequeño estanque. En su superficie, los últimos rayos del sol se dibujaban dejando estelas coloridas dignas de contemplarse por un tiempo más prolongado. Pero el tiempo era algo que no podía desperdiciarse en la vida de Octavius, tantos años perdidos tenía que revertirlos. Miró a sus alrededores comprendiendo que se le hacía extraño ese sendero. Nada que hubiese conocido, sin duda una nueva extensión y aquel pequeño desvió le había hecho perder la orientación de momento.
Respiro hondo una última vez en aquel lugar para encaminarse a su destino, mismo que parecía por ahora confuso. Sus pasos le hicieron dirigirse a una estancia que lucía mucho más acogedora que la anterior. Sus ojos comprobaron que una chica permanecía en el lugar atenta a sus actividades y al parecer pensativa pues parecía una efigie tallada en aquel paisaje, que si bien entonaba con sus atuendos le hizo aventurarse a establecer contacto por más que no le gustase.
Sin mas remedio sus pasos lo encaminaron hacia aquella chica que sin inmutarse por su anunciada llegada expresó unas frases con un acento familiar que le hicieron sobrecogerle el alma. - No, no soy la persona que seguramente esperas. Sólo ando de paso y por ahora necesito un poco de información. - Expresó con un tono de voz discorde, monótono e indiferente a pesar de que aquella mujer le pareciera conocida pero de momento no entendía el por qué.
Octavius- Dios/a
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Re: [Villa Vallis Mellitus] Patio Casa de Steven
Un suspiró salio de la boca de Sarahissa cuando escuchó la voz del hombre que estaba atrás de ella. No podría haber confundido esa voz en ninguna parte del mundo, ni si quiera en Roma. Era la voz del mismo hombre que le había dejado aquella águila dorada que llevaba bajo su ropa… Octavius. La última vez que lo había visto le había revelado su identidad… con gran frialdad y al día siguiente él había desaparecido, dejándola a ella y Kainan en los bosques, cerca de las villas donde habitaban esparcidos los hijos de Germania. Pero… los años anteriores Octavius había vivido junto a ellos sin saber quien era si quiera, sólo recordando su formación militar y que era Romano.
Octavius había llegado a su vida de una forma extraña una vez y ahora lo hacía de la misma forma. La diferencia era que ya no era una niña, sino una mujer. Pero tampoco era realmente una mujer, pues en Roma los esclavos eran meras cosas. Pensó un momento en no darse vuelta, en no responder absolutamente nada y dejar que ese hombre se fuera de ahí. Que se alejara de ella pues no sabía que sentiría al verlo nuevamente. Pero su corazón fue más grande que su orgullo y volteo su rostro con lentitud sobre su hombro.
Lo miró detenidamente. Estaba tal cual lo recordaba, aunque claramente mejor vestido. La mujer no mostró expresión alguna pero deseo llorar, no porque estuviese feliz, sino porque la frustraba verlo después de tanto tiempo y después de todo lo que había pasado por culpa de su familia que había decidido conquistar Germania.
- ¿Qué información necesitas? – Le preguntó sin andarse con rodeos ni saludarlo ni expresar felicidad por que él estuviese ahí.
Tal vez ni si quiera la reconocería con el cabello bajo aquel trapo verdoso, pero veía en sus ojos al mismo hombre que había conocido la mayor parte de su vida y su corazón seguía sintiendo por el exactamente lo mismo. Pero había pasado mucho tiempo ya, seguramente él estuviese comprometido en matrimonio o seguramente casado. Era despues de todo el heredero de todo ese gran imperio.
- No se como una esclava podría darte alguna información que te sea útil.
Octavius había llegado a su vida de una forma extraña una vez y ahora lo hacía de la misma forma. La diferencia era que ya no era una niña, sino una mujer. Pero tampoco era realmente una mujer, pues en Roma los esclavos eran meras cosas. Pensó un momento en no darse vuelta, en no responder absolutamente nada y dejar que ese hombre se fuera de ahí. Que se alejara de ella pues no sabía que sentiría al verlo nuevamente. Pero su corazón fue más grande que su orgullo y volteo su rostro con lentitud sobre su hombro.
Lo miró detenidamente. Estaba tal cual lo recordaba, aunque claramente mejor vestido. La mujer no mostró expresión alguna pero deseo llorar, no porque estuviese feliz, sino porque la frustraba verlo después de tanto tiempo y después de todo lo que había pasado por culpa de su familia que había decidido conquistar Germania.
- ¿Qué información necesitas? – Le preguntó sin andarse con rodeos ni saludarlo ni expresar felicidad por que él estuviese ahí.
Tal vez ni si quiera la reconocería con el cabello bajo aquel trapo verdoso, pero veía en sus ojos al mismo hombre que había conocido la mayor parte de su vida y su corazón seguía sintiendo por el exactamente lo mismo. Pero había pasado mucho tiempo ya, seguramente él estuviese comprometido en matrimonio o seguramente casado. Era despues de todo el heredero de todo ese gran imperio.
- No se como una esclava podría darte alguna información que te sea útil.
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Re: [Villa Vallis Mellitus] Patio Casa de Steven
El rostro sereno e imperturbable de Octavius mutó en el instante que aquella chica giró lentamente hacia él. Su ceño se frunció y en sus ojos color miel la expresión de la furia contenida estaba completamente evidenciada. No por el hecho de la respuesta de aquella mujer, que había mostrado irreverencia ante su persona, Octavius no le daba importancia a los protocolos para el trato de las personas para alguien de su estatus. Era el hecho de encontrar a una persona tan estimada y arraigada en su alma en tales circunstancias.
« Pero que demonios... »
La impotencia de aquel pensamiento se trasladó a su brazo el cual se tensó provocando que su mano se cerrara en torno al mango de su espada con una fuerza desmesurada. Aquellos hermosos ojos azules que recordaba se le clavaron como una daga en el corazón, la frustración de saber que ella era una esclava dentro de ese imperio decadente fue el principal motivo de su fastidio. Las oleadas de ira se trasladaban por su cuerpo incidiendo sobre su mente.
- Tsk... de todas las personas que no imaginaba verlas por este lugar eres precisamente a la que encuentro. - Sus palabras no estaban referidas a un desprecio por ella, todo lo contrario. Era el entorno de ver a una persona que le había cuidado en sus momentos más complicados. - Esclavizada y lejos de su tierra. - Contuvo su aliento para no dejarse dominar.
- Sarahissa... tenía al menos la confianza de que serías más inteligente y no te dejarías atrapar por las legiones invasoras de Roma. Y ahora, te miro en este lugar al servicio seguramente de un ser que te estará utilizando como concubina para satisfacer sus perversidades sexuales. - Aquello, le incomodo de sobremanera. Pensar en ella con alguien le hizo experimentar un sentimiento que nunca imaginó anidar en su alma. La conoció de pequeña y ahora que era una mujer en el amplio sentido de la palabra aquel encuentro pareció ser más de lo que evidenciaba su aparente desprecio.
« Pero que demonios... »
La impotencia de aquel pensamiento se trasladó a su brazo el cual se tensó provocando que su mano se cerrara en torno al mango de su espada con una fuerza desmesurada. Aquellos hermosos ojos azules que recordaba se le clavaron como una daga en el corazón, la frustración de saber que ella era una esclava dentro de ese imperio decadente fue el principal motivo de su fastidio. Las oleadas de ira se trasladaban por su cuerpo incidiendo sobre su mente.
- Tsk... de todas las personas que no imaginaba verlas por este lugar eres precisamente a la que encuentro. - Sus palabras no estaban referidas a un desprecio por ella, todo lo contrario. Era el entorno de ver a una persona que le había cuidado en sus momentos más complicados. - Esclavizada y lejos de su tierra. - Contuvo su aliento para no dejarse dominar.
- Sarahissa... tenía al menos la confianza de que serías más inteligente y no te dejarías atrapar por las legiones invasoras de Roma. Y ahora, te miro en este lugar al servicio seguramente de un ser que te estará utilizando como concubina para satisfacer sus perversidades sexuales. - Aquello, le incomodo de sobremanera. Pensar en ella con alguien le hizo experimentar un sentimiento que nunca imaginó anidar en su alma. La conoció de pequeña y ahora que era una mujer en el amplio sentido de la palabra aquel encuentro pareció ser más de lo que evidenciaba su aparente desprecio.
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Re: [Villa Vallis Mellitus] Patio Casa de Steven
Sarahissa se puso de pie lentamente. Se podía escuchar el piar de los pollitos que jugaban entre el pasto. Se sacudió las ramitas que habían quedado en la tela del vestido y permaneció ahí escuchando a Octavius y observando su raro actuar. Algunas hojas caian del manzano pues el verano terminaba y ya el otoño mostraba su rostro. El olor a flores se esparcía por algun motivo... tal vez era por el extraño latir del corazón de Sarahissa quien veía en el hombre frente a ella la unica persona a la que tal vez podría haber amado si la vida no los hubiese puesto en posiciones tan contrarias. Su mirada aun así permanecía inexpresiva sobre los ojos oscuros de Octavius.
- Si no te conociera por tanto tiempo, diría que estas celoso de que un hombre me toque a diario. - Lo decía con tanta frialdad como se podía decir. No era cierto, pero no era sunto de Octavius lo que su amo decidiera hacer con ella, despues de todo la libertad de decidir que hacer o no hacer la había perdido el día en que marcaron su piel con el rojo vivo del hierro. - Si uno de los soldados me compró para realizar sus perversiones sexuales conmigo, sólo me queda obedecer. Es el precio que se paga por la derrota en el combate. Mi pueblo perdió la guerra que tu padre inició, a mi me toca pagar dicha derrota y tu disfrutar la victoria. ¿Un trato más que justo, no lo crees? - Junto sus manos entrelazandolas y dejandolas sobre su regazo, en una posicion que semejaba mucha humildad. Alguno rayos de luz se hacian pasos por las hojas de los manzanos iluminando el rostro de Sarahissa. - ¿Que esperabas? Que Roma vencería a los salvajes y todos volveriamos a ser amigos... Tú mismo conquistaste esas tierras junto a tu hermano. No te debería sorprender que a los mujeres se les haya vendido como esclavas. Y gracias a ti mi valor aumentó, pues me enseñaste a hablar latín. Un esclava que habla la lengua romana... fui todo un triunfo para el desdichado hombre que marcó mi piel con hierro al rojo vivo, como a un animal.
Sarahissa solía ser de pocas palabras, siempre analitica, siempre observando y dando pocas veces su opinión sobre las cosas. Pero esta vez, hablaba más de lo que seguramente había hablado en toda su estadía en Roma, pues frente a ella se encontraba a quien culpaba por su situación... si él se hubiese quedado, si la hubiese hecho su mujer... si la hubiese protegido cuando los hombres la golpearon e intentaron violarla, no estaría lejos de su tierra, en un lugar que le parecía muy cálido e inhospito para ella.
- Y antes de que digas algo, te culpo a tí... Sí... te culpo a tí Octavius. - Camino algunos pasos y quedo frente a él. Lo miró a los ojos, manteniendo su mirada. Le sorprendía lo pequeña que se sentía al lado de ese hombre... lo insignificante que en Roma era al lado de él cuando en alguna ocasion habían sido iguales. - Pero no te guardo rencor. Es parte de quien eres, tomar lo que se te de la gana y dejarlo luego a morir cuando ya no puedas sacar más provecho de ello, tal como tu familia, tal como tu pueblo... esa es tu maldición, y sólo puedo sentir lastima al verte, no de mí... sino de ti y tu desgraciada existencia. Es sólo cosa de mirar las ojeras bajo tus ojos para saber que no duermes... me pregunto que te quita el sueño. - No sonrió, todo lo que decía no lo hacía con un tono sarcastico, sino con la mas profunda solemnidad, con palabras pausadas y tranquilas. Miró a los pollitos que correteaban por la ladera de la colina. Debía recogerlos para irse de allí. - Ahora, si no vas a preguntarme nada y no te soy de utilidad, debo regresar al hogar de mi amo para que me folle antes de la cena... Pues a tus ojos, esa es la unica funcion que un hombre romano me podría dar ¿No?
- Si no te conociera por tanto tiempo, diría que estas celoso de que un hombre me toque a diario. - Lo decía con tanta frialdad como se podía decir. No era cierto, pero no era sunto de Octavius lo que su amo decidiera hacer con ella, despues de todo la libertad de decidir que hacer o no hacer la había perdido el día en que marcaron su piel con el rojo vivo del hierro. - Si uno de los soldados me compró para realizar sus perversiones sexuales conmigo, sólo me queda obedecer. Es el precio que se paga por la derrota en el combate. Mi pueblo perdió la guerra que tu padre inició, a mi me toca pagar dicha derrota y tu disfrutar la victoria. ¿Un trato más que justo, no lo crees? - Junto sus manos entrelazandolas y dejandolas sobre su regazo, en una posicion que semejaba mucha humildad. Alguno rayos de luz se hacian pasos por las hojas de los manzanos iluminando el rostro de Sarahissa. - ¿Que esperabas? Que Roma vencería a los salvajes y todos volveriamos a ser amigos... Tú mismo conquistaste esas tierras junto a tu hermano. No te debería sorprender que a los mujeres se les haya vendido como esclavas. Y gracias a ti mi valor aumentó, pues me enseñaste a hablar latín. Un esclava que habla la lengua romana... fui todo un triunfo para el desdichado hombre que marcó mi piel con hierro al rojo vivo, como a un animal.
Sarahissa solía ser de pocas palabras, siempre analitica, siempre observando y dando pocas veces su opinión sobre las cosas. Pero esta vez, hablaba más de lo que seguramente había hablado en toda su estadía en Roma, pues frente a ella se encontraba a quien culpaba por su situación... si él se hubiese quedado, si la hubiese hecho su mujer... si la hubiese protegido cuando los hombres la golpearon e intentaron violarla, no estaría lejos de su tierra, en un lugar que le parecía muy cálido e inhospito para ella.
- Y antes de que digas algo, te culpo a tí... Sí... te culpo a tí Octavius. - Camino algunos pasos y quedo frente a él. Lo miró a los ojos, manteniendo su mirada. Le sorprendía lo pequeña que se sentía al lado de ese hombre... lo insignificante que en Roma era al lado de él cuando en alguna ocasion habían sido iguales. - Pero no te guardo rencor. Es parte de quien eres, tomar lo que se te de la gana y dejarlo luego a morir cuando ya no puedas sacar más provecho de ello, tal como tu familia, tal como tu pueblo... esa es tu maldición, y sólo puedo sentir lastima al verte, no de mí... sino de ti y tu desgraciada existencia. Es sólo cosa de mirar las ojeras bajo tus ojos para saber que no duermes... me pregunto que te quita el sueño. - No sonrió, todo lo que decía no lo hacía con un tono sarcastico, sino con la mas profunda solemnidad, con palabras pausadas y tranquilas. Miró a los pollitos que correteaban por la ladera de la colina. Debía recogerlos para irse de allí. - Ahora, si no vas a preguntarme nada y no te soy de utilidad, debo regresar al hogar de mi amo para que me folle antes de la cena... Pues a tus ojos, esa es la unica funcion que un hombre romano me podría dar ¿No?
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Re: [Villa Vallis Mellitus] Patio Casa de Steven
La mirada de Octavius se transformó en algo cercano a la decepción. Haber constatado la vida de ella en Germania para ahora verla aceptar esa vida y sobre todo asumir que todo eso era culpa de él. La dejó expresarse y acercarse hasta su ubicación, en otra ocasión él mismo hubiera corregido tal insolencia como lo hacía con los soldados de su legión, misma que ahora yacía esparcida en las heladas tierras de Germania con los huesos de sus subordinados congelados por el paso del tiempo. Pero esta vez no tenía motivos para recriminarle nada.
- Hmpf, ¿qué no me guardas rencor? La culpa que expresas es una manifestación de rencor por mi. Si ahora has aceptado tu destino como lo que te consideras, entonces no tiene lógica que trates de excusarte a través de mi. De haberse invertido los papeles yo hubiese preferido mil veces la muerte que servir al enemigo. Yo entiendo como está toda esta mierda de la guerra.
Por tal razón cuando miraste a un enemigo al borde de la muerte debiste acabar con él. ¿Que te motivó a salvarle la vida? Así que si ahora sientes lástima por mi ser no es de tu incumbencia lo que me haga trasnochar si supuestamente te consideras una esclava, entonces asume tu lugar, pero a mi esas mierdas no me van. - En su corazón una punzada se originó, tratar así a Sarahissa luego de que ella le era distinta a las demás mujeres le estaba afectando de verdad. Verla resignada a su esclavitud luego de que ella fuera una orgullosa mujer germana al servicio de un país que había causado mas que nada dolor en su vida era algo distinto a la chica que conoció en el pasado.
- Y así como conozco toda esa mierda de la guerra, también conozco para que son útiles las mujeres germanas que han sido conquistadas. Sería ilógico pensar que estás al servicio de un noble con buenos sentimientos. Pero si quieres expiar tus culpas y no llevar ese sentimiento en tu corazón ahora mismo puedes darle una solución. - Llevó su mano hacia su espada y con un movimiento fugaz la desenvainaba para arrojarla a un costado de su ser. - Si quieres eliminar ese sentimiento y la lastima que tienes por mi toma esa espada y da un golpe certero en mi persona. No lo evitaré...
- Hmpf, ¿qué no me guardas rencor? La culpa que expresas es una manifestación de rencor por mi. Si ahora has aceptado tu destino como lo que te consideras, entonces no tiene lógica que trates de excusarte a través de mi. De haberse invertido los papeles yo hubiese preferido mil veces la muerte que servir al enemigo. Yo entiendo como está toda esta mierda de la guerra.
Por tal razón cuando miraste a un enemigo al borde de la muerte debiste acabar con él. ¿Que te motivó a salvarle la vida? Así que si ahora sientes lástima por mi ser no es de tu incumbencia lo que me haga trasnochar si supuestamente te consideras una esclava, entonces asume tu lugar, pero a mi esas mierdas no me van. - En su corazón una punzada se originó, tratar así a Sarahissa luego de que ella le era distinta a las demás mujeres le estaba afectando de verdad. Verla resignada a su esclavitud luego de que ella fuera una orgullosa mujer germana al servicio de un país que había causado mas que nada dolor en su vida era algo distinto a la chica que conoció en el pasado.
- Y así como conozco toda esa mierda de la guerra, también conozco para que son útiles las mujeres germanas que han sido conquistadas. Sería ilógico pensar que estás al servicio de un noble con buenos sentimientos. Pero si quieres expiar tus culpas y no llevar ese sentimiento en tu corazón ahora mismo puedes darle una solución. - Llevó su mano hacia su espada y con un movimiento fugaz la desenvainaba para arrojarla a un costado de su ser. - Si quieres eliminar ese sentimiento y la lastima que tienes por mi toma esa espada y da un golpe certero en mi persona. No lo evitaré...
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Re: [Villa Vallis Mellitus] Patio Casa de Steven
Sarahissa miró la espada a su costado con desprecio. El filo de la espada brillaba con la luz que se escabullía por las hojas que se mecían con suavidad por la brisa de la tarde. Movió lentamente su rostro nuevamente hacia Octavius. ¿Ese era el hombre del cual se había enamorado perdidamente en Germania? Parecía otro... aquella nobleza que lo hacía un hombre entre hombres parecía haber desaparecido, sólo quedaba amargura, como si la misma vida se hubiese apagado en él.
- ¿Por que tipo de mujer me tomas? - le preguntó visiblemente molesta, lo cual en ella era bastante extraño. Tomó la espada con la mano por su filo, cortandosela visiblemente por la sangre que brotó de su palma y empezó a caer por el metal. - Como un idiota Romano actuas, que todo se arregla por la espada. Imbecil. ¿Crees que por que soy una esclava no te puedo insultar y despreciar? Tú no eres mi amo, no te debo respeto.
Lanzó la espada al aire y la tomó por su empuñadura antes que tocara el suelo apuntando el filo al cuello de Octavius sin vacilar, sin si quiera pestañar.
- Nada me impide matarte en este momento, por arruinar mi pais...dios sabe que te lo mereces. - Y aun así Sarahissa enfundo la espada de Octavius en la funda a su costado, mirandolo con tristeza. - Pero no lo haría. Jamás podría... lastimarte... desde el primer momento que te vi... yo... yo... - Sarahissa se mantuvo en silencio y mordió sus labios para evitar hablar. Estaba tan cerca de Octavius que nada le habría costado simplemente acercarse un poco más y decirle que lo amaba, que siempre lo había hecho. Pero las cosas eran muy distintas en ese momento. Ella era nada, era basura en ese país... él era la luz, un verdadero dios viviente para los romanos. - Yo soy una esclava que habla cuando debería callar, señor. - Dijo con resentimiento la palabra, haciendo una reverencia.
Su corazón latía tan fuerte, tan rapido por estar cerca de él que sentía que en cualquier momento se le saldría del pecho. Estar cerca de él la hacía querer llorar, gritar, reir... tomarlo entre sus brazos y decirle que la llevara a su casa, que la sacara de ahi. Pero eso no era parte de la coraza de hielo alrededor de su pecho. Ni si quiera sus ojos delataban que su corazón se rompía en ese momento por no poder tenerlo.
- ¿Por que tipo de mujer me tomas? - le preguntó visiblemente molesta, lo cual en ella era bastante extraño. Tomó la espada con la mano por su filo, cortandosela visiblemente por la sangre que brotó de su palma y empezó a caer por el metal. - Como un idiota Romano actuas, que todo se arregla por la espada. Imbecil. ¿Crees que por que soy una esclava no te puedo insultar y despreciar? Tú no eres mi amo, no te debo respeto.
Lanzó la espada al aire y la tomó por su empuñadura antes que tocara el suelo apuntando el filo al cuello de Octavius sin vacilar, sin si quiera pestañar.
- Nada me impide matarte en este momento, por arruinar mi pais...dios sabe que te lo mereces. - Y aun así Sarahissa enfundo la espada de Octavius en la funda a su costado, mirandolo con tristeza. - Pero no lo haría. Jamás podría... lastimarte... desde el primer momento que te vi... yo... yo... - Sarahissa se mantuvo en silencio y mordió sus labios para evitar hablar. Estaba tan cerca de Octavius que nada le habría costado simplemente acercarse un poco más y decirle que lo amaba, que siempre lo había hecho. Pero las cosas eran muy distintas en ese momento. Ella era nada, era basura en ese país... él era la luz, un verdadero dios viviente para los romanos. - Yo soy una esclava que habla cuando debería callar, señor. - Dijo con resentimiento la palabra, haciendo una reverencia.
Su corazón latía tan fuerte, tan rapido por estar cerca de él que sentía que en cualquier momento se le saldría del pecho. Estar cerca de él la hacía querer llorar, gritar, reir... tomarlo entre sus brazos y decirle que la llevara a su casa, que la sacara de ahi. Pero eso no era parte de la coraza de hielo alrededor de su pecho. Ni si quiera sus ojos delataban que su corazón se rompía en ese momento por no poder tenerlo.
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Re: [Villa Vallis Mellitus] Patio Casa de Steven
Aquel encuentro inesperado empezaba a alcanzar eventos nunca antes contemplados por la mente fría y analítica de Octavius. La sorpresa que ahora experimentaba no era delatada por el rostro que para ese entonces se formaba en su cara. Y es que desde que conocía a Sarahissa nunca la miró tan exaltada y a la vez tan consternada por alguna acción en su vida. La tenía por una persona que mantenía sus emociones a raya y esta vez comprobaba que en su interior algo comenzaba a liberar su alma en un éxtasis al parecer de furia contra él mismo.
Tal repudio hacía que Sarahissa sin el temor de lastimarse tomara con sobrada bravura aquella espada extraña que siempre portaba el heredero al trono de Roma. Una demostración sagaz y al mismo tiempo imprudente dominaban la mesura de Sarahissa, que ahora recibía factura de sus ímpetus al recibir una herida a causa del filo de aquella misteriosa arma. Pero eso no le importó, ni siquiera un resquicio de dolor físico era expuesto en esos momentos. Era más el dolor de su alma por constatar el inapelable cambio en Octavius.
Éste último no perdía detalle de las palabras y acciones de la persona que era motivo por lo que mantenía sus noches en vela al recrear esos hermosos ojos en su mente, mismos que ahora le miraban con repudio y decepción. Ni siquiera se movió un milímetro cuando Sarahissa lanzaba la espada haciéndola girar en el aire. El descenso de aquella arma fue lento, como si el tiempo comenzara a detenerse poco a poco a la par de los latidos del corazón de quien esperaba ser ultimado en ese solitario patio.
Pero aquello que proponía y otorgaba simplemente no llegó. En un acto inesperado, era aquella arma ahora bautizada con la sangre de Sarahissa enfundada poniendo fin al dilema originado entre dos personas destinadas a encontrarse a pesar de los mundos distantes que los separaban. Y fue así como aquella sensación tensa que le carcomía su interior ahora de relajaba al quedar por unos instantes prendido de la hermosa mirada que le fulminaba.
Esos instantes en los cuales una pequeña brisa removió los desaliñados cabellos de Octavius alentaron otro cambio en su forma de ser desde que había vuelto de Germania. - ¿Ves lo que pasa cuando nos dejamos dominar por nuestras emociones? - Aquella recriminación estaba desprovista de malicia, burla o desafío. Estaba expresada por la preocupación naciente de ver a una persona amada herida por sus acciones. Y es que era cierto, Octavius mantenía un sentimiento por ella que era más fuerte cuando estaba ante su presencia.
Razón por la cual no pudo permanecer mucho tiempo a su lado, no cuando él había sido maldecido por una extraña fuerza que lo había hecho ser un ser irracional sediento de sangre y muerte. Sin pensarlo dos veces rasgó la manga de su túnica arrancándola de un tirón rápido y preciso. El pasto bajo sus pies resonó suave al avanzar dos pasos quedando tan próxima a ella que nada le hubiera costado tomarla entre sus brazos.
- ¿Que pensará tu amo si sabe que te has hecho daño? - No le dio tiempo a que reaccionará al tomar su muñeca con firmeza y a la vez con cuidado como si tomara una delicada escultura de porcelana. Le giró la palma observando la cortada sobre su mano. La noche comenzaba a hacerse presente, los cantos de los grillos aparecían paulatinamente y él experimentaba que su corazón aceleraba su ritmo con solo tocarla.
Se hincó delante de ella tomando por sus dientes aquel pedazo de tela y con la mano libre hacer jirones de tela. Con uno de ellos comenzaba a limpiar la herida que sangraba de su inmaculada piel nívea. Lo hizo con sumo cuidado y toda la paciencia del mundo, actitud que no había mostrado con persona alguna, pero ella era distinta, le cambiaba completamente y lo moldeaba a lo que habitualmente era. - Esto servirá de momento en lo que recibes una atención adecuada. - Enredaba por su mano otro pedazo de tela haciendo un nudo por la parte superior de su mano.
Con aquella acción conseguía detener la hemorragia. Se levantó de su postura para quedar frente a ella percibiendo en su interior descargas eléctricas al encontrarla de nuevo y tenerla a esa corta distancia.
Tal repudio hacía que Sarahissa sin el temor de lastimarse tomara con sobrada bravura aquella espada extraña que siempre portaba el heredero al trono de Roma. Una demostración sagaz y al mismo tiempo imprudente dominaban la mesura de Sarahissa, que ahora recibía factura de sus ímpetus al recibir una herida a causa del filo de aquella misteriosa arma. Pero eso no le importó, ni siquiera un resquicio de dolor físico era expuesto en esos momentos. Era más el dolor de su alma por constatar el inapelable cambio en Octavius.
Éste último no perdía detalle de las palabras y acciones de la persona que era motivo por lo que mantenía sus noches en vela al recrear esos hermosos ojos en su mente, mismos que ahora le miraban con repudio y decepción. Ni siquiera se movió un milímetro cuando Sarahissa lanzaba la espada haciéndola girar en el aire. El descenso de aquella arma fue lento, como si el tiempo comenzara a detenerse poco a poco a la par de los latidos del corazón de quien esperaba ser ultimado en ese solitario patio.
Pero aquello que proponía y otorgaba simplemente no llegó. En un acto inesperado, era aquella arma ahora bautizada con la sangre de Sarahissa enfundada poniendo fin al dilema originado entre dos personas destinadas a encontrarse a pesar de los mundos distantes que los separaban. Y fue así como aquella sensación tensa que le carcomía su interior ahora de relajaba al quedar por unos instantes prendido de la hermosa mirada que le fulminaba.
Esos instantes en los cuales una pequeña brisa removió los desaliñados cabellos de Octavius alentaron otro cambio en su forma de ser desde que había vuelto de Germania. - ¿Ves lo que pasa cuando nos dejamos dominar por nuestras emociones? - Aquella recriminación estaba desprovista de malicia, burla o desafío. Estaba expresada por la preocupación naciente de ver a una persona amada herida por sus acciones. Y es que era cierto, Octavius mantenía un sentimiento por ella que era más fuerte cuando estaba ante su presencia.
Razón por la cual no pudo permanecer mucho tiempo a su lado, no cuando él había sido maldecido por una extraña fuerza que lo había hecho ser un ser irracional sediento de sangre y muerte. Sin pensarlo dos veces rasgó la manga de su túnica arrancándola de un tirón rápido y preciso. El pasto bajo sus pies resonó suave al avanzar dos pasos quedando tan próxima a ella que nada le hubiera costado tomarla entre sus brazos.
- ¿Que pensará tu amo si sabe que te has hecho daño? - No le dio tiempo a que reaccionará al tomar su muñeca con firmeza y a la vez con cuidado como si tomara una delicada escultura de porcelana. Le giró la palma observando la cortada sobre su mano. La noche comenzaba a hacerse presente, los cantos de los grillos aparecían paulatinamente y él experimentaba que su corazón aceleraba su ritmo con solo tocarla.
Se hincó delante de ella tomando por sus dientes aquel pedazo de tela y con la mano libre hacer jirones de tela. Con uno de ellos comenzaba a limpiar la herida que sangraba de su inmaculada piel nívea. Lo hizo con sumo cuidado y toda la paciencia del mundo, actitud que no había mostrado con persona alguna, pero ella era distinta, le cambiaba completamente y lo moldeaba a lo que habitualmente era. - Esto servirá de momento en lo que recibes una atención adecuada. - Enredaba por su mano otro pedazo de tela haciendo un nudo por la parte superior de su mano.
Con aquella acción conseguía detener la hemorragia. Se levantó de su postura para quedar frente a ella percibiendo en su interior descargas eléctricas al encontrarla de nuevo y tenerla a esa corta distancia.
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Re: [Villa Vallis Mellitus] Patio Casa de Steven
Las emociones... Octavius tenía razón como siempre. Las emociones no llevaban a ninguna parte, sólo entorpecían el buen juicio de las personas cautas y silenciosas que se dejaban guiar por el analizis minucioso de cada uno de los hechos que acontecían. Como siempre, su voz la sacaba de sus pensamientos porque sin importar que no habia burla o reproche en sus palabras, le dolía escucharlas. Era el unico que aun lograba despertar cualquier tipo de sentimientos en ella... ya fuera tristeza, alegría o dolor como era el caso.
- Los sentimientos... pensé que ya no tenía nada en mi pecho desde ese día. - Dijo bajando el rostro mientras observaba como el hombre ventaba su mano. - Pero creo que me he equivocado, pues solo basta verte para dejarme llevar por ellos.
Levantó su mirada, observando con cuidado cada facción en el rostro de Octavius, cada peca, cada arruga de preocupación que revelaran sus ojos. Quizo extender su mano y tocarlo para asegurarse que no estaba soñando. Que atendiera su herida era la forma más cercana a un "te quiero" que seguramente obtendría de él en esas circunstancias, en que la barrera social los separaba irremediablemente. No importaba que la joven hubiese salvado su vida en Germania y lo hubiese cuidado como un miembro de su familia por todo ese tiempo... en Roma los separaba un mundo, pues ella era nada y él era todo.
Suspiró cuando le preguntó que pensaría su amo cuando la viera herida. No le importaba que diría Steven, pues era su cuerpo. Ya lo habían profanado con el hierro caliente, ¿Qué más importaba tener una herida en la palma de su mano?
- Es probable que me pregunte cómo me he hecho esta herida. - Respondió mirando su palma vendada mientras el hombre acercaba su rostro para morder la tela. - Es joven, casi un niño... demasiado extrovertido e ingenuo por la vida. Un legionario, como tú. Es tan ingenuo que ni si quiera me ha tocado. No se con que próposito me compraría pues tu mejor que nadie sabes que no se hacer nada de los quehaceres que se esperan de una mujer romana...seguramente ni si quiera como mujer sirva.
Sonrió con esa idea. No estaba muy lejos de la realidad pues, nunca había estado cerca de un hombre. Nunca había besado a nadie, nunca había visto a un hombre desnudo, ni si quiera a Kainan... no tenía la menor idea de que consistía el arte de hacer el amor y tener hijos... Sintió entonces un ultimo ajuste en la venda.
- Gracias Octavius. Arruinaste tu fina ropa por una simple esclava. - El hombre se puso de pie, qudando frente a ella... muy cerca, mirandola a los ojos. Sarahissa hizo lo mismo analizando las tonalidades de miel en sus ojos. Podría haberlos mirado el resto de su vida y no se hubiese cansado de ello, pues eran hermosos. - No me había dado cuenta hasta ahora... lo mucho que extraño que alguien cuide de mí... - Entonces algo inesperado ocurrió, al menos para Octavius quien conocía la frialdad de la mujer. Una simple sonrisa apareció en su rostro mientras sus ojos se volvían llorosos. Tal vez la lejanía a su hogar, la esclavitud, el sufrimiento que había pasado al ser capturada y puesta a la venta finalmente habían quebrado su espiritu, pero de un momento a otro, lagrimas individuales y solitarias cayeron de sus ojos. En Germanía Sarahissa tenía a Kainan quien era la persona que se encargaba de su seguridad y cuando su hermano no estaba, lo había hecho Octavius. Pero cuando ambos la dejaron sola y llegó el día en que las legiones del general Noah arrazaron con toda la población, nadie había estado ahi para cuidarla.
Levantó su mano con cuidado, temblorosa, no sabiendo porque lo hacía pero si con la suficiente confianza para saber que estaba haciendo algo que necesitaba hacer hacía mucho tiempo y con las yemas de sus dedos acarició la mejilla de Octavius. Era como si lo tocara para recordar la forma en que se sentía en caso de que todo ese momento fuera a ser en el futuro un mero recuerdo. Necesitaba acordarse para siempre lo bien que se había sentido estando cerca de él nuevamente.
- Los sentimientos... pensé que ya no tenía nada en mi pecho desde ese día. - Dijo bajando el rostro mientras observaba como el hombre ventaba su mano. - Pero creo que me he equivocado, pues solo basta verte para dejarme llevar por ellos.
Levantó su mirada, observando con cuidado cada facción en el rostro de Octavius, cada peca, cada arruga de preocupación que revelaran sus ojos. Quizo extender su mano y tocarlo para asegurarse que no estaba soñando. Que atendiera su herida era la forma más cercana a un "te quiero" que seguramente obtendría de él en esas circunstancias, en que la barrera social los separaba irremediablemente. No importaba que la joven hubiese salvado su vida en Germania y lo hubiese cuidado como un miembro de su familia por todo ese tiempo... en Roma los separaba un mundo, pues ella era nada y él era todo.
Suspiró cuando le preguntó que pensaría su amo cuando la viera herida. No le importaba que diría Steven, pues era su cuerpo. Ya lo habían profanado con el hierro caliente, ¿Qué más importaba tener una herida en la palma de su mano?
- Es probable que me pregunte cómo me he hecho esta herida. - Respondió mirando su palma vendada mientras el hombre acercaba su rostro para morder la tela. - Es joven, casi un niño... demasiado extrovertido e ingenuo por la vida. Un legionario, como tú. Es tan ingenuo que ni si quiera me ha tocado. No se con que próposito me compraría pues tu mejor que nadie sabes que no se hacer nada de los quehaceres que se esperan de una mujer romana...seguramente ni si quiera como mujer sirva.
Sonrió con esa idea. No estaba muy lejos de la realidad pues, nunca había estado cerca de un hombre. Nunca había besado a nadie, nunca había visto a un hombre desnudo, ni si quiera a Kainan... no tenía la menor idea de que consistía el arte de hacer el amor y tener hijos... Sintió entonces un ultimo ajuste en la venda.
- Gracias Octavius. Arruinaste tu fina ropa por una simple esclava. - El hombre se puso de pie, qudando frente a ella... muy cerca, mirandola a los ojos. Sarahissa hizo lo mismo analizando las tonalidades de miel en sus ojos. Podría haberlos mirado el resto de su vida y no se hubiese cansado de ello, pues eran hermosos. - No me había dado cuenta hasta ahora... lo mucho que extraño que alguien cuide de mí... - Entonces algo inesperado ocurrió, al menos para Octavius quien conocía la frialdad de la mujer. Una simple sonrisa apareció en su rostro mientras sus ojos se volvían llorosos. Tal vez la lejanía a su hogar, la esclavitud, el sufrimiento que había pasado al ser capturada y puesta a la venta finalmente habían quebrado su espiritu, pero de un momento a otro, lagrimas individuales y solitarias cayeron de sus ojos. En Germanía Sarahissa tenía a Kainan quien era la persona que se encargaba de su seguridad y cuando su hermano no estaba, lo había hecho Octavius. Pero cuando ambos la dejaron sola y llegó el día en que las legiones del general Noah arrazaron con toda la población, nadie había estado ahi para cuidarla.
Levantó su mano con cuidado, temblorosa, no sabiendo porque lo hacía pero si con la suficiente confianza para saber que estaba haciendo algo que necesitaba hacer hacía mucho tiempo y con las yemas de sus dedos acarició la mejilla de Octavius. Era como si lo tocara para recordar la forma en que se sentía en caso de que todo ese momento fuera a ser en el futuro un mero recuerdo. Necesitaba acordarse para siempre lo bien que se había sentido estando cerca de él nuevamente.
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Re: [Villa Vallis Mellitus] Patio Casa de Steven
Permanecía erguido tan cerca de ella que su cuerpo experimentaba un hormigueo extraño, una sensación diferente a cualquier otro que hubiese experimentado. El menosprecio y la indiferencia se esfumaban de él con sólo tenerla de frente escuchando su dulce voz elegante provista de ese armonioso acento extranjero. Una mujer como ella seguramente haría dichoso al hombre que compartiera su vida con ella y por un momento el repudio por todo lo que él era le golpeaba en oleadas de arrepentimiento por haber sido el causante de su desgracia. Por arrebatarle su mundo cuando sus legiones pisaron por primera vez la imponente Germania.
Escuchó sus palabras sin mostrar alguna expresión delatora del interior de su alma, no podía mostrarse tan influenciado por su hermosa presencia. Pero aún así no podía apartar y perderse esa profunda mirada que anteriormente lucía tan fría y entera para contemplar el brillo armonioso de sus orbes celestes que ahora con la tenue luz adquirían matices tan embriagadores. Sostenerle la mirada le trajo enormes recuerdos de una vida llena de tranquilidad alejado de todos los agobiantes deberes y obligaciones como el hijo del cesar. Que diferente habría sido si se hubiera quedado a su lado, experimentando más y más momentos fascinantes por su mundo, su entorno y la calidez de permanecer a su lado.
Templado con la sangre, la muerte y la crueldad en un mundo beligerante, fueron aquellas solitarias lagrimas las que descendieron por sus delicados pómulos los que le arrancaron una expresión de afecto, de cariño que le estremecieron su cuerpo como nunca antes lo hubiese consentido. Absorto, ensimismado y lejano parecía ahora en aquel lugar, no se sentía en Roma, era como si se encontrara en otro sitio alejado de tantas intrigas y falsedades como el lo conocía. El suave tacto de sus dedos le despertaron de aquel trance y con un acto reflejo alzaba su mano sin vacilaciones rozándola con el dorso humedeciendo su piel al contacto con sus lagrimas.
Parecía lavar con aquella pureza de su alma la sangre impresa en sus manos, la noche caía solemne y bella, pero pasaba a segundo plano por la intensidad de la mirada de Sarahissa que le penetraba en lo más recóndito de su alma. De su sutil caricia por sus mejillas, Octavius llevó su mano a la nuca de ella, encontrándose con el nudo de aquella pañoleta que aprisionaba su roja cabellera. En unos instantes, aquellos hermosos cabellos quedaban expuestos mientras la delicada prenda caía a un costado de ella como flotando en un tiempo que transcurría ante sus ojos tan lento y angustiante. Verla con su hermoso cabello rojizo cayendo por sobre sus hombros adornando sus facciones perfectas le avivaron una llama extinguida de su ser.
No formulaba palabra alguna de momento. Sarahissa con su sola mirada le transmitía el vehemente afecto que pensó nunca tendría. El simple sentimiento que todo hombre debía conocer en la vida, ella era la única que le moldeaba y le acrecentaba aquella emoción tan humana y natural. Se le aceleraba su corazón sereno en latidos tan irregulares que dominaban sus acciones meditadas. La sujetó con firmeza de la cintura eliminando la distancia de sus cuerpos, la mantenía tan junta a él que no pudo evitar retener aquella sensación de avanzar más allá de la lógica y dominarse por el fuego interior de su corazón. Sin pensarlo más acercó su rostro primero con cautela para después unir sus labios a los de ella.
Escuchó sus palabras sin mostrar alguna expresión delatora del interior de su alma, no podía mostrarse tan influenciado por su hermosa presencia. Pero aún así no podía apartar y perderse esa profunda mirada que anteriormente lucía tan fría y entera para contemplar el brillo armonioso de sus orbes celestes que ahora con la tenue luz adquirían matices tan embriagadores. Sostenerle la mirada le trajo enormes recuerdos de una vida llena de tranquilidad alejado de todos los agobiantes deberes y obligaciones como el hijo del cesar. Que diferente habría sido si se hubiera quedado a su lado, experimentando más y más momentos fascinantes por su mundo, su entorno y la calidez de permanecer a su lado.
Templado con la sangre, la muerte y la crueldad en un mundo beligerante, fueron aquellas solitarias lagrimas las que descendieron por sus delicados pómulos los que le arrancaron una expresión de afecto, de cariño que le estremecieron su cuerpo como nunca antes lo hubiese consentido. Absorto, ensimismado y lejano parecía ahora en aquel lugar, no se sentía en Roma, era como si se encontrara en otro sitio alejado de tantas intrigas y falsedades como el lo conocía. El suave tacto de sus dedos le despertaron de aquel trance y con un acto reflejo alzaba su mano sin vacilaciones rozándola con el dorso humedeciendo su piel al contacto con sus lagrimas.
Parecía lavar con aquella pureza de su alma la sangre impresa en sus manos, la noche caía solemne y bella, pero pasaba a segundo plano por la intensidad de la mirada de Sarahissa que le penetraba en lo más recóndito de su alma. De su sutil caricia por sus mejillas, Octavius llevó su mano a la nuca de ella, encontrándose con el nudo de aquella pañoleta que aprisionaba su roja cabellera. En unos instantes, aquellos hermosos cabellos quedaban expuestos mientras la delicada prenda caía a un costado de ella como flotando en un tiempo que transcurría ante sus ojos tan lento y angustiante. Verla con su hermoso cabello rojizo cayendo por sobre sus hombros adornando sus facciones perfectas le avivaron una llama extinguida de su ser.
No formulaba palabra alguna de momento. Sarahissa con su sola mirada le transmitía el vehemente afecto que pensó nunca tendría. El simple sentimiento que todo hombre debía conocer en la vida, ella era la única que le moldeaba y le acrecentaba aquella emoción tan humana y natural. Se le aceleraba su corazón sereno en latidos tan irregulares que dominaban sus acciones meditadas. La sujetó con firmeza de la cintura eliminando la distancia de sus cuerpos, la mantenía tan junta a él que no pudo evitar retener aquella sensación de avanzar más allá de la lógica y dominarse por el fuego interior de su corazón. Sin pensarlo más acercó su rostro primero con cautela para después unir sus labios a los de ella.
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Re: [Villa Vallis Mellitus] Patio Casa de Steven
El corazón de Sarahissa pareció detenerse cuando sintió los labios de Octavius rozar los de ella de esa forma. Por lo general Octavius mostraba tanta dureza ante todo que ver ese lado más suave y gentil de él la dejaba un tanto sorprendida.
Más que eso, la dejaba en un punto donde no sabía que esperar de él. Nunca lo había visto actuar de esa forma con ella ni mirarla como si fuera algo más que una niña, aun cuando claramente los últimos años en que compartió su vida con Octavius ya no lo era.
Sentir que la besaba era como retirar la escarcha que cubría su pecho y sentirlo arder por primera vez en años… luego de la muerte de su madrastra se había cerrado a sentir, se había vuelto inmune a los vulgares sentimientos humanos que infectaban cada vez más el mundo. Era increíble lo que un simple beso podía realizar en una mujer que había perdido la esperanza y la alegría en la vida, producto de las guerras, la sangre y la crueldad humana.
Lo irónico de la situación era que el mismo hombre que la besaba en ese momento era en gran medida el culpable de que Sarahissa hubiese sido desde niña una persona fría. Él había liderado las legiones que arrasaron con Germania y destruyeron sus villas por considerarlos salvajes que no debían bajar al sur donde las tierras cálidas eran reservadas solo para los Romanos. Ellos debían permanecer en los pantanos fríos del norte, en donde el sol casi no brillaba y la tierra era infértil. Donde el hombre se probaba no por lo que poseía sino por lo que podía matar para alimentar a los suyos. Un estilo de vida completamente distinto al romano.
Permaneció algunos instantes sin separarse de él, protegida por la cercanía de sus cuerpos. Había pasado tanto tiempo sin que alguien la tocara que sentir el calor de otro cuerpo humano calmaba la angustia latente en su pecho. Se sentía bien estar así. Pero Sarahissa sabía que era sólo un sueño del cual no tenía valor de despertar. Octavius siempre sería el hijo del emperador de Roma y ella siempre sería sólo una esclava germana. Lo rodeó con los brazos, pues deseaba sentirlo una vez más al menos… antes de separar sus labios. Dejó su frente apoyada en el mentón de Octavius y reclinó el rostro hacia su pecho.
- Es parte de quien eres, tomar lo que se te de la gana siempre… ¿No? – Sarahissa no sonreía pero quiso haberlo hecho. Sólo cerró los ojos e intentó aprovechar ese momento pues sabía que su fin estaba próximo. – Debo irme Octavius…
Se separó de él lentamente y retrocedió algunos pasos bajando la mirada pues no podía ahora mirarlo a los ojos. Las cosas entre ellos no necesariamente tenían que cambiar por que Octavius en un acto impulso la hubiese besado, tal vez Sarahissa exagerara el asunto y eso hubiese sido una simple demostración de afecto.
Aun así, ella le pertenecía a otro hombre. Aunque su corazón estuviera siempre inundado por el recuerdo de Octavius, su cuerpo era de propiedad de Steven y no podía hacer ese tipo de cosas sin su consentimiento. Ella no tenía libertad para autodeterminarse… por lo mismo se separaba de Octavius con tristeza mirando hacia el suelo, con la misma mirada fría de siempre.
Más que eso, la dejaba en un punto donde no sabía que esperar de él. Nunca lo había visto actuar de esa forma con ella ni mirarla como si fuera algo más que una niña, aun cuando claramente los últimos años en que compartió su vida con Octavius ya no lo era.
Sentir que la besaba era como retirar la escarcha que cubría su pecho y sentirlo arder por primera vez en años… luego de la muerte de su madrastra se había cerrado a sentir, se había vuelto inmune a los vulgares sentimientos humanos que infectaban cada vez más el mundo. Era increíble lo que un simple beso podía realizar en una mujer que había perdido la esperanza y la alegría en la vida, producto de las guerras, la sangre y la crueldad humana.
Lo irónico de la situación era que el mismo hombre que la besaba en ese momento era en gran medida el culpable de que Sarahissa hubiese sido desde niña una persona fría. Él había liderado las legiones que arrasaron con Germania y destruyeron sus villas por considerarlos salvajes que no debían bajar al sur donde las tierras cálidas eran reservadas solo para los Romanos. Ellos debían permanecer en los pantanos fríos del norte, en donde el sol casi no brillaba y la tierra era infértil. Donde el hombre se probaba no por lo que poseía sino por lo que podía matar para alimentar a los suyos. Un estilo de vida completamente distinto al romano.
Permaneció algunos instantes sin separarse de él, protegida por la cercanía de sus cuerpos. Había pasado tanto tiempo sin que alguien la tocara que sentir el calor de otro cuerpo humano calmaba la angustia latente en su pecho. Se sentía bien estar así. Pero Sarahissa sabía que era sólo un sueño del cual no tenía valor de despertar. Octavius siempre sería el hijo del emperador de Roma y ella siempre sería sólo una esclava germana. Lo rodeó con los brazos, pues deseaba sentirlo una vez más al menos… antes de separar sus labios. Dejó su frente apoyada en el mentón de Octavius y reclinó el rostro hacia su pecho.
- Es parte de quien eres, tomar lo que se te de la gana siempre… ¿No? – Sarahissa no sonreía pero quiso haberlo hecho. Sólo cerró los ojos e intentó aprovechar ese momento pues sabía que su fin estaba próximo. – Debo irme Octavius…
Se separó de él lentamente y retrocedió algunos pasos bajando la mirada pues no podía ahora mirarlo a los ojos. Las cosas entre ellos no necesariamente tenían que cambiar por que Octavius en un acto impulso la hubiese besado, tal vez Sarahissa exagerara el asunto y eso hubiese sido una simple demostración de afecto.
Aun así, ella le pertenecía a otro hombre. Aunque su corazón estuviera siempre inundado por el recuerdo de Octavius, su cuerpo era de propiedad de Steven y no podía hacer ese tipo de cosas sin su consentimiento. Ella no tenía libertad para autodeterminarse… por lo mismo se separaba de Octavius con tristeza mirando hacia el suelo, con la misma mirada fría de siempre.
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Re: [Villa Vallis Mellitus] Patio Casa de Steven
- Entiendo...
Respondió ligero, con su tono de voz monocorde retirando su brazo de la cintura de Sarahissa separándose de ella. Miró a los alrededores entendiendo que la había comprometido al ser preso de sus impulsos. Si ahora ella era esclava de algún noble romano, estaría en las inmediaciones de sus tierras. Una persona con el estatus de esclavo no se le permitía salir más allá de los límites territoriales a los cuales tenía acceso. Traspasarlos significaba una posible escapatoria por lo que aquel beso arrebatado en la pureza de sus labios sólo le había traído otra pena, naturaleza que tenía Octavius por todos los que conocía, transmutaba lo bueno en algo distinto, era su pequeño toque de Midas.
Recordó al instante las palabras de Sarahissa de que la persona que la había comprado le daba muchas libertades. Pensó, por un momento que aquel sujeto tenía algo más entre manos. Conocía como eran tratados los esclavos conquistados en Roma. Mostrar tales consideraciones suponía que le estimaba demasiado o despertaba un sentimiento por ella como él mismo lo tenía. No era dificil enamorarse de Sarahissa, lo difícil era desprenderse de ella. Pero si su acción premeditada hubiese puesto en peligro la vida de una persona tan especial para su infortunada alma no se lo hubiese perdonado nunca, ya muchas tribulaciones le había causado con su sola presencia.
- Levanta tu vista, no la inclines ante nadie. No te muestres sumisa por más aterrador que sea el panorama. - Posaba sus dedos con delicadeza en el mentón de Sarahissa alzando su rostro. Sus palabras salían sinceras, quizá las únicas que diría de esa forma por ella. Porque en su corazón él entendía lo que significaba desde que la conoció. - En este mundo de falsedades y maldad extrema a tí nada debe doblegarte. Sucumbir por nuestros miedos nos hacen ser unas personas vacías deambulando por la vida como fantasmas errantes. Eres mucho más que eso Sarahissa, no lo olvides, no opaques lo que eres porque tu pueblo ha sido sometido. Muestra y revela el orgullo de tu linaje y la persona que eres. Me lo demostraste cuando curaste mis heridas y salvaste mi vida en aquel tiempo.
Hizo una pausa profiriendo un sonrisa, una que hacía mucho no mostraba, pero era Sarahissa la que le evocaba esa alegría perdida. - Somos nosotros mismos los que trazamos nuestro destino. - Soltó su rostro. Aún conservaba la dulce caricia que los labios de ella le provocaron. Su semblante se encrudeció de nuevo. Ella ahora tenía otra vida, una en la que por el momento aceptaba y asimilaba de la mejor forma que ella comprendía. Él no le iba a transformar todo eso de nuevo, no ahora cuando entendía lo que era ella en su vida.
Respondió ligero, con su tono de voz monocorde retirando su brazo de la cintura de Sarahissa separándose de ella. Miró a los alrededores entendiendo que la había comprometido al ser preso de sus impulsos. Si ahora ella era esclava de algún noble romano, estaría en las inmediaciones de sus tierras. Una persona con el estatus de esclavo no se le permitía salir más allá de los límites territoriales a los cuales tenía acceso. Traspasarlos significaba una posible escapatoria por lo que aquel beso arrebatado en la pureza de sus labios sólo le había traído otra pena, naturaleza que tenía Octavius por todos los que conocía, transmutaba lo bueno en algo distinto, era su pequeño toque de Midas.
Recordó al instante las palabras de Sarahissa de que la persona que la había comprado le daba muchas libertades. Pensó, por un momento que aquel sujeto tenía algo más entre manos. Conocía como eran tratados los esclavos conquistados en Roma. Mostrar tales consideraciones suponía que le estimaba demasiado o despertaba un sentimiento por ella como él mismo lo tenía. No era dificil enamorarse de Sarahissa, lo difícil era desprenderse de ella. Pero si su acción premeditada hubiese puesto en peligro la vida de una persona tan especial para su infortunada alma no se lo hubiese perdonado nunca, ya muchas tribulaciones le había causado con su sola presencia.
- Levanta tu vista, no la inclines ante nadie. No te muestres sumisa por más aterrador que sea el panorama. - Posaba sus dedos con delicadeza en el mentón de Sarahissa alzando su rostro. Sus palabras salían sinceras, quizá las únicas que diría de esa forma por ella. Porque en su corazón él entendía lo que significaba desde que la conoció. - En este mundo de falsedades y maldad extrema a tí nada debe doblegarte. Sucumbir por nuestros miedos nos hacen ser unas personas vacías deambulando por la vida como fantasmas errantes. Eres mucho más que eso Sarahissa, no lo olvides, no opaques lo que eres porque tu pueblo ha sido sometido. Muestra y revela el orgullo de tu linaje y la persona que eres. Me lo demostraste cuando curaste mis heridas y salvaste mi vida en aquel tiempo.
Hizo una pausa profiriendo un sonrisa, una que hacía mucho no mostraba, pero era Sarahissa la que le evocaba esa alegría perdida. - Somos nosotros mismos los que trazamos nuestro destino. - Soltó su rostro. Aún conservaba la dulce caricia que los labios de ella le provocaron. Su semblante se encrudeció de nuevo. Ella ahora tenía otra vida, una en la que por el momento aceptaba y asimilaba de la mejor forma que ella comprendía. Él no le iba a transformar todo eso de nuevo, no ahora cuando entendía lo que era ella en su vida.
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Re: [Villa Vallis Mellitus] Patio Casa de Steven
- No se trata de inclinar o no la vista ante las personas Octavius... se trata sobre saber cual es mi lugar ahora.
Sarahissa se volteo indiferente pero con un dolor que le desgarraba el alma. No lo reflejaba en su rostro, nunca ninguna emocion se reflejaba en su rostro. Se agachó y fue sosteniendo a los pollitos uno a uno para ponerlos dentro de una canasta de mimbre. Debía llevarlos de vuelta a la casa de Steven hasta que pudieran construirles un corral.
- Tú y yo en Germania eramos iguales, dos hijos del bosque refugiandonos del sonido del mundo... pasando las noches en silencio mirando las estrellas en el firmamento, de vez en cuando escuchandome tocar el violín mientras tu y Kainan comían lo que ustedes mismos habían cazado. Ese estilo de vida aquí no existe.
El sol se estaba escondiendo y la luz era bastante menos. Los pollitos no se movían tanto como ella hubiese esperado, pero eso era bueno, asi no tendría que perseguirlos y hacer el ridículo frente a Octavius. En ese momento no lo podía si quiera mirar... estaba siendo una cobarde al intentar huir de sus sentimientos. Pero la joven prefería realizar eso que causar una escena aun más incómoda para ambos de la ya vivida. Aun sentía la humedad sobre sus labios por aquel beso y sabía que el recuerdo de él la torturaría muchas noches más... pero por ahora tenía que dejarlo ir... alejarse de él. Entre ellos nunca habría nada, sus mundos eran completamente distintos en ese momento. Alguna vez se habían unido... pero el se había encargados de separarlos nuevamente cuando tomó su caballo y se fue una mañana, aquella en la cual había encontrado el colgante en su cuello como unico recuerdo de que ese hombre había existido y alguna vez había sido parte de su vida. Se puso nuevamente de pie con la canastra entre sus manos, mirando hacia los pastizales y las flores, dandole la espalda a Octavius aun.
- Tú serás el esposo de alguna princesa extranjera, o una gran dama romana hija de algun senador o comerciante rico. Así funciona tu mundo... En ese sentido eres tan esclavo como yo, pues no tendrás la libertad de elegir lo que tu corazón realmente desee... por eso creo que en tu caso al menos, el destino ya ha hablado... tu y yo jamas... es tal como dijiste... esto es lo que pasa cuando nos dejamos dominar por nuestras emociones. Por eso hasta hoy no había dejado que eso sucediera en mí.
Miró su mano con la venda ensangrentada. No tenía idea de que diría Steven cuando viera su piel cortada de esa forma, pero estaba segura que no estaría nada feliz por ello. Eso no importaba ahora... la noche caía y ella se tenía que retirar de ahí, volver a su nuevo hogar, ver si Steven había traido alguna cosa que le pediría de seguro cocinar...
- Pues ya sabes donde estoy. ¿Alguna vez te volveré a ver?
Sarahissa se volteo indiferente pero con un dolor que le desgarraba el alma. No lo reflejaba en su rostro, nunca ninguna emocion se reflejaba en su rostro. Se agachó y fue sosteniendo a los pollitos uno a uno para ponerlos dentro de una canasta de mimbre. Debía llevarlos de vuelta a la casa de Steven hasta que pudieran construirles un corral.
- Tú y yo en Germania eramos iguales, dos hijos del bosque refugiandonos del sonido del mundo... pasando las noches en silencio mirando las estrellas en el firmamento, de vez en cuando escuchandome tocar el violín mientras tu y Kainan comían lo que ustedes mismos habían cazado. Ese estilo de vida aquí no existe.
El sol se estaba escondiendo y la luz era bastante menos. Los pollitos no se movían tanto como ella hubiese esperado, pero eso era bueno, asi no tendría que perseguirlos y hacer el ridículo frente a Octavius. En ese momento no lo podía si quiera mirar... estaba siendo una cobarde al intentar huir de sus sentimientos. Pero la joven prefería realizar eso que causar una escena aun más incómoda para ambos de la ya vivida. Aun sentía la humedad sobre sus labios por aquel beso y sabía que el recuerdo de él la torturaría muchas noches más... pero por ahora tenía que dejarlo ir... alejarse de él. Entre ellos nunca habría nada, sus mundos eran completamente distintos en ese momento. Alguna vez se habían unido... pero el se había encargados de separarlos nuevamente cuando tomó su caballo y se fue una mañana, aquella en la cual había encontrado el colgante en su cuello como unico recuerdo de que ese hombre había existido y alguna vez había sido parte de su vida. Se puso nuevamente de pie con la canastra entre sus manos, mirando hacia los pastizales y las flores, dandole la espalda a Octavius aun.
- Tú serás el esposo de alguna princesa extranjera, o una gran dama romana hija de algun senador o comerciante rico. Así funciona tu mundo... En ese sentido eres tan esclavo como yo, pues no tendrás la libertad de elegir lo que tu corazón realmente desee... por eso creo que en tu caso al menos, el destino ya ha hablado... tu y yo jamas... es tal como dijiste... esto es lo que pasa cuando nos dejamos dominar por nuestras emociones. Por eso hasta hoy no había dejado que eso sucediera en mí.
Miró su mano con la venda ensangrentada. No tenía idea de que diría Steven cuando viera su piel cortada de esa forma, pero estaba segura que no estaría nada feliz por ello. Eso no importaba ahora... la noche caía y ella se tenía que retirar de ahí, volver a su nuevo hogar, ver si Steven había traido alguna cosa que le pediría de seguro cocinar...
- Pues ya sabes donde estoy. ¿Alguna vez te volveré a ver?
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Re: [Villa Vallis Mellitus] Patio Casa de Steven
Aquella forma de expresarse le pareció contrastante, sacado de una personalidad ajena a ella. No dijo algo sobre sus ideas del nuevo orden de las cosas, ¿qué sentido tendría si para él los estatutos y protocolos que se empleaban para su posición en Roma no le interesaban? Habría dejado escapar un pequeño suspiro de melancolía pero reprimió ese acto delator. Recordaba al igual las primeras palabras cuando le encontró. Ella esperaba a alguien más en el lugar, Octavius intercedía con su presencia y las siguientes frases de ella le hicieron hablar rompiendo su mutismo.
- Te equivocas. Mi mundo no es como lo edificas en tu mente, lo he comprendido desde que me salvaste la vida. No accedería a tales arreglos que se forjan en los estratos más altos de esta sociedad, antes que eso elijo ser repudiado por mi propio pueblo. Esa es la verdadera naturaleza que me enseñaste tú con tu hermano. Desde entonces los lujos y titulos no me interesan, ¿o te parece natural que alguien siendo el hijo del emperador se desplace a pie sin ninguna escolta como un simple ciudadano?
Miró su espalda recreándose el hermoso rostro de ella, le habría ayudado a reunir a las crías avícolas que deambulaban perezosas por el pasto. Pero su persona parecía clavada al piso preso de una pesada gravedad que le imposibilitaba mover un sólo músculo del cuerpo. Ella ya se había expuesto demasiado en el pasado al cobijar y dar asilo al enemigo de su pueblo, lo menos que podía hacer era complicarle más las cosas por sus acciones, que si bien se habían dominado por sus emociones y sentimientos le habrían hecho cometer un error insalvable.
A pesar de su frialdad, ella demostraba una impaciencia por regresar a su hogar, quizá preocupada por el hecho de su tardanza. La noche estaba sobre ellos y sería complicado aclarar el motivo de aquella demora.
- Si, ahora que se donde vives yo puedo verte de nuevo, solo claro que no lo quieras así. Eres sólo tú la que podría prohibirme tal suceso, nada tiene que ver el título del cual poseo. Para mi nada ha cambiado, no importa el lugar ni el tiempo, sigues siendo la mujer que yo...
Cerró sus labios, ladeó su rostro pensando en que ya le había arrebatado algo más que su preciado tiempo.
- Te equivocas. Mi mundo no es como lo edificas en tu mente, lo he comprendido desde que me salvaste la vida. No accedería a tales arreglos que se forjan en los estratos más altos de esta sociedad, antes que eso elijo ser repudiado por mi propio pueblo. Esa es la verdadera naturaleza que me enseñaste tú con tu hermano. Desde entonces los lujos y titulos no me interesan, ¿o te parece natural que alguien siendo el hijo del emperador se desplace a pie sin ninguna escolta como un simple ciudadano?
Miró su espalda recreándose el hermoso rostro de ella, le habría ayudado a reunir a las crías avícolas que deambulaban perezosas por el pasto. Pero su persona parecía clavada al piso preso de una pesada gravedad que le imposibilitaba mover un sólo músculo del cuerpo. Ella ya se había expuesto demasiado en el pasado al cobijar y dar asilo al enemigo de su pueblo, lo menos que podía hacer era complicarle más las cosas por sus acciones, que si bien se habían dominado por sus emociones y sentimientos le habrían hecho cometer un error insalvable.
A pesar de su frialdad, ella demostraba una impaciencia por regresar a su hogar, quizá preocupada por el hecho de su tardanza. La noche estaba sobre ellos y sería complicado aclarar el motivo de aquella demora.
- Si, ahora que se donde vives yo puedo verte de nuevo, solo claro que no lo quieras así. Eres sólo tú la que podría prohibirme tal suceso, nada tiene que ver el título del cual poseo. Para mi nada ha cambiado, no importa el lugar ni el tiempo, sigues siendo la mujer que yo...
Cerró sus labios, ladeó su rostro pensando en que ya le había arrebatado algo más que su preciado tiempo.
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Re: [Villa Vallis Mellitus] Patio Casa de Steven
- Que bueno que no terminaste esa oración.
No se volteo, no se movió, solo dejó que el viento acariciara con delicadeza su larga cabellera roja. Apretó con fuerza el mango del canasto de mimbre en donde tenía a los pollitos. El viento helado del atardecer empezaba a soplar anunciando la llegada de la noche.
– Puedes volver a verme si así lo deseas. – Terminó de decir después de un largo silencio en el cual solo se escuchaba los pastizales meciéndose de un lado a otro con el ruido de los grillos que salían a cantarle a la luna. – Sólo espero que el hombre que vuelva a ver sea un verdadero líder para su pueblo y no alguien que esta huyendo de su destino. Ese no es el hombre indomable al cual le salvé la vida en Germania. Si hubiese pensado que le tendrías tanto miedo a asumir tus obligaciones una vez de regreso en Roma… nunca habría salvado tu vida. Yo soy solo una simple mujer, tu puedes tener cientos de ellas si así quisieras.
Soltó el canasto de mimbre y caminó hasta Octavius para recoger del suelo su paño, aquella tela con la cual se había amarrado el cabello anteriormente, para ocultarlo de la vista de cualquiera… no quería delatar su condición solo por su aspecto, prefería que pensaran que era una campesina más de ese valle y no una esclava.
Se acercó a Octavius y se despidió de el con la mirada, sin tocarlo, sin decirle realmente adiós. No era necesario que ella lo hiciera pues el sabía lo que estaba pensando sin que se tuvieran que decir nada… de seguro podría entender la angustia en su pecho.
- Por ello, la próxima vez que te vea, espero que seas el gran hombre que desde el nacimiento se predijo serías.
Le dio la espalda y comenzó a caminar en rumbo a la gran casa que se veía al fondo de ese escenario, perdiéndose entre los altos pastizales. Cada paso que daba, rozando el pasto helado contra sus piernas, solo le recordaban que estaba abandonando al único hombre que podría haberla hecho nuevamente sentir. Pero el destino no tenía en sus planes que ellos estuvieran unidos en ese nuevo territorio… todo eso, aquel beso, aquel encuentro inesperado, había sido una burla de la vida hacia ella, mostrándole una vez más todo lo que deseaba pero que nunca podría obtener por no ser Romana, sino una orgullosa Germana vencida.
Por ese mismo orgullo, aceptaba su condición de esclava, respetando las prestaciones mutuas de una guerra perdida. Ella era esclava por haber perdido y honraría su condición por el orgullo germano que tenía en su sangre.
No se volteo, no se movió, solo dejó que el viento acariciara con delicadeza su larga cabellera roja. Apretó con fuerza el mango del canasto de mimbre en donde tenía a los pollitos. El viento helado del atardecer empezaba a soplar anunciando la llegada de la noche.
– Puedes volver a verme si así lo deseas. – Terminó de decir después de un largo silencio en el cual solo se escuchaba los pastizales meciéndose de un lado a otro con el ruido de los grillos que salían a cantarle a la luna. – Sólo espero que el hombre que vuelva a ver sea un verdadero líder para su pueblo y no alguien que esta huyendo de su destino. Ese no es el hombre indomable al cual le salvé la vida en Germania. Si hubiese pensado que le tendrías tanto miedo a asumir tus obligaciones una vez de regreso en Roma… nunca habría salvado tu vida. Yo soy solo una simple mujer, tu puedes tener cientos de ellas si así quisieras.
Soltó el canasto de mimbre y caminó hasta Octavius para recoger del suelo su paño, aquella tela con la cual se había amarrado el cabello anteriormente, para ocultarlo de la vista de cualquiera… no quería delatar su condición solo por su aspecto, prefería que pensaran que era una campesina más de ese valle y no una esclava.
Se acercó a Octavius y se despidió de el con la mirada, sin tocarlo, sin decirle realmente adiós. No era necesario que ella lo hiciera pues el sabía lo que estaba pensando sin que se tuvieran que decir nada… de seguro podría entender la angustia en su pecho.
- Por ello, la próxima vez que te vea, espero que seas el gran hombre que desde el nacimiento se predijo serías.
Le dio la espalda y comenzó a caminar en rumbo a la gran casa que se veía al fondo de ese escenario, perdiéndose entre los altos pastizales. Cada paso que daba, rozando el pasto helado contra sus piernas, solo le recordaban que estaba abandonando al único hombre que podría haberla hecho nuevamente sentir. Pero el destino no tenía en sus planes que ellos estuvieran unidos en ese nuevo territorio… todo eso, aquel beso, aquel encuentro inesperado, había sido una burla de la vida hacia ella, mostrándole una vez más todo lo que deseaba pero que nunca podría obtener por no ser Romana, sino una orgullosa Germana vencida.
Por ese mismo orgullo, aceptaba su condición de esclava, respetando las prestaciones mutuas de una guerra perdida. Ella era esclava por haber perdido y honraría su condición por el orgullo germano que tenía en su sangre.
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