[Villa de Cambre] Habitación de Dahinten

Acompañado de Yeterni, Dahinten llegó a una pequeña habitación, que aunque era modesta tenía unos cuantos lujos. La habitación estaba muy bien organizada, con una cama que parecía ser muy comoda, un par de sillas, una mesa, un recipiente con agua, varios jarrones muy bonitos y unas perchas y muebles para colocar varios tipos de cosas.

Yeterni salió de la pieza, diciendo al rubio que podía descansar un momento mientras el Senador se desocupaba. Dahinten se despidió de la bella muchacha y le preguntó:

-Perdone señorita Yeterni; se que el señor Mauritius tiene dos hermanos...¿no se molestarán con mi presencia?-

-No se preocupe señor Dahinten, los señores no vienen muy seguido.- Dijo quedamente Yeterni.

-Ah, otra cosa, en donde puedo dejar mi caballo?

-Puede hablar de eso con el señor Mauritius, señor Dahinten, con su permiso....-

Yterni caminó hacia la puerta y lanzó una ultima mirada al extranjero.

La sirvienta del señor Mauritius cerró la puerta tras ella; Dahinten se acercó al recipiente que contenía agua y se lavó la cara y los brazos. Se quitó sus espadas y demás cosas, dejó sus mochilas sobre un mueble y se sentó en la cómoda cama recostando la cabeza en una almohada de plumas, realmente todo aquello era muy placentero.

No imaginaba Dahinten que iba a ser tan bien recibido en la Villa Romana de Cambre, y en los pocos momentos en los que vió al senador Mauritius, el rubio lo había examinado profundamente...parecía ser un hombre justo, con mucha ambición de poder y liderazgo. No estaba excento de modales como muchos gobernantes de la época y sobresalía por que era un gran pensador, pues no tomaba desiciones a la ligera...

Dentro de unos momentos, Dahinten iba a ser llamado a la presencia del senador Mauritius, el extranjero pensaba que decirle al senador...pero Mauritius había dicho que podría trabajar como gladiador o como guardaespaldas......tenía que hablar con el senador...

Dahinten estaba tumbado en la cama...pero de pronto se puso de pie y iba a avanzar hacia la puerta; había escuchado pasos fuera de la habitación.

Alguien tocó la puerta, el rubio pensó que era Yeterni o algun otro criado que iba a llamarlo para ir a ver al señor Mauritius, pero grande fue su sorpresa al ver al senador en su puerta.

El senador saludó y preguntó a Dahinten que trabajo deseaba. El extranjero se dió cuenta que el señor también lo había estudiado concienzudamente.

Avanzando un par de pasos y agachando un poco la cabeza con respeto dijo:
-Senador Mauritius, al venir a su casa lo hice movido por el deseo de pedirle trabajo, se de buena fuente que usted es una de las mayores personalidades del reino por su bondad, su honorabilidad y su sabiduría.

Cualquier tipo de trabajo lo puedo realizar como usted guste, puedo fungir como un guardia mas de su villa, como un guardaespaldas que lo acompañe a todos lados o como un gladiador que gane batallas para su honor señor.

No tengo mucha experiencia en este tipo de trabajos, pero puedo prometerle que me esforzaré al máximo para mejorar y poder ser digno de ser su humilde servidor.-

Dahinten se postró ante los pies del senador, en señal de respeto. Estuvo asi unos segundos y luego se levantó, caminó hasta donde había dejado sus cosas y tomó sus espadas, las desprendió habilmente y las puso ante los ojos de Mauritius. Seguidamente se alejó, volvió a envainar sus espadas y dijo:

-Me agradaría, señor; poder ser gladiador, poner mi vida en riesgo, para con mi sudor para acrecentar su fortuna y su honor.

El senador parecía complacido con la presencia y la prestancia del extranjero, y le dijo que podía ser su gladiador, puesto que necesitaba alguien que acrecentara su fortuna en las batallas del coliseo.

-Señor Mauritius, es un honor para mi trabajar para usted, y dejeme decirle que no se arrepentirá de haberme tomado como su gladiador, y es mi promesa ante usted dar hasta el ultimo aliento de vida para acrecentar tanto su fortuna como su honor Senador.

En cuanto a lo último que menciona, no soy un holgazán, aunque por un momento descansaré, puesto que el viaje hasta aquí fue bastante largo y necesito reponer energías. Y le agradezco sinceramente señor, por considerarme para este trabajo tan importante, y a la vez quiero agradecele de antemano las cosas que me ofrece a cambio de mis servicios, es un honor trabajar para tan grande personaje.

¡Ah! Por cierto señor, ¿donde puedo dejar a mi caballo?- Dijo el rubio poniendose en pie. Se sentía un tanto intimidado por hacer una pregunta así, pues nunca había tenido muchas cosas por lsa cuales preguntar, y era poco el tiempo desde que tenía a su caballo y a Hachi, el perrito. Ambos eran propiedad de Argol quien había muerto de un ataque cardíaco.

A pesar de tener un caracter bastante abierto y expansivo que hasta hace poco había descubierto, Dahinten en ese momento se detuvo unos segundos a pensar en todas las cosas malas que le habían sucedido en la vida.

El senador aún no había abandonado la habitación, caminaba ligeramente molesto hacia la salida....parecía que algo le molestara.

-Creame Senador, que lo ultimo que deseo es su deshonra y la mía propia, y tampoco es mi destino ser comida de los leones, eso se lo juro.

Mi destino es llegar a ser un hombre reconocido, al que el pueblo tema y respete... No salí de mi tierra para morir vencido por otro gladiador, porque si mi destino fuese ser comida de los leones, hay bastantes leones en mi tierra y me hubieran tragado entero- Dijo el rubio en son de broma al Senador.


-Espero poder ser mejor que esos otros gladiadores que su usted tiene, ya que ya he luchado contra leones y otros hombres, mi experiencia se basa en el combate y tal es un arma muy poderosa de la cual puedo sacar mucho provecho.-

-Estoy listo señor-. Dijo Dahinten -Soy capaz de morir por usted, señor-

-Gracias, Senador- Dijo el rubio ante la respuesta del poderoso Mauritius, era cierto que el caballo no había sido de Dahinten desde un principio, pero le había tomado mucho aprecio puesto que su amigo Argol se lo había dejado junto con Hachi.

-No se preocupe señor, sus ordenes no serán desobedecidas...la señorita Yeterni seguirá como hasta ahora, le agradecería que un sirviente lleve a mi caballo a las caballerizas, y si no es molestia que traiga a mi perrito a esta habitación ....y me gustría algo senador...que me lleve a el coliseo!- Fue la terminante respuesta del rubio

-No se preocupe señor, Hachi está muy bien educado- Dijo el rubio mientras sacaba una correa de su mochila y la ataba a la pata de la cama. -Aquí lo tendré atado por cualquier cosa.-

-Y puede estar seguro que Hachi no atacará a nadie, está acostumbrado a verse entre muchas personas, y se lleva bastante bien con los desconocidos, asi mismo es un amigo fiel que responde a mis ordenes sin titubear.-

El senador parecía complacido talvez porque ahora había un nuevo gladiador a sus servicios, o porque podría acrecentar sensiblemente sus ganancias y su honra. El rubio empezó a preparar sus objetos, tomando su medallón; el medallón del León..el cual estaba bañado con la sangre de un león que Dahinten había matado sin mas ayuda que sus manos, sus espadas y un vulgar escudo de madera.

El senador le dijo a Dahinten que se preparara, y que iba a tener el honor de realizar una visita guiada por el gran Mauritius por Roma y por el coliseo y sus alrededores, Dahinten se sentía orgulloso..su porvenir iba mejorando considerablemente, de no tener nada más que unos ropajes bastante viejos, sus espadas y su medallón a tener lo anteriormente mencionado, ropas nuevas, varias mochilas y utensilios varios y además de nuevos amigos como Aldebarán, Sylvanas, y el finado Argol. Además de otros dos amigos que no lo abandonaban....su caballo, al que había nombrado Silver y a Hachi el perrito.

Al senador parecía complacerle en extremo la actitud del nuevo gladiador, y se había puesto de pie diciendo lo siguiente: pero vamos ya, levantate eh dicho que si no tienes ganas no podras triunfar, que las espadas te aguardan ya...

Dahinten que se seguía preparando, levantó la cabeza y dijo:

-Señor, espero no ofenderlo...pero me gustaría utilizar mis espadas, he luchado incontables veces con ellas y nunca me han vencido.

Dahinten terminó de colocarse una túnica azul marino sobre su desgastado ropaje, y varios trozos de tela cubrían sus extremidades y una cinta azul eléctrico fue colocada en su frente. Tomó su cinturón y en el puso sus espadas dobles y con paso decidido siguió a Mauritius...

Tras pasar algunas cuantas horas en el Coliseo Romano, Dahinten regresaba. A la entrada de la Villa Romana de Cambre, la señorita Yeterni esperaba. Dahinten se presentó ante ella para anunciarle que su presencia en la Villa correspondía a que deseaba hablar con el Senador.

Yeterni le dijo que el senador no se encontraba, que estaba en el senado. Dahinten se despidió de la señorita entrando a la Villa y encaminándose a las caballerizas para saludar a su caballo que comía hierba tranquilamente. Seguidamente, Dahinten caminó por los alrededores de la villa, intentando no pensar en sus problemas, aunque a muchos no les parecieran problemas muy graves, a Dahinten se le hacían bastante difíciles. El sentimiento extraño lo perturbaba, puesto que nunca lo había sentido.

Tras varias horas caminando y pensando en sus asuntos; el rubio se encaminó hacia su habitación. Ahi lo estaba esperando Hachi que dormitaba en un rincón, al verlo, Hachi se levantó moviendo la cola. Corriendo se acercó a Dahinten saltando de vez en cuando para demostrarle su cariño y camaradería. Dahinten se inclinó y acarició al fiel perrito.

Colocó su mochila sobre una silla y se tendió en la cama. Dahinten esperaba al senador para preguntarle lo que le sucedía, tomando sus espadas, las separó habilmente y al verse en el reflejo de la espada, notó un resplandor un poco raro alrededor de sus hombros. El resplandor no era una luz ni un humo, parecía una aleación de ambos, era todo muy extraño.

Decidió esperar tranquilamente a la llegada del Senador Mauritius, así saldría de la duda de que le sucedía y que era el resplandor...

Absorto en sus cavilaciones se encontraba Dahinten, pensando tan fuertemente en lo que le sucedía y esforzándose para imaginar nuevas cosas.

Concentrado como estaba, poco a poco el sueño lo fue venciendo, hasta que ya no pudo más y cerró los ojos. Quien sabe cuanto tiempo llevaba durmiendo cuando de pronto empezó a soñar algo muy raro. Se encontraba en un salón de blancura infinita, de grandes espaciones y muy hermoso. Parecía un sueño dentro de otro sueño.

En el salón habían varias personas, todas y cada una irradiaba una luz muy parecida a la de Dahinten, las habían de varios colores y formas. Todos observaban a Dahinten caminar en linea recta, algunos con una mirada impresionada y otros le sonreían. Caminaba lentamente, como queriendo retardar el momento cumbre; caminaba hacia una luz muy grande y detrás de la cual se observaban rayos, un hombre estaba sentado en un trono muy precioso, hacia él avanzaba el rubio.

Ese hombre se le hacía conocido...pero no lograba ver su rostro....parecía ser rubio....de pronto, Dahinten sintió una nueva energía, algo que nunca había experimentado...pero no parecía que fuera en el sueño...era en la vida real!!

Se despertó un tanto sobresaltado, tenía la sensación de antes pero ahora lo invadía otra que se hacía mas fuerte a cada momento, y como un imán lo atraía. Dahinten no sabía que hacer, le parecía que conocía esa energía, pero nunca la había sentido antes...

Decidió levantarse y seguir a la energía que lo llamaba, sus pies lo llevaban como si tuvieran mente propia hacia las afueras de la Villa Romana de Cambre...

Pasando las colinas un jinete venía rapido y veloz, llevaba al cuello un gran bolso de cuero en cuyo interior se guardaba con esmero y cuidado la cartas de convocatoria para cada senador que aun yacía ausente. Habían sido escritas con habil mano, dejando una buena caligrafia a pesar del apuro con que se las hizo.

El mensajero era el mismo que debio de haber dejado el encargo la ultima vez en villa adriana, claro, si no se hubiera puesto a hacer la egipcia tal labor en su lugar. Pronto llego a una de las villas más reconocidas del pueblo romano...Cambre.

Se decía que pertenecia a un gran senador del pasado, y si bien, el cascaron exterior de la propiedad era sorprendente por su belleza guardaba un siniestro secreto en su interior, una tan abominable que había dado fruto al odio entre hermanos.

El mensajero había oido algo de aquello, por lo cual, se acerco un tanto timido, toco dos veces exactas a la puerta, un muchacho salio, tenia los ojos pintados y parecía lucir como una vulgar ramera, el joven se asusto, no sabia que cosas peores podrian hallarse dentro, la perversion de algunos senadores resultaba epica.

Solo con monosilabos lacanzo a pasar el paquete al siervo y partio enseguido hacía su siguiente parada.

Dahinten se encontraba descansando en su habitación en la Villa Romana de Cambre, nada perturbaba sus pensamientos ahi tendido en la cama. Hachi dormitaba a su lado, gruñendo de vez en cuando.

El rubio se sentía intimamente feliz debido a que ya era un legionario, ya se había probado ante el Dios Zeus y había sido digno de ser llamado al ejercito del Dios más poderoso. Dahinten sabía que debía entrenar mucho para mejorar su técnica, el manejo de su cosmos y hacerse más poderoso.

En ese tiempo no había mucho movimiento en el coliseo, así que Dahinten sabía que no tenía caso ir hacia ese lugar, pensaba en ir a varios lugares, pero no quería dejar de visitar uno: Villa Miseria. Ahí tenía una casa, unas cuantas comodidades y era el lugar donde estaba enterrado su amigo Argol.

No le había comunicado al Senador Mauritius que partía hacia allá, pero Dahinten sabía que el senador lo aprobaría puesto que en el coliseo no haría nada mientras que estando en Villa Miseria podía entrenar con todos los sabios entrenadores de aquel lugar. Sistemáticamente fue recogiendo sus posesiones, y los fue poniendo en su mochila. Llevaba provisiones, un pico y una pala, las lonas y palos para hacer una tienda, agua y unas cuantas prendas. Así mismo ajustó su espada doble a su cintura, colgó de su cuello el medallón del león y seguido de Hachi salió de su habitación cerrandola cuidadosamente.

En el camino se encontró con la señorita Yeterni, la fiel sirvienta del senador. Dahinten le explicó a donde se dirigía así mismo porque lo hacía, la señorita temía que el senador se enojara por eso y rematara con ella; así que Dahinten tomó de manos de otro sirviente un trozo de tela, una pluma y un frasquito de tinta; y escribió las siguientes palabras:

Senador Mauritius:
Como usted ha de saber, en el coliseo no hay actividades en este tiempo, por lo tanto me dirijo hacia Villa Miseria para continuar mi entrenamiento en ese lugar. Sé que será de su agrado que yo siga entrenando para así defender su orgullo y su honor tanto en el coliseo como formando parte de las filas del ejercito del Dios Zeus.

Dahinten

Entregó la carta a la señorita Yeterni, se despidió de ella con una sonrisa y se dirigió a las caballerizas a ensillar su caballo y prepar todo para el viaje. Ya preparado todo, montó en Silver y seguido de Hachi el fiel can salió de la Villa de Cambre con rumbo a villa Miseria.