Entrada del Templo del Fuego y las Llamas

Larissa había decidido ir a explorar el templo de Ares para ver si encontraba a alguien. Debido a su cosmos no tan desarrollado, la mujer de los cabellos castaños no había podido determinar si el que no sintiera la presencia de nadie se debía a su bajo nivel, o al hecho de que de verdad no había nadie en ese lugar, por lo tanto pensó que el recorrer un lugar y otro y otro sucesivaemente, le iba a dar la respuesta que estaba buscando. Con la misma tranquilidad de siempre la portadora de Anhilio se paseó por los solitarios pasillos pensando en el asunto de Lestat y de cómo su actitud hacia él estaba empezando a cambiar. Poco a poco su esencia humana se había ido relegando a tal punto de no tomarle tanta importancia como antes al hombre de los cabellos castaños. Es que en el fondo lo sabía de memoria: Su vida no podía ser regida por aquellos sentimientos tan bellos y fuertes que tiempo atrás la unieron a ese hombre. Ambos eran guerreros de Ares y su señor no aceptaba a en sus filas a gente débil como ellos. Si quería triunfar tenía que dejar de lado todo eso aunque le doliera.

-Ahora que la vedadera Larissa no está tengo el poder para hacer lo que se me de la gana. Nunca pensé que ella quería relegarse sola para que yo tomase todo el control. Apenas sí queda algo de ella dentro de mí... Al final tenía que pasar- DIjo en voz baja la portadora de la armadura de uno de los esbirros de Ares mientras caminaba hasta llegar a un sitio rocoso y lleno de lava.

-Así que el templo de las llamas está arreglado cual salón de fiestas de muchachas sin cerebro. ¡Tontas ninfas! Deberían saber ya que este lugar debe lucir tétrico y no ordenado como si fuera un sitio de descanso. Seguro el anterior habitante hizo que lo limpiaran todo, pues esto parece reciente.- Larissa siguió avanzando observándolo todo, pues a pesar de no haber visto a nadie con sus ojos, la mujer quería avanzar más para ver si se convencía de la ausencia de los demás en ese lugar.

Luego de varios segundos de caminataba absurda y sin sentido, la mujer de los cabellos castaños decidió que en vez de tratar de atormentar a las ninfas que la miraban con miedo, era mejor ir a visitar los otros sitios del lugar en donde ella tendría que moverse de ahora en adelante. En su humilde opinión ese lugar se la hacía incluso más aburrido que el lugar en donde estuvo entrenando con Lestat a quien había dejado en su letargo, el cual esperaba desapareciera lo más pronto posible. Es que ni la bestia esa que salía de la lava con su actitud amenazante la motivaba si quiera un poco, pues aquel animal no se le hacía para nada interesante. Algo dentro de ella estaba cambiando y se podía evidenciar en su mirar. Sus ojos ya no eran dulces llenos de vida y cálidos. Nada de eso se podía ver ahora transmitido por su mirar. Larissa estaba cambiando su forma de ser manera brusca, se estaba transformando en una mujer con deseos e impulsos de matar tan fuertes que parecía iba a volverse loca si no lo hacía. Con su cosmos elevado la joven de los cabellos color avellana se acercó a una de las ninfas de cabello rojo que se encontraba por ahí y la tomó de los cabellos con violencia. Tenía claras intenciones de matarla y por unos segundos casi lo iba a hacer; sin embargo algo la hizo cambiar de opinión y era el hecho de que Ares no había expresado ante ella el permiso para hacer tal cosa.

-Muy bien ninfas. No voy a asesinarlas como tenía pensado cuando puse mis pies en este lugar, pues si hago tal cosa puede que me toque el trabajo que deben hacer ustedes. Los que sí voy a hacer es darles esta advertencia. Por como sigan manteniendo este lugar cual salón de bailes de bievenida mi señor se molestará y como cuando se pone de mal humor es más terrible que nunca a mi me pone infeliz. Cuando me pongo infeliz los culpables deben pagarlo caro... Así que dedíquense a dejar este sitio como debe ser en vez de perder su tiempo en estupideces.

Una vez dicho esto Larissa emprendió su camino de regreso para ir a otros lugares del templo de su amo. El camino era un poco largo, pero dado el hecho de que ella se encontraba sola, tenía todo el tiempo del mundo para hacer su paseo de reconocimiento por el lugar ya que no había ningún guardián que le impidiese el paso a todas las áreas que le llamaban la atención.