Entrada [Templo de la Discordia]

Una sombra se hacia presente entre los muros del templo de la discordia, había aparecido ahí, después de haberme desintegrado y convertido en un rayo en el rió de roma, tenia tantas ganas de conocer a la que seria, por las palabras de mi amor lydia, una aliada, aunque no buscaba por ahora alguna confrontación con algún dios, solo quería ver los posibles arreglos que podría haber.

Mi cosmos se encendió, en forma de darle entender a la diosa, que necesita su permiso para poder acceder al lugar, no quería que lo tomara de mala gana, aunque era un poco terco al no hacerlo, me podría tomar como algún enemigo y enviar a sus guardias a echarme, lo que ocasionaría un baño de sangre de su parte. Camine por las escalinatas que daban el completo acceso al templo, comencé a silbar un poco para animar mi caminar, mientras que las sandalias molían el polvo que yacía en el lugar. El viento lo balanceaba de un lado a otro, mi toga también se movía al compás, y con ello creaba unos cuantos pequeños remolinos a mi paso.

Bien creo que no le sorprenderá mucho mi visita, pero de cualquier manera espero venga a recibirme, o enviar a alguien para que pueda entrar sin ninguna preocupacion...musite mientras seguia mi paso, hasta detenerme en una entrada, solo para caminar en pequeños circulos buscando la manera de no hacer mucho alboroto.

M-mi señora Persefo- intentando hablar y sintiendo la imponente presión que apretaba su pecho, Trista no podía ocultar el hecho de que ver a su señora transformada en Kore era un tanto…molesto, por decir lo mínimo. Sinceramente no le gustaba demasiado, toda su naturaleza le decía que debía hacer que recuperara su naturaleza como la señora del Infierno, la regente de los Pecados y la justa esposa de Hades, el Emperador de la Oscuridad…pero la mirada de la diosa la atrapó casi de forma instantánea.

Que te trae por aquí…Gula? preguntó la chica de cabellos violetas, acariciando con calma la mejilla de su ex-soldado.

M-mi señora…necesito hablar con usted ahora mismo…tengo que preguntarle algo de suma importancia! dijo Trista con cansancio…simplemente, estaba agotada: haber soportado la presencia de Hades en toda su magnánima expresión había sido por demás, muy superior a lo que su simple cuerpo humano hubo podido aguantar. Ni siquiera había empezado a recobrar el dominio de su cosmos y eso era lo que le había causado tantos problemas en primer lugar.

Conmigo? Pero si tus hermanas ya me habían dado sus respuestas antes…no me necesitan, verdad? Es todo por él…por Hades… murmuró la diosa de la Primavera con un evidente tono de remordimiento en su voz.

Sabe que no todos los Pecados compartimos las mismas opiniones…usted bien sabe que estamos divididas bien de una forma, u otra…en todo caso, mi cuestión es esta…porque no regresa con nosotros? Cual es su razón para permanecer en la tierra, teniendo todo un imperio que la espera con los brazos abiertos? D-de seguro que el señor Hades estaría complacido de verla regre--- antes de poder completar aquella frase, la personificación de la Gula pudo ver como su antigua señora negaba con la cabeza y una sonrisa algo triste en su cara.

No puedo…Gula, es que acaso no lo recuerdas? Hades me traicionó…al final de la guerra Santa del pasado, él…él…él…me sacrificó para llevar a cabo sus planes y además, por su culpa mi esencia y mi poder se perdieron…no lo notas? No soy igual que hace doscientos años. respondió Kore mientras posaba su mano derecha sobre su pecho, haciendo notar el resentimiento que pesaba sobre su alma y con ello, todo el sufrimiento que había pasado su espíritu hasta el momento de renacer en aquella época.

Yo no… la respuesta de Trista era negativa…claro, no podía saberlo ya que su cosmos ni siquiera se había manifestado durante todo aquel tiempo. Por favor...regr- y allí la mujer de cabellos verdes sintió una pulsación en su pecho, como si un resonar de campanas surgiera de su misma cabeza y la golpeara una y otra vez. Volteando la mirada, Gula se dio cuenta que la fuente de aquel suceso era el reloj de arenas negras que le había dado Hades: su contenido se arremolinaba con furia, como si el tiempo que marcaba el regreso de la mujer no importara ya…que sucedía? La adivina no tenía ni la más remota idea.

Es por eso que no puedo regresar…al menos no como Perséfone. Escúchame mi querida Gula, dentro de pronto nos veremos…eventualmente encararé a Hades, pero no para remitirme a sus deseos, sino más bien para encararlo…él descubrirá mi dolor, el lo sentirá en carne propia…esa es mi voluntad. dijo Kore, sin notar la extraña ocurrencia que sucedía en la mano derecha de su ex-seguidora y dejando a Gula con los ojos entornados…por un momento había podido percibir aquella actitud indomable de la Emperatriz de los Infiernos, por un ínfimo instante había notado la esencia de Perséfone en medio del manto de bondad que la cubría. Incluso con aquel tono de amenaza, Trista había sentido un rayo de esperanza…no todo estaba perdido y lo había comprobado: todavía podía hacer resurgir a Perséfone y eso era lo único que importaba.

Sonriendo, a la personificación de la Gula la invadió un sentimiento de parálisis y un rechinido la alertó: las arenas negras se volvían a agitar y su cuerpo se disolvía con el viento…parecía que su tiempo había acabado.

Q-que? Pero si ni siquiera ha pasado una ho-hora…no…

Gula? preguntó Kore con tono preocupado, dirigiéndose a la mujer con la mano levantada.

No se preocupe mi señora…ya vi su resolución…así que solo puedo estar de acuerdo con usted, en una sola cosa: nos veremos pronto…pero no en la situación que usted planteó, ya lo verá…adiós, mi señora Perséfone. finalizó Trista, desapareciendo en un remolino de arena negra y volviendo a desvanecerse para aparecer en un lugar completamente distinto de aquel en donde se encontraba…la pregunta ahora era, donde iría? La hora que había pedido no había pasado por completo y aquel artefacto que le había proporcionado Hades parecía actuar por sí mismo…así que…a donde sería enviada? No pasó demasiado tiempo hasta que la consciencia de Trista se volviera a reformar, esta vez en un sitio mucho más caluroso y ubicado más al sur de su posición anterior.

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Offrol: Ya que Lin perdió a su diosa, me tomé la libertad de manipular sus diálogos y acciones tomando en cuenta lo que ha hecho hasta ahora en sus posts anteriores.

Después de tres días en los que el joven de cabellera rubia había estado viajando para llegar a Grecia, o con más exactitud, llegar al lugar que el corazón le marcaba con su luz, Ganyemede llegó a unas peculiares ruinas. No estaba seguro de entrar, puesto que inmediatamente tuvo una sensación de desaliento que lo viajó de los pies a la cabeza. No era de extrañarse, tras haber vagado por tres días consecutivos en busca de un punto desconocido ciertamente era un trabajo agotador.

Es aquí, la diosa se encuentra aquí. Emitió la voz del ángel de la sinceridad, el cual no se encontraba en Ganymede sino en el collar que adornaba su delgado cuello. Aquel objeto era el que le había estado ayudando como guía durante su viaje, el cual se extendió por varios meses sin conseguir datos que pudiera utilizar con el propósito de dar con el paradero de la señora Afrodita. Lamentablemente sólo hablaba por breves lapsos o decía poco. No podía ponerse a reclamarle a una pieza de joyería así que simplemente siguió subiendo las escaleras que llevaban al interior del ruinoso escenario. Esperaba no enfurecer a nadie con su visita.

¿Estás seguro de que seré bien recibido? No quiero incomodar. Confesó el chico tragando saliva. Descuida. Si la diosa se encuentra ahí nada debes temer. Las palabras de la joya lo tranquilizaron, pero no lo convencían por completo. Pero no podía ponerse a titubear cuando el que le sugería seguir era la voz del ángel de la sinceridad.

Sheznarda no dejó de correr hasta que sintió que sus piernas no daban más. Entendía que con las cosas que le estaban pasando, nada de lo que ella iba a hacer tenía algo de lógica. Estaba segura de que ese hombre decía la verdad, y que Eris no se iba a enojar si ella se iba con esa mujer de los cabellos negros; sin embargo algo dentro de su ser le estaba diciendo que no tenía por qué seguir más en ese lugar. Sin que ella puediese determinar por qué pensaba que las cosas que hacía no tenían un fin que nada de lo que ella hiciera por darle sentido a su vida iba a tener resultado si seguía en ese templo y portando esa armadura que de pronto la ladrona percibía como ajena.

-Lo sabía!- Dijo la voz del fantasma del hambre dentro de la mente de Sheznarda.- Era sólo cuestión de tiempo para que tu debilidad gobernara tus actos! Has de saber bien mujer que si abandonas el manto de Eris, ella no tendrá piedad contigo en su renacer y tú irremediablemente morirás bajo su venganza.

-Su venganza...- Sheznarda repitió en tono monocorde esta palabra y el pelaje de su mascota rozó su piel con lentitud haciendo que ella regresara a la realidad. Tenía alguien a quien cuidar. Heero no era un ser humano, pero era lo único que tenía para poder sentir que alguien la quería de verdad, porque su corazón roto había sido machacado tantas veces que la soledad era lo único que unía las piezas del mismo. Varias lágrimas cayeron de los ojos de la mujer de los cabellos rubios y un dolor profundo invadió todo su ser, era claro lo que estaba pasando y lo que estaba sintiendo, el fantasma del hambre estaba intentando matarla por la traición que ella iba a cometer contra su señora, y por raro que pareciera para todos los que leen lo que estoy narrando; Sheznarda no pensaba hacer nada para defenderse, pues se le había metido en la cabeza que para proteger lo único que ella tenía como querido debía morir sin oponer resistencia.

-Jabranth... Seguro piensas que soy una cobarde por rendirme tan pronto.- Pensaba Sheznarda en la agonía que le estaba haciendo pasar quien antes había sido su compañero en la batalla. El fantasma del hambre estaba lleno de odio contra el contenedor que durante tanto tiempo lo tuvo albergado, y todo ese odio hacía que la dueña de aquel animalito que ahora lloraba bastante asustado; sintiese en su interior como si algo o alguien la estuviese desgarrando. Tenía miedo de morir, por que lo único que veía a su lado era soledad y silencio, nada había para ella más allá de esas puertas que ya había cruzado, ni tampoco dentro del templo que había sido su hogar, o por lo menos eso pensaba ella.

-Lo que más me duele es que no voy a poder enfrentar a esa mujer y no voy a poder decirle en la cara lo mucho que... No. Ya no tiene caso que tenga todo ese odio dentro de mí. Ya no importa nada porque después de todo yo me convertiré en nada- Estas palabras las dijo la ladrona en vez alta y justo cuando ella terminó su argumento sin sentido, uan luz brilló encima de ella, era como si una especie de energía cálida y cariñosa quisiera transmitirle una nueva fuerza, una que le permitiría a la ex fantasma del hambre liberarse de ese espíritu maligno.

-Sheznarda...- Dijo una voz ducle y amable- Sheznarda aún no te rindas. Tu destino no tiene por qué terminar de esa forma tan fatídica. Tu deber es otro y no podrás cumplirlo si mueres en este lugar; la protectora de la tierra, la reina de la paz en este mundo te ha escogido para cosas grandes y maravillosas. No te rindas y pelea.-

-Qué fue eso?- Preguntó Sheznarda sintiendo cómo el dolor que estaba regalándole una agonía nueva empezaba a desaparecer con lentitud.- Quién eres?- Sheznarda se incorporó, puesto que el dolor que había sentido momentos atrás había hecho que ella se acostase en el piso y se revolcase al no poder controlar su tortura.- Por qué no puedo verte?

-Sheznarda... Yo soy un espíritu más bondadoso. Soy alguien que está al servicio de la más amable de las señoras, yo sirvo a Athena la protectora de la tierra, y si tú aceptas tenerme dentro de tí acabaré con la agonía que te apresa en estos momentos y así podrás proteger a quien quieres.

Sheznarda se quedó petrificiada, no entendiía cómo era posible que ella quien antes hubiese podido atacar a la protectora de la tierra ahora estaba siendo escogida para portar a uno de sus guardianes. Si no hubiese sido por los hechos anteriores, hubiese pensado que todo se trataba de un vil engaño, pero ahora que tenía pruebas palpables de lo que estaba escuchando sentía que todo era verdad y que no tenía que nada que temer. Que podía aceptar a ese ser como su compañero sin pensar en nada más.

-Acepto tenerte a mi lado. Libérame de este espíritu que amenaza mi vida.- Dijo Sheznarda y acto seguido se desmayó puesto que sus fuerzas se habían agotado, sin embargo al tener el espíritu que servía a Athena las fuerzas de Sheznarda se recuperaron en pocas horas y todo el sufrimiento de la fantasma se redujo a cero. Su armadura del hambre ya no estaba y ahora una fuerza nueva la llevaba en busca de su otro manto sagrado, uno que esta vez no iba a abandonar porque éste le daba justo lo que le hacía falta.

-Adiós. A quien ya no es nada para mí- Dijo la ladrona y abandonó el templo de la discordia para siempre.

Fantasma del hambre / Sheznarda/ espíritu de la armadura de piscis