Salida a Grecia...

por Astrid Sáb Dic 18, 2010 7:08 am

Debía sujetarme fuertemente o sin duda caería del corcel provocándome un daño más que mortal, además de no conocer el camino en el cual surcaba podría lastimar al caballo al forzarlo a seguir de esa manera. No importaba deseaba que el viento me azotara con su ventisca llevándose lejos de mí ese aroma tan embriagante..

Hyaa!!... vamos!!..

La respiración del animal aumentaba con cada exhalación que se escapaba ya agotado de su hocico, la velocidad que recorríamos esos parajes era descomunal pero para mí era como si sucedieran en cámara lenta, logrando ver a veces en la lejanía como aquel ser se burlaba de mí observando lo inútil que resultaban mis acciones. ¿Quién era ella?, ¿Por qué el afán de mantenerse a mi lado?…

No era el momento indicado para fijarme de esos detalles, tenía mis propios asuntos que concluir antes de si quiera pensar en la remota idea de dirigirme a Heinstein, para cuando quise concentrarme ya no recordaba a las personas más preciadas que formaron parte de mi vida, sin alterarme solo alcanzaba a morder mis labios deteniendo de un golpe al corcel cuando halaba las riendas hacia atrás, el animal se detuvo sintiendo como sus patas temblaban rendidas por la fuerza que había obligado que tomara. Al bajar caía de golpe de rodillas sosteniendo las bridas que quedaban sueltas, mi pecho se oprimía estando a punto de romperse en miles de pedazos, mis manos pasaron a ocultar mi rostro pues me avergonzaba la manera que estaba derramando lagrimas sin razón alguna. Estaba desahogándome de una forma sumamente patética. No entendía como de la nada me quedaba sola, arrebatándome todo lo que yo por derecho merecía, no estaba bien, quería morir sin tener las malditas sensaciones a mí alrededor.

Sería.. sería más sencillo… si jamás hubiera existido.

Inclinándome hacia delante mis manos rodeaban mi cuerpo aferrándose para tranquilizarme, hasta que abriéndose ante mí los rayos del atardecer me mostraban la salida de aquel bosque para percatarme que ese lugar me resultaba familiar, secando el resto de lágrimas me levantaba para avanzar unos pasos. Ante mí todos los límites del territorio romano se extendían justo frente a mí, no sabía si debía confiar en sus palabras pero algo me movía hacia aquella dirección pero no comprendía a quién debía encontrarme. El tiempo apremiaba y yo debía buscar refugio antes de que llegara la noche y me resultara imposible proseguir. Bajando con cuidado por las rocas me detuve para mirar hacia atrás por última vez, esperaba no olvidar a las personas que me ayudaron desinteresadamente o si no sería demasiado tarde.