Camino a Grecia

La distorsión espacio temporal que había invocado Aspros había sido todo un éxito…había logrado crear un portal que doblaba el tiempo y el espacio como si las barreras naturales que normalmente impedían semejante proeza no significaran nada, y ese era un logro que Aspros no dejaba de repasar mentalmente una y otra vez. A pesar de que no había controlado a la perfección el portal para que lo enviara a un lugar conocido, de algo estaba seguro…con un poco de práctica más lograría controlar aquella maniobra a la perfección y con un arma de ese calibre en sus manos, su meta de llegar a ser el ser más brillante que alguna vez hubo pasado sobre la tierra estaría mucho más cercana a sus manos que nunca antes. Por suerte, su poca experiencia como el ser que dominaba las barreras del espacio tiempo no le había causado mayores problemas y ahora se encontraba en medio de una ruta solitaria en los bosques más allá del este de los límites del Imperio Romano; si no mal recordaba las rutas que seguían las caravanas todos los meses del año, si esperaba un poco podría encontrarse con un grupo de mercaderes que lo llevarían a su siguiente destino: Grecia. Habiendo decidido dejar de un lado las tonterías que incluían al senado, las herencias y los delirios de grandeza que no significaban nada para él en aquellos instantes, optó por partir hacia los rincones de donde habían surgidos incontables mitos sobre seres de gran poder y magnificencia, justamente la misma cultura de donde el panteón de dioses romanos había surgido originalmente…la meta ahora era claro, llegar a Grecia y empezar a “investigar” un poco.

Incluso...puede que de con la identidad de mi antiguo “compañero”… murmuró el peliazul, sentado en la parte trasera de una carreta que corría en dirección a la primera parada de los mercaderes en los alrededores de aquella zona boscosa mientras recordaba la metamorfosis del primogénito del Emperador, Octavius, rememorando en parte el miedo y la aprehensión que lo habían dominado por unos instantes antes de descubrir hasta donde alcanzaban sus propias habilidades. ...no falta mucho.