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Mensaje por Aspros Sáb Ene 29, 2011 12:17 pm

Por aquí, Alteza. Dije con calma y respeto indicando el camino que habríamos de seguir hacia aquel sitio seguro que según mis expectativas, sería el más idóneo para discutir asuntos de tal magnitud con una de las autoridades más grandes de toda la Capital del Imperio. Si lograba hacer las cosas bien, mi objetivo se vería más cerca de verse cumplido y por lo visto, la disponibilidad y voluntad de Octavius para limpiar la ciudad eran tan grandes como mis deseos de retomar lo que por derecho me pertenecía. Todo marchaba sobre ruedas de una forma suave y más que indicada.

El camino que recorríamos era sinuoso y relativamente rural para las demás rutas marcadas en el centro de la Ciudad, más aún en el Mercado donde las carretillas y carruajes eran cosas comunes…de verdad que el Imperio se iba a pique poco a poco, y la presencia de todos aquellos Senadores corruptos no eran nada más que el mayor de los incentivos para promover semejante hundimiento económico, político y social. Tan solo unos minutos después el destino que había escogido como un lugar seguro se podía apreciar en toda su majestuosidad: El Coliseo Romano, un vestigio de las mejores épocas de la Nación que aún permanecía en pie y que por lo visto, había empezado a ser dejado de lado junto al honor y la gloria que este prometía, una verdadera lástima que no podía dejar de mencionarle a Octavius, por supuesto. Es lamentable, cierto? El Coliseo, un lugar lleno de misticismo y presencia reducido a un viejo y lamentable recuerdo de tiempos prósperos, en los cuales los valores familiares y el honor eran lo que más valía. Puede parecer fuera de lugar viniendo de un ex-Senador pero hace algunos años tomé lecciones con la espada y fue donde escuché por primera vez de su leyenda, Majestad. Comenté de forma un tanto nostálgica, recordando aquellos momentos en los cuales se me había enseñado las bases del manejo de las armas de guerra…no podía afirmar que fuera el mejor, pero al menos sí destacaba por sobre el resto.

Sea como sea, este lugar le parecerá conocido y claro, tendrá presente que aquí nadie nos molestará ni nos podrá espiar. concluí después de subir unas escaleras polvorientas en medio de unos pasillos abandonados y un tanto siniestros por la baja luz que lograba colarse hasta ellos para abrir un acceso de puertas dobles hacia una estancia vasta y rica en muebles, mesas y fuentes de comida y agua que no parecían haber sido abastecidas recientemente. Al final había un sendo balcón con un enorme sillón donde el César solía sentarse a ver los juegos y a decidir si merecía la pena o no perdonar a las pobres víctimas que eran presas de su propia debilidad y caían como moscas ante los obstáculos que se les ponían en la Arena. Lo mejor de la habitación era el grueso de las paredes y la puerta, más la particular arquitectura de la cámara que impedía que el sonido saliera más allá de lo que debería. La única forma posible de espiar era estar debajo del balcón…y como aquello era imposible a menos de poder mantenerse pegado a las paredes con las manos o pies, simplemente la conversación que tendría con el heredero al trono de Roma quedaría entre nosotros dos. Le parece un lugar adecuado, Majestad? pregunté con seriedad, esperando la respuesta y juicio del mayor quien obviamente debía reconocer que la elección hecha, era la mejor de todas las posibilidades que teníamos a mano.
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Mensaje por Octavius Sáb Ene 29, 2011 2:41 pm

El hombre considerado leyenda caminó tranquilamente junto a Aspros por las diversas calles del imperio, a la espera de poder descubrir hacía dónde quería llevarlo el de cabellos azules. Su presencia le resultaba bastante intrigante, y en cierta forma le recordaba a algunos de sus soldados ya caídos en batalla. Quizás por eso no le costó para nada aceptarlo como acompañante, puesto que era entendido en el trato de personas con el estereotipo que ahora representaba el ex senador.

Respecto del tramo que debieron recorrer por lo menos se trató de un camino solitario y un tanto más relajado a comparación del bullicio típico del mercado. Ahora andaban por una ruta discreta en la que las palabras del joven soñador se escuchaban con mucha más claridad y hasta autoridad, que en un principio no tuvo el honor de vislumbrar en toda su esencia y esplendor. Tenía que admitirlo, el muchacho tenía un estilo único y se notaba que era un acostumbrado a tratar con altos mandos, demostrado en que su memorización de los protocolos socialmente establecidos para dicho fin era sublime.

Sin embargo, como buen militar, Octavius no estaba precisamente adecuado para ser tratado con aquella labia tan exquisita y exagerada, por lo que cuando ya se encontraban en un palco del coliseo, lo primero que hizo fue disponer a aclarar ciertos puntos para con Aspros.

Deja de llamarme alteza o majestad, o nuestra conversación finalizará antes de lo previsto.
– Sentenció con autoridad y firmeza sin siquiera voltearse a mirarlo, dejando su vista perdida en el cielo azulado de aquel día. – Si quisiera oír halagos de mala muerte, iría al senado y por algo no estoy allí, así que evita hacerme sentir como si en verdad lo estuviera...- Prosiguió, dejando en claro que los tratos protocolares naturales de los políticos no iban con él, por muy noble o hijo del difunto césar que fuese.

Quiero que seas auténtico, al menos conmigo. Recuerda que soy un militar y por ende conozco el miedo que antecede a la muerte, el cual deja que los soldados digan toda su verdad influenciados por el temor a perder la vida. – Comentó acercándose lentamente hacía el borde del balcón para admirar toda la esplendida arquitectura de la que hacía gala el coliseo romano. – O en otras palabras, estoy acostumbrado a admirar la belleza de la verdad y honestidad por muy duras que fuesen. Por lo mismo, comprendo muy bien que para ti ni para nadie no soy aún nada más que un muerto renacido…

Ignorando por completo los comentarios acerca del edificio, Octavius prefirió privilegiar el dejar en claro que quería un trato de iguales y lo más transparente posible, ya que sólo así lograría poder buscar lo que necesitaba en Aspros y por ende, determinar si en verdad él era adecuado para sus objetivos o simplemente se trataba de un sujeto con ansías de poder y grandeza. De esos ya conocía muchos, y ninguno le era útil para sus necesidades. Así que si él resultaba ser como los otros, lo desecharía sin contemplaciones ni mayores parloteos.
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Mensaje por Aspros Sáb Ene 29, 2011 3:56 pm

Entendido...Octavius. dije con voz calmada y aún así, sumamente respetuosa. Aunque el heredero del trono de Roma insistiera en que dejara de llamarlo Alteza o Majestad, simplemente era difícil. La educación a la que había sido sometido desde el nacimiento indicaba que en ningún instante dejara de referirse a sus superiores por su rango asignado, con la única excepción siendo la de estar en confianza o conocer a esa persona en demasía…y con todo eso, el protocolo también indicaba que eso debía hacerse sola y únicamente de estar en privado. Bien, estábamos solamente él y yo, pero no me sentía con la autoridad como para llamarlo por su nombre de pila; aunque tampoco podía permitirme el perder semejante oportunidad.

Hablaré con la verdad de por medio, evitando la incómoda etiqueta que debería seguirse en estos casos. Empecé con tranquilidad mientras que cerraba los portones de la habitación con lentitud casi ritual y dejando que la luz del crepúsculo dominara enteramente la escena en el palco privado, confiriéndole un aspecto muerto y conservado en un bucle imperturbable del tiempo, como si este no tuviera influencia alguna en el lugar. Y sí, no se equivoca…para los Senadores su presencia no es otra más que la de un muerto que se ha levantado de la tumba para echar a perder sus planes. De hecho...usted no tiene poder en Roma, de ninguna clase. comencé con un semblante más serio y decidido, entrecerrando los ojos y acercándome a la pileta de agua que se encontraba totalmente seca para apoyarme sobre esta y así posar los brazos sobre mi cintura, sin desviar la mirada de la espalda del primogénito del Emperador. Siendo honesto...usted no me importa demasiado. Lo que yo quiero es volver a mi posición original y eliminar a esa lacra que se hace llamar mi “hermano”, recuperar el estatus que me pertenece por derecho de nacimiento…eso es todo lo que quiero. Si para eso tengo que forjar una alianza con usted…o puesto en términos simples “utilizarlo” lo haría sin dudarlo ni un solo instante. Ya lo habrá notado, desde que lo vi he considerado las implicaciones y los beneficios que me traería su ayuda…en conclusión, creo que ambos seríamos valiosos elementos el uno para el otro, no?. finalicé con decisión y dejando las cosas bien claras, después de todo…que podía perder a esas alturas? Nada…me encontraba en el lodo, revolcándome cual gusano…tal cual aquellas basuras de los distritos bajos que tanto me habían asqueado…no, simplemente no lo consentiría. Habría de hacerme de nuevo con lo que era mío. Y sí Octavius accedía…todo sería pan comido. Y bien Octavius…que opina?
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Mensaje por Octavius Jue Feb 03, 2011 2:42 pm

Una pequeña sonrisa en el rostro de Octavius al escuchar las palabras emitidas por Aspros fue quizás la mayor prueba de que, a pesar de lo fuerte de sus declaraciones, aquellas le habían complacido. Desde luego no por lo que quisiera lograr el ex senador, sino porque estaba seguro que representaban el pensamiento y sentir verdadero de aquel de cabellos azules. En otras palabras, si estaba haciéndole caso y siendo honesto tanto con el hijo del emperador, como consigo mismo.

No obstante, no dijo nada por un buen lapso de tiempo. Simplemente se quedó callado escuchando el aire recorrer los pasillos y graderías del coliseo, incluso dando la impresión de que había ignorado por completo las palabras de Aspros.

Ves?... no es tan difícil… - Comentó en tono calmado sin apartar sus ojos de la enorme infraestructura del coloso romano, del orgullo de la ciudad capital del imperio.

En la guerra, no hay nada más puro y sensato que la honestidad… Aspros, aquello te puede salvar la vida, por muy dura o miserable que sea la verdad. – Declaró con tono suspicaz y algo extraño, mientras que cruzaba sus manos por sobre su torso y hacía sonar sus dedos con mucha fuerza. – Y ya deberías de haberte dado cuenta que Roma es un verdadero campo de batalla, y en caso de que aún no lo sea, es sólo cuestión de tiempo para que se desate una verdadera masacre silenciosa y oscura en la ciudad.

Las palabras emitidas por el general romano eran bastante claras y poco alentadoras de acuerdo a sus presagios, dando a entender que las cosas en la ciudad eran lo suficientemente negras como para que fuesen consideras por él (el más experimentado soldado de guerra que pudiese haber) un campo de batalla genuino con todas las condiciones necesarias como para dar paso a un holocausto.

Con mucha lentitud, el hermano mayor de Vergilius y Lydia se fue volteando hasta devolver su mirada al rostro de Aspros, con la única diferencia que ahora esta había perdido la seriedad y frialdad acostumbrada, para transformarse en una un tanto más… oscura, como si un demonio se hubiese posesionado por unos segundos del cuerpo de Octavius. Y a pesar de que lucía a ciencia cierta prácticamente igual, era en sus ojos donde se podía distinguir un cierto aire de extrañeza en el comportamiento del ex difunto, como si estuviese en esos momentos posesionado por otra persona.

Entonces, ya que ambos hemos dicho lo que nadie más podía oír, creo que es hora de movernos hacía otra ubicación. – Comentó acercándose despacio al de cabellos azules, pisando con bastante fuerza el suelo del palco que alguna vez hubiese recorrido como un infante sonriente. – Tenemos mucho que hacer...

Luego de eso, caminó en dirección hacía la salida a pesar de que no llevaban más de veinte minutos conversando en aquel lugar. Pero ya para él no tenía mayor razón el estar asentado en el coliseo, puesto que sólo quería un lugar privado para que Aspros pudiese serle honesto. Y como eso ya había ocurrido, las decisiones que estaban esperando una solución dentro de su cabeza por fin encontraron la respuesta necesaria como para proseguir adelante con sus planes.

Claro está… eso si aceptas seguir mi camino.- Soltó con seriedad en el aire, sin dejar de caminar hasta llegar al marco de la puerta. Ahí, volteo un poco para observar de reojo a Aspros y finalmente se perdió entre las gradas, dejándole solo.
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Mensaje por Aspros Jue Feb 03, 2011 4:20 pm

Todo había salido tal cual me había imaginado, el mejor de los escenarios que había previsto se había cumplido a cabalidad e incluso había obtenido un pequeño bonus del primogénito del Emperador, aunque este mismo ni se hubiera dado cuenta de ello…una sombra, una muestra de ambición y hasta corrupción se había mostrado en la cara del mismísimo Octavius como si hubiera sido poseído por…algo, no lo podía definir exactamente pero ahí estaba (o había estado) “eso”. Sí, no cabía duda alguna. Sin dudarlo ni un solo instante tan solo me retiré de la pileta de agua para asegurarme de tener todas mis posesiones en donde debían estar para ver como el heredero al trono de Roma se movía casi como un autómata desde su posición cerca del balcón hasta la salida del Palco, indicando por supuesto que ya era hora de empezar a movernos y actuar en consecuencia. Con un último gesto que no decía nada más que “sígueme” de parte del mayor de los dos, tan solo asentí ligeramente con la cabeza para responder a sus últimas palabras con un siniestro: Por supuesto que lo seguiré, Octavius…toda esta charla habría sido completamente inútil si me retractara al último instante, ¿no? Por lo cual, marque el paso…lo seguiré sin duda alguna. Completé con total decisión…después de todo, la mejor decisión en aquellos instantes era seguir al héroe de la ciudad, a uno de los mejores planeadores que se habían visto en décadas o tal vez, incluso, generaciones enteras.

Sin más, tan solo salimos del palco. Ocupándome de cerrar las puertas tras nuestro paso destaqué en última instancia como aquel edificio se encontraba en una decadencia inconcebible…no importaba, ya había servido a sus dos propósitos en lo que respectaba a mi persona: entrenarme años atrás para manejar la espada con una excelencia propia de los mejores guerreros de las Legiones romanas y claro, cerrar el trato de mutuo acuerdo que me llevaría de nuevo a la cima de todo. Había llegado el momento de volver a ser la estrella más brillante del cielo romano.
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Mensaje por Octavius Dom Feb 06, 2011 10:21 pm

El coliseo se encontraba vacío y completamente desolado a esas horas, en las que parecía que ni los muertos que hallaron su final allí mismo, despertarían. Las brisas provocadas por el viento movían el polvo de un lado para otro, además de producir el único eco que se escuchaba por toda la edificación.

De pronto, unos pasos provenientes desde la entrada interrumpieron la suave y delicada quietud del ambiente, rompiendo con el eco del viento para dar paso a uno causado por las pisadas de tres sujetos entrando al coliseo. Pero no eran cualquier tipo de personas, sino que se trataba nuevamente de Octavius, el hijo del emperador, y de Aspros, el postulante a Senador, acompañados esta vez por un general romano en Persia, Talos.

El rostro del primero y más alto de ellos era de absoluta seriedad a la vez que caminaba por los pasillos y graderías del Coliseo. Como siempre, parecía que nada le hacía gracia ni mucho menos llamaba su atención, por lo que simplemente optaba por perderse en sus pensamientos durante todo el trayecto hasta estar en un lugar más apto para realizar la platica. Tenía mucho de que ocuparse una vez que terminase de hablar con Talos, pero prefería no complicarse la existencia más de la cuenta.

Ciertamente, sentía la presión sobre sus hombros cada vez más pesada e intensa, pero lo tomaba del modo más relajado y sencillo posible. Sabía de sobra que el tiempo apremiaba y las situaciones a su alrededor no eran las mejores, o al menos podía suponer un escenario poco alentador, no obstante jamás había sido su espíritu echarse a morir ante la adversidad de las cosas. Al contrario, desde siempre fue un amante empedernido de todo lo que fuera difícil y significase un esfuerzo considerable, pero si fuera por él, prefería tener que depender de su fuerza como guerrero que de sus habilidades como mediador en la política. Pero que se le iba a hacer, la actualidad de Roma era esa y si quería entrar en el juego, debía adaptarse y acostumbrarse a las reglas de éste último. De lo contrario, no lograría nada de lo que en ese momento quería ni mucho menos obtendría una victoria.

Al cruzar la puerta que daba hacía el palco del emperador, inmediatamente se volteo para asegurarse de que tanto Talos como Aspros le siguieran hasta su interior. Y ya una vez estando solos, procuro caminar un poco antes de comenzar con dichos asuntos.

Talos… quiero que me digas todo sobre los últimos momentos de mi padre, que hacía, cómo lo hacía, y desde luego… si es que se entero de mi vuelta a Roma. – Comentó con voz seria y sin anestesia, tal cual era su estilo. No le gustaba perder el tiempo y ya que estaban en confianza, por así decirlo, evitaría rodeos y cortesías que sólo servirían de decorado inútil.

Necesito todos los detalles que puedas darme acerca de él, así que no te preocupes por si te extiendes. Yo escucharé atento.
– Finalizó cruzando los brazos y fijando sus ojos en la presencia del general que tenía frente a su nariz.
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Mensaje por Talos Lun Feb 07, 2011 1:30 pm

El camino del mercado al coliseo estuvo marcado por el silencio y la seriedad, los tres hombres no se dirigieron la palabra en ningún momento ni siquiera se miraron las caras o demostraban algún sentimiento en sus rostros, Talos se encontraba perdido en medio de sus pensamientos y preparando lo que diría o mas bien lo que no le comentaria al hijo mayor del emperador, debía ser inteligente al manejar sus palabras y la información que poseía dársela como gotas de agua en lugar de ser un rio que fluye al fin y al cabo estaba jugando para sus propios intereses no para los de Roma ni para los de Octavius.

Llegaron a su destino el cual era el coliseo romano la imponente estructura que en un pasado no muy remoto albergaba feroces espectáculos donde los gladiadores luchaban por su vida en contra de otros seres humanos y de peligrosas criaturas como los leones provenientes del continente negro, se dirigieron hasta el palco, el sitio destinado para que el emperador y su familia tuviesen la mejor vista de todo el espectáculo, Talos se quedo en una esquina de aquel lugar y se recargo contra la pared, cruzándose de brazos y teniendo una vista panorámica, tanto de aquel sitio, los hombres que le acompañaban y el coliseo en si, escucho atentamente a Octavius quien como lo esperaba estaba en búsqueda de respuestas acerca de los últimos momentos de su padre y sobre todo si se entero de que este había regresado de la muerte, debido a sus problemas con Alizé y con Nicole, Talos no había analizado a fondo lo que en realidad era el en estos momentos para el imperio, se sentía de cierta forma afortunado, la zorra del imperio tampoco se había dado cuenta de la inconsciente importancia que aquel general proveniente de Persia poseía para el futuro de Roma. Recordaba los innumerables juegos de ajedrez que tuvo con su maestro, uno de los filosofos mas importantes del mediterraneo quien le enseño a aplicar estrategias en la batala y en la propia vida, realizando una comparación a este juego habían dos bandos, ambos con escasas fichas pero si el intervenía podía inclinar la victoria tanto para un lado como para el otro.
- En primer lugar, quiero dirigirle un sentido pesame Octavius, fue un orgullo servirle al emperador en el campo de batalla y realmente lastimoso que no haya regresado a Roma con la buena nueva de la conquista de Persia, empresa que, en dos meses habriamos logrado a no ser por su fallecimiento –

Talos había dejado esa posición de estar recargado contra la pared y se había puesto firme, mirando con determinación a Octavius de cierto modo le demostraba hacia donde iban sus lealtades, hacia el Cesar, la conquista y la gloria. Su rostro mostraba seriedad y un trato de igual a igual pero a la vez respetuoso con el hijo del emperador.
- Estaba dirigiendo una campaña en contra de un campamento de suministros y refuerzos Persas mientras las otras fuerzas creaban una distracción evitando que el ejercito principal fuese a auxiliar a uno de sus campamentos mas importantes, al regresar victorioso me había llegado un mensaje de que el emperador deseaba verme, al llegar a su recinto varios médicos y el resto de los generales se encontraban allí mostrando terror y tristeza en su rostro, antes de que me comunicara algo, al parecer de suma importancia sufrió un infarto, su corazón no pudo luchar mas, quizá por el peso de los años, o por el peso de las desgracias –


Talos sonrio levemente, había contado una parte de la historia que Octavius quería saber pero aun asi faltaba otra, debía asegurarse primero, asi que analizaría la reacción de Octavius después de darle una leve pista de lo que realmente deseaba escuchar.
- Es una lastima que no lo haya vuelto a ver, creo que eso lo mató -
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Mensaje por Aspros Lun Feb 07, 2011 3:49 pm

El camino al Coliseo había sido exactamente como me lo esperaba...igual de polvoriento y silencioso que la vez anterior que lo había recorrido con el mismísimo Octavius, la mayor diferencia con respecto a aquella ocasión era que por varios eventos que se habían sucedido rápidamente uno detrás del otro ahora estábamos acompañados por el General Talos, uno de los miembros de la mesa de militares y estrategas que habían acompañado al mismísimo Emperador hacia las tierras ardientes habitadas por los hombres de faz tostada y barbas largas que eran conocidos como los Persas, uno de los mayores imperios jamás vistos en el mundo…aparte claro, del que se suponía debía gobernar el heredero que venía por detrás de mi.

Dejando las gradas y las escaleras por detrás, volvimos a llegar al enorme y vacío palco de la realeza Romana, desde donde los espectáculos sangrientos del Coliseo, ahora básicamente extintos por el descuido y la pérdida de tradiciones, solían llevarse a cabo con una regularidad más que impresionante. La enorme sala se había mantenido intacta por las pocas horas que habían pasado desde nuestra salida y por lo visto, se iba a repetir una escena como la anterior…solo que esta sería mucho más decisiva, o por lo menos eso era lo esperado en aquella situación. Sin esperar a más formalidades inútiles Octavius tan solo fue al punto central de todo el asunto, declarando de una vez que era lo que quería saber de aquel General. Y tal cual, el aludido no perdió el tiempo para declarar la primera parte de lo que me suponía, eran unas ínfimas gotas de toda la información que aquel sujeto tenía en su poder…habíamos dado en el clavo, y de aquello me había dado cuenta al repasar mentalmente la frase del peliblanco y notar el detalle crucial que esta contenía. Posando mi mirada en Octavius, quien se encontraba a unos pocos metros de distancia sonreí en forma un tanto siniestra y victoriosa…mientras entornaba los ojos y le comentaba por lo bajo al heredero del trono: Creo que ha quedado claro, cierto Octavius?
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Mensaje por Octavius Lun Feb 07, 2011 7:38 pm

Ya veo… – Comentó Octavius en tono bajo y sin exagerar ni demostrar alguna emoción que permitiese identificar su estado de ánimo, manteniendo su semblante de seriedad permanente después de haber oído lo dicho por el general Talos.

De la campaña en Persia jamás tuvo demasiados datos al respecto, ya que era algo que aún estaba en pañales y se veía lejano cuando partió hacía tierras bárbaras. Pero tuvo que haber sido algo muy importante como para que su padre, el emperador en persona, se movilizara hasta esos sitiales tan lejanos de Roma.

Conocía muy bien a su padre, a pesar de que no eran tan cercanos como aparentaban en público. No poseían una relación afectiva de padre e hijo, pero si una de respeto de guerrero a guerrero, en la que eran conscientes de las habilidades que poseían ambos tanto como estrategas como militares.

Por supuesto, destacaban con gran maestría y habilidad, no menos de lo que podía esperarse de un linaje tan ancestral como el que llevaban en la sangre los dos y el cual no perdían la oportunidad de demostrar en el campo de batalla ya fuese en público o en privado. Sus estilos de pelea eran bastante equitativos y si bien en un comienzo, su padre fue superior a él en todos los aspectos, luego logró darle alcance e igualar todas sus habilidades con el sable y la lanza. Al respecto de ello, a su mente venía el recuerdo de aquella vez que casi lo mata y que posteriormente, significó que el emperador pusiera toda su confianza al mando del ejército en los hombros de Octavius.

Si… es una lástima, pero los dioses saben porqué hacen las cosas, así que no tiene mayor lógica el lamentarse por una perdida.
– Exclamó con frialdad e indiferencia ante las primeras palabras emitidas por su receptor, con quién mantenía la charla en esos momentos y provocaba por ende que Aspros tomara una posición pasiva y casi sin importancia.

Sin embargo tu suposición es errada, él no murió por no volverme a ver, no era su estilo el sentir dolor por cosas de tinte emocional.
– Argumentó con calma, paseándose lentamente por todo el salón del balcón y tomándose de paso el tiempo necesario para exclamar cada una de sus palabras.

No tenía que ser un genio para identificar la naturaleza del general Talos, así que supuso que no sería fácil conseguir lo que quería. Aunque ya en esas instancias, y por cómo estaban las cosas, prácticamente nada de lo que pudiese desear le sería sencillo el obtener. Que se le iba a hacer…

A menos claro que haya cambiado y se hubiese transformado en un ser insensato. – Cerró la idea tajantemente, para ladearse y observar una vez más fijamente a los ojos del joven Talos.

Debo dar por hecho que como todo general, tus habilidades con el sable han de ser formidables y ni hablar de tu capacidad analítica, que como he de suponer, te hace estar tan alerta que meditas todo más allá de un ser humano común…- Señaló abriendo sus brazos como si fuera a darle un abrazo a Talos, acercándose cada vez más hacía donde estaba de manera lenta y tranquila.- Tal cual haces ahora, buscando el provecho de todo y todos.

En eso se agachó un poco y poniendo el dedo índice de su mano derecha en la mejilla del mismo lado, prosiguió con una pasividad poco usual para con un extraño. – Conociendo a mi padre, sólo aceptaría a lo mejor de lo mejor y dejaría en Roma a los generales más débiles para ser fuesen enviados a campañas de poca monta, así como fue el caso de aquel fracasado que no logró obtener Egipto. Supongo sabes de lo que hablo.

Hizo un silencio, sólo para dar mayor énfasis a lo siguiente de su discurso.

Da igual, de todas formas lo que quiero conocer es tu fuerza, así que si no te molesta, te pediría que me dieras tu mejor golpe de puño o palma abierta justo aquí. – Índico tocando repetidas veces con su dedo en su piel como si fuera un botón.- No te guardes nada, es tan sólo una prueba de general supremo a general en Persia. – Complementó con paciencia, para después cerrar su boca y esperar tranquilo al impacto por parte de Talos.
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Mensaje por Talos Mar Feb 08, 2011 11:49 am

Octavius no era como cualquier otro general romano, inteligente y franco, además no mostraba debilidad ante Talos, el tinte emocional de la muerte de su progenitor no había logrado intervenir en la fuerza de sus palabras ni en la calma que mostraba, ciertamente la pequeña trampa que había puesto el general romano había sido descubierta y puesta en evidencia por el primogénito de Roma. A pesar de haber estado separados por tantos años Octavius recordaba perfectamente a su padre así que sus palabras era la pura verdad. Talos podía corroborarlo, cuando el Cesar se entero de que su hijo mayor había vuelvo de la muerte no demostró ninguna expresión de gozo o alegría por la noticia, en cambio tomo aquella carta que traía la noticia y se la devolvió a Talos, mientras ordenaba que aquel periodo de descanso en la batalla terminara y se emprendiera una nueva arremetida contra Persia, “la guerra primero, la familia después” sentencio el señor del más grande imperio nunca antes jamás conocido sobre la faz de la tierra.

Aquella leve sonrisa desapareció del rostro de Talos para volver a clavar una mirada de solemnidad sobre Octavius, al parecer este había entendido la posición del general, quien se mostraba leal a Roma pero aun más leal a sus propios intereses, aquella charla de alguna forma podría compararse a un campo de batalla, Talos había realizado el primer movimiento, el cual fue analizado por Octavius y era el momento de atacar por parte de este, por lo cual su respuesta no se hizo esperar. Talos era un prodigio en Roma, el cual había sido aun mas exaltado cuando fue llamado a combatir en uno de los terrenos más agresivos y contra los enemigos más fieros que Roma alguna vez enfrento, solo la elite del ejército acompañaba al Emperador y él se encontraba en aquel selecto grupo, sus habilidades con la espada y en el combate cuerpo a cuerpo eran excelentes pero aun mas lo era su capacidad de predicción y análisis en el movimiento enemigo y propio, así como los factores que intervienen en la victoria o derrota de un ejército.

- La arrogancia fue una de las lecciones que mas aprecie por parte de mi padre, y una de las cuales pude repetir al estar al lado del suyo. Conozco perfectamente mi posición favorable en estos momentos que tanto puedo “abusar” y que tanto no – apretó su puño y lo levanto frente a su cara y se quedo mirándolo unos instantes – si fuera un general cualquiera, un mediocre como los que ahora abundan en el imperio, sin dudarlo haría esa supuesta demostración de fuerza – su puño se dirigió hacia el rostro de Octavius pero se detuvo centímetros antes de tocar la piel de aquel sujeto – pero como soy parte de la elite de Roma, mi mayor demostración de poder, inteligencia y fuerza, será escoger el bando indicado y servir a quien podrá en un futuro complacer mis deseos de gloria – su mano se alejo del rostro del general supremo mientras Talos se cruzo de brazos, entendía que Octavius le probaba y deseaba conocer que tan bajo podía llegar, Talos no era de esos tipos que se jactaba con la humillación en condiciones de ventaja, le agradaba exaltarse en condiciones equitativas ya que las lenguas envidiosas nunca podrían quitarle meritos a sus acciones.



Suspiro profundamente y mantuvo sus ojos cerrados mientras volvia a abrir su boca para hablar – Mi padre, fue un general que sirvió ciegamente al Emperador, siendo uno de sus seguidores más leales, tanto que salvándole la vida en una ocasión sentenció la propia y la de su familia, el Cesar nunca olvido aquel sacrificio por lo que presto un real interés en mi desempeño, por lo visto la historia podría repetirse, esta vez los hijos de los protagonistas del pasado serian los nuevos actores de aquel hecho – abrió sus ojos azules y los poso sobre Octavius – Valdrá la pena, repetir aquella historia? O sea mejor dejar que Roma se hunda en sus propios pecados y dirigentes mientras cada uno labra su propio destino? -
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Mensaje por Octavius Mar Feb 08, 2011 9:44 pm

Octavius escuchó con tranquilidad las palabras de Talos y no tardó mucho en captar que no golpearía su rostro, por lo que se reincorporo mientras seguía oyendo todo lo que el general romano en Persia quería decirle.

Sus ojos se posaron con determinación en los del de cabello blanco, analizando con cuidado el relato del cual estaba siendo testigo. Por lo visto, ese sujeto había tratado mucho con su difunto padre y parecía conocer bastantes cosas de él, mucho más allá de un simple soldado así fuese uno de alto rango. Algo que desde luego llamó la atención, el saber que había visto en él su papá como para tenerlo en tan alta estima.

Caminó un par de pasos hacía un costado y se volteo, tomándose su tiempo para meditar los dichos proclamados por Talos. Tenía que ser cauteloso, puesto que de otra forma quizás un error saldría de sus acciones, algo que evidentemente prefería evitar ya que deseaba con todas fuerzas completar todo el ajetreo con astucia y rapidez. Las mismas que parecía ostentar el general que tuvo bajo su tutela su progenitor, por lo que aquello haría la situación un tanto más complicada e intrigante.

Su padre…cuánto pudo haber aprendido aquel chico de su padre. Sabía muy bien de que era capaz aquel sujeto y hasta donde llegaban sus pretensiones cuando estaba entusiasmado, posición en la que imaginó estaba puesto que de otra forma, no se hubiese movilizado personalmente a Persia. Debía ser algo grande y muy tentador, que no quisiera perder por nada del mundo ni le diera la confianza suficiente para enviar a nadie, ni siquiera a Vergilius. Por lo tanto, teniendo aquello como antecedente, el que eligiese a Talos era casi un privilegio exclusivo y único que desde luego no pensó a la ligera.

Algo posees… - Exclamó con intriga pasando su mano izquierda por su mentón, observando mucho más a fondo al de pelo blanco y apariencia juvenil. – Me pregunto qué será. – Finalizó exponiendo su duda como quien tira una nueva carta para que sea vista por todos.

Estrategia militar, la capacidad para hacer del campo de batalla un tablero de ajedrez; Improvisación, el arte de sacar adelante las situaciones sin conocer los elementos a usar; Habilidad en batalla física, lo cual lo hacía un guerrero invencible y destructor; Capacidad de supervivencia, el poder salir vivo ante las peores dificultades; Valentía, no temerle a nada ni a nadie; Diplomático, un maestro con las palabras y el buscar acuerdos entre personas; y así, un montón de funciones que podría haber visto su padre en Talos. Quizás eran todas, quizás no era ninguna. No podía tener muchas certezas y examinarlo detalladamente le llevaría muchísimo tiempo. El cual por supuesto no disponía.

Mi padre… no te hubiese llevado a Persia ni siquiera por hermandad. No llevó a su propio hijo, ni a ningún pariente con él. Por lo que se puede deducir que se tomaba la conquista como algo personal y de extrema urgencia por completar. – Aseveró cruzándose de brazos y adoptando una postura más seria. – En dicho aspecto, dime… Talos, qué crees que vio en ti para hacerte un hombre de confianza?.

Sus palabras estaban cargadas con una intriga que no era más que el reflejo de reconocer quién era realmente el sujeto con el que estaba hablando. No le interesaba otra cosa en esos momentos que no fuera el saber qué vio su padre en Talos, qué fue lo que lo llevó a adquirir sus servicios y tenerlo tan cerca de su magnamine persona que era considerada una deidad por el resto de los mortales romanos. Algo tenía, algo lo hacía especial y por ahora lo importante para su hijo, era conocer qué era eso…

Acaso tu lealtad con Roma es tal qué vio en ti la única persona libre de corrupción?.–Continuó algo más fuerte y cambiando su postura a la ofensiva, o para ser más exactos, afirmativa. – Eres tú, Talos, aquel que ayudará a forjar la historia de la cual me hablaste hace unos minutos… la gloria… o la decadencia…

Respiró agitado, teniendo apegada su vista en los ojos del muchacho. Mientras había hablado se aproximó bastante a él, quedando prácticamente a unos escasos centímetros respirándole en la coronilla de su cabeza. Pero luego se calmó, cerrando sus ojos por varios segundos hasta que, ya nuevamente neutral, los abrió para exclamar.

En tus manos tienes la opción, general. Elige con cuidado, puesto que no sabes lo que puede pasar después. – Planteó con maestría sobre las palabras dichas anteriormente, sonriendo con una pasividad abrumadora.- La gloria, o la derrota. – Complementó subiendo sus brazos a lo alto. – El alcanzar el cielo con las manos de un romano verdadero… -Y luego las bajó.- O caer al infierno de la deshonra donde tus antepasados jamás podrán volverte a mirar, ni tú dirigirte a ellos como Talos.

Dio unos pasos hacía atrás, cruzando sus brazos sobre su torso y volviendo al rostro serio e inquebrantable de antes.

Tú decides… - Finalizó, dando paso a una pequeña brisa de…

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Mensaje por Talos Miér Feb 09, 2011 1:13 pm

- Me vio como a un similar, alguien que tiene las mismas ambiciones que el, el Emperador era un guerrero entregado a la batalla y deseoso por la gloria. Y cuando ese deseo es aun mas grande que otras cosas que podrían llenar nuestras vidas, somos los mejores en cada paso que damos, Octavius. No nos conformamos con simples victorias sino vamos por el premio mas grande, no somos medriocres al creer que ya somos lo mejor por que aun quedan enormes cosas para mejorar, quizá el vio en mi ese deseo que tocar el cielo con las manos a pesar de ser imposible, de realmente hacerlo posible. –
Talos se acerco al balcón mientras observo por unos instantes el cielo, cerro sus ojos y volvió su mirada a Octavius.
- La corrupción es un elemento que nunca podrá faltar en la naturaleza humana, por un lado puedo ser un brote de virtudes, pero por el otro mi alma se encuentra carcomida por la maldad, gracias al contacto humano que se encargo de ello, nunca me he arrepentido o arrepentiré de mis actos, asi que no quiero ser considerado tampoco un salvador de Roma ya que ese no es mi destino, mas bien es el suyo Octavius –
El general se acerco lo suficiente ante el hijo del emperador y realizo una pequeña venia – Asi que ya he decidido – iba a continuar hablando pero un chiquillo a quien Talos conocía ya que era trabajador de su villa llego a aquel lugar al palco del emperador, no sabia como pero había llegado se encontraba tiznado y agitado lo que indicaba que estaba corriendo desde hace tiempo.

- Señor Talos…tiene que acompañarme, sucedió algo terrible en la villa – El general se alejo de Octavius se arrodillo a la altura del muchacho mientras trataba de calmarlo y que le dijera que había sucedido ya que no entendía nada – Alguien incendio la villa debe acompañarme –

Talos no podía creer lo que pesaba, pero que demonios? Si no tenia enemigos en Roma, empezó a alejarse con el muchacho no sin antes observar de reojo a Octavius
- Ya conoce mi desision, atenderé primero este asunto, si me necesita ya sabe que estoy en mi Villa, futuro emperador –
El general de cabellos plateados se alejo con el niño desapareciendo a los pocos instantes de la vista de octavius y Apros
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Mensaje por Aspros Miér Feb 09, 2011 1:44 pm

1er Post Defensa - Especialización Palco del Emperador Tiempos

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La conversación entre el General Talos, de cabello blanco y recortado hasta un nivel algo por debajo de las orejas y facciones nobles, así como interesadas y atentas con el Heredero al Trono de Roma, Octavius se llevaba con una normalidad casi antinatural…los diálogos y frases pensadas al extremo iban y venía como proyectiles en medio del campo de batalla. En la retaguardia y completamente en silencio estaba yo, con una mano posada sobre la frente mientras sufría un terrible dolor de cabeza que me hacía pensar que de un momento a otro, el cráneo se me habría de partir en dos.

Aún cuando se suponía que debía estar al corriente de lo que hablaba aquel par, mi sentido del oído se negaba a enfocar sus voces para en su lugar, dejar pasar un fuerte pitido que poco a poco me iba destrozando los tímpanos. Mi cabello se arremolinaba y se agitaba desapercibidamente al tiempo que mi cuerpo era dominado por un temblor semejante al tiritar de frío en un ambiente desolado…al intentar abrir un ojo y mirar por la rendija que existía entre el dedo índice y el dedo corazón tuve que cerrar el párpado con fuerza: en lugar de ver la imagen de los dos Generales frente a mi, tan solo percibía un fondo blanco de pureza excepcional, lo mismo que se veía al encarar directamente al sol y se encandilado por su luz.

¿Q-qué demonios?... murmuré para mi mismo, sintiendo como todavía era presa de aquellos espasmos involuntarios que de a poco se iban calmando. En ese instante una voz alterna se había manifestado para hablarle directamente a mi cerebro…una voz que conocía a la perfección pero que al mismo tiempo, me era desconocida.

Bien bien...creo que es hora de empezar a actuar, no podemos perder más el tiempo aquí, ¿cierto? dijo él. Instantáneamente me detuve y con lentitud afirmé mi posición dejando tan solo la mano derecha posada sobre mi rostro.

¿Perder...el tiempo? murmuré mentalmente, apoyándome con cuidado sobre la pileta que me había servido como medio para recostar la espalda hasta los momentos…ciertamente, no entendía muy bien de que era lo que hablaba. ¿A qué te...refieres?

Lo sabes muy bien, Aspros…¿el senado? No…eso es una mera pérdida de tiempo, y ahora te sabrás que perder el tiempo aquí ya no se nos permite. me respondió con voz dominante. Un segundo después, mi dedo índice se había separado de mi cara por sí mismo. Representando tus ambiciones, sueños y codicia, no se me permite…no, mejor dicho, NO PERMITIRÉ más retrasos innecesarios. Verás Aspros, hay algo que he notado…en estos momentos, Roma ya está totalmente perdida y por como vamos, el Senado no significará nada…

¿Y-y cómo se supone que sa---

Soy tus aspiraciones…tus miradas hacia el futuro, por tanto, mi nivel de predicción sobrepasa por mucho al tuyo. De hecho…mi propio poder es superior al que posees en la actualidad…verás, mientras tu sufrías por delirios y porque el imbécil de Defteros se aliaba con esa alimaña de Mauritius me ocupé de reunir suficiente fuerza para llegado el momento, tomar las riendas de la situación. ahora era el dedo corazón que se separaba de mi cara acompañando a los demás junto con la mano entera…ahora lo único que cubría mi rostro eran unos cuantos mechones rebeldes. Te resumiré la situación para que tus delicados oídos no se vean demasiado dañados…Roma se ha hundido tanto que ya no tiene salvación. Estos perdedores que tienes al frente son tan solo unos ingenuos que creen en cuentos de hadas. De hecho…dentro de poco te mostraré la verdad.

¿L-la verdad?

Exacto...es algo que no has llegado a sentir por tanta estupidez que se te ha metido a la cabeza, pero no importa. Desde ahora, yo me haré cargo de todo.

¿Qu-qué dia--- antes de poder completar aquello, simplemente sentí una enorme presión que hizo que la migraña se intensificara hasta límites insospechados…en menos tiempo del imaginado, sentí que me desvanecía.



Bien, comencemos a actuar. fue mi primera frase una vez tomado el control y haber subyugado al inútil de Aspros, arreglándome los mechones rebeldes y mostrar una cara de contención al mismo tiempo que el peliblanco llamado Talos se marchaba de la escena acompañado de un diminuto esclavo. Haciendo crujir débilmente los dedos de las manos, empecé a girar el índice derecho mientras concentraba parte de aquella energía que había usado contra el anterior “dueño”. Alrededor de mi cuerpo se empezaban a reunir una cantidad de fotones danzando ligeramente atraídos por la manifestación espontánea de poder que estaba logrando…débilmente, pero ahí estaba. Sorpresa...¿Qué es eso? susurré viendo pequeñas franjas ubicadas encima de la materia…parecía que el haber estado durmiendo tanto tiempo analizando la fuente de esa fuerza tendría sus ventajas, ahora…¿cómo aprovechar aquello?
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Mensaje por Octavius Jue Feb 10, 2011 9:55 pm

Con los brazos cruzados delante de su torso, la vista fija en los ojos de Talos, la respiración constante y fría, además de su temple inquebrantable ya tradicional; Octavius escuchó las palabras emitidas por el joven general en Persia con mucho cuidado y atención. No deseaba perder ningún detalle que pudiese ser relevante o categórico a la hora de descubrir que fue lo que vio su padre en él, ni por supuesto, cualquier otra pista que pudiera darle directa o indirectamente Talos para averiguar como pasó sus últimos momentos su ya difunto progenitor.

Sin embargo, algo inesperado ocurrió justo cuando lo emitido por el peliblanco era captado de lleno por el general supremo de las fuerzas militares romanas. Un niño de apariencia demacrada y con el aspecto bastante agitado, le comunicó la desagradable noticia a Talos de que su villa había sido incendiada y necesitaban con urgencia de su presencia en su hogar. Por lo que sin tomarse demasiado tiempo para explicaciones, el dueño de la destruida parcela desapareció de escena no sin antes dedicar unas últimas palabras a Octavius.

Ahora las cosas habían cambiado repentinamente para el hombre alto de rostro serio, que aún ignorando la presencia de Aspros se quedó parado un rato pensando al respecto de lo dicho por el susodicho ya esfumado. Ya no tenía mayor caso continuar planeando que iba a decir, puesto que con la ida de Talos todo lo que barajaba en sus manos se esfumó en cosa de segundos.

No obstante, tampoco es que le importase en esos segundos. En su mente calaron más que profundo los dichos de Talos, tanto, que guardó varios segundos de silencio a la vez que sus ojos parecían perdidos en un mundo de nada; en el universo de los pensamientos, donde se cerraba a los demás y meditaba con detenimiento las vivencias de su existencia. Desde siempre lo hacía, ya que era una costumbre que se impregno en él desde que era un niño sin conocimiento de las armas. Era su “forma” de desligarse de la realidad cotidiana para pasar a una más pasivo, ideal para reflexionar consigo mismo y encontrar salidas a los posibles problemas que aparecían como obstáculos en su vida.

La vida de Octavius no fue fácil, ni por asomo, aún a pesar de ser el primogénito del emperador y poseer cualidades extraordinarias para sobrevivir a la época. Al ser el primer hijo de una noble familia recién conformada, tuvo que aprender a sobrellevar las dificultades y presiones que significaban el ser “el hijo del dios encarnado”, como solían referirse a su creador. Que no eran pocas, por lo demás. En todos los campos se le exigía una rigurosidad y maestría casi absurdas para un niño de su edad, pero que en él tenían lógica ya que debía prepararse para ser “el futuro emperador”; entrenamiento que comenzaba desde que nacía el hijo de un emperador activo, salvo en la excepción de que su padre lo despojara de aquel titulo, cosa que evidentemente no era pensada en ése entonces. Sino todo lo contrario.

Ya vengo.
– Exclamó con tranquilidad para Aspros, que de todas formas también parecía estar perdido en sus pensamientos más internos. Por unos instantes dudó de qué pudiera estar pasando por la mente de su compañero, pero tampoco es que le importase mucho. Eran camaradas por conveniencia, y hasta ahí nada más. Cualquier otro tipo de relación entre ellos, dígase de confianza afectiva como amigos, era algo impensado por ambos. Y como el general lo sabía, se abstuvo de preocuparse por el de cabellos azules y nada más le índico que saldría por unos segundos.

Salió calmado por la puerta que daba al balcón y se dirigió por los pasillos del coliseo hasta las escaleras que daban hacía la arena, por las que descendió tranquilamente hasta llegar a pisar una vez más el suelo árido y claramente hostil que representaba el campo de batalla del Coliseo.

Al tocar con sus pies la tierra sólida pudo sentirse en una vez más como si estuviese en su entrenamiento para convertirse en guerrero, el cual muchas veces lo terminó por llevar a clases especiales en dicho coliseo donde aprendía de los gladiadores de turno y los centuriones. Obviamente todo por iniciativa propia, por el gusto de aprender de los guerreros de verdad y no de entrenadores especiales que consideraba “fanfarrones”, a los que jamás prestó real atención. Para él, desde siempre fueron importantes y vitales las heridas y el peligro, la sangre que corría en el campo de batalla, ya que sólo así se conseguía transformarse en un verdadero guerrero y asimilar las emociones que salían a flote cuando se ponía en juego la vida. Es por eso que sus visitas al Coliseo eran recurrentes y más de una vez, a pesar de ser sólo un joven, se camufló como gladiador y combatió todos los peligros que se les ponían a ellos para diversión de la plebe.

Respiró profundamente el aire que por esos segundos era basto en el centro de la arena, mientras daba un pequeño paseo por la enormidad que representaba el círculo central del Coliseo. A pesar de estar en esos segundos en un impecable estado, bien cuidado y ordenado, no podían escaparse de la mente de Octavius los recuerdos que venían a su conciencia al estar allí, pisando el suelo donde tiempo atrás se sintió como uno más, donde había dejado de ser el hijo del emperador a quien se le consentía y exigía, para ser un soldado más y poder disfrutar de la pelea a gusto total, incluso poniendo en riesgo su humanidad y vitalidad bajo el anonimato de un esclavo con casco. Sin reglas ni preocupaciones, con el único objetivo de permanecer con vida y matar de la forma más brutal posible a todo aquel que se parara frente a él en la lucha por la sobrevivencia.

Se agachó justo en medio de todo, posando su mano derecha en la tierra para acariciarla con cuidado. Sus ojos se volvían algo melancólicos de sólo revivir dentro de su mente la existencia que tuvo en antaño, viviendo la vida como más le gustaba y sin las obligaciones diplomáticas heredadas sólo por poseer la sangre que corría en ese momento por sus venas y que tantas veces derramó por heridas de lucha a muerte.

El suelo estaba húmedo y algo helado, cosa curiosa porque el sol debería de mantenerlo caliente por lógica. Así que supuso que la sangre de tantas luchas había hecho su efecto en la tierra que estaba pisando, dándole quizás esa sensación tan especial al tocarla. Probablemente era el recuerdo de los caídos, la forma que tenían de permanecer en este mundo aún cuando ya sus cuerpos estuviesen enterrados y sus almas en el viaje a encontrarse con sus ancestros.

Cerró los ojos por unos instantes y sin dejar de tocar la arena, se puso a rezar por todos aquellos camaradas perecidos en combate, sin distinguir entre aliados o enemigos. A esas alturas, poco importaba ya que fuesen de un bando o de otro, puesto que a la hora de partir al más allá la muerte no discriminaba razas, ni color, ni mucho menos la procedencia de los seres vivos. Octavius prefería creer que lo único que pesaba a la hora de decir adiós a este mundo, era el coraje demostrado en vida en cada momento de la existencia. Así fuese en el campo de batalla luchando contra hordas de soldados rivales, en el bosque buscando alimento e intentando sobrevivir a las condiciones inhumanas que éste presentaba, o simplemente confrontando los problemas más clásicos que podían surgir en una familia con un Pater tirano, quizás; él creía que todo eso influía a la hora de decidir como sería el camino que se recorrería hasta llegar al fin de los tiempos, el cual significaría la entrada al otro mundo.

Padre…- Susurró aún con los ojos cerrados, tratando de sentir todas las sensaciones ambientales y espirituales que le ofrecía el ambiente en cuestión. No sólo la sangre le dejaba recuerdos, sino que también lo hacía el viento que se transportaba de un lado a otro, recorriendo las graderías del Coliseo en un paseo interminable y que parecía no tener fin alguno.

El viento, sin lugar a dudas era un testigo privilegiado de todo lo que pudo haber ocurrido y seguramente ocurrirá en dicho edificio. Siempre permanecía allí, como un invitado transparente y neutral, que constantemente observaba a todos y cada uno de los seres que entraban y salían de la estructura romana. Desde el esclavo más inútil y demacrado, pasando por la plebe y los patricios, hasta llegar al dios en tierra llamado emperador. Todos eran custodiados por el aire, así como también vigilaba las peleas que allí daban inicio y final. Eso era precisamente a lo que aspiraba a contactar el hijo del emperador, quería escuchar al viento. Quería poder comprender y vivir todo aquello que estuvo ahí y no pudo ver ni oír por culpa de su ausencia en las tierras bárbaras. El poder saber de los guerreros que triunfaron mientras él no estaba, así como los que cayeron de forma honrada y hasta de la más cobarde que pudiese existir. Todo aquello le daba una curiosidad tremenda, tan grande que podía perfectamente quedarse ahí inclinado sobre el piso y parecer un verdadero demente con la mano en el suelo. Pero él sabía lo que estaba haciendo, o mejor dicho intentaba hacer, por lo cual lo que pudieran decir de él en esos segundos al verle allí no le importaba en lo más mínimo. Su rostro era el más claro reflejo de lo calmado que estaba, a la vez que buscaba entre los susurros de la brisa que le revelase la verdad acerca del Coliseo.

Cuantas veces me habrás visto luchar, sin darte cuenta. – Prosiguió con sus leves palabras, ya hablándole al espíritu de su progenitor. – Que era yo…

Abrió sus ojos y desde la misma posición en la que se encontraba hace un buen rato, dirigió un rápido vistazo hacía el balcón en el que el emperador veía los combates acompañado de su familia y cercanos. Y sonrío, pensando en quizás como hubiese reaccionado su padre, o su madre, ante la sola idea de verle ahí luchando como un gladiador más. Exponiendo su vida en juego con cada lucha que allí se llevaba y ellos ignorando el detalle de que, detrás del yelmo que cubría el rostro de un joven esclavo que luchaba por su libertad, se escondía el rostro de su primogénito de sangre real.

Je… lamento haberlos engañado. – Sentenció con respeto a la vez que bajaba la vista hacía el suelo y después la subía para contemplar el cielo.

Sin embargo… de seguro lo que acá vieron no se compara a lo que viví yo aquel día…- Dijo con voz baja, casi susurrando, ya hablándole únicamente a sus padres que suponía lo estarían viendo desde alguna parte. – Me pregunto que hubieran dicho…

En eso guardó silencio y dejó que la brisa moviera sus cabellos con cuidado, para después volver a abrir su boca de forma lenta y casi imperceptible. – Aunque me imagino lo que dijeron después de eso… - Exclamó con ciertos toques de resignación en su tono, a la vez que a su mente volvían las vivencias a las cuales se estaba refiriendo.
Aquel fatídico día para todos, en su campaña en las tierras bárbaras.

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Qué se supone que es esto?. Dónde diablos estoy?. – Preguntaba un hombre de tez pálida mientras caminaba por un sitio desolado, donde no podía ver otra que no fuese oscuridad. Sus pasos retumbaban con cada golpe que daba en esos momentos contra el piso, con el simple hecho de caminar sobre éste último.

Todo el paisaje estaba compuesto por sombras, a montones. No se podían distinguir árboles, ni tierra, ni el cielo ni ninguna otra cosa típica de un ambiente común. Tampoco podía divisar a alguna otra persona por sus alrededores, siendo el vacío eterno el único sonido que podía escuchar dominar dentro de sus oídos.

De todas formas aquello no le asustaba, simplemente le causaba una gran curiosidad, que era precisamente la motivación que tenía para continuar caminando por el sendero deshabitado.

Hay alguien!?? – Gritaba a la vez que sus pies avanzaban provocando su avance en línea recta, no obstante, daba la sensación de que no recorría ni abarcaba nada de camino. Todo era igual, todo era oscuro. Como si estuviese atrapado dentro de un enorme agujero donde la luz no podía entrar a definir el ambiente. Pero sería muy raro que lo hubiesen arrojado a una fosa y no se hubiese dado cuenta, y aún si eso fuera posible, no creía viable la existencia de un agujero tan extravagante como lo era el sitio donde se encontraba.

Estaré muerto?.
- Se preguntaba con una calma que hacía casi irrisoria su cuestionamiento, dado la tranquilidad con que lo preguntaba. Y es que para él la muerte no era algo que pudiese temer ni mucho menos fuese poco factible, ya que al estar constantemente en guerra, sumergido en las batallas interminables por la conquista en nombre de Roma, habían provocado que asimilara a muy temprana edad que en cualquier instante le llegaría su hora. Aunque él tenía una idea muy distinta de cómo sería la entrada al paraíso de los ancestros.

Continuó avanzando sin rumbo y sin hablar por horas, que parecían siglos interminables de una ruta que ya lo estaba cansando un poco. A pesar de que le parecía bastante divertido el no sentirse cansado, ni con hambre, ni con ganas de ver a nadie.

En eso fue cuando apareció de la nada, frente a él, un enorme espejo que cubrió por completo su horizonte. Era algo extraño, pero hermoso. Parecía estar hecho de un material bastante fino, puesto que brillaba con la intensidad del sol y resplandecía mucho, causando que la infinita oscuridad de hace un rato desapareciera paulatinamente. El general romano por su parte decidió acercarse inmediatamente ante aquella extraña aparición, que provocó de paso que él dudara de su estabilidad mental en esos segundos.

Y eso que he cuidado mi cabeza de los golpes. – Declaró totalmente resignado, a la vez que se paraba frente al espejo y veía como delante de él se formaba un reflejo bastante particular. – Qué…es eso…- Dijo mientras sus ojos se abrían de par en par, como si lo hubiese asustado lo que estaba viendo. Un escalofrío tremendo recorrió su cuerpo, alertándole de que algo no iba bien. Octavius jamás se asustaba por algo, desde hace años que había olvidado lo que era sentir miedo. Pero ahora, lo sentía y lo estaba viviendo. A pesar de todos los días ya pasados, entendía perfectamente la sensación de no poder mover ni un músculo de tu cuerpo ni poder ejecutar alguna acción. Y como si eso fuera poco, el sudor helado que comenzó a transpirar fue la más clara señal de que algo no andaba bien.

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El viento estaba completamente frío y congelaba la piel de sólo tener que soportar su roce continuamente. Aún con armadura de guerra y cubierto por dentro con algunas prendas, era casi imposible no sentir como los huesos crujían ante la crudeza del ambiente tan hostil que habían encontrado en la campaña que ahora vivían.

Definitivamente era lo más duro y complicado que les pudo tocar a lo largo de toda su existencia, y no sólo por el clima tan complejo, sino que además porque contra los que se enfrentaban parecían no tener lógica alguna ni tampoco otra motivación más que pelear y pelear. No obstante, la poca lógica de lucha que presentaban los primitivos bárbaros en su estilo de combate y la estrategia antes y en batalla, eran su gran punto débil y el cual los romanos sabían aprovechar con astucia y vivencia, y que fue lo que les permitió tomar bastante ventaja de las situaciones una vez que comprendieron como trabajaba la mente humana de los vikingos. Y todo ese proceso tenía un artífice central y primordial, como lo era el gran y respetado general hijo del emperador.

Señor Octavius, las tropas están listas. – Comentó un soldado con absoluto hacía quien se dirigía, a la vez que mantenía una postura firme.

Lo sé, es hora de continuar. – Respondió el hombre de gran altura y que estaba sentado al borde de una hamaca. En su rostro se podía ver, además de una barba que se había dejado estar, el cansancio de una mala noche.- Ve y tráeme mi caballo, estaré listo en poco tiempo.

A la orden. – Contestó el soldado, que salió en marcha de la tienda de campaña a gran velocidad.

Por su parte el general romano estaba aún sentado y no parecía tener verdaderas intenciones de levantarse y comenzar un nuevo día. Y no es que le molestase el frío, a pesar de que allí adentro parecía un glaciar y él estaba casi desnudo; tampoco le incomodaba el hecho de tener que ir a luchar y comandar las tropas. El motivo de su indecisión en ese momento, era el sueño tan extraño que había tenido precisamente esa noche. Aún no se explicaba lo que había visto, ni le veía lógica a ello. Pero si de algo estaba seguro, era que fue lo más real que pudo haber soñado nunca.

Se levantó muy a cuestas y se lavó, dando gracias porque el agua estaba tan fría que le congelo hasta lo más profundo de su ser, provocando que despertara del trance tan pesado que llevaba sobre sus hombros. Luego, se dirigió hasta un pedazo de tronco donde había colgado su armadura. Hoy sería un día complicado según sus informaciones, por lo que la batalla iba a estar más divertida e interesante que de costumbre. Así que con decisión, se puso su armadura de general y en cuestión de segundos, ya se encontraba totalmente listo y preparado para salir afuera, al menos en teoría. Pero en vez de eso, se acercó hasta un pequeño altar donde tenía una roca esculpida con la imagen del emperador, así como de otros antepasados. Cerró sus ojos y les pidió por la fortuna en la lucha, mostrando el respeto que tenía por la historia de su familia.

Gracias y que sea lo que ustedes quieran. – Sentenció abriendo sus párpados, sintiéndose ya totalmente preparado para salir de su tienda.

Salió de su campamento a la vez que guardaba en su funda su enorme espada, que para un soldado común sería como llevar un enorme pesado de metal molesto, pero que dada las dimensiones y enorme fuerza de Octavius, le permitían moverla como si fuera una daga diminuta. En su rostro se podía diferenciar ahora el de un hombre totalmente renovado, completamente sereno y que transmitía confianza a sus similares.

Justo como lo había solicitado, ya estaba aquel mismo emisario con su caballo frente a su carpa, aguardando por el general para que éste pudiera montar su corcel y dirigirse a comandar las tropas. Sin demora alguna, el hijo del emperador subió a su medio de transporte (que por cierto, se veía bien cuidado y fortalecido) y se aprestó para seguir.

Buena suerte general.- Le deseo el joven centurión, que portaba hasta su casco de batalla.

La suerte es para los débiles, y los cobardes.
– Respondió con firmeza el general, mientras golpeaba con fuerza su pecho en donde estaba su corazón. – Sólo necesitamos esto en una batalla, nada más. – Declaró con seriedad. – Anda, ve por tu caballo y sígueme, no quiero aburrirme camino a la línea de batalla.

Como si estuviera tan lejos, Octavius. – Contestó el otro hombre que ya se preparaba para montar su propio caballo, que era en tamaño bastante inferior al de su amigo de sangre real.

Ambos hombres ya habían compartido tanto tiempo desde que salieron de Roma, que se habían hecho grandes amigos. Si bien era cierto en grado de importancia el hijo del emperador era muy superior, desde siempre él se preocupó de mantener un trato de igual a igual con sus soldados. Lo que hizo que en poco tiempo fuera respetado y además, amado por sus dirigidos. Octavius odiaba los tratos de estamento, por lo que el primer día fuera de Roma les amenazó con matar a todo aquel que lo tratara como un superior, provocando las carcajadas de los más viejos y la extrañeza de los nuevos. Y ya en cuestión de días, mientras arrasaban pueblos y disfrutaban de la guerra, la hermandad entre todos se convirtió en algo tan inmenso que fortaleció a la legión. No eran sólo simples soldados, eran verdaderos hermanos en la batalla. Todos cumplían una función específica dentro de la lucha y fuera de ella, formando una verdadera familia de guerreros que compartían las mismas pasiones: pelea, sangre, alcohol, dinero, comida y mujeres. Eran felices, y gran parte de ese mérito fueron las políticas del general.

Soldados!!. – Exclamó un centurión a caballo, que estaba posicionado justo a la derecha del líder.- Con ustedes, el general Octavius!. – Gritó provocando las carcajadas masivas de toda la legión, producto de que ya era un chiste llamar así a alguien con el que habían compartido tanto. Pero protocolos eran protocolos, así que nada más por seguir la tradición romana, se le llamaba general en batalla.

Muy bien, centuriones. El día de hoy es especial y supongo que saben el porqué. Pero sino, pueden con total libertad arrojar sus traseros al río y congelarse las bolas, ya que esa será la condición para que les vuelva a explicar la situación.

De entre la multitud, un muchacho borracho y desnudo salió corriendo a toda prisa hasta el río, mostrando de paso en su cuerpo la evidencia de latigazos y otros golpes por doquier. Era un prisionero de guerra, con el que habían jugado la noche anterior hasta hacerlo llorar y que ahora usaban para cumplir la petición del general. Era una tradición propia, Octavius reclamaba un acto estúpido y ridículo, y ellos enviaban un esclavo a cumplirlo. Así distendían el ambiente antes de entrar a la lucha.

Basta de risas, no debieron haberlo emborrachado tanto. Que alguien lo mate y se lo tiraremos a los bárbaros.
– Declaró con relajo, a la vez que veía como dos centuriones lo atravesaban con lanzas y se lo llevaban.

Centuriones!!!- Gritó con seriedad e inmediatamente todos respondieron golpeando con sus escudos el piso, en señal de que el relajo había terminado. – Hoy es un día especial, porque una vez más van a poner en juego sus vidas en el campo de batalla. Es fantástico, no les parece? – Preguntó, recibiendo como respuesta un sí rotundo. – Sin embargo, según informaciones, la batalla hoy no será tan fácil como lo ha sido en estos últimos meses. Parece ser que al frente, bajando por esta colina y cruzando el río, entre los bosques, se dirigen hacía nosotros un montón de hijos de puta armados hasta las bolas, con la única decisión de querer asesinarnos y comer nuestros cadáveres, en respuesta a todas las putas que ustedes se han violado este tiempo.

Cuando parecía que volvían las risas, la voz de Octavius los hizo callar.

Qué les parece eso? Creen que deberíamos entregarnos en bandeja para que esos mal paridos bárbaros nos coman?.- Un no rotundo fue lo contestado por las tropas.- O quizás, sería mejor demostrarles porqué somos la legión mas terrible de todo el mundo?.- Esta vez el sí fue lo que se escuchó, al mismo tiempo que el general daba un pequeño paseo con su caballo frente a las tropas. – Por algo me agrada ser su líder, todos ustedes son los más grandes hijos de puta que cualquier general pudiera desear. Son peores que los bárbaros, los egipcios, los persas, los hispanos, los británicos y toda la demás escoria que está esperando a ser conquistada.

Todos alzando sus espadas, lanzas y arcos, además de otras armas según correspondía, fueron la más clara señal de que aprobaban todas y cada una de las palabras de Octavius; que por su parte se volteó para darles la espalda y continuar hablando.

Se podía ver perfectamente un mar de hombres acercándose entre los bosques, ya que las hojas se movían demasiado como para ser producto del viento. Los bárbaros se aproximaban a paso rápido y escandaloso, tocando sus instrumentos primitivos y haciendo gala de su poca mente para la estrategia. Aunque de todas formas, la gran cantidad que podía verse hasta lo lejos del horizonte, asustaría a cualquier hombre sobre la tierra. Salvo uno, Octavius, que observaba con absoluta seriedad el panorama poco alentador que se les venía encima. Más de algún romano pudo haberse asustado al ver la cruda realidad que tenían frente a sus ojos: hordas y hordas de cientos de enfermos mentales armados.

Con una seña, Octavius indicó que subieran los estandartes romanos así como también el águila regalada por su padre. Ya era hora de prepararse puesto que los tendrían encima de ellos en cuestión de segundos. Y definitivamente él prefería estar con las defensas listas antes de que eso pasara.

Ven allí lo que se viene, no es así? Es impresionante la enorme cantidad de enemigos que se acercan a nosotros. Así que, todos aquellos que se hayan meado encima por el miedo, les pido que por favor se maten en este momento. No quiero cobardes en mi legión, mucho menos ahora que se acerca la batalla. – Ordenó con voz autoritaria, haciendo calmar a todos los que dudaron en ese instante. – Sé que es, poco menos que ver a la muerte en nuestras narices, ver tantos soldados en el otro lado del campo de batalla. Pero no deben temer, y saben porqué? Por orgullo, no deben temer!. – Sentenció levantando un brazo hacía los cielos.

Vuestros ancestros están orgullosos de verlos aquí ahora, parados a punto de entrar en la batalla más grandiosa de la que pueda tener conocimiento Roma. Todos ustedes van a quedar en la historia, algunos con los dos pies en el suelo y otros hasta con el rostro. Pero saben? Si les toca ir al otro mundo, yo estaré con ustedes… Hermanos!!!. – Gritó con fuerza, recibiendo un golpe de espada en el escudo como respuesta.

Cada uno de los que muera hoy, se llevará una parte mía, y de todos nosotros hacía los ancestros. Así que, los que no puedan beber en la victoria en este suelo, beban la victoria de sus pares en el otro mundo, puesto que también será suya. Hoy, o fracasamos todos, o triunfamos todos, y al menos yo no estoy dispuesto a defraudarme a mí mismo, ni a ustedes!!.

Los primeros bárbaros por fin pudieron divisarse completamente. Venían corriendo a toda velocidad armados con hachas, espadas y otros artilugios dignos de ellos. En sus bocas se podía ver la sed de sangre y en sus ojos, la venganza que añoraban tomar contra los romanos. Algo que en vez de asustar a los soldados de Octavius, sólo los inspiró más.

Orgullo, valor…y gloria, mis compañeros. Ustedes tienen orgullo, ahora demuestren su valor, y vayan a por la gloria!!!. – Declaró con fuerza mientras podían sentir el suelo temblar ante la enorme arremetida que se les avecinaba. – Por la victoria, y por Romaaa!!!

Alzando su caballo y posicionando un pito en su boca, el cual toco de inmediato, fueron el incentivo que faltaba para indicar que la batalla ya había comenzado. Apenas al escuchar el pitido del general, los arqueros encendieron sus flechas y provocaron que se viera una muralla de fuego por detrás de los centuriones a pie y a caballo, al mismo tiempo que en los bultos de las catapultas hacían lo mismo. Y tan sólo bastó el siguiente pitido de Octavius, para que fueran lanzados hacía el cielo en dirección a los bárbaros todas las flechas y bultos llameantes, incluyendo el cadáver del borracho anterior.

Los impactos fueron bastante certeros y provocaron que la primera ofensiva bárbara se viera claramente destruida. El fuego bloqueó varios accesos más allá del río que los separaba, y los pocos bárbaros que lograron sobrevivir a los golpes y se mantenían en llamas, eran asesinados por los arqueros antes de alcanzar el agua fría y congelada del río. Era el plan de Octavius, utilizar la poca inteligencia que ostentaban los vikingos y usarla en su contra, quemándolos a todos para que se vieran obligados a buscar, en su desesperación, la salvación de un río al cual no les permitiría llegar a ningún costo.

Arqueros, defiendan el río!, Centuriones, prepárense para ir al combate!, línea uno, escudos arriba y al ataque!! – Señaló con rapidez Octavius, quien se mantenía encima de la colina observando la situación de las primeras escaramuzas. Sabía bien que el plan de quemarlos serviría los primeros minutos, pero ya pasado un tiempo sería inútil. Y aunque intentara quemar el bosque, los bárbaros ya habían aprendido la lección de otras masacres pasadas y de seguro no cometerían el error de ocultarse tanto entre los árboles. Además, tanto a él como a sus soldados les gustaba pelear como hombres, no aplicar el método fácil de incinerarlos ya que consideraban que les daban la posibilidad de huir. Preferían por lejos pelear mano a mano y sacarles la cabeza uno por uno.

El sonido de una nueva horda acercándose fue la señal para que los arqueros dejaran de atacar y permitieran a los romanos cruzar el río. Ya el primer objetivo estaba cumplido, el cual era asegurarlo. Al ver eso, toco un nuevo pitido y una orden de soldados montados en caballos bajó la colina a toda velocidad, cruzando el río y quedándose atrás; mientras tanto, la primera línea anterior que había descendido antes que nadie, se acercaba con los escudos al frente para esperar el impacto de los maníacos. Octavius esperaba ver eso, y se mantenía inquebrantable dirigiendo a las tropas desde lo alto de la colina. Si bien deseaba estar al frente de sus tropas, sabía que esto no era más que el comienzo y no quería que todos se desordenaran tan rápido. La lucha sería más que larga y podría tomar horas, por lo que decidió salvaguardar la retaguardia y comandar el ataque con el silbato enviado por su padre. Si bien tenía uno propio que utilizó antes, el que le había llegado tenía mayor alcance de sonido y podía diferenciar las tonadas según soplara con mayor o menor fuerza. Algo muy útil y bastante práctico si es que lo que deseaba era mover las piezas de la batalla con maestría y cautela.

Los escudos chocando contra las hachas y humanidades de los bárbaros retumbaron por doquier, mientras que los gritos de guerra y agonía proveniente de los dos bandos colisionando llamó la atención de todos y de seguro a más de uno le puso la piel de gallina. Era una escena realmente terrible, aunque emocionante. Los más osados y experimentados de seguro se excitaron y sintieron como la sangre les hervía ante la sola idea de estar en esa lucha que de tan temprano parecía majestuosa, mientras que los primerizos de seguro rogaban a sus antepasados que la lucha fuese breve y no tuvieran que mezclarse tanto con los bárbaros. Pero pedir eso era una locura, ya que se sabía de antemano la gran cantidad de enemigos que debían asesinar y aunque fuesen unos imbéciles armados, les llevaría tiempo. Así que, si se consideraba el detalle que al frente tenían unos animales hambrientos que los veían como su presa, lo mejor era estar atentos y preocuparse de matar y proteger a los suyos.

La unión también era una parte vital de la batalla, y eso lo sabía muy bien tanto el general Octavius como sus subordinados compañeros. Si algo andaba mal en uno, todos andarían mal. Y si todos respondían bien, tenían una gran posibilidad de concretar una lucha perfecta sin sufrir bajas. O si lo sufrían, serían prácticamente las mínimas y los daños no serían sino otra cosa que una brisa en el ambiente. Pero para lograr tal perfección, debían mantener constantemente unos nervios de acero a prueba de todo y una voluntad que fuera más allá que la de un soldado convencional. Que fueran capaces de cuidar la vida propia tanto como la de sus compañeros, que se pudiese ver en sus acciones que se cuidaban como una gran familia y no temerían a nada que se les pusiera en frente, porque juntos, sabían todos que podían lograr tantos milagros como ya lo habían hecho en antaño. Eran todos juntos hermanos de sangre, y esa era la mayor fortaleza que podían tener como legión. Más allá de su experiencia, valentía, optimismo o habilidades en batalla; la unión que presentaban los hacía un solo puño romano que estaba dispuesto a acabar con todos y todo, en nombre de su nación y en el propio.

Por ahora todo va bien.- Exclamó el mismo sujeto que había ido a buscar a Octavius, mientras se posicionaba al lado de éste último y mantenía su espada en la mano.- Crees que podamos triunfar sin muchas bajas?.

Honestamente, creo que hoy correrá mucha sangre romana. – Contestó con seriedad y un rostro de pesimismo el general, a pesar de que en la lucha se podía ver por ahora una superioridad romana ante los bárbaros.- Fíjate bien, están más cautos que nunca. Lo natural habría sido que nos intentarán arrasar, pero ahora sólo nos contienen como nosotros a ellos. No te parece raro que estos desgraciados usen una estrategia?.- Planteó con algo de preocupación pero sin mostrar debilidad Octavius, sin dejar de mirar atentamente el desarrollo de la lucha.

Es cierto, pero de todas formas no podemos actuar como si lo supiéramos, ya que las tropas se confundirían. Lo único que se puede hacer es actuar como si nada pasara o bien, esperar que muestren su plan antes que sea demasiado tarde.- Replicó el soldado, que actuaba como si viera al general un tanto extraño.

Más me preocupa del saber como es que hicieron un plan. En estos meses jamás lo hicieron, porqué partirían tan de repente con algo como esto?.- Preguntó a la vez que tocaba el silbato, indicando a los centuriones maniobras ofensivas y que abrieran espacio a los caballos romanos. – De todas formas, más que esperar, lo mejor es aniquilarlos antes de que puedan concretar lo suyo. No sé qué o quién los guía, pero claramente no tienen la experiencia necesaria como para ejecutar una estrategia con porcentaje perfecto de éxito. Y me apegaré a la posibilidad de su fracaso, para que busquemos la victoria.- Sentenció Octavius y se puso su casco, dando a entender que era hora de empezar a atacar con más intensidad a toda la legión.

La lucha se llevaba con una intensidad frenética. Los soldados romanos atacaban unidos y hasta parecía que fuesen uno solo multiplicado por decenas; sin embargo, a la misma velocidad que los bárbaros caían, otros nuevos y casi idénticos salían de los bosques para entrar a la batalla.

Para los amantes de la guerra, el espectáculo era una odisea. Ver en línea perfecta golpeándose y matándose los unos a los otros entre romanos y bárbaros, que presentaban estilos de lucha tan distintos pero curiosamente combinables a la vista, se trataba de un real deleite. Por un lado se tenía la estrategia ofensiva y al unísono que ejecutaban con perfección los centuriones de Octavius, y por otro lado, se tenía la furia y rabia de unos bárbaros que parecían más fuertes que nunca, que además, según el general estaban dirigidos o comandados por alguien.

El suelo se estremecía y humedecía a medida que los hombres corrían de un lado para otro. La sangre caía de distintas formas, ya fuese en gotas o a chorro. Cabezas volaban por los aires y los gritos de agonía eran un recital para los oídos, que nada más le daban un ambiente aún más sádico a la escena. En tan sólo cuestión de minutos, la blanca nieve y el río casi congelado pasaron a estar manchados con mucha sangre de ambos bandos, que de paso, parecía ser la única forma en que se llevaban bien tanto romanos como germánicos: cuando yacían muertos y su sangre corría por sus cuerpos hasta el piso, mezclándose entre sí y formando distintas posas que luego eran pisadas y ocupadas para una nueva pelea; en un círculo interminable que por el momento no daba indicios de tener fin.

Un nuevo sonido del silbado de Octavius índico que nuevas tropas bajaran por la colina y se introdujeran al campo de batalla. Y algo curioso pasó en ese momento, cuando el sonido de un instrumento de viento bastante rústico proveniente desde los bosques dio paso a una nueva ola de bárbaros salidos desde todas partes. Aquella fue la más clara señal de que los vikingos estaban peleando con inteligencia, guiados por alguien que estaba luchando plenamente con el general romano.

Así que un reto.- Exclamó el hijo del emperador, sonriendo a la vez que soltaba el silbato que tenía en su mano izquierda. – Eso lo hace más interesante. – Señaló a la vez que tomaba su espada y la levantaba hacía el cielo. Aquel gesto era conocido como la señal.

Al ataque!!!. – Gritó con fuerza para después bajar junto a su caballo por la colina a una gran velocidad.

La señal era conocido por toda la legión de Octavius, como el acto de que el tiempo de analizar al rival se acababa y podían pelear en serio todos. Ya no era esperar señales ni ejecutar órdenes predeterminadas. Ahora, tenían vía libre para luchar como mejor les acomodase y destrozar a cuanto enemigo bárbaro se les pusiese por en frente. Y aquello se representaba con la incursión en batalla del general, que bien era conocido por todos como el soldado más eficaz jamás visto en la nación o en tierras extranjeras.

La razón por la cual no se parte así desde un comienzo, es para poder ver si el enemigo traza un plan de ataque o hay ciertos patrones que pueden repetirse a lo largo de la lucha, que es necesario que sean observados por el general para que de esa forma pueda comprender la lógica del rival y desde ahí, partir por buscar una solución para armar una verdadera contra ofensiva que sea lo suficientemente efectiva y que permitiese arrasar sin misericordia a todos. En este caso, se podría decir que es tan sólo la introducción a la pelea cuando los romanos sólo se dedican a jugar con el enemigo a la espera de las órdenes exactas de su líder. Y de paso, constituía un envío anímico bastante importante si se le veía desde el lado de que, al entrar en batalla Octavius, no sólo ganaban a su mejor soldado en pelea, sino que también tenían un verdadero método para inclinar la contienda a su favor. Ya después se vería que tanto de cierto podría tener eso, pero inicialmente era algo que apreciaban mucho en la legión y el momento que más ansiaban en cualquier batalla de la guerra por la conquista.

Mientras galopaba a toda velocidad con su caballo colina abajo, extendió un brazo hacía un costado para que otro jinete que le acompañaba le distribuyera tres lanzas amarradas con la punta llameante. Ya tenía un objetivo en la mira y sin pestañear, lanzó con fuerza las lanzas para clavarlas en un bárbaro que estaba a punto de asesinar a dos de sus compañeros. El impacto fue letal y certero en el cuello, acabando en ese segundo con la vida de la amenaza germana.

General!!!. – Exclamó un soldado, para que a continuación todos los demás centuriones se pusieran a golpear con sus espadas el escudo que portaban, coreando en lo alto el seudónimo de su líder y camarada más valioso.

Por su parte, el aludido ya había pasado a toda velocidad el río y traspasando incluso el fuego de una zona, saltó a la batalla blandiendo su espada con tanta maestría que volaron cabezas en cuestión de segundos. Los bárbaros, notando la peligrosidad de aquel sujeto alto, intentaron rodearle pero rápidamente eran repelidos con éxito por Octavius y los suyos.

Ahora la pelea se centraba en el hijo del emperador, que con movimientos de su enorme filo metálico acababa con los germanos a diestra y siniestra. A pesar de que naturalmente intentaron atacarle mucho, sus propios compañeros eran quienes le proporcionaban una defensa adicional que impedía que los lanzamientos enemigos le causasen algún tipo de daño.

Cúbranse!!, ahora, ataquen!!- Exclamaba una y otra vez Octavius, quien podía predecir con facilidad el patrón de ataque de los bárbaros. Gracias al haber estado observando desde la colina, pudo leer los movimientos que ejecutaban y contrarrestarlos sin mayores contratiempos. Ahora, intentaría reducir la mayor cantidad de germanos posibles antes de que iniciaran una nueva estrategia o bien, si contaban con suerte, se limitarían a enviar más soldados bárbaros con la misma función que ahora.

Así transcurrieron las siguientes facetas de la batalla, con los romanos esperando a sus enemigos con Octavius a su cabeza, para aniquilarlos sin entrometerse en su zona de guarida. Todos ya bien sabían que era un suicidio adentrarse mucho en los bosques, puesto que la ventaja allí estaba totalmente a favor de los enemigos del imperio. Lo ideal siempre era esperar lo que sea que quisieran realizar y acabarlos antes de que pudieran acostumbrarse a campo abierto. Era la simple ecuación que desde que entendieron a los germanos habían aplicado y que hasta el momento, tantos frutos les había dado y ni hablar de las incontables victorias. Además, sabiendo que estaba lleno de bárbaros era el doble de peligro entrar ahí, ya que no podrían seguir del todo las órdenes de Octavius ni tampoco coordinarse gracias a la pérdida de luz, que de por sí ya escaseaba en zona neutral.

Pasado un buen rato, ya la supremacía romana comenzaba a notarse con claridad como había sido la tónica en antiguas batallas. Tanto el general como los otros acababan con rapidez con todos los vástagos que salían de entre los árboles sin darles opción alguna de respiro. La presión que ejercían alcanzaba tal magnitud que en ciertos pasajes de la pelea, daba la impresión de que los romanos esperaban que saltasen afuera los de barba larga para atravesarlos y ya, en el aire, perecieran para caer al suelo despejado como cadáveres de guerra.

Pero de pronto, un enorme azote dirigido especialmente a Octavius hizo temblar el ambiente entero. Un enorme bárbaro con dos hachas derribó su caballo y mandó a volar al mismismo hijo del emperador, causando que todos los presentes allí se quedaran helados al sólo ver la imagen de su líder dando vueltas en el aire hasta caer estrepitosamente al suelo.

Octavius!!- Gritaron algunos a la vez que corrían a socorrerle, tiempo que aprovecharon los bárbaros para iniciar una contra ofensiva replegando sus líneas y cubriendo gran parte de la línea fuera del bosque.

Estoy bien, sigan peleando!!.- Exclamó el soldado a la vez que se ponía de pie y ajustaba su mirada contra aquel que le había dañado, entonces sus ojos le vieron: era un sujeto realmente terrible; calvo, gordo, con una prominente barba y una altura que fácilmente lo sobrepasaba a él mismo, lleno de cicatrices y con sangre chorreando desde su boca. Estaba claro que era una sorpresita que le tenían guardada a él y por eso no lo habían soltado antes. No lucía muy inteligente, pero si que sabía golpear y desde luego, no le cabían dudas a Octavius después de ese golpe que para ese demonio matar no era un problema. Es más, bastante más probable era el hecho de que había que asesinarlo y no lucía algo que fuese a ser fácil.

Yo me encargo… ustedes sigan peleando con los otros!. – Ordenó evidentemente cabreado, puesto que no le causaba ninguna gracia que ahora los germanos estuviesen saliendo con sorpresas. Cada vez le daba más mala espina la situación pero no podía revelarlo con sus pares, ya que ello significaría desmoralizarlos y si querían ganar, su moral debía permanecer en lo alto sin importar lo que pudiese ocurrir.

Corriendo a toda velocidad, pudo ver como el enorme coloso obeso le esperaba mientras los demás se alejaban para dejarles pelear solos. La cara del monstruo que supuestamente era humano lo decía todo: Quería matarlo. Y desde luego, el deseo era mutuo por parte de Octavius. Ahora comenzaba el verdadero juego por ver quien sobreviviría a la masacre que se estaba convirtiendo esa guerra.

Lanzando un fuerte corte con la espada, el de pelo negro dio inició a la ofensiva, recibiendo un hachazo que bloqueó su arma y dejó que una competencia de fuerza continuara con el combate. Ambos se veían directamente a los ojos con una rabia inmensa, clásica en asesinos que no sentían otra cosa sino que más la pura esencia de matar de la forma más dolorosa posible a su contrincante. Por ahora estaban parejos, sin moverse ninguno ni dar un centímetro como ventaja. El suelo parecía que no aguantaría tal colisión de fuerzas, pero cuando ambos ya comenzaban a cansarse el calvo dio un golpe con su hacha libre que apenas y pudo esquivar Octavius.

Por otro lado, las fuerzas romanas se replegaron de tal manera que los bárbaros no pudiesen interferir en la pelea. No obstante, parecía ser que tampoco era su intención el entrometerse en asuntos de perros grandes. Era como si ambos bandos tuviesen conciencia que esa pelea podía determinar muchas cosas y lo mejor era dejarlo solos, por el bien de sus vidas.

Los cortes con espada y esquives por parte de Octavius cada vez se hacían más veloces, pero el gordo a pesar de ser una mole no era para nada lento ni tampoco imbécil. Ambos daban giros al mismo tiempo, se anticipaban a lo que haría el rival y le sacaban constantes chispas al filo de sus armas corto punzantes. Era curioso, puesto que de seguro sólo un golpe de esas cosas podría arrebatar varias cabezas a soldados comunes y corrientes, pero para ellos no parecía ser algo muy complicado de evadir ni aguantar. Sin embargo, desde luego que tenían en cuenta que si se descuidaban un poco bien podía costarles la cabeza. O al menos, el mismo general lo tenía bajo consideración. No recordaba haber estado en desventaja física nunca, pero ahora por primera vez se sabía en consideración y lejos de espantarse, parecía que lo tenía aun más motivado la posibilidad de poder asesinar a un enemigo superior a él, al menos en teoría.

Dio un salto y lanzó otro corte que asestó en la mejilla de la cosa mórbida, pero lejos de causarle daño lo que provocó fue una risotada seguida de una monstruosa envestida la cual lo mandó de llenó contra un árbol. El golpe le provoco un corte en la cabeza a Octavius, que pudo sentir como un pequeño hilo de sangre escurría por su cabello hasta llegar por detrás de las orejas. Pero como era algo tan común para él estar dañado, ni siquiera le prestó mayor atención; aunque desde luego, influían notoriamente los deseos de matar que habían surgido en el general romano. Casi sin darse cuenta, ya había olvidado por unos segundos que debía dirigir a las tropas para dedicarse exclusivamente a aniquilar a quien tenía como rival en la batalla.

Ahora era el gordo germano el que dio el primer paso, lanzando una potente estocada con su hacha que el de cabello negro esquivo rodando hacía la derecha. En los rostros de ambos se veía una confianza intacta, y como sus mentes parecían batallar aún a través de sus miradas. Estaban totalmente compenetrados y eran seres aparte de la guerra que allí se vivía como infierno. Sus deseos de tener el cadáver del otro entre sus manos, azotarlo contra el piso y pisotearlo como trofeo de victoria eran más grandes que nada. Sin embargo, el que provenía de tierras heladas no controlo con total acierto el impacto de su hacha, provocando que se retrasara más de lo debido en intentar sacarla. Y eso era un descuido que frente a alguien como Octavius, bien podía costar caro. Sin darle tiempo a que pudiese imaginar lo que venía, el romano le clavó con fuerza la espada y de paso le propinó una fuerte patada al estomago. El rebote fue duro para la rodilla del general, que no podía creer que esa cosa que parecía una masa en realidad fuese tan sólida. Pero al menos, tenía como consuelo ya haberle provocado que soltara una de sus hachas.

Los romanos vieron eso y exclamaron un fuerte gritó de victoria, creyendo que ya la tenían bajo el bolsillo. Por otra parte, los germanos parecieron asustarse un poco al ver a su campeón con un brazo colgando y la sangre chorreando de su extremidad izquierda.

Todo totalmente opuesto a lo que en verdad estaba pasando, puesto que la criatura esa no parecía estar preocupada por haber perdido un arma. Al contrario, se podía sentir como su respiración aumentaba moviendo toda su pálida piel llena de cicatrices, a la vez que sus movimientos ahora tenían una intensidad más destructora que hacía temblar a la mismísima tierra. Octavius lo pudo leer en sus ojos, pero no fue lo suficientemente rápido como para evitar el feroz puñetazo que lo mandó de espaldas al piso. Y si no fuese por su espada, que logró clavarla en una costilla de la bestia, el hacha que se dirigía en sus momentos a su rostro le habría cortado la cabeza en dos.

Una gota de sudor recorrió la frente del soldado, que vio como su vida pasaba frente a sus ojos reflejada en la hoja del monstruo, que por su parte, dio unos pasos hacía atrás mientras se quejaba y reía de la situación. Definitivamente era una bestia enferma, pero una que ya lo había tenido dos veces a punto de matarle. Lo mejor era intentar matarla rápido antes de que le complicara aún más las cosas.

Se levantó como pudo y apenas y respiró, cuando nuevamente se encontraba cambiando cortes al aire con su ya rival en esa batalla. No podía permitirse ningún segundo de descanso, puesto que aquel animal obeso no le perdonaría nada.
Los minutos corrían y ambos ya se habían hecho bastante daño, pero no parecían querer darse por vencidos y entregarle la victoria al respectivo contrincante.

En eso, el hijo del emperador se arrastró a través del suelo y le cortó los tendones a la bestia sin que ésta pudiese defenderse, provocando que su equilibrio se perdiera más no que dejara de atacar, ya que apenas caía arrodillado y ya lanzaba un manotazo lo suficientemente fuerte a la nuca de Octavius como para inmovilizarlo contra el piso. El impacto dolió y mucho, perdiendo por unos segundos el sentido de la orientación el general. Situación que por supuesto aprovechó la bestia, que teniendo en el piso a su presa lo agarró por el cuello para intentar estrangularlo con su brazo bueno.

Apretaba y fuerte, apenas y alcanzaba a respirar el general romano, pero bien comprendía que no aguantaría mucho tiempo tal magnitud de presión por sobre su garganta. Tenía que hacer algo, pero ya su espada estaba en el piso y la bestia le impedía moverse a alguna parte. Por lo cual, con mucho esfuerzo, le dio patadas al abdomen intentando levantar lo suficiente sus piernas como para lograr darle en la quijada. No obstante, el germano no pretendía darle tregua a Octavius por lo que asestándole dos cabezazos bastante fuertes lo dejó prácticamente noqueado.

Con sus últimos esfuerzos, y con la sangre saliéndole por un corte vertical en la frente de forma bastante considerable, intentó no dejarse morir y usando la poca fuerza de la que disponía en ese instante, le asestó un puntapié directo en el ojo que logró hundírselo hacía adentro. El hombre por primera vez pareció sentir dolor, y sin perder el tiempo, nuevamente le golpeó con sus piernas el rostro y finalmente usando una cuchilla que guardaba en su antebrazo, le apuñaló tantas veces la mano que se la degolló.

Muere monstruo hijo de la grandísima puta…- Exclamó con rabia Octavius, tomando el hacha que pertenecía al germano y, dando un giro en su lugar, procedió a decapitarle la cabeza y por ende, terminar por fin con su molesta existencia.

Sin embargo… cuando se esperaba un grito de aliento por parte de sus dirigidos, lo único que podía oír eran gritos de agonía y guerra sin dirección alguna, provenientes desde todos lados.

Él estaba apenas en el suelo, tosiendo con fuerza y tratando de recuperar el aire que le faltaba. Una vez hecho eso, se limpió la sangre del rostro y se dispuso a ver a su alrededor el panorama.

No puede ser… - Dijo con angustia, mientras se ponía de pie en el acto y se olvidaba por completo del dolor que recién le habían causado.

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Mensaje por Octavius Jue Feb 10, 2011 9:57 pm

Spoiler:


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Octavius se encontraba de pie en el Coliseo, con los brazos apegados hacía sus costados y la cabeza perdida en sus recuerdos. Hasta ese día, por alguna razón, jamás había podido rememorar con tanto detalle que fue lo que pasó en aquella fatídica tarde en las tierras germanas donde comenzó su larga agonía.

Su rostro estaba claramente sumergido en sus pensamientos, dándole una impresión de nada en su cara notable. Imagen que por cierto había tenido desde hace un buen rato, puesto que llevaba así parado un largo tiempo. El viento movía sus cabellos y ropa con bastante frecuencia, pero ni la brisa que a veces le golpeaba fuerte parecía querer despertarle de sus reflexiones. Y tenía su motivo para ello, una razón bastante fuerte e impactante que por alguna inútil causa, había olvidado por tantos días, semanas, meses…e incluso años.

La respiración que tenía lentamente fue aumentando de intensidad a la vez que sus cejas se arqueaban hacía el centro de su rostro, mostrándole como un hombre que a cada segundo que transcurría se consumía por la ira. Pero lo curioso era que, a medida que eso pasaba, parecía ser que el ambiente lo acompañaba con su enojo. La tierra poco a poco fue moviendo con pequeños temblores que sin embargo aún no eran una manifestación muy grande. Mientras tanto, el cielo se fue nublando poco a poco a pesar de que hace tan sólo unos minutos atrás había estado totalmente despejado. Pero el premio de la intriga se lo llevaba el aire, que a pesar de estar nublado, comenzaba a calentarse y, más extraño aún, emitía un repulsivo olor a sangre.

Los puños de Octavius se cerraron con fuerza, a la vez que su cabeza parecía tambalear de abajo hacía arriba. Sus dientes yacían apretados con mucha presión en su boca, produciendo un ruido parecido a un quejido el cual salía emitido de forma forzada hacía el exterior.

Trai…- Dijo con algo de dificultad, intentando separar los dientes que estaban prácticamente petrificados cerrando su boca. – Trai… - Pero por el momento, parecía que los esfuerzos parecían ser inútiles.

Lo que intentaba decir Octavius no era sino, la razón por la cual la campaña en Germania que el comandaba había sido un rotundo fracaso. Pero más importante para él, la causa principal por la que ese día tuvo que soportar la pérdida de toda su “familia guerrera” con la que tanto había compartido, luchado y a quienes les prometió la gloria en vano, provocando que sus palabras de aliento se transformaran en una cruel mentira que de seguro no le perdonaron al momento de morir.

Trai…- Aún luchando, su cabeza tambaleaba al compás del sonido de las nubes, que por lo visto se estaban estrellando unas con otras en el cielo, provocando que los rayos tan poco usuales por esas fechas se liberaran justo por encima del coliseo. Un espectáculo realmente sorprendente si se tomaba en consideración el hecho de que no estaba afectando a otras zonas de Roma, por ahora, sino que sólo nublaba única y exclusivamente la parte que correspondía al cielo aéreo del Coliseo.

Las graderías comenzaron a sonar una vez que los simples temblores se transformaron en ya movimientos más bruscos, que levantaban más de la cuenta las estatuas que adornaban los bordes del Coliseo. Parecía como si fuera el inicio del caos, o al menos, la llegada a la tierra de algo que le producía tal sensación de miedo que temblaba del terror.

TRAIDOOOOOOOOOR!!!! – Grito con fuerza, liberando una pequeña descarga de energía que revolvió todo el polvo de la arena por los cielos…

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Qué?? Cómo que hay un traidor??? – Preguntó con fuerza Octavius, levantando por el cielo al emisario que le comunicaba la terrible noticia que los estaba afectando.

Así es…cof…quién está dirigiendo a los bárbaros….cof… y provocó que nos tomaran por sorpresa….cof….es uno de sus comandantes que creíamos caído en batalla… cof….- Decía con dificultad, producto de las heridas que tenía su cuerpo.- Por lo visto, ese hijo de puta es Lucio… por favor general, salve su vida… no vale la pena que Roma pierda a un soldado como usted por culpa de un miserable…

No mueras…por favor… - Exclamó con furia Octavius, ante la evidencia que se le estaba dando, pero aún cuando se lo pidió desde el fondo de su corazón, ya era demasiado tarde. Como casi todos sus compañeros, su fiel amigo Marcus había fallecido producto de la cruda masacre que se había convertido la guerra.

Dejándolo caer al piso, le susurró que su perdida no sería en vano. Ahora si que estaba molesto, y le haría pagar a ese mal parido de Lucio el haberse hecho pasar por muerto para traicionarle. Su acción le había costado no sólo la batalla a la legión que una vez defendieron juntos, sino que además la perdida total de la guerra y el primer fracaso en la vida de Octavius para Roma. Pero eso no era lo importante, sino que en realidad, lo era el hecho de que todos sus amigos yacían muertos o agonizantes. A duras penas Octavius logró encontrarse con Marcus, que adentrándose en el bosque por culpa del ataque por la retaguardia de los bárbaros, supo ver y lograr una conversación con Lucio antes de que fuese herido de muerte por parte de los germanos.

Ahora ya no tenía ningún motivo más que la sed de sangre y venganza. Portando con fuerza la espada en su diestra, y el sable que usaba Marcus en la mano izquierda, el general romano se apresuró a correr por entre los bosques asesinando a todo lo que se moviera delante de él. Estaba totalmente enloquecido, cegado por la ira, tanto que ni los pocos golpes que alcanzaban a darle en su armadura le llamaban la atención. Ni siquiera le molestaba el hecho de ver rojo por un ojo producto de la herida de la bestia, ya que a esas alturas, en realidad nada valía la pena más que cobrar cuentas por él y sus camaradas.

Fue así como luego de correr por una gran cantidad de bosque y acabar con la vida de decenas de bárbaros, logró dar con el campamento principal desde donde daba las indicaciones la rata cobarde de Lucio. Él fue quien reveló las estrategias romanas, y quien le ofreció la cabeza de sus compañeros en bandeja a los germanos al momento de revelar el punto débil del asentamiento romano: la abertura por la retaguardia, lugar por el que recibían las provisiones y al cual sólo se podía entrar con un juramento en latín. Evidentemente los bárbaros jamás lograrían abrir la enorme puerta por las buenas sin llamar la atención, pero si podía hacerlo un comandante romano caído en batalla que volvía desde la muerte.

Lucio!!!!- Le llamaba con furia el endemoniado Octavius, abriéndose paso con una facilidad abrumadora por las fuerzas bárbaras. Ahí se notaba que estaban mal preparados, ya que no había muchas defensas que realmente significasen un problema para el enorme general romano. – Maldito bastardo, traicionaste a tus amigos, a tu familia y a Roma entero…estás feliz???!!!. – Reclamó… cuando por fin lo tuvo frente a sus ojos. Estaba armado, pero solo. Los bárbaros estaban más preocupados de asesinar a toda la legión romana antes que defenderlo. Apenas y había un par de guardias, pero que no fueron ni una molestia para contener la creciente ira de Octavius.

Como un verdadero cazador, en cuestión de segundos lo desarmó y se lo llevó devuelta al río, limpiando el paso de camino. Ni siquiera le permitió hablar, noqueándolo de entrada más no matándolo aún. Lo haría sufrir, pero lo haría en el mismo sitio donde ahora habían perecido sus ex camaradas, sólo para que sus espíritus pudiesen descansar en paz al ver al traidor caer en desgracia.

Quédate ahí… - Le gritó con rabia, dándole un fuerte puñetazo en el rostro que le voló instantáneamente un par de dientes. Había intentado hablar Lucio, pero el sentido del oído del guerrero por ahora no estaba disponible, mucho menos para él. Sólo sus ojos estaban atentos, y lo único que deseaban era la venganza. – Ahora te haré pagar por tu traición, miserable. – Sentenció con una mirada completamente homicida, para después lanzarse contra él con una serie de patadas, puñetazos y hasta un cabezazo que dieron como resultado una golpiza de magnitudes increíbles.

Ahora lo tenía agarrado con ambas manos a los pies del desemboque del río, el que daba paso a una enorme cascada de la cual y apenas se podía ver el fondo. Allí estaba colgando, al borde del abismo sostenido por las duras y vengativas manos de quien alguna vez fue su compañero, y por supuesto, le salvó la vida.

Muere… - Susurró con calma, a la vez que el sonido de sus manos rompiéndole la garganta sentenció que él había hecho justicia por sus amigos caídos. Y por si quedaban dudas, le sacó la cabeza con sus manos y lo dejó caer por separado al infierno helado. Jamás había soportado a los traidores, y esperaba nunca tener que confrontar a uno. Lamentablemente para él, si le tocó y con consecuencias bastante trágicas.

Respiraba agitadamente, a la vez que las gotas de sangre de sus manos caían al río una tras otra. Ya todo había acabado, y lo sabía. A pesar de que se había vengado, podía oír detrás de él acercarse a un montón de bárbaros que estaban en busca del premio mayor: Su cabeza. Y por muy fuerte que fuese, conocía sus limitaciones y ya estaba en las últimas de su existencia.

Como si los ancestros en el cielo se hubiesen apiadado de sus compañeros, lentamente unas gotas de lluvia comenzaron a caer por toda la zona. Sólo era cuestión de minutos para que de desatará una tormenta, que al menos lavaría los cuerpos de sus amigos.

Me hubiese gustado mucho que mis palabras hubiesen sido ciertas…muchachos. – Exclamó totalmente abatido, apenas y podía hablar con toda la carga emocional que tenía en ese instante sobre sus hombros. Hasta para él, le resultaba terrible todo lo ocurrido y como jamás se espero terminar así. – Espero que puedan perdonarme…

Con cautela se aprestó a quitarse el uniforme de general, tan manchado de sangre y con tantos golpes y cortes. Ya no tenía objetivo llevar algo tan molesto en su cuerpo, puesto que al momento de morir todos había dejado de ser su general. Su honor como soldado romano se había acabado, y con ello, también las esperanzas de volver triunfante a casa junto a los suyos.

Je… quién diría que acabaría así…- Declaró ya más calmado y evidentemente resignado, a la vez que todo su torso ya desnudo dejaba ver las heridas que traía del combate recién pasado y anteriores. – El glorioso guerrero romano…Octavius…

Lanzó hacía un lado su armadura y todo aquello que pudiese identificarlo como general. Él mismo se había quitado todos sus atuendos, puesto que no quería deshonrar ni mancillar el nombre de su familia, ni de su amada nación. Ahora sólo era un hombre solitario, que oía como atrás de él se acercaba una enorme cantidad de soldados armados y ansiosos de sangre a la espera de capturar a su presa.

Padre…Madre...lamentó partir antes que ustedes. – Les decía al aire, mirando con cierto grado de culpa hacía el cielo, mientras sus cabellos empapados le cubrían gran parte del rostro. – Sé que por esto mis ancestros no me permitirán verlos…y sé que no fui el hijo pródigo que hubiesen querido… les mentí…los engañé…en fin… por suerte tienen a Vergilius…– Comentó con un aire de tristeza tremendo, aunque se mantuvo digno a la vez que el agua empapaba su cuerpo. – Ese tonto…algún día llegará a ser un buen soldado… probablemente mejor de lo que yo fui…y seguramente será un gran emperador cuando crezca; cuídalo mucho, Sophia… y cuídate tú también…

Apenas y pudo moverse para tomar su espada que yacía enterrada con fuerza bajó el agua, por suerte la corriente no era profunda para él y podía soportarla.

Breda…debí haberte traído en vez de a Lucio…pero de seguro guiarás bien a Vergilius…así como me guíaste a mí - Exclamó desenterrando la espada, moviéndose lentamente.

Familia….compañeros…sé que jamás se los dije… y seguramente no se creerían esto… pero en el fondo de mi ser, yo… - Suspiró, a la vez que sonreía sarcásticamente a pesar de que ya veía su muerte frente a sus ojos. – Los quise mucho… amigos… y padres… lamento no haberles dicho esto al irme, pero ojala algún día puedan saber…

Se volteó y pudo ver a una enorme horda de bárbaros que se dirigían hacía él corriendo con furia, seguramente la misma que él expresó desde siempre, excepto en ese instante.

Que siempre los ame… hasta luego…Vergilius, por favor, cuida a nuestros padres… te lo suplico. – Dijo ya con la voz quebrada, pero sonriendo, para después proceder a besar su muñeca izquierda y finalmente lanzarse hacía la que sabía sería su última pelea.

HAAAAAAAAAAAAAA!!!!- Gritó mientras corría por la lluvia, contra la corriente, y blandía su espada con las dos manos dispuesto a pelear hasta la muerte…

------------------------------------------------------------------------------------------------

Qué...es esto…- Preguntó Octavius, mientras tocaba el espejo con su mano derecha.- Ah…soy yo.- Se respondió con calma, a la vez que veía como su mano se unía con la del reflejo y lo atravesaba, entrando a una especie de mundo sub alterno.

Hmmm…dónde estoy… - Volvía a preguntar a la vez que caminaba, teniendo frente a él un enorme lago lleno de agua. Todo el paisaje estaba oscuro, salvo el agua que brillaba con mucha intensidad. – Qué… es eso… - Decía acercándose lentamente.

Su cuerpo estaba completamente desnudo, y no poseía ninguna herida de guerra ni nada.

------------------------------------------------------------------------------------------------

Gggggghhhh…. – Exclamaba con fuerza el hijo del emperador, mientras que hacía su aparición una fuerte aura que rodeó por completo su cuerpo, como si quisiera formar una barrera a su alrededor.

La tierra ya estaba temblando a tal magnitud que todo el coliseo se movía, a la vez que los relámpagos continuaban cayendo por todo el edificio y sus alrededores. Era un verdadero cataclismo el que allí se estaba viviendo.

Octavius había dejado de tambalear su cabeza, para ahora pasar a estar presionando a más no poder su boca y sus brazos, los cuales cerraban sus puños con muchísima fuerza. Por toda su humanidad se podía ver como las venas de su cuerpo se marcaban, producto de la sangre hirviéndole en su interior.

Una cantidad extraordinaria de energía comenzó a salir emitida desde el cuerpo del guerrero, el que parecía estar sufriendo o transformándose. Toda la ira acumulada en el centro de su corazón, que había sido liberada de pronto con el recuerdo de lo que había pasado en aquel día que cambió su vida, gatillo que su furia escondida saliera a flote con una intensidad abrumadora.

Era cosmos. Todo el cosmos que se podía sentir y que prácticamente estaba destruyendo el Coliseo, provenía de aquella misma ira motivada por el pasado en el que fue traicionado, y que gracias a ello, toda su existencia y la de sus parientes había sufrido un cambió tan repentinamente y de golpe.

Lo curioso era que, a pesar de que había tomado venganza, por alguna razón ahora no podía tranquilizarse ni mucho menos manejar todo lo que estaba saliendo a flote desde lo más profundo de su ser.

GHHHH…….GHAAAAAAAAAAA!!!!!!!!!! – Gritó con fuerza, evitando el poder acumular más esa energía repentina que tanto tiempo estuvo escondida dentro de su ser.

------------------------------------------------------------------------------------------------

Caminaba tranquilamente hasta llegar a la orilla del lago, para después proceder a sumergirse pacientemente por el agua. Estaba tibia, y reconfortante. La sensación de sus pies al tocar el líquido fue tal que lo motivó a seguir entrando en el agua.

Qué…está pasando… - Decía mientras miraba con extrañeza hacía todos lados, buscando algo que tuviera sentido en medio de toda esa oscuridad tan rara.

Pero no tenía caso, ya que su cuerpo parecía ser que se mandaba solo y aunque en un momento quiso evitar entrar, terminó por introducirse por completo en el agua. Y una vez allí, nuevamente el reflejo de su persona le llamó poderosamente su atención.

Tú…eres yo..? – Preguntó con inocencia, con sus ojos totalmente perdidos…

------------------------------------------------------------------------------------------------

HAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!!!!!!!!!

Levitando en el aire y rodeado por múltiples rayos de energía, se encontraba Octavius, completamente inconciente dentro de su propio caos. El coliseo se había partido en diversos pedazos, que también flotaban alrededor del ambiente junto a trozos de roca sacados del suelo. Todo era un completo desastre, y quien lo estaba causando parecía que estaba muerto, si no fuese porqué gritaba con tal magnitud que daba la impresión que su garganta iba a estallar en cualquier momento.

Sus ojos eran blancos y su boca estaba abierta en toda su capacidad. Todos los músculos de su cuerpo estaban forzándose y como si eso fuera poco, de pronto una enorme llamarada de fuego lo cubrió por completo, apenas y dejándole ver en medio de toda la fiesta de energía.

El viento recorría los alrededores de Octavius con gran velocidad, quebrando y destrozando aún más las ya destruidas graderías del Coliseo. El nivel de destrucción causada era tal, que hasta se podía ver al edificio levitando a pedazos despegado totalmente de la tierra.

Y finalmente, todo su cuerpo se iluminó con una intensidad tan potente que fácilmente podría dejar ciego a quien estuviese allí mirándole.

------------------------------------------------------------------------------------------------

Quién eres… - Preguntó con calma, pero no obtuvo ninguna respuesta. – Ah…cierto… soy yo…y ellos…son mis padres.- Comentó con desgano, a la vez que nadaba hasta el fondo del lago.

Una figura de él cuando niño y sus padres acompañándole, fue lo que llamó tan poderosamente la atención del guerrero romano. No los pudo ver más desde que salió de casa embarcándose en la misión de conquista, y tenía aún muchas cosas que hablar con ellos. Los extrañaba, y quería preguntarles todas las dudas que en su momento no quiso por respeto. Y ahora, finalmente, sentía que podía hacerlo.

Se siente tan bien… estar de nuevo con ustedes… - Sentenció con mucha paz, puesto que eso era lo que más tenía en su cuerpo y mente. No sentía dolor, ni tampoco ninguna preocupación. Ahora sólo sentía el goce de por fin reunirse con los suyos, tras tantos años separados producto de la guerra y luego la posterior traición.

En eso…sintió como se transformaba nuevamente en niño… y el agua alrededor adquiría un tono completamente rojizo. Pero no le importó, así que no le prestó mayor atención a esas cosas. Se sentía pleno junto a los suyos, así que no debía porqué preocuparse de que estuviese sumergido en un líquido rojo y pesado.

Lentamente Octavius se fue hundiendo junto al reflejo de sus padres, sin importarle el hecho de que ya cada vez más se alejaba por donde había entrado. Pero por otro lado, un nuevo sujeto emergía hacía la superficie con su cuerpo antiguo. Lo pudo ver, pero ya no tenía caso seguirlo hasta arriba. Quería quedarse junto a sus progenitores…

Y así lo hizo…

------------------------------------------------------------------------------------------------

La poderosa estrella incandescente en la que se había transformado Octavius aún continuaba en el cielo, elevándose con fuerza y junto a él, a todo el Coliseo.

Constantes llamaradas provenientes desde el suelo y de su propio cosmos, fueron las causantes de que la arena se transformase en un verdadero infierno terrenal. Y en medio de todo eso, yacía una figura luminosa, la que alguna vez se llamó Octavius.

HAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!!!!!!!

Con los brazos extendidos hacía los lados y sus ojos completamente en blanco, su cuerpo comenzó a cambiar repentinamente. Su cabello creció y cambió de color, así como también los músculos de su humanidad se acrecentaron y perfeccionaron. Toda su ropa se incineró producto del fuego.

HAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

Un último grito de furia fue lo que dio por terminado el espectáculo dantesco, que lentamente comenzó a ir en picada. La iluminación del cuerpo de Octavius fue decreciendo, así como también los trozos del Coliseo y del suelo fueron cayendo bruscamente contra el piso. Sin embargo, la electricidad y el fuego continuaban rodeando su cuerpo, pero parecía como si estuviesen a su servicio.

De pronto, un casco de guerra apareció desde los cielos y cayó suavemente hasta las manos de Octavius, que las levantó por sobre su cabeza y atajando el yelmo divino, se lo puso en el acto. Al hacerlo, sus ojos se iluminaron con una tonalidad naranja y su mirada era el más fiel reflejo de la furia, pero contenida.

Hmpf.

Y aún cuando ya caían los pedazos de Coliseo y tierra, se podía sentir como todo el aire estaba claramente caluroso y el centro de ello era, precisamente, el nuevo Octavius; que dejando atrás los fantasmas de su pasado y las dudas, finalmente había despertado como el Dios dormido que le correspondía ser, y que le había dado la fortaleza para sobrevivir contra los cien bárbaros en el río.

Ahora era…Ares.
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Mensaje por Aspros Jue Feb 10, 2011 10:54 pm

¿Uh?

A pesar de que Aspros estaba ensimismado en lo que ahora sus ojos eran capaces de percibir al haber aprendido de manera empírica el manejo del cosmos, la salida repentina e inesperada de Octavius, el primogénito del Emperador, lo tomó por sorpresa. No por el hecho de que se hubiera quedado repentinamente mudo o porque ni siquiera le hubiera dirigido la mirada al escabullirse de la habitación con un indiferente “Ya vengo”, sino que de pronto el ambiente había cambiado de una atmósfera de lo más neutral a tener un aura amenazante y tensa. Incluso las diminutas partículas que se habían revelado a mis ojos se movían de acuerdo a esa casi imperceptible mutación: de un movimiento danzante y fluido pasaban a mantener un paso lento, riguroso y caótico.

Algo aquí no cuadra… Murmuró el ex-senador, echando a caminar detrás del heredero al trono de Roma pero cuidando de estar a una distancia que su sexto sentido denominaba “prudencial”. Las auras formadas por pequeñas motas luminosas que ahora podía percibir se apartaban naturalmente conforme Octavius se acercaba a ellas, como si algo las repeliera o…las asustara. Realmente, algo no estaba bien en todo aquello, la situación se había descontrolado y ni siquiera el dueño de Cambre había notado cuando. Debí fijarme un poco más, es por estos mismos descuidos que tomé el control…no puedo permitirme caer en las estupideces del otro. murmuró en voz baja Aspros, bajando por las escaleras que lo conducirían a la arena del Coliseo en medio de la cual su objetivo se había detenido en actitud solemne y pensativa. Sin querer arriesgarse más de la cuenta el romano tan solo se quedó en el umbral de acceso, con la mano apoyada sobre el marco y la vista fijada en la enorme leyenda viva que era el General con el que había pactado hacía tan solo unas horas atrás.

Los segundos iban adelante, transformándose en minutos cuyo transcurso se daba con una lentitud pasmosa. El único movimiento proveniente del enorme hombre situado en el centro de la arena se percibía en sus labios, murmurando frases que desde la distancia en que me encontraba no llegaba a captar con claridad, como mucho podía distinguir una que otra palabra suelta.

Un instante después el clima se había visto afectado, unas nubes que no existían minutos atrás habían hecho acto de presencia, arremolinándose unas sobre las otras para lanzar destellos relampagueantes por encima de Octavius…en medio de todo aquello el aire se había calentado sobremanera, despidiendo el asqueroso olor del hierro que solo se podía encontrar en la sangre fresca; era como si el mismo ambiente se hubiera dementado con la súbita actitud del heredero al trono de Roma quien para esos instantes parecía luchar contra algo que tenía por dentro. De un momento a otro, el enorme General lanzó un grito que liberó una potente descarga capaz de arrastrar cualquier cosa a su paso en cuestión de instantes, siendo confirmado con la nube de polvo que le siguió a la onda expansiva.

¿Tr-traidor? Murmuró Aspros con la mano por delante de la cara, totalmente extrañado y sintiendo la presión del ambiente sobre sus hombros, viendo como las partículas luminosas se revolvían alrededor de Octavius en forma caótica…algo no andaba bien allí, de hecho, NADA andaba bien en esos instantes: la tierra temblaba, los cimientos se sacudían y relámpagos golpeaban la tierra con una ferocidad impresionante. Lo más extraño de todo era el hijo del emperador quien para esos instantes se encontraba flotando sobre el aire rodeado de aquella misma energía que se me había revelado hacía solo unos instantes, una fuente inagotable de poder rojizo que hacía mella en todo el escenario y que por lo visto, no iba a parar así como así ya que al contrario, esta aumentaba cada vez más…Aspros no podía ocultar la aprehensión que mostraban sus ojos desorbitados, estaba embelesado con toda aquella situación y como no, también estaba asustado.

El coliseo se encontraba sumido en un caos como ningún otro: fragmentos sueltos saltaban y se daban contra la arena, destruyéndose y levantando más y más arena de la que hacía tiempo se había apelmazado con la sangre. Los cimientos rugían y tronaban con furia en respuesta a los destrozos ocasionados encima de ellos, pero todo era inútil…las destrucción no se detendría sino hasta que aquel que la causaba retomara el control sobre su consciencia. Sumado a la antigua estructura que se caía a pedazos el viento se movía como si un huracán hubiera sido invocado en medio de la arena, cortando las corrientes y reformándolas al azar. Si Aspros no hubiera cubierto su cara antes de que una ráfaga sorpresiva lo atacara, seguramente hubiera quedado ciego…pero otro factor había entrado en juego que apostaba su favor: el cosmos, en forma de aquellas delgadísimas líneas presentes sobre la materia (que hasta el momento no habían sido afectadas por el cataclismo) que de un momento a otro se desdoblaron a su alrededor para impedir que el viento pasara pero al mismo tiempo, no lo hiciera. Ni siquiera el mismo peliazul lo entendía, ¿cómo era que las ráfagas se dirigían hacia su persona pero no llegaban a tocarlo, y qué de paso, estas continuaran su camino como si el no estuviera presente? Ahí fue donde cayó en cuenta que realmente, el no estaba “totalmente” presente, de alguna manera inesperada las líneas representaban su presencia en el mundo y al ser desdobladas, esta se borraba, por decirlo de alguna forma. Una risita demente se dibujó en la cara del menor de los presentes…una risita que se desvaneció al instante en que un destello envolvió toda la escena pero tal cual había sucedido con el viento, las ondas nunca llegaron a hacer contacto con sus ojos, evitando una ceguera más que segura. La conclusión vino en un efímero instante en el cual un grito de Octavius puso punto final a todo aquello, después de haberse transformado en una bola incandescente, después de haber hecho llover relámpagos y hacer tronar al cielo como nadie, después de haber destrozado un monumento emblemático de la capital del imperio más importante del mundo, el heredero al trono había sufrido una metamorfosis imposible de creer si no se hubiera visto en persona, cosa que sí había hecho Aspros.

Había presenciado el nacimiento de un dios encarnado.

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2do Post Defensa – Especialización Palco del Emperador Tiempos


Última edición por Aspros el Sáb Feb 19, 2011 6:04 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Ada Jue Feb 17, 2011 5:17 pm

Primer post de cuatro para Segundo Ataque Debil - Maestria en Cosmos






El clima abruptamente se había alterado a causa de algo, o más bien de alguien, al levantar la mirada al cielo las nubes empezaban a juntarse y arremolinarse bajo un solo sitio: El coliseo. La tierra empezaba a estremecerse, el viento impulsado por una desconocida ira golpeaba el cuerpo de Madareth y hacia que sus cabellos ondearan violentamente mientras ella corría hacia aquel mítico lugar, era irónico, el sitio que piso por primera vez al arribar a Roma le llamaba nuevamente, desde un principio quien le había traído a ese lugar fue solo una persona, o más bien un solo dios, Ares.
El recorrido desde las calles del mercado hasta el coliseo había sido extrañamente largo, puede que el tiempo haya continuado su curso pero para Madareth este se había vuelto imperceptible, aquel camino fue más extenso y los segundos eternos, su mente empezaba a mostrarle las razones del porque debía ir a ese lugar a enfrentar la mismísima muerte , por su orgullo no podía permitirse seguir viviendo sin enfrentar al causante de su odio, vergüenza y desesperación.


Detuvo su marcha, los músculos de su cuerpo se tensionaron, respiraba profundamente tomándose un largo tiempo para expulsar el aire que recibían sus pulmones, varias descargas eléctricas recorrían su cuerpo fruto de la cantidad de sentimientos encontrados que florecían en los momentos anteriores al ir a una batalla. Su corazón se aceleraba y latía con fuerza, hasta el punto de llegar a pensar que se saldría de su pecho. Cerró sus ojos mientras sus cabellos ondeaban ligeramente, apretó sus puños con fuerza mientras en su mente divagaba en los recuerdos.

Recordó a Esparta, su tierra natal y al momento en que pensó que se reencontraría con el único ser que en este mundo era capaz de contener su indomable espíritu, las ruinas de lo que alguna vez fue el templo de la guerra, la estatua de su dios hecha pedazos y una Esparta en ruinas, hicieron que perdiera la razón. Otra vez su pecho ardía, el dolor volvía y le desgarraba el alma.


- Porque? Digamelo… A la única persona a quien sigo hasta la muerte es a usted… y es capaz de insultar el corazón que mueve a esta guerrera, a olvidar él porque nos mantenemos en pie hasta la muerte, darle la espalda a la gloria que comprende una buena batalla… -


Mordió su labio inferior, levanto su mirada al cielo sin abrir sus ojos y mas imágenes se mostraban ante ella, lo podía visualizar perfectamente, un par de figuras se alzaban triunfantes en medio de un campo de batalla donde los cadáveres de varios seres humanos cubrían el piso, algunos se encontraban mutilados, atravesados por espadas, irreconocibles víctimas de los golpes y la brutalidad de quien los asesino. Ambas figuras se encontraban con algunos cortes y moretones, pero en si no tenían ninguna herida de consideración, estaban cubiertos por sangre que no les pertenecía y con sus manos habían arrebatado las vidas de quienes les rodeaban.

- Porque solo usted puede otorgarme el placer de una batalla y entender el corazón de un guerrero…-

Una de las figuras era una mujer, quien empuñaba un par de extrañas espadas atadas a unas cadenas, la otra blandía una enorme espada cuya hoja estaba cubierta de un liquido carmesí el cual no podía ser más que el de la sangre, la mujer sonreía observando aquel espectáculo a su alrededor, sonreía de felicidad, no de sadismo, no de maldad, era felicidad pura lo que mostraba aquel rostro y que triunfante, se arrodillaba frente a la otra figura, la cual le daba la espalda.

- No permitiré ser traicionada… ni permitiré que usted se traicione a si mismo nuevamente… si esa es mi misión en esta era, que así sea!! –

De repente abrió sus ojos, apretó con más fuerza sus puños, siguió el corto camino que le separaba del coliseo, a medida que se acercaba a este no trato de disimular su cosmos, en cambio empezó a explotarlo aun mas y mas, si iba a enfrentarle seria con todo su poder y con todo su ser. Del coliseo que alguna vez Ada conoció no quedaba prácticamente nada, en la entrada de las ruinas pudo observar a un extraño, un joven de cabellos azules quien al parecer fue testigo del despertar del dios de la guerra, Madareth arqueo una ceja, podía sentirlo muy fácilmente, aquel sujeto desprendía un cosmos conocido y repudiado por ella, no podía creerlo cuantas basuras Athenienses debería enfrentar el día de hoy, pero lo que le enervo mas fue ver que ese sujeto había estado con su señor. Que tan bajo había caído Athena que había mandado a un asesino a acabar con el cuerpo mortal de su enemigo….

- Quien demonios eres… y que haces aquí!!! –


Madareth poso sus ojos cafés sobre aquel sujeto mientras apretaba su puño con fuerza y se colocaba en posición de batalla para enfrentarle, la ira le consumía, no le molestaría destruir una basura para llegar a Ares.

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Mensaje por Aspros Sáb Feb 19, 2011 6:05 pm

3er Post Defensa – Especialización Palco del Emperador Tiempos

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El calor del aire y el insoportable olor a sangre que se había instaurado en las ruinas del ahora destruido coliseo de la capital imperial de Roma se le hacían ya normales a Aspros, el ex-senador que había sido relevado de su puesto por su “hermano” Mauritius, una basura humana que no tenía ni la más mínima idea de lo que significaba el honor o la familia…eso ni mencionar a su gemelo, quien lo había traicionado de la manera más rastrera posible, aunque por los instantes eso no le importaba en lo más mínimo al peliazul. De hecho, en su mente estaba fresco el recuerdo del evento que recién había experimentado…el despertar de un dios. No lo sabía con certeza, pero aquella presencia, aquel porte, aquella energía y en realidad, todo lo que había acontecido hacía tan solo unos minutos atrás no quería decir más que una cosa: Octavius, el heredero al trono de Roma y primogénito del Emperador no solo representaba el descenso de un dios a la tierra sino que más bien, el era un DIOS en toda regla…aún con su apariencia totalmente modificada, Aspros sabía la verdad…si los demás habitantes de Roma, conocidos o familiares del ahora transformado General no lo reconocieran, el ex-senador si sabía que era lo que había sucedido. De hecho, aquella idea ahora lo obsesionaba.

Desde que había nacido y sido entrenado para la grandeza en el mundo, el sueño de Aspros, su más grande meta en la tierra era la de convertirse en la estrella más brillante del firmamento, pero siempre se había visto retrasado por una razón u otra: los métodos de los Senadores, la estupidez de la milicia y la existencia de aquellos cuyos destinos parecían ser los de superarlo naturalmente, ya fuera por conexiones, capacidad o trasfondo. Todo se confabulaba para retrasar e imposibilitar la meta del peliazul pero ahora…ahora sabía que su sueño era más que posible; si Octavius lo había logrado, porque no habría el de hacerlo? Sí, el dueño de la villa de Cambre habría de levantarse mucho más allá de lo que cualquiera de los insectos que habitaban Roma pudieran imaginarse siquiera…el puesto de Senador? Basura…ser dueño de las tierras más fértiles de la capital? Idiotez…el puesto de César? INÚTIL! Ahora la meta de Aspros se enfocaba en una sola cosa: convertirse en un dios.

Ha! Y no será muy difícil… comentó el hombre mientras una ligera brisa soplaba, llevando la fetidez de la sangre y expandiendo el calor que se había apoderado de las ruinas del Coliseo más allá del territorio que normalmente ocupaba el enorme edificio para así agitar su larga melena azulada. Antes de poder decidir un curso de acción que significara el primer paso para cumplir su meta (Octavius no se había movido ni un ápice de su sitio y el aura que emanaba indicaba por todos los medios que sería estúpido acercársele) una voz rompió el delicado silencio al que ya Aspros se había acostumbrado. Una mujer había aparecido gritando y pidiendo explicaciones sobre quien era el ex-senador de la manera más patética que el peliazul jamás hubiera podido concebir. Dirigiendo su mirada en dirección a aquella persona y fijándose en su figura (entrenada para el combate) y las particulares cadenas que portaba en sus brazos, tan solo pudo sonreír con sorna mientras posaba su mano en una roca cercana, que antes había sido un muro perteneciente a la zona de las gradas. No me veo obligado a contestar eso, mujer…de hecho, debo ser yo quien pregunte quien eres, ya que obviamente destacas aquí…demasiado, me atrevería a decir…ju comentó el peliazul mientras una mueca de burla se formaba en su rostro, expresando que para él aquella pelirroja no significaba nada en lo absoluto…aún cuando las partículas luminosas que había aprendido a percibir poco atrás indicaba que ciertamente, era alguien de temer.
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Mensaje por Ada Sáb Feb 19, 2011 8:17 pm

Segundo post de cuatro para Segundo Ataque Debil - Maestria en Cosmos



El viento que antes se estaba violento y huracanado ahora mostraba una singular calma, acariciando a cada objeto que se encontrara a su paso, aunque traía un singular olor que en personas comunes podría causar cierto repudio, el olor ferroso y penétrate de la sangre, para Madareth era el más perfecto de los perfumes y que le traía remembranzas del campo de batalla, siendo una de las cosas que amaba profundamente aquel vital y rojizo liquido. A su alrededor las ruinas y las llamas empezaban a calentar el ambiente, el fuego que todo lo destruye y arrasa era la cortina que no le permitía observar su premio mayor, el lugar donde se encontraba Ares



- Mnnn fíjese que no deseo dar mi nombre tampoco, así que… seremos simples extraños. –


Respondió devolviéndole la sonrisa irónica a ese joven de cabellos azules, Madareth organizo sus prioridades, al parecer ese sujeto seria un obstáculo más para llegar a donde se encontraba Ares, sabía que en algún momento debería enfrentar a los santos de Athena, pero ese momento llego más pronto de lo que esperaba. Cerró sus ojos levemente mientras se quitaba aquella capa color tierra que cubría su bien formado y ejercitado cuerpo. Vestía unas ligeras ropas de entrenamiento las cuales cubrían una fracción de su cuerpo, debido a sus características estas no eran romanas ni nórdicas, más bien griegas, para ser más exactos espartanas. Unas singulares marcas nacían de su brazo derecho y le cubrían, eran símbolos y sellos con detalles exquisitos que se extendían por su espalda. En esta misma, enfundadas y siguiendo el camino de las cadenas dos brillantes espadas gemelas estaban, armas únicas que en algún tiempo remoto fueron entregabas a la señora de la guerra por Ares, pero que no usaría en esta batalla.

La mujer no quito la vista de su nuevo objetivo mientras comenzaba a trabajar con su cosmos, el cual no se había menguado a lo largo de todo ese tiempo sino se mantenía estable y fluyente. La chica adopto una actitud de batalla colocando su pie izquierdo delante extendiendo su brazo del mismo lado con el puño cerrado, su brazo derecho permanecía atrás flexionado, aquella forma en la que se encontraba era una de las miles posturas que en un pasado sus maestros en la academia de guerra de Esparta le habían enseñado para un ataque cuerpo a cuerpo, pero que esta vez usaría para amplificarlo con el poder de su cosmos.

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Mensaje por Aspros Sáb Feb 19, 2011 9:30 pm

4to Post Defensa – Especialización Palco del Emperador Tiempos

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La mujer de cabello rojo como la sangre no parecía ser de las que eran cooperativas…sus manerismos, su actitud y su aura indicaban que era una de esas personas aguerridas que simplemente iban por el mundo con una actitud altanera y peligrosa. Era ese mismo tipo de personas que llegaban a frustrar un poco a Aspros ya que con su férrea educación y principios, le costaba aceptar que existiese gente tan simple en el mundo…al peliazul le parecía un mero insulto la presencia de semejante sujetos caminando por la faz de la tierra, lo enojaban aquellos gusanos cuyo único propósito era arrastrarse e irse de cabeza hacia el abismo de su propia destrucción; para una estrella que brillaba en lo más alto del firmamento, esos terrestres eran una calamidad con todas las letras. Manteniendo aquella sonrisa sarcástica el ex-senador tan solo se llevó la mano derecha a la frente para apartar varios mechones rebeldes que empezaban a interferir en su rango de visión, notando como de pronto el ambiente se volvía un poco más…tenso.

Las partículas luminosas que había descubierto la parte más mordaz y orgullosa de Aspros estando encerrado en el rincón más oscuro de la mente que se destacaba por ser tan privilegiada y versada tanto en artes como en estrategias de batalla y modos de combate se movían con una velocidad alarmante, el origen de lo cual no tardó demasiado en encontrar: la pelirroja se había quitado la enorme capa de color marrón para mostrar un atuendo que según los registros que había llevado Aspros en su cerebro se correspondían con el tipo de vestimenta alguna vez usada en la ciudad de Esparta, en el este del continente y perteneciente al país denominado como Grecia, la cuna de varias tradiciones paganas que sustentaban la vida común del imperio Romano en el cual había crecido. Eso le dio una pista más que suficiente como para darse cuenta de que aquella persona no era nadie común y corriente, de hecho, la forma en que las partículas se movían a su alrededor para juntarse y convertirse en una fiera aura que parecía invocar la muerte y la destrucción le hicieron notar que de alguna manera, esa mujer era mucho más experimentada en manejar aquel tipo de energía…mucho más que el mismo. Suspirando por lo bajo y sin que su “interlocutora” lo notara, el peliazul se dispuso a intentar de nuevo lo que había logrado hacía unos minutos atrás cuando las ruinas del coliseo habían estado a punto de matarlo en medio del colapso que había sufrido la estructura. No sabía exactamente porque, pero la sensación que daba aquella fémina tan solo rezaba que lo que le esperaba al heredero de Cambre no sería nada bueno, en lo absoluto.

Puede que ella sea más…”experimentada”- comenzó a decir Aspros para sí mismo en una voz que solamente él podía oír mientras cambiaba la expresión de su rostro a una mucho más seria y realmente peligrosa. -pero yo, por otro lado soy un genio nato. completó mientras aclaraba su mente y rememoraba la sensación que lo había embargado al encontrarse en una serio aprieto tan solo momentos atrás…si lo había hecho una vez, lograrlo de nuevo le sería mucho más fácil, de eso no le cabía duda alguna. Moviendo ligeramente su dedo índice izquierdo, pudo sentir como aquellas partículas se movían a su alrededor en una danza mucho más controlada y calma que las de la que se movían por encima de la cabeza de la mujer, cuya expresión en el rostro era de…concentración? exaltación? espera? Aspros no estaba seguro, pero no esperaba descubrirlo ya que si se desconcentraba un solo instante, bien podía declararse muerto. Inmediatamente pudo ver como aquellas líneas que representaban el tiempo y el espacio volvían a hacer su aparición en el terreno de juego: su ventaja? poder ver aquellas líneas cuando el “enemigo” era incapaz de semejante proeza, la desventaja? que no estaba completamente seguro de poder hacer un uso apropiado de aquella misma oportunidad dorada. Solo quedaba esperar a ver cual sería el resultado de aquel inminente choque de fuerzas y voluntades…
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Mensaje por Ada Sáb Feb 19, 2011 10:48 pm

Tercer post de cuatro para Segundo Ataque Debil - Maestria en Cosmos


Podía sentir la energía y el cosmos que fluía a su alrededor, el mínimo proveniente de todo lo que le rodeaba ya que cualquier partícula presente en este mundo era parte de un todo, luego estaba el cosmos que desprendía el chico de cabellos azules, el cual se mostraba confiado además no se quedaría atrás, empezaba a trabajar en su propia energía lo más seguro para responder al ataque que la pelirroja efectuaría contra él. Después se encontraba ella quien hacia fluir esa energía a través de su cuerpo y empezaba a afectar el ambiente, finalmente se encontraba la abrumadora presencia de Ares cuyo cosmos se mostraba amenazante más adelante, pero había bajado la intensidad de hace unos momentos.

Para todo caballero sin importar a la deidad que representara el cosmos era la fuente de su poder sin importar que objeto o elemento manejase, su energía vital y la del universo explotadas al límite eran lo que le permitía realizar tal hecho, por lo que para Madareth hacer uso de esa habilidad innata del manejo del mismo de cierto modo le daba una ventaja pero que debía saber usar dependiendo del rival, se mantenía quieta sin perder aquella posición, su mente andaba en medio de una especie de transe por alguna razón viejos recuerdos volvían a golpear su subconsciente, estaba presente de cuerpo mas no de mente o mejor una parte de esta se encontraba ausente.

Recordaba uno de los cuantos entrenamientos que tuvo con aquel hombre a quien alguna vez llamo padre, considerado uno de los más completos y brillantes guerreros de Esparta, una de las lecciones que le tomo más trabajo y considerada una de las técnicas en combate más perfectas, era el ataque doble con la espada, la cual no fallaba sin importar el oponente o la forma en que este se defendiera, consistía en un primer golpe imprimiendo toda la fuerza esperando el rechazo del enemigo, aun así la dirección de la espada no cambiaria sino que causaría que el ambiente a su alrededor creara una especie de vacío, debido a la fuerza y dirección del golpe, el aire presionado evitara la libertad de movimiento y permitirá devolver el golpe con el doble de fuerza. Aquella forma de pelea era uno de los secretos militares que solo los más antiguos guerreros espartanos conocían y que el padre de Ada decidió otorgarle, ahora estaba comprendiendo el porqué su vida había sido de tal modo, todo había sido preparado para que ella se convirtiera en una maquina de muerte y destrucción, un arma para Ares, un guerrero completo entregado para las batallas.

Ahora todo dependía de cómo imprimiría aquella enseñanza en su próximo movimiento, no iba a usar el poder de un arma, ya que ella era aquel objeto, usaría el poder de su cosmos para cambiar el ambiente y a su vez mejorar su velocidad superando los limites conocidos por el hombre, en un abrir y cerrar de ojos, ni siquiera en eso, mucho menos que eso ejecutaría su técnica con todo el poder y la rapidez necesaria, el cosmos a su alrededor dejo de fluir ahora se concentraba en alterar aquellas partículas que le rodeaban, la tierra a su alrededor comenzó a fragmentarse lo que estaba haciendo en realidad era aumentando la gravedad en aquella porción de espacio, si podía hacerlo allí, podría manipular todo, inclusive el área frente al peliazul en la cual ejecutaría su técnica.

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Mensaje por Aspros Sáb Feb 19, 2011 10:52 pm

5to Post Defensa – Especialización Palco del Emperador Tiempos

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La energía que provenía de la mujer pelirroja que en esos instantes amenazaba a Aspros, el ex-senador y dueño de Cambre era realmente poderosa, como si una fogata se hubiera salido de control y así empezara a extender las llamas que originalmente la habían creado para quemar cualquier cosa que se atravesara en su camino. Lástima que del otro lado de aquella fuente de poder violento y desmedido estaba el peliazul, cuya larga melena se mecía ligeramente no a causa de la potente brisa que azotaba a ambos contendientes sino por las partículas luminosas que se concentraban en su persona, rozando su piel y permitiéndole ver el mundo de una forma que el mismo Aspros no se hubiera imaginado nunca antes: era como si la fábrica de la realidad estuviera aletargándose poco a poco, haciendo que cada detalle, cada ínfimo movimiento fuera registrado en sus ojos para pasarle la información cuanto antes a su cerebro, que analizaba los pros y los contras de las diversas formas en que todo aquello podía concluir. Viendo que la mujer parecía enfocada en algo concreto cuya naturaleza el ex-senador no podía todavía identificar, decidió que lo mejor sería repetir la proeza que había evitado que su cabeza fuera arrancada de cuajo de su cabeza cuando el Coliseo hubo colapsado tan solo minutos atrás.

Las delgadas líneas que el dueño de Cambre ahora era capaz de percibir se movían con mucha más rapidez que antes, reaccionando ante su propia energía interior que ahora emergía con gran fuerza…mucho más de lo que el mismo peliazul hubiera imaginado en primera instancia. Así que analizando lo que tenía a mano y lo que sabía que podía lograr, pensó acertadamente que lo único que quedaba por hacer era medir bien el tiempo y ejecutar aquella “técnica” en el instante preciso para bloquear o mejor dicho, anular lo que fuera que estuviera planeando la extraña mujer. Contando mentalmente los segundos y preparando todos y cada uno de sus sentidos para reaccionar al momento en que la chica se decidiera a golpear, Aspros pudo ver que contrariamente al efecto que producía su poder (que tan solo movía las líneas invisibles para el ojo común y distorsionaba ligeramente la luz que los circundaba) el de la pelirroja era capaz de destrozar la tierra con una fuerza que no parecía del mundo en el que vivían. Las rasgaduras en el suelo y los guijarros que se levantaban producto de esto normalmente hubieran amedrentado a Aspros así este no lo demostrara o admitiera, pero habiendo presenciado la metamorfosis de Octavius lo había dejado abierto a que cuaquier cosa era factible en la tan llamada “realidad”…sin sentidos? Ahora si poseían suficiente base lógica; tonterías? Tal vez, a menos que se comprobaran con evidencia sólida…miedo? No, ya el gemelo mayor de Cambre había perdido esa emoción con el evento único que tenía por centro al heredero de Roma…lo único que le quedaba adentro era la codicia y las ansias de brillar como la verdadera estrella que él era…

Así es! Si Octavius pudo llegar a convertirse en un dios capaz de destruir el mítico Coliseo de esa forma…yo me convertiré en aquel que aplastará las estrellas de la galaxia…seré la luz más brillante del firmamento! exclamó para sí mismo con una sonrisa demente y los ojos desorbitados, al tiempo que unos chispazos se hicieron presentes en el ambiente, rodeando al peliazul y contrastando con el efecto destructor de la tierra que generaba la mujer pelirroja. Vamos mujer! Muéstrame que es lo que puedes hacer!
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Mensaje por Ada Lun Feb 21, 2011 6:56 pm


Cuarto post de cuatro para Segundo Ataque Debil - Maestria en Cosmos


Una leve brisa y una aparente calma habían transcurrido en los momentos que Ada analizaba a su rival y pondría en práctica los consejos y entrenamientos en batalla, antes las palabras de aquel hombre de cabellos azulezcos solo arqueo una ceja, aquellas aseveraciones de cierto modo resonaron en su mente, la ambición humana no tenia limites y ese tipo era un excelente ejemplo, aun así eran pocos los que habían alcanzado a tocar el cielo con las manos y caer abruptamente a causa de su incapacidad de manejar tal poder, es verdad que los limites podían romperse, pero solo los idiotas intentaban hacerlo, y nuevamente las lecciones de batalla hacían eco en sus pensamientos, es verdad que un guerrero busca la perfección y mejorar día a día, pero habrá un limite el cual no podrá sobrepasar ya que al hacerlo solo empezara una caída en picado hacia su propio fin, por el momento Madareth no conocía tales limites para ella, pero cuando llegara el día en que lo encontrara intentaría aumentar la distancia para llegar a este y nunca tratar de cruzarlo.

El fuego que les rodeaba empezó a volverse más violento, indicando que la calma posterior a la tormenta había terminado, las llamas alcanzaban enormes alturas y el calor empezaba a volverse más notorio y sofocante, era el momento de atacar y terminar con ese humano para poder llegar con quien realmente importaba, Ares.


- Muere…. – susurró

La chica salió corriendo a una enorme velocidad en dirección a el peliazul mientras se movía en sus manos empezaba a concentrarse su cosmos así mismo en el espacio justo enfrente del joven empezaba a experimentar un brusco cambio con la fuerza gravitatoria aumentándose en cuestión de milisegundos con la intensión de minimizar un movimiento de escape por parte del enemigo, tan pronto estuvo a una distancia de unos cuantos metros de aquel hombre, comenzó el primer movimiento brazo derecho realizo un ataque señuelo con el cual tiene la intención de desviar la atención del rival y es de menor fuerza aun así el poder del cosmos que desata con el golpe crea un primer espacio de vacío y una primera fuerza centrifuga que atrae a el rival y limita su movimiento nuevamente, aumentando su fuerza y usando el empuje por el primer paso de la técnica, efectúa el segundo golpe el cual es cruzado y realizado con su brazo izquierdo en el cual se imprime una mayor fuerza dando un golpe directo a el rival, siendo muy difícil eludirle. Aun cuando el oponente eluda el primer golpe o este sea efectuado como un señuelo, la fuerza del cosmos del segundo golpe causara un enorme daño en este, en el puño de Madareth se encuentra concentrado todo el cosmos que había concentrado desde el inicio de aquella pelea.
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Mensaje por Aspros Lun Feb 21, 2011 7:21 pm

6to Post Defensa – Especialización Palco del Emperador Tiempos

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Las llamas invocadas por la pelirroja simplemente aumentaron la furia y la potencia en la cual estas crepitaban, convirtiendo su ruido en un bramar insoportable que se expandió por todo el lugar y sumado al resquebrajamiento de la tierra que había acontecido en primera instancia, hacían ver que realmente aquella mujer era una terrible enemigo para enfrentar directamente…Aspros había llegado a una simple conclusión: esa mujer lo mataría si recibía lo que fuera que estuviera a punto de usar para atacarlo directamente, aún cuando no hubiera enfrentado algo de ese calibre en su vida, aunque no tuviera muchas nociones de que era lo que pasaba frente a él, estaba seguro de que su única oportunidad de sobrevivir era la de rehacer la proeza que había logrado antes, el mismo evento que lo había salvado de los escombros que habían estado a punto de aplastarlo unos momentos atrás…era el momento de manipular el mismísimo espacio con aquella energía que recientemente había descubierto.

Esbozando una sonrisa socarrona, el ex-senador y dueño de Cambre tan solo pudo observar como la pelirroja se dirigía hacia su persona con las intenciones asesinas marcadas a la perfección en su cara, su frenesí era más que evidente y la verdad era que…toda la escena se había detenido para el peliazul. Sí, de una forma que ni el mismo hubiera podido prever, era como si el mundo hubiera parado de pronto para dejarle ver todos y cada uno de los detalles que lo conformaban y así darle tiempo más que suficiente como para resolver la difícil situación que tenía entre manos. Enarcando las cejas, el gemelo de Cambre tan solo acumuló toda la energía liberada al ambiente en su propio cuerpo para volver a producir el efecto en el ambiente que lo salvaría…menos de un microsegundo después el hombre pudo percibir con más nitidez que nunca las líneas de esa otra dimensión y allí fue cuando levantó la palma y su poder se liberó, creando un vacío en la fábrica del tiempo-espacio que terminó por separar su cuerpo del plano existencial en el cual la mujer aplicaba su ataque…aún cuando su “imagen” permanecía a unos pocos metros de distancia de su enemiga, su cuerpo y todo se ser se había separado de la realidad, quedando en otra dimensión…en otro sitio totalmente diferente de su mundo de origen.

Haha...HAHAHA! Eso es todo!? Tanto preámbulo, para semejante decepción!? No se podía esperar más de una mujer! Lo siento pelirroja…pero ha sido inútil, tu miserable puño no puede siquiera aspirar a alcanzarme a mi, la estrella más brillante del cielo! exclamó Aspros mientras su voz llegaba a la dimensión de Roma a través de un efecto de eco lejano, como si el gemelo de Cambre estuviera a cientos de metros y gritando a todo pulmón para ser oído. Inútil, inútil, INÚTIL! en ese instante su voz se elevó más allá de lo que lo había hecho, mientras la distorsión espacio-temporal por la cual su cuerpo e imagen habían desaparecido se cerraba de forma casi imperceptible. Este mensaje es para ti…Octavius, sí es que ese nombre de humano todavía puede cubrir la enormidad del rango que ahora ostentas…iré a buscarte, escucha mis palabras y grábatelas en el cerebro, yo, Aspros la Estrella más Brillante del firmamento irá a por ti para arrancarte de las manos el título de dios que has demostrado tener…senador, general, emperador….que importan eso epítetos humanos para nosotros dos!? No IMPORTAN! Así que disfruta tu rango y cuídate las espaldas…hahahahahahahahahahahahaha!!! y finalmente con un sonido de succión, la ruptura se había cerrado por completo, dejando tan solo el penetrante silencio y el olor a hierro de la sangre dominando la escena en el ahora destruido Coliseo.
Aspros
Aspros
Caballeros Dorados
Caballeros Dorados

Reino : Santuario de Athena

Ataques :

Palco del Emperador Vrt5a9AD - Ignición (4200)*
Palco del Emperador 10z61isAD - Disrupción (4300)*
Palco del Emperador 2psg66vAM - Golpe Centrado (4500)*
Palco del Emperador 21m5578AM - Sentencia (4600)*
Palco del Emperador 2wcdtgiAF - Satan Imperial (4800)*
Palco del Emperador 10z61isAF - Canción de la Muerte (4850)*
Palco del Emperador 2qlsew7AF -Explosión de Galaxias (4900)*
Palco del Emperador 2af71yAFa -Megiddo (5100)*

TS -Destrucción Dual
TE -Apoteosis


Defensa :

Palco del Emperador A1jtxf Otra Dimensión
Palco del Emperador 2qlsew7 DE - Niebla Cósmica

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Mensaje por Ada Lun Feb 21, 2011 10:22 pm



- Ja! Inútil? Solo saber escapar…acaso le hace superior… bah –
La mujer murmuro mientras observaba como en una distorsión del espacio y del tiempo aquel hombre desaparecía, escapando del enfrentamiento con la berserker. Las llamas volvieron a mostrarse violentas e indomables, danzaban alrededor de las ruinas del coliseo con el deseo de destruir todo y no dejar ninguna huella. El cielo había tomado un extraño tinte después de aquella concentración de nubes que se arremolinaron justo en aquel lugar, estas empezaban a dispersarse pero ahora el azul firmamento tenía unos tonos rojizos y naranjas siendo una especie de reflejo de aquellas llamas que se encendían cada vez más sobre la tierra, las ráfagas de viento que se mostraban débiles en un principio ahora danzaban y avivaban el eterno fuego del coliseo, a su vez que inundaban con aquel ferroso aroma de la sangre, singular perfume que solo era apreciado en un campo de batalla.

Madareth se quedo estática en aquella entrada al coliseo, sabía que más adelante estaba la persona que había esperado con tantas ansias por los últimos 22 años, el único ser que alguna vez fue capaz de calmar su indomable espíritu, el único dios de la guerra y el señor a quien servía incondicionalmente ya que el, era la representación de todas las cosas que amaba un verdadero guerrero. La mujer bajo la mirada y cerró los ojos, una leve brisa hizo ondear sus largos y rojizos cabellos, los recuerdos del pasado se levantaban cual ave fénix de sus cenizas….


“Como un animal con apetito insaciable, vagando por la tierra, temido y odiado, eso es la verdadera Madareth…. Asesinando sin piedad, convertida en un juguete de los dioses acabando con aldeas y pueblos, enfrentándome a temibles guerreros, enormes grupos de hombres que se atrevían a levantar sus puños contra mi…. Día y noche, sin descanso otorgaba cada segundo de mi vida, cada gota de mi sangre, cada lagrima de dolor… a satisfacer aquel deseo de combatir a todo y todos los que se cruzaran por mi camino… que otro destino podía tener un ser entregado a sembrar caos y destrucción? Ninguno otro que la muerte y una larga condena por aquellos reprochables actos….”

Era como si el tiempo se detuviera, las llamas se movían lentamente, aquel delicado viento que acariciaba la piel de Madareth movía unos cuantos milímetros sus cabellos, su respiración era lo más pausada y lenta posible, así mismo como los latidos de su corazón, su cuerpo se relajaba y a la vez movía sus brazo hacia atrás buscando sus espadas para empuñarlas con fuerza.

“ Atada a las cadenas de los mismísimos infiernos, en la soledad absoluta, sin que nadie sintiera compasión de mi alma o al menos respeto de lo que soy y por que actuó, paso el tiempo, la oscuridad consumía aquel frágil cuerpo… pero un día… llego un desconocido que mostraba ese mismo amor por la guerra, esa entrega en el campo de batalla con un poder absolutamente arrollador, me demostró el porqué debía ser su más fiel sirviente y si era necesario enfrentar a la muerte y escupirle a la cara…
Ese día… yo… jure…
Que nunca traicionaría al dios que era capaz de comprender esta solitaria alma mortal…
Desde ese día… yo sería suya… para siempre…
Y usted seria mi único motivo para vivir…”


- AREEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEES!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!-

Grito con ira Madareth, quien salió corriendo en dirección a la arena del coliseo, empuño con fuerza sus espadas del caos, sus ojos empezaron a brillar con esa tonalidad que solo los guerreros poseían antes de ir a enfrentar la batalla más importante de su vida o la mismísima muerte, usando el poder de los músculos de sus piernas y manteniendo ese agresivo cosmos, se lanzo contra las llamas saltando y atravesando aquel muro de fuego que rodeaba el coliseo.
El sonido de unas cadenas rompiendo aquella soledad en la que se mantenía Ares, fue la primera señal de la batalla, una espada de singular forma atada a una extensa cadena salía de entre las llamas y se incrustaba en el piso a unos cuantos centímetros de los pies del dios , de entre las fuego como si fuera un ave fénix, la figura de una mujer de atlético y bien formado cuerpo observaba al dios de la guerra con odio, había tomado un tremendo salto el cual la había ubicado unos metros por encima de aquel hombre a su vez que aquella acción causaba que las llamas formaran una barrera de fuego debajo de ella, como si realmente hubiese aparecido o “nacido” de las llamas, ella era la que sostenía el otro extremo de la cadena de la cual estaba atada aquella espada que peligrosamente podía haber causado alguna herida en el dios de la guerra, pero eso era lo que menos le importaba a aquella mujer, lanzando la espada gemela en dirección de aquel hombre, la segunda arma rozo su rostro por el lado izquierdo y se incrusto en el piso tras de el. Debido al impulso y la fuerza con la que había saltado, quedo a una distancia razonable de Ares, mientras lo hacía jalo aquellas espadas que se encontraban en el piso, las cuales volvieron a estar empuñadas en sus manos.

Al caer al suelo aquella superficie se hundió por la fuerza del impacto, dejando grietas sobre este y levantando una pequeña capa de polvo. Cayo de espaldas al dios y permaneció unos instantes así, boto una gran bocanada de aire, los músculos de su cuerpo empezaron a tensarse a la vez que descargas eléctricas recorrían toda su espalda, preparándole para lo que se vendría, sus dedos jugueteaban con el mango de sus espadas tratando de liberar un poco el estrés que Madareth sentía en aquel momento, su lengua paso por sus labios cual animal antes de devorar una presa, más bien en el caso de Madareth como un guerrero antes de disfrutar una buena pelea, se giro ante aquel sujeto, mantenía su mirada fija en los ojos de Ares.

Verle causo cierto impacto en ella, aquella mirada impregnada de sangre que intimidaba a todo ser humano, aquel perfecto cuerpo entrenado para la lucha, ese cosmos terrible que era capaz de destruir civilizaciones enteras, miles de sensaciones golpeaban su espíritu combativo, el cual se exaltaba al saber que tenia al frente al más perfecto de los seres entregado a la lucha, la muerte, el honor y la gloria. Cualquiera en la posición de Madareth podría darse la vuelta o salir cual perro cobarde de aquella situación… pero qué demonios era el miedo para la Señora de la guerra?. Aquel sentimiento que diezmaba a las más terribles fuerzas humanas, que embargaba a unos cuantos dioses, nunca lo había sentido, nunca había temido y hoy tampoco sería el día para que ella sintiera miedo o se arrepintiera de sus actos. Madareth es una mujer de decisiones y de actos, si decía que haría algo, aunque tuviese que arriesgar su vida o supiera que no volvería a pisar la tierra lo hacía. Dar un paso hacia atrás para ella era peor que la muerte, era traicionarse a sí misma y aquella ideología de disfrutar cualquier batalla y dar todo en esta como si fuese la ultima de toda su vida.

Ya se lo había dicho antes a Latrivan, si su destino era morir, con gusto lo esperaría, le sonreiría y le recibiría con los brazos abiertos, si Madareth debía morir para recuperar el honor de Ares, lo haría, si lo hacía y vivía mucho mejor, esperar un mañana con la posibilidad de saludar al dios de la muerte, era algo que le emocionaba y a lo cual nunca le temía. Sonrió levemente con satisfacción, daría todo lo que su espíritu y su cuerpo podría entregar, así que esperaba que Ares diese lo mismo en el bendito suelo de la arena romana.



- Ares u Octavius? Me pregunto a quien he de servir…. Al señor de la guerra o al humano que ha sido capaz de adueñarse de su espíritu –

Las palabras de la mujer tenían cierto toque de ironía y enojo, las extrañas marcas en su brazo empezaban a tener un ligero toque rojizo, el cual brillaba a medida que su ira y su cosmos aumentaban.
- Permítame presentarme… Soy Madareth, Señora de la guerra y fíjese que en estos momentos siento repudio y total asco por quien alguna vez fue el dios de la guerra –
No quitaba sus ojos de encima de Ares, quien solo vestía en esos momentos el yelmo de su sagrado kamei de la guerra.

– Debe preguntarse el porqué… escuchara mis razones de la única forma en que se hablar con dioses y humanos… quiéralo o no, en el suelo de esta arena – Madareth se agacho y tomo un poco de la tierra que quedaba del piso del caído coliseo, esparciéndola al aire mientras hablaba.

Sin esperar alguna respuesta o alguna reacción las cadenas que se ataban a los brazos de Madareth se cayeron, aquellas hermosas y brillantes espadas rojizas que empuñaba las arrojo a los lados quedando desarmada totalmente, salió corriendo levantando a su paso capas de polvo en dirección a Ares, apretaba su mandíbula al punto de hacer rechinar sus dientes, cada uno de sus pasos agrietaban aquel suelo como si quien pisara aquel sitio no fuese esa chica sino una enorme y pesada bestia, en sus puños liberaría toda esa ira contenida que llevaba consigo desde su despertar, veía cada vez más cerca a el hombre de aquel musculoso y bien formado cuerpo, ojos de tintes rojizos como la sangre y naranjas cabellos, imprimió toda su fuerza en un primer golpe, el cual para su sorpresa fue esquivado, como cualquier cosa. Aquel puño termino incrustado en el piso causando un enorme cráter y levantando una gran polvareda


- Maldito…-

Susurro Madareth quien se levantaba rápidamente del piso para volver a atacar a Ares, pero esta vez aquel fuerte y rápido golpe fue detenido por la mano de su propio dios, una leve expresión de asombro se dibujo en su rostro por unos escasos segundos.
Ada
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Berseker de Ares
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