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Recamaras del Emperador
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Recamaras del Emperador
Al entrar a ese lugar todo su cuerpo comenzó a sentirse mucho más pesado de lo que ella esperaba. El poder que había entre más se acercaba al centro del templo de Poseidón, la dejaba con las piernas débiles, como si de pronto algo le estuviese ordenando que soltara el cuerpo de ese joven. Pero no podía hacerlo, por mucho que estuviera presente la cosmoenergía de ese dios del mar ahí, había tomado como único propósito de su existir cuidar y velar por el cuerpo de su nuevo señor. Había visto el dolor que seguramente había en esa alma antigua al haber perdido también su destino cuando la Atlántida se hundió y se quedó sin un pueblo por el cual luchar. Entendía un poco más ahora su corazón y el motivo por el cual estaba perdiendo la cordura.
- Espere… espere un poco más mi señor Solomon… - Susurró Raider mostrando por primera signos en su rostro de que la cosmoenergía en ese lugar le hacía difícil hasta respirar.
No sabía si era el templo en sí que rechazaba su entrada, o era el mismo cuerpo de Solomon el que estaba emanando una cosmoenergía terrible que le hacían difícil de aguantar estar consciente ante su presencia.
Los altísimos pasillos se alzaban frente a ella, con los pilares con hermosos tallados de criaturas marinas de las cuales ella nunca había escuchado. El techo estaba decorado con pinturas de sirenas nadando alrededor del emperador de los mares que sostenía su tridente con fuerza entre ambas manos. El lugar era tan hermoso…
- Ya casi… - Susurró sintiendo que su visión comenzaba a nublarse. Era como si no llegase oxígeno a su cerebro.
Pasaba entre la luz que se filtraba por los pilares como caleidoscopios marinos. Cada vez, cada paso era más difícil de asimilar que el anterior. Respiró profundamente, tomó con más fuerza el cuerpo de Solomon y siguió adelante. Si ese era el templo de Poseidón, y estaba cargando en sus brazos al cuerpo que Poseidón había elegido como el suyo esa era, no tenía nada que temer. Por mucho que el dios del mar intentara que soltara a su recipiente no lo haría, no dejaría al hombre solo en ese momento que la necesitaba más que nunca.
El pasillo finalizó, vio un trono gigantesco y supo que ese no era el lugar al cual debía llegar. Por el contrario, dobló por el pasillo y bajó por este, sintiendo menos peso mediante avanzaba con el cuerpo de Solomon, aferrándose a él como si se tratara de su propia vida.
Vio una gran puerta de oro y la empujó con su espalda, y frente a ella se abrió una habitación hermosa, con una cama en medio de esta. Caminó con dificultad y depositó el cuerpo de Solomón ahí, desvistiéndolo mientras sus manos le tiritaban por el cansancio de tener que soportar dicha cosmoenergía. Sus manos temblaban, pero consiguió desnudarlo, sin poder evitar comparar ese cuerpo con el que tantas veces había visto en Octavius. Eran diferentes… Octavius parecía curtido del barro, su cuerpo era perfecto y lleno de cicatrices que demostraban su vida en un sinfín de batallas. En cambio el cuerpo de Solomon era distinto, aunque igual en su perfección parecía hecho de cerámica, de leche, suave, sin cicatrices, mostrando una vida acomodada.
Lo tapó con las sabanas de seda blanca y se dejó caer al lado de su cama, jadeante y agotada. Se quedaría ahí en vigilia hasta que su señor despertara.
Raider- Status : Guerrera Sin Dios
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Re: Recamaras del Emperador
Presente:
Narración
Dialogo
Recuerdos:
Narración
Dialogo Solomon
Dialogo Tetis
Dialogo Madre
Dialogo Padre
.........................................................................................................
El palacio del mar, lugar donde yacía el cuerpo de su señor rey, enclaustrado en el ser llamado Solomon. El mismo ambiente lo había detectado desde el primer pie puesto por Raider, cada diminuta parte del lugar intentaba despertarle de su ya muy prolongado letargo. Poseidón, aquel orgulloso dios debía despertar, a cómo diera lugar. Imperceptibles vibraciones de energía continuamente emergían de las paredes de palacio, del suelo cubierto de algas y corales exquisitos, de la bóveda conformada por las olas que bravas irrumpían en la típica armonía y tranquilidad del lugar, inclusive hasta del propio aire que circulaba en el interior de aquella colosal burbuja de aire, todas dejando transmitir su preocupación a la lozana piel que yacía sobre el lecho al lado de la ex Berserker. Aquella misteriosa fuerza invisible ingresaría por entre sus poros para llegar a la sangre que aun fría se mantenía en sus venas y arterias; aun sin gozas del calor vehemencial de lo realmente divino.
Su corazón latía bruscamente ante cada remezon de energía que a sus células nerviosas llegaba; sus parpados cerrados revelaban tras su manto las pupilas que danzaban frenéticas por lo que parecía un mal sueño. Uno del cual nada, ni nadie podría sacar más que él mismo.
=============================================
El sol nace, cómo siempre, justo allí tras las colinas de la ciudad. Siempre recuerdo la dulce espera de su majestuosa presentación. Para suerte mía no necesitaba de ir muy lejos para encarar el alba, pues la ventana de mi cuarto yacía en el lugar perfecto para poder divisar la primera luz irradiada del día, ese velo de oro que venía dando año tras año el mismo calor que hacía de todos los días de verano algo muy especial.
¿Pero que hago aquí?
Me pregunte asombrado al percibir lo que allí ocurría. Deteniéndome de la ya muy cotidiana vigilia decidí retroceder el cuerpo un par de centímetros, los suficientes para permitirme alejar mi vista del sol. Mis labios entreabrían intentando farfullar apenas cosas tales cómo: Roma...mar...dioses y guerra. Nada que contuviese verdadero significado para un pequeño joven de apenas diez años de edad.
Solomon...
Una voz se abría fácilmente el paso de entre los corredores, pasando los enormes pastizales hasta llegar al ala donde mi cuarto existía. Era dulce cómo la miel y dotada de una propiedad sanadora, casi angelical. No necesitaba pensarlo mucho, mi cuerpo simplemente se dejaba llevar por la alegría haciéndome bajar de la cama y presentarme descalzo a su encuentro. En poco allí estaba, apoyada sobre una de las columnas del bello mármol que daba la bienvenida al recién renovado comedor, era mi madre, la mujer que dotada de un aire sabio y humilde me había inculcado todo lo que se, virtudes tales cómo la justicia y la sinceridad, cosas ya muy escasas en Roma, características que me servirían de grande cuando logrará el puesto de senador. Apenas le vi creí que era un sueño, no comprendía el porque exactamente si ella estaba en la villa permanentemente.
Hijo…que pasa?!
Pregunto preocupada al sentir cómo los brazos de su primogénito se le lanzaban encima, rodeándole rápidamente por la cintura. Parecía el abrazo incontenible de alguien que habría escapado de su vida por mucho tiempo.
Nada. -Respondí con igual asombro- No es nada, debe ser la emoción de saber que hoy vuelve mi padre…eso debe ser.
Pronto la tensión en los ojos de ella desaparecieron, quizás porque yacía igual de emocionada que yo, tanto que se volvía inexpresiva, sólo llevando de adorno una tibia sonrisa, siempre la había considerado una mujer que se tomaba la mayoría de las cosas de forma muy tranquila, sin embargo aquella mañana pude percibirle por primera vez inquieta y melancólica, ocultando su preocupación por medio de tal fría sonrisa. Pero era normal después de todo, él había ido de viaje por un tiempo demasiado extenso, cualquier esposa entraría en nervios. No dije nada, me quede allí silencioso, ingenuo a lo que pasaría.
El día de sol acabo rápidamente. El recibimiento de mi padre fue breve, algo formal, había venido acompañado con unos amigos al parecer encontrados durante su viaje; la verdad a mi no me interesaba siquiera verles, estaba más preocupado por la situación del pequeño Richard, y luego de comer silenciosamente en el gran comedor me había dirigido a la plaza rodeada de riachuelos, la misma que se volvería la favorita de mi aun no nacida hermana Samantha.
…¿Qué sucedió contigo hermano?...
No conocía la razón de su ausencia a la hora del almuerzo y por más que lo buscará no lo había encontrado, ni nadie me daría razón de él…salvo “la señora de la casa se lo llevo anoche”. Habría intentado preguntarle a mi madre, tal vez eso había sido el motivo de su preocupación, pero no podía, ella y mi padre yacían en el salón de los adultos, seguramente hablando de situaciones importantes del imperio. Cómo futuro gran senador debía aprender a controlar mis emociones, al menos un poco.
Madre.
Le dije apenas la veía salir del ala principal, comenzaba a ir tan rápido cómo me permitiesen las piernas hasta que le vi.
Solomon. Ven por favor.
Era mi padre quien lo decía, había salido pocos segundos después de mi madre. Su voz carecía de enojo, más su apariencia totalmente seria y el de mi madre me daban a entender que era imperativo acercarme. No corrí cómo en un inicio, ahora iría lento, viéndoles algo escéptico. Ellos no se comportaban así, habían estado muy raros.
Si padre, dime.
Con voz aprensiva me presentaba ante aquel caballero que reconocía cómo el ser que me dio la vida. No recuerdo mucho de su apariencia, sólo que era alto, rubio y de mirada profunda. Apenas llegaba a pies suyos los ojos de él y los de ella se entrecruzaban un rato para luego tomarme de los hombros mi padre para obligarme a acercarme aun más a puertas del salón. No encontré necesidad de tal acto, igual iría, pero en fin.
Así que eres tú, el pequeño Solomon Juliai.
Sí.
Sin cohibirme en lo más mínimo le respondí, con el orgullo de saberme parte de la familia más poderosa del mundo conocido. Mi interlocutora yacía sentada sobre un mueble de madera a escasos centímetros de la única entrada y salida del salón. Era un mujer extranjera y al mismo tiempo familiar, llevaba una piel tan o más blanca y cuidada que la de mi propia madre, su rostro parecía haber sido tallado por los propios dioses, adornado por unos grandes ojos celestes y un pícaro lunar a la altura de su mejilla. Para ser una nueva en Roma, no se mostraba en lo más mínimo alterada por el embate de los días de viaje, lucía esplendida, libre de toda falta de energía. Así daba muestra clara al brindarme una sonrisa brillante, bastante desprendida. Mi rostro no podía evitar enseriarse y volverse un tanto rojo. No sabía aun cómo responder a esa clase de personas, mucho menos mi padre o madre quienes yacían aun más serios.
Te pones rojo. Eso es buena señal.
Sus atinadas palabras ponían mis mejillas aun más sonrojadas, no sabía si tener cólera o dejarme seducir por la actitud tan alegre de la rubia joven que hasta el momento no conocía nombre y puesto que nadie parecía querer decírmelo, me atreví.
Quien…
Anticipándose de seguro ella me agarro las manos para acercarme hacía ella. No presente mayor esfuerzo, sentía cierta familiaridad con ella, quizás era un tía lejana. En fin…su nombre era Tetis y según me contaba había venido desde muy lejos sólo para verme.
¿Verme?
Replique con un naciente susto, intentando regresar a la seguridad de mis padres, los cuales no decían, ni hacían absolutamente nada, sólo se limitaban a quedarse inmóviles con rostros desencajados y libres de otra emoción más que el de la seriedad absoluta.
No te preocupes…tus padres ya lo saben. Pero…no hay necesidad que me lo digas. Yo lo sabré…cuando…
Aproximando su cuerpo al mío iba acercando lentamente sus labios a los míos. Intranquilo trate de safarme rápidamente, cosa que no pude por sus manos, los cuales resultaron ejercer mayor presión de la que creía, pero estos sencillamente no se movían a mi voluntad, eran de piedra. Al percibir su respiración cerré los ojos, creyendo lo peor…
Snif…Snif…
Parecía olfatearme. Habría abierto los ojos si no fuera por el temor de encontrarme con una especie de monstruo. La tensión subía desde la planta de los pies hasta mi columna vertebral. Un dolor de cabeza, cómo pocos dio inicio. Algo andaba mal y ella al parecer se había dado cuenta.
En efecto, eres mi señor…
La voz triste que oí hacía que mi corazón, el cual latía con fuerza, cobrará valentía. Abriendo los ojos temerosamente me halle con lagrimas de perla, las cuales iban derramándose al suelo. Era Tetis quien lloraba. ¿Por qué?
Después de tanto esperar…
Rehuia su mirada buscando sosiego en el cielo azul que yacía tras mío. Fue cuando sentí su perfume, un olor definitivamente marino. ¿Quién era ella? ¿Con que razón había arribado a Roma? No pudiendo evitar sentir algo de pena y culpa sólo atine a decir “lo siento” a lo que ella volvió a responderme con una muy calida sonrisa.
No te preocupes hijo. Supongo que estaba destinado.
El dolor de cabeza iba en aumento. Sentía dolor físico, pero por alguna razón también en el alma. Tetis se paraba de inmediato, mostrando una gran clase y estatus; haciendo un par de señales con las manos los demás invitados, que resultaban ser todos hombres jóvenes comenzaban a retirarse. Pasaban por mi lado en dirección del salón contiguo, el cual les llevaba a la salida más próxima. Tetis también lo hizo sin decirme nada, permaneciendo callada, por su paso aun brillaban las finas lágrimas.
Me sentía rechazado y lo peor era que no conocía el porque. Quería reventar en llanto y furia. ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Qué tiene ella, una perfecta desconocida de especial? ¿Por qué mis padres no hacen nada?...el dolor de cabeza aumentaba. Para un niño la presión se volvía insostenible…
=============================================
En el mundo de los vivos, Solomon comenzaba a despertar. Sus parpados abrian pesadamente dejándole ver el pan de oro que lucía sobre toda la superficie del techo de aquella sala. Su corazón yacía tranquilo, su cuerpo relajado y el dolor de cabeza inexistente. Todo bien a excepción de los ánimos que tenía, sentía cansancio, no físico sino mental, era cómo si nunca hubiese dormido. Decidió quedarse unos minutos allí echado sin decir o pensar siquiera.
Tetis.
Reprodujo mecánicamente ante la epifanía de lo que lentamente recordaba. Era la memoria de Solomon, el senador, la que se había comunicado con él para develarle una parte oculta aunque de importancia en su vida. Cosa que quizas se mantuvo oculto incluso para el senador mientras vivía.
Un tanto desganado levantaba la mitad de su cuerpo para poder apreciar el panorama completamente extraño que le rodeaba. El piso reluciente de piedra translucida, las paredes con altorrelieves imposibles de concebir por arte humano conocido e incluso la finísima seda blanca que le protegía el cuerpo desnudo no le asombraban, en lo más mínimo. Se erguía cómo un militar del lecho para saltar sobre el piso y comenzar el avance hacía la salida. Ni siquiera percibía el frío que debía ingresar por sus pies descalzos, ni tampoco la desnudez que asomaba de entre la túnica semi transparente, inclusive obviaba el hecho que sus ojos estuvieran abiertos y sin producir ningún efecto alrededor. Resultaba ser un zombi, alguien que yacía entre el mundo de los sueños y la realidad.
=============================================
¿Porque yo? No lo entendía y eso me enfurecía. La imagen que recibía del ambiente cambiaba a medida que el dolor de cabeza seguía en aumento. Alucinaba cosas tales cómo que todo el salón se congelaba hasta volverse enteramente blanco. No lo soportaba más.
Espérame!
Grite con todas las fuerzas de mi alma. Quería conocer la verdad. No la conocía, ni sabia de donde era pero quería ir con ella, algo en lo más profundo de mi ser me lo decía, me lo pedía y sabía que si no era ahora…no lo sería nunca.
Espera por favor!
Volví a gritar mientras avanzaba por el par de estatuas que representaban mis supuestos padres. Eran apenas unos pasos los cuales separaban la salida de un salón y la entrada al otro pero para mi fueron años, todo pasaba en cámara lenta, no conocía lo que me motivaba pero debía resolverlo. Cuando llegue a la entrada del salón principal ya todos los hombres habían desaparecido tras la salida a la calle, la cual se mantenía en completo estado de luminiscencia, no pudiendo ver nada más allá de sus bordes.
Oh…si…
Sin embargo, allí estaba Tetis. La fabulosa mujer que intentaba aun mostrar el mismo cariz alegre que había llevado en un principio.
¿Porque te vas de mi lado?… ¿Tengo algo malo? ¿Que hice mal para ser una decepción?
Parecía haberla agarrado desprevenida pues se mostró consternada ante mi suplica. Miro a un lado un tanto esquiva, renuente a lo que posiblemente podía querer para conmigo. Peso siguió su deber y pensando bien sus palabras me devolvió la vista más tranquila.
=============================================
Sus ultimas palabras. Solomon intentaba recordarlas manteniéndose enajenado a lo que le rodeaba. No dándose cuenta de su estancia en el mismo templo del dios a quien detestaba a capa y espada. Ese odio y rencor podía esperar, y solamente ante la posibilidad de llegar a conocer el inicio de todo.
La respiración pausada de otra persona le interrumpía. No la había notado en un principio, pero ahí Raider estaba, justo al lado de donde hacía poco yacía recuperándose de lo ocurrido una noche antes.
Así que sigues aquí. Tú, quien se mostró tan reacia a seguirme…tuviste la mejor oportunidad para acabar con este cuerpo…¿Por qué no lo hiciste?
Él sabía que estaba dormida. Pero aun así se lo increpaba, capaz por tener el deseo aquella maquina llamada Archer de ser finalmente destruido. Sin embargo el destino no le tenía prevista su muerte, al menos por ahora. Aproximándose aun más extendió su brazo dándose cuenta con eso que su piel había perdido el brillo de los vivos, ahora lucia pálida, tal cómo aquella noche, previa a su desesperada búsqueda de sangre fresca. Tampoco percibía por su posición que su cabello había perdido lustre. Ciertamente todo eso le anunciaba que su fin llegaría más temprano que tarde.
Fue allí cuando lo recordó.
=============================================
…sin acércaseme ella me dijo con tono áspero.
Eres quien vine a buscar, eso es cierto. Pero lamentablemente tu alma yace ya pedida por algo más. ¿Acaso no lo has percibido hasta ahora? Tú…tu sangre huele a algo no humano.
Sin decir más dio vuelta para dejar desaparecer su figura entre aquella luz incandescente. Intente alcanzarle pero un súbito y fulminante dolor de cabeza termino por acabar con las pocas fuerzas que me quedaban. El resto permaneció oscuro. No recordaré nunca más ese día. Le demostraré a ella y a todos que valgo la pena, para que nadie me abandone. Tomaré a Roma como madre y la protegeré, aun cuando ese no sea mi verdadero sueño…es más, ya no lo recuerdo, creo que más vale no tenerlos.
=============================================
Perderlo todo…hasta su identidad…el destino de los malditos.
Acoto desinteresadamente el aun emperador romano. Dándose cuenta que todo lo que había luchado Solomon, el senador, era sólo una fantasía…hasta su obsesión por Roma. Sin pensarlo más toco el hombro de Raider para despertarle finalmente.
Raider.
Narración
Dialogo
Recuerdos:
Narración
Dialogo Solomon
Dialogo Tetis
Dialogo Madre
Dialogo Padre
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El palacio del mar, lugar donde yacía el cuerpo de su señor rey, enclaustrado en el ser llamado Solomon. El mismo ambiente lo había detectado desde el primer pie puesto por Raider, cada diminuta parte del lugar intentaba despertarle de su ya muy prolongado letargo. Poseidón, aquel orgulloso dios debía despertar, a cómo diera lugar. Imperceptibles vibraciones de energía continuamente emergían de las paredes de palacio, del suelo cubierto de algas y corales exquisitos, de la bóveda conformada por las olas que bravas irrumpían en la típica armonía y tranquilidad del lugar, inclusive hasta del propio aire que circulaba en el interior de aquella colosal burbuja de aire, todas dejando transmitir su preocupación a la lozana piel que yacía sobre el lecho al lado de la ex Berserker. Aquella misteriosa fuerza invisible ingresaría por entre sus poros para llegar a la sangre que aun fría se mantenía en sus venas y arterias; aun sin gozas del calor vehemencial de lo realmente divino.
Su corazón latía bruscamente ante cada remezon de energía que a sus células nerviosas llegaba; sus parpados cerrados revelaban tras su manto las pupilas que danzaban frenéticas por lo que parecía un mal sueño. Uno del cual nada, ni nadie podría sacar más que él mismo.
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El sol nace, cómo siempre, justo allí tras las colinas de la ciudad. Siempre recuerdo la dulce espera de su majestuosa presentación. Para suerte mía no necesitaba de ir muy lejos para encarar el alba, pues la ventana de mi cuarto yacía en el lugar perfecto para poder divisar la primera luz irradiada del día, ese velo de oro que venía dando año tras año el mismo calor que hacía de todos los días de verano algo muy especial.
¿Pero que hago aquí?
Me pregunte asombrado al percibir lo que allí ocurría. Deteniéndome de la ya muy cotidiana vigilia decidí retroceder el cuerpo un par de centímetros, los suficientes para permitirme alejar mi vista del sol. Mis labios entreabrían intentando farfullar apenas cosas tales cómo: Roma...mar...dioses y guerra. Nada que contuviese verdadero significado para un pequeño joven de apenas diez años de edad.
Solomon...
Una voz se abría fácilmente el paso de entre los corredores, pasando los enormes pastizales hasta llegar al ala donde mi cuarto existía. Era dulce cómo la miel y dotada de una propiedad sanadora, casi angelical. No necesitaba pensarlo mucho, mi cuerpo simplemente se dejaba llevar por la alegría haciéndome bajar de la cama y presentarme descalzo a su encuentro. En poco allí estaba, apoyada sobre una de las columnas del bello mármol que daba la bienvenida al recién renovado comedor, era mi madre, la mujer que dotada de un aire sabio y humilde me había inculcado todo lo que se, virtudes tales cómo la justicia y la sinceridad, cosas ya muy escasas en Roma, características que me servirían de grande cuando logrará el puesto de senador. Apenas le vi creí que era un sueño, no comprendía el porque exactamente si ella estaba en la villa permanentemente.
Hijo…que pasa?!
Pregunto preocupada al sentir cómo los brazos de su primogénito se le lanzaban encima, rodeándole rápidamente por la cintura. Parecía el abrazo incontenible de alguien que habría escapado de su vida por mucho tiempo.
Nada. -Respondí con igual asombro- No es nada, debe ser la emoción de saber que hoy vuelve mi padre…eso debe ser.
Pronto la tensión en los ojos de ella desaparecieron, quizás porque yacía igual de emocionada que yo, tanto que se volvía inexpresiva, sólo llevando de adorno una tibia sonrisa, siempre la había considerado una mujer que se tomaba la mayoría de las cosas de forma muy tranquila, sin embargo aquella mañana pude percibirle por primera vez inquieta y melancólica, ocultando su preocupación por medio de tal fría sonrisa. Pero era normal después de todo, él había ido de viaje por un tiempo demasiado extenso, cualquier esposa entraría en nervios. No dije nada, me quede allí silencioso, ingenuo a lo que pasaría.
El día de sol acabo rápidamente. El recibimiento de mi padre fue breve, algo formal, había venido acompañado con unos amigos al parecer encontrados durante su viaje; la verdad a mi no me interesaba siquiera verles, estaba más preocupado por la situación del pequeño Richard, y luego de comer silenciosamente en el gran comedor me había dirigido a la plaza rodeada de riachuelos, la misma que se volvería la favorita de mi aun no nacida hermana Samantha.
…¿Qué sucedió contigo hermano?...
No conocía la razón de su ausencia a la hora del almuerzo y por más que lo buscará no lo había encontrado, ni nadie me daría razón de él…salvo “la señora de la casa se lo llevo anoche”. Habría intentado preguntarle a mi madre, tal vez eso había sido el motivo de su preocupación, pero no podía, ella y mi padre yacían en el salón de los adultos, seguramente hablando de situaciones importantes del imperio. Cómo futuro gran senador debía aprender a controlar mis emociones, al menos un poco.
Madre.
Le dije apenas la veía salir del ala principal, comenzaba a ir tan rápido cómo me permitiesen las piernas hasta que le vi.
Solomon. Ven por favor.
Era mi padre quien lo decía, había salido pocos segundos después de mi madre. Su voz carecía de enojo, más su apariencia totalmente seria y el de mi madre me daban a entender que era imperativo acercarme. No corrí cómo en un inicio, ahora iría lento, viéndoles algo escéptico. Ellos no se comportaban así, habían estado muy raros.
Si padre, dime.
Con voz aprensiva me presentaba ante aquel caballero que reconocía cómo el ser que me dio la vida. No recuerdo mucho de su apariencia, sólo que era alto, rubio y de mirada profunda. Apenas llegaba a pies suyos los ojos de él y los de ella se entrecruzaban un rato para luego tomarme de los hombros mi padre para obligarme a acercarme aun más a puertas del salón. No encontré necesidad de tal acto, igual iría, pero en fin.
Así que eres tú, el pequeño Solomon Juliai.
Sí.
Sin cohibirme en lo más mínimo le respondí, con el orgullo de saberme parte de la familia más poderosa del mundo conocido. Mi interlocutora yacía sentada sobre un mueble de madera a escasos centímetros de la única entrada y salida del salón. Era un mujer extranjera y al mismo tiempo familiar, llevaba una piel tan o más blanca y cuidada que la de mi propia madre, su rostro parecía haber sido tallado por los propios dioses, adornado por unos grandes ojos celestes y un pícaro lunar a la altura de su mejilla. Para ser una nueva en Roma, no se mostraba en lo más mínimo alterada por el embate de los días de viaje, lucía esplendida, libre de toda falta de energía. Así daba muestra clara al brindarme una sonrisa brillante, bastante desprendida. Mi rostro no podía evitar enseriarse y volverse un tanto rojo. No sabía aun cómo responder a esa clase de personas, mucho menos mi padre o madre quienes yacían aun más serios.
Te pones rojo. Eso es buena señal.
Sus atinadas palabras ponían mis mejillas aun más sonrojadas, no sabía si tener cólera o dejarme seducir por la actitud tan alegre de la rubia joven que hasta el momento no conocía nombre y puesto que nadie parecía querer decírmelo, me atreví.
Quien…
Anticipándose de seguro ella me agarro las manos para acercarme hacía ella. No presente mayor esfuerzo, sentía cierta familiaridad con ella, quizás era un tía lejana. En fin…su nombre era Tetis y según me contaba había venido desde muy lejos sólo para verme.
¿Verme?
Replique con un naciente susto, intentando regresar a la seguridad de mis padres, los cuales no decían, ni hacían absolutamente nada, sólo se limitaban a quedarse inmóviles con rostros desencajados y libres de otra emoción más que el de la seriedad absoluta.
No te preocupes…tus padres ya lo saben. Pero…no hay necesidad que me lo digas. Yo lo sabré…cuando…
Aproximando su cuerpo al mío iba acercando lentamente sus labios a los míos. Intranquilo trate de safarme rápidamente, cosa que no pude por sus manos, los cuales resultaron ejercer mayor presión de la que creía, pero estos sencillamente no se movían a mi voluntad, eran de piedra. Al percibir su respiración cerré los ojos, creyendo lo peor…
Snif…Snif…
Parecía olfatearme. Habría abierto los ojos si no fuera por el temor de encontrarme con una especie de monstruo. La tensión subía desde la planta de los pies hasta mi columna vertebral. Un dolor de cabeza, cómo pocos dio inicio. Algo andaba mal y ella al parecer se había dado cuenta.
En efecto, eres mi señor…
La voz triste que oí hacía que mi corazón, el cual latía con fuerza, cobrará valentía. Abriendo los ojos temerosamente me halle con lagrimas de perla, las cuales iban derramándose al suelo. Era Tetis quien lloraba. ¿Por qué?
Después de tanto esperar…
Rehuia su mirada buscando sosiego en el cielo azul que yacía tras mío. Fue cuando sentí su perfume, un olor definitivamente marino. ¿Quién era ella? ¿Con que razón había arribado a Roma? No pudiendo evitar sentir algo de pena y culpa sólo atine a decir “lo siento” a lo que ella volvió a responderme con una muy calida sonrisa.
No te preocupes hijo. Supongo que estaba destinado.
El dolor de cabeza iba en aumento. Sentía dolor físico, pero por alguna razón también en el alma. Tetis se paraba de inmediato, mostrando una gran clase y estatus; haciendo un par de señales con las manos los demás invitados, que resultaban ser todos hombres jóvenes comenzaban a retirarse. Pasaban por mi lado en dirección del salón contiguo, el cual les llevaba a la salida más próxima. Tetis también lo hizo sin decirme nada, permaneciendo callada, por su paso aun brillaban las finas lágrimas.
Me sentía rechazado y lo peor era que no conocía el porque. Quería reventar en llanto y furia. ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Qué tiene ella, una perfecta desconocida de especial? ¿Por qué mis padres no hacen nada?...el dolor de cabeza aumentaba. Para un niño la presión se volvía insostenible…
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En el mundo de los vivos, Solomon comenzaba a despertar. Sus parpados abrian pesadamente dejándole ver el pan de oro que lucía sobre toda la superficie del techo de aquella sala. Su corazón yacía tranquilo, su cuerpo relajado y el dolor de cabeza inexistente. Todo bien a excepción de los ánimos que tenía, sentía cansancio, no físico sino mental, era cómo si nunca hubiese dormido. Decidió quedarse unos minutos allí echado sin decir o pensar siquiera.
Tetis.
Reprodujo mecánicamente ante la epifanía de lo que lentamente recordaba. Era la memoria de Solomon, el senador, la que se había comunicado con él para develarle una parte oculta aunque de importancia en su vida. Cosa que quizas se mantuvo oculto incluso para el senador mientras vivía.
Un tanto desganado levantaba la mitad de su cuerpo para poder apreciar el panorama completamente extraño que le rodeaba. El piso reluciente de piedra translucida, las paredes con altorrelieves imposibles de concebir por arte humano conocido e incluso la finísima seda blanca que le protegía el cuerpo desnudo no le asombraban, en lo más mínimo. Se erguía cómo un militar del lecho para saltar sobre el piso y comenzar el avance hacía la salida. Ni siquiera percibía el frío que debía ingresar por sus pies descalzos, ni tampoco la desnudez que asomaba de entre la túnica semi transparente, inclusive obviaba el hecho que sus ojos estuvieran abiertos y sin producir ningún efecto alrededor. Resultaba ser un zombi, alguien que yacía entre el mundo de los sueños y la realidad.
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¿Porque yo? No lo entendía y eso me enfurecía. La imagen que recibía del ambiente cambiaba a medida que el dolor de cabeza seguía en aumento. Alucinaba cosas tales cómo que todo el salón se congelaba hasta volverse enteramente blanco. No lo soportaba más.
Espérame!
Grite con todas las fuerzas de mi alma. Quería conocer la verdad. No la conocía, ni sabia de donde era pero quería ir con ella, algo en lo más profundo de mi ser me lo decía, me lo pedía y sabía que si no era ahora…no lo sería nunca.
Espera por favor!
Volví a gritar mientras avanzaba por el par de estatuas que representaban mis supuestos padres. Eran apenas unos pasos los cuales separaban la salida de un salón y la entrada al otro pero para mi fueron años, todo pasaba en cámara lenta, no conocía lo que me motivaba pero debía resolverlo. Cuando llegue a la entrada del salón principal ya todos los hombres habían desaparecido tras la salida a la calle, la cual se mantenía en completo estado de luminiscencia, no pudiendo ver nada más allá de sus bordes.
Oh…si…
Sin embargo, allí estaba Tetis. La fabulosa mujer que intentaba aun mostrar el mismo cariz alegre que había llevado en un principio.
¿Porque te vas de mi lado?… ¿Tengo algo malo? ¿Que hice mal para ser una decepción?
Parecía haberla agarrado desprevenida pues se mostró consternada ante mi suplica. Miro a un lado un tanto esquiva, renuente a lo que posiblemente podía querer para conmigo. Peso siguió su deber y pensando bien sus palabras me devolvió la vista más tranquila.
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Sus ultimas palabras. Solomon intentaba recordarlas manteniéndose enajenado a lo que le rodeaba. No dándose cuenta de su estancia en el mismo templo del dios a quien detestaba a capa y espada. Ese odio y rencor podía esperar, y solamente ante la posibilidad de llegar a conocer el inicio de todo.
La respiración pausada de otra persona le interrumpía. No la había notado en un principio, pero ahí Raider estaba, justo al lado de donde hacía poco yacía recuperándose de lo ocurrido una noche antes.
Así que sigues aquí. Tú, quien se mostró tan reacia a seguirme…tuviste la mejor oportunidad para acabar con este cuerpo…¿Por qué no lo hiciste?
Él sabía que estaba dormida. Pero aun así se lo increpaba, capaz por tener el deseo aquella maquina llamada Archer de ser finalmente destruido. Sin embargo el destino no le tenía prevista su muerte, al menos por ahora. Aproximándose aun más extendió su brazo dándose cuenta con eso que su piel había perdido el brillo de los vivos, ahora lucia pálida, tal cómo aquella noche, previa a su desesperada búsqueda de sangre fresca. Tampoco percibía por su posición que su cabello había perdido lustre. Ciertamente todo eso le anunciaba que su fin llegaría más temprano que tarde.
Fue allí cuando lo recordó.
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…sin acércaseme ella me dijo con tono áspero.
Eres quien vine a buscar, eso es cierto. Pero lamentablemente tu alma yace ya pedida por algo más. ¿Acaso no lo has percibido hasta ahora? Tú…tu sangre huele a algo no humano.
Sin decir más dio vuelta para dejar desaparecer su figura entre aquella luz incandescente. Intente alcanzarle pero un súbito y fulminante dolor de cabeza termino por acabar con las pocas fuerzas que me quedaban. El resto permaneció oscuro. No recordaré nunca más ese día. Le demostraré a ella y a todos que valgo la pena, para que nadie me abandone. Tomaré a Roma como madre y la protegeré, aun cuando ese no sea mi verdadero sueño…es más, ya no lo recuerdo, creo que más vale no tenerlos.
=============================================
Perderlo todo…hasta su identidad…el destino de los malditos.
Acoto desinteresadamente el aun emperador romano. Dándose cuenta que todo lo que había luchado Solomon, el senador, era sólo una fantasía…hasta su obsesión por Roma. Sin pensarlo más toco el hombro de Raider para despertarle finalmente.
Raider.
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Re: Recamaras del Emperador
Apenas logro abrir los ojos cuando escuchó la voz de Solomon. Estaba realmente cansada, jadeante, como si alguien la hubiese hecho cargar con el peso del mundo por toda su vida. Pero valía la pena si su señor Solomon estaba a salvo del mal que lo estaba acechando.
Desde la posición sentada en el piso como estaba, subió la cara y lo observó como preguntándole que era lo que podía querer ahora. ¿Acaso no veía el estado en que se encontraba por haber tenido que cargar con la cosmoenergía de uno de los tres más grandiosos dioses? El esfuerzo casi la había consumido por completo y si aun estaba respirando era por mera obstinación a cumplir su nuevo propósito. Pero su falta de consideración solo la hacia replantarse si era ese sujeto alguien por el cual ella daría su vida.
<< No sirvo propósito alguno, excepto, cumplir con protegerlo. Ese es todo el sentido de mi existencia ahora. >>
Se puso de pie con cuidado, apoyando las manos en la cerámica fría intentando de cualquier modo no mostrarse débil ante él. Pero sabía que de seguro estaba haciendo una pésima labor en ello. No dijo nada, sólo mantuvo sus ojos de cristal sobre los suyos, esperando sus palabras. Si no deseaba nada era mejor que la liberara de su servicio. De lo contrario, sólo lo seguiría a su distancia, esperando.
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Re: Recamaras del Emperador
Las plantas de cuero de sus sandalias resonaban en la habitación cómo si fueran de metal, las frágiles mayólicas que yacían sobre el suelo eran las causantes de tal efecto sonoro, el cual hacía recordar vagamente a los del avatar de la era pasada. El eco producido se podía oír hasta más allá de la entrada del templo, después de más de dos siglos, un emperador de sangre transitaba dentro.
Dentro de la recamara imperial un joven de naturaleza marchita retrocedía tranquilamente ante el despertar de la mujer, la cual le había llevado hasta tan insólito sitio con omisión de su voluntad. En los ojos de la muchacha no se deslumbraba más aquel espíritu de naturaleza rebelde que la identificaba cómo Latrivan. ¿Acaso lo poco que le quedaba de la hechicera maldita había tardado tanto en desaparecer? Ahora mucho más calmo y controlado el emperador de Roma se permitía la pregunta.
Pero el compromiso de Raider no debía representarle un problema inmediato, después de todo el verdadero vínculo que la unía a ella resultaba ser algo que no podría eliminarse tan fácilmente cómo la subjetiva fidelidad. Girando su cuerpo despreocupadamente se dirigía la única salida visible, un largísimo corredor de altos vuelos, el cual le permitiría observar desde bajo su dintel una parte del gigantesco salón oscuro del templo submarino. Pesé a la penumbra se podía distinguir claramente lo exquisito de los ornamentos de todo allí, una verdadera obra sublime de arquitectura e ingeniería.
Aquello es...
Si bien estaba acostumbrado a la radiante luz del mediterráneo su vista agudizada le permitía apreciar un trono tallado en piedra en la parte superior de la recamara principal del templo. No yacía ésta adornada en lo absoluto, pero estando tan bellamente esculpida la volvía única, ominosa, digna de un emperador...
Trago saliva al saber de quien era el templo. No cabían dudas. Las palabras de la bruja marina de Anfitrite le recordaban el linaje de su esposo en su cabeza. Tal cómo Solomon, Poseidón era un emperador de nacimiento. Un extraño pesar paseaba por su corazón, un sentimiento extraña que parecía acrecentarse apaciblemente, esperando reunir suficiente energía para emerger a la superficie.
Giraba para dirigir su rostro al de ella. No eran necesarias palabras para mostrar disconformidad ante lo hecho por Raider, el error que había significado para su amo llevarle a la boca del lobo. Se podía oír entre murmullos el rugir de los océanos, los cuales de seguro ya habrían percibido la presencia de su supuesto dios.
Pero aquello no se compararía a la abrasiva sensación de saberse observado. Una compresión en su caja toráxica volvía a su físico más débil sorpresivamente. Pero esta vez era distinta, ahora él podía reconocer el motivo de su sufrimiento. No conocía las razones exactas de la seguridad que sentía de la presencia de Anfitrite allí, pero estaba plenamente convencido.
Anfitrite esta en los alrededores de este templo.
Pronuncio claramente sin llegar a alterarse. Su tono frío y mirada aguda eran cómo las de un cazador a la presencia de su muy posible presa. Su postura se volvía más rígida y enfática. Ante él, el rostro de Raider desaparecía para ser sustituido por el de la bruja marina, siempre ostentando su diabólica sonrisa y más allá a su izquierda, el del personaje Sokaro.
Raider. ¿Lo sientes?...Es hora de acabar con ellos.
Si él lo había presentido, ella cómo ex-berserker daría completa fe de la presencia de aquellos dos. Solomon ya estaba al tanto que los dioses y sus guerreros poseían la capacidad de percibir emanaciones de energía, siendo ésta enemigas o aliadas aun estando en sitios relativamente distantes.
El emperador dio vuelta para avanzar a paso veloz por el corredor, ingresar y salir de la recamara principal y sobrepasar cada obstáculo que le impida llegar a la fuente de tan inusual presencia. Su instinto le guiaría a proseguir con su acto de justicia.
Dentro de la recamara imperial un joven de naturaleza marchita retrocedía tranquilamente ante el despertar de la mujer, la cual le había llevado hasta tan insólito sitio con omisión de su voluntad. En los ojos de la muchacha no se deslumbraba más aquel espíritu de naturaleza rebelde que la identificaba cómo Latrivan. ¿Acaso lo poco que le quedaba de la hechicera maldita había tardado tanto en desaparecer? Ahora mucho más calmo y controlado el emperador de Roma se permitía la pregunta.
Pero el compromiso de Raider no debía representarle un problema inmediato, después de todo el verdadero vínculo que la unía a ella resultaba ser algo que no podría eliminarse tan fácilmente cómo la subjetiva fidelidad. Girando su cuerpo despreocupadamente se dirigía la única salida visible, un largísimo corredor de altos vuelos, el cual le permitiría observar desde bajo su dintel una parte del gigantesco salón oscuro del templo submarino. Pesé a la penumbra se podía distinguir claramente lo exquisito de los ornamentos de todo allí, una verdadera obra sublime de arquitectura e ingeniería.
Aquello es...
Si bien estaba acostumbrado a la radiante luz del mediterráneo su vista agudizada le permitía apreciar un trono tallado en piedra en la parte superior de la recamara principal del templo. No yacía ésta adornada en lo absoluto, pero estando tan bellamente esculpida la volvía única, ominosa, digna de un emperador...
Trago saliva al saber de quien era el templo. No cabían dudas. Las palabras de la bruja marina de Anfitrite le recordaban el linaje de su esposo en su cabeza. Tal cómo Solomon, Poseidón era un emperador de nacimiento. Un extraño pesar paseaba por su corazón, un sentimiento extraña que parecía acrecentarse apaciblemente, esperando reunir suficiente energía para emerger a la superficie.
Giraba para dirigir su rostro al de ella. No eran necesarias palabras para mostrar disconformidad ante lo hecho por Raider, el error que había significado para su amo llevarle a la boca del lobo. Se podía oír entre murmullos el rugir de los océanos, los cuales de seguro ya habrían percibido la presencia de su supuesto dios.
Pero aquello no se compararía a la abrasiva sensación de saberse observado. Una compresión en su caja toráxica volvía a su físico más débil sorpresivamente. Pero esta vez era distinta, ahora él podía reconocer el motivo de su sufrimiento. No conocía las razones exactas de la seguridad que sentía de la presencia de Anfitrite allí, pero estaba plenamente convencido.
Anfitrite esta en los alrededores de este templo.
Pronuncio claramente sin llegar a alterarse. Su tono frío y mirada aguda eran cómo las de un cazador a la presencia de su muy posible presa. Su postura se volvía más rígida y enfática. Ante él, el rostro de Raider desaparecía para ser sustituido por el de la bruja marina, siempre ostentando su diabólica sonrisa y más allá a su izquierda, el del personaje Sokaro.
Raider. ¿Lo sientes?...Es hora de acabar con ellos.
Si él lo había presentido, ella cómo ex-berserker daría completa fe de la presencia de aquellos dos. Solomon ya estaba al tanto que los dioses y sus guerreros poseían la capacidad de percibir emanaciones de energía, siendo ésta enemigas o aliadas aun estando en sitios relativamente distantes.
El emperador dio vuelta para avanzar a paso veloz por el corredor, ingresar y salir de la recamara principal y sobrepasar cada obstáculo que le impida llegar a la fuente de tan inusual presencia. Su instinto le guiaría a proseguir con su acto de justicia.
Última edición por Solomon el Dom Ene 15, 2012 2:04 pm, editado 1 vez
Solomon- Dios/a
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Re: Recamaras del Emperador
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