[Jerusalén] - Barrios bajos ~ Burdel

La carreta avanzaba tranquilamente y sin ningún percance a través de los caminos polvorientos que dentro de poco habrían de conducirnos a los barrios bajos de la ciudad. La única guía que teníamos asegurada era la luz de las estrellas y el destello de la “Portadora de la Luz” por encima nuestro… los edificios cercanos parecían vacíos y desprovistos de vida, con sombras amenazantes cerniéndose por sobre nuestras cabezas y retorciéndose con violencia para volver a su tamaño normal en cuestión de segundos. Nubarrones de polvo soplaban de vez en cuando para cubrir el transporte con otras capas finísimas de partículas que se sumaban a las ya existentes sobre la madera desgastada, cuyas astillas se escapaban de vez en cuando. El traqueteo tranquilo e ininterrumpido tan solo continuó así por el resto del viaje.

Finalmente, detuve la carreta para quitarme la capucha y mostrar por fin mi cara de piel oscura que por los momentos, estaba más quemada que antes debido al reciente paso por el desierto egipcio en camino hasta esa enorme capital religiosa. Indicando con un movimiento fluido de brazo le señalé el camino descendiente al chiquillo para que me siguiera: unos escalones estrechos entre los cuales a duras penas si lograba pasar con mi enorme tamaño bajaban hacia un callejón oscuro con una diminuta antorcha que mostraba una pequeña parte de la irregularidad del suelo, piedrecillas y guijarros acompañados de enormes pedruscos apostados sobre montículos de arena siguiendo en un estrecho pasillo de al menos veinte metros de distancia que culminaba en una pequeña puerta con goznes de metal gastado. En aquella entrada no había señalización alguna que indicara a que edificio habrían de entrar. Bajando por el accidentado acceso mientras me ladeaba finalmente pisé aquel terreno pedregoso observando como las sombras se movían en espiral lentamente…de pronto me quedé con el hijo del carpintero a mis espaldas.

Continuamos? inquirí mientras volteaba a ver al aludido con aquellos ojos rojos que me caracterizaban tanto.

Obviamente no…sería estúpido pensar que todo acabaría con solo ser un guía, de eso estoy plenamente consciente. dije con voz baja sin dejar de acariciarme la barba con la mano derecha mientras que el hijo del carpintero se encontraba abrazando mi cuello de forma un tanto…sugestiva. No importaba, lo que si era realmente de valor era que por lo menos parte de mi curiosidad había sido satisfecha, aunque no completamente claro…todavía necesitaba saber unas cuantas cosas más antes, mientras más información pudiera recavar en los momentos libres que teníamos hasta que la guerra civil empeorara y se diera el baño de sangre que revelaría la ubicación de la primera pieza de lo que buscábamos para poder ascender a aquellas esencias atrapadas en el albino, sería mejor. Así que todavía sintiendo como los pequeños y menudos brazos del peliblanco mantenían atrapado el puente entre mi cabeza y el torso, inquirí con tono un tanto más serio y menos confundido que antes. Y si se me permite el atrevimiento…que tipo de “rango” represento en esta versión de la historia? pregunté mientras ladeaba la cabeza un poco al tiempo que la volteaba y miraba al poseedor de aquellos ojos ambarinos más de cerca de lo que lo había hecho hasta ahora…sí, en aquel momento mis ojos de color sangre estaban distanciados a meros centímetros de los orbes color miel del albino, además de que para ese instante mi barba rozaba las mejillas sonrosadas del aludido. O es que es algún tipo de sorpresa para cuando llegue el “momento adecuado”? completé mientras levantaba una ceja y esperaba una respuesta satisfactoria, cruzando los brazos sobre el pecho y adquiriendo una pose bastante rígida para lo que había mostrado hasta aquellos momentos.

Solo una pregunta más… dije finalmente en voz baja, después de haber escuchado la conversación que se había llevado a cabo entre las tres voces que compartían el mismo contenedor para la esencia del Portador de la Luz…ciertamente, ya me había acostumbrado a esa particularidad que mostraba el albino e incluso me parecía bastante interesante que se dieran el tiempo de discutir tan libremente…y que incluso llegaran a insultarse en momentos. Pero la voz más violenta del trío tenía razón…el final estaba llegando y tampoco es que tuviéramos mucho tiempo que perder, así que solo quedaba una cuestión que consultarle a las voces antes de ponernos a trabajar nuevamente. Debo suponer que hay otros…”competidores” por así decirlo, no? Dudo que solo haya una entidad como ustedes en todo este continente…no, de hecho…en toda la inmensidad del mundo humano, verdad? Debe haber al menos unas cuantas más que puedan echar todos los planes del Portador de la Luz a la basura… comenté con la ceja levantada en toda su expresión en un tono un tanto burlón, después de todo…ya la familiaridad entre los dos estaba bastante arraigada y aquella pregunta era un tiro de piedra a ver que tanto podía calzar con el chiquillo en cualquier tipo de situación…no era más que una “prueba” de confianza que me había propuesto aplicar desde la madrugada, para convencerme totalmente de que valía la pena trabajar para el albino, aún con la introducción inesperada de los términos “destino”, “llamado” y “dignidad” que realmente, no me esperaba colados en la conversación. Manteniendo los brazos cruzados y los ojos fijamente clavados en los orbes color miel del hijo del carpintero, me quedé esperando una respuesta más que satisfactoria.

Por otro lado, un grito rompió el silencio que dominaba las calles desde hacía un rato atrás…la batalla entre los ciudadanos y los soldados romanos por fin había sido retomada. Al final del día y por sobre la montaña de cadáveres que se levantaría en el centro de la ciudad, reclamaríamos la primera pieza clave para el despertar de la Estrella más brillante del Alba y así, encaminar aquel mundo y por ende, nuestro propio destino a un resultado satisfactorio que cumpliera con nuestros intereses compartidos. De pronto, una risilla un tanto siniestra cruzó mi rostro al tiempo que en mis ojos se divisaba un extraño fulgor…por un ínfimo instante, ínfimo pero realmente significativo.

Mmm...entonces, es hora de marchar. dije finalmente, después de haber escuchado las palabras de las tres voces que habitaban el cuerpo del albino, quienes habían declarado que ciertamente, existían varios “idiotas” que podían comparársele y echar por tierra los planes que pudiéramos improvisar, tal cual habían pronunciado a su manera particular. Como fuera el caso tan solo me levanté y estiré los brazos al mismo tiempo que los pies para disponerme a usar las sandalias que había dejado de lado. Si bien había llegado el momento de ir a la ciudad, también lo era que dar un vistazo y asegurarse de lo que pasaba por debajo no estaría nada mal. Al momento de acercarme al borde con la mano derecha ocupada de rascarme la barba, otra sonrisa siniestra cruzó mi rostro casi sin quererlo…era un tanto extraño, me estaba volviendo propenso a expresar ese tipo de sentimientos fugaces, algo totalmente fuera de lo que llevaba acostumbrado por más de veinte años…no importaba mucho, ya que de todas formas mi mente se mantenía intacta e igual de clara y precisa que antes.

La escena en las calles era magistral, no había otra forma de expresarlo. Las personas corrían de un lado a otro siendo perseguidos por batallones enteros de soldados romanos, quienes lanzaban sus jabalinas con una fuerza abrumadora, empalando a sus objetivos y rematándolos con cortes certeros de sus espadas de reglamento. En la plaza del distrito en el que se situaba el burdel había un destacamento ocupado de movilizar a varios aldeanos indispuestos y mantenerlos como prisioneros bajo amenaza de muerte, ya que los captores los apuntaban desde todos los flancos con arcos cargados y listos para perforar la carne de los pobres imbéciles que tuvieran la osadía de intentar escaparse…realmente, el espectáculo había llegado a un punto en el cual la risita malévola de mi cara no podía ser contenida…y eso que mi calma interior se mantenía perfectamente sólida. Ja...jaja... murmuré por lo bajo, posando mi palma derecha en la frente y bajando un poco la cabeza para no estallar en una carcajada demente.

Ahora no había más razón para continuar en aquel lugar, además de que por fin era la hora de continuar con la tarea de hacer descender al Portador de la Luz al mundo humano mediante la obtención de varias piezas de un mismo objeto que estaba desperdigado por toda Tierra Santa. Exhalando profundamente una bocanada de aire fresco, me dispuse a bajar por la escalera que me conduciría al primer rellano del burdel, y de allí al vestíbulo. En aquella primera “parada” donde se encontraban los accesos a las habitaciones más baratas de todo el servicio que ofrecía el lugar estaba el albino, parado en actitud solemne y por lo visto esperándome; tomando la delantera tan solo continué con el trayecto hacia el vestíbulo y comunicarle a través de señas al anciano encargado que era hora de partir. Unos escasos minutos después ya me encontraba listo para salir del lugar con una mano posada sobre la puerta principal.

Bien...hora de buscar la primera pieza…hora de ir a la plaza principal. dije con tranquilidad, sabiendo que en aquel sitio se acumularía la tan llamada “montaña de cadáveres” que mencionaban las palabras de las estrellas, la idea era por supuesto acudir al sitio y esperar a que terminara el espectáculo para dejar que se revelara la ubicación del objeto que buscábamos…por lo visto, aquel baño de sangre no solo se justificaba con la excusa de castigar a los humanos sino que sus propósito era un tanto más arcano y misterioso. Una parte de mi estaba un tanto picada por el gusanillo del escepticismo, pero con todo lo que había pasado, seguir negando ciertas cosas era un tanto…idiota. Y por supuesto, no estaba lejos del significado propio de un “idiota”.