En el bosque...

Atravesando gran parte del bosque en unos instantes debido a su velocidad prodigiosa, el Santo Dorado de Géminis pensaba que aún con eso…no sería suficiente. No se daba por satisfecho teniendo a un Espectro tan cerca, mucho menos con un peso muerto encima…sí, era un posible aspirante a Santo pero el hecho no cambiaba: si se armaba una pelea estarían en desventaja técnica…más si el enemigo era un especialista en combate cercano, un territorio donde Seiren era aún más vulnerable de lo normal. De todas formas, solo pasó un minuto para que finalmente Aspros decidiera que estaban a salvo.

Seiren...¿estás ahí? Preguntó Géminis con ambas cejas levantadas, preguntando por mera educación. A veces creía que iba demasiado acelerado…no es que Seiren fuera lenta, sino que él era un tanto…apurado. De todas formas, confiaba en que la Sagitariana lo rastreara si es que se había quedado rezagada y por ahora su única preocupación debía ser el chico…quien en esos momentos se encontraba calado en una fiebre realmente alta. ...es como si estuviera destinado a conocer personas cuando estas están enfermas. Murmuró con los ojos entrecerrados, caminando unos pocos metros más allá y dar en un claro reducido que podrían utilizar para descansar momentáneamente.

Dejando al chiquillo bajo la sombra de un árbol bastante alto, el romano esperó a su compañera para decidir que es lo que harían a continuación.

Debido a las humaradas oscuras que estaba inhalando no tardó en perder la conciencia y caer, pero antes de que pudiera desplomarse sintió que alguien lo cargaba y el calor iba desapareciendo de su cuerpo. Sólo vio una luz dorada y luego percibió un abrupto cambio en la temperatura, saliendo del calor abrazador para encontrarse nuevamente con el ambiente helado. Trató de abrir los ojos para ver a su salvador y darle el agradecimiento, pero no podía hacerlo, ni siquiera levantarse. Por el rabillo del ojo pudo distinguir una larga melena azul bambolearse con el viento y que estaba bajo un árbol que aportaba buena sombra.

Se preguntaba por qué se sentía tan caliente, como si estuviera ardiendo en llamas, pero al abrir los ojos se dio cuenta de que estaba intacto y que no había recibido quemaduras graves, sin contar las que llevaba en los brazos pero no eran daños serios, aquellas que se ganó al abrazarse a sí mismo, sólo algunas marcas rojizas que no le dolían tanto como la cabeza. Otra pregunta que rondaba en su mente era cómo había podido crear el fuego, ya que nunca antes había experimentado algo como lo ocurrido en el campamento. No. Ahora que lo recordaba sí había tenido, o más bien sentido, algo similar en el pasado. A veces, mientras entrenaba, una extraña energía fluía a través de su cuerpo, un fenómeno inexplicable. El abuelo nunca comprendió eso, tomándolo como algo que inventó la activa imaginación de su pequeño nieto, y expresándole que era algo perfectamente normal en chicos de su edad, pero ahora estaba más convencido de que no era normal.

Le sabía horrible el haber matado a esas personas. La culpabilidad se lo estaba comiendo vivo. Llevó sus manos al pecho, todavía sin abrir los ojos. Tenía un nudo en la garganta y las fosas nasales irritadas, por lo que mucho no podía decir cuando con suerte respiraba. Levantó su brazo izquierdo, en un inútil intento por alcanzar al hombre antes de que se fuera. Era una figura imponente que vestía una armadura color oro que en un principio había confundido con luz pura, como si mirara directamente el astro rey.

Apenas se movió un poco e inmediatamente cayó ya que no era capaz de sostenerse porque se sentía mareado y quemándose. Gotas de sudor se deslizaban por su frente y cuello, además de sentir humedad bajo la ropa. Difícilmente podía respirar, pero al menos ya no estaba asfixiándose lentamente en medio de la nube de humo.

No te preocupes Seiren, dudo que pase de nuevo…lo tuyo fue un caso excepcional. Según veo no hay ningún tipo de sello ridículo que te ponga como un tapón de zona concurrida. Tranquila…es solo una fiebre normal. Señaló Aspros con calma mientras apuntaba con el dedo pulgar en dirección al chiquillo, haciendo referencia a que este último apenas si tenía ropa sobre sí mismo, tal como si se la hubieran arrancado o algo por el estilo.

Si Aspros tenía que apostar, aquel muchacho tan solo estaba pagando por las molestias de alguien más.

Más que nada…creo que deberíamos encargarnos de su fiebre.

Eh…Seiren…¿qué hacemos? Preguntó de pronto el Geminiano con cara un tanto extrañada. Sí, antes se había ocupado de la egipcia pero eso era porque tenía a la mano la tienda de Arael…y sus medicinas no eran particularmente recomendables, la verdad era que para ese tipo de enfermedades a un nivel básico y simple el peliazul era por demás inútil.

Sin tener a Arael cerca…no se que hacer. Murmuró Aspros, intentando no parecer demasiado “tonto” en un estricto sentido de la palabra. Aunque llegado aquel punto, no había forma de no parecerlo…

La temperatura de su cuerpo comenzaba a ascender, causando lo que era de esperarse. Tras mucho pelear, el chico se desmayó y sus manos, que estaba usando para tratar de ponerse de pie, quedaron tan estáticas como sus piernas, como si se les hubiera extraído toda la fuerza. Sus ojos se cerraron, y cuando los abrió ya se había despedido del claro en el que el hombre de larga melena azul había depositado su cuerpo. A su alrededor no había más que un cielo rojo y rocas de una tonalidad carmesí, como si una lluvia de sangre se hubiera encargado de colorear el escenario. Las nubes eran extrañas, blancas pero más que nubes eran similares a vapor caliente.

El aura de fuego todavía estaba rodeándole, calcinando lo que quedaba de su ropa, lo cual no era mucho después de haber sido arrastrado por Sokaro por todo el campamento. En su espalda parecía que estaban naciendo alas, unas alas de fuego rojizo pero que no eran demasiado grandes. Se levantó sin tener mucha prisa. -¿Qué es lo que está pasando?- Dijo Traian, sin ocultad el miedo que experimentaba. Se le veía en toda la cara que era presa del pánico. No importaba lo que hiciera, no era capaz de apagarse.

¿A qué lugar había llegado? Era como si hubiera sido transportado a un infierno llameante. Había grandes cráteres en el suelo, pozos de lava en los que el muchacho no quería caer y de los que salían aquellas nubes de vapor que poblaban el cielo.

-Yo diría, que estás drogado.- Dijo una voz que se escuchaba muy cercana, algo que lo tomó desprevenido ya que juraba que se encontraba solo. -¿Quién ha dicho eso?- Preguntó Traian, quien estaba demasiado asustado como para voltear y ver quién estaba a sus espaldas. -Si voltearas podría ser que lo descubrieras, enano.- Se le indicó. Giró la cabeza, notando a un hombre que estaba fumando opio y que levantaba sus cejas. -¿De qué se trata? ¿Qué estoy haciendo aquí? ¡Responda!- Interrogó el menor. -O te fumaste un buen tarro de opio o estás muerto, enano gritón.- Dijo el desconocido. ¿Podía ser cierto lo que decía? Traian estaba muy asustado tras escuchar que existía la posibilidad de que hubiera muerto. El hombre entrecerró los ojos, expulsando humo por la nariz e inspeccionó los alrededores, como si él tampoco tuviera idea de dónde estaba.

-Apuesto por lo segundo, cabe decir.- Admitió, dejándose caer al piso y dejando ver lo aburrido que aquello le parecía. El chico tenía más miedo todavía, ya que por el aspecto mortífero del lugar sólo podía encontrarse en el destino que le correspondía a los que habían cometido malas acciones en vida. -¿Esto es el infierno? ¿He venido a pagar por lo que hice? No fue mi intención quemar a esos hombres, yo no quería, ¡yo no quería!- Decía, con el rostro empapado en lágrimas. -¡Cállate!...el infierno es peor, como mucho estás en una antesala.- exhalando humo le respondió -Y si fuera sólo por matar a unos hijos de puta al azar, no caerías allí. Hay peor gente que un enano llorón enterrados en la mierda.- Espetó. Traian cayó al suelo de rodillas con las manos frente al rostro, observando como las lágrimas caían en las palmas de sus manos. -¿Entonces qué estoy haciendo aquí? No lo entiendo y no recuerdo haber muerto.- Dijo, levantando el rostro sin molestarse en secar la humedad. -No soy adivino...pero diría que es la típica elección de "irte a la mierda y morir" junto a la de "vivir y pasar una mierda tras otra". Al menos esa es mi... ¿cómo se dice? Ah si, deducción.- Dijo el hombre ladeando la cabeza y con las cejas arriba.

El joven se levantó del suelo con la cabeza agachada. -No sé qué debo elegir... toda la vida han estado mintiéndome y verdaderamente no creo que haya algo para mí estando vivo. Mi padre era una terrible persona y no el héroe que yo creí, que me hicieron creer.- Confesó. -Gracias por el cumplido, enano.- Respondió el panzón, liberando más humo. -¿Cumplido?- Preguntó, evidentemente confundido, aquello lo desconcertaba demasiado. El hombre dejó ir más de ese humo con el que comenzaba a marear al chico, señalando su pelo para luego indicar el de Traian y levantando las cejas en una expresión evidentemente sarcástica. -No, no puedes ser él... aunque si estoy muerto sí tiene algo de sentido. ¿Papá?- Dijo, mirándolo extrañado y acercándose lentamente a él para tocarlo en el pecho y comprobar que era tangible, que era real y no un invento de la imaginación. -¿Sabes lo aberrante qué me resulta esa palabra? Pero sí...supongo que...es la explicación más "lógica".- Contestó, con una expresión de asco al escuchar "papá".

Estrechó los labios y trató de cesar de llorar, pero estaba muy conmovido como para hacerlo. -¡Papá!- Lo abrazó.-Lo siento... no importa... no importa la escoria de persona que seas, siempre quise hacer esto.- Dijo, olvidando por un momento todo el rencor que podía tener contra él. Era cierto lo que decían, no importaba que tan enfadado se estuviera, no era posible odiar a un padre. -...sigh. Supongo que no... Hay mucho problema.- Le dijo, torciendo los ojos. -Igual, no te acostumbres demasiado...estoy muerto. Y precisamente por un "hijo".- Traian estaba tan feliz, pero debía sacar provecho de esa oportunidad única para emitir algunas preguntas que sólo él podía responder y aclarar.

-Tengo tantas preguntas, no sé por dónde comenzar. Pero sólo tres de ellas importan de verdad. ¿Por qué no te conocí nunca? ¿No me querías? y... ¿Cómo fue que moriste?- Se apartó de su padre para dejarlo responder con más comodidad, además de que el humo resultaba repelente. -Una, tenía trabajo con un grupo de bastardos; dos, no sabía que existías; tres. me mató un puto que recogí en un callejón junto a una zorra rastrera...hay cosas de las que uno se da cuenta al irse al infierno.- Aparecía más humo -Pero al menos ya no tengo que joderme demasiado la vida pensando estupideces por aquí y por allá...- Le respuesta definitivamente no era lo que Traian esperaba. Llevó la mano a su boca y se alejó de su padre, dándole la espalda por un momento para sentarse en una roca. No podía creer lo que escuchaba, pero si su padre se lo estaba diciendo debía ser real. -Claro... al final sí nací por medio de un súcubo como decía Sokaro.- Masculló, observando el cielo rojo y reprimiendo el llanto. No quería que él lo viera así.-Ya no te molestaré más. Quiero morir. Todos tenían razón menos yo.- Finalizó.

-Oho... ¿conociste al General Alegría? No le hagas caso, el salió como el estúpido de la familia.- Tirándole el humo a Traian encima. -Si vieras cuanto tiempo le llevó aprender a comer sin volver mierda la comida de antemano.- Traian bajó la cabeza y dejó reposar sobre sus rodillas, sintiendo fuego arder en sus entrañas por la nueva revelación. - ¡¿Sokaro es mi tío?! - Exclamó sorprendido, con algo de ira por haberse enterado de esa forma. -No puedo creer que ese bastardo me haya mentido respecto a eso.-Traian jamás había estado tan furioso. Normalmente era positivo, pero aquello era diferente. -Nunca dije eso...y creo que si yo no sabía que tu existías, ¿cómo esperas qué él si lo hiciera?- Más humo salía de él.-Aunque tienes buenos reflejos mentales, al parecer sacaste algo de mi, enano.- Las alas en su espalda comenzaron a hacerse más grandes mientras que sus ojos parecían dos llamas que ardían con ferocidad. -No, no me voy a morir aquí. ¿Sabes qué es lo que voy a hacer? Seré una mejor persona que tú y Sokaro. A duras penas podía vivir con que tú no fueras lo que yo creía... pero que aquel sujeto, que estaba emparentado conmigo haya estado a punto de matarme es algo que... es algo que... no puedo perdonar.- Dijo Traian, molesto. -Hey hey...yo estaba trabajando en eso hasta que aquel mocoso y la rubia me bajaron del mundo.-Comentó el mayor haciendo un movimiento desinteresado de manos.-Tuve un buen ejemplo con un sujeto llamado "Vergilius", que no pudiera terminar lo que me propuse es otra cosa. Puedes culpar a la gente idiota.- Bostezó, dejando ir más de ese humo que era cada vez más abundante. -Y al menos puedo sacar una buena conclusión de esta conversación tan... ¿drogada?...sí, eso, como sea, a lo que voy: al menos tengo un enano que comparte mi sangre y...cierto gusto sanguinario.- Dijo con una media sonrisa y cejas arriba.

-Puedes apostar que sí. No me importa cómo, pero haré que te sientas orgulloso de mí... si al menos yo pude salir bien, todavía hay remedio para todo esto.- Limpió las lagrimas con el dorso de su mano y extendió las alas de cosmos ardiente. -Y por favor, no dejes que sea el otro quien continúe la línea familiar...que todo pase a manos de los más idiotas es un dolor en el trasero, y agregar eso al infierno no es precisamente bonito.- Agregó, con un tono conclusivo mientras volví a exhalar humo. -Eso no tienes ni que decirle. Y sí, pienso ser mejor padre que tú.- Respondió el chico con un tono bromista, sonriendo mientras el cielo se iluminaba, como si su visita ahí hubiera terminado.-Es hora de irme. Espero que cuando muera podamos vernos otra vez, papá.- Concluyó, elevándose hacia arriba con sus nuevas alas y escuchando lo último que su progenitor tenía que decirle: No fumes opio, es muy adictivo.- Terminó, agitando la mano como despedida.

Traian recobraría el conocimiento en breve después de haber vivido esa experiencia cercana a la muerte.

Levantando ambas cejas mientras escuchaba las precisas instrucciones de la egipcia, parecía que el gemelo de Cambre se había quedado inmerso en sus palabras sin de verdad reaccionar a tiempo. De todas formas eso no quitaba el hecho de que Seiren estaba un tanto…histérica.

Entendido. Dijo finalmente el romano al tiempo que se echaba para atrás, evitando una de las tantas descargas de la pelinegra para levantar su mano derecha y en un milisegundo, formar aquella saeta congelada que con un solo ademán se dirigió en pos del dúo, rodeándolos en un círculo amplio que tan solo terminó levantando una sólida cúpula de hielo perfectamente sólido y de matiz azulado. Ya perdí la cuenta de cuantas veces he utilizado esta técnica en los últimos días…parece más bien algo que se usa con fines domésticos en lugar de en la batalla. Se dijo a si mismo con una expresión rara en la cara, una que no mantuvo por demasiado tiempo antes de erguirse y posar ambas manos sobre su cintura.

En todo caso… Murmuró, caminando unos pasos más allá en dirección contraria a la que primeramente había dirigido a su compañera, mirando justamente hacia donde se encontraba aquel campamento romano. ...hay algo extraño en ese lugar. Finalizó cerrando los ojos, ejecutando lo que podría identificarse como un reconocimiento lejano de las cosmoenergías que se pudieran haber estado reuniendo en un sitio tan poco probable.

Sentía mucho frío en todo su cuerpo, como si estuviera atrapado en un inmenso pedazo de hielo, y no estaba en un error aparentemente. Abrió los ojos, los cuales podía mover debido a que su temperatura corporal era lo suficientemente elevada para hacer que la capa de hielo se fuera debilitando hasta el punto de derretirse y volverse agua que bajaba por su cuerpo y se evaporaba cuando el joven hacía lo posible por moverse. Junto a él estaba una mujer de largos cabellos negros que nunca había visto en su vida. Debido a que apenas estaba despertando no se había dado cuenta de lo que la mujer había hecho para salvarlo. Había estado a punto de morir, lo sabía.

Después de haber arreglado asuntos pendientes con su padre, el chico había entendido algo, que él mismo debería formarse un futuro para poder seguir adelante y dejar de mirar el pasado, y tampoco debía permitir que el legado de su padre, del que no estaba orgulloso, fuera un obstáculo para realizar su sueño de volverse un héroe de verdad. El primer paso para lograrlo era romper el hielo que lo aprisionaba. Aunque él podía sobrevivir gracias al calor que manaba dudaba que su acompañante dentro de la cárcel pudiera decir lo mismo. Como primer acto heroico estaba proteger la vida de una dama en apuros, una proeza que iba a cumplir son problema puesto que su miedo hacia las llamas se había ido.

Concentró su cosmoenergía, haciendo que las alas que había obtenido en su viaje al otro mundo se materializaran. Había conseguido un mejor control del fuego ya que no le causaba daño a la mujer o a sí mismo, sólo usaba el calor de éstas para fundir las paredes que los mantenían prisioneros a los dos. Se puso de pie y se apartó de la mujer. Gotas de agua caían sobre las alas y se volvían vapor. Había aprendido a controlar esa energía dentro de su cuerpo. No completamente pero sí lo suficiente como para poder destruir esa prisión helada con un aleteo.

-¿Estás bien?- Le preguntó a la mujer sin mirarla, estaba ocupado observando el firmamento, como si admirara el cielo por primera vez. La cúpula en la que estaban encerrados desapareció gracias al fuego manipulado por Traian, el cual continuaba en su espalda moldeado en forma de imponentes alas rojizas. El chico sonrió… de pronto la noche no parecía ser tan oscura.

Bien bien…es hora de irnos, creo que no podemos considerarnos a salvo en este lugar. Dijo el gemelo de Cambre apareciendo directamente frente a Seiren y el chiquillo pelirrojo que se habían encargado de salvar previamente de aquel fuego en el campamento de la Legión Romana. La Espectro había desaparecido de forma extraña y aún encontrándose “debilitada” eso no significaba que fuera menos peligrosa. Aspros no se arriesgaría a quedar en peligro de alguna emboscada por parte de otros guerreros del Inframundo así que jugaría por lo seguro: tomando las muñecas tanto de la egipcia como del germano dio una zancada hacia delante mientras que un portal interdimensional se abría frente a su persona y a través del cual el peliazul accedió arrastrando a los otros dos para caer en un vórtice de galaxias, estrellas y novas entre las cuales solo él sabía manejarse a la perfección.

...sigh. Lo que tiene uno que hacer en situaciones tan ridículas. Murmuró con calma mientras que otra abertura se abría bajo sus pies. Aún si no le gustaba el prospecto no le quedaba otra opción más que devolverse al Santuario de inmediato dado que si lo perseguían, al menos podía usar a los otros “guerreros” como conejillos de indias y chivos expiatorios. Para ser patéticos al menos esa función se les daba bien. No faltaba mucho, en unos meros segundos aterrizarían en el césped de Grecia…tan solo esperaba que el súbito cambio de ambiente no fuera demasiado para el chiquillo, quien no se veía demasiado saludable.

-------

Offrol: Manipulación permitida.