Saint Seiya Ancient Chronicles
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Mensaje por Noah Vie Oct 14, 2011 12:21 am

El frío rompía cualquier tipo de barrera corporal en su cometido de llegar hasta los huesos de los hombres, en aquella mañana tan desolada y poco iluminada, donde los rayos del sol eran insuficientes para lograr aclarar las sombras que cubrían al gran bosque nórdico. La nieve que caía tampoco contribuía a mejorar la visión, acumulándose entre las ramas de los árboles, acompañada de una neblina lo suficientemente fuerte como para no poder ver más allá de la nariz.

Un hombre de cabellera rubia y apariencia demacrada, caminaba por entre la nieve sin rumbo fijo. Se tomaba el brazo izquierdo con el antebrazo derecho, a la vez que en su cara se podían ver varios rastros de sangre; y en realidad, todo su cuerpo parecía estar expuesto al desangramiento de heridas en distintos puntos de su humanidad. Desde su cabello mojado por la humedad de la nieve y la sangre, hasta sus pies, avanzaba a paso lento, balanceándose de un lado a otro. Apenas y llevaba puestos unos pantalones y una prenda de vestir en su torso, la que de todos modos escasamente cubría sólo hasta sus hombros. Llevaba sus brazos desnudos, y en ellos se podían ver una no menor cantidad de cortes de los que salían emitidos pequeños hilillos de sangre fresca. El tono pálido y un tanto azulado de su piel, daba a entender que estaba ante las puertas de una hipotermia, cortesía del frío que iba asentándose en su cuerpo. No era raro, puesto que la escarcha pegada a sus prendas no era precisamente un aislante del calor, sino que todo lo contrario. Esos pequeños copos de nieve contribuían a que su cuerpo se fuese enfriando, y por ende, actuase con menor eficacia a la hora de aumentar su temperatura.

Sin embargo, no parecía estar preocupado por ello. Su mirada era incluso más fría que la que podía ofrecerle el gélido paraje, y su espíritu en ese minuto no sentía más que un vacío enorme, que a medida que los segundos avanzaban, se iba cicatrizando y cerrando, llenando con una sensación extraña el hueco que había quedado en su interior.

….

Se detuvo, y miró en todas direcciones. Nada. No podía encontrar nada más que árboles y neblina, por donde sea que mirase. Y por supuesto, nieve, mucha nieve y toda sola para él. La única compañía de la que disponía, además del dolor de cabeza que iba creciendo desde hacía ya unos cuantos minutos atrás.

Ir al campamento sería estúpido… tampoco puedo ir a Roma… ni mucho menos pienso ir a Egipto. – Comentó pasando por debajo de un enorme pino. – No tengo donde mierda ir…

Intentaba tomárselo con calma, pero no podía. En dos días habían sido una gran variedad de: emociones, vivencias, sensaciones, hechos sin explicación lógica, acontecimientos inesperados, revelaciones, perdidas, abandonos… y finalmente, la desolación total, que lo dejaba como un hombre herido, con dos espadas, un mal carácter y nada más. El buscar una ruta era como empezar de cero a construir una casa, sólo que sin martillos, ni clavos, ni madera, ni roca, ni nada. Esa era su situación actual, de general de legión a un simple vagabundo sin nombre ni nacionalidad, cuestión que por supuesto, sólo despertaba en él un solo sentimiento…


¡Maldición! – Gritó con fuerza, volteándose a golpear el árbol que tenía un costado. - !¡Maldición!! ¡¡Maldición!!. – Continuaba gritando, mientras descargaba toda su rabia contra el silente pino, que simplemente recibía los embates, bastante débiles, del hombre romano.

¡¡¡Maldita sea!!!- Los segundos pasaban y continuaba dando puñetazos al árbol, cuestión que por supuesto, sólo le iba provocando cansancio y que sus nudillos se fuesen pelando, hasta comenzar a sangrar por el continúo castigo contra la dura corteza.

Mier… da… - Hasta que, eventualmente, sus escasas energías fueron consumiéndose hasta llevarlo a un extremo en el que, simplemente, su cuerpo ya no soportaba más. Era demasiada furia la que debía botar, pero para su mala suerte, inversamente proporcional a las pocas fuerzas que le quedaban.

Dio otro golpe. Acto seguido bajó la cabeza y propinó otro, mientras su cuerpo se cargaba hacia delante, mostrando que ya había perdido la conciencia, aunque sin embargo, no dejaba de intentar destruir el árbol. Fue entonces cuando, con más de la mitad de su humanidad a punto de estamparse contra el piso, un brillo púrpura lo cubrió por completo y, al instante, provocó que se irguiera lanzando aire en todas direcciones.

!!!!MIEEEEEERDAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHH!!!!

Solamente un grito, tan fuerte que provocó un eco gigantesco que retumbo por los alrededores, y un sólo golpe, fueron suficientes como para que, tanto ese árbol como varios más que estaban atrás de él, fueran atravesados por un rayo de luz que había salido del último puñetazo de Noah, arrasando con todos ellos como si se tratase de destruir papel.

Y entonces… fue que cayó hacia delante, sin conciencia de lo último ocurrido, ante los pies del tronco destruido; el único testigo de dicha particular hazaña.
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Mensaje por Noah Dom Oct 23, 2011 8:15 pm

No podía distinguir con claridad lo que estaba frente a sus ojos, pero la temperatura era demasiado alta como para sentirse tranquilos. El cuerpo le sudaba y mucho, así como también sentía la piel caliente y la boca reseca. Le costó recuperar la visión de sus dos orbes, por lo que buscó apoyar sus manos en el suelo para levantarse aún cuando no era capaz de divisar en que situación se encontraba. Aunque para su sorpresa, por mucho que estiraba los dedos no lograba hallar nada, salvo aire y calor en el ambiente. Fue entonces que su visión fue recuperándose y llegó a presenciar como ya no estaba sumergido en lo profundo de los bosques, sino que más bien, estaba en una especie de lugar totalmente opuesto.

Dónde… demonios estoy. – Exclamó con rudeza y algo de ingenuidad, mientras daba un paso hacia delante para avanzar. El sonido del metal chocando contra la piedra lo alertó, y fue ahí cuando pudo mirarse el torso y comprobar que llevaba puesta una armadura distinta a la que solía usar en el campo de batalla, en aquellos tiempos tan lejanos en los cuales era un glorioso general romano. -¿Qué…es esto?

Acercó sus manos a su rostro y pudo comprobar que el metal del cual estaba constituida dicha armadura protectora, era muy diferente a cualquiera que hubiese visto a lo largo de su vida. No se parecía ni lucía a ningún tipo de vestimenta romana, ni tampoco extranjera. Por un segundo pensó que quizás podría ser un material Persa o Egipcio, pero tan sólo le bastaron un par de segundos para darse cuenta que estaba frente a algo totalmente diferente. Algo nuevo para él.

Alzó la vista y contempló el paisaje del sitio en el que se encontraba, y para su sorpresa lo que más vio fue humo. Espeso, gris y pesado, sofocante y bastante tóxico, con un hedor a azufre tan fuerte que el mero hecho de olerlo hacía irritar la nariz. Naturalmente que a un sujeto cómo él no le hizo nada, menos considerando que sus ojos trataban de entender en qué lugar o bajo que situación se encontraba. Todo era demasiado extraño…


Fue ahí entonces que Noah en verdad despertó, y pudo notar que seguía tirado en medio de la nieve, o mejor dicho, dentro de ésta. A juzgar por el estado de su cuerpo se dio cuenta de inmediato de que estaba bajo una tormenta de nieve, lo cual era un hecho no menor para su persona. De conocimiento de todos los generales y militares experimentados en la empresa nórdica, era la información de que el peor enemigo que podían encontrarse por parajes tan lejanos era el frío, y desde luego, pocos eventos podían producir tan precipitadas bajas en la temperatura del medio ambiente como una fuerte ventisca de agua congelada.


Debí haber muerto… - Se dijo a sí mismo mientras se levantaba apoyando las manos en sus rodillas. El cuerpo lo tenía entumecido por completo, como si llevase pedazos de hielo bajo sus propias túnicas. Hasta moverse le producía ciertas complicaciones y no era para menos: Había permanecido durante mucho rato tirado en la nieve sin moverse de ninguna forma. Para cualquiera que lo hubiese visto pasar, no era más que un simple cadáver que no había logrado tolerar el imponente azote del norte.

Como pudo se levantó y observó la no muy afortunada panorámica que se le presentaba en bandeja. Estaba nevando y demasiado, tanto como para que su visión fuese prácticamente nula, o a muy corto alcance si se quería ser optimista.


De todas formas no puedo quedarme aquí…
- Dijo mientras movía su cuello para hacer tronar unos huesos y finalmente, sin tener bien claro un destino, se aprestó a mover sus piernas en dirección indeterminada. No estaba claro de a dónde quería ir, y que haría una vez que llegase a ese lugar. En realidad después de haber abandonado el ejército de Roma y verse obligado a separarse de la ejecutora de sus sueños, su vida no tenía un rumbo fijo o preestablecido. No conservaba nada más que sus ropas, sus memorias, su espada y su nombre, además de la gloriosa sangre que le había heredado su padre.

Aunque ya… no creo ser bienvenido en Roma. – Pensó por un instante, aunque luego sonrió. – Bah… quien necesita a esos imbéciles. No necesito a nadie, puedo cuidarme solo. Soy el ex general Noah… no…

Soy simplemente Noah, y no hincaré mi rodilla ante nadie que no lo merezca de nuevo.


Declaró para sus adentros, para después proceder a respirar profundamente y adentrarse rápidamente en la espesa tormenta de nieve. Un poco de frío no sería suficiente como para hacer dudar de sus capacidades a un ser humano tan orgulloso como aquel. De hecho, dados los recientes acontecimientos, podría decirse que estaba más orgulloso de nunca de sí mismo, a pesar de que técnicamente lo hubiese perdido todo y no tuviese ninguna razón para sentirse realmente orgulloso.
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Mensaje por Shia Dom Nov 06, 2011 8:43 pm

El camino era largo y mas por que tenia que salir de la gran ciudad de roma, por lo cual no había problema tenia que empezar a cabalgar mas lento, ya era de tarde y por mas que se esforzar en llegar pronto al pueblo no lo haría rápido.

El ambiente era cada vez mas frió pero no había nada que la hiciera detenerse y retroceder, después de un momento entro a un lugar de bosque que no conocía, la joven logro observa a lo lejos a una persona.

Cada vez que se acercaba mas lograba ver aun joven que parecía tener hambre y frió, por lo cual decidió detenerse un momento la joven veía que este chico parecía tener algo por cual antes que le hablar la chica se acerco aun en el caballo.

-disculpa te encuentras bien-

Pregunto la chica mientras, pareciendo algo preocupada por el, lo trato observar y demostrarle una sonrisa, pero recordó que en esos momentos no había que confiar en nadie, así que no mostraría alguna debilidad ante aquel joven, ya que había aprendido en las guerras, que a esos jóvenes no tenia que mostrarles temor, aun así la chica no le temía.

-me vas a decir si o no-

Decía algo desesperada a que el joven que se encontraba frente a ella y su caballo no le contestaba.
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Mensaje por Noah Lun Nov 07, 2011 1:18 am

Después de haber caminado por largos tramos, la nieve y el bosque continuaban siendo la única tónica que rodeaba al forajido ex soldado romano, que seguía recorriendo en línea recta los parajes desolados y bastante inhóspitos que conformaban las lejanías de las tierras bárbaras. Un lugar que a esas alturas, parecía que ya no iba a ser capaz de abandonar o dejar atrás.

Quizás aquí me congele hasta la muerte… - Se decía a si mismo mientras levantaba uno de sus pies, para sacarlo de la pesada nieve y volver a clavarlo un poco más adelante. – Ja!, estúpida nieve… no es nada para detenerme… nada me destruirá…nada…

La soledad y el frío claramente calaban hondo en los hombres, y Noah no era la excepción. No obstante su orgullo de guerrero y obstinación a ser vencido, le permitían el poder ponerse de pie una y otra vez ante la adversidad, maldiciendo a todos aquellos que había conocido, y dedicando palabras de dudosa calaña para la vida que le esperase. Era un tipo complicado, y dadas las experiencias previas, se había convertido en un ser áspero y hostil, que no estaba interesado en retornar a su pasado. No importaba cuánto esfuerzo hiciese falta, nunca volvería tras sus huellas. Jamás daría un paso que no fuese hacia delante.[/color]

Esa mujer…

Por supuesto, además de su rebeldía contra Roma y los senadores que lo destituyeron, una gran parte de su desprecio iba exclusivamente hacia la dama de la oscuridad de cabellos negros, ojos profundos y paradójicamente brillantes, la cual de sus sueños había salido para despertarlo de estupideces y enterrarlo en las más profundas cavernas de la desolación. O en otras palabras más sencillas, le había demostrado que con magia o sin ella, él estaba destinado a ser un sujeto solitario y que no debía pensar ni depender de nadie. Aunque curiosamente... de tanto en tanto la recordaba de distintas formas…

Fue ahí cuando de la nada, un caballo apareció y con ello, una muchachita le dedicó unas palabras con un tono bastante particular. Sonaban gentiles pero forzando una entonación más discreta, dando la sensación de ser una frialdad fingida. De cualquier manera, Noah simplemente la miró con recelo y no le prestó importancia en un primer caso… hasta que la mujer pareció mostrar autoridad, cuestión que lo alertó.

Je… ¿Por qué debería responderte? No te conozco… eres una extraña salida de la nada.

Su tono demostraba que no estaba interesado en responderle, aunque luego de pensarlo unos segundos, consideró que quizás aquella muchacha podría ayudarle a salir de ese bosque tan molesto.

Estoy bien, sólo que estoy perdido en esta mierda de bosque… ¿Sabes dónde hay un valle o algo por el estilo? ¿Una aldea, tal vez? Necesito encontrar un lugar donde calentar mi cuerpo… comer algo… y quizás beber un poco de cerveza…

Le dolía admitirlo, pero era un extranjero desorientado y ya tenía los cojones bastante congelados, por lo que estaba harto de sólo ver nieve y más nieve. Si esa muchachita podía ayudarle, no rechazaría su conocimiento. Después de todo el mundo estaba lleno de gente, no podía ignorarles a todos. No obstante, sí podía considerarlos una molestia. Aunque por ahora, se limitaría a encontrar un sitio donde pasar la noche.
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Mensaje por Shia Lun Nov 07, 2011 1:35 am

La manera ruda en la que el joven había contestado molesto a la joven Shia pero después de ver que aquel necesitaba ayuda después de las palabras dedicadas con una sonrisa interna solo se disco a mirarlo.

Algo le decía que ellos eran parecidos en algo, parecía que el odiaba al mundo tanto como ella por eso era mala con los niños de su edad y era solitaria, cuando pido ayuda para salir de aquel bosque ella solo sonrío y con una mirada, dedujo que era tarde viajar sola solo causaría problemas por lo cal solo dedico unas palabras.

-Mi aldea esta cerna a estos parajes, puedes quedarte ahí, te daré de comer y una habitación si gustas, solo con la condición de que me ayudes si nos atacan en el camino, una joven sola a estas horas es muy peligroso que te parece-

Preguntaba con cierto desden por mucho que no le agradara creyó que seria un trato justo tanto para el como para ella, así que saco una manta de la pequeña canasta que lleva, aun salía vapor de algunos pastelillos que llevaba en ella y decidió sacar uno.

-vamos sube al cabalo se nos hace tarde-

Dijo mientras extendía el brazo y le daba aquel pastelillo cocinado por ella, mientras que ella solo dirigía su mirada así adelante esperando que este lo tomara y subiera al caballo.

-Y aquí tienes una frazada para que te cubras y tome un poco de calor-

Dijo mientras aventaba la frazada a su cabeza para que se cubriera ya que se encontraba hasta pálido por el frió. La joven estaba acostumbrada eran aquellas sus tierras y tenia que seguir adelante. Por lo cual el frió no le afectaba tanto.
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Mensaje por Noah Lun Nov 07, 2011 9:34 pm

Noah se quedó de pie mirando a la extraña con cara de descontento y a su vez, con cierta intriga. En primera instancia gracias a la nieve y el frío, no había sido capaz de reconocerla del todo, pero ahora que la veía bien y con más calma, se sorprendía del hecho de que se tratase de una mera cría – al menos para él, que ya era un hombre un tanto más experimentado – que cabalgaba de manera solitaria y aventurera en medio de la fuerte nevazón. Sabía que los nórdicos tenían agallas, pero no pensaba que inclusive hasta sus niñas fuesen tan sagaces. Claramente eran muy diferentes a las mujeres de Roma, y si iba más lejos, a cualquier otro tipo de mujer que él hubiese visto.

Escuchó cada una de sus palabras, desde su ofrecimiento hasta sus condiciones, así como también la información respecto a que le llevaría a su aldea. No obstante lo que más llamó su atención fue el comportamiento semi autoritario de la pequeña, que no se mostraba para nada intimidada o dubitativa al momento de tratar con él. Estuvo a punto de ponerle un alto en ese segundo, pero ahí fue cuando sacó un bocadillo y luego, le lanzó una manta de pequeño tamaño que apenas y lo cubría hasta la mitad de la espalda, pero que de todas formas le tapaba el cabello humedecido por la constante nieve.

Je… interesante…

Tomó el pastelillo y lo miró con cuidado. Recordaba el dicho más famoso en las huestes de los soldados romanos “El veneno es el arma de las mujeres, eunucos y aristócratas”, cuestión que se sabía cierta y que para Noah, resultaba un tanto redundante. Un hombre que no tuviese las agallas de defender su vida y se dedicase a permanecer en un asiento de oro hablando estupideces, no era merecedor de ser considerado un hombre como tal. El no tener valor era prácticamente lo mismo que no tener hombría, que era lo que le faltaba a los eunucos.

De cualquier manera su atención pasó a estar puesta en el alimento en su mano derecha. Estaba tibio; al acercarlo a su nariz también pudo comprobar que olía bastante bien. Hacía mucho que no comía comida caliente y con todo lo acontecido, ni siquiera agua había bebido. Sabía que en cualquier momento sus fuerzas iban a mermar y, por lo mismo, era de suma urgencia el poder encontrar algo que comer. Había planeado asesinar al primer animal que encontrase, pero dadas las adversas condiciones climáticas, le fue imposible hallar siquiera un mísero topo. Simplemente no existía ningún animal visible para él en esos lugares, y comprendía que sus reservas estaban llegando a su límite. Dudaba de comer o no la botana puesta en su poder cortesía de la muchacha, la opción del veneno estaba latente… ¿Pero qué otra opción tenía? Estaba perdido, y por mucho que luchase contra la naturaleza, sólo por su gran orgullo continuaba con vida. Cualquier otro hombre común y corriente habría caído, y a pesar de eso, era cuestión de tiempo para que él de igual forma pusiera su rostro contra la nieve, a menos que encontrase la manera de cambiar su situación en el norte.

No necesito que me lleves en ese caballo… - Respondió de mala gana mientras le daba un mordisco al pastelillo, encontrándose con la agradable sorpresa de que estaba muy bueno. –Tengo piernas, puedo caminar o correr... y te lo advierto… acepto el trato, pero no intentes darme órdenes.

Rápidamente terminó de comer y sintió como el vacío enorme en su estómago se aminoraba un poco, no era mucho, pero lo suficiente como para soportar un tiempo de caminata mientras llegaban a la aldea.

Te sigo… - Finalizó con voz tosca a la vez que se acomodaba la manta en la cabeza, procurando cuidar sus orejas y cabello. A pesar de que el frío era grande, no le molestaba sentirlo. Si utilizaba dicho implemento otorgado por la niña, era única y exclusivamente para evitar pescar un resfrío o algo que le impidiese luchar por sobrevivir.
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Mensaje por Noah Lun Dic 19, 2011 5:10 pm

Después de salir por las puertas de esa extraña aldea en Germania, Noah se dirigió a toda prisa por el mismo camino que había seguido con la muchachita, pero a la inversa. Esta vez estaba determinado a superar el frío y detestable hielo del norte, y no se rendiría ante nada que apareciese en su camino. Ahora tenía más que claro – una vez más – quién era él y porqué no podía dar a torcer su cabeza, ni siquiera ante las dificultades del destino. Eso quedaba para otro tipo de hombres, aquellos ni siquiera merecían ser reconocidos como varones que se dejaban destruir ante las adversidades de la vida. Pero él no, él no era así y estaba muy lejos de convertirse en un ser débil y sin agallas. Aún cuando estuviera completamente solo, aquello carecía de valor y real importancia.

Siempre había sido un guerrero solitario, desde sus inicios en el ejército romano hasta su ascenso a general de legión, nunca se había reconocido su gusto por las luchas en grupo o por tener especial afecto por alguien. Sí, de que sabía combatir y dar órdenes, por supuesto, como todo general era capaz de guiar destacamentos por distintos tipos de terrenos, desde los infiernos ardientes del desierto hasta las abominaciones tormentas de hielo del norte que rompían los huesos. No tenía problema en tener a su cargo a diez, cien, mil o más hombres. Pero, todo aquel que le conocía, podía darse cuenta que era un hombre diferente y a diferencia de los demás, peleaba mejor cuando estaba solo y únicamente debía cuidar de su vida; era en ese tipo de instantes en los que la naturaleza asesina y sádica de Noah resplandecía como nunca y dejaba ver que él no tenía ni la capacidad ni la intención de mostrar piedad en la batalla. Después de todo, era un hombre lleno de furia y la descargaba con especial énfasis en cada ocasión que pisaba un campo de batalla. Era por eso que se podía decir que disfrutaba la guerra, ya que ahí no debía contenerse ni mucho menos mostrar una cara distinta de lo que era: Un animal, una bestia indomable con una sed de sangre implacable.

Sin ir más lejos, en ese mismo momento que cabalgaba sobre el equino de color gris que la muchacha le había dado, pensó en la opción de encontrarse con bárbaros y darles a conocer por última vez en sus vidas el filo de su espada, reforzado con la creciente furia que sentía por todo lo que le había sucedido. Sabía que no era culpa de esos animales peludos el que lo hubiesen traicionado en Roma,¿Pero qué importaba? De todas formas su misión para con el último hombre al que había jurado fidelidad – el ya difunto Emperador – correspondía precisamente a acabar con todos los bándalos del norte, y expandir el sueño romano como nunca antes un hombre con una espada había logrado.

Tal vez no podría cumplir del todo con dicha tarea, pero sí que era capaz de buscarse unos infelices a los cuales podría cortarles la cabeza para rendirle un último tributo en guerra a su señor. Era lo menos que podía hacer por el último hombre en ese mundo al que estaba dispuesto a servir con tal fidelidad, sin contar por supuesto al hijo de éste, Vergilius, quien para Noah significaba más uno de los pocos aliados confiables en batalla que un jefe al que le debía respeto y obediencia.

Decidido, tomó con fuerza las riendas de su caballo y salió disparado en búsqueda de alguna aldea en rebeldía que pudiese atacar. Era el mejor momento para comportarse como realmente era, y dejar salir todo lo que lo había hecho tan famoso entre los demás generales que servían al glorioso – aunque en decadencia – Imperio romano: Su furia, aquella que poseía en cada gota de su sangre y que lo hacían ser, probablemente, uno de los hombres más peligrosos en todo el mundo. Y a juzgar porque seguía con vida, todavía no existía nadie que pudiese decir lo contrario ante dicha aseveración.
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