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Colina a la salida de Villa Rodorio
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Colina a la salida de Villa Rodorio
Manigoldo cabalgaba el caballo de Jezzara y llevaba el suyo por las riendas. El caballo de esa extraña mujer era mucho mejor que el que él mismo había cabalgado por tanto tiempo. A la salida de Rodorio se encontró con un hombre que se sentó a hacer negocios con él, y compró uno de los rubies que Jezzara le había dado en 10 monedas de oro. Nada mal, al menos eso pensó Manigoldo.
Con ese oro se había dado unas vueltas por el mercado instalado en la plaza del lugar y comprado pan, queso fresco, vino, verduras, frutas... un poco de todo. Llevaba su caballo bastante cargado, pero le daba igual.
Iba siguiendo a un viejo, con el cual había negociado en Rodorio. Por 10 pequeñas perlas y un rubi había accedido a venderle una cabaña pequeña de dos ambientes cerca de la colina, sobre la colina para ser más exactos. Él y sus hijas vivian bajo la colina y ese era el lugar en el cual descansaba cuando cuidaba del pastoreo de sus cabras. A Manigoldo no le importaba que hubiese hecho antes en esa choza, ahora era suya. Al menos por una temporada.
La idea de volver a Roma y sus legiones le daba vuelta en la cabeza. Sentía que su mano estaba vacía sin una espada ensangrentada. Lo único que sabía hacer aparte de robar era matar. Ser un legionario era todo lo que había sido en la vida, además, del hijo de una puta del rio.
Llegaron a la cima de la colina y se dio cuenta que la casa tenia el techo de paja y las paredes de barro. No era la gran cosa, pero tenía dos ambientes, uno con una pqeueña chimenea y otra lo suficientemente grande para meter un colchón de paja y dejar sus cosas. Podía talar madera y hacer una caballeriza, incluso ponerle un techo para la temporada de frío. El hombre sacó sus pertenencias personales y le ofreció a una de sus hijas como esposa. Manigoldo rechazó la oferta, diciendo que ya estaba casado y esperaba que su esposa llegara en cualquier momento.
No quería tener a campesinas dando vueltas en su casa, no se caga donde se come, solía decir Kardia, por lo tanto, Manigoldo tenía mas que claro que no se podía acostar con las hijas del hombre que le permitía vivir en sus tierras.
Dejó los caballos sueltos en la colina, para que pastaran. Eran mansos, no era provable que se escaparan ni que se los robaran. Desde la altura se sentó en el pasto fuera de la casa comiendo una manzana mirando la luz de la ciudad en medio de la noche. Se preguntó si Michiru estaría buscandolo, y la mera idea le hizo perder el apetito. Las estrellas sobre su cabeza brillaban con fuerza, se estiró en el pasto, dejando que el fresco de la noche lo rodeara.
Con ese oro se había dado unas vueltas por el mercado instalado en la plaza del lugar y comprado pan, queso fresco, vino, verduras, frutas... un poco de todo. Llevaba su caballo bastante cargado, pero le daba igual.
Iba siguiendo a un viejo, con el cual había negociado en Rodorio. Por 10 pequeñas perlas y un rubi había accedido a venderle una cabaña pequeña de dos ambientes cerca de la colina, sobre la colina para ser más exactos. Él y sus hijas vivian bajo la colina y ese era el lugar en el cual descansaba cuando cuidaba del pastoreo de sus cabras. A Manigoldo no le importaba que hubiese hecho antes en esa choza, ahora era suya. Al menos por una temporada.
La idea de volver a Roma y sus legiones le daba vuelta en la cabeza. Sentía que su mano estaba vacía sin una espada ensangrentada. Lo único que sabía hacer aparte de robar era matar. Ser un legionario era todo lo que había sido en la vida, además, del hijo de una puta del rio.
Llegaron a la cima de la colina y se dio cuenta que la casa tenia el techo de paja y las paredes de barro. No era la gran cosa, pero tenía dos ambientes, uno con una pqeueña chimenea y otra lo suficientemente grande para meter un colchón de paja y dejar sus cosas. Podía talar madera y hacer una caballeriza, incluso ponerle un techo para la temporada de frío. El hombre sacó sus pertenencias personales y le ofreció a una de sus hijas como esposa. Manigoldo rechazó la oferta, diciendo que ya estaba casado y esperaba que su esposa llegara en cualquier momento.
No quería tener a campesinas dando vueltas en su casa, no se caga donde se come, solía decir Kardia, por lo tanto, Manigoldo tenía mas que claro que no se podía acostar con las hijas del hombre que le permitía vivir en sus tierras.
Dejó los caballos sueltos en la colina, para que pastaran. Eran mansos, no era provable que se escaparan ni que se los robaran. Desde la altura se sentó en el pasto fuera de la casa comiendo una manzana mirando la luz de la ciudad en medio de la noche. Se preguntó si Michiru estaría buscandolo, y la mera idea le hizo perder el apetito. Las estrellas sobre su cabeza brillaban con fuerza, se estiró en el pasto, dejando que el fresco de la noche lo rodeara.
Manigoldo- Status :
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Re: Colina a la salida de Villa Rodorio
Esa mañana despertó mas compuesto que antes. El cuerpo no le pesaba tanto como pensó y se sentía menos ebrio que de costumbre. Se había dedicado a beber vino de un odre hasta bastante entrada la noche. Estaba aburrido, no había nada que hacer en esas colinas y lo mejor era, beber.
Se paseó desnudo por la habitación principal luego de dejar su colchón de paja atras. se revolvió la cabellera un poco y vertió agua en una fuerte de greda que había comprado en rodorio, de esa forma se lavó la cara. Cuando vio su reflejo, sólo pudo sonreir.
- Luces demacrado, hijo de puta. - Las ojeras eran mas visible que antes, su cabellera estaba sucia y revuelta, su rostro pálido. - ¿Me estaré muriendo?
La mera idea le provocó que se le revolviera el estómago. No deseaba morir, le temía a la muerte, pues la muerte lo había estado persiguiendo toda la vida. No tenía idea de lo que ella estaba planeando para él, pero si sabía que debía ser algo funesto.
- ¡Kardia! - Sintió que gritaban desde fuera, con unas risitas de niñas.
<< ¿Kardia?... ohh... es cierto, le dije al viejo que me llamaba Kardia cuando bebiamos. >>
- ¡Kardia! ¡Le traemos leche y pan recien salido del horno! - Manigoldo pensó un momento en esconderse y hacerse el dormido, pero la idea de tomar algo de leche fresca y además comer pan recien hecho y no el duro y rancio que tenía, se le hacía bastante tentador.
- Un momento... - Gritó de vuelta Manigoldo mientras buscaba su ropa entre los fardos de cosas que había desparramado por toda la casa.
Se envolvió sus partes privadas en una capa roja de sus dias de legionario y se asomó por una de las ventanas disimuladamente para observar. Era 2 chicas, una de unos 16 años y la otra un tanto menor, ambas un poco entradas en carne pero no en el mal sentido. Se notaban chicas fuertes, de aquellas que subian y bajaban colinas, de piernas fuertes y manos gentiles. Sus mejillas estaban sonrosadas seguramente por tomar el sol. Llevaban trapos de colores envueltos alrededor de la cabeza y un canasto entre sus manos una, y una jarra la otra.
Siguió buscando su ropa, escuchando las risas nerviosas de afuera. Por fin encontró algo, que estaba un poco sucio, pero se lo puso de cualquier forma. No podía salir desnudo, no con esas chicas al menos. Eran las hijas del viejo y no quería que lo hecharan de ahi. Salió a recibirlas, algo incómodo mientras le pasaban las cosas.
- Yo soy Hanna. - Dijo la mayor, sonriendole de oreja a oreja, mientras que las mejillas de la menor se volvían cada vez más rojas. - Ella es Nichel.
- Mucho gusto, Kardia. - Dijo la menor.
- Es señor Kardia. Soy un gran señor del lugar donde vengo. - << Si todos los hijos de las putas de Roma fueran señores, yo sería su rey sin duda. >> - Gracias por el pan, tenía algo de hambre.
- Yo misma lo preparé Kar...señor Kardia. - Dijo la mayor, Hanna. - Espero le guste.
- ¿Por qué no va a cenar con nosotros esta noche señor Kardia? - Preguntó Nichel.
- Son muy amables, señoritas, pero esta noche tengo asuntos que tratar. - << Emborracharme y buscar una puta barata en la posada >> Ambas parecieron desilucionarse. - Aunque agradesco su invitación, será para otra vez.
- ¡Oh sí..! - Dijo Nichel. - haremos un festín para recibirlo. Cabra asada, pudin de manzana, papas doradas... vino dulce y especiado.
<< Pero que gente tan amable, ¿Serán todos así en este pueblo de mierda? >>
- Nos debemos ir a pastorar, adios señor Kardia. - Dijo Hanna sonriendo, mientras tomaba el brazo de su hermana y la empujaba colina arriba.
- Adios señor Kardia. - Se despidió tambien Nichel.
Manigoldo entró a la cabaña y puso todo en la mesa. Tomó la leche de cabra directamente desde la jarra, sintiendo lo helada que estaba. Realmente no había bebido algo tan refrescante en muchísimo tiempo.
El pan estaba aún mejor. Puso un poco de queso en él y éste se derritió. Era de una masa ligera y esponjosa, que se deshacía en la boca. Sinceramente, pensó que ambas chicas hubiesen sido buenas esposas para cualquier hombre. Se necesitaba mujeres así, con caracter y fuerza en el mundo.
Salió de la cabaña y comenzó a caminar colina abajo, quería buscar un lugar donde poder tomar un buen baño.
Se paseó desnudo por la habitación principal luego de dejar su colchón de paja atras. se revolvió la cabellera un poco y vertió agua en una fuerte de greda que había comprado en rodorio, de esa forma se lavó la cara. Cuando vio su reflejo, sólo pudo sonreir.
- Luces demacrado, hijo de puta. - Las ojeras eran mas visible que antes, su cabellera estaba sucia y revuelta, su rostro pálido. - ¿Me estaré muriendo?
La mera idea le provocó que se le revolviera el estómago. No deseaba morir, le temía a la muerte, pues la muerte lo había estado persiguiendo toda la vida. No tenía idea de lo que ella estaba planeando para él, pero si sabía que debía ser algo funesto.
- ¡Kardia! - Sintió que gritaban desde fuera, con unas risitas de niñas.
<< ¿Kardia?... ohh... es cierto, le dije al viejo que me llamaba Kardia cuando bebiamos. >>
- ¡Kardia! ¡Le traemos leche y pan recien salido del horno! - Manigoldo pensó un momento en esconderse y hacerse el dormido, pero la idea de tomar algo de leche fresca y además comer pan recien hecho y no el duro y rancio que tenía, se le hacía bastante tentador.
- Un momento... - Gritó de vuelta Manigoldo mientras buscaba su ropa entre los fardos de cosas que había desparramado por toda la casa.
Se envolvió sus partes privadas en una capa roja de sus dias de legionario y se asomó por una de las ventanas disimuladamente para observar. Era 2 chicas, una de unos 16 años y la otra un tanto menor, ambas un poco entradas en carne pero no en el mal sentido. Se notaban chicas fuertes, de aquellas que subian y bajaban colinas, de piernas fuertes y manos gentiles. Sus mejillas estaban sonrosadas seguramente por tomar el sol. Llevaban trapos de colores envueltos alrededor de la cabeza y un canasto entre sus manos una, y una jarra la otra.
Siguió buscando su ropa, escuchando las risas nerviosas de afuera. Por fin encontró algo, que estaba un poco sucio, pero se lo puso de cualquier forma. No podía salir desnudo, no con esas chicas al menos. Eran las hijas del viejo y no quería que lo hecharan de ahi. Salió a recibirlas, algo incómodo mientras le pasaban las cosas.
- Yo soy Hanna. - Dijo la mayor, sonriendole de oreja a oreja, mientras que las mejillas de la menor se volvían cada vez más rojas. - Ella es Nichel.
- Mucho gusto, Kardia. - Dijo la menor.
- Es señor Kardia. Soy un gran señor del lugar donde vengo. - << Si todos los hijos de las putas de Roma fueran señores, yo sería su rey sin duda. >> - Gracias por el pan, tenía algo de hambre.
- Yo misma lo preparé Kar...señor Kardia. - Dijo la mayor, Hanna. - Espero le guste.
- ¿Por qué no va a cenar con nosotros esta noche señor Kardia? - Preguntó Nichel.
- Son muy amables, señoritas, pero esta noche tengo asuntos que tratar. - << Emborracharme y buscar una puta barata en la posada >> Ambas parecieron desilucionarse. - Aunque agradesco su invitación, será para otra vez.
- ¡Oh sí..! - Dijo Nichel. - haremos un festín para recibirlo. Cabra asada, pudin de manzana, papas doradas... vino dulce y especiado.
<< Pero que gente tan amable, ¿Serán todos así en este pueblo de mierda? >>
- Nos debemos ir a pastorar, adios señor Kardia. - Dijo Hanna sonriendo, mientras tomaba el brazo de su hermana y la empujaba colina arriba.
- Adios señor Kardia. - Se despidió tambien Nichel.
Manigoldo entró a la cabaña y puso todo en la mesa. Tomó la leche de cabra directamente desde la jarra, sintiendo lo helada que estaba. Realmente no había bebido algo tan refrescante en muchísimo tiempo.
El pan estaba aún mejor. Puso un poco de queso en él y éste se derritió. Era de una masa ligera y esponjosa, que se deshacía en la boca. Sinceramente, pensó que ambas chicas hubiesen sido buenas esposas para cualquier hombre. Se necesitaba mujeres así, con caracter y fuerza en el mundo.
Salió de la cabaña y comenzó a caminar colina abajo, quería buscar un lugar donde poder tomar un buen baño.
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Re: Colina a la salida de Villa Rodorio
Llegó a la cabaña un poco pasado el medio día. El viaje por las montañas lo tenía bastante relajado, como si todo ese aire le hubiese hecho bien. Pero apenas llegó a la cabaña se sirvió una copa de vino (en una copita de madera) y todo el buen humor que había sentido se desvaneció. Se dio cuenta de que estaba lejos de su casa en un lugar callado, sin ninguna gracia y sin nada que hacer aparte de beber.
Se sentó en la mesa rústica de madera, mirando fijamente el queso en el centro de ésta, que estaba justo al lado de una jarra que contenía la leche que las jovenes hijas del viejo le habían traído.
-¿A esto se ha reducido mi vida? ¿A comer queso en la punta de un cerro? - Sonrió terminando de un golpe el vaso de vino.
Se puso de pie y caminó en circulos durante un rato, con las manos dentro de los bolsillos, silvando, pensando que haría ahora. No había nada que podía hacer. ¿Volver a Rodorio? A esa hora seguramente no habría mucho que movimiento en el pueblito.
De pronto sus ojos se encontraron con su espada y supo de inmediato que debía tomarla entre sus manos para acordarse de quien era.
<< Soy un Guerrero. Soy un legionario. Soy un Romano. Soy el verdugo. >>
Salió de la cabaña con la espada en su mano y se sentó en el pasto, mirando su filo. Entendió que el poco uso la tenía bastante desafilada, por lo tanto, con una piedra, comenzó a afilarla una y otra vez. La dejaría lo suficientemente afilada para que pudiera cortar un pelo en dos.
Se sentó en la mesa rústica de madera, mirando fijamente el queso en el centro de ésta, que estaba justo al lado de una jarra que contenía la leche que las jovenes hijas del viejo le habían traído.
-¿A esto se ha reducido mi vida? ¿A comer queso en la punta de un cerro? - Sonrió terminando de un golpe el vaso de vino.
Se puso de pie y caminó en circulos durante un rato, con las manos dentro de los bolsillos, silvando, pensando que haría ahora. No había nada que podía hacer. ¿Volver a Rodorio? A esa hora seguramente no habría mucho que movimiento en el pueblito.
De pronto sus ojos se encontraron con su espada y supo de inmediato que debía tomarla entre sus manos para acordarse de quien era.
<< Soy un Guerrero. Soy un legionario. Soy un Romano. Soy el verdugo. >>
Salió de la cabaña con la espada en su mano y se sentó en el pasto, mirando su filo. Entendió que el poco uso la tenía bastante desafilada, por lo tanto, con una piedra, comenzó a afilarla una y otra vez. La dejaría lo suficientemente afilada para que pudiera cortar un pelo en dos.
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Re: Colina a la salida de Villa Rodorio
Decidí comenzar mi marcha nuevamente en busca de un buen lugar para volver a liberar mi energía y poder entrenar nuevamente. Ya había descansado lo suficiente y sentía que era el momento de ponerme a trabajar como hacía algunas horas lo había hecho en el templo de Virgo. No me agradaba estar siempre en el mismo lugar, y mucho menos a la hora de entrenar mis habilidades. Entonces decidí salir en busca de un sitio adecuado. Llevaba colgada en mi espalda aquella caja dorada que contenía mi armadura por si las dudas. Yo sostenía la idea de que siempre tenía que estar lista por cualquier inconveniente, o algún ataque enemigo para ser exactos. Muchos guerreros, como yo y otros Santos, también estaban listos y algunos eran enemigos, por lo que no faltaría la ocasión en que alguno quisiera atacar.
La llanura que había caminado durante algunos minutos desaparecía al encontrar frente a mí un camino elevado y bastante extenso. Estaba en la parte de las colinas alrededor del pueblo. Había algunos pequeños animales rondando por allí. No me detuve, decidí seguir adelante con mi caminar, ascendiendo por una de las laderas de aquella empinada colina. A lo lejos podía divisar una pequeña cabaña. Seguí avanzando un poco más. Tal vez más allá de la colina pudiera encontrar un lugar adecuado para mi propósito de entrenar.
(– ¿Ese no es… Manigoldo? Creo que sí. –) Me dije a mí misma en mis pensamientos al ver a unos cuantos metros a un muchacho con un arma en sus manos. Tenía las mismas características que aquel chico que me había ayudado a encontrar el camino hacia el Santuario.
A decir verdad, la última vez que lo había visto me fui bastante ofendida. En realidad era que su forma de actuar me había molestado un tanto, aunque no negaba que al igual que muchas de las personas que me habían ayudado en el camino, como Edward o Aspros, tenía algo especial. Algo que ciertamente causaba en mí una sensación de protección; aunque sombría aquella aura que lo rodeaba, también se mostraba cálida. Tal vez era su cosmos… aunque era débil quizás estuviera queriendo despertar en su interior. En sí no estaba muy segura, pero en ese momento pensé que no tendría nada de malo que me acercara a él. Había pasado bastante tiempo desde la última vez que lo vi -O eso me parecía a mí, ya que estuve esforzándome tanto en mi entrenamiento que no le daba importancia al tiempo- pensaba que tal vez no me recordaría.
Yo me detuve durante unos segundos mientras pensaba en algunas cosas, en cambio mi pequeña mascota se adelantó corriendo hacia el muchacho. Abrí mis ojos grandes y avancé detrás de él.
– ¡Dante ven aquí! – exclamé en un tono de frustración. Ese chiquillo siempre hacía lo mismo cuando me distraía y terminaba causando problemas. – No me hagas tener que buscarte por todas partes. –
El pequeño se detuvo a unos metros frente a aquel muchacho, emitiendo unos soniditos parecidos al maullido de un gato, mientras movía el rabo con gracia, como un perrito contento. Ese animal era tan raro que a veces me daba vergüenza llevarlo conmigo.
– Vamos, no me hagas pasar vergüenza, pequeño. – pronuncié en un tono bajo para agacharme y tomar en mis brazos al animal. Cuando levanté la vista me quedé mirando por un momento a Manigoldo. Sonreí.
– Hola, disculpa por la molestia, suele causarme problemas. – dije con respecto a mi mascota que había estado corriendo alrededor del muchacho. – Que coincidencia encontrarte también por estos lados. –
(– “Espero que recuerde quien soy.” –)
Esta vez sonaba un poco más animada que la última vez que me había encontrado con aquel sujeto en Rodorio. Quizás porque ya había encontrado lo que tanto buscaba en ese momento. Sabía a donde pertenecía mi destino.
– Lo siento mucho, creo que la última vez fui muy desagradecida contigo. No debí comportarme de esa manera. – volvía a hablar en un tono suave mientras veía como afilaba su arma con una roca. – Gracias por llevarme hasta el Santuario, de hecho me ha servido mucho de ayuda. –
Decía aquello arrepentida. Sabía que me había comportado como una niña caprichosa, y seguramente eso a él no le había gustado para nada. Igualmente no sabía como iba a reaccionar, pero yo creía que una disculpa por mi parte no estaría mal. De hecho creía que se la debía por haberle causado tantos problemas.
Tenía planeado permanecer en las cercanías de ese lugar de todas formas, no me molestaría quedarme allí un rato. Después de todo, hacía bastante tiempo que me había dedicado a entrenar y no sociabilizaba con nadie. Eso me aburría. Tanto entrenamiento seguido a veces me resultaba agotador.
La llanura que había caminado durante algunos minutos desaparecía al encontrar frente a mí un camino elevado y bastante extenso. Estaba en la parte de las colinas alrededor del pueblo. Había algunos pequeños animales rondando por allí. No me detuve, decidí seguir adelante con mi caminar, ascendiendo por una de las laderas de aquella empinada colina. A lo lejos podía divisar una pequeña cabaña. Seguí avanzando un poco más. Tal vez más allá de la colina pudiera encontrar un lugar adecuado para mi propósito de entrenar.
(– ¿Ese no es… Manigoldo? Creo que sí. –) Me dije a mí misma en mis pensamientos al ver a unos cuantos metros a un muchacho con un arma en sus manos. Tenía las mismas características que aquel chico que me había ayudado a encontrar el camino hacia el Santuario.
A decir verdad, la última vez que lo había visto me fui bastante ofendida. En realidad era que su forma de actuar me había molestado un tanto, aunque no negaba que al igual que muchas de las personas que me habían ayudado en el camino, como Edward o Aspros, tenía algo especial. Algo que ciertamente causaba en mí una sensación de protección; aunque sombría aquella aura que lo rodeaba, también se mostraba cálida. Tal vez era su cosmos… aunque era débil quizás estuviera queriendo despertar en su interior. En sí no estaba muy segura, pero en ese momento pensé que no tendría nada de malo que me acercara a él. Había pasado bastante tiempo desde la última vez que lo vi -O eso me parecía a mí, ya que estuve esforzándome tanto en mi entrenamiento que no le daba importancia al tiempo- pensaba que tal vez no me recordaría.
Yo me detuve durante unos segundos mientras pensaba en algunas cosas, en cambio mi pequeña mascota se adelantó corriendo hacia el muchacho. Abrí mis ojos grandes y avancé detrás de él.
– ¡Dante ven aquí! – exclamé en un tono de frustración. Ese chiquillo siempre hacía lo mismo cuando me distraía y terminaba causando problemas. – No me hagas tener que buscarte por todas partes. –
El pequeño se detuvo a unos metros frente a aquel muchacho, emitiendo unos soniditos parecidos al maullido de un gato, mientras movía el rabo con gracia, como un perrito contento. Ese animal era tan raro que a veces me daba vergüenza llevarlo conmigo.
– Vamos, no me hagas pasar vergüenza, pequeño. – pronuncié en un tono bajo para agacharme y tomar en mis brazos al animal. Cuando levanté la vista me quedé mirando por un momento a Manigoldo. Sonreí.
– Hola, disculpa por la molestia, suele causarme problemas. – dije con respecto a mi mascota que había estado corriendo alrededor del muchacho. – Que coincidencia encontrarte también por estos lados. –
(– “Espero que recuerde quien soy.” –)
Esta vez sonaba un poco más animada que la última vez que me había encontrado con aquel sujeto en Rodorio. Quizás porque ya había encontrado lo que tanto buscaba en ese momento. Sabía a donde pertenecía mi destino.
– Lo siento mucho, creo que la última vez fui muy desagradecida contigo. No debí comportarme de esa manera. – volvía a hablar en un tono suave mientras veía como afilaba su arma con una roca. – Gracias por llevarme hasta el Santuario, de hecho me ha servido mucho de ayuda. –
Decía aquello arrepentida. Sabía que me había comportado como una niña caprichosa, y seguramente eso a él no le había gustado para nada. Igualmente no sabía como iba a reaccionar, pero yo creía que una disculpa por mi parte no estaría mal. De hecho creía que se la debía por haberle causado tantos problemas.
Tenía planeado permanecer en las cercanías de ese lugar de todas formas, no me molestaría quedarme allí un rato. Después de todo, hacía bastante tiempo que me había dedicado a entrenar y no sociabilizaba con nadie. Eso me aburría. Tanto entrenamiento seguido a veces me resultaba agotador.
Jezzara- Reino : Santuario de Athena
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Re: Colina a la salida de Villa Rodorio
Manigoldo subió la mirada algo extrañado cuando un bicho feo se quedó justo frente a él. Reconoció la voz de quien lo llamaba de inmediato, y su cabellera rubia la delató. Trató de recordar sobre la última vez que había visto a esa chica y lo pudo situar en el río... ¿O tal vez en esa choza abandonada donde habían dormido? No lo sabía. Jezzara no era tan importante como para que lo recordara.
- ¿Jezzara no? - Le preguntó, a pesar de todo nunca olvidaba a las personas que le daban algo que lo beneficiara. - Si vienes por tu caballo, debo decirte, que ese negocio esta más que cerrado. - Sonrió volviendo su mirada nuevamente hacia su espada. La afilaba con cuidado pensando que si esa niña venía a quitarle el caballo, se tendría que manchar el filo prontamente.
Se quedó ahí sentado sin mirarla. Escuchaba el perdón que hacía respecto a la forma en que lo había tratado. No hizo gesto alguno, sólo miraba su espada, cuando de pronto de un golpe se puso de pie.
- No recuerdo mucho de eso que dices, para serte honesto. - Con eso esperó tajar el tema. No quería que Jezzara se diera más importancia de que le daba. - Voy a cenar. ¿Tienes hambre mocosa?
No esperó que le diera la respuesta, sólo caminó hacia dentro de su cabaña.
- ¿Jezzara no? - Le preguntó, a pesar de todo nunca olvidaba a las personas que le daban algo que lo beneficiara. - Si vienes por tu caballo, debo decirte, que ese negocio esta más que cerrado. - Sonrió volviendo su mirada nuevamente hacia su espada. La afilaba con cuidado pensando que si esa niña venía a quitarle el caballo, se tendría que manchar el filo prontamente.
Se quedó ahí sentado sin mirarla. Escuchaba el perdón que hacía respecto a la forma en que lo había tratado. No hizo gesto alguno, sólo miraba su espada, cuando de pronto de un golpe se puso de pie.
- No recuerdo mucho de eso que dices, para serte honesto. - Con eso esperó tajar el tema. No quería que Jezzara se diera más importancia de que le daba. - Voy a cenar. ¿Tienes hambre mocosa?
No esperó que le diera la respuesta, sólo caminó hacia dentro de su cabaña.
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Re: Colina a la salida de Villa Rodorio
A decir verdad, la manera en que reaccionó aquel ante mis palabras, no me sorprendió para nada. De hecho esperaba algo parecido, pero al ser yo, alguien que no guardaba rencor de ninguna manera ni ante nadie, no me importó como fuera a actuar, igual sentí que debía disculparme.
Pronto habló sobre el caballo que le había dado a cambio de su ayuda. Yo misma había decidido decir que sí cuando él me ofreció el trato, no creía necesario reclamar el animal. No estaba en mis planes.
– No te preocupes, ni siquiera estaba en mis planes reclamarte el caballo. Ahora es tuyo. Además no tenía idea de que vivieras aquí, sólo buscaba un sitio donde entrenar. – dije en un tono normal y bastante sereno contestando a sus palabras.
– No importa ya no quiero hablar de eso. – escuché sus palabras para ver enseguida como entraba a aquella cabaña. – Si, estoy muy hambrienta, no he comido bien ultimamente… –
No había comido algo decente en horas y el hambre ya comenzaba a molestar, además ni siquiera agua había podido tomar y ya estaba muy cansada. De igual manera no podía irme de Grecia por el momento, y la idea de estar en peligro por cualquier ataque me rondaba por la cabeza, así que prefería entrenar. De hecho últimamente me estaba forzando mucho con eso, y se notaba en mí. Estaba ya algo demacrada por la mala alimentación y el esfuerzo constante.
En ese momento pensé en pasar a la cabaña, pero no sabía si al joven en verdad le agradaría eso. Ya de por sí lo veía algo molesto. – No es que quiera seguir estorbándote, y si te causo problemas… lo siento. Permiso… –
Dije aquello y pasé detrás de él. No quería estorbar, así que quizás iba a marcharme pronto. Tampoco hubiera esperado encontrarlo en ese lugar y la mera idea de que estuviera molestándole mi presencia me hacía sentir incómoda, aunque trataba de ser lo más amable posible. Por lo que callada sólo me quedé a un lado. Necesitaba relajarme un poco.
Pronto habló sobre el caballo que le había dado a cambio de su ayuda. Yo misma había decidido decir que sí cuando él me ofreció el trato, no creía necesario reclamar el animal. No estaba en mis planes.
– No te preocupes, ni siquiera estaba en mis planes reclamarte el caballo. Ahora es tuyo. Además no tenía idea de que vivieras aquí, sólo buscaba un sitio donde entrenar. – dije en un tono normal y bastante sereno contestando a sus palabras.
– No importa ya no quiero hablar de eso. – escuché sus palabras para ver enseguida como entraba a aquella cabaña. – Si, estoy muy hambrienta, no he comido bien ultimamente… –
No había comido algo decente en horas y el hambre ya comenzaba a molestar, además ni siquiera agua había podido tomar y ya estaba muy cansada. De igual manera no podía irme de Grecia por el momento, y la idea de estar en peligro por cualquier ataque me rondaba por la cabeza, así que prefería entrenar. De hecho últimamente me estaba forzando mucho con eso, y se notaba en mí. Estaba ya algo demacrada por la mala alimentación y el esfuerzo constante.
En ese momento pensé en pasar a la cabaña, pero no sabía si al joven en verdad le agradaría eso. Ya de por sí lo veía algo molesto. – No es que quiera seguir estorbándote, y si te causo problemas… lo siento. Permiso… –
Dije aquello y pasé detrás de él. No quería estorbar, así que quizás iba a marcharme pronto. Tampoco hubiera esperado encontrarlo en ese lugar y la mera idea de que estuviera molestándole mi presencia me hacía sentir incómoda, aunque trataba de ser lo más amable posible. Por lo que callada sólo me quedé a un lado. Necesitaba relajarme un poco.
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Re: Colina a la salida de Villa Rodorio
Bla bla bla bla... eso era todo lo que Manigoldo escuchaba de Jezzara. ¿Cuando aprendería esa niña a mantener la boca cerrada y dar las gracias cuando debía hacerlo? Era tan buena que lo irritaba. Esa era la verdad. Su careta de santucha lo agobiaba y tener que escucharla pidiendole perdón por todo lo que hacía o permiso le era algo que no soportaba ver en una mujer.
- Estorbas y molestas, pero estorbarías y molestarías menos con la boca cerrada. - No se dio vuelta a mirarla. - Eres demasiado amable niñita, y el mundo se come a las personas amables en el desayuno. Si quieres ser una buena guererra comienza a cerrar ese blando corazón tuyo o morirás estorbandole a alguien más en el campo de batalla.
¿Se las estaba dando ahora de consejero? << Salvame Venus... >> Subio una de sus piernas a una de las sillas de la mesa (la única con cuatro patas firmes pues las otras habían alimentado el fuego) y la deslizó sin tanta fuerza pero si con velocidad hacia donde estaba Jezzara. El asiento se detuvo justo frente a ella y frente a la mesa.
Manigoldo puso dos copas de madera sobre el tablón y sirvió lo último de lo que parecía ser una jarra de leche de alguna cosa.
<< Ahora tambien soy niñera, dandole leche a los niños. Debería embriagarla... le podríamos dar mejor uso a su boca si estuviese ebria. >>
- Esta fresca. - Dijo dandole un sorbo mientras de inmediato cambiaba su elección de haber bebido leche. << Vino, siempre escoge vino. >> - Pues bien, ¿Qué quieres? Dudo mucho que estes aquí sólo por que sí, ¿Cambiaste de opinión acerca de hacerte una mujer de verdad? - Se río mientras cortaba un trozo de queso de tamaño considerable y lo ponía entre dos trozos de pan duro, para ponerlos sobre las llamas del fuego. - Es sólo pedirmelo, aunque me deberás dar unos minutos para beber algo antes de embarcarme en semejante aventura. No creo que lo logre sobrio.
La habitación se comenzó a llenar del olor del pan tostandose y del queso derritiendose entre la masa. No era una comida de reyes pero era bastante buena al menos para Manigoldo que aun no entendía por qué se había mostrado generoso y hasta atento con ella. ¿La soledad lo tendría tan mal que quería compañía de cualquiera, incluso de esa niña? << Preferiría comerme mis manos antes de pasar nuevamente dos días seguidos con ella, la terminaría matando o algo peor. >>
- Toma. - Le dijo partiendo el pan en dos con su espada. El queso derretido comenzó a caer lentamente por los bordes mientras Manigoldo tomaba una mitad. - ¿Y te aceptaron en el Santuario? ¿Hay chicas bonitas allá?
- Estorbas y molestas, pero estorbarías y molestarías menos con la boca cerrada. - No se dio vuelta a mirarla. - Eres demasiado amable niñita, y el mundo se come a las personas amables en el desayuno. Si quieres ser una buena guererra comienza a cerrar ese blando corazón tuyo o morirás estorbandole a alguien más en el campo de batalla.
¿Se las estaba dando ahora de consejero? << Salvame Venus... >> Subio una de sus piernas a una de las sillas de la mesa (la única con cuatro patas firmes pues las otras habían alimentado el fuego) y la deslizó sin tanta fuerza pero si con velocidad hacia donde estaba Jezzara. El asiento se detuvo justo frente a ella y frente a la mesa.
Manigoldo puso dos copas de madera sobre el tablón y sirvió lo último de lo que parecía ser una jarra de leche de alguna cosa.
<< Ahora tambien soy niñera, dandole leche a los niños. Debería embriagarla... le podríamos dar mejor uso a su boca si estuviese ebria. >>
- Esta fresca. - Dijo dandole un sorbo mientras de inmediato cambiaba su elección de haber bebido leche. << Vino, siempre escoge vino. >> - Pues bien, ¿Qué quieres? Dudo mucho que estes aquí sólo por que sí, ¿Cambiaste de opinión acerca de hacerte una mujer de verdad? - Se río mientras cortaba un trozo de queso de tamaño considerable y lo ponía entre dos trozos de pan duro, para ponerlos sobre las llamas del fuego. - Es sólo pedirmelo, aunque me deberás dar unos minutos para beber algo antes de embarcarme en semejante aventura. No creo que lo logre sobrio.
La habitación se comenzó a llenar del olor del pan tostandose y del queso derritiendose entre la masa. No era una comida de reyes pero era bastante buena al menos para Manigoldo que aun no entendía por qué se había mostrado generoso y hasta atento con ella. ¿La soledad lo tendría tan mal que quería compañía de cualquiera, incluso de esa niña? << Preferiría comerme mis manos antes de pasar nuevamente dos días seguidos con ella, la terminaría matando o algo peor. >>
- Toma. - Le dijo partiendo el pan en dos con su espada. El queso derretido comenzó a caer lentamente por los bordes mientras Manigoldo tomaba una mitad. - ¿Y te aceptaron en el Santuario? ¿Hay chicas bonitas allá?
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Re: Colina a la salida de Villa Rodorio
Lo primero que hice fue dejar la caja de mi armadura a un lado y soltar a mi mascota para que saliera a jugar un momento afuera de la cabaña. Aunque luego tendría ir a buscarlo nuevamente no me importaba por el momento. Avancé lentamente y me senté en la silla que había quedado frente a mí, mientras escuchaba las palabras del muchacho veía que dejaba dos copas sobre la mesa y servía un poco de leche.
(– “Yo sé exactamente cuando debería comportarme amablemente y cuando no debería. Sé que contigo vale la pena, al menos un poquito… intentarlo.” –) Eso pasaba por mi mente al escuchar sus palabras.
Si bien ese sujeto no me trataba de tan buena manera que digamos y aunque tal vez no le agradara mi actitud, de igual forma se dignaba a ayudarme, eso era un buen gesto de solidaridad, del que tal vez él no se diera cuenta. No podía dejar de darle las gracias aunque no quisiera. Pero tenía bien presente que no podía comportarme de esa manera con cualquiera. Eso era algo que hacía mucho tiempo había aprendido y más aún al convertirme en una amazona dorada.
–Deberías considerar lo que has hecho por mí hasta ahora. No seas tan ignorante si incluso tú puedes ser amable. ¿No es cierto? – dije en un tono algo desinteresado para seguir escuchando sus palabras, mientras tomaba una de las copas y bebía un sorbo, deleitándome con el exquisito sabor. Demasiado delicioso para mí gusto, que desde hacía bastante tiempo no probaba más que agua.
Bebí otro trago mientras que Manigoldo preparaba unos panes con queso que se veían deliciosos. – Ya te lo dije, no estoy aquí porque quisiera algo de ti. Encontré este lugar por casualidad y estabas tú. –
Guardé silencio por un momento mientras que el joven dejaba el pan sobre la mesa ofreciéndome una mitad.
– Pero me ofreces alimento y un lugar donde descansar aunque sea por unos minutos. Dime cómo puedo negarme. No estoy acostumbrada a rechazar a quienes me ofrecen ayuda. – añadí mientras tomaba el pan, que se veía muy bien con el queso derretido escurriéndose por los lados.
(– “Y tal vez eso sea una debilidad. Él tiene razón… quizás debería dejar de ser tan flexible. Personas así son fáciles de engañar…
…pero supongo que soy capaz distinguir qué clase de persona es cada uno con quien trato. No lo sé.” –)
Aquello pasaba por mi mente, mientras reflexionaba acerca de las palabras del chico. Mientras pensaba en eso llevaba aquel pan a mi boca y le daba un mordisco, saboreando su exquisito sabor.
Fue entonces que escuché las últimas palabras de Manigoldo, a lo que sonreí y luego dije:
– Claro que me aceptaron. De hecho ya obtuve mi armadura. – hice una pausa. Aquello lo contaba con algo más de gracia. Con un tono de voz más vivo. – Y… la verdad no sabría decirte, pero supongo que a estas alturas debería haber bastantes chicas en las filas del Santuario. No como en aquel momento en que decidí convertirme yo en una guerrera. –
(– “No te haría daño comprobarlo tú mismo.” – )
No eran pocos los casos en que numerosas mujeres decidían servir al ejército de Athena con el propósito de defender a la humanidad y mantener el orden en la Tierra. Muchas jóvenes como yo decidían convertirse en amazonas. A penas llegué al santuario no había muchos candidatos que cumplieran las condiciones necesarias, pero a estas alturas, seguramente muchos se habrían interesado en el tema, y más en los tiempos que se acercaban.
(– “Las cosas no son tan simples como muchos piensan. Si tan sólo tuvieras idea de la guerra que se aproxima… –)
Aquello se pasaba por mi mente mientras que con tranquilidad y en silencio me alimentaba y bebía aquella deliciosa leche refrescante de la copa de madera. Eso me ponía a pensar desde el momento en que Manigoldo había mencionado el tema del Santuario.
(– “Yo sé exactamente cuando debería comportarme amablemente y cuando no debería. Sé que contigo vale la pena, al menos un poquito… intentarlo.” –) Eso pasaba por mi mente al escuchar sus palabras.
Si bien ese sujeto no me trataba de tan buena manera que digamos y aunque tal vez no le agradara mi actitud, de igual forma se dignaba a ayudarme, eso era un buen gesto de solidaridad, del que tal vez él no se diera cuenta. No podía dejar de darle las gracias aunque no quisiera. Pero tenía bien presente que no podía comportarme de esa manera con cualquiera. Eso era algo que hacía mucho tiempo había aprendido y más aún al convertirme en una amazona dorada.
–Deberías considerar lo que has hecho por mí hasta ahora. No seas tan ignorante si incluso tú puedes ser amable. ¿No es cierto? – dije en un tono algo desinteresado para seguir escuchando sus palabras, mientras tomaba una de las copas y bebía un sorbo, deleitándome con el exquisito sabor. Demasiado delicioso para mí gusto, que desde hacía bastante tiempo no probaba más que agua.
Bebí otro trago mientras que Manigoldo preparaba unos panes con queso que se veían deliciosos. – Ya te lo dije, no estoy aquí porque quisiera algo de ti. Encontré este lugar por casualidad y estabas tú. –
Guardé silencio por un momento mientras que el joven dejaba el pan sobre la mesa ofreciéndome una mitad.
– Pero me ofreces alimento y un lugar donde descansar aunque sea por unos minutos. Dime cómo puedo negarme. No estoy acostumbrada a rechazar a quienes me ofrecen ayuda. – añadí mientras tomaba el pan, que se veía muy bien con el queso derretido escurriéndose por los lados.
(– “Y tal vez eso sea una debilidad. Él tiene razón… quizás debería dejar de ser tan flexible. Personas así son fáciles de engañar…
…pero supongo que soy capaz distinguir qué clase de persona es cada uno con quien trato. No lo sé.” –)
Aquello pasaba por mi mente, mientras reflexionaba acerca de las palabras del chico. Mientras pensaba en eso llevaba aquel pan a mi boca y le daba un mordisco, saboreando su exquisito sabor.
Fue entonces que escuché las últimas palabras de Manigoldo, a lo que sonreí y luego dije:
– Claro que me aceptaron. De hecho ya obtuve mi armadura. – hice una pausa. Aquello lo contaba con algo más de gracia. Con un tono de voz más vivo. – Y… la verdad no sabría decirte, pero supongo que a estas alturas debería haber bastantes chicas en las filas del Santuario. No como en aquel momento en que decidí convertirme yo en una guerrera. –
(– “No te haría daño comprobarlo tú mismo.” – )
No eran pocos los casos en que numerosas mujeres decidían servir al ejército de Athena con el propósito de defender a la humanidad y mantener el orden en la Tierra. Muchas jóvenes como yo decidían convertirse en amazonas. A penas llegué al santuario no había muchos candidatos que cumplieran las condiciones necesarias, pero a estas alturas, seguramente muchos se habrían interesado en el tema, y más en los tiempos que se acercaban.
(– “Las cosas no son tan simples como muchos piensan. Si tan sólo tuvieras idea de la guerra que se aproxima… –)
Aquello se pasaba por mi mente mientras que con tranquilidad y en silencio me alimentaba y bebía aquella deliciosa leche refrescante de la copa de madera. Eso me ponía a pensar desde el momento en que Manigoldo había mencionado el tema del Santuario.
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Re: Colina a la salida de Villa Rodorio
Manigoldo sonrió con esa mirada picara y traviesa, en la cual no se sabía si lo que decía era en serio o no mirando a Jezzara.
- No se como podrías negarte, pero sí se como podrías agradecerme. - Se sentó sobre la mesa, pues la única silla utilizable estaba bajo el cuerpito de Jezzara. - De cualquier modo, sabes perfectamente que nunca doy nada a menos que espere algo de vuelta.
Claro, Manigoldo no era una persona gentil. Era increible que Jezzara aún pensara que había algo de bondad en él. Manigoldo era un sobreviviente de un mundo en completo caos, en donde desde pequeño había tenido que aprender a cuidarse por si mismo sin preocuparse por nada ni nadie más que en él. Le dio un gran mordisco a su pan con queso derretido y lo pasó con un poco más de leche.
- Creo que volveré a Roma. Esta vida de campesino me tiene aburrido. - Otro mordisco despreocupado siguió. - O tal vez me una a tu ejercito ese, ¿Al menos pelean? Pelear y buscar la muerte debe ser mucho mejor que esperar que el sol se ponga en esta choza de mierda.
Pero si había algo positivo en todo ese lugar, era el hecho de que por días ya no había escuchado ni visto ninguna alma en pena, lo cual lo teníade muy buen humor. Ese lugar claramente no era Roma, no era su ambiente, no había nada entretenido que hacer... pero tampoco lo atormentaban fantasmas todo el tiempo.
- ¿Sabes si hay algun cementerio por estos lados? ¿Esta lejos de aquí, No?
- No se como podrías negarte, pero sí se como podrías agradecerme. - Se sentó sobre la mesa, pues la única silla utilizable estaba bajo el cuerpito de Jezzara. - De cualquier modo, sabes perfectamente que nunca doy nada a menos que espere algo de vuelta.
Claro, Manigoldo no era una persona gentil. Era increible que Jezzara aún pensara que había algo de bondad en él. Manigoldo era un sobreviviente de un mundo en completo caos, en donde desde pequeño había tenido que aprender a cuidarse por si mismo sin preocuparse por nada ni nadie más que en él. Le dio un gran mordisco a su pan con queso derretido y lo pasó con un poco más de leche.
- Creo que volveré a Roma. Esta vida de campesino me tiene aburrido. - Otro mordisco despreocupado siguió. - O tal vez me una a tu ejercito ese, ¿Al menos pelean? Pelear y buscar la muerte debe ser mucho mejor que esperar que el sol se ponga en esta choza de mierda.
Pero si había algo positivo en todo ese lugar, era el hecho de que por días ya no había escuchado ni visto ninguna alma en pena, lo cual lo teníade muy buen humor. Ese lugar claramente no era Roma, no era su ambiente, no había nada entretenido que hacer... pero tampoco lo atormentaban fantasmas todo el tiempo.
- ¿Sabes si hay algun cementerio por estos lados? ¿Esta lejos de aquí, No?
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Re: Colina a la salida de Villa Rodorio
Suspiré tras escuchar las primeras palabras del sujeto. A decir verdad me esperaba algún comentario parecido a ese. La vez anterior había tenido que intercambiar varias de mis cosas simplemente para que él me guiara hasta el santuario. No era raro que volviera a pedirme algo a cambio de su ayuda.
– Bueno la vez anterior tuve que darte mi caballo, algo de mis joyas… y un beso. No me sorprende… de todas formas no me molestaría darte algo a cambio de tu ayuda otra vez. –
Seguía comiendo del pan con queso derretido y bebiendo un poco de lo que me quedaba de leche en la copa mientras escuchaba las palabras de Manigoldo. Según parecía lo que él quería era pelear, arriesgar su vida en la batalla. Quizás era lo suyo. No tenía idea de qué clase de persona se trataba, no sabía mucho acerca de él… más bien podría decirse… casi nada.
Pelear… buscar la muerte… ¿Qué palabras más acertadas que esas podría haber? En una guerra en la cual se enfrentan toda clase de guerreros y sus dioses, era eso al menos lo primero que se debía tener en mente. Luchar enfrentando a la muerte… para proteger a la humanidad. Era esa la vida de un guerrero, de un santo de Athena.
(– “Ciertamente alguien con esa actitud, puede ser un fuerte candidato para el ejército de Athena. Pero… el conocimiento del cosmos y el poder controlarlo es una de las cosas principales.” –)
Pensaba aquello mientras escuchaba sus palabras. Me quedé en silencio un momento hasta que volví a mirarlo y contesté:
– Pelear y buscar la muerte. Supongo que eso es lo primero que debes considerar para unirte a un ejército como este. De eso se trata. Pero para ser un verdadero guerrero en el Santuario, no es lo único de lo que deberías tener conocimiento... – hice una pequeña pausa para beber un sorbo de lo último que quedaba en la copa. – Pero supongo que no debe interesarte mucho en este momento. –
Entonces escuché que preguntaba por un cementerio. No tenía idea del motivo ni para qué quería saber acerca de un cementerio, pero bueno… sí así lo quería, podía decírselo. Entonces pensé en el cementerio del Santuario… era el más cercano que podía haber en ese sitio.
– ¿Un cementerio? Sí hay uno por estos lados, de hecho está cerca del Santuario pero de aquí queda a unos cuantos kilómetros. No sé para qué querrías un cementerio, pero si quieres ir, podría mostrarte el camino. –
Me quedé en silencio esperando una respuesta luego de aquellas palabras.
– Bueno la vez anterior tuve que darte mi caballo, algo de mis joyas… y un beso. No me sorprende… de todas formas no me molestaría darte algo a cambio de tu ayuda otra vez. –
Seguía comiendo del pan con queso derretido y bebiendo un poco de lo que me quedaba de leche en la copa mientras escuchaba las palabras de Manigoldo. Según parecía lo que él quería era pelear, arriesgar su vida en la batalla. Quizás era lo suyo. No tenía idea de qué clase de persona se trataba, no sabía mucho acerca de él… más bien podría decirse… casi nada.
Pelear… buscar la muerte… ¿Qué palabras más acertadas que esas podría haber? En una guerra en la cual se enfrentan toda clase de guerreros y sus dioses, era eso al menos lo primero que se debía tener en mente. Luchar enfrentando a la muerte… para proteger a la humanidad. Era esa la vida de un guerrero, de un santo de Athena.
(– “Ciertamente alguien con esa actitud, puede ser un fuerte candidato para el ejército de Athena. Pero… el conocimiento del cosmos y el poder controlarlo es una de las cosas principales.” –)
Pensaba aquello mientras escuchaba sus palabras. Me quedé en silencio un momento hasta que volví a mirarlo y contesté:
– Pelear y buscar la muerte. Supongo que eso es lo primero que debes considerar para unirte a un ejército como este. De eso se trata. Pero para ser un verdadero guerrero en el Santuario, no es lo único de lo que deberías tener conocimiento... – hice una pequeña pausa para beber un sorbo de lo último que quedaba en la copa. – Pero supongo que no debe interesarte mucho en este momento. –
Entonces escuché que preguntaba por un cementerio. No tenía idea del motivo ni para qué quería saber acerca de un cementerio, pero bueno… sí así lo quería, podía decírselo. Entonces pensé en el cementerio del Santuario… era el más cercano que podía haber en ese sitio.
– ¿Un cementerio? Sí hay uno por estos lados, de hecho está cerca del Santuario pero de aquí queda a unos cuantos kilómetros. No sé para qué querrías un cementerio, pero si quieres ir, podría mostrarte el camino. –
Me quedé en silencio esperando una respuesta luego de aquellas palabras.
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Re: Colina a la salida de Villa Rodorio
- ¿Para que necesitas mi ayuda esta vez, eh? - Preguntó mirando directo a los ojos. La conversación acababa de volverse interesante para él. Cada vez que podía ganar algo de alguien podría haber vendido a su propia madre.
Aunque pronto se dio cuenta, que tal vez... esa niña le estaba tomando el pelo y lo que había hecho era un comentario astuto. Comenzó a hablar de guerras, y su famosos ejercito de mujeres. No entendía como alguien que se veía tan frágil como ella era parte de un grupo de combate. Al parecer la sangre guerrera de Grecia había muerto cuando cayó Esparta ante Roma. Los griegos eran buenos esclavos, sí, pero ya no estaba tan seguro de que podían luchar si dejaban que las mujeres tomaran las armas.
- Del lugar de donde vengo, las mujeres sirven para follar, tener hijos y alimentarnos. - Sonrió terminando de comer, limpiandose con la camisa la boca. - Y del lugar donde tú vienes... ni idea... ¿Son brujas no? Adoradoras de perros que se pintan los ojos como prostitutas... aunque tu no luces Egipcia a decir verdad.
Había visto jovencillas de esas caracteristicas en el norte de Europa, sobre todo en las regiones más heladas de Germania. Mujeres de cabellera blanca como la nieve, dorada como el sol o incluso... roja como la sangre. Sus pieles eran blancas y sus ojos azules en el mayor de los casos. No entendía como había llegado alguien como Jezzara a crecer en Egipto.
- ¿Tu para que sirves entonces, mujer? ¿Follar? ¿Cocinar? ¿Tener hijos?... por que con esos brazos flacos que tienes, no te veo sosteniendo una espada, ni si quiera un arco... - Lo decía muy en serio. Ella era muy flaca para haber sido una buena guererra. - En Germania a veces se veían mujeres en las filas enemigas, y no te mentiré, eran temibles. Mujeres con brazos como troncos, que el tiempo había curtido en algo anormal... como si sus cuerpos estuviesen hechos de acero. Eran el tipo de rameras que a todos les gustaba follar cuando destrozabamos sus filas, pero más de uno terminó con la polla cortada al darse cuenta que escondían cuchillas en las partes más inesperadas. - Manigoldo, por lo mismo, no gustaba de las violaciones, costumbre tan típica dentro del ejercito Romano. Siempre terminaban llorando, escupiendo, mordiendo, moviendose como culebras para escapar, y en el peor de los casos ... podías terminar siendo eunuco. - Algunas fueron tomadas como esclavas de cama para darle hijos a alguno soldados. A otras pas pusieron a pelear en el Coliseo... que Hades se lleve a todas esas putas al infierno más profundo.
De pronto se dio cuenta que estaba hablando con Jezzara como si hablar con ella fuese interesante. Se aclaró la garganta irritado con dicho pensamiento, poniendose de pie de un salto.
- Bien, si no quieres nada de mí, ya sabes donde esta la puerta.
Aunque pronto se dio cuenta, que tal vez... esa niña le estaba tomando el pelo y lo que había hecho era un comentario astuto. Comenzó a hablar de guerras, y su famosos ejercito de mujeres. No entendía como alguien que se veía tan frágil como ella era parte de un grupo de combate. Al parecer la sangre guerrera de Grecia había muerto cuando cayó Esparta ante Roma. Los griegos eran buenos esclavos, sí, pero ya no estaba tan seguro de que podían luchar si dejaban que las mujeres tomaran las armas.
- Del lugar de donde vengo, las mujeres sirven para follar, tener hijos y alimentarnos. - Sonrió terminando de comer, limpiandose con la camisa la boca. - Y del lugar donde tú vienes... ni idea... ¿Son brujas no? Adoradoras de perros que se pintan los ojos como prostitutas... aunque tu no luces Egipcia a decir verdad.
Había visto jovencillas de esas caracteristicas en el norte de Europa, sobre todo en las regiones más heladas de Germania. Mujeres de cabellera blanca como la nieve, dorada como el sol o incluso... roja como la sangre. Sus pieles eran blancas y sus ojos azules en el mayor de los casos. No entendía como había llegado alguien como Jezzara a crecer en Egipto.
- ¿Tu para que sirves entonces, mujer? ¿Follar? ¿Cocinar? ¿Tener hijos?... por que con esos brazos flacos que tienes, no te veo sosteniendo una espada, ni si quiera un arco... - Lo decía muy en serio. Ella era muy flaca para haber sido una buena guererra. - En Germania a veces se veían mujeres en las filas enemigas, y no te mentiré, eran temibles. Mujeres con brazos como troncos, que el tiempo había curtido en algo anormal... como si sus cuerpos estuviesen hechos de acero. Eran el tipo de rameras que a todos les gustaba follar cuando destrozabamos sus filas, pero más de uno terminó con la polla cortada al darse cuenta que escondían cuchillas en las partes más inesperadas. - Manigoldo, por lo mismo, no gustaba de las violaciones, costumbre tan típica dentro del ejercito Romano. Siempre terminaban llorando, escupiendo, mordiendo, moviendose como culebras para escapar, y en el peor de los casos ... podías terminar siendo eunuco. - Algunas fueron tomadas como esclavas de cama para darle hijos a alguno soldados. A otras pas pusieron a pelear en el Coliseo... que Hades se lleve a todas esas putas al infierno más profundo.
De pronto se dio cuenta que estaba hablando con Jezzara como si hablar con ella fuese interesante. Se aclaró la garganta irritado con dicho pensamiento, poniendose de pie de un salto.
- Bien, si no quieres nada de mí, ya sabes donde esta la puerta.
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Re: Colina a la salida de Villa Rodorio
Suspiré fastidiada al escuchar sus palabras. Se puso a parlotear como un loco olvidando al final lo que había preguntado. Sinceramente yo sólo le respondí como pude, en verdad hablaba enserio. Pensé que seguramente, hasta que ese tipo no comprobara con su propia presencia el poder verdadero de una mujer perteneciente al santuario de Athena, nunca entendería su utilidad. No era con arcos y flechas o con espadas precisamente con lo que peleábamos las guerreras de Athena. Sino con un método más complejo y poderoso, que podía hacer tantas maravillas… incluso destrozar cualquier arma del más resistente metal. O milagros extraordinarios como sanar graves heridas.
– Ya veo, ese es tu punto de vista, no me sorprende. – dije eso y callé. Ya había acabado con el pan que estaba comiendo hacía un momento y la leche de aquella copa de madera. – Pero las amazonas de Athena sí peleamos, de hecho fue para eso que decidí venir a Grecia. Y no es necesario para nosotras hacer uso de ese tipo de armas del que hablas. No somos simples guerreros así como tampoco lo son los hombres que conforman ese ejército. –
No necesitaba nada de él a decir verdad, sólo planeaba ayudarlo a encontrar ese cementerio del cual me había preguntado, pero al parecer no le importaba mucho tampoco. Entonces me levanté rápidamente de la silla. – Los guerreros que pertenecemos al santuario, estamos más listos de lo que crees, y el tiempo de actuar no esta lejos. –
– Pero no importa, no tengo que explicarte y no necesito nada más de ti, pero te agradesco el alimento. – hice una pequeña pausa para así buscar la caja de mi armadura y colgarla sobre mis hombros.
– Pensé que querías saber acerca de un cementerio, o eso me dijiste. Iba a ayudarte, pero veo que ya no te importa. Así que ya mejor me voy, tengo que alistarme lo más pronto posible. De nuevo gracias por todo, supongo. –
Estaba a unos pocos pasos de la puerta de la cabaña, por lo que me di media vuelta lentamente para caminar unos pasos hacia el exterior. Miré en todas direcciones en busca de mi mascota. Y ahí fue que lo vi recostado sobre el pasto húmedo del lugar. Cuando me vio se levantó de un salto y se acercó hacia mí.
– Dante, ven aquí. ¿Debemos ir a la casa de Virgo? Espero puedas llevarme. Debes haber descansado lo suficiente ¿no? – Me agaché y lo junté entre mis brazos, acariciando un poco su pelaje. Creía que primero debía buscar un lugar donde dormir un poco y después volver al templo para entrenar, y de paso estar lista para cuando la diosa de la sabiduría llegase a Grecia.
(– “Aunque creo que mejor sería descansar un rato. Estoy agotada de tanto viaje.” –)
Me quedé parada a unos pocos metros en el exterior de la cabaña, viendo al cielo mientras pensaba qué era lo próximo que debía hacer. Había tanto en lo que pensar que a veces me confundía, pero lo que debía hacer lo más pronto posible era comprobar nuevas técnicas de pelea, para poder estar más lista y dispuesta para la batalla.
– Ya veo, ese es tu punto de vista, no me sorprende. – dije eso y callé. Ya había acabado con el pan que estaba comiendo hacía un momento y la leche de aquella copa de madera. – Pero las amazonas de Athena sí peleamos, de hecho fue para eso que decidí venir a Grecia. Y no es necesario para nosotras hacer uso de ese tipo de armas del que hablas. No somos simples guerreros así como tampoco lo son los hombres que conforman ese ejército. –
No necesitaba nada de él a decir verdad, sólo planeaba ayudarlo a encontrar ese cementerio del cual me había preguntado, pero al parecer no le importaba mucho tampoco. Entonces me levanté rápidamente de la silla. – Los guerreros que pertenecemos al santuario, estamos más listos de lo que crees, y el tiempo de actuar no esta lejos. –
– Pero no importa, no tengo que explicarte y no necesito nada más de ti, pero te agradesco el alimento. – hice una pequeña pausa para así buscar la caja de mi armadura y colgarla sobre mis hombros.
– Pensé que querías saber acerca de un cementerio, o eso me dijiste. Iba a ayudarte, pero veo que ya no te importa. Así que ya mejor me voy, tengo que alistarme lo más pronto posible. De nuevo gracias por todo, supongo. –
Estaba a unos pocos pasos de la puerta de la cabaña, por lo que me di media vuelta lentamente para caminar unos pasos hacia el exterior. Miré en todas direcciones en busca de mi mascota. Y ahí fue que lo vi recostado sobre el pasto húmedo del lugar. Cuando me vio se levantó de un salto y se acercó hacia mí.
– Dante, ven aquí. ¿Debemos ir a la casa de Virgo? Espero puedas llevarme. Debes haber descansado lo suficiente ¿no? – Me agaché y lo junté entre mis brazos, acariciando un poco su pelaje. Creía que primero debía buscar un lugar donde dormir un poco y después volver al templo para entrenar, y de paso estar lista para cuando la diosa de la sabiduría llegase a Grecia.
(– “Aunque creo que mejor sería descansar un rato. Estoy agotada de tanto viaje.” –)
Me quedé parada a unos pocos metros en el exterior de la cabaña, viendo al cielo mientras pensaba qué era lo próximo que debía hacer. Había tanto en lo que pensar que a veces me confundía, pero lo que debía hacer lo más pronto posible era comprobar nuevas técnicas de pelea, para poder estar más lista y dispuesta para la batalla.
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Re: Colina a la salida de Villa Rodorio
Manigoldo se quedó sentado sobre la mesa de madera mirando fijamente al fuego frente a él. El pan y la leche de cabra ya se habían acabado y a pesar de pasar el medio dia, sentía que facilmente podría haber sido de noche y nada de ello hubiese hecho la diferencia. Su espada se sentía solitaria al no tener sangre en ella, de hecho todo en si se sentía extraño y ajeno en ese instante, ¿Pero que más daba? La posibilidad de volver a Roma despues de sus actos estaba completamente descartada. Y todo ¿Para qué? Esa extraña niña Juliai nunca le había dicho como había podido repeler a la muerte.
Las palabras de esa extraña mujer romana que vio en La Sobajera lo atormentaban aunque no pensaba en eso. Sabia que su destino era el mismo que aquel de las almas que lo perseguían y el mero conocimiento de ello hacía que su estómago se revolviera.
<< No puedo seguir en esta mierda de cabaña inmovil... >>
Frunciendo el seño y gruñiendo, salió de la casa. Miró en busqueda de su caballo y lo cogió por las riendas subiendo a este de un salto. Iba a calbalgar, no sabía que tan lejos ni a donde, pero tenía una idea bastante buena de ello. Divisó a Jezzara avanzando un poco mas abajo de la colina. No tenía tiempo que perder para darle a esa chica explicaciones innecesarias. Ella haría lo que el quisiese, cuando quisiese.
Calgadó hasta quedar a su lado, no hizo preguntar ni comentarios, solo la agarró del brazo con fuerza y la subió delante de él.
- Te llevaré al Santuario y tu me llevarás a ese cementerio. - Dijo Manigoldo dandole una patada fuerte al costado del caballo.- Una palabra en contra y te cortaré la garganta, ni si quiera es broma.
Estaba molesto consigo mismo por alguna razón y era tiempo de averiguarla. Si había viajado desde Roma hasta ese lugar debía haber un motivo, algo que hiciera que todo aquello tuviera sentido. Si podía encontrar a la muerte una vez más, entonces todo ello habría pagado.
Las palabras de esa extraña mujer romana que vio en La Sobajera lo atormentaban aunque no pensaba en eso. Sabia que su destino era el mismo que aquel de las almas que lo perseguían y el mero conocimiento de ello hacía que su estómago se revolviera.
<< No puedo seguir en esta mierda de cabaña inmovil... >>
Frunciendo el seño y gruñiendo, salió de la casa. Miró en busqueda de su caballo y lo cogió por las riendas subiendo a este de un salto. Iba a calbalgar, no sabía que tan lejos ni a donde, pero tenía una idea bastante buena de ello. Divisó a Jezzara avanzando un poco mas abajo de la colina. No tenía tiempo que perder para darle a esa chica explicaciones innecesarias. Ella haría lo que el quisiese, cuando quisiese.
Calgadó hasta quedar a su lado, no hizo preguntar ni comentarios, solo la agarró del brazo con fuerza y la subió delante de él.
- Te llevaré al Santuario y tu me llevarás a ese cementerio. - Dijo Manigoldo dandole una patada fuerte al costado del caballo.- Una palabra en contra y te cortaré la garganta, ni si quiera es broma.
Estaba molesto consigo mismo por alguna razón y era tiempo de averiguarla. Si había viajado desde Roma hasta ese lugar debía haber un motivo, algo que hiciera que todo aquello tuviera sentido. Si podía encontrar a la muerte una vez más, entonces todo ello habría pagado.
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Re: Colina a la salida de Villa Rodorio
– ¡Hey! – Sentí que alguien tomaba mi brazo y lo primero que pude hacer fue exclamar aquellas palabras. Cuando volteé para ver de que se trataba pude saber que era Manigoldo que me llevaba hasta ese caballo para comenzar a cabalgar después de unos segundos. Mi pequeña mascota lo que pudo hacer fue dar un salto y meterse en la mochila de cuero que llevaba colgada en mis hombros.
La verdad sus amenazas no me asustaban, pero si lo que quería era ir a ese cementerio, iba a llevarlo, qué más daba si de todas formas no tenía mucho que hacer.
(– “Este tipo está más loco que una cabra” –) pensé mientras lo veía. (– “No quiero tener que soportar problemas así que si lo que quiere es ir a ese cementerio, le mostraré el camino” –)
Yo era alguien que más bien trataba de evitar las peleas y los conflictos inútiles. Si me podía mantener alejada de todo eso y solucionar las cosas de otra manera, era mejor para mí. De hecho con mi poder psíquico muchas veces no me era necesario hacer uso de la fuerza para las batallas y eso era lo que realmente me agradaba. Así que no dije mucho, tan sólo me digné a seguirlo.
–De acuerdo, te mostraré el camino al cementerio. – dije por último algo molesta para así comenzar a cabalgar por aquel sendero rocoso y repleto de verdes pastizales en dirección al santuario, pues en las cercanías de ese lugar se encontraba el cementerio donde las almas de muchos guerreros nobles descansaban.
La verdad sus amenazas no me asustaban, pero si lo que quería era ir a ese cementerio, iba a llevarlo, qué más daba si de todas formas no tenía mucho que hacer.
(– “Este tipo está más loco que una cabra” –) pensé mientras lo veía. (– “No quiero tener que soportar problemas así que si lo que quiere es ir a ese cementerio, le mostraré el camino” –)
Yo era alguien que más bien trataba de evitar las peleas y los conflictos inútiles. Si me podía mantener alejada de todo eso y solucionar las cosas de otra manera, era mejor para mí. De hecho con mi poder psíquico muchas veces no me era necesario hacer uso de la fuerza para las batallas y eso era lo que realmente me agradaba. Así que no dije mucho, tan sólo me digné a seguirlo.
–De acuerdo, te mostraré el camino al cementerio. – dije por último algo molesta para así comenzar a cabalgar por aquel sendero rocoso y repleto de verdes pastizales en dirección al santuario, pues en las cercanías de ese lugar se encontraba el cementerio donde las almas de muchos guerreros nobles descansaban.
Jezzara- Reino : Santuario de Athena
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Re: Colina a la salida de Villa Rodorio
Defteros habia salido de la posada con la inquietante duda que asechaba su mente y esta duda era si esa persona con la que se la habia confundido en la posada podría ser su hermano mayor o quizás solo era una tonta confusión que le habia echo emocionarse, “Siempre existe la posibilidad de que sea el” pensó Defteros, Las posibilidades no estaban 100% a su favor, un 50% no era para nada alentador, “Y que tal me equivoco” penso nuevamente mientras miraba hacia arriba, “Sera mejor que siga buscando, prefiero tener ese indicio, como quien dice algo es mejor que nada” y de repente recordó algo,“Mauritius” penso, Mauritius era mas un hermano para el que el propio Aspros, quizás era mejor que dejara de buscar a Aspros y mejor se dedicara a buscar a Mauritius “y que hay de Sophia y Fye, sus intenciones de ayudarnos eran buenas, aunque nunca les tome importancia” pensó Defteros mientras seguía inmóvil en el mismo lugar que se habia quedado parado desde hace ya un buen rato, “No………….. Primero tengo que encontrar a Aspros, tal vez el sepa de los demás” pensó mientras se alejaba lentamente.
Defteros- Caballeros Dorados
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Re: Colina a la salida de Villa Rodorio
Michiru se dirigió en dirección de aquella luz “¿Qué es lo que será?” se pregunto una y otra vez, sabía de su destino gracias a Aspros así que los mas probable es que su armadura le haya escogido aunque por otra parte no podía quitarse a Manigoldo de su cabeza, el simple hecho de recordarlo provocaba una enorme furia de pronto se detuvo y se dijo a si misma “mi mente debe estar en blanco” realmente le costaba trabajo hacerlo ya que cada que lo intentaba recordaba su noche con el, las subidas eran cada vez mas pesadas y el sol estaba bastante fuerte, observo que en una saliente se encontraba un pequeño árbol haciendo sombra así que pensó en descansar debajo de el, se sentó bajo aquella cuando sintió un dolor en su espalda pensó que quizás fuese causante la colina, saco su cantimplora y bebió un poco de agua.
Alzo la vista para ver el cielo, pero estaba repleto de nubes así que perdió un poco de tiempo buscándoles formas algunas un tanto extravagantes, el espejo continuaba con ese resplandor al igual que la resonancia –Espejo porque no me muestras de que se trata- de inmediato en el espejo se plasmo una especie de imagen no muy visible, al parecer la energía era bastante poderosa como para proyectarse –No debo perder mas tiempo- la doncella se puso de pie y continuo subiendo .
Alzo la vista para ver el cielo, pero estaba repleto de nubes así que perdió un poco de tiempo buscándoles formas algunas un tanto extravagantes, el espejo continuaba con ese resplandor al igual que la resonancia –Espejo porque no me muestras de que se trata- de inmediato en el espejo se plasmo una especie de imagen no muy visible, al parecer la energía era bastante poderosa como para proyectarse –No debo perder mas tiempo- la doncella se puso de pie y continuo subiendo .
Michiru- Amazona Dorada
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Re: Colina a la salida de Villa Rodorio
Parecía que el alboroto que se había formado en Villa Rodorio estaba finalizando. Las nubes se había discipado y sólo quedaba una que otra en el cielo. Manigoldo suspiró un tanto aliviado, dandose cuenta que no estaba nuevamente en medio de una catastrofe a grandes proporciones. En ese momento no tenía nada más que decir. Seguramente en la mañana tomara sus cosas y comenzara su camino, despues de todo ya se había quedado demasiado tiempo en ese lugar.
La cabaña estaba tal como la había dejado, solo que sin comida ni vino. Aquello lo irritó profundamente, pues tampoco estaban las condiciones como para haber ido a Rodorio por algo de comida. Las hijas del campesino le habían llevado leche el día anterior, pero en un gran acto de estupidez le había dado a Jezzara un poco de ésta con un gran caliente con queso. Ahora se arrepentía de haber hecho eso.
Sentado en la noche observó el cielo. Cuando miraba las constelaciones sobre su cabeza en ese lugar no podía evitar siempre mirar una que brillaba con más intesidad que el resto a su vista, la constelación de cancer. Era como si de una forma u otra le hablara, le diera mensajes que sólo él podía entender. Esa noche, decía, peligro.
¿Pero peligro de qué? No había forma de saber. Siendo el hombre superticioso que era, no quizo arriesgarse a averiguarlo tampoco y se metió dentro de la cabaña para ver si lograba dormir aunque fuese un momento.
La cabaña estaba tal como la había dejado, solo que sin comida ni vino. Aquello lo irritó profundamente, pues tampoco estaban las condiciones como para haber ido a Rodorio por algo de comida. Las hijas del campesino le habían llevado leche el día anterior, pero en un gran acto de estupidez le había dado a Jezzara un poco de ésta con un gran caliente con queso. Ahora se arrepentía de haber hecho eso.
Sentado en la noche observó el cielo. Cuando miraba las constelaciones sobre su cabeza en ese lugar no podía evitar siempre mirar una que brillaba con más intesidad que el resto a su vista, la constelación de cancer. Era como si de una forma u otra le hablara, le diera mensajes que sólo él podía entender. Esa noche, decía, peligro.
¿Pero peligro de qué? No había forma de saber. Siendo el hombre superticioso que era, no quizo arriesgarse a averiguarlo tampoco y se metió dentro de la cabaña para ver si lograba dormir aunque fuese un momento.
Manigoldo- Status :
Defensa :
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Re: Colina a la salida de Villa Rodorio
La mañana habia llegado rápido. Eso sucedía cuando no se bebía hasta quedar inconsciente. Manigoldo se estaba acostumbrado a la falta de vino en su vida, al menos por las ultimas horas. Aquello lo irritaba profundamente. Se paró de la cama y se lavó el rostro para sacarse las lagañas.
Tampoco tenía nada que comer, lo cual era aun peor. Tendría que viajar a rodorio y ver si por el camino encontraba alguna cosa antes de ponerse en marcha. Debía vender el caballo extra que había ganado de Jezzara y con ese dinero y las joyas de la niña intentar llegar nuevamente a Roma. Aunque si lo pensaba con detenimiento, tampoco era como si tuviera un motivo en particular para volver a ese lugar. No tenía una legión a la cual servir y tampoco tenía mucho por lo cual luchar. En un tiempo, se había unido a dicha vida con la esperanza de encontrar riqueza para dejar de ser sólo Manigoldo, el hijo abandonado de una puta romana.
Ni si quiera habria vuelto por Kardia. No era amor fraternal precisamente lo que los unía, más bien un destino en común... la fatalidad de haber nacido como hermanos en un mundo que no los quería ahí. Su relación era más bien la de rivales/amigos. Por lo mismo, entendía que fuera donde fuera que estaba su hermano de seguro estaba metido en algun lío. Era parte de su adorable personalidad.
- Bien... de vuelta a Rodorio, vender el caballo, comprar comida, vino, tal vez una puta... y ver donde me lleva el camino.
Caminó a la puerta de la casa y la abrió dejando que el aire matutino le golpeara el rostro. Iba a ser un largo día, lo sentía.
Tampoco tenía nada que comer, lo cual era aun peor. Tendría que viajar a rodorio y ver si por el camino encontraba alguna cosa antes de ponerse en marcha. Debía vender el caballo extra que había ganado de Jezzara y con ese dinero y las joyas de la niña intentar llegar nuevamente a Roma. Aunque si lo pensaba con detenimiento, tampoco era como si tuviera un motivo en particular para volver a ese lugar. No tenía una legión a la cual servir y tampoco tenía mucho por lo cual luchar. En un tiempo, se había unido a dicha vida con la esperanza de encontrar riqueza para dejar de ser sólo Manigoldo, el hijo abandonado de una puta romana.
Ni si quiera habria vuelto por Kardia. No era amor fraternal precisamente lo que los unía, más bien un destino en común... la fatalidad de haber nacido como hermanos en un mundo que no los quería ahí. Su relación era más bien la de rivales/amigos. Por lo mismo, entendía que fuera donde fuera que estaba su hermano de seguro estaba metido en algun lío. Era parte de su adorable personalidad.
- Bien... de vuelta a Rodorio, vender el caballo, comprar comida, vino, tal vez una puta... y ver donde me lleva el camino.
Caminó a la puerta de la casa y la abrió dejando que el aire matutino le golpeara el rostro. Iba a ser un largo día, lo sentía.
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