Camino a la Gloria [Libre]

-LARGA VIDA AL CÉSAR!-, usando ese grito de guerra las legiones romanas habían arrasado una vez más con un pequeño batallón bárbaro en las Hispanias, últimamente se habían visto bastante ocupadas debido al reciente incremento de las actividades de los Visigodos en la región, bajo que motivación actuaban era algo que los líderes de las tropas aún no habían logrado descifrar totalmente, pero al menos se sentían más cerca que nunca, o al menos eso creían, puesto que para ellos el encontrar una solución era sinónimo a exterminar toda oposición posible a sus creencias, y efectivamente, habían arrasado con cuanta oposición encontraban, dejando tras de sí tan solo el olor a muerte y sangre, cuerpos mutilados y armas esparcidas por el campo de batalla, todo un escenario digno para una escenificación de terror de lo más macabro.

Recorriendo aquel triste páramo se encontraba una sola silueta en pie, desafiando la falta de vida de aquellos parajes, aunque la cuestión correcta sería el que se encontraba haciendo una persona en aquel lugar tan desesperanzador, cubierto por una capa negra con capucha de pies a cabeza, era casi imposible reconocer la identidad del sujeto salvo por unas cuantas pistas, como el hecho de que no podría ser un legionario, mucho menos un simple curioso, algún superviviente tal vez?, o quizás simplemente una de las nuevas viudas dejadas por el conflicto, un vistazo más cercano permitía discernir que no era nada de eso, solo un simple viajero de cabellos dorados.

Aquel hombre se detuvo en un punto aleatorio del campo, agachándose sobre uno de los cuerpos que yacían inertes, adornando el lugar entero, tomó un pequeño disco brillante, salvo por unos cuantos destellos carmesí producto de la violencia desatada, sobre su plateada superficie se encontraba tallada la cara de un solo hombre, los ojos carmesí de aquel extraño lo examinaban minuciosamente mientras lo sostenía, “Un solo hombre comanda tanto poder…”, sus ojos demostraban inestabilidad, un intenso deseo latente de haber estado presente durante la carnicería, no le importaba el bando, simplemente el placer de mutilar a otro ser humano, “Será acaso cierto que incluso él este ciego o sea un simple títere de una fuerza superior?”, aquel último pensamiento provocó que una siniestra sonrisa se dibujase en su rostro.

Con aquella tétrica risa pintada aún Artanis se puso de pie una vez más, guardando aquella moneda de plata dentro de sus ropas, si llegó tarde para la fiesta al menos se llevaría algún pequeño recuerdo de lo que allí sucedió, por ahora continuaría su viaje, su destino aún era incierto, simplemente esperaba que los dioses jueguen a su favor, y se demuestren por sí solos ante aquel que buscaba con tantas ansias un motivo por el cuál vivir.